Você está na página 1de 19

o 21

n
i cue
Fábulas

sm
F. M . SA M A N I EG O

e
Leer
*

ministe rio de
cu ltu ra de co lom b i a
Ma r ia na Ga rcé s Có rdoba
Mi ni stra d e Cu l tu ra

ministerio de
e duc ación naci on al
Ya ne t h Gi ha 
Mi ni stra d e Ed u caci ó n

5 _ El león enamorado 20 _ El asno y el lobo


**
_ El asno y el caballo 21 _ El perro y el cocodrilo
autor
6 _ El lobo y la oveja _ El pescador y el pez
F. M . S a ma n i ego _ La serpiente y la lima 22 _ El asno sesudo
8 _ El parto de los montes 23 _ El león vencido
e ditor _ La cigarra y la hormiga por el hombre
Ivá n He r ná nd e z
10 _ El jabalí y la zorra _ El cazador y la perdiz
coordina dor a e d itor i al _ Los dos amigos y el oso 24 _ La alforja
La ura Pére z
11 _ El lobo y la cigüeña _ La hacha y el mango
ilustra dora 12 _ El viejo y la muerte 25 _ El búho y el hombre
Da ni e la Ga llego
_ El león y el ratón 26 _ La codorniz
Material de
comité e ditor i a l 13 _ El hombre y la culebra 27 _ El león, el lobo y la zorra
distribución gratuita.
Consuelo Ga i t á n
Los de rech os d e esta ed ició n , _ El gorrión y la liebre 28 _ El cerdo, el carnero
Ivá n He r ná nd e z i nc l uye nd o l a s il u st ra cio nes ,
15 _ La cierva y la viña y la cabra
J orge Or la nd o Me l o corres p ond en al Min ister io d e
Mois és Melo Cu l tu ra; el p er m is o p a ra su _ El asno y el perro 29 _ El muchacho y la fortuna
rep rodu cc ió n f ís ica o d ig ital se
16 _ La tortuga y el águila _ El camello y la pulga
o torg ar á ún ica m ente en l os ca s os
*** e n q u e no h ay a á n im o d e l ucro. _ Júpiter y la tortuga 30 _ La lechera
A g radece m os s ol i ci tar e l pe r m is o 18 _ El león y la zorra
Pr imera ed i ció n , 2 0 17 escribien d o a:
_ El ciervo en la fuente
isbn 978-958-5419-06-3 literaturaylibro@mincultura.gov.co
el león enamorado el asno y el caballo

Amaba un León a una zagala hermosa; «¡Ah! ¡quién fuese Caballo!»


Pidióla por esposa Un Asno melancólico decía;
A su padre, pastor, urbanamente. «Entonces sí que nadie me vería
El hombre, temeroso mas prudente, Flaco, triste y fatal como me hallo.
Le respondió: «Señor, en mi conciencia, Tal vez un caballero
Que la muchacha logra conveniencia; Me mantendría ocioso y bien comido
Pero la pobrecita, acostumbrada Dándose su merced por muy servido
A no salir del prado y la majada, Con corvetas y saltos de carnero.
Entre la mansa oveja y el cordero, Trátanme ahora como vil y bajo;
Recelará tal vez que seas fiero. De risa sirve mi contraria suerte;
No obstante, bien podremos, si consientes, Quien me apalea más, más se divierte,
Cortar tus uñas y limar tus dientes, Y menos como cuando más trabajo.
Y así verá que tiene tu grandeza No es posible encontrar sobre la tierra
Cosas de majestad, no de fiereza.» Infeliz como yo.» Tal se juzgaba,
Consiente el manso León enamorado, Cuando al Caballo ve cómo pasaba,
Y el buen hombre lo deja desarmado; Con su jinete y armas, a la guerra. 5
Da luego su silbido: Entonces conoció su desatino,
Llegan el Matalobos y Atrevido, Rióse de corvetas y regalos,
Perros de su cabaña; de esta suerte
Al indefenso León dieron la muerte. Y dijo: «Que trabaje y lluevan palos,
Un cuarto apostaré a que en este instante No me saquen los dioses de Pollino.»
Dice, hablando del León, algún amante,
Que de la misma muerte haría gala,
Con tal que se la diese la zagala.

