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MANUAL DE SEXUALIDAD

FEMENINA: DERECHOAL GOCE

Dr. Adrián Sapetti


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Autor: Dr. Adrian Sapetti
Edición: 1°.
Buenos Aires, 2007.
“Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723”
Libro de edición argentina, no se permite la reproducción
parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la
transmisión o la transformación de este libro, en
cualquier forma o cualquier medio electrónico o mecánico
mediante fotocopias, digitalización u otros métodos sin el
permiso previo y escrito del editor.
Su infracción está penada por las leyes 11723 y 25446.
©Adrian Sapetti 2007
Capítulo: 1 Declaración universal de los derechos
sexuales
La sexualidad es una parte integral de la
personalidad de todo ser humano. Su desarrollo pleno
depende de la satisfacción de las necesidades humanas
básicas como el deseo de contacto, intimidad, expresión
emocional, placer, ternura y amor.
La sexualidad es construida a través de la interacción
entre el individuo y las estructuras sociales. El desarrollo
pleno de la sexualidad es esencial para el bienestar
individual, interpersonal y social.
Los derechos sexuales son derechos humanos universales
basados en la libertad inherente, dignidad e igualdad
para todos los seres humanos. Dado que la salud es un
derecho humano fundamental, la salud sexual debe ser
un derecho humano básico.
Para asegurarnos que los seres humanos de las
sociedades desarrollen una sexualidad saludable, los
derechos sexuales siguientes deben ser reconocidos,
promovidos, respetados y defendidos por todas las
sociedades de todas las maneras.
La salud sexual es el resultado de un ambiente que
reconoce, respeta y ejerce estos derechos sexuales:
1- El Derecho a la Libertad Sexual: La libertad sexual
abarca la posibilidad de los individuos de expresar su
potencial sexual. Sin embargo, esto excluye todas las
formas de coerción sexual, explotación y abuso en
cualquier tiempo y situaciones de la vida.
2- El Derecho a la Autonomía Sexual, Integridad Sexual
y Seguridad del Cuerpo Sexual: Este Derecho involucra la
habilidad de tomar decisiones autónomas sobre la vida
sexual de uno dentro de un contexto de la propia ética
personal y social. También incluye el control y el placer
de nuestros cuerpos libres de tortura, mutilación y
violencia de cualquier tipo.
3- El Derecho a la Privacidad Sexual: Este involucra el
derecho a tomar decisiones individuales y conductas
sobre la intimidad siempre que ellas no interfieran en los
derechos sexuales de otros.
4- El Derecho a la Equidad Sexual: Este derecho se
refiere a la oposición a todas las formas de
discriminación, independientemente del sexo, género,
orientación sexual, edad, raza, clase social, religión o
invalidez física o emocional.
5- El Derecho al Placer Sexual: El placer sexual
incluyendo el autoerotismo, es una fuente de bienestar
físico, psicológico, intelectual y espiritual.
6- El Derecho a la Expresión Sexual Emocional: La
expresión sexual es más que el placer erótico en los actos
sexuales. Cada individuo tiene derecho a expresar su
sexualidad a través de la comunicación, el contacto, la
expresión emocional y el amor.
7- El Derecho a la Libre Asociación Sexual: Significa la
posibilidad de casarse o no, de divorciarse y de establecer
otros tipos de asociaciones sexuales.
8- El Derecho a Hacer Opciones Reproductivas, Libres y
Responsables: Esto abarca el Derecho para decidir sobre
tener niños o no, el número y el tiempo entre cada uno, y
el derecho al acceso a los métodos de regulación de la
fertilidad.
9- El Derecho a Información Basada en el Conocimiento
Científico: La información sexual debe ser generada a
través de un proceso científico y ético y difundido en
formas apropiadas en todos los niveles sociales.
10- El Derecho a la Educación Sexual Comprensiva: Este
es un proceso que dura toda la vida, desde el nacimiento
y debería involucrar a todas las instituciones sociales.
11- El Derecho al Cuidado de la Salud Sexual: El cuidado
de la salud sexual debe estar disponible para la
prevención y el tratamiento de todos los problemas,
preocupaciones y desórdenes sexuales.

LOS DERECHOS SEXUALES SON DERECHOS


HUMANOS FUNDAMENTALES Y UNIVERSALES.-

Declaración aprobada por la Asamblea General de la Asociación Mundial


de Sexología, WAS, el 26 de agosto de 1999, en el 14º Congreso
Mundial de Sexología, Hong Kong.
Capítulo: 2: El orgasmo

En casi todas las culturas el orgasmo fue un bien


preciado y una meta anhelada como fuente de
satisfacción erótica. Considerado como el clímax de la
excitación sexual, fue, por ello mismo, promovido,
perturbado o reprimido y censurado. El hecho básico
relacionado con el orgasmo es el del placer; aunque el
lector se preguntará si acaso no estaría más relacionado
con el aspecto reproductivo. En el caso del varón lo es
sólo parcialmente, puesto que él tendrá incontables
orgasmos, pero pocos de ellos destinados a generar hijos,
y en las mujeres no es necesario para que se produzca el
embarazo.
Una de las preguntas más corrientes que
trataremos de responder en forma global es: ¿qué es el
orgasmo? ¿Cómo me puedo dar cuenta de que lo tengo?
Según Masters y Johnson, es un breve episodio de
liberación física del aumento previo de la tensión
muscular, de la congestión sanguínea pélvica y de la
sensación corporal de excitación, y la percepción
subjetiva de este clímax. Esta liberación energética se
evidencia por descargas musculares rítmicas a nivel
genital; aunque también comprometen el resto del
cuerpo. Estas contracciones son sumamente placenteras
para ambos sexos y producen una sensación de alivio y
relajación. Después de ellas al hombre y a la mujer los
invade una sensación de placidez, bienestar y afecto
mutuo.

Definiciones del orgasmo


Vamos a transcribir distintas definiciones del
orgasmo dadas por alumnos y alumnas de cursos de
Sexología, todos profesionales en el área de la salud y la
educación, ya que creemos que son enriquecedoras:
o El orgasmo es una vivencia intensamente placentera;
un final en que la sensación es un estado de no
conciencia.
o Es una sensación de plenitud, de confundirse con el
otro y transformarse en uno solo, y no querer que ese
momento termine sino que continúe para poder seguir
gozando esas sensaciones, tan placenteras.

o Es una sensación de voluptuosidad, vivencia de


felicidad máxima, de éxtasis.

o La culminación necesaria de un estado de excitación


gozosa, por la cual se accede a un estado momentáneo
de trance, de comunicación o entrega total.

o Es un momento esperado a veces con gran ansiedad.


Un momento encontrado a veces con facilidad... y no
logrado en algunas ocasiones.

o Es la culminación del acto sexual y el momento de


mayor sensación, con pérdida del dominio de sí mismo.

o Se podría equiparar al estado de éxtasis... pero,


¡cómo definir el éxtasis!

o Es una sensación que me permite sentirme bien


después de una relación sexual, y que yo deseo tener
ardientemente en el curso de ésta.

o Describir el orgasmo es como pretender explicar la


caída libre de un paracaidista, el vuelo de una gaviota o
el mar. Tiene que ver con sentir, pero también con amar,
confiar, entregarse, ver, tocar, escuchar y, al mismo
tiempo, olvidarlo todo: es dejar de ser por un instante.

o El orgasmo es como una sensación de plenitud, placer


infinito, máxima excitación incontrolada y que despierta
todas las fibras del cuerpo.
o Es una sensación extremadamente placentera que
marca la culminación de la respuesta sexual. El placer
experimentado difícilmente pueda ser equiparado a otro
obtenido en otras circunstancias. Podría decirse que es
como un abandonar nuestro propio cuerpo y sentir que
no existe tiempo ni espacio. Durante el orgasmo se siente
que todo se pierde y todo se gana. Es como sentirse
inmerso en un mundo nuevo e impensable.

o Es la sensación de placer máximo, al punto tal que, si


se prolonga, se convierte en inaguantable. Todo el ser,
físico y mental, está comprometido. Es como si todo uno
quedara detenido en ese momento. Todo nuestro ser
corre a alcanzarlo y nos elevamos a la cumbre.

o El orgasmo es una sensación sumamente placentera e


implica la posibilidad de abandonarse a las sensaciones
eróticas.

o El orgasmo es algo esperado, una necesaria quietud y


soledad en el momento culminante. Dan ganas de
repetirlo y me satisface y doy satisfacción al otro. Es un
momento en el cual más siento al otro, pero a la vez más
solo estoy.

o El orgasmo es una sensación absolutamente


subjetiva: es como sentir que toda la existencia se
condensa en un instante, se expande y explota en un
grito de plenitud y triunfo. Es como perderse en el infinito
y salir de él, es ganar energía, fuerza, vitalidad; es como
sumergirse en un oleaje profundo y rítmico que nos
arroja a la superficie clara y vital...

Algunas preguntas y respuestas


o Laura, 35 años: ¿Para qué sirve fisiológicamente el
orgasmo femenino?
Como se desprende de lo que dijimos antes tiene
un efecto liberador de la tensión placentera acumulada.
Si éste no se produce; puede ser causa de congestión
pélvica con dolores difusos y malestares que nunca
terminan de diagnosticarse bien. Básicamente, la función
es, desde lo fisiológico, la descongestión tensional y,
desde lo subjetivo, la intensa vivencia del placer.

o Claudia, 34 años: Todos los orgasmos son iguales?


o Hugo, 22 años: ¿La mujer se da cuenta cuando tiene
orgasmos?
La percepción de la respuesta orgásmica varía
según la intensidad, la duración, la cantidad, el grado de
excitación, el cansancio y las tensiones previas; si uno
está de buen o mal humor. Podríamos decir, entonces,
que hay distintas cualidades de percepción del orgasmo;
por lo tanto, no todos los orgasmos son vividos de igual
manera.
En general, la mujer, dentro de las diferencias de
matices, percibe con claridad cuando alcanza su
orgasmo: va aprendiendo a reconocerlo de una u otra
manera. Muchas mujeres cuando el varón les pregunta:
"¿Terminaste?", contestan "No sé si llegué, creo que sí".
No compartimos mucho esta valoración, aclarando que
puede haber orgasmos y "orgasmitos" (en uno y otro
sexo); pero cuando una mujer tiene su orgasmo no duda
de lo que sintió.

o José, 65 años: ¿Puede haber orgasmo sin


eyaculación?
o Carlos, 35 años: ¿En el varón, eyaculación y orgasmo
son la misma cosa?
o Luisa, 28 años: ¿Un varón puede eyacular sin tener el
pene erecto?
o Claudia, 25 años: ¿Es posible que haya eyaculación
sin orgasmo?
La clínica nos muestra que es posible para el varón
alcanzar su eyaculación sin una percepción placentera e
incluso sin erección. Esto se ve muy particularmente en
los eyaculadores precoces, quienes sin mediar
manipulación ni estimulación del pene y aún estando éste
en estado de flaccidez, perciben, casi con sorpresa, que
han eyaculado. Un paciente nuestro nos contaba que
"apenas ella me acarició las solapas del saco terminé";
otro relataba que cuando iba con su novia a un hotel
apenas entraba: "eyaculaba en mis calzoncillos
sorpresivamente y casi sin darme cuenta".
Estos casos muestran dramáticamente cómo no se daban
ni erección ni una vivencia placentera orgásmica. En el
caso de los operados de próstata, dado que se ha
destruido el esfínter uretral, el semen va hacia la vejiga y
posteriormente sale con la micción.
En el caso de algunos medicamentos que producen un
mal funcionamiento del esfínter (como en el caso de la
Tioridazina, que es un psicofármaco) también se produce
una emisión hacia la vejiga. Estos dos ejemplos
caracterizan lo que se da en llamar "eyaculación
retrógrada" y que no presentan emisión externa evidente
del semen.

o Rodolfo, 36 años: Cuando estoy excitado y tengo el


pene erecto me sale un líquido pegajoso de la punta;
¿eso también es eyaculación?
Las gotas que aparecen en esta fase de excitación
no es eyaculación y son producidas por las glándulas de
Cowper; sirven para lubricar y limpiar el tracto uretral y
favorecer, durante la posterior eyaculación, el paso del
semen.
Pero ¡cuidado! que en estas "gotitas pegajosas" puede
haber espermatozoides.

o Ernesto, 42 años: Cuando eyaculo mi semen se


transforma en gelatina en forma inmediata. ¿Esto es un
trastorno físico?
Es perfectamente normal que el semen coagule
una vez producida la eyaculación y -efectivamente- es el
mismo proceso que ocurre en las gelatinas alimenticias,
que consiste en una coagulación de las proteínas. Esto no
requiere ningún tratamiento.
o Juan, 40 años: ¿Por qué se produce el orgasmo
durante el sueño?
Esto está relacionado con los ciclos fisiológicos del
dormir, llamados REM (rapid eyes movement): en esta
etapa, que se repite varias veces por noche, hay intensos
cambios fisiológicos a nivel corporal, y a nivel genital
suelen aparecer erecciones en el varón (que no tienen
que ver con las ganas de orinar ni con que se calientan
los riñones) y lubricación en la mujer. Asimismo, en
ocasiones puede sobrevenir un orgasmo, que en el caso
del varón se denomina polución nocturna, debido a que el
semen ensucia las sábanas o sus prendas interiores.

o Peter, 28 años: ¿Trae inconvenientes el control


prolongado del orgasmo?
o Laura, 56 años: ¿Retener la eyaculación es malo para
el hombre?
Sin introducirnos en algunas creencias que, como
el taoísmo, proponen la continencia de la eyaculación
masculina como medio para la conservación de la energía
y el supuesto logro de una mayor longevidad, la pregunta
sería ¿para qué retener el orgasmo? ¿Cómo una manera
de evitar el placer? ¿Para no desgastarse? ¿Para no
perder el control? ¿Para de esta manera producir mayor
cantidad de orgasmos en la compañera?
Si bien es cierto que para la pareja es importante que el
hombre controle y regule su eyaculación, retenerla
indefinidamente sería algo tan forzado y desprovisto de
espontaneidad que creemos que atentaría contra un
verdadero goce.
Como efecto negativo podría producir una congestión
dolorosa de la albugínea, que es el tejido que recubre el
testículo. Es el célebre dolor testicular, luego de una
excitación prolongada que no culmina en el orgasmo.

¿Orgasmo vaginal ó clitoridiano?


o Andrea, 23 años: Quiero saber si es malo tener
orgasmo clitoridiano en lugar de vaginal.
o Silvia, 33 años: ¿Las mujeres que tienen orgasmo
vaginal pueden tener orgasmos clitoridianos?
o Antonio, 23 años: ¿Cómo se puede detectar cuando
una mujer tiene orgasmo vaginal o tiene orgasmo
clitoridiano?
o Horacio, 29 años: ¿El orgasmo vaginal es sinónimo de
madurez en las mujeres que lo experimentan?
o Miriam, 45 años: En mi pareja cuando mi compañero
me estimula la zona del clítoris, ya sea con la boca o con
la mano, logro con gran facilidad el orgasmo; pero esto
no sucede así con la penetración. ¿Es normal?
En primer lugar, debemos afirmar que la respuesta
orgásmica es una sola, aun cuando los estímulos pueden
recibirse a través de distintas zonas del cuerpo, o con la
fantasía. Hay mujeres que tienen orgasmos por
estimulación de los pezones, y a nadie se le ocurriría
hablar de "orgasmo mamario"; otras, por caricias del
Monte de Venus. Están aquellas que constituyen el
grueso de la población femenina que terminan si son
estimuladas en la zona del clítoris y de los labios
menores. Aproximadamente sólo un 35% de la población
femenina llega al orgasmo exclusivamente por
penetración, con la aclaración de que siempre la
estimulación directa o indirecta del clítoris participa en
esta respuesta.
Dicho de otra manera: en todo orgasmo femenino
intervienen tanto la vagina como la zona clitoridiana; por
lo tanto, los criterios emanados del psicoanálisis sobre la
presunta madurez del orgasmo logrado por penetración,
ya no se pueden sostener.
Actualmente se considera normal tener orgasmo, con
independencia de la vía de estimulación a la que esa
mujer y su pareja recurran.

El orgasmo y el ser mujer


o Liliana, 35 años: Tengo un bebé de cuatro meses.
¿Cómo es posible que a partir del parto siento más
intensamente el orgasmo? Necesito menos estimulación y
llego más rápido.
o Fabián, 29 años: Mi mujer tuvo su parto por cesárea y
luego perdió todo interés en el sexo. ¿Podrá haber sido
por la cicatriz que le quedó?
o Cristina, 26 años: Después de haber tenido mi primer
parto, he perdido interés en el sexo. Cuando acepto, de
mala gana, no llego al orgasmo.
En el primer caso podríamos responder desde dos
vertientes. Una que tiene que ver con la sensación de
mayor plenitud y completud en la mujer luego de tener
un hijo. La segunda podría deberse al hecho, descripto
por Mary J. Sherfey, que después del parto la zona
pelviana y vulvar se congestionan y vascularizan con
mayor facilidad, lo cual quizá permita una mejor
capacidad de respuesta orgásmica, tanto en calidad como
en cantidad.
Muchas mujeres nos refieren que luego de haber tenido
el primer hijo experimentaron por primera vez en su vida
el orgasmo.
También puede ser cierto lo contrario: que a
consecuencia de la denominada depresión postparto
muchas mujeres refieren que pierden interés por el sexo
y por otras cosas de su vida. La depresión puerperal
habitualmente evoluciona favorablemente.
En el caso de la esposa de Fabián podríamos explicar el
hecho por el efecto traumático que le puede haber
causado la cesárea y no por la cicatriz que quedó a nivel
del útero. Lo que sí sería aconsejable en este caso es
consultar a un ginecólogo para la adopción de un buen
método anticonceptivo, hasta que decidan tener un nuevo
hijo.

o Ana, 34 años: ¿La mujer puede simular el orgasmo?


o Beatriz, 36 años: Hace siete meses conozco a un
muchacho, es mi primera pareja y la primera vez que
tengo relaciones sexuales. Aunque lo amo, no logro sentir
nada, pero finjo llegar al orgasmo. No me animo a
hablarle francamente por temor a que él se enoje y me
deje. ¿Cómo podría encarar este problema?
o Pedro, 31 años: ¿Puede un hombre saber cuándo la
mujer finge que termina?
o Mario, 40 años: Mi señora después de tres años de
casados me confesó que no llegaba al orgasmo. ¿Es
frígida?
La mujer puede fingir perfectamente el clímax, y
esto es un hecho que el hombre no puede reconocer
como falso; más aún: cuando la mujer le confiesa esta
actitud, él no le cree, porque esto atenta contra su
autoestima. ¡Cómo es posible que él no haya logrado con
su pene el gran orgasmo de la mujer!
Nosotros creemos que el fingimiento del orgasmo en la
mujer le impide, de hecho, disfrutar, sentir y
eventualmente llegar a un verdadero orgasmo. Esta
mentira forzada está hablando de un cierto problema en
el vínculo de esa pareja, ya que no existe la confianza y
la comprensión suficientes para poder hablar estos y
otros aspectos de la sexualidad. Entendemos que la
mejor pareja sexual es aquella en la cual la mujer puede
dialogar con su compañero de las cosas que necesita para
sentirse estimulada.
La persistencia en el fingimiento condena a una mujer a
la anorgasmia.
En cambio, la posibilidad de llegar al orgasmo es un
derecho propio y no una ofrenda al varón.

Maneras de conseguir el orgasmo


o Daniel, 29 años: ¿La mujer puede llegar al orgasmo
por medio del sexo oral?
o Raquel, 26 años: ¿Es normal que consiga el orgasmo
cuando mi pareja me acaricia y succiona los pezones?
o Victoria, 40 años: En ocasiones me ha ocurrido tener
fantasías que me producían orgasmo. Me dijeron que
debería consultar a un psicólogo porque es un síntoma
neurótico. ¿Qué piensan ustedes?
o Miriam, 33 años: Sólo consigo el orgasmo por
masturbación y por manipulación por parte de mi
compañero; me siento muy mal por esto y quiero saber si
soy normal.
En relación con lo antes explicado pensamos que
cualquiera de estas vías de acceso al orgasmo son tan
válidas como la penetración vaginal. Sería bueno
considerar que se debería disfrutar con lo que se tiene y
se logra y no padecer por compararse con un ideal
femenino muchas veces mítico y producto de la ideología
machista dominante.

o María, 58 años: Mi marido está convencido de que la


menstruación es un gran orgasmo, por lo que la mujer no
tiene tanta necesidad como el hombre de tenerlo.
Esta suposición es una mentira formulada para
explicar algo que se desconoce. La menstruación no es un
gran orgasmo, ni mucho menos. Hay una afirmación
masculina que dice: "los varones tenemos necesidad de
sexo, en cambio, las mujeres tienen la menstruación
como descarga." Esta aseveración popular no es más que
una leyenda, ya que no produce satisfacción sexual a las
mujeres.

o Laura, 27 años: Quiero saber si el hombre y la mujer


pueden gozar sin necesidad de llegar al orgasmo.
Primero, debemos diferenciar aquellas personas
que nunca han logrado un orgasmo, de otras que en
ocasiones y disfrutando del encuentro sexual, no llegan a
tener orgasmo, lo cual no invalida el goce así obtenido.
Una pareja puede iniciar juegos eróticos y sensuales sin
necesidad de coito. Por ejemplo, cuando una pareja va a
bailar, puede estar abrazada, acariciándose y besándose,
sin la obligación del orgasmo. Lo mismo ocurre en la
cama.
Un motivo de queja frecuente de las mujeres es que el
hombre sólo se le acerca corporalmente cuando quiere
iniciar un juego sexual que culmine en una penetración.
¡Cuántos días de nuestra vida necesitamos caricias,
besos, ternura y no sexo!

