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y con él su obra.1
F. Engels
1 Federico Engels: “Discurso ante la tumba de Marx”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, p. 173.
8
Hace 100 años —el 14 de marzo de 1883— al pasar de su dormitorio al
despacho, Carlos Marx se dejó caer en un sillón y quedó dormido para
siempre.
El intenso trabajo intelectual y las privaciones materiales habían debilitado
su antes poderoso organismo. A los padecimientos físicos que venía sufriendo
se habían añadido otros de naturaleza moral. Jenny de Westfalia, la abnegada
compañera de su vida, había muerto el 2 de diciembre de 1881 y, poco tiempo
después, había perdido a una de sus tres hijas: Jenny Longuet.
Carlos Marx cayó gravemente enfermo en enero de 1883. Dos meses
después moriría, al cabo de una vida no fácil; sembrada de penalidades;
emigración, pobreza crónica, calumnias y persecuciones; superada, sin em-
bargo, por una valentía sin par, una indomable voluntad de lucha y una
inquebrantable seguridad en el triunfo de la causa que había abrazado des-
de joven, la causa de la clase obrera y de la ciencia puesta al servicio del
hombre.
Federico Engels, su entrañable camarada, comunicó a sus amigos y discípu-
los la triste noticia: el cerebro más poderoso de nuestro partido —escribió—
ha dejado de pensar, el corazón más fuerte que yo he conocido ha dejado de
latir. Y, al despedir luego sus restos en el cementerio de Highgate, en Londres,
concluyó sus palabras con esta profética sentencia: Su nombre vivirá a través
de los siglos y con él su obra.2
2 Ibídem.
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”Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y
despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales
rotos. […]
”Aquí están buenos amigos de Karl Marx, que no fue solo movedor titáni-
co de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la
razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre
comido del ansia de hacer bien. Él veía en todo lo que en sí propio llevaba:
rebeldía, camino a lo alto, lucha”.
Han transcurrido 100 años desde que José Martí escribiera aquella cróni-
ca sobre el “veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los
destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien”.3
En este último párrafo de Martí se definen dos características esenciales de
Carlos Marx: el científico que penetra en la razón de las miserias que padecen
los hombres y el modo de suprimirlas, que no otro puede ser su destino.
Fue la ciencia, unida al deseo de combatir la desdicha del proletariado,
“el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explota-
ción sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos Marx
surja el marxismo, cuando precisamente podía surgir el marxismo, cuando
precisamente, podía surgir una posibilidad real y más que una posibilidad
real, la necesidad histórica de la revolución social de la cual fue intérprete
Carlos Marx”.4
3 José Martí: “Honores a Karl Marx, que ha muerto”, en Obras completas. Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. IX, pp. 387 y 388.
4 Ernesto Guevara: “Prólogo”, en El partido marxista-leninista, Editado por la Dirección
Nacional del PURSC, La Habana, 1963, t. 1, pp. XIV-XV.
5 V. I. Lenin: “Vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx”, en Obras escogidas en
doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1976, t. V, p. 1.
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cobran su expresión más inhumana todas las condiciones de vida de la actual
sociedad, porque el hombre, en su seno, se ha perdido a sí mismo, pero
conquistando al mismo tiempo, no solo la conciencia teórica de esta pérdida,
sino también, directamente, por imperio de una necesidad absolutamente
coercitiva, imposible de esquivar, el deber y la decisión —expresión prácti-
ca de la necesidad— de alzarse contra esa situación inhumana. Pero el pro-
letariado no puede emanciparse sin superar sus propias condiciones de vida.
Y no puede superar sus propias condiciones de vida, sin superar, al mismo
tiempo, todas las condiciones inhumanas de vida de la sociedad que se cifran y
compendian en su situación. No en vano tiene que pasar por la dura, pero
forjadora escuela del trabajo. No se trata de saber qué es lo que tal o cual
proletario, ni aún el proletariado en bloque, se proponga momentáneamente
como meta. De lo que se trata es de saber qué es el proletariado y qué misión
histórica se le impone por imperio de su propio ser; su meta y su acción histó-
rica están visibles, e irrevocablemente predeterminadas por la propia situa-
ción de su vida y por toda la organización de la sociedad burguesa actual”.6
6 Carlos Marx y Federico Engels: “La sagrada familia”, en Obras, Editorial Estatal de Litera-
tura Política, Moscú, 1954, t. 11, p. 38 (en ruso).
