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En el Evangelio de hoy, aparecen dos de las antítesis mateanas.

La primera es la relativa al
adulterio, la segunda al repudio. Jesús nos invita a permanecer fieles a nuestros compromisos
delante de Él, s vivir la castidad célibe y la castidad matrimonial, a vivir agradándole en todo. Ojalá
no nos dejemos arrastrar por la codicia, por la lujuria, por los malos deseos de un corazón
impenitente, sino que permanezcamos fieles a Dios, respetando a todos

Evangelio de Mateo 5,27-32

(Versículos 27-30: "Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que
mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho
te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es
ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros,
que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna"). No es de extrañar que, inmediatamente después
del homicidio, Mateo pase a dos instrucciones relativas a la vida sexual. En efecto, este tema
preocupaba mucho a los judíos de aquel tiempo. Por otra parte, en los primeros contactos del
cristianismo con el mundo grecorromano es quizá en este punto donde se produjo el choque más
agudo de las concepciones éticas, antropológicas e incluso soteriológicas; no hay más que leer las
cartas a los corintios para convencerse de ello. La instrucción evangélica no sigue absolutamente
el orden del Decálogo, puesto que mezcla aquí el tema del décimo mandamiento (el deseo) con el
del sexto (el adulterio). Se presenta como una radicalización del sexto mandamiento por el
décimo. En efecto, el tema del adulterio, punto esencial, no es tratado aquí según las categorías
dualistas griegas de la ascética o de la pureza personal, sino según las categorías típicamente
judías de relación con el prójimo. No es para preservarse de la impureza por lo que el «discípulo»
debe evitar el adulterio, sino para no hacer daño a otra unión conyugal. La estructura de estos
cuatro versículos no es simple: la evocación del sexto mandamiento (versículo 27: "Habéis oído
que se dijo: No cometerás adulterio") está seguida de su reinterpretación por Jesús (versículo 28:
"Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón"). Los versículos 29 ("Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo
de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea
arrojado a la gehenna") y 30 ("Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala
de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la
gehenna") no se adaptan fácilmente al versículo 28 ("Pues yo os digo: Todo el que mira a una
mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón). El ojo del versículo 29 ("Si, pues,
tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda
uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna") podría en rigor
corresponder a la mirada (βλέπων) del versículo 28 ("Pues yo os digo: Todo el que mira a una
mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón), pero la mano del versículo 30 ("Y
si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se
pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna") no dice relación al
tema del versículo 28 ("Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió
adulterio con ella en su corazón). El hecho de que los versículos 29 ("Si, pues, tu ojo derecho te es
ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros,
que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna") y 30 ("Y si tu mano derecha te es ocasión
de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no
que todo tu cuerpo vaya a la gehenna") se encuentren en otros contextos diferentes (Mateo 18,8-
9: "Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque más te
vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus pies en el fuego
eterno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar
con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego"; Marcos 9,43-
48: "Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco,
que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de
pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la
Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo
ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere
y el fuego no se apaga") hace pensar que pertenecieron primero a otra instrucción. Mateo se ha
servido de ellos para comentar el versículo 28 ("Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer
deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón), para lo cual los ha modificado: con
respecto a Mateo 18,8-9: "Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos
lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos
manos o tus pies en el fuego eterno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo
lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la
Gehena del fuego", ha puesto la mención del ojo antes de mencionar la mano, porque el ojo podía
servir mejor para ilustrar el tema de la codicia. Con respecto a Marcos 9,43-48 ("Si tu mano es para
ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos
manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque
más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es
para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de
Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se
apaga") ha hecho la misma transformación y, además, ha suprimido la mención del pie de
escándalo (Marcos 9,45: "Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale
entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena"), sin duda por la misma
razón. Para tener una idea de las concepciones y reglamentaciones judías sobre el matrimonio en
tiempo de Jesús se pueden leer, con prudencia porque ciertos elementos deben ser tardíos, el
tratado Ketubot, el tratado Qiddusin o, ya especialmente sobre el adulterio, sentencias
pertenecientes a tratados diversos. De estos textos resulta que el adulterio, para el hombre, no
era la infidelidad a su propia esposa, sino el rapto de la esposa del prójimo. En efecto, el hombre
casado gozaba de amplios derechos, sobre todo en sus relaciones con mujeres extranjeras;
además, la poligamia estaba legalizada, si es que no regularmente practicada. Se trata del
«adulterio con la mujer de su prójimo» (Sifra sobre Levítico 10,92a); es decir, de un israelita, que
es el problema en nuestra perícopa. La libertad de la mujer estaba mucho más limitada; prometida
o casada, con frecuencia muy pronto, debía una fidelidad absoluta a su marido. Sin embargo, en
tiempo de Jesús, la legislación tendía a proteger a la mujer, como acontecía por las mismas fechas
entre los romanos. La idea del perdón a la mujer adúltera no era ignorada: «El marido puede
perdonar a la mujer sospechosa de adulterio» (Sifré sobre Deuteronomio, par. 218). Pero las
sanciones contra el adulterio seguían siendo terribles: «El que comete adulterio con una mujer
que va a casa de su marido para el matrimonio, aunque no esté todavía consumado, sea
estrangulado» (Sanedrín, 10,6). Citemos todavía esta sentencia, porque se trata en ella del papel
de la mirada en la fornicación: «No sigáis a vuestros ojos; es la fornicación a ejemplo de Sansón...
