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Su nombre vivirá a través de los siglos,

y con él su obra.1
F. Engels

CUBA SOCIALISTA cumple con uno de los objetivos principales procla-


mados desde su fundación, que es la popularización de los principios y la
filosofía del Socialismo Científico. En ese sentido, hemos considerado opor-
tuno reproducir este artículo, fragmentado, de nuestra edición No. 6 de
Marzo-Mayo de 1983 (segunda época) cuyo autor es el doctor Gaspar Jorge
García Galló (1906-1992), prestigiosa figura intelectual y reconocido peda-
gogo cubano, quien ocupó el cargo de jefe de la Sección de Ciencias en el
Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central
del Partido Comunista de Cuba.
La recordación de los aniversarios 115 de la muerte de Carlos Marx (14
de marzo de 2008) y 190 de su nacimiento (5 de mayo de 2008) resultan
ocasión propicia para la reedición de este trabajo que, aunque fue escrito
hace 25 años, contiene verdades esenciales del pensamiento marxista, de
una forma u otra, confirmadas por el tiempo y por la historia. Sin embargo,
no es posible obviar en ese cuarto de siglo que la sociedad ha variado y la
teoría no es un dogma, pues siempre está en movimiento.

1 Federico Engels: “Discurso ante la tumba de Marx”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, p. 173.

8
Hace 100 años —el 14 de marzo de 1883— al pasar de su dormitorio al
despacho, Carlos Marx se dejó caer en un sillón y quedó dormido para
siempre.
El intenso trabajo intelectual y las privaciones materiales habían debilitado
su antes poderoso organismo. A los padecimientos físicos que venía sufriendo
se habían añadido otros de naturaleza moral. Jenny de Westfalia, la abnegada
compañera de su vida, había muerto el 2 de diciembre de 1881 y, poco tiempo
después, había perdido a una de sus tres hijas: Jenny Longuet.
Carlos Marx cayó gravemente enfermo en enero de 1883. Dos meses
después moriría, al cabo de una vida no fácil; sembrada de penalidades;
emigración, pobreza crónica, calumnias y persecuciones; superada, sin em-
bargo, por una valentía sin par, una indomable voluntad de lucha y una
inquebrantable seguridad en el triunfo de la causa que había abrazado des-
de joven, la causa de la clase obrera y de la ciencia puesta al servicio del
hombre.
Federico Engels, su entrañable camarada, comunicó a sus amigos y discípu-
los la triste noticia: el cerebro más poderoso de nuestro partido —escribió—
ha dejado de pensar, el corazón más fuerte que yo he conocido ha dejado de
latir. Y, al despedir luego sus restos en el cementerio de Highgate, en Londres,
concluyó sus palabras con esta profética sentencia: Su nombre vivirá a través
de los siglos y con él su obra.2

Dos opiniones distantes en el tiempo

El eco de la enorme pérdida sufrida por la clase obrera se difundió por


Europa y rebasó rápidamente sus fronteras. En Nueva York se congregaron
miles de trabajadores para expresar su dolor y reafirmar la decisión de con-
tinuar su lucha. Testigo excepcional de aquella asamblea fue José Martí, el
cual describió en una crónica dirigida a La Nación de Buenos Aires, con fecha
29 de marzo de 1883, al “ejército colérico de los trabajadores [...]” de “mira-
da que brilla a los aires del alma en rebeldía, como hoja de Toledo [...]”.
“Ved esta gran sala” —escribió Martí—. “Karl Marx ha muerto. Como se
puso del lado de los débiles. Merece honor. […]
”Ved esta sala: la preside, rodeado de hojas verdes el retrato de aquel
reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos y organiza-
dor incansable y pujante. La Internacional fue su obra: vienen a honrarlo
hombres de todas las naciones. La multitud, que es de bravos braceros, cuya
vista enternece y conforta, enseña más músculos que alhajas y más caras
honradas que paños sedosos.

2 Ibídem.

9
”Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y
despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales
rotos. […]
”Aquí están buenos amigos de Karl Marx, que no fue solo movedor titáni-
co de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la
razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre
comido del ansia de hacer bien. Él veía en todo lo que en sí propio llevaba:
rebeldía, camino a lo alto, lucha”.
Han transcurrido 100 años desde que José Martí escribiera aquella cróni-
ca sobre el “veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los
destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien”.3
En este último párrafo de Martí se definen dos características esenciales de
Carlos Marx: el científico que penetra en la razón de las miserias que padecen
los hombres y el modo de suprimirlas, que no otro puede ser su destino.
Fue la ciencia, unida al deseo de combatir la desdicha del proletariado,
“el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explota-
ción sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos Marx
surja el marxismo, cuando precisamente podía surgir el marxismo, cuando
precisamente, podía surgir una posibilidad real y más que una posibilidad
real, la necesidad histórica de la revolución social de la cual fue intérprete
Carlos Marx”.4

Lo principal de la doctrina de Marx es el haber puesto en claro


el papel histórico universal del proletariado

El papel histórico-universal del proletariado como creador de esa sociedad


nueva, la sociedad socialista, es lo fundamental en la doctrina de Marx: “Marx
la formuló por vez primera en 1844. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels,
aparecido en 1848, ofrece ya una exposición completa y sistematizada, sin su-
perar hasta hoy, de esta doctrina”.5
¿Por qué el proletariado?
Marx lo explicó en 1844: “El proletariado puede y debe necesariamente
emanciparse a sí mismo, porque en él, en el proletariado culto, se ha consu-
mado prácticamente la abstracción de toda humanidad, incluso de toda apa-
riencia de humanidad, porque en las condiciones de vida del proletariado

3 José Martí: “Honores a Karl Marx, que ha muerto”, en Obras completas. Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. IX, pp. 387 y 388.
4 Ernesto Guevara: “Prólogo”, en El partido marxista-leninista, Editado por la Dirección
Nacional del PURSC, La Habana, 1963, t. 1, pp. XIV-XV.
5 V. I. Lenin: “Vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx”, en Obras escogidas en
doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1976, t. V, p. 1.

