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Zygmunt Bauman (Poznań, Polonia, 1925) es un sociólogo, filósofo y ensayista

polaco. Es conocido por acuñar el término, y desarrollar el concepto, de la «modernidad


líquida».Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman es ganador del Premio
Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
Nació en Poznan (Polonia) en una humilde familia judía. Huyendo de los nazis se
trasladó a la Unión Soviética para regresar posteriormente a Polonia, donde militó en el
Partido Comunista y fue profesor de filosofía y sociología en la Universidad de Varsovia
antes de verse obligado a irse de Polonia en 1968 a causa de la política antisemita
desarrollada por el gobierno comunista después de los sucesos de marzo de 1968.
Posteriormente a su purga de la universidad de Varsovia, ha enseñado sociología en
países como Israel, Estados Unidos y Canadá. Desde 1971 reside en Inglaterra. Es
profesor en la Universidad de Leeds de ese país. Y, desde 1990, es profesor emérito.
Su obra comienza en los años 50 y se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones tales
como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad
y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza.

Miembro de una familia de judíos no practicantes, hubo de emigrar con su familia a


Rusia cuando los nazis invadieron Polonia. En la contienda, Bauman se enroló en el
ejército polaco, controlado por los soviéticos, cumpliendo funciones de instructor
político. Participó en las batallas de Kolberg y en algunas operaciones militares en
Berlín. En mayo de 1945 le fue otorgada la Cruz Militar al Valor. De 1945 a 1953
desempeñó funciones similares combatiendo a los insurgentes nacionalistas de
Ucrania, y como colaborador para la inteligencia militar. Durante sus años de servicio
comenzó a estudiar sociología en la Universidad de Varsovia, carrera que hubo de
cambiar por la de filosofía, debido a que los estudios de sociología fueron suprimidos
por "burgueses". En 1953, habiendo llegado al grado militar de mayor, fue expulsado
del cuerpo militar con deshonor, a causa de que su padre se había presentado en la
embajada de Israel para pedir visa de emigrante.
En 1954 finalizó la carrera e ingresó como profesor en la Universidad de Varsovia, en la
que permanecería hasta 1968. En una estancia de estudios en la prestigiosa London
School of Economics, preparó un relevante estudio sobre el movimiento socialista
inglés que fue publicado en Polonia en 1959, y luego apareció editado en inglés en
1972. Entre sus obras posteriores desataca Sociología para la vida cotidiana (1964),
que resultó muy popular en Polonia y formaría luego la estructura principal de
Pensando sociológicamente (1990).
Fiel en sus inicios a la doctrina marxista, con el tiempo fue modificando su
pensamiento, cada vez más crítico con el proceder del gobierno polaco. Por razones
políticas se le vedó el acceso a una plaza regular de profesor, y cuando su mentor
Julian Hochfeld fue nombrado por la UNESCO en París, Bauman se hizo cargo de su
puesto sin reconocimiento oficial. Debido a fuertes presiones políticas en aumento,
Bauman renunció en enero de 1968 al partido, y en marzo fue obligado a renunciar a
su nacionalidad y a emigrar. Ejerció la docencia primero en la Universidad de Tel Aviv y
luego en la de Leeds, con el cargo de jefe de departamento. Desde entonces Bauman
escribió y publicó solamente en inglés, su tercer idioma, y su reputación en el campo de
la sociología creció exponencialmente a medida que iba dando a conocer sus trabajos.
En 1992 recibió el premio Amalfi de Sociología y Ciencias Sociales, y en 1998 el premio
Theodor W. Adorno otorgado por la ciudad de Frankfurt.

