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Tatsuhiko Takimoto
Traducción por Andrés A. Gómez Pérez
http://pentarito.livejournal.com
http://twitter.com/pentaro
Prefacio
En este mundo, las conspiraciones existen.
Sin embargo, la probabilidad de que las conspiraciones medianamente creíbles
que suelen circular sean simples delirios o incluso falacias descaradas es de más del
noventa y nueve por ciento. Cuando visitas una librería, es común ver libros con títulos
como ¡La Gran Conspiración Judía para Arruinar la Economía de Nuestro País! o ¡La
Conspiración de la CIA que Esconde su Pacto Secreto con Alienígenas!, sin embargo, no
dicen más que mentiras.
Aún así... la gente ama las conspiraciones.
Conspiraciones. Nos fascina el sonido de esa palabra y su eco agridulce.
Considera, por ejemplo, el proceso de creación de la teoría de La Conspiración
Judía: El autor tiene terribles complejos y problemas, como “¿Por qué soy pobre?”;
“¿Por qué no puedo tener una vida más cómoda?”; “¿Por qué no puedo conseguir
novia?” Su cuerpo y su mente están sometidos a una presión constante, tanto interna
como externamente.
Esta presión acumulada se convierte en sentimientos de odio hacia la sociedad.
Se convierte en furia.
Sin embargo, el principal motivo de esta furia es su propia cobardía: él es pobre
porque no posee habilidades económicamente redituables. No tiene novia porque le
falta carisma. Pero aceptar esta verdad y conscientizarse sobre su propia
incompetencia requiere de una buena cantidad de valor. Ningún ser humano, sin
importar quién, desea ver directamente sus propios defectos.
Es entonces cuando el teórico conspiracionista proyecta su propia cobardía hacia
el mundo exterior, crea un “enemigo” ficticio independiente de su ser.
El enemigo. Mi enemigo. El enemigo de la Sociedad.
“Un enemigo conspira en mi contra, por eso no puedo ser feliz. Por esta
conspiración, no tengo novia ¡Ya sé! Deben ser los Judíos. Como los Judíos están
tramando maldades, no puedo encontrar la felicidad ¡Malditos sean, Judíos! ¡Jamás los
perdonaré!”
Para ser sincero, esta clase de mentalidad también afecta al pueblo judío.
Todos los teóricos conspiracionistas necesitan ver la realidad un poco más de
cerca.
Los “Enemigos” no existen, la “maldad” no está allá afuera. Uno tiene que
asumir la responsabilidad y culparse a sí mismo por ser un perdedor.
Definitivamente no hay conspiraciones judías, ni conspiraciones de la CIA, ni
siquiera—aunque esto es obvio—conspiraciones alienígenas. Antes que cualquier otra
cosa, uno tiene que tener este hecho grabado firmemente en la mente.
Aún así...
Un pequeño porcentaje de personas sí se han encontrado con una conspiración
verdadera. Existe, de hecho, una persona que ha presenciado con sus propios ojos una
conspiración que existe, oculta de la mejor manera, en este preciso momento.
¿Quién es esta persona?
Soy yo.
Capítulo 1 El Nacimiento de un Soldado
En una fría y solitaria noche de enero, descubrí la existencia de una conspiración.
En mi pequeño departamento de una sola habitación, me acurruqué junto a mi
kotatsu1. Era una noche dolorosamente triste.
A pesar de que estaba iniciando un nuevo milenio, no había esperanza a la vista.
Incluso lloré mientras comía mi sopa de Año Nuevo2.
Para un desertor de la universidad desempleado de veintidós años, el frío del
invierno era tortuoso. En medio de mi inmunda habitación, llena de ropa sucia tirada
por el piso e impregnada por el olor de los cigarrillos, suspiraba una y otra vez.
¿Por qué las cosas tienen que ser así? era todo lo que podía pensar.
Si no cambiaba mi condición actual, jamás sería capaz de reintegrarme a la
sociedad actual. Para empeorar las cosas, era un desertor de la universidad.
Necesitaba encontrar un empleo lo antes posible y regresar al mundo exterior.
Solo que... no podía hacerlo.
¿Por qué razón?
La respuesta es simple: Porque soy un hikikomori3.
El fenómeno social más popular de la temporada, los hikikomoris. Eso es lo que
soy, un recluso.
Según las estadísticas, en la actualidad hay aproximadamente dos millones de
hikikomoris viviendo en Japón. Dos millones es un número tremendo. Si alguien tirara
una piedra en la calle, golpearía a un hikikomori... Por supuesto, eso no podría
suceder. Después de todo, los hikikomoris no salen al exterior.
En fin, yo era uno de esos individuos tan populares hoy en día. Y no he
mencionado que yo ya me había convertido en algo así como un hikikomori veterano.
Dejaba mi apartamento solamente una vez a la semana, y sólo era para ir a la tienda a
comprar comida y cigarrillos. Mi número de amigos se aproximaba al cero, y dormía
dieciseis horas al día.
Este año cumpliría cuatro años de vivir como hikikomori. Mi estilo de vida causó
que desertara de la universidad.
En serio, era un hikikomori tan espeluznante que debería ser considerado un
profesional. Sin importar contra quién me enfrentara, en realidad dudo que pudiera
perder fácilmente contra otros hikikomori. De hecho, tenía la confianza de que si algún
día se llevaran a cabo unos Juegos Olímpicos para hikikomori yo obtendría una muy
buena puntuación. Daba lo mismo que compitiera contra un hikikomori ruso que
escapara de la sociedad a través del vodka, un hikikomori británico cuyo medio de
escape fueran las drogas, o un hikikomori americano que encontrara su válvula de
escape disparando armas en el interior de su casa, yo podría vencerlos a todos.
¡Oh, es cierto! Se supone que el famoso fundador de la escuela de karate
Kyokushin, el señor Masutatsu Ohyama, también conocido como “La mano de Dios”, se
1 Mesa con termostato usada en el invierno como calefactor.
2 En Japón, la sopa de año nuevo, u ozouni, es un platillo especial de temporada. Se compone de vegetales y bolas de
arroz hervido.
3 El Ministerio de Salud Japonés designa a los hikikomori como individuos que se reúsan a abandonar su hogar y se
aíslan de la sociedad y su familia por un período superior a seis meses; típicamente, es un “nerd” que se siente
separado del resto de la humanidad.
recluyó en las montañas durante su juventud para templar su espíritu antes de
convertirse en el más grande maestro de karate del mundo. Si lo veíamos desde este
punto, entonces yo, al aislarme del mundo dentro de este departamento por un buen
número de años, tenía que estar increíblemente cerca de convertirme en el hombre
más fuerte del mundo.
Bueno, valía la pena intentarlo. Tomé una botella de cerveza para tratar de
romperla con un golpe de la mano.
“¡Haiiiya!”
Mientras vendaba mi ensangrentada mano derecha, volví a sentarme junto al kotatsu.
De cualquier forma que lo vieras, mi mente no estaba funcionando muy bien
últimamente ¿Podría ser por dormir dieciseis horas al día? ¿O era porque había estado
evitando el contacto con otras personas por más de medio año?
Durante todo el día, mi mente parecía permanecer envuelta en neblina. Mis
pasos tambaleaban, incluso para ir al baño. Pero todo esto no me importaba.
El problema inmediato a solucionar era cómo regenerarme de este problemático
estilo de vida.
¡Sí! ¡Tengo que escapar de esta horrible vida de hikikomori lo antes posible!
¡Volver a la sociedad humana! ¡Algo que amortigüe el hecho de desertar de la escuela!
¡Buscaré trabajo, conseguiré una novia y llevaré una vida normal!
A este ritmo, terminaré traumado. Si continúo así, ya no podré ser considerado
un ser humano ¡Tengo que hacerme el propósito ahora mismo!
Sin embargo, los propósitos—por ejemplo, “Hoy es el día en el que saldré al
exterior y encontraré un trabajo de medio tiempo”— se desvanecían como la bruma en
menos de diez minutos.
¿Por qué? ¿Por qué pasa esto?
Tal vez las raíces de mi espíritu se habían atrofiado tras pasar tanto tiempo
como hikikomori.
No puedo seguir así. Debo hacer algo.
En ese momento, decidí consumir un poco de la Droga Blanca que ordené por
internet para obligar a mi cansado espíritu a recuperarse.
Aunque es llamada Droga Blanca, no es un estimulante poderoso ni nada por el
estilo. Es un alucinógeno relativamente potente y completamente legal. Sin embargo, a
pesar de su legalidad, se dice que tiene casi la misma potencia que el LSD. Actúa
directamente en los receptores de serotonina del cerebro y causa alucinaciones
visuales increíblemente intensas.
Exactamente. Para escapar de mi triste situación, no tenía más opción que
confiar en el poder de los fármacos. Había sido empujado al extremo de tener que
estimular mi cansado cerebro con alucinógenos violentamente fuertes.
Como dijo el famoso Tatsuhiko Shibusawa4: “La iluminación recibida a través
del entrenamiento religioso y la iluminación recibida por el consumo de drogas, son al
fin y al cabo lo mismo”. O algo por el estilo.
Si en realidad sucede así, entonces seré iluminado con las drogas.
Obtendré la iluminación y escaparé de mi vida de hikikomori. Desgarraré mi
débil espíritu y lo reemplazaré con un valor fuerte y resistente. Colocaré un poco de la
4 Tatsuhiko Shibusawa (19281987) fue un académico, novelista y ensayista.
Droga Blanca arriba del kotatsu y, en un respiro, entrará a mi nariz...
¡Oh, qué maravilloso, qué placentero!
¡En mi pequeño y sucio departamento de una sola habitación, con el lavabo lleno
de platos sucios y el piso lleno de ropa por lavar, experimenté el viaje de mi vida!
Las paredes se sacuden y se retuercen mientras el aire condicionado respira a
fondo. El Señor Estéreo está hablando...
¡Oh! Todo está vivo. Todos somos un sólo mundo.
Señor Refrigerador, buenas tardes.
Señor Kotatsu, gracias por mantenerme tibio.
Señor Cama, usted es la cama más cómoda del mundo.
Señor Televisión, Señor Computadora, y todos los que he conocido hasta el día de
hoy, gracias a todos ustedes.
“¡Señor Satou, salga pronto de su estilo de vida hikikomori!”
Oh, amigos ¿en verdad están apoyándome? Gracias, gracias a todos. Nada me
hace más feliz. Ahora, estaré bien. Con el apoyo de todos, puedo escapar de mi vida
como hikikomori.
Por favor, observen. Miren, justo ahora, estoy por salir. Son las tres de la
mañana, pero eso no importa, estoy por escapar de este cuarto hacia el vasto mundo.
Pero está haciendo frío, debo vestirme apropiadamente. Aquí vamos. Me pongo
mi ropa, mi gorro y mi chaqueta. Ya está, estoy listo.
Muy bien, estoy por salir. Es hora de despedirme de todas mis cosas de
hikikomori. Hasta luego.
Adiós.
Por alguna razón, la puerta de mi departamento no se abría.
La ansiedad me consumía. Alguien trataba de interferir con mi escape.
“Así es, señor Satou, si abre la puerta y se va, dejará de ser un hikikomori para
siempre”, me informaron mis bocinas.
¿Entonces?
“Alguien está entrometiéndose”
En el instante en que mis bocinas profirieron esta frase, sentí un shock
indescriptible.
Interferencia...
Cuando lo mencionaron, recordé el primer día de mi vida como hikikomori.
Fue en un día de verano intensamente caluroso.
Iba caminando, subiendo la ladera que llevaba hacia mi escuela. El sudor
goteaba constante e incómodamente sobre mi cuello.
Había muy poca gente en el camino—tal vez un par de amas de casa que
regresaban a casa después de hacer las compras y unos cuantos jovenes dirigiéndose a
la misma escuela que yo. Pasé junto a muy pocos de ellos.
Sin embargo, ese día en particular mi viaje a la escuela se sentía decididamente
diferente a todos los que había realizado antes. Toda la gente junto a la que pasaba me
observaba fijamente. Y estaba absolutamente seguro de que a pesar del silencio del
ambiente—tan silencioso como para escapar a mi oído—cada uno de ellos dejaba
escapar algo parecido a una risita burlona. Estoy seguro de esto.
En serio.
De verdad.
¡Todos estaban mirándome y burlándose de mí! Las amas de casa y los
estudiantes, todos volteaban a verme y se burlaban.
Estaba azorado ¿Por qué? ¿Por qué están burlándose de mí?
“Mira a ese tipo. Hay algo raro con él ¿eh?”
“Ugh, qué horrible, ojalá nunca saliera de su casa”
“Je je je. Se ve como un idiota”
No podía ser... probablemente no era... podría no haber sido... sólo un complejo
de persecución de mi parte.
Escuchando con cuidado, estaba seguro de haberlos escuchado, de haber
escuchado sus voces burlándose de mí.
Desde entonces...
Desde entonces, tengo miedo de salir.
Las bocinas continuaron. “Así es, la gente que se burló de usted ese día eran
agentes entrenados para interferir. Esto definitivamente no es sólo un complejo de
persecusión de su parte, señor Satou. Usaron su inocente y lastimada alma contra
usted, causando que se convirtiera en un hikikomori”.
¡Ah! ¡Eso fue lo que sucedió! En ese instante, la profunda oscuridad que había
cubierto mi espíritu por tanto tiempo finalmente se desvaneció.
En resumen, hasta este día, alguien había estado manipulándome
psicológicamente ¡Pensándolo desde ese punto de vista, ahora todo tenía sentido!
¿Quién podría haber hecho semejante cosa? ¿Y por qué?
No tenía idea.
En ese instante, mi televisor susurró repentinamente, “La N.H.K. opera gracias
a la ayuda de suscriptores como usted”. Esas palabras, casi siempre apenas audibles,
empezó a agitarme por alguna razón. N.H.K.... sentí que, dentro de esas tres letras del
abecedario, se escondía un grave secreto.
Esto no era un simple delirio de grandeza o una cháchara sin sentido. Aunque
estuviera bajo la influencia de un potente alucinógeno, no significaba que había
perdido la habilidad de emitir un juicio coherente. De hecho, mi cerebro estaba
funcionando mucho mejor de lo que había funcionado los veintidós años anteriores.
Uno y uno son dos. Dos y dos son cuatro ¡Miren, mis procesos de razonamiento
lógico funcionan a la perfección!
Por eso necesito pensar ¡Necesito pensar!
N.H.K.. En esas tres letras se esconde un enorme secreto que me afecta
directamente.
Cualquier otra persona hubiera pensado que se trataba sólo de una corazonada,
pero no tenía dudas sobre lo acertada que era. Incluso podríamos decir que se trataba
de una revelación divina. No sería exagerado decir que se trataba de la iluminación
que había estado buscando.
Sin embargo, hm... Mi anterior familiaridad con la N.H.K. me llegó a la mente.
Al pensar, recordé que cuando era pequeño, me gustaba la N.H.K.. Cuando estaba en
primaria, ví Nadia: El Secreto del Agua Azul5, era una serie animada tan
interesante...
Eh, animación...
5 Una clásica serie animada del estudio Gainax basada en 20,000 Leguas bajo el Mar.
Cuando uno menciona la animación, automáticamente piensa en otakus6. Los
otakus suelen tener dificultades con el contacto humano y las relaciones
interpersonales. Las personas con esta clase de dificultades suelen convertirse en
hikikomoris
¿Verdad?
¡Ya lo tengo! En este momento, la conexión directa entre la N.H.K. y los
hikikomoris debería resultar obvia para todos. En síntesis, al programar series
animadas tan interesantes, la N.H.K. produjo fanáticos de la animación en cantidades
industriales. ¡Maldición! ¡Cómo puede hacer alguien una cosa tan horrible!
Pero ahora yo había descubierto sus planes. Estaba a sólo un paso de solucionar
este misterio. Descansando mi cabeza en el kotatsu, me dediqué a pensar.
Gracias a las drogas, mi campo visual estaba girando a mi alrededor. Todos los
muebles en mi cuarto me animaban al unísono.
¡Así es! Con la ayuda de mis amigos muebles, nadie podría detenerme. No me
preocupaba que los agentes de la operación me persiguieran por el resto de mi vida. Es
hora del contraataque. Voy a hacer que todos ustedes se arrepientan por burlarse de
mí.
Sólo un paso más...
Estoy a un paso de resolver todos estos misterios ¡Televisión, Kotatsu,
Computadora, por favor, bríndenme un poco de su energía!
Y justo entonces, tuve otra revelación divina: El nombre lo dice todo.
Básicamente, el nombre de la N.H.K. revelaría la verdadera naturaleza sobre
esta organización. N.H.K. significa “Nippon Housou Kyoukai”7, pero tenía la impresión
de que se trataba sólo de una pantalla. Tenía que existir un significado oculto, un
significado doble.
N.H.K., N.H.K., N.H.K.... Me pasé murmurando esas tres letras una y otra vez.
La N significa Nippon, entonces la H debe ser...
¡Por fin comprendí! ¡Era tan simple! Resolví el misterio. Descubrí la verdad
detrás de todo ¡La H significa Hikikomori! ¡En otras palabras, N.H.K. significa
“Nippon Hikikomori Kyoukai”8!
Mi batalla inició ese día.
Mientras mi mente se encontraba bajo la influencia de los alucinógenos, no me
dí cuenta de que la única razón por la que mi puerta no se abría era porque la había
cerrado con seguro. Pero ese era el menor de los problemas.
Sin importar qué suceda, tengo que luchar. Debo luchar valientemente hasta
conseguir la caída de la N.H.K.. Nunca seré vencido.
Aunque a veces, me dan deseos de morir...
6 Otaku es una palabra despectiva para referirse a un fanático de la animación o los videojuegos que no hace más que
quedarse en casa para seguir sus hobbies.
7 Asociación Japonesa de Difusión.
8 Evidentemente, Asociación de Hikikomori Japonesa.
Capítulo 2 Jihad
Algunos meses después de la noche en la que decidí luchar contra la N.H.K., miré por
la ventana de mi departamento hacia el parque del vecindario. Los cerezos estaban
floreciendo—era una escena hermosa y llena de alegría.
Sin embargo, no podía ver la victoria. No vi ninguna señar que indicara que
ganaría esta batalla.
Para empezar, no sabía dónde se escondía mi enemigo.
Tal vez debería volar el edificio general de la N.H.K....
No, si hiciera algo así, solamente sería atrapado por la policía, podrían incluso
matarme de un balazo. Rechacé ese plan.
El punto más importante era que sabía quién era mi enemigo. Tenía que creer
esto—o al menos fingir que lo creía. Así tenía que ser. Debía evitar todo tipo de
descuidos. Si continuaba así, mi situación nunca mejoraría.
Los últimos días, me había estado sintiendo deprimido por culpa de la
primavera. Sus signos invadían incluso mi pequeño departamento de una sola
habitación.
Un estudiante acababa de mudarse al departamento de al lado. Los estudiantes
caminaban hacia la escuela, con sonrisas adornando sus rostros. Cada vez que abría la
ventana, entraba una fresca brisa primaveral, pétalos de flor de cerezo, o las animadas
voces de la gente.
Maldición ¿Por qué tenía que ser así? Yo era el único que no era alcanzado por la
alegría de la temporada. No, peor que eso: el resto del mundo se estaba burlando de
mí, con aún mayor energía por la llegada de la primavera. Al menos, a mí me daba esa
impresión.
No había tenido contacto con otro ser humano por casi un año.
Sentía que si seguía a este paso, terminaría olvidando cómo hablar japonés.
Sentía que me alejaba cada vez más de mi regreso a la sociedad. Si no escapaba pronto
de mi vida de hikikomori, sería incapaz de reintegrarme al mundo para siempre.
El primer paso era conseguir la independencia. Sabía que tenía que encontrar
trabajo. Por eso, compré una revista con ofertas de empleo en la tienda. Sin embargo,
cuando terminé de leerla todo parecía imposible.
Es imposible, absolutamente imposible. Soy un desertor de una universidad de
tercera y no poseo ninguna habilidad. Ese soy yo. Si yo fuera el encargado de Recursos
Humanos de alguna empresa, definitivamente nunca contrataría a un hikikomori
como yo. En esta época—en la que encontrar trabajo ya es lo suficientemente difícil—
no hay manera de que una empresa contrate a un inútil como yo.
Tarde o temprano, en algún punto de su vida, cada ser humano, sin importar
quién sea, debe trabajar. Es un hecho.
No podía depender de mis padres para siempre. No podía seguir engañándolos
con mentiras como “¡Todo está bien! ¡Aunque dejé la escuela, no voy a tener problema
para encontrar trabajo! Justo ahora, estoy estudiando para obtener certificados de
administración de IT, procesamiento de textos, computación, el TOEFL y manejo del
ábaco, entre otras cosas ¡Por favor, mándenme un poco más de dinero!”.
Sí, mi límite se aproximaba, tal vez estaba a sólo unos cuantos meses. Debía
dejar mis hábitos parasitarios y dejar de ser un maldito hikikomori antes de que mis
padres dejaran de mantenerme.
Tenía que destruir a la N.H.K..
¿Podría conseguirlo? ¿Podría lograr algo tan arriesgado?
El mundo más allá de mi puerta estaba lleno de peligros. Automóviles
circulando a velocidades escalofriantes, aire lleno de contaminantes y polen tóxico,
asesinos en serie acechando en las calles ¿En verdad era seguro salir a un mundo tan
peligroso? ¿Estaría realmente a salvo?
Para ser honesto, me consumía la ansiedad.
En realidad, era imposible.
Un fracaso como yo nunca podría llevar una vida normal en sociedad. Una vida
social común y corriente sería imposible para alguien que, apenas ayer, se despertó por
primera vez en meses a la aceptable hora de las siete de la mañana, sólo para
permanecer en su cama, perdido en sus pensamientos hasta el mediodía. Sí, una vida
decente en una sociedad convencional es imposible para alguien que, después de eso,
decidió tomar una siesta rápida, solamente para quedarse dormido hasta las cinco de
la mañana del día siguiente.
Una vida normal sería imposible para alguien como yo, que intentó sin éxito
utilizar el análisis Freudiano para interpretar el sueño de anoche. En mi sueño, tenía
una impura relación heterosexual en un pequeño cuarto con una estudiante de un
grado superior de mi antigua preparatoria, y mi análisis sólo sugirió que indicaba un
deseo subconciente de tener una impura relación heterosexual en un pequeño cuarto
con una estudiante de un grado superior de mi antigua preparatoria. Mi resultado
final fue: “¿De qué modo es esto una interpretación del sueño? ¡Sólo estás repitiendo lo
mismo!”
Es imposible para mí, que fui a desayunar y, al abrir el refrigerador, me dí
cuenta que no había ni un sólo artículo dentro de él. Imposible para mí, que decidí
ignorar a mi estomago vacío y tomar un baño, sólo para descubrir que me había
quedado sin shampoo ni jabón.
E imposible para mí, la persona que le respondió al horóscopo leído en un
programa de televisión matutino—El día de hoy, virgo tendrá suerte en el ámbito
amoroso, una persona inesperada podría confesarte su amor—con el patético
comentario “¿Cómo alguien podría confesarme su amor si no dejo mi cuarto en todo el
día? ¿Eh? ¡Quiero ver que alguien lo intente!”
Una vida normal dentro de la sociedad era imposible para mí.
Argh.
¡Tal vez simplemente debería morir!
Tal vez debería morir. No. No moriré porque soy un soldado fuerte y capaz.
Estaba decidido a vivir hasta el día en que derrotara a la N.H.K., aunque eso
significara tener que llegar al extremo de arrastrarme por el suelo.
Podría ganar o podría perder, eso todavía era incierto. De cualquier manera, lo
que necesitaba era una buena cantidad de valor; por ende, debía utilizar
eficientemente cada onza de coraje dentro de mi cuerpo. Por el momento, sin embargo,
la prioridad era preparar el desayuno.
Después de levantarme lentamente de mi cama, abrí la alacena y saqué el vaso
de sopa instantánea que guardaba en caso de emergencia. Lo llené con agua de la
tetera que guardaba arriba del refrigerador. Y entonces esperé—Escuchando las
débiles notas de la canción de un ánime proveniente del cuarto 202, el departamento
de al lado, esperé pacientemente por tres minutos.
No es que sea relevante ni nada, pero parecía que a mi vecino de al lado, quien
llegó esta primavera, en verdad le gustaba el ánime. A mi no me interesaba, pero la
escuela ya debería de haber comenzado ¿Estaba bien que todavía no saliera de su
cuarto? Sentía deseos de decirle “¡Esta no es hora para escuchar el tema de entrada de
Ojamajo Doremi9, vas a llegar tarde a clases!” Por supuesto, no hice nada de esto. El
estilo de vida de mi vecino de al lado no era de mi incumbencia.
Mientras estos pensamientos cruzaban por mi mente, los tres minutos pasaron
en un santiamén.
Mi sopa estaba lista.
Justo entonces, sucedió.
En el momento preciso en que empezaba a comer mi sopa, sonó el timbre de mi
departamento, interrumpiendo todo el proceso con su “ding dong, ding dong”.
¿Quién podría ser?
Naturalmente, no me preocupé. El visitante inesperado que interrumpía mi
desayuno era probablemente un cobrador que venía a recoger el pago del servicio
eléctrico. En vista de que un corte de electricidad sería bastante problemático para mí,
obedientemente dejé mi sopa a un lado y me dirigí hacia la puerta, todavía con el
pijama puesto.
Abrí la puerta y dije rápidamente “¡La electricidad! La electricidad ¿verdad?
Puedo pagarle ahora mismo, le pagaré ensegui...”
Mis palabras se desviaron. Alertado por la sonrisa en la cara de la visitante y la
sutil aura que emanaba, me dí cuenta de que no había forma que esta mujer de
mediana edad trabajara como cobradora para la compañía eléctrica.
“Por favor, discúlpenos por interrumpir su apretada agenda”, dijo mi visitante.
El rostro de la mujer era iluminado por el sol matutino. “Estamos repartiendo estos
volantes sin costo alguno”, dijo, entregándome dos pequeños panfletos.
En la portada estaba escrita la palabra “¡Despertad!”
Una refrescante brisa sopló a través de la puerta. Afuera, la cálida mañana de
abril se sentía calmada y alegre.
La puerta del departamento 201 estaba abierta, la barrera que me separaba del
exterior—en este caso, la misionera religiosa—había sido derribada.
Entonces la ví, diagonalmente a la derecha, detrás de la mujer con la sonrisa
evangelizadora sin fondo, estaba otra mujer.
¿Planeaban usar a dos personas para reclutarme? ¿Trataban de desequilibrar el
balance de poderes, dos contra uno? ¡Qué cobardes!
Me dí cuenta de otra cosa, apenas noté lo joven que era la segunda reclutadora
religiosa.
Por alguna razón, incluso en esta serena mañana de abril con el sol brillando
tan apaciblemente, ella se cubría con una sombrilla de color blanco. Aunque no podía
ver su rostro, pues estaba cubierto con la sombrilla, pude darme cuenta de lo joven que
9 También conocido como Magical DoReMi, es un show infantil sobre chicas con poderes mágicos.
era, sobre todo al compararla con la mujer de mediana edad. De hecho, era obvio que
era incluso más joven que yo.
Sosteniendo su sombrilla, vestida con un sencillo vestido de manga larga, daba
un aire de pureza. Como si fuera realmente la guardaespaldas de la mujer mayor, ella
se mantenía firme, tranquila y silenciosa.
Sin que me diera cuenta, mis ojos se llenaron de lágrimas. Esta jovencita, no
mayor de diecisiete o dieciocho años según mis cálculos, estaba siendo utilizada por
alguna secta estúpida. No pude sino sentir compasión por ella al pensarlo. Quiero
decir, vamos ¿¡Qué significa esto!?
Estaba seguro de que estaba en esa edad en la que las jóvenes prefieren salir a
divertirse. La edad en la que ella preferiría ponerse ropa linda, pasear por Shibuya10 e
intentar tener impuras relaciones heterosexuales. Pero las religiones tienen
mandamientos estrictos, como “No cometerás adulterio”. Tiene que estar sufriendo.
Debe ser doloroso, tan doloroso.
La imaginé sin saber cómo lidiar con su febril cuerpo cada noche. “Dios está
observando, así que no debo hacer esto. Pero... pero yo... yo no puedo contener mis
emociones ¿Por qué cometo este pecado? Incluso cuando Dios me observa...
¡Perdóname, Dios mío!”
Esta clase de momentos en los que los mandamientos y la frustración sexual se
unían, debían torturarla constantemente. Mi razonamiento debía ser correcto, pues la
novela erótica ambientada en un convento que leí hace poco mencionaba problemas
semejantes.
Entonces tuve una idea repentina. Si todo esto era correcto, entonces la
existencia de la religión no sea algo tan malo después de todo. De hecho, tal vez no sea
exagerado decir que es realmente maravillosa.
Por ejemplo, apareció en mi mente la imagen de una jovencita siendo nalgueada
por una estricta monja mayor. Esta imagen fue seguida por sórdidas escenas de los
juicios por brujería que seguirían, y finalmente, una violenta sesión de tortura
ocurriría en un oscuro sótano de piedra. El inquisidor diría “Descubriré si en realidad
eres una bruja” ¡Y entonces prepararía el potro! “¿¡Con un látigo!?” ¡Smack! ¡smack!
¡smack! “¡Aaaah! ¡Se lo ruego! ¡Por favor, perdóneme!” ¡Sin embargo, nadie escucha sus
ruegos, y la escala de este aparentemente infinito banquete de iniquidades aumenta y
aumenta sin límite!
¡Hermoso!
¡Fantástico!
¡Una ovación de p—!
Repentinamente, me dí cuenta que la mujer parada frente a mí me veía
fijamente. Preguntó con ansiedad “¿Se encuentra bien?”
Mis desbocadas fantasías sobre la chica religiosa habían secuestrado mi
atención y mis emociones. Por un momento, incluso los paseantes casuales podrían
haberse dado cuenta de lo ausente que me encontraba.
¿Qué demonios?
Intenté desesperadamente mostrar una fachada resuelta.
“Ejem, ejem”, aclaré mi garganta.
Entonces, como un joven muy, muy normal, y sin que mis ojos se desviaran a la
10 Distrito comercial de Tokio, popular entre los jovenes.
dirección equivocada, le dí a la mujer la mirada más inteligente que pude.
Claro, estaba a punto de desmayarme. Lo admito.
Sin embargo, una vez que recuperé el control de mis emociones, ya no quedaba
ninguna abertura en mi armadura que pudieran atacar. Después de todo, no tenía
razón para estar tan perturbado. Sólo tenía que responder “Sí, estoy bien” mientras le
regresaba los dos panfletos, y todo esto terminaría.
Pero como había pasado tanto tiempo como hikikomori, mis habilidades para
comunicarme se deterioraron al nivel más bajo posible. Esa era la razón de mi
ansiedad.
Cálmate ¡Cálmate! Dilo. Sólo menciona esa sencilla frase, “Sí, estoy bien”. Bien,
la diré en sólo un segundo. Sí, esta vez de verdad la diré.
Lo más probable es que, como había pasado tanto tiempo desde la última vez
que hablé con alguien, mi voz sonaría algo hueca. Las palabras que salieran de mi
boca, al menos, sonarían huecas. Era posible que incluso tartamudeara
accidentalmente ¿Pero eso qué importaría, de cualquier manera?
Después de todo, no era probable que volviera a ver a esta mujer o a la chica de
nuevo. No debería importarme lo que pudieran llegar a pensar sobre mí ¿Qué me
importa si creen que soy raro o perturbador? Por eso debo decirlo ¡Necesito terminar
esta conversación de una buena vez!
Sólo dí “Sí, estoy bien”.
Diré “¡Sí, estoy bien!”
“Sí, est—”
En ese momento, mi línea de visión pasó casualmente sobre la palabra
“¡Despertad!” que decoraba la portada del panfleto que sostenía en mi mano derecha.
En la misma portada, en letras góticas de color negro, estaba impresa la frase
'La amenaza hikikomori se cierne sobre nuestra juventud ¿Está usted a salvo?'.
La mujer, dándose cuenta de mi mirada, le dio un brillo aún mayor a su piadosa
sonrisa. “Este es el artículo especial del mes. Investigamos el fenómeno de los
hikikomori desde el punto de vista bíblico ¿está interesado?”
Sería imposible expresar completamente el miedo que se apoderó de mi ser.
¿Se daban cuenta de lo que era? ¿Sería posible que esta mujer supiera de
antemano que yo era un hikikomori? ¿Es por esto que vino hasta aquí para entregarme
este panfleto? La idea me aterrorizaba.
La idea de haber sido identificado como un hikikomori sin valor por gente que ni
siquiera me conocía me llenaba de miedo, escalofríos, temblores—culminando en una
confusión terriblemente difícil de ignorar. Pese a todo, tenía que calmarme.
Tengo que engañarlas —engañarlas rápida y elegantemente.
“¿Hikikomori? ¡Ja ja ja! ¿¡Cómo podría ser un hikikomori alguien como yo!?”
¿Acaso soy un idiota? Decir algo así sólo me hacía ver más sospechoso. Tenía que
engañarlas de forma más convincente—y rápido. Necesitaba engañarlas ahora, o
inventar alguna excusa... cualquier cosa. Vamos, me rogaba a mi mismo.
“Escuchen, nno hay forma de que yo sea uno ¿verdad? ¡verdad! Quiero decir, no
hay forma de que alguien como yo haya pasado casi un año sin hablar con alguien; o
que tenga una vida de hikikomori tan extrema que haya tenido que dejar la escuela sin
trabajo, sin expectativas de vida ni nada por el estilo; o que esté viviendo en un estado
de completa desesperanza. Nada de eso ¿Verdad? ¿¡Verdad!?”
La mujer mayor retrocedió. Naturalmente, mis pensamientos me orillaron a
continuar divagando, sin ningún límite a la vista. Alguien, cualquier persona,
deténgame por favor.
“¡Así es! Usted es estúpida, señora, estúpida de verdad ¡Y qué grosera! ¿Qué
quiere decir con 'La amenaza hikikomori se cierne sobre nuestra juventud'? Además, si
las oraciones y las plegarias pudieran curar lo hikikomori, nadie tendría que sufrir por
eso ¿Verdad? ¿Y qué saben ustedes? ¡Ni siquiera yo lo entiendo ¿Por qué habrían de
entenderlo ustedes?!”
Eso fue todo. Había terminado. La misionera estaba aterrorizada. Parecía que
en cualquier momento saldría huyendo para llamar a la policía. “¡Hay un demente en
el departamento de allá! ¡Es peligroso!”
Ah, definitivamente soy peligroso, bastante peligroso ¡Incluso me sorprendo a mí
mismo! De hecho, estoy impactado por mi propia idiotez, que causó que exagerara
horriblemente frente a una vieja repartidora de panfletos común y corriente. Ya no
puedo más.
Es hora de morir. Alguien como yo, que ha hecho el ridículo tan horriblemente
frente a una persona religiosa debería morir lo antes posible.
“Está bien, señora. Por favor, regrese por donde vino, tome a la chica y váyase”.
No tiene caso. Se acabó, se acabó ¡Todo se acabó! Sí, mañana compraré una
espada y cometeré harakiri. En vez de exponerme a más deshonras, expondré mis
entrañas y moriré como un guerrero. Así es, eso haré... me pregunto dónde venden
espadas.
“Disculpe señora ¿No sabe dónde? ¿No? No, por supuesto que no, está bien. Eso
no es algo que usted debería saber. Está bien, sólo váyase. Sí, está bien, lo siento, lo
siento mucho. Soy un hikikomori, un hikikomori de alto nivel. Creo que es difícil que
encuentre a un hikikomori tan asqueroso como yo. Estoy desempleado, soy una basura.
Pero no piensen mal, no necesito que ustedes me ayuden. Estoy bien, sólo váyanse
¿Ven? Miren, les regresaré esto, tomen sus panfletos. Así que, por favor, sólo váyanse
tan rápido como puedan ¡Váyanse!”
“Eeestá bien, por favor, perdóneme por molestarlo”.
Apartando rápidamente sus ojos, la mujer se volteó abruptamente y le dijo a la
chica detrás de ella, “Nos vamos, Misaki. Regresemos al salón de asambleas ¿de
acuerdo?”
Sí, váyanse, váyanse. Váyanse ya. Tu también, Misaki ¡Desaparezcan!
¿Hm? ¿Qué, Misaki? ¿Qué significa esa expresión? Aunque la mujer ya se ha ido
¿Por qué subiste tu sombrilla para verme a la cara? ¿Qué, qué me ves, tienes algún
problema? ¿Qué significa esa mirada? ¿De qué te ríes? ¿Te estás riendo de mí? ¿¡Te
estás burlando de mí...!?
Sin duda, parecía que estaba siendo el blanco de la burla de una chiquilla religiosa que
nunca había visto en mi vida.
Por un momento, levantó su sombrilla y me vio directamente a la cara. Estaba
sonriendo brillantemente. Era una sonrisa adorable y burlona. Y yo tenía ganas de
morir.
Estaba siendo el objetivo de las burlas de una persona tan ridícula como una
chiquilla de una secta; Porque había hecho un ridículo horrible; y más que nada,
porque su sonrisa era innecesariamente linda, por esas razones...
No puedo seguir, en serio voy a morir.
Adiós.
Adiós, mujer religiosa de mediana edad.
Adiós, Misaki, sosteniendo tu sombrilla.
Adiós. Adiós a todo el mundo.
Estoy por partir a un viaje. Cerraré la puerta de mi departamento, pondré el
seguro, correré las cortinas y partiré.
Sentado en mi cama, traté de dejar de respirar. Cubrí mi boca con ambas manos
para detener mi respiración. Eso duele. Duele. Pero pronto moriré. Aguanté el aliento
por treinta segundos. Tarde o temprano tenía que morir.
Sin embargo, mi muerte no llegaría en ese momento, y eso era porque la
respiración se estaba filtrando por mi nariz.
Nada en el mundo funciona de la manera que queremos. Alguien, por favor haga
algo.
Capítulo 3 La Reunión
A pesar de todo, regresé a la vida, aunque con una depresión más profunda que la
Fosa de las Marianas, debido a la confrontación de ayer.
Por primera vez en meses, salí al exterior a plena luz del día y me dirigí a la
ciudad. Era un acto que requería tanta valentía y heroísmo, que en verdad merecía
que el mundo entero me brindara una ronda de aplausos. Quería felicitarme.
Pero todo fue en vano.
Sólo me quedaba la desesperanza ¡Esto no puede seguir así!
Regresando a mi departamento, me encerré en mi cuarto y empecé a beber para
borrar mis pensamientos. Sentado junto al kotatsu, traté de gritar “¡Sake, traigan más
sake!” Esto, sin embargo, no era más que una frase vacía pronunciada para mí mismo.
En mi pequeño cuarto, sólo escuchaba mi propio eco.
Habían montones de latas vacías sobre el kotatsu. Trataba de usar el alcohol
para bloquear las canciones de ánime que retumbaban en el cuarto contíguo,
irritándome cada vez más.
Mi cabeza giraba terriblemente, empecé a sentirme mareado.
Sólo un poco más. Olvidaré todo con un poco más...
Esa mañana, sintiéndome un poco más animado después de la depresión del día
anterior, decidí dar el primer paso para escapar de mi vida de hikikomori.
Fue entonces cuando se me ocurrió: Hoy encontraré un trabajo de medio tiempo.
¿Por qué no? Si no podía empezar una carrera desde cero, al menos podría
iniciar con un trabajo de medio tiempo. Si lo hacía, mi título cambiaría de
“Hikikomori” a “Freeter”11. Ambos terminos implicaban que era un inútil, pero Freeter
sonaba más saludable que hikikomori. Por eso, decidí buscar un empleo de medio
tiempo en ese mismo instante.
Me dirigí a la tienda y compré una revista con ofertas de trabajo. Regresé a casa
rápidamente e inicié mi busqueda.
¿Cuál será bueno? ¿Qué empleo me vendrá mejor?
Descarté la idea del trabajo manual. Después de todo, no quería nada cansado.
