Você está na página 1de 134

PROCESO Y REHABILITACIÓN

DE MIGUEL SERVET
José Antonio Valtueña
PROCESO Y REHABILITACIÓN
DE MIGUEL SERVET
José Antonio Valtueña
PROCESO Y REHABILITACIÓN
DE MIGUEL SERVET
José Antonio Valtueña
Edición: Francisco Giménez
Maquetación: Esther Amigó
Diseño de la cubierta: Isaac Chía

Edita:
AULA7ACTIVA-AEGUAE
Barcelona, España
E-mail: info@aula7activa.org / info@aeguae.org
Web site: www.aula7activa.org / www.aeguae.org

Edición digital en español, revisada; 2008

Es propiedad de:
© 1994, 2008, José Antonio Valtueña
© 2008, Aula7activa-AEGUAE, en versión digital para todo el mundo

Depósito Legal: B-7996-2008

José Antonio Valtueña


Proceso y rehabilitación de Miguel Servet / José Antonio Valtueña / ed. digital
en español – Barcelona: Aula7activa-AEGUAE, 2008.
130 págs.; 21 x 14,8 cm

Todos los derechos reservados al autor y los editores.


Se permite la impresión de las publicaciones de www.aula7activa.org solo para uso personal. No está auto-
rizada la reproducción total o parcial de esta publicación por cualquier medio o procedimiento para su difu-
sión pública, incluidos la reprografía, el tratamiento informático y su difusión por Internet, así como la distri-
bución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos, sin la autorización previa y por escrito de los
titulares del copyright. Los archivos informáticos de las publicaciones electrónicas no pueden ser manipula-
dos bajo ningún concepto.

Imagen portada: retrato de Miguel Servet (1607), grabado en cobre, por Cristoffel van Sichem “El Joven”
(c.1546-1624), Biblioteca Nacional de París, en Wikipedia, ed. esp., disponible en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Servet (1 diciembre 2013).
SUMARIO

Prólogo a la primera edición


7
Prólogo a nuestra edición
9
Introducción
11
PARTE I
13
La época
15
El proceso
23
La rehabilitación
31
PARTE II
47
Actas del proceso (anotadas)
49
Prólogo a la
primera edición

«Arderé, pero será un mero accidente. Continuaremos nuestra


discusión en la eternidad.»
Esta frase, que se atribuye a Miguel Servet, se correspon-
de perfectamente con la personalidad de este médico, huma-
nista polifacético, cuya profunda convicción en sus creencias,
y arrogante defensa de las mismas, le costaría la vida.
En ocasiones, para entender la Historia nos hace falta la
referencia de las personas que la vivieron; en otras, para en-
tender ciertos personajes necesitamos sumergirnos en la épo-
ca histórica en que se desarrolló su existencia. Ambas cosas
se complementan en este libro, en el que la figura de Servet se
halla perfectamente enmarcada en su tiempo, en un contexto
sin el cual sería irrepetible su inmolación; el autor desmenuza
y desmitifica las causas reales que llevaron al médico arago-
nés a la hoguera.
José Antonio Valtueña, que es español y médico como Servet,
y ginebrino de adopción, investiga minuciosamente, a través
de las actas del proceso, el enfrentamiento entre Servet y la
Inquisición y, de forma muy especial, Calvino, que eran los gran-
des poderes represivos del momento; es otra muestra, histórica
en este caso, de cómo actúa la intolerancia del poder estable-
cido frente a las ideas disidentes. Este estudio constituye un
vehemente alegato en favor de la libertad de pensamiento, del
derecho a pensar y opinar, y una clara condena de las actitu-
des fundamentalistas y, en general, de cualquier tipo de dog-
matismo. José Antonio Valtueña establece un sutil proceso pa-
ralelo que se convierte en motivo de seria reflexión. Un proceso

7
a la intolerancia, a la intransigencia, al fanatismo, desgracia-
damente presentes en todas las épocas y culturas.
En su afán de acercarnos a este médico aragonés –figura
interesantísima, cuyos conocimientos abarcaron disciplinas tan
dispares como la astronomía, la teología, la geografía o las ma-
temáticas–, el autor ha llevado a cabo una conspicua labor de
investigación sobre los documentos de un proceso que, en últi-
mo término, fue un crimen cometido en nombre de Dios. Además
de la línea teológica conductora del juicio se descubren los mó-
viles bastardos de quienes, de una u otra forma, se beneficia-
rían con la desaparición de la víctima.
Nos hallamos, pues, ante una obra erudita, fruto de la gran
curiosidad y del interés que la personalidad de Miguel Servet
despertó en el autor. Un texto del que quedamos prendidos des-
de el primer momento. Es, en definitiva, un libro para una épo-
ca como la actual en que, como dice.José Antonio Valtueña, «la
estructura del poder, tanto al Este como al Oeste, es cada vez
más aplastante, y en que el individuo se percibe a sí mismo ca-
da vez más ínfimo y cifrado». Un libro que nos permite refle-
xionar sobre la naturaleza humana.

Celia Ribera Banús


Directora de JANO, Medicina y Humanidades

Nota: El presente libro se hallaba destinado a la colección «Rescate» de la


tristemente desaparecida Ediciones Barral (estaba ya en imprenta
cuando ésta dejó de existir). Ediciones Historia Hispania rescató final-
mente el manuscrito.
Prólogo a
nuestra edición

Miguel Servet es una figura atractiva por muchas razones. Un


claro ejemplo de una figura humanista en una época de eclo-
sión humanista, con intereses en los más diversos campos, co-
mo geografía, astronomía, meteorología, matemáticas, anato-
mía, medicina y jurisprudencia, así como por supuesto en la
teología y el estudio de la Biblia.
Sin embargo, hay una razón que le convierte en especial y
le hace tener vigencia por derecho propio en nuestra época: la
defensa de la libre conciencia, defensa que debería ser una de
las bases de nuestra sociedad, para que todo el mundo pueda
tener cabida en ella. Los actos pueden ser cuestionables, pe-
ro las ideas son todas respetables, aunque no coincidan con
las nuestras.
Como dice el autor: «Murió pues Servet porque quiso morir,
mas no llevado de una intención suicida sino del deseo de ha-
ce resplandecer su verdad, una verdad que pocos compar-
tían y que era recibida por católicos y protestantes con abier-
ta hostilidad. […] El mejor homenaje que España puede hacer
a su memoria no consiste, evidentemente, en levantarle nue-
vas estatuas ni en descubrir lápidas, sino en propagar y sos-
tener el respeto a las ideas ajenas.»
Esperamos que esta edición digital, con la distribución que
la era de Internet nos permite, contribuya en la medida de lo
posible a ello.

Los editores
Aula7activa

9
Introducción

Para un español que ha vivido durante largo tiempo en Ginebra,


Servet suscita ilimitada admiración no exenta de cierto grado
de asombro. ¿Cómo es posible que Servet osara venir a Ginebra
sabiendo positivamente que ello le costaría la vida? ¿Por qué
le llevó Calvino a la hoguera?
Éstas y otras preguntas análogas me llevaron hace ya tiem-
po a interesarme por el proceso de Servet, y fruto de esa preo-
cupación es el presente libro, en el que por primera vez se ofre-
cen al lector español las actas completas del proceso de Servet.
En el curso de la traducción de las mismas, el proceso me
ha sugerido múltiples reflexiones, pero sólo he incluido en el li-
bro una mínima parte de ellas, en particular porque pienso que
es preferible ofrecer las actas con la mayor desnudez posible.
Teólogos, juristas e historiadores hallarán en ellas motivo para
el comentario y la exégesis; basta pensar en todo lo que res-
pecta al panteísmo, la Trinidad o el bautismo de los niños. Tam-
bién cabría ocuparse de otros aspectos más superficiales, co-
mo es la relación –nunca desmentida– entre sexualidad y
religión, refiriéndose a las preguntas que dirige el fiscal a Servet
en el apartado XIX de la parte II del presente libro.
En mi traducción –nada fácil por tratarse de un francés de
sintaxis y ortografía muy distintas de las actuales– he respe-
tado al máximo la disposición del original en lo que se refiere a
la puntuación y al empleo de las mayúsculas. Sabido es que la
época de Servet no existían reglas muy precisas al respecto;
así, en el original de las actas, Trinidad, Espíritu Santo y otros

11
nombres religiosos aparecen indistintamente con mayúscula o
minúscula, divergencia que he mantenido en mi traducción.
Pese a mi deseo de reducir al mínimo los comentarios, he in-
corporado a las actas algunas notas que me han parecido in-
dispensables para esclarecer hechos que de otro modo resul-
taban difícilmente inteligibles. Espero que el lector encuentre
justificada esta intromisión.

12
Parte I
LA ÉPOCA

El Renacimiento europeo es el fruto del prodigioso desarrollo de


todas las fuerzas vivas presentes en la sociedad del siglo XV.
A lo largo de la Edad Media éstas fueron reprimidas por la
potencia terrenal y espiritual que era entonces la Iglesia, y por
los diversos poderes feudales dominantes. Condiciones histó-
ricas nuevas y propicias van a permitir a las ideas modernas
expresarse y a los hombres de progreso afirmarse y avanzar,
abriendo caminos ignorados, profundos y prometedores.
En el campo de la innovación técnica, base verdadera del
movimiento renacentista en su aspecto material, asistimos des-
de aproximadamente 1450 a una revolución del conocimiento
y de la acción.
La imprenta se prefigura ya en el siglo XIV a través de la xi-
lografía, pero el gran paso será dado por el orfebre mayencés
Gutenberg: éste reemplaza la plancha de madera por los ca-
racteres móviles de letras de plomo, posibilitando la impre-
sión de textos con mayor rapidez, precisión y en número más
elevado difundiendo así el saber a capas más amplias del con-
junto social. Paralelamente el papel de origen chino, venido por
Persia y el Mediterráneo, es preferido, por su bajo coste y fá-
cil adaptación, al antiguo pergamino.
En la industria se emplean a partir del siglo XII variados ins-
trumentos de producción que utilizan la energía hidráulica: mo-
linos –aparte de los de aire–, palas textiles, sierras para la ma-
dera, martillos de herrería, fuelles de fragua. Éstos se generalizan
y se perfeccionan en la etapa cuatrocentista. En las minas se
introducen desde 1460 mejores procedimientos de horada-
miento y avenamiento; los altos hornos empiezan a funcionar.
La agricultura también progresa firmemente.
La navegación adquiere nuevas dimensiones, alzándose y
aumentando los mástiles en las embarcaciones, extendiéndo-

15
se y multiplicándose las velas rectangulares, apareciendo el ti-
món de codaste fijado al navío, implantándole las brújulas so-
bre eje y los astrolabios.
Las carabelas genovesas suceden a las finas galeras ve-
necianas, poco aptas para alta mar. La cartografía marítima se
hace más exacta y completa, reflejando ya aplicaciones de
teorías adelantadas: tierra redonda, satélite del sol.
En óptica se utilizan corrientemente lentes de corrección. En
mecánica el reloj calculador del tiempo es un sistema conoci-
do. La balística forma parte de la realidad, en las guerras se
emplea la artillería y la pólvora; la infantería pasa a ser un cuer-
po de choque, desvalorizándose lentamente la caballería.

Cambios económicos y sociales

Naturalmente las transformaciones técnicas van a repercutir en


la organización económica y social, que a su vez contribuirá a
acelerarlas o retrasarlas según las circunstancias. A partir del
siglo XII pequeñas ciudades, comunas o municipios se liberan
del yugo feudal conquistando su autonomía política: a su ca-
beza hallamos una joven burguesía mercantil, cuya actividad
ha sido favorecida por los progresos del transporte y del inter-
cambio. La producción se incrementa por igual: artesanía de la
tela, industria minera, metalurgia ligera, agricultura racional. Y
la banca nace, por la necesidad para el comerciante de cam-
biar moneda, obtener préstamos, realizar transferencias. Durante
toda la Baja Edad Media, a pesar de las pestes, los conflictos
militares, las tarifas de paso locales y demás obstáculos, esta
vigorosa clase media extiende su red comercial y bancaria de
Venecia, Florencia y Génova hasta Marsella, Barcelona,
Valencia, África del Norte, Grecia, Egipto y el mar Negro, y des-
de Brujas, Londres, Hamburgo y Lubeck, hasta Suecia y Rusia.
Entre las dos grandes regiones –pulmones de la nueva eco-
nomía europea– que son el Noroeste del continente y la Italia
septentrional, se crean itinerarios permanentes de circulación
y comunicación. Al principio a través de la Champaña, donde

16
se instalan célebres ferias; después pasarán por la Alemania
meridional, dando prosperidad a Augsburgo, Nuremberg y
Francfort. En la práctica ordinaria surgen métodos e institu-
ciones propias, originales: la contabilidad de doble partida, el
cheque, la letra de cambio, el seguro marítimo, la sociedad
de inversiones, la bolsa de mercancías. La división del trabajo
es aún reducida, limitándose los talleres de artesanos a pro-
ducciones especializadas, restringidos por los reglamentos
de los rígidos gremios.
Así pues, al alba de los grandes descubrimientos geográfi-
cos existe en Europa occidental un capitalismo primitivo, em-
prendedor, creciente. La circunnavegación de Africa por los pio-
neros portugueses Bartolomé Díaz y Vasco de Gama, hasta
llegar a las Indias orientales, al acabar el siglo la hazaña atlán-
tica de Cristobal Colón –probando por la experiencia directa su
teoría del globo– alcanzando y penetrando las tierras ameri-
canas, seguida a principios del XVI por el viaje mundial de
Fernando de Magallanes, que abre las puertas del Pacífico has-
ta Asia, establecen una serie de rutas comerciales hacia fuen-
tes de materias primas y metales. La explotación de éstas se-
ra ruda, las colonias fundadas, en particular las de Suramérica,
serán vaciadas de sus riquezas, las poblaciones indias o afri-
canas esclavizadas o exterminadas. Mas Europa conservará
durante tres siglos la hegemonía mundial.
El oro, la plata, las especies, la seda, afluyen a los puertos
de Lisboa y Sevilla, pero como ni España ni Portugal disponen
de una estructura mercantil y banquera desarrollada, los valio-
sos productos van a parar a los centros de compra y venta de
Amberes o a las arcas de las bancas germanas e italianas –re-
cordemos a los Fugger o a los Medici–, si no son malgasta-
dos en ejércitos, palacios o artesanos extranjeros. El ensan-
chamiento del comercio, la mayor circulación de capitales,
ayudan a la artesanía a aumentar su capacidad de fabrica-
ción y a elevar su calidad; frente al fuerte sector textil se alza
la moderna metalurgia, favorecida por la extracción del carbón
y la fusión del hierro. Los gremios pierden vitalidad, ya que sus

17
reglamentos de ingreso, aprendizaje y titulación se revelan con-
trarios a la introducción de adelantos técnicos y reproducen una
jerarquía laboral rígida. La división del trabajo se da cada vez
menos entre talleres especializados, y cada vez más dentro
mismo de la planta de producción; ésta realiza ya las distintas
fases de elaboración de la mercancía. Lenta pero inexorable-
mente la manufactura toma cuerpo.
En la sociedad europea la burguesía consolida su posición,
apoyada en su poderío económico, reconocido y respetado por
papas y reyes. Los monarcas de varios países –Inglaterra,
Francia, España– se sirven de esta clase dinámica para ci-
mentar la construcción de la unidad y el estado nacional, difi-
cultada por la estrategia disgregadora de la nobleza. La Iglesia,
como ente feudal sólido –poseedora de terrenos innumerables,
controladora de la enseñanza y la investigación, dominadora
de las masas ignorantes– es aún el más dificil adversario pa-
ra las tendencias progresistas. Pero pronto las armas nece-
sarias van a ser forjadas en las regiones más avanzadas del
continente.

Impulsores del progreso

El orden intelectual también se ve afectado por los cambios


acontecidos en las infraestructuras técnicas, sociales y econó-
micas. Más allá de los dogmas medievales surge la ciencia ver-
dadera. El oscurantismo y la escolástica retroceden frente a
una filosofía próxima a la naturaleza y a la libertad humana.
Figuras prestigiosas aparecen en los países abiertos a la razón
y se ocupan con abnegación, hondura y audacia de las cues-
tiones fundamentales de su campo y su época.
Italia da a luz al fecundo ingeniero y artista Leonardo da Vinci.
Interesado por la guerra, prefigura carros de combate, caño-
nes, bombas de gas –que le inspiran leyes generales sobre la
energía mecánica y de vapor–; para los aires prevé helicópte-
ros rudimentarios, y para el mar sumergibles y escafandras.
Interesado por crear instrumentos pacíficos y útiles, idea má-

18
quinas de coser, perforadoras, prensas para la imprenta. Con-
sagrándose a los problemas de la agricultura proyecta grandes
planes de regadío. Apasionado por la anatomía, realiza disec-
ciones prohibidas con el fin de representar las venas y el cora-
zón, los otros órganos, el cerebro; su propósito era llevar a ca-
bo una «cosmografía del microcosmos», siguiendo la evolución
del feto en su matriz, el nacimiento, el crecimiento, la deca-
dencia y la muerte.
En la misma Península se destaca un hombre de Estado,
Nicolás Maquiavelo: a partir de su experiencia diplomática y de
sus estudios históricos elabora una doctrina de gobierno prag-
mática –en particular en El Príncipe (1513), basado en César
Borgia– dando prioridad total a los objetivos sobre los medios,
pero defendiendo formas de poder republicanas y democráticas.
Dentro de la teoría política, Inglaterra dará una aportación
valiosa con Tomás Moro: este católico intransigente y líder
brillante es el autor de Utopía (1516), libro en el cual evoca una
sociedad igualitaria y feliz con reminiscencias arcaicas, que en
realidad refleja las aspiraciones difusas del campesinado co-
munalista británico.
Continuador de la tradición humanista italiana en Holanda,
Didier Erasmo propugna el conocimiento directo de la antigua
cultura grecolatina; cristiano primitivo estudia los textos sa-
grados y los escritos de los padres de la Iglesia en su versión
original, buscando en ambos intentos la autenticidad lingüísti-
ca y espiritual. Critica los ritos de los monjes, los santos, las in-
dulgencias, los abusos de los cardenales y de los papas, mas
no acepta la reacción luterana, por ser fanática y divisora.
Ridiculiza las falsas ciencias: retórica, vacía jurisprudencia, as-
trología, escolástica pedante, teología todopoderosa. Su ideal
filosófico es la lucha del hombre natural y bueno por la per-
fección divina. En política se define en favor de la paz, el bien
común y la tolerancia. En literatura cree positivo el uso de las
lenguas nacionales.
La astronomía regresa a la realidad gracias a Nicolás Copér-
nico. Este afirma que el Sol, y no la Tierra, es el centro del Uni-

19
verso, y que los planetas giran alrededor de él y sobre sí mis-
mos. La verdadera y clara tesis acaba con las elucubraciones
de Ptolomeo y de los teólogos medievales y destruye los con-
ceptos geocéntricos y antropocéntricos dominantes. El ma-
gistral tratado donde expone su descubrimiento, Revoluciones
de las órbitas celestes (1543), es prudentemente impreso en el
crepúsculo de su vida, con el prefacio mutilado y dedicado al
papa Pablo III: pese a esto es pronto registrado en el Índice ro-
mano, y en las escuelas se prohibe enseñar sus puntos de vis-
ta durante dos siglos.
Ya dentro de la medicina, Paracelso abre la vía a la doctri-
na de los específicos y a la terapéutica química, se compro-
mete con la astrología y la magia, pero innova en la cirugía con
la introducción de la «mumia» (bálsamo natural reparador de
los tejidos). En Italia, el catedrático, investigador y anatomista
Andrés Vesalio escribe como fruto de sus trabajos el Cuerpo
humano (1543), fiel descripción del complejo biológico; sien-
do médico del emperador Carlos I, tuvo ciertos problemas con
la Inquisición, a causa de sus disecciones, que quedaron re-
sueltos más tarde gracias a Felipe II. En Francia, Ambrosio Paré
instituye la ligadura de las arterias, que sustituye a la cauteri-
zación con hierro ardiente; resuelve también una multitud de
problemas en otros sectores de la medicina.
Siguiendo esta línea moderna y científica, superadora del ga-
lenismo, resalta la persona de Miguel Servet, hijo de Aragón, es-
tudiante en Francia, practicante brillante, observador paciente:
notando «que el tamaño de la arteria pulmonar y el copioso
volumen de la sangre que transporta, no pueden tener por mi-
sión, meramente la nutrición de los pulmones», deduce que el
precioso líquido se oxigena en ellos, describiendo así la circu-
lación menor casi un siglo antes que Harvey. Servet, además de
médico, fue un humanista enciclopédico y ante todo un teólogo.
Al amparo de la Biblia desaprueba el dogma de la Trinidad, afir-
mando que los tres seres divinos son diferentes encarnaciones
de un mismo principio. En los libros Errores de la Trinidad (1531)
y Restitución del cristianismo (1533) aboga en favor de una re-

20
ligión regenerada y espiritualista, con cierta influencia panteís-
ta y anabaptista. Opuesto tanto a la Iglesia como a Calvino, es
quemado en efigie por la Inquisición en Viena del Delfinado y en
su propia carne por el implacable reformador en Ginebra.

La Reforma

El movimiento liberador intelectual y científico, acompañado de


mutaciones sociales y económicas de alcance radical, va a cul-
minar en la Reforma. Dentro del catolicismo toma consistencia
una corriente renovadora, que quiere infundir mayor concien-
cia cristiana –enraizándose en las Sagradas Escrituras, San
Pablo y San Agustín– y rechazar el culto a las imágenes, las
ceremonias, los donativos y las jerarquías. La burguesía va a
utilizar estos brotes de contestación religiosa auténtica para ex-
presar sus reivindicaciones y conquistar parcelas de poder.
Incluso el pueblo bajo –jornaleros, plebeyos, pequeños
propietarios– se convierte a la herejía si ésta le permite llevar
a cabo una lucha real para salir de su miseria. Y es que la Iglesia
había acaparado hasta tal punto la vida pública y la formula-
ción de las ideas en la Edad Media que no era posible expre-
sarse y propagar un mensaje social sino a través de formas
idealizadas y sacras.
El primer país en conocer la rebelión es Alemania. En 1517
el monje agustino Martín Lutero expone sus noventa y cinco pro-
posiciones refutando la autoridad papal y la venta de indulgen-
cias. Su fe en la gracia de Dios, en la pureza del cristianismo y
en la redención de los pecadores le ha conducido a tal extremo.
El campesino pobre germánico y, posteriormente, los hidal-
gos humildes, convencidos por los nuevos principios de la jus-
ticia de sus derechos, se levantan en armas. Lutero, excomul-
gado por Roma y combatido por el Emperador –las dos cabezas
del orden feudal–, se alía a los príncipes y ciudadanos que co-
dician los bienes de la Iglesia: éstos aplastan en sangre las
insurrecciones populares y realizan rápidamente las prove-
chosas secularizaciones. Una liga de católicos, dirigida por

21
Carlos I, se opondrá a ellos, y las guerras durarán treinta te-
rribles años (1525-1555), perpetuando la división geográfica y
política de Alemania durante tres siglos.
En 1545 tiene lugar el Concilio de Trento, inicio de la Con-
trarreforma. Condena el libre examen e interpretación de la
Biblia, establece la supremacía absoluta de la Santa Sede, ha-
ce obligatorio el uso del latín en los oficios. Se emprende la re-
organización de la Inquisición, probado instrumento de repre-
sión, creada en el siglo XIII para perseguir a los herejes cátaros
del sur de Francia.
La Congregación del Índice es instaurada: su misión será
la censura. En España, Ignacio de Loyola funda la Compañía
de Jesús, milicia incondicional a las órdenes del papa, encar-
gada de la enseñanza.
Pero el proceso reformista no se detiene. En Ginebra, ciu-
dad comerciante y culta, la clase media local comprende las
posibilidades que le da el protestantismo para lograr la inde-
pendencia de la República, y acoge a los líderes luteranos re-
fugiados de Francia, Guillermo Farel y Juan Calvino, en 1538.
Este último es el autor de la Institución de la religión cristiana,
que contiene su famosa teoría de la predestinación, según la
cual tan sólo una minoría de hombres ya elegidos serán sal-
vados por Dios. Expulsados de la villa por la elite libertina, re-
gresan definitivamente en 1541, imponiendo una autoridad
teocrática y moralista. Una Iglesia sólida y semidemocrática,
una Universidad religiosa abierta a las humanidades y a las
ciencias, un orden laboral riguroso y austero: he aquí los tres
pilares del calvinismo. Pero pronto surge la oposición de los in-
telectuales liberales, de los católicos nobles, de los modestos
anabaptistas. Contra ella se emplea la dureza: exilio de nume-
rosos disidentes, expulsión del rector, ejecución del adversa-
rio. En esta situación tensa llega Servet en 1553, huyendo de
la justicia de Viena del Delfinado. Calvino le considera como un
peligroso heterodoxo e imagina alguna conspiración. Arrestado,
comparece ante los tribunales y es sentenciado a muerte en la
hoguera.

22
EL PROCESO

En una época como la actual en que la estructura del poder,


tanto al Este como al Oeste, es cada vez más aplastante, y
en que el individuo se percibe a sí mismo cada vez más ínfimo
y cifrado, la figura de Servet nos aparece como un símbolo im-
perecedero. Las concepciones antitrinitarias, que llevaron a
Servet a ser quemado en efigie por la Inquisición en Viena del
Delfinado y en forma real por los calvinistas en Ginebra, es-
tán lejos de las preocupaciones de nuestros días, pero la into-
lerancia del poder político, social o religioso hacia quienes le
combaten con las ideas sigue siendo por desgracia bien actual.

Servet, chivo expiatorio

Es además fenómeno peculiar de las épocas en que el poder


desea afianzarse, tal vez por sentirse ideológicamente poco se-
guro, la búsqueda de un chivo expiatorio, en forma de grupo
o individuo, que sirva para descargar las iras del pueblo, una
vez más engañado, y que permita operar una hábil maniobra
de distracción. Sucede además a menudo que ese desgracia-
do chivo expiatorio no es un individuo auténticamente peligro-
so, en el sentido de que trate de levantar a las multitudes con-
tra la estructura dominante, sino sólo un intelectual que molesta
porque no consiente en doblegar su pensamiento.
Varios años antes de que Servet llegara a Ginebra y fuera
prendido por los enviados de Calvino, ya éste escribía a
Guillermo Farel: «Si Servet viene a Ginebra, no toleraré que
salga vivo.» Calvino ve en el proceso y en la muerte de Servet
un modo de acentuar el férreo poder que trataba de implantar
en la ciudad de Ginebra; tropezaba para ello con la oposición
del partido de los libertinos, así llamados por sus tendencias li-
berales, capitaneados por Felipe Berthelier, y justamente el pro-

23
ceso de Servet permitirá a Calvino juzgar a la oposición e ins-
taurar ese gobierno políticorreligioso al que aspira.
Han transcurrido más de cuatro siglos y todavía Ginebra no
ha conseguido liberarse por completo del aire de tristeza y abu-
rrimiento que instauró Calvino. Basándose en un sistema de
delación y persecución –tantas veces repetido hasta nuestros
días– Calvino implanta la austeridad por decreto. Todo queda
debidamente codificado y además con un sentido enormemente
clasista, como se pone bien de manifiesto en los siguientes pá-
rrafos: «Se prohíbe llevar en el vestido ningún adorno de oro,
brazaletes, cordones, botones y collares y toda clase de pe-
drería. Se prohíbe llevar vestidos de seda y bandas de tercio-
pelo a los artesanos y gentes de baja condición. Ítem sombreros
y bonetes, pantuflas de terciopelo, pieles, etc. Ítem a los hom-
bres de llevar pelo largo y usar pendientes en las orejas; a las
mujeres todo rizado de cabello, peinetas y cualquier otro ador-
no superfluo o excesivo. Ítem a las mujeres llevar más de cua-
tro anillos de oro, y a los artesanos y a las jóvenes ninguno.
Ítem a las mujeres de los artesanos llevar sarga de Florencia,
ni escarlata ni escarlatina, forros de calidad, pieles, ni clase al-
guna de sedas, ni ellas ni sus hijas sombreros que cuesten más
de un escudo. Se prohibe a las modistas hacer ningún mode-
lo nuevo de vestido sin el permiso de los pastores.» (citado por
J. Goyanes en su libro Miguel Servet).
Nada de extraño tiene que, en ese clima de fanatismo y de
ciega intolerancia, Servet fuese la víctima propiciatoria de un
régimen que necesitaba demostrar que no tendría contempla-
ciones con los herejes.