El orgasmo simultáneo
o Cristina, 30 años y Carlos, 32 años: ¿Es conveniente o
necesario lograr un orgasmo simultáneo?
Es innegable que la posibilidad de alcanzar un
orgasmo al mismo tiempo puede ser altamente
satisfactorio para una pareja, pero no es imprescindible ni
necesario. Su búsqueda puede transformar lo que hasta
ayer era una buena relación en un foco de conflicto. Es
necesario conocer y respetar el tiempo particular de la
compañera o el compañero sexual, sin forzar
coincidencias.

o Juan Carlos, 42 años: ¿Después del orgasmo es


inevitable que al varón le dé modorra?
Tanto el hombre como la mujer pueden presentar
una cierta relajación y lasitud, con ganas de dormir; el
mismo Freud decía que un buen orgasmo es un hipnótico
eficaz. Hay mujeres que se quejan de que el varón se
duerme luego de eyacular.
Nosotros creemos que éste no es un hecho inevitable;
depende más de la consideración que se tenga por la
pareja y de la importancia que se le dé a las
manifestaciones suaves de ternura y afecto luego de la
relación sexual, que de una reacción fisiológica.

La eyaculación femenina y el Punto G


o Josefina, 40 años: ¿Existe la eyaculación femenina?
o Santiago, 36 años: ¿Qué es eso del punto G?
El ginecólogo alemán Ernest Gräfenberg descubrió
que en una región de la vagina había una zona de tejido
diferente al del resto de la mucosa vaginal: a esto se lo
denominó Punto G. Algunos sostienen que la estimulación
de la pared vaginal podría dar lugar a orgasmos más
intensos. Médicos norteamericanos también afirmaron
que algunas mujeres podían emitir un líquido equiparable
a la eyaculación masculina (sin espermatozoides, claro).
Esta emisión coincide con el orgasmo.
Tener o no tener esta "eyaculación femenina" no indica
mayor o menor placer, ni es signo de normalidad, ni debe
constituirse en un ideal a alcanzar.
El tiempo y la cantidad
o Gonzalo; 19 años: Cuando me masturbo (soy
estudiante y nunca tuve relaciones) tardo más de 20
minutos en llegar a acabar. ¿En una relación sexual ese
tiempo es suficiente para que la compañera llegue
también al orgasmo? ¿Varía este tiempo en más o en
menos según la relación?
El tiempo que tarde un varón en terminar no
siempre será el que necesite su compañera. Hay mujeres
que llegan rápido a uno o varios orgasmos. Otras que
tardan entre 20 a 30 minutos entre juegos previos y
coito, y otras que no llegan nunca por la penetración. Y
no será igual en todas las relaciones ni con todas las
mujeres. Creo que de esto podrán aprender si saben
esperar el orgasmo de ella y si pueden dialogar con la
compañera sobre las sensaciones de ambos.

o Vanesa, 16 años: ¿Por qué no se habla del orgasmo


precoz en la mujer? ¿Es que no existe?
Hay mujeres que pueden tener orgasmos
rápidamente, pero no se considera una dificultad, puesto
que no las inhabilita para continuar con el coito, si así lo
desean. En cambio, el varón que tiene un orgasmo
precozmente pierde su erección en forma casi inmediata,
con gran insatisfacción por parte de ambos miembros de
la pareja, ya que no podrá recuperar su erección en un
breve o prolongado lapso de tiempo (período refractario).
Si esta pareja no le ha dado importancia a otros tipos de
estimulación sexual, sobreviene un malestar mutuo.

o Esther, 40 años: ¿Tener cinco orgasmos en una


relación sexual, puede traerme problemas con el tiempo?
o Julio, 35, años: ¿Una mujer que tiene muchos
orgasmos es más feliz que la que tiene uno solo?
o Marta, 43 años: ¿Es común que cada vez que tenemos
relaciones yo tenga cinco o seis orgasmos y él solamente
uno?
o Leandro, 45 años: ¿Una mujer que acaba muchas
veces se considera ninfómana?
A diferencia del varón, algunas mujeres tienen la
posibilidad de obtener múltiples orgasmos, tantos como
la continuidad del juego amoroso lo permita. Que una
mujer tenga muchos orgasmos no ocasiona ningún
trastorno, pero la cantidad no es indicativa de un mejor
funcionamiento sexual (y esto es válido también para el
varón). Hay mujeres que tienen un solo orgasmo de gran
intensidad, después del cual quedan satisfechas.
La mujer que desea y puede ser multiorgásmica no puede
ser considerada ninfomaníaca, -denominación nefasta y
absolutamente machista-, ni asociar esta situación con la
idea de una mujer promiscua o prostituída. Pero, por otra
parte, no tendría sentido afirmar que la felicidad depende
del número de orgasmos que se puedan conseguir.
o Pablo, 25 años: ¿Los animales tienen orgasmos?
Las modernas investigaciones de la etología
(ciencia que estudia las costumbres y comportamientos
animales) demuestran que al menos en los monos
superiores, como los gorilas y los chimpancés, existe una
respuesta orgásmica con características similares a la de
la especie humana.

o Genaro, 65 años: Una persona a la que le colocaron


una prótesis peneana, ¿puede eyacular normalmente?
Sí, puesto que sus testículos, próstata y vesículas
seminales, así como la uretra, están en buenas
condiciones. No hay ninguna dificultad anatómica ni
fisiológica para la eyaculación, ya que la prótesis sólo
ocupa los cuerpos cavernosos del pene, que son los
responsables de la erección del órgano y no de la
eyaculación.

o Beatriz, 35 años: ¿Hasta qué edad la mujer puede


tener orgasmos?
o Roberto, 78 años: ¿Hasta qué edad se pude tener
eyaculación?
No existe un máximo de edad, si el estado físico
se lo permite; como tampoco existen límites de edades,
en ambos sexos, para disfrutar de los contactos
corporales.
Capítulo 3: El punto G (G-spot)
En la década de los 50 el médico alemán Ernest
Gräfenberg describió una pequeña zona ubicada en la
cara anterior de la vagina (si se hace el tacto podríamos
decir que está adelante, a "las menos diez del reloj")
cerca de la uretra femenina.
Sería un área que al tacto se nota algo elevada, con
mayor sensibilidad erógena y que este médico
relacionaba con la eyaculación femenina (un líquido que
no es orina ni contiene espermatozoides). Al excitarse,
algunas mujeres, en el momento del orgasmo expulsarían
este líquido.
Si bien algunos investigadores describen la eyaculación
femenina (llegué a ver películas donde mostraban este
fenómeno) y colegas brasileños presentaron un trabajo
en el Congreso Mundial de Sexología de Hong Kong
(1999) donde hablaban de otros puntos similares (Punto
A), muchos le restan importancia. El Dr. Gräfenberg (de
la primera letra de su apellido viene el nombre de punto
G o punto de Gräfenberg, decía que se producía, en
algunas mujeres, la expulsión a través de la uretra, de un
líquido claro y transparente en el momento culminante
del orgasmo sin función lubricante ya que se emite en el
final del acto sexual.
Promovidas por lecturas que relacionaban este punto con
una mayor facilitación orgásmica, muchas mujeres se
propusieron buscarlo obsesivamente, olvidándose que el
cuerpo todo puede ser una extendida zona erógena.
También es cierto que otras mujeres dicen que se excitan
en mayor medida, logrando el orgasmo con facilidad
cuando se estimulan (o lo hace su pareja) -además del
clítoris- en el interior de la vagina, quizás en el famoso
punto.

¿Cómo encontrarlo?
Si quisieras buscarlo lo más fácil es que te
acuestes en la cama con algunas almohadas bajo la
pelvis de tal manera que la entrada de la vagina quede
elevada (similar a la posición ginecológica); luego que tu
compañero lubrique sus dedos y tu vagina, y busque una
zona más rugosa ubicada en la pared anterior (recuerda:
"a la menos diez del cuadrante de un imaginario reloj"),
sin presionar fuerte ni constantemente sino más bien
suave y moviendo el dedo de derecha a izquierda y hacia
atrás o en círculos: o sea, pasar por el Punto G sin
apretar ni concentrarse en él directamente.

Testimonio: "La segunda vez que fui con Alejandro, él


procuró buscarme el punto G (yo había intentado hallarlo
antes), me introdujo sus dedos y palpó suavemente en
mi interior hasta que sentí una gran excitación y él a su
vez tuvo una sensación como que estaba en contacto con
algo distinto: tuve un orgasmo diferente, intenso. Luego,
mientras él me estimulaba el punto G, lo hacía también
con el clítoris; les recomiendo hacerlo: es como tocar el
cielo".
Cecilia, 41 años, secretaria

En abril de 2001 tuvimos la oportunidad de que la


Dra. Beverly Whipple visitara la Argentina durante unas
Jornadas de Sexología organizadas por la licenciada María
Luisa Lerer. En esa ocasión nos entregó gentilmente un
artículo donde refería que "el punto G puede sentirse a
través de la vagina a mitad de camino entre la parte
posterior del hueso púbico y el cuello del útero y se
detecta como una pequeña protuberancia que se hincha
mientras es estimulada. Al principio, cuando se lo toca
muchas mujeres dicen que sienten como la necesidad de
orinar, a pesar de que la vejiga esté vacía. Después de 2
a 10 segundos de estimulación la reacción inicial se
reemplaza, en algunas mujeres, por una fuerte y distinta
sensación de placer sexual. Hay mujeres que
experimentan un orgasmo por la estimulación de esta
zona y algunas expulsan un líquido proveniente de la
uretra cuando experimentan este tipo de orgasmo. El
fluido emitido tiene aspecto lechoso: no es semen ni
orina, no tiene olor, sabor ni mancha.
La Dra. Whipple agregaba allí que "las mujeres dicen
tener dificultad en localizar y estimular el punto G por sí
mismas (salvo que usen un consolador, un vibrador del
punto G o aparato similar) pero no tienen dificultad en
identificar la sensación erótica cuando esta área es
estimulada por una pareja. El problema de tratar de
localizar el punto de Gräfenberg por sí mismas es que se
necesitan dedos muy largos o una vagina corta para
alcanzar el área mientras yacen acostadas sobre la
espalda."
Continúa diciendo que "cuando se estimula el punto G y
comienza a hincharse, por lo general, puede sentirse
como un pequeño poroto (frijol) esponjoso y en algunas
mujeres se hincha hasta alcanzar el tamaño de una
moneda. Al experimentar con el punto de Gräfenberg
necesitará aplicar una presión mayor que la que hace en
el clítoris y puede sentir una sensación interna mayor que
la que se siente con la estimulación del clítoris".
"Después de que haya explorado su punto de Gräfenberg
puede querer compartir la experiencia con un
compañero. El punto G puede ser estimulado por los
dedos del compañero (con un tipo de movimiento "ven
aquí"), con un consolador o con el pene. La posición que
más tiende a la estimulación con el pene es la de la
mujer sentada sobre el varón. Muchas mujeres dicen
experimentar múltiples orgasmos por este tipo de
estimulación y algunas experimentan la emisión de fluido
orgásmico. El orgasmo que resulta de este tipo de
estimulación suele ser una sensación profunda interior."
La sexóloga norteamericana agregaba que "al compartir
esta información con ustedes, no quiero crear un nuevo
objetivo para que alcancen las mujeres. Sin embargo,
quiero que tomen conciencia de la variedad de
experiencias orgásmicas de que dispone una mujer. En
efecto, algunas mujeres han realmente experimentado su
primer orgasmo al estimular el punto G. Quiero ayudar a
aquellas mujeres que disfrutan de este tipo de
estimulación y de los orgasmos con o sin eyaculación de
fluido para que se sientan mejor de sí mismas y de lo que
están experimentando. Muchas mujeres dicen sentirse
"anormales" porque les gustó este tipo de estimulación o
porque ellas expulsaron un fluido con la estimulación
sexual. En efecto, algunas mujeres en el pasado
aprendieron a retener el fluido y también aprendieron a
contenerse y no tener orgasmos, para evitar la confusión
de ser lo que ellas consideraban "anormal".

¿Existe el Punto G en los varones?


Se ha hablado que, en los varones, también
existiría un Punto G situado cerca de la uretra pero, en
realidad, se está hablando de la región prostática y no es
fácil acceder a este lugar porque hay que realizar la
introducción anal digital y tocar la próstata a través de
las paredes del recto, cosa que a muchos varones les
molesta o rechazan francamente. Hay quien describe
mayor excitación con la estimulación y masaje de este
punto con más rápida erección y mayor intensidad en la
respuesta orgásmica con un eyaculado de chorro continuo
y vigoroso.
Testimonio: "Me gusta que mi pareja me introduzca los
dedos en el ano, profundamente, mientras me estimula
oral y manualmente el pene; es una sensación
incomparable y así tengo los mejores orgasmos aunque
otras veces lo hagamos de la manera tradicional".
Carlos, 32 años, gerente

Esto que quizás les parezca extraño es una


práctica que llevan a cabo algunas parejas
heterosexuales (incluso con el empleo de falos artificiales
o "vibradores") y, por supuesto, las homosexuales que
también lo hacen, obviamente, con el pene. Otros niegan
este punto en los varones (lo relacionan sólo con la zona
erógena anal) aduciendo que es una de las tantas
fantasías con las cuales los humanos intentan aumentar
su pasión.

El punto A
Cuando la expedición de búsqueda del Punto G
estaba volviendo, algunos científicos agregaron, en 1996,
una nueva zona vaginal que, supuestamente, produciría
rápidamente el orgasmo femenino. Lo llamaron Punto A
(A-spot). Estaría ubicado en la misma pared vaginal pero
más atrás, a medio camino entre el Punto G y el cuello de
la vagina. De acuerdo con un grupo de investigadores la
estimulación del Punto A produciría:
o Mayor, más rápida y prolongada lubricación
o Mayor excitación
o Múltiples orgasmos

Las posiciones que favorecerían, durante la


penetración, la estimulación de ambos puntos serían:
o La mujer boca abajo y el varón detrás suyo
o Colocada la mujer sentada en el borde de la cama y él
arrodillado delante
o La mujer en posición como los animales ("more
ferarum" = "como las fieras"), también popularmente
llamada "del perrito" o "pecorina" (palabra que procede
de la palabra "oveja" en italiano) o "picolina"

Si detectan, en la vagina, una zona con mayor


sensibilidad erógena bienvenida sea, si ven salir una
emisión profusa durante el clímax no se inquieten y
disfrútenla, pero no se deberían sentir en menos o en
falta "por no encontrar el bendito punto G".
Capítulo 4: Definición y Clasificación de las
Disfunciones Sexuales Femeninas

Las disfunciones sexuales femeninas están siendo


objeto de atención como nunca antes. A partir de un
simposio realizado en Boston (USA), esta es una nueva
clasificación de las mismas que, aunque esquemática,
sirve para ponernos de acuerdo en cuanto a cómo
denominarlas y así hablar un idioma común. Como verán
la palabra “frigidez” ha sido erradicada del lenguaje
sexológico.

1. Desórdenes del Deseo


o Trastorno por aversión al sexo: Aversión extrema
persistente o recidivante y con evitación de todo o casi
todos los contactos sexuales genitales con una pareja
sexual. Se relaciona con las fobias sexuales.
o Deseo sexual hipoactivo: disminución o ausencia de
fantasías y deseos de actividad sexual de forma
persistente o recurrente.

2. Desórdenes de la Excitación Femenia: Incapacidad


persistente o recurrente para obtener o mantener la
respuesta de lubricación propia de la fase de
excitación, hasta la terminación de la actividad
sexual.

3. Desórdenes del Orgasmo Femenino: Es el recurrente


o persistente retraso o ausencia del orgasmo
(anorgasmia) luego de una fase de excitación normal.

4. Dispareunia: Dolor genital recurrente o persistente


asociado a la relación sexual.

5. Vaginismo: Aparición recurrente o persistente de


espasmos involuntarios del tercio anterior de la
vagina que interfiere en la relación sexual.
TEST DE LA DISFUNCIÓN SEXUAL FEMENINA (DSF)
Este cuestionario fue creado para mujeres que sospechan tener una Disfunción
Sexual Femenina (DSF).

 Lee los siguientes enunciados.


 Piensa en los últimos tres meses y marca con un
tilde en los casilleros de la derecha, los puntos
corresponden con los números de la izquierda.

A.- No estoy satisfecha con mi vida sexual


1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

B.- Desearía que mi vida sexual fuera mejor


1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

C.- He notado un cambio reciente en relación a mi


vida sexual
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

D.- Mi interés en el sexo ha decaído


1- Falso
2- A veces
3- Verdadero

E.- No tengo pensamientos eróticos o fantasías


1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

F.-No siento interés en mantener algún tipo de


actividad sexual
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

G.- Tengo sequedad vaginal durante la relación


sexual
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

H.- Tengo menos sensaciones placenteras durante


la relación sexual
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

I.- No me siento excitada o estimulada durante la


relación sexual
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

J.- Siento dolor durante la relación sexual


1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

K.- Mi vagina se tensa y contrae durante la relación


sexual y resulta difícil de penetrar
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

L.- Siento dolor con cualquier tipo de penetración


vaginal
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero
M.- Siento dolor durante la relación sexual pero
creo que estoy suficientemente lubricada y húmeda
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

N.- No logro tener orgasmos


1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

Ñ.- Tener un orgasmo es más difícil para mí de lo


que era
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

O.- Encuentro que mis orgasmos son menos


intensos de lo que eran
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

P.- Tengo dificultades sexuales cuando tengo sexo


con mi pareja pero no cuando me masturbo en
soledad
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

Q.- Mis problemas sexuales comenzaron luego de


una enfermedad, herida o cirugía
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero
R.- Mis problemas sexuales comenzaron al mismo
tiempo que tuvieron lugar en mí cambios como ser
embarazo, el nacimiento de un hijo, durante la
ingesta de píldoras anticonceptivas, durante la
menopausia o durante tratamientos de reemplazo
hormonal o con psicofármacos (sedantes,
antidepresivos)
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

S.- Si por mí fuera podría prescindir de las


relaciones sexuales
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

T.- Pienso que le tengo aversión o fobia al sexo y lo


evito por ello
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

U.- Pienso que estoy deprimida y nerviosa porque


tengo problemas sexuales
1. Falso
2. A veces
3. Verdadero

ESCALA DE EVALUACIÓN

 De 22 a 32 puntos: normal
 De 33 a 42 puntos: DSF leve a moderada
 De 43 a 66 puntos: DSF marcada a severa
En los casos mayores a 35 puntos esta escala
-meramente orientadora-, podría sugerir la necesidad
de una consulta especializada para un diagnóstico
sexológico y tratamiento adecuado.
Capítulo 5: Anorgasmia femenina

¿Qué se entiende como anorgasmia en las mujeres?


En el libro que escribimos con el licenciado
Rosenzvaig, Sexualidad en la pareja, citábamos varias
preguntas de consultantes efectuadas a través de la radio
o de correo de lectores, que son bastante características
en este tipo de casos:

o Yo siento, aunque no llego al orgasmo, pero aclaro


que no soy frígida. ¿Es curable?
o Perdí por completo el orgasmo, ¿puedo recuperarlo?
o Hace 6 años que me separé y he reiniciado mi vida
sexual con otro hombre, pero con él no termino. ¿Estoy
perdida para siempre?
o ¿La frigidez es hereditaria?
o No puedo terminar con mi actual pareja: él eyacula
demasiado rápido, con otras parejas a mí no me pasaba y
él me dice que con todas sus parejas anteriores ellas
acababan con facilidad, ¿estaré con un problema
psicológico?
o ¿La ausencia de orgasmo en la mujer se debe a
alguna enfermedad orgánica?
o Nunca pude llegar al terminar, a veces me ha parecido
que llegaba pero no estoy segura, ¿cómo puedo saber
con certeza si consigo el orgasmo?
o Por más que me esfuerzo no logro terminar con mi
pareja y eso que él me estimula de distintas maneras

Estas preguntas son bastante características en


nuestros consultorios. Y llama la atención que muchas
mujeres se sienten desesperanzadas de poder lograr el
orgasmo. Hay autores que prefieren hablar de mujeres
preorgásmicas, por considerar que toda mujer,
adecuadamente estimulada, es capaz de llegar a
obtenerlo.
Dentro de las llamadas anorgásmicas podemos
diferenciar aquellas que no logran excitarse ni lubricar
bien - aunque tengan deseos de hacer el amor- de
quienes aunque lubriquen (“mojarse”, en términos
populares) y consigan altos picos de excitación, no logran
el orgasmo. Los casos más frecuentes lo vemos en el
segundo grupo.

¿Es correcto el término frigidez?


Si bien popularmente todavía se sigue usando el
término de frigidez y muchas mujeres preguntan o
concurren a la consulta para saber si son o no “frígidas”,
podríamos decir que hoy la Sexología desglosa este
cuadro en otros dos distintos: la mujer que tiene poco o
ningún placer erótico ante la estimulación sexual y
aquella que aunque puede excitarse en determinadas
circunstancias no llega al orgasmo o lo logra con gran
dificultad.
Hay que diferenciar también a la mujer que nunca ha
experimentado placer erótico con nadie y en ninguna
situación, de aquellas que han respondido en alguna
ocasión a la estimulación adecuada y al placer sexual y
dejan de responder sólo en situaciones específicas.
Recuerdo a una paciente que refería lo siguiente: “con
aquel muchacho me excité mucho y tuve un orgasmo
brutal, pero... me asusté, pensé en que si seguía así me
iba a volver loca, que me iba a descontrolar, ¿adónde
llegaría por ese camino? ...”; posteriormente reprimió
esta posibilidad orgásmica y sólo pudo volver a “sentir el
clímax” -según sus palabras- luego de la terapia.

Los síntomas del primer grupo serían:


o Falta de excitación
o Ausencia de reacciones ante la estimulación sexual
o No se lubrican vaginalmente
o No obtienen placer
o No hay erección de los pezones ni enrojecimiento de
la piel ni aumento de la frecuencia cardíaca
o No llegan al orgasmo
En el segundo grupo, que constituyen las anorgasmias
más frecuentes vemos que:
o Pueden excitarse y gozar
o Hay lubricación vaginal
o Hay reacciones genitales y extragenitales propias de
la etapa de excitación
o A pesar de que se excitan no llegan al orgasmo

¿Cuál es el orgasmo normal: el vaginal o el


clitoridiano?
Cabría aclarar un par de cosas: por un lado, si
bien el orgasmo es la culminación del placer erótico,
algunas mujeres gozan de las relaciones sexuales aunque
no puedan terminar; por otro, este tema tan debatido,
particularmente desde Freud, que refiere a lo que se
denomina orgasmo vaginal y lo que se llama orgasmo
clitoridiano, reservando una presunta normalidad para el
primero y lo patológico o inmaduro para el segundo. Hoy
decimos que ambas situaciones son normales. El mal
llamado orgasmo clitoridiano, que es aquel donde la
mujer termina por estimulación directa y no por la
penetración, ha dejado de ser una situación enferma y
criticable, porque en definitiva el clítoris y los labios
menores configuran una estructura especializada en la
recepción de los estímulos placenteros.