7 V. I. Lenin: “Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo”, en Obras escogidas
en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1976, t. V, p. 6.
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En el primer milenio antes de nuestra era, las nociones sobre un futuro
deseable para la humanidad se manifestaron dentro de varios sistemas filo-
sóficos. La mayoría de estos estuvieron bajo la influencia de la concepción
religiosa del mundo.
A mediados del siglo XIX las previsiones sobre el futuro llegaron a tener un
desarrollo tal que surgió la posibilidad de pasar de los planteamientos utópi-
cos al estudio científico de las perspectivas favorables a la humanidad. Por
esa época la ciencia económica se acercó a la comprensión del papel deter-
minante de la producción social en el progreso humano; las ciencias natura-
les revelaron un cuadro del mundo distinto al que se tenía sobre su creación
y su desarrollo; y la historia empezó a percatarse de la existencia de facto-
res tales como las clases sociales y sus luchas en el seno de la sociedad.
En los años que Carlos Marx y Federico Engels desarrollaron el análisis
científico de la sociedad, todavía las conjeturas geniales, el alto vuelo del
pensamiento y la riqueza de datos y observaciones valiosas que se habían
acumulado, se confundían con sueños ingenuos y representaciones ideales
sobre el carácter de las relaciones sociales.
No bastaba entonces la gran riqueza de elementos científicos existentes y el
genio de hombres capaces de interpretarlos. Esos dos elementos eran indispen-
sables. Pero también era necesario un tercer factor: la existencia de una clase
social, cuya naturaleza coincidiera con la marcha ascendente del progreso.
Cuando junto con el modo de producción capitalista, surgió a la palestra
histórica la clase obrera, se dio la posibilidad real de prever las tendencias y los
fenómenos esenciales del futuro de la sociedad. El genio que develó ese futuro
fue Carlos Marx y, junto a él, su inolvidable colaborador Federico Engels.
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temprana fase de su desarrollo intelectual estudió los problemas económicos
y, a través de toda su vida, se dedicó al análisis de todos los aspectos y
tendencias del desarrollo capitalista. Asimiló críticamente y reelaboró, con
espíritu crítico, los adelantos de la ciencia de su tiempo y ello le permitió
llevar a cabo una revolución en la filosofía, en la economía política y en el
estudio de la sociedad, para crear de este modo una doctrina revoluciona-
ria, íntegra y armónica: el marxismo.
“[…] una larga serie de pensadores” —escribe Ernesto Che Guevara—
“fueron agregando sus investigaciones originales y acumulando un cuerpo de
experiencias y de doctrinas.
”El mérito de Marx” —subraya el Che— “es que produce de pronto en la
historia del pensamiento social un cambio cualitativo; interpreta la historia,
comprende su dinámica, prevé el futuro, pero, además de preverlo, donde
acabaría su obligación científica, expresa un concepto revolucionario: no
solo hay que interpretar la naturaleza, es preciso transformarla. El hombre
deja de ser esclavo e instrumento del medio y se convierte en arquitecto de
su propio destino. En este momento, Marx empieza a colocarse en una situa-
ción tal, que se constituye en el blanco obligado de todos los que tienen inte-
rés especial en mantener lo viejo […]”.9
Las raíces sociales de esta doctrina arrancan con el desarrollo del modo
de producción capitalista. Una ciencia social, verdaderamente científica, no
hubiera podido surgir antes de que apareciera una clase social, esencial y
consecuentemente revolucionaria. Fue con el desarrollo capitalista y el au-
mento de sus contradicciones que entró en la historia, por vez primera, una
clase no interesada en mantenerse como tal, sino en la abolición de toda
sociedad de clases. El marxismo surgió, se desarrolló y consolidó, con el pro-
letariado como su base social y material. Y para el proletariado, el marxismo
constituyó —a su vez— un arma poderosa contra la burguesía, en todos los
órdenes. Como ciencia y como ideología.