Libertad de pensamiento

El enfrentamiento entre Servet y los dos grandes poderes de


represión ideológica de la época –la Inquisición y el calvinis-
mo– es fiel exponente de lo difícil que resulta a las estructu-
ras establecidas tolerar las ideas disidentes. Para desenca-
denar la represión no es preciso en modo alguno que tales ideas

24
sean sustentadas por muchos, pues lo que importa al poder
represivo no es el número de los que disienten sino el hecho
mismo de la disidencia.
Una vez determinado lo que se considera ortodoxo, los res-
ponsables de la doctrina reprimen con dureza toda desvia-
ción e incluso extreman la brutalidad cuando perciben la inco-
herencia de la concepción que defienden frente a la lucidez o
al vigor del pensamiento heterodoxo. Verdad es que en tales
circunstancias el mantenimiento de la ortodoxia y el sosteni-
miento de las posiciones personales adquiridas al socaire de
esa defensa se entremezclan tan estrechamente que acaba por
no saberse si lo que se defiende es una idea o una situación.
En particular los defensores de Calvino han dicho que Servet
llegó a Ginebra con el deseo de entrar en contacto con los li-
bertinos y de galvanizar la oposición contra los calvinistas,
pero nadie ha podido encontrar huellas históricas de tales re-
laciones. Servet, según declara en el juicio, pasa por Ginebra
en ruta hacia Nápoles, dominada a la sazón por los españoles,
donde desea ejercer la medicina, pero en realidad el cruce por
la ciudad de Ginebra constituía un evidente desvío.
¿Cuál es pues la explicación? Hemos de buscarla en el ca-
rácter de Servet, quien creyendo firmemente que es posee-
dor de la verdad y considerando que nadie puede arrebatarle
la libertad de pensar, quiere dar un paso más y llegar a la li-
bertad de expresión sustentando en el propio feudo de Calvino
la doctrina antitrinitaria, que ha estado a punto de costarle la vi-
da en Viena del Delfinado.
Seguro es que a nadie se quemará hoy día por antitrinita-
rio, pero aumenta sin cesar la lista de personas encarceladas,
torturadas, perseguidas, desaparecidas o consideradas de-
mentes porque frente a los dogmas enteros e indivisibles de-
sean conservar la libertad de pensar sin que nadie les mar-
que los moldes que han de seguir.
Pero no sólo tenemos en nuestro siglo los dogmas políticos,
sociales y religiosos sino otro muy peculiar, en el que a todos
se nos quiere hacer creer porque así interesa a quienes lo sos-

25
tienen. Me refiero a la ciencia. Walker Percy, médico y nove-
lista estadounidense, ha escrito que «la ciencia ha llegado a
ser en el siglo XX tan dogmática como la teología en el XIII». Igual
que en la época de Servet nadie debía negar los dogmas reli-
giosos, toda la primera mitad del siglo XX ha contemplado la ele-
vación de la ciencia a la categoría de doctrina incontroverti-
ble. Una de las consecuencias más terribles de esa entronización
de la ciencia como rectora de la Humanidad ha consistido en
considerar que todo avance científico significa un beneficio pa-
ra el hombre, cuando vemos por desgracia que aumenta sin
cesar el número de aparentes progresos que, lejos de liberar
al hombre, lo hacen cada vez más esclavo.
El encumbramiento de la ciencia ha llevado consigo un des-
prestigio de los valores morales, a pesar de que como ya advir-
tió Servet en su Restitución del Cristianismo: «Antes de esta edad
(los veinte años) ha de irse educando gradualmente al niño,
pero no con la ciencia humana, que es esencialmente enemiga
de Dios y de la verdad.» El resultado es que vivimos hoy en una
época en la que, tras el intento de sustituir a la ética y a la reli-
gión por la ciencia, ésta ha dejado paso a la técnica, que no es-
tá en condiciones de ofrecer más que objetos, desde los más
complejos y costosos, como los cohetes para llegar a la Luna,
hasta los más simples y perecederos. Esa «cosificación» de
los ideales humanos está exactamente en el polo opuesto de lo
que Servet defendió y por lo que murió: ideas que no le podían
reportar ningún beneficio, pero en las que él creía firmemente.

¿Conducta suicida?

Servet fue un hombre de polifacética personalidad, conocido


sobre todo en España por haber sido el descubridor de la cir-
culación menor, esto es, del circuito establecido entre el cora-
zón y los pulmones para la oxigenación de la sangre. Pocos sa-
ben que además fue un eminente geógrafo y astrónomo, que
previó un eclipse de Marte producido por la Luna para la noche
del 13 de febrero de 1538. Llevado de su ímpetu natural se lan-

26
zó por el camino de la astronomía a la astrología y llegó inclu-
so a publicar una Defensa de la astrología.
Fue también un médico impregnado de sentido social, que
según un cronista de la época cuidaba gratuitamente a los ni-
ños, las mujeres ancianas, los cantantes callejeros y los bar-
beros. Fue pues, como ha escrito Georges Haldas en su libro
Passion et mort de Michel Servet, «el Miguel de Villanueva, mé-
dico y humanista de vida encajada en el sistema, y el Miguel
Servet herético, subversivo y teólogo aventurado.»
Esta segunda faceta de su personalidad es la que muestra
con toda rudeza en el proceso, hasta tal punto que obliga a pen-
sar en una auténtica conducta suicida. En las contestaciones
que da a las anotaciones de Calvino y sus colaboradores so-
bre las obras de Servet (véase la segunda parte del presente
libro) encontramos sin cesar insultos y desprecios.
Resulta evidente que Servet no trataba de salvar la vida si-
no de defender unas ideas que la parecían justas, aunque ello
le pudiera llevar a la hoguera, como así sucedió. Para él no ha-
bía posible contemporización ni compromiso: Jesucristo no era
el hijo eterno de Dios, y ni siquiera cuando se preparaba la ho-
guera y Guillermo Farel le apremiaba a que se desdijera de sus
ideas, Servet quiso aceptar la idea trinitaria.
Murió pues Servet porque quiso morir, mas no llevado de una
intención suicida sino del deseo de hacer resplandecer su ver-
dad, una verdad que muy pocos compartían y que era recibida
por católicos y protestantes con abierta hostilidad.

La actitud de Calvino

Tal como muestran las actas del proceso de Servet, el deseo


de Calvino de condenar a muerte a Servet le lleva a colaborar
sin el menor escrúpulo con el tribunal de la Inquisición de Viena
del Delfinado. No es, además, una colaboración efímera o ca-
sual sino perseverante y sistemática.
Mientras Servet ejerce la Medicina en esa ciudad, cercana a
Lyón, un tal Guillermo de Trie escribe a su primo Antonio Arneys

27
que no comprende cómo pueden tener entre ellos a un hereje
«que merece ser quemado vivo donde quiera que vaya», pe-
ro no se limita a emitir ese juicio draconiano sino que envía car-
tas confidenciales que Servet había escrito a Calvino para ex-
ponerle su doctrina sobre «la restitución del cristianismo». Verdad
es que al mandar las comprometedoras cartas, Guillermo de
Trie insiste en lo poco dispuesto que Calvino estaba a pres-
társelas, aunque lo hizo finalmente en aras de la sacrosanta lu-
cha contra la herejía y, podemos añadir, sabiendo pertinente-
mente que su colaboración con la Inquisición podía suponer
para Servet la hoguera.
Más tarde, cuando está en marcha el proceso de Servet y los
jueces parecen dudar de su culpabilidad, Calvino interviene per-
sonalmente para hacer caer sobre el pobre aragonés todo el
peso de su saber teológico.
El maestro de la Reforma no se fía de los testigos de car-
go que ha enviado contra Servet y actúa personalmente, re-
dactando las preguntas del tercer interrogatorio, para que el
desenlace de lo que es ya una parodia de justicia, no admita
dudas.
Claro es que la colaboración de Calvino con la Inquisición tu-
vo también su recompensa y así, cuando los jueces de Ginebra
piden a los de Viena del Delfinado que les comuniquen la sen-
tencia de Servet, éstos no se hacen de rogar y envían incluso
al vicebaile de la prisión para que el entendimiento entre los
dos poderes conduzca con certeza a la pérdida de Servet. Por
otra parte, las reiteradas preguntas que el fiscal de Ginebra di-
rige a Servet respecto a Guillermo Guéroult, impresor en Viena
del Delfinado y preso a la sazón en esta ciudad, prueban que
la Inquisición le había facilitado datos con los que trataba de
confundir al pobre Servet.
Sería fácil continuar cargando las tintas contra Calvino y vi-
lipendiar de paso al protestantismo, pero la realidad histórica
nos muestra que éste ha sido en general un factor de toleran-
cia. Me he preguntado con frecuencia si la desastrosa evolu-
ción política de España en los siglos XIX y XX, constantemente

28
esmaltada de dictaduras y guerras civiles, no se ha debido a la
terrible intolerancia de que hizo gala nuestro país, en los pri-
meros tiempos del protestantismo. Y, como ha dicho Marcel
Bataillon: «una vez establecido el sistema, la intolerancia se
mantiene de generación en generación.» Sólo en España y en
muy pocos países más podía publicarse un libro como la Historia
de los heterodoxos españoles de Menéndez Pelayo, en el que
éste, verdad es que con la mayor erudición, justifica los críme-
nes de la Inquisición.

El grito de dolor

Pocas ciudades en el mundo presentan una imagen tan distin-


ta como Ginebra en verano y otoño. En los meses de noviem-
bre y diciembre se cierne sobre Ginebra una bruma baja que
oculta la vista del sol durante semanas y semanas, y que da
a la ciudad un aspecto de suprema tristeza.
En uno de esos días, ventoso por más señas, partió del
Obispado la comitiva que llevó a Servet a la hoguera. Después
de recorrer 333 pasos llegó frente al Ayuntamiento, en don-
de leyó la sentencia el síndico municipal D’Arlot. El pastor de
Neuchatel, Guillermo de Farel, venido para auxiliar a Miguel
Servet en sus últimos momentos, trató de obtener del con-
denado una retractación, pero sin resultado alguno. Se cuen-
ta que Servet poco antes de morir exclamó: «Señor Jesús,
Hijo de Dios eterno, ten piedad de mi alma.» Ni siquiera en
ese momento quiso reconocer, como querían sus adversa-
rios, a Jesús como Hijo eterno de Dios. ¡Antitrinitario hasta
la muerte!
Desde el Ayuntamiento la comitiva se puso nuevamente en
marcha por una serie de calles que forman hoy la «Ciudad Vieja»
de Ginebra. Por la plaza de Bourg-de-Four y la calle de los cal-
dereros llegó la comitiva a la puerta de San Antonio, que atra-
vesó para salir de la ciudad y dirigirse al Campo del Verdugo,
situado en la colina de Champel. Y como escribió Emilio Gaidan:
«Un terrible grito, un grito de dolor, una queja, un grito de su-

29
frimiento indecible subió hacia el cielo. ¡Todavía oigo ese grito
cuando en una triste jornada de otoño, mis pasos se pierden
por la meseta de Champel!»

30
LA REHABILITACIÓN

Lo que hoy nos parece un terrible crimen, debió considerarse


durante muchos años como un castigo merecido, pues reinó
un silencio total acerca de las circunstancias que habían lleva-
do a Servet a perecer en la hoguera.
Poco después del luctuoso suceso, Sebastián Castellion se-
ñaló en su libro De Haereticis: «Al matar a Servet los ginebri-
nos no defendían una doctrina; Servet había luchado contra
Calvino con argumentos y con escritos, y con esas mismas ar-
mas tendría que haber sido combatido.»
Pero después de esas palabras reprobatorias tiene que lle-
gar el siglo XVIII para encontrar testimonios análogos. El primero
en acudir en defensa de Servet, en 1709, fue Juan Antonio
Gautier, Secretario de Estado y profesor de la Universidad de
Ginebra, en su libro Historie de Genéve. Viene después el pas-
tor Miguel de la Roche que, en 1712 en inglés y en 1717 en
francés, publica un corto estudio en el que trata de rehabilitar
la memoria de Servet.
Sigue en orden cronológico la tesis de Allwoerden, presen-
tada en 1727 con el título de Historia Michaelis Serveti ante un
tribunal presidido por el profesor Mosheim, quien en 1748 y
1750 publica dos trabajos sobre el mismo tema. Poco después,
en 1749, el abad D’Artigny publica en las Noveaux mémoires
d’histoire, de critique et de littérature un trabajo titulado «Me-
mories pour servir l’histoire de Michael Servet», en el que por
primera vez aparecen documentos del proceso de Viena del
Delfinado.
Obsérvese que todos esos estudios aparecen fuera de
Ginebra, donde en 1757 el Consejo Menor deniega al profesor
Jacobo Vernet la autorización necesaria para consultar los do-
cumentos originales del proceso de Servet, indicando que con-
venía dejarlos sumidos en el olvido porque quizás resultaban

31
poco honrosos para la memoria de Calvino. Esa actitud del go-
bierno ginebrino resultaba tanto más significativa cuanto que,
poco tiempo antes, Voltaire había censurado en términos gra-
ves la actitud intolerante del reformador y defendido la memo-
ria de su antagonista en un capítulo de su libro Essai sur les
mœurs.
Ha de transcurrir todavía más de medio siglo para que se
produzca una nueva floración de trabajos de rehabilitación
del médico aragonés, y de estudios de sus creencias y de su
comportamiento con Calvino. En 1839 aparece una obra del
pastor alemán Trechsel sobre los antitrinitarios, en la que hace
un estudio serio de las doctrinas y la vida de Servet. En 1844
ve la luz un trabajo del ginebrino Albert Rilliet-de-Candolle ti-
tulado Relation du procés criminel intenté à Genève, en 1553,
contre Michael Servet, que constituye el primer estudio con-
cienzudo de los documentos del proceso de Ginebra y la pri-
mera publicación aparecida en Ginebra en la que aparece Servet
como figura digna de respeto y aún de aprecio. Rilliet-de-Candolle
reconoce que «Servet tenía un profundo respeto por el cristia-
nismo y profesaba una sincera fe cristiana».
Sin embargo, la rehabilitación masiva de Servet no se pro-
duce hasta el último cuarto del siglo XIX, y en ella destaca por
la importancia cuantitativa y cualitativa de su participación el
pastor Enrique Tollin, de Magdeburgo, que según Claparéde
«hizo de la rehabilitación de Servet la obra capital de su vida».
Para ello recorrió en varios países bibliotecas y archivos a fin
de recoger todos los datos que pudieran contener sobre su hé-
roe y llegar así a hacerse una idea exacta de lo que fue Servet
y su doctrina.
Sobre la objetividad con la que actuó Tollin no hay unanimi-
dad entre los diversos autores. Así, Marcelino Menéndez Pelayo
afirma en Historia de los heterodoxos españoles que Tollin «ha
hecho de él [se refiere a Servet] un retrato moral, que ni es muy
artístico, ni es del todo verdadero... No ha visto en él más que
a un místico abrasado de amor divino y devorado por espiri-
tuales y suprasensibles ardores... Ha hecho de él un tipo de

32
fantasía, soñador, melancólico, quejumbroso y profeta, siem-
pre absorto en la lectura de la Biblia. Este Servet, así refundi-
do y acicalado... dista toto cœlo del Servet de la realidad».
En todo caso, el pastor de Magdeburgo tiene el enorme
mérito de ser el autor que más a fondo ha estudiado a Servet,
y además desde todos los enfoques. Su primer libro impor-
tante fue «La doctrina (de Servet» publicado primeramente
en alemán en 1876 y traducido más tarde al inglés y francés.
La bibliografía de Tollin sobre Servet comprende 75 títulos,
entre los cuales 28 se refieren a los trabajos médicos del ga-
leno aragonés y comprenden temas tan variados como los
siguientes: Cómo llegó a ser médico Miguel Servet, Sinforiano
Champier, el maestro lionés de Miguel Servet, Los españo-
les, los italianos, los franceses y el descubrimiento de la cir-
culación, El descubrimiento de la circulación de la sangre por
Miguel Servet y Miguel Servet el hombre de la experimen-
tación.
Verdad es que la rehabilitación que hemos examinado se
mantiene en el terreno de los eruditos y no alcanza en modo
alguno un carácter amplio. Si se excluyen los eruditos enca-
riñados con la figura de Servet o con lo que ella podría re-
presentar, la mayoría de los teólogos, geógrafos y médicos,
disciplinas en las que más destacó Servet, contemplan al ge-
nial aragonés con una mezcla de extrañeza e indiferencia.
Destaca, en la pléyade de investigadores de Servet, la au-
sencia de autores españoles, que en su mayoría sólo han es-
crito biografías basadas en datos obtenidos por autores ex-
tranjeros. Parece que el primer español que se ocupó con
cierta amplitud de Servet fue Latassa, que en 1798 publicó
en Zaragoza, en la «Biblioteca nueva de escritores arago-
neses», un estudio basado principalmente en otro de D’Artigny.
Verdad es que la estancia de Servet en tierras españolas fue
breve y dejó pocos recuerdos, al corresponder al período me-
nos productivo de su vida. Sólo he encontrado algunas
contribuciones españolas sobre el lugar de nacimiento de
Servet, que fue el tema de una comunicación presentada en la

33
sesión inaugural de la Academia de Medicina de 1931 por el
Dr. Nicasio Mariscal, en la que probaba que ese lugar fue
Villanueva de Sijena, en la provincia de Huesca.
He encontrado también, citado en el libro de P. L. Ladame
Michel Servet, sa réhabilitation historique, un hallazgo efectua-
do por un notario de Barcelona, el Dr. Benet Roura Barrios. És-
te encontró en una iglesia del pueblo donde nació Servet un vie-
jo retablo dedicado a la Trinidad en 1588. Según el autor del
descubrimiento, el retablo fue encargado por los progenitores de
Servet para expiar la publicación del libro antitrinitario De Trinitatis
erroribus y en él aparecen tanto el padre corno la madre.
En el magnífico libro de Roland H. Bainton Michel Servet, hé-
rétique et martyr, publicado en 1953, aparecen nueve autores
españoles en una bibliografía que comprende libros y artículos
de más de un centenar de autores. En Historia de los hetero-
doxos españoles, la presencia de autores españoles es aún
más reducida, pues sólo comprende cuatro estudiosos de Servet.
En la obra de más reciente aparición y de bibliografía más com-
pleta, Miguel Servet, su vida y su obra de José Barón Fernández,
se citan 50 estudios sobre Servet realizados por españoles.
En la rehabilitación histórica de Servet, tuvo notable influen-
cia a comienzos del siglo XX una pequeña obra de Guillermo
Harvey titulada Michael Servetus, que constituye el texto de
la conferencia pronunciada por el eminente profesor de Oxford
en el Club Histórico de la Escuela de Medicina John Hopkins,
de Estados Unidos. Es curioso señalar que en el ejemplar que
se conserva en la Biblioteca Universitaria de Ginebra falta la
figura en la que aparece fotografiada la estatua de Miguel Servet,
en Annemasse, con una inscripción poco grata para la memo-
ria de Calvino. ¡Algún calvinista acérrimo ha debido ocuparse
de arrancar la hoja en cuestión!

El monumento expiatorio de Ginebra

A principios del siglo XX, la rehabilitación de Servet se desen-


vuelve todavía entre eruditos, sin que se haya hecho nada

34
para que alcance una difusión más amplia. Es entonces cuan-
do surge la idea de elevar un monumento a Servet, en el mis-
mo lugar en que fue quemado y esparcidas sus cenizas. Hizo
la propuesta, el 11 de abril de 1902, el profesor Ernile Doumergue,
de nacionalidad francesa, en una conferencia dada en Ginebra
en la Sala de la Reforma. En realidad, la idea había sido ya lan-
zada en 1862 por Jules-Romain Barni, pero los protestantes or-
todoxos, capitaneados por el pastor Bungener, ahogaron su voz.
En un folleto que se distribuyó con amplitud entre el público se
declaraba lo siguiente: «El 27 de octubre próximo será el 350°
aniversario del día en que Miguel Servet murió en la hoguera
de Champel. Queremos lamentar públicamente este acto y apro-
vechar la ocasión para afirmar solemnemente nuestra adhe-
sión inquebrantable a la libertad de conciencia, ignorada du-
rante largo tiempo y con frecuencia por las iglesias y los poderes
públicos.»
El 11 de septiembre de 1903 se constituyó un Comité en fa-
vor del monumento, que de un modo más o menos explícito
indicó que los donativos habrían de proceder exclusivamente
de protestantes. En definitiva, lo que se trataba era de lavar la
memoria de Calvino más que de honrar verdaderamente al
acérrimo heterodoxo. Varios datos permiten comprobar este
aserto:

1. La idea de una estatua que representara a Servet queda


rápidamente descartada por los promotores, pues ello habría
supuesto una especie de reivindicación del «hereje», que era
justamente lo que se quería evitar.
2. El emplazamiento del monumento se hizo cerca del lu-
gar donde fue quemado Servet, pero en un sitio escasamente
transitado. Cuando algunos años más tarde elevan los gine-
brinos un monumento a los reformadores, lo hacen en uno de
los jardines más céntricos de la ciudad, frente al edificio cen-
tral de la Universidad.
3. Las inscripciones que propuso el profesor Emile Doumergue
fueron modificadas de modo que se realzara más a Calvino y

35
menos a Servet. Así, Doumergue propuso la siguiente inscrip-
ción:

En Champel, Servet murió en la hoguera


el 27 de octubre de 1553
víctima del error de Calvino y de su tiempo
Los protestantes reformados del siglo XX
han levantado esta piedra
en testimonio de su profundo respeto
por la libertad de conciencia
y en honor de los verdaderos principios
de la Reforma y el Evangelio

Sin embargo, las inscripciones que se encuentran hoy en el


monumento son las siguientes:

El 27 de octubre de 1553
murió en la hoguera
en Champel
Miguel Servet
de Villanueva de Aragón
Nacido el 19 de septiembre de 1511

Esta inscripción figura en la cara más visible de la piedra ex-


piatoria, pero obsérvese que en ella no se indica para nada
quien fue el culpable de la muerte de Servet en la hoguera.
Incluso podría creerse a primera vista que se trata de un me-
ro accidente.
La inscripción que aparece en la otra cara de la piedra dice
así:

Hijos respetuosos y agradecidos de Calvino, nuestro gran re-


formador, condenamos un error, que fue el de su siglo, y fir-
mes observadores de la libertad de conciencia, según los ver-
daderos príncipios de la Reforma y del Evangelio, elevamos
este monumento expiatorio el 27 de octubre de 1903.

36
Desapareció así la afirmación de que Servet fue víctima del
error de Calvino, que queda diluido en el «error del siglo», mien-
tras se realza la memoria de Calvino al llamársele «nuestro gran
reformador», calificativo que no aparecía en la versión origi-
nal de la inscripción.
La estatua fue erigida por suscripción popular, porque se-
gún los organizadores había que demostrar que «ese suplicio,
ese acto de intolerancia, era renegado por todo el protestantis-
mo», y en la lista de suscriptores, que he podido consultar en el
Museo Histórico de la Reforma de Ginebra, he comprobado que
figuran 14 entidades y 323 particulares ginebrinos (entre éstos
aparecen 17 médicos o estudiantes de medicina, cifra superior
al promedio de las restantes profesiones); 10 entidades y 25 par-
ticulares de los demás cantones suizos, en especial de los de
habla francesa, y 65 entidades y 245 particulares franceses. Hay
además 2 donativos de Alemania, 8 de Inglaterra, 3 de Bélgica,
2 de Estados Unidos, 3 de Holanda, 1 de Italia, 1 de Suecia y
23 anónimos. Llama la atención la ausencia total de donativos
españoles, pero como ya he indicado los organizadores de la
expiación pretendían que fuera ante todo una obra de protes-
tantes, y en aquellos años de principios del siglo XX, el número
de protestantes españoles debía ser prácticamente nulo.
El bloque de granito alpino que constituye el monumento
fue inaugurado solemnemente el domingo 1 de noviembre de
1903, a las 2 de la tarde, ante varios centenares de personas.
Pronunciaron discursos el pastor E. Choisy, presidente del
Comité del monumento, el pastor Teodoro Pallard, presiden-
te del Consejo parroquial de Plainpalais, que se constituye en
custodio del monumento, y que afirma que la conservación
del mismo no será difícil por su propia naturaleza y porque tie-
ne derecho al respeto de todos. La verdad es que la conser-
vación no es tan cuidadosa como sería de desear, pues algu-
nas letras de las inscripciones han caído y no han sido
reemplazadas.
La ceremonia de inauguración continuó en el templo de
Plainpalais, que era entonces un pueblecito contiguo a Ginebra

37
y que forma hoy parte integrante de la ciudad. Volvió a tomar
la palabra el pastor Eugenio Choisy, quien dirigiéndose a los
representantes de las iglesias de los cantones confederados
declaró: «Vuestras Iglesias han compartido con nosotros la
responsabilidad del suplicio de Servet y por ello os agradece-
mos que hayáis venido a repudiar el acto.» Mencionó en su dis-
curso la afirmación del etnólogo Carl Vogt de que «Servet era
el mayor sabio de su siglo». Intervinieron también el profesor
Augusto Chantre y el profesor Emile Doumergue, que había
lanzado la idea del monumento expiatorio.

Monumentos de París y Viena del Delfinado

El monumento de Ginebra parece desencadenar una reacción


en favor de la memoria de Miguel Servet y así el 5 de julio de
1908 se inaugura en París una estatua en la plaza de Montrouge,
en el 14º distrito. Servet aparece en pie, con la cabeza descu-
bierta, encadenado a un poste y con los brazos cruzados so-
bre el pecho; las cadenas rodean un libro cerrado que cuelga
a la izquierda de la estatua. La inscripción del monumento es
muy simple y dice así: «A Miguel Servet, quemado vivo en 1503.
Confiado a la custodia del pueblo, 1908.» El monumento está
rodeado por ocho pilones de granito, coronados por candela-
bros de bronce patinado y dorado, alrededor de los cuales se
enredan víboras que llevan cadenas de hierro forjado en sus
anillos.
El monumento erigido en Viena del Delfinado, la ciudad más
antigua de Francia, llamada la Roma de los galos, mide 8 me-
tros de altura y es obra del escultor Joseph Bernard, discípulo
de Rodin, que dedicó cuatro años a su ejecución. Servet apa-
rece de pie, sobre un alto pedestal, encadenado con las ma-
nos en la espalda y en expresión dolorosa. Bajo el pedestal,
una mujer que representa la Ciencia levanta ante la juventud
el velo que tapaba los secretos de la naturaleza a la concien-
cia y la inteligencia del hombre. La Juventud está representa-
da por dos figuras simbólicas, un joven y una joven, que es-

38
cuchan las enseñanzas de la Ciencia. Tras el pedestal huye un
hombre de edad madura que baja la cabeza y se tapa la cara;
simboliza el Remordimiento de los verdugos del médico ara-
gonés.
El monumento fue inaugurado el 15 de octubre de 1911.
Asistió a la inauguración en nombre de la ciudad de Ginebra,
el Dr. P. L. Ladame, quien en su discurso presentó como ver-
dadero ascendiente espiritual de los allí presentes a Servet y
no a Calvino, quien «conservó una mentalidad teocrática y au-
toritaria».
Es un monumento más bien tenebroso, que en la actualidad
está mal conservado y se encuentra en un punto poco transi-
tado de la ciudad.