También me repelía trabajar en una tienda de conveniencia. No había manera que
alguien como yo calificara para cualquier empleo que involucrara atención a clientes.
Entonces... ¡Oh!
“Cafetería, 700 yens por hora”.
No había duda: ¡Este era el empleo para mí! Después de todo, no debería de
haber muchos clientes en una cafetería en los suburbios—y cuando me aburriera,
podría leer cómics en la caja. Parecía un trabajo bastante simple. Era perfecto.
Con esto en mente, escribí un currículum rápidamente y salí triunfantemente
de mi departamento.
La cafetería en cuestión estaba frente a la estación del subterráneo, detrás de
un McDonald's. En mi camino hacia allá, atravesé una zona residencial bajo el fresco
aire de abril. Y mientras caminaba por la ciudad, una vez más fui atacado por “ellos”.
11 Expresión que define a jóvenes que no poseen un empleo de tiempo completo o están trabajando en puestos que no
requieren estudios completos.
Los agentes de la N.H.K. se burlaban cruelmente de mí mientras pasaba por la orilla
de la acera con los hombros caídos.
Parecía que habían intensificado sus medidas de interferencia.
“Míralo, es asqueroso”.
“Es un hikikomori desempleado. Lo peor que puede existir”.
“Regresa a tu departamento, esta ciudad no es lugar para gente de tu calaña”.
Todas las amas de casa, chicas de preparatoria y ancianas junto a las que
pasaba murmuraban esta clase de cosas. Podía sentir mi cuerpo palideciendo.
Oh, quiero volver a casa...
Quería regresar a mi cómodo y oscuro departamento de una sola habitación,
hundirme en mi tibia cama, cerrar los ojos y no tener que pensar en nada más. Pero no
debía. No era conveniente. Después de todo, sí lo hacía ellos ganarían esta batalla.
Debo resistir. Debo dar lo mejor de mí en esta lucha.
Para ser sincero, sospechaba que sucedería algo así. Estaba consciente de que no
me dejarían en paz una vez que iniciara mi regreso a la sociedad. Precisamente por
esto no debía rendirme. Resistiendo la ansiedad que crecía en mí con cada paso que
daba, me aproximaba lentamente a mi destino.
Finalmente, llegué a la cafetería detrás de la estación que se convertiría en mi
lugar de trabajo a partir de ese día. Me propuse venir a trabajar todos los días,
empezando mañana.
Mi escape de la vida hikikomori era inminente.
Aunque me preocupó el hecho de haberme puesto así de nervioso con sólo
caminar por la ciudad durante el día, tal vez sólo era cuestión de acostumbrarme. Si
pudiera convertirme en un freeter, mi carretada de neurosis desaparecería en minutos.
Sí, había llegado la hora.
Debía ser valiente y dar el primer paso. Abrí la puerta con fuerza y entré al
local. Me visualicé entregándole mi currículum a la chica sentada frente a la caja
registradora, diciendo con energía “Escuché que están contratando empleados de
medio tiempo”.
Empecé a hablar, pero mi oración se quedó suspendida en el aire.
Detrás del mostrador, donde ceniceros, teteras y cafeteras estaban acomodadas
ordenadamente, se encontraba una sola empleada. Su perfil y la mirada en sus ojos
mientras leía una historieta para chicas me trajeron a la mente la impresión de que ya
la había visto antes.
En realidad, la conocí el día anterior.
Parado frente a la caja, con las palabras “medio tiempo” muriendo en mis labios,
sentí que el cuerpo se me paralizaba. Al sentir mi presencia, la chica levantó la
mirada.
Nuestros ojos se encontraron.
Era Misaki, la joven reclutadora religiosa.
A diferencia del día anterior, ella llevaba pantalones como cualquier joven de su
edad. No emitía nungún aura religiosa discernible.
En el instante que reconocí su identidad, mi corazón empezó a latir diez veces
más rápido de lo normal. Un torbellino de pensamientos azotaba mi cerebro.
¿Por qué una persona religiosa trabajaría en una cafetería? ¿No estaría violando
un precepto religioso o algo así al hacerlo? No, no, eso a mí qué me importa—¿Acaso
recuerda quién soy? Si así era, mis planes se arruinarían en ese instante. Nadie en mi
lugar de trabajo debería conocer mi secreto. Jamás podría trabajar con alguien que
supiera mi condición ¿Qué hago si me recuerda? ¡Ya sé, correr! Y en vista que esta es la
conclusión más razonable y lógica, pues...
Sin embargo, cuando estaba por emprender la retirada, la chica religiosa me
llamó. Cambiando su expresión al instante, me vio con la misma sonrisa burlona del
día anterior. En voz baja, preguntó “¿Quieres trabajar aquí?”
Claramente pude ver la diferencia entre cómo me formulaba esa pregunta y la
manera en que probablemente trataba a los clientes normales. Evidentemente, esta
chica recordaba que yo era el hikikomori loco de ayer. Podía sentir un sudor frío en el
cuello. Quería huir. Quería salir de ese lugar tan rápido como fuera posible.
Aún así, debía responder a su pregunta y retractarme de las palabras que
mencioné antes. Tenía que decir algo de forma casual y natural.
“Mememmmmm...
“Motos ¿Te gustan las motocicletas?”
¿Qué demonios estoy diciendo?
“Tú sabes, las motocicletas ¡Puedes volar como el viento!” Algunos de los clientes
en la parte de atrás del local voltearon a verme “¡En verdad amo el pulso del motor!
¿Qué dices, quieres venir a andar conmigo en moto un día de estos?”
¡Esto es todo!
“Bueno, este... ¡En realidad nunca me he subido a una! Ja ja ja ja ja... Bueno,
hasta luego”.
No pude dejar el local a la velocidad suficiente.
De camino a casa, me detuve en la tienda y compré varias latas de cerveza.
Déjenme morir. Moriré aquí y ahora.
Pero no moriré. El clima está muy agradable. En vez de morir, beberé alcohol
hasta embrutecer. Sólo quiero olvidar.
Alcohol...
Gritaba “¡Sake, traigan más sake!” Eso, sin embargo, no era más que una frase vacía
pronunciada a mí mismo. Tenía ganas de llorar.
Todo era su culpa. Por ella, mi grandioso plan para escapar de la vida de
hikikomori terminó siendo un fracaso miserable. En ese momento, desee tener el poder
de sembrar maldiciones mortales. Esa perra... ¡Maldita perra! ¡Mmmaldición! Los
imaginaba burlándose. Seguro que me convertí en el hazmerreir.
“Jefe, hoy vino un loco hikikomori al local”.
“¿En serio, Misaki?”
“Parecía que quería trabajar aquí, pero por Dios, es un hikikomori ¡Debería
saber su lugar!”
“Así es, no hay manera que un hikikomori asqueroso pueda integrarse a la
sociedad”.
Me usaban como chiste en sus sardónicos comentarios. ¿Cómo puede ser? Es
difícil de perdonar. No, es imperdonable. Tengo que vengarme... ¡Debo vengarme ahora!
¡Juro que te castigaré...!
De cualquier manera, no se me ocurría ninguna manera efectiva de vengarme.
Decidí dejar eso por un lado y pensar en algo diferente, algo que me hiciera sentir
mejor. Quería olvidar las cosas malas.
Hablando de eso, aún estaba la N.H.K..
Sí, si estaba sufriendo, sólo debía pensar que había descubierto la conspiración
orquestada por la N.H.K.. Si lo hacía, tal vez lograría sentirme un poco mejor.
N.H.K., N.H.K....
“¡Ya veo! ¡Ahora comprendo!” grité, “¡Esa chiquilla es una agente especial de la
N.H.K.!” declaré ruidosamente.
A pesar de lo que había pensado anteriormente, no me sentí para nada mejor.
“Maldita sea”, lloré antes de terminarme la cerveza en mi mano.
Me dolía la cabeza, y este dolor era exacerbado por las insoportables
cancioncitas del departamento del vecino.
Antes de que me diera cuenta, estaba violentamente ebrio. Mi ánimo se
encontraba del lado negativo del espectro. Una vez más, no podía ver ninguna clase de
esperanza en el futuro. Sentía que a este ritmo, sólo estaba desplomándome hacia la
muerte—aislado, solo, y con una apariencia de lo peor.
“Así es, este es el final ¡Este es el final!” grité.
Aún así, las canciones de ánime seguían retumbando en el cuarto de al lado. En
sus letras, palabras como “amor”, “sueños”, “romance” y “esperanza” eran elementos
recurrentes. Para alguien como yo, que había perdido todo optimismo, todo esto sonaba
como sarcasmo en mi contra. Las letras azucaradas me llenaban de furia y tristeza.
Además, era la primera vez que el vecino escuchaba sus canciones a un volumen
tan alto. Usualmente sólo las escuchaba durante el día, pero estabamos a la mitad de
la noche.
Entonces se me ocurrió: ¿No sería esta una nueva técnica de hostigamiento? ¡Me
están hostigando a mí, un individuo tan lastimero que no pudo ni convertirse en
freeter!
Sí así era, no lo permitiría. Golpee el muro. No hubo señal que indicara que las
canciones fueran a detenerse. Patee el muro. Ninguna reacción.
¿Cómo se atreven a burlarse de mí? Todos ellos—todos y cada uno—están
burlándose de mí. Malditos, haré que se arrepientan.
Había bebido hasta nublar mis sentidos.
¡Voy a ir hacía allá, les enseñaré! Ustedes tienen la culpa...
Levantándome del kotatsu, sin duda viéndome como si estuviera a punto de caer
de culo, me dirigí hacia la puerta.
Fui hasta el cuarto 202 y presioné el timbre. “Ding dong, ding dong, ding
dong...”
No hubo respuesta.
Traté de golpear la puerta.
Nada. Los únicos sonidos seguían siendo las canciones.
Lleno de ira, la sangre me subió a la cabeza.
Giré la perilla, la puerta no estaba cerrada. Ya no me importaba qué podría
suceder.
“¡Escucha!” grité, ahogado de furia mientras abría la puerta de golpe “¡Bájale al
volumen!”
En ese instante, lo ví. Un hombre sentado en un escritorio al fondo del cuarto,
frente a las bocinas de la computadora. Dándose cuenta de la sorpresiva llegada de un
visitante, lentamente dio vuelta sobre su silla giratoria para poder verme sobre su
hombro.
Él estaba... llorando.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Encima de todo esto, e incluso más increíble, yo sabía exactamente quién era.
No podía creerlo.
Limpiándose las lágrimas, me observó con incertidumbre. Moviéndso hacia
adelante, miró mi cara fijamente. Finalmente, después de un silencio momentáneo,
preguntó con voz quebradiza “¿SaSatou?”
No cabía duda. Era Yamazaki.
Después de cuatro años, esta era una reunión increíblemente inesperada.
Cuando estaba en preparatoria, entré al club de literatura.
Aún así, eso no quería decir que me gustaran las novelas ni nada de eso. En
realidad, durante la feria de reclutamiento que realizaban los clubs, una estudiante de
un grado superior me dijo “Hey tú, únete al Club de Literatura”.
Asentí sin pensarlo dos veces. En realidad, no habría podido hacer nada más. A
pesar de ser parte de un grupo tan ñoño como el club de literatura, esta chica era tan
linda como una estrella pop.
Así que me uní al club por una razón estúpida. Al final, sólo me la pasaba
jugando solitario en cada reunión. Y en cualquier rato libre, jugaba cartas en el salón
con mi compañera ¿Por qué demonios hacíamos eso? Obviamente, pudimos haber
invertido el tiempo en cosas más importantes.
Bueno, eso ya no importa. El pasado, pasado está.
En fin, todo sucedió un día como todos, después de clases. Mi compañera y yo
caminábamos por el pasillo que conducía hacia el patio central de la escuela. De
repente, ellá señaló una de las esquinas del patio. “¡Hey, mira!”
“Son un montón de bravucones”.
Varios estudiantes rodeaban a un chico con uniforme de secundaria. Lo
golpeaban repetidamente en el estómago.
Una débil sonrisa apareció en el rostro del chico golpeado. Los golpeadores
también sonreían de oreja a oreja. Era una de esas escenas comunes en cualquier
escuela.
“Eso es terrible”, la chica rompió el silencio. Siendo una persona bastante
empática, su rostro se vió como si en verdad se preocupara por él. Justo entonces, una
increíble idea cruzó por mi mente: Le mostraría lo genial que podía ser.
“Debería ir a ayudarlo”
“¿En verdad lo harías?”
Asentí. Según mis cálculos, los chiquillos de secundaria no deberían de dar
mucho problema. Por supuesto, nunca he sido bueno para calcular.
Todo estaba bien cuando grité la frase “¡Déjenlo en paz, aprovechados!” mientras
avanzaba hacia la trifulca. No sólo me zarandearon a su voluntad, sino que también se
salieron con la suya. La chica me vio con desprecio y la víctima siguió siéndolo durante
todo el año escolar, así que mis acciones no sirvieron para nada.
A pesar de todo, Yamazaki, el chico que intenté defender, parecía respetarme—
aunque no sé qué clase de impresión equivocada tendría sobre mí. Incluso se unió al
club de literatura cuando entró a la preparatoria.
Para entonces, yo ya era un estudiante de tercer año. Como mi compañera ya se
había graduado, yo no tenía deseos de hacer nada. Por eso, nombré a Yamazaki como
presidente del club para poder enfocarme en mis exámenes de admisión.
Después, simplemente me gradué.
Excepto por haberle hablado dos o tres veces en la ceremonia de graduación, no
había escuchado de Yamazaki desde entonces—al menos, hasta este momento.
Todo sucedió algunos años antes. Todos eramos unos soñadores. Era el efecto que
produce la tranquila vida dentro de un sucio y viejo edificio escolar. Chicas hermosas,
y chicos sonriendo pese al mal humor. Yo, y todos los demás, nos la pasábamos
soñando. En medio de esa época surrealista, todos soñábamos con un futuro
maravilloso.
Esos eran los días en los que me la pasaba en el salón del club con mi
compañera, viendo el tiempo pasar lentamente. Fumábamos cigarrillos nerviosamente
detrás de un viejo cobertizo que daba la impresión que quedaría aplastado por
completo en el próximo terremoto. No teníamos trabajos de medio tiempo, nuestro club
no nos motivaba, teníamos malas calificaciones. A pesar de ser un estudiante de
preparatoria sin ninguna dirección, todo el tiempo estaba sonriendo.
Un día, algo sucedió. En el salón del club, con su piso lleno de bolas de papel, mi
hermosa compañera y yo divagábamos. “Satou ¿qué harás en el futuro?”, me preguntó.
“Primero, asistiré a la universidad... en realidad no sé qué voy a hacer, pero
debería encontrar algo que me guste ya estando ahí”.
“Hm...”
Volteó la vista. Entonces murmuró, “¿Recuerdas cuando trataste de salvar a ese
chico? Fue algo bastante estúpido, pero te veías bien. Estarás bien, Satou.
Definitivamente te va a ir bien”.
El tiempo pasó. Ella se graduó. Después, en el mismo lugar, nos encontrábamos
Yamazaki y yo. Voltee a ver mi libro de matemáticas. Yamazaki dijo “Satou, este año
vas a graduarte...”
“Así es, así que a partir de hoy eres el presidente del club. Trabaja duro”.
“Va a ser algo triste, todos están creciendo”.
“No digas esa clase de cosas como si fueras un anciano ¿quieres un cigarro?” Le
ofrecí un cigarrillo a Yamazaki.
Lo encendió con mucho cuidado. Al darle la primera fumada, sufrió un
magnífico ataque de tos. Con los ojos llorosos, dijo “Espero que todo salga bien”.
“¿Que salga bien qué?”
“No sé, todo. Espero poder continuar con esta clase de vida feliz. Trabajaré duro,
tú también deberías hacerlo. Saldré con el espíritu en alto, y de alguna manera todo
saldrá bien”.
Yamazaki estaba lleno tanto de esperanza como de ansiedad. En ese viejo salón,
iluminado con la débil luz del poniente, nos reímos como si estuviéramos soñando.
Entonces, fui a la universidad—y deserté. Asustado por mi vida sin futuro,
intimidado por mis tontas ansiedades, incapaz de ver hacia adelante y apuntando a
ninguna parte, continué viviendo mi ridícula e idiota existencia. Por todos los flancos
me atacaban preocupaciones invisibles.
Por eso, me aislé de la sociedad. Dormía hasta que me cansaba de dormir. Pasó
la primavera, terminó el verano, llegó el otoño y entonces entró el invierno. Y luego, se
convirtió en otra gentil primavera.
Mi avance hacía el futuro se había detenido en seco, y me encontraba al borde de
la locura. La brisa nocturna era agradable.
Y entonces, un día, nos volvimos a encontrar. Yamazaki y yo nos vimos de nuevo.
Había sido un chido debilucho y abusado, pero Yamazaki seguía siendo una buena
persona. Todo este tiempo, habíamos estado respirando el mismo aire citadino.
Aunque ninguno de los dos podía ver nada concreto en el futuro, seguíamos
viendo hacia adelante.
Aún hoy, podía recordarlo con claridad—Nosotros en el salón que extrañaba
tanto, el atardecer iluminando a través de las persianas durante nuestras inocentes
conversaciones.
“¿Qué va a pasar con nosotros?”
“Lo que será, será”.
“Supongo...”
Esa placentera época después de clases.
Éramos jóvenes y estúpidos. No valíamos nada, ni siquiera podíamos visualizar
nuestra vida cuatro años en el futuro.
Habiéndome encontrado con Yamazaki por primera vez en años, pregunté “¿A
dónde estás yendo a clases?”
Yamazaki infló su pecho ante mi pregunta y respondió “El Instituto de
Animación Yoyogi”.
La vida es tan extraña...
“¿Y ahora qué haces?”, me preguntó.
“Deserté”.
Yamazaki volteó a otro lado. Un silencio incómodo envolvió el cuarto.
Finalmente dije, en una voz falsamente alegre “Por ciero ¿Por qué estabas
llorando?”
“No he estado asistiendo a clases. En realidad no me llevo bien con mis
compañeros, no tengo amigos, es la primera vez que vivo solo. Estaba desesperado, por
eso escuchaba mis CD al mayor volumen posible...”
“¿Haz estado aquí encerrado todos estos días?”
“AAsí es...”
Me levanté rápidamente. “Espera sólo un segundo”, dije, y regresé a mi cuarto.
Volví al cuarto de Yamazaki, cargando latas de cerveza en ambas manos
“¡Bebamos!”
“¿Qué?”
“Está bien, sólo bebamos”. Le pasé una cerveza a Yamazaki. “Está bien, el día
que puedas dejar de ser un hikikomori definitivamente llegará”.
Para ser sincero, sólo estaba proyectando mis propios deseos. “Está bien,
Yamazaki. En lo que respecta a ser un hikikomori yo soy un profesional ¡Mientras esté
contigo, tu situación no puede empeorar!”
Con eso, empezamos a beber. Volvimos a poner las canciones de ánime y bebimos
hasta que se evaporó nuestra consciencia. Nuestra fiesta continuó hasta bastante
tarde. Cuando terminó el CD, empezamos a cantar nuestras propias composiciones.
Cantábamos maravillosamente. O tal vez lo soñamos, estábamos increíblemente
ebrios.
Incluso si era un sueño, todo estaba bien.
Como usé los cómics pornográficos como almohada cuando me quedé dormido en el
piso, desperté con un dolor de cabeza terrible. Yamazaki seguía dormido, descansando
la cabeza en el escritorio.
Lo sacudí suavemente del hombro “¿Y la escuela?”
“Eh, hoy no voy a ir...”
Diciendo esto, Yamazaki cerró los ojos otra vez.
Regresando a mi cuarto, me acosté en mi cama. Me tomé una aspirina y volví a
dormir.
Capítulo 4 El Camino a la Creación
La salida estaba bloqueada. No había ninguna esperanza. No había nada que pudiera
hacer. Y debido a una fantasía estúpida en la que veía a la N.H.K. como una malvada
organización que controla al mundo tras bambalinas, perdí incluso la capacidad de
distraerme.
La primavera me llenaba de ansiedad—me daban ganas de imitar a Vincent
Gallo en Buffalo 66. Entrando al baño, me ví en el espejo y dije, “No puedo seguir
viviendo”.
Tengo que morir.
El día de hoy era diferente a otros días. Algo sorprendente había sucedido.
Después de despertar a la una de la tarde, encontré un pedazo de papel dentro
de mi buzón. Era el currículum que había escrito para el empleo de medio tiempo en la
cafetería. Lo había escrito para ese empleo en particular, un recuerdo que quería
borrar completamente.
¿Por qué? ¿Cómo había llegado al buzón?
Corrí al departamento de Yamazaki.
Yamazaki se había tomado el día libre otra vez. Sentado frente a la
computadora, estaba jugando o algo así.
Le pregunté, “Oye ¿vinieron a visitarte unos misioneros?”
“Hm... sí, vinieron hace como dos horas. Me dieron unos panfletos. Me encantan
sus traducciones literales ¿Y Por qué lo preguntas? ¿También fueron a tu
departamento, Satou?”
Repentinamente me dí cuenta de la escalofriante verdad. Al parecer, dejé mi
currículum en la cafetería. No recuerdo si se me cayó del bolsillo o si se lo dí
automáticamente a Misaki. Mis recuerdos estaban nublados por el shock del momento.
Una cosa era segura: Misaki vino a traerme el currículum durante sus rondas
de evangelización. En otras palabras, fallé horriblemente en mi intento de ocultar que,
en realidad, había ido a solicitar empleo ahí. Dándome cuenta de esto, ya nada parecía
importarme. Cuando los seres humanos pasan por situaciones extremadamente
avergonzantes, parece que sus emociones se adormecen por completo.
“¿Qué importa?”, murmuré, mientras me dirigía hacia el basurero para tirar el
pedazo de papel. Al hacerlo, me dí cuenta que un mensaje estaba escrito con pluma
negra en la parte trasera de la hoja:
¿Eh? Me quedé boquiabierto mientras me agachaba frente al basurero.
Ahora, viéndolo objetivamente, me dí cuenta que mi situación era más
escalofriante de lo que pensé. Acababa de recibir una carta misteriosa de una chica a
quien sólo había visto dos veces en mi vida. En verdad, era tan incomprensible que no
sabía qué debería hacer en este caso. Entonces, obedientemente le seguí la corriente.
El parque estaba a sólo dos minutos de camino desde mi departamento. Ya
había anochecido. Los árboles en el camino crecían a intérvalos regulares. Ahí estaba
la vieja resbaladilla, las bancas con pintura descarapelándose, y la luz de los postes
frente a los columpios, iluminándolo todo con un débil brillo azul. Me gustaba este
parque.
Solía detenerme en este parque a descansar después de mis viajes semanales a
la tienda. El espacio vacío me pertenecía sólo a mí.
Disfrutaba la fresca brisa nocturna. Sentado sobre la banca, si veía hacia el cielo
podía ver la luna y las estrellas a través de las ramas sacudidas suavemente por el
viento. Era un buen lugar para relajarme y dejar volar mis preocupaciones.
Sin embargo, esta noche el parque no era mi espacio personal exclusivo. Alguien
más estaba ahí.
No sentí que debía avisar que ahí estaba. Mi estómago se sentía hueco.
¿Qué tratas de hacer? ¿Qué estás pensando? ¿Quién rayos eres? Estas preguntas
eran acompañadas por una ira creciente, pero mi mente permanecía tranquila. Incluso
me sentía calmado, mis pensamientos se movían de forma ordenada, sin peligro de
salirse de control.
Tal vez ya me había resignado. Tal vez ya había aceptado mi situación actual.
Era bastante posible que finalmente había admitido no tener futuro, ser alguien que
debería simplemente desaparecer. Sí, esa tenía que ser la explicación.
Últimamente había estado viviendo en el pasado. Cada noche soñaba con los
días de antaño: mi pueblo natal, mis amigos, mi familia, las cosas que odiaba, las cosas
que me hacía feliz—recuerdos, fragmentos de recuerdos. Mis sueños eran tranquilos y
melancólicos.
Así, el futuro había dejado de ser un problema. Ya estaba escrito, precisamente
por eso debía permanecer en el pasado—en mis maravillosos y reconfortantes
recuerdos. Estaba consciente de que esto era una forma de escapismo, pero ya no me
importaba.
Sí, así es. Soy un hikikomori, una persona lastimera con espíritu débil ¿Y qué
tiene de malo? Sólo déjenme en paz y desapareceré silenciosamente ¡Estoy bien! ¡No hay
problema!
“No, no, no...” me senté en la banca, con la cabeza entre las manos.
“¿No qué?”, preguntó la chica. Se estaba balanceando en uno de los columpios
cerca de la banca. Su cabello se sacudía ligeramente con el viento. Hoy también estaba
vestida como una adolescente normal—sin sombrilla, sin panfletos, sin atmósferas
religiosas.
Sin embargo, no dejé caer la guardia. Tenía que lidiar con ella tranquilamente,
pero extremando precauciones.
Juesto entonces, decidí considerarla algo parecido a un ASIMO, el robot bípedo
desarrollado por Honda. Si lo hacía, podría mantener mis sentimientos a raya ¿Por
qué no? Hoy en día, la tecnología robótica ha avanzado increíblemente. Sin importar
cómo lo vea, esto se ve exactamente como un ser humano.
Balanceándose ligeramente en el columpio, el robot preguntó, “¿Por qué huíste?
Nos hace falta personal, en verdad necesitamos ayuda. Tal vez te hubieran contratado
en el acto”.
¡Increíble! El sintetizador de voz funciona a la perfección. Las articulaciones se
mueven suavemente, las piernas se mueven flexiblemente desde la falda. No cabe duda
que la habilidad tecnológica japonesa es la mejor del mundo.
“¿Te asustaste al pensar que trabajarías en el mundo exterior y reconsideraste a
la mitad de tu solicitud porque eres un hikikomori?” Fue directamente al punto—
aunque claro, eran sólo las palabras de un robot. Nadie debería molestarse por lo que
diga una máquina.
El robot continuó. “No te preocupes, sé cómo curar lo hikikomori”.
“¿De qué rayos hablas?” reaccioné finalmente a sus palabras.
“Te llamas Satou ¿verdad? Bueno, eres un hikikomori ¿No?”
En vez de responder inmediatamente a su pregunta, señalé el letrero colgado en
la entrada del parque. Advertía “¡Cuidado con los pervertidos! Se han registrado
ataques en esta zona” con chillante pintura roja.
Dije, “¿Estás segura que está bien encontrarse con alguien tan sospechoso como
yo a esta hora? Podría ser peligroso”.
“Está bien, mi casa está aquí cerca. Todos los domingos vienes a este parque
¿Verdad? Te ví desde mi ventana”.
Estaba por sufrir un ataque de ansiedad. No podía adivinar qué deseaba. Su
motivación seguía siendo un misterio para mí ¿Acaso era una nueva técnica de
reclutamiento religioso? No entendía que trataba de decir, pero continuó con nuestra
extraña conversación mientras miraba fijamente la luz de los postes. “En fin, eso no es
importante ¿No quieres saber, Satou? ¿Sobre la manera de dejar de ser un
hikikomori?”
“No me llames Satou, soy mayor que tú”.
“¿Sabes cuántos años tengo?”
“Bueno, te ves como de diecisiete, tal vez dieciocho años”.
“¡Estás en lo correcto!”
Ganando impulso en el columpio, saltó de él ligeramente. Después, se acercó a la
banca donde estaba sentado y me miró fijamente. Agachada, con las manos en las
rodillas, dijo “Quieres saber cómo escapar ¿Verdad? Yo te enseñaré”
Una vez más, esa sonrisa innecesariamente linda flotó atravesó su rostro. Ya no
podía seguir considerándola el sucesor del ASIMO. Desviando la mirada, dije “No soy
un hikikomori”.
“Mentiroso ¿Cómo puedes decir eso si te delataste completamente el otro día
cuando mi tía trató de hablar contigo? También huíste al darte cuenta que era yo
quien estaba en la cafetería. La gente normal no hace eso”.
“¡Oye!”
“Las personas te asustan, verdad?”
Cuando levanté la mirada, nuestras miradas se cruzaron. Tenía enormes ojos,
con grandes pupilas. Me quedé sin palabras. Al final, sin decir nada, desvié la mirada
nuevamente.
De repente, me dí cuenta que el viento estaba soplando más fuerte. Las ramas
de los árboles se agitaban sobre nuestras cabezas. Era una noche fría. Decidí regresar
a mi departamento. Levantándome, le dí la espalda. Ella intentó detenerme.
“¡Espera!”, dijo, “te vas a arrepentir”.
“¿De qué hablas? Para empezar ¿Quién eres?”
“Soy una amable chica que ayuda a los hikikomori”.
“¿Y qué es este 'proyecto' que mencionaste en tu nota?”
“Por el momento, los detalles sobre el proyecto son información clasificada. Pero
puedes estar seguro de que no voy a hacerte nada malo”.
Me estaba sintiendo mal, así que decidí inventar una mentira apropiada y
alejarme de ahí. “No soy un simple hikikomori, sabes. Es cierto que me aíslo del
mundo, pero es mi deber. Tengo que hacerlo”.
“¿Y cuál es tu deber?”
“Ppues...”
“¿Sí?”
“Verás, yo trabajo desde mi departamento... mejor dicho, mi oficina. Aunque es
cierto que vivo aislado, es parte de mi trabajo ¡No puedo hacer nada al respecto! Tratar
de encontrar un trabajo de medio tiempo fue sólo un pequeño error de cálculo de mi
parte...”
“¿Pero cuál es tu trabajo?”
“Nno te sorprendas al escucharlo ¡Soy un creativo!” ¡Así es! Pensé ¡Maravíllate
ante mi título! “Como me dedico a la creación, tal vez actúe de forma un poco inusual
de vez en cuando ¡Pero eso sólo demuestra mi increíble talento! ¡No soy sólo un
desempleado bueno para nada!”
Misaki sonrió y preguntó casualmente “¿Y qué estás creando?”
“Eso es... sabes, cómo decirlo, es revolucionario... no puedo explicarlo con una
sola palabra...”
“Bueno, avísame cuando hayas terminado eso en lo que estás trabajando ¿Está
bien?”
“Nno, no puedo hacerlo. Es información que no puedo divulgar. Además, hay
mucho dinero invertido en este proyecto, no te puedo dar detalles tan fácilmente...”
Justo cuando estaba deseando morir debido a la estupidez de las palabras que salían
de mi boca, Misaki me dio la espalda.
“Así que todo fue un desperdicio ¿Eh? Te ofrecí enseñarte la forma de escapar,
después de todo”. De verdad parecía pensar que era desafortunado que desperdiciara
la oportunidad que me estaba brindando. En voz baja, dijo “Nunca volverás a tener
una oportunidad como esta...”
Sólo podía ver su contorno contra la luz de los postes.
Mi mitomanía me empujó a seguir hablando. “Parece que dudas de mis
palabras; pero en verdad soy un creativo sorprendente. Tal vez sea difícil de aceptar
para una jovencita como tú, pero mi nombre es bien conocido en el medio. Sí, la
próxima vez que te vea, te diré todo al respecto sobre mi trabajo ¡En verdad te
sorprenderás! ¡Entonces sí vas a respetarme!”
¿Por qué dije “La próxima vez que te vea”? ¿Qué quise decir con “Mi trabajo”?
¿Por qué decía esta clase de cosas, que podían ser desmentidas con facilidad? Podría
ser honesto y decir “¡Soy un hikikomori desempleado!” ¿Por qué surgía este orgullo tan
extraño en mí con esta clase de cuestiones?
Como fuera, no importaba. Sólo debía escapar de ahí. Debía huir rápidamente
antes de que terminara de enterrarme. “Bueno ¡hasta luego!”
Vacilante, me dirigí hacia la salida del parque. Detrás de mí, Misaki pudo haber
balbuceado algo más, pero ya no alcancé a escucharla.
De regreso en el departamento, interrogué a mi vecino. “Oye Yamazaki ¿Cómo puedo
convertirme en creativo?”
“¿Eh? ¿Creativo, a qué te refieres?”
“Tengo que convertirme en creativo lo antes posible. Estudias en el Instituto de
Animación Yoyogi ¿No? ¿No sabes sobre esa clase de cosas?”
“No. Bueno, supongo que sí ¿Hablas en serio?”
“En serio, hablo en serio. Cualquier cosa servirá ¡Sólo dime cómo convertirme en
creativo! ¡Por favor!”
“Voy a colgarte, mejor ven para acá”.
El shock de la situación me hizo llamar por teléfono a mi vecino de al lado. Era
la primera llamada telefónica que realizaba en meses.
“La próxima vez que te vea, te diré todo al respecto sobre mi trabajo”. Sólo unos
cuantos minutos antes, mencioné estas palabras. Inflé mi pecho orgullosamente y dije
esto en voz alta. La próxima vez que te...
Sospechaba que esto no ocurriría en el futuro lejano. Misaki parecía vivir cerca.
Podría incluso encontrármela en la calle, completamente por casualidad. Para
entonces, mi enorme e increíblemente estúpida mentira tenía que haberse convertido
en realidad. Tenía que convertirme en un auténtico creativo. A todo esto ¿Qué es un
creativo? ¿Qué es?
Yamazaki, sentado frente a la computadora como siempre, condensó mi
situación: “En resumen, Satou, dijiste una horrible mentira porque trataste de quedar
bien frente a una chica linda, y ahora estás ofuscado porque te sientes culpable ¿no es
así?”
Sonrojándome, asentí. No me importa si te burlas, Yamazaki. Tú conoces mi
verdadera identidad. No es posible que descubras un secreto más embarazoso que ese
¡Ayúdame!
Yamazaki se cruzó de brazos y se sumergió en sus pensamientos. Yo permanecí
sentado en el piso, esperando tímidamente que dijera algo. Sin embargo, cuando lo
hizo, sus palabras no tenían ningún sentido. “Para empezar, el hecho que una chica te
humille no es importante ¿o sí?”
“¿Qué?”
“Escúchame, Satou. Las mujeres... no son personas. No son seres humanos. De
hecho, no sería exagerado decir que están increíblemente cerca de ser monstruos
inhumanos. No hay razón para deprimirte sólo porque fuiste humillado por un
mutante”.
Su expresión seguía tan calmada como siempre. Estaba empezando a sentirme
incómodo.
Continuó, “Esos seres no tienen corazón. Tienen figura humana, pero son
criaturas muy diferentes. Satou, es mejor que comprendas este hecho de una buena
vez”.
“YaYamazaki...”
“¡Ja ja ja! Bueno, no hay problema. Sin importar cuál sea la razón para que
decidas convertirte en creativo, la idea no es tan mala. Hablemos sobre esto”.
Levantándose de su escritorio, se sentó frente a mí. Sus acciones se veían llenas
de una extraña confianza. Aparentemente, la personalidad de una persona puede
cambiar radicalmente en sólo cuatro años. Yamazaki parecía estar virando
emocionalmente en una dirección peligrosa. Sin embargo, en este momento no debía
preocuparme por eso. Con tal de resolvar mi problema, me arrodillaría ante un
demonio.
“Muy bien, comencemos. Hay muchas clases diferentes de creativos, Satou—
¿Qué te gustaría hacer?”
“¿Qué? Ya te dije, quiero convertirme en creativo...”
“¡No existe un trabajo llamado 'creativo'!” La voz de Yamazaki subió de tono. “Es
sólo un término genérico para trabajos como escribir o dibujar cómics. Un 'creativo' es
simplemente una persona que hace algo. Entonces ¿Qué te gustaría hacer, Satou? Eso
es lo que te pregunto”.
“Lo que sea, mientras pueda ser llamado creativo”.
“Argh...” Yamazaki empuñó ambas manos. Luego, cuando pareció recobrar el
control de sí mismo, dejó escapar un largo suspiro. “Bueno, partamos desde ahí ¿Qué
clase de habilidades posees, Satou?”
“¿Qué quieres decir con 'habilidades'?”
“Por ejemplo ¿Puedes dibujar, o componer canciones, o escribir programas de
computadora? Hay muchas posibilidades”.
“No puedo hacer nada. Si tengo que decir algo, supongo que tengo talento para
la soledad. He podido vivir un largo tiempo sin hablar con nadie—“
“¡Eso no sirve!” Yamazaki golpeó el suelo con ambas manos.
“¡Ya te dije, no sirvo para nada!” grité.
Yamazaki se puso de pie y me contestó con aún más fuerza “¡No hay manera de
que alguien sin habilidades se convierta en creativo ¿Verdad?! No está bien sólo decir
lo que es fácil para tí. Escucha, te reíste cuando te conté que estaba asistiendo al
Instituto de Animación Yoyogi ¿O no, Satou? Está bien, no tienes que esconderlo... creo
que está claro que en lo que respecta a creatividad, estoy mucho más adelantado que
tú. Por favor entiéndelo”.
Asentí repetidamente durante su larga diatriba.
De repente, el cuerpo de Yamazaki pareció relajarse. “No, perdón. Me
sobreemocioné por pensar en los idiotas de mi clase. Ese tipo de gente me enfurece—
personas que sólo sirven para hablar, pero que no pueden hacer nada por sí mismos”.
Parecía que había irritado sus problemas con la vida escolar. Decidí que tal vez
se calmaría si bebiera algo de café. Usando un vaso de papel, vertí algo de agua
caliente de la tetera que tenía sobre el gabinete. Después, encontré un paquete de
galletas de arroz bajo la cama.
Más tranquilo, Yamazaki regresó al tema principal. “Bueno, pensemos de forma
más concreta. La música requiere habilidad y buen gusto, así que eso está fuera de tu
alcance, Satou. En cuanto a programación, no eres bueno para las matemáticas
¿Verdad? También podemos descartarla. El arte también sería imposible ¿No? Una vez
ví un dibujo que hiciste, así que tampoco sirves para hacer ilustraciones. Entonces...”
Yamazaki chasqueó los dedos “¡Satou, eras miembro del club de literatura
¿Verdad?!”
“Quieres decir que...”
“¡Novelas! ¡Escribe novelas!”
Hice una mueca “¡No, no quiero hacer eso! No he escrito ninguna composición
desde que estaba en secundaria. Para empezar, las novelas son muy aburridas. No creo
que—“
Yamazaki se volvió a enfurecer. Respirando violentamente, murmuró “Sólo
aguántate...”
Sentí algo de miedo y decidí cambiar de tema.
“Ppor cierto, Yamazaki ¿Qué estudias en la escuela? Es ánime ¿No? ¿Hacen
caricaturas y todo eso?”
Yamazaki sacudió la cabeza. “Se llama Instituto de Animación Yoyogi, pero tiene
muchas especializaciones diferentes. Yo estoy en la carrera de Creación y Desarrollo de
Juegos”.
¿Creación de juegos? Me sentí emocionado en cuando lo escuché. “Creador de
juegos”, el título sonaba tan bien. La industria por excelencia de la época
contemporánea. El trabajo que desean todos los niños de primaria. Me imaginé a un
gigante de la indutria manejando un Lamborghini, divirtiéndose en clubes de clase
alta en Ginza, haciendo volar fajos de billetes, observando a las personas hacer fila
para comprar su súperpopular juego. Entonces, un estudiante de preparatoria le
robaría uno de estos juegos a un niño de primaria, la historia aparecería en las
noticias de las seis, dándole aún más publicidad.
¡Era el mejor trabajo de todos, con una ganancia anual de cien millones de yens!
¡Era genial! ¡Era perfecto!
Terminándome el café de un trago, tomé la mano de Yamazaki. “¡Seamos
creadores de juegos juntos!”
Pasaba de las once de la noche. Yamazaki terminaba su décimo vaso de café soluble, y
yo preparé un vaso de sopa instantánea para mitigar el hambre.
Yamazaki se molestó por esto. “¡No tomes comida ajena sin pedirla antes!”
Me disculpé con él mientras condimentaba la sopa. Yamazaki dijo “Ees
imposible que un principiante como tú se convierta en creador de juegos”.
“Por eso tienes que ayudarme”.
“Los juegos modernos son un arte complejo. Un juego decente sólo puede
completarse exitosamente mezclando el trabajo de varios artistas especializados. No
creo que alguien como tú pueda lograrlo, Satou”.