'Sociedad líquida'
EL sociólogo Zygmunt Bauman es el autor del concepto «modernidad líquida» para
definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en
la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los
vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos
provisionales y frágiles.
Gipuzkoa empieza también a entrar en esa fase «líquida» y contradictoria a tenor del
retrato que ofrece la encuesta divulgada ayer: una sociedad del bienestar, consumista,
hedonista, en la que la dialéctica izquierda-derecha ha perdido intensidad, que
conserva un amplio sentimiento nacionalista, pero que está cambiando su forma de
vivirlo respecto a lo que era su actitud hace 20 años. El voto ya no es un ejercicio casi
religioso de lealtad identitaria. Los nacionalistas pueden votar a un alcalde socialista o
a Zapatero sin mayores traumas y los electores del PSE no se asustan con la
posibilidad de una consulta. Una sociedad que se está desmovilizando, en gran medida
como producto del cansancio por la violencia, y que ya no vibra como antes con el
discurso del 'conflicto'.
Es una sociedad 'postmoderna' que siente lo identitario, pero no lo ve de forma trágica,
en la que prevalece la preocupación por el bienestar económico, y que constata una
gran desafección hacia la política y las ideologías tradicionales. Los 'relatos' clásicos
necesitan renovarse porque empiezan a agotarse ante las nuevas generaciones. La
hiperpolitización del pasado en Euskadi pasa ahora su factura como un péndulo de
reacción aunque a la vez se trate de un fenómeno estructural en Europa.
La 'sociedad líquida', en la que ser flexible es una virtud, obliga a la política a
transformarse si no quiere verse atenazada por la realidad mediática esculpida a diario
en el escaparate rutinario de las imágenes y un individualismo del 'sálvese quien
pueda'. Cuidado con que todo esto no se limite a ser un espectáculo efímero en el que
la sensación y el corto plazo anulen al pensamiento. Vivimos una sociedad cada vez
mejor formada, pero a la vez necesitada con urgencia de unos valores alternativos más
fuertes; una sociedad cada vez más compleja y más híbrida.

El interés de la investigación de Zygmunt Bauman se enfoca en el Holocausto.


Su tesis central, en ese libro, era que el Holocausto básicamente no fue un lapso
accidental dentro de la barbarie irracional precivilizada, sino una consecuencia lógica
(aunque no inevitable) de la civilización moderna y su creencia en la ingeniería social a
gran escala.
Modernidad y postmodernidad versus modernidad sólida y líquida
Las primeras obras de Bauman fueron proyectos basados en la modernidad dentro del
diseño de una mejor sociedad. Hacia 1970 y comienzos de la década de 1980 su
atención cambió a cuestiones más generales y teóricas en relación con el papel de las
ciencias sociales y cómo éstas podrían ayudar a la sociedad. El mayor cambio en la
obra de Bauman se produjo a finales de la década de 1980 con la edición de una
trilogía de libros (Legisladores e intérpretes, Modernidad y Holocausto y Modernidad y
ambivalencia), en los que criticaba la modernidad y proponía una visión postmoderna
distópica de la sociedad. Desde entonces, Bauman ha editado una línea invariable de
libros adicionales explorando su nueva perspectiva.
Aunque a Bauman se le considera un pensador 'postmoderno', no le cabe el término de
postmodernista ya que utiliza los conceptos de modernidad sólida y líquida para
caracterizar lo que considera dos caras de la misma moneda.
Bauman causó cierta controversia dentro de la sociología con su aseveración de que el
comportamiento humano no puede explicarse primariamente por la determinación
social o discusión racional, sino más bien descansa en algún impulso innato, pre-social
en los individuos. Desde fines de la década de 1990, Bauman ejerció una considerable
influencia sobre el movimiento altermundista.
Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias
En su libro Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias, Bauman nos habla