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cobran su expresión más inhumana todas las condiciones de vida de la actual
sociedad, porque el hombre, en su seno, se ha perdido a sí mismo, pero
conquistando al mismo tiempo, no solo la conciencia teórica de esta pérdida,
sino también, directamente, por imperio de una necesidad absolutamente
coercitiva, imposible de esquivar, el deber y la decisión —expresión prácti-
ca de la necesidad— de alzarse contra esa situación inhumana. Pero el pro-
letariado no puede emanciparse sin superar sus propias condiciones de vida.
Y no puede superar sus propias condiciones de vida, sin superar, al mismo
tiempo, todas las condiciones inhumanas de vida de la sociedad que se cifran y
compendian en su situación. No en vano tiene que pasar por la dura, pero
forjadora escuela del trabajo. No se trata de saber qué es lo que tal o cual
proletario, ni aún el proletariado en bloque, se proponga momentáneamente
como meta. De lo que se trata es de saber qué es el proletariado y qué misión
histórica se le impone por imperio de su propio ser; su meta y su acción histó-
rica están visibles, e irrevocablemente predeterminadas por la propia situa-
ción de su vida y por toda la organización de la sociedad burguesa actual”.6

La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta

Lenin, el más grande discípulo y continuador de Carlos Marx, aseveró


que: “La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta”.7
Esta afirmación ha sido confirmada por la historia. Cien años después de
su muerte, su nombre y el de su inseparable compañero, Federico Engels,
están presentes en el corazón y en la cotidiana actividad de todos los comu-
nistas del mundo. La doctrina que ambos crearon demuestra su fuerza revo-
lucionaria, transformadora y en constante desarrollo.
Carlos Marx señaló el camino que la clase obrera habría de seguir para
liberarse de la explotación y de la miseria; demostró que era posible y necesa-
ria la destrucción del régimen capitalista por la vía revolucionaria; señaló las
perspectivas de una sociedad libre de opresión, de una sociedad en la cual la
producción de los bienes, la ciencia y la cultura pertenecieran a todo el pueblo.
El marxismo —teoría científica en la cual se formulan las leyes generales de
la naturaleza, la sociedad, el pensamiento y la transformación revolucionaria
de la sociedad— no es un hecho casual. Fue el resultado del curso regular de la
historia. Durante miles de años los hombres venían esforzándose por prever el
futuro de la sociedad, pero sus más primitivas previsiones [providencialismo,
mesianismo, escatología, milenarismo] eran quiméricas.

6 Carlos Marx y Federico Engels: “La sagrada familia”, en Obras, Editorial Estatal de Litera-
tura Política, Moscú, 1954, t. 11, p. 38 (en ruso).
7 V. I. Lenin: “Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo”, en Obras escogidas
en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1976, t. V, p. 6.

11
En el primer milenio antes de nuestra era, las nociones sobre un futuro
deseable para la humanidad se manifestaron dentro de varios sistemas filo-
sóficos. La mayoría de estos estuvieron bajo la influencia de la concepción
religiosa del mundo.
A mediados del siglo XIX las previsiones sobre el futuro llegaron a tener un
desarrollo tal que surgió la posibilidad de pasar de los planteamientos utópi-
cos al estudio científico de las perspectivas favorables a la humanidad. Por
esa época la ciencia económica se acercó a la comprensión del papel deter-
minante de la producción social en el progreso humano; las ciencias natura-
les revelaron un cuadro del mundo distinto al que se tenía sobre su creación
y su desarrollo; y la historia empezó a percatarse de la existencia de facto-
res tales como las clases sociales y sus luchas en el seno de la sociedad.
En los años que Carlos Marx y Federico Engels desarrollaron el análisis
científico de la sociedad, todavía las conjeturas geniales, el alto vuelo del
pensamiento y la riqueza de datos y observaciones valiosas que se habían
acumulado, se confundían con sueños ingenuos y representaciones ideales
sobre el carácter de las relaciones sociales.
No bastaba entonces la gran riqueza de elementos científicos existentes y el
genio de hombres capaces de interpretarlos. Esos dos elementos eran indispen-
sables. Pero también era necesario un tercer factor: la existencia de una clase
social, cuya naturaleza coincidiera con la marcha ascendente del progreso.
Cuando junto con el modo de producción capitalista, surgió a la palestra
histórica la clase obrera, se dio la posibilidad real de prever las tendencias y los
fenómenos esenciales del futuro de la sociedad. El genio que develó ese futuro
fue Carlos Marx y, junto a él, su inolvidable colaborador Federico Engels.