Quien se despoje de toda subjetividad y se pregunte dónde radica la gran
fuerza vital y la misión transformadora del marxismo tendrá que
contestarse que ellas emanan de la coincidencia de intereses del proletaria-
do, con las necesidades objetivas del progreso social; es decir que las ideas
marxistas —objetivas, científicas— se corresponden con los fines de la cla-
se obrera, lo que no ocurre, ni puede ocurrir con ninguna doctrina social
enarbolada por ideólogos de las clases explotadoras en la defensa de los
intereses de dichas clases.
El marxismo, por su objetividad científica, no solo es teoría y programa
del movimiento obrero mundial, sino también, del progreso social de toda la
humanidad.
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Una reflexión necesaria
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ra. Quedó atrás la anterior concepción de la historia que atribuía solo a los
héroes, a los “elegidos”, la suerte de los pueblos.
Marx demostró que la producción material es la base de la vida social;
que los cambios históricos son, en última instancia, el resultado de los cam-
bios en la producción material y que, los verdaderos creadores de la historia
son los que, con su trabajo, producen los bienes materiales.
Un punto clave de la doctrina marxista es la teoría de la lucha de clases
como fuerza motriz del desarrollo de las sociedades divididas en clases.
Marx demostró que, detrás de todos los cambios sociales esta, en primer
término, esa lucha, la cual, a su vez, está condicionada por las contradiccio-
nes entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes
en una determinada formación socioeconómica. Demostró también el ca-
rácter transitorio de la formación socioeconómica capitalista y el adveni-
miento, necesario e ineludible, conforme a leyes, de la formación socioeco-
nómica comunista.
Marx develó el mecanismo interno de la sociedad capitalista y sus con-
tradicciones. Demostró cómo el proletariado no podría emanciparse sin
derrocar al capitalismo y probó que, al liberarse, liberaba a la humani-
dad de toda opresión y miseria, reveló el origen de la contradicción fun-
damental existente en el capitalismo entre el trabajo y el capital, entre el
carácter social de la producción y la forma privada de la apropiación.
“[…] descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de
producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubri-
miento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que to-
das las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses
como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas”.10 Desde
esta lección data el socialismo científico.
Contra la doctrina económica y social de Carlos Marx —inexpugnable
fortaleza científica— resultan baldías todas las teorías de los ideólogos
burgueses, de la “revolución de los ingresos”, el “capitalismo popular”,
el “estado del bienestar general”, la “coparticipación”, la “convergen-
cia” y otras corrientes contemporáneas del diversionismo ideológico.
El marxismo llevó a cabo una profunda revolución en las ideas de los
hombres sobre el contenido y las perspectivas del desarrollo social. Demos-
tró cómo la necesidad del socialismo se engendra y prepara a través del
desarrollo del sistema capitalista y que mientras no surgiera este y con él el
proletariado, no existirían las condiciones para ese gran salto en el desarro-
llo social que es el socialismo.
10 Federico Engels: “Discurso ante la tumba de Marx”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, pp. 171-172.
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Marx destacó que la clase obrera organizada, nacida conjuntamente con
la burguesía, era la llamada a derrocarla. “Lo principal de la doctrina de
Marx es el haber puesto en claro el papel histórico universal del proletaria-
do […]”.11 Federico Engels había recalcado al referirse a esa misión histó-
rico-universal: “La humanidad se verá liberada de las calamidades deriva-
das del régimen explotador, no por los esfuerzos bien intencionados de algunas
que otras nobles personalidades, sino por la lucha de clases del proletariado
organizado”.
No puede haber marxismo sin lo que, en él, es lo principal: la doctrina
referente a la misión histórico-universal del proletariado.