Deja, Fabio, el amor, déjalo luego;


Mas hablo en vano, porque, siempre ciego,
No ves el desengaño,
Y así te entregas a tu propio daño.
el lobo y la oveja

Cruzando montes y trepando cerros,


Aquí mato, allí robo,
Andaba cierto Lobo,
Hasta que dio en las manos de los perros.
Mordido y arrastrado
Fue de sus enemigos cruelmente;
Quedó con vida milagrosamente,
Mas inválido, al fin, y derrotado.
Iba el tiempo curando su dolencia;
El hambre al mismo tiempo le afligía;
Pero como cazar aún no podía,
Con las yerbas hacía penitencia.
Una Oveja pasaba, y él la dice:
«Amiga, ven acá, llega al momento;
Enfermo estoy y muero de sediento:
6 Socorre con el agua a este infelice.» 7
«¿Agua quieres que yo vaya a llevarte?»
Le responde la Oveja recelosa; la serpiente y la lima
«Dime pues una cosa:
¿Sin duda que será para enjuagarte, En casa de un cerrajero
Limpiar bien el garguero, Entró la Serpiente un día,
Abrir el apetito, Y la insensata mordía
Y tragarme después como a un pollito? En una Lima de acero.
Anda, que te conozco, marrullero.» Díjole la Lima: «El mal,
Así dijo, y se fue; si no, la mata. Necia, será para ti;
¿Cómo has de hacer mella en mí,
¡Cuánto importa saber con quién se trata! Que hago polvos el metal?»

Quien pretende sin razón


Al más fuerte derribar
No consigue sino dar
Coces contra el aguijón.
la cigarra y la hormiga

Cantando la Cigarra Nunca conoció el daño,


Pasó el verano entero, Nunca supo temerlo.
Sin hacer provisiones No dudéis en prestarme;
Allá para el invierno; Que fielmente prometo
Los fríos la obligaron Pagaros con ganancias,
8 A guardar el silencio Por el nombre que tengo.» 9
el parto de los montes Y a acogerse al abrigo La codiciosa Hormiga
De su estrecho aposento. Respondió con denuedo,
Con varios ademanes horrorosos Viose desproveída Ocultando a la espalda
Los montes de parir dieron señales; Del preciso sustento: Las llaves del granero:
Consintieron los hombres temerosos Sin mosca, sin gusano, «¡Yo prestar lo que gano
Ver nacer los abortos más fatales. Sin trigo, sin centeno. Con un trabajo inmenso!
Después que con bramidos espantosos Habitaba la Hormiga Dime, pues, holgazana,
Infundieron pavor a los mortales, Allí tabique en medio, ¿Qué has hecho en el buen
Estos montes, que al mundo estremecieron, Y con mil expresiones tiempo?»
Un ratoncillo fue lo que parieron. De atención y respeto «Yo, dijo la Cigarra,
La dijo: «Doña Hormiga, A todo pasajero
Hay autores que en voces misteriosas Pues que en vuestro granero Cantaba alegremente,
Estilo fanfarrón y campanudo Sobran las provisiones Sin cesar ni un momento.»
Nos anuncian ideas portentosas; Para vuestro alimento, «¡Hola! ¿conque cantabas
Pero suele a menudo Prestad alguna cosa Cuando yo andaba al remo?
Ser el gran parto de su pensamiento, Con que viva este invierno Pues ahora, que yo como,
Después de tanto ruido sólo viento. Esta triste Cigarra, Baila, pese a tu cuerpo.»
Que alegre en otro tiempo,
los dos amigos y el oso

A dos Amigos se aparece un Oso:


El uno, muy medroso,
En las ramas de un árbol se asegura; el lobo y la cigüeña
El otro, abandonado a la ventura,
Se finge muerto repentinamente. Sin duda alguna que se hubiera ahogado
El Oso se le acerca lentamente; Un Lobo con un hueso atragantado,
Mas como este animal, según se cuenta, Si a la sazón no pasa una Cigüeña.
De cadáveres nunca se alimenta, El paciente la ve, hácela seña;
Sin ofenderlo lo registra y toca, Llega, y ejecutiva,
10 Huélele las narices y la boca; Con su pico, jeringa primitiva,
No le siente el aliento, Cual diestro cirujano,
Ni el menor movimiento; Hizo la operación y quedó sano.
el jabalí y la zorra Y así, se fue diciendo sin recelo: Su salario pedía,
«Este tan muerto está como mi abuelo.» Pero el ingrato Lobo respondía:
Sus horribles colmillos aguzaba Entonces el cobarde, «<Tu salario? Pues ¿qué más recompensa
Un Jabalí en el tronco de una encina. De su grande amistad haciendo alarde, Que el no haberte causado leve ofensa,
La Zorra, que vecina Del árbol se desprende muy ligero, Y dejarte vivir para que cuentes
Del animal cerdoso se miraba, Corre, llega y abraza al compañero, Que pusiste tu vida entre mis dientes?»
Le dice: «Extraño el verte, Pondera la fortuna Marchó por evitar una desdicha,
Siendo tú en paz señor de la bellota, De haberle hallado sin lesión alguna, Sin decir tus ni mus, la susodicha.
Cuando ningún contrario te alborota, Y al fin le dice: «Sepas que he notado
Que tus armas afiles de esa suerte.» Que el Oso te decía algún recado. Haz bien, dice el proverbio castellano,
¿Qué pudo ser?» «Diréte lo que ha sido; Y no sepas a quién; pero es muy llano
La fiera respondió: «Tenga entendido Estas dos palabritas al oído: Que no tiene razón ni por asomo:
Que en la paz se prepara el buen guerrero, Es menester saber a quién y cómo.
Así como en la calma el marinero, Aparta tu amistad de la persona El ejemplo siguiente
Y que vale por dos el prevenido.» Que si te ve en el riesgo, te abandona.» Nos hará esta verdad más evidente.
el viejo y la muerte el león y el ratón el hombre y la culebra el gorrión y la liebre

