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Historia de la razón
estadística
Alain Desrosières
traducción de mónica silvia nasi
Introducción.
Apoyarse en las cosas
«Hay que tratar los hechos sociales como cosas.» Al formular así, en
1894, su regla del método sociológico, Durkheim inscribe las ciencias
sociales en una perspectiva de objetivación, característica de las ciencias
de la naturaleza. Pero esta fórmula es ambigua. Puede leerse de dos
maneras: como una afirmación de realidad o como un presupuesto
metodológico, «los hechos sociales son cosas», o «hay que tratar los
hechos sociales como si fueran cosas». En la segunda lectura, las palabras
importantes son tratar y como si. Implican una actitud instrumentalista,
que deja entre paréntesis la cuestión de la realidad de dichas cosas. Lo
esencial entonces es el tratamiento y las convenciones sobre él, para
hacer «como si».
Estas dificultades son análogas a las encontradas, en el curso de la
historia, por los inventores de los lenguajes estadísticos que nos permi-
ten precisamente constituir los hechos sociales en cosas. Hoy en día,
estos lenguajes se apoyan en conceptos sintéticos muy formalizados:
media, desviación-tipo, probabilidad, clase de equivalencia, correla-
ción, regresión, muestra, renta nacional, estimación, test, residuo,
máximo de verosimilitud, ecuaciones simultáneas. El estudiante, el
investigador o el que utiliza datos estadísticos recibe conceptos com-
pactos, encapsulados en formulaciones concisas y económicas, mientras
que estas herramientas son el producto de una gestación histórica reple-
ta de dudas, retraducciones, conflictos de interpretación. Para manejar-
las, el aprendiz debe plantearse y resolver en poco tiempo cuestiones
discutidas durante décadas o siglos. Reabrir estos debates no responde
a una curiosidad erudita, añadida como un suplemento vivificante a la
adquisición de técnicas formalizadas, sino que ofrece un camino y una
ayuda al proceso de comprensión y aprendizaje. Los obstáculos encon-
trados por los innovadores de antaño para transformar los hechos socia-
les en cosas son semejantes a los que aún hoy encuentra el estudiante, o
que hacen difícil pensar al mismo tiempo las dos interpretaciones, rea-
lista y no realista, de la regla durkheimiana. La historia nos hace com-
prender cómo los hechos sociales se han transformado en cosas y, por
ende, el modo de esta transformación para cada usuario de las técnicas
estadísticas.
Éstas técnicas están destinadas a sostener argumentos científicos y
políticos. La historia de su gestación permite esbozar, relatando contro-
versias y debates antiguos, un espacio de articulación entre los lengua-
jes técnicos y sus usos en el debate social. La razón estadística sólo puede
ser reintegrada en una cultura científica reflexiva si se vuelve a esas tra-
ducciones y debates, recorriendo otra vez caminos inciertos y momen-
Introducción: Apoyarse en las cosas | 17
tos de innovación que siempre son nuevos puntos de unión entre esque-
mas antiguos.
Las herramientas estadísticas permiten descubrir o crear entes en los
cuales es posible apoyarse para describir el mundo y actuar sobre él. De
estos objetos puede decirse a la vez que son reales y que fueron cons-
truidos, ya que son tomados de otros ensamblados y circulan como
tales, separados de su génesis, lo que después de todo es el destino de
muchos productos. Acudiremos a la historia y a la sociología de la esta-
dística para seguir de cerca la manera en que estos objetos son hechos y
deshechos, y se insertan en retóricas realistas o no, con fines de conoci-
miento y acción. Según los casos, se califica la perspectiva antirrealista
(o simplemente no realista) como nominalista, escéptica, relativista,
instrumentalista o constructivista. Las actitudes posibles en relación
con las construcciones científicas —en particular estadísticas— son
múltiples. A menudo son diferentes en la teoría y en la práctica. Ello
sugiere que, en lugar de instalarnos en una para cuestionar las otras,
resulta más fecundo estudiar la manera en que cada una de ellas se ins-
cribe de modo coherente en una configuración general, en una red de
informes. La cuestión de la realidad está ligada a la solidez de esa red, a
su capacidad de resistir a las críticas. Cuanto más extensa y densa, tanto
más real. La ciencia es una inmensa red, inmensamente real. La estadís-
tica y el cálculo de probabilidades ocupan un lugar esencial entre las
herramientas de invención, construcción y prueba de los hechos cientí-
ficos, tanto en las ciencias de la naturaleza como en las ciencias sociales.
El abordar con igual seriedad las actitudes realista y no realista en rela-
ción con las técnicas estadísticas permite describir situaciones más
variadas o, en todo caso, contar historias más inesperadas de lo que per-
mitiría una forma de relatar que privilegiara uno u otro de estos pun-
tos de vista.
