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Personajes:
Stanley
Stella
Blanche
Mitch
Al levantarse el telón, la escena está en la oscuridad. Se oye la música que ejecuta
una pequeña orquesta de jazz. La escena se ilumina lentamente. Blanche du Bois
entra por la izquierda, viniendo de la calle. En una mano trae una pequeña maleta,
y en la otra un trocito de papel. Mira a su alrededor, con aire de escandalizada
incredulidad. Su aspecto no armoniza con el decorado. Se diría que viene de un té o
de un cóctel, en el distrito de los jardines. En su aire indeciso, algo sugiere una
mariposilla. La música se extingue. Blanche camina llevando una maleta. Las luces
de la calle comienzan a oscurecerse y la iluminación interior del apartamento se
acentúa. La escalera de entrada de la casa. Mitch sentado, fuma, no hace nada.
Llega Blanche, se miran.
ESCENA 1
MITCH: Vamos... ¿Por qué no entra y se pone cómoda hasta que regresen?
MITCH: Yo soy quien le renta la casa, de modo que puedo dejarla entrar. (Golpea la
puerta de la calle con el dorso de la mano derecha y aquélla se abre de par en par.
Blanche entra en la sala y se detiene, algo azorada. Abarca con la mirada la
habitación. Mitch mira a Blanche y luego a su maleta, toma ésta, entra en la sala,
deja la maleta en alguna parte. Entonces, advierte la expresión de Blanche. Se
adelanta, recoge dos vestidos de Stella tirados y se encamina hacia la puerta de la
calle) Esto está un poco revuelto, pero da gusto verlo cuando está limpio.
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MITCH: ¿De modo que usted es la hermana de Stella? Stella habló de usted (Frota
un manzana que se encuentra contra su ropa) Stella me mostró una fotografía de su
casa natal. Una casa grande, muy grande, de columnas blancas.
(Se va)
Blanche mira a su alrededor. Da unos pasos con indecisión, vuelve, mira una
botella de whisky. Se adelanta hasta la mesa, se sirve un respetable trago, bebe,
deja el vaso sobre la mesa. Se acerca con aire vacilante a la silla y se sienta. Se oye
por la derecha el chillido de un gato. Blanche se levanta de un salto, sobresaltada.
Se sienta nerviosa. Silencio. Entra precipitadamente Stella.
BLANCHE: ¡Mi hermanita! (Luego con febril vivacidad, como temiendo que ella
piense más de la cuenta) Vamos, déjame que te mire. (Le vuelve la espalda) ¡Pero tú
no me mires! ¡No, no, no, no! ¡Sólo debes mirarme después, cuando me haya bañado
y descansado! ¡Y apaga esa luz! ¡Apágala! ¡No quiero que me miren bajo su
despiadado resplandor! (Stella ríe, va hacia el interruptor y la complace. La
violenta luz que ha inundado el escenario se esfuma) ¡Ahora vuelve aquí! (Vuelve a
abrazar a Stella) ¡Creí que nunca vivirías en esta horrible casa! ¿Qué he dicho? ¡Oh!
No quise decir eso. Quise ser amable y... Aún no me has dicho una sola palabra.
BLANCHE: Bueno, vamos, te toca hablar a ti. Habla, mientras busco un poco de
licor. Sé que debes tener alguno por aquí. ¿Dónde estará? ¡Oh, ya lo veo! ¡Ya lo veo!
Está trémula, jadeante y procura reír. Poco falta para que se le caiga de las manos.
Stella se le acerca y le quita la botella.
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Silencio incómodo
BLANCHE: (Casi repentinamente) Me basta con agua para el whisky. Vamos, no te
preocupes. Tu hermana no se ha convertido en una borracha. Sólo está extenuada y
acalorada y sucia... Siéntate y explícame qué significa esto. ¿Qué diablos estás
haciendo en semejante casa?
BLANCHE: Oh, no seré hipócrita. Seré sincera y crítica. Nunca, nunca, nunca, ni en
mis peores sueños, pude imaginarme... ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me
escribiste? ¿Por qué no me avisaste, querida?
STELLA: Gracias.
STELLA: No me has dado una sola oportunidad de decir gran cosa, querida. De
modo que me acostumbré a callar a tu lado. ¿Quieres otro whisky?
STELLA: ¿Seguro?
BLANCHE: (Se mira en el espejo que pende sobre el tocador y se vuelve hacia su
hermana) No has dicho una sola palabra sobre mi aspecto. (Ve la botella sobre la
mesa de la sala, rápidamente va a ella. Stella la sigue) Sólo beberé un sorbito más
(Se sirve) ¡De modo que guarda la botella! ¡Guárdala! Así no me sentiré tentada.
(Bebe y le tiende la botella a Stella, Blanche bebe) ¡Quiero que mires mi figura! No
he aumentado un solo gramo en diez años. Peso lo mismo que pesaba el verano en
que te fuiste de la casa. El verano en que murió papá y nos dejaste. (Tocándose la
frente, con dedos trémulos) ¿No hay más habitaciones? No sé dónde vas a
acomodarme.
BLANCHE: Maravilloso, querida. Pero no hay puerta entre las habitaciones y... ¿Será
decente, eso? He traído algunos vestidos bonitos para recibir a todos los simpáticos
amigos de la casa.
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STELLA: Temo que no te parecerán simpáticos.
Silencio incómodo
STELLA: ¿Qué?