[…]
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vez más como un poder social cuyo funcionario es el capitalista y que no guar-
da ya la menor posible relación con lo que el trabajo de un individuo puede
crear, sino como un poder social enajenado, sustantivado, que se enfrenta con
la sociedad como una cosa y como el poder del capitalista adquirido por medio
de esta cosa. La contradicción entre el poder social general en que el capital se
convierte y el poder privado del capitalista individual sobre estas condiciones
sociales de producción se desarrolla de un modo cada vez más clamoroso y
entraña, al mismo tiempo, la supresión de este régimen, ya que lleva consigo la
formación de las condiciones de producción necesarias para llegar a otras
condiciones de producción colectivas, sociales. Este proceso obedece al desa-
rrollo de las fuerzas productivas bajo el régimen de producción capitalista y al
modo como este desarrollo se opera”.14
“El monopolio del capital” —escribió Marx— “se convierte en grillete del
régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de
los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en
que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha
añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los
expropiadores son expropiados”.15
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duos, en lo que se refiere a su remuneración material. Según Marx esta desigual-
dad es inevitable “en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota
de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento”.17
El socialismo coma fase del modo de producción comunista solo puede triun-
far sobre la base de una técnica avanzada, de una poderosa industria socialis-
ta y del aseguramiento de una alta productividad del trabajo. Su grado de
madurez está en dependencia del nivel de desarrollo de las fuerzas producti-
vas, del perfeccionamiento de las relaciones de producción, apuntaladas por
un mayor grado de conciencia social de las masas trabajadoras.
Son rasgos peculiares del socialismo apuntados por Carlos Marx y com-
probados ya por la práctica sociohistórica: las fuerzas productivas desarro-
lladas; la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción; la
ausencia de clases explotadoras y de la explotación del hombre por el hom-
bre; el desenvolvimiento armónico de la producción social, de modo que se
pueda elevar el bienestar de los trabajadores; el papel dirigente de la clase
obrera encabezada por su partido de vanguardia; la democracia profunda y
polifacética; el florecimiento espiritual de la sociedad; el internacionalismo
proletario; la paz.
La fase comunista empieza después de haber madurado, en el marco del
socialismo, la realización plena de las posibilidades económicas y de las de-
mandas sociales. La vía del comunismo pasa por la victoria completa del
socialismo: No hay otro camino.
En la “Crítica del Programa de Gotha”, Marx estableció que la fase comu-
nista empieza “cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de
los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo
intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio
de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los indi-
viduos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y co-
rran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces po-
drá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la
sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a
cada cual, según sus necesidades!”18
17 Carlos Marx: “Crítica del Programa de Gotha”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, p. 15.
18 Ibídem.
18
El conocimiento y aprovechamiento de estas leyes brinda la posibilidad de
dirigir todos los procesos económicos de un modo consciente, fundamentado
y planificado.
En relación con los problemas de la reproducción y de la planificación con
vista al aprovechamiento racional de las reservas laborales y la economía del
trabajo, Carlos Marx escribió en el Borrador de la Crítica de la Economía
Política: “La economía del tiempo, lo mismo que la distribución armónica de
la jornada de trabajo en las distintas ramas de la producción, sigue siendo la
primera ley económica sobre la base de la producción colectiva. Esto se con-
vierte en una ley incluso en grado mucho mayor”.19
[…]
19 Carlos Marx y Federico Engels: Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú,
1968, t. XLVI, p. 117 (en ruso).
20 Carlos Marx: “El Congreso de La Haya”, en Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú,
1973, t. II, p. 312.
19
En una entrevista que Marx sostuvo con un corresponsal del periódico
The World, le expresó: “La Asociación [es decir —aclaramos nosotros—, la
Asociación Internacional de Trabajadores] no prescribe formas determina-
das de movimientos políticos. Exige únicamente que estos movimientos va-
yan encaminados hacia un objetivo final común […]”.21 [El destaque es nues-
tro. G. J. G. G.]
En una carta dirigida a Engels en 1869 le decía: “el grado de desarrollo de
los distintos destacamentos de obreros de un mismo país, así como de la
clase obrera de los diferentes países es inevitablemente muy diverso, el mo-
vimiento efectivo se manifiesta de modo ineludible en formas teóricas tam-
bién excepcionalmente diversas”. 22
Al plantearse la fundación del partido proletario en cada país, luego que la
Asociación había cumplido su misión histórica, Carlos Marx entendía que di-
cha tarea debía cumplirse tomando en cuenta sus particularidades, su econo-
mía, su vida política, la lucha de clases en dicho país, el nivel teórico del movi-
miento obrero, así como los obstáculos que podrían encontrar en su labor.