A continuación transcribiré algunas otras


preguntas del correo de lectores:
o Quiero saber si es mal tener orgasmo clitoridiano en
lugar del vaginal
o ¿Las mujeres que tienen orgasmo vaginal pueden
tener orgasmos clitoridianos?
o ¿Cómo se puede detectar cuando una mujer tiene un
orgasmo vaginal?
o ¿El orgasmo vaginal es sinónimo de madurez en las
mujeres que lo sienten?
o En mi pareja cuando mi compañero me estimula la
zona del clítoris, ya sea con la boca o con la mano, logro
con facilidad el orgasmo; pero esto no sucede así con la
penetración, ¿es normal?
En primer lugar debo aclarar que la respuesta
orgásmica es una sola, aun cuando los estímulos sexuales
puedan recibirse a través de distintas zonas del cuerpo, o
con la fantasía. Hay mujeres que tienen orgasmo por
estimulación de los pezones -y a nadie se le ocurriría
hablar de “orgasmo mamario”-, otras, por caricias en el
Monte de Venus, o por estimulación en la zona anal.
Están aquellas que constituyen el grueso de la población
femenina (un 50% aproximadamente) que además de la
penetración necesitan ser estimuladas en la zona del
clítoris y de los labios menores. Sólo un 35% llega
exclusivamente por penetración, con la salvedad de que
siempre la estimulación directa o indirecta del clítoris
participa de esta respuesta.

Estadística de la Dra. Helen Kaplan


o No experimentan el orgasmo de ninguna manera un
10% aproximadamente
o No lo experimentan con un compañero determinado
un 10 % aproximadamente
o Lo experimentan mediante el coito además de
“estimulación clitoridiana” aproximadamente un 50%
o Llegan al orgasmo mediante el coito por penetración,
sin “estimulación clitoridiana” adicional casi un 30%

Dicho de otra forma: en todo orgasmo femenino


intervienen, en cuanto a la recepción de los estímulos,
tanto la vagina como la zona clitoridiana, y en la faz de la
respuesta motora siempre se dan contracciones
vaginales, amén de las reacciones corporales
extragenitales y las emocionales. Por lo tanto, los
criterios emanados del psicoanálisis (aclarando que
muchos psicoanalista abandonaron esta postura) sobre la
supuesta madurez del orgasmo logrado por la
penetración, ya no se pueden sostener. Se considera
normal tener orgasmos, con independencia de la vía de
estimulación y excitación a la que esa mujer y su pareja
recurran.

¿Cuáles son las causas de la falta de orgasmo en la


mujer?
Las causas de las disfunciones sexuales femeninas
son de origen variado y múltiples factores pueden
coexistir para producirlas. Aunque a veces se piense lo
contrario, las causas físicas no suelen ser las más
frecuentes. Claro que enfermedades neurológicas o
metabólicas graves (problemas hormonales,
hipotiroidismo, diabetes avanzadas), los tumores, las
operaciones vividas como castratorias o mutilantes,
pueden afectar la respuesta orgásmica, al igual que
ciertos fármacos (narcóticos, antidepresivos y
antipsicóticos, sedantes), pero lo más frecuente es ver la
incidencia de factores situacionales como, por ejemplo, la
estimulación inadecuada por parte del varón. Las mujeres
no siempre se excitan con el mismo estímulo, ni en el
mismo lugar ni con la misma posición; y, lo que es más
digno de rescatar, no siempre se excitan y estimulan
como el varón cree que ellas lo logran. Es el famoso: “yo
creía que a ella le gustaba...”. Muchas veces una pareja
en la cual la mujer no termina está encubriendo una
relación deficiente y pobre.

¿La mala comunicación puede ser una de las


causas?
Por cierto que sí, una de las causas puede ser la
escasa comunicación, ya que muchas personas creen que
todo se tiene que dar espontáneamente y que nada hay
que hablar sobre lo que a cada uno le pasa: esto puede
ser lesivo para la sexualidad. Si alguien se entiende a la
perfección sin hablar bienvenido sea, pero si no, ¿van a
tener que quedar en silencio, penando por ello?
Es indudable que también tienen mucho que ver las
actitudes machistas y un marco de represión familiar y
educativa, en el que nunca se explica a los jóvenes ni a
los adultos cómo es la respuesta sexual fisiológica.
También hay que destacar la incapacidad de ciertas
mujeres de abandonarse a las sensaciones placenteras y
estar pendientes de si van a terminar o no, de allí que
muchas finjan el orgasmo, lo que les crea una situación
muy tensionante y poco grata.

¿No es mejor fingir el orgasmo, antes que quedar


mal frente a los varones?
Fingir los orgasmos condena a una mujer a seguir
haciéndolo y a no poder gozar, ya que está más
pendiente de la escena que tienen que dramatizar que de
su propia entrega al placer orgásmico. Para ella es más
importante que él se sienta varón por producirle el
orgasmo que su propio goce. Podríamos decir que para
poder empezar a tener la posibilidad de orgasmar -si
cabe el neologismo- : hay que dejar atrás la actuación y
los fingimientos.

¿Hay causas psicológicas concretas que produzcan


estos problemas?
Habría que mencionar las causas psicológicas más
profundas como:
o Conflictos edípicos
o Duelos de seres queridos
o Fobias sociales y sexuales (fobia a la penetración, a
los genitales)
o Ataques de pánico
o Antecedentes de abuso sexual o violación
o Depresión
o Esquizofrenias y enfermedades bipolares
o Personalidades obsesivas

Muchos de estos problemas pueden haber sido


gestados en la infancia pero otros son más actuales, o
situacionales; sin olvidarnos las llamadas causas
vinculares que se manifiestan en desavenencias serias en
la relación de pareja. Por ejemplo: el estar con alguien
que sea eyaculador precoz puede ser una de las causas
de que esa mujer no sea orgásmica: ¡simplemente el
varón no le da tiempo!

¿Existe el miedo a sentir el orgasmo?


Recuerdo una consulta de un oyente de mi
programa “El jardín de las delicias” (FM Palermo, lunes de
23 a 24) cuando decía:
“Mi novia tiene dificultades para llegar; arriba a un punto
donde la tensión sube pero no puede seguir subiendo y
se queda ahí. Entonces se asusta y se queda ahí y
paramos de hacer el amor. ¿Cuál sería la solución?”

Hay algo de cierto en lo que cuenta este joven de


que su novia se asusta e inhibe el orgasmo. Una paciente
refería que, después de su primera vivencia orgásmica,
que fue muy intensa, tuvo una crisis de angustia,
derivada de una educación familiar donde el placer era
pecado pero donde, a la vez, se vivían situaciones
promiscuas. A partir de allí no volvió a tener orgasmos y
comenzó a fingirlos por temor a que sus compañeros la
dejaran. Es interesante destacar que ella logró
recuperarlo –me decía– por la masturbación. El círculo
era perfecto: ella no le pedía a sus compañeros que la
estimularan en forma adecuada por estar pendiente de
darles el orgasmo; como consecuencia no podía
integrarse a sus propias sensaciones placenteras. Como
este caso hemos visto otros similares con miedos
diversos –ante la posibilidad del orgasmo-, que
transcribiremos con palabras de esas mujeres:
o A caer en la prostitución
o A descontrolarme
o A volverme loca
o A ser una perdida
o A que mi pareja me vea como a una cualquiera
o A orinarme
o A entregarme demasiado y quedar esclava de ese
varón
o Por último, sin excluir otros temores (a ser dañada y
lastimada por la penetración, a sentir dolor, a ser
desgarradas), la Dra. Helen Kaplan hablaba del miedo al
éxito, que desgraciadamente se ve mucho y en distintas
áreas. Freud diría: son esas personas que fracasan al
triunfar, los que fracasan con el éxito.

¿No será que a muchos varones les importa poco el


placer de la mujer?
Obviamente, esos varones a los que no les
importa si la mujer goza o no, que llegan a sostener
incluso que el orgasmo en las mujeres no es tan
importante (recuerdo uno de ellos que decía: “en la
mujer terminar no es necesario porque ella tiene la
descarga de la menstruación”!!), se centran en su propio
placer genital: “con tal de que yo termine y ella emita un
par de gemidos”, nos decía un conocido Don Juan.
Así esta situación se va perpetuando en el tiempo,
impidiendo el goce de la mujer. La paciente que citaba
antes, a partir de reconocer mejor sus zonas erógenas y
de revalorizarse como persona, pudo comenzar a pedirle
a su compañero una mejor y mayor estimulación. Esto
muestra que el orgasmo nunca “se pierde” del todo y que
si las condiciones son favorecedoras puede volver a
experimentarse: no es cierto que una mujer “esté perdida
para siempre”, ni que sea hereditario.
Hay varones que le imponen a la pareja la obligación del
orgasmo y para colmo de la manera que ellos creen que
es la mejor: usualmente con la penetración y él en
posición superior. Es muy común la consulta de las
parejas que me dicen, por ejemplo: “venimos porque mi
mujer tiene anorgasmia vaginal, yo la penetro y ella no
termina”, o “¿cómo es posible que ella no termine de esa
manera?, todas las mujeres que conocí antes terminaban
cuando las penetraba” (en esos momentos pienso:
“¿cuántas habrán fingido sus orgasmos?”; no aceptan
que pueda haber otras formas de estimulación más
eficaces que “su gran falo erecto”. De esta manera,
ambos van a cada encuentro sexual esperando que ella le
conceda el beneficio del orgasmo logrado de una manera
rutinaria y empobrecida. Este es otro tema que vale la
pena destacar: el de la rutina, el acostumbramiento, la
falta de variantes y el menosprecio o subestimación de
otras formas de juego coital.

Un ejemplo clínico
Antes que nada quiero decir que, cuando se
consignan casos clínicos, siempre doy datos cambiados
para que nadie pueda reconocer de quienes se trata,
salvo la identificación con la problemática.
Raúl y Silvia llevan ocho años de matrimonio y, a pesar
de que tienen una buena relación de pareja en otros
aspectos, el sexo se ha ido convirtiendo en una dificultad
cada vez más seria, lo que los lleva a pedir consultas con
dos terapeutas de pareja, sin encontrar solución. Él dice:
“mi esposa no llega al orgasmo porque yo tengo
eyaculación precoz; me pregunta a mí cómo es y no sé
explicárselo”. Ella podía excitarse y tenía mucha
lubricación pero, a pesar de los diferentes intentos, nunca
llegaba al clímax por ningún tipo de estimulación. Raúl se
ponía “tenso y nervioso” por esto y eyaculaba cada vez
más precozmente, inclusive sin penetrarla.
En este caso se articulan varias situaciones que
establecen una complementación negativa: ambos
padecen una disfunción sexual y se sienten
alternativamente culpables y responsables de la
infelicidad sexual de la pareja y, en el caso citado, se
daba esta crisis en un marco de amor y respeto mutuos.
Se podría plantear cuál es el comienzo de esta
problemática: ¿es la eyaculación precoz de Raúl que trae
aparejada la anorgasmia de Silvia?, o ¿es la disfunción de
ella que lo exige a él y le produce niveles de ansiedad
cada vez mayores? Tal vez ellos, como en tantos otros,
traían un bagaje previo de conflictos en el área sexual
que se potenciaron mutuamente.

¿Cómo son los tratamientos de la anorgasmia


femenina?
El eje central del tratamiento de las anorgasmias
son las llamadas Terapias Sexuales, psicoterapias
focalizadas, breves y de resolución sintomática. El
objetivo principal de estos tratamientos es lograr que la
mujer se entregue a la experiencia sexual sin temores ni
culpa, cambiando el sistema sexual en la que se mueve.
A nivel vivencial, la Terapia intenta crear un ambiente no
exigente, relajado y sensual, que permita el natural
transcurrir de su respuesta sexual. Se alienta a la pareja
(a veces con ejercicios a realizar fuera del ámbito del
consultorio) para lograr comunicarse abiertamente sus
sensaciones y deseos y se prescriben tareas que ambos
deberán realizar en su casa. Con esto se logra eliminar
los obstáculos inmediatos que se oponen a un buen
funcionamiento sexual.
Muchas veces me preguntan sobre el uso de los
vibradores para aumentar el estímulo y para esto no hay
una respuesta unívoca: hay mujeres y varones
(especialmente estos) que lo rechazan y en otros casos
he visto que recién con su uso pudieron llegar al
orgasmo. La objeción habitual es que puede quedar
adicta al vibrador y que va a reemplazar al compañero.
Ninguno de estos casos se suelen dar en la práctica.

¿Estos tratamientos excluyen la psicoterapia?


Muy por el contrario suelen complementarse,
justamente para resolver otros problemas más profundos
y antiguos: conflictos de la infancia, escenas infantiles de
abuso sexual, fobias, depresión, y trastornos de la
personalidad, ameritan un abordaje múltiple; en estos
casos se necesitan sumar esfuerzos para resolver el
problema.
Es llamativo ver que algunos de los pacientes, de ambos
sexos, que están bajo tratamiento sexológico, son
derivados por sus mismos psicoterapeutas con quienes
además trabajan sobre otras conflictivas.

¿Hay medicaciones para tratar las anorgasmias?


Si es un cuadro de fobia, depresión, esquizofrenia,
o ataque de pánico, necesita ser medicada para controlar
esas patologías.
Si hay un déficit en la lubricación vaginal, será
necesario el uso de un lubricante íntimo con las
siguientes características:
o Que no sea maloliente
o Que no irrite la vagina ni le cambie el PH (el grado de
acidez) del medio
o Que no abra los poros del profiláctico (por eso se
desaconsejan la vaselina, lanolina o cremas que las
contengan)
o Que no manche

Actualmente se está investigando el uso del


sildenafil, conocido como Viagra, ya que los cuerpos
cavernosos del clítoris tienen una estructura similar a los
del pene. Se piensa que este medicamento podría
aumentar la sensibilidad y la vasocongestión vulvar y
vaginal. Esto se encuentra en plena etapa de
investigación pero nosotros hemos visto mujeres
anorgásmicas que mejoraban su respuesta sexual con el
uso de este medicamento usado con notable eficacia en
la disfunción eréctil del varón.

Una nueva sustancia, llamada por ahora PT-141, ha


demostrado una asombrosa efectividad en estudios
experimentales, modificando el apetito sexual de las
mujeres, se vuelven más activas, modificando incluso sus
''posiciones'' en el acto sexual, a fin de encontrar mayor
placer.

Esto hace pensar que la ''pose'' o postura tiene muchas veces


mayor importancia de la supuesta, de manera que
corrigiendo posiciones ''inadecuadas'' para ciertas mujeres se
podría avanzar mucho en la consecución del placer.

Esta sustancia original –en fase de investigación-, PT-141,


derivada de un hormona que interviene en la pigmentación
de la piel, llamada Hormona Estimulante del Melanocito
(HEM) –agonista melanocítico-, con obvias influencias de la
luz solar, lo cual explicaría la mayor actividad sexual en los
países cálidos y durante el verano.

Dicha hormona es producida por el cerebro, y se incrementa


con el estrógeno, lo que estaría relacionado con la
emergencia del mayor deseo sexual de las mujeres durante la
ovulación.

Como conclusión diré que un gran porcentaje de las


mujeres anorgásmicas se ven favorecidas por los
modernos tratamientos sexológicos (breves, focalizados,
económicos) obteniendo la posibilidad de llegar al clímax
sin culpas ni inhibiciones, enriqueciendo su vida erótica y
amorosa.

Testimonio: Historia sexual de una anorgasmia


femenina
Mi vida sexual, mmmmm…. Supongo que empezó
desde chica…al iniciarme en la sexualidad mediante la
masturbación. Lo que sí recuerdo fue que esta práctica
siempre se me presentó como vergonzosa y muy cargada
de culpas -hasta pensaba que si me masturbaba debería
sufrir alguna especie de castigo- y si, por casualidad,
pasaba algo que me ponía mal, inmediatamente lo
atribuía al hecho de que me había estimulado.
Mi masturbación siempre fue principalmente con el uso
del bidet y hace un par de años incorporé el tocarme con
mi mano, cosa que me resulta mucho más placentera.
Pero hasta no hace mucho tiempo lo viví como algo que
estaba mal y me sentía medio perversa. Aunque por otro
lado me ocasionaba mucho placer, y por eso no dejé
nunca de hacerlo. Y supongo que de ahí la culpa.
Fue recientemente, siendo estudiante de psicología,
leyendo del tema y con terapia de por medio, que pude
empezar a experimentar la masturbación como algo
natural, como algo que además de placer me brinda una
descarga y me ayuda a conocerme más.
Mis primeras experiencias empezaron alrededor de los 15
años, eran besos, toqueteos, donde me tocaban o yo
tocaba, pero no iba más allá. Supongo que por mi crianza
siempre tenía la idea que para tener relaciones había que
estar de novia.
Alrededor de los 20, empecé a estar con mi actual pareja
aunque no éramos novios, sino algo así como
“amigovios”, yo no estaba muy convencida con esa clase
de relación pero aún así seguí adelante. Una vez que
estábamos en el cuarto de Daniel, comenzamos a
acariciarnos, a besarnos y él comenzó a masturbarme
con sus dedos dentro de mi vagina. Recuerdo que estaba
sintiendo mucho placer, quizás demasiado… de repente
me sentí asustada, le pedí que parara y me largué a
llorar muy angustiada. Cuando llegué a mi casa me sentía
sucia, algo así como una prostituta. Pensé que no pasaría
más algo así sino era una relación seria. Después de eso,
escena que había sepultado hasta el día de hoy, mis
relaciones no pasaban de besos y caricias.
Alrededor de los 22 empecé a salir con un chico de 27.
Con él tuve mi primera relación sexual. Fue en mi casa.
Me acuerdo que estábamos en mi cuarto…ya hacía un
mes que salíamos, la cosa se estaba poniendo “caliente”
y en mi mente estaba la duda: ¿lo hacía o no lo hacía?,
dudaba no sé si por mi educación o porque para tener
relaciones había que estar de novia. Hasta ese momento
yo no sabía si éramos novios o no. Entonces la duda se
respondió con una pregunta: -¿nosotros qué somos? A lo
que él me respondió: -¿no somos novios? ¡Et voilá! ya
está, tenía el consentimiento para tener relaciones
sexuales. Ahí me decidí. Cuando me penetró fue
doloroso, pero tenía que aguantar. Cuando terminamos
me sentí bien y mal al mismo tiempo. No sabía si había
hecho bien, quizás tendría que haber esperado más…
Él me excitaba, me gustaba estar con él. Pero a medida
que pasaba el tiempo no podía lograr el orgasmo por
penetración, sólo algunas veces si él me tocaba, pero
esto no ocurría con frecuencia. Teníamos los juegos
previos, me penetraba él, acababa y ahí se terminaba
todo. Yo ya empezaba a intuir que algo andaba mal
porque no llegaba al orgasmo. Mi novio no le daba mucha
importancia al hecho de sí yo terminaba o no, o si
disfrutaba de alguna forma. Era simple: acababa y se
ponía a dormir. Me sentía bastante frustrada. Ya que no
hallaba satisfacción por otra vía que no fuera
masturbándome. Después de 8 meses de una relación
poco satisfactoria en todo sentido, me separé. Me sentía
traicionada y por mucho tiempo al pensar en el sexo con
él me daba asco.
Mi segunda relación fue con un chico llamado
Santiago, no era mi novio, pero la pasaba muy bien. A los
15 días de haberlo conocido tuvimos nuestra primera
relación sexual. Aunque yo pensaba que debía conocerlo
más tiempo antes de tener relaciones, necesitaba
sacarme el gusto amargo de mi otra relación. Así que
teníamos un vínculo básicamente sexual, nos veíamos y
nos acostábamos. Con él aprendí a ser más desinhibida y
a tomarme el sexo como tal, sin pensar tanto en los
sentimientos. Él me hacía cosas que me gustaban, me
daba placer, me hacia reír. Aunque el hecho de que yo
llegara al orgasmo no le preocupaba mucho. Una de las
cosas que más me excitaba era el tamaño de su pene. Me
gustaba eso de la potencia y del tamaño. Después de tres
meses nos peleamos.
Luego de esta relación, fue cuando empecé a estar
con mi actual novio. Entre Daniel y yo siempre hubo
mucha química. Y cuando empezamos a tener relaciones
esperaba que con él las cosas fueran distintas, ya que
siempre fue muy desinhibido con el sexo y me gustaba la
idea de dejarme llevar por él en ese terreno. Pensé que
llegaría a poder lograr con él las cosas que con otros no
me había animado. Lamentablemente, al final terminé
casi como siempre. Me empecé a preocupar por no poder
disfrutar. Por suerte pude hablar francamente y es la
primera vez que siento que alguien se interesa en mi
satisfacción, pude notar que las que no se había
interesado demasiado en ella era yo.
Él me excita y en mis fantasías siempre lo pongo como
co-protagonista, me gusta que me toque, y es la primera
vez que disfruto de tocar a alguien, con él tengo sexo
oral, y me gusta… sin ese sentimiento de humillación; me
gusta brindarle placer, y lo más importante: siento placer
en hacerlo. Puedo, aunque con esfuerzo y un poco de
vergüenza, hacerle saber que tengo ganas de tener sexo
con él. Aunque me doy cuenta que me cuesta pedirlo.
Doy vueltas y siempre me dice que no sé cómo pedir las
cosas de frente.
El tema del tamaño del pene de Daniel era algo en
lo que al principio pensaba mucho: a diferencia de
Santiago, el pene de Daniel es tirando a pequeño. Creo
que esto, a veces, fue un obstáculo. Hay una fantasía
como que a lo mejor le falta volumen para que, en la
penetración, yo pueda obtener más placer. Y ligado a
esto, el hecho de que muchas veces siento que él acaba
demasiado rápido. Cuando él ya está “a full” yo recién
empiezo a elevar mi temperatura. Hubo un momento en
que, aunque no llegaba al orgasmo, la pasaba bien, pero
el hecho de no poder alcanzarlo se empezó a convertir en
un obstáculo en nuestra relación.
Cada vez que empezamos a tocarnos y jugar empiezo a
pensar que no voy a acabar. Y me anticipo al malestar
posterior. Me siento fracasada antes de empezar y no
puedo disfrutar de lo previo. A la vez, no puedo pedir que
me haga tal o cual cosa, porque es como si sintiera que la
que falla soy yo. No tengo derecho a pedir nada.
Comencé a estigmatizarme con el hecho de que jamás
voy a conseguir un orgasmo. Así, cuando estamos juntos,
no puedo disfrutar tocarnos, besarnos ni acariciarnos,
porque es como si lo único que estuviera esperando es la
meta del orgasmo, y por penetración.
De cualquier manera creo que es con quien mejor me he
sentido y percibo que tengo mucho para dar, y creo que
puede ayudarme a descubrir muchas cosas de mí ya que
hay química: me gusta que me toque, me excita tenerlo
cerca, pensar como me besa, lo que me dice o cómo me
toca.
Mis fantasías, solas o acompañadas de
masturbación, en cambio, son una mezcla entre eróticas
y románticas, generalmente yo tengo una posición muy
activa donde hablo y pido que me hagan cosas. Donde
soy así como una mezcla de “femme fatale”. En mis
fantasías recreo todo lo que me gustaría hacer y que me
hagan. Pero como seré que, a la hora de entrar en acción
en la vida real, asumo una posición de “haceme lo que
quieras y como quieras”. O sea que la fantasía es algo así
como una realización de deseos, y en la realidad soy de
forma más vale opuesta donde espero que me hagan y
donde pretendo que el otro sepa y adivine qué quiero y
qué no. Por lo general no hablo porque me da vergüenza.
Siempre me costó poder pedir en mis relaciones lo que
me gustaba, me dejé hacer, fijándome más en lo que le
satisfacía al otro en vez de lo que me satisfacía a mí.
Desde siempre me costó volcarme al otro en la relación
sexual, y disfrutar de la experiencia de estar juntos sin
pensar en otra cosa. Siempre mi cabeza está en juego
como controlando mi cuerpo. Siempre que estoy con
alguien me cuesta conectarme con ese momento, por mi
cabeza fluyen miles de pensamientos: “¿me quiere?”,
“¿adonde llegará esto?”, “¿estoy haciéndolo bien?”, “¿qué
hago acá?”…