BLANCHE: Bueno... Vas a hacerme un reproche. Lo sé. Pero antes de hacerlo... Ten
en cuenta que... ¡Te fuiste! (Se acerca hacia ella) ¡Yo me quedé y luché! ¡Tú viniste y
miraste por ti misma! ¡Yo me quedé! No te lo digo para reprochártelo, pero toda la
carga cayó sobre mis hombros.
STELLA: ¡Basta de arranques histéricos y dime qué pasó! ¿Qué quieres decir con eso
de que…?
BLANCHE: Ya sabía yo que me dirías eso, Stella. ¡Ya me imaginaba que asumirías
esa actitud!
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STELLA: ¿Con respecto... a qué?
BLANCHE: La casa…
BLANCHE: Si.
Un tren pasa ruidosamente por las vías. La pausa del diálogo para que se oiga el
ruido del tren no es larga.
STELLA: (Se levanta, avanza y mira a Blanche) Pero... ¿Cómo se perdió? ¿Qué
pasó?
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ESCENA 2
STANLEY: ¡Nena!
BLANCHE: Si.
STANLEY: Tanto gusto. No sabía que usted vendría a la ciudad. (Alza la botella para
ver cuánto queda) El licor desaparece pronto cuando hace calor. ¿Quiere un trago?
Stanley se quita una camisa y se queda con una camiseta blanca, preferiblemente
mojada, supuestamente de sudor.
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Hay ruidos fuera, voces lejanas, gente peleando.
Escena 3
Stella llega cambiada, lleva un vestido de colores vivos. Stanley la mira y habla casi
con un tono de coquetería.
STANLEY: Hola…
STELLA: Tomando un baño caliente, para aplacar sus nervios. Está afligidísima.
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STANLEY: ¿Cómo?
STELLA: Y procura comprenderla y ser buena con ella... (Ambas cambian una
mirada) Ella no esperaba encontrarnos en una vivienda tan pequeña… Y admira su
vestido y dile que está maravillosa. ¡Es su debilidad!
STELLA: Será mejor no hablar mucho del asunto hasta que se haya calmado.
STELLA: No, nada. No hay documentos. Parece que la casa no fue vendida.
STELLA: Ya te sobrará tiempo para hacerle esas preguntas, pero si lo haces ahora,
volverá a enfermarse. No entiendo qué ha pasado con la casa, pero no te imaginas
qué ridículo estás al insinuar que mi hermana o yo o cualquier otra persona de
nuestra familia podamos haber estafado a alguien.
Stanley la coge del brazo repentinamente y con fuerza la lleva hasta donde está la
maleta de Blanche.
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STELLA: (Enfrentándose) ¿Te quedarás aquí para insultarla?
Entra Blanche, trae un vestido en las manos y lleva puesto una vaporosa bata de
baño. Stanley la mira, cambia la vista y enciende un cigarro.
STANLEY: Diga.
STANLEY: Perfectamente.
BLANCHE: ¡Muchas gracias! ¡Ahora, los botones! (Le vuelve la espalda) (Un
instante y lo mira.) ¿Me deja probar su cigarro?
BLANCHE: (Tomándolo) ¡Oh, gracias! Parece que he dejado mi maleta en mal sitio.
STANLEY: Tiene suerte de tener tantos lujos, Stella apenas tiene ropa.
STELLA: (Jalando del brazo derecho a Stanley) Bueno. Entonces, ven conmigo.
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BLANCHE: Bueno, un momento solamente... (Se acerca a Stella y le dice con
vivacidad, mientras Stanley se aparta un poco) Querida, hazme un favor. ¡Creo que
se acabaron los cigarros! ¿Te importa si buscas? ¿Harás eso por mí, querida? Por
favor... Por favor...
BLANCHE: Cartas de amor. Amarillas de vejez, y todas del mismo. (Stanley toma las
cartas. Blanche, con un grito) ¡Devuélvemelas!
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BLANCHE: (De rodillas) Poemas. Los escribió un joven que ha muerto. ¡Lo herí
como quería herirme usted a mí, pero no puede hacerlo! Ya no soy joven y
vulnerable. Pero mi joven marido lo era, y yo... Bueno, qué más da.
STANLEY: ¿Qué quiere decir con eso de que tendrá que quemarlas?
STANLEY: (Recogiendo los papeles) Tengo un amigo abogado que los estudiará a
fondo.
BLANCHE: ¡Oh, supongo que no le entusiasma el perfume del jazmín, pero quizá no
tenga importancia! El asunto está liquidado. Estoy temblando un poco aún, pero creo
haberlo manejado bien. ¿Por dónde nos vamos ahora?
Escena 4
Stanley se queda un momento sin hacer nada, luego se levanta, se pone los guantes
de boxeo y comienza a practicar. Está visiblemente incómodo. Un tiempo, se sienta,
bebe, se tumba sobre una silla, quizá sobre la mesa. En cada sección de momentos
la luz va disminuyendo hasta quedar casi todo a oscuras.
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BLANCHE: No está tan alto…
MITCH: (Entrando) Vi las luces, estaba afuera… Oí música, y venía a ver si querían
tomar algo. ¿Puedo?
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MITCH: Una historia muy triste. Sabía que se estaba muriendo cuando me dio esto.
Era una muchacha muy extraña, muy dulce...
BLANCHE: Creo que el dolor mueve a la sinceridad. La poca sinceridad que existe se
nota en la gente que ha sufrido.
BLANCHE: Claro que sí. Muéstreme a una persona que no haya sufrido y ahí tendrá
usted a un ser superficial. ¿Haría usted algo por mí?
MITCH: Con mucho gusto… Creo que debemos parecerle una pandilla bastante
tosca.
MITCH: Eso es muy conveniente. ¿Ha venido a pasar algún tiempo con su hermana?