En el centenario del natalicio de V. I. Lenin, el compañero Fidel Castro
expresó que el marxismo no era un esquema: “Ningún proceso político, ¡nin-
guno!” —dijo Fidel—, “se ajusta exactamente a ningún esquema. Y en polí-
tica podría decirse que los esquemas no existen.
”La teoría de Marx nunca fue un esquema: fue una concepción, fue un
método, fue una interpretación, fue una ciencia. Y la ciencia se aplica en
cada caso concreto”. 23
Esta variedad de formas que puede tomar el socialismo responde a su
concepción, materialista y dialéctica; lo cual quiere decir que el carácter
flexible y dúctil de naturaleza táctica adoptada, no puede llegar al extremo
de alterar su contenido, que es lo determinante, en tanto quede en los límites
del socialismo.
21 “Apuntes de la entrevista de Carlos Marx con un corresponsal del periódico The World”, en
Carlos Marx y Federico Engels: Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954,
t. XVII, p. 635 (en ruso).
22 Véase: Carlos Marx y Federico Engels: “Carta de Marx a Engels del 5 de marzo de 1869”, en
Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. XXXII, p. 218 (en ruso).
23 Fidel Castro: “Discurso en la velada solemne en conmemoración del centenario del natalicio
de V. I. Lenin”, en Ediciones COR, La Habana, abril de 1970, p. 15.
20
quiere perecer, está obligada a hacer esa revolución. Y, al forzar cada vez
más la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios socializa-
dos de producción, señala ya por sí mismo el camino por el que esa revolu-
ción ha de producirse. El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y
comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado”.24
Obsérvese cómo, en este párrafo están presentes tres elementos: el papel del
proletariado; el poder de la clase obrera, y la propiedad social que, aunque
aparece en tercer lugar, es lo fundamental de la nueva formación socioeconómi-
ca en el sentido de que sobre su base se erige el nuevo modo de producción.
Son muchos los párrafos que podemos entresacar de la extensa obra de Marx
que se refiere al tema, pero hay uno, muy breve, que, aunque fue citado ante-
riormente, es elocuente: “La centralización de los medios de producción y la
socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su
envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la
propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”.
[…]
24 Federico Engels: “Del socialismo utópico al socialismo científico”, en Obras escogidas, Editorial
Progreso, Moscú, 1974, t. III, p. 154.
25 Carlos Marx y Federico Engels: “Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialistas e
idealistas”, en Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 75.
21
de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado,
capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede endere-
zarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la
sociedad oficial”. 26
Todo El capital de Carlos Marx se dedica a poner en claro la verdad de que
las fuerzas fundamentales de la sociedad capitalista no son ni pueden ser otras
que la burguesía y el proletariado; la burguesía que es su motor, y el prole-
tariado como su sepulturero, como la única fuerza capaz de sustituirla.
En la lucha entre estas dos clases fundamentales, el proletariado es la
clase hegemónica entre las otras capas y clases que se enfrentan, de un modo
u otro, a la burguesía, porque todos los elementos intermedios a los que se
les da la denominación económica de pequeña burguesía vacilan inevitable-
mente entre estas dos fuerzas decisivas.27
Federico Engels, en varios de sus trabajos, habla de los artesanos y peque-
ños comerciantes, a quienes califica de vacilantes, con accesos de furia demo-
crática o cobardes según las circunstancias. “Esta clase” —dice Engels— “es
siempre jactanciosa, se inclina a las frases ampulosas y ocupa de palabra, a
veces, las posiciones extremas, mientras no advierte el menor peligro, y es
medrosa, prudente y evasiva en cuanto se aproxima el más pequeño riesgo
[…] llena de vacilaciones”.28
Cuando Lenin escribió sobre el “Contenido económico del populismo” de-
finió el principal rasgo del pequeño-burgués al plantear: “el rasgo distintivo
y fundamental del pequeño-burgués es la lucha contra el carácter burgués
valiéndose de los medios de la propia sociedad burguesa”.29
[…]
26 Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras escogidas,
Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, pp. 120-121.