Las raíces gnoseológicas y sociales

Como toda doctrina, el marxismo tiene raíces gnoseológicas y raíces so-


ciales. Nada surge de la nada: ex nihilo, nihil. Solo en la mitología, salen, de
la cabeza de los dioses, los hechos y los procesos.
Las raíces gnoseológicas del marxismo, ampliamente detalladas por Lenin,
fueron el pensamiento social precedente y los grandes descubrimientos de
las ciencias naturales. La doctrina de Marx “apareció como continuación
directa e inmediata de las doctrinas de las más grandes figuras de la filoso-
fía, de la economía política y el socialismo”.8
Carlos Marx, infatigable sabio y pensador profundo, conocía todas las
corrientes del pensamiento social de su tiempo y los aportes más importan-
tes de las ciencias naturales. Él mismo fue un notable matemático. Desde la

8 V. I. Lenin: Ob. cit., p. 5.

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temprana fase de su desarrollo intelectual estudió los problemas económicos
y, a través de toda su vida, se dedicó al análisis de todos los aspectos y
tendencias del desarrollo capitalista. Asimiló críticamente y reelaboró, con
espíritu crítico, los adelantos de la ciencia de su tiempo y ello le permitió
llevar a cabo una revolución en la filosofía, en la economía política y en el
estudio de la sociedad, para crear de este modo una doctrina revoluciona-
ria, íntegra y armónica: el marxismo.
“[…] una larga serie de pensadores” —escribe Ernesto Che Guevara—
“fueron agregando sus investigaciones originales y acumulando un cuerpo de
experiencias y de doctrinas.
”El mérito de Marx” —subraya el Che— “es que produce de pronto en la
historia del pensamiento social un cambio cualitativo; interpreta la historia,
comprende su dinámica, prevé el futuro, pero, además de preverlo, donde
acabaría su obligación científica, expresa un concepto revolucionario: no
solo hay que interpretar la naturaleza, es preciso transformarla. El hombre
deja de ser esclavo e instrumento del medio y se convierte en arquitecto de
su propio destino. En este momento, Marx empieza a colocarse en una situa-
ción tal, que se constituye en el blanco obligado de todos los que tienen inte-
rés especial en mantener lo viejo […]”.9
Las raíces sociales de esta doctrina arrancan con el desarrollo del modo
de producción capitalista. Una ciencia social, verdaderamente científica, no
hubiera podido surgir antes de que apareciera una clase social, esencial y
consecuentemente revolucionaria. Fue con el desarrollo capitalista y el au-
mento de sus contradicciones que entró en la historia, por vez primera, una
clase no interesada en mantenerse como tal, sino en la abolición de toda
sociedad de clases. El marxismo surgió, se desarrolló y consolidó, con el pro-
letariado como su base social y material. Y para el proletariado, el marxismo
constituyó —a su vez— un arma poderosa contra la burguesía, en todos los
órdenes. Como ciencia y como ideología.
Quien se despoje de toda subjetividad y se pregunte dónde radica la gran
fuerza vital y la misión transformadora del marxismo tendrá que
contestarse que ellas emanan de la coincidencia de intereses del proletaria-
do, con las necesidades objetivas del progreso social; es decir que las ideas
marxistas —objetivas, científicas— se corresponden con los fines de la cla-
se obrera, lo que no ocurre, ni puede ocurrir con ninguna doctrina social
enarbolada por ideólogos de las clases explotadoras en la defensa de los
intereses de dichas clases.
El marxismo, por su objetividad científica, no solo es teoría y programa
del movimiento obrero mundial, sino también, del progreso social de toda la
humanidad.

9 Ernesto Guevara: “Notas para el estudio de la Ideología de la Revolución Cubana”, en


Escritos y discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, t. IV, pp. 203-204.

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Una reflexión necesaria

AI pasar revista al proceso de creación y desarrollo de la doctrina marxis-


ta no podemos dejar de hacer algunas consideraciones críticas a la corriente
diversionista que pretende la fragmentación de la personalidad de Carlos Marx,
al establecer una especie de solución de continuidad entre el Marx de los
primeros tiempos y el Marx de la Liga de los Comunistas, la I Internacional,
El capital, y otras obras posteriores a 1844.
El hombre, como todo sistema en desarrollo, pasa por diversas fases cua-
litativas; va dejando de ser, sin dejar de ser una integridad si es consecuente
consigo mismo. Es el “perseverar en sí mismo” del filósofo Spinoza. Es la
dialéctica negación de la negación.
Es cierto que en Marx y en Engels hay fases en las cuales se concentran
más en determinados aspectos de lo que habría de ser su doctrina. Todos los
autores concuerdan en que hay una etapa en la cual definen su concepción
del mundo; otra en la que actúan militantemente como revolucionarios en
las luchas de 1848-1849; otra en la cual profundizan en las entrañas de la
economía del capitalismo, a la vez que organizan el movimiento obrero y
batallan contra todas las tergiversaciones filosóficas, económicas y políticas
de la ciencia que iban elaborando. Mas, en todo momento, sus pensamientos
y actividades diarias se guiaban por la misma brújula: la ciencia al servicio
de la clase obrera y del hombre.

Los puntos clave de la doctrina marxista

A través de esa continuada conjugación de teoría y de práctica que fueron


sus vidas, Marx y Engels llevaron a cabo una revolución cardinal en la filo-
sofía con la creación del materialismo dialéctico e histórico. Esclarecieron
la mutabilidad de la vida social y aplicaron a la historia la idea del desarro-
llo que ya las ciencias naturales habían demostrado. Mostraron la existencia
de leyes objetivas generales del movimiento, las cuales actúan por igual en la
naturaleza y en la sociedad, y crearon, con ello, una concepción íntegra del
desarrollo, una concepción dialéctica en la que se aunaban, correspondien-
temente, el movimiento del mundo, con el movimiento de las ideas en el pen-
samiento y en la actividad del hombre.
Con la aplicación del materialismo a la sociedad humana —tarea que no
pudieron llevar a cabo los filósofos precedentes— acabaron con el caos y la
arbitrariedad que reinaba en la comprensión de los fenómenos sociales.
Fundamentaron el papel de las masas populares, ante todo, de la clase obre-

14
ra. Quedó atrás la anterior concepción de la historia que atribuía solo a los
héroes, a los “elegidos”, la suerte de los pueblos.
Marx demostró que la producción material es la base de la vida social;
que los cambios históricos son, en última instancia, el resultado de los cam-
bios en la producción material y que, los verdaderos creadores de la historia
son los que, con su trabajo, producen los bienes materiales.
Un punto clave de la doctrina marxista es la teoría de la lucha de clases
como fuerza motriz del desarrollo de las sociedades divididas en clases.
Marx demostró que, detrás de todos los cambios sociales esta, en primer
término, esa lucha, la cual, a su vez, está condicionada por las contradiccio-
nes entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes
en una determinada formación socioeconómica. Demostró también el ca-
rácter transitorio de la formación socioeconómica capitalista y el adveni-
miento, necesario e ineludible, conforme a leyes, de la formación socioeco-
nómica comunista.
Marx develó el mecanismo interno de la sociedad capitalista y sus con-
tradicciones. Demostró cómo el proletariado no podría emanciparse sin
derrocar al capitalismo y probó que, al liberarse, liberaba a la humani-
dad de toda opresión y miseria, reveló el origen de la contradicción fun-
damental existente en el capitalismo entre el trabajo y el capital, entre el
carácter social de la producción y la forma privada de la apropiación.
“[…] descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de
producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubri-
miento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que to-
das las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses
como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas”.10 Desde
esta lección data el socialismo científico.
Contra la doctrina económica y social de Carlos Marx —inexpugnable
fortaleza científica— resultan baldías todas las teorías de los ideólogos
burgueses, de la “revolución de los ingresos”, el “capitalismo popular”,
el “estado del bienestar general”, la “coparticipación”, la “convergen-
cia” y otras corrientes contemporáneas del diversionismo ideológico.
El marxismo llevó a cabo una profunda revolución en las ideas de los
hombres sobre el contenido y las perspectivas del desarrollo social. Demos-
tró cómo la necesidad del socialismo se engendra y prepara a través del
desarrollo del sistema capitalista y que mientras no surgiera este y con él el
proletariado, no existirían las condiciones para ese gran salto en el desarro-
llo social que es el socialismo.

10 Federico Engels: “Discurso ante la tumba de Marx”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, pp. 171-172.

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Marx destacó que la clase obrera organizada, nacida conjuntamente con
la burguesía, era la llamada a derrocarla. “Lo principal de la doctrina de
Marx es el haber puesto en claro el papel histórico universal del proletaria-
do […]”.11 Federico Engels había recalcado al referirse a esa misión histó-
rico-universal: “La humanidad se verá liberada de las calamidades deriva-
das del régimen explotador, no por los esfuerzos bien intencionados de algunas
que otras nobles personalidades, sino por la lucha de clases del proletariado
organizado”.
No puede haber marxismo sin lo que, en él, es lo principal: la doctrina
referente a la misión histórico-universal del proletariado.
[…]

La razón de la necesidad de expropiar a los expropiadores

Para fundamentar la necesidad ineludible de la revolución socialista, Carlos


Marx llevó a cabo un profundo trabajo que se inició desde los tiempos de los
Anales Franco-Prusianos.
En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels definieron las relacio-
nes burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propie-
dad, toda la sociedad burguesa que ha hecho surgir tan potentes medios que es
como el mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que han
desencadenado con sus conjuros... crisis con retornos periódicos durante las
cuales se destruyen productos elaborados y fuerzas productivas... epidemia de
superproducción... barbarie momentánea... hambre... Y, ¿por qué? Porque hay
demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, de-
masiado comercio... Las relaciones de producción resultan demasiado estre-
chas para contener las riquezas contenidas en su seno.12
“Sabemos que para hacer trabajar bien a las nuevas fuerzas de la socie-
dad se necesita únicamente que éstas pasen a manos de hombres nuevos, y
que tales hombres nuevos son los obreros”.13
Carlos Marx demostró que la creciente acumulación del capital entraña
también una concentración creciente en él. “Crece así la potencia del capi-
tal, la sustantivación de las condiciones sociales de producción personifica-
da en el capitalista frente a los productores reales. El capital se revela cada

11 V. I. Lenin: “Vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx”, en Obras escogidas en


doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1976, t. V, p. 1.
12 Véase: Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras esco-
gidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 116.
13 Carlos Marx: “Discurso en el aniversario del ‘People’s Paper’’’, en Obras escogidas, Edito-
rial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 514.

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vez más como un poder social cuyo funcionario es el capitalista y que no guar-
da ya la menor posible relación con lo que el trabajo de un individuo puede
crear, sino como un poder social enajenado, sustantivado, que se enfrenta con
la sociedad como una cosa y como el poder del capitalista adquirido por medio
de esta cosa. La contradicción entre el poder social general en que el capital se
convierte y el poder privado del capitalista individual sobre estas condiciones
sociales de producción se desarrolla de un modo cada vez más clamoroso y
entraña, al mismo tiempo, la supresión de este régimen, ya que lleva consigo la
formación de las condiciones de producción necesarias para llegar a otras
condiciones de producción colectivas, sociales. Este proceso obedece al desa-
rrollo de las fuerzas productivas bajo el régimen de producción capitalista y al
modo como este desarrollo se opera”.14
“El monopolio del capital” —escribió Marx— “se convierte en grillete del
régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de
los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en
que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha
añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los
expropiadores son expropiados”.15

Marx previó las fases de la nueva sociedad y sus contenidos

Carlos Marx no se limitó a demostrar el tránsito ineludible de la forma-


ción socioeconómica capitalista a la comunista, sino que previó también que
este pasaría por etapas objetivamente condicionadas, históricamente regu-
lares y unidas indisolublemente entre sí: un período de transición del capita-
lismo al socialismo, la fase socialista y la fase final comunista.
El paso del período de transición a la primera fase [que algunos autores
modernos interpretan ambos como una sola] está determinado por el desa-
rrollo de las fuerzas productivas y el perfeccionamiento de las relaciones de
producción. Durante este tiempo, a la par que crecen las fuerzas producti-
vas crece también la conciencia de las masas, como reflejo del proceso revo-
lucionario. Este es un proceso que no puede precipitarse [como se ha inten-
tado en determinados países] tratando de forzar subjetivamente su desarrollo.
Carlos Marx “criticó la insolvencia teórica y práctica de todas las tentativas
de ‘espolear’ la historia […]”.16
La fase socialista no transcurre rápidamente tampoco. Es todo un período
histórico en el cual se conserva, entre otras, cierta desigualdad entre los indivi-

14 Carlos Marx: El capital, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, t. III, p. 286.


15 Carlos Marx: Ob. cit., t. I, pp. 699-700.
16 M. Suslov: “Carlos Marx, maestro y guía genial de la clase obrera”, en El marxismo-Ieninismo,
doctrina internacional de la clase obrera, Editorial Progreso, Moscú, 1975, p. 15.

17
duos, en lo que se refiere a su remuneración material. Según Marx esta desigual-
dad es inevitable “en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota
de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento”.17
El socialismo coma fase del modo de producción comunista solo puede triun-
far sobre la base de una técnica avanzada, de una poderosa industria socialis-
ta y del aseguramiento de una alta productividad del trabajo. Su grado de
madurez está en dependencia del nivel de desarrollo de las fuerzas producti-
vas, del perfeccionamiento de las relaciones de producción, apuntaladas por
un mayor grado de conciencia social de las masas trabajadoras.
Son rasgos peculiares del socialismo apuntados por Carlos Marx y com-
probados ya por la práctica sociohistórica: las fuerzas productivas desarro-
lladas; la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción; la
ausencia de clases explotadoras y de la explotación del hombre por el hom-
bre; el desenvolvimiento armónico de la producción social, de modo que se
pueda elevar el bienestar de los trabajadores; el papel dirigente de la clase
obrera encabezada por su partido de vanguardia; la democracia profunda y
polifacética; el florecimiento espiritual de la sociedad; el internacionalismo
proletario; la paz.
La fase comunista empieza después de haber madurado, en el marco del
socialismo, la realización plena de las posibilidades económicas y de las de-
mandas sociales. La vía del comunismo pasa por la victoria completa del
socialismo: No hay otro camino.
En la “Crítica del Programa de Gotha”, Marx estableció que la fase comu-
nista empieza “cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de
los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo
intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio
de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los indi-
viduos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y co-
rran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces po-
drá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la
sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a
cada cual, según sus necesidades!”18

Las leyes objetivas de la fase socialista

Son leyes objetivas del socialismo, entre otras, el desarrollo planificado


de la economía nacional, la distribución según el trabajo y la ley del valor.

17 Carlos Marx: “Crítica del Programa de Gotha”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, p. 15.
18 Ibídem.

18
El conocimiento y aprovechamiento de estas leyes brinda la posibilidad de
dirigir todos los procesos económicos de un modo consciente, fundamentado
y planificado.
En relación con los problemas de la reproducción y de la planificación con
vista al aprovechamiento racional de las reservas laborales y la economía del
trabajo, Carlos Marx escribió en el Borrador de la Crítica de la Economía
Política: “La economía del tiempo, lo mismo que la distribución armónica de
la jornada de trabajo en las distintas ramas de la producción, sigue siendo la
primera ley económica sobre la base de la producción colectiva. Esto se con-
vierte en una ley incluso en grado mucho mayor”.19
[…]

Contenido y forma del […] socialismo científico

En Carlos Marx aparecen plenamente definidos, tanto el contenido como


la forma del socialismo.
El contenido —lo general o la esencia— del socialismo se expresa, en Marx
[y ahora en la práctica] por la propiedad social sobre los medios fundamenta-
les de producción, la dictadura del proletariado, la hegemonía de la clase obre-
ra en alianza con el campesinado y otras capas trabajadoras, la necesidad del
partido como vanguardia de la clase y el internacionalismo proletario.
La forma —lo singular o lo fenoménico— se expresa en las condiciones
histórico-concretas de cada país que construye la nueva sociedad.
En cuanto a la forma, Carlos Marx expresó en diversas oportunidades
la diversidad que puede adoptar el movimiento revolucionario de los tra-
bajadores.
En el trabajo que elaboró sobre el Congreso de la I Internacional, cele-
brado en La Haya, Marx escribió: “El obrero deberá conquistar un día la
supremacía política para asentar la nueva organización del trabajo; deberá
dar al traste con la vieja política que sostienen las viejas instituciones, so
pena, como los antiguos cristianos —que despreciaron y rechazaron la polí-
tica—, de no ver jamás su reino de este mundo.
”Pero nosotros jamás hemos pretendido que para lograr este objetivo sea
preciso emplear en todas partes medios idénticos.
”Sabemos que hay que tener en cuenta las instituciones, las costumbres y
las tradiciones de los diferentes países […]”.20 [El destaque es nuestro. G. J.
G. G.]