Entre montes, por áspero camino, Estaba un Ratoncillo aprisionado A una Culebra que, de frío yerta, Un maldito Gorrión así decía
Tropezando con una y otra peña, En las garras de un León; el desdichado En el suelo yacía medio muerta A una Liebre que una Águila oprimía:
Iba un Viejo cargado con su leña, En la tal ratonera no fue preso Un labrador cogió; mas fue tan bueno, «No eres tú tan ligera,
Maldiciendo su mísero destino. Por ladrón de tocino ni de queso, Que incautamente la abrigó en su seno. Que si el perro te sigue en la carrera,
Al fin cayó, y viéndose de suerte Sino porque con otros molestaba Apenas revivió, cuando la ingrata Lo acarician y alaban como al cabo
Que apenas levantarse ya podía, Al León, que en su retiro descansaba. A su gran bienhechor traidora mata. Acerque sus narices a tu rabo?
Llamaba con colérica porfía Pide perdón, llorando su insolencia; Pues empieza a correr, ¿qué te detiene?»
Una, dos y tres veces a la Muerte. Al oír implorar la real clemencia, De este modo la insulta, cuando viene
Armada de guadaña, en esqueleto, Responde el Rey en majestuoso tono, El diestro Gavilán y la arrebata.
La Parca se le ofrece en aquel punto; No dijera más Tito: «Te perdono.» El preso chilla, el prendedor lo mata;
Pero el Viejo, temiendo ser difunto, Poco después cazando el León tropieza Y la Liebre exclamó: «Bien merecido.
Lleno más de terror que de respeto, En una red oculta en la maleza; ¿Quién te mandó insultar al afligido,
Trémulo la decía y balbuciente: Quiere salir, mas queda prisionero, Y a más, a más meterte a consejero,
«Yo ... señora... os llamé desesperado; Atronando la selva ruge fiero. No sabiendo mirar por ti primero?»
Pero...» «Acaba; ¿qué quieres, El libre ratoncillo, que lo siente,
12 desdichado?» Corriendo llega, roe diligente 13
«Que me cargues la leña solamente.» Los nudos de la red de tal manera,
Que al fin rompió los grillos de la fiera.
Tenga paciencia quien se cree infelice;
Que aun en la situación más lamentable Conviene al poderoso
Es la vida del hombre siempre amable: Para los infelices ser piadoso;
El Viejo de la leña nos lo dice. Tal vez se puede ver necesitado
Del auxilio de aquel más desdichado.
la cierva y la viña el asno y el perro