Muchas veces siento como si mi cuerpo y mi cabeza


estuvieran separados. S. A., Bs. As., mayo de 2002
Capítulo 6: El vaginismo

o Adolfo, 30: Cuando quiero penetrar a mi mujer noto


una obstrucción. ¿Es lo que llaman vagina estrecha?
o Sergio, 26: Desde que comenzamos a tener relaciones
con mi novia nunca pude penetrarla totalmente pues ella
acusa un dolor insoportable. Esto impide que mi
penetración sea completa. Los deseos de consumar el
acto en los dos son normales, ya que no hay problemas
de frigidez ni de lubricación. ¿Qué podemos hacer?
o Ana, 26: ¿considera que un curso de control mental
puede solucionar el vaginismo?, porque en mi caso no
puedo hacerme el control ginecológico ni el Papanicolau y
eso me preocupa mucho. A este paso que voy no podré
tener hijos porque no tolero la introducción de nada en
mi vagina.
o Susi, 23: Yo deseo mantener relaciones con mi novio
pero cuando él lo intenta siento que se me cierra la
vagina. Él hace más fuerza y allí siento un dolor muy
fuerte. Luego mi novio se enoja conmigo porque me
acusa de que no quiero tener relaciones.
o Roberto, 28: ¿Qué hacer cuando la vagina se cierra
impidiendo totalmente la penetración?
o Norma, 32: cuando la penetración es muy profunda
siento un dolor, que después desaparece con la mayor
excitación. El dolor vuelve después de la relación sexual.
¿A qué se debe?
Esta disfunción femenina consiste en una
contracción espasmódica e involuntaria de los músculos
vaginales, de manera recurrente y casi constante, que no
permite la penetración en coito. Hay casos en que la
contracción se presenta sólo ante el intento de penetrar
con el pene; en otros, no permite la entrada de los
dedos, ni de los tampones e incluso, como el caso de
Ana, imposibilita el examen ginecológico.
Deberíamos diferenciar lo que llamamos coito doloroso o
dispareunia (en el cual la penetración, a pesar de
acarrear dolor o molestias, es posible en forma parcial o
total) del vaginismo donde la penetración no es posible
puesto que, ante la introducción del pene o de un dedo,
los músculos de la vagina se contraen de manera no
voluntaria.
El vaginismo no depende de la voluntad y no se regula
conscientemente: no es "un mero cerrar las piernas". Hay
que destacar que la mujer puede excitarse y lubricar,
pero cuando el compañero quiere realizar el coito percibe
una resistencia, al punto que si hace demasiada fuerza
ella comienza a sentir dolor.
Esta situación se puede mantener a través de los años y,
a veces, hace crisis cuando la pareja desea tener hijos y
esta dificultad se lo impide. Se han barajado varias
causas para justificar esta disfunción: las orgánicas como
las patologías vaginales que causen dolores (vaginitis,
endometrosis, bartolinitis, etc.) pueden producir un cierto
espasmo que impida la realización del acto. Pero, lo más
frecuente, es que esté provocada por causas psicológicas.
Desde fobias a la penetración (hay casos donde las
mujeres fantasean que sin son penetradas van a sufrir
desgarros o lastimaduras), conflictos infantiles y
experiencias traumáticas del pasado (abuso sexual
infantil), terror al embarazo y a la maternidad, hostilidad
hacia el compañero, influencias familiares coercitivas.
Una de las consecuencias del vaginismo, acompañada
muchas veces de una disfunción sexual masculina
complementaria (impotencia, eyaculación precoz, fobias
sexuales), es el llamado matrimonio no consumado.
No creo que sea bueno tratar de resolverlo con remedios
caseros, como es el caso de las "pomadas especiales" o
de la xilocaína, ni con cursos de control mental. El
tratamiento del vaginismo es de sencilla resolución con
las modernas Terapias Sexuales, que combinan
intervenciones de tipo psicoterapéutico, incluyendo tareas
a realizar por la mujer, tanto a solas como con su pareja,
y también con suministro de información. En los casos
donde la fobia a la penetración es irreductible con
técnicas psicoterapéuticas es conveniente el uso de
medicación antifóbica y antipánico.
Testimonio del tratamiento de mi vaginismo
Parece mentira que ya hayan pasado cuatro meses
desde que me acerqué al consultorio por primera vez. Yo
estaba convencida que visitaba a un ginecólogo y que por
obra de magia y sólo utilizando tutores iba a poder
resolver mi problema de vaginismo. Grande fue mi
sorpresa cuando me di con un médico psiquiatra y
sexólogo. Recuerdo que me acerqué después de haber
vuelto a pasar por una penetración frustrada, ya hacía
tiempo que venía pensando en pedir ayuda a un
profesional y fue ese el momento que tome valor para
hablar sobre mi problema.
Al principio me costaba mucho realizar algunos ejercicios
como observar mis genitales, me impresionaban, sentía
que me bajaba la presión, sentía realmente que me
desmayaba. También presentaba resistencia con el
ejercicio de introducir mi falange en la vagina, ahí creí
que nunca podría hacerlo. Grande fue mi alegría cuando
no habiendo podido introducir la falange y estando ya en
fecha de mi período, el doctor me sugirió en introducir un
tampón y lo logré. No lo podía creer y esto me dio
esperanza de que estaba en camino de superar mi
problema.
Mi desfloración no fue inmediata, costó. Vino una persona
a visitarme y lo intenté con él, si bien sangré no logró
desflorarme del todo. También gracias al tratamiento
pude visitar a una ginecóloga, realizarme los estudios sin
ningún tipo de problemas (el PAP y la colposcopía y una
ecografía transvaginal).
Al mes tuve otro intento con otra persona y logré lo que
tanto deseaba, también costó pero al final pudo
penetrarme. Si bien estas personas estaban interesadas
en el orgasmo, yo les aclaraba que para mí lo más
importante era la penetración, después de lograr eso
podría pensar y poner mí energía en el orgasmo.
Sé que estoy distinta, que soy otra a la que visitó el
consultorio hace cuatro meses por primera vez. En este
momento me siento MUJER, si bien siempre me sentí así
era como una niña, puedo ahora sentirme una mujer con
todas las letras. Viví durante muchos años esto que me
pasaba con mucha angustia y en soledad. Me sentía como
un bicho raro y no lo podía hablar con nadie.
De entrada confié en el doctor, puse toda mi confianza en
él y toda mi voluntad en realizar los ejercicios que me
mandaba a hacer. Siempre me sentí comprendida y
contenida. Una vez sí sentí que lo odiaba, cuando me
mandó a dibujar mis genitales en mi casa. Lo mismo
cuando me sugirió que comprara Magnus (un gel íntimo),
me costó pedirlo en la farmacia, me daba vergüenza.
Le estoy muy agradecida, siento que a través de esta
terapia me permití crecer en aspectos que me había
reprimido muchos años. No sé si soy otra como me referí
en unos párrafos anteriores pero yo me siento mejor, por
lo menos superé el vaginismo. Puedo ahora relacionarme
con los hombres sin temor a volver a pasar por esa
situación. Sé que puedo ahora entregarme, que puedo
disfrutar de mi cuerpo y eso me parece maravilloso. No
tengo palabras de agradecimiento para el doctor Adrián
Sapetti, él sabe que soy sincera en esto que digo, él sabe
cuanto me costó este tratamiento y conoce mi historia.
Espero que muchas mujeres jóvenes que pasan por esto
o cualquier tipo de disfunción no dejen pasar tanto
tiempo como lo dejé pasar yo, que no teman en hablar,
en pedir ayuda.
Capítulo 7: La astenia sexual

¿Una enfermedad o un problema de relación?


Al final de la década de los 50, la publicación del
trabajo de los autores norteamericanos William H.
Masters y Virginia E. Johnson modificó profundamente las
bases teóricas de la sexología clínica. No es tanto el éxito
de los medios de un primer quiebre de los tabúes
tradicionales en el rápidamente cambiante contexto
geopolítico de la post-guerra que puede apreciarse hoy,
sino más bien la innovación de estos autores al sugerir
una nueva definición de las disfunciones sexuales.
La interrogación de “los sabios y expertos” sobre la
sexualidad de los hombres, es tal vez una historia tan
vieja como la humanidad; pero el punto decisivo durante
los últimos 50 años en nuestra evaluación de fracasos
declarados de la vida privada está en considerar a la
mayoría de ellos como trastornos interpersonales de la
comunicación. El concepto de “enfermedad conyugal”, de
disfunción de la pareja y de relaciones perturbadas,
reforzado por el marco de la imaginación y de las
emociones individuales, ha transformado profundamente
la nomenclatura de la sexología.

Esforzarse por una sexología más humana y menos


“anatómica”
La globalización de los conocimientos ha sido
beneficiosa para la revisión de preconceptos, ya que la
creciente familiaridad con las diferentes culturas es tal
que ya no se puede seguir subestimando las
interacciones que vinculan a los varones y a las mujeres
con su patrimonio familiar, sus creencias, su rango social
y su situación económica. El nuevo enfoque de los
problemas debidos a las adversidades de la sexualidad es
por lo tanto un enfoque global complejo, que une bajo
una misma entidad causal subjetiva los parámetros
psicológicos, la biografía sexual de la pareja, las posibles
evaluaciones clínicas individuales, la evaluación del
contexto socio-profesional del grupo familiar, las
condiciones de vida, los recursos educativos de los hijos,
la subordinación a creencias religiosas y, naturalmente, la
calidad de los lazos de amor que aseguran la autenticidad
de un futuro compartido para el cambio y la
reconciliación.
La medicina occidental en el pasado ha perpetuado
una concepción minimalista de la sexualidad, relegada a
su función procreadora y centrada en el estado anatómico
de los órganos sexuales o, por el contrario, una
concepción inmersa en el insondable océano del subjetivo
“inconsciente”. En realidad, el ser humano forma un todo,
único e inmerso en su entorno. Lo que nosotros llamamos
“sexualidad” es, por lo tanto, un conjunto de perfiles del
comportamiento con un propósito sensual, una función
biológica y un modo de expresión de los impulsos
afectivos, es decir, una trilogía (Figura 1).

Gráfico: La trilogía de la sexualidad


Función biológica
(Procreación)

Propósito Sensual Expresión de impulsos afectivos


(orgasmo) (amor)

En pocas palabras:
o En todos los idiomas del mundo, el concepto de la
sexualidad abarca muchas manifestaciones y entidades
culturales diferentes. Esto refleja la extrema complejidad
de este acto, que claramente domina el destino de la
humanidad
o Este esfuerzo terapéutico de los profesionales de la
salud ya no se debe limitar meramente a los aspectos
clínicos de las insuficiencias de la sexualidad.
o Dos principios pueden remodelar los protocolos
terapéuticos:
_ un “principio de duda”, que considera que el estado
actual de nuestros conocimientos sobre la función sexual
es demasiado limitado e incompleto para tener una
actitud dogmática; y
_ un “principio genealógico” que amplía la exploración
diagnóstica y el tratamiento para sondear en la vida
privada en términos de función biológica y aspecto
familiar, socio-profesional, erótica y espiritual.

La fatiga sexual en el centro del debate teórico:


¿Puede la fatiga interferir con el acto sexual o la función
erógena?
Fuera de las evidentes fallas médicas y
quirúrgicas, las deficiencias erectivas funcionales ilustran
perfectamente la confrontación entre los dos conceptos
etiopatogénicos. El punto de vista de los andrólogos y
urólogos suele limitarse al pene, el cual experimenta la
mayoría de las investigaciones farmacológicas y se ofrece
los beneficios de las últimas innovaciones a través de las
inyecciones intracavernosas, o de los fármacos tomados
por boca (sildenafil, apomorfina), como si el pene solo
soportara la carga de los fracasos y de los éxitos de la
función sexual masculina. En forma opuesta, un enfoque
global extiende esta evaluación clínica de rutina a una
evaluación subjetiva de la función erótica. El pene no está
solo en el gobierno de su destino. La erección está sujeta
al influjo de las emociones, al impacto de las inhibiciones
y a las restricciones de vida. Las vicisitudes de la
sexualidad femenina la cual sigue inspirando pocas
iniciativas curativas debido a la falta de conocimientos
científicos convenientes, surgen de la misma
generalización de sus mecanismos patogénicos. La
excitabilidad de las “zonas erógenas” debe con seguridad
ser la clave de la sexualidad. La inteligencia del ser
humano garantiza sin lugar a dudas el embellecimiento
estético, simbólico y ético, pero también aumenta su
vulnerabilidad frente al deterioro de los sentimientos, a la
violencia, al debilitamiento del deseo, al hastío, frente al
envejecimiento corporal y la fatiga. Resulta fundamental
recordar que el ser humano es el único primate dotado de
“doble sexualidad”: una que obedece ciegamente a los
rudimentos biológicos de la procreación y la otra,
tendiente a liberarse de ellos dando curso al deseo, al
erotismo, los ritos, los tabúes y el arte, pero también la
violencia y el rechazo.

La fatiga sexual ¿es un síntoma individual o un


signo de la pareja?
A fin de ilustrar “nouvelle vague” de la sexología
francesa, hay que volver a la queja más frecuentemente
encontrada: la fatiga sexual durante la “andropausia” o la
impotencia funcional después de los 50 años de edad.
Como todo el mundo sabe, su investigación y la
disponibilidad de tratamientos frecuentemente exitosos
ha progresado enormemente en menos de 20 años. La
“autosatisfacción” de los urólogos es especialmente
polémica, ya que la evaluación de los protocolos se limita
al recuento de las erecciones más que a la del
restablecimiento de la calidad de su uso según el parecer
de la pareja. Hay hallazgos sobre los efectos iatrogénicos
de las inyecciones intracavernosas de sustancias
vasoactivas. Su eficacia es espectacular. Esta sexualidad
masculina médicamente ayudada levanta repentinamente
la pregunta anteriormente no planteada de la
aceptabilidad de la recuperación. En el contexto de un
desacuerdo matrimonial severo, por ejemplo, cuando la
pareja no ha jugado ningún papel en la decisión
terapéutica, la exposición inoportuna, inesperada y súbita
de un pene vertical debido al efecto de una inyección en
los cuerpos cavernosos un cuarto de hora antes puede
ser saludada con una carcajada irónica. La ilusión de un
restablecimiento mágico de la sexualidad ya severamente
alterada se desintegra rápidamente en un clima de
vergüenza y de rechazo mutuos, que dejan cicatrices
profundas. Una burla igual de profunda también existe
con respecto a las mujeres que expresan un deseo
exagerado por el cambio, la cual muestra más confianza
sobre su sexualidad para lograrlo, frente a una pareja
distante o indiferente. La violenta confrontación frente el
éxito terapéutico y el daño que éste ocasiona delinea
como consecuencia un síndrome todavía poco reconocido.
El resultado es una reconciliación imposible y también
una lasitud recíproca de sentirse desesperadamente inútil
y mal interpretado. Si uno de los protagonistas de la
pareja consulta solo, la aprensión respecto a su fatiga
sexual puede simular una “fase con dificultades”, sin
una alteración general de la salud ni signos de depresión.
Sin embargo, las apariencias pueden ser engañosas y
ocultar secretos, los cuales son muy difíciles de admitir
debido a que deben ser enfrentados diariamente.

En pocas palabras:
o Contrariamente a las nociones preconcebidas de la
sexología clínica, el tratamiento activo que sólo tiende a
la recuperación funcional tiene un riesgo nocivo
insospechado.
o Los deseos eróticos, las necesidades afectivas, las
peleas perdurables dentro de las parejas y los “secretos
de familia” que los sostienen deben todos ser evaluados
tan cuidadosamente como lo son los factores de riesgo
puramente fisiológicos.
o Por ejemplo, las prescripciones que restablecen in vivo
el lánguido desempeño eréctil de los casados de 50 años
de edad, sin el conocimiento de su pareja, tiene un
potencial iatrogénico considerable, de allí la importancia
de incluir a la compañera en el tratamiento sexológico.
o Debido a que falsifica la noción de recuperación, el
tratamiento farmacológico revive hostilidades y reaviva
rivalidades matrimoniales: el rechazo violento de esta
“erección sin amor”, expuesto sin el consentimiento
mutuo, puede tomar la forma de la ofensa más
inesperada y a veces incluso de una risa compasiva o
irónica.

La fatiga cuestiona la noción de la calidad de la


sexual.
Resulta difícil medir la intensidad de los afectos
indeseables del entorno en las causas de la fatiga sexual.
Sin embargo, el mero hecho de sospechar su implicación
y explorarla cuando se realiza una historia clínica es un
avance metodológico en sí. Comprender que una
deficiencia sexual es tanto una disfunción subjetiva como
un indicador de la “división social” prueba nuestros
hábitos de pensar en la práctica cotidiana y también
refleja la complejidad de los motivos de las reacciones
individuales frente al estrés, la inseguridad, la
incapacidad de hacer frente. Como lo sugiere el dicho
popular, es importante recordar que “no hay que
confundir el árbol con el bosque” cuando se juzga la
fatiga sexual. En la práctica, la evaluación diagnóstica
sigue dos líneas separadas. En la fatiga psicosomática
relacionada con la sexualidad, existen evidentes
desequilibrios en el estilo de vida (mal estado general,
condiciones de vida precarias, exclusión social) mientras
que en los otros casos, con pacientes en buen estado
general, al resguardo de las turbulencias económicas y de
las desventuras familiares, la tendencia natural del
médico será de prestar atención a los aspectos sutiles y
anecdóticos de la queja. Esa es una equivocación: la
calidad de vida pude ser sólo aparente y el éxito puede
ocultar mucho sufrimiento mental. Una búsqueda muy
agotadora, que no se puede resumir únicamente por una
lista de síntomas.

Prescribir un neurotónico de primera línea contra la


fatiga
Ante la ausencia de certezas científicas, no hay
otra forma de comprender y de ayudar a los pacientes
que se quejan de fatiga sexual que a través de una
exploración desde todos los ángulos de su historia:
escuchar todo, indagar todo, aunque nunca demostrando
querer saber cualquier cosa que pueda lastimar el pudor.
Esta descripción podría acompañarse de un paso
preventivo: la prescripción de un neurotónico contra la
fatiga. Una medicina reparadora precoz, sumada a un
diálogo de consolidación con el facultativo proporcionan
recursos de “auto defensa” que son física y mentalmente
beneficiosos, acortarán la recuperación y, por lo tanto, la
reconciliación matrimonial, el ajuste de la relación, la
reanudación de las actividades sociales.

Conclusiones:
o En la práctica, las quejas respecto a una fatiga sexual
son difíciles de evaluar y de tratar ya que hacen surgir
preguntas tabúes por parte de los profesionales y de los
pacientes por igual.
o Estos problemas están relacionados con la naturaleza
a menudo decepcionante de las consultas y se
acompañan de una dificultad habitualmente
insospechada: el fracaso sexual nunca es una falla
funcional aislada, sino más bien revela o procede una
serie de amenazas que atentan contra la familia, el placer
y el trabajo.
o El inicio del tratamiento contra la fatiga es por lo tanto
un requisito importante e inmediato, incluso cuando
todos los argumentos diagnósticos no se encuentran aún
al alcance.
o Tal apresuramiento debe ser la excepción en la
práctica médica, pero responde a la urgente necesidad de
restablecer los mecanismos de defensa del organismo y
la motivación de los pacientes, de manera tal de romper
el “círculo vicioso” de la fatiga que inhibe su felicidad.

Lecturas adicionales:

 Masters WH, Johnson VE.: Human Sexual Inadequacy. Boston. Little,


Brown and Company; 1970.
 Sapetti A.: El sexo y el varón de hoy. Bs. As. Editorial Emecé; 2001
 Sapetti A.: Los senderos masculinos del placer. Editorial Galerna;
2006
Capítulo 8:. Deseo sexual inhibido

¿A qué se llama disfunción del deseo?