19 Carlos Marx y Federico Engels: Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú,
1968, t. XLVI, p. 117 (en ruso).
20 Carlos Marx: “El Congreso de La Haya”, en Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú,
1973, t. II, p. 312.

19
En una entrevista que Marx sostuvo con un corresponsal del periódico
The World, le expresó: “La Asociación [es decir —aclaramos nosotros—, la
Asociación Internacional de Trabajadores] no prescribe formas determina-
das de movimientos políticos. Exige únicamente que estos movimientos va-
yan encaminados hacia un objetivo final común […]”.21 [El destaque es nues-
tro. G. J. G. G.]
En una carta dirigida a Engels en 1869 le decía: “el grado de desarrollo de
los distintos destacamentos de obreros de un mismo país, así como de la
clase obrera de los diferentes países es inevitablemente muy diverso, el mo-
vimiento efectivo se manifiesta de modo ineludible en formas teóricas tam-
bién excepcionalmente diversas”. 22
Al plantearse la fundación del partido proletario en cada país, luego que la
Asociación había cumplido su misión histórica, Carlos Marx entendía que di-
cha tarea debía cumplirse tomando en cuenta sus particularidades, su econo-
mía, su vida política, la lucha de clases en dicho país, el nivel teórico del movi-
miento obrero, así como los obstáculos que podrían encontrar en su labor.
En el centenario del natalicio de V. I. Lenin, el compañero Fidel Castro
expresó que el marxismo no era un esquema: “Ningún proceso político, ¡nin-
guno!” —dijo Fidel—, “se ajusta exactamente a ningún esquema. Y en polí-
tica podría decirse que los esquemas no existen.
”La teoría de Marx nunca fue un esquema: fue una concepción, fue un
método, fue una interpretación, fue una ciencia. Y la ciencia se aplica en
cada caso concreto”. 23
Esta variedad de formas que puede tomar el socialismo responde a su
concepción, materialista y dialéctica; lo cual quiere decir que el carácter
flexible y dúctil de naturaleza táctica adoptada, no puede llegar al extremo
de alterar su contenido, que es lo determinante, en tanto quede en los límites
del socialismo.

Propiedad social sobre los medios fundamentales de producción

El contenido del socialismo real, exige, en primer término, la propiedad


social sobre los medios fundamentales de producción.
“El modo capitalista de producción, al convertir más y más en proletarios
a la inmensa mayoría de los individuos de cada país, crea la fuerza que, si no

21 “Apuntes de la entrevista de Carlos Marx con un corresponsal del periódico The World”, en
Carlos Marx y Federico Engels: Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954,
t. XVII, p. 635 (en ruso).
22 Véase: Carlos Marx y Federico Engels: “Carta de Marx a Engels del 5 de marzo de 1869”, en
Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. XXXII, p. 218 (en ruso).
23 Fidel Castro: “Discurso en la velada solemne en conmemoración del centenario del natalicio
de V. I. Lenin”, en Ediciones COR, La Habana, abril de 1970, p. 15.

20
quiere perecer, está obligada a hacer esa revolución. Y, al forzar cada vez
más la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios socializa-
dos de producción, señala ya por sí mismo el camino por el que esa revolu-
ción ha de producirse. El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y
comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado”.24
Obsérvese cómo, en este párrafo están presentes tres elementos: el papel del
proletariado; el poder de la clase obrera, y la propiedad social que, aunque
aparece en tercer lugar, es lo fundamental de la nueva formación socioeconómi-
ca en el sentido de que sobre su base se erige el nuevo modo de producción.
Son muchos los párrafos que podemos entresacar de la extensa obra de Marx
que se refiere al tema, pero hay uno, muy breve, que, aunque fue citado ante-
riormente, es elocuente: “La centralización de los medios de producción y la
socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su
envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la
propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”.
[…]

Papel de la clase obrera en la revolución socialista

Sobre la función del proletariado en la revolución socialista, Marx y Engels


escribieron en La ideología alemana que: “Solo los proletarios de la época
actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad, se hallan en
condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, con-
sistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el
consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades”.25
El Manifiesto del Partido Comunista fue más explícito que La ideología
alemana. Ahora se dedica un largo párrafo a la función del proletariado
como la clase fundamental en el socialismo. Se dice allí: “Todas las clases
que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la si-
tuación adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo
de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas producti-
vas sociales sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y, por
tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proleta-
rios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta
ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
”Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o
en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio

24 Federico Engels: “Del socialismo utópico al socialismo científico”, en Obras escogidas, Editorial
Progreso, Moscú, 1974, t. III, p. 154.
25 Carlos Marx y Federico Engels: “Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialistas e
idealistas”, en Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 75.