« ... degradó el gran arte hasta reducirlo a una estúpida tarea ... Esos po-
bres imbéciles difunden la idea insensata de que se puede comprender el
poderío de un Estado conociendo tan sólo su superficie, su población, su
renta nacional, y el número de animales que pacen en los campos.» «Las
maquinaciones a las que se dedican esos estadísticos-políticos criminales
en sus esfuerzos por expresar todo por medio de cifras ... son desprecia-
bles y ridículas más allá de toda expresión.» (Citas tomadas por Lazars-
feld, 1970, del Göttingen gelehrte Anzeiger, ca. 1807, extraídas a su vez de
John, 1884)
... el método que empleo para este fin no es aún muy habitual pues, en
lugar de usar sólo términos en comparativo y en superlativo, y argu-
mentos puramente racionales, he adoptado el método (como espécimen
de la aritmética política que he proyectado durante largo tiempo), que
consiste en expresarse en términos de números, pesos y medidas ...
(Petty, 1690; citado por Hecht, 1977)
los siglos xix y xx. Ahora bien, desde Richelieu en 1630 hasta Colbert
en 1663 y, luego, regularmente, los intendentes se encargan de hacer
llegar al rey descripciones de sus provincias según modalidades cada vez
más codificadas. Este sistema de encuestas se remonta a la tradición me-
dieval del «espejo del príncipe», destinado a instruir a éste y a pre-
sentarle el reflejo de su grandeza, es decir, de su reino como extensión
metafórica de su propio cuerpo. Ese sistema va a desdoblarse paulatina-
mente, por una parte, en una tabla descriptiva y general reservada al rey
y, por otra, en un conjunto de conocimientos particulares, cuantificados
y periódicos, destinados a los administradores.
En lo que se refiere al rey, se trata de una presentación metódica, se-
gún un espíritu y un contenido bastante semejantes a los de la estadís-
tica descriptiva alemana, de lo que constituye su poderío, medido según
el monto del impuesto y el funcionamiento de las instituciones, desde
una perspectiva estática y jurídica. Así se definen el marco y los límites
de su acción. Se describe un orden inmutable; queda registrada la diver-
sidad de las costumbres, pero no se pretende modificarlas. El análisis se
realiza desde el punto de vista del rey y de su poder y no se refiere de-
masiado al estado de la sociedad, a su economía o a un recuento preciso
de sus habitantes. Un arquetipo de esta clase de descripción viene dado
por la serie de las memorias de los intendentes, redactadas entre 1697 y
1700, para servir de instrucción al duque de Borgoña, heredero del tro-
no, según un programa inspirado por Fénelon.
Muy distintas son las informaciones reunidas desde finales del siglo
xvii, por y para las oficinas de la administración, con fines más inme-
diatos y prácticos que pedagógicos. Vinculadas con el desarrollo de la
monarquía administrativa y sus servicios, estas encuestas están menos
localizadas, y son más especializadas y cuantitativas. Se refieren al re-
cuento de las poblaciones, al inventario de subsistencias, a los precios. A
menudo tienen objetivos fiscales. Vauban redacta en 1686, para refor-
mar la talla, un «Método general y fácil para hacer el recuento del pue-
blo» que luego reelabora en su diezmo real. En 1694, se propone incluso,
para fundar la primera capitación, un censo completo de la población. La
urgencia creada por situaciones de hambruna, epidemia o guerra es el
origen de encuestas parciales sobre la población y las subsistencias en
1693 y en 1720 (coincidiendo con la peste en Marsella). Más tarde, se
empiezan a elaborar paulatinamente estadísticas especializadas y regula-
res, fuera de los casos de urgencia o de reformas fiscales. Las principales
son: las relaciones anuales de nacimientos, matrimonios y defunciones, orde-
nadas por el abad Terray en 1772 (punto de partida de las estadísticas
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del movimiento de la población, provenientes del registro civil), el re-
gistro de los precios de los productos agrícolas e industriales que, enviados
cada semana a París, permiten elaborar una «tabla general del reino» y,
por último, de 1775 a 1786, una relación elaborada por Montyon de las
condenas criminales, antepasado de la estadística moral de Quetelet.
Se establecen así prácticas contables y estadísticas regulares relativas
a ámbitos precisos de carácter nacional y sin el rodeo de las descripcio-
nes locales, que pretenden describir en particular las evoluciones en el
tiempo y están construidas a partir de registros vinculados con la ges-
tión permanente de los servicios del Estado. Todos estos rasgos hacen de
ellas una construcción diferente de las descripciones literarias de Con-
ring o Fénelon y anuncian las prácticas de las oficinas de estadística del
siglo xix. Pero subsiste una diferencia esencial: estas descripciones, ya
sean destinadas al rey o a su administración, son secretas y están vincu-
ladas a la prerrogativa real. No tienen como objetivo ilustrar a una so-
ciedad civil diferenciada del Estado y una opinión pública autónoma,
que se expresan cada vez más a partir de la década de 1750, y que pro-
ducen por sí mismas formas de conocimiento separados de los del go-
bierno.