Huyendo de enemigos cazadores Un Perro y un Borrico caminaban,


Una Cierva ligera; Sirviendo a un mismo dueño;
Siente ya fatigada en la carrera Rendido éste del sueño,
Más cercanos los perros y ojeadores. Se tendió sobre el prado que pasaban.
No viendo la infeliz algún seguro El Borrico entretanto aprovechado
Y vecino paraje Descansa y pace; mas el Perro, hambriento,
De gruta o de ramaje, «Bájate, le decía, buen jumento;
Crece su timidez, crece su apuro. Pillaré de la alforja algún bocado.»
Al fin, sacando fuerzas de flaqueza, El Asno se le aparta como en chanza;
Continúa la fuga presurosa; El Perro sigue al lado del Borrico,
Halla al paso una Viña muy frondosa, Levantando las manos y el hocico,
Y en lo espeso se oculta con presteza. Como perro de ciego cuando danza.
Cambia el susto y pesar en alegría, «No seas bobo, el Asno le decía;
Viéndose a paz y a salvo en tan buen hora. Espera a que nuestro amo se despierte,
Olvida el bien, y de su defensora Y será de esta suerte
14 Los frescos verdes pámpanos comía. El hambre más, mejor la compañía.» 15
Mas ¡ay! que de esta suerte, Desde el bosque entre tanto
Quitando ella las hojas de delante, sale un lobo:
Abrió puerta a la flecha penetrante, Pide el Asno favor al compañero;
Y el listo Cazador la dio la muerte. En lugar de ladrar, el marrullero
Con fisga respondió: «No seas bobo;
Castigó con la pena merecida Espera a que nuestro amo
El justo cielo a la cierva ingrata. se despierte;
Mas ¿qué puede esperar el que maltrata Que pues me aconsejaste la paciencia,
Al mismo que le está dando la vida? Yo la sabré tener en mi conciencia,
Al ver al lobo que te da la muerte.»

El Pollino murió, no hay que dudarlo;


Mas si resucitara
Corriendo el mundo a todos predicara:
Prestad auxilio si queréis hallarlo.
la tortuga y el águila

Una Tortuga a una Águila rogaba


La enseñase a volar; así la hablaba:
«Con sólo que me des cuatro lecciones,
Ligera volaré por las regiones;
Ya remontando el vuelo
Por medio de los aires hasta el cielo,
Veré cercano al sol y las estrellas,
Y otras cien cosas bellas;
Ya rápida bajando,
De ciudad en ciudad iré pasando; júpiter y la tortuga
Y de este fácil, delicioso modo,
Lograré en pocos días verlo todo.» A las bodas de Júpiter estaban
El Águila se rió del desatino; Todos los animales convidados:
Le aconseja que siga su destino, Unos y otros llegaban
Cazando torpemente con paciencia, A la fiesta nupcial apresurados. tiene la cabeza muy
16 Pues lo dispuso así la Providencia. No faltaba a tan grande concurrencia cerca al margen de 17
Ella insiste en su antojo ciegamente. Ni aun la reptil y más lejana oruga, corte.... dale más
La reina de las aves prontamente Cuando llega muy tarde y con paciencia, espacio
La arrebata, la lleva por las nubes. A paso perezoso, la Tortuga.
«Mira, la dice, mira cómo subes.» Su tardanza reprende el dios airado,
Y al preguntarla, dijo, «¿vas contenta?» Y ella le respondió sencillamente:
Se la deja caer y se revienta. «Si es mi casita mi retiro amado,
¿Cómo podré dejarla prontamente?»
Para que así escarmiente Por tal disculpa Júpiter tonante,
Quien desprecia el consejo del prudente. Olvidando el indulto de las fiestas,
La ley del caracol le echó al instante,
Que es andar con la casa siempre
a cuestas.

Gentes machuchas hay que hacen alarde


De que aman su retiro con exceso;
Pero a su obligación acuden tarde:
Viven como el ratón dentro del queso.
el león y la zorra el ciervo en la fuente

Un León en otro tiempo poderoso, Un Ciervo se miraba


Ya viejo y achacoso, En una hermosa cristalina Fuente;
En vano perseguía, hambriento y fiero, Placentero admiraba
Al mamón Becerrillo y al Cordero, Los enramados cuernos de su frente,
Que trepando por la áspera montaña, Pero al ver sus delgadas, largas piernas,
Huían libremente de su saña. Al alto cielo daba quejas tiernas.
Afligido de la hambre a par de muerte, «¡Oh dioses! ¿A qué intento,
Discurrió su remedio de esta suerte: A esta fábrica hermosa de cabeza
Hace correr la voz de que se hallaba Construir su cimiento
Enfermo en su palacio, y deseaba Sin guardar proporción en la belleza?
Ser de los animales visitado. ¡Oh qué pesar! ¡Oh qué dolor profundo!
Acudieron algunos de contado; ¡No haber gloria cumplida en este mundo!»
Mas como el grave mal que lo postraba Hablando de esta suerte
Era un hambre voraz, tan sólo usaba El Ciervo, vio venir a un lebrel fiero.
La receta exquisita Por evitar su muerte,
18 De engullirse al monsieur de la visita. Parte al espeso bosque muy ligero;
Acércase la Zorra de callada, Pero el cuerno retarda su salida,
Y a la puerta asomada, Con una y otra rama entretejida.
Atisba muy despacio Mas libre del apuro
La entrada de aquel cóncavo palacio. A duras penas, dijo con espanto:
El León la divisó, y en el momento «Si me veo seguro,
Le dice: «Ven acá; pues que me siento Pese a mis cuernos, fue por correr tanto;
En el último instante de mi vida, Lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
Visítame como otros, mi querida.» Haga mis feos pies el cielo eternos:»
«¡Como otros! ¡Ah señor! he conocido
Que entraron, sí, pero no han salido. Así frecuentemente
Mirad, mirad la huella, El hombre se deslumbra con lo hermoso;
Bien claro lo dice ella; Elige lo aparente,
Y no es bien el entrar do no se sale.» Abrazando tal vez lo más dañoso;
Pero escarmiente ahora en tal cabeza.
La prudente cautela mucho vale. El útil bien es la mejor belleza.
el asno y el lobo el perro y el cocodrilo el pescador y el pez