los ojos siguen al corazón, como lo demuestra el ciego que comete todas las abominaciones del
mundo» (Sifré sobre Números, par. 115) HABÉIS OÍDO QUE SE DIJO: NO COMETERÁS ADULTERIO
(La fórmula que introduce el mandamiento (Éxodo 20,14: "No cometerás adulterio";
Deuteronomio 5,18: "No cometerás adulterio") no hace mención de los antiguos, pero el sentido
es sin duda el mismo (versículo 21: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y
aquel que mate será reo ante el tribunal"). Sobre el sentido del adulterio, véanse las
observaciones que hemos hecho antes. Hay que recordar que la instrucción se dirige a los
hombres en su comportamiento con mujeres casadas (¿a israelitas o a miembros de la comunidad
de Mateo?) PUES YO OS DIGO: TODO EL QUE MIRA A UNA MUJER DESEÁNDOLA, YA COMETIÓ
ADULTERIO CON ELLA EN SU CORAZÓN (Sobre las primeras palabras de este versículo, ver
versículo 22: "Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el
tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame
"renegado", será reo de la gehenna de fuego". Jesús se expresa aquí como intérprete escatológico
de la ley; él sólo la comprende y ha recibido la autoridad de desvelar su exigencia radical. La vista o
mirada ha desempeñado siempre un gran papel en la vida de los judíos, como de los semitas en
general. En Mateo este verbo es empleado en dos sentidos: mirar y tener cuidado, atender.
Nosotros lo tomamos aquí en el primer sentido. Ahora bien, esta mirada es concebida como un
verdadero gesto que anima una intención precisa del «corazón» o de la voluntad. Este hombre no
ve solamente a esta mujer, no la admira únicamente, no la desea solamente «en su interior», sino
que lanza sobre ella una mirada, que es una acción semejante a un golpe de cuchillo en el
homicidio. Tenemos el mismo sentido de una mirada-gesto concreto, por ejemplo, en 7,3 ("¿Por
qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el
tuyo?"). Precisemos: esta mirada no es condenada en cuanto expresión de una impureza interior
que interesaría por sí misma a Jesús; Mateo se interesa poco por la vida interior. Que la codicia del
corazón haya llegado a producir esta mirada, esto es lo grave. Estamos, pues, lejos del comentario
de Joh. Weis, que se regocijaba aquí de ver la moral interiorizada e individualizada gracias a Jesús,
al protestantismo y a la ética de Kant. El Nuevo Testamento emplea el sustantivo γυνή (mujer) en
tres sentidos: 1) la mujer en general, casada o no (Mateo 9,20: "Y he aquí, una mujer que había
estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su
manto"; 13,33: "Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una
mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado"; etc.); 2) la
esposa (5,28-31: "Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio
con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti;
más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la
gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene
que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. También se
dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio"; 14,3: "Herodes había prendido a Juan,
lo había atado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe;"; 18,25:
"Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos
y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda"); 3) la prometida (Mateo 1,20: "Pero mientras
pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de
David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del
Espíritu Santo"; 1,24: "Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había
mandado, y tomó consigo a su mujer"; Apocalipsis 19,7: "Regocijémonos y alegrémonos, y
démosle a Él la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado";
21,9: "Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas, y
habló conmigo, diciendo: «Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero»"). Lo que hemos
dicho antes, y sobre todo los paralelos rabínicos, muestra que se trata aquí de la mujer-esposa y
no - como pensaba Tolstoi - de cualquier mujer. Jesús no condena de una manera general el deseo
que el hombre tiene de la mujer, que forma parte del orden de la creación, sino la concupiscencia,
activa en la misma mirada, respecto de la mujer del prójimo. La preposición πρὸς (en orden),
seguida de infinitivo con artículo (τὸ ἐπιθυμῆσαι αὐτὴν, codiciarla), expresa la intención: en esa
mirada lo grave es que moviliza toda la persona hacia la acción, objeto de la mirada. Porque, en los
escritos bíblicos, la concupiscencia, el deseo, no es principalmente una pasión que se consuma en
el interior del hombre, sino una pasión activa. El hecho de que constantemente se la ponga en
relación con el corazón, es decir, con la voluntad, como aquí (Romanos 1,24: "Por eso, dejándolos
abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus
propios cuerpos"), o con la «carne» (Gálatas 5,16. "Yo los exhorto a que se dejen conducir por el
Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne"; Romanos 13,14: "Por el
contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne";
1 Pedro 2,11: "Queridos míos, yo los exhorto, como a gente de paso y extranjeros: no cedan a esos
deseos carnales que combaten contra el alma"), lo muestra con claridad. El hombre que codicia y
desea la mujer de su prójimo, la «busca» y la «mira» para tomarla para sí. De este hombre,
movilizado en una intensa actividad del corazón, de la carne y de la mirada, se comprende que
Jesús diga que ya ha cometido adulterio: ha robado la esposa a su hermano) SI, PUES, TU OJO
DERECHO TE ES OCASIÓN DE PECADO, SÁCATELO Y ARRÓJALO DE TI; MÁS TE CONVIENE QUE SE
PIERDA UNO DE TUS MIEMBROS, QUE NO QUE TODO TU CUERPO SEA ARROJADO A LA GEHENNA.