Sentía ganas de decirle “Te has vuelto un tanto insolente con el tiempo ¿no
crees?”, pero después de pensarlo con detenimiento, recordé que lo era desde el
principio. A pesar de ser un debilucho, era la clase de persona que le decía lo que
quería a quien se le antojaba. Llamaba idiotas a las personas en su cara o les ordenaba
que se largaran, por eso lo golpeaban frecuentemente. Era su culpa por completo.
Al principio, me hablaba respetuosamente, pero una vez que se enteró que era
un hikikomori desempleado empezó a burlarse abiertamente de mí. Eso no importaba,
estaba dispuesto a soportar lo que fuera necesario para convertirme en creador de
juegos. Tenía que entrar en la industria. Por favor, Yamazaki...
“Puedo ver que tienes dificultades para pedirme ayuda. Sin embargo, hay cosas
que no pueden lograrse sin importar cuánto ruegues, Satou”.
“¡Por favor, haz algo para ayudarme!”
“Para empezar, no hay forma que puedas permanecer enfocado por mucho
tiempo en un proyecto que iniciaste sólo para ganar el respeto de una chica. Es obvio
que pronto perderás la motivación”.
“¡No es verdad! ¡Hablo en serio!”
“Tengo que ir a clase mañana, estoy cansado”.
“¡No es sólo para ganar el respeto de Misaki! ¡Será más fácil para mí dejar de ser
un hikikomori si me convierto en creador de juegos!”
“Es imposible”.
“¡No digas eso! ¡Por favor, ayúdame!”, insistí.
“No funcionará”.
“¡Lo hará, te lo prometo!”
Pasé otra hora intentando convencerlo. Intenté de todo: halagarlo, despistarlo,
gritarle—hasta que finalmente, decidí tomar otro enfoque. “Puedo grabar los ánimes
que pasen por televisión mientras estás en la escuela ¡Incluso borraré los comerciales!”
Por fin, Yamazaki cedió. “Bueno, Satou, parece que realmente estás
determinado en convertirte en creador de juegos”. Su voz sonaba seria.
“Sí, es verdad, lo estoy”.
“Si realmente es así, existe una manera de que incluso alguien como tú pueda
convertirse en creador de juegos, Satou. Pero...”
“¿Pero?”
“Tal vez sea el camino más sangriento. Un método tan severo y doloroso que
haría que cualquiera deseara abandonarlo”.
La voz de Yamazaki sonaba grave y amenazadora, pero mi determinación era
más poderosa. Lo haré, no importa qué. “Haré lo que sea”, dije.
“¿Hablas en serio?”
Asentí.
“¿Absolutamente? No puedes decir 'me voy' a la mitad del camino ¿Entiendes?”
Una vez más, asentí.
Yamazaki preparó otro vaso de café, y yo empecé a comerme un segundo vaso de
sopa. “Entiendo, Satou. Hablemos. Te contaré sobre mi plan”. Inclinándose hacia
adelante, Yamazaki empezó su discurso con tono conspiratorio. “Hoy en día, los juegos
se fabrican a una escala enorme. Se necesita programar una cantidad increíblemente
enorme de datos, esa es una labor demasiado pesada para un par de novatos como
nosotros. Incluso, intentar crear un juego para una plataforma obsoleta como el Super
Nintendo sería una prueba titánica. E incluso si lo lograras, aún estás muy lejos de ser
considerado un creador de juegos”.
“Entonces—”.
Yamazaki me interrumpió rápidamente. “Sólo escucha ¿Está bien? No tenemos
presupuesto, ni contactos dentro de la industria, y nuestros recursos tecnológicos están
bastante limitados. Sin embargo, incluso en esta situación hay una manera de crear
un juego ¡Incluso aunque no seamos capaces de escribir código de programación o
componer música, hay un género que podría funcionar, mientras tengamos alrededor
de cincuenta ilustraciones y el equivalente a un libro lleno de escenarios!”
La voz de Yamazaki sonaba llena de pasión.
“¿Yy cuál es el género del juego?” En comparación, mi voz sonaba hueca.
“En lo que respecta a la programación, podemos usar un motor de fuente
abierta. Para la banda sonora podemos recurrir a música de dominio público. Yo haré
las ilustraciones y tú escribiras los escenarios”.
¿Escenarios? eso debería ser sencillo, sólo debía escribir algo apropiado. Como,
digamos, “el héroe debe rescatar a una princesa secuestrada por villanos” ¿no?
“¡Muy bien!”, dije, “¡Escribiré todos los escenarios que necesites! ¿Cuál es el
género?”
“Mientras las ilustraciones y los escenarios sean aceptables, podemos alcanzar
la fama. Tal vez no sea tan difícil convertirnos en profesionales ¡Incluso, si hacemos
algo de dinero con nuestro proyecto, podríamos hasta iniciar una compañía
productora!”
“¡Una compañía! ¡Eso sería increíble, Yamazaki! ¡Tú serías el presidente, y yo el
vicepresidente! ¿Cuál es el género?”
“Lo harás ¿Verdad, Satou?”
“Sí, lo haré”.
“¡Ya no hay marcha atrás!”
“¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¡Lo haré!”
“Muy bien ¡Juntos, podremos avanzar hacia el mañana!” Yamazaki tomó mi
mano y la apretó con fuerza.
“Sí, lo haremos ¿Pero cuál es el género del juego?”
“¡Somos amigos!”
“¿Cuál es el género?”
“¡Somos creadores!”
“¡Maldita sea ¿Cuál es el género del juego?!”
Yamazaki respondió con orgullo a la pregunta que había formulado una y otra
vez: “Juegos eróticos”.
Alguien sálveme, por favor...
Intenté regresar a mi cuarto, pero Yamazaki me detuvo.
“Aquí están los materiales de referencia. Por favor, revísalos lo antes posible. Si
los juegas todos, podrás entender rápidamente las tendencias de la industria”.
Diciendo esto, me entregó alrededor de treinta cajas de juegos, las mismas que estaban
adornadas con palabras como “tortura”, “húmeda”, “abuso”, “lascivo”, “sumisión”,
“academia”, “encierro”, “violación”, “salvaje”, “amor verdadero”, “entrenamiento” y
“aventura”.
Sentía deseos de llorar, pero Yamazaki sonreía.
“Un menor de edad no puede comprar esta clase de juegos. Estos en particular
son muy, muy fuertes—pero son el único camino disponible para nosotros, así que
convirtámonos en creadores de juegos eróticos ¡Venguémonos de la gente de mi clase
con nuestros juegos! ¡Volvámonos mundialmente famosos con nuestros juegos!
¡Vayamos a Hollywood con nuestros juegos! ¡Entremos a la Orden de Cultura12 con
nuestros juegos! ¡Ganemos un Premio Nóbel con...!”
Su sonrisa brillaba sin cesar, y todos los pensamientos que tenía sobre
renunciar y huir se evaporaron completamente.
12 Una condecoración anual otorgada por el gobierno japonés a las contribuciones al arte, la literatura y la cultura.
Capítulo 5 El Humbert Humbert del Siglo XXI
“Imagina, por ejemplo, a las luciérnagas. Imagina su belleza, la efímera belleza de sus
vidas que no dura una sola semana.
“Las luciérnagas hembras sólo encienden su luz para atraer a los machos y
aparearse. Los machos sólo se iluminan para responder a las hembras y aparearse. Y
una vez que el apareamiento termina, mueren. En resumen, su instinto reproductivo
es su único motor. En ese mundo simple no cabe lugar para la tristeza, por eso las
luciérnagas son hermosas ¡Ah! ¡Las luciérnagas son lo mejor!
“Ahora, piensa en la raza humana. Verás ante tí una sociedad extremadamente
compleja.
“Creo que fue Freud quien dijo 'Los humanos son animales con instintos rotos' o
algo así. Cada vez que siento frustración, ira o tristeza, no puedo evitar recordar esas
palabras.
“Conceptos modernos como 'amor' o 'romance' han hecho que el hombre, esta
criatura con instintos rotos, oculte su verdadera naturaleza. Para cubrir estas
deficiencias, la humanidad ha creado aún más conceptos diferentes. Por eso, la
complejidad de nuestro mundo aumenta con cada día que pasa. Sin embargo, esta
complejidad no puede anular por completo la voz de nuestros instintos. Crean
oposiciones fundamentalmente irreconciliables: el intelecto y el instinto, la idea y la
materia, la razón y el deseo sexual. Estos conceptos opuestos son como dos serpientes
mordiéndose mutuamente la cola, enfrascadas en una batalla constante por la
superioridad, así que giran y giran, provocándonos cada vez más dolor.
“¿Entiendes lo que trato de decirte? ¿Entiendes lo que estoy explicando? ¿No? No
hay problema.
“Lo que trato de decir es—”
Le arrojé mi almohada a Yamazaki. “¡Cállate! ¡Muérete!”
Yamazaki, que estaba sentado sobre el kotatsu, esquivó mi almohadazo y
continuó tranquilamente con su discurso. “Sufrimos por culpa de nuestros instintos, y
esto sucede porque han sido desvirtuados por el razonamiento ¿Qué debemos hacer?
¿Deberíamos abandonar el intelecto? ¿Tirar la razón a la basura? De cualquier forma,
esto no es posible. Sea como sea, comimos la fruta del Árbol de la Ciencia del Bien y el
Mal hace mucho, mucho tiempo. Eso decía el panfleto religioso que me regaló aquella
señora”.
“¿¡Qué!? ¿A eso vienes a las dos de la mañana, a darme un discurso religioso y a
tomarte mis cervezas? ¿Qué demonios estás pensando?”
“Nuestra razón y nuestros instintos se oponen, pero no podemos deshacernos de
ninguno de ellos, entonces ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Tratar de salir con
chicas? ¿Casarnos y tener hijos? Esto es, después de todo, el camino convencional. Sin
embargo, he descubierto algo: las mujeres... simplemente no son humanas. En vez de
eso, están más relacionadas con los monstruos. Me dí cuenta de este hecho hace como
un año, cuando trabajaba en una tienda para costear la colegiatura de la escuela, me
sucedieron toda clase de cosas. Son recuerdos terribles, y desearía no tener que pensar
más en ellos”. Diciendo todo esto sin siquiera detenerse para tomar aire, Yamazaki
tomó una segunda cerveza de mi refrigerador. Antes de que pudiera detenerlo, abrió la
lata y se bebió el contenido de un solo trago.
De repente, gritó “¡Las mujeres son mierda! ¡Al diablo con ellas!”
La cara de Yamazaki estaba alarmantemente roja, parecía que ya estaba ebrio.
Siempre se emborrachaba rápidamente y aún así seguía bebiendo. Siempre me
pregunté si no sería un alcohólico en potencia; pero un día me explicó, “Cuando vivía
en la granja en Hokkaido mi familia tenía una fábrica de vinos. Bebo alcohol desde
que estaba en secundaria. No te preocupes ¡Estoy bien!”
No estaba seguro sobre qué parte de él era la que estaba bien. Cada vez que
Yamazaki se embriagaba, no detenía sus peroratas hasta quedarse completamente
exhausto, sin importar que le gritara o lo ignorara. Aprendí esto de la manera difícil.
No sabía qué hacer con él.
Entonces, pareció desinflarse; su voz cayó junto con sus hombros. “Las mujeres
son mierda. Aunque bueno, hay veces que me gustaría salir con una chica. Después de
todo, sigo siendo humano, no puedo evitarlo... En fin, tuve otra experiencia terrible.
Era la chica más linda de mi clase, se llamaba Nanako. Mi escuela es un punto de
reunión para chicas otaku de todo el país, pero ella era la única medianamente
aceptable. No tengo que decirte que yo también soy bastante bien parecido. Cuando
estaba en primaria, las niñas se burlaban de mí por mi cuerpo delicado y rasgos finos
—Pero ahora, pensé que mi apariencia sería una ventaja.
“Le dije a Nanako '¡Salgamos juntos!'. Ella respondió 'Lo siento, Yamazaki, pero
eres un poco, tú sabes... además, estoy saliendo con Kazuo'.
“¿Qué quiso decir con 'un poco, tú sabes'? ¿Y Kazuo, ese saco de manteca? Yo...
yo me esforcé tanto para confesarle mis sentimientos amablemente ¿¡Qué demonios
significa eso!?”
Yamazaki sacudía los brazos mientras gritaba “¡Maldita perra! ¡Al menos
debería dejar que me acostara con ella! ¡Maldita sea!”
Sentí una intensa ola de miedo. Parecía que me había topado con otra de sus
facetas ocultas. Al parecer, Yamazaki se dio cuenta de esto, pues inmediatamente
cambió su expresión por una enorme y falsa sonrisa “¡Ja! ¡Ja ja ja! No, no, no, sólo
bromeo ¡Era una broma! ¿Cómo podría alguien como yo sentir algo por una chica? Las
mujeres de verdad son mierda. Decidí olvidarlas por completo desde aquel día en
secundaria cuando las amigas de mi hermana mayor intentaron violarme...”
Esto era aún más escandaloso. Encendí un cigarrillo para intentar parecer
calmado. “¡...O algo así! Eso fue una mentira, todo lo que te he contado hoy han sido
mentiras. Ja ja ja, estoy algo borracho ¿Eh? Oye ¿Qué sucede, Satou? No me veas así
¿Qué significan esas miradas que parecen mezclar lástima, desdén y miedo? No... no
me veas ¡No me veas así!”
No tenía la menor idea sobre qué debía hacer.
Supongo que Yamazaki intentaba decirme que las mujeres arruinan a los hombres.
“Las mujeres reales no sirven para nada. Ser humano implica aceptar nuestros
instintos sexuales. Nuestro intelecto las rechazaría, pero nuestro instinto sólo desea
sexo. Entonces, estamos en problemas”. Parecía que su discurso por fin estaba
tomando la dirección que deseaba.
Sentía ganas de gritarle ¿¡Por qué me estás diciendo todo esto!? Pero aguanté el
impulso como el adulto que soy.
Ahora que lo pienso, él era una persona bastante desafortunada. Debido a la
naturaleza desviada de la sociedad moderna, su estado mental había terminado igual
de retorcido.
Pobre...
“¡No sientas lástima por mí!”
“Cálmate ¡Tengo una idea! ¿Por qué no vas a un burdel? Tal vez así resuelvas
esta confusión”.
“¿No te lo estoy explicando? ¿El cómo ignoro a las mujeres reales?”
“Mujeres reales... ¿Qué otra clase de mujeres existen además de las reales?” En
el momento que le pregunté esto, cambió su expresión; parecía como si estuviera a
punto de estallar en llanto. Pero inmediatamente después, su faz se tornó orgullosa.
Sonriendo, dijo “Estan muy cerca ¿No? ¿No te has dado cuenta? Para este
momento, tú también deberías de haber sucumbido a sus encantos, Satou”.
No sabía de qué me hablaba.
“Sabes de lo que estoy hablando ¿Verdad, Satou?”
Parpadee.
“Cuán amorosas”, continuó, “son las chicas que viven en la segunda dimensión.
Qué maravillosas son las niñas dentro del monitor de mi computadora”.
Después de ese discurso, lo menos que podía hacer era elogiar la pasión de
Yamazaki. “Tienes razón, Yamazaki. Los juegos eróticos han formado una cultura
sorprendente”.
“Mientras entiendas eso es suficiente. Los juegos eróticos son la única señal que
puede guiar a la razón humana al triunfo sobre el instinto. Mientras tengamos juegos
eróticos, no necesitamos involucrarnos con mujeres reales. Los juegos eróticos son
nuestra esperanza. Así que, Satou ¿Qué tal va tu plan para nuestro juego?”
“Eespera un poco más... de cualquier manera ¿No crees que los juegos que me
prestaste están un poco... desviados?”
“¿Desviados en qué aspecto?”
“Bueno, tú sabes... digo, los personajes son un tanto jóvenes; las heroínas
parecen ser incluso estudiantes de primaria...”
“¡Ja! ¿Qué estás diciendo, Satou? Para empezar, las heroínas de los juegos
eróticos no son más que personajes ficticios, dibujadas con gráficos computarizados
bidimensionales. No hay mejor símbolo para expresar inocencia, pureza y femineidad
que una niña pequeña ¿O sí? Su presencia nos relaja. Al ser personajes
bidimensionales, no pueden dañar de ninguna manera nuestro frágil estado emocional.
Encima de todo, estamos hablando del personaje más débil en el sentido físico, social y
emocional. Gracias a este seguro, nos protegemos de ser heridos y podemos escapar del
miedo a ser rechazados. Femineidad joven, inocente e ideal: este es el ideal que
persiguen todos los juegos eróticos, el moé13 ¿Comprendes lo que digo? Comprendes
¿Verdad?”
Pensé un momento en lo que acababa de decir... ¡No comprendía en lo más
mínimo! Tenía ganas de gritarle, pero cuando me dí cuenta Yamazaki había
desaparecido de mi cuarto.
Después, me dí cuenta que dejó un regalo sobre el kotatsu: un CD.
13 Lo escribo con acento para evitar que sea pronunciado como el nombre de cierto cantinero.
Pensé sobre todo esto la mañana siguiente. Parecía que una chica lo había rechazado y,
en respuesta, se emborrachó mientras pensaba “Al carajo con las mujeres reales
¡Tengo juegos eróticos!”. Al menos, esa conclusión explicaba lo que había sucedido.
Sin embargo, si esta era toda la historia, no tenía razón para compartir su
vergüenza conmigo. No tenía que confesar ser un enorme pedófilo. Condimentó su
confesión con una hipótesis un tanto incomprensible, pero al final seguía siendo sólo
un pedófilo al que le gustaban los juegos eróticos. Era peligroso, más peligroso de lo
que hubiera podido imaginar.
Cuando puse en mi computadora el CD que dejó anoche y vi el contenido, me
horroricé. Esto no era nada bueno, era peligroso. El CDR de 700 MB estaba lleno de
imágenes en formato JPEG. Eran fotografías—retratos de una niña que aparentaba
estar en los últimos años de la educación primaria. Peor aún, estaba completamente
desnuda.
Cerré las cortinas de mi cuarto. Las leyes recientemente promulgadas contra la
pornografía infantil hacían que este CD fuera un objeto bastante peligroso. Podrían
encarcelarme, y todo por culpa de Yamazaki ¿En qué demonios estaba pensando? Sentí
deseos de gritarle ¡Confórmate con los dibujos, maldita sea! pero estaba en la escuela.
En mi monitor de quince pulgadas, la niña desnuda sonreía pícaramente.
Me dolía el pecho, no podía respirar. En el CD también se encontraba un archivo
de texto. Era un mensaje de Yamazaki:
Bien ¿Qué opinas, Satou? Estás bastante asustado
¿Verdad? Recuerda, para hacer un juego erótico de
calidad necesitas tener referencias. Por favor, deja
que estas imágenes llenen tu imaginación. Esta es la
colección de fotos de Rika Nishimura ¡Muy bien,
hagamos un gran juego erótico usando la sonrisa de
Rika!
¡Ese bastardo! Temblaba de ira ¿Cuándo había estado de acuerdo en hacer un
juego erótico de esta clase? ¡Maldita sea, no intentes contagiarme tus gustos!
Hm. Se me ocurrió cuando lo pensé más cuidadosamente—¡Posiblemente estaba
tratando de convertirme!
Tal vez haya sido diferente en la antigua Grecia; pero en nuestros tiempos, la
sociedad considera a los pedófilos como indivíduos desviados que deben ser destruídos.
Debe ser bastante difícil para ellos econtrar personas que compartan sus intereses. Tal
vez por eso Yamazaki quería que le ayudara a crear un juego erótico, para convertirme
en uno de sus amigos pedófilos.
Por otro lado, tal vez mis sospechas no eran más que eso, y él sólo intentaba
crear un juego erótico de calidad. Después de todo, en la escena actual, los juegos de
este género con heroínas jovenes eran bastante comunes. Casi podríamos decir que los
personajes de tipo Lolita son el estandarte de este género enfermo.
¿Qué sucederá con Japón, donde este tipo de juegos están estableciendo un gran
mercado? Fingiendo considerar este problema social, intenté dejar de preocuparme.
Entonces, tímidamente, cargué la colección de fotografías de Rika Nishimura en mi
pantalla.
Pasaron unos segundos.
Me estremecí... Rika Nishimura era bastante linda.
“¡Nno, no! ¡Sólo estoy confundido!” El eco de mi grito rebotó de forma vacía en
mi oscuro departamento de una sola habitación. Rika seguía sonriéndome desde la
pantalla.
Con los dedos temblando, le di click al ratón. La siguiente imagen apareció en el
monitor. Oh, Rika...
¡Esto está mal! Levanté la cabeza, y con toda la fuerza de mi cuerpo la golpee
contra la pared. Sentí cómo brotaban mis lágrimas. Dolía, pero Rika seguía
sonriéndome. Oh, Rika...
¡No, no!
Rápidamente, inicié Internet Explorer. El problema era que Rika era demasiado
linda, eso no significaba que fuera un pedófilo ni nada de eso ¡Así tenía que ser! Sólo
fui afectado por su belleza, pero sigo siendo normal. Para probarlo, necesitaba
encontrar más imágenes en Internet. Era obvio que no me emocionaría en lo más
mínimo al ver a otras niñas que no fueran Rika.
Sin embargo, gracias a las nuevas leyes contra la pornografía infantil, encontrar
imágenes de Lolitas en Internet fue más difícil de lo que esperaba. Traté de buscar en
la superficie, pero todo lo que encontré fueron sitios web fraudulentos que usaban
marcadores de números telefónicos de otros continentes.
Pero yo confiaba en mis excelentes habilidades para navegar en la red. Era un
veterano, con cuatro años de conexión constante a Internet. En estos casos, lo mejor
era buscar en foros de mensajes. Eran las leyes de la red. Decidí utilizar un programa
para buscar palabras clave en los foros de imágenes pornográficas.
¿Qué? Miles de páginas de resultados... incluso tras refinar mis términos de
búsqueda, seguía obteniendo varios cientos de páginas. Eran demasiados.
Por el momento, intenté visitar el primer resultado en la lista.
Instantáneamente, con una energía escalofriante, un número casi infinito de ventanas
del navegador se abrieron por voluntad propia.
“¡Maldita sea, una trampa!” grité. Era uno de esos ataques que usan JavaScript
para abrir muchas ventanas con publicidad, encontrados tan a menudo en sitios de
paga. Aún así, no me preocupé ¡Ya lo tengo! Esta es una tarea demasiado difícil para
Internet Explorer.
Tenía que cambiar a un navegador con pestañas, esos excelentes navegadores
que permiten visitar varias páginas al mismo tiempo dentro de la misma ventana.
Descargué Donut, un navegador que según las reseñas era bastante estable, y lo inicié
inmediatamente ¡Oh, esto facilita tanto la navegación! Así, pronto encontraría el
material que estaba buscando.
Abrí tantas páginas como lo permitieran los recursos de mi computadora. En
nuevas pestañas, abrí todas las páginas vinculadas desde los foros de imágenes,
después dando click a más vínculos en las páginas iniciales, revisándolo todo de arriba
a abajo.
¡Que no te engañen las páginas de paga! ¡Cuidado con los archivos con extensión
.EXE! ¡Elimina la publicidad con software bloqueador!
Las manecillas de mi reloj avanzaban; fuera de mi ventana, ya era de noche. La
única luz en mi departamento de una sola habitación era el brillo azuloso emitido por
mi pantalla. No podía desperdiciar tiempo ni para encender las luces ¡Mis habilidades
para atravesar las profundidades del Internet son maravillosas, casi divinas! ¡Manejo
el ratón a la velocidad de la luz!
¡Soy un lobo!
¡Soy una bestia indomable!
Cuando regresé a la realidad, había pasado una semana entera. Me separé del ratón y
el teclado por primera vez en varias docenas de horas y entré al baño. En el espejo se
reflejaba una persona increíblemente peligrosa—yo. La barba por no rasurarme, el
cabello grasoso, los ojos vacíos, la mandíbula caída... un hikikomori desempleado que
cualquier persona evitaría, a quien nadie se le acercaría... una sucia, desaliñada y
pestilente pesadilla...
Un pedófilo.
“Ugh”. Me acosté lentamente en el piso del baño.
¿Cómo pudieron llegar las cosas a este extremo?
Lo que había hecho nunca podía ser deshecho. Yo... yo bajé cientos de imágenes
de Lolitas de todo el mundo. Y no me conformé sólo con imágenes. También descargué
un montón de videos en formatos como MPEG y RealMovie. Mi disco duro de 30 GB
estaba lleno a reventar con los indecentes cuerpos de niñas pequeñas por quienes, en
realidad, sentía lástima.
No puedo seguir. Simplemente no puedo seguir. Un hikikomori pedófilo es lo peor
que puede existir. Soy menos que humano. Soy una abominación. No puedo seguir
viviendo. Nunca podré caminar bajo la luz del sol otra vez.
Es cierto, es verdad que era un hikikomori, pero estaba bastante seguro de que
no era un pedófilo. Mis gustos eran bastante convencionales, de hecho prefería a las
mujeres un poco mayores que yo. Aún así, ahora...
Empecé a llorar desconsolado, las lágrimas caían al piso. Eran lágrimas de
penitencia. Sí, estaba consciente de mis errores y quería enmendarlos. Quería cambiar,
pero ya era demasiado tarde.
En cuanto empecé a murmurar cosas para mí mismo como “Nozomi es
hermosa”, supe que ya había un lugar para mí en el infierno. Cuando dije cosas como
“Kiyomi es sorprendente para ser una estudiante de primero de secundaria”, estaba
listo para caer en el infierno. Cuando comencé a opinar “Wow, las rusas son bastante
duras, y las americanas también hacen cosas terribles” mientras sonreía para mí
mismo, sabía que había un 100% de probabilidades de que me desplomaría al infierno.
Lo siento, lo siento. Perdón. No quise hacerlo. No quería causar ningún daño. Al
principio fue sólo una broma, pero ahora...
“¡Argh!” Dolía. Me dolía el pecho. Mi corazón se rompía por la culpa. No quería
ser un pedófilo ni nada por el estilo, pero ahora era un hikikomori pedófilo de primera
clase, el peor trozo de basura que ha vivido entre la raza humana.
Pero escuchen: se equivocan ¡Están equivocados! ¡No quiero encerrar a una niña
en mi cuarto ni nada por el estilo! ¡No quiero secuestrar a nadie! ¡No he cometido
ningún crimen! ¡Por favor, créanme! ¡En serio! ¡No me vean así! ¡No me vean!
Pero... mochilas rojas. Y grabadoras de video. Y niñas inocentes jugando en el
parque ¡Ack!
“¿Quieres jugar conmigo?”
“Te daré un dulce”.
“Sólo levanta tu falda”.
“Juguemos al doctor”.
“¡Aquí está tu inyección!”
¡Ahora sí, no puedo más! ¡Debería morir, morir ahora mismo! ¿Qué es ese ruido?
¡Cállense!
“¡Satou! ¿Estás en casa? ¡Abre, por favor!” Alguien estaba llamándome desde
algún lugar lejano, “¡Satou! ¿Sigues con vida? Si es así ¡Abre la puerta!”
Alguien golpeaba la puerta de mi departamento, pero yo ya no tenía deseos de
mostrar mi rostro en público nunca más. Déjenme solo...
“¿Que en verdad no estás en casa? Sólo quería prestarte este maravilloso video
ilegal...”
Levantándome lentamente, limpié mis lágrimas y me dirigí hacia la puerta.
Al escuchar mi historia, el rostro de Yamazaki se contorsionó en una mueca de
asco puro. “¿Te encerraste por una semana bajando pornografía? ¡Eres un asco de ser
humano!”
“Cállate. Antes que nada, esto es tu culpa”.
“Eso dices, pero supongo que es parte de tu naturaleza ¿O no, Satou?”
“¿Nno te sientes al menos un poco culpable? ¡Tú me orillaste a esto! ¿Cómo
puedes decir esa clase de cosas?”
“Te dije que era material de referencia ¿Verdad? Mira, Satou; bajaste treinta
gigas de porno, eso no es sano. Ni siquiera tengo ganas de estar cerca de tí ¡Me
asustas!”
“¡Ggrgrrr!” Mi visión literalmente enrojeció por la ira. Mis puños estaban
temblando.
“Bbueno, pasemos a otro tema. Hablemos seriamente sobre nuestro plan para
el juego. Te voy a prestar esta cinta ¿Está bien?”
Arrebatándole la cinta de las manos, la golpee contra mi rodilla, rompiéndola en
dos. “¿Qqqué estás...?”, tartamudeó Yamazaki.
En ese instante, ví mi único escape posible del mundo de la pedofilia.
Tomé a Yamazaki de los hombros y lo ví fijamente. “Yamazaki...”
“¿Qqué? ¡Quiero que me pagues el video!”
“La pornografía infantil es inhumana; es monstruosa...”
Él guardó silencio.
“¡Escapemos, escapemos juntos! ¡Si no nos recuperamos ahora, seremos
pedófilos hasta el último día de nuestras vidas! ¡Rápido!” Tomando con fuerza la mano
de Yamazaki, lo jalé hacia el exterior del departamento.
Deteniéndonos en el cuarto de Yamazaki sólo para tomar su cámara digital, salimos a
la calle, caminando rápidamente por la ciudad.
Era una tarde de principios de mayo. A pesar de lo agradable de la temperatura,
había poca gente en las calles.
“¿A dónde me llevas?”
Seguí jalándolo sin responder.
En el camino, me detuve en una tienda para comprar una cámara desechable,
que le dí a Yamazaki. Después, seguimos corriendo.
Eran las tres de la tarde: la mejor hora posible.
“¿Una cámara digital y una desechable? ¿Qué demonios intentas hacer?”
Preguntó sin aliento Yamazaki.
Cuando llegamos a nuestro destino, respondí “Tómame una foto”.
“¿Para qué?”
“Bueno ¿Sabes dónde estamos?”
“Pues parece la entrada de una escuela...”
“Así es, estamos en la Escuela Primaria Ikuta, una primaria pública con cerca
de quinientos estudiantes. Y yo me voy a a esconder en los arbustos frente a la
entrada. Tú también escóndete, Yamazaki ¡Rápido!”
“¿Qué?”
“En cualquier momento sonará el timbre de salida, y entonces los estudiantes
saldran por aquí”.
“Así es ¿Y?”
“Voy a tomar fotos”.
“¿Dde qué?”
“De las niñas de primaria”.
No respondió.
“Tomaré grandiosas fotografías de estas hermosas niñas, usando tu moderna
cámara digital”.
Silencio.
“¿Entiendes, Yamazaki? Me esconderé y tomaré fotos de las niñas en la
primavera ¡Tal vez, si van corriendo lo suficientemente rápido, hasta alcance a verles
los calzones! Estaremos bien. Si nos quedamos quietos y escondidos en los arbustos
nadie podrá encontrarnos. Voy a fotografiar a las niñas—¡Sólo a las más hermosas,
claro!”
Sonó el timbre. En cualquier momento, los estudiantes saldrían.
“Yamazaki, tú me tomarás fotos a mí con la cámara desechable. Toma todas las
que puedas ¡Fotografía a este asqueroso ser mientras él acecha a las niñas de
primaria! ¿Entiendes? ¡Esta es la única forma de escapar de la pedofilia!
¿Comprendes, verdad? Es una imagen horrible. Sin embargo, y al mismo tiempo,
también es tu apariencia. Necesitas plasmar esta asquerosa figura en el negativo.
Después, iremos a revelarlo juntos y veremos de forma objetiva nuestra propia fealdad,
nuestra suciedad e inmundicia. Y solo entonces podremos dejar de ser pedófilos y
regresar a la normalidad”.
El eco de las voces infantiles se escuchaba desde la entrada de la escuela. Sólo
un poco más...
“¿¡Listo, Yamazaki!? En sólo un momento aparecerán las primeras niñas ¡Y yo
les tomaré fotos en secreto! ¡Y tú me tomarás fotos a mí! ¿Listo, Yamazaki?
“¡Oh, la primera es hermosa! ¡Vestido blanco, medias negras, botas café oscuro,
es increíble! ¡Moé, moé! ¿¡Ya la viste, Yamazaki!? Estoy tomándole una foto ¡Tómame
una a mí también! Pero no uses el flash, si lo usas nos encontrarán y llamaran de
inmediato a la policía.
“Ah, qué emoción ¡Siento cómo me hierve la sangre, tengo la piel de gallina! Hoy
en día las estudiantes de primaria son tan lindas... ¡Click! ¡Click! ¡Qué gran toma!
“Llamémosle Sakura, por ahora. En el momento en que Sakura se volteó para
ver a sus amigas, me dio el ángulo perfecto ¡No podía desperdiciarlo! Je, je, je...
¿Escuchas, Yamazaki? Me estás fotografiando ¿Verdad? Captura hasta el último
detalle de mi asquerosa pedofilia, de lo contrario sólo seré un pervertido común y
corriente.
“¡Increíble! Más y más estudiantes salen del edificio. Mira a esas lindas niñas,
tan llenas de vida ¡Foto, foto, foto! ¡Sopla, brisa primaveral! ¡Aparezcan, vientos
repentinos! ¡Levanten esas faldas!
“¿Sigues ahí, Yamazaki? No puedo ver si sigues aquí o no. Estás detrás de mí
¿Verdad? Asegúrate de capturar mi horrible apariencia ¿Entiendes, verdad? ¡Dí algo!
Estoy esforzándome mucho para tomar fotos de calidad, deberías de contagiarte con mi
entusiasmo ¿Me escuchas? Bueno, no importa. Después de todo, estamos cometiendo
un crimen. Es normal que estés asustado.
“Pero sabes, yo no quería convertirme en esta clase de escoria. Cuando era
pequeño, mi sueño era ir a la Universidad de Tokio y convertirme en un excelente
investigador. Quería crear algo que ayudara a la humanidad ¡Y ahora, soy un
hikikomori pedófilo! Me dan ganas de llorar... tú también deberías llorar ¡Derrama
lágrimas por mi repulsión!
“Queríamos sonreir felizmente cada día; queríamos vivir vidas normales y
vigorizantes. Sin embargo, las incomprensibles olas del destino nos lo han impedido—
por eso ¡Lloremos, lloremos llenos de desesperanza! Queríamos ser útiles, ser
respetados, vivir en armonía con todos. En vez de eso, somos hikikomoris pedófilos ¿No
sientes deseos de llorar? ¡Deberías!
“Estoy triste. Estoy tan triste... pero mira a las niñas... Oh... mis lágrimas no
pueden detenerse. La cámara se está empañando, pero seguiré tomando fotos. Tú
también, sigue tomándome fotos. Es triste, pero esforcémonos. No podemos dejar de
llorar, pero es todo lo que podemos hacer...
“¿Qué sucede? ¿Por qué me tocas el hombro? ¿Hay algún problema? Oye, deja
eso. Estamos llegando a la mejor parte.
“¿Ves? Mira a aquella, la del pelo corto y las medias largas. Es tan linda, dan
ganas de llevársela ¿Qué? Eres insoportable ¡No ves que estoy ocupado! Vamos, qué
pasa, Yamazaki. Si me sigues moviendo vas a desenfocar la imagen ¡Oye, estás
empezando a desesperarme! ¿¡Qué te pasa!?”
“¡Satou! ¡Oye, Satou!”
“¡Shhh! ¡Cállate, vas a hacer que nos atrapen!”
“¿Qué estás haciendo aquí, Satou?”
“Es obvio, mira a la niña de cabello corto...”
“¿La niña?”
“Estoy tomándole fot—”
En ese momento, desvié mis ojos de la cámara para ver la mano que descansaba
sobre mi hombro. Esos dedos largos y delicados no podían pertenecer a un hombre...
Me dí la vuelta.
Ahí estaba Misaki. Mi corazón empezó a latir a cincuenta veces su ritmo
normal.
Una gentil brisa soplaba por el lugar.
El tiempo se detuvo.
En algún momento, Yamazaki desapareció y fue reemplazado por Misaki.
Para empeorarlo todo, estaba vestida con su atuendo religioso—ese simple
vestido de manga larga y la sombrilla blanca. Vestida de esta forma, estaba agachada
en los arbustos junto a mí.
“¿Ccuándo llegaste aquí?”
“Hace sólo unos segundos”.
Pensé en preguntarle cuánto había escuchado de mi perorata frenética, pero
desistí. De cualquier manera, estaba en una crisis enorme.
Un hombre sombrío, con una cámara digital colgándo del cuello, escondido en
las sombras cerca de una escuela primaria. Cualquiera pensaría que se trata de un
pervertido—y con razón. Me había quedado sin opciones. ¡Arg! Madre, Padre,
Perdónenme. No quedé conforme con salirme de la escuela. También tenía que ser
encarcelado por crímenes sexuales. Soy un fracaso como hijo ¿Cómo puedo expiar este
delito?
El tiempo se había terminado. Misaki, que seguía viéndome a la cara, empezaría
a gritar en cualquier momento “¡Un pervertido! ¡Alguien, venga rápido!”
No, no. No había duda. Así terminaría todo esto. Después de todo, estaba
vestida con su atuendo religioso. Y las religiones suelen tener mandamientos bastante
severos, como “No cometerás adulterio”. Naturalmente, desear a un menor de edad
debe ser lo peor de lo peor—precisamente por eso el ardiente puño de Dios desciende
con furia sobre los pedófilos.
Así es, Misaki me amenazaría con frases como “¡El que obra mal odia la luz, no
sea que su maldad sea descubierta y condenada!”14 Diría “¡El que no quiere creer no
conocerá la vida, sino que pesa sobre él la cólera de Dios!” 15 ¡Diciendo “¡La recompensa
del pecado es la muerte!”16 me arrojaría al fuego eterno!
Era el final absoluto. Mirando hacia el cielo, me preparé para recibir el castigo
divino que estaba a punto de descender sobre mí. En ese momento, mi vida
terminaría. Mi futuro quedaría sellado. Sólo faltaba un segundo.
El tiempo seguía pasando y Misaki no me denunciaba. Cuando voltee a verla,
seguía mirándome fijamente.
Finalmente, Misaki explicó, “Acabo de ver a Yamazaki cubriéndose el rostro con
ambas manos, corriendo en dirección a tu departamento. Me pregunté qué estaba
sucediendo, y cuando me asomé, te ví a tí, Satou. Entonces...”
“¿Conoces a Yamazaki?”
“Es el chico del departamento 202 ¿No? Estaba bastante contento cuando le
dimos las copias de '¡Despertad!', eso es inusual”.
“¿En serio? Qué tipo tan raro”.
“¿Te estoy interrumpiendo? Pareces bastante ocupado, Satou”.
“¡Nno! Para nada. Digo, en realidad no. Por cierto, Misaki ¿Qué haces aquí?”
Traté de desviar la conversación. Empecé a sentir que tal vez podría salirme con la
mía.
“Ah, iba con mi tía Kazuko, habíamos terminado la ronda de hoy e ibamos
camino a casa. Le dije a mi tía que se adelantara cuando ví que estabas aquí”.
“¿En serio? Por cierto, me gusta mucho tu atuendo. La sombrilla te da un aire
espiritual”.
14 Juan, 3:20.
15 Juan, 3:36.
16 Romanos, 6:23.
Cuando dije esto, Misaki desvió la mirada. “Esto es un disfraz”, dijo mientras su
rostro enrojecía.
“¿Qué?”
“Odio el reclutamiento religioso. Por eso traigo la sombrilla, así puedo cubrirme
y nadie recordará mi cara”. Su razonamiento era bastante convincente. Después de
todo, esta chica seguía siendo un misterio. Todavía no podía entender sus motivos.
Esta era mi oportunidad para escapar ¡Huye, ahora!
“Muy bien, tengo que irme”. Me puse de pie.
Misaki también se levantó, cerrando la sombrilla.
Así, empecé a alejarme con paso irregular. Llegué a la banqueta destrás de los
arbustos, encaminándome en dirección al departamento.
“¿Satou?”
“¿Qué?”, pregunté sin voltear o disminuir el paso.
“¿Entonces, eres un pedófilo?”
