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LA FICCIONALIDAD

JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS

El ser ficcional constituye sin duda una de las propiedades más características del lenguaje
literario.
La Ficcionalidad no es condición suficiente para una definición de lo literario (en tanto
hay ficciones no literarias), pero al mismo tiempo es condición necesaria para su
existencia. Sin ficción no hay literatura
El “hablar literario” es un hablar ficticio y sus frases no pueden ser achacadas al autor.
La ficción afecta, pues, al circuito mismo de la comunicación donde se ofrecen los
desdoblamientos de los pactos narrativos. La Ficcionalidad se está refiriendo al estatuto
de relación de la obra literaria con la realidad externa, histórica o empírica,
suspendiéndose la exigencia de adecuación a la oposición verdadero/falso.

La primera cuestión planteada es la extensión posible del rasgo “Ficcionalidad”.


Hamburguer vio la ficción como sinónimo de poiesis. Para Hamburguer solamente la
Ficcionalidad puede discernir la pertenencia o no de un objeto al ámbito de la literatura.
Es la ficción como creadora de mundos en que se subvierte y rompe el uso cotidiano del
lenguaje. Mientras que en éste se producen enunciados de realidad, donde se manifiesta
una polaridad entre el objeto del enunciado y el sujeto de la enunciación, en la ficción
(narrativa o dramática) esta polaridad no se da, por cuanto la literatura constituye mundos
ficcionales dotados de autonomía respecto del sujeto de enunciación y que, por tanto, no
pueden ser entendidos como objetos o enunciados de ese sujeto, sino como mundo, cuyos
personajes – y lenguaje – son ellos mismo sujetos y no objetos.
Austin, Searle y Ohmann. Los tres habían reducido la cuestión ficcional en la literatura a
un uso desviado, a una decoloración en que se ofrece un fingimiento, por lo que cabía
hablar de quasi acto de habla.
Para Searle, el autor de una narración ficcional simula realizar actos ilocutorios. El autor,
como parte de una intención ilocutiva y de un juego institucionalizado, regulado por
convenciones literarias haría como si estuviese hablando; su hablar no sería un hablar
pleno, sino un fingimiento de que se habla o escribe.

Bonati rebate la tesis de Searle cuando arguye que el error de esta orientación es no haber
planteado que la literatura es un hablar ficticio o imaginario. No es que el autor de una
ficción no hable o finja hablar; el problema es otro: el autor de una ficción se limita a
imaginar los actos ilocucionarios de una fuente de lenguaje imaginaria:
Las frases de una novela son actos plenos, efectivos y no fingidos. La regla
fundamental de la institución novelística no es aceptar una imagen ficticia del
mundo, sino previo a eso, aceptar un hablar ficticio. Nótese bien: no un hablar
fingido y no pleno del autor, sino un hablar pleno y auténtico, pero ficticio, de
otro, de una fuente de lenguaje…, que no es el autor, y que, pues es fuente propia
de un hablar ficticio, es también ficticia o meramente imaginaria

La tesis de Searle ha suscitado de pasada una cuestión que se sitúa ente un punto axial de
la teoría de la Ficcionalidad en la poética contemporánea: ¿es este rasgo solo pragmático,
dependiente de la intención del autor y no aislable en la estructura sintáctico – semántica?
Hay una corriente teórica que subraya que la Ficcionalidad es un rasgo de naturaleza
pragmática, como un atributo cuya responsabilidad lo es de convenciones explícitas e
implícitas de los usuarios de la literatura.

Shmidt planteó la necesaria distinción entre fictividad y Ficcionalidad. Mientras que la


