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Luego de este recorrido a “vuelo de pájaro” por el Cerro Ñielol, se puede notar
la gran riqueza que escapa a la mirada del simple turista o transeúnte. Más allá de
la tranquilidad que pueda experimentar el hombre agobiado por la sobrecarga de
trabajo y preocupaciones cuando visita este Monumento con su familia los fines de
semana o del espacio que brinda a los deportistas adictos al fitness, que siguen
modas de salud o estéticas superficiales, este Cerro -con toda la carga energética,
curativa y espiritual que posee- ofrece al hombre actual una experiencia renovadora
y vivificadora, terapéutica y también religiosa, que le hace volver a sus ancestrales
raíces y recuperar aquella inocencia primordial perdida en los avatares de la historia.
El universo es para el hombre espiritual un todo ordenado en el que la
sacralidad de la Naturaleza se manifiesta precisamente en estos lugares que han
sido reservados como fuente de recursos, tanto naturales como sobrenaturales. Las
plantas poseen energías curativas que trascienden sus componentes químicos
(único factor importante para el científico de nuestro siglo), y están ahí para el
hombre, que recogiéndolas con respeto -y amor- podrá beneficiarse de su poder.
Históricamente, la ciencia se ha caracterizado por su capacidad crítica ante
mitos y creencias sin fundamento, ella misma ha combatido con vigor todo
dogmatismo y superstición que atente contra la libertad individual del hombre. Sin
embargo, muchas veces la ciencia misma se erige como nueva institución
dogmática que esclaviza al hombre y se cierra a sí misma en su cosmovisión
sesgada. Existen en la actualidad diversos sistemas de salud, cuya eficacia se
podrá comprobar más en la práctica que en el laboratorio, puesto que su mismo
accionar queda fuera de los limites de la materialidad científica. Si la sociedad cada
vez recurre más a las mal llamadas “terapias complementarias” es porque
seguramente la medicina occidental contemporánea ha demostrado su ineficacia en
ciertos asuntos que trascienden las simples enfermedades naturales y cuya
sanación vendrá de otras fuentes.
Nuestros ancestros mapuches, aunque no conocieron los avances de la
medicina materialista actual, sí fueron herederos de una sabiduría que por siglos les
fue revelada por ciertas entidades o espíritus de la naturaleza que les ayudaron en
la búsqueda de un mayor bienestar. Estos espíritus siguen trabajando a nuestro
alrededor y no podemos desconocer los beneficios que seguramente reportarán a
la sociedad cuando sean escuchados: salud física y espiritual, armonía con el
entorno natural y con la sociedad, un mayor respeto por las tradiciones, por las
legítimas autoridades espirituales y por los regalos de la naturaleza.
Es de esperar que la sociedad siga avanzando en el reconocimiento de los
valores de los pueblos originarios y no desconozca los tesoros que ellos poseen.
BIBLIOGRAFÍA