Un Burro cojo vio que le seguía Con su estuche molar desenvainado Bebiendo un Perro en el Nilo, Recoge un Pescador su red tendida,
Un Lobo cazador, y no pudiendo El nuevo profesor llega al doliente; Al mismo tiempo corría. Y saca un pececillo. «Por tu vida,
Huir de su enemigo, le decía: «Amigo Mas éste le dispara de contado «Bebe quieto», le decía Exclamó el inocente prisionero,
Lobo, yo me estoy muriendo; Una coz que le deja sin un diente. Un taimado Cocodrilo. Dame la libertad: sólo la quiero,
Me acaban por instantes los dolores Escapa el cojo, pero el triste herido Díjole el Perro prudente: Mira que no te engaño,
De este maldito pie de que cojeo; Llorando se quedó su desventura. «Dañoso es beber y andar; Porque ahora soy ruín; dentro de un año
Si yo no me valiese de herradores, «¡Ay infeliz de mí! bien merecido Pero ¿es sano el aguardar Sin duda lograrás el gran consuelo
No me vería así como me veo. El pago tengo de mi gran locura. A que me claves el diente?» De pescarme más grande que mi abuelo.
Y pues fallezco, sé caritativo; Yo siempre me llevé el mejor bocado ¡Qué! ¿te burlas? ¿te ríes de mi llanto?
Sácame con los dientes este clavo, En mi oficio de Lobo carnicero; ¡Oh qué docto Perro viejo! Sólo por otro tanto
Muera yo sin dolor tan excesivo, Pues si puedo vivir tan regalado, Yo venero su sentir A un hermanito mío
Y cómeme después de cabo a rabo.» A qué meterme ahora a curandero?» En esto de no seguir Un Señor pescador lo tiró al río.»
«¡Oh! dijo el cazador con ironía, Del enemigo el consejo. «¿Por otro tanto al río? ¡qué manía!
Contando con la presa ya en la mano, Hablemos en razón: no tiene juicio Replicó el pescador: ¿pues no sabía
No solamente sé la anatomía, Quien deja el propio por ajeno oficio. Que el refrán castellano
20 Sino que soy perfecto cirujano. Dice: ¡Más vale pájaro en la mano...! 21
El caso es para mí una patarata, A sartén te condeno; que mi panza
La operación no más que de un No se llena jamás con la esperanza.»
momento;
Alargue bien la pata,
Y no se me acobarde, buen Jumento.»
el león vencido
por el hombre

Cierto artífice pintó


Una lucha, en que valiente
Un Hombre tan solamente
A un horrible León venció.
Otro león, que el cuadro vio,
Sin preguntar por su autor,
En tono despreciador
Dijo: «Bien se deja ver
Que es pintar como querer,
Y no fue león el pintor.»

el asno sesudo
el cazador y la perdiz
22 Cierto Burro pacía ¿Servir aquí o allí no es todo uno? 23
En la fresca y hermosa pradería ¿Me pondrán dos albardas? No, ninguno. Una Perdiz en celo reclamada
Con tanta paz como si aquella tierra Pues nada pierdo, nada me acobarda; Vino a ser en la red aprisionada.
No fuese entonces teatro de la guerra. Siempre seré un esclavo con albarda.» Al Cazador la mísera decía:
Su dueño, que con miedo lo guardaba, No estuvo más en sí ni más entero «Si me das libertad, en este día
De centinela en la ribera estaba. Que el buen Pollino Amiclas el Barquero, Te he de proporcionar un gran consuelo.
Divisa al enemigo en la llanura, Cuando en su humilde choza le despierta Por ese campo extenderé mi vuelo;
Baja, y al buen Borrico le conjura César, con sus soldados a la puerta, Juntaré a mis amigas en bandadas,
Que huya precipitado. Para que a la Calabria los guiase. Que guiaré a tus redes, engañadas,
El Asno, muy sesudo y reposado, ¿Se podría encontrar quien no temblase Y tendrás, sin costarte dos ochavos,
Empieza a andar a paso perezoso. Entre los poderosos Doce perdices como doce pavos.»
Impaciente su dueño y temeroso De insultos militares horrorosos «¡Engañar y vender a tus amigas!
Con el marcial ruido De la guerra enemiga? ¿Y así crees que me obligas?
De bélicas trompetas al oído, No hay sino la pobreza que consiga Respondió el Cazador; pues no, señora;
Le exhorta con fervor a la carrera. Esta gran exención: de aquí le viene. Muere, y paga la pena de traidora.»
«¡Yo correr! dijo el Asno, bueno fuera;
Que llegue en hora buena Marte fiero; Nada teme perder quien nada tiene. La Perdiz fue bien muerta; no es dudable.
Me rindo, y él me lleva prisionero. La traición, aun soñada, es detestable.
la alforja la hacha y el mango el búho y el hombre