El monumento de Annemasse y sus peripecias

En 1907, cuando ya hacía cuatro años que se había inaugura-


do el monumento expiatorio de Ginebra, se lanza la idea de eri-
gir una auténtica estatua de Servet contando con el ofrecimiento
de una maqueta realizada por la escultora ginebrina Clotilde
Roch. La idea tropezó enseguida con una fuerte oposición, pe-
se a la importancia de los miembros que constituían el comité
patrocinador, entre los que figuraban Anatole France, de la
Academia francesa de la lengua, Henry Brisson, presidente de
la Cámara de Diputados, el profesor Laskowski, decano de la
Facultad de Medicina de Ginebra, y otras muchas personali-
dades de la ciencia y la política.
Como ejemplo de los ataques dirigidos contra los patroci-
nadores del monumento, puede citarse el siguiente párrafo
de un artículo sin firma aparecido el 12 de mayo de 1908 en
el Journal de Genéve: «¡A Servet, condenado a muerte en Viena
del Delfinado, antes de serlo en Ginebra, dedican su piedad
el ex-pastor Didier y sus amigos...! Odiosa comedia que no en-
gañará a nadie... Pueden llevar a otra parte su estatua, como
muñecos de estopa y paja que durante el Carnaval italiano van
de plaza en plaza para divertir a la muchedumbre.»

39
La escultora Clotilde Roch, autora de la estatua, publica
en 1908 una especie de carta abierta dirigida a sus compa-
triotas en la que se lamenta amargamente de que los gine-
brinos no quieran aceptar su obra. Dice entre otras cosas:
«Desde el punto de vista del patriotismo ginebrino, esa esta-
tua sería una gran honra; borraría ante el mundo el error cri-
minal de otra época y mostraría que los ginebrinos rinden un
justo homenaje al hombre que, por sus sufrimientos y su muer-
te, contribuyó a introducir ideas liberales en la religión. Mis
compatriotas pueden tener la seguridad de que mi obra es
únicamente una obra de ternura por una víctima digna de
nuestras simpatías y de nuestra piedad ginebrinas.» En otra
carta abierta, dirigida al pastor Jöriman, secretario del co-
mité patrocinador del monumento a la Reforma, Clotilde Roch
termina así: «No insisto. En 1909 se presentaba la oportu-
nidad de glorificar la influencia calvinista con un grandioso
monumento y Servet con una modesta estatua; no habría he-
cho daño a nadie y podría haber sido beneficiosa. Quizás al-
gún día todos los reconocerán así, pues muchos ginebrinos
lo reconocen hoy.»
Exasperado por la oposición existente en Ginebra y por la
negativa del ayuntamiento de la misma a aceptar el monumento
de Clotilde Roch, el Comité se dirige al Ayuntamiento de
Annemasse ofreciendo la estatua rechazada. ¿Cuál es el mo-
tivo de esta oferta? La respuesta es simple: Annemasse es el
pueblo francés situado más cerca de Ginebra y, pese a que en
aquel entonces sólo contaba con una población de menos de
2.000 habitantes, era ya centro importante de paso entre Ginebra
y el macizo del Mont Blanc. El 20 de julio de 1908, el Ayun-
tamiento de Annemasse, reunido en sesión plenaria, acepta la
estatua, pero haciendo constar que ello no implica sentimiento
alguno de hostilidad hacia Ginebra. El Sr. Roch pide que se aña-
da la palabra «España» después del lugar de nacimiento de
Miguel Servet, y no deja de ser irónico que en las actas del
Ayuntamiento, que he podido consultar, se añada que la pro-
puesta no suscita objeción alguna.

40
El monumento fue erigido en el centro de Annemasse, en la
plaza del Ayuntamiento, e inaugurado con la pompa habitual
en esos actos el 25 de octubre de 1908. En el curso del acto
pronunció un discurso Eduardo Herriot, que fue más tarde y
durante muchos años presidente del partido radicalsocialista
francés.
Pero como si la inquietud viajera y el desasosiego espiritual
que mostró Servet en vida se hubieran transmitido a su esta-
tua, se produjeron con cierta frecuencia protestas para que se
procediera a su retirada alegando que era un insulto para los
suizos, que era escaso su valor artístico y que presentaba un
carácter demasiado austero en una plaza en la que varias ve-
ces a la semana tenía lugar el mercado. En distintas ocasiones
fue manchada con minio o alquitrán.
Viene más tarde la guerra de 1939 y con ella la ocupación
alemana de Francia. El 13 de septiembre de 1941, el Ayun-
tamiento acuerda eliminar el monumento, y entonces se inicia
un curioso episodio de la historia del monumento de Anne-
masse. La familia de la escultora Clotilde Roch se entera de
tal propósito e inicia un intercambio de correspondencia con
las autoridades francesas, integrado por 65 cartas, cuyas co-
pias he podido consultar en el Ayuntamiento de Annemasse.
La familia propone que se le ceda el monumento a cambio
de su peso en bronce, pues la excusa que se daba para des-
montarlo era la necesidad de entregar al ejército alemán el ra-
ro metal de que estaba formada. En una carta, fechada el 7 de
marzo de 1942, el Sr. Roch dice al Alcalde de Annemasse:
«Espero que las autoridades suizas no pondrán demasiadas
dificultades para el intercambio del bronce y que Servet podrá
pronto retirarse a una tranquila propiedad particular». Sin em-
bargo, las autoridades suizas no permitieron el intercambio y
el 29 de octubre de 1942, el personal municipal transportó la
estatua a la estación, de donde salió para Grenoble y Hamburgo
en el vagón D.R.Halle 61168. La municipalidad recibió como
indemnización la suma de 11.190 francos. Pero antes de que
la estatua desapareciera de Annemasse se habían produci-

41
do dos episodios que prueban hasta qué punto Servet ha desa-
tado, aún después de muerto, admiración y odio. En 1940, re-
cién ocupada Annemasse por el ejército alemán, apareció em-
badurnada la estatua con la siguiente inscripción: «Viva el
ejército alemán. Mueran los judíos.»
Dos años más tarde, en 1942, un grupo de resistentes fran-
ceses decidió conmemorar la fiesta nacional francesa, colocando
en la noche del 13 al 14 de julio una bandera y un ramo de flo-
res con una cinta que decía así: «A Miguel Servet, primera víc-
tima del fascismo.» Michel Baz, que me ha relatado este suce-
so, fue detenido junto con algunos compañeros, pasó 14 meses
en un calabozo y se evadió en 1943 en vísperas de ser depor-
tado a Alemania. Cuando Michel Baz me contó con emoción y
profunda admiración por Servet, todo lo que había sufrido por
tratar de rendir homenaje a su héroe, era vicepresidente del co-
mité de librepensadores de la sección cantonal de Annemasse.
Terminada la Segunda Guerra Mundial se constituye un
Comité que desea rehabilitar la memoria de Servet, de nue-
vo con la erección de una estatua. Por fortuna, la familia de
la escultora Clotilde Roch conservaba su maqueta y la ofre-
ce al Ayuntamiento el 25 de octubre de 1946. Sin embargo,
las gestiones avanzan muy lentamente y la nueva estatua,
que es fiel copia de la anterior, no es inaugurada hasta el 4
de septiembre de 1960, en un emplazamiento distinto al pri-
mitivo. La encontramos ahora en una céntrica plaza de
Annemasse, sin que la inmensa mayoría de las gentes sepan
quién fue Servet ni cuáles son los motivos de que figure allí
esa estatua. Por eso es muy extraño leer en un artículo del
Dr. Germán Somolinos, de México, que «todos [se refiere a
los habitantes de Annemasse] consideraban que aquella es-
tatua, ofensiva para los ginebrinos, les perjudicaba en su me-
dio de vida que era vender verduras y aves a la ciudad de
Ginebra; por eso la habían quitado y destruido».
Pero la estatua no sólo ha cambiado de emplazamiento sino
que también han variado las inscripciones que en ella figura-
ban. Las actuales dicen así:

42
A Miguel Servet
apóstol de la libre creencia
(y mártir del libre pensamiento) (frase suprimida)
nacido el 29 septiembre de 1511 en Villanueva de Aragón
quemado en efigie por la Inquisición católica
el 17 de junio de 1553
y quemado vivo en Ginebra por instigación de Calvino
el 27 de octubre de 1553

En ésta se ha añadido la frase «por instigación de Calvino».


En otra cara de la estatua aparece la siguiente frase de
Voltaire:

La detención de Servet en Ginebra, donde no habían publi-


cado ni dogmatizado y donde, en consecuencia, no podía ser
entregado a la justicia, debe considerarse como una barba-
rie y un insulto al derecho de las naciones.

En una tercera cara se encuentran las siguientes frases:

Encerrado en una prisión húmeda, enfermo y privado de to-


do socorro, Servet escribía a sus jueces: «Os suplico que os
plazca abreviar estas grandes dilaciones... veis que Calvino...
quiere hacerme pudrir en prisión. Los piojos me comen vivo,
mis calzones están desgarrados y no tengo muda ni jubón ni
más camisa que una en jirones...»

La inscripción en que se describe la personalidad de Servet


dice así:

Miguel Servet, helenista, geógrafo, médico y fisiólogo, de-


be ser apreciado por la humanidad por sus descubrimien-
tos científicos, su abnegación en favor de los enfermos y los
pobres, y la indomable independencia de su inteligencia y su
bondad [en la nueva inscripción, esta palabra ha sido susti-
tuida por conciencia].

43
La historia de la estatua se resume así:

Erigida por primera vez en 1908


entregada a los alemanes en 1942
esta estatua
fue levantada de nuevo por suscripción popular
e inaugurada el 4 de septiembre de 1960.

En España

España ha tenido la suerte de que Servet –típico expatriado ga-


nador de fama en el extranjero– no desarrollara sus activida-
des en el país. La Inquisición habría sido tan «eficaz» como
Calvino y Servet hubiera terminado igualmente en la hoguera.
Le cupo pues la dudosa fortuna de no morir en manos de sus
compatriotas.
Pese a que éstos no necesitaban en realidad rehabilitarle
porque no le habían condenado, Servet ha recibido en diver-
sas ocasiones el homenaje de sus compatriotas.
Cuenta con dos estatuas, una en la facultad de Zaragoza y
otra en Villanueva de Sijena (Huesca), su pueblo natal, inau-
gurada el 29 de septiembre de 1975. Una tercera, que figura-
ba en el Museo Antropológico de Madrid, fue destruida por una
granada en el curso de nuestra guerra civil de 1936-1939.
Servet murió por la acción de la intolerancia y casi cuatro si-
glos más tarde, con pocos años de diferencia, las fuerzas desa-
tadas de una intolerancia análoga destruyeron dos de sus es-
tatuas, una en Annemasse y otra en Madrid. Estas fantásticas
coincidencias nos designan claramente a Servet como el már-
tir de la intolerancia.
El mejor homenaje que España puede hacer a su memoria
no consiste, evidentemente, en levantarle nuevas estatuas ni
en descubrir lápidas, sino en propagar y sostener el respeto a
las ideas ajenas.
Poco se habrá adelantado por el camino de la tolerancia mien-
tras haya miles de hombres en el mundo que puedan suscri-

44
bir las palabras que dirigió Servet a sus jueces el 22 de agos-
to de 1553: «Por haber destacado ciertos puntos... sin ningún
ánimo de sedición, no debo en modo alguno estar detenido y
sometido a una acusación criminal.»

Calvino = Stalin y Servet = Trotsky

El 30 de mayo de 1975 es un importante hito en la historia, sem-


brada de altibajos, de la rehabilitación de Servet en el país don-
de fue quemado. Ese día la televisión de la Suiza romanda trans-
mitió una escenificación del juicio de Servet de la que eran
autores George Haldas, conocido ensayista ginebrino, y Claude
Goretta, realizador de cine y televisión.
Aún con visos de objetividad, los autores dieron de Servet
una imagen profundamente atractiva para el espectador de
hoy, llegando a comparar a Calvino con Stalin, defensor de
la pureza de la doctrina sin reparar en medios, y a Servet con
un Trotsky, que piensa por sí mismo y no desea someterse cie-
gamente a ningún sistema por el simple hecho de que éste
existe.
Pese a los siglos transcurridos, todavía los círculos conser-
vadores de Ginebra criticaron la emisión de Haldas y Goretta
y así Eugène-Louis Dumont decía en el Journal de Genève:
«Reducir a Calvino al asunto Servet es un grave error: se en-
gaña al público y se le da un retrato inexacto de ese gigante
de la Reforma; se olvida además en forma simplista toda su
obra de incansable trabajador al servicio de Dios y de la so-
ciedad.»
Servet fue presentado como un héroe en la sombra, una víc-
tima de unos principios que, siendo de amor y perdón, se trans-
formaron en otros de odio y venganza cuando quedaron en-
carnados en el poder. La ley implacable del poder corruptor
quedó una vez más probada.
Es posible que por primera vez en la historia se haya ofre-
cido a los suizos una imagen de Servet como víctima inocen-
te de Calvino, que necesitaba asentar su poder frente a los li-

45
bertinos presentándose como un fiel servidor de la ortodoxia
religiosa. Servet tenía que servir de ejemplo del fatal destino al
que podía llevar todo desviacionismo; no sólo fue un crimen si-
no una maquinación, incluso innecesaria porque las amenazas
al poder de Calvino eran bien frágiles.

***

Han pasado más de cuatro siglos y el fatídico enfrentamiento


entre ortodoxo y disidente, pensador rígido y librepensador, po-
deroso y débil, se ha repetido en millones de ocasiones siem-
pre en desventaja del disidente, el librepensador y el débil. La
historia de Servet recidiva, con proceso o sin él, siempre que
al poder le interesa.
El grito de Servet en Champel: «¡Misericordia, misericordia!»,
sigue brotando en todo el mundo cada día y cada hora. Como
podría haber dicho Servet: ¿Hasta cuándo, Señor Jesús, Hijo
del Dios eterno?

46
Parte II
ACTAS DEL PROCESO (ANOTADAS)

[Aquí aparece por primera vez la referencia a blasfemias y


herejías, que tanta importancia había de tener para Servet. Con
arreglo a la tesis de Lutero, sustentada también por Calvino, la
herejía podía escapar a la violencia, pero la blasfemia tenía que
ser castigada. La Compañía de pastores, de la que Calvino era
miembro principal, empieza pues su actuación haciendo hin-
capié en el carácter blasfemo de las ideas servetianas.]

Nota del Registro de la Compañía de pastores sobre


la detención de Servet y las primeras actuaciones (1553)

El 13 de agosto del año indicado, Miguel Servet fue identifica-


do por algunos hermanos y se creyó conveniente encarcelar-
le para que no infeste al mundo con sus herejías y blasfemias,
siendo que se le conoce como un caso desastroso e incorre-
gible. Alguien se constituyó en denunciante1 y presentó ciertos
artículos que recogen los errores más notables de Servet.
Unos días después se determinó en consejo que estaríamos
presentes cuando se le examinara, con lo cual su impudicia y
su obstinación resultaran tanto más manifiestas y conocidas.
Pues por principio sostiene que el nombre de Trinidad sólo es-
tá en uso desde el Concilio de Nicea y que antes todos los doc-
tores y mártires no tenían conocimiento de ello. Y cuando se le
mostraron los testimonios evidentes tanto de Justino el mártir
como de Ireneo, Tertuliano, Orígenes y otros, tanta vergüenza
tuvo que se desbordó en toda clase de propósitos absurdos,
injusticias y ultrajes. En fin, sus señorías viendo que los autos
serían interminables si no se encontraba medio de abreviar-

1 Las leyes de la Villa exigían que para entrar en conocimiento de cau-


sa, un individuo se constituyera querellante y pidiera justicia.

49
los ordenaron que se hiciera un extracto de las proposiciones
erróneas y heréticas contenidas en sus libros y que respondiera
por escrito para mostrarle en breve la falsedad de sus opinio-
nes, a fin de cursar todo a las iglesias vecinas para recibir su
consejo.

II
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Lunes, 14 de agosto de 1553

Nicolás de la Fontaine contra Miguel Servet, preso

Demanda de Nicolás de la Fontaine contra Servet, detenido,


acusándole de difundir grandes herejías, por las cuales hay de-
tenidos y fugitivos, y declarándose parte contra él, suplica que
se haga justicia. Decide el Consejo que se entreguen por es-
crito al señor lugarteniente los errores y pasajes que parecen
servir de pruebas a fin de que Servet responda para seguir
los autos.

III

[En la alegación de Nicolás de la Fontaine, quien, con arreglo


a la ley carolina, se había entregado a la justicia hasta que se
reconociera el buen fundamento de sus alegatos, aparece la
base de la acusación contra Servet.
El escrito es ante todo un enfrentamiento directo entre Servet
y Calvino, quien reconoció más tarde ser el autor de esta acu-
sación, en la que demuestra un sólido conocimiento de los
escritos de Servet. Los principales errores denunciados son
la negación por Servet de la Trinidad, su concepto particular de
la divinidad de Jesucristo, al que sólo considera Dios desde que
se hizo hombre, con lo cual establece una relación muy pecu-
liar entre lo divino y lo humano, su idea de una divinidad om-
nipresente, claramente expresada en el artículo 24.XXVI al de-
cir «que Dios es una sola cosa que contiene mil esencias, de

50
tal modo que es una porción de nosotros, y que nosotros so-
mos una porción de su espíritu», la negación del pecado ori-
ginal y, por ende, de la necesidad de bautizar a los recién na-
cidos, y el rechazo de la inmortalidad del alma.
Para un teólogo como Calvino, profundamente creyente en
un orden divino claramente establecido, de rígidas jerarquías,
las ideas panteístas de Servet eran un auténtico ultraje. Para
un hombre que quería establecer en Ginebra una sociedad
teocrática, Servet venía a conmover los cimientos de su edi-
ficio al afirmar «que el aire es el espíritu de Dios y que se lla-
ma espíritu a Dios porque vivifica todas las cosas con su es-
píritu de aire» (punto 35.XXXVII). Calvino estimaba que Dios
sólo podía vivificar lo que servía a sus intereses de dominio.]

Denuncia presentada por Nicolás de la Fontaine contra


Servet2

Afirma Nicolás de la Fontaine, que ha presentado querella con-


tra Miguel Servet y se ha constituido por ello prisionero en cau-
sa criminal.
1.I. En primer lugar, que hace unos 24 años comenzó a in-
comodar a las Iglesias de Alemania con sus errores y herejías3
y se le condenó y huyó para escapar al castigo que se le había
infligido.
2.II. Ítem que en ese tiempo hizo imprimir un libro execra-
ble que ha infectado a muchas gentes.4
3.III. Ítem que desde entonces no ha cejado en su empeño
de insuflar su veneno por todos los medios a su alcance tanto

2 El número de artículos era primitivamente de cuarenta, como lo indican


las cifras romanas del texto original y como Calvino señaló en una car-
ta a Farel, pero después fue reducido a 38 en la numeración de cifras
ordinarias añadida al mismo documento auténtico.
3 Se refiere sin duda a la publicación del libro: De Trinitatis erroribus li-
bri septem, 1531.
4 Parece referirse a la publicación del libro: Dialogorum de Trinitate libri
duo, 1532.

51
en las anotaciones que ha hecho a la Biblia como en las rela-
tivas a Ptolomeo.
4.IV. Ítem que más tarde imprimió a escondidas otro libro que
contenía infinitas blasfemias.5
5.V. Ítem que habiendo sido detenido en la Villa de Viena del
Delfinado, cuando vio que se le quería otorgar la gracia de des-
decirse, encontró el medio de escapar de la prisión.
VI. Requiere el querellante que se examine al acusado so-
bre todos los puntos.
VII. Y como podría tergiversar pretendiendo que sus blasfe-
mias y herejías son sólo buena doctrina, el querellante propo-
ne ciertos artículos, sobre cuya veracidad pide que se interro-
gue al hereje.
6.VIII. A saber, si no ha escrito y dogmatizado y publicado
que creer que en una sola esencia de Dios hay tres personas
distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es forjar cuatro
fantasmas que no pueden ni deben imaginarse.
7.IX. Ítem que establecer tal distinción en la esencia de Dios
es hacer un Dios partido en tres y que eso, es un diablo de tres
cabezas, como el Can Cerbero que los antiguos poetas lla-
maron perro infernal, monstruo, así como otras injurias seme-
jantes.
8.X. Ítem si no apoya tales blasfemias con graves injurias
contra los antiguos doctores como San Ambrosio, San Agustín,
Crisóstomo, Atanasio y otros, así como contra todos los que
han intentado en nuestro tiempo enderezar la Cristiandad, has-
ta llamar a Melancton hombre sin fe, hijo del diablo, Belial y
Satán.
9.XI. Ítem si no dice que nuestro señor Jesucristo no es hijo
de Dios sino por cuanto fue concebido por el Espíritu Santo en
el vientre de la Virgen María.
10.XII. Ítem que quienes creen que Jesucristo ha sido el ver-
bo de Dios, padre engendrado desde la eternidad, sólo halla-
rán una redención fantástica y de brujería.
5 En esta ocasión se refiere a: Christianismi Restitutio, 1553.

52
11.XIII. Ítem que Jesucristo es Dios por cuanto Dios así lo ha
hecho.
12.XIV. Ítem que la carne de Jesucristo ha venido del cielo
de la sustancia de Dios.
13.XV. Ítem que la Deidad sólo se comunicó a.Jesucristo
cuando éste se hizo hombre y más tarde espiritualmente a los
apóstoles el día de Pentecostés.
14.XVI. ítem cuando él dice que Jesucristo es de la misma
esencia del Padre, es decir que en este hombre Jesucristo hay
iguales deidad, poder y voluntad, que es Dios y no que el ver-
bo de Dios reside y subsiste en su esencia.
15.XVII. Ítem si no condena a quienes buscan en la esen-
cia de Dios su Santo Espíritu diciendo que todos quienes creen
en la Trinidad son ateos.
16.XVIII. Ítem que todos quienes creen que hay alguna dis-
tinción de propiedad en la esencia de Dios, desvirtúan su na-
turaleza y la desmenuzan.
17.XIX. Ítem que el verbo de Dios no es otra cosa que la car-
ne de Jesucristo.
18.XX. Ítem que la carne de Jesucristo fue engendrada de la
sustancia de Dios por una palabra que él llama seminal.
19.XXI. Ítem que la esencia de la carne y del alma de Jesucristo
es la deidad de esta palabra y del aliento de Dios.
20.XXII. Ítem que si Jesucristo fuese hijo de Dios no a cau-
sa de su humanidad sino porque ésta fue engendrada de la sus-
tancia de Dios, no habría muerto verdaderamente. Porque si
murió, no era hijo de Dios.
21.XXIII. Ítem en cuanto a lo que dice San Juan que el verbo es-
taba en Dios, es decir, que este hombre Jesucristo estaba en Él.
22.XXIV. Ítem que la esencia de los ángeles y de nuestras
almas es de la sustancia de Dios.
23. XXV. Ítem que la sustancia de Jesucristo es la que es-
taba en la nube y que es la misma sustancia de que proceden
los ángeles y nuestras almas.
24.XXVI. Ítem que en lugar de confesar tres personas en la
esencia de Dios o tres hipóstasis, cada una con su propiedad,

53
dice que Dios es una sola cosa que contiene mil esencias, de
tal modo que es una porción de nosotros, y que nosotros so-
mos una porción de su espíritu.
25.XXVII. Ítem, siguiendo el razonamiento, que no sólo los
moldes de todas las criaturas están en Dios sino también las
formas esenciales, de modo que nuestras almas están hechas
de la simiente sustancial del verbo de Dios.
26.XXVIII. Ítem que Jesucristo es el hijo de Dios porque tie-
ne tres elementos de la sustancia del Padre, a saber, el fue-
go, el aire y el agua.
27.XXIX. Ítem que el alma del hombre es mortal y que sólo
hay un aliento elemental que sea inmortal, a saber, la sustan-
cia que Jesucristo tiene ahora en el cielo y que es también la
sustancia elemental, divina e incorruptible del Santo Espíritu.
28.XXX. Ítem que nunca los Padres recibieron bajo la ley el
espíritu de regeneración.
29.XXXI. Ítem que el alma del hombre fue hecha mortal, al
igual que el cuerpo, tras el pecado de Adán.
30.XXXII. Ítem que los niños pequeños, no han pecado y que,
por lo tanto no necesitan redimirse hasta que lleguen a la edad
de la razón.
31.XXXIII. Ítem que no se comete pecado mortal hasta la
edad de veinte años.
32.XXXIV. Ítem que el bautismo de los niños pequeños es
una invención diabólica, una falsedad infernal para destruir a
la cristiandad entera.
33.XXXV. Ítem que la palabra de Dios ya no es como era an-
tes de la encarnación de Jesucristo, porque la sustancia de
aquélla era la claridad de la nube y ahora se ha hecho carne.
34. XXXVI. Ítem que, aunque confiesa el error de los filóso-
fos cuando afirmaron que el mundo era Dios todopoderoso, di-
ce que Jesucristo en cuanto hombre estaba siempre en Dios y
que de él proviene la deidad del mundo.
35.XXXVII. Ítem que el aire es el espíritu de Dios y que se
llama espíritu a Dios porque vivifica todas las cosas con su es-
píritu de aire.

54
36.XXXVIII. Ítem que el alma del hombre, por cuanto tiene
muchas propiedades divinas, está llena de infinitos dioses.
37.XXXIX. Ítem que la persona de Monseñor Calvino, mi-
nistro de la palabra de Dios en esta Iglesia de Ginebra, ha di-
famado en libro impreso la doctrina que en ella se predica, pro-
nunciando todas las injurias y blasfemias que es posible
inventar.
38.XL.Y porque se sabe que ese libro no es aceptado ni si-
quiera por los Papistas pues destruye todo el fundamento de
la cristiandad, se escondió de Guéroult, entonces corrector
de imprenta, como el propio Guéroult ha declarado.
39. Requiere el denunciante que Servet conteste sobre los
hechos que se imputan en los artículos que anteceden, sin en-
trar en discusión sobre la veracidad de la doctrina, que se exa-
minará más adelante.

IV

[Conviene leer estas respuestas separadamente, a continua-


ción de cada una de las preguntas a las que corresponden,
enunciadas en la sección III de las presentes actas del proce-
so, que contiene la denuncia de Nicolás de la Fontaine. Así re-
sultan más netos el enfrentamiento Calvino-Servet y la dure-
za y el desprecio con que éste contesta a quien en realidad era
ya dueño de su vida y hacienda.
Respecto a la acusación de antitrinitario, Servet responde en
forma tangencial, pero remitiéndose a los doctores de la Iglesia
anteriores al Concilio de Nicea; trata así de quitar fuerza a la
acusación calvinista, pues si la Reforma estaba basada en el
retorno a las fuentes del Cristianismo ¿no obraba él en igual
sentido con su creencia en una Trinidad mucho más laxa que
la niceana?
Muestra Servet una extraña mezcla de aceptación hacia las
acusaciones («si ha errado estará dispuesto a rectificar»: pun-
to 30) y de animadversación hacia la persona de Calvino
(«Calvino yerra en muchos pasajes» asegura en el punto 37).]

55
Respuestas de Servet a los artículos de la denuncia
formulada por N. de la Fontaine

El año mil quinientos y tres y el lunes, decimocuarto día del mes


de agosto, se da curso a la denuncia formulada por y a ins-
tancias del honorable Nicolás de la Fontaine, de St. Gervais de
Vexin, francés y domiciliado en esta ciudad, contra Miguel Servet
de Villanueva, Reino de Aragón, España. De la Fontaine pide
que Servet responda al interrogatorio escrito (que se reprodu-
ce a continuación)6 y dice que se ha constituido en parte en es-
ta causa en su propio nombre y por iniciativa personal. Servet
ha jurado decir y responder a la verdad so pena, etc. (sigue la
fórmula acostumbrada).
1. Responde ser cierto que ha escrito una obrita,7 pero, a su
entender, no ha perturbado las Iglesias, y niega que se le ha-
ya condenado.
2. Responde que escribió en efecto un librito8 pero no tiene
conocimiento de que haya infestado a nadie.
3. Confiesa haber anotado el libro de Ptolomeo y la Biblia,
pero no cree haber hecho nada malo.
4. Responde que ha escrito una obra9 en la que no cree ha-
ber blasfemado. Si se le muestran las blasfemias, está dispuesto
a rectificar.
5. Responde ser cierto que se le detuvo en Viena del Delfinado
a instancias de Monseñor Calvino y Guillermo Trie, pero huyó
de la prisión porque los sacerdotes querían quemarlo y en vis-
ta de que por la forma de guardarlo parecía que alguien desea-
ba su evasión.
6. Responde que ha escrito un libro sobre la trinidad siguiendo
a los primeros doctores después de Jesucristo y a los apósto-
les. Cree en la trinidad, padre, hijo y espíritu santo, tres per-

6 En las actas originales se incluyen otra vez las preguntas de N. de la


Fontaine, repetición que consideramos superflua y que hemos suprimido.
7 De Trinitatis erroribus, 1531.
8 Dialogi de Trinitatis, 1532.
9 Christianismi Restitutio, 1553.