Sentí que mi corazón se detenía. Fingiendo no haber escuchado, apreté el paso.
Misaki continuó, “No importa que lo seas. De hecho, tal vez sea incluso más
conveniente para tí. Si en verdad eres un hikikomori pedófilo, será lo mejor. Después
de todo, estarías en el rango más bajo de la sociedad humana”.
Dejé de caminar y di media vuelta.
Misaki tenía su sonrisa habitual. “Sí, ahora que lo pienso, es mejor. De esa
manera, creo que te acomodas aún más a las necesidades de mi proyecto”. Saltó un
poco, emocionada, aunque debo admitir que sus ademanes se veían un poco forzados.
Tratando de que mi voz sonara lo más calmada posible, dije, “No tengo idea
sobre qué hablas. No soy un hikikomori pedófilo, sabes ¡Soy un creativo! Sólo vine a
tomar imágenes de referencia”.
“Hm...”
“¡Es cierto!”
“Bueno, veámonos de nuevo. No hagas nada que ocasione que aparezcas en el
noticiero ¿Está bien?”. Diciendo esto, Misaki se marchó.
Era una tarde de mayo.
Capítulo 6 – Recuerdos Preciados y Juramentos
Nada está mejor diseñado para ayudarnos a escapar de la realidad que los juegos
eróticos.
Yamazaki, sentado ante su computadora, inició otro de sus discursos. “Así es, el
escapismo es la escencia de los juegos eróticos. Como creadores, tenemos que ofrecerle
al jugador una vía de escape disfrutable y amena. El mundo real está lleno de cosas
dolorosas: mujeres que disfrutan dándonos ilusiones y luego destruyéndolas, mujeres
que se burlan de nosotros, esa perra que me engañó con el gerente de la tienda,
aquella estudiante que jugó con mi adolescencia... la clase de cosas que hacen de este
mundo un lugar más difícil”.
La segunda mitad de su discurso describía situaciones concretas aplicables sólo
a él, pero lo dejé continuar. Después de pausar brevemente para beber un poco de té,
Yamazaki levantó la voz, enunciando, “En resumen, las mujeres en verdad son
inservibles. Son monstruos terribles. Y por eso...”
“¿Por eso?”
“Por eso, como creadores de juegos eróticos, tenemos que inventar personajes
femeninos perfectos y convenientes, de la clase que no se puede encontrar en el mundo
real”.
Personajes femeninos perfectos...
“Quiero decir, personajes que quieren al protagonista de forma desinteresada,
que se acercan a él tan sólo por buena voluntad, esa clase de personajes”, explicó
Yamazaki. “Personajes sin motivos ocultos, que nunca traicionarían al protagonista. La
clase de personajes que nunca podrían existir en el mundo real”.
“Pero si introduces personajes tan alejados de la realidad ¿No quedará
comprometido el realismo del juego?”.
“Eso no importa. Los jugadores no buscan realismo en los juegos eróticos:
buscan huir de él. Si alguien quisiera enamorarse de un personaje realista, hablaría
con una mujer real y no tendría que jugar juegos eróticos”.
“Ya veo”.
“Pero hay varios arquetipos que puedes utilizar como molde a la hora de crear a
tus personajes”, dijo.
“¿A qué te refieres?”
“Bueno, si diseñas un personaje femenino común y corriente y dices '¡Es la
heroína ideal!' estarías mintiendo. Tienes que usar ciertas estrategias de
caracterización para demostrar que tu 'heroína ideal' en verdad lo es.
“Por ejemplo, una técnica es hacer que tu personaje sea una amiga de la
infancia. De esta manera puedes crear un vínculo verosímil, pues ha estado cerca del
protagonista desde su juventud. Con esta base, puedes crear un argumento
convincente para convertirla en una heroína ideal.
“Otra forma de lograrlo es haciéndola una criada. Así, debido a la naturaleza de
su trabajo, puede formarse un vínculo patrónempleada. También desde este ángulo
puedes convertirla en la heroína perfecta.
“Finalmente, la tercera opción es hacerla un robot. Como los robots no pueden
oponerse a las órdenes de los humanos, es evidente que no puede tener razones para
traicionar a su dueño, dándonos un argumento convincente para convertirla en la hero
—”
“Eespera, cuando dices robots, quieres decir...”, lo interrumpí.
“Me refiero a que la heroína del juego sea un robot normal de apariencia
humana”. Era una conversación un tanto surreal, pero la expresión y el tono de voz de
Yamazaki sugerían que hablaba en serio, y que esto era completamente natural.
“En síntesis, cuando diseñas escenarios para juegos eróticos el objetivo es crear
una razón que le impida a la heroína desafiar al personaje principal, esto lo haces al
definir la situación inicial y la naturaleza del personaje. Esta debe escuchar, amar y
obedecer las órdenes del protagonista incondicionalmente. Estas técnicas pueden
ayudarte a cumplir estos requerimientos”.
Pensé que lo mejor era no pensar demasiado al respecto.
Lleno de desesperación, le pregunté, “Bueno ¿Qué tal una compañera de clase
que es al mismo tiempo una amiga de la infancia y una sirvienta robot?”
“¡Eso es genial!”, respondió Yamazaki, con una mirada sincera en el rostro.
“¿Y qué tal un escenario adicional en el que fue la amante del protagonista en
una vida anterior?”
“¡Eeso es increíble!”.
“Encima de eso, es frágil y enfermiza. Está ciega y tampoco puede hablar. La
única persona en la que puede confiar es el protagonista ¿Qué tal?”.
“¡Eso es absolutamente perfecto!”
“Además, tiene el mal de Alzheimer”.
“¡Buena elección!”
“Y también tiene desórdenes de personalidad múltiple”.
“¡Perfecto!”
“Y en realidad es extraterrestre”.
“¡Grandioso!”
Esta discusión continuó por varias horas; como resultado, finalmente decidimos
el tipo de heroína para el juego erótico que estaba por escribir.
“Es amiga desde la infancia del protagonista, es una robot y trabaja como
criada. Está ciega, sorda y débil; además de eso, es una extraterrestre con Alzheimer y
desórdenes de personalidad. Sin embargo, en realidad es un fantasma con una
conexión al protagonista en su vida anterior. Y su forma verdadera es el espíritu de un
zorro”.
“¡Wow, sorprendente! ¡Es perfecta! ¡Es moé moé!”
“Erm...”
“¿Qué sucede, Satou? Puedes empezar ahora mismo a escribir el escenario”.
“Eh... eh...”
“¿Qué?”
“¿¡Cómo rayos voy a escribir algo así!? ¡Lo haré a mi manera!”. Le di una patada
a Yamazaki y regresé a mi habitación.
Eran las dos de la mañana.
¿Qué demonios pasó con nosotros? Intenté pensar al respecto, pero al final,
éramos sólo dos hikikomoris buenos para nada. Decidí continuar con mi escape de la
realidad.
¡Así es! Hablando de escapismo, no hay nada mejor que un juego erótico.
¡Por eso escribiría el escenario de inmediato!
Los días pasaron rápidamente.
“Una travesía a través del amor y la juventud, realizada por
guerreros resistiéndose a los embates de una gigantesca
organización malvada...”. Esta era la base de la historia que estaba escribiendo.
Al principio, todo iba increíblemente bien, las palabras me salían de forma fluída.
Estaba sorprendido por mi propio talento literario.
Desafortunadamente, me topé inmediatamente con un problema: La historia
que estaba escribiendo estaba destinada a ser el escenario para un juego erótico, y
como tal, necesitaba incluir escenas eróticas. Tenía que describir actos sexuales a
fondo y con lujo de detalles. Era doloroso. Pensaba que era trágico que yo, a los
veintidós años de edad, tuviera que escribir lo que se suponía era una historia erótica.
Era demasiado doloroso.
Estuve encerrado en mi cuarto por tres días.
Mi trabajo estaba volviéndose extremadamente difícil. Mis escenarios
avanzaban a una velocidad menor a un renglón por hora. El vocabulario... No tengo
vocabulario. Mi cerebro no estaba equipado con las metáforas particulares usadas en
la ficción erótica. No sabía que hacer. Me tomaba eternidades escoger una sola
palabra. Más que nada, era mortificante ¿Qué rayos estaba haciendo ahí, escribiendo
oraciones tan vergonzosas? Hasta el escapismo tiene un límite. Sentado solo frente a la
computadora, podía sentir cómo me sonrojaba. Mi corazón se aceleraba, empezaba a
sudar frío, mis dedos se paralizaban sobre el teclado... no podía más. No quería escribir
escenarios eróticos.
Estaba cansado. Harto en verdad.
Sin embargo, hice acopio de todo mi valor y enfoqué todos mis esfuerzos en
escribir porque temía que en el momento que dejara de hacerlo, los problemas que
trataba desesperadamente de ignorar regresarían y me golpearían con una fuerza aún
mayor. Tendría que ver a la cara a la dolorosa verdad, eso no era nada bueno.
Por eso, compré unas cuantas novelas eróticas para usar como ejemplo para
escribir los escenarios. ¡Busca las palabras correctas! ¡Encuentra las metáforas! Era
una odisea. Escribía y borraba, escribía y borraba... mi cerebro estaba a punto de
estallar.
“El hombre desabrocha su pantalón y lo baja hasta sus
rodillas”.
“¡Ah, ah, no!”.
“¡Oh, hermana!”.
“Y sus suaves pechos...”.
Esto no está bien. Borrar.
“Hinchado”.
No, borrar.
“Se levantó masculinamente”.
¡Que no! ¡Borrar, borrar!
“Humedeciéndose”.
¿¡Estás bromeando!? ¡Borrar, borrar, borrar!
“Rosa salmón”.
¡No!
“Gelatinoso”.
¡Detente!
“Palpitante”.
¡No puedo más!
“Blanco como la leche”.
¿Qué demonios?
“Pequeños pechos...”
“...suave y joven...”
“...sudando...”
“...más fuerte...”
“¡Nno!”
“...dulce suspiro...”
“...ligeramente arqueado...”
Era un horrible desfile de palabras. “Ondulando”... “inserción”...
“caderas”... “desde sus labios”... “dulce”... “cuerpo”...
“tenso”...
¿Cuál es mi problema?
“Hinchado”... “a la entrepierna”... “linda”...
“endurecido”... “asomándose”... “está bien”... “completamente
desnuda”... “una mancha ovalada”... “montículo”...
Ya no más.
“Hinchado”... “debajo del ombligo”... “las partes
privadas”... “golpeando su pecho”...
Por favor.
“Hinchado”... “suspirando”... “simple”... “desbordándose”...
“con el dedo índice”... “la miel”... “impacientemente”...
“indecente”... “la membrana”...
¿Qué haré con mi vida?
“Hinchado”... “pistón”... “vulgar”...
No puedo seguir así.
“Hinchado”... “pegajoso”... “ardiente”... “entrando”...
“suave”... “sonrojándose”... “lujurioso”...
Sería mejor morir.
“Hinchado”... “hinchado”... “hinchado”... “hinchado”...
“hinchado”... “hinchado”... “hinchado”... “¡Hinchado!”.
¡AHHHHHHHHHH!
Borrar todo, borrar todo, borrar todo...
Usar una novela erótica como modelo fue un error desde el principio. Es natural
que las cosas salgan mal cuando la ficción se vuelve el referente para la ficción. Sentía
que iba a enloquecer.
Estoy bien, debo calmarme.
Tomando un hondo respiro para relajarme, decidí volver a comenzar, usando mis
propias experiencias como referencia. Si lo hacía, podría escribir escenas eróticas
realistas sin tener que recurrir a la ficción.
Experiencias propias, experiencias propias...
Experiencias personales que pudiera usar en un juego erótico... No tenía más
opción que regresar al pasado. Debía recordar ese pasado distante, hace cinco años...
mis años escolares.
Cerré los ojos y me puse a pensar. Al hacerlo, me dí cuenta que los recuerdos se
movían en un sentido emocionalmente difícil. Abrí rápidamente los ojos e intenté dejar
de pensar al respecto. Sin embargo, era imposible detener el vector de mis recuerdos,
una vez que tomaba una dirección.
Mis brillantes y optimistas años de preparatoria... mi juventud.
“Preparatoria”. Esta palabra evoca enamoramientos con un dejo de amargor, y
la sociedad parece estar de acuerdo conmigo sobre esto. Yo también estaba enamorado;
todos los días estaban llenos de emoción, como si viviera dentro de un videojuego.
Estaba enamorado de aquella chica mayor del club de literatura.
Como puede esperarse de un miembro del club de literatura, era una ávida
lectora. A pesar de esto, era bastante idiota. Una vez leyó frente a mí 'El Manual del
Suicida'.
Pensé, Sólo lograrás desesperar a la gente con esa clase de comportamiento. Eres
bastante linda ¿Por qué simplemente no actúas con normalidad?
Ella no parecía darse cuenta de esto.
“¿Por qué estás leyendo eso?”, le pregunté, sintiendo que no me quedaba más
opción.
Riéndose, respondió, “¿No crees que el suicidio es algo genial?”. En esa
temporada había roto con su novio y parecía deprimida por eso.
“Oye, Satou ¿Qué opinas sobre los suicidas?”, me preguntó.
“Pues si ellos quieren morir, supongo que deberían tener esa libertad. No creo
que esté bien que sean juzgados por otras personas”.
“Hm”. Mi aburrida respuesta no pareció impresionarla, por lo que regresó la
mirada al libro que sostenía.
Otro día después de clases, justo cuando estaba empezando a hartarme de jugar
cartas con ella, dijo “Oye”.
“¿Qué?”.
“Satou, si muriera o algo así ¿Te entristecerías?”. Sin importar cuánto me
esfuerce, no puedo recordar cómo respondí a su pregunta. Todo lo que recuerdo es que,
varios días después, llegó a clases con los brazos envueltos en vendajes blancos.
Oh, vamos. No sabía que tan en serio estabas tomando eso de morir, pero al
menos debería darte vergüenza todo el melodrama que has provocado.
“No eres una estúpida chiquilla de secundaria”.
Ella contestó, “Tienes razón, soy una estúpida chiquilla de preparatoria”.
Con frecuencia decía cosas como esa, a pesar de desear ingresar a la competitiva
Universidad Waseda. De vez en cuando, soltaba con orgullo frases sin sentido como
“Por cierto, el problema es que ya no hay villanos”.
Continuó con su explicación. “Nadie tiene la culpa. Ni Mizuguchi, del equipo de
basquet, ni yo, ni tú, Satou—ninguno de nosotros tiene la culpa. Por alguna razón,
todas las cosas parecen ir en una dirección terrible. Es extraño”.
“Lo único extraño es tu cerebro”.
“No seas tan grosero con una chica que acaba de salir de la enfermería. Por
cierto, Satou ¿Has notado cómo suceden un montón de cosas malas a nuestro
alrededor, aunque nosotros no tengamos la culpa? Esto es porque una enorme
organización maligna está conspirando en nuestra contra”.
“Ajá”.
“Es verdad, me lo dijo un pajarito”.
“Claro”. Era la clase de chica a la que le gustaba fingir estar loca. A pesar de eso
—y porque era hermosa—me gustaba.
Unos días antes de la graduación, incluso me dejó acostarme con ella.
Me conmovía pensar que la recompensa por haber estado a su lado por dos años
fue ese único acto. Era emocionante, pero también me entristecía. Al final, esa fue la
única vez que pude hacerlo. Sentía que debería de poder haberlo hecho unas cuantas
veces más. Pero entonces, también sentía que hubiera sido mejor para mí no hacerlo ni
siquiera esa vez. Me preguntaba cuál era la opción correcta.
Aaaah...
En un popular café en Shibuya, le pregunté, “Bueno ¿Tú qué opinas?”. Era la
primera vez que la veía desde entonces, después de todos estos años.
El domingo anterior, sin ninguna advertencia, recibí una llamada telefónica.
“Hay que vernos”, dijo.
Salí de mi casa sin preocuparme por nada.
Acordamos vernos frente a la estatua del Moai. Parecíamos turistas, pero esto a
mí no me molestaba. En cuanto nos saludamos, dijo “Llamé a casa de tu familia para
obtener tu información actual, Satou, pero creo que tu madre pensó que era una
vendedora o algo así”.
“Ah, sí, sucede a menudo. Esa gente finge ser un compañero de clase cuando
tratan de formar registros de nombres...” Me pareció deprimente que después de no
vernos en años, esta fuera nuestra primera conversación.
Mis recuerdos no me traicionaron: ella seguía siendo linda. Por eso estaba
nervioso. Además, las neurosis propias del hikikomori—como el miedo al contacto
ocular y la agorafobia—me atacaban sin cesar. Incluso después de entrar al café no
podía dejar de sudar.
Sentada de espaldas a la ventana, agitaba su café helado con un popote. “Satou
¿Qué haces hoy en día?”.
Le respondí sinceramente, sin ocultar ningun detalle, con una sonrisa en el
rostro.
Se rió. “Sospechaba que terminarías así”.
“Oh, he estado aislado del mundo exterior por cuatro años”, le presumí. “¡Soy un
hikikomori profesional!”.
“¿Estás teniendo problemas en este momento?”
Asentí.
“Bueno, tengo algo que puede ayudarte”.
La chica sacó un frasco de su bolso y me entregó unas cápsulas. “Ten, es
Ritalin”.
“¿Y eso qué es?”.
“Un medicamento con propiedades estimulantes. En verdad funciona ¡Con esto,
puedes llenarte de energía cuando quieras!”.
Después de todo este tiempo seguía siendo una persona extraña.
Evidentemente, me contó que estaba viendo a tres psicólogos diferentes. A pesar de
esto, su consideración me conmovió, por lo que acepté agradecidamente una de sus
cápsulas.
Al tomármela, me sentí lleno de vitalidad. De hecho, tuvimos una conversación
innecesariamente animada.
“Eras tan normal en la preparatoria, Satou... Bueno, no, supongo que no”.
“¿Y qué haces hoy en día?”.
“Estoy desempleada”.
“Pero te graduaste de la universidad ¿no es así?”.
“Sí, pero ahora estoy desempleada. Aunque pronto me voy a casar”.
“¿Te vas a casar? ¿En serio?” Una joven esposa de veinticuatro años. Moé moé...
“¿Estás sorprendido?”.
“De cierto modo”.
“¿Estás triste?”.
“Para nada”.
“¿Y por qué no?”.
“¿Quién sabe?”.
Salimos del café. La chica brincaba alegremente.
Entonces, dijo “En estos momentos, estoy muy feliz”. Me contó que iba a casarse
con un rico y bien parecido empleado del gobierno ¡Parecía que estaba por casarse con
la mejor persona posible!
“No pienses mucho al respecto, no es nada complicado. Soy feliz”. Estaba muy
animada; parecía que ella también había tomado una dosis de aquel medicamento.
Mientras caminábamos a través de las multitudes, dijo “En aquel entonces debí
salir contigo. Yo te gustaba ¿o no?”.
“Sólo quería acostarme con alguien”.
“Perdóname. Tal vez no debimos pasar tanto tiempo jugando cartas”.
“El hecho de que nos separáramos poco tiempo después de la única vez que lo
hicimos... fue bastante duro para mí”.
“Tal vez yo tenga la culpa de que seas un hikikomori”.
“No, no te preocupes. Esto es culpa de algo así como...”
“¿Como una gran organización?”.
“¡Sí, así es! Esa enorme y malvada organización me atrapó”.
“A mí también ¿Sabes? ¡Esa horrible organización también me ha perjudicado!
Lo peor es que tal vez no pueda hacer nada al respecto...”
De pronto, me dijo que estaba embarazada.
“¿En serio? ¡No puedo creerlo! ¡Vas a ser madre!”. Estaba pasmado.
“Por eso voy a casarme ¡He triunfado en la vida! Voy por buen camino. Ahora
puedo ir hacia adelante, en línea recta, sin mirar atrás”. Caminaba rápidamente, un
metro delante de mí. No podía ver su rostro, pero su tono de voz parecía indicar que
estaba emocionada. Estaba feliz. Tenía que estarlo.
“Eso es grandioso. Grandioso. Grandioso”. Dije la misma palabra tres veces
seguidas para celebrar el inicio de su nueva vida.
Repentinamente, se detuvo. “¿No te molesta, Satou?”.
Yo también me detuve. “No ¿Por qué habría de molestarme?”.
“No sé por qué, pero siento dolor”.
Llegamos a una calle rodeada de hoteles. Podía ver a muchas parejas en el
lugar, a pesar que apenas era el mediodía. Sentí una ligera ola de emoción.
“¿Entonces vamos a tener una aventura o algo así?”, dijo, mientras me sonreía.
“¡Una aventura con una joven esposa! ¡Como en la televisión!”. Me estaba
emocionando más y más.
“Sólo te dejé hacerlo una vez, me siento culpable”.
Estabamos de pie frente a un hotel, viéndonos cara a cara. En verdad deseaba
entrar ahí con ella.
Ambos nos reímos. “Ahora eres feliz ¿O no?”, le pregunté.
“Así es”.
“Has llegado a un punto donde la gran organización ya no puede alcanzarte
¿Verdad?”.
“Así es”, repitió.
“Entonces me voy a casa”. Bajando la mirada, me retiré del lugar
inmediatamente.
Cuando pasé junto a ella la ví de reojo. Estaba llorando. Me parecía imposible,
debería ser sencillo llevar una vida feliz y saludable para alguien tan linda y amable
como ella—una situación que cualquier persona envidiaría. Alguien tan hermosa
debería vivir una vida sin preocupaciones.
En realidad, no hay nada que podamos hacer ante una depresión recurrente e
inútil. Una persona puede sentirse desconsolada o enfurecida con frecuencia. Incluso si
está tan enfurecida para golpear a alguien, no puede encontrar un blanco. Al final,
deseamos que exista una enorme y malévola organización. Se convierte en nuestro
sueño...
Nuestro mundo es inundado por cosas terribles. Este mundo está envuelto en
una compleja, retorcida e indescifrable tristeza.
Ella me contó que una compañera suya se había suicidado, dejando una nota
estúpida que decía algo así como “He sido abandonada por el amor y por los sueños, así
que ahora moriré”. Un compañero de la primaria se había casado por segunda vez.
Yamada estaba cuidando a dos niños por su propia cuenta. Kazumi regresó con su
familia después de irse a vivir una temporada con un desconocido. Yuusuke intentaba
convertirse en servidor público pero reprobó el examen. Yamazaki se dedicaba a crear
juegos eróticos y todos sus sueños habían sido destruídos.
“Estoy probando mi talento. No tiene que ser necesariamente un juego erótico,
pero haré algo ¡Cualquier cosa!”. Cuando proclamó esto, en medio de una borrachera,
su futuro como granjero ya estaba escrito. Yo no sabía de alguna forma en la que
pudiera evitarlo.
En las reuniones y las fiestas, todos nos reíamos. Todos nos divertíamos, parecía
seguro que el futuro sería perfecto: ¡Podríamos ser lo que se nos antojara! ¡Podríamos
hacer lo que deseáramos! ¡Podríamos ser felices!
Todo esto era cierto—pero constantemente, y a una velocidad tan lenta que ni
siquiera nos dimos cuenta, estábamos siendo arrollados. No había nada que
pudiéramos hacer al respecto. Tarde o temprano, todos pasamos experiencias terribles.
La única diferencia radicaba en si nos sucederían antes o después; pero al final, todos
pasaríamos por una situación insoportable.
Estaba asustado. Toda clase de cosas me atemorizaban.
Pensé en mi antigua compañera. Oye, no sirvo para nada. Soy quinientas veces
peor que el servidor público que conociste. No puedo hacer nada por tí. En verdad
quería entrar al hotel contigo, pero eso sólo lo habría hecho más difícil. No estaba
tratando de verme genial ni nada de eso, simplemente es inútil. Es imposible. Un
hikikomori patético como yo, que ni siquiera puede cuidarse a sí mismo, no tiene la
capacidad de hacerte feliz.
Quería ser fuerte, una persona en la que se pudiera confiar, alguien que
animara el ambiente con su presencia. Sin embargo, la verdad es que soy un
hikikomori—un hikikomori, temeroso del mundo exterior.
No sé por qué estoy tan asustado.
No sirvo para nada.
Dejaría de recibir dinero el próximo mes ¿Qué haría entonces? Este estilo de vida tenía
que terminar pronto ¿Debía terminar con mi vida?
Apagué la computadora que estaba usando para escribir los escenarios para el
juego. Pensé en llamar a Yamazaki y disculparme. “Lo siento, ya no puedo seguir con
el escenario”, le diría.
Pero su línea telefónica estaba ocupada. Podía escuchar sus gritos desde mi
departamento. “¿¡Por qué siempre tenemos la misma discusion!? Para empezar, vine
aquí con mi propio dinero ¡No tengo la obligación de seguir sus órdenes!”
Parecía que estaba peleando con sus padres otra vez. Todos teníamos nuestros
propios problemas.
Estaba a punto de perder el valor de seguir adelante. Sacudí mi cabeza. Por
ahora, decidí acostarme a dormir. Cuando estaba poniéndome mi pijama, el pedazo de
papel arriba de la televisión capturó mi mirada. Era el contrato que me había dado
Misaki.
Una tarde, estaba leyendo cómics en el estante de revistas de la tienda cuando,
repentinamente, me dí cuenta de que Misaki estaba de pie detrás de mí. “Por favor,
firma esto para la próxima vez que nos veamos ¿Está bien?”, dijo, mientras me
entregaba una hoja de papel. Por su estado, daba la impresión de que lo había estado
cargando desde hacía mucho tiempo.
Esa hoja de papel...
Ya había leído su contenido muchas veces, pero lo recogí y lo volví a leer. Era,
por supuesto, un documento incomprensible, tan increíblemente ridículo que me
provocaba dolores de cabeza. Sin embargo, en mi estado anímico actual, también me
atraía de una manera extraña. Entonces, lo firmé.
Guardándolo en mi bolsillo, me dirigí hacia el parque. Era de noche, la luna
brillaba. Podía escuchar a un perro aullando en alguna parte. Sentado en la banca
junto a los columpios, voltee hacia arriba, hacia el cielo estrellado.
Repentinamente apareció Misaki, una vez más vestida como una adolescente
común y corriente. Se sentó junto a mí y empezó a dar excusas que yo ni siquiera le
había pedido. “¡Esto no significa que observe la entrada del parque desde mi ventana
todas las noches!”
Me reí. Cuando mi risa se evaporó, también cesó el llanto del perro. El único
sonido provenía de la sirena de una ambulancia lejos de ahí. Misaki preguntó “¿Ya
terminaste tu juego?”.
“Ah, sí, el juego erótico terminó siendo cancelado ¿Pero cómo te enteraste de él?”.
“Yamazaki fue a la cafetería el otro día y lo escuché hablando al respecto. Por
cierto ¿Qué es un juego erótico? ¿Es como pornografía o algo así?”
“¡Nno, para nada! Es, verás, tú sabes, está influído por los artistas del
Renacimiento, y...”
“Eso es una enorme mentira ¿Verdad?”.
“Sí”.
“También es mentira eso de que eres creativo ¿O no?”.
“Sí...”
“En realidad, eres un hikikomori desempleado ¿No es así?”
“Sí, eso sí es verdad...”.
Le mostré el contrato. Arrebatándolo rápidamente de mis manos, Misaki saltó
emocionada. “¡Finalmente lo firmaste! Estarás bien, Satou. Después de un corto
entrenamiento, podrás salir ante el mundo de nuevo”.
“Misaki ¿Quién eres en realidad?”
“Ya te lo había dicho ¿no? Soy una amable chica que rescata a la gente que
sufre. Esta actividad es, claro, parte de mi proyecto de investigación. Pero puedes estar
seguro de que no te sucederá nada malo ¿Está bien?”.
Esa explicación sólo dejaba más dudas. Aún así...
“En fin ¡El contrato ahora está vigente! Si lo rompes, tendrás que pagar una
penalización de un millón de yens ¡Recuérdalo!”. Misaki guardó el contrato en su
bolsillo y sonrió alegremente. Empecé a sentirme nervioso. Tenía el presentimiento de
haber cometido un error enorme.
¿Cuánta validez legal podría tener un contrato como este? Ojalá conociera a un
abogado...
Al recordar el contenido del contrato, fui atacado por una ansiedad severa. “¡Olvídalo!
¡Regrésame el contrato!”.
Pero hacía mucho que Misaki se había ido de ahí.
Estaba solo, en mi límite absoluto.
Capítulo 7 – La Piedra Rodante.
Antes de que pudiera darme cuenta había sido aplastado, tanto social como
emocionalmente; era esa clase de verano. Estaba enjaulado, sin oportunidad de
escapar; era esa clase de Julio. Intenté pedir ayuda, pero nada—ni el amor, los sueños,
la esperanza, el esfuerzo, la amistad o la victoria—podría salvarme. Estaba en
problemas.
Al menos Yamazaki tenía ideas sobre su futuro. A pesar de que se la pasaba
gritando “¡Arghhh! ¡Déjenme en paz!”, tenía ambiciones. Desde que era pequeño había
buscado formas de escapar del negocio familiar.
“¡Escaparé de este pueblo rabón y haré fama y fortuna en la gran ciudad!
¡Hipócritas, les mostraré! ¡Tengo talento! ¡No sé qué clase de talento sea, pero lo
tengo!”.
Parecía que el destino también me iba a obligar a regresar al pueblo antes de
que pudiera encontrar cuál era mi talento. El pueblo, con sus extraños vínculos
familiares, sonrisas falsas, campesinos vándalos, caminos ensanchados
innecesariamente por los políticos locales, y sólo una tienda de conveniencia... Iba a
verme obligado a dar un giro de 180º y regresar a ese horrible lugar. Contemplaba este
destino con tristeza en el corazón.
Por eso, como Yamazaki, yo también empecé a gritar de forma hermosa y
masculina. “¡Waaaahhh! ¡Esto es terrible, terrible, terrible!”. No sabía exactamente
qué era lo terrible, aunque estaba seguro de que algo tenía que serlo. De hecho, en
realidad era una multitud de cosas terribles sucediendo al mismo tiempo, y no
encontraba la manera de solucionar ninguna de ellas.
Primero que nada, ya no me estaban mandando dinero desde casa. Aún así, no
podía acumular la fuerza de voluntad para salir a buscar un trabajo. A pesar de
encontrarme al límite, no podía salir al exterior. Mí título como Hikikomori de Alto
Nivel no era sólo para presumir. Sin embargo, tenía que solventar como mínimo mis
gastos escenciales, de lo contrario podría terminar siendo expulsado del departamento.
Tenía que hacer algo.
Usando mi tarjeta de crédito, retiré dinero de forma salvaje. Después, vendí
todos mis muebles. Llevé mi lavadora, refrigerador, televisión, computadora, kotatsu y
cama a una casa de empeño cerca de mi departamento. También vendí toda mi
biblioteca en una librería de viejo. Así conseguí algo de dinero, dándome un poco de
tiempo.
Ahora que tenía un poco de seguridad, el aburrimiento se convirtió en el
problema principal. Tanto Yamazaki como yo nos aburríamos de lo peor. Nuestra
principal actividad consistía en intentar disipar nuestro aburrimiento. “¿Qué hago? No
tengo nada que hacer”, le pregunté a Yamazaki.
Acostado boca abajo en el piso de su departamento, contestó sin entusiasmo, “No
estoy en una situación tan desesperada como tú, Satou—pero por alguna razón no
puedo relajarme. Ojalá pudieramos escapar de la realidad de una manera
rejuvenecedora...”
Escapar de la realidad... Activado por sus palabras, tuve una idea. “Oye, eso de
escapar ¿No es lo que hacen los jóvenes?”.
“Sí ¿Y...?”.
“¡El Rock es la música de los jóvenes!”, agité con fuerza a Yamazaki por los
hombros. “¡Eso es, Yamazaki, Rock & Roll! ¡Sexo, drogas y violencia!”
Yamazaki se levantó, agitando los brazos y gritando “¡Ya entiendo! ¡Es una idea
fantástica! Hablando de Rock & Roll, en verdad respeto a Jerry Lee Lewis”.
“¿Y ese quién es?”
“Es ese rockero que, desafiando las convenciones sociales, se casó con su prima
de trece años, convirtiéndose en un gigante del mundo de los pedófilos ¡A eso le llamo
ir en contra de lo establecido! Great Balls of Fire!”.
Decidimos que a partir de entonces, viviríamos bajo el lema “Sexo, drogas y
violencia”. Si girábamos nuestras vidas en esa dirección, podríamos pasar los días de
una manera más joven y energética. Esa era nuestra esperanza.
Hablando de sexo, no es apto para menores de dieciocho años ¿Y qué otra cosa
no es apta para menores de dieciocho años? ¡Los juegos eróticos! Incluso ahora,
Yamazaki seguía trabajando en su juego ¿Por qué? No podía imaginarlo, pero parecía
triste. Sentía deseos de llorar, aunque no sabía muy bien el por qué.
Usando el dinero que gané al vender mis muebles, compré unas cuantas drogas.
“¡Todas estas son legales!”, se quejó Yamazaki.
Desvié la mirada. “¿Qué más puedo hacer? No se pueden comprar drogas
ilegales por correo. Es lo mejor que puedo conseguir”.
“Eres patético, Satou”.
Finalmente, Yamazaki y yo decidimos pelear en mi departamento de una sola
habitación. En medio del cuarto vacío nos enfrentamos, adoptando distintas poses de
batalla. Yo imitaba a Bruce Lee, a quién había visto recientemente por televisión.
Yamazaki usó como referencia varios videojuegos de pelea, adoptando finalmente la
postura de la grulla.
Entonces, cuando estábamos por iniciar nuestra lucha, me resbalé en el piso y
me caí, golpeándome en la nuca. El dolor llenó mis ojos de lágrimas.
“Esto no es divertido”, se quejó Yamazaki.
“No digas eso”.
“Sólo me hace sentir más vacío ¡Ya sé! ¿Y si mejor luchamos en el parque?”.
“Antes, hay que tomar las drogas. No te burles de ellas sólo porque son legales,
funcionan bastante bien. Ya verás como nos divertiremos”.
Y sí, las drogas funcionaron. Lo hicieron de forma tan intensa que pensé que iba
a morir.
Pensé que tal vez debería morir.
Sin embargo, no morí.
Estaba viviendo una abismal vida de hikikomori. A pesar de esto, técnicamente
tenía planeado reunirme con alguien. Mientras caía la noche y los rastros de las
personas fuera de mi departamento se disipaban poco a poco, llené mi estómago con
una merienda ligera. Cuando terminó de oscurecer, me encaminé hacia el parque del
vecindario. La brisa veraniega se sentía agradable.
Me senté en una banca y miré hacia el cielo. Un gato negro pasó despreocupado
frente a mí. Sus ojos brillaban con el reflejo de la luz de los postes.
Repentinamente, Misaki se materializó.
“Llegas tarde”. Había estado balanceándose en el columpio, y al darse cuenta de
mi presencia, saltó enérgicamente. El gato se acercó hacia ella, y Misaki lo tomó en sus
brazos. El gato maulló, pero no parecía estar ofreciendo mucha resistencia.
“Buena chica. Ahora te daré de comer ¿Está bien?”. Misaki sacó una lata de
alimento para gatos de su mochila. Al parecer, había estado alimentando al gato todas
las noches. “Los gatos son geniales ¿no crees?”.
“¿Qué tienen de genial?”.
“Los gatos parecen estar contentos donde sea, cuando sea, aunque estén solos”.
No entendía lo que trataba de decirme, pero intenté responderle de forma
apropiada. “Los gatos no comprenden la gratitud”.
“Ya lo sé”.
“Pronto te olvidará, Misaki. Invertir en comida para gato es tirar el dinero a la
basura”.
“No seas cruel. Yo sé que mientras le dé lo que necesite, me recordará. Vas a
venir todas las noches ¿Verdad?”. Mientras decía esto, acariciaba suavemente la
espalda del gato mientras éste comía. Cuando terminó de alimentarse, se alejó
lentamente hacia los arbustos.
Misaki abrió su mochila y sacó su “cuaderno secreto”. Y así, esa noche, inició la
primera sesión de asesoría para escapar de la vida hikikomori.
Misaki le llamaba “asesoría”. Desde el principio, sus acciones y palabras eran un tanto
extrañas, lo que me hizo pensar que todo esto era algún tipo de broma. Sin embargo,
todo parecía indicar que hablaba en serio.
“Llegaste tarde. En el contrato dice que nos veríamos después de la cena
¿Recuerdas?”
“Acabo de cenar—”.
“En mi familia cenamos a las siete”.
¿¡Cómo demonios iba a saber eso!?
“Bueno, a partir de mañana intenta llegar más temprano. Muy bien, ahora dará
inicio la primera sesión de asesoría ¿Estás listo? Ven, siéntate”.
Me moví a la banca junto a ella. Misaki se sentó frente a mí, viéndome de frente.
El parque, de noche... no había nadie más en el área ¿Qué era lo que estaba
haciendo? ¿Qué estaba planeando hacer? Me sentía nervioso. Misaki se quitó la
enorme mochila que llevaba cargando y la abrió, buscando algo en su interior.
Susurrando algo como “Oh, aquí está”, sacó un cuaderno de tamaño profesional.
En la portada había escrito con plumón negro las palabras “Cuaderno Secreto”.
“¿Qué es eso?”, le pregunté.
“Un cuaderno secreto”.
“Te pregunté que qué es eso”.
“Eh... es un cuaderno secreto”. Misaki abrió el cuaderno secreto y empezó a
hojearlo, buscando una página en particular. “Bueno, iniciemos la lección de hoy”.
No podía ver la expresión de su rostro porque la luz de los postes me golpeaba de
frente, pero su tono de voz sonaba más serio que de costumbre. Misaki comenzó con su
lección. “Em... comenzaré describiendo las causas que hacen que la gente se vuelva
hikikomori. Muy bien ¿Qué es lo que provoca este estado? ¿Lo sabes, Satou? ¿Eh? ¿No
sabes? Eso pensé. Dejaste la escuela, así que no hay manera de que puedas responder
una pregunta tan difícil como esa, lo sé. Después de todo, yo soy lista. Estoy
estudiando para el examen de equivalencia de bachillerato. Estudio cinco horas al día.
Bien por mí ¿Verdad? Ja ja ja...”.
Siguió riéndose y felicitándose a sí misma un rato más antes de continuar.
“Bien, de acuerdo a mi investigación, no sólo lo hikikomori, sino todos los problemas
emocionales conocidos son provocados por la inhabilidad del sujeto a adaptarse a su
entorno. Básicamente, estas dificultades surgen porque no te llevas bien con el
mundo”.
Misaki cambió la página. “Hace mucho tiempo, las personas tenían muchas
maneras diferentes de acoplarse al ambiente al que pertenecían. Por ejemplo,
consideremos el teísmo. Hay diferentes clases de dioses. Sólo en el Shinto japonés se
creía que existían ocho millones... ¿Eh? ¿Ocho millones? Son demasiados ¿No te
parece? ¿Será cierto? Bbueno, hay un montón de dioses en el mundo, y parece que la
devoción en ellos puede alevar el sufrimiento de sus creyentes. Las personas que no
creen en los dioses pueden recurrir a otros medios. Por ejemplo, la filosofía”.
Una vez más, Misaki metió la mano en su mochila, buscando algo. Después de
casi meter la cabeza dentro de la enorme bolsa, finalmente encontró lo que buscaba.
“Oh, aquí está. Toma”. Me entregó un libro enorme, titulado El Mundo de Sofía.
“A mí se me hizo muy difícil, así que no le entendí, pero parece que este libro te
puede enseñar todo lo que necesitas saber sobre filosofía. Me lo prestaron en la
biblioteca, así que tienes que terminar de leerlo para mañana ¿Entendido?”.
Tomé el pesado libro. No se me ocurría qué podría hacer, por lo que solo seguí
escuchando la perorata de Misaki. “Em, bueno, después de la filosofía, viene el
psicoanálisis. Parece que esta idea era bastante popular en el siglo diecinueve, cuando
se le ocurrió a un señor llamado Freud. La gente dice que si te sometes al
psicoanálisis, tus problemas desaparecen de la noche a la mañana. Por ejemplo
¿Recuerdas qué soñaste anoche? Yo analizaré tus sueños por tí ¡Dime qué soñaste,
Satou!”.
Le dije, “Ah, pues aparecía una enorme y fuerte serpiente. Se sumergía en el
océano mientras yo atravesaba una manzana con una gruesa espada. Después, le
disparaba a todo a mi alrededor con una brillante pistola negra”.
Tras escuchar esto, Misaki sacó un libro más de su mochila. El título de este era
Análisis de Sueños—¡Descubra las profundidades de su psique!
Murmuró “Hm... serpiente, océano, manzana, espada, pistola...” mientras
consultaba el índice del libro. Entonces desvió la mirada, con el rostro enrojeciéndose.
Pude darme cuenta de esto a pesar de lo oscuro del parque.
“¡Ssuficiente de Freud! ¡Sigamos con Jung!”, gritó Misaki.
“¡Oye! ¿Y los resultados de mi análisis?”.
“Jung... este señor discutió con Freud, y parece que encaminó sus estudios en
una dirección diferente. Muy bien, comencemos un psicoanálisis jungiano...”
“¡No me ignores! ¡Dime qué simbolizaba la serpiente de mi sueño!”, insistí, pero
ella ignoró mis intentos de acoso sexual.
“¡Al parecer, eres 'introvertido' y 'emocional'! ¡Además, también estás luchando
con las sombras! ¡Qué terrible! Para aprender más, por favor lee este libro”. Misaki
sacó otro libro de su mochila y me lo entregó. Este era ¡Todo sobre Jung, explicado con
historietas!
La cabeza estaba empezando a dolerme, pero la lectura de Misaki seguía y
seguía. De Jung a Adler a Lacan. Sentía deseos de regresar a mi departamento. Al
parecer, Misaki se dio cuenta de mi reacción, porque cambió la dirección de su discurso
inmediatamente. “Oh, perdóname por hablar sobre temas tan difíciles para tí. Parece
que no estás capacitado para esta clase de discusiones académicas. Pero no te
preocupes, Satou. Todavía hay un mañana”.
“¿Qué?”
“Somos personas, es doloroso”.
Guardé silencio.
“Me siento mal por tí, pasando por tantos problemas. Pero veamos hacia el
futuro. Estás bien como eres. Tienes sueños, así que estarás bien. No estás solo. Si
sigues caminando encontrarás tu camin. Todos están animándote. Si te esfuerzas, lo
lograrás. Si sigues adelante pensando positivamente, triunfarás; por eso, caminemos
juntos hacia el mañana. El futuro nos espera. Somos personas, personas, personas...”
Cansado de esto, le arrebaté la mochila y la voltee para vaciar su contenido. Una
avalancha de libros cayó al suelo: folletos de salud pública, trípticos del Club de los
Optimistas, Introducción al Psicoanálisis, Manual Completo de Enfermedades
Mentales, Éxito en la Vida, El Fantasma de Murphy, Por Favor Sea Feliz, etcétera,
etcétera.
“Oye, Misaki ¿Acaso piensas que soy un idiota?”
Misaki me dio una mirada que parecía decir “No, no lo creo”, mientras sacudía
la cabeza.
En fin, después de una semana de interactuar con Misaki, lo único que me quedaba
claro era cuánto se estaba esforzando para esto. En verdad la apasionaba. Los
primeros días, podía distinguir su esfuerzo a simple vista, su pasión definitivamente
era real. Por supuesto, no sabía cuáles eran sus verdaderas intenciones ni lo que
estaba planeando en realidad. No lo sabía, pero a decir verdad tampoco me importaba.
Si mi putrefacto estado emocional pudiera contagiarse aunque fuera un poco con
el entusiasmo de esta niña, podría llegar a ser feliz. Ya no tenía nada qué perder;
además, sin importar qué hiciéramos, nuestros caminos pronto se separarían.
Eventualmente me echarían del departamento, o regresaría a casa, o cualquier otra
cosa. De cualquier forma, pronto desaparecería. Asistir a las reuniones de Misaki era
sólo una forma de disipar mi aburrimiento hasta que llegara ese momento.
Al pensar de esta manera, no tenía ningún problema al hablar de temas
personales con una chica a la que apenas conocía, a pesar que esta situación le
causaría una cantidad increíble de stress a un hikikomori cualquiera. Por supuesto,
sin importar cuán linda fuera Misaki, yo no tenía la intención de causarle ningún
daño. El letrero en la entrada del parque advertía “Cuidado con los Pervertidos”, pero
aún tomando en cuenta cómo me veía, seguía siendo un hikikomori caballeroso. Por
favor, no te preocupes, Misaki...
“¿Qué sucede? ¿Por qué estás sonriendo?”, me preguntó.
“No, por nada ¿Qué hay en el menú de asesorías para hoy?”.
Sentados en la banca como siempre, Misaki consultó su cuaderno secreto. “Hm,
en el menú de esta noche tenemos las conversaciones con los demás”.
“¿Qué?”.
“En general, los hikikomoris son incapaces de tener conversaciones. Como no
pueden hablar con los demás, se encierran en sus cuartos. Tenía pensado que esta
noche podríamos reformar ese detalle en tí, Satou”.
“Oh”.
“Por eso, hoy te enseñaré maravillosas técnicas para conversar. Por favor,
escucha con cuidado”.
Misaki inició su discurso, volteándo ocasionalmente hacia su cuaderno secreto.
“Al hablar con la gente te sientes nervioso. Esto ocasiona que te quedes sin palabras,
palidezcas o sientas ansiedad. Esto erosiona aún más tu estabilidad emocional,
empeorando así tus habilidades conversacionales ¿Cómo puedes salir de este círculo
vicioso? La respuesta es fácil: Si logras evitar ponerte nervioso, estarás bien ¿Y cómo
puedes evitarlo? Bueno ¿Por qué la gente se pone nerviosa? Es porque les falta
confianza en sí mismos. Piensas que podrías causarle una impresión equivocada a tu
interlocutor, o que éste podría verte con desprecio o burlarse de tí”.
¿Y qué?, quise entrometerme, pero Misaki sonaba seria, como siempre que
pronunciaba sus discursos.
“Al final la solución es, una vez más, tener confianza en tí mismo. Esto, en
realidad, es algo bastante difícil. Para serte sincera, no creo que puedas lograrlo con
cualquier método, pero yo tengo una técnica maravillosa y revolucionaria que hace
posible lo imposible ¿Deseas conocerla?”.
Al decir esto, me vio fijamente, como si esperara una respuesta. No pude hacer
más que asentir. “Muy bien, escucha con cuidado”, dijo Misaki en su tono más serio.
“Esta es una idea increíble. Básicamente, si no puedes confiar en tí mismo ¡Sólo
imagina que la persona con la que estás hablando es un fracasado! ¡Ese es el secreto!”.
No tenía idea sobre qué trataba de decir.
“Simplemente, imagina que la persona con quien hablas es un enorme perdedor.
Piensa que es un desperdicio de ser humano. Míralo con todo el desdén posible. Si lo
haces, podrás hablar con tranquilidad y permanecer calmado, libre de todo
nerviosismo, pues ¿A quién le importa lo que pueda pensar una persona de semejante
calaña? ¿Entiendes? Sin embargo, tienes que tener cuidado y evitar que la persona con
quien hablas sepa lo que estás pensando, porque puedes lastimarla u ofenderla. Si
alguien te viera a la cara y te llamara basura, o te dijera que eres lo peor, o te
etiquetara como un fracaso de ser humano te deprimirías ¿Verdad, Satou? Por eso no
te digo nada de eso”.
Quieres decir... pensé, ¿Acaso eso piensas sobre mí? La expresión de Misaki
continuaba tranquila e inocente.
Tenía que preguntarle. “Misaki ¿Acaso estás llevando estas 'técnicas
conversacionales' a la práctica durante tu vida cotidiana?”
“Sí, lo hago. Pero no me funcionan tan bien. La mayoría de la gente es mejor que
yo; por eso, aunque intente pensar lo peor sobre ellos, generalmente fracaso. Sin
embargo, cuando hablo contigo, Satou, yo naturalmente...”.
“¿Naturalmente...?”.
“Olvídalo, te ofenderás si te digo”.
Ya estaba ofendido desde antes.
“No hay nada de qué preocuparse. Incluso una persona como tú le es útil a
alguien”. Con esta declaración, Misaki se puso de pie. “Esto es todo por hoy, nos vemos
mañana”.
Yamazaki seguía trabajando en el juego. Estaba creando el juego él solo, usando el
escenario que completé a medias. Consumiéndo los alucinógenos que compramos unos
días antes, se enfocaba silencioso en su computadora ¿Era esta otra manera de escapar
de la realidad? Tal vez fuera la manera más grande de escapar ¿Pero era posible crear
un juego bajo la influencia de drogas alucinógenas? Asomándome sobre el hombro de
Yamazaki, ví lo que escribía en la pantalla, llena de pequeñas palabras.
La enorme organización que controla el dolor, la
muerte, la ansiedad, la maldad, el infierno, el
veneno, el abismo y todo eso—¡Este es nuestro
enemigo! ¡Debemos derrotar a nuestro enemigo para
ganar el amor de la heroína! Esa es la misión de este
juego. El enemigo es invisible y no sabes dónde está
¡Debes tener cuidado! Podrías ser acuchillado por la
espalda. Es peligroso, peligroso sin duda...
“¿Qué es esto?”, le pregunté.
Yamazaki giró lentamente en su silla. Sus pupilas estaban dilatadas al máximo.
Sus labios estaban torcidos en una sonrisa horrenda, una que asustaría a cualquiera.
“¿Qué quieres decir? Se ve a simple vista ¿No? Es mi juego erótico. Es un RPG—
un juego de rol—y el jugador es el protagonista. El jugador avanza en el juego leyendo
el archivo de texto. Si lo lee, puede aprender toda clase de cosas importantes; además,
la heroína es moé moé ¿No es hermosa? Es una alienígena con orejas de gato, y es
capturada por el enemigo. Cuando digo enemigo, quiero decir villanos—villanos que no
puedes ver. El objetivo real del juego es volver visibles a estos enemigos. Ese es el
sentido de la vida ¿No crees? En otras palabras, he despertado a las verdades del
mundo. Me he dado cuenta de mi misión, y esta consiste en difundir mi epifanía a
todos los seres humanos sobre la tierra, y entonces, los juegos eróticos serán la Biblia
del nuevo siglo. Venderé un millón de copias. Seré rico. Así que... eh, es divertido. Oye,
Satou, tú tambien te estás divirtiendo ¿Verdad?”.
Retrocedí temblando. Yamazaki dejo escapar una risa de sonido metálico. Su
risa se tornó rápidamente en una horrible carcajada. “¡Ja ja ja, ja ja, ja ja ja! ¡Qué
gracioso!”. Los estertores de su risa provocaron que se cayera de la silla. Entonces se
empezó a arrastrar hacía mí, con el cuerpo entero temblando. Su apariencia me
recordó a los zombies en las películas de terror.
Empecé a sentir pánico, pero mi cuerpo estaba paralizado.
Abrazándome los tobillos, Yamazaki gritó “¡Es gracioso, tan gracioso! ¡No puedo
hacer nada!”
Estaba tan asustado. Yo tampoco podía hacer nada.
“¡Es tan vacío! ¡Todo es tan vacío!”.
Yo me sentía igual; pero Yamazaki, en medio de su viaje alucinatorio, era
realmente espeluznante. Recé para que regresara a la normalidad lo antes posible,
pero nadie escuchó mis plegarias. Seguí riendo para sí mismo con su sonrisa torcida.
Viendo que no podía hacer nada al respecto, decidí unírmele. Absorbí una dosis
de Droga Blanca por mis fosas nasales. El efecto fue inmediato.
Ah, qué hermoso... qué interesante... se siente tan bien... esto es lo mejor...
Oh... No puedo seguir... ¿Estoy acabado?... Duele... Soy patético... ¿Qué puedo
hacer?... No puedo hacer nada... Qué doloroso...
Estaba malviajándome.
Los efectos de un alucinógeno están influenciados directamente por el ambiente
y el estado psicológico del consumidor. Si éste se siente bien al consumir la droga, se
sentirá en el cielo; pero si está deprimido, será disparado directo al infierno. Usar
drogas para evadir la realidad no puede tener ningún resultado satisfactorio.
Por supuesto, yo sabía esto. Lo sabía, pero... Mis sentidos estaban siendo
invadidos por un miedo real y tangible. Era diferente a la vaga ansiedad que sentía
diariamente. Casi era visible—una clara y fácilmente comprensible desesperanza.
Sí, era enorme, pero también era visible y fácil de entender. Incluso hubiera
querido que continuara así. Comparada con las incertidumbres diarias que me
torturaban poco a poco, esta depresión químicamente inducida me parecía preferible.
Incluso podría decir que era placentera.
Yamazaki giró hacia el refrigerador y agitó el puño. “¡Maldita sea, si van a
hacerlo entonces háganlo de una vez!”. Parecía que estaba confrontando a un enemigo
invisible.
Yo, por otro lado, me senté temblando en un rincón, sosteniendo mi cabeza con
las manos y con las rodillas pegadas al pecho.
“¡Deténganse! ¡No se acerquen!”. El enemigo se aproximaba. Me estaba
divirtiendo, a pesar del terror que sentía. Me estimulaba la perspectiva de ser
perseguido y asesinado por villanos. Mi paranoia me emocionaba. Era placentera.
¡Así es! En realidad, eramos felices ¡Este era el mejor viaje de todos! Ahora
comprendía realmente el espíritu del Rock & Roll, y debía llevar este estilo de vida
hasta la perfección.
“¡Después de las drogas, viene la violencia!”
Salimos corriendo del departamento en dirección al parque. Deseábamos
terminar con esto antes de que se disiparan los efectos de la droga.
Ibamos a luchar. Esta noche, el parque sería testigo de nuestra violencia
¡Teníamos que pelear, como lo ameritaba nuestra juventud! ¡Teníamos que luchar de
manera dramática y espectacular, con la pasión de los boxeadores profesionales! De
esta manera, podríamos experimentar un placer aún mayor.
El sol ya se había ocultado, no había nadie más a nuestro alrededor. Si alguien
nos viera podríamos meternos en problemas, sería vergonzoso. Bajo las lámparas del
parque, nos encontramos frente a frente. Estábamos vestidos cómodamente.
Estábamos listos.
El efecto de la droga aún estaba activo, por lo que Yamazaki seguía de
boquiflojo. “Esto sucede mucho en las telenovelas. Dos actores jóvenes y bien
parecidos, discutiendo sobre la juventud o el amor o cualquier cosa, tienen una
confrontación en un parque mojado por la lluvia. '¡No entiendes el amor!'... '¡Amo a
Hitomi con toda mi alma!'... '¡Bang! ¡Crack!', esa clase de cosas...”.
Haciendo ejercicios de calentamiento, asentí para que continuara.
“Para serte sincero, hay sinceridad en esa clase de programas, por eso me
gustan. Está la introducción, el desarrollo, uno que otro giro argumental, luego hay
una gran explosión de emociones, y entonces llega la conclusión... Por otro lado,
nuestras vidas estás llenas de ansiedades vagas y poco concretas, no hay ningún
drama discernible, ninguna confrontación—nada de eso ¿No te parece absurdo? Tengo
veinte años de edad, tú tienes veintidós, y en todo este tiempo nunca hemos luchado a
causa del amor o el odio, nada por el estilo ¡Es terrible!”.
Al decir esto, Yamazaki me agitó violentamente por los hombros mientras yo
estiraba mis tendones de Aquiles. “¡Luchemos como en las telenovelas! ¡Hermosa,
rápida y salvajemente! ¡Luchemos con esos ideales en mente!”.
“¡Sí, hagámoslo!”, grité mientras adoptaba mi postura de pelea.
Y así, empezamos a golpearnos. Nuestra pelea era desesperadamente apacible.
Habían golpes que dolían, pero en general un hombre débil y drogado no se distingue
precisamente por su fuerza física. Yamazaki intentó darle más emoción a la pelea, por
lo que empezó a gritar frases dramáticas (aunque un tanto abstractas) como “¡Satou,
tú no comprendes!”.
No podía quedarme atrás, por eso yo también empecé a gritar frases que
sonaran apropiadas a la situación. “¡Tú eres el que está equivocado!”.
“¿¡Qué parte de lo que estoy diciendo está equivocada!?”
Quedé confundido, no esperaba que Yamazaki respondiera a mi frase de forma
tan concreta. El golpe que estaba lanzándole se detuvo en seco mientras pensaba en
qué responderle. Lo primero que se me ocurrió fue “Por ejemplo ¿Por qué entraste al
Instituto de Animación Yoyogi?”.
Al escuchar esto, Yamazaki repentinamente me conectó una patada. “¡No te
burles del Instituto Yoyogi!”.
“¡Oye, eso me dolió! ¿Qué—“.
“¡No tienes derecho a criticar! ¡Sólo eres un hikikomori!”.
La sangre se me subió a la cabeza. “¡Muere, pedófilo! ¡Muere, otaku de los
juegos eróticos!”.
Lancé mi puño derecho con toda mi fuerza, golpeando el estómago de Yamazaki.
Gruñendo, él me tacleó. En el esfuerzo, ambos caímos al suelo. Yamazaki sostenía mi
cabeza con fuerza, podía ver la luna detrás de él. Si seguía así, me golpearía hasta
matarme.
De alguna manera logré escapar de su llave, quitándomelo de encima con la
pierna. Ambos respirábamos con dificultad. La mirada de Yamazaki estaba llena de
furia; pero repentinamente, desvió la mirada hacia el suelo, riéndose. Finalmente,
suspiró, “¡Ah, eso fue genial!”. Yo también suspiré.
“Pero esto no está ni siquiera cerca de terminar. Sigamos luchando, luchemos
hasta la muerte”, dijo. Y así lo hicimos: Patadas salvajes y golpes directos, una
apasionada pelea entre dos debiluchos. Dolía, dolía en verdad, pero era divertido. Uno
de sus puñetazos me conectó directo en el estómago y me hizo vomitar, pero me sentía
feliz. Yamazaki también parecía estar divirtiéndose, a pesar de que acababa de
patearlo en la entrepierna.
Cielos ¿Qué rayos estamos haciendo? Transferí esta duda a mis puños—golpeaba
y era golpeado.
Repentinamente, recordé que ya estábamos en julio. No tardaría mucho. Algo
tenía que cambiar pronto. Estaba seguro que decidiría algo para cuando llegara el
momento. Entonces, recordaría la inseguridad que sentía en este momento y reiría.
¿Verdad, Yamazaki...?
Estábamos cubiertos de raspones y hematomas. Cada parte de nuestro cuerpo
dolía. Uno de mis dientes se había aflojado, Yamazaki tenía un ojo morado.
Acabábamos de tener nuestra primera pelea.
Sólo para rematar, le tiré un puñetazo más, pero él logró esquivarlo, haciendo
que tropezara y cayera al piso. Entonces, Yamazaki tomó mi brazo y empezó a torcerlo.
“¡Au, auch, me vas a romper el brazo!”.
“¡No me importa, te lo voy a romper!”.
Lo mordí tan fuerte como pude. Él gritó “¡Eso va contra las reglas!”.
“¡Cállate! ¿Qué me importan las reglas? ¡Muerte al Instituto Yoyogi!”.
“¡Te dije que te callaras!”.
Parecía que nuestra pelea estaba a punto de subir de tono, pero justo entonces
escuchamos un grito. “¡Oficial!”.
¿Qué?
“¡Aquí están, oficial!”. Era el agudo grito de una mujer.
Yamazaki saltó inmediatamente y salió corriendo en dirección al departamento.
Huyó, dejándome tirado en el parque.
Varios minutos después, estaba siendo golpeado por Misaki. Eran lo que suele
llamarse “golpes de niña”, pero debido a mi estado actual, eran suficiente para sacudir
mis huesos. Gritándome en un tono que ya no sonaba humano, Misaki seguía
golpeándome.
Yo sólo bajé la cabeza.
Misaki me conectó varias decenas de golpes más antes de calmarse por fin.
La voz que había gritado “¡Oficial!” era ella, fingiendo llamar a la policía.
Cuando terminó de cenar, se dirigió al parque como siempre, donde vio a dos hombres
discutiendo y golpeándose. Cuando se dio cuenta que yo era uno de ellos, naturalmente
se sintió molesta. Sintió que tenía que ayudarme, pero como no había nadie cerca y no
tenía un teléfono celular, decidió que lo mejor que podría hacer era fingir que ahí
estaba un policía para salvarme.
“¡No puedo creerlo! ¡Estaba tan preocupada! ¡Pensé que te iban a matar!”
Me sentía mal por haber preocupado a Misaki, quien ahora tenía los ojos llenos
de lágrimas. Decidí animarla con una historia interesante. “Verás, un pervertido
estaba atacando a una chica en las sombras del arbusto de allá. Me acerqué para
intentar a salvar a la chica, pero el violador enloqueció ¡Sacó un cuchillo y me saltó
encima! ¡Fue en verdad peligroso! ¡Si no hubiera estado aquí, alguien podría haber
muerto!”.
“Esa es otra mentira ¿Verdad?”
“Sí...”.
“¿Qué estabas haciendo en realidad?”.
Le conté todo.
Cuando terminé, la expresión de Misaki se tornó adolorida por alguna razón.
Sentada en la banca, murmuró, “Eso no es bueno, no pelees con tus amigos. Aunque
sea jugando, la violencia no sirve para nada”.
“¿De qué hablas? No te pongas tan seria. Fue bastante divertido, nunca había
peleado con alguien. Me sentí increíblemente relajado—“.
“¡Ya te dije que es malo!”.
“¿Por qué? El karate es bueno para tí”. Hice el ademán de lanzarle un puñetazo.
Misaki tembló y se cubrió la cara con ambos brazos.
“¿Qué sucede?”, le pregunté.
Volteó a verme a través del espacio entre sus brazos.
“¿Qué estás haciendo?”.
No me respondió, pero lentamente bajó los brazos. Una vez más, fingí lanzarle
un golpe con la mano derecha. Otra vez, Misaki protegió su cabeza con ambos brazos.
Como su reacción me parecía divertida, seguí golpeando el aire unas cuantas veces
más. Al final, el cuerpo de Misaki estaba completamente contraído, congelado en esa
posición, con los brazos cubriéndole la cabeza. Esta postura causó que la manga de su
camisa se recorriera hacia arriba de sus codos.
Bajo la luz azulosa de las lámparas, pude ver que su brazo estaba lleno de lo que
parecían ser numerosas quemaduras. Eran cicatrices circulares, de unos cinco
milímetros de diámetro cada una. Parecían las quemaduras que los pandilleros suelen
provocarse mutuamente para probar su valentía.
Como si se hubiera dado cuenta de mi mirada, Misaki bajó rápidamente las
mangas. Nerviosamente, preguntó “¿Las viste?”.
“¿Ver qué?”. Fingí no saber de qué me estaba hablando.
Al pensarlo, Misaki siempre usaba camisas de manga larga. Seguía usándolas
incluso bajo el calor de los últimos días—pero eso a mí no me importaba.
Le pregunté con voz animada “¿Y la asesoría de hoy?”.
Misaki no respondió. Su cuerpo seguía contraído defensivamente sobre la banca.
Temblaba violentamente, incluso podía escuchar cómo chocaban sus dientes.
Después de un rato, Misaki finalmente dijo “Me voy”, mientras caminaba
lentamente hacia la salida del parque.
Detrás de ella, yo me preguntaba si debía detenerla. Después de unos cuantos
pasos, se detuvo frente a los columpios y volteó lentamente para preguntarme
“¿Entonces ahora me odias?”.
“¿Qué?”.
“Probablemente no vengas nunca más...”. Era la clase de chica que
acostumbraba hacer esta clase de declaraciones. Estábamos a unos cuatro metros de
distancia.
Misaki me vio a los ojos por un segundo, pero inmediatamente desvió la mirada.
Tímidamente, volvió a levantar la mirada y me preguntó “¿Vas a venir mañana?”.
“Si no vengo tendré que pagarte un millón de yens ¿No es así?”.
“Oh, sí ¡Sí, así es!”. Finalmente, Misaki sonrió un poco.
Regresé a mi departamento. Después de envolver mi cuerpo en vendajes, me
acosté a dormir.
Capítulo 8 – Infiltración
Tal vez tendría algo que ver con un desequilibrio hormonal. Como olas que golpean y
luego retroceden, mis periodos de manía y depresión se alternaban mutamente. Un día
empezaba a sentirme mejor, y al día siguiente me deprimía al sentirme un bueno para
nada.
A pesar de usar las drogas para darme energía, una vez que pasaba su efecto no
podía lograr seguir adelante. Me atacaban simultáneamente la vergüenza del pasado y
la ansiedad por el futuro. Esta depresión era la contraparte de mis periodos
energéticos, por lo que era horriblemente severa.
Incluso las sesiones de asesoría de Misaki, a las cuáles ya debería haberme
acostumbrado, seguían resultándome atemorizantes. Una ansiedad de origen incierto
me envolvía y exacerbaba mis miedos. El primer síntoma discernible de mi estado
actual era la incapacidad de ver a los ojos a los demás durante una conversación.
Parecía un niño de secundaria, me sentía avergonzado desde el fondo de mi corazón. Y
al darme cuenta de esta vergüenza, mi comportamiento se volvía cada vez más errático
y sospechoso. Era un círculo vicioso.
En fin, una noche intenté fumar para aparentar estar calmado frente a Misaki.
Saqué un cigarrillo con las manos temblorosas e intenté prenderlo con un encendedor
barato. Maldita sea—¡Se estaba quedando sin combustible! ¿Por qué me pasa esto a
mí? ¡Esto apesta! No sabía que hacer con el tabaco y el encendedor que tenía en las
manos, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de evitar la humillación de
tener que regresarlos a mi bolsillo. Continué intentando encenderlo tan fuerte como
pude. Click, click, click, click... Finalmente, mis esfuerzos fueron recompensados—
¡Gracias al cielo!
Inmediatamente desvié la mirada y me enfoqué en fumar mi cigarrillo. Sólo
pensaba en fumar, gastando cinco yens cada vez que aspiraba. Me dolía el pecho. La
punta del cigarrillo se sacudía frenéticamente. En mi nuca, un sudor frío y pegajoso—
“¿Qué tienes?”, preguntó Misaki. Como ya se había vuelto costumbre, estábamos
sentados frente a frente sobre las bancas del parque.
“Son problemas causados por enfermedades crónicas”, respondí.
“¿Qué quieres decir con 'enfermedades crónicas'?”.
Esto me molestaba. Hoy en día, los jóvenes no saben nada. Me daban ganas de
gritarle ¡Pues busca un diccionario y lárgate!; pero esto era imposible, por supuesto.
Todos los horribles rasgos que había adquirido después de varios años de vivir como
hikikomori—la agorafobia, el temor al contacto ocular, todos mis desórdenes de
ansiedad—me contenían con fuerza considerable.
Hm... ¿Cerré la puerta del departamento? ¿Apagué aquel cigarrillo? Misaki ¡No
me veas! Peor áun, no te quedes callada ¡Deja de verme sin hablar! Me pone
increíblemente nervioso. Me duele el estómago...
Tenía que decir algo lo antes posible. “Por cierto, Misaki ¿Te gustan las botanas?”
¿¡Qué demonios se supone que significa eso!?
“No”.
“Usualmente, las chicas de tu edad siempre están comiendo algún tipo de
botana ¿No es así? Parecen animalitos... crunch, crunch, crunch ¿Por qué será? ¿Será
porque son jóvenes y sus metabolismos son rápidos, por lo que tienen que recargar
rápidamente sus calorías, o de lo contrario se mueren? Supongo que tiene que ser por
eso ¿Tú qué opinas?”.
¿Debería morir?
No respondió.
¿Debería morir?
“¡Yo no moriré! ¡Soy un hombre lleno de energía desbordante! ¡Tengo veintidós
años, mi futuro se abre ante mí! ¡Un nuevo día está aquí, lleno de esperanzas y—”.
Misaki apretó la manga de mi camisa.
“¿Hm?”
“Pasado mañana, vayamos a la ciudad”, dijo, todavía jalando mi manga, “a algún
lugar cerca de la estación. Juntos. Alguien dijo hace mucho, 'Tira tus libros y ve a la
ciudad', o algo así. No creo que esté tan equivocado. Eso decía en un libro que leí hace
poco, así que creo que es tiempo de ir a la ciudad. Creo que si vamos a la ciudad,
podremos avanzar mucho en tu recuperación ¿Está bien?”.
Asentí sin pensar.
La solicitud de Misaki implantó un nuevo miedo en mí. Ir a la ciudad, en pleno día,
junto a una chica misteriosa cuya identidad todavía no conocía del todo... No cabía
duda, una acción tan precipitada me presionaría increíblemente. No podría evitar
hacer el ridículo frente a tanta gente. Ah, no quería ir, Quería quedarme encerrado en
mi cuarto.
De cualquier forma, una promesa es una promesa. Me recordé que el primer
requisito para ser un miembro destacado de la sociedad era mantenerse fiel a las
promesas... pero yo no era un miembro de la sociedad; Sólo era un hikikomori. Sentía
un dolor agudo en el estómago. La tensión y la impaciencia que sentía me recordaban
los días antes de un examen. Para una persona con una voluntad tan débil como la
mía, esta presión me afligía con una potencia increíble. Sin embargo, tal como lo
escribió Dostoievsky o alguien por el estilo, junto con el dolor insoportable viene el
placer. Basicamente, cuando el stress sobrepasa un límite particular, por alguna razón
solemos sentirnos tranquilos.
“¿Verdad, Yamazaki?”.
“Sí, lo que tú digas. Ni siquiera sé de qué estás hablando”.
Hoy, como siempre, Yamazaki estaba trabajando en su juego desde primera
hora. Su lenguaje corporal sugería que en verdad estaba disfrutándolo.
“Déjame ver qué tal vas”, dije, pero él obstruyó la visión de la pantalla con su
cuerpo. Debía estar creando un juego particularmente erótico. Bueno, a mí no me
interesaba qué clase de juego extraño estuviera creando. Decidí que ya era hora de
desayunar y abrí el refrigerador.
“¿Qué? Oye, Yamazaki ¿Ya te quedaste sin comida?”.
“¡Oye, ya te dije que no tomes mis alimentos sin permiso! ¡Y en mi propio
departamento!”.
“Recuerda que yo vendí mi refrigerador...”. Tratando de inventar excusas
apropiadas, tomé un vaso de sopa instantánea de la alacena.
Justo entonces, sonó el timbre ¿Un visitante?
Yamazaki se levantó lentamente del escritorio y abrió la puerta. Parados ahí
estaban dos reclutadores religiosos. Sin embargo, estos no eran Misaki y su tía, sino
un joven de unos veinte años vestido de traje y un chico de secundaria con una
chamarra azul. Me pregunté si habrían cambiado las rutas. De cualquier forma, sus
acciones eran las mismas.
“Em, estamos regalando estas revistas...”, dijo el joven mientras le entregaba dos
panfletos a Yamazaki. “Eh, este, estamos difundiendo la palabra de nuestra religión...”
Mientras Yamazaki intentaba ahuyentar a los misioneros con un discurso
apropiado, tuve una idea maravillosa. Dirigiéndome hacia la puerta, lo golpee en la
espalda tan fuerte como pude y dije “¿¡De qué hablas, Yamazaki!? ¿No me habías dicho
que estabas interesado en la religión?”.
“¿Qué?”.
Ignorando a Yamazaki, que me veía con una mirada que parecía decir “¿De qué
rayos hablas, idiota?”, voltee hacia los misioneros y dije en un solo respiro: “De hecho,
hemos estado interesados en sus actividades desde hace un tiempo ¿Sería posible que
nos dejaran asistir a una de sus reuniones?”.
La noche anterior, Misaki dijo mientras nos despedíamos, “Mañana tengo que
presentarme en la escuela de misioneros. No tengo ganas de ir”.
“¿Qué es eso?”.
Aparentemente, era una clase de asamblea donde los “estudiantes de campo”
podían perfeccionar sus habilidades para las “actividades de servicio”. Al día siguiente,
tenía que dar un discurso frente a todos. Al menos, eso fue lo que entendí. Utilizó
tantos tecnicismos religiosos al describirla que una persona ajena como yo no podría
entender de qué hablaba. Cuando intenté pedirle que me explicará más a fondo,
Misaki se levantó rápidamente de la banca para irse a casa. Se despidió, diciendo
solamente “Bueno, como mañana tengo este compromiso, nuestro viaje a la ciudad
tendrá que esperar hasta el día siguiente. No olvides tu promesa”.
Eso sucedió la noche anterior. Hoy, el grupo religioso de Misaki celebraría una
reunión en la que ella tendría un papel importante. Al reunir todos estos datos, tuve
una idea ¡Hoy era el día perfecto para descubrir quién era Misaki en realidad! Por eso,
le rogué a los misioneros, “¡Por favor, permítannos asistir con ustedes!”.
Aparentemente, el protocolo decía que, normalmente, las personas interesadas
en asistir a las asambleas primero debían pasar varias sesiones de lectura cada
miércoles. Por eso, los reclutadores parecían confundidos sobre qué debían hacer.
Seguí tratando de convencerlos. “¡Por favor, déjennos asistir a su asamblea de hoy!
¡Tiene que ser hoy!”.
Después de rogarles por varios minutos más, finalmente accedieron. El joven de
traje apuntó la dirección del “Salón Imperial” y la hora de la reunión para mí.
“Empieza a las seis de la tarde. Si alguien les pregunta, digan que van 'Patrocinados
por Kaneda', así los dejarán entrar”.
Aún era temprano. Disfrazándonos con ropas extrañas, nos dirigimos rápidamente
hacia el Salón Imperial. Mi razón para asistir a la reunión era observar la vida
privada de Misaki, así podría darme cuenta de sus motivos verdaderos. Al principio,
Yamazaki se resistió a mis intentos para convencerlo de acompañarme. “¡Infiltrarse
dentro de una organización religiosa no es algo que pueda hacerse todos los días,
sabes! ¡Será interesante!”. Eventualmente, lo fui convenciendo con mis argumentos
ridículos, y al final terminó disfrazándose alegremente.
Yo me vestí con el traje negro que compré cuando entré a la universidad para
verme como un recluta de calidad. Le sumé un sombrero rosa brillante y unos anteojos
de color púrpura. Hasta yo pensaba que me veía ridículo. Por su parte, Yamazaki se
puso unos zapatos de plataforma para aparentar ser unas cuatro pulgadas más alto, se
puso unos lentes de contacto verdes y, encima de todo, se tiñó el cabello de dorado. No
tenía idea de por qué tenía algo tan estúpido como un par de zapatos de plataforma.
Aún así, era el disfraz perfecto.
Sin embargo, seguía sintiéndome un tanto nervioso. Temía que nuestras voces
revelaran nuestra identidad. “¿Qué hacemos, Yamazaki? No hay manera de
cambiarnos la voz ¿O sí?”. Al expresarle mi preocupación sobre este punto, Yamazaki
me arrastró a la tienda departamental cerca de la estación, y nos dirigimos a la tienda
de juguetes en el cuarto piso. En la sección de material para fiestas, compramos un
tanque pequeño de helio. Recordé que si inhalabas este gas, tu voz se volvía tan aguda
como la de un pato. “¡Ah, eres muy listo, Yamazaki!”, le dí una palmada en la espalda.
Él levantó el pulgar y sonrió. Era claro que se estaba divirtiendo.
Cuando terminamos nuestras preparaciones, nos dirigimos triunfalmente hacia
el Salón Imperial, que estaba ubicado en el extremo del distrito comercial al otro lado
de la estación. La gente que pasaba junto a nosotros—una pareja de jóvenes sombríos
vestidos de forma sospechosa, graznando como patos—nos lanzaba miradas perplejas.
Normalmente, me sentiría intimidado, pero al menos por hoy las personas no me
asustaban. Mis anteojos me escudaban de sus miradas, y estaba junto a mi amigo
Yamazaki, que caminaba valientemente a mi lado.
Lo mejor de todo es que la sustancia energética que compré por correo estaba
funcionando a la perfección. Apenas medio día antes, sufría de ansiedades de las que
no me imaginaba cómo podría escapar—pero ahora estaba imbuído de energía. Al
parecer, bastan unos pocos miligramos de drogas genéricas para cambiar
drásticamente el ánimo de las personas.
“¿Aquí es?”, graznó Yamazaki cuando salimos del angosto callejón que corría
paralelo a las vías del tren, apuntando a un edificio de cuatro pisos. Revisé el croquis
que el misionero dibujó para mí. La pizarra de información en la entrada del edificio
anunciaba “Tercer piso, Salón Imperial”. No había duda, este era nuestro destino. Era
genial haber encontrado nuestro objetivo, pero no pude evitar sentirme decepcionado.
A pesar de su nombre, el Salón Imperial era un edificio de oficinas viejo y
descuidado que rentaba espacios a empresas pequeñas. El primer piso era ocupado por
una compañía de bienes raíces y el segundo hospedaba el despacho de un fiscal de
impuestos, dejando el tercer piso para la secta religiosa. Coloreado de rojo por el sol del
atardecer, el espacio se veía aún más vacío. Cuando escuché el nombre, imaginé un
enorme templo decorado con hoja de oro, por lo que su apariencia real me tomó por
sorpresa.
Era hora de comenzar la operación. Dejando mi desilusión de lado, dije “V
vamos, Yamazaki”.
“Sí. Adelante, Satou”.
Fortaleciendo nuestra voluntad, subimos las angostas escaleras del edificio.
Nuestra infiltración resultó exitosa.
Nadie mencionó ni una palabra sobre nuestros extraños atuendos. “En realidad
tengo un problema visual, por eso uso estos anteojos”, dije, a pesar de que nadie me lo
había preguntado, y todos decían “Oh, qué terrible, pobre de tí”.
Así es: en realidad eran buenas personas.
“Buenas tardes”.
“Bienvenidos”.
“Gracias por asistir”.
Un ama de casa, una estudiante de secundaria y un hombre de negocios nos
recibieron con sonrisas amables en el rostro. Devolviéndoles el saludo, continuamos
por el angosto pasillo y entramos al salón de reuniones. Una vez más, resultamos
decepcionados.
No se sentía ninguna clase de atmósfera religiosa en el salón. Por más que
buscamos, no encontramos elementos como cirios, crucifijos o altares. En vez de eso, el
estrado era ocupado por un atril como los que se encuentran en las escuelas, y frente a
él estaban varias filas de sillas plegables de metal, espaciadas equitativamente, con un
cupo para unas cien personas. El piso y los muros estaban pintados de un suave color
crema, y las lámparas fluorescentes brillaban con intensidad. Este relajado lugar
parecía más un auditorio común y corriente que un espacio de culto.
Por el momento, nos sentamos en la fila posterior, encorvándonos para no
llamar la atención, sin embargo, este intento fracasó miserablemente. Yamazaki y yo
fuimos rodeados por gente sonriente y hospitalaria—jovenes y ancianos, hombres y
mujeres. Parecía como si el misionero que vimos en la mañana les hubiera dicho a
todos que esperaran visitas.
“Escuché que están interesados en la Biblia”, dijo un ama de casa con un bebé
en sus brazos. “Más jóvenes deberían seguir su ejemplo”.
Un joven que parecía tener mi edad dijo “Por favor, tómense su tiempo y
escuchen los discursos con atención”.
Una chica de preparatoria dijo—
Todos nos hablaban al mismo tiempo.
Devolviéndoles los saludos con voz de pato, me estaba sintiendo cada vez más
nervioso. Esto no está bien, llamamos demasiado la atención. Parece que Misaki aún
no llega; pero si esto sigue así, es sólo cuestión de tiempo antes de que vea a través de
nuestros disfraces.
Teníamos que retirarnos temporalmente. Preguntándole al ama de casas dónde
estaban los baños, salimos corriendo del salón de asambleas.
“Esto no está bien, Satou”.
“Tampoco es lo que imaginaba, Yamazaki”.
