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CONCIERTO FATAL
de la viuda Kolakowsky
(Vestido de chaqué, amordazado, el Músico toca. Ataviada con ropa de
asalto, armada hasta los dientes, la Kolakowski lo escucha con el rostro
cubierto por un pasamontañas. El Músico concluye la pieza. Pausa.)
Kolakowski Me parece que no has comprendido la situación del todo bien.
Éste no es el jodido Teatro Nacional. Éste es el Teatro Kolakowski. Y tú
bien sabes que en el Kolakowski no hay concierto que no abra con un
"Aguafiestas". Ea, un "Aguafiestas", el que te dé la gana.
(El Músico no toca. Alega un pretexto que la mordaza vuelve
ininteligible.)
Kolakowski ¿Cómo que no está bien afinado?
(Acaricia el instrumento.)
Kolakoski Lo he afinado cada noche, como si cada noche fueses a tocarlo otra
vez. Nadie le ha puesto mano encima desde que te fuiste. Tócame un
"Aguafiestas" o te juro que os prendo fuego a los dos. Os encontrarán
pegaditos, churrascaditos en el mismo tizón.
(Le enseña una lata de gasolina. El Músico se precipita a tocar, pero tan
vacilante como si no supiese qué es un "Aguafiestas". La Kolakowski lo
interrumpe:)
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Kolakowski ¡Basta!
(Pausa.)
Kolakowski Sabes que esto va a dolerme tanto como a ti.
(Busca algo. Revuelve un montón de objetos raros todos amenazadores,
desde el punto de vista del Músico hasta que da con un cuaderno de
escribir música.)
Kolakowski "Tocar con partitura es como rellenar un cuaderno de caligrafía",
solías decir. Pero si no hay otro modo de espabilarte la memoria...
(Señala su propia cabeza.)
Kolakowski Están todas aquí, nuestras canciones, a salvo. ¿Crees que a mí no
me hace daño arrancárselas al aire, traerlas de vuelta desde el pasado?
Pero aunque haga daño, merece la pena. Éste no es un concierto
cualquiera. La viuda vuelve a cantar.
(Escribe una partitura, la pone delante del Músico. )
Kolakowski Si tú mismo las bautizaste... Las llamabas "Aguafiestas" porque
advertían al público de que se habían equivocado de teatro.
(El Músico mira la partitura, perplejo. No toca.)
Kolakowski ¿Qué escrúpulos son ésos? Antes no eras tan timorato. Me he
jugado el cuello para traerte aquí, ¿crees que van a detenerme no sé qué
prejuicios? Vamos a dar nuestro concierto. Y descuida, que esta vez no va
a venir tu brujo a interrumpirnos con sus malas artes.
(Apunta a la cabeza del Músico.)
Kolakowski Afina o te descerrajo.
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(El Músico toca. Intenta contentar a la Kolakowsky, pero los gestos de
ésta siempre desaprueban. Impotente, el Músico acaba apartándose del
instrumento. Silencio.)
Kolakowski Es lógico que te cueste. Tanto músicagar para la clase media, de
teatro nacional en teatro nacional, parece que llevases condones en los
dedos.
(Le coge una mano.)
Kolakowski ¿Sabes qué leo en estas manos?
(Le lee las rayas de la mano.)
Kolakowski Aquí dice lo que voy a hacer con tus deditos.
(Va a romperle los dedos. Lo suelta. El Músico esconde las manos entre
las piernas. Ella garabatea otra partitura, se la pone delante.)
Kolakowski De ésta sí te acordarás. Te sirvió de presentación aquella
Navidad que Renato te encontró tocando en plena calle y te trajo al
Kolakowsky.
(Rememora aquel momento. Vuelve a la actualidad.)
Kolakowski ¿A qué aguardas? ¡Aprieta!
(El Músico saca las manos y toca hasta que la Kolakowski lo interrumpe.
Silencio.)