56
sonas en Dios. Admite que ha utilizado la palabra persona de
un modo distinto a los doctores modernos.
7. Responde como a la pregunta anterior y confiesa la trini-
dad y las tres personas.
8. Responde que le ha llamado de ese modo en libros im-
presos, cosa que Melanctón hizo, si bien en apoyo de su ra-
zonamiento ha escrito de su mano cosas iguales o semejantes
a las que respondió Melanctón en libros impresos.
9. Responde que el hijo de Dios fue engendrado del Padre
desde toda la eternidad y concebido por el santo espíritu en
la virgen María.
10. Responde que niega lo que se le imputa en la pregunta.
11. Responde que Jesucristo recibió la divinidad de su padre.
12. Responde que la carne de Jesucristo participa de la di-
vinidad que está en el cielo, pero que la materia de la carne vi-
no de la virgen María.
13. Responde que la divinidad de Jesucristo es eterna y que
se comunica al hombre en la concepción.
14. Responde que el verbo de Dios reside en Jesucristo y
que el verbo se hizo carne.
15. Responde que el espíritu santo no puede hallarse más
que en la esencia de Dios y niega que quienes creen en la tri-
nidad sean ateos.
16. Responde que confiesa distinción de propiedad y de per-
sonas en la trinidad.
17. Responde que el verbo de Dios está unido a la carne.
18. Responde que la carne de Jesucristo fue engendrada del
espíritu santo y de la virgen María.
19. Responde que en Jesucristo hay carne, alma y deidad,
que son tres cosas distintas y que una no es otra.
20. Responde que Jesucristo es hijo de Dios por su divini-
dad y por su humanidad y que cuando el alma se separó, y
durante los tres días que duró la separación, dejó de ser hom-
bre.
21. Responde que Jesucristo estaba con Dios según la per-
sona de su divinidad.

57
22. Responde que los ángeles y las almas son creados
en Dios y que la sustancia de los hombres es distinta a la
del creador.
23. Responde que la divinidad de Jesucristo es la que se apa-
reció a los profetas y patriarcas en la nube.
24. Responde que Dios sostiene todas las cosas y que la
esencia de Dios está en todas partes y sostiene todo y que
de este modo se comunica a todas las criaturas.
25. Responde como a la pregunta anterior y añade que las
ideas de las criaturas están en el espíritu de Dios.
26. Responde que creada en Dios fue la divinidad y no el ele-
mento de la sustancia, pero que esos son ejemplos de ele-
mentos.
27. Responde que nunca pensó que el alma fuera mortal,
ni lo dijo ni escribió, sino que está revestida de elementos co-
rruptibles.
28. Responde que no, a saber, el espíritu de regeneración
del bautismo tal como Jesucristo lo instituyó en su adveni-
miento.
29. Responde que está hecha con sujeción a la mortalidad,
no que muere en su esencia.
30. Responde que los niños son concebidos y nacen con el
pecado original y comprenden la redención cuando adquieren
el uso de la razón; opina que los niños no necesitan el bautis-
mo hasta que tienen uso de razón y así lo ha escrito, pero si ha
errado está dispuesto a rectificar.
31. Responde que lo ha dicho y escrito porque nuestro se-
ñor sólo castigó en el desierto a los hijos de Israel que habían
cumplido 20 años.
32. Confiesa haber dicho y escrito todo lo que se le imputa
en esta pregunta.
33. Responde que no ha escrito eso sino que el verbo de Dios
tiene la misma esencia que tenía, pero antes de la encarnación
se apareció en forma de nube y después de carne.
34. Confiesa haber escrito lo que se le imputa en esa pre-
gunta. Entendía que Jesucristo estaba en Dios según la glo-

58
ria y la persona de su divinidad y que el mundo fue creado de
él y por él.
35. No recuerda haber escrito todo ello, pero confiesa que
el aire se llama espíritu y que Dios es espíritu, tanto por su
esencia como porque se manifestaba por el aire y vivifica-
ba.
36. Niega haberlo escrito o al menos no lo recuerda. Cuando
se le muestre el lugar en que lo dijo, declarará como lo en-
tienda.
37. Responde que Calvino le ha injuriado antes en muchos
libros impresos y que le ha contestado y demostrado que Calvino
erraba en algunos pasajes y que cuando Calvino le escribió que
estaba ebrio, él le contestó lo mismo. Calvino yerra en muchos
pasajes.
38. Responde que lo corrigió en Viena del Delfinado, pero
que no se escondió del tal Guéroult y que lo veía a menudo.

Hecho esto, De la Fontaine pide que se le admita a com-


probar las negativas y para verificación de las mismas presenta
algunos libros escritos a mano o impresos. Pide que Servet re-
conozca la escritura manuscrita. Servet confiesa haber escri-
to los libros y reconoce su escritura, pero declara que no ha
hecho imprimir ni publicar el libro manuscrito10 sino que lo en-
vió a Monseñor Calvino hace unos años para solicitar su opi-
nión. Confiesa haber hecho imprimir el otro libro impreso.11
Además De la Fontaine presenta un libro titulado Ptolomeo,
que Servet confiesa haber anotado, así como una Biblia, en la
que Servet confiesa haber hecho algunas anotaciones, pero
no todas.
Las cuales piezas son entregadas, en presencia del dicho
De la Fontaine y de Servet, a Juan Grasset, servidor y carce-
lero.
10 Parece tratarse de un primer manuscrito de la Restitutio. La negativa
de Servet se basaría en las importantes diferencias que, a su enten-
der, existían entre ese texto y el que ulteriormente dio a la imprenta.
11 Parece tratarse de las galeradas de la Restitutio.

59
Y Servet declaró que había entregado al tal Grasset noven-
ta y siete escudos soles, una cadena de oro que pesaba unos
veinte escudos y seis anillos de oro.

V
Demanda de N. de la Fontaine12

Ante vosotros, magníficos, poderosos y muy respetables se-


ñores comparece Nicolás de la Fontaine habiéndose constitui-
do preso en causa criminal contra Miguel Servet por los gran-
des escándalos y trastornos que el citado Servet ha efectuado
en la cristiandad por espacio de 24 años, por las blasfemias
que ha pronunciado y escrito contra Dios, por las herejías con
las que ha infestado el mundo, por las malvadas calumnias y
falsas difamaciones que ha sembrado entre los verdaderos ser-
vidores de Dios y en particular contra Monseñor Calvino, del
que el demandante está obligado a defender el honor siendo
su pastor si quiere ser considerado como cristiano, y también
a causa de la vergüenza y el deshonor que podrían caer sobre
la iglesia de Ginebra porque el citado Servet condena en es-
pecial la doctrina que en ella se predica.
Sobre todo que en el día de ayer el citado Servet fue inte-
rrogado y no respondió en absoluto a las preguntas, y así en
lugar de responder pertinentemente sí o no, dijo lo que bien le
pareció, y como podéis ver que no son sino canciones frívolas,
os ruego se le obligue a responder formalmente sobre cada ar-
tículo sin vaguedades, a fin de que no se burle más de Dios
ni de sus señorías y también para que el citado demandante
no se vea privado de su buen derecho.
Y cuando el susodicho demandante habrá probado su in-
tención, y el citado Servet esté convencido de haber escrito y
dogmatizado las herejías contenidas en los interrogatorios, el

12 Estademanda no aparece fechada, pero su contenido prueba que es


del 15 de agosto.

60
demandante os suplica humildemente que si consideráis cri-
minal al tal Servet y digno de ser acusado por vuestro fiscal, os
plazca declararle exento de cualquier gesto, perjuicio o interés,
no porque rehúse o rechace la continuación de esta causa y
querella, que todo cristiano e hijo de Dios debe mantener has-
ta la muerte, sino para que se sepa que los usos y costumbres
de vuestra villa así lo proclaman, y que no le corresponden a
él soportar las cargas y oficios de otro.13

VI
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Martes, 15 de agosto de 1553

El señor lugarteniente ha presentado las respuestas de un lla-


mado Miguel Servet, inculpado de propagar la falsa doctrina, y
ha dicho que se le han presentado varias preguntas, en las cua-
les la acusación pretende probar con libros que el acusado es
culpable. –Procédase como corresponde.
Se ha oído también a Grasset, servidor en el Obispado, que
ayer rehusó depositar el dinero del preso Servet en manos
del señor lugarteniente, y además se escondió cuando se le hi-
zo la demanda. El cual ha dicho que se escondía porque no ha-
bía podido entregar dicha suma al señor lugarteniente, ante to-
do porque su amo tenía la llave en Corsinge. Decide que dé
cuentas al señor lugarteniente tanto de ello como de otras ac-
ciones suyas.

VII

[Estas respuestas, dadas verbalmente por Servet, correspon-


den de nuevo a las preguntas formuladas más arriba en la sec-

13 En el momento en que el fiscal se hacía cargo oficialmente de la acu-


sación, el denunciante o demandante quedaba liberado del posible cas-
tigo que se le hubiera impuesto en caso de acusación falsa. El proce-
dimiento, en apariencia de una gran justicia, podía ser fácilmente burlado
si existía connivencia entre el denunciante y los jueces.

61
ción III de las presentes actas del proceso. Para su mejor com-
prensión, es aconsejable leer correlativamente la pregunta y la
respuesta correspondiente de Servet.
El heterodoxo aragonés prosigue empleando sutilezas
teológicas para defender su concepción de la Trinidad, afir-
ma que da a la palabra persona un sentido distinto del que
le otorgan los autores de su tiempo y próximo del que te-
nía en los primeros siglos del cristianismo. Por otra parte,
atenúa el panteísmo de algunos de sus escritos, afirmando
ahora «que la esencia de Dios está en todo y por todo, y sos-
tiene todo», pero no «que nosotros somos una porción de
su espíritu».
Mantiene Servet más firmemente el enfrentamiento directo
contra Calvino ofreciéndole una confrontación de naturaleza
teológica. Trata Servet de separar a Calvino del resto de los
acusadores, considerando con razón que el juicio tenía un ca-
rácter eminentemente personal. Lo confirma el hecho de que
cuando el Consejo Menor libera a Nicolás de la Fontaine de su
papel de acusador, sale fiador Antonio Calvino, hermano del
reformador.]

Primer interrogatorio de Servet en presencia de la


Señoría, el 15 de agosto de 1553, en el Obispado

Se pregunta al maestre Nicolás si quiere persistir en la quere-


lla que ha presentado contra Miguel Servet, de Aragón, a lo que
responde que sí.

Respuestas de Miguel Servet

que se presenta personalmente, habiendo jurado decir la ver-


dad so pena de pagar sesenta soles y de tener el caso per-
dido.
Interrogado acerca de quien es, responde ser español,
aragonés de Villanueva, que es médico y se llama Miguel
Servet.

62
1. Sobre la primera pregunta responde que no ha sido con-
denado en esa época, pero que es cierto que había escrito un
libro sobre la Trinidad.
2. Sobre la segunda, Responde haber confesado ya que en
ese tiempo hizo un libro y que no pudo haber errado.
¿Y qué error? En cuanto a él y según él y su conciencia, en-
tiende haber obrado bien.
3. Sobre la tercera, Responde que no cree haber errado en
las anotaciones que ha hecho, y que el libro se vende públi-
camente en toda la cristiandad y que él lo ha leído en París.
4. Sobre la cuarta, Responde que este año ha hecho un li-
bro titulado Christianismi restitutio y que no estima haber blas-
femado, y se le exhibe el libro, el cual confiesa haber escrito y
corregido y hecho imprimir. Y que Monseñor Calvino lo ha per-
seguido de tal modo que, como ha dicho, si de él dependiera,
lo hubiera quemado vivo.
5. Sobre la quinta, Responde que es cierto y que lo ha he-
cho por salvar su vida.
6. Sobre la sexta, Responde que cree en la esencia divina
en tres personas y que en absoluto dogmatiza de ese modo.
Verdad es que emplea el nombre de persona distintamente a
como los modernos lo emplean, y que lo emplea como los pri-
meros doctores de la iglesia y discípulos de los apóstoles lo
usaron.
7. Sobre la séptima, Responde que ha dicho que la diferen-
ciación real en Dios daría alguna división en Dios, pero no la
diferenciación de personas, pues ésta sería monstruosa.
8. Sobre la octava, Responde que no ha nombrado a
Melanctón en ningún libro publicado, pero que sí lo hizo en car-
ta dirigida a Monseñor Calvino y que Melanctón, así como
Calvino, le han aplicado grandes injurias en libros publicados.
En cuanto a los doctores afirma que ha seguido a los más anti-
guos y que no sigue a veces la opinión de los nombrados en la
pregunta, y que sigue a otros más antiguos.
9. Sobre la novena, Responde que no ha dicho así, pero que
cree firmemente que Jesucristo es eternamente hijo de Dios y

63
engendrado por el santo espíritu en la virgen María y que es hi-
jo de Dios por la divinidad y la humanidad.
10. Sobre la décima, Responde que no lo ha dicho así.
11. Sobre la undécima, Responde que el padre ha hecho al
hijo tal como es, y que Jesucristo debe al padre todo lo que es,
y responde que sí.
12. Sobre la duodécima, Responde que sí y que la carne de
Jesucristo vino del cielo y de la sustancia de Dios según su divini-
dad, y en cuanto a la materia de la carne le vino de la virgen María.
13. Sobre la decimotercera, Responde que no lo ha dicho en
absoluto de esa forma y que hay interpretaciones.
14. Sobre la decimocuarta, Responde que no lo ha dicho así
sino al contrario, que la palabra de Dios subsiste en su esencia.
15. Sobre la decimoquinta, Responde que no lo ha dicho así.
16. Sobre la decimosexta, Responde que no lo ha dicho así
sino que ha afirmado que quienes establecen la distinción real,
la disipan en trozos.
17. Sobre la decimoséptima, Responde que en Jesucristo
hay tres cosas distintas, la carne, el alma y la divinidad, y que
en absoluto ha dicho lo que se acusa.
18. Sobre la decimoctava, Responde que ya ha dicho que la
carne de Jesucristo está engendrada del santo Espíritu y de la
virgen María.
19. Sobre la decimonovena, Responde que no lo ha dicho
como figura en la pregunta.
20. Sobre la vigésima, Responde que no lo ha dicho así co-
mo está en la pregunta.
21. Sobre la veintiuna, Responde confesando que el hombre
Jesucristo está en Dios según la gloria y persona de su divinidad.
22. Sobre la veintidós, Responde que no lo ha dicho sino que
las criaturas son obra de Dios y que tales criaturas no son de
la sustancia del Creador.
23. Sobre la veintitrés dice que no lo ha dicho en esa forma.
24. Sobre la veinticuatro, Responde que no lo ha dicho así
sino por la acción de las ideas, y que la esencia de Dios está
en todo y por todo, y sostiene todo.

64
25. Sobre la veinticinco, Responde que no lo ha dicho así.
26. Sobre la veintiséis, Responde que no lo ha dicho así si-
no como una idea.
27. Sobre la veintisiete, Responde que no lo ha dicho así y
que nunca ha pensado que el alma fuera mortal, sino que es-
tá revestida de elemento mortal.
28. Sobre la veintiocho, Responde que así lo ha dicho, que
los padres no han recibido la regeneración del espíritu por el
bautismo como nosotros. Pues Jesucristo ha innovado todo.
29. Sobre la veintinueve, Responde que no lo ha dicho así,
pero que el alma por el pecado de Adán ha estado sometida
a afecciones mortales.
30. Sobre la treinta, Responde que no lo ha dicho sino que los
niños pequeños son concebidos y nacidos en pecado original.
31. Sobre la treinta y una, Responde que ha dicho eso y que
Dios en la ley lo ordena así.
32. Sobre la treinta y dos, Responde que lo ha dicho y que es
de esa opinión y que si ha errado, está dispuesto a rectificar.
33. Sobre la treinta y tres, Responde que no lo ha dicho pro-
piamente en esa forma. Pero que la divinidad de Jesucristo que
apareció en la nube era la misma que estaba en la carne de
Jesucristo, si bien estaba en otra disposición en la carne que
en la nube.
34. Sobre la treinta y cuatro, confiesa haber dicho eso.
35. Sobre la treinta y cinco, Responde que confiesa haber di-
cho así.
36. Sobre la treinta y seis, Responde que no lo ha dicho así,
pero lo que ha dicho ha sido como una idea.
37. Sobre la treinta y siete, Responde que Calvino ha sido el pri-
mero que le ha injuriado y varias veces y en los libros públicamente
impresos y que cuanto ha escrito ahora contra Calvino en su de-
fensa, no es con la intención de injuriarle sino para mostrarle sus
errores y faltas, como se ofrece a mostrárselo en plena congre-
gación con sanas razones y la autoridad de la santa escritura.
38. Sobre la treinta y ocho, confiesa que su último libro no se-
rá tolerado por los papistas, pues la mayor parte va contra ellos.

65
Y que ha corregido ese libro y que ha escondido el original de
Guillermo Guéroult y que él mismo llevaba el original al impresor.
Preguntado si alguien ha sufrido a causa de la impresión del
citado libro, responde que no sabe, y que quizás el impresor
podría haber sufrido, pues está en prisión como él.
Queda pendiente y sígase de día en día y de hora en hora,
y que la causa sea remitida hasta probar y verificar los artículos
negados.
Se ha remitido la causa para probar y verificar y como por las
respuestas del acusado resulta ser culpable, queda decidido
que el querellante Nicolás quede libre presentando sumisión
y fianza para seguir el procedimiento.
El principal ha prometido presentarse cuantas veces sea lla-
mado y seguir su causa, y a petición constituye fianza de ho-
nor, Antonio Calvino,14 burgués de Ginebra.

VIII

[La acusación toma perfiles más netos con la entrada en liza


del jurista francés Colladon, quien, refiriéndose siempre a las
preguntas de la sección III, aporta piezas de convicción.]

Segundo interrogatorio de Servet


16 de agosto de 1553

Presentado el llamado Servet y habiendo hecho el juramento


acostumbrado.
Interrogado si está dispuesto a decir la verdad, responde que
la dice.
Después de que la causa había sido remitida para verificar
las preguntas negadas, ha sido llamado maestre Nicolás, a quien
acompaña el Señor Germán Colladon15 y han hecho las pre-
sentaciones.

14 Hermano de Juan Calvino.


15 Para servirle de abogado.

66
1. El dicho Nicolás afirma que probará la primera pregunta
con los libros de Melanctón y Ecolampadio, impresos.
2. La segunda está confesada.
3. Sobre la tercera, el querellante ha presentado el Ptolomeo
y las Anotaciones al final de la descripción de la tierra de Judea.
A lo que objeta Servet que no lo ha escrito y que en ello no
hay mal según se vea.
Ítem en cuanto a las anotaciones que Servet ha hecho en
la Biblia, presentan la Biblia en cuestión.
4. Sobre la cuarta, han presentado el libro titulado Christianismi
Restitutio, y que el propio preso ha reconocido.
5. Sobre la quinta ha confesado.
6. Están confesadas.
Siendo interrogado si entiende que las tres personas son tres
visiones externas y no tres hipóstasis en la esencia de Dios,
Responde que confiesa en la esencia divina tres hipóstasis y
declara que hipóstasis es algo que subsiste.
7. Sobre la séptima dice que está comprobada con el libro,
en la epístola primera dirigida a Monseñor Calvino, en la pági-
na 578, y en el primer libro de la Trinidad, en la página 22, y en
varios otros pasajes de dicho libro, y en la hoja 12, página 2,
del libro 3 De Trinitate escrito a mano.
8. Sobre la octava ya está dicho.
9. Sobre la novena han presentado para verificar dicho li-
bro y la primera epístola a Calvino, en la página 578.
10. Vista.
11. Vista.

Aquí queda interrumpido el procedimiento y remitido a ma-


ñana a mediodía y que al interesado le sea entregado su libro
y a los citados las respuestas [de Servet] y que anote pronto el
caso.
IX

[La brusca interrupción del segundo interrogatorio parece que


fue debida a la intervención de Filiberto Berthelier en defensa

67
del acusado. Opuesto al régimen de austeridad impuesto en
Ginebra por Calvino, Berthelier ve en el proceso de Servet la
oportunidad de socavar la autoridad de Calvino y la aprovecha
decididamente. Esto motiva la intervención de Calvino y su
reprobación de Berthelier.]

Extracto de los Registros del Consejo Menor


Jueves 17 de agosto de 1553

Monseñor Calvino contra Miguel Servet.


Aquí ha sido oído Monseñor Calvino sobre la causa de Miguel
Servet y ha presentado varios errores escritos por el tal Servet,
como sus libros muestran, y además ha presentado a Filiberto
Berthelier, de quien ha sabido por el proceso que se mezcla en
excusa y cobertura de los que el tal Servet ha querido designar
conocedores de su libro. Ítem ha señalado que no se quiere ex-
cusar de haber permitido a su servidor Nicolás constituirse en
parte contra Servet y querer proseguir, igual que él, que quie-
re ser parte contra él.
Sobre lo cual queda declarado que continúa el procedimien-
to y a fin de que se le muestren mejor sus errores al preso, que
el Monseñor Calvino y quien quiera con él, puedan asistir con
el citado Nicolás a sus respuestas, y mostrar de nuevo los erro-
res y los pasajes para probarlos.

Tercer interrogatorio de Servet16


En el Obispado, el 17 de agosto de 1553

Personado el llamado Miguel, que ha hecho juramento sobre


las santas escrituras de decir verdad so pena de 60 soles y
de tener el caso por perdido.

16 Parece que Calvino asistió a este interrogatorio aunque no se le cita


en las actas.

68
Aquí el respetable Colladon, como representante de maes-
tre Nicolás, se ha ofrecido a verificar los artículos en forma de-
finitiva.
1. Sobre la primera pregunta, han presentado textos para ve-
rificar la negativa del interrogado de haber sido condenado. Han
presentado el libro de Ecolampadio, donde están contenidas
las epístolas primera y segunda enviadas por él a Servet. Y
además los Lugares comunes de Melanctón, páginas 18 y 28.
A lo cual Servet replica haber confesado que tales doctores han
escrito contra él, pero que eso no es sentencia definitiva. Co-
lladon replica que si Servet hubiera sido aprehendido, junto con
el impresor, ambos hubieran sido sentenciados.
Sobre esto han pedido que se nombrara a tal impresor, que
es Juan Secerio, de Haguenau.
2. Sobre la segunda, alegan que ese libro está lleno de he-
rejías e infecciones, que se ofrecen a mostrar de inmediato, de
modo tal que es imposible no haya infestado a varias personas.
3. Sobre la tercera, han presentado el libro de Ptolomeo, lo
cual Servet niega haber hecho y, no obstante, que no hay mal
y que no se refiere al tiempo de Moisés sino al tiempo de los que
han escrito en nuestro siglo.17 A ello dicen que como ha abar-
cado en general a todos los que han escrito de dicho país, ha
calumniado a Moisés.
Y en cuanto a las anotaciones de la Biblia, han presentado
los capítulos 7 y 8 de Isaías, de cuyo último pasaje dicen que
Servet ha atribuido a Ciro lo que se atribuye a Jesucristo en
cuanto a borrar nuestros pecados y llevar nuestras iniquidades.
A lo cual Servet responde que lo principal debe ser entendi-
do de Jesucristo, pero en cuanto a la historia y la letra deben
atribuirse a Ciro, y que los antiguos doctores han puesto dos
sentidos en el Antiguo Testamento, a saber el sentido literal y
el sentido místico, como así dice San Juan en el Apocalipsis,
17 Esta acusación concierne a las anotaciones efectuadas por Servet
en la «Geografía» de Ptolomeo, en las que describía Judea corno una
tierra seca y poco productiva, lo que en su tiempo era perfectamente
auténtico.

69
en el capítulo 19, que el testimonio de Jesucristo es el espíri-
tu de profecía, y acude a Nicolás de Lira como antiguo doctor,
allí donde habla de Ciro respecto al capítulo 53 de Isaías.
4. Sobre la cuarta, él confiesa. A lo cual ellos dicen que si
bien fue amonestado antes de los errores, no obstante no de-
jó de imprimir ese libro y que no es necesario imprimir para que-
rer ser corregido, como alega Servet de que quería ser corre-
gido de sus errores.
5. Sobre la quinta, él confiesa. Aquí se le ha hecho declarar
el medio por el que se escapó. Y dice que escaló una muralla
y salió por una ventana, y que nadie le ayudó sino Dios y, sin
embargo, él había dicho que algunos de la justicia le habían
ayudado porque no querían perseguirle más.
6. Sobre la sexta, han presentado el libro Christianismi
Restitutio, desde el folio 22 de dicho libro hasta los 35 y 36,
allí donde están contenidas las grandes blasfemias que pro-
fiere Servet contra la Trinidad, llamándola Cerbero y sueños
de San Agustín, invención del diablo, y triteítas a los que en
ella creen.
A lo que Servet responde que no llama triteítas a los que
creen en la Trinidad, pues él mismo cree, sino a los que la pre-
sentan como no es, a saber a los que ponen distinción real en
la esencia divina, que dividen a Dios y quitan unidad a la esen-
cia divina, y a los que llama Trinitarios y Ateos. Y que en la ver-
dadera Trinidad hay distinción personal y no real, y que los pri-
meros doctores de la iglesia, discípulos de los apóstoles, han
hablado así, como San Ignacio, discípulo de San Juan apóstol,
en sus epístolas, lo mismo en la epístola a Trellian [sic] y a los
tarsenses, y Policarpo en las epístolas a los filipenses y otros,
que era mártir y discípulo de San Juan, Clemente, discípulo y
sucesor de San Pedro, Ireneo mártir, discípulo de Policarpo, en
cinco libros, de los cuales él trata. Ireneo 16, 17 y otros citados
en la página 685 de su libro impreso, y Tertuliano, doctor en los
tiempos de los apóstoles, y los lugares citados en la página 691,
y Clemente de Alejandría, que era de ese tiempo (Lib. Stromaton,
Lib. Pedagogi, impreso en Florencia).

70
Interrogado si los doctores antiguos no han usado esa pa-
labra de Trinidad, confiesa que después del concilio de Nicea
y no antes, y que esos doctores nombrados no han empleado
la palabra Trinidad.
Aquí dice que entiende por persona e hipóstasis una sus-
tancia visible o aparente.
Sobre esto ellos han dicho que no alegue doctores como
Clemente, Ignacio y Policarpo, siendo que los libros que ha
nombrado y atribuido a su nombre son apócrifos y completas
locuras; y Tertuliano e Ireneo están totalmente contra él.
7. Vista.
8. Vista.
9. Sobre la cual presentan la primera epístola a Monseñor
Calvino, del libro impreso de Servet.
[En lo que se refiere a las preguntas 10 a 36, las Actas del
proceso comprenden una simple enumeración de los libros es-
critos de Servet en que se basan los acusadores. La hemos su-
primido por su escaso interés, y, en particular, porque en gran
parte de los casos se trata de cartas o de libros que no llega-
ron a imprimirse.]
37. Sobre la treinta y siete presentan el libro impreso de
Servet, y la Institución de Monseñor Calvino, apostillada por
Servet, así como una epístola enviada por Servet a maestre
Abel, ministro de la palabra de Dios en esta ciudad, sin fecha,
que Servet reconoce haber escrito, así como las apostillas de
la Institución, que le son exhibidas y confiesa haber escrito de
su propia mano.
38. Sobre la treinta y ocho, él confiesa. Y ellos dicen que él se
contradice a sí mismo y varía en sus respuestas, cuando dice
que se ha escondido de Guillermo de Guéroult y después dice
que Guillermo Guéroult le puede haber ayudado a corregir. Y aquí
están las respuestas dadas por Servet, tanto ante el lugarteniente
como ante los señores, las que se han encontrado variables.

Aquí, Colladon, representante citado, pide que se reconozcan


sus pruebas como suficientes y que por ello sea Nicolás descar-

71
gado y liberado de la obligación que soporta, junto con su fiador,
con condenación de gastos e intereses incurridos en la prisión.
Aquí, la asistencia, habiendo visto las pruebas y los testimonios
presentados por la parte querellante, con los que aparece sufi-
cientemente culpable el acusado, Nicolás el principal, junto con su
fiador, decide que sean desde esta hora liberados, como así se les
libera. En cuanto a las costas se dejan para el final de la causa.
Y después Servet es interrogado sobre lo que él contestó de
que permaneció dos días en prisión y después salió de maña-
na. Pues, el vicebaile, que le tenía precio, mandó al carcelero
que le dejara irse por un jardín y que le tratara bien, porque ha-
bía asistido con su medicina al Señor de Maugeron, del que
el vicebaile era amigo. Y de ese jardín subió por una muralla
y sobre prensas de uvas y después se escapó y tomó el ca-
mino para ir a España, volviendo después atrás a causa de los
gendarmes que él tenía, y quiso pasar por aquí y por Alemania
para ir más allá de las montañas a ejercer la medicina.
Interrogado por su dinero, responde que no se retira el di-
nero a los presos en ese lugar.
Interrogado sobre si ha enviado sus libros a alguna parte, res-
ponde que él no, pero que su impresor ha mandado a Francfort.
Interrogado sobre la cantidad de libros impresos, responde
que fueron impresos mil.
Se le conmina a que mantenga sus respuestas de día en día
y de hora en hora.
Y después queda decidido que se libere a maestre Nicolás
y a su fiador, y que las costas queden para el final de la causa.

XI

[El Consejo Menor toma la decisión capital de dirigirse por es-


crito al tribunal de Viena del Delfinado, católico y por ende ce-
rrado enemigo del tribunal que actúa en la Ginebra protestante,
para inquirir las causas de la condena de Servet. Los dos po-
deres establecidos colaboran en perjuicio del desamparado
Servet.]

72
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Lunes 21 de agosto

Aquí se habla de Miguel Servet, detenido por causa de here-


jía: teniendo en cuenta que el caso importa mucho a la cris-
tiandad, se decide que siga el proceso.18 Y no obstante, que
se escriba a Viena del Delfinado para saber porqué ha sido de-
tenido y cómo ha salido, y después, cuando esté todo reuni-
do, que se escriba a las señorías de Berna, de Basilea, de
Zurich, de Schaffhouse y de otras iglesias para darles entero
aviso.
Aquí mismo ha llegado una carta de Arnoullet,19 que afir-
ma que Guillermo Guéroult ha corregido el último libro de
Servet, y después habla de él. Y queda decidido que se pre-
sente Servet, y que se le muestre la carta para que la reco-
nozca, y que se le interrogue sobre ella. Y si resulta que
Guéroult sabe de dicho libro, sea prendido y detenido para que
responda.

XII

[Ésta es la carta mencionada en la sección XI (Registros del


Consejo Menor del 21 de agosto), pieza esgrimida contra Servet
porque en ella se indica que Guéroult actuó como corrector de
la Christianismi Restitutio, lo que Servet había negado en el pri-
mer interrogatorio (respuesta 38).
Bertet era un librero, establecido en Chastillon (Alta Saboya,
cerca de Ginebra), a quien Arnoullet escribe para que defien-
da sus intereses frente a Guéroult, el corrector del libro de Servet,
que trabajaba entonces en Ginebra.]

18 Como la parte querellante había quedado liberada según su demanda


por considerar justificada su acción, había que adoptar una nueva de-
cisión para que prosiguiera oficialmente el proceso en nombre del
Estado y a cargo del fiscal, que debía unirse ahora al lugarteniente pa-
ra la continuación de la causa.
19 Véase el documento siguiente.

73
Carta de Baltasar Arnoullet, impresor de la
Christianismi Restitutio,
en Viena del Delfinado

A Sir Santiago Bertet, en Chastillon


Santiago, he recibido vuestras cartas por el presente portador,
de fecha 12 de julio. En respuestas a éstas, me alegra que no sea
cierto lo que Simón de Bose me escribía de vos, que habíais
declarado que había en Francfort un tonel de tales libros20 y otras
cosas que habíais declarado en justicia que yo no creo, por cuan-
to tengo su carta, la cual os ruego mostréis algún día, pues yo no
les he escrito cosa alguna, y nada os podrán mostrar de mi es-
critura desde mi encarcelamiento, y no os sorprendais si no he
querido firmar las cartas que os he enviado, que son en número
de tres, igual que he recibido de vos. Pues no es por desconfiar
de vos, pero viendo el estado en que me encuentro, temía que
fuesen vistas y que fueran un riesgo de daños para mí, con más
larga detención de mi persona. Esa es la causa de que no las ha-
ya firmado, pues confiad en mí que no hay ninguna malicia en mí
para haceros más mal del que yo quiero que se me haga. No es-
toy en absoluto manchado con mi proceso21 pues ayer mismo
seis personas de bien, de mis vecinos, han reconocido mi bue-
na conducta para quedar absuelto dentro de la semana próxima,
que será mi libertad total, y necesito ser más hombre de bien que
Guéroult y tener mejor conciencia, pues tengo y he tenido siem-
pre buenos amigos sin que se mezclasen en mis negocios. Por
ello, Santiago, mi amigo, no puedo ir allí22 antes de que termine
aquí la feria de agosto, pues estamos cerca de la feria.
Pero podéis demorar.23 Estáis autorizado por mí a proceder,
defender y demandar, y yo os tendré en cuenta todo lo que ha-
gáis, y tened bien en cuenta que Guéroult pide con falsedad

20 De la Christianismi Restitutio.
21 Abierto en Viena del Delfinado por ser impresor del libro de Servet.
22 A Ginebra.
23 Dejar pasar el tiempo en la demanda relativa al problema de intereses
surgido entre Guéroult y Arnoullet, del que se trata más adelante.

74
pues no ha hecho cuentas conmigo y se fue sin decir adiós,24
y que no le debo toda la suma demandada. Sin embargo, si no
disponeis de procurador, tomad a maestre Antonio Froment25
y como abogado a Germain Colladon, que me indica el Señor
Claudio Cussonet de Lyón, quien envía sus recomendaciones.
Y no os preocupéis que estando por allá pondré buen orden en
todo y cuidaré de vivir en el futuro fuera del poder de nuestros
enemigos y de los enemigos de la verdad; recordad de no decla-
rar a nadie cuando iré por ahí.
Podéis afirmar que puedo probar que Du Bose me debe
más de lo que Guéroult podría pedirme, pues tengo con qué
probarlo. En cuanto a lo que dicen Guéroult y Du Bose de que
les he hecho mal, es justamente lo contrario, pues siempre
han tenido dos veces más de lo mío que yo de lo suyo. Y co-
mo recompensa de haber alimentado a la mujer de Guéroult
tres años enteros, y de haberle mantenido como a mi perso-
na en nuestra casa pagándole por hacer lo que hubieran po-
dido hacer aprendices en la corrección, que han aprendido en
un año más de lo que él ha aprendido en tres años, me ha
traicionado vilmente, pues ha corregido todo el libro26 sin se-
ñalarme los errores. Fiándome de él pregunté si estaba con-
forme a Dios y me dijo que sí, pero hablaba en algunas epís-
tolas a Monseñor Calvino, y que tenía grandes deseos de
traducirlo al francés. Pero le dije que si el autor no quería que
se guardara bien de hacerlo, y el autor no quiso permitir ni que
tomara una.
Ha hablado muy mal de Monseñor Calvino ante gentes res-
petables e incluso me dijo recientemente en su último viaje que
le habló y que le había dicho de mí que había cumplido con su
deber haciéndome aprehender27 y que había pasado por allí sin

24 Sin duda para evitar ser encarcelado, corno Arnoullet.


25 El primer predicador de la Reforma en Ginebra.
26 La Christianismi restitutio, por cuya impresión se encontraba Arnoullet
en prisión.
27 Serefiere probablemente a la detención de Arnoullet en Viena del
Delfinado, que se habría efectuado entonces a instigación de Calvino.

75
ir a verle.28 La verdad es que yo me arrepiento de la amistad
que tuve por él en el pasado, por haber tenido un tal monstruo,
al que Dios quiera enmendar. Él29 dice que yo le he querido po-
ner en peligro, pero más bien es lo contrario. Pues cualquier co-
sa que yo os pida, no quiero que lo sepa, ni entiendo comuni-
cársela en modo alguno. Pues si yo lo hubiese querido hacer,
no hubiera esperado tanto y tenía la ocasión y los medios de
descargarme de mis cargas. Pues en ese tiempo,30 él tenía la
carga de la casa y la corrección, y no estaba ni la tercera parte
del tiempo en la casa. Pues se ponía de acuerdo con el autor,
de modo que nunca me dijo nada sino después de que vos par-
tisteis para ir a Francfort y si no fuera porque me hablasteis
tan atentamente de dicho libro, no hubiera tratado tanto de hacer-
le decir la verdad, y todavía no me dijo ni la mitad. Como podéis
daros cuenta, esa era su manera de favorecerme. Pues lo que
yo digo es la verdad y no se puede negar. Hay más de ocho per-
sonas que testimoniarán, y la menor es más digna de fe que yo.
En cuanto a mí, ruego a Dios que lo cambie por un medio que
no sea yo y que le haga la gracia de ser más hombre de bien de
lo que es, pues no le tengo buena estima y no se me podrá re-
prochar de ser el acusador del mal de otro.
En cuanto a lo que me pedís, que busque un hombre para
ir a Francfort31 debéis tener en cuenta que no he pensado en
tomar otro que vos, y también que me fío más de vos que de
muchos otros. Sin embargo, si fuera necesario alguien para
ayudarles o haceros compañía, podéis tomarle según os plaz-
ca, como podremos concertar vos y yo estando por allí en el
momento de la partida, pues os aconsejo que hagáis desapa-
recer secretamente los libros, y que nunca se encuentre folio
ni media. Y que esto se haga sin que seáis escandalizado, pues
mucho me desagrada que estemos así decepcionados y enga-
28 Calvino pensaría que rnoullet no iba a verle, aún conociéndole, porque
compartía las ideas de Miguel Servet.
29 Es decir Guéroult.
30 Durante la impresión de la Christianismi Restitutio.
31 Para hacer desaparecer los ejemplares de la Christianismi Restitutio
que allí se encontraban.

76
ñados con este asunto. Pero Dios nuestro padre nos provee to-
davía de abundantes bienes, muchos más de los que hemos
merecido. Pues yo he sufrido grandes pérdidas en cuanto a los
bienes mundanos, por haberme fiado demasiado de las gen-
tes. Sin embargo, Dios nos deja medios y bienes bastantes pa-
ra recuperarlos y aún más, y para usarlo todo a su gloria y obrar
con prudencia en el porvenir. En cuanto a Morlot, vos quedáis
bastante descargado, pues recibió al contado una parte de su
paga y la otra la recibirá antes de que yo parta de Lyón, donde
no he estado desde hace cinco meses, y donde espero ir en
paz toda la semana próxima.
En cuanto a lo que me preguntáis de si yo sabía que el au-
tor estaba rechazado de las Iglesias cristianas en parte la ava-
ricia me ha movido a actuar así, os ruego que no me tengáis
en esa consideración, o estaréis lejos de conocerme, y que
os baste la verdad aquí escrita. En cuanto a que el Inquisidor32
tenga vuestro nombre y apellido, no sé nada, pero os aseguro
que he pasado hasta doce interrogatorios delante de él, en los
que no he nombrado hombre vivo sino que me han hablado de
muchos de los cuales os diré los nombres cuando estemos jun-
tos, y yo respondí que a mi conocimiento eran gentes de bien.
Pero nunca se me habló de vos en mi proceso, y en modo al-
guno les he contradecido ni he disputado, y me he comportado
como plugo al Señor Dios que nos guarda como suyos.
Si sentís deseos de venir33 en esta próxima fecha, podre-
mos ir juntos por allá.34 Creo que podéis venir igual que otros
han venido, pues las cosas no son tan peligrosas como se
dice; podéis mantener los negocios en secreto. Os ruego di-
gáis a Monseñor Calvino que cuando iré por allí no dejaré de
ir a verlo, y que si no he cumplido con mi deber hacia él co-
mo debía que me tenga por excusado, pues el culpable es-
tá por ahí y cuando me oiga hablar comprenderá los motivos.

32 En Viena del Delfinado.


33 A Viena del Delfinado.
34 A Ginebra.

77
Transmitirle mis saludos y recibid vos los míos, sin olvidar a
la dama de vuestros bienes y a nuestros buenos amigos de
por allá, y principalmente saludar con aprecio a Monseñor
Crepin.35
Y tratadme ni más ni menos que como vuestro mejor amigo;
excusarme si no he escrito antes en esta manera que escri-
bo, pero ahora me era muy necesario escribir abiertamente so-
bre los negocios en que estoy.
En Viena, el 14 de julio de 1553. De vuestro mejor amigo.
Balthazar Arnoullet

Decid al señor Gabriel que le agradezco de buen corazón las


penas que se ha tomado por mí, y que siempre que tenga oca-
sión lo reconoceré. Pues estoy dispuesto a serle agradable don-
de me sea posible. Ruego al Todopoderoso que os bendiga a
él y a vos en vuestros negocios.
Y cuando os plazca, cuidad de indicar bien la dirección, y
cambiad el nombre de la ciudad. Guardad la presente como
prueba de verdad.
He dado diez cuartos de Saboya al presente portador y le
hubiese dado más si no fuera por tener más seguridad de
que, pensando en recibir allí el resto del dinero, cuidará más
de haceros llegar la presente respuesta.

XIII

[La discusión entre Calvino y Servet queda centrada en el de-


seo del primero de probar que ya antes del Concilio de Nicea
los doctores de la Iglesia habían hecho uso de la palabra
Trinidad, con lo cual caía por su base la afirmación de Servet
de que él estaba más cerca del Cristianismo primitivo que el
propio Calvino que, en tanto que paladín de la Reforma, afir-
maba volver a las fuentes.]

35 Impresor, en Ginebra.

78
Cuarto interrogatorio de Servet
21 de agosto de 1553

Repetición del llamado Servet.


Presentado el llamado Servet, que ha hecho juramento de
decir verdad so pena de 60 soles y de tener el caso por per-
dido.
Interrogado si conoce el nombre del impresor responde que
sí y que se llama Baltasar Arnoullet.
Interrogado si hace mucho tiempo que le conoce, responde
que hace alrededor de un año que le conoció, desde que lle-
gó a Viena del Delfinado.
Interrogado si estuvo prisionero con él y que ha sido de
él, y si sabe donde está, responde que sí, que estuvo prisio-
nero en Viena del Delfinado con él y que no sabe donde es-
tá ahora.
A ese propósito se le ha mostrado una carta de Baltasar
Arnoullet, de fecha de 14 de julio pasado. E interrogado si co-
noce la carta de Arnoullet, responde que no la sabe reconocer,
sobre todo porque sólo le trata de un año acá.
Aquí son llamados con Servet, maestre Nicolás de la Fontaine,
querellante, y los Ministros de la Palabra.36
Después se ha señalado al llamado Miguel que los Ministros
estaban aquí para mantener lo contrario de lo que él había ale-
gado sobre los autores.
Primero Monseñor Calvino ha tratado bastante ampliamen-
te del autor Clemente, como no es digno de ser tenido por sa-
bio, y que, no obstante, no sirve de apoyo a Servet sino más
bien de lo contrario.
E igualmente de Justino, e igualmente del otro Clemente, que
en sus escritos está en todo contra Servet. Y también Orígenes
y Tertuliano. Y también Cipriano mártir e Ireneo.

36 Éstaes la primera vez en que aparece señalada en las Actas una in-
tervención personal de Calvino en el proceso, para sostener como acu-
sador, en nombre del dogma tradicional, una discusión teológica.

79
Servet dice que ha escrito en su libro y que ha hablado abier-
tamente de tres hipóstasis, como los citados autores, y que no
dice más que ellos, a no ser en la distinción real.
Aquí, Monseñor Calvino ha hecho referencia a Justino már-
tir para probar que había hecho uso de la palabra Trinidad, en
el folio 176, antes del Concilio de Nicea, y Servet confiesa que
en ese libro es verdad que aparece la palabra trias, que signi-
fica Trinidad.
También ha hecho referencia a Orígenes, homilía 40, folio
117.
Aquí Calvino ha demostrado que nunca nadie compartió la
opinión de Servet ni empleó la palabra Trinitarios.
Entre esas afirmaciones y disputas, Servet dice que el nom-
bre de hijo en todas las escrituras divinas se atribuye al hom-
bre hijo, igual que Jesucristo se considera hombre.
Y que en todos esos doctores, el verbo divino es llamado hi-
jo personalmente, y que el hombre Jesucristo es realmente
hijo de Dios.
Aquí Calvino dice que la hipóstasis del padre es diferencia-
da por el apóstol del esplendor de Jesucristo según la esen-
cia divina, de lo que deduce que hay distinción real. Responde
[Servet] que hay distinción real entre Dios el padre y su hijo
Jesucristo, pero que entre Dios el padre y la divinidad de
Jesucristo hay distinción personal y no real. Contesta Calvino
que si la distinción no es real, no será auténtica y que engaña
con esa palabra de persona, pues todos los doctores antiguos
que han empleado esa palabra la han hecho sinónima de hi-
póstasis. Y la hipóstasis, como ya se ha dicho, significa una
sustancia, es decir algo que subsiste de hecho en la esencia,
y Servet toma la palabra de persona como algo que aparece
fuera de la esencia de Dios. Servet responde y dice que per-
sona es hipóstasis, y que la sustancia está y ha estado en la
esencia divina. Calvino contesta que si hubo en todos los tiem-
pos tres sustancias en la esencia de Dios, se deduce que hu-
bo distinción verdadera y real, y que cuando Servet niega la
realidad, la hace apócrifa.

80
Interrogado sobre si el cuerpo de Jesucristo es de la sus-
tancia de Dios, responde que es de la sustancia de Dios en
cuanto a su divinidad. Calvino ha señalado que, en vista de que
Servet dice que el cuerpo de Jesucristo es de la sustancia de
Dios, y que nosotros sabemos que el cuerpo del hombre no es
de la sustancia de Dios y no tiene ninguna divinidad, por ese
medio Servet llegaría a la conclusión de que el cuerpo de
Jesucristo no era en absoluto semejante al nuestro.
Finalmente Servet ha hecho referencia a Nicolás, de Lira,
para mostrar como entendía el capítulo 53 de Isaías, relativo a
Ciro.
Aquí queda decidido que se deben facilitar a Servet los libros
que pide, si pueden encontrarse en esta ciudad o en Lyón, a
sus expensas; de los presentados por Monseñor Calvino, ha
retenido los de Tertuliano e Ireneo y San Ignacio y Policarpo.
Decidido que se entregue papel y tinta a Servet a fin de que
pueda formular demanda a los Señores, como ha pedido ante
la asistencia.
Que el carcelero le entregue una hoja de papel para escri-
bir su demanda, y que la haga bien concisa.
Remitido para su continuación.

XIV

Carta de la Señoría de Ginebra al tribunal de Viena del


Delfinado
(Escrita en virtud de la decisión adoptada por el Consejo
Menor el 21 de agosto de 1553)

A los nobles, sabios, respetables y magníficos Señores vice-


baile, jueces y otras gentes del Rey en la corte de Viena del
Delfinado, nuestros buenos vecinos y muy queridos amigos:
Nobles, sabios, respetables y magníficos señores, nos re-
comendamos de buen corazón a vuestra gentileza.
Magníficos Señores, tenemos en nuestra prisiones a un lla-
mado Miguel Servet, del que hemos sabido que fue deteni-

81
do y encerrado por vosotros en vuestra ciudad de Viena y que
salió de prisión sin decir adios al carcelero37 sino con quebranto
y si bien le encontramos cargado de delitos y no pudiendo sa-
ber ni de él ni de otro de allí las cosas por las que por vosotros
fue estrechamente encarcelado, pensamos y entendemos bien
que no ha sido sin causa, y que teneis contra él indicios e in-
formaciones por los que era, digno de castigo y que si no hu-
biera huido, habríais cumplido con vuestro deber. Ya que nos
ha venido a las manos, deseando la justicia y cumplir con nues-
tro deber, os dirigimos el presente ruego por nuestro servidor
para pediros que, sabiendo que toda justicia está obligada a
ayudar a otra en casos tales, nos envieis copias de los indi-
cios, informaciones y diligencias que teneis contra él para ayu-
darnos a seguir su proceso, igual que quisierais que hiciéra-
mos por vosotros en igual caso, lo que haríamos con agrado,
y aún más, estando en nuestro poder. En esa espera rogamos
a Dios que le plazca daros afortunada prosperidad de Estado.
En Ginebra, el 22 de agosto de 1553.

XV

Demanda dirigida por Servet a la Señoría de Ginebra

A mis muy honrados Señores, Señores Síndicos y Consejo


de Ginebra.
Suplica humildemente Miguel Servet, acusado, señalando el
hecho de que es una nueva invención, ignorada de los após-
toles y discípulos de la primera iglesia, el acusar de delito por
doctrinas de la escritura o por cuestiones procedentes de és-
ta. Ello se muestra primeramente en los Hechos de los após-
toles, capítulos 18 y 19, donde las acusaciones son desesti-
madas y devueltos los acusadores a las iglesias cuando no hay
otro delito que cuestiones de religión.

37 No deja de ser raro ese rasgo irónico en gentes tan carentes del sen-
tido del humor.

82
Del mismo modo, en el tiempo del Emperador Constantino
el Grande, cuando hubo grandes herejías de los arianos y acu-
saciones criminales tanto del lado de Atanasio como de Ario, el
Emperador, siguiendo su propio entender y el consejo de todas
las iglesias, decidió que según la doctrina antigua tales acusa-
ciones no tendrían consecuencias, incluso aunque se tratara
de un herético como era Ario. Todas las cuestiones serían de-
cididas por las iglesias y el que fuera convicto o condenado por
ellas, si no quería arrepentirse, sería excluido. Ese castigo
fue siempre observado en la primera iglesia contra los heréti-
cos, como se prueba por otras mil historias y por la autoridad
de los Doctores.
Por lo cual, Señores, según la doctrina de los apóstoles y los
discípulos, que no permitieron tales acusaciones, y según la
doctrina de la primera iglesia, en la cual tales acusaciones no
fueron admitidas, pide el suplicante que se retire la acusación
criminal.
En segundo lugar os suplica, Señores, que considereis que
no ha cometido delito alguno en vuestra tierra ni en otro lugar,
y que no es en absoluto sedicioso ni alborotador. Pues las cues-
tiones que trata son difíciles y dirigidas sólo a gente entendida.
Y que en todo el tiempo que estuvo en Alemania sólo habló
de esas cuestiones a Ecolampadio, Bucero y Capiton. En Francia
nunca ha hablado a nadie. Además siempre ha reprobado y re-
prueba a los anabaptistas sediciosos contra los Magistrados,
que quieran hacer las cosas comunes. Concluye así que por
haber destacado ciertos puntos de los antiguos Doctores de la
Iglesia, sin ningún ánimo de sedición, no debe en modo algu-
no estar detenido y sometido a una acusación criminal.
En tercer lugar, Señores, como es extranjero y no conoce las
costumbres de este país, ni como hay que hablar y proceder
en juicio, os suplica humildemente que le concedais un procu-
rador, que hable por él. Así hareis bien y nuestro Señor pros-
perará vuestra República.
Dado en vuestra ciudad de Ginebra el 22 de agosto de 1553.
Miguel Servet, de Villanueva, en su propia causa.

83
XVI

[Responde aquí el fiscal a la demanda de Servet (sección XV),


que había pedido la libertad, por considerar que sólo había co-
metido un delito de opinión, y solicitado que se le concediera
un abogado.
El acta de acusación constituye, como es lógico, un docu-
mento mucho más estructurado que las preguntas formula-
das en la querella de Nicolás de la Fontaine. Las interrogacio-
nes del fiscal son más netas e incisivas; además se refieren de
preferencia a aspectos personales y aun sexuales de la vida
de Servet («cómo se ha podido contener de casarse durante
tanto tiempo»). La concatenación que quería establecer era
bien transparente: un hombre de vida disoluta tenía que pro-
ducir forzosamente escritos disolventes.]

Acta de acusación del fiscal general38


Artículos sobre los que será interrogado Servet

Estos son los artículos y preguntas por los que el fiscal gene-
ral de esta ciudad de Ginebra requiere que se interrogue a
Miguel Servet, preso en causa criminal por blasfemias, here-
jías y perturbación de la Cristiandad.
1. Primero, del lugar de su nacimiento, nombre y estado de
su padre, y cuánto tiempo hace que salió por primera vez de
su país y si ha vuelto.
2. Ítem si ha comunicado con judíos acerca de religión en di-
cho país, en Aragón o en otra parte.
3. Ítem si su padre u otros de sus predecesores han sido
judíos o de otra religión no cristiana.
4. Ítem en qué países y ciudades ha vivido desde que salió
de su país, y qué posición e ingresos ha tenido.
38 No aparece fechada, pero debió redactarse del 21 al 23 de agosto.
Esta acta constituye la primera intervención del fiscal general, Claudio
Rigot, y representa la transformación de la acusación privada en pú-
blica.

84
5. Ítem si es doctor o licenciado en Medicina, dónde ha es-
tudiado y practicado la Medicina.
6. Ítem si el libro que confiesa haber hecho imprimir en Basilea
hace largo tiempo, fue puesto en venta y qué ha ocurrido con
los libros impresos.
7. Ítem si la señoría de Basilea no hizo recoger dichos libros
y mandó hacer inquisición del autor y el impresor, y si él y el im-
presor no se ocultaron por miedo a ser capturados y castigados.
8. Ítem si no es el mismo libro, conteniendo la misma doc-
trina, que el que hizo imprimir últimamente en Viena del Delfi-
nado.
9. Ítem si no ha sido advertido por buenos doctores y gentes
fieles que su libro no era de buena doctrina, sino contrario a
la verdadera religión cristiana.
10. Ítem, vistas tales advertencias, quien le ha llevado aún a
imprimir ese libro en Viena del Delfinado.
11. Ítem quien era en esa última impresión el corrector con él pa-
ra revisar las primeras u otras hojas al aparecer sobre la prensa.
12. Ítem si no ha buscado después los medios por él o por
otro y señalado el deseo de imprimirlo en Venecia.
13. Ítem porque ha titulado ese libro Christianismi Restitutio
y que entiende por ese título.
14. Ítem si no piensa que todos los que han escrito antes
de él y de otra manera que el contenido de dicho libro, no han
entendido nada de la religión cristiana, y que el Cristianismo ha
sido corrompido a causa de que no se seguía la doctrina tal co-
mo está en su libro.
15. Ítem y que la doctrina y religión de otras iglesias de
Alemania y de esta iglesia de Ginebra y de otras iglesias re-
formadas no es cristiana, y que todos los que no sustentaban
su doctrina son malditos de Dios y van a la perdición, como ha
escrito en su carta dirigida a Monseñor Abel Pouppin, ministro
de la palabra de Dios en esta ciudad.
16. Ítem si no entiende también que todos los que han sido
bautizados en su infancia en dichas iglesias y en otras iglesias,
no están realmente bautizados.