Tomamos un aliento mientras nos desahogábamos en el reluciente baño.
“¿Por qué esas personas están siendo tan amigables con un par tan sospechoso
como nosotros?”.
“No lo sé, estoy algo conmovido...” Era la primera vez en mi vida que
experimentaba algo así. Un gran número de gente dándome la bienvenida con sonrisas
joviales. No sabía cómo responder a eso.
“Ja ja ja ¡Tal vez deba convertirme!”
Yamazaki empezó a reírse dentro de uno de los baños. Después escuché que
desenrollaba el papel higiénico y sonó su nariz. Cuando salió, sus pupilas estaban
dilatándose tras sus lentes de contacto. Algo de polvo blanco seguía pegado en las
mangas de su camisa.
“¿Quieres, Satou?”. Yamazaki me ofreció un sobre de plástico lleno de la droga,
pero lo rechacé gentilmente. Mis actividades de espionaje estaban a punto de
comenzar, así que no podía arriesgarme a nublar mi juicio.
Metiéndome toallas de papel higiénico en la boca modifiqué el contorno de mi
rostro, haciendo aún más perfecto mi disfraz. Yamazaki, con una sonrisa enorme, se
divertía caminando en círculos por el baño.
Poco tiempo después, escuchamos que un himno coral estaba siendo entonado
más allá de los muros del baño. Parecía que por fin había iniciado la asamblea.
Casualmente, nos dirigimos hacia el salón.
Como mencioné antes, el interior del salón no poseía ningún aura religiosa. Aún así...
¿Por qué sentía escalofríos en la espalda? Estaba conmovido. Tal vez era un
efecto secundario de las drogas que consumí antes de salir de casa. Probablemente eso
explicaba esta amplificación emocional. Pero...
Había cerca de cien personas en este salón, y todas cantaban sin dudar, llenas
de energía. Jóvenes y adultos cantaban al unísono un himno adorando a Dios. Podía
sentir la santidad ¡Esta es la religión verdadera! ¡Es maravillosa!
En fin, envuelto por los cánticos, caminé rápidamente junto al muro del salón y
tomé asiento en una de las sillas del extremo posterior. Cuando el himno terminó, un
hombre de mediana edad parado tras el atril comenzó a orar. Parecía que era el líder.
“Gran Creador, que creaste los cielos y la tierra, adoramos y glorificamos tu
gran nombre”. Todos veían hacia el frente, escuchando atentamente su oración. Nadie
dirigía la vista hacia nosotros.
Todo resultaba tal como lo habíamos planeado.
O eso pensé. Cuando terminó su oración, el hombre importante dijo algo como
“Gracias al Espíritu Santo, todos pudimos asistir hoy. Además, veo a muchos jóvenes y
a nuevos miembros...”.
¿Nuevos miembros? ¿Quiénes? ¿De quién habla?
Éramos nosotros.
Las miradas de todos giraron inmediatamente hacia nosotros. Yo jalé el
sombrero para cubrir mi rostro aún más. Yamazaki saludaba a todos, mostrando su
sonrisa demencial.
En el extremo de mi visión pude ver a Misaki, estaba al frente, en el asiento
más próximo al atril. No parecía haberse dado cuenta de que estábamos ahí.
Tranquilizándome, detuve a Yamazaki, que seguía sacudiendo el brazo como idiota.
“Muy bien, en nombre de nuestro Señor Jesucristo les agradezco a todos su
presencia, y les dedico mis oraciones”.
“Amén”, respondió la congregación. Sólo nuestros graznidos resaltaban entre la
multitud.
El propósito de la reunión era mejorar las técnicas de proselitismo, por eso se llamaba
“Escuela de Misioneros”.
Primero, uno de los miembros veteranos subía al estrado y daba un discurso
como ejemplo. Después, los aprendices de misionero exponían varios temas por seis
minutos cada uno. Al terminar, el director le daba una de tres calificaciones (“Muy
bien”, “le falta un poco” o “necesitas mejorarlo”) a la disertación de cada estudiante. Al
menos, así me lo describió el ama de casa sentada junto a mí.
Agradeciéndole educadamente, analicé la escena. A pesar de ser una tarde entre
semana, había un buen número de participantes en la reunión. Lo primero que saltó a
mi vista era el gran número de amas de casa presentes. Todas parecían mujeres
normales de mediana edad, de la clase que encontrarías haciendo las compras en
cualquier supermercado. Además, había un número considerable de hombres de
negocios, llegando a la asamblea desde sus trabajos. Finalmente, habían jóvenes que
acababan de salir de clase. Una gran variedad de gente estaba reunida en el Salón
Imperial.
Los seguidores más viejos tenían expresiones serias al subir al estrado, y sus
discursos sonaban fascinantes. Algunas personas incluso tomaban notas en sus
cuadernos sobre el contenido de las discusiones. Estos discursos estaban llenos de la
clase de palabras que causan dolores de cabeza en las personas normales. Términos
maravillosos, como “Armagedón” o “Satanás”, eran elementos recurrentes. El estómago
estaba empezando a dolerme.
De lo único que estaba seguro era de que todas las personas reunidas en este
lugar tomaban estas cosas muy, muy en serio.
“El nacimiento de la humanidad ocurrió hace seis mil años”.
“El Arca de Noé se encuentra sobre el Monte Ararat”.
“La guerra de Satanás se aproxima”.
“De acuerdo al Libro de las Revelaciones...”
Sentía deseos de gritar ¿¡Acaso todos son unos dementes!?, pero me superaban
en número ampliamente.
Finalmente, terminó la primera parte de la asamblea. Basicamente, el mensaje
era: La decadencia del mundo se esparce notoriamente. La corrupción política no tiene
fin, las disputas estallan por todo el planeta, y los crímenes brutales suceden cada vez
con mayor frecuencia. Los jóvenes se entregan a relaciones pecaminosas y los adultos
sólo buscan la riqueza material, haciendo desaparecer la moralidad. Todo esto es obra
de Satanás. Los habitantes de este mundo gobernado por el Demonio no están
conscientes de que actúan bajo su control, y precisamente por eso el Armagedón se
acerca. Antes de que esto suceda, hay que salvar de la condenación al mayor número
de personas. Este es el objetivo de este grupo.
Aparentemente, existía un antagonismo entre Dios y Satanás, y las personas
que no fueran parte de esta religión se irían al infierno.
Los discursos de los estudiantes tenían temáticas similares. La política general
parecía ser “Adora a Dios, odia a Satanás”. Me daba la impresión que habían
practicado bastante para exponer el día de hoy, referenciando hábilmente pasajes de la
Biblia. Podía ver que algunos daban señales de nerviosismo, pero aún así hablaban con
orgullo. Cada vez que timbraba la campana, marcando el final de los seis minutos,
todos aplaudían, yo incluído. De esta manera, los discursos fueron pasando.
Ahora... Yamazaki y yo intercambiamos miradas. Había llegado el turno de
Misaki.
Me sentía inquieto. Deseaba que utilizara frases ridículas como las que
escuchaba cada noche en las asesorías. Tenía ganas de reir.
Sin embargo, Misaki, frente al estrado, se veía pálida. Incluso estaba temblando
ligeramente. Durante todo el tiempo no dijo nada interesante. Dio un discurso apenas
aceptable sobre la Biblia, mirando todo el tiempo a sus zapatos.
Parecía estar sufriendo. Su comportamiento me recordaba a una niña de
primaria.
Terminó la Escuela de Misioneros.
Después de un descanso de diez minutos, estaba programada una “reunión de
servicio”. Durante el descanso, todos charlaban amigablemente. Cada grupo se reunía,
hablando y sonriendo.
“Kazuma está en Bethel—”.
“—siervos voluntarios—”.
“Entonces, durante el trabajo de reclamación—”.
“—las hermanas Satomi por fin fueron bautizadas”.
Usaban términos técnicos con frecuencia, por lo que no podía seguir sus
conversaciones con la facilidad que pensaba.
Miré hacia el rincón del salón de asambleas. Misaki estaba sola, sentada en una
de las sillas. Igual que nosotros hacía solo unos minutos, se encorvaba para llamar la
atención lo menos posible. Cada vez que alguien pasaba junto a ella, dirigía la mirada
hacia el piso. Parecía que tuviera miedo de que alguien le dirigiera la palabra.
Durante el descanso nadie habló con ella, pero parecía que eso era lo que deseaba.
“Ya vámonos”, le dí un codazo a Yamazaki.
“¿De qué hablas, Satou? ¡La reunión de servicio está por comenzar!”.
Los ojos de Yamazaki estaban inyectados de sangre, y yo podía imaginarme por
qué. En el lenguaje técnico con el que estábamos familiarizados—esto eso, el argot de
los juegos eróticos—el 'servicio' se definía como 'un tipo de masaje especial que una
criada en delantal realiza para su patrón'.
“¡Es una reunión de servicio! ¡Aquellas chicas van a darnos servicios!”
“¡Eso no va a suceder!”
Arrastrando a Yamazaki, me dirigí hacia la salida. Al aproximarnos a la puerta
principal, escuchamos una voz detrás nuestro, “¡Oigan, ustedes!”.
Era el más joven de los misioneros que vimos en la mañana, el chico de
secundaria. Con las manos en los bolsillos de la chamarra, nos miró fijamente.
“Ustedes sólo están aquí para divertirse ¿No es así?”.
Al escuchar esto, Yamazaki salió corriendo sin mirar atrás. Una vez más, me
había dejado a mi suerte.
Sin embargo, el chico no estaba enfurecido con nosotros. De hecho, me acompañó
por el camino hacia la estación. A pesar de que ya había empezado el verano, el viento
nocturno se sentía bastante frío. Caminando por la calle oscura, el chico fumaba un
cigarrillo.
“Oye, creo que eso va en contra de los mandamientos”, le dije.
Como respuesta, sacó otro cigarrillo y me lo ofreció.
Caminando a mi derecha, me explicó, “A veces, las personas como tú tienen
ganas de ver cosas extrañas, por eso asisten a las asambleas. Estudiantes estúpidos,
igual que ustedes dos ¿Bueno, qué opinas? ¿Valió la pena?”.
Guardé silencio.
“No hago todas estas cosas religiosas por gusto, sabes”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Es por mis padres, ambos aman la religión. Soy el único que tiene cerebro en
nuestro hogar ¡No quiero ni imaginarme lo que sucedería si les dijera que ya no quiero
ir a la iglesia! Una vez le dije a mi mamá, 'Creo que aprovecharía mejor el tiempo si
entrara a un club en la escuela, o si fuera a jugar futbol con mis amigos después de
clases'. Al escucharme, la vieja me gritó '¡Demonio!'. Incluso me dejó sin comer varios
días”.
El chico se rió. “Les sigo la corriente a mis padres lo suficiente para que no se
molesten conmigo; y cuando termino de perder el tiempo, hago lo que se me antoja”.
Vivía una doble vida. En su casa vivía como una persona devota y religiosa, pero
en la escuela era como cualquier estudiante de su edad.
“A lo que quiero llegar es, no vayan a cometer el error de unirse a la secta”.
Sonaba serio. “Todos hicieron un escándalo cuando llegaron, todos se veían felices
¿Verdad? Estoy seguro que pensaste alguna tontería como 'Tal vez pueda llevarme bien
con personas tan amables como estas' ¿No es así? Te equivocas. Ese es el truco. No
actúan desinteresadamente, es una manera de presionarte para que te conviertas.
“Una vez que entras, es como en cualquier otra sociedad. Todos quieren
convertirse en el líder, todos quieren ir a Tierra Santa. Mi padre intenta
desesperadamente subir de rango a toda costa, se la pasa mandándoles regalos a sus
superiores. Es un idiota. Viste lo que sucedió hoy ¿No? Hasta hace poco, la chica que
habló al final era sólo una ayudante de reclutador como yo, pero su familia la presionó
para que entrara a la escuela de misioneros. Al hacerlo, su tía ganó estatus”.
Le pedí que me diera más información sobre Misaki.
“¿Qué? Bueno, entró a la escuela hace poco. Es una chica normal—es adoptada,
o es la protegida de su tía, o algo así. El tío no parece estar interesado en la religión, lo
cual tal vez la ayude... no, supongo que debe estar entre dos extremos, lo cuál es aún
más difícil. Por alguna razón siempre parece estar preocupada”.
Le agradecí profundamente al chico por brindarme esta información.
Cuando nuestros caminos estaban por separarse, me advirtió, “Como te dije, no
lo hagas. No te conviertas por nada del mundo. Bueno, a mí no me importa si te unes o
no; pero si lo haces, no tengas hijos”.
Asentí ligeramente y regresé a casa.
El día siguiente, Misaki y yo caminamos por las calles de la ciudad. No había una sola
nube en el cielo. Como era sábado, había mucha gente en la estación, esto me hacía
sentir nervioso.
Como lo prometí, nos encontramos en el parque a la una de la tarde, y de ahí
nos dirigimos directo a la estación. Caminamos durante casi dos horas, Misaki delante
de mí. De vez en cuando me daba la impresión de que caminábamos en círculo por los
mismos caminos una y otra vez, pero Misaki seguía caminando con seguridad.
Al final, no pude resistirme y pregunté “Oye, Misaki ¿A dónde vamos?”
Misaki volteó hacia atrás para verme. “¿Qué?”.
“Digo ¿Hacía dónde nos dirigimos?”.
“¿No podemos simplemente caminar por aquí?”.
Yo simplemente giré los ojos hacia el cielo.
Unos segundos después, Misaki se detuvo y se cruzó de brazos. “Hm, ahora que
lo mencionas, sí es un tanto extraño. Supongo que la mayoría de las personas va hacia
alguna parte cuando camina por la calle...”
No tenía nada qué decir.
“Oye ¿A dónde piensas que suelen ir normalmente las personas?”
¿A mí qué me preguntas? ¿Qué rayos estábamos haciendo? Era un sábado, a la
mitad de la tarde, y nos habíamos dirigido a la ciudad 'a caminar' ¿Dónde demonios
estamos? Si pudiera responder esa pregunta, tal vez podría sugerir un destino.
Le pregunté, “¿Hay algún lugar en particular al que desees ir, Misaki?”.
“No...”.
“¿Ya comiste?”
“No, todavía no”.
Por el momento, decidimos ir a un restaurante familiar cerca de ahí.
Cuando entramos al restaurante, Misaki dijo “esta es la primera vez que como en un
lugar de esta clase”.
Encendí un cigarrillo. La punta se agitaba ligeramente. Era doloroso.
Necesitaba un par de anteojos de sol. Si tuviera unos anteojos, no tendría que
preocuparme por las miradas de los desconocidos.
Misaki ordenó el especial del día. Comía con vigor mientras yo sorbía una taza
de café. Maldición, pensé. No debí ordenar café, la cafeína no me iba a ayudar a
calmarme. Pronto empezaría a actuar de forma sospechosa y llamaría la atención. Por
el contrario, Misaki parecía estar bastante animada. Se divertía haciendo origami con
las servilletas de papel.
“Mira, ya terminé ¿Te gusta?”. Era una grulla.
“Sí, eres muy talentosa”.
El estómago estaba empezando a dolerme otra vez, así que dejamos el
restaurante.
Caminamos por otra media hora antes de entrar a una cafetería. Misaki pidió
una rebanada de pastel, pero yo me conformé con una taza de té negro. Mientras lo
bebía, trataba de recordar la razón por la que estábamos reunidos de esta forma.
Esa noche, Misaki dijo “Vamos a la ciudad, así avanzaremos mucho en tu
recuperación”. Ah, es cierto. Esto era parte de su programa de rehabilitación de
hikikomori, no quería decir que esto fuera una cita o algo así. Luego, tras ver a Misaki
la noche anterior, quedé aún más confundido sobre su identidad verdadera. Para
empezar, esto descartó mi hipótesis de que su proyecto era en realidad una forma de
reclutamiento religioso. Viendo cómo se había comportado en la asamblea, era poco
probable que intentara celosamente convertir a la gente a su fe.
¿Quién era en realidad? Esto todavía seguía siendo un misterio. ¿Qué estoy
haciendo, pasando el rato con una chica tan misteriosa? ¿Qué se supone que debo
hacer? Como no podía responder esta pregunta, simplemente guardé silencio.
Misaki sacó un libro de su omnipresente mochila. Este estaba titulado Palabras
Para Guiarte: Una Colección de Proverbios que Harán Eco en tu Corazón. Otro libro
raro... ya debería de estar acostumbrado. Moviendo el plato de pastel hacia un lado,
abrió el libro sobre la mesa.
“Déjalo ser”. Diciendo esto, volteó a verme. “Dice que esta es una frase de un
hombre llamado John ¿Qué piensas que significa?”.
“Qque dejes que las cosas avancen a su propio ritmo, supongo...”
“¡Ah, es una frase muy sabia!”.
Eventualmente, nuestro paseo nos llevó a la cafetería donde Misaki trabajaba
ocasionalmente. El hombre sentado frente a la caja registradora la saludó al verla
entrar. Actuando como un cliente normal, caminé hasta una mesa en el extremo del
local. El lugar estaba prácticamente desierto.
Me concentré en leer historietas mientras bebía refresco de cola. Misaki,
sentada frente a mí, bebía jugo de naranja y me observaba en silencio. Esto me ponía
demasiado nervioso, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Sentía que un
agujero estaba por abrirse en mi estómago.
No podía continuar así. Tenía que romper el silencio. “¿Misaki?”.
“¿Hm?”
“No hay muchos clientes ¿Verdad?”
“Es por la crisis económica”.
Voltee a ver al hombre de la entrada. “¿Ese señor es tu pariente o algo?”.
“Sí, es mi tío. Siempre estoy causándole problemas; pero pronto voy a irme, así
que creo que me perdonará”.
Parecía que en su casa tenían una dinámica familiar un tanto complicada, pero
no sentía deseos de escuchar la historia, así que cambié el tema de conversación. “En
fin, Misaki ¿Disfrutas tus actividades religiosas?”.
“En realidad no, siempre molesto a la gente”.
“¿Molestar? ¿Cómo?”
“Pues... ¿Cómo decirlo? Perturbo la atmósfera. Es como si mi presencia
deprimiera a las personas, por eso desearía no salir a ninguna parte”.
“Podrías dejar el grupo”.
“No puedo. Tengo que hacerlo para ayudarle a mi tía”.
“Misaki, en realidad no crees en Dios ¿o sí?”
Misaki dejó su vaso de jugo sobre la mesa. “Creo que sería bueno que Dios
existiera. Si pudiera, me gustaría creer en él, pero me resulta un poco difícil”.
Sonaba decepcionada. De repente, soltó una hipótesis en tono desganado. “Para
empezar, si Dios existiera, tendría que ser un villano terrible. He llegado a esa
conclusión”.
“¿Qué?”
“Verás, para los seres humanos la proporción de momentos dolorosos a
momentos alegres es como de nueve a uno. Una vez hice los cálculos en mi cuaderno”.
Misaki sacó su cuaderno secreto y lo abrió sobre la mesa. “Mira, aquí está la gráfica.
Como puedes ver, los momentos felices—los que te hacen pensar '¡Qué divertido! ¡Me
alegra estar vivo!'—no abarcan ni un décimo de nuestras vidas. Usé una calculadora,
así que no hay errores”.
Yo más bien me preguntaba qué métodos había usado para llegar a esa
conclusión, pero no me mostró más páginas.
Misaki continuó. “Ese es el por qué. Cualquier Dios que haga a propósito un
mundo tan triste debe ser una persona terrible ¿No crees? Es una conclusión bastante
lógica ¿Verdad?”
“Pero Misaki ¿No acabas de decir que te gustaría creer en Él?”
“Sí, me gustaría creer. Creo que deseo que Dios exista. Quiero decir...”
“¿Quieres decir?”
“Creo que si existiera un Dios así de malvado, podríamos vivir nuestras vidas de
forma más tranquila. Si pudiéramos responsabilizar a Dios por nuestra infelicidad,
lograríamos tener una mayor paz interior ¿O no?”.
Era un tema complicado. Me crucé de brazos y fingí pensar seriamente al
respecto, pero mi mente no estaba funcionando del todo bien. Para empezar, Misaki
¿Estás hablando en serio? Todo ese tiempo has estado sonriendo de forma extraña.
Sentía estar envuelto en una neblina extraña.
Pero al final, sus palabras sonaban sinceras. “Si pudiera creer en Dios”, suspiró,
“podría ser feliz. Podría serlo aunque Dios fuera así de malvado”.
“El problema es que...”, continuó, “el problema es que no tengo mucha
imaginación, así que me resulta difícil creer en Él ¿Por qué no crea un milagro
espectacular para mí, como los que hace en la Biblia?”.
Era la clase de chica que diría esta clase de cosas extrañas.
Después de charlar por casi una hora, decidí que era momento de partir. Cuando
me acerqué al mostrador a pagar, su tío me dijo “No te preocupes por la cuenta, así
está bien. Por favor, cuídala”.
Pensé que era muy raro decirle algo así a un tipo que apenas está conociendo a
una chica de la edad de Misaki, pero la expresión abatida del hombre me conmovió.
Asentí y me dirigí a casa.
Cuando llegué al departamento, me llevé una sorpresa.
Parada a la mitad de mi cuarto estaba una muñeca de tamaño real. Yamazaki
daba vueltas a su alrededor, tambaleándose a cada paso.
“¡Bienvenido, Satou! ¡Este es nuestro objeto de adoración!”. Me quedé sin
palabras. “El otro día, escuché que el hermano de un compañero de clases compró una
muñeca de tamaño real de Ruriruri17 y no sabía qué hacer con ella ¡Así que hice todo lo
posible para obtenerla! Tú también adórala, Satou—nuestra joven, pequeña y adorable
Ruriruri...”
Parecía que era un personaje de una serie animada o algo así. Yamazaki estaba
postrándose ante un maniquí modelado como una niña en los últimos años de
primaria. Encontré la lata donde guardábamos las drogas, estaba vacía. Yamazaki se
había terminado el resto.
“¡Sí, creo que me tomé las drogas que quedaban! Experimenté el mejor viaje del
siglo ¡Oh, sí! Tuve una verdadera epifanía. Satou, ví la verdadera base de nuestro
mundo”. Tras frotar su frente en los pies de la muñeca, Yamazaki se levantó
repentinamente.
“Pensaba y pensaba '¿Qué nos hace falta?' Vivimos con un agujero en nuestros
pechos, y quería encontrar algo que lo llenara. Quería algo que compensara esa
deficiencia. La asamblea religiosa de ayer me hizo meditar al respecto. Nada es cierto.
Queremos darle algo de justificación y control a nuestro mundo caótico, por eso
inventamos a Dios. La rivalidad entre Dios y Satanás explica por qué suceden cosas
17 Ruri Hoshino, un personaje de Martian Successor Nadesico.
tan complicadas en nuestro mundo con más facilidad ¡Esa explicación tan simple en
verdad me afectó!
“Desafortunadamente, ese Dios no es el adecuado para nosotros porque es
increíblemente atemorizante. Como puedes ver en las ilustraciones de '¡Despertad!',
tiene forma de viejo barbón, no es nada lindo”. Yamazaki recogió el panfleto tirado en
un rincón y me lo mostró.
“Mira, el artículo de este mes está titulado 'Ángeles de la Guarda: Ellos Siempre
Te Protegen'. En su religión, los ángeles se ven así”. Yamazaki abrió el panfleto en una
página ilustrada con el dibujo realista de un hombre musculoso con alas en la espalda,
después, rompió la revista en pedazos. “¡Yo no quiero una religión con ángeles tan
horribles!”, gritó. “¿Qué se supone que es, un levantador de pesas o algo así? Cuando
escucho la palabra 'ángel' pienso en algo más, tú sabes, hermoso y moé moé y loli
loli...”
Recordé varias imágenes de juegos eróticos en los que la heroína era un ángel.
“¡Así es, Satou! ¡Ha llegado la hora de una reforma religiosa!”
No tenía palabras.
“¡Nuestro objeto de culto es esta muñeca de Ruriruri! ¡Yo soy el padre fundador
de nuestra secta!”
Le dí unas palmadas a Yamazaki en el hombro.
Apartando mi mano, Yamazaki siguió con su discurso. “¡Los que crean serán
salvados! ¡Debemos creer en algo que nos guste para darle sentido a nuestras vidas!”
Corriendo en círculos por el cuarto, agitaba los brazos y seguía gritando cosas
semejantes.
Eventualmente, Yamazaki terminó abrazado patéticamente de la muñeca. “No
puedo seguir viviendo así”, susurró. Sus ojos estaban abiertos como platos.
Le preparé algo de café. Lo bebió con lágrimas en los ojos.
Yo también sentía deseos de llorar.
“Por cierto, Yamazaki ¿Qué vas a hacer con la muñeca?”
“Te la regalo, Satou. Haz lo que quieras con ella”.
Capítulo 9 – Los Días del Final
Para un hikikomori, el invierno es doloroso porque todo se siente frío y solitario. Para
un hikikomori, la primavera también es dolorosa porque todo el mundo está de buen
humor excepto él.
El verano, por supuesto, es particularmente terrible.
El chillido de las cigarras invadía el ambiente, su canto se escuchaba día y
noche. Además, el calor era insoportable. El departamento parecía un horno, aún con
el aire acondicionado funcionando. No sabía si el equipo estaba estropeándose o si este
verano estaba siendo más caluroso que otros. A veces sentía deseos de gritar “¡Quien
sea responsable, muéstrese!”, pero ni siquiera tenía la energía para hacerlo. El verano
me había agotado. Sin importar cuánto Lipovitan D18 bebiera, mi cansancio era
imposible de disipar.
El único que seguía sintiéndose animado era mi vecino. Hacía ruido todo el
tiempo. Podía escuchar sus canciones de series animadas desde el amanecer hasta la
mitad de la noche. Seguía trabajando en sus proyectos creativos con los ojos inyectados
de sangre.
Un día, Yamazaki me dijo, “Por fin he terminado una parte crucial del juego”.
“¿En serio?”
“Mañana voy a empezar a construir una bomba”.
“¿Qué?”.
No respondió, simplemente continuó masticando silenciosamente una rebanada
de pan blanco. Era un desayuno un tanto mediocre. Como yo no era tan perezoso como
él, doré mi rebanada de pan y freí rápidamente un huevo.
“Como te dije antes, no tomes comida ajena sin permiso”.
Fingí no saber de qué me hablaba.
A pesar del insoportable calor del verano, Misaki continuaba usando camisas de
manga larga. Aún así, parecía estar de buen humor.
“Esto es tan, tan divertido”, decía, mientras se balanceaba en uno de los
columpios del parque. Me daba la impresión de que en verdad se divertía al hacerlo.
Hacía tanto calor que el más mínimo esfuerzo me hacía sudar. Misaki, por otro lado,
siempre parecía estar fresca. “Por cierto, Satou, no quiero desperdiciar toda la comida
para gatos que compré ¿La quieres?”.
El gato negro del parque había desaparecido, hacía ya bastante tiempo desde la
última vez que lo vimos. Tal vez había sido arrollado por un auto, o había partido de
viaje a algún lugar más fresco.
De cualquier manera, rechacé su regalo. “¿Yo para qué quiero alimento para
gatos?”.
“Compré demasiadas latas. Ah, qué desperdicio...”
Bajando del columpio, Misaki se dirigió a la caja de arena. Tomando una pala de
plástico verde que uno de los niños del vecindario había olvidado, empezó a esculpir
algo en la arena. Le pregunté qué estaba haciendo.
“Una montaña”.
18 Una marca de bebidas energéticas.
Era cierto, había levantado una pequeña montaña en el centro de la caja de
arena. Sus ángulos eran bastante pronunciados, como los del Monte Fuji pintado por
Hokusai, por lo que parecía que la más mínima vibración haría que se derrumbara.
Era un buen trabajo, realizado con arena húmeda por el rocío de la tarde.
Sacudiéndose las manos para quitarse el exceso de arena, Misaki caminó al rededor de
su obra, mirándome con expectación.
Yo dije “Es una linda montaña”.
Con una sonrisa en el rostro, Misaki gritó “¡Yaaah!” mientras le conectaba un
puntapié a su montaña. “Todas las cosas se derrumban algún día”.
“Así es”, asentí.
Los libros que Misaki sacaba de su mochila variaban noche con noche, parecía como si
le dieran descuento de mayorista a la hora de sacarlos de la biblioteca. Habían novelas,
antologías poéticas, guías prácticas y manuales de referencia; libros de todas formas y
tamaños.
“Muy bien, el texto de esta noche está titulado Famosas Últimas Palabras. Su
título se refiere a las frases pronunciadas por personas ejemplares en el momento de
sus muertes...”
¿Se refiere...?
“¡Pensemos sobre el final de la vida!”, gritó. Era una frase dramática, una vez
más fui sorprendido por la habilidad de Misaki para pronunciar declaraciones tan
extrañas con una expresión completamente natural. Pero por otro lado—sobre todo, al
compararla con el “Pensemos sobre el significado de la vida” de la noche anterior—no
era un tema tan descabellado, por lo que le pedí que continuara. Comenzó a leer el
texto en voz alta.
El libro recopilaba las últimas palabras de gente famosa de todo el mundo,
desde la antigüedad hasta nuestros días. El tema me parecía bastante interesante,
pero sentía que Misaki se estaba aburriendo cada vez más.
“'Mas luz...', bien ¿Quién dijo esta frase?”
¿¡Estás preguntándome!?
“Tres... dos... uno... ¡Se acabó el tiempo! La respuesta es Goethe. Es una frase
demasiado genial ¿No crees? Creo que el señor Goethe ya la tenía preparada desde
mucho antes”.
“Ssí, supongo...”
“Muy bien, siguiente pregunta: 'El Mikka Tororo19 estaba delicioso'”.
Esa sí la había escuchado antes. “Esa es de la nota de suicidio del maratonista
Kokichi Tsuburaya”.
“¡Ping pong, ping pong! ¡Así es, no puedo creer que lo sepas!”.
No creo que conocer las últimas palabras de los famosos sea algo de qué sentirse
orgulloso, pero Misaki me felicitó de todas formas. Sonaba un tanto conmovida por esa
nota de suicidio. “Mikka Tororo... suena como un chiste ¿No?”.
“Tal vez por eso le resulta entrañable a las personas”.
“Ah, ya veo...” dijo, asintiendo repetidamente. “Aquí dice que Tsuburaya regresó
a su casa en el campo antes de morir. Ahí comió mikka tororo con sus padres”.
19 El Mikka Tororo, o Tororo del Tercer Día, es un platillo preparado con batatas gratinadas. Es consumido
tradicionalmente el tercer día del año nuevo, de ahí su nombre.
“Hm”.
“Supongo que toda la gente desea regresar a su lugar natal antes de morir”.
“Por cierto, Misaki ¿Naciste en esta ciudad?”.
“No. Si esa es la Estrella del Norte, entonces... yo soy de por allá”. Señaló hacía
una dirección en el noroeste y mencionó el nombre de un pueblo que nunca había
escuchado antes. Me explicó que estaba a orillas del Mar de Japón y tenía una
población de unas quinientas personas. Según ellá, el pueblo tenía un hermoso
acantilado, pero se había vuelto un punto popular para los suicidas. “Alguien famoso
saltó del acantilado en la era Meiji, y desde entonces es algo así como una Meca para
la gente que desea suicidarse. Dicen que tuvieron que construir barreras de contención
por toda la gente que caía de ahí, ya fuera por accidente o deliberadamente. Cuando
era niña no sabía nada de esto y siempre iba a la orilla a jugar. Un día, vi ahí a una
mujer extraña. Estaba parada en la orilla del acantilado. Estaba atardeciendo, el cielo
se veía de color rojo brillante. La mujer también era hermosa”.
“¿Y qué sucedió?”
“Desvié la mirada por un segundo, y cuando voltee había desaparecido. Incluso
ahora, a veces la veo en mis sueños. Tal vez todo fue un sueño desde el principio. Digo,
tenía una sonrisa muy alegre. Ahí sola, veía hacia el oceano y el cielo del atardecer. Y
entonces, en el instante en que desvié la mirada, se desvaneció. Es una historia
extraña ¿No crees?”.
Sin duda lo era.
“¿Qué habrá sucedido? Al menos debió dejar una nota—tal vez sobre su platillo
favorito o algo así”, bromee, tratando de animar un poco el ambiente.
“Sí. Se me antojó el mikka tororo...”
“Pero escalda la lengua cuando lo comes”.
“Tienes razón”, asintió, “aún así es delicioso”. La conversación estaba
empezando a desviarse. Yo me sentía un tanto cansado, pero Misaki seguía viéndose
animada. “Esto es divertido ¿No crees, Satou?”.
“Claro”.
“Nos acercamos al final. El último día del proyecto se aproxima”. Misaki guardó
el libro en su mochila. “Deberías estar listo para convertirte en un adulto modelo,
después de todas estas útiles sesiones de asesoría”. Levantándose de la banca,
preguntó “Ahora comprendes por qué te convertiste en hikikomori ¿Verdad?”.
No respondí.
“Si lo piensas a fondo, debería resultarte bastante claro”.
Todavía sentado sobre la banca, levanté la mirada. El parque estaba tan oscuro
que sólo podía ver su silueta. No podía distinguir la expresión en su rostro.
“Ya casi se me acaba el tiempo. Voy a irme de aquí, ya no quiero seguir
causándoles problemas a mis tíos”. Su tono sonaba bastante casual, así que seguí
escuchándola con calma.
“¿Y a dónde vas a ir?”
“A alguna ciudad... algún lugar lleno de gente, donde nadie me conozca; donde
yo no conozca a nadie. Por eso, Satou... antes de que me vaya tienes que convertirte en
un ciudadano ejemplar”.
No sabía hacia donde se estaba dirigiendo esta conversación; pero bueno, era la
clase de chica que decía toda clase de disparates sin razón aparente.
Mareado, sacudí la cabeza.
“Esto no va a cambiar nada...”, dijo Misaki.
“Oh, entiendo. Ya estoy bien”. Lo menos que podía hacer era convencerla de su
éxito. “Puedo decir que he renacido gracias a tí. Puedes estar segura de esto e iniciar
tranquilamente tu vida en una nueva ciudad”.
Me daba la impresión de que seguía sintiéndose insatisfecha.
En tono optimista, dije “¡Gracias! ¡En serio, te debo la vida! Oye ¿Quieres
llevarte mi estéreo? ¡Si deseas vivir por tu cuenta, necesitas tener un estéreo! Si lo
quieres, te lo puedo regalar...”
“Eso no es lo que trato de decirte”.
“¿Ah, no?”.
Esperé pacientemente a que continuara, pero Misaki me dio la espalda sin decir
nada más.
Yo también me levanté. “Bueno, nos vemos después”.
Empecé a caminar en dirección al departamento; pero mientras lo hacía, Misaki
me gritó “¡No, espera un segundo!”.
“¿Qué?”
“Tengamos una cita. Será el examen final para probar que en verdad te haz
convertido en un ciudadano socialmente apto. Nos veremos en la estación el domingo
al mediodía ¡Vamos a ir aunque llueva!”.
Con esta desafiante declaración, Misaki se retiró rápidamente.
Mientras tanto, Yamazaki analizaba los planos que encontró en Internet ¡Realmente
iba a construir una bomba!
Primero, tenía que hacer pólvora negra. La historia de este explosivo se extiende
hasta el pasado distante. Por ejemplo, fue usada en la era Genkou contra los invasores
mongoles, y los arcabuces usados por los soldados europeos, que tomaron por sorpresa
a los Samurai, también la utilizaban. Pese a ser una simple y primitiva combinación
de nitrato de potasio, azufre y carbón, su potencia es tremenda. Dicen que al ser
utilizada en un espacio cerrado, una pequeña porción de pólvora negra genera el poder
suficiente para romper los cristales de un automóvil normal y matar
instantáneamente a sus ocupantes.
“¿Para qué quieres contruir una bomba?”
“Es obvio ¿No? ¡Para hacer explotar cosas!”
Bueno, sí, tenía razón. No hay otro uso para una bomba. “Lo que quiero decir es,
¿Qué es lo que quieres hacer explotar?”
“A mis enemigos”.
“¿Tus enemigos? ¿Quiénes son tus enemigos?”
“¡Los villanos! ¡Haré estallar a los villanos con mi bomba revolucionaria!”
“Aah, ya veo ¿Y quiénes son esos villanos?”
“Pues... los políticos, o algo así”.
“Conque los políticos ¿Al menos sabes cómo se llama el Primer Ministro?”
Yamazaki guardó silencio y regresó a su trabajo. En poco tiempo, terminó de
fabricar la pólvora negra y la depositó en un tubo de acero cerrado al vacío. El
detonador, que funcionaba con un reloj análogo, también estaba listo. Sólo tenía que
conectar el detonador al tubo para poder activarla cuando quisiera.
“¡Sí, ya terminé! ¡Soy un luchador! ¡Soy un revolucionario!” Yamazaki estaba
animado. “¡Destruiré a todos los villanos, los haré volar en pedazos!”
Estaba animado, pero seguía pensando racionalmente.
“Ah, eso fue divertido...”, concluyó.
Al final, la bomba no hizo volar a ningún villano.
Para empezar, no sabíamos dónde encontrarlos. Como no podíamos hacer nada
para remediar esto, decidimos volar el parque del vecindario el sábado por la noche.
Nos arrastramos bajo los arbustos para que nadie nos viera y activamos el detonador.
La bomba funcionó, pero el resultado fue más un resoplido que una explosión.
Era una historia triste.
Entre estas distracciones, llegó el domingo. Como prometí, me encontré con
Misaki en la estación. Tuvimos nuestra cita, y regresé al departamento.
Dormí toda la noche. Cuando desperté, me sentía bastante aburrido. Decidí
consumir mi reserva entera de drogas. Me la pasé muy bien. Todo era placentero. No
podía dejar de reir.
En general, las drogas pueden clasificarse en tres categorías: estimulantes, relajantes
y psicodélicas. Las estimulantes son las drogas que te dan energía al consumirlas,
como la cocaína. Las relajantes funcionan al contrario, como el opio. Nunca las he
consumido, así que no sé cómo se sienten en realidad, pero imagino que deben ser
bastante placenteras. Por último, las drogas psicodélicas son las que provocan
alucinaciones visuales o auditivas, como el LSD y los hongos.
Yo, en lo personal, prefiero los psicodélicos. Tienen pocos efectos secundarios, no
producen dependencia tan fácilmente—a diferencia de los estimulantes y los relajantes
— y además, muchas drogas psicodélicas son legales, lo que las hace muy fáciles de
conseguir.
El día después de mi cita con Misaki, consumí drogas otra vez. Decidí tomar un
enfoque un tanto agresivo.
Primero, decidí abrir el camino con treinta miligramos de AMT. La AMT, o Alfa
Metiltriptamina es un antidepresivo descubierto por científicos rusos. Cuando
descubrieron que al consumirlo en dosis altas tenía efectos psicodélicos su uso médico
fue prohibido. Inmediatamente después de consumirla te plaga con náuseas terribles;
sin embargo, una vez que pasa el periodo inicial, la experiencia se vuelve enteramente
placentera. Además, es el mejor remedio para combatir los malos viajes.
Después, herví semillas de ruda silvestre y bebí la capa amarilla de líquido que
quedó flotado sobre el agua. Este líquido contiene dos sustancias llamadas harmina y
harmalina. Usarla por sí misma no produce ningún efecto, pero al combinarla con
otros alucinógenos puede amplificar sus efectos varias docenas de veces. Esta es la
base del Ayahuasca, el té psicodélico usado por los chamanes de las tribus selváticas.
Como la harmina y la harmalina son inhibidores de la MAO, o mono amino oxidasa,
puede ser peligroso consumirla junto con queso u otros productos lácteos; pero
mientras se evite la ingesta de estos alimentos no debería causar ningún problema.
Bueno, había llegado el momento. Mi conciencia estaba empezando a
desvanecerse y los límites de mi visión fluctuaban salvajemente—era hora de usar las
armas pesadas ¡No había marcha atrás!
