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Iglesia Cuerpo Místico de Jesucristo

El apóstol San Pablo en su carta a los efesios nos revela uno de los mayores
misterios que podamos haber imaginado: “Maridos, amad a vuestras mujeres como
Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (…) Gran misterio es éste, lo digo
respecto a Cristo y la Iglesia”. (Ef 5, 25;30) San Pablo nos muestra que la Iglesia es un
cuerpo, pero no cualquier cuerpo, es el “Cuerpo Místico de Jesucristo” esto ha sido tan
revelador y tan impresionante que a lo largo de muchos años mucha tinta se ha
derramando comentando y tratando de entender esta estrecha relación entre Cristo y
su Iglesia. La iglesia que él mismo ha elegido, fundado y sostiene. Uno de los pasajes
que siempre me ha impresionado, tanto por su concretes como por su importancia es
la conversión de San Pablo (Hch 9, 1-11). Cuando siendo derribado por esa poderosa
Luz, y aquella voz tan profunda y a la vez estruendosa, que dice con imponente fuerza:
Saulo, Saulo, por qué me persigues. Vemos que Jesucristo se identifica con los cristianos
perseguidos: con todos los cristianos, es decir, conmigo y contigo. “Yo y Tu” somos
este cuerpo a la vez espiritual y la vez tangible en el que se manifiesta Jesucristo. Se
dice de San Vicente de Paul, el cual había dedicado toda su vida al cuidado de los más
necesitado y de los últimos de la tierra, que la gente decía: ¡Qué bueno debe ser Dios
cuando es tan bueno es el señor Vicente. La Iglesia no es una realidad abstracta, no es
tampoco la fría imagen colgada en la oficina de la curia, en la que se representa a esos
imponentes jerarcas de la Iglesia, siempre serios y malhumorados. La Iglesia somos
cada uno de nosotros, tal como afirma la Constitución Apostólica Lumen Gentium (…)
que la “Iglesia universal existen en cada una de las Iglesias particulares”, es decir, la
Iglesia es la comunidad de fieles reunida, pero no cualquier comunidad, sino aquella
reunida en nombre de Jesucristo: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt 18, 20). En mi corta experiencia personal
puedo decir que lo que yo he visto, conocido y creído de Dios es lo que he visto,
conocido y creído en la comunidad cristiana, en la Iglesia. La Iglesia es la comunidad
en donde yo formo parte de algo, donde yo también soy protagonista de mi futuro, y
donde mi obrar tiene repercusiones en la vida de los demás.

Sumo Pontífice

En efecto, la verdadera Iglesia es aquella que manifiesta la comunión plena:


primero con Dios, cuyo mandato ha sido y seguirá siendo el de estar sumisos a la
autoridad de Pedro, con un solo Pastor y como un solo rebaño. Y segundo la Iglesia
mantiene la comunión con Jesucristo, cuando fiel al mandato evangélico, continua la
misión de Jesucristo. No podemos caer en la debilidad de los necios e ignorantes que
piensan que la iglesia se reduce a una realidad física o geográfica. La Iglesia querida e
instituida por Dios es la Iglesia “Católica” cuya etimología denota el significado de
“universal”, porque posee la capacidad de entrar en cualquier cultura y llegar a
cualquier hombre. Pero San Cipriano ha ido más adelante y ha afirmado que la Iglesia
que tiene su origen en la elección de los apóstoles (Mc 3, 13-14), dice el evangelista:
“eligió a los que él quiso, para que estuvieran con él”. La expresión Católica significa
para San Cipriano kata logos –católico: lo verdadero, es decir, la Iglesia católica es la
“Iglesia verdadera”. Y por el hecho de ser la Iglesia verdadera es la única que da los
signos de la fe que son el amor y la unidad, es la única que afirma que es posible amar,
que es posible soportar la injusticia, amar al enemigo, amara como ama Cristo, porque
somos su Cuerpo, porque en el amar y en el servir nunca hay un limite, nunca un hay
un hasta aquí: nuestro único limite es Jesucristo.

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