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No reproduzco aquí el texto del “Vademecum”, que puede ser leído cliqueando
sobre el idioma que se prefiera: español, italiano.
I. Presentación
II. Introducción
1) Necesidad de ayudar a los esposos para que vivan su paternidad como santidad
5) Reincidencia y arrepentimiento
IV. Conclusión
En el año 1998 el mismo Consejo Pontificio para la Familia publicó una serie de
reflexiones sobre este documento: “Moral conyugal y Sacramento de la
Penitencia. Reflexiones sobre el Vademecum para los Confesores”[1]. Allí se
encuentran comentarios sobre:
–“No es posible para el hombre con sus propias fuerzas realizar la perfecta
entrega de sí mismo. Pero se vuelve capaz de ello en virtud de la gracia del
Espíritu Santo” (III,1,3).
Es importante tener en cuenta este punto, pues muchas veces nos encontramos
con situaciones en que sospechas que los cónyuges no serán capaces de vivir las
exigencias de la castidad matrimonial, lo que puede apartarnos de advertirles o
adoctrinarles cuando esto es necesario. No debemos mirar con ojos humanos la
exigencia moral de la ley natural (menos todavía la evangélica).
Es cierto que es algo difícil. Es más, sabemos que el cumplimiento de toda la ley
moral (todos los mandamientos y todo el bien moral) no es posible en el estado
presente de la naturaleza humana (post peccatum). Pero Dios no nos manda
cumplir la totalidad de los mandamientos con la sola fuerza natural sino con la
gracia. Esto es de fe, como podemos leer en el Concilio de Cartago (Dz 105), y
modernamente en la Veritatis splendor (n. 25, citado en el documento). Santo
Tomás lo explica en Suma Teológica I-II, 109, 4.
Respecto de la actitud con la que se debe recibir al penitente, el n.2 señala que se
debe “presuponer”, salvo que exista prueba en contrario, la buena voluntad del
penitente. Es decir, se debe demostrar que el penitente ni está arrepentido ni tiene
propósito de cambiar de vida.
No hay que ser esclavos de nuestras malas experiencias. Cada alma es un mundo
aparte.
Además, muchos de los que realmente no están bien dispuestos no son totalmente
culpables de su actitud, puesto que ésta se debe a la escasa, o nula formación que
les damos nosotros los sacerdotes.
En cuanto a las preguntas y consejos (nn. 3-4), hay que distinguir dos casos:
4. Reincidencia y arrepentimiento
Son, por tanto, dos cosas diversas. A veces se confunde reincidentes con
ocasionarios. Está mal. Pueden darse juntos y pueden darse separados.
San José Cafasso decía: “La mala costumbre, decía, no es señal por sí de
indisposición: no es prueba y demostración, por sí misma y siempre, de falta de
buena voluntad en el momento de la confesión. Puede haber en el habituado, en
el momento en que se confiesa, buenas disposiciones de ánimo. En cuanto al
penitente seriamente, hic et nunc pronto a hacer la promesa de la enmienda, el
confesor nada puede oponer a la sinceridad de su propósito, y por tanto lo puede
y lo debe absolver. El confesor puede estar tranquilo. Si acaso se engañase, la
culpa no es suya, sino del penitente que ha fingido sentir lo que no sentía”.
Al juzgar a estos habituados se uniformaba siempre al pensamiento de San
Alfonso que en el fondo es el mismo del Cardenal De Lugo: “Requisito para la
penitencia es el propósito (acto de la voluntad) presente y no la enmienda futura”.
Él pensaba que la simple recaída no era siempre y per se una señal cierta de
indisposición del penitente en el momento de la confesión[2].
Recuerda las tres condiciones para que sea lícita, es decir, primero, que sea
encuadrada: ante todo como cooperación material y no formal; y segundo que sea
encuadrada como cooperación material lícita (pues no toda cooperación material
es lícita).
Las tres condiciones son: 1ª que la acción del cónyuge sea lícita en sí misma; 2ª
que existan motivos proporcionalmente graves para cooperar al pecado del
cónyuge; 3ª que se procure ayudar al cónyuge (pacientemente, con la oración,
con la caridad, con el diálogo: no necesariamente en aquel momento, ni en cada
ocasión) a desistir de tal conducta.
El primero de ellos (DS 2795) es la Respuesta del Santo Oficio del 19 de abril de
1853, dada durante el pontificado de Pío IX. Se consultan allí dos cosas:
DS 2795: Respuesta del Santo Oficio; 19 de abril de 1853 (bajo Pío IX)
vulgarmente dicho
“condom”).
prestarse pasivamente a la
possit passive se relación
praebere?Resp.: condomada.Respuesta:
malo.
Ad 2) Negative; daret
acción intrínsecamente
ilícita.
incomodidad.
morem gerere.
Quedan planteadas en la respuesta tres situaciones. A estas se añaden dos que
surgen en la actualidad y que implican el uso de anticonceptivos químicos. Son
por tanto cinco situaciones posibles de cooperación[4]:
NOTAS: