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Es muy probable que a lo largo de nuestra vida nunca nos hayamos percatado de la rareza
que posee la especie humana. Si analizamos un poco más detalladamente al hombre, nos
daremos cuenta de que resulta sorprendente que subsistamos hasta el día de hoy. Nacemos
inacabados, somos indefensos, nuestros sentidos están poco desarrollados, etc. Sin embargo, hay
algo que resulta novedoso en nosotros, características que sólo se pueden atribuir al hombre. Por
ejemplo, poseemos libertad; con esto nos referimos al factor de impredecibilidad que el ser humano
introduce en la naturaleza, siendo los únicos capaces de decir no, en contra de la aparente
determinación del cosmos. Otro aspecto esencial en la especie homo sapiens es la autoconciencia,
que nos hace ser capaces de decirnos yo, este diálogo interior hace que podamos preguntarnos
acerca de nosotros mismos, y es de suma importancia, pues, hace que tengamos presente nuestra
propia existencia. Se habla también acerca de la historicidad cultural, la cual liga a cada uno de
nosotros con las generaciones que nos precedieron; haciendo que el hombre no parta en su vida
de cero, sino que continúe su camino sobre la base establecida por sus antepasados. De esta
manera, el hombre ya no sólo dice yo, sino que aprende a decir nosotros. Por otro lado, si nos
ponemos a reflexionar un instante, confirmaremos que el ser humano va en contra de todo lo que
calificamos como “estipulado” en la naturaleza. Por ejemplo, sabemos que todo animal posee un
llamado instinto de supervivencia (pautas de reacción que en los animales contribuyen a la
conservación de la vida); que en nosotros puede quedar completamente modificado, ya que el
hombre incluso llega a renunciar libremente a su propia vida por algún acontecimiento de suma
importancia. Esto último, es lo que denominamos abnegación, el negarse voluntariamente a sí
mismo para un fin mayor.
La antropología también se vio seriamente afectada, como vimos anteriormente, para hablar
de la realidad, se tuvo que reducir lo desconocido a términos conocidos. Se establecieron los
resultados de las ciencias positivas como patrones de conocimiento universal; como si sólo por las
ciencias pudiésemos llegar a conocer la realidad, como si sólo la comprobación experimental
poseyese la verdad. No es que no la posea, sino que no llega a la verdad completa, simplemente
llega a un conocimiento parcial de lo real. Por ejemplo, la ciencia no ha podido llegar a ese
denominado adentro del hombre que constituye precisamente su ser más propio (esencia), pues
éste resulta completamente inaccesible para el método científico-positivo. Los resultados de la
ciencia pueden ser verdaderos, pero esto no quiere decir que sean la verdad. Con el paso de los
años, la modernidad, y el reduccionismo ilustrado se vieron en caída, lo material ya no respondía a
los cuestionamientos del hombre, ya que el conocimiento de la realidad material, obtenía cada vez
más complejidad. Es cierto que mientras descubrimos más cosas, somos más conscientes de que
ignoramos mucho más; y la modernidad no pudo con esto, lo cual hizo que el hombre quedara
insatisfecho en lugar de saciar sus ansias de saber.
Ningún proyecto empezaría sin una motivación, sin la certeza de que al final encontraríamos
ese algo que satisficiera nuestra búsqueda incesante de la verdad. Los Ilustrados no fueron la
excepción, su filosofía también poseía una aparente imagen positiva. Se decía que gracias a la
ciencia y a la tecnología ahora se vivía mejor; y que gracias al descubrimiento de la subjetividad
humana el hombre había descubierto la importancia de sí mismo. Por otro lado, el proyecto
Ilustrado tenía un lado oculto, una cara oscura que con el paso del tiempo generaría la crisis de la
modernidad: la aparición del proletariado, que sólo obtuvo una alteración en las categorías de la
sociedad, generando el progreso de cierto sector y la explotación de otro; la violencia (tanto física
como psicológica), sobre todo producida en las Guerras Mundiales que dejaron millares de muertos
y heridos; el genocidio judío, que elevó aún más el nivel de deshumanización de la época; y la
ambigüedad del progreso científico y técnico, pues se dio el caso del uso inapropiado y perverso de
la ciencia (bombas atómicas en Japón), entre otros. Todo lo anterior generó el declive de la edad
moderna, ya que el hombre sólo busco solucionar los “problemas inmediatos” creyendo que el
avance tecnológico aseguraría el progreso del hombre; poco a poco se empezaron a dar cuenta de
que únicamente se había interesado en la parte externa del ser persona y que los problemas
esenciales de la vida no los habían resuelto (¿Quiénes somos? ¿Por qué existimos? ¿Para qué
existimos?, etc.)