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Alberto Valdivia-Baselli
The Graduate Center, CUNY
Nos interesa analizar la dinámica del cuerpo en el campo cultural-social peruano después de la
violencia interna peruana cuyos discursos en pugna han requerido de formas que evidencien las
traumática poscolonial (Mignolo 2005) ha sido caldo de cultivo para interacciones racistas,
clasistas y de fracturas sociales profundas frente a las cuales el Estado republicano no ha sabido
cuerpo físico, como cuerpo social), y la sociedad civil ha desarrollado dinámicas de violencia
historia: Esta vez analizaremos brevemente el caso de la sistemática barbarie nacida en 1980 con
Grandes corrientes ideológicas se hicieron visibles a lo largo de las pugnas políticas de las
ambulantes (Vich 2001)] hasta la música popular), pero en la literatura se produjo un escenario
en pugna de visibilización requerida por agendas incluidas en el prestigio del ámbito letrado y en
La propuesta letrada criolla (limeña), la andina (desoída por el poder hegemónico) y la senderista
(con toda la problematización que esta rígida taxonomía encierra) hicieron uso de la letra
articular el cuerpo social según sus agendas. Las diferentes interpretaciones de lo real pugnaron
por constituir la hermenéutica más válida para visibilizar el régimen de lo sensible y la barbarie
real y simbólica (Valdivia Baselli 2006, 2002 y 2007) intervinieron con sus ideologemas
externos a interpretar lo real en pugna por la capitalización simbólica mayor en el campo cultural
de lo sensible.
publicados en las mayores editoriales nacionales, o trasnacionales) pugnaba por construir una
ideología del resentimiento social (andino) para proyectar ese ideologema al terror de Sendero
Luminoso (la justificación de su lucha). Por otro lado, desde un componente étnico vinculado al
terror de Sendero Luminoso en la ausencia del Estado criollo del mundo andino y la
supervivencia de estos entre dos fuegos: el Ejército del Estado y los subversivos terroristas. Dos
diferentes del cuerpo social y de los cuerpos de los ciudadanos (acribillados, bombardeados,
Durante esta confrontación ideológica y simbólica, además de física, terriblemente corporal, las
heridas sociales y políticas se hicieron traumáticas y, al momento del cataclismo de los dos
proyectos-nación expresados en las políticas estéticas del campo (la derrota militar de Sendero
Luminoso por parte del Estado, desde 1992 hasta 1997; y la caída del Estado fujimorista), se
produce un requerimiento del campo cultural, necesario desde el ámbito social, construido desde
un discurso de memoria y recuperación del pasado para reactualizarlo teniendo al cuerpo de las
que habla de la memoria del terror, es el cuerpo de los familiares de las víctimas (víctimas
también) y el cuerpo de los asesinados en fotografías los lugares de la memoria, del discurso
epistemología de poder.
Los cuerpos de este debate de campo y de representación no saben pero no son ignorantes, como
antes ni después de la razón subjetiva de los poderes de la guerra sino paralela a ella; están en el
espacio del no sentido, pero son sentido de sí: los cuerpos dialogan y en esta dinámica corporal
de Óscar Colchado evidencian esta pugna de centramiento y descentramiento del cuerpo (social,
El cuento “Flood” (“Huayco”, originalmente escrito en inglés) del libro Guerra a la luz de las
velas (2006) de Daniel Alarcón está dividido en dos dimensiones narrativas que se superponen,
pero, al mismo tiempo, se desarrollan paralelamente sin diegéticamente disociarse. Por un lado,
el huaico (deslizamiento de lodo en localidades pobres, acantonadas en las laderas de los cerros
que rodean una ciudad innominada [Lima, sin explicitarlo]) divide súbitamente dos
asentamientos humanos con diferente nivel de poder civil, enfrentados, en medio de la necesidad
y la catástrofe económica que significa la destrucción de los precarios enseres y casas de los
pobladores. Esta cuerpo social dividido se significa también en la sumisión de los pobladores del
asentamiento Siglo XX (símbolo de modernidad) frente a la actitud rebelde frente al sistema del
asentamiento de enfrente que tienen como héroe social al hermano de un poblador del
asentamiento que, siendo militar, luchó contra el terrorismo pero que, actualmente, está preso por
reproduciendo la masacre de los penales (cuando en 1986 el Estado, luego del motín de Sendero
Luminoso en los penales de Lima, los bombardea, produciendo el primer y más grande genocidio
en manos del Estado, registrado en el Perú. El recorte estético construye una delimitación
tomar partido frente a la guerra política: el huayco es la violencia y hay que enfrentarse ante el
enemigo (el Estado o SL). Esta administración de la dinámica se produce como a la articulación
que ha permeado todos los estamentos de la sociedad civil peruana. Los terroristas de SL son
había hecho arma obsesiva de la violencia militar contrasubversiva). La articulación estética del
cuento propone, por lo tanto, una subjetividad de la violencia, una ideología de la misma que, sin
viceversa. Las acciones del Estado frente a la administración de la violencia no son justificables
(gracias al efecto estético-político del genocidio del Estado en las cárceles) y aquello es lo que
debe ser estética-políticamente pensado, es lo que debe estar en el horizonte del debate
ideológico y de la praxis política del mismo. Este textos nos muestra formas particulares en las
y verificar formas particulares en las que el cuerpo social puede ser tanto receptor de sufrimiento
en un horizonte de dinámicas casi biológicas (especular entre el cuerpo social y el cuerpo que
muere a manos del estado en los penales, o a manos de la sociedad civil insertada en la lógica de
la violencia) y, al mismo tiempo expresión simbólica del cuerpo social, forzado, por el estado a
participar de la violencia contrasubersiva, politizándolo e ideologizándolo dentro del discurso
oficial. No hay escapatoria para el cuerpo y para el organismo social: violentarse o ser
violentados es lo mismo; se ha neutralizado la ideología y la política: son estos solo escalones del
mismo horizonte que sirve al discurso de la violencia del otro, quien debe ser vigilado y
Por otro lado, la novela Rosa Cuchillo de Óscar Colchado Lucio, está basada en la travesía
política y discursiva de dos cuerpos, uno en búsqueda del otro. Nos interesa, en este punto, el
Partimos, por lo tanto, de la tensión producida en el cuerpo como locus de enunciación simbólica
y de producción de significados, en la travesía del cuerpo de Rosa Wanka por el mundo de los
muertos andino hacia el Janaq Pacha (el mundo de los dioses) en búsqueda de su hijo muerto
por el estado. En este punto el cuerpo de Rosa está problematizado por la muerte. En el mundo
ansiedad subjetiva.
Rosa necesita de su cuerpo para cruzar por el mundo de los muertos, requerido por el ejercicio de
la búsqueda; sin embargo, en el discurso que construye a Rosa no hay referencias claras al
cuerpo en ultratumba sino al cuerpo contextual y al cuerpo de los otros espíritus con los que se
encuentra. Nancy nos provee de una episteme para dialogar con los cuerpos muertos de
Colchado, tensando el concepto de cuerpo muerto en cuerpo-lugar discursivo. Las tumbas, las
“masas extendidas” de los cuerpos muertos, aquellos que van y vienen y que están
epistemológicamente en los lugares del cuerpo muerto, no son el cuerpo sino los discursos del
cuerpo. El cuerpo no tiene final discursivo, pero no es discurso de nadie. El cuerpo proyecta su
Este paradigma ontológico, sin embargo, es retado por el cuerpo de Rosa Wanka al ser discurso
más que cuerpo entre cuerpos físicos muertos e interactuante de un ámbito físico de cuerpos. La
del contexto posterrenal cuestiona la gravidez simbólica del cuerpo en el contexto de la guerra en
que está inscrito: La guerra usa cuerpos en un ámbito de cuerpos pero el lugar del cuerpo
muerto, final del cuerpo en la guerra, no es cuerpo expulsado del conflicto de cuerpos sino que es
discurso corporal que supera la lógica de la guerra y produce conocimiento. El cuerpo muerto
que recorre la vida post mortem de Rosa es un cuerpo discursivo, el discurso del discurso del
cuerpo, que Nancy asume como invisibilizador del cuerpo (2008) pero perpetuador de su deseo,
pero que para Colchado es un cuerpo liberado de la gravidez que produce la guerra de cuerpos en
La estructura de la novela se construye interrelacionando las historias de los dos cuerpos que se
diégesis irrumpe in media res con el viaje de Rosa hacia el Janaq Pacha; más adelante, la
linealidad de esta narración se rompe por el flashback a Liborio, su hijo, el mismo que está
siendo buscado por el cuerpo muerto de Rosa en el postmundo. Liborio, incluido en las filas de
Sendero Luminoso como “camarada Túpac”, nos contará de sus tensiones ideológicas ante la
narrativa inicial de SL frente a los indígenas-mestizos como él (una revolución andina) y la real
revolución maoísta que se desarrolla frente a sus ojos. Nos narrará, asimismo, su muerte a manos
del Estado, la victoria de la soberanía sobre su cuerpo (Foucault 2000); su historia pasada será
funcionan, ante ambas máquinas de guerra (Deleuze y Guattari 1987): el estado organizado y el
atravesados por el horizonte instalado de violencia absoluta; el de Rosa, botín de una guerra
metafórica entre dioses y hombres por la posesión sexual de su cuerpo (una guerra entre su
agencia subjetiva, o la agencia de su cuerpo, y el poder de los poderosos); Liborio, botín de una
guerra entre el poder de la soberanía, estable lógica de poder del estado, frente a una máquina
inusual de guerra cuya ideología no subsume nunca completamente el cuerpo de Liborio: Como
holocausto por expresar esa tensión ideológica y corporal: por escapar de la guerra ideológica
Rosa Wanka (Cuchillo), por su parte, había sido, como cuerpo, también botín de guerra. El
propuesto también en el cuerpo de Rosa, en la violación que los dioses andinos perpetran en su
cuerpo como premonición de la violencia por venir, por el huayco de Alarcón que, desde el
poder de la violencia, por el del deseo de poder, y en el que la única forma de escape es el
cuerpo restante.