BLANCHE: Adivine.
BLANCHE: (Enciende la radio, se oye música) No, tengo la desgracia de ser maestra
de inglés. ¡Procuro inculcarles a respeto por Whitman… Poe!
MITCH: Creo que algunos de ellos se interesan más por otras cosas.
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Blanche pone su mano sobre la de Mitch. Mitch murmura: «Discúlpeme» y
retrocede, en el preciso instante en que Stella entra)
STELLA: (Gritándole a Stanley, mientras se lanza hacia ella) ¿Qué estás haciendo
con mi radio? (Stanley ha sacado ya la radio de su lugar, va hacia la ventana y la tira
por allí, mientras Stella se aferra por detrás. Stanley dice: «Apártate»y se
desembaraza de ella.) ¡Borracho! ¡Borracho! ¡Bestia!
Se oye un golpe detrás de la puerta. Stella profiere un alarido. Blanche grita. Aferra
del brazo a Mitch, incitándola a ayudar a Stella. Mitch va presurosamente para
ayudar a separar a Stanley de Stella.
MITCH: ¡No saldrá, de modo que más vale que te calles! ¡O llamaré a la policía!
Stella sale. Se detiene cerca del último peldaño. Stanley cae de rodillas y oprime el
rostro contra el vientre de Stella. Llora. Se levanta y la toma en sus brazos. Los pies
de ella no tocan el suelo.
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Se apagan las luces de las habitaciones, salvo el débil resplandor que se filtra por la
puerta entreabierta.
BLANCHE: Pues no sé… De pronto salen gritando, luego entran corriendo… y ahora
están ahí… en el cuarto.
MITCH: (Acercándosele) No hay por qué asustarse. Están locos el uno por la otra.
MITCH: Es una vergüenza que esto haya ocurrido precisamente cuando usted acaba
de llegar. Pero no lo tome en serio...
BLANCHE: Hay tanta confusión en el mundo... ¡Gracias por haber sido tan amable!
Ahora necesito bondad.
ESCENA 5
En las primeras horas de la mañana siguiente. Se oye aún los ruidos, mientras
vuelve a iluminarse la escena. Blanche estaba impaciente, sentada en cualquier
lugar. Parece que llevara mucho tiempo esperando. Entra Stella adormilada.
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Blanche profiere un grito que parece un gemido, se lanza al dormitorio y se detiene
junto a su hermana, en un arranque de histérica ternura.
STELLA: Sí.
BLANCHE: ¿Volverá?
BLANCHE: ¿Por qué? ¡Poco me faltó para enloquecer cuando descubrí que habías
cometido la locura de volver aquí después de lo sucedido! Iba a llamar a la policía...
BLANCHE: ¿En qué estabas pensando? (Stella hace un gesto vago) ¡Contéstame!
¿En qué? ¿En qué?
BLANCHE: (Sentándose frente a ella, le toma la mano) Muy bien. Ahora, te repetiré
con serenidad mi pregunta. ¿Cómo pudiste volver aquí anoche? Y dormir con él
después de...
STELLA: (Se levanta con aire tranquilo y sin prisa, y se despereza) Había olvidado
lo excitable que eres. Estás haciendo demasiado alboroto por esto.
STELLA: Sí. Comprendo la mala impresión debió causarte eso y lamento muchísimo
que haya sucedido, pero dista de ser tan serio como pareces creerlo. (Blanche se
levanta y va al fondo) En primer lugar, cuando se bebe sin control puede suceder
cualquier cosa. Él no sabía lo que hacía... Y se siente realmente muy, pero muy
avergonzado de sí mismo.
STELLA: (Levantándose) No, no está bien que uno haga semejantes escenas, pero...
La gente suele hacerlas. En una pelea siempre se rompen cosas.
BLANCHE: ¿Qué...?
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STELLA: ¿Ya desayunaste?
BLANCHE: ¿En mi opinión? Estás equivocándote si crees que puedes vivir así toda la
vida.
STELLA: ¡No!
BLANCHE: Sí que lo estás. ¡Tu situación es peor que la mía! Y encima no eres
razonable. Yo todavía tengo esperanza. ¡Voy a coger ánimos y a empezar una nueva
vida!
BLANCHE: Pero tú te has rendido. ¡Y eso no está bien! ¡Tú no eres vieja! Puedes
liberarte.
STELLA: He dicho que no estoy atada a nada. Supongo que debemos ser tolerantes
con los hábitos de los demás.
BLANCHE: No te entiendo. ¡Y basta! Deja eso, no quiero que limpies. ¡No toques lo
que ha desordenado ese!
BLANCHE: Necesitamos dinero. Llamar algún amigo, pedir algo para empezar,lo
primero es sacarte de aquí, luego veremos…
STELLA: Deja simplemente las cosas así, al menos por... Algún tiempo… Cuando
hayas descansado un poco, verás que todo irá bien. No tienes por qué preocuparte
por nada mientras estés con nosotros. Me refiero... a los gastos.
BLANCHE: ¡Tengo que planear por las dos la manera de salir de aquí!
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STELLA: ¡Tienes que parar, por favor!
STELLA: Hay cosas que pasan, pero lo que siento, es más fuerte que los problemas,
sentimientos que parecen nacer de la oscuridad…
BLANCHE: Pues bien... Perdóname, pero... ¡Es vulgar! Entiendo que vivas en estos
barrios, alejada, fuera de los demás… debe ser difícil que todo el mundo te vea con...
