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Política penal en materia de tráfico de drogas.

Dos de los más graves problemas político-criminales que asolan la humanidad son el

terrorismo y el tráfico de drogas.

Para tratar la problemática derivada del delito de tráfico de drogas hay que reconocer dos

conflictos de intereses: 1. Binomio individuo-Estado. El sujeto que consume está en

disposición de su salud de forma autónoma, atendiendo a esto, la creación de barreras

punitivas por parte del Estado, que determinen un obstáculo a ese derecho del consumo es

una intolerable injerencia por la vulneración de uno de los fundamentos del orden político y

de la paz social: el derecho al libre desarrollo de la personalidad, concreción de la dignidad

humana. Y Desde la óptica de la organización de la comunidad social, se predica la

necesidad por parte del poder público de combatir cualquier generalización de conductas

que atenten a la denominada salud pública.

2. El tratamiento de las drogas legales y otras de niveles similares de peligro a la salud

como el hachís o la marihuana. Mientras que en estos últimos años, entran de lleno en la

conducta delictiva cuando se trata de su elaboración, cultivo, tráfico, o cualquier forma de

promoción, favorecimiento o facilitación de su consumo o incluso su posesión con

idénticos fines, en las llamadas drogas legales, existe ausencia total de sanción penal alguna

es más el propio Estado actúa como empresario monopolizador. Se presenta así un conflicto

de reconocimiento cultural: los consumidores de drogas blandas ilegales desean tener los

mismos derechos que los consumidores de drogas legales amparados por el propio Estado y

por una mayor permisibilidad social.


Cuando el ordenamiento jurídico castiga el tráfico de drogas, lo justifica con la necesidad

de mantener unas condiciones mínimas de bienestar físico y psíquico de la población,

condiciones que se ven alteradas en perjuicio de la sanidad general cuando se extienden de

forma indiscriminada mediante el cultivo, elaboración, tráfico o las que de otro modo las

promuevan, favorezcan o faciliten. Diferenciación penológica que realiza la ley penal que

discrimina la cuantía de la sanción según que el objeto del delito sea por drogas “duras” o

“blandas”, por tanto, la incidencia cualitativa en la salud, se establece por el legislador

como criterio genérico para imponer una mayor o menor pena. La salud, pues desempeña

un papel fundamental en la configuración material del delito. Y así pues el tráfico de drogas

es un delito contra la salud pública y un delito de peligro abstracto.

También por su gran relevancia político-criminal, hay que explicar la restricción de la

libertad individual que conlleva, que se presenta en el marco de la elevada penalidad que

acompaña este ilícito, ya que a pesar de ser un peligro abstracto, las penas son muy

desproporcionadas en atención a esa configuración del bien jurídico mantenido y es

necesario por ello reflexionar sobre la proporcionalidad entre daño y pena en estos hechos

punibles.

Uno de los elementos más importantes es la naturaleza y la forma de ataque del bien

jurídico tutelado por la norma violada, al igual, que el grado de culpabilidad para establecer

ese equilibrio entre el quatum del delito y de la pena.

3 En el tráfico de drogas, la elevada penalidad y la gran lesividad social se hacen presentes,

ya que la sanción no abarca sólo la agresión a la salud pública sino también a otros ataques

a diferentes bienes jurídicos que quedan fuera del hecho punible enjuiciado. Cabe destacar
la seguridad ciudadana y el orden público, la libertad individual negada por la adicción, la

economía nacional, la administración de justicia o incluso la propia necesidad de mantener

los pilares básicos del Estado.

Un gran conflicto, las sustancias cuyo consumo está permitido y estas otras que quedan

fuera del mercado legal, con su consiguiente prohibición de elaboración, cultivo, tráfico o

promoción del consumo.

La intervención punitiva del Estado debería incidir en todo tipo de sustancia que produzcan

los mismos o similares efectos perjudiciales para la salud de las personas.

