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PSICOLOGÍA LEGAL: DEONTOLOGÍA Y ETICA

El Derecho a la Identidad de Género.

1. Introducción

El presente trabajo tiene por objetivo analizar la posición del analista en relación a los
debates sobre identidad de género, utilizando como herramienta, como disparador o tal vez como
pretexto, uno de los episodios de la serie brasilera Psi. Haciendo un breve recorrido sobre la
distancia que existe entre “la diferencia anatómica de los sexos” y “la identidad de género como
hecho psicológico”, atendiendo a la diversidad de las identidades con respecto al género,
intentaremos interrogarnos sobre el “lugar del analista bajo una perspectiva de los derechos
humanos”.
Veremos de qué manera la “diversidad de identidades de género” cuestiona lo “universal
del discurso patriarcal” que a partir de la diferencia anatómica de los sexos, instituye un binarismo
unívoco en cuanto a las formas posibles de identificarse con un género y las modalidades de
ejercer la sexualidad. Este binarismo implicaría que al cuerpo con pene le deberá corresponder de
un modo inamovible una identidad masculina y heterosexual; al cuerpo con vagina, le
corresponderá por el contrario, una identidad femenina y heterosexual. De la adecuación a estos
parámetros, conjuntamente con una serie de atributos socialmente esperables en el ejercicio del
género y la sexualidad, serán considerados como normales y saludables, mientras que los que no
se ajusten serán interpretados como anormales.
En ese sentido, la “diversidad sexual”, entendida como desviación del orden natural de las cosas,
constituye la negación del discurso universalista. Desde la marginalidad, se convierte en denuncia
de lo que las ideas universalizantes excluyen.
Esta diversidad en cuanto “identidad de género” y en cuanto “modos de ejercer la
sexualidad” se pone de manifiesto en el capítulo comentado. Las preguntes que nos hacemos son;
¿debe el analista permanecer neutral frente a éstas situaciones? ¿mantenerse neutral no será una
posición anti ética? ¿hay diferencia entre abstención del analista y su neutralidad?
El recorrido de éste trabajo intentará realizar una apertura hacia las discusiones, más que
dar una respuesta acabada sobre las mismas.

2. Sinopsis.

“PSI” es una serie brasilera dirigida por Marcus Baldini que en sus diferentes capítulos, a
partir de una narrativa a la vez dramática y cómica, el entrecruzamiento entre la vida cotidiana y
profesional de Carlo Antonini, un psiquiatra, psicólogo y psicoanalista, al mismo tiempo que padre
divorciado con dilemas existenciales propios.
En este trabajo analizaremos el capítulo 12 de la primera temporada de la serie, en el cual
se desarrollan temáticas relacionadas al “Derecho a la Identidad de Género”. Carlo Antonini se
encuentra atendiendo hace más de un año a una mujer madura y atractiva, que desarrolla su
actividad profesional como Fiscal. En una de sus sesiones semanales con Carlo, narra algo
escandalizada el caso que tenía entre manos: una mujer llamada Renata Braga tiene el deseo de
cambiarse el nombre por uno masculino: Renato. Apelando a la necesidad de defender los valores
de la sociedad, le resulta inaceptable la posibilidad de que alguien que posee anatómicamente el
cuerpo de una mujer cambie su nombre por uno masculino. Esto es interrogado por Carlo.
Sin embargo, en la audiencia, Renato tiene la posibilidad de dar sus argumentaciones sobre
por qué tiene derecho a tener esa identidad, pero no sólo eso, sino que argumenta su postura de
una manera clara y contundente. Él denuncia que en éstos temas es preciso separar tres
dimensiones de lo humano en relación a la sexualidad. Por un lado, lo que el cuerpo ofrece en
cuanto diferencia anatómica. Por otro lado, la identidad de género, vale decir, la convicción de la
posición subjetiva personal sobre con qué genero se identifica. Y por último, la elección sexual,
vale decir, la elección del objeto de deseo. En el caso de Renato, la discordancia con lo que la
sociedad espera es contundente: es un hombre, con un cuerpo de mujer, cuyo objeto de deseo
sería homosexual, atendiendo a que se acuesta sólo con hombres.
En una sesión posterior, la paciente de Carlo puede interrogarse sobre ésto, habilitándose para
hablar de una historia familiar peculiar.
Ahora bien, podemos hacernos las siguientes preguntas. Frente a esta situación, ¿la
posición del analista, ha de ser neutral? ¿Es posible serlo? ¿Debe serlo? Tal vez deba abstenerse a
jugar su propia ideología, por ejemplo, sancionándolo, pero ¿es asimilable la abstinencia con la
neutralidad?
3. Nociones sobre Identidad de Género