En una Alforja al hombro Un hombre que en el bosque se miraba Vivía en un granero retirado
Llevo los vicios: Con una Hacha sin Mango, suplicaba Un reverendo Búho, dedicado
Los ajenos delante, A los árboles diesen la madera A sus meditaciones,
Detrás los míos. Que más sólida fuera Sin olvidar la caza de ratones.
Esto hacen todos; Para hacerle uno fuerte y muy durable. Se dejaba ver poco, mas con arte:
Así ven los ajenos, Al punto la arboleda innumerable Al Gran Turco imitaba en esta parte.
Mas no los propios. Le cedió el acebuche; y él, contento, El dueño del granero
Perfeccionando luego su instrumento, Por azar advirtió que en un madero
De rama en rama va cortando a gusto El pájaro nocturno
Del alto roble el brazo más robusto. Con gravedad estaba taciturno.
Ya los árboles todos recorría, El Hombre le miraba y se reía;
Y mientras los mejores elegía, «¡Qué carita de pascua! le decía;
Dijo la triste encina al fresno: «Amigo: ¿Puede haber más ridículo visaje?
Infeliz del que ayuda a su enemigo» Vaya, que eres un raro personaje.
¿Por qué no has de vivir alegremente
Con la pájara gente,
Seguir desde la aurora
A la turba canora
De jilgueros, calandrias, ruiseñores,
Por valles, fuentes, árboles y flores?»
«Piensas a lo vulgar, eres un necio,
Dijo el solemne Búho con desprecio;
Mira, mira, ignorante, El Hombre dijo así; ten entendido
A la sabiduría en mi semblante: Que las aves, muy lejos de admirarte,
Mi aspecto, mi silencio, mi retiro, Te siguen y rodean por burlarte.
Aun yo mismo lo admiro. De ignorante orgulloso te motejan,
Si rara vez me digno, como sabes, Como yo a aquellos hombres que se alejan
De visitar la luz, todas las aves Del trato de las gentes,
Me siguen y rodean: desde luego Y con extravagancias diferentes
Mi mérito conocen, no lo niego.» Han llegado a doctores en la ciencia
«¡Ah tonto presumido!, De ser sabios no más que en la apariencia.»
De esta suerte de locos
Hay hombres como búhos, y no pocos.
la codorniz el león, el lobo
y la zorra
Presa en estrecho lazo Pues que perdí la vida.
La Codorniz sencilla, ¿Por qué desgracia tanta? Trémulo y achacoso En mi viaje traté gentes de ciencia
Daba quejas al aire, ¿Por qué tanta desdicha? A fuerza de años un León estaba; Sobre vuestra dolencia.
Ya tarde arrepentida. ¡Por un grano de trigo! Hizo venir los médicos, ansioso Convienen pues los grandes profesores
«¡Ay de mí miserable ¡Oh cara golosina!»» De ver si alguno de ellos le curaba. En que no tenéis vicio en los humores,
Infeliz avecilla, De todas las especies y regiones Y que sólo los años han dejado
Que antes cantaba libre, El apetito ciego Profesores llegaban a millones. El calor natural algo apagado;
Y ya lloro cautiva! ¡A cuántos precipita, Todos conocen incurable el daño; Pero éste se recobra y vivifica
Perdí mi nido amado, Que por lograr un nada, Ninguno al Rey propone el desengaño; Sin fastidio, sin drogas de botica,
Perdí en él mis delicias, Un todo sacrifican! Cada cual sus remedios le procura, Con un remedio simple, liso y llano,
Al fin perdilo todo, Como si la vejez tuviese cura. Que vuestra majestad tiene en la mano.
Un Lobo cortesano A un Lobo vivo arránquenle el pellejo,
