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Factores que Favorecen la Violencia Familiar

Es importante considerar dentro del estudio de la violencia aquellos factores familiares que
la promueven y reproducen. Siendo inminente preguntarse por qué la familia se vuelve una
fuente de violencia y no de cuidado y protección para sus miembros, especialmente para
los más vulnerables del hogar.

Gelles, R. 1984 (citado por Bentovim, A. 2000) enunció once factores que hacen que las
familias tiendan a la violencia, en lugar de cumplir con su rol fundamental que es ofrecer
una crianza y socialización adecuadas. A saber:

1. El tiempo de exposición al riesgo: desproporción entre el tiempo que los miembros de


una familia interactúan entre sí y el tiempo invertido en interactuar con el mundo externo.
Cuánto más tiempo pase una familia junta, mayor será la oportunidad para el conflicto y la
violencia.

2. El alcance de las actividades y los intereses: las interacciones de los miembros de la


familia se extienden sobre un espectro mucho más amplio que el de las actividades no
familiares. Mientras menos actividades e intereses tengan los miembros de las familias
están obligados a interactuar entre sí por mucho más tiempo, lo cual facilita la invasión de
espacios y la influencia de una conducta sobre la otra. Los miembros de la familia exhiben
una expresión desproporcionada de comportamiento negativo u hostil de unos hacia otros
ante situaciones relativamente neutrales. Los padres abusivos tienden a percibir las
diferencias vinculadas a un desarrollo normal como un comportamiento rebelde y hostil.

3. La intensidad del involucramiento: La presencia de un antagonismo mutuo, de niveles


mayores de crítica, de comportamiento amenazador, de gritos; es muestra de una aguda
intensidad de involucramiento. Una burla hecha por un miembro de la familia es posible
que tenga más impacto que si sucede en otro contexto. Hay evitación de los problemas y
ausencia de interacciones cálidas, deseables y afectivas.

4. Actividades intrusivas: interacciones estructuradas alrededor del conflicto con


ganadores y perdedores. Decidir qué comer o qué carro comprar puede volverse una lucha
de poder. Los resentimientos son inevitables entre los miembros, con relación a las
diferencias y elecciones que deben hacerse. Predomina una carencia de habilidades sociales
para el manejo de estas diferencias. Se usa la coacción para resolver conflictos y el castigo
para lo que se percibe como una trasgresión.

Texto de uso académico elaborado por Anaís Barrios Flores (2014).


5. Los derechos a las influencias: un miembro se sitúa como poderoso y ejerce influencia
sobre los valores, las actitudes y los comportamientos de la familia. Viola y reprime aquello
que el otro quiere. Los padres abusadores son, o bien el extremos autoritarios, o bien
descuidados y nada exigentes. Todo ello, influye sobre la capacidad social, espontaneidad,
formación de conciencia y desempeño intelectual.

6. Diferencias de edad y sexo: las familias suelen ser el grupo donde interactúan miembros
de diferentes edades, sexos y visiones societarias intrínsecas sobre el género, la edad y la
autoridad que debe ejercerse. Aquellas familias donde se produce la violencia se
caracterizan por manejarse con enfoques patriarcales: se acepta a las mujeres y los niños
como víctimas adecuadas para la violencia y el abuso. Las tensiones en la familia liberan
modelos aprendidos en la familia de origen, que pueden ser un “semillero experimental”
para las interacciones violentas.

7. La adscripción de roles: la autoridad y las relaciones subordinadas se definen a través de


una construcción social, por la que se otorga a los adultos el poder para socializar a los hijos
el derecho de efectuar reclamos y esperar su obediencia. Estos reclamos pueden llegar a
ser abusivos si no hay un trasfondo de apego, o una experiencia de cuidado que pueda
sustentar los roles asumidos. En las familias reconstituidas existe un porcentaje más alto de
violencia interfamiliar, el hombre o mujer con una orientación abusadora que llega a la
familia puede aprovechar el rol vacante del padre que se fue para tomar control y volver a
los niños o adolescentes del hogar en víctimas.

8. La privacidad: la familia moderna es una institución privada, aislada de los ojos, los oídos
y, muy a menudo, de las reglas de la sociedad en su conjunto. Donde la privacidad es
elevada, el control social es bajo -no hay cabida para que otro vea y detenga lo que sucede-
. En privado pueden distorsionarse las reglas sociales y los significados sobre la familia. Las
distorsiones extremas en las creencias acerca del castigo adecuado caracterizan a los padres
abusadores. Estas distorsiones pueden ser asimiladas por la víctima como algo válido, lo
cual le permite justificar la conducta del agresor. En la mayoría de los casos el agresor aísla
a la víctima replegándola a un entorno privado donde esté reducida la comunicación con
otros y por lo tanto tenga menos posibilidades de pedir ayuda. Asimismo, el abuso conyugal,
suele rotularse como un incidente doméstico privado, lo cual remarca la idea de que debe
atenderse y resolverse en privado, a puerta cerrada.