sobre la producción de 'residuos humanos' —más concretamente, de las poblaciones
'superfluas' de emigrantes, refugiados y demás parias— como una consecuencia
inevitable de la modernización.
La convivencia con los otros: Cómo convivir con los otros ha sido un problema
omnipresente de la sociedad occidental, y Bauman presenta las principales estrategias
utilizadas: la separación del otro excluyéndolo (estrategia émica), la asimilación del otro
despojándole de su otredad (estrategia fágica) y la invisibilización del otro que
desaparece del mapa mental.
Sociología del cambio - Sociología Reflexiva
Bauman es uno de los sociólogos que plantea una nueva forma de entender la
sociedad moderna: No basada necesariamente en los conformistas y los
anticonformistas, sino que es una tercera vía, según la lógica de la sociología reflexiva,
que elabora y apunta a modificar la sociedad moderna. La hipótesis de Bauman es que
el cambio social tiene que ser un producto necesario y dinámico. Una vez comprendida
la relación entre la sociedad sólida (seguridad, contenidos, valores) y la sociedad
líquida (movilidad, incertidumbre, relatividad de valores), el segundo paso necesario es
modificar la realidad y comprender que la vía del cambio es la única posible y la única
necesaria, además de ser oportuna, para evitar los conflictos sociales y mejorar las
condiciones de vida.
Trabajo, consumismo y nuevos pobres: Para Bauman, “la cruzada por la ética del
trabajo era la batalla por imponer el control y la subordinación. Se trataba de una lucha
por el poder en todo, salvo en el nombre; una batalla para obligar a los trabajadores a
aceptar, en homenaje a la ética y a la nobleza del trabajo, una vida que ni era noble ni
se ajustaba a sus propios principios de moral”. La ética del trabajo era una aberrante
grosería; cargarles a los pobres su pobreza gracias a su falta de disposición al trabajo
y, por lo tanto, su inmoralidad y degradación personal (lo que provoca su castigo ante el
pecado) es uno de los últimos servicios de la ética del trabajo a la sociedad de
consumidores.
En la nueva estética del consumo, las clases que concentran las riquezas pasan a ser
objetos de adoración, y los "nuevos pobres" son aquellos que son incapaces de
acceder al consumo y a la novedad del sistema capitalista. Para alcanzar los placeres
de una vida normal, se necesita dinero, y los pobres se encuentran ante un escenario
de consumo rapaz y con la incapacidad de solventar los estándares del consumo: Nada
calmará el dolor de la inferioridad evidente (Bauman, 2000:67).
La identidad en la modernidad líquida: En el planteamiento de Bauman, la búsqueda
de la identidad es la tarea y la responsabilidad vital del sujeto, y esta empresa de
construirse a sí mismo constituye al mismo tiempo la última fuente de arraigo.
Bauman plantea que en la modernidad líquida las identidades son semejantes a una
costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de
forma. El autor plantea que éstas parecen estables desde un punto de vista externo,
pero que al ser miradas por el propio sujeto aparece la fragilidad y el desgarro
constante.
Según sus planteamientos, en la modernidad líquida el único valor heterorreferenciado
es la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las
distintas mutaciones que el sujeto ha de enfrentar a lo largo de su vida.
La identidad se configura como una responsablidad reflexiva que busca la autonomía
del resto y la constante autorrealización y que, además, está abocada a la constante
inconclusión debido a la falta de un telos en la modernidad tardía.
Entiende que la felicidad se ha transformado de aspiración ilustrada para el conjunto
del género humano en deseo individual. Y en una búsqueda activa más que en una
circunstancia estable, porque si la felicidad puede ser un estado, sólo puede ser un
estado de excitación espoleado por la insatisfacción. El exceso en los bienes de
consumo nunca será suficiente.