21
de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado,
capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede endere-
zarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la
sociedad oficial”. 26
Todo El capital de Carlos Marx se dedica a poner en claro la verdad de que
las fuerzas fundamentales de la sociedad capitalista no son ni pueden ser otras
que la burguesía y el proletariado; la burguesía que es su motor, y el prole-
tariado como su sepulturero, como la única fuerza capaz de sustituirla.
En la lucha entre estas dos clases fundamentales, el proletariado es la
clase hegemónica entre las otras capas y clases que se enfrentan, de un modo
u otro, a la burguesía, porque todos los elementos intermedios a los que se
les da la denominación económica de pequeña burguesía vacilan inevitable-
mente entre estas dos fuerzas decisivas.27
Federico Engels, en varios de sus trabajos, habla de los artesanos y peque-
ños comerciantes, a quienes califica de vacilantes, con accesos de furia demo-
crática o cobardes según las circunstancias. “Esta clase” —dice Engels— “es
siempre jactanciosa, se inclina a las frases ampulosas y ocupa de palabra, a
veces, las posiciones extremas, mientras no advierte el menor peligro, y es
medrosa, prudente y evasiva en cuanto se aproxima el más pequeño riesgo
[…] llena de vacilaciones”.28
Cuando Lenin escribió sobre el “Contenido económico del populismo” de-
finió el principal rasgo del pequeño-burgués al plantear: “el rasgo distintivo
y fundamental del pequeño-burgués es la lucha contra el carácter burgués
valiéndose de los medios de la propia sociedad burguesa”.29
[…]

El partido, vanguardia organizada y consciente

El otro elemento del socialismo real, el socialismo científico, fue nítida-


mente definido por Carlos Marx: Es la necesaria existencia de una vanguar-
dia organizada y consciente de la clase obrera: el partido.
Marx no fue solamente un teórico genial, el creador del comunismo científi-
co. Fue también un ardiente revolucionario y un guía político de la clase obre-

26 Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras escogidas,
Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, pp. 120-121.
27 Véase: Carlos Marx: El capital, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, t. III, pp. 888-
889.
28 Federico Engels: “La campaña alemana por la Constitución imperial”, en Obras, Editorial
Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. VII, p. 116 (en ruso).
29 Véase: V. I. Lenin: “Contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor
Struve”, en Obras completas, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1958, p. 368.

22
ra, el primer constructor del partido político del proletariado. Bajo su influjo
y el de Engels, el movimiento obrero del siglo XIX alcanzó una considerable
extensión. Obra suya fueron la Liga de los Comunistas, la I Internacional y la
formación de los primeros partidos obreros nacionales de la clase obrera.
En los Estatutos de la Liga de los Comunistas se plantea que: “En los dis-
tintos peldaños del desarrollo, por los que ha de pasar la lucha del proleta-
riado, la Liga* […] será siempre el representante de los intereses de todo el
movimiento”.30
En el Manifiesto del Partido Comunista los clásicos fueron más explícitos.
Allí se dice que: “Los comunistas solo se distinguen de los demás partidos pro-
letarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los prole-
tarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado,
independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las dife-
rentes fases de desarrollo porque pasa la lucha entre el proletariado y la bur-
guesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.
“[…] el sector más resuelto […] que siempre impulsa adelante a los de-
más; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su
clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales
del movimiento proletario”.31
Como podrá observarse, ya desde 1848 están bien definidos los rasgos del
partido como vanguardia organizada y consciente de la clase obrera.
Esa condición de vanguardia se define más sintéticamente en una parte
del “Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores”.
Allí se dice: “La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número.
Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y
guiado por el saber”.32 [El destaque es nuestro. G. J. G. G.]
Sobre la relación del partido con la democracia pequeño-burguesa hay,
en el “Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas” una especie
de anticipo de la táctica desarrollada por Lenin y otros dirigentes más cer-
canos a nosotros. Allí se dice: “La actitud del partido obrero revolucionario
ante la democracia pequeño-burguesa es la siguiente: marcha con ella en la
lucha por el derrocamiento de aquella fracción a cuya derrota aspira el
partido obrero; marcha contra ella en todos los casos en que la democracia
pequeño-burguesa quiere consolidar su posición en provecho propio”.33

* Aquí la Liga es sinónimo de partido, pues fue el primer partido de la clase obrera.
30 Carlos Marx y Federico Engels: “Estatutos de la Liga de los Comunistas”, en Obras, Editorial
Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. VII, p. 565 (en ruso).
31 Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras escogidas,
Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 122.
32 Carlos Marx: “Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores”, en
Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. II, p. 12.
33 Carlos Marx y Federico Engels: “Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas”, en
Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1973, t. I, p. 182.

23
En trabajos de Federico Engels, que, como se sabe, coincidían con los
criterios de Carlos Marx, se establecen también criterios sobre la relación
del partido con otras fuerzas sociales, en el marco de su independencia.
En “El problema campesino en Francia y en Alemania” escribe: “Todos
ellos [los campesinos medianos y grandes] podrán ver en el feudalismo latifun-
dista a su enemigo común, podremos marchar de acuerdo con ellos en ciertas
cuestiones y luchar a su lado durante algún tiempo para determinados fines.
Pero en nuestro partido, en el que caben individuos de todas las clases socia-
les, no puede tener cabida en modo alguno ningún grupo que represente intereses
capitalistas de la burguesía media ni de la categoría de los campesinos media-
nos”.34 [El destaque es nuestro. G. J. G. G.]
Y en la carta que escribió a Gerson Trier en 1889 dijo Engels: “Para que
el proletariado se vea bastante fuerte y pueda vencer en el momento decisi-
vo es indispensable” —Marx y yo venimos defendiendo esta posición desde
1847— “que forme su propio partido de clase, independiente de todos los
demás partidos y opuesto a ellos.
”Pero esto no significa que tal partido no pueda valerse en cualquier mo-
mento de otros partidos. De la misma manera, significa todavía menos que
no pueda apoyar temporalmente a otros partidos en la lucha por medidas
que le convienen directamente al proletariado o suponen un paso adelante
en el sentido del progreso económico o la libertad política”.35