85
17. Ítem si nunca ha sido acusado de crimen o de otro deli-
to y constituido preso en otro lugar que en Viena del Delfinado,
y si no se ha encontrado en disputas o escándalos donde ha-
ya herido a otro o él mismo haya sido herido.
18. Ítem si ha estado casado y, si responde que no, será in-
terrogado, vista su edad, cómo se ha podido contener de ca-
sarse durante tanto tiempo.
19. Ítem, supuesto que se encontrará que ha llevado vida di-
soluta y que no ha tenido celo ni gracia de vivir castamente y
como verdadero cristiano, qué le ha movido e incitado a tratar
con tanta profundidad de cosas principales y fundamentos de
la religión cristiana.
20. Ítem si no sabía bien que su libro y su doctrina turba-
rían sobremanera a la Cristiandad y darían ocasión a la juven-
tud para desbordarse en libertinajes, adulterios y otros críme-
nes, que pueden cometer los jóvenes aunque no hayan pasado
de veinte años, supuesto que él dice que no pueden pecar y que
no deben ser castigados antes de esa edad de 20 años.
21. Ítem si no sabía bien que su doctrina era perniciosa, vis-
to que favorece a los judíos y turcos excusándoles, y si no ha
estudiado el Corán para impugnar y combatir la doctrina y la re-
ligión que sustentan las iglesias cristianas, así como otros li-
bros profanos de los cuales hay que abstenerse en materia de
religión, según la doctrina de San Pablo.
22. Ítem si ese libro del Corán no es un malvado libro lleno
de blasfemias.
23. Ítem si no sabía bien que Sabelio, Maniqueo, Néstor y
otros heréticos reprobados por la iglesia cristiana, han sus-
tentado algunas de las opiniones que están en su libro.
24. Ítem si no ha leído los libros de Ireneo y Epifanio y de
otros doctores antiguos, que han repetido tales herejías y fal-
sas doctrinas de esos heréticos.
25. Ítem con qué personas ha comunicado su dicha doctrina
cuando hizo imprimir primeramente su libro en Basilea y toda-
vía últimamente antes de que lo hiciera imprimir en Viena del
Delfinado.

86
26. Ítem si no sabía que no debía creer fácilmente en su pro-
pio juicio en tales cosas tan extrañas y de perniciosas conse-
cuencias, y que eran reprobadas por los buenos doctores y igle-
sias reformadas.
27. Ítem si conocía alguien que adhiera a su doctrina.
28. Ítem quien le llevó a venir a esta ciudad y si no había pen-
sado en sembrar su doctrina y en turbar la iglesia.
29. Ítem si ha comunicado con alguien o ha conocido a al-
guien en esta ciudad.
30. Ítem si ha hablado a Guillermo Guéroult desde que vino
y si Guéroult sabía que debía venir.

XVII

[Este interrogatorio ya no está basado en la querella presentada


por Nicolás de la Fontaine, sino en la acusación del fiscal (sec-
ción XVI). Así, cada respuesta debe leerse asociada a la pregunta
correspondiente; sólo así se entenderá claramente su sentido.]

Quinto interrogatorio de Servet


23 de agosto de 1553

Presentado personalmente el llamado Servet, que ha pronun-


ciado el juramento acostumbrado.
Interrogado sobre el hecho de que últimamente pidió algu-
nos libros, si quiere indicar algo se le oirá.
Aquí, el señor secretario ha presentado el Acta de acusación
en una cédula, que comienza así: Estos son los artículos y pre-
guntas, etc.
1. Interrogado sobre el primero responde que es nativo de
Villanueva, del reino de Aragón, de la diócesis ilerdense, y de
nombre se llama Miguel y de apellido Servet, alias Revers,39
que la profesión de su padre era notario, y que hace alrede-

39 Enlugar de Reves, como se indica en el título del libro Dialogorum


de Trinitate libri duo.

87
dor de 24 ó 25 años que salió de su país, y que no ha vuelto
desde entonces.
2. Sobre el segundo, si ha comunicado con judíos, etc., res-
ponde que nunca ha tenido comunicación con ellos.
3. Sobre el tercero, si su padre etc., responde que no y que
son cristianos viejos, que viven dignamente.
4. Sobre el cuarto, en qué países etc., responde que vivió al-
go en Tolosa,40 donde fue enviado por su padre para estudiar
leyes, y allí aprendió con algunos escolares a leer las Santas
Escrituras y el Evangelio, lo que nunca había hecho, y de allí
pasó a Lyon y de Lyon aquí, y de aquí a Basilea, donde vivió
largo tiempo con Ecolampadio, y de allí marchó a Estrasburgo
para tratar de las Santas Escrituras con Martín Bucero y Capiton
que eran estimados sabios, y de allí fue a Haguenau donde hi-
zo imprimir un librito sobre la Trinidad, y que tenía entonces al-
rededor de veinte años de edad.
Interrogado sobre cómo se titulaba ese librito, responde que
no lo ha visto desde entonces y que le parece que se titulaba
De Trinitatis Erroribus y que el impresor se llamaba Juan Secerio,
de ello hace unos 24 años.
Y de Haguenau volvió a Basilea, y de Basilea a Lyon, donde
moró unos 2 ó 3 años.
Interrogado por qué volvió de Alemania, responde que por-
que era pobre y no entendía la lengua. Y de Lyon fue a París,
donde estudió Medicina y profesó públicamente en Matemáticas.
Y de París, estando ya graduado y sabio en Medicina, fue a
practicarla, lo que ha hecho siempre desde entonces. No ha te-
nido otra vocación que la Medicina, pero también es verdad que
ha sido un poco de tiempo corrector de imprenta en Lyon.
5. Sobre el quinto responde que es doctor en Medicina, maes-
tro en artes de París. Y que estudió Medicina en París, y que
practicó dos o tres años en Charlieu, a 10 ó 12 leguas de Lyon,
y de allí pasó a Viena del Delfinado, donde practicó 10 ó 12
años la Medicina.

40 Se trata de la Tolosa francesa (Toulouse).

88
6. Sobre el resto responde que no hizo imprimir en Basilea,
pero que el librero de Basilea llamado Conrado Rösch envió el
manuscrito de ese libro al mencionado impresor de Haguenau.
Y que fue expuesto en venta en Estrasburgo y Francfort, y que
no sabe qué ha ocurrido.
7. Sobre el séptimo responde que nunca eso ocurrió en el
tiempo que estuvo en Alemania y que en tal época no se le
hizo ninguna inquisición ni del libro, ni del impresor ni de él, y
que después volvió tranquilamente a Basilea y también a
Estrasburgo.
8. Sobre el 8 responde que puede haber algo parecido pe-
ro que ha cambiado mucho, pues hizo el último sin ver el pri-
mero.
9. Sobre el 9 responde que ha encontrado algunos doctores
que compartían la opinión de su libro y otros que no.
Interrogado para que nombre a los de su opinión, nombra a
Capiton, de Estrasburgo, y a Ecolampadio al comienzo, quien
después cambió, y que Martín Bucero era su contrario, y que
sólo habló a estos tres.
10. Sobre el décimo responde que pensaba que ofendía a
Dios si no lo hacía, y que lo hacía con tan buen celo como si
por ello debiera salvarse. Pues nuestro señor nos ha manda-
do en San Mateo, capítulo 10, que no debemos ocultar lo que
nos haya revelado en secreto, sino comunicarlo a los otros, y
también dice en el capítulo 5 que la luz que nos haya dado no
la debemos poner debajo de un banco ni de un almud sino en
lugar donde ilumine a los demás, y así, según Dios y su con-
ciencia, pensaba haber seguido bien todos los pasajes de la
Santa Escritura que hablan de esas cuestiones, y también los
primeros doctores antiguos de la iglesia. Pensaba haber dicho
y hecho bien, y aún hoy todavía piensa que no hizo mal sino
bien y con buena intención, como dice Nuestro Señor en el ca-
pítulo 6 de San Mateo: Si el ojo es bueno todo el cuerpo será
luminoso y si la intención es buena, todo el hecho será repu-
tado bueno. Y que él nunca fue sedicioso ni perturbador, pero
que lo hizo con la intención de ayudar a los buenos espíritus.

89
11. Sobre el undécimo responde que él era el corrector y que
había realmente otro corrector, pero que no corrigió su libro, y
que cuando se empezó a imprimir su libro, él, el corrector lla-
mado maestre Guillermo no estaba todavía en Viena del Delfi-
nado y que vino después, y que nunca manejó su manuscrito,
ni su libro, que escondió.
12. Sobre el duodécimo responde que no, y que nunca oyó
hablar de ello.
13. Ítem por qué etc., responde que lo titula así porque pen-
saba restituir muchas cosas que no estaban bien, y que en-
tiende por ese título, Restitución de la doctrina del Cristianismo.
14. Sobre el decimocuarto responde que no cree que los otros
no hayan entendido nada, pero que pueden haber fallado en
algo, principalmente después del Concilio de Nicea.
15. Sobre el decimoquinto responde que nunca ha pensa-
do que las iglesias de Ginebra o de Alemania fueran a perder-
se por eso. Pero que los que han escrito podían haber fallado
en algo, y que la epístola enviada a Monseñor Abel Pouppin
contiene discusiones escolásticas, en las que usa palabras ve-
hementes para persuadirles mejor, pero que no por eso pien-
sa que ni él ni los otros sean condenados, y que ellos le han di-
cho a él, Servet, injurias mucho mayores y en libros públicamente
impresos tanto en latín como en francés, y que había escrito
sólo a título personal para inquirir la verdad, no para publicar la
carta, ni para difamar a Abel ni todavía menos a la república de
los señores de Ginebra ni a otras villas o iglesias.
16. Sobre el decimosexto responde que lo ha creído así, y
que, si es preciso, está dispuesto a enmendarse y pide miseri-
cordia, rogando merced.
17. Sobre el decimoséptimo responde que en la ciudad de
Charlieu, yendo de noche a ver un enfermo, por envidia de otro
médico de esa ciudad, fue agredido por algunos que eran sus
pacientes y protegidos, donde fue herido e hirió también a uno
de los otros, por lo cual permaneció dos o tres días detenido,
pero aparte de eso nunca fue acusado ni preso, hasta últi-
mamente en Viena del Delfinado.

90
18. Sobre el decimooctavo responde que nunca, porque no
se sentía potente, visto que está cortado en un lado y en el otro
está quebrado.
19. Sobre el decimonoveno responde que ha estudiado las
santas escrituras, con celo de la verdad, y piensa haber vivi-
do como cristiano.
20. Sobre el vigésimo responde que pensaba que su libro no
pondría la Cristiandad en dificultad, pero que sería provecho-
so y daría ocasión de mejora a los buenos espíritus, y que así
la verdad comienza a declararse poco a poco y se acabará de-
clarando poco a poco. En cuanto a los jóvenes de menos de
veinte años, ha dicho bien que según la ley no eran castiga-
dos a muerte antes de veinte años, pero de ello no se infiere que
no se les pueda castigar de muchas otras formas, y que ahora
no se está bajo la ley41 y que los señores pueden ahora hacer
y juzgar como les plazca, según lo que encuentren justo.
21. Sobre el veinte y uno responde que no piensa que su doc-
trina sea perniciosa ni que favorezca a los judíos ni a los tur-
cos, y que en verdad ha visto el Corán, que está impreso en
Basilea, y que está permitido leerlo, y que hay epístolas de
los ministros de la iglesia de Zurich. Y que no lo ha leído con la
intención de perjudicar en modo alguna a la fe cristiana, sino
más bien por ayudarla.
22. Sobre el veinte y dos responde que sí y lo confiesa.
23. Sobre el veinte y tres responde que no sabía que Sabelio,
Maniqueo o Néstor sostuvieran las opiniones que él sostiene.
24. Sobre el veinte y cuatro responde que ha leído el libro de
Epifanio e Ireneo, los cuales repiten y recogen muchas here-
jías, las que él, Servet, dice que reprueba también, y que en su
libro habla expresamente contra ellos.
25. Sobre el veinte y cinco responde que nunca conferen-
ció sobre esas cuestiones y que sólo habló a Ecolampadio,
Bucero y Capiton. Y que en Francia nunca ha hablado nadie y
que no hubiera osado.
41 Se
refiere quizás al concepto protestante de que con la muerte de Cristo
comenzó el reino de la gracia y cesó el de la ley.

91
26. Sobre el veinte y seis responde que pensaba seguir a los
primeros y antiguos doctores de la iglesia que ya ha nombra-
do, y que nunca había sabido que Ecolampadio hubiera dicho
nada contra él, pues desde el comienzo le parecía que era de
su opinión, y aunque Melanctón haya escrito algo contra él, sus
razones no parecen ser suficientes.
27. Sobre el veinte y siete responde que no conocía a nadie,
pues no la ha comunicado a nadie.
28. Sobre el veinte y ocho responde que había venido para
pasar tras los montes y no para morar aquí, e irse al reino de
Nápoles, donde están los españoles, y vivir con ellos de su
arte de la Medicina. Y que justamente para hacerlo había ve-
nido a alojarse a la Rosa, y que ya había hablado al posadero
y a la posadera para encontrar una barca y subir todo lo alto
que pudiera por el lago para encontrar la ciudad de Zurich. Y
que se mantuvo escondido en esta ciudad mientras pudo a fin
de poder marchar sin ser conocido.
29. Sobre el veinte y nueve responde que no, y que no ha
comunicado con nadie ni conoce a nadie.
30. Sobre el treinta y último responde que no ha hablado a
Guéroult ni le ha visto desde que salieron de Viena del Delfinado.
No ha sido más interrogado, siendo remitido para continuar
con sus respuestas.

XVIII

Extracto de los Registros del Consejo Menor


Jueves 24 de agosto

Miguel Servet.
Vista su súplica,42 queda decidido que continúe con sus res-
puestas y se haga su proceso, y quede dicha súplica.
42 Se refiere a la demanda dirigida por Servet a la Señoría de Ginebra
el 22 de agosto. La súplica del acusado sólo podía considerarse como
un medio de defensa o un suplemento a sus respuestas, e incluida co-
mo tal entre las piezas del proceso.

92
XIX

Acusación del fiscal general43

El señor fiscal general, vistas las últimas respuestas y la de-


manda presentada por Miguel Servet, detenido en causa cri-
minal, y visto todo el contenido del proceso, dice que es de
toda evidencia que Servet no ha respondido pertinentemente
a las Preguntas que se le han dirigido, ni contestado con la ver-
dad que se le ha inquirido; no hace más que mentir, cambiar
y tergiversar, y se burla de Dios y de su palabra, alegando, de-
formando y presentando falsamente pasajes de las Santas
Escrituras para cambiar sus blasfemias y evadir el castigo;
así cuando sobre la décima pregunta ha dicho que en el capí-
tulo 6 de San Mateo, está dicho y probado que si la intención
es buena todo el hecho será considerado bueno. Pues el pa-
saje no habla de eso, y sí fuera así todos los heréticos e idó-
latras se podrían excusar de su buena intención. O cuando pa-
ra rechazar la acusación, la denuncia y el castigo de blasfemias
y herejía, alega los capítulos 18 y 19 de Los Hechos: como si
San Pablo hubiera sido acusado y convicto de tales crímenes
de herejía y blasfemia ante jueces cristianos, como el tal Servet.
Pues en esos pasajes aducidos se trataba de jueces y oficia-
les paganos que no se preocupaban de la religión de los judíos
ni de los problemas de ésta, sino que les horrorizaba y sólo que-
rían que no se difamara su ídolo. Y todavía el último reenvía la
acusación ante magistrados paganos. Porque Servet alega fal-
samente que ese reenvío se dirigió a las Iglesias.
Ítem injuria intolerablemente a toda la iglesia cristiana y a
Constantino el Grande, Emperador, cuando dice que decidie-
43 Esta nueva acusación del fiscal general Rigot subraya los distintos ele-
mentos de la anterior acta de acusación y trata de borrar la impresión
favorable que quizás habían producido las respuestas de Servet. Interesa
señalar que está escrito por el mismo secretario que escribía las cartas
de Calvino, de modo que es muy verosímil que Calvino sea su autor
real. Sin embargo, ciertos autores estiman que la acusación adoptaría
un carácter más teológico si verdaderamente fuera obra de Calvino.

93
ron que las acusaciones criminales contra los heréticos, co-
mo los arianos, no tendrían lugar, y que por todo castigo aquél
que fuera convicto, aunque no quisiera arrepentirse, sería só-
lo excluido y después dice que ello queda probado por otras mil
historias; sin embargo, no sabe alegar ni la primera historia don-
de ha hallado y comprobado lo dicho.
Así es como quiere sembrar y repartir en vuestra Señoría mi-
les de mentiras.
Para convencerle de tanta impúdica mentira basta leer el li-
bro duodécimo de la Historia eclesiástica, donde dice que
Constantino viendo que la iglesia y él tenían grandes dificulta-
des para conocer y juzgar las herejías de Ario y otras, y que,
sin embargo, se le quería impedir que entendiera en otros asun-
tos, rencillas y pequeñas querellas que existían entre Obispos
y Ministros de la Iglesia sobre cosas distintas de la religión, re-
mitió la cuestión al examen divino. Sin embargo, no dejó de co-
nocer las herejías de Ario y de otros. Igual que sus sucesores
emperadores lo hicieron siempre condenando a muerte y a las
penas que según su juicio merecían esos heréticos: misma-
mente los que faltaban en la fe relativa a la Trinidad, como resul-
ta de la ley y disposición expresa de los emperadores Graciano,
Valentiniano y Teodosio, que es la ley primera o título primero
del Código titulado De summa Trinitate et fide catholica.
Ítem y en la ley tercera, en el mismo título, el emperador
Justiniano haciendo mención de las mismas herejías contra la
Trinidad que hoy sostiene Servet, condena a tales heréticos co-
mo apóstatas y seguidores de la herejía de Néstor y Eutiquio.
Ítem el emperador Teodosio en la ley cuarta De hereticis et
manicheis dice que los que son acusados y culpables de lesa
majestad humana son condenados a muerte, y con mayor ra-
zón los que han blasfemado contra la majestad divina.
Ítem el mismo emperador Teodosio con Valentiniano, en la
ley 5 del mismo título, dice que los maniqueos heréticos deben
ser castigados al último suplicio. O resulta que Servet susten-
ta la herejía de los maniqueos y no lo disimula, por las pro-
pias palabras que emplea.

94
Ítem en la ley 2 De Apostatis, los que por sus herejías y doc-
trinas han profanado el santo bautismo son condenados sin re-
medio de penitencia.
Ítem Justiniano en la constitución, Ut non luxurientur homi-
nes contra naturam, castiga con el último suplicio a los que pro-
nuncian palabras execrables contra Dios. Con tanta más razón
a quienes las publican y divulgan en libros impresos.
Ítem Servet no puede excusarse con la importancia de ta-
les leyes y constituciones si se considera mismamente que
en el artículo 4 del interrogatorio al que se lo ha sometido últi-
mamente, ha confesado haber estudiado leyes en Tolosa, de
Francia, antes de haber hecho imprimir su libro De Trinitatis
erroribus, que era directamente contrario a las primeras leyes
que había visto y estudiado bajo el título De summa Trinitate et
fide catholica, donde aparece ampliamente expuesta y expli-
cada la doctrina cristiana de la Trinidad y la condenación de las
herejías contrarias a tal doctrina.
Ítem y en verdad es cosa muy manifiesta que Servet figura
entre los heréticos más audaces, temerarios y perniciosos que
han existido; teniendo en cuenta que no se contenta con el mal
que ha hecho sino que aún quiere alterar todo orden de justi-
cia y quitar la espada y el derecho de castigar a los Magistrados,
derecho que han recibido de Dios. Pero no hay que dejarse en-
gañar. Su propia conciencia le condena y dice que es digno de
muerte. Para evitar ésta ha puesto por delante la falsa doctri-
na de que no debe condenarse a muerte a los criminales.
Ítem para demostrarlo todavía mejor en su Epístola 27, di-
ce que el castigo riguroso a muerte ha sido abandonado y abo-
lido por Cristo.
Y en ese sentido alega y deforma la historia de la mujer adúl-
tera en San Juan, y el pasaje de Ananías y Safira en el capí-
tulo 5 de Los Hechos, diciendo que para castigar con la muer-
te hace falta una revelación especial del Espíritu Santo.
Ítem lo que dice aún por su cuenta de que ha rechazado la
doctrina de los anabaptistas sediciosos contra los Magistrados,
es también para evitar y desviar vuestro juicio porque él sabe

95
bien que no sólo es culpable del error de los anabaptistas si-
no de otros mucho mayores. Y además no sería capaz de mos-
trar un solo pasaje en el que haya reprobado a los anabaptistas.
Ítem es una mentira manifiesta lo que dice de que nunca ha
comunicado su doctrina más que a Bucero, Capiton y Ecolam-
padio. Pues él mismo ha dicho en el punto 10 del interrogatorio
que hubiera ofendido a Dios al esconder y no comunicar a otros
lo que Dios le había revelado.
Ítem está bien persuadido de haber escrito a Monseñor
Calvino y a Maestre Abel Pouppin. Si ha sido tan decidido y te-
merario de escribir de propia mano, cómo se le creerá que no
haya hablado a nadie desde treinta años que comenzó a tratar
de sus horribles herejías a hacerlas imprimir. Debe conside-
rarse también su edad de veinte años, a la que comenzó, edad
en la que los jóvenes no dejan de comunicar a sus compañe-
ros lo que saben y estudian. Con ello puede juzgarse bien la
conciencia con la que Servet da sus respuestas para abusar
de la justicia, y ver si ha hecho penitencia de sus horribles erro-
res. Pues en algunas respuestas dice que se ofrece a ser corre-
gido y pide merced, y después en varias otras asegura y man-
tiene audazmente que no ha dicho ni hecho mal.
Ítem igualmente que, no contentándose con quedar convic-
to de esa impía y desgraciada doctrina, se esfuerza con mal-
vada voluntad en cargarla a Capiton y Ecolampadio, persona-
jes tan honorables, fieles y admirados de todas las iglesias. Y
los libros de ellos, estando impresos para gran provecho y avan-
ce de la religión, contienen todo lo contrario de lo que les impo-
ne falsa y calumniosamente, aprovechando que sus autores
están muertos. Pero gracias a Dios, su memoria y la verdad de
su doctrina viven todavía, no sólo en sus libros sino en la con-
ciencia de fieles doctores y de todas las iglesias cristianas, que
sabrán bien juzgar y testimoniar de la malvada calumnia de
Servet.
Ítem visto que él sabe mentir tan bien, no hay razón para que
pida un procurador. Pues ¿quién es el que quiere ni puede ayu-
dar a tales impúdicas mentiras y horribles afirmaciones? Visto

96
también que es defendido por el derecho, y que nunca se ha
visto que tales seductores hablen por consejo e interposición
de procurador. Y además no presenta un solo gramo de apa-
riencia de inocencia que exija un procurador. Por ello debe in-
mediatamente rechazarse esa petición, tan inepta como im-
pertinente, y que responda pertinentemente a los artículos
siguientes:
1. Primeramente, por medio de que historias quiere probar
lo que alega acerca de Constantino el Grande y de la iglesia
antigua tocante al conocimiento y castigo de los heréticos.
2. Ítem, si no sabía bien que el crimen de calumnia y de fal-
sa acusación es un crimen capital.
3. Ítem, y mismamente cuando acusa con calumnia y false-
dad de herejía y blasfemia a ministros y doctores de la palabra
de Dios.
4. Ítem, si Capiton y Ecolampadio no eran doctores y minis-
tros de la palabra de Dios, fieles y aprobados por las iglesias
cristianas y bien reformados.
5. Ítem, si no ha dicho y mantenido que Capiton y Ecolampadio
eran de su opinión,
6. Ítem, como lo ha sabido.
7. Ítem, por quién y cómo entiende probarlo.
8. Ítem, qué edad tenía cuando estuvo en Tolosa, de Francia,
y cuanto tiempo estudió leyes.
9. Ítem, si ha leído un libro de leyes que se llama el Código
de Justiniano.
10. Ítem, visto que en dicho libro, en los capítulos De sum-
ma Trinitate et fide catholica, de hereticis, de apostatis, los
que hablan o escriben contra la doctrina de la Trinidad y que
tienen las mismas opiniones que Servet son castigados con
el último suplicio, como se ha atrevido a mantener, continuar
y hacer imprimir en varias ocasiones esas malvadas doctri-
nas.
11. Ítem, visto que mantiene que su primer libro De Trinitatis
erroribus no ha sido condenado ni quemado, por qué no con-
serva algunos ejemplares.

97
12. Ítem, con qué médicos se ha hecho doctor, y en qué lu-
gar, y que dé fe de sus títulos.
13. Ítem, visto que ha confesado en el punto 10 del último
interrogatorio, que hubiese ofendido a Dios ocultando y no
comunicando a otros la doctrina que se le ha revelado, cómo
se ha limitado a hablar a los tres doctores citados.
14. Ítem, si no ha dirigido cartas y epístolas sobre esa doc-
trina a varias personas, y cuáles son éstas, incluso en Italia.
15. Ítem, si el que ha llamado Guillermo,44 que era correc-
tor en Viena del Delfinado con Baltasar Arnoullet cuando su li-
bro fue impreso, no tenía a su cargo toda la imprenta en au-
sencia de Arnoullet.
16. Ítem, si Arnoullet no estaba ausente cuando dicho libro
fue impreso.
17. Ítem, si Arnoullet sabía y comprendía el contenido del li-
bro cuando lo imprimió.
18. Ítem, si dijo a Arnoullet que dicho libro era bueno, y que
se vendería bien en Alemania.
19. Ítem, si el llamado Guillermo, corrector, dio también a en-
tender eso a Arnoullet, que el libro era bueno y se vendería bien.
20. Ítem, si Guilllermo no vio los ejemplares y pruebas de di-
cho libro, o algunas de ellas, cuando se imprimió.
21. Ítem, si Guillermo no le pidió el original del libro para tra-
ducirlo en francés.
22. Ítem, si dice no, será interrogado sobre cómo podía ser
que Guillermo, estando encargado de toda la imprenta y sien-
do el corrector ordinario y el que pagaba a los compañeros y
corría con todos los gastos por cuenta de Arnoullet, se hubiera
abstenido de ver esos ejemplares y pruebas antes o después
de salir de la prensa.
23. Ítem, si persiste todavía en la negativa, habrá que de-
mostrarle que miente, y que era una cosa imposible.
24. Ítem, será interrogado sobre si ha hablado de esas co-
sas a Arnoullet y Guillermo, y qué le han dicho.
44 Es el corrector Guillermo Guéroult, mencionado varias veces en la car-
ta del impresor Baltasar Arnoullet dirigida a Santiago Bertet.

98
25. Ítem, será interrogado cuál era el apellido de Guillermo y
si no era Guillermo Guéroult.
26. Ítem, a qué edad se le tajó de un lado y se quebró del
otro.
27. Ítem, si estando en Charlieu no tuvo intención de casar-
se con una muchacha del lugar.
28. Ítem, si cuando se le hablaba de casarse no decía que
se encontraban bastantes mujeres sin casarse.
29. Ítem, si no practicó la lascivia en Charlieu y en otros lu-
gares.
30. Ítem, qué entiende con su respuesta al punto 20 del úl-
timo interrogatorio, al decir que la verdad comienza a decla-
rarse y acabará poco a poco por conocerse del todo.
31. Ítem, si no entiende por ello que su doctrina será admi-
tida y que es una doctrina de verdad.
Ítem, con qué pasaje de la Escritura quiere mostrar que los
jóvenes no eran castigados antes de los veinte años.
32. Ítem, que responda pertinentemente sobre la pregunta
que se le dirigió a ese propósito, de que esa propuesta daría
perfecta ocasión a los jóvenes para practicar la lascivia y el
adulterio, robar, matar y cometer cualquier otro crimen estan-
do persuadidos por la doctrina de Servet de que no pecaban.
Visto que la respuesta que ha dado no corresponde a la pre-
gunta del interrogatorio y contiene una contradición evidente
en lo que dice, de que la señoría puede castigar a esos jóve-
nes como le plazca, pues si no pecaban antes de esa edad
de veinte años, no estaría bien que el Magistrado los castiga-
ra, ya que no hay crimen sin dolo o pecado.
33. Ítem, si no es una falsa doctrina u opinión decir que aho-
ra no estamos bajo la ley en lo que se refiere a juzgar si peca-
mos o cometemos crimen o no.
34. Ítem, sabiendo bien que el libro El Corán es un libro per-
verso repleto de blasfemias, por qué cita pasajes en su libro pa-
ra sostener su doctrina y excusar a los turcos.
35. Ítem, si no sabe bien que no puede basarse una excusa
justa en un libro perverso y el autor de una doctrina malvada.

