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Domingo Angulo (1939) “Información que dan el Mayordomo y diputados del Real HospitaNos

da una l de Sra. Sta. Ana, acerca del estado que tuvo y tiene al presente, por causa de haberse
arruinado en el quasi toda su fábrica con el terremoto de 28 de octubre de 1746, pp. 165

La carta se escribe el 26 de febrero de 1748.

El autor de la carta lamenta el estado de ruina en que quedó el hospital, pues lo considera como
el más afectado por el sismo, y aunque resalta los esfuerzos de la Hermandad de los 24 por
mejorar el edificio, pide el apoyo del rey pues “no son capaces aún a su mediano reparo”. (165)

A manera de ejemplo, tras la muerte del arzobispo Jerónimo de Loayza, la administración del
hospital quedo “reduzido” a la Hermandad de los Hermanos 24, conformada por “la más
distinguida nobleza y caudal” de la ciudad de Lima. (166). El Mayordomo del hospital se elige
mediante juntas o cabildos, y es asistido por los diputados (167). Commented [RAPG1]: Ejemplo de cómo es que se
organizan los hospitales en Lima
La atención del cuidado espiritual de los enfermos en el hospital era responsabilidad de cuatro
capellanes “que sirven de asistir a los enfermos en sus agonías, y en el uso de los Santos
Sacramentos” (167).

El autor refiere que en épocas de cierta estabilidad la enfermería de hombres podía albergar
hasta 200 enfermos, pero era común que en épocas de “peste” el número “se doblaba y
excedía”. (168). Mientras tanto, el número de enfermas atendidas “ordinariamente” admitía
entre 90 y 100. Son más los varones puesto que más llegan ellos a Lima por motivos de trabajo
y obligaciones. (171).

El hospital de Santa Ana contaba con gallineros “capaces para criarse más de mil aves” y un “gran Commented [RAPG2]: Nos da una idea del tamaño que
pedazo de huerta” donde se sembraban yerbas medicinales para “el abasto de la botica, y para pudo haber tenido el gallinero.
el socorro de las curaciones”. (170)

Los daños al hospital se van describiendo según se mencione cada espacio. Por ejemplo la sala
del calvario y la del cabildo sufrieron daños considerables al desplomarse las paredes de ésta
última. Además, la ruina de la enfermería de mujeres fue tal que no se ha “podido aprovechar
el menor rincón, para que sirva de presente a las enfermas, que ocurren a curarse”. (173). La
ruina de dicho espacio tuvo que haber obligado a los administradores del hospital a llevar a los
enfermos a lugares seguros, y aunque no precisa, es casi seguro que aprovecharon las huertas
o ranchos del lugar.

Según refiere, la noche del terremoto murieron hasta 70 indios “soterrados en su estrago”. Los Commented [RAPG3]: Comparar con la cifra que brinda
cuerpos no pudieron sacarse sino después de muchos días debido a la “fuerza de los Llano y Zapata.
promotorios de adobe, tierra y maderas de los cubiertos que tenían sobre sí”. (174).

Descripción de la manera en como curaron a los enfermos tras el terremoto. Afirma que solo
quedó en pie una de las salas del cruzero, aunque será preciso derribarla después. A pesar de su
mal estado, decidieron usar este espacio como refugio para los enfermos que sobrevivieron al
terremoto y tuvieron que ser luego trasladados a dicho espacio, además de “para recibir a los
que después han ocurrido a curarse, y ha sido preciso reducirlo en este estrecho sitio a cinco
filas de amas, las dos de ellas, que estaban antes formadas en sus alcobas a los lados de las
paredes, y las tres restantes en cruxias, que ay en el medio de la sala, quedando solo el corto
espacio que sirve de paso a una persona, y en esta forma corren las visitas del médico, cirujano
y enfermero”. Agrega que a causa de una réplica se desplomó un “pedazo” del techo sobre la
cama que un enfermo, “que lo dejó muerto”. (174-175).
Refiere el autor que haber concentrado a los enfermos en un solo lugar dificulta su curación,
pues no es un espacio ventilado para aliviar y ardiente complexión, elevando el riesgo de que
sean más los que morirán. (175)

Por otro lado, comenta que el mayordomo del hospital, don Juan de Jauregui, implementó en la
huerta “una gran pieza, o rancho de tablas y maderos, techado de esteras” con capacidad para
setenta camas para “otras tantas mujeres enfermas” que acudan al hospital para curarse tras
haber escapado de la muerte la noche del 28 de octubre. Dos hipótesis: o se incrementó el
número de enfermas frente a lo ordinario, o se tuvieron que acondicionar dichos espacios por
haber quedado en ruina la enfermería para las mujeres padeciendo “las inexcusables y grandes
molestias, que permite el tiempo, y las inclemencias de estas situaciones”. (175).

Ante la crisis, se han instalado también en la huerta los administradores del hospital y los
enfermos, y han recreado en ella los espacios de la cocina, la despensa, la ropería a base de
bujios o toldos de cañas, “que aunque de poco abrigo, y menos subsistencia, sirven por ahora
sin peligro a la acogida y reparo de sus personas, que igualmente deben de cuydarse, como los
mismos enfermos, pues si a esos las faltase la asistencia de los referidos, sería preciso extinguir
el Hospital” (176). Agrega que el hospital no se halla en condiciones para recibir a nuevos
enfermos por no poder hacerlo debido a la falta de sitio y rentas para curarlos.

Según el autor de la carta, antes del temblor las rentas del hospital ascendían a 26000 o 28 mil
pesos, “que apenas alcanzaban para mantenerse el Hospital” tras el terremoto y la ruina de
muchos edificios, hoy sus rentas no alcanzan los 14000 pesos, consumiéndose del total 6000
pesos para el pago de médico, cirujano, capellán, veedor, enfermero y sus sirvientes, quedando
8000 que no son suficientes para la manutención y curaciones de más de los cuatro mil indios
de ambos sexos, “que es el de menor número de los que en cada un año se han curado en el
Hospital”. (176-177)

Pide el autor de la carta, se preste ayuda para la reconstrucción de las dos enfermerías y las
viviendas de los administradores y personal del hospital. Comenta también que para quitar parte
del desmonte producto de la ruina el mayordomo atrajo a cerca de 600 indios convidándoles
refrescos para hacer dicho trabajo. (177)

Para aportar a la reconstrucción los hermanos han dejado limosnas para la habilitación de
algunos espacios, como salas y viviendas. Además, han recibido el apoyo del virrey quien les ha
visitado muchas veces, y ha designado a Pablo de Olavide para que induzca a los ilustres vecinos
de Lima a dejar una limosna por Santa Ana, además ha extendido cartas y circulares a los curas
y corregidores de las provincias para que estimulen a sus indios a contribuir para la
reconstrucción del hospital (178). El panorama no es tan alentador, ya que debido al terremoto
muchos han perdido fincas y propiedades y no están en capacidad para ofrecer limosnas,
asimismo el precio de los materiales y el jornal de trabajo se ha incrementado debido al desastre
(178).

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