El internacionalismo proletario

El marxismo es una doctrina auténticamente universal. No reconoce fronte-


ras estatales. Es la base ideológica de la unidad y de la fraternidad de los traba-
jadores de todos los países. Se expresa en el internacionalismo proletario.
El internacionalismo proletario, quinto componente del socialismo, tiene
su razón de ser en el carácter y la esencia de la lucha liberadora de la clase
obrera. Su lema apareció consignado en el Manifiesto del Partido Comunista
y más tarde en la I Internacional: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”
En el “Informe Anual del Consejo General de la Asociación Internacional
de Trabajadores”, Carlos Marx explicó su razón de ser: “Únicamente” —dijo
Marx— “la unión internacional de la clase obrera puede asegurar su victoria
definitiva. Precisamente esta necesidad ha condicionado el surgimiento de la
Asociación Internacional de Trabajadores. No es un engendro artificial de
alguna secta o teoría. Es el fruto del crecimiento espontáneo del movimiento

34 Federico Engels: “El problema campesino en Francia y en Alemania”, en Obras escogidas,


Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. III, pp. 491-492.
35 Carlos Marx y Federico Engels: “Carta de F. Engels a Gerson Trier, del 18 de diciembre de
1889”, en Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, t. XXXVII, p. 275 (en ruso).

24
proletario, que, a su vez, tiene su origen en las tendencias normales insupera-
bles de la sociedad contemporánea”.36
Los principios fundamentales del internacionalismo proletario —que en
las actuales condiciones históricas se amplían con los conceptos colaterales
de internacionalismo socialista e internacionalismo revolucionario— fueron
elaborados por Marx y Engels en muchos de sus trabajos. Ellos demostra-
ron que su existencia [y su actual desarrollo] están condicionados por leyes
objetivas, entre las cuales, podemos señalar las siguientes:
• Similitud, en lo sustancial, de las condiciones económicas y políticas del
proletariado de los diferentes países en la sociedad burguesa;
• condiciones comunes para la emancipación de la clase obrera. “la eman-
cipación del trabajo no es un problema local ni nacional, sino social, que
abarca todos los países en los que existe una sociedad contemporánea”
—se hace constar en los Estatutos de la I Internacional;
• un mismo enemigo de clase para todos los obreros del mundo. El capital
es una fuerza internacional. Para vencerlo hace falta la unión interna-
cional de los obreros, su fraternidad internacional;
• objetivos comunes de los obreros en los diferentes países: abolición del
capitalismo y construcción de la sociedad socialista. Para lograr ese
objetivo se requiere la coordinación nacional e internacional de las for-
mas sociales de producción;
• una ideología común, por la que se guía en su lucha la clase obrera y su
vanguardia, los partidos comunistas y obreros. Esta ideología, que hoy,
enriquecida por Lenin, brinda al proletariado un instrumento seguro
para la solución científica de los problemas que se le plantean, enlaza,
con sólidos vínculos, a millones de luchadores contra el capitalismo, los
monopolios del capital internacional, en fin, contra el imperialismo en
todos los continentes.
[…]
La burguesía silenció en los primeros tiempos la teoría marxista. Luego
empezó a rebatirla. Hoy lo sigue haciendo sin éxito alguno. Han surgido y han
desaparecido diversos “manifiestos anticomunistas”, pero el enemigo no ha
podido “destruir” ni atenuar la influencia del marxismo. Después de cada “des-
trucción” —dijo Lenin—, el marxismo penetra con creciente amplitud y pro-
fundidad en las masas populares y “sale más fortalecido y más vital”.
El día primero de diciembre de 1961, dando inicio al Noveno Ciclo de
Conferencias de la Universidad Popular, nuestro Comandante en Jefe se-

36 Carlos Marx: “Cuarto Informe anual del Consejo General de la Asociación Internacional
de Trabajadores”, en Obras, Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú, 1954, t. XVI,
p. 336 (en ruso).

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ñaló: “Mientras nosotros más tenemos que enfrentarnos a la realidad de una
revolución y a la lucha de clases, y vemos lo que es la realidad de la lucha de
clases, en el escenario de una revolución, más nos convencemos de todas las
verdades escritas por Marx y Engels, y las interpretaciones verdaderamen-
te geniales que al socialismo científico hizo Lenin”.37
La vida y la obra de Carlos Marx nos muestran que este no fue solamente
un teórico genial, creador del comunismo científico. Marx fue, ante todo, un
ardiente revolucionario y un guía político de la clase obrera. El hombre de
ciencia que investigaba y fundamentaba científicamente la necesidad y vali-
dez histórica del movimiento revolucionario y de la clase obrera como su
fuerza impulsora.
Al referirse a los grandes descubrimientos científicos realizados por Marx,
su amigo y compañero Federico Engels expresaba: “Tal era el hombre de
ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la
ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro
que fuese el goce que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en
cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía prever-
se aún en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se
trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia
revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general. […]
Pues Marx era, ante todo un revolucionario. Cooperar, de este o del otro
modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones polí-
ticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moder-
no, a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia
situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emanci-
pación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y
luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos”.38

37 Fidel Castro: “El Partido Unido de la Revolución Socialista”, en Obra Revolucionaria,


diciembre de 1961, p. 35.
38 Federico Engels: “Discurso ante la tumba de Marx”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, 1974, t. III, p. 172.

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