Molí cinco gramos de hongos alucinógenos secos en un mortero, y me tomé el
polvo resultante con un trago de jugo de naranja, pues la vitamina C ayuda a procesar
la psilocibina de los hongos de forma más eficiente. Después, saqué fuerzas de
flaqueza e ingerí un cristal de diez miligramos de 5MeODMT. La DMT, o
Dimetiltriptamina, es el ingrediente activo de plantas alucinógenas como la
chacropanga, que es usada por los nativos del Amazonas en sus ceremonias. Aunque
legal, esta es una de las drogas más fuertes que se pueden conseguir. De acuerdo a
ciertas fuentes, los efectos alucinógenos son cien veces más poderosos que los del LSD.
Es en verdad el mejor psicodélico.
¡Mi cuerpo estaba paralizado! ¡Las drogas estaban haciendo efecto!
El Coctel Especial de Satou—mi maravilloso método, creado gracias a la
investigación y la pruebayerror— estaba completo. Al combinar cuatro sustancias
diferentes, podía alcanzar el viaje máximo, uno que sería imposible alcanzar con
drogas ilegales. Con sólo un empujón fui disparado a las profundidades del espacio
exterior. El tiempo se detuvo por completo. El espacio empezó a distorsionarse. Mi
cuerpo físico desapareció.
“¡Esto no es bueno, Satou! ¡Acabo de descubrir algo terrible!”, declaró Yamazaki. “¡Esto
es malo, muy malo!”
Intenté responderle, pero mi boca había dejado de funcionar.
Yamazaki estaba agitado “¿Estás escuchando? ¡Escucha con atención! ¡Esto es lo
peor!”. Como no podía hacer nada más, me senté y lo escuché con atención.
Levantándose, Yamazaki dijo con una sonrisa “¡He logrado probar lógicamente
que yo soy el Dios que ha creado los cielos y la tierra!”.
Morí.
Después, volví a la vida.
“Sí, mira cómo limpio tu cuarto usando mis súperpoderes”. Yamazaki apuntó
con el dedo haca la basura regada por el suelo y gritó, “¡Muévete!”.
Naturalmente, la basura ni siquiera se sacudió.
“¡Oye, te lo estoy ordenando! ¿Por qué me desafías?”
Observando la situación, sentí que algo se elevaba dentro de mí. Era una
situación extraña, burbujeando desde las profundidades de mi cuerpo. Crucé los
brazos y me puse a meditar a fondo sobre este sentimiento. Finalmente, después de
una eternidad, me di cuenta de qué se trataba. Ya sé, esto es...
¡Eran náuseas! Tuve un violento ataque de náuseas. Intenté correr hacia el
baño, pero esto resultó más difícil de lo que pensé. Mis piernas no se movían. El pasillo
parecía haberse convertido en un túnel de trescientos metros. El baño estaba
demasiado lejos ¿Lo lograría? ¿Podría llegar al baño antes de rociar vómito por todas
partes?
Estaré bien. Debo calmarme.
Yamazaki acababa de decirlo. Dijo que él era Dios.
Pero yo sabía la verdad. Sabía que sus palabras sólo eran parte de un delirio
momentáneo ¿Cómo podía saber eso? ¡Fácil, Yo era Dios! Lo acababa de confirmar,
usando un proceso mental completamente lógico.
Definitivamente llegaría al baño. Yo soy Dios. Llegaré al baño a tiempo.
Lo logré.
Me postré ante el retrete y vomité. Eso me hizo sentirme mucho mejor. Ahora
estaba lleno de energía. Al regresar a la habitación, encontré a Yamazaki en cuclillas a
la mitad del cuarto, todavía sonriendo.
“No, no está bien. Las estudiantes de primaria no me sirven”. Sus susurros me
daban la impresión de que estaba pensando en algo criminal.
Por alguna razón, esta situación me provocó un intenso déjà vu. Esto ya ha
sucedido antes ¿No es así...? Mientras trataba de recordar cuándo había ocurrido esto,
fui golpeado repentinamente por otros diez déjà vus más. Todo lo que estaba
presenciado ya había ocurrido en algún momento.
Decidí contarle a Yamazaki sobre esta situación, aunque después no podía estar
seguro sobre si en verdad conversaba con él o sólo recordaba haber conversado. “Eh ¿Ya
hemos tenido esta conversación antes?”
“¿De qué hablas, Satou? No tengo idea de lo que—”.
“Espera un segundo, déjame pensar al respecto”.
Acostándome en el piso para pensar, pude recordar... Yo en realidad era un
soldado de una antigua civilización que viajó a través del tiempo y el espacio para
llegar a este mundo en este momento. Naturalmente, no podía revelarle esto a
Yamazaki, era un secreto demasiado importante.
Después de un rato, Yamazaki interrumpió mis pensamientos. “Deberías
respirar. Estás muriendo”.
Respiré. Regresé a la vida. Agradeciéndole sinceramente a Yamazaki por
recordarme que debía respirar, medité sobre cómo la base de nuestro mundo es el
amor. Una vez más, incliné mi cabeza mientras le decía “Gracias, gracias”.
Sin embargo, Yamazaki empezó a actuar como si estuviera sufriendo una
incomodidad física extrema; parecía que trataba de equilibrar mi alegre regreso a la
vida. Rodaba en el suelo apretándose la garganta. Cuando le pregunté qué le sucedía,
dejó escapar un alarido inhumano.
Finalmente, tomó un cuaderno y una pluma para comunicarme su problema.
Escribió un mensaje con letra temblorosa. Tomándome mi tiempo, descifré
cuidadosamente lo que intentaba transmitirme. Decía “Olvidé cómo usar mi voz”.
Yamazaki seguía apretándose la garganta. Lo golpee en la espalda con toda mi
fuerza. “¡Auch!”, dijo, y levantó el pulgar. Su sonrisa regresó.
Decidí que era hora de salir. Estábamos a mitad de la noche, así que no me
preocupaba que nos vieran los vecinos o la policía. Nos dirigimos hacia el parque del
vecindario. Yamazaki caminaba como robot. Tal vez en realidad era un robot ¿Podría
tener pensamientos y al mismo tiempo ser un robot? La idea me intrigaba. Entonces,
decidí golpearme la cabeza contra uno de los postes del parque. Esto no pintaba bien:
El golpe no me dolió. No me dolía para nada. Yo también soy un robot...
Así, descubrí una nueva verdad.
Sea como fuere, esa noche era maravillosa. Aunque los postes eran la única
fuente de luz, el parque brillaba como una fotografía. El parque estaba vivo. Todo
palpitaba con vitalidad: el suave crujir de la vieja banca, el respirar de los árboles al
borde de la vereda, la savia circulando a través de las ramas y las ojos. Todo esto, cada
cosa estaba llena de vida.
Mientras yo contemplaba esta escena, Yamazaki dijo “Oye, puedo escuchar
música”. Yo también la escuchaba. Una música increíblemente hermosa emanaba de
alguna parte del parque.
Empezamos a buscar la fuente de la música por toda la zona cuando,
finalmente, encontramos una bocina. Estaba enterrada entre las raíces del árbol más
grande del parque.
Pero era extraño. No comprendíamos el mecanismo que hacía funcionar la
bocina. Después de analizarla por un siglo, Yamazaki y yo concluímos que en realidad
era un “agujero blanco”, que empujaba materia en vez de succionarla hacia su interior.
Intentamos entrar dentro del agujero blanco y emergimos cerca de un hermoso
lago. Yamazaki se quitó lentamente la ropa y saltó hacia él. Sin embargo... “¡Argh! ¡Es
una caja de arena!”. Aparentemente el lago era una caja de arena, pero para mí, seguía
siendo un lago. Decidí que no podía seguir confiando en lo que me dijera Yamazaki.
Sentía que el tiempo nos estaba jugando bromas. Primero, estábamos
regresando en el tiempo, luego nos desplazábamos hacia el futuro. Pensé sobre esto
¿En qué momento se ubicaba realmente el 'ahora'?
“Oye, Yamazaki ¿Qué día de la semana es hoy?”.
No recibí respuesta. Parecía que ya se había ido a casa.
Entristeciéndome, me arrastré por los arbustos, cerca del lugar donde Yamazaki
y yo detonamos la bomba la noche del sábado. Agachados, estábamos Yamazaki y yo—
¡de hace tres días!
“Muy bien, explotará en tres minutos, alejémonos de ella”.
Yamazaki, yo y yo nos retiramos del lugar.
“Quería ser un guerrero. Quería ser un revolucionario, pero ese sueño no se hizo
realidad. Mi padre está muriendo, no me queda más opción que regresar a casa. Me
pregunto quién tiene la culpa. Me imagino que un malhechor está causando todo esto.
Me gustaría volarlo en pedazos con esta bomba, como en las películas de Hollywood.
Sabes...”
Como sólo podía ver nuestras espaldas, no había forma de ver la expresión de
Yamazaki mientras decía eso. Pero yo ya sabía cuál era.
“¿Eh? No ha explotado, pero ya pasaron tres minutos...” Yamazaki se levantó y
caminó en dirección a la bomba. Entonces, escuché un estallido que lo derribó al piso.
Lo sabía. Sabía que estaba llorando. “Esto no sirve para nada. La bomba en la
que trabajé tan duro tiene apenas la potencia de unos cuantos fuegos artificiales.
Regresaré a casa. Nos vemos”.
Y así, regresó a casa. Regresó a casa de sus padres, en la granja.
Cuando regresé al departamento, sólo me esperaba la muñeca que dejó
Yamazaki. Me preguntó “¿No te sientes solo?”.
“No, estoy bien...”
En aquel tibio día soleado, tuve una cita con Misaki. Se desarrolló tan exitosamente
como lo haría una cita entre estudiantes de primaria en una escuela rural.
Tomamos el tren hacia la ciudad. El lugar estaba lleno de gente, por lo que casi
nos perdimos de vista. Ninguno de los dos tenía un teléfono celular; si nos
separábamos aunque fuera un momento, nuestra cita terminaría prematuramente. En
esta gran ciudad, nunca lograríamos encontrarnos de nuevo. Teníamos que tener
cuidado.
Aún así, Misaki vagaba despreocupadamente, yo solamente seguía sus pasos.
“¿A dónde vamos?”, le pregunté.
“A cualquier parte”.
“¿Por qué no vamos a comer?”
“Ya hemos comido juntos”.
“¿Qué tal una película?”
“Está bien”.
Fuimos al cine. Vimos una increíble cinta hollywoodense de acción. En una
escena, un tipo era lanzado al aire por la explosión de una bomba. Agitaba los brazos
en círculos mientras volaba por los cielos. Luego, moría. Desee ser como él.
“Eso estuvo interesante ¿Crees que debería comprar el panfleto de
información?”20 Misaki quedó sorprendida cuando vio el precio, por lo que al final
desistió de comprarlo “¡Mil yens! ¿Por qué costarán tan caros?”.
“Generalmente eso es lo que cuestan”.
“¿En serio?”. Sonaba como si realmente no supiera esto.
Al salir del cine, continuamos con nuestro vagar sin sentido.
“¿Y ahora a dónde vamos?”
“A donde sea”.
“¿Por qué no comemos?”
“No tengo hambre”.
Seguimos caminando sin rumbo fijo. No teníamos a dónde ir, y yo no tenía
ninguna idea sobre qué hacer. Creo que Misaki se sentía igual que yo.
Eventualmente, llegamos a un enorme parque. Como era fin de semana, estaba
lleno de gente. En el centro se levantaba una enorme fuente. Las palomas volaban a
nuestro alrededor.
Sentados en una banca, charlamos amenamente hasta el atardecer. Finalmente,
nos quedamos sin temas de conversación; cuando sólo quedó nuestro silencio, Misaki
sacó su cuaderno secreto de la mochila.
“¡Caminemos hacia nuestros sueños!”
Le respondí, “No te preocupes, ya no importa. Esto no va a cambiar nada”.
“No digas cosas tan negativas”.
“Incluso si intento creer en esas mentiras, al final no hay nada que pueda
hacer”.
“Pues a mí me han hecho bastante normal”.
“¿Normal? ¿Qué parte de tí es normal?”
“¿No crees que parezco normal?”, me preguntó.
“Eres rara”, le respondí. “Siempre lo has sido. Me diste esa impresión desde la
primera vez que te vi”.
“¿En serio...?”
Ambos guardamos silencio.
Frente a nosotros, una paloma picoteaba el piso. Misaki se levantó para intentar
atraparla, pero naturalmente la paloma escapó. Repitió su ataque varias veces más;
después de que todos sus intentos fracasaran, simplemente fijó la vista en la fuente
frente a nosotros.
Entonces, dijo, “Satou, si pensamos en nosotros dos, y en quién de nosotros es
más patético, tú debes resultar más patético que yo ¿No crees?”.
Estaba completamente de acuerdo.
20 Generalmente, los cines japoneses venden revistas con información oficial sobre las películas que proyectan.
“Bueno, ese es el por qué. Por eso fuiste seleccionado para mi proyecto, Satou”.
Parecía que finalmente había decidido revelar en qué consistía todo esto. Sin
embargo, ya no servía de nada que lo hiciera, pues nada iba a cambiar. Al menos, eso
creía yo.
Misaki sonreía de manera tan falsa que hubiera puesto nervioso a cualquiera
que la viera. Era una sonrisa incierta que sólo tocaba sus labios, jalándolos
antinaturalmente hacia arriba. “La premisa inicial es que no hay manera que alguien
termine queriendo a una persona como yo”.
“¿En verdad crees eso?”
“Ha sido así desde que nací. Mis padres me odiaban, y con otras personas ha
sido aún peor”.
No tenía forma de contestarle.
“Mis tíos me adoptaron, pero sólo les causo problemas. Su relación está
empeorando, creo que van a terminar divorciándose. Es mi culpa, y en verdad lo
siento”.
“Tal vez sólo estás pensando muy seriamente”.
“No, no es cierto”, dijo. “Nací siendo inútil, por eso la gente normal no quiere
tener nada que ver conmigo. Tarde o temprano, todos empiezan a odiarme, mi
presencia hace que la gente se sienta mal. Tengo evidencia de lo que te digo es verdad”.
Misaki se recogió las mangas de la camisa y me mostró sus brazos. Una
multitud de cicatrices de viejas quemaduras zurcaban su pálida piel.
“Fue mi segundo padre. Ni siquiera recuerdo su rostro. Siempre bebía. Cuando
se emborrachaba mejoraba su humor—pero incluso cuando estaba de buen humor se
enojaba conmigo y me quemaba con su cigarrillo”. Dijo todo esto sin borrar su sonrisa
un solo segundo. “Incluso me asustaba ir a la escuela. Claro, no había forma de que
alguien como yo se llevara bien con los demás. Me aterrorizaba. Si todos ellos eran
normales, era seguro que odiarían a una persona como yo”.
“¿Y qué hay de la gente en tu iglesia?”.
“Todos ellos son buenas personas. Todos hacen su mayor esfuerzo. Son
normales, es natural que no quieran tener nada que ver conmigo”.
No dije nada.
“Finalmente, encontré a alguien peor que yo: una persona en verdad patética.
Alguien completamente inútil—una persona que no puede ver a los ojos a la gente, que
vive con miedo hacia los demás. Alguien que vive en el escalón más bajo de la sociedad,
una persona a quien hasta yo podría ver con desdén”.
“¿Quién?”
“Eres tú, Satou”. Respondió exactamente como lo imaginé.
Entonces, Misaki sacó una hoja de papel de su mochila y me la entregó. Era un
nuevo contrato.
No sabía que hacer. El sol estaba por ocultarse en el horizonte, el número de
personas en el parque había disminuído considerablemente.
Misaki sacó un cojín de tinta, diciendo “Con tu huella digital será suficiente.
Después de todo, una persona como tú podría terminar queriéndome ¿Verdad?”,
preguntó. “Quiero decir, tú eres aún más patético que yo. Como has seguido mi plan
por todo este tiempo, ya deberías ser mi prisionero. Por favor, se amable conmigo y yo
seré amable contigo”.
“No, esto no funcionará”.
“¿Por qué lo dices?”
“No sirve de nada. Nada ha cambiado. Este contrato sólo hace que todo resulte
más doloroso. Es demasiado vacío”. Me levanté y le regresé el cojín de tinta.
Traté de sonar entusiasmado. “¡Estarás bien, Misaki! Esto no es más que una
falta pasajera de confianza ¡Entrena tu mente y tu cuerpo! Si lo haces, esos tontos
pensamientos desaparecerán! ¡Una chica linda como tú debería tener una vida feliz!
¡No decaigas, mira hacia adelante y todo estará bien!”
Entonces, salí corriendo.
Los contenidos del contrato se habían incrustado en mi cerebro.
“¡Oye! ¿No te sientes solo?”, gritó Misaki.
Volteando a verla, respondí “No, no lo estoy”.
“¡Bueno, pues yo sí!”
“Yo no”.
“Mentiroso”.
“No estoy mintiendo”, dije. “Soy el hikikomori más fuerte del mundo, puedo vivir
así. El dolor no es nada para mí. Tú también deberías dejar de depender de las
personas, Misaki. Al final, todos estamos solos. Es mejor así ¿O no? La soledad es el
estado más natural. Si aceptas este hecho, ninguna de las maldades de nuestro mundo
podrá alcanzarte. Por eso yo me recluyo en mi departamento de una sola habitación”.
“¿No te sientes solo?”
“No, no me siento solo”.
“¿No te sientes solo?”
“No”.
“Mentiroso”, alguien dijo en voz baja.
Voltee hacia atrás para ver quién había sido.
Me encontré parado en el centro de mi departamento de una sola habitación. Me
senté en el rincón, apretando las piernas contra mi pecho, dejando que me envolviera
la oscuridad.
Era de noche. No podía ver, oir o hacer nada. A pesar de estar a la mitad del
verano, una terrible corriente helada invadía el interior despojado de muebles de este
departamento de una sola habitación.
Dije, “Estoy solo”.
“No estoy solo”.
“Mentiroso”.
“No estoy mintiendo”.
“Estoy tan solo”.
“¡Estoy solo!”
Podía escuchar cómo castañeaban mis dientes. El yo parado en medio del cuarto
observaba esto. Pensé que había enloquecido, pero no era así. Sólo podía comprender
dos cosas a la perfección: Estaba solo y me sentía solo. No quería continuar en ese
estado.
“¡No importa!”, grité, “¡Comprendo! ¡Estar solo es lo más natural! Lo odio, pero
es mejor así. Por eso me recluyo, por eso me aíslo del mundo. Pensándolo a largo plazo,
es la mejor solución ¿Entiendes, verdad? ¡Oye! ¿Entiendes lo que digo?”.
No hubo respuesta.
“¿No entiendes? Escucha con cuidado, así comprenderas lo que trato de decirte.
Podrás entenderlo con facilidad. Basicamente... basicamente, me aíslo porque estoy
solo. Así, no me arriesgo a tener que exponerme a aún más soledad ¿Entiendes? ¡Esa
es la respuesta!”
Silencio.
“Es porque soy un perfeccionista, soy la persona más ambiciosa del mundo. Yo
no quiero una felicidad mediocre, no quiero una tibieza a medias. Quiero que mi
felicidad dure toda la vida ¡Pero eso es imposible! No sé por qué, pero en este mundo
siempre hay un factor que interfiere. Las cosas importantes se desmoronan de
inmediato. Si algo he aprendido en mis veintidós años de vida, es eso: no importa lo
que sea, algún día se romperá. Por eso lo mejor es no depender de nada desde el
principio”.
¡Así es! Tú también deberías entender esto, Misaki. Así no tendrás que inventar
proyectos ridículos. Dejarás de buscar ayuda en gente como yo.
Era terriblemente estúpida. Estaba exponiéndose a una desesperanza enorme.
Me abatía cuán sola debía sentirse para tener que buscar la compañía de escoria como
yo. Maldije su infortunio. Maldije el hecho de que los niños no pudieran elegir a sus
padres. Una chica animada como ella debería poder vivir una vida feliz y saludable.
Por favor, haz tu mayor esfuerzo, donde quiera que estés. Yo estaré bien, no te
preocupes. Es mejor para mí estar solo. He vivido solo y así es como moriré.
Aún así, tenía esperanza. Tenía esperanza...
Mira, voltea hacia allá—brillante, claro y gentil.
Era mi pueblo natal, ese que me provocaba lágrimas nostálgicas y agridulces.
Campos otoñales que se extendían sin fin. Recuerdos de antaño. Las alegres miradas
de las niñas. La paz del gato negro, arrollado por un auto. Ya no había dolor ni
dificultad. Ahora estaba bien.
“Así es, ahora estás bien”, me dijo una niña.
La muñeca de tamaño natural que Yamazaki me dejó como regalo me veía
fijamente. Era un ángel. Empezó a moverse. Me tomó de la mano y me guió hacia
adelante.
Viajamos a un planeta lejano. Era hermoso. un cielo azul con nubes blancas, el
viento fresco sopando por una pradera primaveral que se extendía hasta el horizonte.
Estábamos de pie a la mitad del campo. La niña recogió una flor blanca y la sostuvo
frente a mí.
Con sus finos dedos, arrancó uno de los pétalos y dijo “Vida”.
Después, jaló otro pétalo. “Muerte”.
“Vida... Muerte... Vida... Muerte... Vida... Muerte... Vida... Muerte”.
El último pétalo cayó suavemente al suelo.
La niña sonreía gentilmente.
Capítulo 10 – Sumergiéndose
Terminó el verano. Había gastado todos mis ahorros. Ya no tenía dinero para comprar
alimentos, así que intenté dormir para conservar la energía. Estaría despierto por
cinco horas, y después dormiría por quince. Traté de vivir bajo este horario.
Los primeros tres días el ayuno no fue problema, en el peor de los casos sufría
solo un ligero dolor de estómago; pero en cuanto llegó el cuarto día, no podía pensar
más que en la comida. Quiero comer sopa. Quiero comer arroz con curry. Pese a mi
voluntad, mi cuerpo exigía calorías, esta solicitud era imposible de ignorar.
Finalmente, tras cinco días de ayuno, salí del departamento. Gasté mis últimos
cientos de yens en una empanada y otra revista con ofertas de empleo; había decidido
comenzar a hacer trabajo físico.
Trabajo físico... Dominé con facilidad las exigencias del empleo, que
generalmente consistía en llevar equipo a salones de eventos o en ayudar con
mudanzas. De vez en cuando cometía algún error y era golpeado por mis superiores;
aún así, sentía que el trabajo me revitalizaba. Mientras más duro trataba mi cuerpo,
más liberada se sentía mi mente. Por primera vez en años, podía ir a dormir y
sentirme descansado al despertar.
Durante el primer mes, trabajé día y noche para poder liquidar las deudas de mi
tarjeta de crédito. Me registré en una agencia de empleos temporales, por lo que todos
los días había una ocupación disponible para mí. Una vez que acumulé un poco de
dinero, reduje inmediatamente la cantidad de trabajo que realizaba. Decidí trabajar
durante la mitad de cada mes, y usar el dinero ganado para permanecer dentro de mi
departamento durante la segunda mitad. Mientras ganara unos cien mil yens al mes
podría llevar este estilo de vida sin preocuparme de mucho.
Cuando era posible, prefería trabajar de noche. El mejor empleo era el control de
tráfico nocturno. Para entrar, primero debías registrarte y tomar un curso de
capacitación de cuatro días; pero una vez que lo terminabas, no había trabajo más
fácil. A la mitad de la noche, sólo tenía que agitar una brillante linterna roja junto a
sitios de construcción alejados de la civilización. Lo único que escuchaba era el eco de
la maquinaria operando a mis espaldas. Cuando trabajaba como guardia, estaba solo.
De vez en cuando pasaba un auto, pero todo lo que tenía que hacer era agitar la
linterna y advertir “Tenga cuidado, reduzca la velocidad”.
Como casi nunca tenía que hablar con otras personas mientras trabajaba, me
sentía igual que cuando me encerraba en el departamento. Sólo tenía que condicionar
el movimiento de mi brazo para agitar la linterna adelante y atrás, adelante y atrás,
adelante y atrás. El viento nocturno era bastante helado, pero estaba dispuesto a
soportarlo a cambio de diez mil yens por noche, más gastos de transporte.
Trabajaba para ganar dinero para mis gastos, y después me volvía a recluir.
Este estilo de vida continuó y el tiempo voló a una velocidad increíble. Mientras yo
trabajaba, llegó el invierno. Era el invierno de mi quinto año como hikikomori. Este
año se sentía mucho más frío—tal vez era porque vendí mi kotatsu en la tienda de
empeños. Me congelaba aunque me cubriera de la cabeza a los pies con una cobija, por
lo que decidí calentarme usando la computadora portatil que me regaló Yamazaki al
mudarse.
“Es una Pentium de 66MHz de marca genérica. No quiero llevármela, así que
estaba pensando en tirarla a la basura; pero mejor te la regalo, Satou. Tal vez pueda
servirte”, me dijo.
Partió con esas palabras.
Me puse la computadora sobre el estómago y la encendí. Un ruidoso zumbido
indicó que seguía funcionando, iluminando la pantalla de cristal líquido, adornada con
un papel tapiz alusivo a una serie animada. Como era una máquina antigua, la
cantidad de calor que generaba al funcionar era increíble. Pronto, mi cuerpo recuperó
su tibieza y empecé a sentirme adormilado.
Justo entonces, reconocí un icono en el escritorio de la computadora.
Parecía ser el archivo ejecutable del juego erótico en el que había estado
trabajando Yamazaki. Posicionando el cursor sobre el archivo, le di click para abrirlo.
El disco duro empezó a gruñir. Después de un largo periodo de carga, el juego inició.
Lo jugué por varias horas. Y entonces, comprendí... comprendí que este era un
juego terrible.
Se suponía que era un juego de rol, pero era extremadamente insulso, con
menos de una centésima del contenido del primer Dragon Quest21. Ya no era un juego
erótico. La historia era bastante ridícula—básicamente, el concepto era algo así como
“una travesía a través del amor y la juventud, realizada por guerreros resistiéndose a
los embates de una gigantesca organización malvada”. El juego contaba la historia de
un joven promedio que se convierte en guerrero para luchar contra el mal y proteger a
la heroína. Este escenario eventualmente sobrepasaba la historia del protagonista,
continuando inútilmente más y más.
Estaba pasmado.
Vamos ¿A qué clase de idiota se le pudo haber ocurrido un escenario tan
estúpido?
A mí. Yo era quien había escrito la base original de esta historia.
Me entristecí. Era una tristeza que me nacía del alma, porque me identificaba
completamente con la premisa del juego: Soldados luchando contra el mal.
Ese era nuestro deseo; queríamos realmente luchar contra una organización
maligna, deseábamos luchar contra villanos. Si hubiera estallado una guerra, nos
habríamos enlistado inmediatamente en el ejército para ofrecernos como voluntarios
para realizar ataques kamikaze. Así, nuestras vidas tendrían sentido y nuestras
muertes servirían para algo. Si existieran villanos en el mundo, habríamos luchado
contra ellos. Nos lanzaríamos al ataque con los puños en alto, no cabía duda de esto.
Sin embargo, los villanos no existen. Simplemente, nuestro mundo es demasiado
complicado. Resulta desesperante pensar al respecto.
Habíamos proyectado nuestros anhelos en el escenario del juego. Mientras
avanzaba en él, me dí cuenta que en realidad la historia era maravillosa. Era una
historia simple y hermosa. Por ejemplo, en este momento, el protagonista juraba
proteger a la heroína, antes de luchar contra un enemigo increíblemente poderoso.
“¡Yo protegeré tu vida!”. Sin preocuparse por su propia seguridad, se preparaba
para luchar contra este terrible enemigo. Así iniciaba la batalla final. Me aproximaba
al final del juego.
Habían tres comandos de batalla: “Ataque”, “Defensa” y “Ataque especial”. Sin
21 Conocido en América como Dragon Warrior, es un antiguo juego de rol para el NES.
importar cuánto atacara al último jefe, no le causaba ni un rasguño. Naturalmente,
permanecer sólo en posición defensiva tampoco servía de mucho. Finalmente, no tuve
más opción que utilizar mi ataque especial—el golpe mortal. Canalizando mi propia
energía vital, podría sacrificarme para propinarle una herida letal al enemigo. Parecía
que no había otra forma de derrotar al último jefe. Entonces, elegí la tercera opción. El
héroe del juego sostuvo su “Bomba revolucionaria” en su mano derecha y ejecutó su
ataque final.
¡Sin embargo, en el último momento—en el instante preciso en el que el héroe
ejecutaba su ataque especial—el juego se congeló repentinamente! La ventana del
juego se cerró, y el editor de textos empezó a ejecutarse. Parecía que Yamazaki había
escrito una nota como excusa.
En realidad, la única manera de destruir a la
organización maligna es usando tu ataque especial.
Sólo puedes obtener la victoria si eliges la muerte
porque la organización maligna es nuestro mundo. Así,
en el instante que mueres tu mundo se desvanece en la
nada, y la organización maligna junto con él. Sólo
así podrás encontrar la paz. Pese a esto, no he
estallado en pedazos con una bomba. Esa fue mi
decisión.
No, esta nota no quiere decir que no quise esforzarme
en dibujar las ilustraciones para el final o que me
cansé de crear un juego tan terrible. Nada de eso...
Sentí deseos de destrozar la computadora, pero logré calmarme. Había visto a
Yamazaki trabajar desesperadamente en este juego durante meses; aún así, lo
mediocre del final me golpeó bastante fuerte.
¿Qué estará haciendo en este momento? De repente, esta pregunta empezó a
molestarme, pero decidí intentar olvidarla. No había recibido noticias de él desde que
se fue, y no quería molestarme en contactarlo.
Los estúpidos días de aquel periodo de mi vida habían terminado hace mucho.
Como todos los años, llegó la navidad. En la ciudad, las luces titilaban.
La linterna en mi mano derecha también iluminaba la oscuridad. El trabajo de
esta noche consistía en controlar el tránsito del estacionamiento de una nueva tienda
departamental cerca de la estación. Como las entradas estaban equipadas con
máquinas de ingreso completamente automatizadas, no tenía absolutamente nada qué
hacer. Cuando el lugar se abarrotaba, intentaba ayudar a las máquinas; pero al final
sólo terminaba agitando mi linterna.
No hubo ningún accidente, ningún percance. La vispera de navidad terminaría
con saldo blanco.
Cerca de una hora antes de que la tienda cerrara, un auto pasó frente a mí. Era
un modelo japonés común como los que encuentras en cualquier calle, sin nada
especial que lo distinguiera. Pero las luces del interior estaban encendidas y pude ver
a la chica sentada en el asiento del copiloto. La reconocí inmediatamente.
Sorprendido, intenté cubrirme los ojos con la gorra. El auto pasó junto a mí sin
detenerse, así que no hubo reconocimiento. Pero tuve la impresión de que, por sólo un
segundo, mi compañera de la preparatoria volteó a verme.
Por supuesto, esto pudo ser sólo un delirio.
Mi turno terminó, me quité el uniforme y guardé la linterna y la gorra en mi
mochila. Abordando uno de los últimos trenes de la noche, me dirigí hacia mi
departamento. En el camino, me detuve en una tienda para comprar alcohol. Decidí
que yo también debía intentar contagiarme con el espíritu navideño. Bebí una cerveza
mientras subía la empinada cuesta que conducía hacia mi hogar. Hacía tiempo desde
la última vez que bebí alcohol, por lo que me hizo efecto rápidamente.
Tambaleándome, caminaba lentamente por la calle desierta. En la distancia, lo único
que perturbaba el silencio de la noche era la sirena de una ambulancia. Terminé mi
segunda cerveza.
Feliz navidad.
En el momento en que llegué al parque, mi paso se había convertido en el
tambaleo característico de los ebrios. Si caminaba con cuidado podría evitar
balancearme demasiado, pero pensé que sería más divertido caminar como borracho.
Incrementé la velocidad de mi paso y me tambalee entre los postes. Al hacerlo, me
tropecé con una piedra y estaba a punto de desplomarme a la mitad de la calle cuando,
repentinamente, pasó una ambulancia a toda velocidad justo frente a mí.
¡Por poco me arrollan!
Pensé que debía quejarme en voz alta, como lo hacen los borrachos. “¡Montón de
id—!”
Me interrumpí a la mitad de la oración.
La ambulancia se detuvo frente a la casa de Misaki. Su tío salió corriendo y le
gritó algo a uno de los paramédicos que entraban en la casa, cargando una camilla.
Poco tiempo después, los paramédicos volvieron a salir. Misaki estaba acostada sobre
la camilla.
Vi cómo subían a Misaki en la ambulancia junto a sus tíos y se alejaban a toda
velocidad.
Se acercaba el año nuevo. Una tarde, visité el gran hospital en las orillas de la ciudad.
Aquí habían ingresado a Misaki.
Ese mismo día, había ido a la cafetería cerca de la estación y obtuve la
información de su abatido tío.
“De cualquier forma, lo siento mucho”, su tío se disculpó sin razón. “Pensábamos
que estaba mejorando. Estaba más calmada desde que dejó la escuela y los últimos
días se veía bastante feliz. Por cierto ¿De dónde conoces a Misaki?”
“Somos amigos”, le respondí. Salí de la cafetería y me dirigí hacia el hospital,
pero...
Ya llevaba más de dos horas dando vueltas en el jardín del hospital, indeciso
sobre si debía entrar o no. Caminaba en círculos frente a la entrada, rodeado por otros
visitantes y pacientes descansando bajo el sol.
Misaki estaba en un cuarto privado en el ala psiquiátrica del cuarto piso.
Aparentemente, se había sobredosificado con pastillas para dormir. Fue una dosis casi
fatal; si los paramédicos hubieran tardado un poco más, habría sido demasiado tarde.
Nadie sabía cómo obtuvo las pastillas, aunque probablemente se las había
recetado el psiquiatra del vecindario. Sin embargo, para acumular las pastillas
suficientes para un intento de suicidio exitoso tendría que haber asistido a sus
sesiones y guardar las pastillas por mucho tiempo. Esto significaba que su intento
había sido obviamente intencional. Misaki llevaba mucho tiempo planeando su
muerte.
¿Qué era lo que estaba pensando, apareciéndome sin previo aviso? No había
nada que pudiera hacer por ella.
¿Debería decirle algo como “¡No mueras!”...?
¿Debería decirle algo como “¡Todavía hay un mañana!”...?
Misaki había escrito una multitud de clichés semejantes en su cuaderno secreto.
Pero no la ayudaron en nada, por eso intentó suicidarse. No había nada que pudiera
hacer por ella. Tal vez sería mejor si evitaba mostrar mi cara. Tal vez se sentiría aún
más vacía, recibiendo visitas de un lastimero hikikomori.
Cuando pensaba en la situación desde este ángulo, decidía que lo mejor era
regresar a casa; pero cuando intentaba hacerlo mis pies se paralizaban. Una vez más,
giraba hacia la entrada del hospital y el ciclo se repetía de nuevo. Mis pensamientos
rotaban sobre su propio eje. Si continuaba así, seguiría caminando en círculos hasta el
anochecer. No podía decidirme.
Finalmente, me armé de valor y entré rápidamente al hospital antes de que
pudiera cambiar de opinión. Obtuve un permiso de visitante en la recepción, me lo
abroché en el pecho y me dirigí al cuarto piso.
Todo el cuarto piso del hospital estaba dedicado al tratamiento e investigación
de enfermedades psiquiátricas. A primera vista, no parecía ser diferente del resto del
hospital. Pensé que un ala psiquiátrica estaría llena de camisas de fuerza, equipos de
electroshock y laboratorios para lobotomías. Sin embargo, esta ala estaba limpia e
iluminada; parecía una parte normal del hospital.
O eso pensé. Cuando ví que una mujer de unos sesenta años, aparentemente
una paciente, se acuclilló en un rincón del pasillo, decidí dejar de curiosear e ir
directamente al cuarto 401.
En el extremo más alejado del pasillo, una placa identificaba el cuarto que
buscaba. Decía “Misaki Nakahara, habitación 401”.
No había duda, aquí era.
Toqué la puerta suavemente.
No hubo respuesta.
Toqué la puerta de nuevo, golpeando un poco más fuerte; una vez más no hubo
respuesta, pero mis golpes hicieron que la puerta se abriera. Aparentemente, no había
estado cerrada desde el principio.
“¿Misaki?”. Me asomé al cuarto.
No estaba ahí.
Bueno, si no está aquí, no hay nada más que pueda hacer ¡Me voy a casa!
Decidí dejar la canasta de frutas que compré en la tienda de regalos del
hospital. Entonces, me dí cuenta que alguien había dejado un folleto con el intinerario
de las salidas del tren sobre el buró junto a la cama. Estaba lleno de anotaciones
realizadas con pluma roja. Moviéndolo a un lado, puse ahí la canasta.
Al hacerlo, un pedazo de papel cayó al suelo. Lo recogí y leí lo que decía: “El
Mikka Tororo estaba delicioso. Por eso, adios a todos”.
Guardando el pedazo de papel y el intinerario en el bolsillo de mi chaqueta, salí
corriendo del hospital y me dirigí a la estación.
El sol estaba empezando a ocultarse.
Debieron ingresarla en un ala cerrada con barrotes en las ventanas, no en una donde
pudiera ir y venir con libertad. Debieron ponerle una camisa de fuerza y llenarla de
antidepresivos. Pero no lo hicieron, y por eso Misaki había escapado del hospital. Se
dirigía a su pueblo natal, probablemente para morir.
Recordé la conversación que tuvimos aquella noche:
“Aquí dice que Tsuburaya regresó a su casa en el campo antes de morir. Ahí
comió mikka tororo con sus padres”.
“Hm”.
“Supongo que toda la gente desea regresar a su lugar natal antes de morir”.
Probablemente era cierto. Misaki también quería regresar al pueblo donde
nació. Lo más probable es que intentara saltar del acantilado donde dijo que jugaba
cuando era niña, pero no le iba a resultar tan fácil. Ahora yo había encontrado su carta
de suicidio y el intinerario: su suerte se había terminado.
A juzgar por las notas que hizo, Misaki había abordado el tren apenas una hora
antes. Si la perseguía, podría alcanzarla antes de que cometiera una locura. Sabía
hacia dónde se dirigía, y tenía el dinero suficiente. Si usara taxis en parte del trayecto,
podría incluso llegar al destino antes que ella. No había de qué preocuparse.
En el tren nocturno, abrí el mapa que compre en una librería de camino a la
estación. Busqué el acantilado donde Misaki dijo que jugaba cuando era niña. Aquí
está. El mapa sólo mostraba un acantilado cerca de su pueblo, así que ese tenía que
ser.
Misaki abordó el tren que había partido antes que el mío. Mezclándose con la
gente que regresaba a casa por el año nuevo, se dirigía a su pueblo natal, hacia el
acantilado que se había convertido en un popular destino para suicidas. Lo que no
sabía era que yo la estaba siguiendo. No iba a dejar que escapara. Estaba seguro de
que la alcanzaría, ese detalle no me preocupaba. El problema radicaba en otra parte.
Cuando encontrara a Misaki ¿Qué le diría?
Entendía su sufrimiento, aunque sólo fuera un poco. Era sólo la punta del
iceberg; aún así, podía imaginármelo hasta cierto grado. Probablemente se sentía
atrapada, como si se hubiera quedado sin opciones. Y su dolor nunca desaparecería, la
perseguiría por toda su vida.
Esto, por supuesto, era normal. De cierta forma, este dolor es compartido por
toda la humanidad. Todo el mundo es acosado por sentimientos similares. Yo también.
Incluso si sigo adelante, no servirá de nada. Sólo hay dolor.
Teniendo esto en cuenta ¿Debía evitar que saltara? ¿Tenía el derecho de
detenerla? El protocolo social dictaba que tenía que decirle algo apropiado, como “¡Aún
así, tienes que esforzarte!” o “¡Ya deja de quejarte!”.
Entendía todo esto a la perfección.
Lo entendía. Aún así...
Mientras pensaba sobre esto, el tren llegó a su destino.