A la alteración en la etapa del deseo, que es
anterior a la de excitación (erección en el varón,
lubricación en la mujer), también se la conoce como DSI.
El DSI es un término de reciente cuño, su sigla alude a
una disfunción ya estudiada por la Sexología: el deseo
sexual inhibido. La pérdida pasajera del interés por el
sexo responde a diversas causas, que pueden ir desde un
estrés laboral hasta un conflicto de pareja. No siempre la
persona disfuncional es consciente del origen de su
problema. Un duelo no elaborado, el resabio de una
educación represora, la crisis de la mediana edad de la
vida, fracasos económicos o amorosos, pueden inhibir su
respuesta sexual.

¿Es característico de las mujeres?


El DSI hace que las evasivas a la hora del sexo,
antes atribuidas sólo a las mujeres, también se hagan
presentes en los varones. Si ellas adscriben a la frase
"hoy no querido, me duele la cabeza"; ellos prefieren la
excusa del cansancio o las preocupaciones para no hacer
frente al problema. Los tiempos difíciles que se viven
también influyen sobre la predisposición erótica del
varón. Las zozobras económicas o el temor a perder el
trabajo lo hacen vulnerable a la disminución del deseo.
Las ansias de éxito y poder económico, que también
caracterizan nuestra época, pueden llevar a que los
individuos eroticen más su ascenso social que la actividad
sexual.
Cuando usamos la sigla DSI, estamos siguiendo
una moda actual que presenta ciertas patologías de
manera abreviada (TOC= trastorno obsesivo compulsivo,
SIDA = síndrome de inmunodeficiencia adquirida, PD=
desorden de pánico, ACV= accidente cerebrovascular).
Pero el deseo sexual inhibido no es una característica de
nuestros tiempos, sino que ahora, como muchos otros
temas de la sexualidad, ha sido estudiada y catalogada
de manera sistemática y puntual.
La respuesta sexual puede ser dividida, con fines
prácticos, en cuatro fases:
1. deseo,
2. excitación,
3. orgasmo,
4. resolución.
La primera es previa al contacto en sí; se trata de un
apetito o impulso producido por la activación de centros
cerebrales que son específicos para tal fin y que se
conectan con otras zonas de la corteza cerebral;
normalmente, ante un estímulo adecuado y no habiendo
interferencias o inhibiciones, ponen en marcha la
respuesta sexual. De una manera simple podríamos
definirla como un "tener ganas" de iniciar un contacto
corporal erótico.

¿Cuáles son algunas de las causas frecuentes de


disfunción del deseo?
Si bien hay que pensar muchas veces en términos
de multicausalidad o -como decía Freud- de
sobredeterminación causal, mencionaremos algunas de
las más corrientes:
o Los cuadros depresivos acarrean abulia y apatía,
dejando de lado aspectos de la vida que antes eran
importantes, y el Eros es una de las principales víctimas.
o Las disputas conyugales continuas y permanentes, las
frustraciones repetidas por impotencia, eyaculación
precoz o el haber fingido los orgasmos durante años, van
llevando a la baja del deseo como una manera de evitar
el fracaso.
o También disminuyen el deseo los conflictos neuróticos
con relación al placer y al éxito ("los que fracasan con el
éxito", decía Freud).
o Los problemas derivados de una educación restrictiva
donde el goce era pecado y digno del peor castigo.
o Situaciones de vida relacionadas con pérdidas
laborales, familiares, amorosas, económicas, pueden
llevar a la disminución de la libido.
o El problema del alcoholismo, sin lugar a dudas, crea
un permanente clima de malestar en el bebedor y su
pareja, provocando episodios de celos, impotencia y
agresiones; por supuesto que en este ambiente
perturbado el deseo sucumbe.
o En mujeres y varones que han sido intervenidos
quirúrgicamente puede darse una vivencia castratoria o
mutilante de la operación (de mama, útero, ovarios,
próstata, ligadura de trompas, incluso la cirugía del
frenillo), a consecuencia de lo cual se instaura un
sentimiento de desvalorización, que termina en una
marcada depresión del humor y del deseo erótico. Las
cirugías cardíacas, a veces, suelen dejar una temor
residual, aunque desde el punto de vista funcional el
paciente esté mejor que antes de la operación; cuando
persisten fantasías de muerte pueden evitar hacer el
amor. Es posible que si alguien vivió la colocación de un
DIU en forma conflictiva haya visto disminuir su deseo,
pero no es lo habitual.
o Muchos psicofármacos pueden producir, como evento
adverso, disfunciones sexuales; tanto como otros pueden
mejorar los cuadros depresivos, fóbicos, obsesivos y
psicóticos y, de esta manera, hacer revivir el erotismo.
o Las llamadas crisis vitales pueden acarrear
disminución del deseo, aunque muchas de ellas puedan
ser vistas objetivamente como logros: irse de la casa de
los padres, jubilación, cumpleaños (los 40, los 50),
casamiento, embarazo, post-parto, el nacimiento de los
hijos.
o Todo descenso hormonal suele tener impacto en la
esfera sexual: la etapa del deseo está influenciada por la
testosterona que es la hormona del deseo, en los dos
sexos. Esta hormona es producida en los testículos y en
las suprarrenales en el varón y en la mujer sólo en estas
últimas. El hipotiroidismo (menor producción de
hormonas por la tiroides) o el aumento de la prolactina
(hormona de la hipófisis) también pueden deprimir el
deseo. No hay que olvidar que el sistema glandular está
íntimamente relacionado con el sistema nervioso central,
por lo cual toda alteración emocional puede hacer
impacto en el llamado eje hipotalámico-hipofisario donde
se maneja y regula la producción hormonal.
o Hay medicamentos que deprimen la libido y la
capacidad erectiva u orgásmica: la lista es bastante
extensa, pero sólo mencionaremos algunos (además de
los "remedios para los nervios"): los fibratos (usados
para bajar el colesterol), los betabloqueantes y
antihipertensivos, la sulpirida y la cimetidina (de empleo
en afecciones gastroduodenales), los diuréticos, los
antiandrogénicos (de uso en problemas prostáticos y
ahora -lo que me da una cierta preocupación- propuestos
para tratar la calvicie).
o El consumo abusivo, crónico y permanente de tóxicos,
drogas y cigarrillos van minando la salud y,
frecuentemente, ocasionan trastornos erectivos y
orgásmicos o DSI.

¿La crisis económica trae disminución del deseo


sexual?
Me preguntan, muy a menudo, si la crisis
económica afecta la respuesta sexual de quienes la
padecen, ya sea porque están desocupados o, en su
defecto, porque deben dedicar más horas a su trabajo.
Sin lugar a dudas, un individuo exigido, angustiado o
deprimido por la incertidumbre e inseguridad
socioeconómica, puede ver afectado su erotismo. Si bien
no estoy en condiciones de asegurar que, en la
actualidad, existan más individuos con disminución del
deseo sexual, una simple deducción podría llevar a esa
conclusión.
De todos modos, la experiencia en el consultorio me ha
permitido observar que el fantasma del desempleo afecta
doblemente a los varones. Por un lado lo sufre quien está
desempleado y, por otro, quien tiene trabajo pero teme
perderlo. En este último caso suelen aceptarse
condiciones que, en otros momentos, hubieran sido
inaceptables, como la rebaja arbitraria del sueldo o el
aumento de su jornada laboral y todo tipo de recortes en
los derechos. Esto llevaría a la pérdida de la autoestima y
a un derrumbe progresivo de la libido.
En el extremo opuesto vemos a quienes el trabajo
les demanda una dedicación absoluta, algunos
denominaron a estos como workalcoholic, verdaderos
adictos al trabajo. En algunos de estos casos, los
individuos erotizan otros aspectos de su vida: se libidiniza
la profesión, el éxito, la imagen empresarial o
profesional, la posesión de dinero, y se relega o relativiza
el plano amoroso. El homo faber ha triunfado sobre el
dios Eros.
Más allá de los casos particulares, existe en la sociedad
una tendencia a valorizar los aspectos materiales y
externos, antes que aquellos que podrían suponerse
primarios o esenciales: quizás lo fálico de un varón no
esté tanto en su genitalidad como en el poder que posee,
ya sea económico o político y en el ostentar un coche, un
yate o una mansión. Una posición encumbrada subyuga
más que el compromiso afectivo y la entrega amorosa,
aspectos que llegan a verse como una cierta pérdida de
tiempo.
Podríamos hablar entonces de un erotismo del
éxito. Orson Welles, en su memorable película “El
ciudadano”, nos muestra que si alguien se decide a
alcanzar el éxito y el poder como única meta, podría
lograrlo. Pero nada debería desviar su atención de ese
propósito excluyente, llámense amistades, familia,
afectos, ideales y ciertos parámetros éticos; dentro de
esta lista el amor es un elemento más a dejar de lado.
En un tratado sobre la depresión, el psiquiatra español
Castilla del Pino, señala algo bastante ilustrativo: "es
común que un individuo se suicide por la pérdida de su
empresa, por la ruina económica, pero no es tan común
que se quite la vida por la pérdida de un hijo".
¿La rutina matrimonial incide en el DSI?
En muchos casos la convivencia puede enfriar el
deseo sexual: la rutina, la chatura, el hastío, los
conflictos conyugales pueden llevar a una inhibición del
deseo sexual. Se puede seguir amando a la persona pero
no verla ya como objeto de deseo. Muchos cónyuges
mantienen relaciones sexuales sólo para cumplir con sus
deberes maritales, pero no las desean ni las disfrutan.
Pero no es una ley, como afirman algunos, que siempre
se pierda la atracción sexual dentro del matrimonio: hay
parejas que, sorteando las distintas crisis, han sabido
mantener a flote su intimidad y siguen gozando a través
de los años.

¿La impotencia no esconde una pérdida del deseo?


Es común detectar un DSI encubierto en cuadros
de impotencia, vale decir que el varón no tiene una
buena erección porque, en realidad, no logra excitarse.
Consultan por una disfunción erectiva pero esto es
secundario a una ausencia de ganas. Saber diferenciarlas
es importante porque la orientación terapéutica variará
según sea una fase u otra la que esté alterada.
Antes, la falta de deseo se asociaba a las mujeres que
evitaban los encuentros, por tener dificultades en
excitarse o en lograr el orgasmo. En la actualidad
también algunos varones ponen excusas cuando son
requeridos por sus esposas; es decir que, ante la falta de
deseo, dan rodeos y no plantean el inconveniente.
Muchos se escudan en el argumento del estrés o del
cansancio laboral para evitar la relación; en cierta forma
puede ser valedero, pero no lo es cuando se utiliza como
pantalla para encubrir otro tipo de problemática.

¿Hay elementos psicológicos que caracterizen al


varón con DSI?
Respecto al DSI en los varones es bueno señalar
que también puede deberse a:
o Fobias que se manifiestan en un aparente no siento
interés, pero que esconden miedos: a la mujer, a la
penetración, a ser atrapado, a enamorarse y perder la
libertad.
o Ahora vemos con frecuencia los llamados ataques o
desórdenes de pánico: crean una sensación tan
angustiante, opresiva y restrictiva que pueden anular
totalmente la vida erótica. Si bien son cuadros severos
que se viven con dramatismo tienen buena resolución con
los tratamientos combinados de psicofármacos y
psicoterapia.
o Represión debida a una educación sexual cerrada, o a
conceptos religiosos muy arraigados en la infancia, donde
imperaban la culpa y el castigo por el pecado de ser
sexuados.
o Fracasos amorosos, o más concretamente sexuales,
también pueden inhibir el deseo.
o Las personalidades obsesivas o el llamado TOC
(trastorno obsesivo compulsivo) pueden llegar a bloquear
o anular casi totalmente su vida erótica.
o El miedo a fracasar durante el acto, ya sea por
eyacular precozmente o por no poder conformar a una
pareja muy exigente, puede llevar al varón a decir no
tengo ganas, en vez de decir tengo miedo.
Obviamente muchas estas situaciones las vemos
con mucha frecuencia en mujeres.

¿Cómo inciden las pérdidas afectivas?


Una situación de viudez o duelo por una pérdida
puede llevar a un cuadro de DSI; he visto muchos casos
donde una situación de duelo anulaba sexualmente a la
persona, incluso sin que ella tomara conciencia del
origen. No me refiero sólo a la pérdida de una pareja: la
muerte de un hijo, de un amigo o de los padres, pueden
inhibir el deseo. Como señalaba más arriba, muchas de
estas personas no lo asocian con el dolor de la pérdida.
Consultan por su disfunción, hablan de la muerte de su
pariente o pareja, pero dicen que no sienten ni creen que
su problema se relacione con la pena que le causó la
partida del ser querido o la ruptura de un vínculo.
Asistí a un paciente que recientemente había
perdido al padre, pero estaba paralizado por el temor de
no lograr la erección y esto era lo que más le
preocupaba, no asociaba esa pérdida irreparable como el
nudo de su drama sino que la impotencia era su mayor
preocupación.
Una paciente me consultó por una obsesión de
estar infectada de HIV, en un contacto en que, por las
características del mismo, era altamente improbable que
se hubiera realizado el contagio. Había abandonado sus
tareas habituales, sus estudios, sus amigas, y había
dejado de tener relaciones con su novio por el pánico al
SIDA. Su deseo sexual se hallaba anulado por completo.
Aun siendo el análisis no reactivo, insistía pertinazmente
con lo mismo, pero en el interrogatorio aparecía que
había muerto su madre un mes antes del supuesto
contagio; no obstante, eso no le importaba tanto como la
culpa que sentía por haberse contagiado de SIDA. Este
hecho aparece como una típica escena encubridora: un
mecanismo de negación para no enfrentar el verdadero
dolor.

¿Cómo se abordan estos casos de inhibición?


El tratamiento de la inhibición del deseo
dependerá de la causa: no merecerá el mismo abordaje
la inhibición sexual por un problema hormonal o aquella
producida por el mal uso de psicofármacos, que la
presente en los cuadros fóbicos, obsesivos o psicóticos
donde, por lo contrario, el psicofármaco racionalmente
indicado será necesario. En la debida a problemas
situacionales o vinculares el tratamiento más utilizado y
efectivo, a veces combinado con ayuda medicamentosa,
consiste en una terapia sexual corta -entre 10 y 15
sesiones-. En algunos casos, bastará con que asista sólo
el varón o la mujer disfuncional pero resulta bastante
habitual, así como provechoso, que se convoque a ambos
integrantes de la pareja.
Hablar de inhibición del deseo y no de pérdida nos
sugiere que, en realidad nunca está perdido del todo, sino
que Eros espera resurgir con fuerza -cual Ave Fénix- de
sus propias cenizas.
Capítulo 9: Fobias sexuales y ataques de pánico

Podríamos decir que una fobia es un miedo


desmesurado a un ataque que no va a venir.
Hay fobias específicas (a las alturas, a los espacios
abiertos –agorafobia-, a quedarse encerrado –
claustrofobia-, a los insectos –insectofobia-, a las alturas)
como también existen fobias sociales y sexuales.
El rasgo esencial de una fobia sexual es el temor
persistente e irracional asociado al deseo compulsivo de
evitar sensaciones o experiencias sexuales, con la
característica que el individuo reconoce este miedo como
irracional o excesivo. Estos pacientes fóbicos pueden
llegar a evitar por completo el sexo, o su evitación y
ansiedad la restringen a determinadas facetas de la
sexualidad: a los genitales, a las secreciones y olores
genitales, a penetrar o ser penetrada, al orgasmo, a que
sean vistos desnudos, al beso profundo, a la
masturbación, al embarazo, al sexo oral genital. Hay
pacientes que su aversión al sexo los lleva a mantenerse
vírgenes durante toda la vida, no se casan y se
convierten en individuos con verdaderas fobias sociales.
En los casos en que el síntoma fóbico en sentido
amplio, sexual o no sexual, aparece con claridad -fobia a
la penetración, claustrofobia o agorafobia- el diagnóstico
es relativamente claro, pero no lo es tanto en el llamado
carácter fóbico, donde lo que se detecta es una forma
estable de comportamiento, con una manera automática
de regulación de la angustia, con un conjunto de rasgos
que lo caracterizan, pero sin la presencia de verdaderos
síntomas. Lo podríamos definir por un permanente estado
de alerta y exploración del medio ambiente, ya que para
el fóbico la relación con el otro pierde su neutralidad para
convertirse en la posibilidad de un peligro inminente y
próximo. Un rasgo típico es su tendencia hacia la huida
(de las parejas, de la relación sexual, de su vocación, de
la vagina o el pene, del tratamiento). Aunque también
observamos como mecanismo contrafóbico una "huida
hacia adelante", donde para vencer la fobia arremete
contra su dificultad; es el paciente que viene a la consulta
y nos dice: "vuelvo a estudiar y apruebo todas las
materias en un año" o "a partir de hoy cambio mi vida:
con el primer muchacho que salga me acuesto", o "esta
vez es la definitiva, conocí una mujer en el trabajo y en
un mes me caso"; aunque después, como el personaje de
una obra de Gogol, salte despavorido por la ventana
mientras la novia se prueba el vestido en la habitación
contigua. El paciente fóbico, dada sus características de
ser alguien que "está siempre por irse", en viaje
permanente, nos plantea algunas dificultades particulares
que muchas veces no llegan a evidenciarse debido a un
aspecto nuclear en el curso del tratamiento: la frecuente
deserción. La fobia se nos presenta como una estructura
defensiva construida sobre una serie de evitaciones,
prohibiciones y precauciones ante determinados objetos o
situaciones cuya proximidad despiertan angustia.
Recordemos que el paciente se mantiene, gracias o a
pesar de, a través de las defensas, en un cierto estado de
equilibrio y recurre a la consulta cuando ve que los
demás se casan y él no, cuando su pareja amenaza con
dejarlo o hay ciertas presiones sociales y, por supuesto,
por disfunciones sexuales. Este aspecto nuclear
deberíamos tenerlo presente ya que el fóbico desea y
teme al mismo tiempo, se asoma y huye, desea curarse
pero teme que eso mismo ocurra, anhela la penetración o
el orgasmo pero siente miedo ante lo que pueda pasarle.
Creo que uno de los posibles detonantes de
deserción podría ser el furor curandi por parte de los
terapeutas y un dejarse apurar por "el enorme deseo de
curarse" que los fóbicos anuncian casi sistemáticamente
en el comienzo de toda terapia. Una paciente mía,
durante la primera entrevista psicoterapéutica, me
planteó que deseaba concurrir cuatro veces por semana.
Yo le contesté: "con dos sería suficiente". Luego
confesaría que el mismo día que pidió la entrevista
conmigo lo había hecho con otra terapeuta, para
decidirse por el que "mejor lo comprendiera". Un aspecto
dramático de los trastornos de ansiedad vinculados a las
fobias son los llamados "ataques de pánico" que son
vividos con gran carga de angustia y con enorme
repercusión en el cuerpo. Aquejan al 1,6% de los adultos,
con mayor frecuencia a las mujeres y se presentan con
alguna de estas características : palpitaciones, dolores en
el pecho, falta de aire o ahogo, mareos o vértigos,
escalofríos o sofocos, náuseas, hormigueos en los
miembros o transpiración, sensación de terror o de
irrealidad, miedo a volverse loco o al descontrol, temor a
la muerte.
Una manera de pensar el tratamiento de un
paciente con características fóbicas sería pensarlo en
etapas. Cada una de ellas presentará distintas
dificultades y posibilitará determinadas intervenciones y
no otras, en la medida que la capacidad de tolerar la
angustia lo vaya permitiendo. Una etapa fundamental de
todo tratamiento, sea psicoterapéutico o sexológico, sería
el de crear una alianza de trabajo. En esta etapa de
creación del vínculo terapéutico el fóbico nos irá
probando para ver si somos amenazantes para su
mundo, si seremos confiables. En este sentido, siempre
nos someterá a una prueba, no dejará nada por escrutar:
el encuadre, las condiciones del contrato, la personalidad
y hasta el sexo del terapeuta. Es un paciente que viene
pero no sabe si podrá seguir, no sabe si tendrá horas
libres o dinero para pagar las sesiones o, más
marcadamente, no sabe "si se tiene que tratar" porque a
lo mejor la solución está "en otro tipo de tratamiento"
(psicoanálisis, psicofármacos, cirugía, inyecciones
hormonales, el urólogo, el ginecólogo, la curandera o los
chamanes).
Uno de los casos donde se visualiza una fobia
compartida por la pareja es en el llamado matrimonio no
consumado. Esta disfunción se caracteriza porque la
pareja, conviviente o no, luego de un cierto tiempo que
ha sido fijado arbitrariamente en seis meses, no ha
podido practicar el coito con penetración vaginal. Algunos
prefieren hablar de parejas no consumadas puesto que se
puede dar en novios o concubinos. A veces es uno de los
dos miembros el que aparenta estar “enfermo”, otras
veces son ambos. Él puede tener dificultades en la
erección o ella padecer vaginismo. Ella puede tener una
verdadera fobia a ser penetrada y él ser un eyaculador
precoz que eyacula antes de penetrar. O ambos padecer
un deseo sexual inhibido o hipoactivo, con baja libido.
Los trastornos pueden alternarse en el tiempo o
ser concomitantes, pero siempre se mantienen de a dos.
Por ejemplo: cuando ella quiere, él no logra la erección;
cuando él la logra, ella presenta una contracción de los
músculos de la vagina; si ella pudo relajarse y vencer la
fobia, él presenta una eyaculación ante portas (antes de
la penetración vaginal). El miedo los invade: a la
maternidad o paternidad, al embarazo, a ser desgarrada
o lastimada, a sufrir, a dañar o ser dañado en los
genitales (claras fantasías castratorias), incluso se
detectan fantasías de caer en la prostitución. No se pude
hablar de causas en general ya que se ve cada caso de la
pareja en particular pero hay factores psicológicos o
psiquiátricos, familiares, educacionales, religiosos y del
vínculo en sí mismo. Por supuesto puede haber factores
orgánicos en algunas impotencias o en las llamadas
dispareunias (coito doloroso) que no se pueden dejar sin
resolver. Muchas veces detectamos abusos sexuales en la
infancia y antecedentes de violaciones.
El matrimonio no consumado es cada día más
frecuente en la consulta sexológica, no porque antes no
existiera sino porque ahora, gracias a la mayor difusión e
información sobre temas de sexualidad, la gente se
anima a sacar a la luz sus problemas. Debemos aclarar
que este sistema de interacción de la pareja se mantiene
entre ambos y no porque uno de los dos sea el “malo de
la película” o el “culpable”; quizás les cabe lo que decía
Sartre: "semivíctimas y semicómplices”. Uno de los
desencadenantes del pedido de ayuda, que pueden
motorizar los cambios, suele ser el deseo de tener hijos o
cuando alguno de los dos cónyuges amenaza con
separarse (es causa de anulación civil y religiosa del
matrimonio) o simplemente porque ambos, o uno de
ellos, sienten que esa relación no puede seguir así.
Contra lo que podría pensarse, muchas de estas parejas
tienen todo tipo de juegos sexuales, con orgasmos
incluidos; lo que no pueden es realizar la penetración
vaginal: allí está jugada la escena temida. Incluso he
tratado varios casos donde que ellas habían tenido hijos –
por cesárea- y seguían siendo vírgenes (sus parejas les
habían eyaculado en la puerta de la vagina abierta y
lubricada, sin penetración).
Esta disfunción de la pareja se presenta casi en un
2% de los matrimonios. Recuerdo el caso de una pareja
joven que llevaba 8 años de casados sin poder consumar
la penetración, siendo ambos vírgenes, y esto los cargaba
de una gran ansiedad y depresión. Nunca me olvidaré, un
año después de un exitoso tratamiento, que en la
presentación de uno de mis libros vinieron a saludarme
con el bebé que habían concebido.
No olvidemos que en un mundo de supuestos
triunfadores sexuales (aunque ahora el auge de la droga
sildenafil ha puesto en evidencia la falacia de estos
enunciados) ellos se sienten como verdaderos
fracasados: han tenido que soportar las bromas
correspondientes sobre la luna de miel; la familia y los
amigos les recuerdan siempre la tardanza en la llegada
de los hijos, y tienen que mentir casi todo el tiempo
sobre su condición. He tenido casos de mujeres que no
iban al ginecólogo (incluso jamás se habían hecho un
PAP) o de aquellos que haciendo psicoterapia no se lo
contaban al analista.
Algunos casos serán ilustrativos:
o “Estoy casada desde hace dos años, mi esposo no
tiene erecciones y no soy penetrada, yo me casé para
tener un hijo, ¿qué hago?”
o “Con mi esposa llevamos tres años de matrimonio y
nos queremos mucho, pero todavía no pude penetrarla y
eso nos atormenta a ambos, estoy en tratamiento
psicológico, lo mismo que mi mujer pero no hemos
podido resolverlo, nos sentimos como dos monstruos
enfermos ya que es una situación muy rara”.
o “Cuando mi marido quiere introducir yo siento un
cierto dolor y molestia y lo rechazo, me amenaza de que
si no me curo va a pedir la anulación del matrimonio,
siento que soy un caso patológico pero yo no lo hago a
propósito”.
o “Vivimos juntos con mi pareja pero nunca hemos
podido hacer el coito normal, y aunque no lo crea tengo
una hija de 6 años y sigo siendo virgen, me da dolor con
solo pensar en la penetración, pero ahora me está dando
miedo de que, por no ir al ginecólogo ni hacerme; los
estudios me pase algo grave”.
Hay casos en que la fobia sexual es tan marcada
que a veces les impide tocarse o besarse configurando un
clásico paradigma de complementación disfuncional
manteniendo así el equilibrio durante años; ellos lo
categorizan acertadamente: “somos como dos
hermanitos” (enunciado que puede tener una doble
lectura: el vínculo des-erotizado o el miedo incestuoso
que paraliza). En este sentido creo que la difusión en los
medios, con sus notas de divulgación, logra que estos
pacientes se sientan que no son los únicos, que puede
haber una solución. Ellos piensan que es algo muy grave
y vergonzante y que nunca podrán solucionarlo. El
principal obstáculo, aunque parezca paradójico, es el
miedo al cambio, el miedo al éxito: justamente aquella
escena más deseada es también para ellos la más
temida, la más amenazante.
La realidad nos marca que con las llamadas
terapias sexuales que son terapias focalizadas de la
pareja, de resolución sintomática y cortas (10 a 15
sesiones, incluso el Dr. Gindin tiene amplia experiencia
en tratamientos de una sola jornada prolongada). Hay
parejas a las cuales hemos tratado a distancia con buen
suceso. En algunos casos utilizamos medicación
antifóbica o los nuevos tratamientos para la impotencia
(sildenafil, tadalafilo, vardenafilo) y para la eyaculación
precoz, y se logran resultados francamente notables en
un breve lapso de tiempo.
En los últimos años, la psicofarmacología nos ha
abierto un campo nuevo en el abordaje de los cuadros
fóbicos, los trastornos obsesivos compulsivos y las crisis
de pánico. Mas no siempre será posible, necesario o
conveniente, la articulación de su uso en el curso de una
psicoterapia sexológica. En forma sucinta señalaré‚ que
en ciertos cuadros de eyaculación precoz, fobias a la
penetración, vaginismo (definido como la persistente o
recurrente contracción involuntaria de los músculos
circunvaginales interfiriendo la relación sexual , llegando
a impedir la penetración peneana e inclusive la digital) y
matrimonios no consumados, incluso en parafilias,
debemos medicarlos. En general, lo hacemos en el lapso
de la duración de la terapia y los más utilizados son
algunos tricíclicos (clorimipramina) o inhibidores de
recaptación de la serotonina (fluoxetina, paroxetina,
sertralina) combinados, a veces, con el alprazolán o
clonazepán. Ahora los NaSSA (como la mirtazapina) son
unos nuevos antidepresivos con gran efectividad en este
tipo de trastornos. También contamos con la duloxetina
(de acción dual) y el bupropion. Respecto a la disfunción
eréctil disponemos de un novedoso fármaco, el citrato de
sildenafil que permite mayor rapidez para lograr la
erección, mejor rigidez y más duración de la misma.
Nuestra experiencia clínica nos muestra que la
tumescencia peneana aparece unos 45-60 minutos luego
de una dosis oral única lejos de la ingesta alimentaria (de
25 mg, 50 mg o 100mg) de sildenafil, con resultados
satisfactorios que van de un 65% al 89.6% de los
varones estudiados (tanto en los cuadros psicogénicos
como en los orgánicos) y con leves y escasos efectos
secundarios. La conjunción sinérgica de Terapias
Sexuales y sildenafil (o los nuevos fármacos como el
vardenafilo y el tadalafilo) se muestra como la más
efectiva para la resolución de fobias sexuales del varón
cuando se manifiestan como disfunciones eréctiles. Si
sabemos esperar el paciente sabrá entenderse y
comprender sus propias dificultades (alguien afirmaba
que muchos pacientes se curan si nosotros no hacemos
cosas para impedirlo), nos sabrá guiar a través de sus
desfiladeros, de sus murallas, de los anchos ríos que, a
veces, interpone entre él y nosotros. Así, si no lo
encontramos en cierto espacio, no deberíamos
descorazonarnos; si no está en una parte, busquemos en
otra, seguro que en algún lugar el paciente espera por su
curación.