9. La membresía involuntaria: se suele concebir a la familia como una entidad mucho más
importante que los individuos que la componen, de modo que es más importante que
permanezca unida antes que optar por la separación o reubicación de algún miembro. Si

Texto de uso académico elaborado por Anaís Barrios Flores (2014).


bien puede haber ex esposas y ex esposos, no puede haber “ex hijos” o “ex padres”, excepto
en situación extrema. Hay una dialéctica constante entre, la autoridad del Estado y los
derechos de protección del niño, y el considerar a los niños como miembros involuntarios
de una organización -la familia- cuya integridad debe ser protegida a expensas de sus
miembros. El ser miembro de una familia puede representar el derecho a exigir y brindar
cuidado, crianza, afecto y apoyo. En las familias en las que ocurre el abuso, el ser uno de los
miembros puede implicar un compromiso y una encrucijada personal, social, material y
legal.

10. El estrés: la familia está permanentemente sujeta a cambios y transiciones. Los recursos
violentos para afrontar el estrés constituyen una respuesta característica aprendida dentro
del contexto familiar. Las familias en donde tiene lugar el abuso se caracterizan por estar
“colmadas de estrés”, y el estrés se maneja con respuestas hostiles antes que con
respuestas apropiadas.

11. Conocimiento extendido de las biografías sociales: las fortalezas y debilidades, los
agrados y desagrados, los amores y temores son todos conocidos por los miembros de la
familia. Un conocimiento que puede ser usado para dar apoyo o para atacar. La “maldad”
o “bondad” del otro se refuerza en un contexto cerrado, repetitivo del carácter y de la vida
familiar. Se crean y refuerzan los roles, al establecerse qué es lo que se supone que uno
deba ser o hacer. En las familias abusivas dichos roles se toman en sus formas más
negativas. Así tenemos que si un miembro de la familia tuvo una infancia de abandono
donde fue desvalorizado y concebido como un estorbo, en la nueva familia que construyó
se le trata igual manteniendo su rol de víctima.

Estilos de Crianza Violentos

Los estilos de crianza remiten a la manera particular en que los padres se relacionan con los
hijos, estableciendo roles y códigos de comunicación e interacción determinados e
íntimamente unidos a las expectativas y metas de crianza parental. Comprenden el
conjunto de creencias, métodos y conductas que los padres emplean para lograr la
disciplina y educar a los hijos. Algunos estilos de crianza favorecen la violencia por acción u
omisión.

Estilo autoritario-represivo: Los padres ejercen control sobre los hijos, cada una de sus
acciones “educativas” buscan conseguir este fin. El monólogo paterno se sobrepone a la
posibilidad del dialogo abierto padre-hijo. No muestra interés por las opiniones,

Texto de uso académico elaborado por Anaís Barrios Flores (2014).


necesidades, pensamientos y sentimientos del hijo, imponiendo los suyos. Cualquier
búsqueda de autonomía, independencia, cualquier desviación del control parental o fracaso
en el logro de una conducta esperada conlleva sanciones o castigos de tipo verbal, físico o
psicológico. Esperan que los hijos satisfagan sus necesidades, demandándolas de forma
ambivalente. Insertan en el hijo la premisa de: “no soy lo suficientemente bueno”. De este
modo, se hace al niño responsable por la conducta del padre abusador, colocando sobre él
un significativo negativo de sí mismo que distorsiona su autoconcepto e identidad.

Estilo permisivo-negligente: El padre/madre muestra una baja aceptación del hijo en una
relación poco afectiva, indiferente y de marcado desinterés por el mismo, pudiendo llegar
al abandono físico o afectivo. No establece límites congruentes porque no están claros ni
los roles ni las metas de crianza siendo permisivos y pasivos ante las conductas del hijo.
Delega la responsabilidad de crianza a otros familiares o entes. Otorga mucha
independencia y responsabilidad al hijo en cuanto a la tarea de cuidarse y atenderse así
mismo. No se interesa y preocupa por atender y conocer las necesidades, sentimientos y
pensamientos del hijo. Desarrollan un clima familiar de vacío y deprivación. Los padres
negligentes son incapaces de “dotar al hijo con un valor personal”. Insertan en el hijo la
premisa de: “no soy”. Esta premisa le da al niño el significado de ser invisible y poco
importante para sus padres o familiares, de modo que no es merecedor de cuidado y afecto.

Las Experiencias Traumáticas como Creadoras de Historias

En la medida que los factores aquí estudiados estén presentes en la vida familiar, se cultivan
las condiciones para crear historias personales de violencia capaces de mantenerse en el
tiempo y de transmitirse de generación en generación. En este sentido, Bentovim, A. (2000)
afirma que “los acontecimientos en la vida de las personas crean “historias”, según las
cuales ellas viven sus vidas, entablan relaciones, inician acciones, responden a otras, las
mantienen y desarrollan. Los hechos traumáticos de naturaleza abusiva pueden tener un
efecto llamativamente poderoso de crear “historias” que se autoperpetúan y que, a su vez,
se reeditan y refuerzan”.

El intervenir situaciones de violencia familiar implica un proceso de construcción de nuevos


significados que permitan a los miembros de la familia crear para sí mismos historias más
esperanzadoras y menos dolorosas. La intervención psicológica representa una
oportunidad para volver a confiar en sí mismo y los otros a pesar de lo vivido.

Texto de uso académico elaborado por Anaís Barrios Flores (2014).


Referencias Bibliográficas

Bentovim, A. Sistemas Organizados por Trauma. El abuso físico y sexual en las familias.
Editorial Paidós, Argentina, 2000.

Texto de uso académico elaborado por Anaís Barrios Flores (2014).

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