Kolakowski Cuando inventen el robot musical, cada día los harán más
baratos, cuando cada contribuyente tenga su mecano de atizar violín,
silbato o clavicordio, ¿cómo os ganaréis la vida los virtuosos
desalmados? Tu brujo te cambiará por un autómata y te morirás de
hambre. Ya veo cuánto mal te ha hecho ese encantador. ¿Será demasiado
tarde?, ¿no quedará un trocito de corazón que no haya devorado ese
comemúsicos?
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(Señala con el índice al Músico, que escucha lleno de pánico sus
palabras:)
Kolakowski Voy a matarte, Pablo Maceiras.
(Pausa terrible para el Músico, que espera lo peor. La Kolakowski saca
un programa preciosímo de concierto del Teatro Nacional.)
Kolakowski ¿Se le ocurrió a él ese nombre atroz, "Pablo Maceiras"? ¿Y qué
me dices de la biografía? Cosa suya también, supongo.
(Lee el programa:)
Kolakowsky "Pablo Maceiras. Se formó en el Conservatorio de Madrid y
amplió estudios en Boston, Massachussets...". Qué imaginación. Pero a
mí no me la pegas, así te hagas llamar Pablo Maceiras o Pepe Botella.
Demasiado bien conozco estas manos, no hay otro hombre en el mundo
con estas manos.
(Acaricia las manos del Músico. Pero reprime su entusiasmo, se aparta
de él.)
Kolakowski No te hagas ilusiones. Sólo estás aquí para que la viuda vuelva a
cantar. No eres mi tipo, nunca lo has sido. Y pensar que el pobre Renato
se pasó la vida midiéndose los cuernos.
(Habla al tercer anfiteatro:)
Kolakowski ¿Renato? Renato, ¿es tu fantasma el que oigo trajinar por el
tercer anfiteatro? ¿Qué me dices de la escenita? Lo tengo a mi merced, a
Fritz Paulus, y ni se me ocurre que él y yo... Ni se me pasa por la cabeza.
¿No te lo juré mil veces, celosón? Lo único que me interesa de él son sus
manos.
(Acaricia su propia garganta con los dedos del Músico.)
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Kolakowski Van a devolverme la voz.
(El Músico pierde la oportunidad de estrangularla. La Kolakowsky lleva
las manos de él al instrumento, las conduce hacia una canción. Él
prosigue el tema, hace mil y un intentos. Hasta que la Kolakowski se
tapa los oídos, desesperada.)
Kolakowski ¿Qué cosa ha hecho ese brujo de ti? No eres nada más que...
(Va a lanzar el insulto más grave.)
Kolakowski ¡Cultura! En eso te ha transformado, en cultura. Tú, que eras un
salvaje, un bárbaro.
(Le obliga a mirar el patio de butacas.)
Kolakowski Míralo, el fantasma de nuestro público, ¿no te avergüenza
haberlos traicionado? Nunca les dimos cultura. Les dábamos... No sé qué
les dábamos, sea lo que sea, nunca fue cultura. Pisábamos este escenario
y ellos se escondían en sus butacas. Cada concierto era peligroso, ningún
espectador escapó sin herida del Teatro Kolakowsky.
(Le obliga a mirar el teatro.)
Kolakowski ¿Sabes que me han hecho ofertas millonarias por el viejo
Kolakowsky? Ni te puedes imaginar qué quieren hacer con el pobrecito.
(Va a revelar algo asombroso.)
Kolakowski Quieren convertirlo en teatro nacional, ¿no es espantoso? Dicen
que quieren salvarlo, ¿es eso la salvación, un patio de butacas lleno de
intelectuales de clase media? ¿Es que no hay ya bastantes teatros
nacionales? Como no vendo, me han mandado una orden de
expropiación. Pero el Kolakowsky no claudica, el Teatro Fatal de
Kolakowsky no se rinde. Hoy está frío como un muerto, pero el público
va a volver, con su calor. Como cuando la mía era la mejor voz y gentes
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de todo el mundo luchaban a muerte por una butaca. Como antes de que
ese lucifer te enredase con sus embrujos.
(Mira al público.)