primera afecta a la relación con la realidad, con el mundo, la segunda, la Ficcionalidad
tiene que ver con la intervención que el hablante – oyente hace al calificar
pragmáticamente un hecho como perteneciente al mundo ficticio.
Sin la intervención del hecho socio – histórico que gobierna tanto la convención de ficción
su ligadura a una evaluación semántica de tiempo estético (es decir, novedoso, original,
singular, etc.) no puede entenderse el tipo de operación que implica la consideración de
un fenómeno como ficción literaria o simplemente como literatura.
La ficcionalidad es para Schmidt un sistema especial de reglas pragmáticas que prescriben
a los lectores el modo de relaciones el mundo posible literario con el mundo externo no
literario. Ese sistema de reglas para este autor no es una propiedad del texto en sí, sino de
la relación establecida y creada por la cultura literaria y las convenciones que exigen tal
tipo de comunicación dentro de dicha cultura.
Aunque el componente pragmático es sin duda indispensable a la hora de explicar la
Ficcionalidad, toda vez que actúa como presupuesto y expectativa de lector, previa
incluso a la lectura de los géneros ficcionales, y condicionante seguro de su evaluación
como literarios, sería extremado negar que es rasgo asimismo semántico y aun sintáctico
y que forma parte no sólo del uso, sino también de la estructura y constitución misma del
fenómeno de la obra literaria como construcción artística.

García Berrio advierte que las convenciones que a propósito de la obra literaria y de su
especificidad se establecen entre autor y lectores, en cualquiera de los niveles lingüísticos
de aquella, son posibles, porque el propio texto literario y su referente poseen unas
características tales que sirven de punto de partida y justifican tales convencionales, que
dependen, como un a posteriori, de la especificidad del texto.

Ricoeur, Bonati y Albaladejo realizan una interpretación de la ficcionalidad, como rasgo


definitorio, jamás puede separarse de una teoría completa sobre la mímesis literaria en
tanto “construcción” o “estructura”, esto es, como modo de ser la obra literaria, no
únicamente de ser leída, sino de ser ella, en sí misma, concebida y realizada en su
estructura semántica fundamental.
Ricoeur dice que la mímesis es una “actividad de composición” sinónimo de poiesis. La
imitación de acciones y la composición o estructuración de los hechos son una misma
cosa. La acción es para Ricoeur lo construido por la construcción en que consiste la
actividad mimética, no es previa a ella. La acción nace con la mimesis y, por lo tanto, no
es ésta copia o reflejo de nada preexistente.
Ricoeur destaca que tanto la teoría de lo verosímil y su carácter unido a necesidad no es
sólo una teoría sobre la presencia de lo histórico- empírico en la fábula sino sobre todo
un rasgo de la sucesión ordenada o coherencia lógica de la composición misma. Dicho de
otro modo un análisis pormenorizado del concepto de verosimilitud y de la inseparable
noción de necesidad en Aristóteles muestra ser la inteligibilidad del relato y su lógica
causal, su ordenación o composición la que crea el espacio de lo verosímil.

La teoría de Martínez Bonati contiene asimismo una lectura desde la fenomenología de


la relación entre ficción y estructura literaria, tratando la parte medular del libro de un
ensayo sobre el discurso ficcional, como ha puesto de relieve el titulo mismo de su
traducción inglesa. Martínez Bonati rechazaba la atribución de lo ficcional a una suerte
de simulación o de modalidad no sería de lenguaje.
Las frases literarias no son frases del autor, sino citas del hablar del otro. La obra literaria
comunica lenguaje y la frase imaginaria “significa inmanentemente su propia situación
comunicativa y ni autor ni lector forman parte de ella”. Para Martínez Bonati la obra
literaria no es la comunicación, sino “lo comunicado” y en esencia lo comunicado es
imaginado.

Albaladejo se encuentra también motivado por el decidido propósito de atraer la


ficcionalidad a la estructura textual. El juego de Literatura- Realidad no puede resolverse
satisfactoriamente en una dimensión meramente pragmática, ni como cuestión afecta a
las relaciones de semántica extensional o problema de referente. Su empeño es proceder
a un estudio del modo cómo en la estructura literaria su intensionaliza la extensión. En
este sentido es convergente con las tesis de Ricoeur y Martínez Bonati de situar la cuestión
ficcional como propiedad de los textos y, en una misma estirpe de raíz aristotélica,
investigar la mimesis como problema semántico y aún sintáctico, como mecanismo de
articulación entre realidad representada y texto literario. La tesis básica de ambos libros
es la imposibilidad de atender a la construcción extensional relativa al texto literario si se
deja fuera la configuración sintáctica, semántico – intencional, que dentro del propio texto
corresponde a aquella construcción.

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