Bibliografía en castellanoygmunt Bauman; Modernidad Líquida y Fragilidad Humana

Resumen
La modernidad líquida –como categoría sociológica– es una figura del cambio y de la
transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados. La metáfora de la
liquidez –propuesta por Bauman– intenta también dar cuenta de la precariedad de los
vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter
transitorio y volátil de sus relaciones.
El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin
rostro que ofrece la Web. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre
cambiante –incierta– y cada vez más imprevisible, es la decadencia del Estado del
bienestar.
La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon
durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición,
se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias
existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la
previsión de futuro.

Modernidad Líquida. En la misma, Zygmunt Bauman explora cuáles son los


atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las
características que han cambiado. El autor busca remarcar los trazos que eran
levemente visibles en las etapas tempranas de la acumulación pero que se vuelven
centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el
individualismo que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y
volátiles. La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: “los
sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos
son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la
flexibilización o la liberalización de los mercados”.

Bauman no ofrece teorías o sistemas definitivos, se limita a describir nuestras


contradicciones, las tensiones no sólo sociales sino también existenciales que se
generan cuando los humanos nos relacionamos.
De peligrosa extrañeza de los otros a la sociedad de la incertidumbre. “El otro”
tipificado como extraño por desconocido es un portador innato de incertidumbre, de
potencial peligro, siendo, tal vez, su mayor amenaza, el atentar contra la clasificación
misma que sostiene el orden del espacio social en el que se inscribe mi mundo.
Justamente, los extraños irritan, desagradan, desconciertan porque tienden con su sola
presencia a ensombrecer y eclipsar la nitidez de las líneas fronterizas clasificatorias
que ordenan el mundo en el que vivo, y de éste modo, cuestionar de manera radical la
presunta comprensión recíproca que el “yo” tiene con el “otro”. El extraño, como
cuestionador implacable del orden al que ingresa desde tierras ignotas, ha sido a
menudo tipificado con el estigma de ser portador de suciedad, puesto que la suciedad
es el caos contaminante que el orden existente pretende expulsar, o bien, portador de
ambivalencia, puesto que ésta los hace irregulares e impredecibles en sus reacciones.
Es el caso de los marginados sociales que, como una categoría o tipificación de una
clase de extraño contemporáneo, reciben sobre sí los rasgos sobresalientes de la
ambivalencia y la suciedad: a ellos se les atribuye la falta de confiabilidad por lo errático
de su rumbo, su laxa moralidad y promiscua sexualidad, su deshonestidad comercial,
etc. “Dicho de otra manera, los marginados son el punto de reunión de riesgos y
temores que acompañan el espacio cognitivo. Son el epítome del caos que el espacio
social intenta empeñosamente (...) sustituir por el orden”.
La modernidad líquida es un tiempo sin certezas. Sus sujetos, que lucharon durante
la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se
encuentran ahora con la obligación de ser libres. Hemos pasado a tener que diseñar
nuestra vida como proyecto y performance. Mas allá de ello, del proyecto, todo sólo es
un espejismo. La cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro, deshace
el sentido de la carrera profesional y de la experiencia acumulada. Por su parte, la
familia nuclear se ha transformado en una “relación pura” donde cada “socio” puede
abandonar al otro a la primera dificultad. El amor se hace flotante, sin responsabilidad
hacia el otro, siendo su mejor expresión el vínculo sin cara que ofrece la Web. Las
Instituciones no son ya anclas de las existencias personales. En decadencia el Estado
de bienestar y sin relatos colectivos que otorguen sentido a la historia y a las vidas
individuales, surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante –
incierta– y cada vez más imprevisible.
Estados transitorios y volátiles de los vínculos humanos; desvinculación. La
incertidumbre en que vivimos se corresponde a transformaciones como el
debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo y la renuncia a la
planificación de largo plazo: el olvido y el desarraigo afectivo se presentan como
condición del éxito. Esta nueva (in)sensibilidad exige a los individuos flexibilidad,
fragmentación y compartimentación de intereses y afectos, se debe estar siempre bien
dispuesto a cambiar de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades. Bauman se
refiere al miedo a establecer relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos
solidarios que parecen depender solamente de los beneficios que generan. Bauman se
empeña en mostrar cómo la esfera comercial lo impregna todo, que las relaciones se