Al salir de la estación, me encontré con un lugar completamente desierto. Era la
mitad de la noche, pero aún así parecía un pueblo fantasma. No había una sola
persona en las calles. Además, estaba nevando. Abrochandome el cuello del abrigo, me
dirigí hacia el único taxi en la zona. El chofer se sorprendió por ver a un cliente a esa
hora de la noche. El hombre, al borde de la ancianidad, parecía estar dormitando en el
asiento del conductor.
Entrando al auto tibio, le mostré el mapa para indicarle mi destino. El chofer me
miró con una expresión que parecía preguntar “¿Hablas en serio?”.
Asentí. El auto empezó a moverse.
“Señor ¿Por qué desea ir a un lugar como ese a esta hora de la noche?”
“Quiero ver el paisaje. Apúrese, por favor”.
Cerca de media hora después, el taxi salió de la carretera a un camino de
terracería que avanzaba paralelo a la orilla del mar, subiendo por una empinada
colina. A la derecha, se extendía el océano oscuro. Cuando llegamos a la cima de la
colina, el taxi se detuvo.
“Este lugar se ha convertido en algo así como una atracción turística, pero en
realidad aquí no hay nada”, dijo el chofer como si se disculpara.
Pagué la tarifa y salí del taxi.
“No estará planeando... No, ya terminaron las obras, no debería haber ningún
problema”. Con esto, el taxista regresó al camino.
Miré a mi alrededor. Tenía razón, no había nada. Mejor dicho, estaba tan oscuro
que no podía ver nada.
Como el océano estaba a mi derecha, pensé que podría encontrar el desfiladero
si me dirigía en esa dirección, pero el área era apenas iluminada por unas pocas
lámparas esparcidas irregularmente por el camino. Me sentí desvalido. Por ahora,
decidí guiarme por las barandas y caminar por la vereda cubierta de nieve.
Misaki tenía que estar al final de este camino. La nieve me cubría los tobillos,
por lo que avanzaba teniendo cuidado de no resbalarme. Con cada paso que daba, la
oscuridad me envolvía más y más. Después de un rato, la luz de los postes ya no me
alcanzaba. Repentinamente, la baranda que estaba sosteniendo terminó. Era el final
del camino, frente a mí se extendían el cielo oscuro y el Mar de Japón. Estaba muy
oscuro, pero podía sentir que el acantilado estaba a unos diez metros ¡Había llegado a
mi destino!
¿Pero dónde estaba Misaki?
Voltee a mi alrededor, pero no podía ver mucho. Una enorme luna llena flotaba
en el cielo, pero mis ojos todavía no terminaban de acostumbrarse a la oscuridad,
mostrándome sólo contornos vagos. No parecía haber nadie más ahí.
¿Qué significaba esto? ¿Llegué primero? ¿O Misaki se detuvo en alguna parte
del camino? ¿O tal vez...?
Mi corazón latió con violencia.
No, no podía ser así. Yo tenía que haber llegado primero. Pronto llegaría Misaki,
caminando por el mismo camino que acababa de recorrer.
Me senté en una banca orientada hacia el océano. Empecé a pensar que nunca
llegaría. Me tomé la cabeza con las manos. Sin darme cuenta, empecé a hablar
conmigo mismo.
“¿Por qué?”
“¿'Por qué' qué?”
“¿Llegué muy tarde?”
“No, no lo hiciste”.
“Ahora Misaki...”
“Te atrasaste sólo cinco minutos. Tal vez deberías convertirte en detective”.
Voltee lentamente hacia la derecha. Ahí estaba Misaki. Usaba un abrigo negro
que se confundía con la oscuridad.
En el extremo de la banca, Misaki explicó “Finalmente dijiste algo. Te quedaste
callado por tanto tiempo, yo no sabía qué hacer”.
Una ira violenta se acumuló en mi interior. Sentí que se estaba burlando de mí.
Reprimiendo estos sentimientos, dije en el tono más amable posible, “Muy bien
¡Vámonos a casa! ¡Aquí hace mucho frío!”.
“No quiero”.
¿¡Cómo que no quieres!? Deja de burlarte de mí, maldita sea. Una vez más, logré
controlar mis impulsos. Recordé un libro que había leído una vez, titulado La
Psicología de la Autodestrucción. Teorizaba, “Los suicidas en realidad desean que
alguien los salve. Desean que alguien escuche lo que tienen que decir. En caso de lidiar
con un caso así, intente escucharlos amablemente, sin interponer ningún tipo de
comentario negativo”.
Parecía que ese era el punto clave.
Miré a Misaki mientras acomodaba el cuello de mi chaqueta, probando mi
actitud gentil. Entonces, dije “No mueras ¡Sigamos viviendo!”
Misaki sonrió. Era una sonrisa sarcástica y llena de desdén.
Deseaba contarle cuánto me había esforzado para llegar hasta ahí; pero por
supuesto, me resistí. Con voz amable, le pregunté “¿Por qué decidiste suicidarte tan
repentinamente?”
“No es tu culpa, Satou”.
“Ya lo sé, pero...”
“Ya me cansé de vivir”.
“¿Podrías ser más concreta?”
“Estoy harta de todo. No tengo razones para seguir viviendo”.
Decía estas abstracciones con una sonrisa en el rostro ¿Probablemente sí estaba
burlandose de mí?
“Así es, no creo que puedas ayudarme, Satou. Después de todo, eres sólo un
hikikomori”.
La sangre se me subió a la cabeza. “¿¡Ah, sí!? ¡Pues muérete!”.
“Eso haré”.
“¡No! Estaba bromeando. No mueras. Si mueres, te irás al infierno”.
“No tienes por qué alterarte tanto. Para empezar, después de tomar las pastillas
que acumulé por todo un año, ya estoy prácticamente muerta. Habría tenido éxito,
pero mi tío me encontró. No importa lo que hagas, Satou. Estoy decidida a morir”.
Ahí, a la mitad del invierno, en la cima de un acantilado frente al Mar de Japón,
discutíamos sobre la vida y la muerte. Nuestra conversación se encontraba a varios
años luz de distancia del mundo normal.
Ya pasaba de la media noche. Podía escuchar los dientes de Misaki castañeando
por el frío.
“De cualquier forma, voy a morir”. Estaba poniéndose desafiante. “Vamos,
intenta detenerme. Es imposible”.
Claramente, las nociones de nuestra sociedad sobre el suicido ya no servían de
nada. Misaki defendía a la muerte sin apenarse.
“Misaki, si dices cosas así, entonces ya no tienes ganas de morir ¿O sí?”
Como respuesta, Misaki metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó un
objeto de metal. “Mira, tengo una navaja”. La hoja brilló con el reflejo de la luna. “¡Me
cortaré las venas!”.
“¡Eso es peligroso!” Traté de tomar la mano de Misaki.
“¡No te me acerques!” Misaki saltó rápidamente de la banca para esquivarme.
“No estoy consciente de mis actos. Estoy segura que ya enloquecí ¡Si te me acercas, te
cortaré!”. Mientras gritaba esto, extendía la mano derecha sosteniendo la navaja y
ponía el brazo izquierdo en la espalda. Parecía que intentaba adoptar una pose de
esgrima.
“¿Qué demonios estás haciendo?”.
“Lo aprendí en un libro que leí en la biblioteca, se titulaba El Arte del Asesinato.
Estoy aplicando la técnica de lucha con cuchillo usada por la Mafia Siciliana”.
Aumentando la distancia entre nosotros, Misaki me amenazaba cortando el aire con la
navaja. “¿No sientes asco? Deberías, pues la persona a la que has venido a salvar ha
enloquecido. Ya no hay nada qué hacer, Satou. Seguramente pensabas en lo genial que
sería salvar a una chica loca al borde del suicidio. Pero eso es imposible ¡Imposible!”.
Con la luna detrás de ella, no podía distinguir su expresión. Sus palabras
sonaban como una farsa, pero sabía que no lo eran. Le pregunte seriamente “¿Qué
harías si te dijera que estoy profundamente enamorado de tí?”.
“Nada. Todo terminó. No eres más que un hikikomori, Satou. Además, siento
que después de un tiempo cambiarías de opinión. En realidad no me quieres ¿Verdad?
Si alguien no es mío de la cabeza a los pies, es mejor morir. Mis deseos no pueden ser
satisfechos por cualquiera. Siempre lo he sabido, y por eso debo morir”.
“¡Me gustas! ¡Te amo! ¡Por favor, no mueras!”.
“Ja ja ja, eres tan gracioso, Satou. Pero no sirve de nada ¡Voy a morir!”.
Nuestro diálogo parecía salido de una telenovela.
Aún así, sabía que en este caso las palabras como “amar” u “odiar” en realidad
no eran tan importantes. El problema era mucho más profundo. Tenía que tratar de
explicárselo. Sin embargo, las palabras se me resbalaban. Perdían todo significado al
momento de pronunciarlas.
No entendía ¿Qué debía hacer? ¿Qué quería hacer?
Al final, es lo mismo. La única diferencia radica en si la muerte llega antes o
después. Incluso si sigo viviendo, sólo me enfrentaré a más esfuerzos y más
sufrimientos. No sirve de nada. La vida no tiene sentido. Es mejor morir. Era una
conclusión lógica que nadie podría refutar.
Al menos, yo no podía refutarla. En ese momento dudé que hubiera una persona
menos adecuada para convencer a alguien que desistiera de suicidarse.
“No está bien”. Seguía diciendo estas cosas ridículas. “No digas que vas a morir”.
Todas mis palabras sonaban huecas.
Decidiendo confiar en la fuerza, caminé hacia Misaki, que seguía agitando la
navaja. Ella retrocedió. Ignorando sus movimientos salvajes, me lancé hacia ella con el
brazo derecho al frente. Justo antes de que mi mano lograra tocarla, la navaja cortó la
palma de mi mano. Un segundo después, la sangre empezó a fluir. Caía sobre la nieve,
que la absorbía como una toalla de papel.
Dolía, pero el dolor era maravilloso.
Misaki fijó la mirada en la navaja con una expresión adormecida. Le sonreí.
Parecía que Misaki también estaba a punto de sonreir.
El viento sopló, levantando la nieve a nuestro alrededor.
Finalmente, comprendí. Sabía qué era lo que tenía que hacer: Mantendría con vida a
esta chica. La salvaría.
¿Cómo? ¿Cómo puede tener un hikikomori como yo la habilidad de ayudar a los
demás? ¿Que eso no es imposible? ¿Y bien?
Aún así, tenía que haber una solución maravillosa. En verdad lo creía. De
alguna manera, todo resultaría. Tenía que haber una forma de cumplir tanto los
deseos de Misaki como mis propias esperanzas.
Borraría su dolor y lograría que viviera feliz. Le daría la vitalidad para
enfrentarse al mañana. Y el método... de alguna manera, yo ya lo sabía.
Un día, ella me dijo “Creo que si existiera un Dios así de malvado, podríamos
vivir nuestras vidas de forma más tranquila. Si pudiéramos responsabilizar a Dios por
nuestra infelicidad, lograríamos tener una mayor paz interior ¿O no? Si pudiera creer
en Dios podría ser feliz. Podría serlo aunque Dios fuera así de malvado. El problema es
que... el problema es que no tengo mucha imaginación, así que me resulta difícil creer
en Él ¿Por qué no crea un milagro espectacular para mí, como los que hace en la
Biblia?”.
Ella quería creer en Dios, pero su Dios era malévolo, el principal causante de la
maldad en el mundo. Misaki dijo que si pudiera creer en un ser tan malvado podría
seguir viviendo. Sin un milagro sucediera frente a ella, comprobaría la existencia de
este villano. Dijo que, en ese caso, podría vivir feliz ¡Yo concederé tu deseo!
El método para lograrlo era increíblemente difícil y terrible, y sin duda
requeriría un enorme sacrificio. Sin embargo, esto era precisamente lo que yo deseaba.
Sacrificarme para salvar a la heroína era el acto más noble que podría realizar.
Ah, ojalá Yamazaki estuviera aquí. Me dan ganas de presumirle cómo mi vida
está a punto de consumirse de manera maravillosa.
Viéndolo objetivamente, esta era en realidad una noche bastante dramática.
Una chica blandiendo una navaja, y yo tratando de impedir que se suicidara. Era
conmovedor. Teniendo todo esto en cuenta, mis palabras deberían fluir con facilidad,
podría dar un discurso conmovedor y elocuente.
Misaki estaba temblando. Tal vez yo también lo hacía. Estaba asustando, así
que tenía que reunir valor.
Recuerdos de mis veintidós años de vida pasaron por mi mente. Me dí cuenta
que había existido sólo para llegar a este momento, en el que haría todo lo que
estuviera a mi disposición para mantener con vida a esta chica. Era la misión de mi
vida. Si fracasaba, entonces no habría tenido ningún sentido vivir hasta ese
momemtno. En ese instante, comprendí. Todo estaba conectado.
Ayudaría a Misaki. Daría mi vida por ayudarla. Todo el tiempo estuve esperando
esta oportunidad. Todos los signos apuntaban a esta conclusión. Solamente faltaba mi
diálogo para desarrollar esta hermosa esena hasta su culminación. Misaki encontraría
una razón para vivir. Sería un final feliz.
Estaba asustado. Por favor, ayúdenme...
Aún así, reuní todo mi valor y la abracé. “No es tu culpa, Misaki”.
La abracé con toda mi fuerza y le susurré al oído, “No es tu culpa en lo más
mínimo, Misaki. Nada de esto es tu culpa”.
Temblando, se aferró a mi cuerpo. La oscuridad nos envolvía.
El viento soplaba con fuerza. La nieve caía ligeramente ¿Por qué estábamos tan
tristes? ¿Por qué nos sentíamos tan solos? ¿Sabes por qué? Oh, yo lo sé. Es porque
estamos a punto de despedirnos, a punto de decirnos adiós. Por eso estamos temblando.
Siempre estaremos solos. Así es como es, así siempre ha sido. Todo el mundo es así, no
te odies por ello. No te odies. Hay otras cosas que deberías odiar. Tienes que saberlo.
“Misaki, en este mundo hay gente malvada, gente que te ha lastimado”.
No hay necesidad de estar triste ¿Por qué estarlo? Es irracional vivir sufriendo
¿No es así? No tiene sentido. Por eso, tiene que haber alguien, en alguna parte, detrás
de todo esto. Un villano que te obliga a sufrir.
Por eso...
Por eso, en este mundo, las conspiraciones existen.
Sin embargo, la probabilidad de que las conspiraciones medianamente creíbles
que suelen circular sean simples delirios o incluso falacias descaradas es de más del
noventa y nueve por ciento. Cuando visitas una librería, es común ver libros con títulos
como ¡La Gran Conspiración Judía para Arruinar la Economía de Nuestro País! o ¡La
Conspiración de la CIA que Esconde su Pacto Secreto con Alienígenas!, sin embargo, no
dicen más que mentiras.
Aún así...
Aún así...
Un pequeño porcentaje de personas sí se han encontrado con una conspiración
verdadera. Existe, de hecho, una persona que ha presenciado con sus propios ojos una
conspiración—
¿Quién es esta persona?
Soy yo.
¿Cúal era el nombre de nuestro enemigo? Lo sabía. Lo conocía desde hace
mcuho, el nombre de la malvada organización que conspiraba para torturarnos, el
terrible Dios que Misaki deseaba. Su nombre era...
N.H.K.
¡Así es! Recordé todo: el nombre de mi enemigo, mi misión, la razón de mi
existencia, la razón por la que había vivido hasta ese momento, y la razón por la que
mi vida había estado vacía hasta entonces. Sí, mi vida ha existido para salvarte. Esto
es verdad ¡Escúchame!
Todavía abrazando a Misaki, le expliqué brevemente. “Escucha, Misaki. En este
mundo existe una gran organización malévola. Su nombre es N.H.K.. La N.H.K. es una
maligna sociedad secreta que se extiende por el mundo entero, y es la responsable de
todo nuestro dolor. Todo es culpa de la N.H.K.. Cada vez que te sucede algo malo, es
porque así lo ha deseado la N.H.K. ¡Ellos tienen la culpa!
“El nombre es sólo una coincidencia. No importa lo que signifiquen esas siglas
para tí. Si no te gusta 'N.H.K.', puedes llamarla como quieras. Incluso podrías llamarla
Dios o Satanás. Al final termina siendo lo mismo.
“Es cierto, el nombre no importa. Es sólo un conjunto de sonidos, pero ellos
designan a un enemigo invisible que te tortura: esa es la verdadera esencia de la
N.H.K.. Por ejemplo, para una chica con la que estuve en el club de literatura de la
preparatoria, podría significar 'Nippon Hiyowa Kyokai'22, porque su propia debilidad
siempre la derrotaba”.
Por favor, no te lastimes. Por favor, alégrate.
Continué, “En tu caso, la N.H.K. podría ser 'Nippon Hikan Kyokai'23. Debido a
tus infortunios, siempre haz visto al mundo desde el peor ángulo posible, haciéndote
perder las esperanzas.
“Mi N.H.K....
“Bueno, la N.H.K. tiene la culpa de que yo sea un hikikomori, y también es
responsable de tu sufrimiento, Misaki. Es la verdad. He luchado contra ellos desde
hace mucho, pero no sirve de nada. Finalmente me han encontrado, dentro de poco me
asesinarán. Pero tú estarás bien, Misaki. Debes seguir adelante”.
Misaki se veía claramente asustada.
La solté y dí un paso hacia atrás. Ahora, le mostraría un milagro, un gran
milagro que probaría la existencia de la N.H.K.. Revelaría mi naturaleza de soldado, y
derrotaría a la N.H.K. por ella.
Si lo hacía, Misaki creería mi historia. Seguiría adelante. Dejaría de odiarse a sí
misma, y su personalidad pesimista sería curada.
Esa era la respuesta. Tenías miedo, temías ser odiada por los demás. Pero
estarás bien. Mis sentimientos nunca cambiarán. Te amo, ese sentimiento permanecerá
por siempre. Y eso es porque...
“¡Ah! ¡No puedo continuar! ¡La N.H.K. me está atacando psiquicamente!”
Empecé a rodar en la nieve.
“¿Parece que enloquecí? ¡Esto también es obra de la N.H.K., pronto seré
asesinado! ¡Pero les devolveré el golpe! ¡Sólo mira!”. Me levanté y corrí, dirigiéndome
hacia la orilla del acantilado.
Empecé corriendo lentamente.
“¡Adiós, Misaki! Mis piernas se mueven por si mismas, la N.H.K. me está
conduciendo hacia mi muerte. Pero planeo hacer algo para devolverles el impacto ¡Los
destruiré!”
Mi velocidad incrementaba gradualmente.
“¡Así es! Para destruir a la N.H.K. tengo que usar mi ataque especial,
sacrificando mi propia vida. Por eso debo partir ¡Pero lo hago para protegerte!”
Ahora estaba corriendo a toda velocidad.
Tenía que correr con toda mi fuerza hacia el cielo nocturno. El extremo del
acantilado se acercaba. Ah, saltaré. Me sumergiré. Usaré mi ataque especial.
Misaki creería mi historia gracias a mi estúpido final. Vería cómo mi ataque
especial destruiría a la organización. Y, probablemente, le traería felicidad.
Lo mejor de todo, es que Misaki no tendría por qué sentirse culpable.
Esto era lo que deseaba. Yo siempre había deseado morir.
Cumpliría el propósito de mi vida y salvaría a Misaki. Mataría dos pájaros de una
22 Sociedad Japonesa de Debiluchos.
23 Sociedad Japonesa de Pesimistas.
pedrada. Yo era quien tenía que morir. Desde el principio lo había deseado así.
Después de todo, incluso había intentado matarme de hambre. Pero eso había
probado ser imposible. Una persona sin fuerza de voluntad como yo nunca podría
resistir algo tan duro como una vigilia: mi límite eran cuatro días. Entonces, tuve que
trabajar para comer. Siempre había buscado una manera de morir.
Estoy mucho más dañado que tú. Emocionalmente soy anormal. Digo, si no lo
fuera, no haría algo así ¿Verdad? Misaki, por favor acepta mi amora, o lo que sea esto.
Pronto moriré, pero tú debes salir adelante. Derrotaré a la N.H.K., haré que su maldad
desaparezca. Por favor, creeme. De esa manera podrás seguir con tu vida.
Mira mi ataque especial, deja que tu mente lo absorba ¿Puedes verla? ¿Puedes
ver la Bomba Revolucionaria, brillando en mi mano derecha? Es la bomba
revolucionaria de Yamazaki, una bomba que sacude los cielos y destruye a los villanos.
Es demasiado débil para destruir a la N.H.K., pero su fuerza es más que suficiente
para aniquilar a una criatura minúscula y patética—Yo. Si muero, mi N.H.K. también
desaparecerá, porque la N.H.K. es Dios, es el mundo entero. Y con mi muerte, mi
mundo se disipara, y la N.H.K. junto con él. Por eso debo usar ahora mi ataque
especial, usando la legendaria Bomba Revolucionaria.
Iba a morir. Pronto caería por el desfiladero. Misaki gritaba algo detrás de mí,
pero ya no alcanzaba a escucharla. Nada podría detenerme ahora.
¡Era lo mejor! Mi cuerpo corría como el viento. Se sentía bien, me sentía
vigorizado, corriendo a toda velocidad entre la penumbra.
También tenía miedo. No quería morir.
No tenía razón para seguir viviendo. No quería vivir.
Pronto moriría. Sólo unos centímetros me separaban de la orilla del precipicio.
En pocos segundos, en un parpadeo, zurcaría los cielos. Por primera vez en mi vida
lograría escapar, dejar mi departamento de una sola habitación y volar cada vez más
alto.
Sólo un poco más. Pronto volaré.
Como en una competencia de salto de longitud, saltaría al cielo. Saltaría...
Estoy saltando...
Salté.
¡Salté!
Mis piernas se despegaron del suelo. Mi cuerpo flotaba en el aire, y en cualquier
momento comenzaría a desplomarse.
Caería y me haría pedazos en el Mar de Japón.
El final se aproximaba—igual que en el juego erótico de Yamazaki, usaría mi
ataque especial contra la N.H.K.. Me aproximaba a la batalla final para proteger a la
heroína. Había anhelado vivir este escenario, y ahora moriría como siempre lo había
deseado. Era el más feliz de los finales.
Pronto, seré salvado...
Entonces, sucedió. Repentinamente, un pensamiento se apropió de mi mente. El final
del juego—sin importar cuánto lo intentara, no podía recordarlo ¿El protagonista sí
derrotaba a la organización maligna? De hecho ¿Había un final después de todo?
Alguien dijo, “No hay forma de ganar”.
Tal vez estaba soñando. Tal vez ya había perdido la conciencia. Vi cómo se
extendían ante mis ojos el oscuro Mar de Japón y el brillante cielo estrellado.
Y entonces, los vi. Cada uno de ellos se burlaba de mí.
Pronto, mi cuerpo caería. Moriría. Así tenía que suceder.
Pero ellos dijeron, “Recuerda”.
Muchos incidentes ocurrieron en este desfiladero, por lo que se habían hecho
obras para evitarlos. La Bomba Revolucionaria desapareció antes de estallar.
Grité “¿¡Así es como lo hacen!? ¡Cobardes!”
Nadie me respondió.
Capítulo final – ¡Bienvenido a la N.H.K.!
Llegó la primavera.
Por supuesto, yo seguía aislado en mi cuarto.
¿¡Por qué!? ¿¡Por qué sigo recluyéndome!? ¡Debería trabajar! Por supuesto, nunca
es fácil dejar de ser un hikikomori.
Seguía sufriendo las mismas neurosis, de cuando en cuando, surgía de nuevo el
deseo de terminar con mi vida, más otros problemas nuevos que habían ido
apareciendo (Como el aumento de precio de la renta o el cierre de mi tienda favorita).
Además, todavía tenía que ir mañana a trabajar como guardia de seguridad. Era un
dolor en el culo.
Era deprimente.
Pese a esto, fuera de mi ventana los cerezos florecían. Los estudiantes de primer
ingreso caminaban frente a mi departamento. Sentía que el mundo me había
abandonado, como si la raza humana entera se burlara de mí.
Por ejemplo, acababa de recibir una postal de Yamazaki. En la fotografía
aparecía él, sonriendo de oreja a oreja, junto a una hermosa chica. Escribió, “Oh, creo
que ya es tiempo de sentar cabeza, mis padres han estado presionándome con que debo
juntarme con alguien (En el campo, la gente se casa muy joven), y pues un día fui a
una cita arreglada ¡Mira, es perfecta!”.
Parecía que vivíamos en una época en la que hasta un pedófilo fanático de los
juegos eróticos podría encontrar la felicidad.
Púdrete. Vete al infierno.
Después llegó una tarjeta de año nuevo enviada por mi compañera de la
preparatoria. “Nuestra casa es una enorme mansión. Estamos tan enamorados. Pronto
seré madre”.
Vete al infierno, tú también.
Encima de todo esto, la vida de Misaki también avanzaba en una dirección
positiva. Cuando regresó a casa de su tío, fue duramente reprendida. Aparentemente,
esto hizo que se sumergiera en un estado contemplativo más profundo que el océano.
Eventualmente, vino a hablar conmigo al respecto. “¿Cómo podría disculparme por lo
que hice?”.
“Con vivir una vida saludable debería ser suficiente”.
“No creo que eso baste, he causado más problemas de los que puedo imaginar.
Tengo que hacer algo que demuestre completamente mi gratitud y mis disculpas”.
“Tu tío tiene mucho dinero ¿No? ¿Por qué no regresas a la escuela? Habías
pasado los exámenes de admisión ¿No es así?”.
Simplemente le ofrecí un consejo que me pareció apropiado sin pensar mucho al
respecto. Después de unas semanas, este consejo se había vuelto parte de su realidad.
Estaba planeando regresar a la escuela esta primavera. Por supuesto, el colegio al que
iba a asistir era uno en el que hasta incluso yo podría ingresar, basándonos en la
puntuación del examen. Aún así...
Esa chica se convertiría en universitaria mientras yo seguía siendo un
hikikomori.
Argh, no puedo más ¡Váyanse al infierno todos ustedes!
Dicen que las maldiciones siempre vuelven a casa, por eso, reprimí todas estas
ideas e intenté desear la felicidad para todos. “Todos ustedes, esfuércense, sigan
adelante. Aunque se vayan al infierno”.
Yo también planeaba poco a poco seguir adelante.
La razón era el pedazo de papel que tenía aquí.
Era un contrato, escrito en una página del cuaderno secreto. Para cumplir con
este contrato, no tenía más opción que esforzarme.
Aquella noche...
Salté, y entonces aterricé abruptamente. Caí sobre la barrera de malla ciclónica
que había sido construida debajo del borde del desfiladero para prevenir accidentes.
Como puede esperarse de un sitio turístico, los encargados de la obra se esforzaron
para montarla de forma que no obstruyera la contemplación del paisaje, encajando el
marco de la barrera en la roca del desfiladero, y las normas de seguridad fueron
realizadas sin dejar el más mínimo margen de error.
Quería llorar.
Lloré.
Quería morir, pero no podía hacerlo. Si avanzaba sólo medio metro, ahora sí
podría volar. Pero era imposible. No podía hacerlo, mis piernas se agitaban
violentamente, y podía escuchar el sonido de mi corazón golpeando mi pecho. Me
sentía terrible. Tenía náuseas. Ya no quería seguir ahí.
Lloraba porque deseaba que alguien hiciera algo. Lloraba porque deseaba morir.
Mátenme ahora, pensaba. Deseaba que alguien me empujara. No quería volver a
encerrarme en el departamento, no quería ver a Misaki. Ya no quería seguir
confundido, ya no quería experimentar ningún dolor. Simplemente quería morir.
Parecía un idiota. Cada vez que el viento soplaba, mi cuerpo se contraía y
apretaba la malla con los dedos. Estaba aterrorizado. Tenía miedo de caer. Me llenaba
de escalofríos cada vez que miraba hacia abajo. Debajo de la barrera, escuchaba las
duras olas del Mar de Japón ¡Ayúdenme! ¡No, no me ayuden! ¡No se burlen! ¿Qué debo
hacer? ¡Que no se burlen! ¡No miren! ¡No me veas! ¿Por qué lloras? Soy yo quien debe
llorar.
Misaki se asomó por el extremo del precipicio para verme.
Cubrí mi rostro con ambas manos. No sabía que hacer. Ya no quería seguir
recibiendo más humillaciones.
Misaki estiró el brazo, colgada de la orilla del desfiladero. Intentaba ayudarme.
La expresión en su rostro delataba la lástima que sentía por mí. Retirando su mano
bruscamente, puse la pierna sobre el muro de roca y lo escalé yo mismo. Varias veces
me resbalé al pisar secciones cubiertas de nieve, cayendo de culo sobre la barrera de
malla. En mi tercer intento, logré escalar los cerca de dos metros que me separaban de
la orilla.
Cuando llegué a la superficie, me desplomé. Misaki estaba de pie frente a mí.
Tomando mi mano, me arrastró hacia la vereda tan fuerte como pudo. Trataba
de alejarme de la orilla lo antes posible, así que terminé siendo arrastrado por la
nieve.
Cuando llegamos a la banca donde habíamos estado sentados hacía sólo unos
minutos, empezó a golpearme. Me golpeó una y otra vez. Rodé para quedar apoyado en
mi espalda, y Misaki se inclinó sobre mí. Pegó su cara en mi pecho, dejando escapar
quejidos que ni siquiera sonaban como palabras.
Mi mano derecha, que había resultado herida con la navaja, empezó a dolerme.
No dejaba de sangrar.
Misaki me tomó de la mano. Yo la rechacé de forma brusca, salpicándole las
mejillas con sangre. Ni siquiera hizo el intento de limpiarla. Estaba llorando, sentada
sobre mi estómago. Intenté empujarla hacia un lado, pero me sentía demasiado débil.
Duró un buen rato temblando, sentada sobre mí, sujetándome por los hombros.
Después, levantó los puños y me golpeó una y otra vez en el pecho. Al final, sus golpes
también terminaron alcanzándome el rostro.
Estaba al límite. Mi consciencia se estaba desvaneciendo.
Levantando el puño de nuevo, Misaki dijo “No puedes morir”. Guardé silencio,
así que me golpeó en el rostro una vez más. “Por favor, no te mueras”.
Ya no quería seguir siendo golpeado así, por lo que no tuve más opción que
asentir, y de alguna manera, logré formar una sonrisa. Pensé en contarle un chiste o
algo así, pero me fue imposible.
Lo único que solté fue un llanto.
Misaki no desvió la mirada. Sólo me veía fijamente.
Eventualmente, recuperé un poco de fuerza. Si nos quedábamos ahí
terminaríamos congelados hasta la muerte, así que decidimos que lo mejor por el
momento era dejar el acantilado atrás.
La vida es dolorosa y difícil. Siempre serás atacado por un montón de cosas al
mismo tiempo. Es en verdad difícil.
Cuando llegamos al camino, me dí cuenta de algo terrible: ¿Cómo regresaríamos
a la estación?
“Me tardé casi una hora para llegar en taxi, eso significa...”
“Sí, si nos vamos caminando llegaremos hasta el amanecer”.
Sentí una ola de desesperanza.
Misaki me tomó del brazo. “Hay una casa abandonada por aquí, pero...”
“¿Una casa abandonada?”
“Mi hogar”.
Despues de caminar por diez minutos, llegamos a la casa abandonada. Los
cristales estaban rotos y había un agujero enorme en la puerta principal. Pasamos la
noche en una casa que parecía estar a punto de colapsarse. Pero, sorprendentemente,
no recuerdo que estuviera tan fría.
Hablamos sobre toda clase de cosas en esta casa, donde tenía que caminar con cuidado
porque a cada paso faltaba una tabla en el piso. Misaki me contó sus recuerdos de este
lugar. La mayoría eran trágicos, pero algunos también eran un poco agradables.
“Mi primer padre... No recuerdo su rostro, pero él fue quien me puso el nombre.
Como aquí cerca hay un hermoso acantilado, me llamó Misaki, que significa
precisamente 'acantilado'. Ha sido un nombre bastante apropiado ¿No crees?”
Me reí. Eventualmente, el cansancio se volvía a apoderar de mí. Después de
dormir por unos segundos, Misaki me despertó repentinamente. “Oye, a final de
cuentas ¿Qué es la N.H.K.?”
Como esto pintaba para ser una conversación bastante larga, no repetí mi
explicación. Misaki se quitó de encima el abrigo que estaba usando como cobija y sacó
su cuaderno secreto de la mochila.
“A mí también se me ocurrió una N.H.K.”
“¿Qué?”
“Está oscuro ¿Me prestas tu encendedor? ¡Oh! No hay problema, sí alcanzo a leer
las letras”, dijo rápidamente, mientras escribía algo en su cuaderno secreto.
“Muy bien, ya terminé”. Arrancó la hoja y me la entregó.
La única fuente de luz era la luna a través de la ventana. Acomodándome en un
ángulo adecuado, enfoqué los ojos para leer el contenido del papel.
“Rápido, fírmalo”.
Me entregó la pluma. Estaba indeciso sobre si debía firmar. Al final, nada había
sido resuelto. Nada había cambiado.
¿“Veamos hacia adelante”? ¿¡Acaso eres idiota!? ¿Estaremos bien, mientras
tengamos sueños? ¡No tenemos ningún sueño!
Me pregunté si tendría que vivir cada día susurrándome a mí mismo, Ya no
puedo soportarlo más.
¿Crees que estaremos bien? ¿En verdad lo crees?
Pensé sobre esto durante un buen rato, pero al final terminé firmando el
contrato. Misaki, después de guardar el contrato en su mochila, me tomó de los
hombros y me jaló hacia ella. Nuestros ojos se encontraban a un centímetro de
distancia.
Y entonces, con voz ruidosa, declaró, “¡Bienvenido a la N.H.K.!”
Su entusiasmo me resultó increíblemente gracioso. Reprimiendo el impulso de
carcajearme, pensé, No sé por cuánto tiempo pueda seguir, pero me esforzaré todo lo
que pueda.
Tomé esta desición.
Y así nació Satou Tatsuhiro, primer miembro de la N.H.K.
24 Club Japonés de Intercambio de Rehenes.
Un mensaje del Autor.
En los primeros años del siglo veintiuno, el fenómeno de los hikikomori estalló de
forma repentina a lo largo de Japón.
Como buen oportunista, pensé que sería buena idea aprovechar el tema de moda
para ganar montañas de dinero ¡Escribiré una historia sobre los hikikomori y me haré
famoso! ¡Me convertiré en un autor de renombre con mi historia! ¡Viajaré a Hawaii con
las regalías! ¡Visitaré Waikiki!
Mis sueños se extendían sin límite. Sin embargo, en cuanto empecé a escribir la
historia, comencé a arrepentirme. Era doloroso.
¿Qué sucede cuando un hikikomori escribe una historia sobre un hikikomori?
Inevitablemente, empiezas a usar tus propias experiencias. Te proyectas, y en vez de
una historia escribes una autobiografía. Por supuesto, esta historia es ficticia, y no
importa cuánto se me parezca uno de mis personajes, él es él y yo soy yo. Incluso si
hablamos de la misma forma y vivimos en el mismo departamento, seguimos estando
desconectados uno del otro. Vivimos en mundos distintos.
Aún así, seguía siendo doloroso. Era una vergüenza. Sentí que estaba tomando
mis propias penas y revelándolas al mundo.
Al final, terminé envuelto en mis propios delirios paranóicos.
¿Y si todos se están burlando secretamente de mí por escribir esta historia?
Realmente llegué a pensar esto.
Para ser sincero, aún hoy no puedo leer esta histora de forma objetiva. Cada vez
que lo intento, empiezo a sudar frío y sufro ligeras alucinaciones.
Cada vez que me aproximo a ciertos puntos clave de la trama, siento deseos de
arrojar la computadora por la ventana. En otros puntos en particular, me dan ganas de
huir de aquí e irme a vivir como ermitaño a las montañas de la India.
Probablemente, esto sucede porque varios de los temas que toco en esta historia
no son cosas del pasado para mí, sino problemas actuales y activos.
No puedo verlos y pensar, “Cuán joven era entonces”.
Es un verdadero problema.
Por eso, decidí que lo mejor era escribir todo de una sola vez. El resultado es
esta historia. Leyendo esto, mi rostro se ruboriza... bueno ¿Ustedes qué opinan?
Cuando estoy de buen humor, pienso ¡Sorprendente! ¡Soy un genio!, y los días
que me siento deprimido, pienso ¿Cómo pude escribir algo así? ¡Debería morir! Sea
como sea, creo que lo único que es realmente cierto sobre esta historia es: Escribí todo
lo que pude haber escrito.
Bueno, hola a todo el mundo. Me llamo Tatsuhiko Takimoto, y estoy escribiendo
este mensaje para mi segundo libro. Le debo mucho a varias personas. A todos los que
han intervenido en la realización de este libro y a todos los que lo están leyendo, les
agradezco de corazón.
Después de todo, me esforzaré. Daré todo lo posible y daré mi mayor esfuerzo.
Tatsuhiko Takimoto
Diciembre de 2001
Otro mensaje del Autor.
Han pasado varios años desde que escribí “Después de todo, me esforzaré”. No me he
esforzado en lo más mínimo. Una prueba de esto es el hecho de que no he escrito una
sola historia desde entonces. Me he convertido en un parásito, viviendo de las regalías
de este libro.
Creo que esto es el resultado del trauma o algo así. He desarrollado una extraña
enfermedad en el cerebro. Esta enfermedad provoca que hasta el más mínimo acto me
recuerde este trauma, causándome un stress increíble. Cada vez que intento escribir
una historia, esta enfermedad se desencadena. Debido al terrible miedo que enfrenté
cuando escribía este libro, me he vuelto absolutamente incapaz de escribir ¡Oh, qué
tragedia tan terrible! ¡Un autor joven y talentoso (bueno, al menos eso cree él),
incapacitado por su propio libro!
Deben leerlo. Un misticismo oscuro y extraño se oculta en este libro, debido a los
orígenes malditos que ya he explicado antes. Hace tiempo, leí que un popular escritor
de historietas cómicas enloqueció debido a una fuerza fantasmal contenida dentro de
su trabajo que terminó por destruirlo. Como siento que existe una energía similar
contenida en las páginas de este libro, fácilmente se lo puedo recomendar a cualquiera.
Podría ayudar con la comunicación en el hogar y la oficina. Es un tema de
conversación excelente, como, “Oye ¿Has oído sobre la N.H.K.?”, y alguien puede
responder, “Oh, la Nippon Hikikomori Kyokai ¿Verdad? Es bastante graciosa, pero
también me hizo llorar un poco”.
Puedo decir que un libro de este nivel es en realidad una obra maestra que
podría ayudar a toda la sociedad. Contiene toda clase de chistes sobre eventos
actuales, y es extremadamente útil para ayudar a los jóvenes a concientizarse sobre el
mundo en el que viven. Incluso podría decirse que si leen este libro, podrán entender
los sentimientos de muchos jóvenes de nuestra sociedad. La gente mayor se
sorprenderá al pensar “¿En serio? ¿Así son los jóvenes hoy en día?”, y los que tengan la
misma edad que los personajes del libro pensarán “¡Entiendo, entiendo! ¡Me enfrento a
esta clase de situaciones todo el tiempo!”, mientras disfrutan de su lectura. Al menos,
creo que este libro vale todo esto. Prometo que estaría en el primer lugar en la lista de
“libros que no pierdes nada por leer”.
No me siento culpable por darles este discurso de ventas. Juro por Dios que todo
lo que he dicho es verdad, aunque en estos días no estoy convencido en lo más minimo
sobre la existencia de Dios.
No, me estoy desviando. Ya es primavera. El clima es cálido. Las aves cantan en
el árbol fuera de mi ventana. Este ciclo natural hace que nazca en mi pecho la creencia
de que, algún día, todos mis problemas se resolverán.
La identidad... el amor... la existencia... Dios... el espacio... algún día, tendremos
una respuesta definitiva para todos estos misterios. Esa esperanza me mantiene con
vida. Esperando que este sentimiento de gratitud alcance a todos los que están leyendo
este trabajo, ahora cierro mi laptop.
Tatsuhiko Takimoto
Abril de 2005