BLANCHE: ¡Lo supones! ¡No puedes haber olvidado nuestra educación, hasta el
punto de suponer siquiera que tiene algo de lógica! Supongo que me odiarás por
haberte dicho esto... ¿Verdad?
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BLANCHE: ¡Actúa como un animal, tiene los hábitos de un animal! ¡Come como un
animal, se mueve como un animal, habla como un animal! Y tú... Tú estás aquí...
¡Esperándolo! ¡ Esperando un golpe, o tal vez una discusión y al final sus besos!
Saca una botella de cerveza y la abre. Hay una pausa y ambas hermanas
intercambian una larga mirada.
ESCENA 6
Un tiempo, la canción casi llega a su fin, la poca luz deja ver casi un oscuro, entra
Stanley, entra la luz, no tan fuerte, es de noche, quizá Blanche esté entre poco
dormida y algo cansada. Stanley ve su botella de cerveza vacía, se incomoda, busca
otra nueva, bebe, mira a Blanche. Hay alguna camiseta regada por el lugar,
Stanley la ve, decide cambiarse y se cambia de espaldas delante de Blanche, Stanley
se acerca a Blanche y se inclina hacia ella mientras bebe.
STANLEY: (Inclinado sobre la mesa) Pues este alguien que se llama así tiene la
impresión de haberla reconocido ayer, pero supongo que debe haberla confundido
con alguna otra persona, porque esa otra persona es alguien a quien conoció en un
hotel llamado El Laurel.
BLANCHE: (Riendo jadeante, mientras se toca las sienes) Temo que debe haberme
confundido con esa «otra persona». ¡El hotel Laurel es uno de esos establecimientos
en los cuales yo no me atrevería a dejarme ver!
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STANLEY: Pensé que Peter debía haberla confundido... Pero va y viene de Laurel sin
cesar, de modo que puede verificar el asunto y aclarar cualquier error. (Blanche
cierra los ojos, como próxima a desmayarse)
BLANCHE: (Desfallece, casi con pánico) ¿Qué has oído decir de mí?
Se oye el viento.
BLANCHE: No fui tan buena durante los dos últimos años, cuando la casa empezó a
escurrírseme de entre los dedos. Nunca fui lo bastante dura ni independiente. La
gente débil debe brillar y dar resplandor. Tiene que usar colores suaves, como las alas
de las mariposas. Pero no basta con ser suaves. Hay que ser suave y atractiva... Y yo,
me estoy marchitando, ahora. No sé hasta cuándo podré seguir engañando a la gente.
¿Me escuchas?
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STELLA: (Bajando los ojos para rehuir la mirada de Blanche) Nunca te escucho
cuando dices cosas enfermizas.
BLANCHE: ¡Ya lo sé, no lo haré! ¡Te fastidian mis sentimentalismos! Pero créeme…
¡No te imaginas lo que siento! ¡No me quedaré mucho tiempo! ¡No! Te prometo que
yo...
STELLA: Ya viste que fueron a buscar más, debes esperar un poco, ¿Tanta falta te
hace?
BLANCHE: Lo que quiero decir es que... Él me cree... ¡Decente y casta! ¿Sabes? (Ríe
ásperamente) Quiero hacerle esperar un poco, el tiempo suficiente para que... Para
que me necesite...
STELLA: (Abrazando a Blanche, que se acurruca en sus brazos) Dices cosas a veces
que me asustan.
BLANCHE: No hace mucho, entre clase y clase, ya de tarde, voy por el pasillo del
fondo, que casi nunca es frecuentado… iba al baño, siempre voy por éste pasillo para
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no dar tanta vuelta. Paso y veo la puerta entreabierta. La puerta trasera de la oficina
de recaudación, da a ese pasillo...
BLANCHE: Me acerco a cerrar la puerta, pero vi sobre la mesa, los típicos sobres
grandes que usamos para guardar el dinero.
BLANCHE: Fuí con la intención de cerrar la puerta, no sabía cómo la pudieron dejar
abierta, quizás, salieron al baño, regresarían pronto por el pasillo, así que no tenía
mucho tiempo...
BLANCHE: No pude evitar coger un sobre, fue algo sin pensar… Algo que se hace por
impulso, como si...
BLANCHE: Yo saldré un momento, necesito un poco aire, he estado aquí todo el día.
STELLA: Si, hemos hablado mucho, hasta mañana. (Se va sin apenas mirar a nadie)
ESCENA 7
BLANCHE: Bueno...
MITCH: Le diría que tomara una cerveza conmigo… pero para usted, debe ser muy
tarde... Y seguro está cansada...
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BLANCHE: (Riendo, con aire sombrío) ¿Sigue chirriando sobre las vías a estas
horas?
BLANCHE: No, querido... Ésa es la llave de mi baúl, que pronto habré de preparar.
BLANCHE: (Mirando las estrellas) He pasado aquí más tiempo del que debía.
BLANCHE: Abra la puerta mientras miro por última vez el cielo. (Contempla
fijamente las estrellas. Mitch abre la puerta, repone la llave en la bolsa de Blanche,
y se queda parado con aire torpe, detrás de ella) Bueno... Supongo que usted...
Querrá irse, ahora...
BLANCHE: ¿No le parece que estamos ya muy crecidos para estar pidiendo besos?
BLANCHE: (Apartándose un poco) Creo que usted está acostumbrado a las mujeres
a quienes les gusta perderse. Ésas que se pierden inmediatamente, en la primera cita.
MITCH: (Dando un paso hacia ella) Me gusta que usted sea como es, exactamente
tal como es, es verdad, ya estamos crecidos para pedir permiso (Blanche lo mira
gravemente y luego estalla en carcajadas, ocultando la cabeza contra el hombro de
Mitch.) ¿Se ríe de mí?