Cuando hablamos del derecho a la identidad de género debemos interrogarnos sobre la


discordancia entre la diferencia anatómica sexual de los cuerpos y el modo en que una sociedad
“nomina” dicha diferencia. Vale decir, como sostendría Cornelius Castoriadis, la sociedad construye
una compleja red de significaciones imaginarias sociales, nominando y depositando expectativas
sobre los cuerpos que son parte de dicha sociedad, donde el tener pene le correspondería el
género masculino y la vagina correspondería el género femenino. Los desvíos a ésta normalidad
“aceptada y naturalizada como universal”, denuncian una discordancia entre “la expectativa
social” y los grupos que no se ajustan a esa norma y que resultan ser excluidos de ese universo.
Esto es, que el ser “homosexual, transexual, etc.” implican discordancias en relación a las
expectativas que la sociedad tiene sobre ellos en relación a las modalidades de identificarse con un
género y a las modalidades de ejercer la sexualidad. En ese sentido, el derecho a “ser reconocido”
por la sociedad con una identidad determinada es un derecho de vital importancia puesto que
afecta a una pluralidad de derechos:

“La identidad sexual constituye así, un aspecto muy importante de la identidad personal, en la
medida en que la sexualidad está presente en todas las manifestaciones de la personalidad del sujeto,
encontrándose en estrecha conexión con una pluralidad de derechos, como los atinentes al libre
desarrollo de la personalidad, a la salud, la integridad psicosomática, la dignidad y la disposición del
propio cuerpo. La identidad sexual se entiende como la parte de la identidad total de las personas que
posibilita el reconocerse, aceptarse y actuar como seres sexuados y sexuales. Varios autores sostienen
que la sexualidad es el elemento organizador de la identidad total de las personas” (Burgués, Marisol;
2016).

El primer sustrato de la identificación es el cuerpo y la diferencia sexual es la primer


evidencia incontrastable de la diferenciación humana. Ahora bien, la identidad sexual trasciende
esa diferencia y se compone de tres variables. La primera es la identidad de género, la que
entendemos como la convicción íntima que cada ser humano tiene de pertenecer a uno u otro
sexo, más allá de las características somáticas. La segunda, es la que hace al rol de género, que
hace a la expresión de masculinidad o feminidad de una persona, acorde a las reglas que establece
la sociedad en la que vive. Por último, la variable referida a la orientación sexual, que tiene que ver
con las preferencias en la elección del vínculo sexoerótico.
En ese sentido, en el episodio que estamos analizando, la fiscal se sorprende al enterarse
que Renato se sentía hombre pero que no le gustaban las mujeres, que en algún tiempo fue de esa
manero, pero actualmente se siente homosexual y mantiene relaciones solo con hombres.
¿Entonces para qué cambiarse de género?, se interroga la fiscal. Es entonces cuando Renato
intenta hacerle comprender que la “identidad” va por carriles distintos que el del deseo sexual,
que la identidad de genero no se modifica, es algo con lo cual el sujeto se reconoce y que no tiene
que ver con objeto de amor.
Es en este fragmento donde podemos reconocer la importancia del reclamo de Renato, en
cuanto a que su documento tiene escrito un nombre con el cual no puede reconocerse y, por lo
tanto, no lo nombra. Sabemos que el nombre tiene vital importancia en cuanto a la conformación
de la identidad de una persona, puesto que constituye la marca social desde el cual reconocerse y
diferenciarse. Atento a que al momento de nacer el ser humano no tiene la capacidad de elegir, el
nombre es adjudicado en función de lo que el cuerpo anatómico marque. De este modo la
asignación de un nombre a una persona funciona como una expresión fonética de la identidad del
existente, por ello es un derecho existencial, que protege el resto de los datos personales. Será a
partir y al rededor de él que la persona irá atravesando un proceso de construcción de la identidad
en los diversos ámbitos socioculturales; por esta función de individualización e identificación de las
personas a través del tiempo y el espacio en la sociedad, que el nombre es un factor de suma
relevancia para la conservación y el desarrollo de la identidad personal.