27 Véase: Carlos Marx: El capital, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, t. III, pp. 888-
889.
28 Federico Engels: “La campaña alemana por la Constitución imperial”, en Obras, Editorial
Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. VII, p. 116 (en ruso).
29 Véase: V. I. Lenin: “Contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor
Struve”, en Obras completas, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1958, p. 368.
22
ra, el primer constructor del partido político del proletariado. Bajo su influjo
y el de Engels, el movimiento obrero del siglo XIX alcanzó una considerable
extensión. Obra suya fueron la Liga de los Comunistas, la I Internacional y la
formación de los primeros partidos obreros nacionales de la clase obrera.
En los Estatutos de la Liga de los Comunistas se plantea que: “En los dis-
tintos peldaños del desarrollo, por los que ha de pasar la lucha del proleta-
riado, la Liga* […] será siempre el representante de los intereses de todo el
movimiento”.30
En el Manifiesto del Partido Comunista los clásicos fueron más explícitos.
Allí se dice que: “Los comunistas solo se distinguen de los demás partidos pro-
letarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los prole-
tarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado,
independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las dife-
rentes fases de desarrollo porque pasa la lucha entre el proletariado y la bur-
guesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.
“[…] el sector más resuelto […] que siempre impulsa adelante a los de-
más; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su
clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales
del movimiento proletario”.31
Como podrá observarse, ya desde 1848 están bien definidos los rasgos del
partido como vanguardia organizada y consciente de la clase obrera.
Esa condición de vanguardia se define más sintéticamente en una parte
del “Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores”.
Allí se dice: “La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número.
Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y
guiado por el saber”.32 [El destaque es nuestro. G. J. G. G.]
Sobre la relación del partido con la democracia pequeño-burguesa hay,
en el “Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas” una especie
de anticipo de la táctica desarrollada por Lenin y otros dirigentes más cer-
canos a nosotros. Allí se dice: “La actitud del partido obrero revolucionario
ante la democracia pequeño-burguesa es la siguiente: marcha con ella en la
lucha por el derrocamiento de aquella fracción a cuya derrota aspira el
partido obrero; marcha contra ella en todos los casos en que la democracia
pequeño-burguesa quiere consolidar su posición en provecho propio”.33
* Aquí la Liga es sinónimo de partido, pues fue el primer partido de la clase obrera.
30 Carlos Marx y Federico Engels: “Estatutos de la Liga de los Comunistas”, en Obras, Editorial
Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. VII, p. 565 (en ruso).
31 Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras escogidas,
Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 122.
32 Carlos Marx: “Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores”, en
Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. II, p. 12.
33 Carlos Marx y Federico Engels: “Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas”, en
Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 182.
23
En trabajos de Federico Engels, que, como se sabe, coincidían con los
criterios de Carlos Marx, se establecen también criterios sobre la relación
del partido con otras fuerzas sociales, en el marco de su independencia.
En “El problema campesino en Francia y en Alemania” escribe: “Todos
ellos [los campesinos medianos y grandes] podrán ver en el feudalismo latifun-
dista a su enemigo común, podremos marchar de acuerdo con ellos en ciertas
cuestiones y luchar a su lado durante algún tiempo para determinados fines.
Pero en nuestro partido, en el que caben individuos de todas las clases socia-
les, no puede tener cabida en modo alguno ningún grupo que represente intereses
capitalistas de la burguesía media ni de la categoría de los campesinos media-
nos”.34 [El destaque es nuestro. G. J. G. G.]
Y en la carta que escribió a Gerson Trier en 1889 dijo Engels: “Para que
el proletariado se vea bastante fuerte y pueda vencer en el momento decisi-
vo es indispensable” —Marx y yo venimos defendiendo esta posición desde
1847— “que forme su propio partido de clase, independiente de todos los
demás partidos y opuesto a ellos.
