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4 Simulación lícita e ilícita

La simulación puede ser utilizada por las partes con fines lícitos o ilícitos. Las
personas tienen el derecho de celebrar sus actos jurídicos en la forma que mejor les
parezca, si desean pueden ocultar, bajo una apariencia, la verdadera naturaleza del
acto que realizan, pero este derecho sólo puede serles reconocido a condición de
que el acto no encierre el propósito de causar daños a terceros o la violación de
normas imperativas, el orden público o las buenas costumbres.

LA SIMULACIÓN ES LÍCITA, legítima, inocente o incolora, como se le ha


denominado, cuando no tiene por fin perjudicar a terceros o transgredir normas
imperativas, el orden público o las buenas costumbres. Se funda en razones
honestas, ejemplos: un comerciante que desea hacer descuentos especiales a un
cliente sin suscitar la protesta de los otros puede recurrir a la simulación del precio:
aquí el fin es lícito (si no se trata de una de aquellas hipótesis en las cuales la ley
impone la paridad de tratamiento a los clientes); quien desee hacer una donación
sin suscitar el celo de terceros puede simular una compraventa; el que desea
liberarse del acoso de los que le exigen les venda un bien que quiere conservar o
que les preste dinero, puede realizar actos simulados de enajenación de su
patrimonio; quien quiere evitar ser víctima de la delincuencia, puede recurrir a
testaferros para adquirir o enajenar bienes; también, el benefactor que quiere
permanecer en el anonimato realiza actos de liberalidad mediante testaferros. Qué
de malo puede haber, en principio, al realizar actos simulados con el fin de
aparentar una condición económica modesta para evitar el acoso o la malsana
curiosidad ajena, o para aparentar una gran capacidad adquisitiva con el fin de ser
admirado o poder acceder a cierto empleo, o por razones de modestia, o por
discreción.

En cambio, LA SIMULACIÓN ES ILÍCITA, maliciosa, cuando tiene por fin perjudicar


a terceros u ocultar la transgresión de normas imperativas, el orden público o las
buenas costumbres, ejemplos: el deudor simula enajenar sus bienes para
sustraerlos a la acción ejecutiva de su acreedor; con donaciones disimuladas dentro
de la apariencia inatacable de compraventas se puede defraudar el derecho de los
herederos forzosos sobre la cuota a ellos reservada; una compraventa con
indicación de un precio más bajo que el que realmente paga el comprador puede ser
hecha con el fin de pagar un menor impuesto; la transmisión de un bien a un
prestanombre puede ser hecha con el fin de ocultar al Estado la tenencia patrimonial
y no pagar o pagar menos impuestos; para dar apariencia legal a un acto prohibido
por la ley se puede recurrir a la figura del testaferro. Es decir, con la simulación ilícita
se puede perseguir eludir prohibiciones legales, evitar el pago de tributos, defraudar
a los acreedores, etc.

En la simulación relativa, el problema de la licitud o ilicitud del carácter disimulado


del acto es diverso de aquél de la licitud o ilicitud del carácter simulado. Si, por
ejemplo, un inmueble es vendido por 500 mil, pero se declara un precio aparente de
300 mil con el fin de defraudar al Estado, la simulación es ilícita, por haber sido
hecha en fraude del Estado, pero la compraventa al precio efectivamente deseado
es lícita.

Si el acto es de aquellos para los cuales la ley exige una forma determinada (ej.,
escritura pública bajo sanción de nulidad), bastará que la declaración simulada (y no
la contradeclaración disimulada) revista la forma prescrita, puesto que el acto con
simulación relativa es único desde el inicio: ej., se simula la compraventa de un
inmueble cuando en realidad se trata de una donación, si ocurre que la declaración
de compraventa es hecha por escritura pública: ésta es la forma requerida para la
validez de la donación (artículo 1625o). La contradeclaración, en cambio, puede ser
hecha en cualquiera forma. El carácter aparente del acto jurídico oculta al carácter
real, por ello es suficiente que el requisito de la forma esté presente solamente en la
declaración externa o aparente.

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