Y SI TU MANO DERECHA TE ES OCASIÓN DE PECADO, CÓRTATELA Y ARRÓJALA DE TI; MÁS TE
CONVIENE QUE SE PIERDA UNO DE TUS MIEMBROS, QUE NO QUE TODO TU CUERPO VAYA A LA
GEHENNA (En nuestras anotaciones introductorias hemos hablado de los problemas planteados
por estos versículos; volveremos a encontrar lo esencial en el capítulo 18, versículos 8-9 ("Si tu
mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque más te vale
entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus pies en el fuego
eterno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar
con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego"). En este
contexto, confirman nuestra interpretación del versículo 28 ("Pues yo os digo: Todo el que mira a
una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón), que insiste en la importancia
de los miembros del cuerpo. Lo que interesa a Jesús es lo que hace el hombre concreto por medio
de sus miembros, no lo que pasa solamente en su corazón. No es que el pecado resida en los
miembros o el cuerpo, como en el dualismo griego. El pecado domina el corazón del hombre, es
decir, toda la persona; pero hace de los miembros sus instrumentos. Tenemos aquí la misma
concepción antropológica que en los famosos versículos de Romanos 6,12-23: "No permitan que el
pecado reine en sus cuerpos mortales, obedeciendo a sus bajos deseos. Ni hagan de sus miembros
instrumentos de injusticia al servicio del pecado, sino ofrézcanse ustedes mismos a Dios, como
quienes han pasado de la muerte a la Vida, y hagan de sus miembros instrumentos de justicia al
servicio de Dios. Que el pecado no tenga más dominio sobre ustedes, ya que no están sometidos a
la Ley, sino a la gracia. ¿Entonces qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos sometidos a la Ley sino
a la gracia? ¡De ninguna manera! ¿No saben que al someterse a alguien como esclavos para
obedecerle, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen, sea del pecado, que conduce a la
muerte, sea de la obediencia que conduce a la justicia? Pero gracias a Dios, ustedes, después de
haber sido esclavos del pecado, han obedecido de corazón a la regla de doctrina, a al cual fueron
confiados, y ahora, liberados del pecado, han llegado a ser servidores de la justicia. Voy a hablarles
de una manera humana, teniendo en cuenta la debilidad natural de ustedes. Si antes entregaron
sus miembros, haciéndolos esclavos de la impureza y del desorden hasta llegar a sus excesos,
pónganlos ahora al servicio de la justicia para alcanzar la santidad. Cuando eran esclavos del
pecado, ustedes estaban libres con respecto de la justicia. Pero, ¿Qué provecho sacaron entonces
de las obras que ahora los avergüenzan? El resultado de esas obras es la muerte. Ahora, en
cambio, ustedes están libres del pecado y sometidos a Dios: el fruto de esto es la santidad y su
resultado, la Vida eterna. Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito
de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor". La idea de nuestros versículos es la
siguiente: privándose de un miembro (ojo o mano), el discípulo no suprimirá la fuente de la
concupiscencia; pero, lo que es capital para la ética concreta de Mateo, suprimirá sus
instrumentos, los medios de acción contra el prójimo. ¿Utiliza Jesús aquí el estilo hiperbólico tan
querido de los semitas o piensa en casos concretos de amputación? Piensa más bien en los casos
límite: si se comprobara que el pie o la mano hacen caer a sus oyentes en la iniquidad
(σκανδαλίζειν, tropiezo, 13,21: "pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es
temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida tropieza
y cae"; 18,6: "al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que
le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo
profundo del mar"; 18,8-9: "Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos
lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos
manos o tus pies en el fuego eterno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo
lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la
Gehena del fuego"; 24,10: "Muchos tropezarán entonces y caerán, y se traicionarán unos a otros,
y unos a otros se odiarán"), entonces habría que considerar la amputación. En fin, notemos que en
estos dos versículos no es la suerte del alma o del corazón lo que interesa a Mateo, sino la del
cuerpo, es decir, de la persona concreta e histórica, en relación con el prójimo. Un cuerpo privado
de un miembro es todavía un cuerpo; pero un corazón, un alma o un espíritu sin cuerpo, en la
concepción bíblica, no son más que palabras) versículos 31-32: "También se dijo: El que repudie a
su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el
caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio".
Esta es la instrucción de Jesús sobre el repudio (ver 19,9: "Y yo os digo que cualquiera que se
divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio"; Marcos 10,11-12:
"Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; y si ella se
divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio"; Lucas 16,18: "Todo el que se divorcia
de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del
marido, comete adulterio"). Al comenzar el estudio de esta perícopa difícil, recordemos tres
puntos de nuestro método constante: 1) Nuestra preocupación primera no es mostrar lo que Jesús
ha dicho o no ha dicho, sino lo que dice el texto de Mateo. Sólo en segundo lugar podemos
preguntarnos, con gran prudencia, si Jesús «pudo haber dicho» lo que nosotros leemos en Mateo.