Kolakowski Si no por mí, deberías hacerlo por ellos. Por esos pobres
fantasmas.
(Garabatea otra partitura. Pero el Músico no le da tiempo a concluir, se
ha arrancado a tocar. Ella lo escucha, conmocionada. Silencio. La
Kolakowski deja caer el cuaderno de música.)
Kolakowski Has estado a punto de... Es lo que yo llamaba "El efecto Paulus".
No es que hayas llegado, pero por momentos... Daba miedo otra vez, era
peligroso otra vez...
(Ansiosa, le pide que vuelva a tocar. Él lo hace; ella lo ayuda con sus
gestos. Silencio. La Kolakowski besa las manos del Músico.)
Kolakowski Sabía que eras tú, en cuanto te vi en el cartelón del Teatro
Nacional. En las manos te reconocí. Por lo demás, has cambiado
muchísimo. Aunque no tanto como ese engañador. Quién lo ha visto y
quién lo ve, y yo que pensaba que el demonio no envejece. Aquella
noche, todos le abrían paso boquiabiertos, nunca había entrado en el
Kolakowski nadie tan bello. Cuánto me he torturado preguntándome si ya
te entendías con él antes de esa noche, si ya tocabas para él a mis
espaldas. Todo eso me ha revuelto la sangre durante años, pero ya no
importa. Hoy, tú eres la mariposa y yo la niña que te saca del frasco. Me
imagino a los elegantes del Nacional escamándose porque no salís a
escena. Dentro de un rato, tan finolis, echarán abajo la puerta de vuestro
camerino, encontrarán a esa serpiente. El Kolakowsky será el primer
lugar en que te busquen. Demasiado tarde. Nada evitará que la viuda
vuelva a cantar. ¿He cambiado yo tanto como ese mal bicho?
(Se quita el pasamontañas.)
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Kolakowski ¿Verdad que parezco una mujer sana? ¿A que nadie diría que mi
garganta está maldita? De no cantar, he perdido brillo en mis tres sangres.
De no cantar, se ríen de mí mis huesos. De no cantar, la regla me viene y
va cien veces cada día. Pero hoy siento otra vez tu música dentro de mí,
vuelvo a ser la de entonces. ¿No oyes en mi pecho un runrún? Ya me
regresa la voz, ya se juntan sus corrientes, ya buscan la garganta...
(Pide al Músico que toque. Él lo hace mientras ella se despoja de la ropa
de asalto, debajo de la cual aparece su antiguo vestido de espectáculo.
Va a cantar. Pero algo que oye o siente la detiene. Camina hasta un
lugar desde el que, con sus prismáticos, puede vigilar la calle.)
Kolakowski Ven, Fritz, ven a ver esto. El jorobadito, junto a la farola.
(El Músico quiere aprovechar que la Kolakowski le está dando la
espalda. Pero la cadena que lo une a su instrumento le impide escapar.)
Kolakowski Mala espina me da. ¿No es la chepa de pega? Hace como que lee,
pero arruga ceño de policía secreta. No, no puede ser, no pueden haber
encontrado al brujo todavía. ¿Vamos a consentir que temores infundados
echen a perder nuestro concierto, ahora que mis cuerdas vuelven a
tensarse? Ánimo, Fritz, espántame esos nubarrones. Sírveme un
"Aguahirviendo".
(El Músico pierde color. Ella se pone cómoda para escuchar.)
Kolakowski No te hagas el tonto. Una de esas cositas que tú ya sabes,
aquellas maldades que me tocabas ya sabes cuándo. Anda, dale.
(El Músico se encomienda a sus antepasados, toca. No respira hasta que
ve a la Kolakowsky calentarse, arder. Cuando él acaba, ella se queda
dulcemente exhausta. Saca un pitillo, fuma. El Músico empalma con la
anterior una pieza que arrulla a la Kolakowsky.)
Kolakowski No estarías pensando en ese encantador mientras me lo hacías,
¿eh? Como no nos podían comprar, nos mandaron a aquel fascinador.
Nos hechizó, Fritz, fue magia negra. Te sacó de aquí como un corderito.
