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tercer ojo, por ejemplo, cuando permiten explorar sin ver el contenido de un

bolsillo o la textura de una superficie, aunque es cierto que no pueden distin-


guir cualidades esencialmente ópticas como el color; la visión es nuestro sen-
tido más desarrollado y del que más dependemos para formar conceptos
sobre el entorno; la audición nos proporciona la capacidad de comunicación
interpersonal; los sentidos químicos del gusto y el olfato influyen en la conducta
social y en los hábitos alimentarios4; en otras palabras, nada accede a la con-
ciencia ni al psiquismo sin que haya entrado por los órganos de los sentidos.
La sensopercepción supone toda una secuencia de acontecimientos que,
basándose en los niveles más biológicos, involucra al sujeto en sus aspectos
más psicológicos. La información sensorial modifica la conducta.
Comprendió que no había ningún estado de ánimo que no tuviera su contra-
partida en la vida sensorial, queriendo averiguar por qué el incienso estaba
hecho para los místicos y el ámbar gris para los trastornados por las pasiones,
el violeta resucita el recuerdo de los amores fenecidos, el almizcle perturba la
mente y el champaña colorea la imaginación; del nardo indio que hace enfer-
mar; del hovenia que enloquece a los hombres, y del áloe, del que se dice que
expulsa la melancolía del alma.5

A través de la información de los sentidos formamos nuestra propia vi-


vencia de realidad, la cual será teñida con todos los matices del afecto y, orga-
nizada a través de la experiencia, se traducirá en juicio de realidad.
El cerebro tiene la capacidad de trabajar con fragmentos de información,
incluso sin tener el “mapa mental” completo. En condiciones normales esto le
permite “corregir” e “interpretar” rápidamente el contexto, sin tener completos
todos los datos, inclusive, sin haber procesado ni verificado en forma detallada
la calidad de los mismos. En cierta forma, esta es una capacidad “predictiva”
con la cual el cerebro tiende a “corregir” automáticamente “discordancias” en
aras de la funcionalidad de la que es capaz, incluso hasta tener que corregir en
forma errónea información objetiva de la realidad.
Es de pcoa importancia en qué odern etsán las lertas en las palbaras; lo im-
protnate es que la prirmea y úlimta lerta tienen que esatr en su luarg, porque
lemeos las pablaras enetras y no lerta por lerta.

4. D. Rosselli, Neuro: Introducción a las neurociencias (Bogotá: Biblioteca del Profesional,


Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas, 1997).
5. O. Wilde, “El retrato de Dorian Gray”, en Obras completas (Madrid: Aguilar, 1975).

Percepción • 43

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