¿Fobia sexual y social?: Un testimonio femenino


Actualmente estoy atravesando una depresión
leve, he perdido peso y presento insomnio. Mi vida social
ha declinado, evito reunirme con gran número de
personas. Soy esquiva y tiendo a tratar a un reducido
grupo de personas, pienso que muchas veces paso por
mal educada.
A pesar de gustarle a los hombres y recibir múltiples
invitaciones, siempre los rechazo, por cualquier motivo
aunque sea insignificante. Me atraen los hombres, sin
embargo me repugna su olor y el intimar con ellos, por
tal razón no he tenido novio. Cuando en un amigo percibo
que quiere algo más que una amistad o le atraigo de
forma platónica o aun sexual, corto su amistad
lentamente de forma que no se dé cuenta.
Aún persisten en mí sentimientos de culpa, aunque sé
que eso está fuera de mí misma. Me incomodan que me
abracen, no me agrada que me besen, siento repulsión a
la saliva. A los 11 años de edad, en una vereda cercana a
la urbanización donde vivía ocurrió algo -no sé si llamarle
abuso sexual o no, puesto que estoy segura que no hubo
coito, sin embargo fue una situación penosa-: yo me
dirigía a mi casa luego del colegio, ese día iba sola
porque mi amiga se quedó charlando con otros amigos y
amigas, y yo no deseaba llegar tarde a casa. En fin, entré
a esa vereda para recortar camino a mi casa, cuando no
sé de donde salió ese hombre me tomó por el cuello, yo
quería gritar pero no podía. Me levantó hasta que mis
pies no tocaban el piso, no recuerdo más nada, sólo
recuerdo sus ojos, el cabello y cuando pasó su lengua por
mi cuello y mi cara, sentí pánico. No recuerdo más que su
camisa en el suelo. Realmente no sé cómo llegué a mi
casa, no se si corrí o caminé. Sé que cuando llegué actué
como si nada, sentía vergüenza. Nunca se lo dije a nadie,
es la primera vez que esto sale de mí. Pienso que mi
conducta con las personas cambió desde ese momento,
mis amistades de esa etapa las alejé, sólo conservé una
con la que, eventualmente, hablamos. Ahora estoy en la
universidad en la mitad de mi carrera y tengo muy pocas
amistades para el tiempo que llevo en la facultad. Siento
una especie de estrés social, me cuesta el relacionarme
con las personas en general, en especial con los hombres.
Temo que interfiera con el desarrollo de mi vida personal
y profesional.
Con respecto a publicar mi testimonio, si usted lo cree
conveniente y provechoso para otras personas, tiene mi
plena autorización. Gabriela, 21, Colombia, 2003

Nota del Dr. Sapetti: la lectora que ofreció su testimonio


define con claridad cómo, el abuso sexual, con el estrés
postraumático posterior, fue una de las causas –no
siempre la única- de su fobia al sexo y a los contactos
sociales íntimos. Por suerte sabemos que, hoy, estos
problemas tienen solución. Como lectura complementaria
recomendamos los siguientes artículos de
www.sexovida.com:
o Fobias Sexuales,
o Trastorno por estrés postraumático,
o La consulta Sexológica,
o Las Terapias Sexuales,
o Un fantasma temido: la Depresión, El insomnio.

Testimonio. Fobia a la penetración


Mi primer enamoramiento fue a los 7 años de mi
profesor de gimnasia que lo tuve hasta los 15. Su
presencia me llenaba de emoción, no podía dejar de
mirarlo, de escucharlo, me atrapaba su ternura y oír su
voz grave en todos los espacios de la escuela; me
quedaba después de hora sólo por estar más tiempo con
él. Cuando se casó sufrí una gran decepción, fui a la
iglesia y sentí una mezcla de emoción y angustia.
En mi infancia, alrededor de los 8, tuve una
vivencia muy desagradable: mi papá me llevaba a
vacunar y en el tren advertí que un señor tenía su pene
al aire y se lo acariciaba; quería cambiarme de vagón
porque me impresioné mucho pero me daba mucha
vergüenza decirle a papá lo que pasaba, como él nunca
se dio cuenta, tuve un viaje de cuarenta minutos con un
exhibicionista; no sé que me dolió más, si la vacuna o ver
el pene al aire libre; cuando se lo conté a mi mamá se
enojó mucho con papá pero ya todo había pasado.
Con la llegada de la pubertad empecé a imaginar
cómo serían los besos de mi profesor, sus caricias, hacer
el amor con él, cómo sería como esposo o compañero.
Empezaron los enamoramientos ya no tan platónicos y
miraba a los chicos con otros ojos; ir con mis amigas a la
escuela del chico más lindo del barrio para verlo cuando
salía, hacer comentarios de los chicos o coquetearlos.
Esto me costó perder a mi mejor amiga: para su madre,
por mi nuevo comportamiento hacia el sexo opuesto, yo
era una prostituta en potencia. La naturalidad con la que
mis padres tomaron este suceso dio la pauta de que no
estaba tan mal mirar a los varones y hablar de ellos con
mis compañeras. Pero la pérdida de mi amiga hizo que
perdiera el rumbo. Me hice amiga de Carola, que no era
buena influencia, fui una especie de “secretaria”: le
arreglaba las citas, le decía si estaba sexy, si repetía la
ropa para encontrarse con su novio, intervenía para
romper con un noviazgo suyo. Llegó a salir con cinco a la
vez y nunca se enteraron gracias a mi eficiencia y
eficacia; empecé a ser espectadora de noviazgos, besos,
caricias y “franeleos”. Ella, en cambio, me aconsejaba
mal, me vestía mal, ella era una especie de “diva” y yo
“Betty, la fea”.
Un tiempito antes había entrado a la secundaria; en mi
curso estaba una compañera, Isabel, a quien desde
primer grado no le había dirigido palabra. No me quedó
otra que acercarme a ella; las dos éramos muy tímidas y
ante tanta soledad en un colegio nuevo e inmenso
empezamos una amistad conflictiva, con muchos celos de
ella hacia mí. Empecé a notar que las dos teníamos
dificultades para relacionarnos con los hombres, huíamos
a los noviazgos, teníamos muchos temores, nos daba
mucha vergüenza si se nos acercaba un muchacho; pero
todos estos signos eran mucho más fuertes en ella. Años
más tarde me confesó que en su infancia había sido
abusada sexualmente por su padrastro, ahí comprendí
sus problemas en relación al sexo, pero yo a esa edad
(17) aún no tenía registro de los míos; creía que mis
problemas pasaban por la timidez y que en algún
momento se iban a solucionar, no me preocupaba.
Volviendo a los tiempos de la secundaria,
empezaban los bailes y los cumpleaños de 15: siempre
estaba de espectadora, chiquita y flaquita, todavía con
cuerpo de nena, los varones no me miraban como una
mujercita ni me sacaban a bailar, no se acercaban a
hablarme, los veía como inalcanzables, superiores; y me
ponía mal ver cómo mis amigas podían hacer todo lo que
yo no podía o no me animaba a hacer.
Entre los 13 y los 14 empecé a disfrutar de las primeras
caricias a mis genitales hasta lograr el orgasmo
apretando las piernas. Llegaba a tener cuatro o cinco
orgasmos casi seguidos, era una situación muy
placentera y la repetía muy a menudo. A esa edad lo
conocí a Santiago (15), mi primer novio y amigo en la
actualidad; estaba profundamente enamorada, me
gustaban sus besos, su perfume, su físico, era perfecto,
tanto que sentí que no merecía tener un “hombre” así a
mi lado y lo dejé en dos meses, en medio de un mar de
lágrimas. Santiago fue la única persona por la cual lloré y
sufrí por amor y nunca volví a sentir algo tan profundo,
noble y hermoso por un muchacho.
De ahí en más mis noviazgos fueron patéticos y a mis
novios los rotulé de “nabos”; eran feos físicamente y no
valían nada como persona, no duraban más de tres
meses. Cuando me pedían hacer el amor yo lo tomaba
como un insulto, una agresión y, por supuesto, siempre
me negaba. A todo esto se le sumaba mi participación
activa en un grupo de la iglesia, estaba llena de prejuicios
en relación a todo lo que tenía que ver con el sexo:
“prohibido tener relaciones prematrimoniales, no está
bien dejarse tocar las zonas erógenas”. No podía
entender cuando alguna de mis compañeras de curso me
contaba que mantenía relaciones sexuales con su novio,
me parecía algo osado, increíble, ni siquiera me atrevía a
preguntar cómo era ni qué se sentía; y ni hablar cuando
alguna quedaba embarazada, no entraba en mi cabeza
semejante situación. Recuerdo cuando mi mamá me dio
la noticia de que la hija de una prima mía, con la cual
jugábamos tanto en la infancia, estaba embarazada; yo
le pregunté: “¿Romina...y cómo le pasó?”, a lo que mi
mamá me contestó con tono de obviedad: “hizo el amor
con el novio, ¿cómo piensas que se hacen los chicos?”.
A los 20 años conocí a Germán (22), un hermoso e
inteligente estudiante de agronomía; yo estaba también
en la facultad y mi status de universitaria me decía que
tenía que estar a la altura de las circunstancias. Con
Germán volví a sentir el romanticismo, los besos y las
primeras caricias en mis pechos y genitales (ya no estaba
tan aferrada a la religión) que me dieron tanto placer
como miedo, ese miedo paralizante que sumado a la
palabra “casamiento” y a la frase “hagamos el amor” hizo
que lo dejara luego de tres meses.
Luego Santiago se separa de su esposa quien lo
abandona junto a sus tres pequeños hijos. Allí vivencié
sensaciones inesperadas: me sentí madre de los chicos y
esposa cada vez que iba a su casa a darle una mano. Su
hermana empezó a decirme que tendría que haberme
casado con su hermano, que a los niños los tendría que
haber parido yo, y concluyó con una frase muy acertada:
“Dios le da pan al que no tiene dientes”. Es que nunca
pensé que mi capacidad de amar era tan grande y que
tenía un instinto materno que ni la propia madre de los
niños parecía tener. Allí volvió a aflorar mi amor por
Santiago, volví a llorar y a sufrir por amor y aún más
cuando él se fue a vivir con sus hijos a Bariloche. Si bien
él supo que lo amaba, nunca volvió a pasar nada entre
nosotros; pero aparecieron “jueguitos histéricos” en los
cuales nos coqueteamos, nos calentamos con palabras y
actitudes y después arrugamos. En una oportunidad en
que fui a visitarlo y pasé tres días con él y sus hijos,
hicimos una vida de matrimonio sin sexo: paseamos con
los chicos, les hice la comida, los bañé, los vestí, los
acompañé a la cama a la hora de dormir, jugamos los
cuatro, fuimos a misa, hicimos compras. Santiago me
invitó a bailar y pensé que se me daría, bailamos
abrazados, sentí su perfume, su respiración en mi cuello
y el deseo de besarlo apasionadamente me superaba,
pero él no parecía registrar nada, en realidad estoy
convencida de que sí lo registró. Salimos y yo, con una
calentura terrible en el sentido más amplio de la palabra,
cuando me preguntó cómo la había pasado le respondí:
“bien”, él me contestó: “no te creo, pero igual te
agradezco”.
A los 23 años conocí a Tomás (24), yo ya hacía
tiempo que iba a terapia y tenía más en claro cuáles eran
mis dificultades con los hombres, era conciente de que
tenía problemas. Los cuatro años de noviazgo fueron
espléndidos, con Tomás llegó el descubrimiento de un
mundo totalmente desconocido. Por primera vez vi un
hombre desnudo, me animé a tocarlo: su espalda, sus
pechos, sus genitales; a sentirlos, a besarlos pero con
tanto miedo... También me animé a sentir sus caricias:
en mis pechos, el clítoris, la vagina, me gustaba pero a la
vez me daba mucha vergüenza y el miedo al momento de
la penetración era paralizante haciendo que no pudiera
disfrutar plenamente de las caricias; creo que nunca
llegué a excitarme lo suficiente como para poder ser
penetrada. La tercera vez que experimenté el fracaso de
querer hacer el amor con penetración lloramos juntos,
me di cuenta que resolver esto no iba a ser ni fácil ni
rápido. En la actualidad, el deseo de tener un encuentro
sexual (con o sin penetración) es tan grande como el
deseo de huir cuando llega ese momento.
Este temor a ser penetrada me impide conocer a
otros hombres e iniciar nuevas relaciones amorosas. La
última vez que fui a bailar transé con un chico, y se me
vino a la cabeza el fantasma de la penetración: “ahora
me va a pedir que vayamos a un hotel, va a querer
penetrarme y se va a dar cuenta de mi problema; es un
papelón porque encima él es más chico y se supone que
tengo más experiencia que él”. Si esto me pasa con un
desconocido, con más razón se me complica cuando se
trata de salir con alguien ya conocido, o que me presenta
una amiga, porque se agrega otro fantasma: “ahora
todos mis amigos, mis compañeros de trabajo y mi
familia se van a enterar de mi problema; me voy a morir
porque el mundo se me va a venir encima”.
Actualmente Isabel está embarazada, noticia que
me dio bronca e impotencia: ¿cómo es que la que me
confesó tener tantos problemas sexuales a raíz de haber
sido abusada sexualmente en su infancia, y, que
supuestamente sus problemas eran más serios que los
míos, un buen día se casó, pudo tener relaciones
sexuales, pudo ser penetrada y ahora va a ser mamá?
¿Por qué ella pudo y yo no? Los éxitos de Isabel en
relación al sexo siempre los viví como una injusticia. Creo
que se apoyó en mí para superar sus obstáculos
sexuales, subestimó los míos y me dejó atrás; pareciera
ser que alguien (Isabel, la vida, el destino o como se
llame) se ha burlado de mí; siento una gran injusticia,
impotencia y bronca que hoy por hoy es lo único que me
penetra. Laura, Bs. As, 2002

A posteriori, en el curso de la Terapia Sexual, Laura logró


consumar la penetración con su novio, previo un trabajo
de desensibilización de su fobia, lo que constituyó un
verdadero logro, fruto de su dedicación y compromiso
con el tratamiento sexológico, junto a la psicoterapia
individual que mantenía.
Capítulo 10: La menstruación y la menopausia

o Sergio, 32 años: ¿Tener relaciones con la


menstruación daña al hombre?
o Zulema, 28 años: ¿Se pueden tener relaciones con la
regla?
o Saúl, 45 años: En culturas primitivas se decía que si
un hombre poseía a una mujer que estaba menstruando,
eso le producía impotencia. No creo que sea cierto, pero
yo tengo una cierta aversión en esas fechas. Total, hay
24 días en los que sí se puede.
o Regina, 43 años: A mí me gustaría hacerlo durante la
menstruación, pero mi esposo dice que le da asco.
o Julia, 50 años: ¿Hay algún antídoto para un "gualicho"
hecho con menstruación?
o Cacho, 31 años: ¿Es cierto que una mujer con la regla
corta la mayonesa?
o Miguel Angel, 40 años: ¿El período calma el deseo
sexual de las mujeres?
o Carlos, 38 años: ¿La mujer goza si tiene relaciones
durante la menstruación?

