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El origen de los huehues se pierde en tiempos ancestrales, anteriores a la llegada de

los conquistadores europeos. La sociedad indígena prehispánica, según lo relatan los


cronistas, era muy austera y cuidaba exageradamente de las formas externas; el vicio
de la embriaguez estaba absolutamente prohibido y era perseguido como si un enorme
crimen fuera, sobre todo en los jóvenes. La bebida más común y popular era el tlachiqui,
neutli u octli que los hispanos llamaron pulque. Se dice que en la época de esplendor de
los toltecas un campesino “descubrió” el jugo del maguey y ya fermentado gozó y sufrió
los efectos que provocaba. Entusiasmado lo presentó al soberano tolteca por medio de
su hija Xóchitl. El rey gustó de la bebida y de la muchacha, de tal modo que se hizo
popular el pulque y la chica tuvo un hijo que llamaron Meconetzin (hijo del maguey).
Si a los jóvenes estaba vedado, los adultos podían beber un “xoma” o jícara haciéndose
de la vista gorda, hasta dos; las mujeres recién paridas, dos o tres, puesto que les
ayudaba a producir leche. Solamente los ancianos, que en náhuatl se dice “huehue”,
por su edad y experiencia, podían embriagarse sin escrúpulos. Se les miraba trastabillar
por las calles y plazas haciendo giros y expresiones ridículas, pero nadie los criticaba:
ya habían vivido y tenían derecho. La sabiduría de esos tiempos buscaba mediar en esa
sociedad compleja. Los jóvenes tenían ganas de emborracharse de vez en cuando, y
para evitar que lo hicieran a escondidas se les permitía que formaran comparsas en
donde cada uno de los componentes se colocara una máscara de “huehue”, es decir,
de viejo, con lo cual estaban salvadas las formas, y así andaban por todos lados
cantando y bailando, pidiendo tragos o dinero para comprarlos.
La tradición pasó a la época colonial, donde se ajustaron al carnaval, que era lo más
cercano a esas libertades, de tal forma que los “huehues” se han hecho indispensables
en tales festividades.

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