Pero el estado durante mucho tiempo ha sido el único empresario incluso ha dirigido

actividades de promoción para aumentar su venta y ello le lleva a adquirir un notable

ingreso económico lo que lleva a pensar lo poco que le interesa a los poderes públicos la

salud pública.

Las drogas legales o ilegales, su diferencia, de carácter cultural y de mayor o menor

permisibilidad social por lo que en la legislación anti-droga no existiría la pretensión de

tutela de un bien jurídico sino, de mantener una cohesión social.

No se puede negar el perjuicio de drogas como el alcohol o tabaco en la salud de la

población y por tanto, esta equiparación la lleva a cabo incluso la propia ley penal en el art

379 en la que el legislador está reconociendo expresamente que la ingestión de bebidas

alcohólicas provocan alteraciones graves como las drogas ilegales y de ahí la cuestión ¿por

qué en cambio el consumo de estas sustancias está permitido e incluso favorecido? La

respuesta según dos enfoques: 1. En el delito de tráfico de drogas no hay bien jurídico

digno de protección, porque no existe o se encuentre totalmente difuso o bien, 2. se


mantiene la salud pública como objeto de tutela en la figura delictiva en cuestión y se

ofrece una explicación racional de la mentada diferenciación de tratamiento entre un tipo de

sustancias y otro.

Un criterio racional, el alcohol, sólo desde el punto de vista social, se trata de una sustancia

con perfiles específicos que no se encuentran en el resto. Ya que forma parte de la cultura y

tradición de las sociedades occidentales, por lo que existe un mayor conocimiento por parte

de la población de los efectos de su uso y abuso, y que por las mismas razones existe esa

permisibilidad social en cuanto a su consumo; también intereses económicos un ejemplo la

viticultura y por último lugar, el ejemplo que nos dio EEUU con los intentos de prohibición

mediante la ley seca de 1919 en la que los problemas fueron muchos más graves que los

propios derivados del alcohol.

En conclusión: no toda conducta lesiva para bienes jurídicos relevantes para la convivencia

humana puede venir sancionada con una consecuencia penal.

La prohibición, se hace más difícil cuanto más arraigada está la actividad a la costumbre, y

cuanto más entidad cualitativa y cuantitativa posee el grupo social que acepta el

comportamiento como válido e incluso como valioso, la incriminación conllevaría a

problemas sociales y jurídicos.

4 En el ámbito de las drogas legales, constituyen una fuerte agresión a la salud colectiva

conllevando a gran cantidad de muertes. En estos casos el Estado, no es que no quiera, es

que no puede bajo ningún concepto establecer restricción prohibitiva alguna, tanto de su

comercialización como de su consumo entre sujetos adultos. El propio Estado, en

definitiva, se halla ante una especie de situación de inexigibilidad, pues teniendo la


obligación de tutelar la salud pública frente al consumo de este tipo de sustancias, viola ese

deber de tutela porque el poder público no puede obrar de forma distinta a la permisión.

La existencia de impunidad para determinado tipo de actividades en relación con las

denominadas drogas legales tiene su justificación en una imposibilidad de sanción penal.

Conflictos entre la salud pública y la libertad personal: - bustos, paradoja en la que si el

bien jurídico es la salud sería absurdo la oferta de estas sustancias. Y para disminuir la

oferta tendría que incidirse sobre el consumo para evitar un mercado ilícito y clandestino.

Conllevaría a un gran problema, en un Estado Democrático, el poder público de ninguna

forma se puede inmiscuir en la libertad individual sobre los productos que el sujeto puede

consumir o dejar de consumir. Esta forma de concebir el tráfico llega, pues, a una

contradicción interna difícilmente superable generándose así un mercado clandestino.

Llegando este autor a la conclusión de que la salud pública no puede ser el objeto de tutela.

Y aparece ese conflicto en el Estado Social y Democrático de Derecho, ya que tiene que

atender a dos polos con criterios distintos: - La conducta del consumidor. Se ciñe a su

ámbito privado, libre desarrollo de su personalidad y es barrera infranqueable del poder

punitivo del Estado y vulneraría los derechos fundamentales.

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