Con tono adulador y fin torcido Y mandad que os le apliquen al instante,
Dijo a su Soberano: Y por más que estéis débil, flaco y viejo,
«He notado, Señor, que no ha asistido Os sentiréis robusto y rozagante,
La Zorra como médico al congreso, Con apetito tal, que sin esfuerzo 27
Y pudiera esperarse buen suceso El mismo Lobo os servirá de almuerzo.»
De su dictamen en tan grave asunto.» Convino el Rey, y entre el furor y el hierro
Quiso su Majestad que luego al punto Murió el infeliz Lobo como un perro.
Por la posta viniese;
Llega, sube a palacio, y como viese Así viven y mueren cada día
Al Lobo, su enemigo, ya instruida En su guerra interior los palaciegos
De que él era autor de su venida, Que con la emulación rabiosa ciegos
Que ella excusaba cautelosamente, Al degüello se tiran a porfía.
Inclinándose al Rey profundamente, Tomen esta lección muy oportuna:
Dijo: «Quizá, Señor, no habrá faltado Lleguen a la privanza enhorabuena,
Quien haya mi tardanza acriminado; Mas labren su fortuna
Mas será porque ignora Sin cimentarla en la desgracia ajena.
Que vengo de cumplir un voto ahora,
Que por vuestra salud tenía hecho;
Y para más provecho,
el cerdo, el carnero y la cabra el muchacho y la fortuna el camello y la pulga
28 Poco antes de morir el corderillo El carretero al gruñidor le dice: A la orilla de un pozo, Al que ostenta valimiento 29
Lame alegre la mano y el cuchillo «¿No miras al Carnero y a la Cabra, Sobre la fresca yerba, Cuando su poder es tal,
Que han de ser de su muerte el Que vienen sin hablar una palabra?» Un incauto Mancebo Que ni influye en bien ni en mal,
instrumento, «¡Ay, señor, le responde, ya lo veo! Dormía a pierna suelta. Le quiero contar un cuento.
Y es feliz hasta el último momento. Son tontos y no piensan. Gritóle la Fortuna: En una larga jornada
Así, cuando es el mal inevitable, Yo preveo nuestra muerte cercana. «Insensato, despierta; Un Camello muy cargado
Es quien menos prevé más envidiable. A los dos por la leche y por la lana ¿No ves que ahogarte puedes, Exclamó, ya fatigado:
Bien oportunamente mi memoria Quizá no matarán tan prontamente; A poco que te muevas? «¡Oh qué carga tan pesada!»
Me presenta al Lechón de cierta historia. Pero a mí, que soy bueno solamente Por ti y otros canallas Doña Pulga, que montada
Al mercado llevaba un carretero Para pasto del hombre... no lo dudo: A veces me motejan, Iba sobre él, al instante
Un Marrano, una Cabra y un Carnero. Mañana comerán de mi menudo. Los unos de inconstante, Se apea, y dice arrogante:
Con perdón, el Cochino Adiós, pocilga; adiós, gamella mía.» Y los otros de adversa. «Del peso te libro yo.»
Clamaba sin cesar en el camino: Sutilmente su muerte preveía. El Camello respondió:
«¡Ésta sí que es miseria! Mas ¿qué lograba el pensador Marrano? Reveses de Fortuna «Gracias, señor elefante.»
Perdido soy, me llevan a la feria.» Nada, sino sentirla de antemano. Llamáis a las miserias;
Así gritaba; mas ¡con qué gruñidos! ¿Por qué, si son reveses
No dio en su esclavitud tales gemidos El dolor ni los ayes es seguro De la conducta necia?»
Hécuba la infelice. Que no remediarán el mal futuro.
la lechera