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BLANCHE: (Acariciándole la mejilla) No, no... No me río de usted. (Entra en el
apartamento, él la sigue.) El “señor” de la casa no han vuelto aún, de modo que entre.
Nos echaremos un trago de medianoche. No encendamos las luces... ¿No le parece?
BLANCHE: (Llevándole dos vasos y empujándolo aún más al interior) ¡Quiero que
usted beba! ¡Se ha mostrado inquieto y solemne durante toda la noche! Ambos
hemos pedido demasiadas veces “permiso" (Blanche está encendiendo un fósforo)
Estoy encendiendo una vela.
MITCH: (Alzándola en vilo y la hace girar en torno suyo) Usted es liviana como una
pluma.
BLANCHE: (Mitch la baja, pero sin soltar su talle. Ella simula recato) Ahora, puede
soltarme.
BLANCHE: Vamos, El hecho de que su amigo no esté en casa no es motivo para que
usted no se comporte.
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MITCH: (Oprimiéndola contra ella) Abofetéeme, simplemente, cuando exceda los
límites.
BLANCHE: No sé...
MITCH: Claro.
BLANCHE: (Dando un paso hacia Mitch) ¿Le ha hablado de mí? (Vuelven los
ladridos)
BLANCHE: Le diré...
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aguantarme a mí, contrariando tanto sus deseos al parecer... ¡Sin duda, le habrá
dicho lo mucho que me odia!
BLANCHE: Me odia. La primera vez que lo vi, pensé: «¡Ése es mi verdugo! ¡Me
destruirá!». A menos que... Bueno yo siempre hablando de mí… Dígame algo que no
le ha dicho nunca a nadie.
MITCH: No vivirá mucho. Quizá sólo le quedan unos pocos meses de vida y le
preocupa que mi porvenir no esté resuelto. Quiere que me establezca antes de que
ella...
MITCH: Ella todavía tiene esperanzas que yo… Encuentre una mujer... ver sus nietos,
esas cosas…
BLANCHE: Era un niño, nada más que un niño, cuando yo era una muchachita aún.
No hace tantos años (Ríe), descubrí... El amor: De golpe y en forma muy completa,
demasiado completa. Fue como si a una le mostraran bajo una luz cegadora algo que
siempre había estado en la penumbra; así descubrí el mundo. Pero fui desdichada.
Me desilusioné. En aquel niño había algo distinto, una nerviosidad, una suavidad,
una ternura que no parecían humanas... Acudió a mí en busca de ayuda. Temblaba
aferrándose a mí... No sabía nada, salvo que lo amaba insoportablemente, sin poder
ayudarle ni ayudarme a mí misma. Luego, lo descubrí. En la peor de las formas
imaginables. Entrando repentinamente en una habitación, que creía vacía... el niño
con quien me había casado estaba con un hombre mayor que él, su amigo desde
hacía años... (Blanche se interrumpe, se levanta, se escucha Summertime por Ella
Fitzgerald) Salió corriendo. Unos pocos instantes más... ¡Y sonó un tiro! Salí a toda
prisa, todos salimos... ¡Y rodeamos aquella cosa horrible que estaba al borde del lago!
No pude acercarme, había demasiada gente. Entonces, alguien me cogió el brazo. ¡No
se acerque más! ¡No querrá verlo! ¿Ver? ¿Ver qué? ¡Se había metido un revólver en la
boca y había disparado, volándose... La tapa de los sesos! (Desfallece) Fue porque, no
pudiendo contenerme, yo le había dicho de improviso: ¡Me das asco! (Vuelve a oírse
Summertime) Y entonces, el reflector que iluminaba el mundo se apagó y nunca
hubo para mí desde aquel día una luz más intensa que la de esta vela de cocina...
(Mitch se levanta, se le acerca, se queda a su lado)
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MITCH: Usted necesita a alguien. Y yo también. ¿Podríamos unirnos usted y yo?
(Ella se vuelve, lo mira, se abrazan, se besan)
Últimos compases de la canción y ruido cercano del tren, apagan la vela, oscuro
leve. Llega la luz de otro dia.
ESCENA 8
STELLA: En el baño.
STELLA: Últimamente has estado haciendo todo lo posible por herirla. Ella es
sensible. Debes comprender que nos hemos criado en un ambiente muy distinto del
tuyo.
STANLEY: Eso me han dicho. ¡Y dicho y dicho y dicho mil veces! ¿Sabes que nos ha
estado metiendo un montón de mentiras?
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STELLA: No, no lo sé... Y no quiero oír...
STANLEY: (Hablando casi al mismo tiempo que ella) Pues sí que lo ha hecho. ¡Pero
he descubierto ciertas cosas!
STELLA: (Volviendo a la mesa, se sienta en una silla) Ahora, haz el favor de decirme
sin gritar lo que crees haber descubierto sobre mi hermana.
STANLEY: Mentira Número Uno: ¡Es una lástima que no hayas oído las cosas que le
ha estado diciendo a Mitch! ¡Se ha estado besando con mi amigo! ¡Para que lo sepas,
tu hermana, tan vieja que está, no es un ejemplo de pureza!