2) Para tener alguna posibilidad de comprender a Mateo es menester, en lo posible, escucharlo en
las condiciones históricas en cuyo seno ha visto la luz. La hipótesis que hemos elegido a este
propósito es la siguiente: «Mateo ha visto la luz hacia los años ochenta, en los confines de
Palestina y Siria, en el seno de comunidades formadas por judeo-cristianos y pagano-cristianos,
que siguen todavía en constante discusión con el judaísmo ambiente, representado en el
Evangelio por los «escribas» o los «escribas y fariseos». 3) En esta discusión, que domina en
particular la interpretación de la ley (capítulos 5-7), la constante tendencia de Mateo, sin
excepción, es reforzar la exigencia legal, en la línea del Antiguo Testamento, contra las
acomodaciones de la casuística rabínica. Para nuestra perícopa es importante resaltar que Mateo
no discute con el rabinismo jerosolimitano o palestinense, sino con rabinos cuyo difícil cometido
era acomodar o adaptar la ley a las comunidades judías que vivían en un medio pagano,
particularmente a los paganos convertidos a la fe judía (prosélitos). En nuestra explicación de
estos dos versos deberemos tener en cuenta principalmente a Mateo 19,9: "Y yo os digo que
cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio";
mientras que Mateo 5, 31-32 ("También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de
divorcio. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace
ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio") es una instrucción sobre el
repudio propiamente dicho con referencia explícita a Deuteronomio 24,1-4: "Cuando alguno toma
una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo
reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su
casa, Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque
ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y
la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre, si el segundo
marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa,
o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no
le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es
abominación ante Yahveh. No traerás pecado sobre la tierra que Yahveh tu Dios te da por
heredad", en Mateo 19,3-12 ("Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le
dijeron: « ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». Él respondió: « ¿No
han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: "Por eso, el
hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola
carne"? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios
ha unido». Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de
divorcio cuando uno se separa?». Él les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido
a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les digo: El que se
divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio». Los
discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene
casarse». Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les
ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre;
otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del
Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!»") la cuestión del repudio no es más
que la ocasión de la enseñanza completa sobre la unión conyugal (versículos 4-6: "Él respondió: «
¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: "Por
eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una
sola carne"? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que
Dios ha unido» "), que es presentada como indisoluble (19,6: "De manera que ya no son dos, sino
una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido"). Es el mismo caso de Marcos 10,2-
12 ("Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: « ¿Es
lícito al hombre divorciarse de su mujer?». Él les respondió: « ¿Qué es lo que Moisés les ha
ordenado?». Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de
ella». Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del
corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el
hombre dejará a su padre y a su madre y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya
no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Cuando
regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: «El que se
divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia
de su marido y se casa con otro, también comete adulterio»"), texto dominado por el mismo
logión fundamental (versículo 9: «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre»). En cuanto a
Le Lucas 16,18 ("Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que
se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio"), separado de todo contexto
sobre el matrimonio, es también muy característico; en efecto, presenta la prohibición del repudio
como un ejemplo de «que es más fácil que el cielo y la tierra pasen que no que caiga una sola tilde
de la ley» (versículo 17). Lo que es común a todos estos textos evangélicos (ver también 1
Corintios 7,10-11: "A los casados, en cambio, les ordeno –y esto no es mandamiento mío, sino del
Señor– que la esposa no se separe de su marido. Si se separa, que no vuelva a casarse, o que se
reconcilie con su esposo. Y que tampoco el marido abandone a su mujer" con referencia al
«Señor») es el acento polémico contra todo repudio. La famosa «restricción de Mateo» (5,32:
"Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser
adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio"; 19,9: "Y yo os digo que cualquiera
que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio") deberá
ser comprendida en este contexto) TAMBIÉN SE DIJO: EL QUE REPUDIE A SU MUJER, QUE LE DÉ
ACTA DE DIVORCIO. (La fórmula introductoria (Ἐρρέθη δέ, también e dijo) es la más breve de las
seis antítesis del capítulo 5 (ver los versículos 21: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal"; 27: "Habéis oído que se dijo: No cometerás
adulterio"; 33: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que
cumplirás al Señor tus juramentos"; 38: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente";
43: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo"). La fórmula completa
reaparecerá en el versículo 33 ("Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás,
sino que cumplirás al Señor tus juramentos") cuando cambie el sujeto. Como la perícopa
precedente, ésta tiene por fin defender la unión conyugal; allí era contra el adulterio; ahora contra
el repudio. Mejor que estos dos versículos, 19,3-12 ("Se acercaron a él algunos fariseos y, para
ponerlo a prueba, le dijeron: « ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?».
Él respondió: « ¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y
que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no
serán sino una sola carne"? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no
separe lo que Dios ha unido». Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una
declaración de divorcio cuando uno se separa?». Él les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su
mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les
digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete
adulterio». Los discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer,
no conviene casarse». Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a
quienes se les ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno
de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no
casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!»") nos da la
atmósfera en la cual se discutía sobre el repudio dentro del medio en que se mueve Mateo. Para
salvaguardar la idea evangélica de la indisolubilidad del matrimonio, se debía responder aquí a la
objeción de los fariseos (19,3: "Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le
dijeron: « ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?»"), que apelaban a la
autoridad de Deuteronomio 24,1-4 ("Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede
que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de
divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, Cuando alguno toma una mujer y se casa con
ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe
certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a
ser mujer de otro hombre, si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo
pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su
mujer, al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer,
porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante Yahveh. No traerás pecado sobre la
tierra que Yahveh tu Dios te da por heredad") para permitir ciertos repudios. Por esta razón
nuestro texto, en lugar de fundarse sobre una doctrina general del matrimonio, como en 19,3-12
("Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: « ¿Es lícito al hombre
divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». Él respondió: « ¿No han leído ustedes que el
Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su
padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne"? De manera que
ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Le replicaron:
«Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se
separa?». Él les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón
de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a
no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio». Los discípulos le dijeron: «Si
esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». Y él les respondió:
«No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto,
algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron
castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos.