”Pero esto no significa que tal partido no pueda valerse en cualquier mo-
mento de otros partidos. De la misma manera, significa todavía menos que
no pueda apoyar temporalmente a otros partidos en la lucha por medidas
que le convienen directamente al proletariado o suponen un paso adelante
en el sentido del progreso económico o la libertad política”.35
El internacionalismo proletario
24
proletario, que, a su vez, tiene su origen en las tendencias normales insupera-
bles de la sociedad contemporánea”.36
Los principios fundamentales del internacionalismo proletario —que en
las actuales condiciones históricas se amplían con los conceptos colaterales
de internacionalismo socialista e internacionalismo revolucionario— fueron
elaborados por Marx y Engels en muchos de sus trabajos. Ellos demostra-
ron que su existencia [y su actual desarrollo] están condicionados por leyes
objetivas, entre las cuales, podemos señalar las siguientes:
• Similitud, en lo sustancial, de las condiciones económicas y políticas del
proletariado de los diferentes países en la sociedad burguesa;
• condiciones comunes para la emancipación de la clase obrera. “la eman-
cipación del trabajo no es un problema local ni nacional, sino social, que
abarca todos los países en los que existe una sociedad contemporánea”
—se hace constar en los Estatutos de la I Internacional;
• un mismo enemigo de clase para todos los obreros del mundo. El capital
es una fuerza internacional. Para vencerlo hace falta la unión interna-
cional de los obreros, su fraternidad internacional;
• objetivos comunes de los obreros en los diferentes países: abolición del
capitalismo y construcción de la sociedad socialista. Para lograr ese
objetivo se requiere la coordinación nacional e internacional de las for-
mas sociales de producción;
• una ideología común, por la que se guía en su lucha la clase obrera y su
vanguardia, los partidos comunistas y obreros. Esta ideología, que hoy,
enriquecida por Lenin, brinda al proletariado un instrumento seguro
para la solución científica de los problemas que se le plantean, enlaza,
con sólidos vínculos, a millones de luchadores contra el capitalismo, los
monopolios del capital internacional, en fin, contra el imperialismo en
todos los continentes.
[…]
La burguesía silenció en los primeros tiempos la teoría marxista. Luego
empezó a rebatirla. Hoy lo sigue haciendo sin éxito alguno. Han surgido y han
desaparecido diversos “manifiestos anticomunistas”, pero el enemigo no ha
podido “destruir” ni atenuar la influencia del marxismo. Después de cada “des-
trucción” —dijo Lenin—, el marxismo penetra con creciente amplitud y pro-
fundidad en las masas populares y “sale más fortalecido y más vital”.
El día primero de diciembre de 1961, dando inicio al Noveno Ciclo de
Conferencias de la Universidad Popular, nuestro Comandante en Jefe se-
36 Carlos Marx: “Cuarto Informe anual del Consejo General de la Asociación Internacional
de Trabajadores”, en Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. XVI,
p. 336 (en ruso).
25
ñaló: “Mientras nosotros más tenemos que enfrentarnos a la realidad de una
revolución y a la lucha de clases, y vemos lo que es la realidad de la lucha de
clases, en el escenario de una revolución, más nos convencemos de todas las
verdades escritas por Marx y Engels, y las interpretaciones verdaderamen-
te geniales que al socialismo científico hizo Lenin”.37
La vida y la obra de Carlos Marx nos muestran que este no fue solamente
un teórico genial, creador del comunismo científico. Marx fue, ante todo, un
ardiente revolucionario y un guía político de la clase obrera. El hombre de
ciencia que investigaba y fundamentaba científicamente la necesidad y vali-
dez histórica del movimiento revolucionario y de la clase obrera como su
fuerza impulsora.
Al referirse a los grandes descubrimientos científicos realizados por Marx,
su amigo y compañero Federico Engels expresaba: “Tal era el hombre de
ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la
ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro
que fuese el goce que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en
cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía prever-
se aún en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se
trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia
revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general. […]
Pues Marx era, ante todo un revolucionario. Cooperar, de este o del otro
modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones polí-
ticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moder-
no, a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia
situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emanci-
pación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y
luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos”.38
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