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La tristeza de la niña se calmó cuando unos meses más tarde comprobó que el tronco talado tenía nuevos y verdes brotes.
Durante un largo tiempo estuvo mimándolo y ocupándose de que las hormigas no lo convirtieran en su sustento para el
invierno. Llegó nuevamente la navidad y el abeto estaba rebosante de vida. Esta vez Lía se movió más deprisa que su
padre y llevó los adornos y las luces al jardín. Cuando su padre vio lo que su hija había hecho: un precioso árbol vivo y
navideño, se sintió orgulloso de ella y le prometió que nunca más talaría el abeto.
A partir de ese año, el árbol fue el gran protagonista de las navidades familiares; en torno a él bailaban y cantaban todos
los humanos, uniéndose al coro de pajaritos y lombrices que vivían en su enorme copa.
9-Cuento de Navidad
Hace muchos años, vivía en Inglaterra, un hombre llamado Scrooge, al que solo le importaba seguir aumentando cada día
su inmensa fortuna.
Para él, no hay nada que merezca la pena ser celebrado, incluso la propia Navidad le parece una fiesta absurda. Lo que no
puede sospechar, es que su percepción de las fiestas navideñas, iba a cambiar completamente gracias a una inesperada
visita.
Cuando se dirige a cerrar su negocio, una extraña niebla aparece en su camino, apareciendo una figura humana, que lo
invita a acompañarlo hasta su pasado más remoto, en el que era un niño feliz al que le encantaban estas fiestas.
Antes de que la tristeza anide en su corazón, otro nuevo fantasma, lleva al señor Scrooge hasta la casa de su humilde
empleado, el cual se encuentra celebrando una pequeña cena junto a su mujer y su pequeño Tim, al que su terrible
enfermedad no le impide ser un niño feliz.
Al igual que sucedió en la anterior ocasión, antes de que pudiera reflexionar sobre las imágenes que ha visto, aparece un
tercer fantasma, el de las navidades futuras. Con él, recorrerán varios escenarios, entre los que puede vislumbrar su
solitario entierro. Espantado ante tal cantidad de visiones, decide que es hora de darle un nuevo rumbo a su vida y
comenzar a darle más importancia a la gente que le rodea.
10- Un cuento de navidad.
Carol tenía que escribir un cuento de Navidad, pero no tenía ganas. Sus padres habían perdido el trabajo y apenas tenían
dinero, se había peleado con su hermano, la televisión y los periódicos estaban llenos de guerras y malas noticias… Ella
era con mucho la mejor de su escuela escribiendo y había sido elegida para el concurso nacional, pero le daba igual.
-Mejor escribiré un cuento de terror.
¡Qué magnífico cuento de terror! Estaba tan inspirada que escribió hasta bien entrada la noche. Pero poco antes de
terminar su historia, la compañía eléctrica cumplió su amenaza y cortó la luz ¡Qué rabia! Carol se desesperó. No
conseguiría acabar a tiempo la mejor obra de su vida. Una vez más, todo salía mal, y la pobre niña rompió a llorar en su
habitación a oscuras.
Lloró durante largo rato, hasta que una pequeña luz apareció en la habitación, flotando en el aire, haciendo círculos. La
niña secó sus lágrimas, emocionada ¿Será un ángel, una hada, un duende, una estrella mágica? Nada de eso. Al
acercarse solo pudo ver una pobre y triste luciérnaga
-¡Arrrrg, nada me sale bien!
Pero había que reconocer que descubrir aquella pequeña luz había sido emocionante, y además le dio una idea. A falta de
velas y electricidad, tomó un pequeño farolillo y salió fuera. Entonces atrapó unas cuantas luciérnagas, las puso en el
farolillo, y con la débil luz que emitían pudo completar su historia. Por primera vez en mucho tiempo se sintió feliz.
Tan contenta estaba, que comenzó a bailar y dar gracias a su pequeña luciérnaga. Y fue entonces cuando comprendió que
no podía mandar a a la porra la Navidad, porque el oscuro y triste mundo que tan poco le gustaba también necesitaba una
pequeña luz que le diera un poco de alegría y esperanza.
Y, sin importarle las horas, Carol juntó toda la alegría y la esperanza que le quedaban en el corazón para vestirse con una
gran sonrisa y escribir un precioso cuento de Navidad que conmovió a cuantos lo leyeron. Su cuento se extendió de tal
forma por todas partes, que aquel año fueron millones las personas que llevaron un poquito más de luz al mundo y, por
primera vez en mucho tiempo, los periódicos no tuvieron malas noticias que contar. Y aquel 25 de diciembre todas sus
portadas no tuvieron más remedio que abrir con un mismo titular: ¡Feliz Navidad!