¡El que pueda entender, que entienda!»"), va directamente al texto de Deuteronomio 24,1-4
("Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha
encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la
despide de su casa, Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es
agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo
pone en su mano y la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre,
si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la
despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido
que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido
menospreciada; pues eso es abominación ante Yahveh. No traerás pecado sobre la tierra que
Yahveh tu Dios te da por heredad"), pero presupone las condiciones de base del capítulo 19. Como
lo ha subrayado Krister Stendahl la manera en que Mateo cita a Deuteronomio 24,1-4 ("Cuando
alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado
algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su
casa, Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque
ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y
la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre, si el segundo
marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa,
o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no
le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es
abominación ante Yahveh. No traerás pecado sobre la tierra que Yahveh tu Dios te da por
heredad") es significativa; ella nos pondrá sobre la pista de nuestra interpretación general. Como
en 22,24 ("Maestro, Moisés dijo: "Si alguien muere sin tener hijos, que su hermano, para darle
descendencia, se case con la viuda"), Mateo se separa tanto de los LXX como del texto masorético.
De los LXX toma la palabra ἀποστάσιον (una carta de divorcio). Las palabras παρεκτὸς λόγου
πορνείας (excepto en caso de inmoralidad sexual) traducen una terminología judía y no al texto
mismo del Antiguo Testamento. Esto confirma nuestra tesis general de que Mateo 5-7 no es
solamente una reinterpretación de la Ley a la luz del Antiguo Testamento, sino una polémica
contra su interpretación por los escribas de su medio. Los rabinos discutían sobre todo, a
propósito de Deuteronomio 24,1-4 ("Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede
que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de
divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, Cuando alguno toma una mujer y se casa con
ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe
certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a
ser mujer de otro hombre, si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo
pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su
mujer, al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer,
porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante Yahveh. No traerás pecado sobre la
tierra que Yahveh tu Dios te da por heredad"), sobre el sentido que había que dar a las palabras
«algo repugnante» (ἄσχημον πρᾶγμα). Como siempre, se les daba tanto una interpretación
estrecha, que restringía las posibilidades de repudio, como una interpretación amplia, que, por el
contrario, las multiplicaba. En todos los casos se prescribía la carta o libelo de repudio permitiendo
a la mujer probar que había sido dejada libre por su marido y, en consecuencia, podía volverse a
casar) PUES YO OS DIGO: TODO EL QUE REPUDIA A SU MUJER, EXCEPTO EL CASO DE
FORNICACIÓN, LA HACE SER ADÚLTERA; Y EL QUE SE CASE CON UNA REPUDIADA, COMETE
ADULTERIO ( Hagamos primero abstracción de la restricción παρεκτὸς λόγου πορνείας; 19,9: μὴ
ἐπὶ πορνείᾳ). La respuesta de Jesús a Deuteronomio 24,1-4 ("Cuando alguno toma una mujer y se
casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le
escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, Cuando alguno toma
una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo
reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su
casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre, si el segundo marido la aborrece y le
escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último
marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla
nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante Yahveh.
No traerás pecado sobre la tierra que Yahveh tu Dios te da por heredad") no es la misma aquí que
19,9 ("Y yo os digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con
otra, comete adulterio"). Aquí dice Jesús: «Todo el que repudia a su mujer... la lleva al adulterio
(porque se vuelve a casar cuando en realidad sigue ligada a su marido). En 19,9 ("Y yo os digo que
cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete
adulterio") Jesús dice: «Si uno repudia a su mujer... y se casa con otra, comete adulterio» (porque
en realidad sigue todavía ligado a su primera mujer). El sentido de estas dos sentencias
corresponde al de Marcos 10,11-12 ("Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra,
comete adulterio contra ella; y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete
adulterio") y de Lucas 6,18 ("Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete
adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio"): Jesús afirma
no solamente que en caso de repudio no es lícito volver a casarse (lo que podría ser el sentido de
Marcos 10,11-12: "Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio
contra ella; y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio"), sino que todo
repudio entraña un adulterio y, por tanto, no se puede repudiar; tal es el sentido del logión
fundamental de 19,6 ("De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no
separe lo que Dios ha unido"). En Mateo 5,32 ("Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer,
excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete
adulterio"), más claramente que en los tres otros textos, se ve que todo repudio entraña un nuevo
matrimonio y por lo mismo un adulterio. Pero pensamos que esto se presupone en los cuatro
casos, y esta tesis está ampliamente confirmada por lo que sabemos del tiempo: no se repudiaba
para permanecer célibe, sino para casarse con otra mujer; tal es el sentido que hay que dar al καὶ
(y) del fin del versículo. Abordemos ahora la restricción de Mateo; tiene a nuestro parecer el
mismo sentido en 19,9 ("Y yo os digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por
infidelidad, y se case con otra, comete adulterio") que aquí. Pero en este pasaje, como hemos
dicho, tiene todos los caracteres de los enunciados rabínicos contra los que protesta Mateo. Pero
¿qué sentido tiene πορνεία en este contexto preciso de Mateo? Se ha entendido las más de las
veces en el sentido general de mala conducta, aquí de adulterio de la mujer. Según esta
interpretación,

Jesús habría prohibido el repudio, salvo en caso de mala conducta de la mujer, caso en que habría
prescrito, permitido o tolerado el repudio y su certificado escrito (el ἀποστάσιον, una carta de
divorcio). En muchas objeciones de pura filología que han sido subrayadas por diversos autores,
esta interpretación choca: 1) con el hecho de que contradice la concepción fundamental del
matrimonio expresada en 19,6 ("De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el
hombre no separe lo que Dios ha unido"), logión que ha sido el mejor testigo de esta cuestión en
el cristianismo primitivo; 2) con el hecho de que ni en Mateo 5-7 ni en otros textos vemos que
Mateo enuncie una restricción cualquiera al transcribir una instrucción ética de Jesús; en efecto,
estos textos nos presentan a Jesús rehusando precisamente dejarse coger en el terreno rabínico
de las distinciones entre casos particulares, y limitándose a recordar globalmente el orden de la
creación establecido por Dios; 3) con el hecho de que a lo largo de los capítulos 5 a 7, y también en
otras partes, la tendencia constante de Mateo es la de reforzar la exigencia de la Ley iluminando
su carácter fundamental e implacable. Es aquí donde las observaciones de H. Baltensweiler nos
han parecido útiles. Su tesis es que la πορνεία, de la que aquí se trata, no es ni la mala conducta
en general ni «cualquier cosa repugnante» (ἄσχημον πρᾶγμα), Deuteronomio 24,1-4 ("Cuando
alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado
algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su
casa, Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque
ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y
la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre, si el segundo
marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa,
o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no
le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es
abominación ante Yahveh. No traerás pecado sobre la tierra que Yahveh tu Dios te da por
heredad"), sino que tiene el sentido que reviste en el «Decreto apostólico», Hechos 15,28-29: "El
Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las
indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la
carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo
esto. Adiós»". Allí, conforme a Levítico 18,6-18 ("Ninguno de ustedes se acercará a una mujer de
su propia sangre para tener relaciones con ella. Yo soy el Señor. No tendrás relaciones con tu
madre, la esposa de tu padre: ella es tu madre, y tú no debes tener relaciones con ella. No tendrás
relaciones con la mujer de tu padre: ella es la misma carne de tu padre. No tendrás relaciones con
tu hermana, sea hija de tu padre o de tu madre, sea que haya nacido en la casa o fuera de ella. No
tendrás relaciones con tu nieta, sea por parte de tu hijo o de tu hija, porque es tu misma carne. No
tendrás relaciones con la hija de una mujer de tu padre: ella es descendiente de tu padre,
hermana tuya, y tú no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la hermana de tu
padre: ella es la misma carne que tu padre. No tendrás relaciones con la hermana de tu madre,
porque ella es la misma carne que tu madre. No tendrás relaciones con la mujer del hermano de
tu padre: no te acercarás a ella, que es tu tía. No tendrás relaciones con tu nuera: ella es la esposa
de tu hijo, y por eso, debes no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la esposa
de tu hermano: es la misma carne que tu hermano. No tendrás relaciones a un mismo tiempo con
una mujer y con su hija, ni te casarás con su nieta, sea por parte de su hijo o de su hija: son de la
misma carne que esa mujer, y tener relaciones con ellas es una depravación. No te casarás con la
hermana de tu esposa ni tendrás relaciones con ella mientras viva tu esposa, provocando su
rivalidad") la πορνεία designa los matrimonios contraídos entre grados de parentesco prohibido.
