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de Teorías Científicas
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Miguel Martínez Miguélez
Por otro lado, las teorías son construcciones mentales simbólicas, verbales
o icónicas, de naturaleza conjetural o hipotética, que nos obligan a pensar de
un modo nuevo y diferente, al completar, integrar, unificar, sistematizar o
interpretar un cuerpo de conocimientos determinado que hasta el momento se
consideraban incompletos, imprecisos, inconexos o intuitivos. Por todo ello, se
vuelve imperativa una revisión del proceso psicológico constructor de las teo-
rías científicas. Y tal revisión puede cambiar sustancialmente el modo de
entender una entidad en las ciencias tanto de naturaleza física o química como
de las ciencias humanas.
Einstein solía decir que "la ciencia consistía en crear teorías", y Kurt Lewin solía
afirmar que “no hay nada más práctico que una buena teoría”. Ciertamente, si
tenemos en cuenta la función que tienen las teorías en el avance científico, pode-
mos decir que su construcción es el fin principal de la ciencia.
La historia de la ciencia nos permite ver en forma palpable que sus avances
más revolucionarios y significativos no provienen de investigaciones empíricas
aisladas o de la acumulación de hechos y experimentos, sino de teorías novedosas
inicialmente desconcertantes.
Heidegger sostiene que "ser humano es ser interpretativo"; es decir, que la in-
terpretación, más que un "instrumento" para adquirir conocimientos, es el modo
natural de ser de los seres humanos, y todos los intentos cognitivos para desarro-
llar conocimientos no son sino expresiones de la interpretación sucesiva del mundo.
El Premio Nobel de Física Henry Margenau afirma (1969: passim) que es falsa
la idea tradicional, o "ciencia de viejo estilo", como la llama él, según la cual, la
teoría científica no es otra cosa que la sistematización de los datos, ya que no hay
"reglas de inducción", generalmente aplicables, por medio de las cuales se puedan
derivar o inferir de manera mecánica hipótesis o teorías a partir de los datos empíri-
cos.
Por esto, es también falsa y engañosa –continúa este autor– la analogía del
"rompecabezas", usada frecuentemente por muchos autores, que insinúa que el
científico es como el hombre que trata de resolverlo. Examina cada pieza del
rompecabezas con gran cuidado y trata de colocarla en el propio lugar
preestablecido, seguro de que cabe en algún lugar. Las piezas son los hechos
observables de la naturaleza, la ciencia los estructura en modelos y un modelo
representa la solución del problema en cuestión (ibídem).
Einstein precisa que "están en un error aquellos teóricos que creen que la teoría
se obtiene inductivamente a partir de la experiencia" (Hanson, 1977:229).
Estas mismas razones hacen afirmar a Mario Bunge (1975) que no hay
elaboración de datos estadísticos que produzca por sí misma nuevas hipótesis, por
no hablar de leyes; que, en general, no hay esfuerzo técnico, empírico o
matemático, por grande que sea, que pueda ahorrarnos el trabajo de inventar
nuevas ideas, aunque, sin duda, aquel trabajo técnico puede muy bien disimular la
falta de ideas...; que no hay truco ni máquina alguna que pueda convertir un mon-
tón de datos, por precisos, numerosos y relevantes que sean, en un enunciado de
alto nivel. Lo único que puede inferirse de los datos son enunciados del más bajo
nivel, es decir, generalizaciones empíricas; y esto con ambigüedades, de tal forma
que esos enunciados quedarán aislados mientras no se invente algún principio
unificador más fuerte (pp. 347, 373).
La teoría es, por tanto, un modelo ideal, sin contenido observacional directo,
que nos ofrece una estructura conceptual inteligible, sistemática y coherente para
ordenar los fenómenos.
Y no podría ser de otra forma, ya que la analogía y todas las formas expresivas
que participan de su concepto, son instrumentos potentes de la ciencia. Así lo han
considerado los más grandes científicos de nuestra época. Robert Oppenheimer
(1956: passim), por ejemplo, director el Proyecto Manhattan, que elaboró la primera
bomba atómica que se lanzó en Hiroshima y Nagasaki, afirma que "la analogía es
un instrumento verdaderamente indispensable e inevitable para el progreso científi-
co".
Los diagramas tienen la capacidad de hacer más "visible" una realidad, de dar
una visión de su conjunto y, además, son un medio potente de comprensión,
explicación y demostración de la dinámica interna del fenómeno en estudio. Su
poder le viene del hecho que incorporan la capacidad del hemisferio derecho, que
es analógico, gestáltico y estereognósico (es decir, homólogo), en una actividad
cognoscitiva que hasta el momento puede haber sido exclusivamente lineal,
secuencial y atomista. Recordemos que la misma palabra "idea", en su origen
griego, significaba "imagen", "figura", "vista".
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bunge, M. (1975), La investigación científica. Buenos Aires: Ariel.
Davies, J.T. (1973), The scientific approach. Londres: Academic Press.
Einstein, A. (1933), Prefacio a “Where is science going?”, de Max Planck. Londres: Allen.
Hanson, N.R. (1977), Patrones de descubrimiento. Observación y explicación. Madrid: Alianza Universidad.
Kaplan, A. (1979), The conduct of inquiry: methodology for behavioral sciences. Nueva York: Harper & Row.
Margenau, H. (1969), "El nuevo estilo de la ciencia". Cultura Universitaria: Univ. Central de Venezuela, 8. Separata.
Martínez, M. (2011). La investigación cualitativa etnográfica en educación: manual teórico-práctico. 3ª edic. México: Trillas.
---, (2008). Epistemología y metodología cualitativa en las ciencias sociales. México: Trillas.
---, (2012). Nuevos fundamentos en la investigación científica. México: Trillas.
Oppenheimer, R. (1956), "Analogy in science". American Psychologist, 11, 127-135.
Popper, K. (1963), Conjetures and refutations