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Todavía estamos bajo los efectos del hechizo, pero hoy vamos a
romperlo. Hoy vamos a... Hoy vamos...
(Bosteza, le cuesta sostener los párpados.)
Kolakowski Por mí, por sacudirme la tristeza, por traerte de vuelta, de ésas se
murió, de maltratarse siguiendo tus huellas por el mundo, pedazo de pan,
mi Renato Kolakowsky. Sabrás que lo de Renato era por Descartes, por
su tatarabuelo, que recitaba de memoria el "Discurso del método". Lo de
Kolakowsky le venía de otro tatarabuelo, que emigró desde Cracovia, el
que construyó este teatro. Mi Renato, cómo le gustaba la viudita, todo me
lo encontraba bien, me dejó heredera universal...
(Da un último cabezazo, se rinde al sueño. El Músico, sin dejar de tocar,
intenta zafarse de la cadena. Hasta que el fuego del pitillo despierta a la
Kolakowski, que sorprende al Músico en pie.)
Kolakowski ¿Necesitas algo? ¿Te alcanzo un orinal? ¿Tienes hambre? No se
me ha ocurrido, ¿te apetece una pizza? Te gustaba con anchoas. Con
berenjena, membrillo y anchoas. Con berenjena, membrillo, anchoas,
calamar y nata. Ahora mismito te encargo una por teléfono. Pero vete
cambiando de ritmo, ¿vale? Uff, qué sopor más tonto me ha venido...
(El Músico cambia de ritmo. La Kolakowsky se deja ganar por música
tan animada. Tatarea. Cuando está a punto de romper a cantar, algo que
oye o siente la detiene.)
Kolakowsky Serán hijos de puta...
(La Kolakowski va a un punto desde el que puede vigilar la calle.)
Kolakowsky ¿No te decía yo? Míralo, el muy falso, lo tenemos a diez metros.
Y aquellos dos, la parejita del banco, haciendo como que se magrean, se
creerán que me chupo el dedo. Y el vendedor de globitos, lo que faltaba,
ahora me salen con el truco del vendedor de globitos. Ya puedes olvidarte
de tu pizza: seguro que me han pinchado el teléfono.
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(Carga la metralleta.)
Kolakowski Están tomando posiciones. Esperarán a que me venza el sueño
para caer sobre el Kolakowsky con sus fusiles de mirilla telescópica, sus
gabardinas antiniebla y sus radares decomisados en el mercado negro de
radares. ¿Cómo habrán encontrado al brujo tan pronto? Es igual, para
cuando quieran atacar, será demasiado tarde.
(Oye una voz que viene de la calle.)
Kolakowski Lo que más odio de estas situaciones: el puto comisario con
megáfono.
(Grita hacia la calle.)
Kolakowski ¡No reventaréis mi concierto! ¡La viuda va a volver a cantar! ¡El
Kolakowski será vuestra tumba! ¡Mirad lo que hago con vuestro jodido
helicóptero!
(Subraya la amenaza lanzando una granada. El Músico la mira con
espanto.)
Kolakowski ¿A qué viene esa cara?, ¿de parte de quién estás? Las cosas se
han puesto feas. Tú a lo tuyo y déjame hacer. Esos cabrones me renuevan
la sangre. ¿Cuántas veces no intentaron cerrarnos el Teatro Fatal?
Siempre me tuvieron miedo. Porque cada espectador que oía cantar a la
viuda, se volvía peligroso. De toda esa gente de las cárceles, de los
manicomíos, culpaban a la viuda. La alianza de la policía y la cultura se
pone otra vez en marcha. A un lado, la viuda Kolakowsky. A otro, la
cultura y el orden público.
(El Músico está tocando. La Kolakowski monta guardia por todo el
teatro, organiza la resistencia, vigila la calle, se deja arrebatar por la
música. Pero se detiene, mirando hacia la puerta, como si un ser terrible
entrase por ella.)