4. Derecho a la Identidad de Género en la normativa Argentina

Como decíamos anteriormente la sociedad por medio de sus instituciones, costumbres y


mitos construye su modo de ordenar la sexualidad. Sin embargo, el campo jurídico tiene vital
importancia en este punto, atento a que regula las relaciones entre lo permitido y lo prohibido. En
este punto nos resulta interesante el tratamiento que realiza Grafeuille sobre la relación entre lo
jurídico y la binariedad de géneros que mencionábamos más arriba.
Dicho autor sostiene que en casi la totalidad de los sistemas jurídicos actuales conservan y
hasta exacerban una matriz binaria respecto del género, con un destino unívoco, tendiendo a la
patologización de las formas no convencionales de devenir hombre o mujer. En este sentido,
postula que la prédica que subyace a esa binariedad genérica y las consecuentes prácticas jurídicas
no es neutral, esencial ni objetiva, sino que más bien, se trata de un discurso tendiente a favorecer
el status quo y las desigualdades derivadas del mismo. De esta manera, bajo la consigna de
neutralidad y objetividad, se imposibilita el disenso y cualquier posibilidad de cambio. Va de suyo
que, un discurso jurídico enfocado exclusivamente desde esta bipolaridad de los géneros, deja sin
existencia jurídica e insitucionalidad a opciones que se constituyan desde una alternativa a ese
binarismo, tal como sucede con Renato.
Los fundamentos objetivos para promover y conservar esta doctrina, se toman de las
ciencias biomédicas, área con la que sostiene un diálogo fluído de antaño. Desde allí se basarán
sus fundamentos para determinar qué es natural y normal, fundado en los irrefutables hechos
biológicos, siendo la ciencia médica y biológica la que determina qué es normativamente humano.
Por supuesto que desde ese discurso eminentemente positivista, la intersexualidad, el travestismo
y la transgeneridad constituyen el resultado de procesos definidamente “anormales”. Es por ello
que si se los entiende como estos estados de anormalidad, o inclusive enfermedad, deben
remediarse circunscribiéndolos en alguna de las dos categorías imperantes y reconocidas como
sanas. Esto evidentemente conduce a la patologización de los individuos con identidades de
género diversas y, de esa manera pareciera ser receptado por la mayoría de los ordenamientos
jurídicos.
Desde esta perspectiva lineal y “codificante”, el ser distinto se califica como anormalidad. Es
así que el discurso heteronormativo instala el binomio hombre/mujer como forma exclusiva de
entender el género, configura una operación de poder que coarta la posibilidad de pensar
“diferencias”, pues las mismas, serán consideradas como anormalidades. Desde esta perspectiva se
podría pensar que una frase bastante habitual que refiere a estar atrapado en el cuerpo
equivocado, se podría reemplazar por la de “estar atrapado en la sociedad equivocada”.
La lucha sostenida por activistas ha llevado entre otras cosas a la eliminación de manuales
psiquiátricos de distintas patologías referidas a diversidades de género. Un ejemplo de ello es la
extinción de la transexualidad como patología mental del CIE y el DSM, este último conservando la
“disforia de género” (angustia como consecuencia de la falta de adecuación del género). Cabe
aclarar que esta última nominación es también rechazada por activistas trans por perpetuar la
patologización.

Si nos hemos detenido en este recorrido sobre la situación latinoamericana del derecho a la
identidad de género es, precisamente, para poner en relieve lo que sucede actualmente en la
normativa argentina que, en opinión de quienes escriben este trabajo, constituye un gran avance
en la ampliación de derechos de la sociedad en su conjunto. En nuestro país, el debate por el
reconocimiento a la identidad de género surgió en principio por la solicitud de autorización para
someterse a operaciones de reasignación sexual y la posterior modificación del prenombre y
género de los documentos de identidad. Corrieron distinta suerte en los tribunales, expidiéndose
los jueces, desde el absoluto rechazo, hasta su aceptación con determinados requisitos.
En este sentido la ley 26,743, significa un punto de llegada de aquellas luchas y debates. Es
así que en 2012 se comienza a reconocer al derecho a la identidad de género autopercibida,
corresponda o no con el sexo y género asignados al nacer y el reconocimiento pleno de tales
derechos a través de la citada ley y su reglamentación por el Decreto 1007/12. Esta legislación
persigue el fin de establecer un procedimiento que permita a las personas ejercer su derecho a la
identidad, entendiendo que la misma es una decisión personal y autónoma de cada individuo,
limatándose el Estado a garantizar el derecho de ejercer la libertad de escoger y vivir de acuerdo
con el género autopercibido sin requerir de ningún control judicial o administrativo previo de los
motivos en que se funda.