Fuera de éste, se desarrolla una tradición privada de descripción so-
cial. Relatos de viajes, análisis geográficos referidos a localidades, com-
pilaciones sobre el suelo, las costumbres, la economía, corren a cargo de
eruditos locales, científicos, médicos, juristas, movidos por la nueva fi-
losofía del siglo de las Luces, agrupados en sociedades, en clubes refor-
mistas, que discuten y dan forma a los temas que prevalecerán en 1789.
Entre ellos, el grupo de los médicos resulta muy significativo, pues su
influencia se prolongará entrado el siglo xix en el movimiento de los hi-
gienistas (Lécuyer, 1977), con ideas semejantes. Estos médicos desarro-
llan teorías aeristas y climáticas inspiradas en Galeno e Hipócrates, según
las cuales las enfermedades pueden ser interpretadas según el medio ge-
ográfico. Ello les lleva a organizar encuestas locales detalladas que rela-
cionan las patologías con diversas características naturales, económicas y
sociales de esos lugares. Así, en 1776, Vicq d’Azyr, secretario general de
la Société royale de médecine, lanza una encuesta dirigida a todos los
médicos de Francia para confeccionar:
1789, es, pues, un desafío decisivo que tras numerosos titubeos condu-
ce a redefinir la palabra estadística y a dotarla de otro contenido, inclu-
so si esta definición sigue siendo objeto de debate a lo largo de todo el
siglo xix (Armatte, 1991).
meros resulta torpe sin duda, y le impide establecer una alianza con
ellos; a fin de cuentas, su grupo resultará más bien el perdedor, pues De
Ferrière abandona la oficina de estadística en enero de 1806.
Duvillard, quien le reemplaza entonces por poco tiempo, tiene una
estrategia muy distinta. Matemático de formación, había sido empleado
de la oficina de control general y en el Tesoro con anterioridad a 1789.
Había construido las tablas de mortalidad (utilizadas por las compañías
de seguros hasta 1880) y se había convertido en un especialista de su uso
en los problemas de liquidación de las rentas vitalicias, cálculo de las
jubilaciones y amortización de la deuda pública. En 1791, le nombran
director de una oficina de aritmética política creada por la Asamblea cons-
tituyente a instancias de Condorcet y Lavoisier. Durante toda la Revo-
lución y el Consulado, multiplica las ocasiones para demostrar que sus
técnicas son indispensables para resolver muchos problemas del Tesoro
Público. En 1805, el secretario general del ministerio del Interior, De
Gérando, le nombra subjefe de la oficina de estadística, con la misión de
evaluar el trabajo realizado por De Ferrière y sus subordinados. Se es-
candaliza entonces por lo que le parece una falta total de rigor en la fa-
bricación de las tablas, especialmente a partir de las respuestas incom-
pletas e incoherentes de la encuesta de los prefectos iniciada en 1800. El
13 de enero de 1806, expresa su indignación en una Memoria sobre el tra-
bajo de la oficina de estadística. De Ferrière se marcha, pero Duvillard no
logra reemplazarlo. En abril de 1806, se nombra a un administrador
prudente y realista, Coquebert de Montbret. En noviembre, Duvillard
redacta una Memoria para el restablecimiento del puesto de geómetra calcula-
dor, donde describe su carrera y los servicios prestados, y expresa el de-
seo de que su competencia sea institucionalizada mediante la creación
de una oficina especial dirigida por él mismo. En ambas memorias, con-
cluye presentándose como «padre de familia y sin fortuna», y solicita
que se le reconozca su talento (Reinhart, 1965; J. C. Perrot, 1977).
En su memoria de enero, Duvillard expone con precisión lo que se-
gún él debería hacer una oficina de estadística. Primero, observa que na-
die piensa en comprobar la consistencia de los objetos, confrontándolos
unos con otros:
Parece ser que nadie en esta oficina ha sospechado que los hechos pudie-
ran verificarse unos mediante los otros. Sin embargo, todos guardan re-
laciones esenciales y necesarias entre sí. Las mismas causas que modifi-
can a unos, provocan también diferencias en los otros. Después de
considerar atentamente sus relaciones, a menudo puede representarse su
relación y su ley por medio de ecuaciones. (Duvillard, 1806)
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Luego describe concretamente la inversión considerable que implica,
en una administración aún poco habituada a esta rutina, la construcción
de equivalencias que en principio no existen —los numerosos intercam-
bios con los prefectos, los cuidados que requiere el trabajo mecánico de
la oficina:
... La principal función del director de esta oficina debería haber sido la
de examinar atentamente los informes que envían los prefectos, discutir,
comparar, verificar los hechos, comunicar a los prefectos las observacio-
nes realizadas, invitarles a observar nuevamente y a buscar las causas que
pudieron dar lugar a resultados que parecen absurdos o extraordinarios.