Ahora bien, numerosos indicios hacen pensar que el decreto de Hechos 15,28-29 ("El Espíritu
Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las
indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la
carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo
esto. Adiós»") refleja las mismas circunstancias históricas y las mismas dificultades y escrúpulos
que Mateo en su conjunto. El pensamiento de nuestro versículo sería, pues, el siguiente:
prohibición del repudio, exceptuados los casos de matrimonios ilegales desde el punto de vista de
Levítico 18,6-18 ("Ninguno de ustedes se acercará a una mujer de su propia sangre para tener
relaciones con ella. Yo soy el Señor. No tendrás relaciones con tu madre, la esposa de tu padre:
ella es tu madre, y tú no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la mujer de tu
padre: ella es la misma carne de tu padre. No tendrás relaciones con tu hermana, sea hija de tu
padre o de tu madre, sea que haya nacido en la casa o fuera de ella. No tendrás relaciones con tu
nieta, sea por parte de tu hijo o de tu hija, porque es tu misma carne. No tendrás relaciones con la
hija de una mujer de tu padre: ella es descendiente de tu padre, hermana tuya, y tú no debes
tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la hermana de tu padre: ella es la misma carne
que tu padre. No tendrás relaciones con la hermana de tu madre, porque ella es la misma carne
que tu madre. No tendrás relaciones con la mujer del hermano de tu padre: no te acercarás a ella,
que es tu tía. No tendrás relaciones con tu nuera: ella es la esposa de tu hijo, y por eso, debes no
debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la esposa de tu hermano: es la misma
carne que tu hermano. No tendrás relaciones a un mismo tiempo con una mujer y con su hija, ni te
casarás con su nieta, sea por parte de su hijo o de su hija: son de la misma carne que esa mujer, y
tener relaciones con ellas es una depravación. No te casarás con la hermana de tu esposa ni
tendrás relaciones con ella mientras viva tu esposa, provocando su rivalidad", pero no desde el
punto de vista pagano, que toleraba ampliamente ciertos matrimonios consanguíneos). Podemos
quizá, pero con prudencia, dar un paso más con M. Baltensweiler. Sabemos que la casuística judía
autorizaba ciertas uniones prohibidas por Levítico 18,6-18 ("Ninguno de ustedes se acercará a una
mujer de su propia sangre para tener relaciones con ella. Yo soy el Señor. No tendrás relaciones
con tu madre, la esposa de tu padre: ella es tu madre, y tú no debes tener relaciones con ella. No
tendrás relaciones con la mujer de tu padre: ella es la misma carne de tu padre. No tendrás
relaciones con tu hermana, sea hija de tu padre o de tu madre, sea que haya nacido en la casa o
fuera de ella. No tendrás relaciones con tu nieta, sea por parte de tu hijo o de tu hija, porque es tu
misma carne. No tendrás relaciones con la hija de una mujer de tu padre: ella es descendiente de
tu padre, hermana tuya, y tú no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la
hermana de tu padre: ella es la misma carne que tu padre. No tendrás relaciones con la hermana
de tu madre, porque ella es la misma carne que tu madre. No tendrás relaciones con la mujer del
hermano de tu padre: no te acercarás a ella, que es tu tía. No tendrás relaciones con tu nuera: ella
es la esposa de tu hijo, y por eso, debes no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones
con la esposa de tu hermano: es la misma carne que tu hermano. No tendrás relaciones a un
mismo tiempo con una mujer y con su hija, ni te casarás con su nieta, sea por parte de su hijo o de
su hija: son de la misma carne que esa mujer, y tener relaciones con ellas es una depravación. No
te casarás con la hermana de tu esposa ni tendrás relaciones con ella mientras viva tu esposa,
provocando su rivalidad") en el caso de paganos convertidos a la fe judía. Nuestro texto
protestaría contra tales autorizaciones para restablecer la posición dura que es la de Hechos
15,28-29 ("El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más
que las indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre,
de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir
todo esto. Adiós»"): ningún repudio es posible fuera de los casos de uniones ilegales previstos por
Levítico 18,6-18 ("Ninguno de ustedes se acercará a una mujer de su propia sangre para tener
relaciones con ella. Yo soy el Señor. No tendrás relaciones con tu madre, la esposa de tu padre:
ella es tu madre, y tú no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la mujer de tu
padre: ella es la misma carne de tu padre. No tendrás relaciones con tu hermana, sea hija de tu
padre o de tu madre, sea que haya nacido en la casa o fuera de ella. No tendrás relaciones con tu
nieta, sea por parte de tu hijo o de tu hija, porque es tu misma carne. No tendrás relaciones con la
hija de una mujer de tu padre: ella es descendiente de tu padre, hermana tuya, y tú no debes
tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la hermana de tu padre: ella es la misma carne
que tu padre. No tendrás relaciones con la hermana de tu madre, porque ella es la misma carne
que tu madre. No tendrás relaciones con la mujer del hermano de tu padre: no te acercarás a ella,
que es tu tía. No tendrás relaciones con tu nuera: ella es la esposa de tu hijo, y por eso, debes no
debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la esposa de tu hermano: es la misma
carne que tu hermano. No tendrás relaciones a un mismo tiempo con una mujer y con su hija, ni te
casarás con su nieta, sea por parte de su hijo o de su hija: son de la misma carne que esa mujer, y
tener relaciones con ellas es una depravación. No te casarás con la hermana de tu esposa ni
tendrás relaciones con ella mientras viva tu esposa, provocando su rivalidad"). Esta interpretación:
1) deshace las tres objeciones enunciadas anteriormente contra la πορνεία entendida como mala
conducta general de la mujer (o del hombre); 2) corresponde a la concepción que nos hacemos del
medio histórico al que se dirige Mateo. Lo mismo que el judaísmo, el cristianismo debía recibir a
paganos convertidos y casados (o deseando casarse) en grados de parentesco prohibidos por el
Antiguo Testamento. Hay motivos para pensar que la comunidad cristiana de Mateo se mostraba,
sobre este punto como sobre otros, más firme y más exigente con relación a estos convertidos (o
candidatos a la conversión) que los mismos «escribas y fariseos» de la Sinagoga de aquellas
regiones. Planteemos ahora la cuestión secundaria: ¿se puede remontar a Jesús la restricción de
Mateo? Probablemente no, puesto que se refiere a circunstancias históricas y locales distintas a
las de la vida de Jesús. Por el contrario, interpretando de esta manera el pensamiento de Jesús,
Mateo se ha mostrado fiel a su maestro, ya que aquí, como en otras partes, ha resistido a las
facilidades de la casuística rabínica para atenerse a las prescripciones veterotestamentarias. Con
todo, daba con ello un primer paso peligroso en el sentido de una distinción entre casos de una
misma especie. Jesús había dicho: « ¡Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre!» Mateo
dice: la única excepción es la de los casos de matrimonios ilegales previstos en Levítico 18,6-18
("Ninguno de ustedes se acercará a una mujer de su propia sangre para tener relaciones con ella.