Llevaba en la cabeza Llevarélo al mercado,


Una Lechera el cántaro al mercado Sacaré de él sin duda buen dinero;
Con aquella presteza, Compraré de contado
Aquel aire sencillo, aquel agrado, Una robusta vaca y un temero,
Que va diciendo a todo el que lo advierte Que salte y corra toda la campaña,
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!» Hasta el monte cercano a la cabaña.»
Porque no apetecía Con este pensamiento
Más compañía que su pensamiento, Enajenada, brinca de manera,
Que alegre la ofrecía Que a su salto violento
Inocentes ideas de contento, El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
Marchaba sola la feliz Lechera, ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
Y decía entre sí de esta manera: Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
«Esta leche vendida, ¡Oh loca fantasía!
En limpio me dará tanto dinero, ¡Qué palacios fabricas en el viento!
Y con esta partida Modera tu alegría
30 Un canasto de huevos comprar quiero, No sea que saltando de contento,
Para sacar cien pollos, que al estío Al contemplar dichosa tu mudanza,
Me rodeen cantando el pío, pío. Quiebre su cantarillo la esperanza.
Del importe logrado No seas ambiciosa
De tanto pollo mercaré un cochino; De mejor o más próspera fortuna,
Con bellota, salvado, Que vivirás ansiosa
Berza, castaña engordará sin tino, Sin que pueda saciarte cosa alguna.
Tanto, que puede ser que yo consiga
Ver cómo se le arrastra la barriga. No anheles impaciente el bien futuro;
Mira que ni el presente está seguro.
Títulos de la serie
LEER ES MI CUENTO

Leer es mi cuento 1 Leer es mi cuento 8 Leer es mi cuento 18


De viva voz En la Diestra de Dios Padre Cuentos de la selva
Relatos y poemas Cuento de Tomás Carrasquilla. Cuentos de Horacio Quiroga.
para leer juntos Leer es mi cuento 9 Leer es mi cuento 19
Selección de relatos y poemas de Ábrete grano pequeño Poesía en español
antaño de los Hermanos Grimm, Adivinanzas de Horacio Benavides. Selección de algunos de los mejores
Charles Perrault, Félix María de
Leer es mi cuento 10 poemas de la lengua española.
Samaniego, Rafael Pombo, José
Manuel Marroquín, Federico García El Rey de los topos y su hija Leer es mi cuento 20
Lorca, Rubén Darío, Víctor Eduardo Cuento de Alejandro Dumas. El diablo de la botella
Caro. Leer es mi cuento 11 Novela breve de Robert Louis
Stevenson.
Leer es mi cuento 2 Los pigmeos
Con Pombo y platillos Cuento de Nathaniel Hawthorne. Leer es mi cuento 21
Cuentos pintados de Rafael Pombo. Leer es mi cuento 12 Fábulas
El pequeño escribiente F.M. Samaniego.
Leer es mi cuento 3
Puro cuento florentino Leer es mi cuento 22
Selección de cuentos tradicionales de Cuentos de Edmundo de Amicis. La Bella y la Bestia
Hans Christian Andersen, Alexander Leer es mi cuento 13 Jeanne Marie Leprince de Beaumont
Pushkin, Joseph Jacobs, Oscar Wilde, Don Quijote de la Mancha
los Hermanos Grimm. Capítulos I y VIII. Miguel de Cervantes. Usted puede leer los libros
digitales de esta serie en:
Leer es mi cuento 4 Leer es mi cuento 14 www.maguare.gov.co/leeresmicuento
Barbas, pelos y cenizas Romeo y Julieta
Selección de cuentos de Charles William Shakespeare
Perrault (versión de Charles y Mary Lamb).
y los Hermanos Grimm.
Leer es mi cuento 15
Leer es mi cuento 5
El patito feo
Canta palabras Cuento de Hans Christian Andersen.
Selección de canciones, rondas,
poemas, retahílas y repeticiones Leer es mi cuento 16
de antaño. Meñique
Cuento de José Martí
Leer es mi cuento 6
Bosque adentro Leer es mi cuento 17
Cuentos de los Hermanos Grimm. Cuentos de
Las mil y una noches
Leer es mi cuento 7
Selección de cuentos
De animales y de niños de Las mil y una noches.
Cuentos de María Eastman, Rafael
Jaramillo Arango, Gabriela Mercedes
Arciniegas Vieira, Santiago Pérez
Triana, Rocío Vélez de Piedrahíta.
Le e r e s m i c ue nt o 2 1
Fá b u l a s
ISBN 9789585419063

9 789585 419063

Este libro reúne algunas de las mejores fábulas escritas en español. Se trata de
pequeños cuentos en los que hablan y actúan los animales, y que llevan a conclusiones
morales. Estas de Samaniego, escritas para niños, tienen una musicalidad, una gracia,
una sal y una dulzura insuperables. En ellas los animales hablan con tanto juicio, que
sus palabras se convierten en consejos maravillosos. Como pensamos que todos los
niños tienen derecho a tener buenos libros, y que en todos los hogares colombianos
debe haber una biblioteca que reúna los tesoros de la literatura infantil, entregamos
este libro, el número 21 de la serie Leer es mi cuento.

Yaneth Giha Mariana Garcés Córdoba


MINISTRA DE EDUCACIÓN M I N I S T R A D E C U LT U R A

Você também pode gostar