Mitos y tabúes
El tabú de la sangre menstrual es algo muy
difundido en casi todas las civilizaciones y desde tiempos
remotos. Hay innumerables ritos y ceremonias alrededor
de los días de regla; severas restricciones y gran cantidad
de leyendas sobre los efectos perniciosos que produce en
los varones y en el entorno una mujer que está
menstruando. Simone de Beauvoir, en su excelente libro
"El segundo sexo" da una lista variada y amplia sobre el
tema. Cita como creencias en relación con la regla o
menstruación (deriva de mensual):
o paraliza las actividades sociales
o marchita las flores

o hace caer las frutas


o la sangre menstrual es utilizada en los bebedizos,
"gualichos" y filtros de amor para enlazar al esquivo
amado

o sus emanaciones ahuyentan monstruos y espíritus

o arruina las cosechas y devasta los jardines

o mata los gérmenes y las abejas

o avinagra el vino

o agria la leche y las cremas

o corta la mayonesa

o corrompe la carne

o echa a perder el jamón

o ennegrece el azúcar

o impide la fermentación de la sidra

o posee poderes maléficos

o provoca la ruptura de los objetos frágiles

o hace saltar las cuerdas de arpas y violines

o debilita al varón

o si mantiene relaciones en esa fecha vuelve impotente


al varón
o es un equivalente del orgasmo

o da satisfacción sexual

o cuando una mujer deja de tenerlas (menopausia)


queda inhabilitada para el placer sexual y debe clausurar
su vida erótica.
¡No en vano los anglosajones llamaban a la
menstruación: "the curse" (la maldición)!

De todas estas leyendas, muchas de las cuales


aún hoy tienen vigencia, se desprende que estas
construcciones masculinas evidencian un profundo terror
ante la sangre que emana de los genitales femeninos,
mostrando los miedos del varón ante los misterios que
conlleva la condición femenina. De allí que, en muchas
religiones, los tabúes menstruales sean tan severos.
El Levítico, por ejemplo, dice: "la mujer con flujo
de sangre permanece 7 días en su impureza. Quien la
toque será impuro hasta la noche". Y obliga a las mujeres
a someterse a baños purificadores cada vez que dejan de
menstruar. En otras sociedades, se las recluía o exponía
sobre el techo de las casas, o eran enviadas fuera del
pueblo, y se les impedía tocar alimentos con las manos.

¿Qué es lo que queda de estos mitos hoy en día?


Por las preguntas que nos hacen y otras similares,
vemos que muchos de ellos aún persisten.

Juanita, 75: cuando me vino el período por primera vez


yo no sabía qué era; le pregunté a mi abuela y ella me
dijo que estaba enferma pero que me iba a curar a los
pocos días. Al mes siguiente cuando me volvió a aparecer
la sangre me asusté mucho porque pensé que no estaba
curada.

Décadas atrás, era bastante común que las


madres nada dijeran a sus hijas sobre la llegada de la
menarca (aparición de la primer menstruación), otras les
explicaban con conceptos erróneos, oscuros y equívocos
y, para muchas de ellas, como le pasó a Juanita,
configuraba un hecho traumático, vergozante e
intimidante:
o "no te hagas problemas nena, que es una pequeña
herida"
o "estás lastimada"
o "se te va a ir en unos días"
o "es una enfermedad pasajera"
o "ya te hiciste señorita"
o "de eso no te vas a morir, no te quejes"
o "de estas cosas no se habla"

El mito del himen

o Luciana, 21: ¿Puede haber rupturas del himen sin


tener relaciones sexuales?
o Claudio, 23: Si el himen tapa la vagina ¿cómo sale la
sangre en la menstruación?
o Agustín, 17: ¿Qué es el himen?
o Cinthia, 21: ¿La primera relación sexual en una mujer
es siempre dolorosa y sangrante?
Uno de los mitos que siguen teniendo vigencia es
el referido al himen. Lo que dice Claudio es una fantasía
muy común en los jóvenes, y en los adultos incluso: el
himen obtura toda la entrada vaginal. En realidad es una
membrana elástica, un residuo embrionario sin ninguna
utilidad, que bordea la pared vaginal pero sin ocluirla. Por
ende, no hay ningún problema para que salga la
menstruación. Cuando sí la ocluye totalmente -hecho por
suerte raro-, se denomina himen imperforado: la sangre
no baja, se acumula en el útero (hematocolpos) y es
necesario hacer una intervención quirúrgica.
En la inmensa mayoría de los casos el himen es como un
borde que permite con toda facilidad la penetración
peneana salvo que, por poca lubricación o por miedo,
ésta se torne incómoda o molesta.
Una penetración puede ser dolorosa la primera
vez, incluso para ambos, si se hace de una manera
brusca y sin una lubricación vaginal, fisiológica o externa
(aconsejo, en ciertos casos, lubricar también el pene).
Esta es una causa de molestias mucho más común que la
ruptura del himen; incluso, muchas veces, no hay ni
dolor ni pérdidas sanguíneas o es en mínima cantidad.
El himen se puede "romper" en prácticas gimnásticas,
equitación, ciclismo o durante algún esfuerzo.
De todas maneras la conservación del himen hasta el
matrimonio, que llevaba en algunos casos a
intervenciones aberrantes como darle unos puntos en la
vagina de mujeres que no eran vírgenes para simular que
lo fueran, hoy ya no es un bien tan preciado como otrora,
aunque para otros que conservan valores del pasado,
siguen teniendo vigencia.
Por supuesto, que una joven quiera llegar virgen al
matrimonio, con su himen conservado, es una decisión
soberana que siempre hay que respetar.
La Sexología no promueve que los jóvenes deban
mantener relaciones sexuales precozmente, pero sí
propugnamos que puedan llegar a hacerlo en un marco
de seguridad, confianza y afecto, cuando lo deseen, sin
imposiciones ni prohibiciones.

Prohibición de contacto sexual


Entre los tabúes que circulan, el más riguroso es el
de la prohibición de todo contacto sexual. La Biblia
condena "a ser extirpado de entre su pueblo" tanto al
varón como a la mujer que violen la prohibición. Las
leyes de Manú son más severas aún: "la sabiduría, la
energía, la fuerza, la vitalidad de un hombre que se
acerca a una mujer mancillada por las excrecencias
menstruales perecen para siempre".
La autora francesa agrega que "al hombre le repugna
encontrar en la mujer a quien posee la temida esencia de
la madre, y por eso se aleja sexualmente cuando ésta se
dedica a su papel reproductor: durante las reglas, cuando
está embarazada y cuando amamanta (...) la mujer
impúber no encierra ninguna amenaza pero se vuelve
impura desde que es capaz de engendrar".
Desde el punto de vista médico, algunos sostienen
que, realizar la penetración vaginal, podría producir
inflamaciones en la uretra del varón; otros sostienen que
puede acarrear infecciones uterinas, debido a que cuando
entra el semen arrastra bacterias que, al ascender y
aprovechando que el cuello del útero está entreabierto,
producirían infecciones del endometrio.
Lo cierto es que estas infecciones son poco frecuentes y,
cuando aparecen, son benignas, salvo que el varón tenga
una blenorragia, SIDA o una infección inespecífica seria,
pero este es un hecho que contraindica las relaciones sin
profiláctico en todos los casos.
La afirmación de Saúl de que "total hay 24 días
hábiles para hacerlo sin sangre", se contrapone con el
deseo de algunas mujeres de querer hacer el amor y
sentirse aceptadas y queridas en "esos días", durante los
cuales, por otro lado, pueden estar relativamente
tranquilas, sobre todo las jóvenes, del temor a
embarazarse. Es algo muy poco agradable sentirse
rechazada por algo propio de la condición femenina y
que, de ser algo digno de orgullo, pasa a ser motivo de
desprecio por parte de los varones. Es cierto también que
muchas mujeres viven con malestares de todo tipo los
días previos a su menstruación (el síndrome de tensión
premenstrual o PMS) y los primeros días del sangrado. La
fitomedicina (medicina herbaria) utiliza distintos
elementos como el dong quai y el agnus castus para
aliviar estos síntomas desagradables. De allí que esa
frase peyorativa de "estar con la regla" (como sinónimo
de mal humor) tiene su sostén en los cambios
hormonales abruptos que se producen con su llegada
periódica. En algunos casos con síntomas emocionales
severos (trastorno disfórico premenstrual) hay que
medicarlas con antidepresivos de última generación.
No merece mayores comentarios eso de afirmar
que "el período calma el deseo sexual"; muy por el
contrario, a veces lo aumenta: no es un símil del
orgasmo ni lo reemplaza.
La menstruación se debe a que, cuando no se produce un
embarazo, cae el nivel de hormonas, y la capa interna del
útero se descama produciendo un sangrado de los vasos.
Cuando las hormonas vuelven a subir su tenor en sangre,
el endometrio (capa interna del útero) se recompone para
estar receptivo a una nueva y posible anidación.
"Cada mes hace y deshace en ella una cuna; cada mes
un hijo se prepara para nacer, y aborta en el naufragio
de los encajes rojos..." Simone de Beauvoir
Por último: si a uno o ambos miembros de la
pareja no les agrada el contacto genital durante el
sangrado, eso no les impide cualquier otro tipo de juego
o variante coital; bien podrían, aprovechando la ocasión,
dejar paso a la imaginación y a la creatividad.
Menopausia: Los cambios sexuales y genitales

En la etapa de la menopausia (palabra que denota


"la pausa de los menstruos, de las menstruaciones”) se
dan distintos cambios en la respuesta sexual y genital en
las mujeres. Estos cambios no excluyen otros síntomas:
o cardiovasculares
o osteoporosis
o sudoración nocturna
o trastornos del humor (depresión)
o insomnio
o ansiedad e inestabilidad emocional
o sofocos (“calores”)
o cambios en la piel

Por supuesto que no siempre se da toda la sintomatología


sexo-genital en la misma persona o en el mismo
momento pero los siguientes signos y síntomas se suelen
detectar en la clínica:
o La lubricación vaginal es más lenta y de menor
volumen
o La penetración peneana o digital puede ser dolorosa y
producir pequeñas lesiones
o La respuesta sexual es más lenta
o Disminuyen, en la piel, las sensaciones táctiles
o Pueden disminuir el impulso sexual (libido) y el deseo
o Menor producción de fantasías eróticas
o Puede disminuir la capacidad orgásmica
o Disminuye y se afina el vello púbico
o Se encogen los labios menores y mayores
o Disminuyen el tamaño, la turgencia y erección del
clítoris
o Disminuye la acidez vaginal aumentando la posibilidad
de las infecciones vaginales
o Se alisan las paredes de la vagina (antes de la
menopausia son rugosas) y se hacen más sensibles
o Disminuyen el tamaño del útero y las contracciones
del recto
Vuelvo a remarcar que no siempre se dan todas estas
situaciones antes descriptas dependiendo, además, del
equilibrio hormonal (disminución de la producción de
estrógenos, de la DHEA y de la testosterona -recordemos
que un 25% de esta última proviene de los ovarios, un
25% de las glándulas suprarrenales y un 50% de la
conversión de otras hormonas sexuales-), de factores
socioculturales, psicológicos y de la historia de vida
(cómo vivió la sexualidad en la etapa anterior a la
menopausia, qué creencias tuvo sobre la misma, si
padeció disfunciones o fobias sexuales).
Todos estos síntomas suelen desaparecer con los
distintos recursos terapéuticos (Terapia de reemplazo
hormonal –TRH-, uso de un lubricante –como el Kemial-,
cambios higiénico-dietéticos). Lo importante para
destacar es que la vida erótica y sexual no termina con la
menopausia (que puede ser precoz cuando cercana a los
42 años) sino que es una etapa a disfrutar en plenitud.
No nos olvidemos que con el aumento de la expectativa
de vida una mujer puede transcurrir casi la mitad de su
vida luego del cese de sus menstruaciones y obviamente
merece vivir esta etapa manteniendo una óptima salud
sexual, gozando del sexo, del amor y la pasión.
La Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH) es una
manera efectiva para el médico de contrarrestar los
efectos que provoca la pérdida del estrógeno en sus
pacientes. Puede combinar 2 hormonas que el cuerpo
deja de producir durante la menopausia: estrógeno y
progesterona aliviando los síntomas asociados con la
menopausia y con el uso continuo puede ofrecer
beneficios protectores en el largo plazo como la
prevención de osteoporosis o del riesgo cardiovascular.
En ciertas ocasiones donde hay pérdida de la libido y
menor deseo y dificultades orgásmicas se podrán
adicionar a las hormonas antes citadas, pequeñas y
controladas dosis de testosterona y DHEA.
La menopausia... Un momento para la toma de
importantes decisiones
Como la mayoría de las mujeres, Usted puede
tener preguntas acerca de la menopausia. ¿Afectará la
manera en que se siente, la manera en que se ve? ¿Qué
efectos tendrá sobre su salud en el futuro?
También, como la mayoría de las mujeres,
probablemente también esté insegura acerca de las
opciones de tratamiento por lo que debe haber escuchado
acerca de efectos colaterales y riesgos.
Claramente, la menopausia implica un tiempo de cambios
en muchas formas, y un tiempo en que necesita
respuestas para poder tomar junto a su médico
decisiones importantes acerca de su salud.

Entendiendo la menopausia
Si la menopausia es el cese definitivo de las
menstruaciones, el climaterio es el período gradual de
cambios que se observan durante la segunda mitad de la
vida de una mujer. Climaterio es el período en donde los
ovarios gradualmente dejan de producir las hormonas
femeninas: estrógenos y progestágenos, y los períodos
menstruales primero comienzan a ser irregulares y luego
cesan. Mientras esto puede sonar como un simple cambio
físico, la pérdida de estrógenos realmente produce una
serie de cambios en el cuerpo que afectan más que
aquellos producidos por la pérdida de los períodos.

La menopausia no sucede de un día para el otro


Durante los años del climaterio, su cuerpo
experimenta una serie de transiciones graduales. Estas
transiciones pueden ser divididas en 3 períodos:
1. perimenopausia
2. menopausia
3. postmenopausia

Perimenopausia: Comienza alrededor de 2 a 5 años


antes que la menopausia, usualmente entre los 45 y 50
años cuando los ovarios comienzan a producir menos
estrógenos.
Los períodos menstruales pueden volverse irregulares, o
la intensidad del flujo puede cambiar, o los períodos
pueden tener menor o mayor duración.
Alrededor del 85% de las mujeres experimentan sofocos,
sudoración nocturna, sequedad vaginal y/o cambios del
humor.
Menopausia: Usualmente entre los 50 y los 55 años, el
cuerpo continúa reduciendo la producción de estrógenos
hasta que finalmente los períodos cesan. El momento de
su último período es la menopausia.
Si una mujer no tiene su período por 1 año se considera
que está en la menopausia.
Postmenopausia: Durante la menopausia temprana
(generalmente desde el 1er al 5to año luego de la
menopausia) y la tardía (más de 5 años luego de la
menopausia), su cuerpo comienza a experimentar los
cambios asociados a la pérdida de estrógeno, como
disminución de masa ósea y mayores niveles de
colesterol.

Cómo el estrógeno afecta al cuerpo


o Sofocos: Repentino e intenso calor que ocurre en la
mayoría de las mujeres en el área del pecho y del cuello.
Cuando ocurren durante la noche (sofocos nocturnos)
pueden interferir con el sueño incrementando el
cansancio y la irritabilidad.
o Colesterol: La pérdida de estrógenos puede aumentar
los niveles de colesterol.
o Pérdida de masa ósea: La osteoporosis afecta una
gran cantidad de mujeres y es en gran medida
responsable del importante número de fracturas que se
producen sobre todo en cadera, columna y muñeca.
o Sequedad de la vagina: El espesor de la vagina se
vuelve más delgado y seco, y por otra parte se torna más
vulnerable a infecciones vaginales.
o Cambios en el psiquismo: Puede padecer trastornos
del sueño, irritabilidad y ansiedad, sentimientos
depresivos, cambios en el humor.
o Pérdida del estrógeno: síntomas a corto plazo...
problemas en el largo plazo
Con la pérdida del estrógeno sobreviene una serie
de síntomas a corto plazo y los potenciales problemas a
largo plazo.
Los síntomas a corto plazo asociados con la pérdida del
estrógeno usualmente aparecen enseguida: pueden
variar en intensidad y duración en cada mujer, pero la
mayoría puede experimentar fuertes sofocos, sudoración
nocturna (que puede interferir con el cansancio y la
irritabilidad), sequedad de la vagina (que puede causar
disminución de la lubricación vaginal, picazón, y provocar
dolor durante las relaciones sexuales) así como cambios
en el humor.
Sin embargo, otros cambios también están
teniendo lugar en este período que, en realidad, pueden
llegar a ser de mucho mayor riesgo para su salud. Este es
el caso por ejemplo de la osteoporosis y el riesgo
cardiovascular. Repito que todos estos síntomas suelen
desaparecer con los distintos recursos terapéuticos
(Terapia de reemplazo hormonal –TRH-, uso de un
lubricante –como el Kemial, el K-J o el gel Magnus-,
cambios higiénicos y dietéticos).
Capítulo 11: Las fantasías eróticas
(Adaptado del libro “Los varones que saben amar”, Sapetti A., Editorial
Galerna, Bs. As., Argentina)

“Se miente más de la cuenta por falta de fantasía,


también la verdad se inventa”.
Antonio Machado, poeta español

La imaginación es una de las características


distintivas de los seres humanos y las fantasías (del latín
phantasia = ficción, cuento, novela, pensamiento elevado
e ingenioso) representan sus costados más fértiles. Es la
facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de
imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las
ideales en forma sensible o de idealizar las reales. Sus
manifestaciones y contenidos son tan ilimitados como los
resortes internos que se mueven para generarlos.
Abarcan desde las que sirven para excitarse hasta las que
tienen un uso terapéutico, permitiendo mantener activa
la capacidad de asombro y comprender cuán infinito es el
universo de la temática sexual.
Las fantasías eróticas básicamente son aquéllas cuyo
contenido se centra en lo sexual, en lo demás no se
diferencian de cualquier otro tipo de fantasía, como la
que lleva a una mujer a soñar que es una bailarina clásica
o a un varón con ser el goleador de su equipo, por sólo
mencionar dos estereotipos. El mecanismo de producción
es el mismo: se halla en un nivel intrapsíquico, desde
donde se proyectan los pensamientos ilusorios, cargados
con los contenidos de la memoria sensitiva -olores,
gustos, sonidos, colores-. En muchos casos lo que se
fantasea son emociones, hechos vividos concretamente
en el pasado o invenciones absolutas del individuo.
La imaginación nos permite transportarnos, sin ningún
costo adicional, a situaciones deseadas o prohibidas.
Desde la niñez, las fantasías son el vehículo de nuestros
más ocultos deseos, algunos inocentes y otros no tanto.
Recurriendo a una explicación simple podría decirse que
suplen determinados agujeros de la realidad: cuando
aparece alguna dificultad para interpretarla,
comprenderla, aceptarla o soportarla, irrumpe la ficción,
se filtra el sueño. Como decía el escritor Ray Bradbury:
“hay que inyectarse todos los días con fantasías para no
morir de realidad”.

Muchas personas recurren a las fantasías como un


factor de enriquecimiento de su vida erótica.
Si bien es cierto que el desconocimiento, la falta de
respuestas o la represión son grandes generadores de
fantasías, de ningún modo debe pensarse que todas son
la consecuencia de una limitación o carencia afectiva y
sexual. Muchas personas recurren a ellas como un factor
de enriquecimiento de su vida amorosa.
Podríamos intentar tipificar algunas fantasías eróticas
para facilitar su comprensión, a la vez que disminuir la
angustia de muchas personas que se alarman cuando las
tienen porque se sienten como perversos, anormales o
enfermos; en lugar de aceptar que los sueños, utopías,
delirios y vuelos imaginarios son universales:
o Las que ayudan a excitarse: responden a un placer de
tipo narcisístico pues quien las produce no persigue otra
finalidad que regodearse imaginándolas.
o Las que sirven para masturbarse: aquí entra en juego
un otro. Se conciben situaciones, personas y lugares con
el fin de lograr una excitación que será liberada a través
del acto masturbatorio.
o Las que suplen carencias: comunes a algunas
soltera/os madura/os, viuda/os y gerontes de ambos
sexos.
o Las que permiten realizar el coito o sirven como
ingrediente: hay personas que no pueden tener actividad
sexual si no encienden sus fantasías a través de material
gráfico o audiovisual y otras aderezan el encuentro
fantaseando determinadas situaciones, inclusive
pensando en otra persona que no es su pareja.
o Las compartidas con la pareja que procuran aumentar
la pasión, pudiendo incluir juegos donde se interpretan
escenas, lugares, personajes o roles diferentes.
o Las fantasías sadomasoquistas y parafílicas en las
que, en ciertos casos, aparece la necesidad de lastimar,
de infligir castigos, o ser castigados, de violar o tener
relaciones paidofílicas (con niños).
Un colega y amigo, Roberto Rosenzvaig, en su
libro “La pareja al desnudo”, cita alguna de las fantasías
más comunes, que algunos llevan a la práctica:
o Las de poder, de gran potencia o dominio sexual.
o Las de la mujer colocada en actitud de idolatría y
deseo exclusivo del varón y sus atributos.
o Las voyeuristas: imaginan mirar a una mujer que se
desviste o se masturba o a una pareja haciendo el amor.
Una variedad de esta última, muy prevalente entre los
varones, es de querer ver a dos mujeres teniendo
relaciones sexuales entre ellas.
o Las fantasías exhibicionistas, del tipo que consiste en
mostrar su cuerpo o los genitales o masturbarse delante
de la mujer deseada.
o Las “colectivas”, que representan el deseo de
intercambio de parejas o de sexo grupal.
Si bien no puede hablarse de límites en lo que a
capacidad imaginativa se refiere, podemos decir que si
las fantasías impiden que un individuo se conecte con la
realidad o perturban su conducta, como es el caso de los
alienados o los psicópatas, ya responderían a distintos
grados de alteración mental y entran en el dominio de la
psicopatología.
Ciertas fantasías, sin llegar a ser lo anterior, pueden
funcionar negativamente y son esos casos en los que
muchos varones piensan que van a funcionar 10 puntos,
que ellos podrán siempre y con toda mujer. No aceptan
que factores de orden psicológico o físico puedan
disminuir su potencia sexual, entonces la realidad con la
cual se encuentran les hace vivir situaciones de angustia.
También hay fantasías que alteran la vida sexual
como las de castración, el temor obsesivo de embarazar,
de contraer una enfermedad contagiosa o de lastimar a
su pareja.
En algunas fantasías varía el contexto, el individuo
imagina un lugar o situación determinada, por ejemplo
que está en una playa del Caribe o en la plaza. Otras
giran en torno a personas o personajes: en general
tienen que ver con mujeres o varones inaccesibles como
la pareja de los amigos, los compañeros de trabajo o una
superstar. Las estadísticas revelan que la mayor parte de
las fantasías se dan con personas conocidas o allegadas.
Hay fantasías preparatorias, con las que se
obsesionan esperando el primer encuentro sexual con
una mujer y que sirven para calmar la angustia. Otras
muy comunes son aquéllas en las cuales el varón imagina
variantes con dos mujeres, orgías grupales, uso de
objetos y ayudas sexuales que no se atrevería a emplear
en la práctica, con cambios de roles (por ejemplo que la
mujer lo penetra a él). Y, por supuesto, no pueden dejar
de mencionarse las fantasías homosexuales en personas
que las utilizan en sus encuentros heterosexuales o en
sus actividades masturbatorias. Me estoy refiriendo a
heterosexuales que se excitan con historias donde
mantienen relaciones sexuales con otros varones o en las
que otros poseen a sus mujeres. Esto no deberá parecer
tan extraño ya que en muchos seres humanos pueden
aparecer sueños o fantasías homoeróticas pero esto no
quiere decir que sean gays. No por soñar con un juego
amoroso con alguien del mismo sexo o porque un varón
tenga rasgos afeminados o una mujer aspectos varoniles
eso los define como homosexuales.
Si las fantasías se vuelven excluyentes y el
individuo sólo se conecta con lo sexual a través de ellas
habrá que estudiar el caso para saber dónde está el
bloqueo que no deja pasar a la acción: puede tratarse de
una limitación derivada del carácter o de una neurosis.
Por otro lado hay personas que parecerían tener
paralizados los mecanismos de la imaginación. En general
se trata de personas con una vida sexual muy pobre.
Dentro de este tipo se hallan los esquemáticos y los
obsesivos que tienen todo estructurado y no pueden
salirse de lo tipificado. Pero esto les ocurre en todos los
órdenes, se trata de personas que no fantasean con
nada: ni con ganarse la lotería, ni con ascender
socialmente, ni con viajar.
Hubo una época donde se pensó que la apertura
del campo de la conciencia y la exacerbación de la
fantasía a través de algún alucinógeno podía ayudar al
análisis de la producción del inconsciente. Concretamente
se utilizaba el LSD, pero los ensayos que se hicieron
terminaban con personas desestructuradas, con cuadros
de angustia a quienes, muchas veces, hubo que medicar
con sedantes para restablecerlas. Algo parecido le ocurrió
a Freud con la cocaína cuando pensaba que podía ser un
eficaz antidepresivo -en ese tiempo no existían los
medicamentos para la depresión-, pero pronto se llegó a
la conclusión de que sólo cumplía con este cometido de
una manera fugaz. Lo mismo podemos decir de
sustancias como el citado ácido lisérgico o el éxtasis.
En la niñez y en la adolescencia las fantasías son
tan abarcativas que llegan a construir un mundo paralelo
y tan vívidas que quienes las alimentan se morirían de
vergüenza si supieran que algunos de sus ensueños
pudieran traslucirse. Con el tiempo, la adultez y la
inevitable seriedad, la posibilidad de disfrutarlas se va
reprimiendo o adquiere el tono marginal de algo que se
admite pero se reconoce como algo incorrecto, vivido con
culpa.
Con respecto al tiempo de fantasías, podría
decirse que en las primeras etapas de la vida se destacan
las muy imaginativas -el niño y su prodigioso
pensamiento mágico- y las prospectivas -el adolescente
que proyecta lo que no conoce o nunca hizo y quiere
hacer-; cuando se es adulto o anciano son más comunes
las compensatorias o retrospectivas: se quiere lo que ya
no se puede, lo que se perdió o no es fácil de alcanzar,
por ejemplo hacer el amor con una jovencita. De todas
maneras, sin lugar a dudas, el sexo se enriquece con las
fantasías. Por supuesto debe tenerse una vida sexual lo
suficientemente intensa e interesante como para que las
fantasías funcionen como complemento o ingrediente, sin
llegar nunca a sustituirla. A tal punto son importantes
que suelen utilizarse terapéuticamente: amparadas en la
propuesta de un juego, un rol, inclusive de una máscara
o vestuario, las personas logran desbloquear o desinhibir
ciertos canales de su inconsciente que eran la causa de
alguna disfunción sexual. Aunque resulte una paradoja,
es muy común ver a personas que, representando un
personaje, logran ser ellas mismas.
También suelen ser un antídoto contra la rutina
sexual. Lo que uno no puede imaginar difícilmente lo
podrá llevar a cabo; desde una postura idealista podría
decirse que los hechos primero se producen en nuestra
mente para poder luego llevarlos a la realidad. Hay
quienes deben recurrir a fotografías o películas donde se
corporizan las fantasías no realizadas de muchos
individuos. El empleo de estímulos externos como un
film, revistas o libros resulta válido como activador de
apetitos o fantasías (“¿qué se habrán hecho de aquellas
aventuras que nos prometían los libros infantiles?”, decía
Rimbaud) y suele modificar rutinas establecidas. Pero
también pueden ejercer un efecto inhibitorio, por las
dificultades que se producen al intentar imitar modelos
basados en el rendimiento, donde muy poco interviene el
respeto y la consideración por el otro.
Por último, volviendo a un tema anterior, es
común que haya gente que se preocupa cuando fantasea
con otra persona (o con un grupo) mientras mantiene
relaciones con su pareja: si este recurso es siempre
imprescindible para uno de los dos miembros puede ser
que se agote y pierda su calidad estimulante y
placentera. Por otra parte, puede estar alertando sobre
algún deterioro en el vínculo que no ha sido detectado o
encarado por la pareja, pero diré también que es una
posibilidad dentro del vasto mosaico de las fantasías que
puede contribuir, usándola como uno de los tantos
recursos eróticos, a que esa pareja mantenga viva la
llama del deseo a través de su existencia.
Capítulo 12: Sexo oral
Este artículo contó con la idea y colaboración de Fabio Sapetti

El sexo oral es sin duda alguna una de las


variantes más apasionantes de la vida sexual de las
personas. El 94% ha reconocido haber realizado sexo oral
al menos una vez en la vida y estar satisfecho con las
diversas prácticas. Si bien en muchos casos éstas han
sido categorizadas como “contra natura” o “inmorales”, el
triunfo del goce se ha hecho evidente con el devenir del
tiempo.
Son insostenibles las categorizaciones de “contra natura”,
ya que todos hemos observado más de una vez a perros,
gatos, monos, practicando sexo oral sin acaso conocer
cultura alguna. Lo cierto es que el sexo oral ha existido
desde que el hombre se define como tal y esto lo
demuestran ciertas pinturas del neolítico en las cuales se
observan figuras humanas realizando fellatio. Lo mismo
se observan en algunos huacos de la cultura Moche (300
a.C.- 800 d.C.), en los museos del Perú.
Según cuenta la leyenda, Cleopatra lamió a más de
cien nobles romanos en el transcurso de una orgía. Para
los chinos el sexo oral era el camino a la iluminación
mientras que la “esencia” del Yang no se perdiera.

Cunnilingus y fellatio
Considerada como una de las variantes más
placenteras descriptas en la mayoría de las culturas, el
cunnilingus (acto de usar la lengua y la boca para chupar
y lamer la zona vaginal y el clítoris) y la fellatio
(succionar, lamer el falo) además de producir un intenso
placer en ambas partes, generan vínculos emocionales en
las parejas que lo realizan y muchas mujeres lo
consideran como un acto de ternura y amor. Estadísticas
nos demuestran que más del 70 % de las mujeres de
hasta 50 años considera atractiva la idea del sexo oral.
Cuando se estrenó el film “Kinsey” (Bill Condon,
2004) observamos que uno de los tantos motivos de
escándalo en su tiempo (los célebres “Informes” fueron
publicados en 1948 –Male Report- y 1953 –Female
Report-) fue develar que la sociedad norteamericana
también practicaba el sexo oral.
“Un personaje de ingenio debe multiplicar las
clases de unión sexual”, sugiere el Kama Sutra, uno de
los tantos textos orientales dedicados al erotismo y su
autor, Vatsayana, se había encargado de describir
múltiples posiciones y variantes coitales y hasta las
nominaba con bellos y pintorescos nombres:
o La abertura del bambú.
o La posición del cangrejo.
o La posición enlazante.
o Postura de la rueda del Kama.
o El salto del tigre, la presión del elefante y el
frotamiento del jabalí.
o Las cuatro clases de abrazos: del reptil, subida al
árbol, mezcla de granos de samo y arroz, abrazo de leche
y agua.
o Succión de una fruta de mango.

Juegos orales – genitales


o Rodolfo, 46 años: ¿Puede ser que la gente haga
desahogo con la parte oral? ¿Es vicioso o no?
o Edmundo, 45 años: Mi pareja se niega al coito oral
por temor a la contaminación. ¿Es posible?
o Raúl, 27 años: ¿Qué problemas puede traer a la larga
la práctica oral mutua?
o Luis, 28 años: ¿Qué peligros hay de contraer
enfermedades infecciosas en la boca o en la garganta a
causa del coito oral?
o Berta, 35 años: Mi marido insiste en practicar el sexo
oral y a mí no me gusta. Quiero saber si es una dificultad
mía o si esto no está bien.
o Margarita, 38 años: ¿Por qué se dice que muchas
mujeres que tienen problemas en conseguir el orgasmo
con varones, sí lo logran en vínculos homosexuales?
o Lito, 21 años: ¿La fellatio es cuando un hombre le
besa el pene a otro?
La fellatio o felación es una palabra que relaciona
la estimulación del pene por la boca de la pareja (sea
mujer o varón).
Las preguntas de Raúl, Rodolfo, Edmundo y Luis
pueden responderse en forma conjunta. No es habitual
que la práctica de las relaciones orales-genitales
produzcan problemas o infecciones de la cavidad oral. De
todas maneras, a quienes esto les preocupa pueden
higienizarse luego del contacto, con cualquier solución
bucal antiséptica pero, en sentido estricto, aun un beso
común, boca a boca, produce un masivo intercambio de
gérmenes y levaduras, amén de altas dosis de amor,
afecto y erotismo. Aunque, si hubiera un herpes podría
haber contagio; lo mismo ocurre con la sífilis (chancro
oral).
La ingesta de semen conlleva riesgo cuando el varón que
lo emite estuviera contagiado de HIV o hepatitis. También
existe riesgo, destacan algunos investigadores (Masters y
Johnson, Kolodny), si la mujer tiene restos de sangre
menstrual en su vagina estando infectada.
Los juegos orales son parte de la vida sexual del
80% de las parejas, y que nada tienen de vicioso. De
todos modos, para considerarse sexualmente feliz, no es
obligatorio efectuar estos contactos con asiduidad y
muchas mujeres o varones pueden no incluirlo, por no
encontrarlos especialmente placenteros, sin que por esto
tengan que verse disminuidos. El equilibrio de una pareja
implica respetar los deseos del otro, pero también sería
necesario preguntarse si negarse cerradamente ante un
pedido del compañero o la compañera, no constituye un
conflicto de la pareja.

o Inés, 27 años: ¿Es normal que a la mujer le disguste


en las primeras veces el sexo oral?
Como toda primera experiencia sexual, puede no
comportar altos grados de satisfacción, a posteriori, la
mayoría de las mujeres lo viven con gran intensidad y
placer. Tal es así que, efectivamente, algunas que han
tenido dificultades en conseguir el orgasmo con varones
lo logran en una relación homosexual, debido a que la
compañera las estimula oralmente -no habiendo urgencia
para la penetración- durante un lapso prolongado de
tiempo. Obvio es decir que lo mismo puede lograrse, en
una relación heterosexual, si el varón la besa en la vulva
y en el clítoris con ganas, sapiencia y delectación.

Dicen ellos y ellas...

Ellos dicen (textualmente):


o Ella lo hace de manera mecánica
o Es el viejo “chup-chup”
o No le pone pasión
o Me raspa con los dientes
o No se traga el semen
o Siempre me dice que le da asco
o Me encanta cuando me pasa la lengua por el escroto,
la base, los costados, recorre toda la cancha
o Me fascina porque lo hace con variaciones

Ellas dicen (al pie de la letra):


o No me gusta que esté sin lavarse, con olor a vestuario
o Me duele cuando lo hace de manera bruta
o Me encanta cuando me besa suavemente por todo el
clítoris y los labios
o Me da bronca que nunca se baje a besarme porque
dice que huelo fuerte
o Siempre me dice que le da asco
o Me da un goce sublime, casi intolerable, cuando
recorre toda mi zona de la vulva y el clítoris, haciéndola
larga, sin apresurarse a ponerla
o Me gustaría tragarme el semen, pero me da miedo
contagiarme algo
o Cuando recorre mis genitales con su lengua, me hace
oír campanitas...
o Débora, 31 años: ¿Es realmente más fácil alcanzar el
orgasmo por la estimulación con el cunnillingus?
En las experiencias realizadas por Masters y
Johnson se demostró que, en algunas mujeres, la
intensidad orgásmica era mayor utilizando vibrador o
estimulación oral o manual que con la penetración
exclusivamente. Aún así, hay que destacar que muchas
mujeres alcanzan los niveles más satisfactorios e intensos
de orgasmo por la penetración.

No hay una sola forma, una exclusiva vía para el goce, un


único camino para el placer, y para aquellas personas
para las cuales el sexo oral comporta altos niveles de
erotismo y pasión que disfruten del amor, de la excitación
y la voluptuosidad sin ataduras, en plenitud.
Capítulo 13: El coito anal

A través de preguntas hechas en sexovida.com,


-algunas de las cuales he contestado en Consultorio,
quisiera aclarar algo sobre este punto. En mi libro
"Sexualidad en la pareja" (Sapetti - Rosenzvaig, Editorial
Galerna, 1987) consignaba otras consultas hechas a
través de la radio o correo de lectores:
o Julia, 31: ¿el coito anal puede traer algún problema
orgánico o psicológico?
o Silvia, 26: ¿las relaciones contra natura producen
trastornos?
o Benjamín, 48: ¿es morboso o natural?
o Juan, 42: ¿es posible que la mujer llegue al orgasmo
con el coito anal?
o Gustavo, 23: ¿por qué la mujer se niega al coito anal?
o Jaime, 42: ¿puede producir esterilidad en el hombre?
o Ana, 22: ¿qué recaudos hay que tomar?
o Carlos, 42: cuando yo era chico mi padre me decía
que con el coito anal "la leche" se le iba a los pulmones
de la mujer, me parece que es un disparate.
o Leonardo, 25: ¿por qué los homosexuales alcanzan el
orgasmo en el coito anal?
o Luisa, 39: ¿cómo se puede evitar el contacto con la
materia fecal cuando se tienen relaciones por el ano?
o Cacho, 32: cuando hago el amor con mi mujer me
gusta que me meta el dedo en el ano, ¿eso es
homosexualidad?
o Alcira, 32: los varones que piden a las mujeres de
manera insistente tener relaciones anales, ¿son de
tendencia homosexual?
o Manuela, 45: si la mujer tiene hemorroides, ¿puede
ser perjudicial?

Por la variedad de preguntas vemos que la


penetración por vía anal suscita placeres, inquietudes,
fantasías y temores. La moderna Sexología no tiene nada
en contra de este tipo de relaciones, siempre y cuando
sean con acuerdo mutuo y produzcan placer para ambos
en un marco de seguridad y cuidado. Por lo tanto, si se
siguen ciertas normas y recaudos no trae consecuencias
físicas ni psicológicas. Por supuesto que, si hay
hemorroides o alguna fisura anal, puede traer aparejado
dolor, molestia o sangrado.

Un poco de historia
Se solía llamar "sodomía" (palabra derivada de
Sodoma, ciudad mítica que, junto a Gomorra, según la
Biblia, fue destruida por Jehová debido a sus desenfrenos
sexuales -incluso hay un libro del marqués de Sade
llamado "Los 120 días de Sodoma"-) o "contra natura",
dado que era considerado como natural sólo aquello que
tenía fines reproductivos. Todo lo que se salía de esos
cánones era visto como pecaminoso; por ejemplo se
decía que los pactos con el demonio se sellaban con un
coito anal o beso en las nalgas.
La masturbación corrió una suerte parecida. Llama la
atención que distintos países atribuían a sus vecinos esta
práctica como si fuera algo ajeno y extraño: así los
franceses hablaban del "vicio inglés" y los ingleses del
"vicio francés", y los árabes del "vicio persa" y viceversa.
En muchas situaciones se usaba esta práctica para
preservar -hipócritamente- la virginidad y evitar
embarazos indeseados. Además del Marqués de Sade,
muchos autores como Bocaccio, Chaucer, Petronio o
Rabelais han descripto este tipo de prácticas en sus
inolvidables obras. Hoy no se acepta el término de
antinatural ni el de contra natura para las prácticas con
penetración anal (digital o peneana), viéndolas como un
juego erótico o variante sexual.

Cuidados a tener en cuenta


Haré mención de los recaudos que se deben tener
en este tipo de juego erótico:
o Por tratarse de un esfínter muscular tiende a ofrecer
resistencias por lo cual debe procurarse una buena
relajación corporal
o Como, a diferencia de la vagina, no se autolubrica,
deberá ser utilizada una crema o gel lubricante no
irritante, para tal fin, tanto en el pene o dedo como en el
ano
o Realizar la penetración de manera cuidadosa y suave,
paulatina (a veces es conveniente dilatar primero con un
dedo antes de la introducción del pene), retirándose si la
compañera, o compañero, refiere un dolor intenso que no
tolera o si hay fuerte resistencia
o El uso del profiláctico es muy importante pues la
mucosa rectal es una vía de entrada de virus y bacterias
o Jamás realizar una penetración vaginal luego de la
anal, ya que se corre el peligro de contaminar la vagina
con flora bacteriana proveniente del recto y que el pene
llevaría consigo; de querer hacerse debería usarse otro
profiláctico o, en caso de no usarlo, efectuar una higiene
cuidadosa
o Nunca penetrar contra la voluntad de la pareja

En ocasiones hay resistencias o negativas a


hacerlo por el dolor, otras por preceptos morales o
religiosos, o porque no resulta placentero. Una de las
causas de disgusto, en ambos, puede ser la presencia de
materia fecal al retirar el pene. Algunos pacientes
homosexuales me han referido que utilizan enemas
previas para limpiar la zona, pero este método no es de
muy frecuente uso.

Algunos mitos y verdades


Si un varón exige a toda costa mantener
relaciones anales, a pesar que a su compañera no le
guste o, francamente, le disguste, no podríamos tildarlo
de homosexual, pero sí que no respeta los deseos de su
mujer.
El coito anal no produce esterilidad en el varón
pero se han descripto uretritis por el contacto con las
bacterias del intestino.
Lo que sí sabemos es que, la vía rectal, en mayor
proporción que la vaginal, es una accesible puerta de
entrada para los virus (HIV, Hepatitis).
El orgasmo de la mujer por la penetración anal en
principio no se lograría de no mediar una estimulación
clitorídea, ya sea con la mano o por frotamiento contra la
cama; aunque hay mujeres que logran el clímax por
estimulación de la mamas o con fantasías hasta llegar al
orgasmo. Pero lo más frecuente es que no prefieran
aquella vía para obtener el orgasmo. Alguien decía, tal
vez un filósofo popular, que "es la prenda que todos los
varones piden pero pocas mujeres conceden".
Los varones llegan al orgasmo con penetración anal
debido a que suelen realizar un estímulo manual genital
(ellos mismos o sus compañeros/as ) o frotándose contra
la cama. Además el pene o el dedo, a través de la pared
del recto, estimularía la próstata y se ha hablado que, en
los varones, también existiría un Punto G situado cerca
de la uretra pero, en realidad, se está hablando de la
región prostática, a la que no es fácil acceder pues hay
que realizar la introducción anal digital y tocar la próstata
a través de las paredes del recto, cosa que a muchos
varones les molesta o rechazan francamente. Hay quien
describe mayor excitación con la estimulación y masaje
de este punto con más rápida erección y mayor
intensidad en la respuesta orgásmica con un eyaculado
de chorro continuo y vigoroso.
Hay muchas parejas heterosexuales que utilizan la
práctica de introducirse mutuamente los dedos (incluso
algunos llegan a usar falos artificiales) en el ano, en
forma suave y con uñas cortas: esto puede resultar
excitante ya que es una importante zona erógena, y no
es "algo de homosexuales" ya que el homoerotismo no se
define por una práctica sino por la elección de objeto
sexual (pensado en términos freudianos) que se lleva a
cabo: sería una variación dentro del acto amoroso
heterosexual.
Por último también podemos decir que las
prácticas anales no son obligatorias ni podemos decir que
"quienes no las hacen son unos reprimidos": también se
puede llevar una vida sexual muy satisfactoria sin
mantener relaciones anales.
INDICE:
Adrián Sapetti, nacido en Buenos Aires
en 1947, es médico especialista en
psiquiatría, con vasta experiencia como
psicoterapeuta y sexólogo. Desde hace
años escribe y colabora en distintos
medios periodísticos y revistas científicas
sobre temas de psiquiatría y sexología
en calidad de asesor y redactor. Es
invitado con frecuencia a participar en
programas de radio y televisión.
Es Presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad
Humana y es el Director del Centro Médico Sexológico.
Visite: www.sexovida.com

OBRAS DEL AUTOR

Adrián Sapetti-Mario V. Kaplan


LA SEXUALIDAD MASCULINA
(4ª edición)

Adrián Sapetti- Roberto Rosenzvaig


SEXUALIDAD EN LA PAREJA

Adrián Sapetti
LA CARA DE DIOS (novela)
(2ª edición)

Adrián Sapetti
LOS VARONES QUE SABEN AMAR

Adrián Sapetti
EL SEXO Y EL VARÓN DE HOY

Adrián Sapetti
LOS SENDEROS MASCULINOS DEL PLACER (2006)

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