STANLEY: Uno de los que trabajan en el bar me ha contado y sabe todo lo que hay
que saber sobre “la honorable dama”, y todos en su barrio también lo saben. Es tan
famosa en el pueblo como el presidente de Estados Unidos… ¡Sólo que nadie la
respeta! Ese proveedor, cuando va a donde ustedes vivieron, para en un hotel
llamado El Laurel
STANLEY: ¡Eso sucedió cuando la casa se escurrió de entre sus blancos dedos de
azucena! ¡Se trasladó a El Laurel! ¡Un hotel de segunda categoría que tiene la ventaja
de ser más permisible que los demás! ¡El Laurel estaba habituado a todo género de
cosas! ¡Pero hasta la gerencia se impresionó con Madame perfecta! ¡En realidad,
tanto que le pidieron que les devolviese la llave de su cuarto!... ¡Para siempre! Esto
sucedió un par de semanas antes de que apareciera aquí. Ella te ha engañado tanto
como a Mitch. (Trata de rodearla con el brazo, ella se zafa)
STELLA: (Volviéndose) ¡Eso es mera invención! ¡No contiene una sola palabra de
verdad!
STANLEY: ¡La gente se asustaba después de dos o tres citas con ella y se iba, y “su
santidad" buscaba otra, con las mismas fábulas, la misma comedia, la misma
patraña! ¡Pero el pueblo era demasiado pequeño para que esto pudiera proseguir
eternamente! Y, con el tiempo, la señora se convirtió en el personaje más conocido de
Laurel. La consideraban, no sólo distinta, sino francamente... Chiflada. Y la han
alejado de allí como si fuera veneno. Por eso está aquí en este verano Su Alteza Real
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de visita, haciendo toda esta comedia... Sí. Lo cual nos lleva a la Mentira Número
Dos.
STELLA: (Con la cabeza inclinada sobre la mesa, de espaldas al público) ¿Hace falta
hablar de éstas cosas ahora?
STANLEY: ¡Le dijeron que era mejor que se marchara a otra parte, fue prácticamente
como si la hubieran expulsado del pueblo!
BLANCHE: ¡Querida!
STELLA: Ya voy...
STELLA: (Se vuelve hacia él) Vamos a pasar éste día lo mejor que podamos, luego yo
hablaré con ella.
STANLEY: ¿Sí…?
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STANLEY: (Incómodo, después de una pausa) No lo esperes esta noche. (Va hacia el
centro. Stella hace una pausa en su tarea y vuelve los ojos lentamente hacia Stanley)
STANLEY: (La interrumpe) ¡Así es! ¡Se lo dije! ¡La conciencia me habría
atormentado durante el resto de mi vida si, conociendo todas esas historias, hubiese
dejado que pasara algo más. Imaginate que vaya a su casa y le roba. Estaríamos en la
calle inmediatamente. (Se va)
STELLA: (Siguiéndolo) ¿Le has dicho a un extraño que mi hermana es una ladrona?
STANLEY: (Enfrentando a Stella) Hago lo que tenga que hacer para que no nos
echen a la calle. Igual si sigue aquí vamos a tener que pagar más, ya me lo
insinuaron… (evadiendo, aunque molesto se dirige a la zona del baño) ¡Hermana!
¡Eh, hermanita! ¿Me deja entrar en mi cuarto de baño, por favor?
BLANCHE: (Contestándole a través de la puerta) ¡Sí señor! ¡No faltaría más! ¿Puede
esperar un segundo a que me seque?
STANLEY: Después de haber esperado una hora, creo que un segundo pasará pronto.
STANLEY: (Volviéndose hacia Stella) Sólo estará aquí hasta el martes. Tú lo sabes...
¿verdad? Para asegurarme, yo mismo le compré el billete. ¡Un billete de autobús!
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STANLEY: (Se libera de Stella. Va hacia la puerta del cuarto de baño y la golpea
repetidas veces) ¡Eh! ¡Qué diablos! ¡Salga del baño!
Stella se acerca a Stanley. Se abre la puerta. Blanche sale, con una alegre
carcajada.
BLANCHE: ¡Oh, me siento tan bien después de mi largo baño caliente! ¡Tan bien y
tan fresca y... Descansada!
Se oye a lo lejos el tren, musica, autos, ladridos, la ciudad que sigue la vida.
Cambia la luz suavemente en descenso, casi lentamente se van sentando a la mesa,
Stanley se incorpora cuando sale del baño, el sonido de la ciudad es más fuerte, la
penumbra inunda la escena, casi solo se aprecian sombras, están sentadas en la
mesa y una silla vacía.
ESCENA 9
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STELLA: Sí, cuéntanos uno tú, Blanche. Solías saberte toda clase de chistes… No
espera, igual antes tengo que recoger todo este desastre que han echado sobre la
mesa. (Con Stanley) Ve a lavarte que yo volveré a limpiar todo.
Pausa. Stanley mira a Stella. Repentinamente, con un rápido golpe, rompe el plato
y con un movimiento circular del brazo, arroja los restos del plato, los cubiertos y
los residuos de la comida al suelo. Blanche lanza un grito de susto y aparta los ojos.
Stella mira absorta a Stanley, que se levanta y lo enfrenta del otro lado de la mesa.
Tiende la mano hacia los demás platos. Stella los protege. Stanley mira a las
mujeres y sale.
BLANCHE: ¡Creo que te ha dicho algo sobre Mitch y sobre mí! ¡Creo que sabes por
qué no ha venido Mitch esta noche, pero que no quieres decírmelo! (Stella menea la
cabeza con aire de impotencia. Blanche, repentinamente, se pone de pie) Voy a
hablarle.
BLANCHE en el teléfono
Blanche cuelga el auricular. Se queda parada con aire impotente junto al teléfono,
mirando a su alrededor.