99
36. Ítem, finalmente, si no venía de Italia cuando fue pren-
dido en esta ciudad.
37. Ítem, si no estuvo en Venecia y Padua o pasó los mon-
tes45 desde que escapó de las prisiones de Viena del Delfinado.
38. Ítem, dónde durmió el día en que llegó a esta ciudad, y
si no venía a caballo y acompañado.
Ítem, si quiso informar al huésped del albergue que él ha-
brá de designar.

XX

[Las respuestas de Servet corresponden ahora a la acusa-


ción complementaria del fiscal, incluida en la sección XIX.
Interesa resaltar que este interrogatorio tiene lugar al día
siguiente del domingo en que, en el culto predicado en la ca-
tedral de San Pedro, Calvino había denunciado con violencia
los errores de Servet, incluyendo en sus iras a aquéllos que se
compadecían del español y querían librarle de la muerte. La in-
tromisión de Calvino en el poder judicial no conocía límites.
Servet muestra ante todo que se le trata de condenar por
sostener ideas teológicas que no concuerdan con las de Calvino,
si bien éste debería respetar el derecho a expresar opiniones
diferentes a las suyas.]

Sexto interrogatorio de Servet


28 de agosto de 1553

En el Obispado.
Presentado personalmente Servet, que ha pronunciado el ju-
ramento acostumbrado.
Aquí el Señor Secretario ha presentado los artículos requi-
riendo que Servet sea interrogado y responda afirmativamen-
te o negativamente.

45 Se refiere a los Alpes.

100
1. Al primero responde que lo quiere probar con todas las his-
torias que han tratado de Constantino el Grande.
2. Al segundo responde que nunca ha acusado a nadie cri-
minalmente ni de otro modo, y que él sabe bien que el falso
acusador debería recibir el castigo que habría de aplicarse al
acusado con falsedad, si esto se aplicara.
3. Al tercero responde que en materia escolástica no hay acu-
sación y que es común en materia de discusiones que cada uno
pueda mantener su causa, estimando su parte adversa que co-
rre el riesgo de condenarse.
4. Al cuarto responde que eran aprobados por unos y por
otros no; incluso es bien sabido que Lutero y Melanctón escri-
bieron contra Ecolampadio en materia de sacramento y libre al-
bedrío.
5. Al quinto responde que ha dicho que Capiton estaba de
acuerdo con él y que Ecolampadio era al principio de su opi-
nión, pero que después cambió.
6. Al sexto responde que no ha sabido que Ecolampadio hu-
biera cambiado hasta estos días, cuando vio aquí una epísto-
la del mismo, y que sabía que Capiton era de su opinión por-
que habló con él en Estrasburgo.
7. Al séptimo responde que no puede probarlo de otro modo,
por cuanto hablaba a solas con Capiton y comunicaba con él
sin tener más testigo que Dios.
8. Al octavo responde que tiene 44 años, y que vivió en Tolosa,
de Francia, unos dos o tres años dedicándose a los estudios
de leyes.
9. Al noveno responde que ha visto y leído en alguna parte
el Código de Justiniano, leyendo algunas rúbricas aquí y allá,
así como lo estudió en la escuela, y que hace veinticuatro años
que no lo ve.
10. Al décimo responde que Justiniano no era del tiempo
de la primitiva y antigua iglesia, pero que en su tiempo había
muchas cosas depravadas y que los obispos comenzaban ya
su tiranía, y se habían introducido ya las acusaciones crimi-
nales en la Iglesia.

101
11. Al undécimo responde que porque venía de Francia, don-
de temía ser sorprendido y no se atrevía a llevar sus libros a
este lugar, donde le hubieran podido causar la muerte.
12. Al duodécimo que estudió bajo las órdenes de Santiago
Silvio, Guiterio, Andernaco y Fernel, y que tiene todavía las fir-
mas de ellos y que sus cartas han quedado en Viena del
Delfinado.
13. Al décimo tercero responde que como nuestro señor nos
ha mandado que no echemos margaritas a los puercos, no que-
ría presentar su doctrina a los que no eran aptos, mismamen-
te estando entre los papistas, allí donde hay gran crueldad y
persecución.
14. Al décimo cuarto responde que sólo escribió a Monseñor
Calvino y a Monseñor Abel, y que envió una carta a Monseñor
Pierre Viret, y que nunca escribió a otro en Francia, ni en Italia,
ni en todo el mundo.
15. Al décimo quinto responde que cuando estaba ausente
Arnoullet, gobernaba Guillermo, y en cuanto a su libro que
Guillermo no mandaba en nada, ni lo vio nunca que él sepa.
16. Al décimo sexto responde que iba y venía.
17. Al décimo séptimo responde que no, pues Arnoullet no
comprendía latín.
18. Al décimo octavo responde que puede ser que lo haya
dicho y que pensaba que era bueno y que se vendería bien.
19. Al décimo noveno responde que no sabía nada, pues el
corrector no había leído el libro.
20. Al vigésimo responde que el ejemplar nunca lo vio
Guillermo, pues él, Servet, lo llevaba de hoja en hoja, así que
el compositor no participaba y aportaba siempre lo que esta-
ba hecho. En cuanto a las pruebas, como Servet iba allí por
la tarde, no sabe si Guillermo puede haber visto algunas prue-
bas.
21. Al vigésimo primero responde que no y que quemaba el
original porque estaba escrito de su propia mano en cuanto es-
taba hecha la hoja, y que hubiera tenido que pedir el libro im-
preso al impresor para traducirlo, no a él.

102
22. Al vigésimo segundo responde que antes de que Guillermo
viniera por primera vez a Viena del Delfinado, él había esta-
blecido un convenio, con el maestre, y que Guillermo no tenía
que ocuparse del libro, pues era sólo un mandado.
23. Al vigésimo tercero responde que el maestre había es-
tablecido el convenio con él en ausencia de Guillermo y que
corregía él mismo, de modo que Guillermo no tenía ningu-
na responsabilidad ni tenía que mezclarse en lo referente al
libro.
24. Al vigésimo cuarto responde que son gente de bien que
sólo quieren decir la verdad y que en lo que digan de verdad,
él les creerá.
25. Al vigésimo quinto responde que no sabe su apellido y
que sólo lo frecuentó desde que él llegó a Viena del Delfinado,
hace cuatro o cinco meses, y que nunca le ha oído llamar de
otro modo que maestre Guillermo.
26. Al vigésimo sexto responde que ello escapa a su recuerdo,
y que quizás tendría cinco años de edad.
27. Al vigésimo séptimo responde que sí, pero que no lo qui-
so hacer viendo que no se sentía capaz.
28. Al vigésimo octavo responde que no recuerda haber di-
cho eso, o verdaderamente que podría haberlo dicho en bro-
ma para dar a entender que no era impotente, pues no tenía
que hacerlo saber.
29. Al vigésimo noveno responde que no.
30. Al trigésimo responde que comenzó a declararse en tiem-
pos de Lutero y que ha seguido hasta aquí, y que piensa que
se declarará todavía más acerca de cosas que entiende no es-
tar todavía bien declaradas.
Interrogado sobre qué cosas no están todavía declaradas,
responde que se refiere a lo que Calvino ha hablado del libre
arbitrio y del descenso de nuestro señor a los infiernos y de la
liberación de los padres, que dice que no es más que fábula, y
que eso no está bien declarado.
Interrogado para que declarase en consecuencia, respon-
de que ya lo ha declarado en su libro, en la epístola 18, y que

103
se ofrece a declarar más entre gentes sabias, cuando plazca a
los Señores, con las palabras mismas de nuestro señor Jesús
y de las santas escrituras y de los antiguos doctores de la Iglesia,
que le sirven de apoyo.
31. Al trigésimo primero responde que no puede adivinar si
su doctrina será aceptada o no, pero que la considera cierta
hasta que se le demuestre lo contrario, y que al comienzo ta-
les cosas son reprobadas y más tarde admitidas.
32. Al trigésimo segundo responde que puede y quiere pro-
barlo con las citas incluidas en la página 303 de su libro im-
preso, según la ley, y que había dicho que se las debería cas-
tigar según entendiera la justicia, no mortalmente sino con látigo,
galera, prisión y de otros modos, y que no entiende haber ha-
blado impertinentemente.
33. Al trigésimo tercero responde que no estamos obligados
a juzgar según la ley, pero que la ley nos muestra bien el pe-
cado. Y que por eso no es falsa doctrina, pues ahora no se juz-
ga como se juzgaba según la ley, como lo prueba en la epís-
tola 23 de su libro impreso.
34. Al trigésimo cuarto responde que los cita en bien de la
gloria de nuestro señor Jesucristo y porque El Corán dice mu-
cho bien y lo hace más grande que Mahoma, y que de Mahoma
querría auxiliarse tanto como del diablo.
35. Al trigésimo quinto responde confesando que El Corán
es perverso, pero que sólo ha tomado lo que era bueno. Y que
de un libro perverso pueden tomarse buenas cosas.
36. Al trigésimo sexto responde que no.
37. Al trigésimo séptimo responde que nunca fue a Venecia,
y que nunca salió de Francia desde que partió de la prisión.
38. Al 38 responde que durmió el día de antes en L’Elmiset
(Alta Saboya) y que llegó a pie solo, y que alquiló un caballo
en Sézenove. Y que se puso bien a las órdenes del huésped.
No es interrogado más, sino que queda pendiente para con-
tinuar sus respuestas de día en día y de hora en hora a la pri-
mera llegada de los Señores.

104
XXI
Respuesta del tribunal de Viena a la Señoría de Ginebra

A los Nobles, sabios, respetables, magníficos e ilustres seño-


res Síndicos y Consejo de Ginebra.

A Ginebra.
Monseñores, el día de ayer, aproximadamente una hora des-
pués del mediodía, recibimos las cartas que os complació es-
cribirnos, conteniendo noticia de la aprehensión y detención en
vuestras cárceles del maestre Miguel Servet, llamado de
Villanueva, cuya noticia mucho os agradecemos. Y por esta
causa, además de la presente carta que hemos tenido a bien
entregar a vuestro mensajero, os enviamos al carcelero y ca-
pitán del palacio Real de Viena del Delfinado, con nuestras car-
tas patentes y copia de la sentencia en última instancia contra
el dicho de Villanueva, para suplicaros muy humildemente que,
considerando que era habitante del país del Rey, y que los crí-
menes por los cuales ha sido condenado han sido cometidos
en el país del Rey y que se ha fugado de nuestras cárceles, y
como así es todavía nuestro preso, que sea vuestro buen pla-
cer devolvernoslo para ejecutar la dicha sentencia, la ejecución
de la cual le castigará de modo que no sea necesario buscar
otros cargos contra él. En cuanto a lo que os ha complacido
escribirnos de enviar la copia del dicho proceso para actuar allí
contra él, considerando la dicha sentencia que creemos que ha
sido ignorada hasta ahora, visto que no podemos consentir o
permitir que sea hecho otro juicio sobre nuestros actos o pro-
cedimientos, y si lo consentimos seremos amonestados por
el rey, al cual será muy agradable, estamos seguros, la devo-
lución del dicho Villanueva, al mostrar que entendéis que los
juicios de sus magistrados surten su efecto, como quisierais
que en caso parejo vuestros juicios fueran ejecutados. De nue-
vo por la presente, Monseñores, os rogamos con insistencia
que escuchéis al dicho carcelero y que nos acordéis lo que una
justicia debe acordar a la otra. Y si tuviéramos los medios de

105
prestaros igual o mayor servicio, lo haremos de tan buena ga-
na y de tan buen corazón como presentamos nuestras humil-
des recomendaciones a vuestra buena gracia, rogando al crea-
dor que os tenga en santa gracia. En Viena del Delfinado, esta
noche de sábado del veintiséis de agosto de 1553.
No hemos podido enviar antes al presente portador por la au-
sencia de nuestros vicebailes.
Vuestros buenos vecinos, hermanos y amigos, los vicebai-
les y el procurador del rey en la sede de Viena del Delfinado.
Por orden de mis señores los vicebailes y el procurador.46

XXII
Sentencia del Tribunal de Viena del Delfinado
contra Servet

Copia de la sentencia criminal dictada en Viena del Delfinado


contra Servet y ejecutada en efigie.
Entre el procurador del Rey Delfín, demandante en crimen
de herejía escandalosa, dogmatización, composición de nue-
vas doctrinas y libros heréticos, sedición, cisma y perturbación
de la unión y el reposo públicos, rebelión y desobediencia a las
ordenanzas dictadas contra las herejías, evasión y efracción
de las cárceles reales delfinesas, de un lado, y el maestre Miguel
de Villanueva, médico, prisionero en las cárceles del palacio
delfinés de Viena y en el presente fugitivo acusado de tales crí-
menes, del otro.
Vistas por nosotros las piezas justificativas de dichas herejías,
incluso las epístolas y los escritos de la mano del dicho Villanueva
dirigidas a Monseñor Juan Calvino, predicador de Ginebra, y por
el dicho Villanueva reconocidas sus respuestas, confesiones y
negaciones; las respuestas y otros procedimientos relativos a
Baltasar Arnoullet, impresor; ciertos folios y libros impresos, de
los cuales el título es Christianismi Restitutio; los testimonios so-

46 En el dorso de la carta figura la nota siguiente: Recibido de las gentes


de la corte y justicia de Viena del Delfinado el último de agosto de 1553.

106
bre lo que el dicho Villanueva había compuesto y hecho imprimir
en tal libro a sus costas; los informes de los doctores en teología
y otras personas notables sobre los errores contenidos en dicho
libro y en las epístolas, los cuales errores y herejías son además
manifiestos por su lectura; las actas levantadas de la evasión de
la prisión y las diligencias de aprehender al dicho Villanueva; el
aplazamiento de tres breves días y ausencia de los lugares; los
testimonios recogidos y las conclusiones definitivas del fiscal del
Rey delfín, y todo lo que nos ha sido remitido.
Considerado todo hemos dicho y decimos que los fallos han
sido bien y debidamente obtenidos. Para el beneficio de los cua-
les hemos proporcionado al dicho Villanueva todas las excep-
ciones y defensas; le hemos declarado y declaramos culpable
y convicto de los delitos que se le inculpan; para represión de los
cuales le hemos condenado y condenamos a una multa pecu-
niaria de mil libras pagaderas al Rey delfín, y a ser, en cuanto
sea arrestado, conducido sobre una carreta con sus libros, en
día y hora de mercado, desde la puerta del palacio delfinés, por
las encrucijadas y lugares acostumbrados, hasta el lugar del mer-
cado de la presente ciudad y subsecuentemente a la plaza lla-
mada de Charneve, para ser quemado allí a fuego lento hasta
que su cuerpo sea reducido a cenizas. No obstante, la presen-
te sentencia será ejecutada en efigie, con la que serán quema-
dos dichos libros. Y como lo hemos condenado y condenamos
al pago de las costas del juicio, de las cuales reservamos la ta-
sa, declaramos todos y cada uno de sus bienes adquiridos y con-
fiscados en beneficio de quien corresponda, siendo primeramente
entregadas y pagadas dichas costas de justicia y la multa.

En la Corte, el vicebaile y el juez delfinés


[siguen las firmas de doce consejeros]

Dictada esta sentencia en juicio pleno en la audiencia del fis-


cal del Rey delfín. Nosotros, el vicebaile y el juez, en el audi-
torio del palacio delfinés de Viena, el día diecisiete del mes
de junio de mil quinientos cincuenta y tres.

107
El dicho día, alrededor de la hora del mediodía quedó hecha
la efigie del Villanueva ante el palacio delfinés; hizo la efigie
Franc. Berodi, ejecutor de la suprema justicia, al que se man-
dó buscar para este fin, y fue puesta sobre una carreta con cin-
co baúles de los libros compuestos por el Villanueva, y carga-
da la carreta con la efigie y los libros fue llevada por el ejecutor
desde la puerta del palacio por las encrucijadas y los lugares
acostumbrados hasta el lugar del mercado de la presente ciu-
dad de Viena, y después a la plaza llamada de Charneve, en
donde la efigie fue atada a un poste expresamente erigido y
después quemada con los libros a fuego lento por el ejecutor,
quien ha llevado a cabo la plena y entera ejecución de la sen-
tencia respecto a la citada efigie, según su forma y tenor, en
presencia de Guigues Ambrosin, pregonero y trompeta de Viena
del Delfinado, Claude Reymet y Michel Basset, sargentos rea-
les defineses, Sermet des Chams, preboste de Viena, y va-
rias otras gentes aquí reunidas para ver la ejecución. Así se ha
procedido y por mí, escribano que suscribe, recibido. Chasalis.
Tomado de los registros del Tribunal de Viena del Delfinado
por mí, escribano que suscribe. Chasalis.

XXIII
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Jueves 31 de agosto

El veguer o carcelero de la villa de Viena del Delfinado47


Visto que ha aportado cartas del Consejo y el parlamento de
Viena en las que piden la restitución del Maestre Miguel Servet,
de Villanueva, médico, que escapó de sus prisiones, y que ha-
bía sido condenado a ser quemado con sus libros por haber
sembrado la falsa doctrina, según el contenido de las cartas y
sentencias de las que han enviado copia, el cual está ahora pri-
sionero aquí por semejante caso. Y habiendo oído al carcelero

47 Fueenviado a Ginebra para traer bien guardado al preso, en caso de


que los Señores de Ginebra lo devolvieran a sus primeros jueces.

108
y capitán, leídas y entendidas dichas cartas y sentencias, sobre
esto ha sido ordenado y decidido que se haga responder y sa-
ber sobre lo que el carcelero ha propuesto, y que pueda hablarle;
también que sea escrita una carta amable, diciendo que no
podemos devolverle, pero que se hará buena justicia.
El dicho veguer,
El cual ha pedido también que plazca a los Señores conce-
derle el favor de inquirir con el detenido para saber si se es-
capó de su propia cuenta o de otro modo, y que de ello otorgue
certificados como corresponde. Queda decidido que su de-
manda le sea otorgada.

XXIV

[Es este uno de los momentos más escandalosos del proce-


so: el interrogatorio conjunto que realizan el representante de
la justicia católica y los jueces de la Ginebra protestante.
Hundido por semejante parodia de justicia, Servet llega en un
momento dado a arrojarse al suelo llorando para que no se le
envíe a Viena del Delfinado. ¡Poco sabía el cuitado que su
suerte estaba tan echada en un lugar como en el otro! De
Viena del Delfinado había escapado con vida, pero de Ginebra
no escaparía, según había prometido el mismo Calvino.]

Séptimo interrogatorio de Servet


El 31 de agosto de 1553

Presentado Servet ha pronunciado el juramento acostumbra-


do de decir verdad bajo pena de 60 soles y de tener el caso por
perdido.
Y después es llamado el capitán del Palacio del Rey de Viena
del Delfinado para dar cumplimiento a la decisión del Consejo
de hoy.
Después ha sido interrogado Servet si conocía a ese capi-
tán, y ha respondido que sí, que le vió en Viena, y que se lla-
maba el señor Veguer o carcelero.

109
Interrogado si ha estado a su cargo, responde que sí, que
dos días, y que estaba allí por orden del vicebaile de Viena, y
de ese martes hasta el viernes por la mañana.
Y el capitán ha dicho que ese era el que había sido su pri-
sionero.
Interrogado Servet sobre el favor que el dicho carcelero le
había prestado, responde que ninguno, sino que el vicebaile le
había mandado que le dejara ir por todas partes y que su ser-
vidor debía dormir con él para servirle, y todos les veían pasar.
Interrogado sobre a qué hora y cómo escapó, responde que
por la mañana alrededor de las nueve y por los privados, pues
había pedido la llave de esos privados al carcelero, que se
las dió. Porque el señor vicebaile había pedido que se le tra-
tara bien, como lo dijo el vicebaile al carcelero en presencia de
Servet.
Aquí Servet dijo que fue hecho preso por el propio vicebaile
de Viena, que le llevó a prisión como para ver un enfermo, y
ello por ciertas cartas que Servet dice que Guillermo de Trie ha-
bía escrito a instancias de Calvino.
Aquí interrogado si habló últimamente del señor de Mauregon,
responde que sí en efecto, y que le había favorecido en lo que
él guardó, que no fue tan pronto cogido.
Interrogado si prefiere quedar aquí en manos de los Señores
o realmente ser devuelto con ese carcelero que le ha venido
a buscar48 se ha arrojado al suelo llorando pidiendo que se le
juzgue aquí y que los señores hagan de él lo que les plazca, pi-
diendo que no se le envíe.
Interrogado si ha percibido a Baltasar Arnoullet en esta ciu-
dad, responde que no.
Interrogado si desde que está aquí ha hablado a alguien,
responde que no, sino a los de aquí que le han dado de co-
mer. Y que incluso se le habían cerrado las ventanas claván-
dolas.
48 Esa pregunta es totalmente falsa y no tiene más finalidad que conocer
las intenciones del preso, pues ya se había decidido que no se con-
cedería la extradición y que sería juzgado en Ginebra.

110
Interrogado cuantas veces fue examinado por la justicia en
Viena del Delfinado, responde que cuando vino el inquisidor y
que fue dos veces, el miércoles y el jueves.
Interrogado de qué fue interrogado, responde que de las
Alemanias y de si había estado. Ítem de lo escrito a Calvino y
de otras cartas escritas de su mano.
Interrogado sobre qué piensa de la misa, en vista de que quie-
re ser tan buen cristiano, responde que la considera dañina y
que lo ha escrito como otros.
Interrogado de si no iba a la misa en Viena del Delfinado, res-
ponde que sí, pero forzado, y que San Pablo hizo lo mismo en-
trando al templo como los judíos, como está dicho en el capí-
tulo 21 de Los Hechos. Y después confesó que había pecado
en eso, pero que era por temor de la muerte.
Aquí son llamados dicho Capitán y su compañero, ante los
cuales se exhorta a Servet que diga delante del carcelero lo
que ha dicho a los señores. Y él dice que no tuvo ningún fa-
vor ni ayuda de dicho carcelero, pero sólo que el vicebaile ha-
bía mandado que no se le tuviera en estrechez, y cómo le pi-
dió la llave de los reservados al carcelero y después escapó.
El carcelero ha pedido acta de lo que Servet ha declarado, la
cual acta ha sido entregada.
No ha sido interrogado más Servet sino instado a continuar
en sus respuestas.

XXV
Respuesta de la Señoría de Ginebra al Tribunal
de Viena del Delfinado

A Viena del Delfinado.


A los nobles, sabios, respetables, y magníficos Señores Vice-
baile y Procurador del Rey en la sede de Viena del Delfinado.
Nobles, sabios, respetables y magníficos Señores:
Magníficos Señores, hemos recibido vuestra respuesta por
nuestro servidor en el asunto de Miguel Servet, y os agrade-
cemos de corazón la buena acogida que habéis dispensado

111
a nuestro servidor; hemos escuchado después a vuestro ve-
guer y capitán del palacio real, y vistos los extractos y dili-
gencias que nos ha mostrado sobre dicho asunto; esto hecho,
hemos hecho ver gustosamente dicho prisionero al veguer a
fin de que pudiera señalar si no era éste el que estaba en vues-
tras cárceles, y a su requerimiento le hemos interrogado acer-
ca de su salida, habiendo hecho esto para daros satisfacción.
Pues nosotros tras hallar a Servet cargado de delitos no le po-
demos confiar a otra parte. Pero nos hemos propuesto deli-
beradamente cumplir con nuestro deber con arreglo a lo que
hemos hallado, y cumpliremos lo que la buena justicia exija.
Y, no obstante, os rogamos que considereis aceptable nues-
tra respuesta y creais que en cualquier otra cosa que nos sea
posible, os complaceremos de muy buen corazón, y en este
lugar rogamos al Creador que le complazca aumentaros sus
gracias.
De Ginebra, el 31 de agosto de 1553

XXVI

[He aquí una de las piezas más lamentables de las Actas. El


Sr. de Maugeron, del que Servet había sido médico, se di-
rige a los jueces ginebrinos para que le faciliten la lista de
los deudores de Servet y los títulos correspondientes con
objeto de proceder a la recuperación de las sumas en cues-
tión.
Por fortuna, el Sr. de Maugeron no obtuvo nada; Servet dijo
en el octavo interrogatorio que no quería perjudicar a sus deu-
dores («muchos pobres gentes») y el Consejo Menor no in-
sistió en el particular.]

Carta del Sr. de Maugeron, teniente general del rey


de Francia en el Delfinado, a la señoría de Ginebra

A los Señores Síndicos y cónsules de Ginebra, mis buenos ve-


cinos y amigos.

112
Señores, he sido advertido de que teneis prisionero a un lla-
mado Miguel Servet, apellidado de Villanueva, de lo cual es-
toy muy satisfecho y alabo a Dios por la seguridad que tengo
de que le guardareis mejor de lo que lo han hecho los minis-
tros de justicia de Viena del Delfinado, y con tal justicia que ya
no tendrá la posibilidad de dogmatizar, escribir y publicar sus
falsas doctrinas heréticas; y por esto Señores que siempre os
he conocido como mis buenos amigos, quiero advertiros que
el rey ha dado a uno de mis hijos todos los bienes y dineros
situados bajo su dominio pertenecientes al dicho Servet, que
son de 3.000 a 4.000 escudos, según se dice, y que los tenía
en el banco, pero desde que se ausentó de las cárceles de
Viena del Delfinado no se han podido verificar sus deudas, por-
que se llevó las cédulas y obligaciones, tanto que los que le
deben ahora le demandan. En esta causa, Señores, os rue-
go muy afectuosamente que os plazca darme satisfacción, y
a mi hijo el bien de interrogar a Servet sobre sus deudas, en
todo lo que pueda ser esclarecido y sacado a la luz, y si os ha-
llais en posesión de cualquier cédula u obligación de alguno
de los vasallos del rey que residen bajo su dominio, informar-
me al menos por una pequeña memoria que contenga los nom-
bres y apellidos de los deudores, las sumas y los notarios que
las han admitido, con la seguridad Señores de que la satis-
facción que me dareis os la agradeceré a vosotros y a los vues-
tros si alguna vez quereis serviros de mí. Así, Señores me
recomiendo a vuestras buenas gracias y ruego al creador que
os dé santas, felices y largas vidas. De Beauvoir en este XXIX
día de agosto de 1553.
Vuestro vecino y muy buen amigo
Maugeron
De la tour

Recibido del señor Maugeron para la detención del maes-


tre Miguel Servet el primero de septiembre de 1553.

113
XXVII
Octavo interrogatorio de Servet
El primero de septiembre de 1553

Repeticiones y respuestas de Miguel Servet.