Por «identidad de género», la Ley 26.743 entiende lo siguiente:


“la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual
puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la
vivencia personal del cuerpo, referido a la modificación de la apariencia, la función corporal
a través de diversos medios (tratamientos hormonales, farmacológicos, quirúrgicos o de
otra índole), la vestimenta o los modos de hablar o comportarse, mientras sean libremente
escogidos” (Ley 26743, 2012, art. 2).

De esta manera la normativa, distingue los conceptos de género y sexo, no homologa el


género al sexo de una persona, desarrollando un pensamiento fuera de la lógica binaria. Es así
que, la ley reconoce fundamentalmente tres prerrogativas: por un lado, el derecho de toda
persona al reconocimiento de su identidad de género; por otro, el derecho al libre desarrollo
personal en consonancia con la propia identidad de género, y por último, el derecho a ser tratado e
identificado conforme a la identidad de género adoptada y desarrollada.
Asimismo, establece que el ejercicio del derecho a la identidad de género no debe ser
limitado, restringido, excluido o suprimido por norma, reglamentación o procedimiento alguno.
En sintonía, el Código Civil y Comercial, en oportunidad de abordar el cambio de
prenombre en su art. 69, contempla como justos motivos y sin requerimiento de orden judicial el
cambio de prenombre por razón de identidad de género.
5. La ética del analista: entre la neutralidad y la abstinencia.

Hecho este recorrido, volvamos una vez más al caso de Renato, pero esta vez no desde el
lugar de Renato, sino del de Carlo, el psicoterapeuta de la fiscal, para interrogarnos lo siguiente
¿Podemos ser neutrales como analistas frente a los enunciados de la fiscal?
Sabemos que cuando hablamos de neutralidad como parte de la técnica psicoanalítica
estamos haciendo referencia a la suspensión de poner en juego en la sesión analítica los “valores
religiosos, morales y sociales”, es decir, se trata de evitar dirigir la cura en función de un ideal
(Laplanche; Pontalís, 2013). Ahora bien, suponiendo que ello es posible, vale decir, que el analista
pueda despojarse de tales valores, la segunda pregunta que nos formulamos y que nos introduce
de lleno en el problema ético que queremos proponer es la siguiente: ¿el analista, “debe” ser
neutral? Vale decir, ¿Es ético “hacerse el muerto” frente a ésta problemática? ¿sería una conducta
ética la de dejar pasar por alto los enunciados de la fiscal interrogando solamente lo que atañe a su
“novela familiar neurótica”?
Quisiéramos responder estos interrogantes a partir de poner en tensión una concepción de
abstinencia que parece derivar o al menos estar subsumido al concepto de neutralidad, lo cual
tiene como consecuencia que muchas veces se utilicen como sinónimos.
Acordamos con Salomone1 cuando sostiene que la regla de abstinencia debe entenderse
como una indicación técnica y, como tal, ser respetada por el analista a lo largo del tratamiento y
como condición de posibilidad del dispositivo. Es a través de esta regla que el analista deberá
procurar impedir la satisfacción pasional del paciente. Ahora bien, si bien acordamos en que un
principio técnico y ético de la posición analítica sea la de sostener la regla de abstinencia, no
creemos que ello deba subsumirse a la noción de “neutralidad”. Cuando hablamos aquí de
neutralidad estaremos enfatizando los posicionamientos éticos, ideológicos y políticos, que todo
analista posee, ya sea de un modo consciente como inconsciente. Quienes creemos y bregamos
por un psicoanálisis que debe dialogar con las lógicas y principios de los derechos humanos
sociales, económicos y culturales, sostenemos que no es posible ni saludable deslindarlo de la
práctica terapéutica. Por dar un ejemplo, una mujer divorciada que convive con su hija, y tiene
dificultades económicas para sostener la familia. Al preguntarle qué sucede con el padre de la niña,
ella dice él se desvinculó, y que ella, por culpa, no quiere pedirle nada porque fue ella quien lo
abandonó. Aquí, habrá que hacer todo un recorrido terapéutico sobre la relación con su ex marido,
1 Salomone, G. Z. El principio de neutralidad y la regla de abstinencia: la perspectiva freudiana. En web:
http://www.eticayddhh.org/index.php/textos-y-articulos.
sobre esa culpa y los obstáculos e inhibiciones que tienen como consecuencias. Sin embargo, aquí
debemos tener una posición clara con respecto a esa niña, a pesar de que no sea nuestra paciente
y ni siquiera la conozcamos, en el sentido de que debemos comentarle que el “derecho a una
cuota alimentaria” es el derecho de la niña y no de ella, que existe una legislación que habla sobre
la responsabilidad parental y los cuidados compartidos, etc. A partir de ésta verbalización
“educativa” sobre los derechos de su hija, ésta madre pudo reclamar algo a su ex marido y
resignificar su historia con él. Creemos que ésta es una saludable posición ética, porque existe un
tercero que, si bien no está en riesgo inminente, sí se le están vulnerando derechos, en este caso
por desconocimiento de la madre de dicha normativa.
Propusimos éste ejemplo anterior porque muestra claramente cómo un posicionamiento
ético que respete los “derechos del niño” nos puede llevar a hacer enunciados que pueden tener
“la apariencia de gozar de un rol educativo”, pero que tiene la potencia de hacer desconsistir
posicionamientos subjetivos que estén afectando derechos de un tercero.
Ahora bien, en un caso como el de Renato, o mejor dicho el de la fiscal, que aborda
problemas como el derecho a la identidad ¿es posible que el analista sea neutral? O mejor, ¿es
necesario, vale decir, es ético ser neutral frente a éstas temáticas? ¿Lo fue, Carlo, acaso con sus
intervenciones? Creemos que no, que Carlo no fue neutral en relación a la cuestión del género y
eso se puede apreciar en sus opiniones fuera del ámbito del consultorio. Si atendemos a sus
intervenciones, podemos apreciar que si bien se abstiene a sancionar moralmente los dichos de la
fiscal, o bien a posicionarse pedagógicamente, realiza una serie de intervenciones que apuntan a
deconstruir la rigidez discursiva de la paciente. En consecuencia, podemos decir que fue la
consciencia política e ideológica de Carlo que reconoce el derecho a la identidad de las personas el
punto de partida desde el cual surge una posibilidad de crítica con respecto al discurso cristalizado
y que difícilmente dicho discurso se hubiese puesto en cuestión si el analista que lo tiene como
paciente no hubiese reconocido tales derechos.
Podemos sostener, entonces, que podría resultar fructífero realizar una diferencia entre la
neutralidad y abstinencia desde el punto de vista ético en psicoanálisis. La posición del analista no
debe, bajo ninguna circunstancia, ser “neutral” cuando de los derechos humanos se trata. O dicho
de otro modo, una posición profesional debe estar en consonancia con los derechos humanos
sociales, económicos y culturales, si se quiere sostener éticamente. Ahora bien, que el
psicoanalista no sea neutral frente a dichas posturas, no implica que no deba abstenerse a dirigir
“pedagógicamente” al paciente hacia determinados horizontes que responden a su propia moral o
a satisfacer las demandas de éste.
Bibliografía