STANLEY: (Va hacia Stella. La obliga a volverse hacia ella y la sostiene torpemente
en los brazos) Stella, todo marchará bien cuando ella se haya ido. Todo volverá a
marchar perfectamente entre tú y yo, como antes. ¿Recuerdas cómo vivíamos? ¿Las
noches que pasábamos juntos? ¡Dios mío, tesoro, qué buena será la vida cuando
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podamos hacer ruido de noche como antes y no esté la hermana de nadie detrás de
las cortinas oyéndonos!
BLANCHE: Eso no tiene excusa posible. No tengo por qué soportar insultos. No lo
dejaré pasar así como así.
STANLEY: (Yendo hacia el teléfono, la aparta) Yo no estoy segura. Quédese sentada.
(Atiende el teléfono.) Hola… si… vaya, no era nadie.
BLANCHE: Oh, no me toques, Stella. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras con ese aire
compasivo?
STANLEY: (Va hacia Blanche. Stella sigue en pie, sin moverse. Stanley llevándose la
mano al bolsillo de la chaqueta, con hipócrita amabilidad) Hermana Blanche, tengo
un regalito de cumpleaños para usted. (Saca el sobre con el billete del autobús y lo
abre a medias)
STELLA: (Siguiéndola) No tenías por qué ser tan cruel con una mujer tan solitaria
como ella.
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Stanley evitando la discusión, intenta aparentar normalidad y hace por irse.
STANLEY: Claro.
STELLA: Pues no irás. (La agarra del brazo) ¿Por qué has hecho eso?
STANLEY: ¡Suéltame!
STELLA: (Con frenesí) ¡Quiero saber por qué! ¡Dime por qué!
STELLA: (Aferrándose a la puerta de la calle para no caerse, con voz débil) Llévame
al hospital...
Esa misma noche, un poco más tarde. Las escena está vagamente iluminada.
Blanche se halla sentada en una postura tensa, con un vaso en la mano. En sus
oídos, Viste en ropa de dormir. Ha estado bebiendo para huir de la sensación de
catástrofe que la está envolviendo. El ventilador del dormitorio gira, casi
silenciosamente. En la calle, la Florista, pregona: «Flores para los muertos.
Coronas. Flores.» Entra Mitch. Va presurosamente hacia la puerta del
apartamento y llama. No hay respuesta. Repite el golpe. Deja de oírse las voces
fantasmales del pregón.
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entrar en la habitación vagamente iluminada) ¡Mitch! ¡No debí dejarlo entrar
después de la forma como me trató esta noche! Con todo, le perdono. Le perdono
porque me alivia tanto verle... Cuando lo vi, desapareció la melodía esa que me
resonaba en la cabeza. ¿Le ha perseguido alguna vez una melodía?
Silencio.
MITCH: No quiero.
Se escuchan los ladridos, autos que pasan y demás sonidos de ciudad, de vez en vez
la misma voz que pregona: «Flores para los muertos. Flores.» Blanche visiblemente
descompuesta, no sabe si sentarse, levantarse, caminar, salir o quedarse, se siente
observada por Mitch, no está cómoda.
BLANCHE: Esta noche pasa algo, pero no importa. (Al oír la música, se aparta) No...
voy a rebajarme a preguntar porque no ha venido, es mi cumpleanos, era mi invitado.
La única persona en el mundo a la que estaba esperando. Simplemente... (Se toca con
aire indeciso la frente.) ...¡Fingiré que no advierto nada de distinto en usted! Esa
música..., de nuevo.
BLANCHE: Esos ruidos y esas voces, la gente en la calle, no sé, todo allá afuera hace
ruido, tiene que oírlo igual… No me diga que no, la misma canción de aquella noche
en la que Allan… A veces me parece oír un disparo. ¿No escuchó? ¿Un disparo?
BLANCHE: Veré qué puedo hallar en materia de... (Vuelve a ella) Oh, a propósito,
discúlpeme por no haberme vestido. ¡Pero, prácticamente, yo había renunciado a
usted! ¿Se le olvidó su invitación a cenar?
BLANCHE: ¡Espere! ¡No oigo lo que me dice y usted habla tan poco, que cuando dice
algo no quiero perderme una sílaba!
BLANCHE: ¿En qué piensa? (Se le acerca un poco) ¡Veo algo en sus ojos!
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MITCH: ¡Encendamos esta luz!
BLANCHE: Era allí donde llevaba a esos desconocidos. (Pausa) Sí, tuve muchas
intimidades con extraños. Después de la muerte de Allan... Sólo podían llenar el
vacío de mi corazón, al parecer, las intimidades con extraños. (Pausa) Creo que era el
pánico... simplemente el pánico lo que me empujaba de uno a otro, buscando alguna
protección... En los lugares más inverosímiles. Hasta la busqué, por fin, en cada uno
y nunca pude encontrarla (A Mitch) De manera que vine aquí. No tenía adónde ir.
Estaba liquidada. ¿Sabe qué significa estar liquidada? Mi juventud había
desaparecido repentinamente como el chorro de agua de un surtidor y... Te conocí.
Usted me dijo que necesitaba a alguien. Bueno... Yo necesitaba a alguien, también.
Parecías tan amable... Una grieta en la roca del mundo, una grieta en la cual yo podía
ocultarme! (Blanche va hacia Mitch y lo toca. Él retrocede) ¡Pero supongo que pedía
demasiado, que confiaba en obtener demasiado! (Se oye acercarse el pregón,
«Flores, para los muertos», se distingue vagamente al principio y luego con más
claridad)
BLANCHE: ¿Qué? Oh, hay alguien afuera… (Se lanza al apartamento, cerrando con
un portazo) ¡No, no! ¡Ahora, no! ¡Ahora, no! (Acercándose lentamente a la mesa) Yo
vivía en una casa donde las viejas moribundas recordaban a sus hombres muertos...