Se constituye personalmente el dicho Servet, que habiendo
hecho juramento de decir la verdad, etc.
Interrogado si recuerda las sumas que dice le son debidas
aquí y allá por el país de Francia, responde que esto que se
le pregunta no pertenece a la causa principal, y que no puede
ser obligado por derecho a declarar al respecto, pues podría
perjudicar a muchas pobres gentes que le deben, las cuales
serían molestadas por aquellos a quienes corresponde la
confiscación de sus bienes, pidiendo por ello que no se le obli-
gue a revelarlo, sino diferirlo para otro momento, y aconseján-
dose verá si debe responder a esto como plazca a los señores.
Y además que está prendido por su doctrina, a causa de al-
gunos libros, y que esto no pertenece a la materia citada.
Aquí ha sido dicho que no se inquirirá más sobre dicho asun-
to; pero se ha de escribir al señor de Maugeron sobre su car-
ta, que se ha inquirido y preguntado al dicho detenido respec-
to a las cosas por él requeridas, pero que nada se ha podido
sacar.
Sucesivamente ha sido llamado el detenido Servet en pre-
sencia de Monseñor Calvino, el cual ha respondido, y a conti-
nuación aparecen sus respuestas.
Y después Servet ha comenzado a declarar las pruebas de
lo que ha dicho, que por la santa escritura el hijo es tomado por
el hombre hijo.
Pero sería demasiado largo oir aquí el discurso y que sería
cosa demasiado confusa, por lo que queda decidido que se le
preste a Servet papel y tinta, y que en latín ponga por escrito
sus respuestas y pruebas y que después monseñor Calvino
responda también por escrito en latín.
Y después queda también decidido que Monseñor Calvino
dará en latín por escrito los artículos, palabra por palabra, que

114
están en el libro de dicho Servet, y después los refutará y pro-
bará por escrito en latín estos artículos.49

XXVIII
Respuesta de la Señoría al Sr. de Maugeron

Al noble, poderoso, magnífico y muy distinguido Señor, el Señor


de Maugeron, nuestro excelente vecino, muy querido, excep-
cional y gran amigo.
Noble, poderoso, etc., nos acogemos con placer a vuestra
buena gracia.
Muy distinguido señor, sobre lo que os ha complacido es-
cribirnos para saber qué deudores tiene Miguel Servet, nues-
tro prisionero, ciertamente deseamos satisfaceros y serviros,
y no sólo a vos sino a vuestro hijo y a todos los demás para
los cuales pudiérais desearlo. Nos hemos trasladado sin tar-
danza al edificio de nuestras prisiones y le hemos interrogado
diligentemente, y pese a ello no hemos podido obtener res-
puesta sobre vuestro propio asunto; no comprendemos de que
sutileza se sirve; esperamos sin embargo continuar a pesar de
esto, por amor hacia vos, pero sospechando que la cosa pue-
de por ventura prolongarse a causa de él, no hemos querido
retener a vuestro servidor y portador pero le hemos dado la
presente por respuesta, considerando que si podemos sacar
del prisionero alguna cosa que pueda aprovechar sea a vues-
tra Señoría o a vuestro hijo, os enviaremos respuesta por men-
sajero urgente.
Os rogamos que lo acepteis con gracia, como de los que tie-
nen todo el deseo de satisfaceros, y que ruegan a Dios el crea-
dor que le plazca aumentaros sus mercedes. En Ginebra, es-
te primero de septiembre de 1553.

49 El
tribunal adopta esta decisión ante la duración y la oscuridad del de-
bate teológico. Pide que todo se escriba en latín con la intención sin
duda de presentar las piezas resultantes a las demás iglesias suizas.

115
XXIX
Anotaciones de Servet a la Refutación escrita
principalmente por Calvino

[Escritas por Servet del 15 al 18 de septiembre al margen y en-


tre líneas de la Refutación.]

XXX
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Martes 5 de septiembre

Proceso del detenido Miguel Servet


Queda aquí anotado que Monseñor Calvino ha preparado artícu-
los en latín, tomados de las principales sentencias del libro de
Servet, a los cuales Servet ha respondido también en latín, e
igualmente Monseñor Calvino ha replicado de nuevo, y para aca-
bar, sería bueno encargar al señor tesorero general que lleve el
asunto a las iglesias para obtener consejo al respecto.
Decide que se vea el proceso, incluyendo esos artículos y
respuestas, y que el Sr. tesorero espere un poco.

XXXI
Demanda de Servet a la Señoría

Mis muy honorables Señores.


Os suplico muy humildemente que os plazca abreviar estas
grandes dilaciones, o que me coloqueis fuera de la criminali-
dad. Veis que Calvino está al término de su papel, no sabien-
do lo que debe decir, y por su gusto quiere hacerme pudrir aquí
en la prisión. Los piojos me comen vivo, mis calzones están
desgarrados y no tengo muda ni jabón, ni más camisa que una
en jirones. Os he presentado otra petición, según Dios manda.
Y para detenerla Calvino os ha alegado a Justiniano. Es cier-
tamente desdichado alegar contra mí lo que él mismo no cree;
él mismo no mantiene ni cree lo que Justiniano ha dicho de la
Sacrosanta iglesia, y del episcopado, ni del clero y de otras co-

116
sas de la religión, y sabe que la iglesia estaba ya depravada.
Es una gran vergüenza para él, y todavía más que me tenga
aquí firmemente encerrado desde hace ya cinco semanas sin
haber alegado contra mí un solo cargo.
Mis señores, os he pedido también un procurador o abogado,
como habeis permitido a la otra parte, la cual no tenía tanta ne-
cesidad como yo, que soy extranjero e ignorante de las costum-
bres de este país. No obstante, lo habeis permitido a él y no a
mí, y le habeis sacado de la cárcel antes de conocer el fallo.
Os requiero para que mi causa sea presentada ante el consejo
de los doscientos, con mis demandas, y si puedo apelar allí, ape-
lo haciéndome cargo de todos los gastos, daños e intereses, y
de la pena del talión, tanto contra el primer acusador como con-
tra Calvino, su amo, que ha tomado la causa por sí mismo.
Escrito en vuestras prisiones de Ginebra el 15 de septiem-
bre de 1553.
Miguel Servet en su propia causa.

XXXII
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Viernes 15 de septiembre de 1553 M. Servet

Sobre las súplicas de Miguel Servet quejándose de las cárce-


les y de los piojos, y de que se le provea de abogado: Queda
decidido que se manden hacer calzones y la ropa necesaria a
sus costas y que se le comuniquen las respuestas de Monseñor
Calvino, y si responde algo, que sea mostrado a Monseñor
Calvino, pero que ya no sea enseñado a Servet, sino que sea
reexpedido como ha sido resuelto.

XXXIII
Nueva audiencia de Servet
El 15 de septiembre de 1553

Presentado de nuevo Servet, se le han entregado y prestado los


artículos de Monseñor Calvino contra él, y tras éstos las répli-

117
cas de Servet, y después lo que desde entonces Monseñor
Calvino ha escrito y contestado a fin de que responda si quiere.
Y después se le vuelve a su lugar.

XXXIV

[Entre el 15 y el 18 de septiembre escribió Servet las notas


que introdujo al margen y entre líneas de la Refutación. Terminó
esas notas con las frases reproducidas a continuación y con
una carta dirigida a Calvino, que éste omitió en el texto impre-
so que dedicó al juicio de Servet.]
Anotaciones de Servet a la Refutación breve
Demasiado se había gritado antes y aquí lo hace una turba-
multa de firmantes. 50 Mas ¿qué pasajes aducen para de-
mostrar ese Hijo invisible y realmente distinto que afirman?
Ninguno aducen ni aducirán jamás. No correspondía otra co-
sa a tan grandes ministros de la palabra divina, que incluso
pregonan por calles y plazas que nada pretenden enseñar que
no esté demostrado con sólidos pasajes escriturísticos. Sin
embargo, en la presente circunstancia no dan ni con uno so-
lo de tales pasajes. En consecuencia refutan mi doctrina con
sus gritos nada más, pero no con razón ni autoridad ninguna.
Lo firma Miguel Servet, él sólo, es cierto,
pero cuyo firmísimo protector es Cristo.
M. S. a Juan Calvino
Lo que dije de que ignores los principios de las cosas te ha-
brá venido bien si ahora quieres entenderlo. He aquí el princi-
pio fundamental que desconoces: toda acción se hace por con-
tacto. Ni Cristo, ni el mismo Dios, actúa en nada a lo que no
alcance. Más aún, dejaría de ser Dios, si hubiera alguna cosa
que escapara a su contacto. Sueñas poderes imaginarios como

50 Aludea Calvino y a los otros trece pastores que habían firmado la


Refutación.

118
los campesinos. Nada hay en Dios, ni fuerza, ni gracia, que no
sea Dios mismo, ni pone Dios cualidad en parte alguna, en la
que Él mismo no esté. Así, con toda certeza, está Dios en todas
las cosas, en todas actúa, a todas alcanza. Todo procede de Él,
por Él y con Él. Y cuando el Espíritu Santo actúa con nosotros,
su deidad está con nosotros y en contacto con nosotros.
He podido observar que en la discusión yerras además en
otro punto. En apoyo de la fuerza de la ley has citado aque-
llos dichos de Cristo: «¿Qué está escrito en la ley?» y «Guarda
los mandamientos».
Pero piensa que por aquel entonces la ley no había sido to-
davía llevada a su plenitud, ni abolida. Piensa además que Cristo
quiso guardar la ley mientras actuaba en asuntos humanos. La
persona a la que hablaba estaba también sometida a la ley. De
aquí que con razón la remitiera entonces a la ley como a maes-
tra. Pero más tarde, elevadas a su plenitud todas las cosas y una
vez abolidas las antiguas, todas las que siguieron fueron nuevas.
Por la misma razón mandó a otro que se presentase al sacerdo-
te y que ofreciera un don. Pero ¿es qué por ello habremos de ha-
cer esto mismo nosotros? Cristo mandó que le preparasen el cor-
dero y los ázimos para la pascua. ¿Tendremos que prepararlos
nosotros también? ¿Por qué hoy procedeis vosotros de manera
judaizante en la cuestión de los ázimos? Piensa estas cosas, te
lo ruego y lee con atención mi carta vigésimo segunda. Salud.

XXXV
Carta de Servet a la Señorías51

Monseñores.
He escrito en el mismo papel de Calvino. Pues hay muchas
palabritas sueltas, que puestas aparte no tenían sentido ni sig-
nificado. Además, los señores jueces lo apreciarán así más fá-
51 Estacarta aparece escrita en la última hoja de la respuesta de Servet
a las proposiciones de Calvino, y tiene como finalidad excusar la in-
serción de sus observaciones ente las líneas y al margen de la
«Refutación»

119
cilmente, viendo el pro y el contra, uno junto al otro. No hace
falta que Calvino esté enojado, pues no hay nada que altere su
escrito. Y no es posible hacerlo de otra manera, sin una con-
fusión infinita.
Querreis monseñores dejar estos libros52 a los que serán de-
signados para juzgar o informar. Pues se verán muy aliviados
del trabajo de buscar las citas y las hallarán inmediatamente
todas marcadas.
Si Calvino escribe alguna otra cosa, os placerá comunicár-
mela.
Vuestro pobre prisionero, Miguel Servet.

XXXVI
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Lunes 18 de septiembre de 1553

Aquí queda señalado que el prisionero Servet ha devuelto las


diligencias comunicadas con ciertas respuestas, tras las cua-
les pide que si Monseñor Calvino escribe todavía algo, que le
sea comunicado. Decide que sea mostrado a Monseñor Calvino,
y que seguidamente se tome la decisión definitiva.
Martes 19 de septiembre
Aquí se habla de Miguel Servet, y se muestra lo que él ha es-
crito sobre las respuestas de Monseñor Calvino, y visto todo
queda decidido que se escriba a las iglesias de Berna, de Zurich,
de Schaffhouse y de Basilea para tener sobre esto su opinión
y que allí sea enviado un guarda de pie.

XXXVII

[Servet pasa al contraataque y no sólo escribe en esta demanda


que son falsas las acusaciones de Calvino sino que solicita a

52 Probablemente de los dos Padres de la Iglesia —Tertuliano e Ireneo


en que se apoyaba especialmente para su defensa.

120
los jueces que interroguen a éste sobre una serie de puntos.
Se sale de las posibilidades ofrecidas al acusado por la justicia
ginebrina, tratando de aprovechar las fisuras observadas en la
unidad de los jueces y el hecho de que los pertenecientes al
partido de los libertinos veían con complacencia un posible fra-
caso de Calvino.]

Demanda de Servet a la Señoría

Muy honorables señores.


Estoy detenido en acusación criminal de parte de Juan
Calvino, el cual me ha acusado falsamente, diciendo que yo
había escrito:
1. Que las almas son mortales, y también
2. Que Jesucristo no había tomado de la Virgen María más
que la cuarta parte de su cuerpo.
Son cosas horribles y odiosas. En todas las otras herejías y
en todos los demás crímenes, no hay otro tan grande como el
de hacer el alma mortal. Pues en todos los demás hay espe-
ranza de salvación, y no en éste. Quien lo afirma, no cree que
existe Dios, ni justicia, ni resurrección, ni Jesucristo, ni santa
escritura, ni nada: sino que todo está muerto y que el hombre
y la bestia son todo uno. Si yo hubiera dicho esto, y no sólo
dicho, sino escrito públicamente, para hundir al mundo, me con-
denaría yo mismo a muerte.
Es por esto, señores, que pido que mi engañoso acusador
sea castigado por la ley del talión: que sea detenido y encar-
celado como yo, hasta que la causa termine con su muerte o
la mía, o con otra pena. Y para que esto sea así me compro-
meto contra él en la dicha ley del talión. Y estaré contento de
morir, si no he convencido tanto de esto, como de otras cosas
que indicaré. Os pido justicia, señores míos, justicia, justicia,
justicia.
Dado en vuestras cárceles de Ginebra
el 22 de septiembre de 1553
Miguel Servet, en su propia causa

121
Artículos sobre los cuales Miguel Servet pide que Juan Calvino
sea interrogado:
1. Si el mes de marzo último hizo escribir a Guillermo de Trie,
a Lyon, una carta diciendo numerosas cosas sobre Miguel
Villanueva, llamado Servet. ¿Cuál era el contenido de la misi-
va, y por qué lo hizo?
2. Si con dicho mensaje envió la mitad del primer cuaderno
del libro de dicho Servet, donde estaba el título, el índice y el
comienzo de dicha obra titulada Christianismi Restitutio.
3. Si todo ello no fue enviado para mostrarlo a los oficiales
de Lyon para acusar a Servet, como así sucedió.
4. Si aproximadamente quince días después de dicha car-
ta, fueron enviadas por el mismo De Trie más de veinte epís-
tolas en latín, que el dicho Servet le había escrito: las envió co-
mo los otros de por allí le pidieron con el fin de acusar y condenar
a Servet con mayor seguridad, como fue en efecto.
5. Si después no ha sabido que por esa acusación Servet
ha sido quemado en efigie, y confiscados sus bienes, y hu-
biera ardido en persona sino se hubiera fugado de las pri-
siones.
6. Si no sabe perfectamente que no es oficio de un ministro
del evangelio transformarse en acusador criminal, ni perseguir
judicialmente a muerte a un hombre.
Señores míos, existen cuatro grandes razones infalibles por
las cuales Calvino debe ser condenado.
La primera es porque la materia doctrinal no está sujeta a
acusación más ampliamente por los doctores de la iglesia. Pues
ha abusado grandemente de la criminalidad, contra el estado
de un ministro del evangelio.
La segunda razón es porque resulta ser un falso acusador,
como la presente carta os muestra, y se probará fácilmente con
la lectura de mi libro.
La tercera es que, por frívolas y calumniosas razones, quie-
re oprimir la verdad de Jesucristo, como se os manifestará en
la relación de mis escritos. Ya que ha introducido grandes men-
tiras y maldades.

122
La cuarta razón es que en gran parte sigue la doctrina de
Simón el mago, en contra de todos los doctores que estuvieron
siempre en la iglesia. Por mago que es, debe ser no sólo con-
denado sino exterminado y rechazado de vuestra ciudad. Sus
bienes deben ser adjudicados a mi persona en recompensa de
los que me ha hecho perder; esto es lo que os pido, señores
míos. Escrito el día más arriba indicado, etc.
Miguel Servet, en su propia causa.

XXXVIII

[Todo lo que tiene la precedente demanda de valerosa y aun


de arrogante, lo tiene ésta de humilde y lastimosa. Téngase en
cuenta para explicar este cambio de actitud que Servet ha pa-
sado tres semanas en el más completo aislamiento y que na-
da se ha hecho para atender sus anteriores demandas de ro-
pa y mejoras materiales.]

Demanda de Servet a la Señoría

Magníficos señores.
Hace aproximadamente tres semanas que deseo y pido au-
diencia y nunca he podido obtenerla. Os suplico por el amor
de Jesucristo que no me negueis lo que no negaríais a un tur-
co que os pidiera justicia. Tengo cosas importantes y muy ne-
cesarias que deciros.
En cuanto a lo que había pedido que hicieran algo para man-
tenerme limpio, nada ha sido hecho, y estoy más sucio que nun-
ca. Y además el frío me atormenta grandemente a causa de mi
cólico y mi hernia, la cual me engendra otras miserias que me
da vergüenza escribir.
Es una gran crueldad que no pueda hablar siquiera para
remediar mis necesidades. Por el amor de Dios, señores míos,
dad la orden por piedad o por deber.
Escrito en vuestras cárceles de Ginebra, el 10 de octubre de 1553.
Miguel Servet.

123
XXXIX
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Martes 10 de octubre de 1553

M. Servet, preso.
Sobre la demanda de Miguel Servet de acordarle audiencia
y de darle ropa para cambiarse y contra el frío: Decide que
los señores síndicos Darlod y Roset vayan y que el síndico
Darlod mande hacer las ropas necesarias.53

XL
Nueva audiencia de Servet
El 23 de octubre de 1553

Tras haber escuchado las respuestas de los interrogatorios pre-


cedentes y la resolución tomada hoy, junto con los dictámenes
de los señores ministros de las iglesias, se ha invitado al acu-
sado Miguel Servet a oír la buena voluntad de los señores pre-
sentes en breve plazo.

XLI
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Jueves 26 de octubre

Aquí se hablado del proceso de Miguel Servet y vistos el su-


mario de éste y los informes de las personas consultadas, y
considerando los grandes errores y blasfemias, queda decidi-
do que sea condenado a ser conducido a Champel y que allí
sea quemado vivo, junto con sus libros.
Viernes 27 de octubre

Se ha escuchado al ministro Santiago Bernard que ha dicho


que Servet hablaría de buen grado a Monseñor Calvino, lo que
53 Noexiste constancia alguna de que la visita tuviera lugar, ni de que se
tomaran en consideración las demandas de Servet.

124
se ha comunicado al mencionado Calvino, pero no quiso ir sin
la aprobación del Consejo, por lo cual ha requerido que se le
avise. Queda decidido que pueda ir con los señores Corna y
Borna.54

XIII
Sentencia pronunciada contra Servet

El proceso llevado de fondo y forma ante nuestros respetados


señores síndicos, jueces de las causas criminales de esta ciu-
dad, a requerimiento e instancia del lugarteniente de esta ciu-
dad, es resuelto contra Miguel Servet de Villanueva del Reino
de Aragón en España.
El cual, primeramente, es responsable de haber hecho im-
primir, hace unos veintitrés a veinticuatro años, un libro en
Haguenau, en Alemania, contra la santa e indivisible Trinidad,
conteniendo varias grandes blasfemias contra ella, fuertemen-
te escandalosas para las iglesias de Alemania; ha confesado
espontáneamente haber hecho imprimir dicho libro, pese a las
amonestaciones y correcciones que le prodigaron respecto a
sus falsas opiniones los sabios doctores evangelistas de Ale-
mania.
Ítem, dicho libro ha sido reprobado, por estar lleno de here-
jías, por los doctores de dichas iglesias de Alemania, y el tal
Servet se fugó de Alemania a causa de dicho libro.
Ítem, y no obstante esto, el dicho Servet ha perseverado en
sus falsos errores, infectando con ellos a tantas personas co-
mo le era posible.
Ítem, no contento con esto, para divulgar y difundir su ve-
neno y herejía, hace poco tiempo ha mandado imprimir otro li-
bro a escondidas en Viena del Delfinado, lleno de dichas he-

54 Laentrevista fue relatada por el propio Calvino quien, a las peticio-


nes de clemencia de Servet, respondió que realmente debía dirigirlas
a Jesucristo, a quien había injuriado con sus afirmaciones antitrinitarias.
«Según la regla de San Pablo, me retiré de un herético que se había
condenado por sí mismo», afirmó Calvino después del encuentro.

125
rejías, horribles y abominables contra la santa Trinidad, con-
tra el Hijo de Dios y contra el bautismo de los niños pequeños
y otros varios santos pasajes y fundamentos de la religión cris-
tiana.
Ítem, ha confesado espontáneamente que en este libro lla-
ma a los que creen en la Santa Trinidad, trinitarios y ateos.
Item, llama a la Santa Trinidad un diablo y monstruo de tres
cabezas.
Ítem, y contra el verdadero fundamento de la religión cristia-
na, y blasfemando abominablemente contra el Hijo de Dios, ha
dicho que Jesucristo nuestro, hijo de Dios de toda la eterni-
dad lo era sólo desde su encarnación.
Ítem, y contra lo que dice la escritura, que Jesucristo es hijo
de David por la carne, lo niega desgraciadamente, diciendo que
éste ha sido creado de la sustancia de Dios el Padre, habien-
do recibido tres elementos de éste y sólo uno de la virgen, con
lo cual pretende malvadamente abolir la verdadera y plena hu-
manidad de nuestro Señor Jesucristo, soberano consuelo del
pobre género humano.
Ítem, y que el bautismo de los niños pequeños no es más
que invención diabólica y brujería.
Ítem, varios otros puntos, artículos y blasfemias de carácter
odioso, del cual dicho libro está lleno, siendo muy escandalo-
so, dirigido contra el honor y majestad de Dios, del Hijo de Dios
y del Espíritu Santo, y es muy cruel y horriblemente dañino, per-
dición y ruina de pobres almas, traicionadas por la susodicha
desleal y detestable doctrina. Es cosa espantosa de citar.
Ítem, este Servet, lleno de malicia, tituló su libro dirigido con-
tra Dios y su santa doctrina evangélica Christianismi Restitutio,
es decir, «Restitución del cristianismo», y esto para atraer me-
jor y engañar a los pobres ignorantes y para infectar más fá-
cilmente con su malo y desgraciado veneno a los lectores del
libro, bajo la apariencia de buena doctrina.
Ítem, y aparte dicho libro, atacando por cartas incluso nues-
tra fe y trabajando para infectar con su veneno, ha confesado
voluntariamente y reconocido haber escrito una carta a uno de

126
los ministros de esta ciudad, en la cual, entre otras varias enor-
mes y horribles blasfemias contra nuestra Santa Religión
Evangélica, afirma que nuestro Evangelio carece de fe y de
Dios y que por Dios tenemos un Cerbero de tres cabezas.
Ítem, no se alza sólo dicho Servet y su doctrina contra la ver-
dadera Religión cristiana, sino que como arrogante innovador
de herejías, va contra la papista y otras, y en Viena del Delfinado
fue quemado en efigie, ardiendo cinco baúles de sus libros.
Ítem, y no obstante todo esto, estando aquí detenido en las
cárceles de esta ciudad, no dejó de persistir maliciosamente en
sus dichos nocivos y odiosos errores, tratando de defenderlos
con injurias y calumnias contra los verdaderos cristianos y fie-
les sostenedores de la pura e inmaculada Religión cristiana,
llamándoles trinitarios, ateos o brujos, a pesar de las amonesta-
ciones que le prodigaron hace largo tiempo en Alemania, como
se ha dicho, y despreciando las reprimendas, encarcelamien-
tos y correcciones que se le han hecho, aquí como en otros si-
tios. Todo ello queda incluido más amplia y detalladamente en
su proceso.
Nosotros, Síndicos, jueces de las causas criminales de esta
ciudad, habiendo visto el proceso hecho en fondo y forma ante
nosotros, a instancia de nuestro lugarteniente de dichas causas,
contra tí, Miguel Servet de Villanueva, del reino de Aragón en
España, por el cual, junto a tus confesiones voluntarias hechas
a nosotros y varias veces reiteradas, y tus libros a nosotros pre-
sentados, nos consta que Tú, Servet, has propugnado desde ha-
ce tiempo una doctrina falsa y plenamente herética, que recha-
zando todas las amonestaciones y correcciones, has perseverado
con obstinación perversa y maliciosa en sembrarla y divulgarla
hasta llegar a la impresión pública de libros contra Dios el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo, en una palabra contra los verdaderos
fundamentos de la Religión cristiana, y a través de esto inten-
tando dividir y agitar la Iglesia de Dios, de la cual varias almas tal
vez han sido arruinadas y perdidas: cosa horrible y espantosa,
escandalosa e infecta, la de no haber tenido vergüenza ni horror
de alzarte plenamente contra la majestad divina y la Santa

127
Trinidad; habiendo trabajado obstinadamente en infectar al mun-
do con tus herejías y con tu hediondo veneno herético. Este deli-
to de herejía detestable merece un grave castigo corporal. Por
estas causas y otras tan justas de las que nos ocupamos, de-
seando purgar la Iglesia de Dios de tal infección y eliminar de ella
este miembro podrido, habiendo tenido buena participación ciu-
dadana en nuestro consejo y habiendo invocado el nombre de
Dios para juzgar con rectitud este Tribunal en lugar de nuestros
mayores, teniendo Dios y sus Santas Escrituras ante nuestros
ojos, declaramos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, nuestra definitiva sentencia, que damos por escrito, con-
denándote a Tí, Miguel Servet, a ser atado y conducido al lugar
de Champel, amarrado a un poste y quemado vivo, con el libro
escrito por tu mano, que imprimiste, hasta que tu cuerpo sea re-
ducido a ceniza; y así terminarán tus días para dar ejemplo a
otros que querrían cometer tal acto.
Y a vos, nuestro Lugarteniente, mandamos que haga eje-
cutar la presente sentencia.
Leída por el Señor Síndico Darlod el 27 de octubre de 1553.

XLIII
Notas sobre la ejecución de la sentencia
El 27 de octubre de 1553

El susodicho Miguel Servet ha sido condenado a ser quema-


do, y, leída la sentencia por el Señor Síndico Darlod, ha sido
ejecutada y sus libros han ardido.

Extracto del Registro de la Compañía de Pastores

Viernes 27 de octubre. Nuestros Señores, habiendo recibido el


consejo de las iglesias de Berna, Basilea, Zurich y Schaffhouse,
sobre los hechos concernientes a Servet, han condenado a di-
cho Servet a ser conducido a Champel y allí a ser quemado vi-
vo. Lo que fue hecho, sin que Servet, en su muerte diera nin-
guna muestra de arrepentimiento de sus errores.

128
XLIV
Extracto de los Registros del Consejo Menor
Lunes 30 de octubre

Aquí, el señor Pierre Tisot ha presentado el inventario del di-


nero de Miguel Servet, que llegaba exactamente a 97 escudos
soles, un florín y tres denarios, de los cuales han sido entre-
gados al tesorero, que debe guardarlos, setenta y nueve es-
cudos menos diez soles.
Además, ha entregado el lugarteniente señor Tissot seis ani-
llos de oro, una gran turquesa, un zafiro blanco, un diamante
plano, un rubí, una gran esmeralda del Perú, un anillo de cor-
nalina para sellar, una cadena de oro de unos dieciocho escu-
dos sol de peso y dos cartas de reconocimiento de deudas.
El dicho señor lugarteniente ha pedido por ello un recibo, que
le fue entregado. Y lo que no se da al tesorero, será deposita-
do en las arcas de la justicia.
Después el maestre Guillermo Farel, aludiendo con enojo
al asunto de Servet, ha requerido que sus actas y la condena
sean sacados a la luz pública e impresos. Ítem, que sea exami-
nado el caso de Guéroult, que fue corrector del libro de Servet, y
que sea examinado también sobre las blasfemias y herejías. Queda
decidido que la impresión se hará cuando se crea oportuno y que,
respecto al resto, que el lugarteniente recoja información.
Además Monseñor Calvino ha presentado el caso de los libros
que tomó de los libreros para prestarlos a Servet y que Servet ha
estropeado; ítem y los gastos realizados contra él que queda-
ron pendientes hasta el final de la causa, que le sean restituídos.
Ítem ha pedido que se le muestren las cartas de los ministros
de Alemania. Queda decidido que le sean mostradas las cartas
y que los dichos gastos y libros le sean pagados y devueltos.

Jueves 3 de noviembre

Visto el valor de los libros tomados en las librerías para el pro-


ceso de Servet que asciende a 17 florines y 9 soles, incluido el

129
florín que hay que pagar a Sollier por algo concerniente a di-
cho asunto. Queda decidido que todo sea pagado con el di-
nero de dicho Servet.

Lunes 11 de octubre

Después Monseñor Calvino ha propuesto que a requerimien-


to de las ciudades de Alemania quisiera hacer un libro sobre
ciertos aspectos cíe las opiniones de Miguel Servet y hacerlo
imprimir, lo que no quiere hacer sin permiso, comprometién-
dose por su honor, a no incluir cosa alguna que no esté de acuer-
do con Dios a cabo y le sea permitido imprimirlo.

130
Ejemplar gratuito

Você também pode gostar