Ahora bien, no sólo no se ha cumplido esta función, sino que la forma de
los informes en la que se solicitaron los hechos estaba viciada, y las nu-
merosas faltas de omisión, de adición que se han cometido en las tablas
incompletas e impresas del estado de las manufacturas, de la población,
de su movimiento, y que las vuelven inútiles, demuestran que el traba-
jo mecánico de la oficina tampoco ha sido cuidado lo suficiente. (Duvi-
llard, 1806)
para que su reducción a una misma clase sea pertinente, previo debate
sobre la relación entre equivalencia suficiente y pertinencia. Esta cues-
tión resulta de fundamental importancia si se construye una larga serie
referida a las profesiones o a los sectores económicos. También lo es si se
reúnen datos concernientes a las regiones de un Estado y si las condicio-
nes de registro no han sido bien codificadas: ésta es precisamente la crí-
tica que Duvillard hace a sus predecesores, aunque observando que los
prefectos sólo pueden «conocer exactamente los hechos de los que las
administraciones llevan registro».
Pero el interés que presentan las memorias de los prefectos cambia si
se elige como objeto de investigación histórica la empresa de adunación en
sí misma, observando que ésta constituye uno de los aspectos más im-
portantes de la Revolución Francesa y cuyas consecuencias han sido las
más duraderas, cualquiera que sea la opinión que se tiene de dicho pro-
yecto. Desde esta perspectiva, la encuesta de Chaptal se presenta como
un enorme esfuerzo para describir la diversidad de Francia en 1800, y
para medir la amplitud de la tarea exigida por esta «adunación». La ob-
servación realizada por los prefectos en su región no sólo ofrece una in-
formación valiosa sobre estos departamentos sino también y, especial-
mente, sobre la manera en que los actores de esta empresa la ven, sobre
la forma en que perciben la diversidad de Francia y los posibles obstá-
culos a esta empresa política y cognitiva. Por esta razón, estos docu-
mentos ofrecen al historiador un material único; el libro de Marie-Noë-
lle Bourguet está precisamente consagrado a su análisis (1988).
La encuesta puede leerse de varias maneras. En un primer nivel: ¿cuál
es la situación de Francia en 1801? Como un relato de viaje, presenta un
gran número de informaciones cuyo interés es más etnológico que esta-
dístico en un sentido moderno. Pero también, en un segundo nivel:
¿cómo se observa? ¿Cómo se seleccionan los rasgos supuestamente perti-
nentes? Finalmente, en un tercer nivel, ¿qué obstáculos se perciben al
proyecto político de transformación y de unificación del territorio? Las
resistencias a las que se enfrenta este proyecto evidencian aspectos de la
sociedad que, anteriormente, no tenían ninguna razón de ser explicita-
dos. Si se deben nombrar y describir cosas es porque se desea actuar so-
bre ellas. En concreto, el paso de una Francia prerrevolucionaria a la
Francia tras la revolución implica cambiar no sólo el territorio, sino
también las palabras y las herramientas para describirlo: un aspecto sor-
prendente de las memorias redactadas por los prefectos es el choque de
cuadrículas de análisis rivales, que surgen y se entreveran bajo su pluma.
Mencionaremos dos casos en los que esta confusión taxonómica es ejem-
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plar. ¿Cómo pensar la acotación y el orden entre los grupos sociales?
¿Cómo apreciar la homogeneidad o la heterogeneidad interna de cada
uno de ellos?
Para describir los grupos sociales existen tres cuadrículas muy dife-
rentes. La primera es un legado de la Francia del pasado que se conside-
ra completamente suprimida en 1789: la nobleza, el clero, el tercer es-
tado. La sociedad según diferentes órdenes ha desaparecido, siendo
reemplazada por una sociedad igualitaria en la que «los hombres nacen
libres e iguales ante la ley». La nueva cuadrícula oficial se basa en la pro-
piedad y el origen de los ingresos. La venta de los bienes nacionales y el re-
parto de la tierra entre numerosos nuevos propietarios dieron a este gru-
po una gran importancia, y la distinción entre los «propietarios de
bienes inmuebles» y todos los demás constituye el criterio esencial de la
cuadrícula propuesta por la circular del 19 germinal del año ix (9 de
abril de 1801), en la cual Chaptal envía a los prefectos el cuestionario
que deberán responder. Tienen que indicar el número de: