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A qué mayoría beneficiaría la

despenalización del aborto?


El sentido de las leyes es beneficiar con su aplicación a una
mayoría afectada por un determinado tema. La gran pregunta
es a qué mayoría favorecería el proyecto llamado de
despenalización del aborto de alcanzar esta semana la media
sanción. No recuerdo una ley democrática que signifique
dolor y pérdidas para todos. La mamá que se somete a un
aborto, sea cual fuese el motivo para llegar a él, queda de por
vida con una cicatriz imposible de superar mientras tenga
conciencia. Al bebé por nacer lo condenaron a no ser. La
mamá pudo actuar bajo innumerables presiones, pero hubo
cómplices racionales que se comportaron como dictadores y
por plata, suprimiéndole el primer derecho de ese ser: la
libertad de nacer. El padre del bebé no aparece en ningún
articulado. Por lo tanto hay una presunción negativa sobre su
persona y sobre su actitud ante su hijo en gestación. Cosa
que cambia radicalmente si ese bebé viviese; de no hacerse
cargo de él ya para reconocerlo como para mantenerlo, la
Justicia actuaría para exigírselo, cosa que está muy bien.

Sin argumento científico alguno, he leído que hasta las 14


semanas es una cosa que se puede suprimir, luego ya no.
¿Acaso sugiere el proyecto que se podrían evitar los tres
primeros meses de embarazo? Si se es cosa tres meses y
después comienza la vida, por qué no confeccionar una ley
que acorte el embarazo a seis meses y nos ahorramos muchas
complicaciones.

Estamos en el siglo del conocimiento, también del


egoísmo. Es verdad que en toda mujer no habita una mamá.
Pero también es cierto que en toda mamá habita una mujer
dispuesta a dar su vida por su hijo. ¿O acaso no hemos
escuchado una y mil veces decir a una mamá, ante el cadáver
de su hijo: "¡Quiero estar yo ahí!"? ¡O tapar con su cuerpo al
hijo ante una balacera, ante un padre golpeador y en tantas
otras situaciones!

El proyecto sigue diciendo (artículo 3) que, pasadas las 14


semanas, más allá del plazo establecido, la mujer puede
interrumpir su embarazo en caso de violación y si existiera
riesgo de vida para su salud física, psicológica o social. Es
decir, ese pobre bebé que para esta ley ya no es cosa
igualmente puede ser suprimido. Por lo tanto, este último
párrafo da por tierra la teoría anterior. Queda claro que el
plazo de 14 semanas es solo a los efectos convencionales
para encontrar una excusa para su eliminación, no por
un sustrato científico.

Otro de los artículos del proyecto en cuestión,


increíblemente despenaliza el delito pero penaliza a quien
se niegue a cometerlo. Los médicos que conduzcan un
efector de salud deben realizar los abortos solicitados so
pena de ir presos de seis meses a dos años, e inhabilitación
por el doble de la condena. Si el profesional lo dilatase,
impidiendo la concreción del aborto, la pena se elevará de
dos a cinco años de prisión. No solo es un absurdo, sino que
además las personas que conduzcan estos nosocomios, de
sancionarse esta ley, indefectiblemente serán quienes no
tengan un alto apego a la vida y a su defensa.

La otra gran pregunta que debemos formularnos es: ¿Acaso


el aborto es una herramienta de justicia social? ¿Acaso, si
el aborto se institucionalizase, los que logren nacer gozarían
de los derechos que marca nuestra Constitución y hoy no se
cumplen?

Es verdad que el aborto existe y por lo tanto es muy


importante que se dé este debate. Lo de esperar sería que
todas las propuestas que se escucharon para contener desde
el Estado a una mujer que no quiere tener a su bebé —desde
asignaciones monetarias hasta adopción y cuidado del bebé
durante la gestación hasta el parto— se conviertan en algo
concreto.

El problema existe y, como tal, la solución de los que


creemos que las dos vidas importan debe aparecer y rápido,
para que esa mamá que siente que nada tiene por hacer y que
nadie entiende su problema tenga al menos una razón para
pensarlo.

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