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Kolakowski Tan peligrosa llegó a ser mi voz que mandaron a un monstruo a
silenciarla. Le abrió las puertas el viento, un aire helado que invadió el
Kolakowsky. Renato se escondió bajo mis faldas. Y la gata de Renato,
también ella, porque sabía que era el mismísmo diablo quien entraba.
Caminó hacia mí. Dijo: "Soy la mejor voz. El músico es mío". Me eché a
reír, aunque temblaba: "¿Cómo que el músico es suyo? Es Fritz Paulus.
Mi músico". Entonces, aquel demonio me desafió: "¿Se lo jugaría? ¿A
una sola canción?".
(Silencio.)
Kolakowski ¿No tienes nada que decir? Es muy duro soportar tanto recuerdo
sola.
(El Músico toca. La Kolakowski oye ruidos en el techo.)
Kolakowski Están en el tejado, no van a esperar. Ten calma, ya se cuidarán de
no hacerte un rasguño. Te necesitan sano y salvo, eres un bien cultural.
Pero esta vez no voy a dejar que te saquen del Kolakowski, Pablo
Maceiras está muerto para siempre. Sigue tocando, ya me encargo yo de
ésos.
(Lanza una ráfaga de metralla contra el techo. El Músico deja de tocar,
muy espantado. Pausa.)
Kolakowski ¿Recuerdas la canción que ese satán cantó aquella noche?
(El Músico no toca.)
Kolakowski Desde el segundo compás, nos inundó de frío los corazones. No
se ha ido desde entonces. Me da frío que llueva sobre las taquillas o que
las termitas las sequen de serrín. Que brote cizaña en las butacas o se
cubra el telón de líquenes. Que las plateas se hundan o crezcan mil palcos
cada amanecer.
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(El Músico está tocando una música que cubre a la Kolakowski de un
frío infinito.)
Kolakowski Aquella voz no era de este mundo. No era ni de hombre ni de
mujer, no era de la tierra. Luego vino el silencio más hondo.
(Silencio.)
Kolakowski Si te hubieses quedado conmigo, ¿no habríamos vencido el frío
juntos? Aquella noche, intenté ser más fuerte que el frío, pero no fui
capaz. Movía los labios, pero no me salía la voz. El brujo me robó la voz
y tú te fuíste con él. Cada noche sueño que un pájaro me besa los labios,
un pájaro blanco, y me devuelve la voz y tú estás conmigo en el teatro
Kolakowsky. Cuántas noches no he soñado con vengarme. Y al fin estás
aquí, frente a mí, en este concierto de la venganza.
(Oye un ruido dentro del teatro.)
Kolakowski Están dentro, no resistiremos mucho tiempo ya. En seguida
lanzarán sus gases lacrimógenos, los francotiradores ganarán los palcos...
No quieren que la viuda vuelva a cantar. Prefieren que el teatro siga como
aquel demonio lo dejó, poblado de fantasmas.
(Rocía de gasolina el teatro. Lo hace danzando al ritmo de la música.)
Kolakowsky El polvo, las grietas, las cicatrices, nunca me había parecido tan
bello el Kolakowsky. Pero mañana, la gente sólo verá un agujero negro.
(Enciende una antorcha. Silencio.)
Kolakowski Ha llegado el momento. Fitz Paulus ha vuelto al Teatro Fatal y la
viuda merece otra oportunidad.
(La Kolakowski se dispone a cantar. Con un gesto solemne, pide música.
Pero el Músico no toca.)
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Kolakowski ¿Qué te ocurre? Están a punto de entrar. Me lo he jugado todo
por salvarte. No puedes echarte atrás, estamos juntos hasta el final del
concierto. Juntos, podemos romper el hechizo. ¿Tienes miedo? ¿Te da
miedo la música?
(El Músico toca. La Kolakowski rompe a cantar; el Músico recoge mil
veces su voz, la eleva al cielo desde sus ruinas. La Kolakowsky mira al
público.)
Kolakowski Nuestro público. Están otra vez aquí. Han vuelto.
(El Músico está tocando la música de la barbarie cuando la Kolakowski
le da muerte.)