Gutiérrez, C. (1998). Antígona y el rito funerario. En Ética: un horizonte en quiebra. Cap. VII.
Eudeba, Buenos Aires, 1998.
Lewkowicz, I. (1998). Particular, Universal, Singular. En Ética: un horizonte en quiebra. Cap.
IV. Eudeba, Buenos Aires, 1998.
Michel Fariña, J. J. (1998). Qué es esa cosa llamada ética. (Cap. II); Lo universal-singular
como horizonte de la ética. (Cap. III). El interés ético de la tragedia (Cap. V). Del acto ético (Cap. VI).
En Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires, 1998.
Fernández, Silvia E. (2011) Identidades, género e infancias. En web:
http://colectivoderechofamilia.com (AP/DOC/1379/2014).

Ley 26.743 de “Identidad de género” (2012). El Senado y Cámara de Diputados de la


Nación Argentina, sancionada 9 de mayo de 2012.
Grafeuille, Carolina E. (2013). Una loable medida legislativa en Alemania, que propicia la
deconstrucción de la lógica binaria del género.
Laplanche, Jean y Pontalis, J. B. (2013). Diccionario de psicoanálisis. Paidós, Buenos
Aires, 2013.
Burgués, Marisol (2016). Genero y Niñez. Aportes de la reforma Civil y Comercial a partir
de la regulación de la capacidad de ejercicio de los niños/niñas y adolescentes, en MJ-DOC-7641-
AR | MJD7641.
Salomone, G. Z. El principio de neutralidad y la regla de abstinencia: la perspectiva
freudiana. En web: http://www.eticayddhh.org/index.php/textos-y-articulos.

Subido por Silvina Miroschnik

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