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de sangre... ¡Hay que cambiarle la ropa de cama!... Todo ha desaparecido, menos…
La muerte. Yo solía sentarme ahí y ella, allá, y la muerte estaba tan próxima como
usted. La muerte… El deseo.
ESCENA 10
Esa noche, pocas horas después. Entra Stanley. Blanche está algo más tranquila.
STANLEY: Ya mejor, solo tuvo, un shock, estará sedada hoy y mañana iré a buscarla.
BLANCHE: No hace falta que lo diga, ya tengo todo casi listo… Se cierran unas
puertas y se abren las del cielo.
Hay un silencio tenso, no saben que hacer ni decir, Stanley ha traído una botella
envuelta en papel, la desenvuelve, bebe, Blanche se siente tentada, pero se resiste a
mirar o pedir bebida. Stanley pone música en la radio o un viejo tocadiscos, bebe un
gran trago, quizá tose un poco, reacciona ante el sorbo. Unas miradas entre ambos.
Blanche nerviosa pero sin decir palabra. Stanley empieza a desabotonar la camisa
que trae.
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BLANCHE: (Moviéndose con indecisión) Vaya a su habitación antes de seguirse
desvistiendo.
STANLEY: Por ahora, no me quitaré más que eso. ¿Qué me dice, hermanita?
¿Tomamos un trago?
STANLEY: Me sorprende…
STANLEY: No, no hablo de la sorpresa que haya rechazado un trago. Aunque de paso
le digo, la verdad me sorprende… Pero no hablaba de eso. Me refiero a que estoy
sorprendida por ese repentino enamoramiento, no sabía que le gustaban también los
mayores.
Puede haber un intento de ambos de moverse a otro sitio, pero no lo hacen, hay un
silencio tenso, se oye la música.
BLANCHE: Y luego, volvió. Volvió con una ramo de rosas a pedirme perdón. Imploró
mi perdón. Pero hay cosas imperdonables. La crueldad deliberada es imperdonable.
(Stanley se aleja un poco) Es lo único imperdonable. Y así se lo dije. Le dije: Gracias,
pero he cometido una estupidez al creer que podríamos amoldarnos algún día.
Nuestras maneras de vivir son demasiado distintas. Nuestro modo de pensar y el
ambiente en que nos hemos criado son incompatibles. En esas cosas, tenemos que
ser realistas. ¡De modo que adiós, amiga mío! Y que no haya rencores...
STANLEY: ¿Y si no le gustan los de clase baja? ¿Por qué todo esto? Los paseos, los
besos, las insinuaciones...
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STANLEY: ¿Entonces se va a casa de un “amigo”?
BLANCHE: Quería estar con mi hermana, pensé que aún me vería como su familia…
STANLEY: ¡Mentira!
STANLEY: ¡No hay tal amigo millonario y Mitch no volvió con rosas, porque yo sé
dónde está!
STANLEY: ¡No hay nada, nada más que imaginación y mentiras y engaños y más
mentiras! (Aferrándose al vestido de Blanche) ¡Y mírese! (Puede que le rompa
alguna parte) ¡Mírese a sí misma en ese disfraz de carnaval, alquilado en algún
trapero ¿Qué Reina cree usted ser?
STANLEY: ¿O qué?
Mientras, aferra la botella que está sobre la mesa, la rompe y esgrime la parte rota
hacia ella. Se escucha el Tren muy cerca, como si atravesara la casa, hay un
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forcejeo, Stanley le quita la botella a Stella, la tira al suelo, comienzan una pelea.
Terminan en el suelo tras la mesa y algunas sillas para no ver explicitamente el
resto del acto. Hay un cambio de luz drástico. Stanley se levanta. Puede ponerse la
camisa que está regada por el suelo, cerca de allí. Se va. Hay sonido de lluvia que
va apareciendo y se hace más fuerte. Blanche, desde el suelo se le oye llorar. Se
levanta tambaleándose y va al teléfono.
ESCENA 11
Aparece Stella, quiza con algun bolso, viene cansada. Las hermanas se miran.
Blanche intenta decir algo, según lo intenta, cambia de parecer, mira el teléfono y
luego a Stella, está perdida, divaga, a punto de un momento de llanto. Ha
amanecido.
STELLA: Sí.
Silencio.
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STELLA: (Dolorida) ¡Calla! ¡Calla, tesoro! Por favor.
Entra Stanley.
BLANCHE: ¡De modo que es para mí! ¿Es él… el amigo que espero?
STELLA: (Precipitándose) ¡Oh, Dios mío! ¡Ayúdame! ¡Oh, por favor, no le hagan
daño! ¿Qué le están haciendo? ¿Qué le están haciendo?
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STANLEY: (En voz baja, mirando hacia la puerta) ¡Eh! ¡Eh! Doctor, más vale que
entre.
MITCH: (Reteniéndola aún) Has hecho lo que debías, lo único que podías hacer. Ella
no podía quedarse aquí, no tenía adónde ir.
Blanche, se recupera algo nerviosa y como quien vive una alucinación, su maleta
está por alguna parte, sin llamar mucho la atención, en la trayectoria de salida de
Blanche, coge su maleta y continúa camino. Va al vacío, como quien camina hacia
la muerte.
BLANCHE: ¿Qué tal estoy? ¿Si? Bueno, gracias… ¿A dónde me lleva? Gracias... Que
gentil... Siempre he confiado en la amabilidad de los extraños…
Telón
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