Yo soy el Señor. No tendrás relaciones con tu madre, la esposa de tu padre: ella es tu madre, y tú
no debes tener relaciones con ella. No tendrás relaciones con la mujer de tu padre: ella es la
misma carne de tu padre. No tendrás relaciones con tu hermana, sea hija de tu padre o de tu
madre, sea que haya nacido en la casa o fuera de ella. No tendrás relaciones con tu nieta, sea por
parte de tu hijo o de tu hija, porque es tu misma carne. No tendrás relaciones con la hija de una
mujer de tu padre: ella es descendiente de tu padre, hermana tuya, y tú no debes tener relaciones
con ella. No tendrás relaciones con la hermana de tu padre: ella es la misma carne que tu padre.
No tendrás relaciones con la hermana de tu madre, porque ella es la misma carne que tu madre.
No tendrás relaciones con la mujer del hermano de tu padre: no te acercarás a ella, que es tu tía.
No tendrás relaciones con tu nuera: ella es la esposa de tu hijo, y por eso, debes no debes tener
relaciones con ella. No tendrás relaciones con la esposa de tu hermano: es la misma carne que tu
hermano. No tendrás relaciones a un mismo tiempo con una mujer y con su hija, ni te casarás con
su nieta, sea por parte de su hijo o de su hija: son de la misma carne que esa mujer, y tener
relaciones con ellas es una depravación. No te casarás con la hermana de tu esposa ni tendrás
relaciones con ella mientras viva tu esposa, provocando su rivalidad"). En otro contexto histórico,
pero ante cuestiones concretas muy semejantes, más de veinte años antes el apóstol Pablo se
había visto obligado a dar instrucciones todavía más matizadas (1 Corintios 7,7-11: "Mi deseo es
que todo el mundo sea como yo, pero cada uno recibe del Señor su don particular: unos este,
otros aquel. A los solteros y a las viudas, les aconsejo que permanezcan como yo. Pero si no
pueden contenerse, que se casen; es preferible casarse que arder en malos deseos. A los casados,
en cambio, les ordeno –y esto no es mandamiento mío, sino del Señor– que la esposa no se separe
de su marido. Si se separa, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su esposo. Y que
tampoco el marido abandone a su mujer"). Lucas 6,18 ("Todo el que se divorcia de su mujer y se
casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete
adulterio") sería una forma «neutra» de esta instrucción, entre su forma judeo-cristiana en Mateo
5,32 ("Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser
adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio") y su forma pagano-cristiana en
Marcos 10,11: "Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra
ella". Mateo 5,32 ("Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de
fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio") y Lucas
16,18b ("el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio") rompen con
el derecho judío que con Deuteronomio 24,1-4 ("Cuando alguno toma una mujer y se casa con
ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe
certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, Cuando alguno toma una
mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable
en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, y ella sale
de su casa y llega a ser mujer de otro hombre, si el segundo marido la aborrece y le escribe
certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido
que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla
nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante Yahveh.
No traerás pecado sobre la tierra que Yahveh tu Dios te da por heredad") preveía el repudio de la
mujer por el hombre. Mateo toma la sustancia bajo una forma nueva en 19,9 ("Y yo os digo que
cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete
adulterio") para quitar su carácter antinomista a Marcos 10,2-12 ("Se acercaron algunos fariseos y,
para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: « ¿Es lícito al hombre divorciarse de su
mujer?». Él les respondió: « ¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?». Ellos dijeron: «Moisés
permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella». Entonces Jesús les respondió:
«Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el
principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su
madre y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Cuando regresaron a la casa, los discípulos le
volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra,
comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro,
también comete adulterio»"). Por otra parte, se encuentran círculos paganocristianos en el origen
de 5,32a ("Pero yo os digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de
infidelidad, la hace cometer adulterio"). En fin, el redactor final habría ensayado colocar, sin
lograrlo, los diversos elementos de esta génesis complicada, que tendía hacia la abolición de la ley,
en su esquema de cumplimiento de la ley por Jesucristo. Por útiles que sean, tales
reconstrucciones de la génesis literaria de nuestra perícopa nos parecen todavía frágiles.
Recientemente, un autor católico, el P. Moingt Sj ha defendido la tesis de que el inciso de Mateo
podría autorizar a la Iglesia, en ciertos casos, no solamente a permitir un divorcio, de hecho
consumado por el adulterio, sino a conceder su perdón en vistas a la comunión eucarística e
incluso en vistas a un nuevo matrimonio. Su tesis es que «... Jesús hace remontar la falta a la
ruptura de la primera unión, que él condena al que la ha roto por malos deseos, pero que excusa a
aquel que se ha encontrado separado de su pareja por la división del pecado; (los Padres) han
pensado que debían perdonar a quien Jesús excusaba. Esta praxis constituye un argumento de
tradición muy serio, un hecho eclesial que es la aplicación de una lectura verosímil de la Escritura».
Los textos de los Padres citados por el autor son muy impresionantes, pero, a nivel de la exégesis
histórica, no nos han convencido.

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