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1. Métodos de higienización.
-Cepillado.
-Aspersión.
Este método de limpieza está indicado para las grandes superficies, tanto interiores
como exteriores de los depósitos, y también de otras instalaciones de la bodega: paredes,
suelos, etc. El tiempo de contacto del producto aplicado con la superficie debe ser el suficiente,
pudiéndose introducir un estabilizante de espuma, que permita una mayor adherencia sobre
ésta, y eliminándose posteriormente fácilmente con los aclarados.
-Inmersión.
-Circulación.
-Nebulización y fumigación.
Los pavimentos estarán construidos acordes con el uso a que se destina la zona de
trabajo. Cuando exista una actividad donde la presencia de líquidos es casi constante, los
suelos estarán dotados de una buena pendiente, mayor del 0,5 por 100, orientada hacia un
desagüe para su evacuación, así como contar con un revestimiento de un material
impermeable, fácilmente limpiable y antideslizante. Por el contrario, cuando los trabajos son
más pesados o de circulación intensiva y la presencia de líquidos puede ser ocasional, el
pavimento será resistente al desgaste y a las rayaduras, con pendientes menores y evitando la
formación de fisuras o hundimientos que dificultan las operaciones de limpieza. Es de vital
importancia que la ejecución de las pendientes diseñadas sea la correcta, evitando de este
modo la acumulación de líquidos en charcos sin posibilidad de escurrido, siendo preferible en
todos los casos exagerar las pendientes.
Revestimientos
de resina: débil muy buena fácil media media (sensible bases)
Gres cerámico: muy débil buena fácil buena buena (salvo juntas)
Revestimientos
vinílicos: muy débil muy buena muy fácil buena buena
Cemento y
poliuretano: muy débil muy buena muy fácil buena buena
La red de desagüe o saneamiento debe ser lo más sencilla posible, evitando los
recodos donde se puede acumular cantidades importantes de suciedad. En las zonas de la
bodega donde se trabaja con materias sólidas: recepción de uva, prensado, fermentación de
tintos, evacuación de orujos, filtración por tierras, etc. la instalación de canales de desagüe de
gran sección y protegidos por rejillas, parece ser la solución ideal de cara a una mejor
evacuación de los sólidos derramados. Sin embargo, desde el punto de vista medio ambiental,
la solución no es correcta, pues se induce a la limpieza mediante el arrastre con grandes
cantidades de agua, existiendo hoy día una tendencia a dificultar estas erróneas operaciones,
colocando sumideros o canales con poca superficie exterior, y que obliguen a una limpieza
mecánica previa. El trayecto del agua debe ser mínimo hasta los sumideros o canales de
desagüe. Los posibles sistemas de evacuación en las bodegas pueden clasificarse en los
siguientes tipos: sumideros sifónicos centrados, canal central con rejilla, rígolas laterales
abiertas, y rígolas laterales semiabiertas.
La superficie interior de los desagües debe ser impermeable y lo más lisa posible,
mejor en sección redondeada para evitar la adherencia de la suciedad, estando dotados de una
pendiente suficiente para evacuar fácilmente las aguas de escurrido, y con sumideros
desatrancables y provistos de cierre sifónico para evitar los malos olores. Se protegerán
mediante rejillas desmontables, mejor construidas de material inoxidable, resistentes y de un
tamaño de orificios suficiente para permitir el tránsito humano o de carretillas sobre ellas.
Las tolvas de descarga de uva o en su caso las cintas transportadoras, así como las
despalilladoras, estrujadoras, bombas de vendimia, tuberías de vendimia y las prensas, deben
diariamente ser limpiadas con agua a presión o mejor con un detergente y luego enjuagadas
con agua abundante; dedicando una especial atención a la bomba de vendimia, donde la
acumulación de suciedad es mayor al tratarse del punto más bajo de la instalación. Los suelos
también deben ser diariamente limpiados de restos de vendimia y otras suciedades
acumuladas.
Terminada la campaña de vendimia, las instalaciones deben ser lavadas a fondo con
productos de limpieza y al final bien enjuagadas, desmontando todo aquel material susceptible
de alterarse o estropearse con la inactividad, o en caso de no poder hacerlo, protegiéndolo
mediante engrasado o con una cubierta impermeable en el caso de los motores eléctricos. El
sulfodosificador debe ser vaciado de la solución sulfurosa, y luego enjuagado su interior
haciéndolo funcionar en vacío, y por fin desmontar la bomba dosificadora y la boquilla de
inyección colocada sobre la tubería de vendimia.
En otras ocasiones simplemente se “estufaban” las barricas con vapor de agua a 100º
C durante 15 a 20 minutos, o bien se llenaban de agua caliente a 80º C dejándola en
remojo durante 2 a 3 días.
La conservación de los envases de madera vacíos, puede hacerse con agua sulfitada a
razón de 30 a 50 gramos por hectolitro, renovándose periódicamente cada 2 a 3
meses, o bien en seco quemando mensualmente de 2 a 3 gramos de azufre por
hectolitro, o bien haciéndolo con 20 gramos de azufre cada 2 a 3 meses, y en todo
caso prestando especial atención a los restos de azufre quemado en el interior de las
barricas.
-Envases de madera con olores extraños.
Los olores extraños se pueden eliminar con una solución de cloruro cálcico al 1
por 100, luego con otra de ácido sulfúrico de 5 gramos por litros, y por último
enjuagando con agua fría de manera abundante.
4. Controles sanitarios.
-Control del aire. Se utilizan bombas volumétricas portátiles, que inyectan a través de
una membrana filtrante una cantidad de aire conocida. Finalizada la operación, la
membrana se coloca sobre un medio de cultivo para su incubación y posterior control.
-Control de líquidos. Tanto el control de los mostos o de los vinos, como los líquidos de
las operaciones anteriores, se hacen pasar a través de un filtro estéril donde quedan
retenidos, siendo colocada luego ésta sobre un medio de cultivo estéril para su
incubación y posterior conteo e identificación.
Los insectos y los roedores son las plagas más frecuentes que suelen tener las
bodegas, por lo que deben aplicarse medidas preventivas para evitar su aparición, mediante el
diseño de las instalaciones que impidan su entrada desde el exterior; o bien en el caso de que
éstas aparezcan, aplicando las medidas oportunas para su eliminación.
La desratización de las instalaciones puede ser realizada por métodos físicos con la
ayuda de trampas o cepos colocados en lugares estratégicos, o mejor con los métodos
químicos basados en el empleo de cebos envenenados. Las industrias alimentarias deben
establecer un programa de prevención y de eliminación sistemática de roedores, contando con
un plano de las instalaciones, donde se ubica la posición de las trampas o cebos, y una
memoria donde conste el producto empleado, modo de empleo y la frecuencia de su
reposición. Periódicamente se comprobará el estado de las trampas o cebos, anotando el
consumo de producto envenenado, indicios de presencia de roedores, animales muertos, etc.
con objeto de controlar la plaga e incluso llegar a eliminarla de las instalaciones.