miden en términos de costo y beneficio –de ”liquidez” en el estricto sentido financiero.
Bauman se vale de conceptos tan provocadores como el de “desechos humanos” para
referirse a los desempleados (parados), que hoy son considerados “gente superflua,
excluida, fuera de juego”. Hace medio siglo los desempleados formaban parte de una
reserva del trabajo activo que aguardaba en la retaguardia del mundo laboral una
oportunidad. Ahora, en cambio, “se habla de excedentes, lo que significa que la gente
es superflua, innecesaria, porque cuantos menos trabajadores haya, mejor funciona la
economía”. Para la economía sería mejor si los desempleados desaparecieran. Es el
Estado del desperdicio, el pacto con el diablo: la decadencia física, la muerte es una
certidumbre que azota. Es mejor desvincularse rápido, los sentimientos pueden crear
dependencia. Hay que cultivar el arte de truncar las relaciones, de desconectarse, de
anticipar la decrepitud, saber cancelar los contratos a tiempo.
Decrepitud; estados transitorios y volátiles. El amor, y también el cuerpo decaen. El
cuerpo no es una entelequia metafísica de nietzscheanos y fenomenólogos. No es la
carne de los penitentes ni el objeto de la hipocondría dietética. Es el jazz, el rock, el
sudor de las masas. Contra las artes del cuerpo, los custodios de la vida sana hacen
del objeto la prueba del delito. La “mercancía”, el objeto malo de Mélanie Klein aplicado
a la economía política, es la extensión del cuerpo excesivo. Los placeres objetables se
interpretan como muestra de primitivismo y vulgaridad masificada.
¿Quién soy? Esta pregunta sólo puede responderse hoy de un modo delirante, pero no
por el extravío de la gente, sino por la divagación infantil de los grandes intelectuales.
Para Bauman la identidad en esta sociedad de consumo se recicla. Es ondulante,
espumosa, resbaladiza, acuosa, tanto como su monótona metáfora preferida: la
liquidez. ¿No sería mejor hablar de una metáfora de lo gaseoso? Porque lo líquido
puede ser más o menos denso, más o menos pesado, pero desde luego no es
evanescente. Sería preferible pensar que somos más bien densos – como la imagen de
la Espuma que propone Sloterdijk para cerrar su trilogía Esferas, allí con la implosión
de las esferas– se intenta dar cuenta del carácter multifocal de la vida moderna, de los
movimientos de expansión de los sujetos que se trasladan y aglomeran hasta formar
espumas donde se establecen complejas y frágiles interrelaciones, carentes de centro
y en constante movilidad expansiva o decreciente6.
La imagen de la espuma es funcional para describir el actual estado de cosas, marcado
por el pluralismo de las invenciones del mundo, por la multiplicidad de micro-relatos
que interactúan de modo agitado, así como para formular una interpretación
antropológico-filosófica del individualismo moderno. Con ello Espumas responde a la
pregunta de cuál es la naturaleza del vínculo que reúne a los individuos, formando lo
que la tradición sociológica llama “sociedad”, el espacio interrelacional del mundo
contemporáneo.
Nuestras comunidades son artificiales, líquidas, frágiles; tan pronto como desaparezca
el entusiasmo de sus miembros por mantener la comunidad ésta desaparece con ellos.
No es posible evitar los flujos, no se pueden cerrar las fronteras a los inmigrantes, al
comercio, a la información, al capital. Hace un año miles de personas en Inglaterra se
encontraron repentinamente desempleadas, ya que el servicio de información
telefónico había sido trasladado a la India, en donde hablan inglés y cobran una quinta
parte del salario.
Las sociedades posmodernas son frías y pragmáticas. Si bien hay expresiones
ocasionales de solidaridad estas obedecen a lo que Richard Rorty llamó una
“esperanza egoísta común”. Piensese, por ejemplo, en lo que ha sucedido en España
después del terrible atentado en Madrid. La nación solidarizó con las víctimas. Fue una
reacción mucho más “sensible” que la de los americanos después del 11-S. Ellos
expresaron miedo y reaccionaron de manera individualizada, cada cual portaba la foto
de su familiar o amigo fallecido. Aquí, en cambio, todos sintieron que una bomba contra
cualquiera era una bomba contra ellos mismos, una bomba contra cualquiera de
"nosotros". Ese "nosotros" ampliado que se transforma en una empatía egoísta es la
base de la "esperanza egoísta común", una peculiar clase de ética de mínimos.
En cambio, cuando el otro es un "radical otro", es decir, no es uno como nosotros, o, si
se quiere, no es uno de nosotros, entonces no surge la identificación con la cual se
gesta un lazo espontáneamente simpatético, más bien se trata de alguien con quien no
nos identificamos proyectivamente. Tal es el caso -por ejemplo- de las reacciones en
Europa Occidental frente a la llegada de un importante contingente de personas
procedentes de África; esta migración provocó reacciones de miedo, brotes de
xenofobia, pero no parece haber generado cuestionamientos serios sobre el hecho
-incontrovertible- de que el continente africano ha quedado marginado de la
globalización, y de que su población llega al Norte [a Europa] buscando aquello de lo
que el Norte ya goza, como derechos adquiridos, prerrogativas sobre las cuales ya ni
siquiera se repara.

Desterritorialización; adicción a la seguridad y miedo al miedo.Lo “líquido” de la


modernidad – volviendo a la concepción de Baumam - se refiere a la conclusión de una
etapa de “incrustación” de los individuos en estructuras “sólidas”, como el régimen de
producción industrial o las instituciones democráticas, que tenían una fuerte raigambre
territorial. Ahora, “el secreto del éxito reside (…) en evitar convertir en habitual todo
asiento particular”. La apropiación del territorio ha pasado de ser un recurso a ser un
lastre, debido a sus efectos adversos sobre los dominadores: su inmovilización, al
ligarlos a las inacabables y engorrosas responsabilidades que inevitablemente entraña
la administración de un territorio.
Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser
una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y
fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior. Lo que Sloterdijk llamó “la
ciudad amurallada” hoy ya no es un refugio, sino la fuente esencial de los peligros.
Nos hemos convertidos en ciudadanos “adictos a la seguridad pero siempre inseguros
de ella”, lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que,
en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “normalizar el estado de emergencia”.
El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin
vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son;
cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero
resulta imposible situarla en un lugar concreto. "Miedo" es el nombre que damos a
nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se
puede hacer para detenerla o para combatirla9.
Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios… un ataque terrorista, las
plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el
otro… Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados
por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros
globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo…
Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos
desafían nuestros esfuerzos (si es que en realidad hacemos esos esfuerzos) de
engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad
la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales. El miedo ha hecho que
el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.
Mundo globalizado y policéntrico. El dominio económico y militar europeo no tuvo
rival los cinco últimos siglos, de manera que Europa actuaba como punto de referencia
y se permitía premiar o condenar las demás formas de vida humana pasadas y
presentes, como una suerte de corte suprema. Bastaba con ser europeo para sentirse
dueño del mundo, pero eso ya no ocurrirá más: pueblos que hace sólo medio siglo se
postraban ante Europa muestran una nueva sensación de seguridad y autoestima, así
como un crecimiento vertiginoso de la conciencia de su propio valor y una creciente
ambición para obtener y conservar un puesto destacado en este nuevo mundo
multicultural, globalizado y policéntrico.
Sociólogos especializados en movimientos migratorios y demógrafos prevén que el
número de musulmanes que vive en Europa puede duplicarse nuevamente para el año
2015. La Oficina de Análisis Europeos del Departamento de Estado de Estados Unidos
calcula que el 20% de Europa será musulmana en el año 2050 10, mientras otros
predicen que un cuarto de la población de Francia podría ser musulmana en el año
2025 y que si la tendencia continúa, los musulmanes superarán en número a los no
musulmanes en toda Europa occidental a mediados de este siglo, puestas así las
cosas, Europa será islámica a finales de este siglo.
A este respecto y volviendo sobre los miedos globales, pensemos en la inestabilidad
generada por los atentados de N.York, allí sin duda tuvo lugar una mutación del
terrorismo, el 11 / 9 de 2001 marca un cambio de época en la historia del miedo; así el
régimen del sabotaje y la lógica del pánico vino a ser el argumento central de la política
y la base de justificación de una política exterior norteamericana que sembraría otros
miedos que nos marcarían a fuego, como los atentados de Atocha -–el 11-M.
El régimen del sabotaje y la lógica del pánico como argumento central de la política en
Sloterdijk. Como crónica de las relaciones entre teoría y política de Estado, cabe
apuntar que cuando Sloterdijk fue convocado por el canciller Schröder para debatir
sobre las consecuencias del nuevo escenario mundial en la era del atmo-terrorismo y
las guerras de rehenes –Sloterdijk se refirió al binomio miedo y seguridad, en relación
con la política exterior estadounidense, que suele presentar Washington bajo la rúbrica
“intereses de seguridad”. Destacó el filósofo cómo “vivimos en una sociedad
obsesionada por la seguridad”, por las pólizas de seguros y las políticas de
climatización corriendo el riesgo de perder nuestra libertad. Se refirió también al miedo
como un elemento clave para el desarrollo del intelecto. “El miedo -señalo Sloterdijk–
está al comienzo del intelecto, el miedo de alguna manera hizo al hombre”. La
amenaza fundamentalista, que parecía una amenaza periférica, se ha desplazado
hacia el centro, rumbo a una hegemonía que a los ojos de muchos resulta pavorosa.
Hoy un grupo, monitoreando artefactos desde las montañas más remotas y más
miserables del mundo, es capaz de hacer estallar el icono más importante del poderío
económico global, como son las Torres Gemelas

La obra de Bauman comprende 57 libros y más de 100 ensayos. Desde su primer


trabajo acerca de el movimiento obrero inglés, los movimientos sociales y sus conflictos
han mantenido su interés, si bien su abanico de intereses es mucho más amplio. Muy
influido por Gramsci, nunca ha llegado a renegar completamente de los postulados
marxistas. Sus obras de finales de los 80 y principios de los 90 analizan las relaciones
entre la modernidad, la burocracia, la racionalidad imperante y la exclusión social.
Siguiendo a Sigmund Freud, concibe la modernidad europea como el producto de una
transacción entre la cesión de libertades y la comodidad para disfrutar de un nivel de
beneficios y de seguridad.
Según Bauman, la modernidad en su forma más consolidada requiere la abolición
de interrogantes e incertidumbres. Necesita de un control sobre la naturaleza, de
una jerarquía burocrática y de más reglas y regulaciones para hacer aparecer los
aspectos caóticos de la vida humana como organizados y familiares. Sin embargo,
estos esfuerzos no terminan de lograr el efecto deseado, y cuando la vida parece que
comienza a circular por carriles predeterminados, habrá siempre algún grupo social que
no encaje en los planes previstos y que no pueda ser controlado.
Bauman acudía al personaje de la novela El extranjero de Albert Camus para ejempo.
Abrevando en la sociología de Georg Simmel y en Jacques Derrida, Bauman describió
al "extranjero" como aquel que está presente pero que no nos es familiar, y que por ello
es socialmente impredecible. En Modernidad y ambivalencia, Bauman describe cómo la
sociedad es ambivalente con estos elementos extraños en su seno, ya que por un lado
los acoge y admite cierto grado de extrañeza, de diferencia en los modos y pautas de
comportamiento, pero por dentro subyace el temor a los personajes marginales, no
totalmente adaptados, que viven al margen de las normas comunes.
En su obra más conocida, Modernidad y holocausto, sostiene que el holocausto no
debe ser considerado como un hecho aislado en la historia del pueblo judío, sino que
debería verse como precursor de los intentos de la modernidad de generar el orden
imperante. La racionalidad como procedimiento, la división del trabajo en tareas más
diminutas y especializadas, la tendencia a considerar la obediencia a las reglas como
moral e intrínsecamente bueno, tuvieron en el holocausto su grado de incidencia para
que éste pudiera llevarse a cabo. Los judíos se convirtieron en los "extranjeros" por
excelencia, y Bauman, al igual que el filósofo Giorgio Agamben, afirma que los
procesos de exclusión y de descalificación de lo no catalogable y controlable siguen
aún vigentes.
Al miedo difuso, indeterminado, que no tiene en la realidad un referente determinado, lo
denominó "miedo líquido". Tal miedo es omnipresente en la "modernidad líquida" actual,
donde las incertidumbres cruciales subyacen en las motivaciones del consumismo. Las
instituciones y organismos sociales no tienen tiempo de solidificarse, no pueden ser
fuentes de referencia para las acciones humanas y para planificar a largo plazo. Los
individuos se ven por ello llevados a realizar proyectos inmediatos, a corto plazo, dando
lugar a episodios donde los conceptos de carrera o de progreso puedan ser
adecuadamente aplicados, siempre dispuestos a cambiar de estrategias y a olvidar
compromisos y lealtades en pos de oportunidades fugaces.Frente a esto las
reacciones neoliberales contra el terror son siempre inadecuadas, puesto que
magnifican el fantasma insustancial de Al Qaeda, ese conglomerado de odio,
desempleo y citas del Corán, hasta convertirlo en un totalitarismo con rasgos propios, y
algunos, incluso, creen ver en él un “fascismo islámico” que, no se sabe con qué
medios imaginarios, amenaza a la totalidad del mundo libre. Dejaremos abierta la
pregunta por los motivos que han conducido a aquella infravaloración y a esta
magnificación. Sólo esto es seguro: los realistas se hallan de nuevo en su elemento;
por fin pueden ponerse, una vez más, al frente de los irresolutos, con los ojos clavados
en el fantasma del enemigo fuerte, medida antigua y nueva de lo real. Con el pretexto
de la seguridad, los voceros de la nueva militancia dan rienda suelta a tendencias
autoritarias cuyo origen hay que buscar en otro sitio; la angustia colectiva,
cuidadosamente mantenida, hace que la gran mayoría de los mimados consumidores
de seguridad de Occidente se sume a la comedia de lo inevitable.
Bibliografía en castellano
Pensando sociológicamente. Nueva Visión. Buenos Aires, 1994.
Libertad. Madrid. Alianza. 1992.
Modernidad y ambivalencia. En Beriain, Josetxo (Comp.), Las consecuencias perversas de la
modernidad. Barcelona. Anthropos. 1996.
Legisladores e intérpretes: Sobre la modernidad, la postmodernidad y los intelectuales. Buenos Aires.
Universidad Nacional de Quilmes. 1997.
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