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Introducción
En la transición de las épocas siempre hay un punto de quiebre, de choque entre los
paradigmas de uno y otro momento historio, confrontando ideas y en ocasiones retomando
los viejos principios para actualizarlos. Sin embargo no es un corte puntual y drástico en
una línea temporal continua. Los cambios se dan lenta y progresivamente y el choque de
ideas no siempre representa el abandono o sustitución radical de las mismas. Ni siquiera
significa que existan dos puntos de partida que se caractericen uno y otro por el abandono
total o la actualización de los viejos principios. Existe siempre una dialéctica entre lo viejo
y lo nuevo, a veces más declinada por la preferencia de uno y a veces de lo otro.
Así el conocimiento se divide en dos vertientes. Por un lado un saber que culmina en
conocimientos y a su vez alcanza ciertos objetivos concretos. Entonces ciertas esferas de la
sociedad se vuelven especialistas y alcanzan ciertos proyectos, derivados de conocimientos
específicos como la geometría, la anatomía, la óptica, incluso los músicos alcanzan un
lenguaje formal que los logra unificar (hoy en día lo conoceremos como un lenguaje
universal).
Lo sensible
No será entonces extraño que esta forma de concebir el conocimiento siga esa línea y
atienda lo sensible, cuidándose de no caer en lenguajes ya antes establecidos o conceptos
formalistas que definan el objeto realidad antes que el contacto sensible. Y sin embargo es
tan cuidadoso que no cae en el sensualismo, pues la atención a lo sensible es acompañada
por la búsqueda de un sentido, el cual lo sensible no puede dar de forma inmediata. Así lo
verá Ficino y asegurará que el conocimiento tiene que considerar lo corpóreo y lo
incorpóreo1.
Esta mirada doble es especifica del hombre y está en tensión con el juego de la
apariencia y el lograr alcanzar su sentido, todo mediado por el hombre. Así Ficino afirmará
que la compresión humana no es cosa global ni mucho menos instantánea, más bien se
producirá mediante la observación. Sin embargo el objeto sensible no dará un
conocimiento inmediato, para llegar al sentido de éste el sujeto deberá permanecer el
1
M. FICINO, Theologia Platonica, Versión Bilingüe, París, 1964-70, lib. XVI, cap. 5; t. III, pp.120-123.
suficiente tiempo en cada situación. Esto dará entonces una primera comprensión al sujeto
del objeto, la imagen. La imagen encerrará en sí misma relevancias de lo sensible,
recuerdos y expectativas.
Sin llegar a ser sólo la copia del objeto sensible, la imagen se entenderá como
creación. Euclides no esta satisfaciendo una necesidad física al imaginar una linterna, está
resumiendo un viaje, anticipando al mismo en el tiempo. La imagen ya no se regirá por los
límites del tiempo presente, podrá viajar indiscriminadamente al futuro. Sin embargo la
imagen no sale de la nada, el sujeto, en este caso Euclides, debe reconocer suficientemente
el entorno sensible (el camino).
Y Ficino verá las ideas de la misma manera que Platón, como formas. Formas que se
sucederán en niveles ontológicos, sólo que Ficino llega a afirmar, y así conservar los
principios del medievo, que la fuente de la más grande de las formas es Dios. Y como el
alma humana es infinitamente inferior a las ideas, producidas en última instancia por Dios,
esta no podrá sino sólo ser afectada por las mismas.
Esto le dará al alma humana una mayor cercanía a lo corpóreo, a la materia que es
trasformada por esas formas superiores. Y ya que el alma humana es más cercana a lo
corpóreo ésta también es trasformado por lo externo. Los cuerpos son transformados por las
fuerzas que no provienen de sí mismos, las exteriores, en ese momento la compresión
humana dejará entrever su condición corporal. Pero aunque se ha afirmado que lo humano
es mas cercano a lo corporal y material, si que hay diferencias. Una de ellas será que, el
alma huma no es sólo una mera placa formada a golpes por parte de lo externo, esta tiene
sus propias potencialidades y Ficino dirá que mediante la imagen hace suyas las formas, las
retiene y prolonga su comprensión2.
Conclusión
Así entre lo sensible y lo inteligible –me permitiré llamarle así debido a la gran influencia
que Ficino tiene de Platón- siempre existe un mediador producto del alma humana, la
imagen. Sin ser sólo una mera copia de lo sensible externo al alma humana, sino una
construcción por parte de esta, con una proyección temporal que permite la interpretación
del entorno que rodea al individuo, siendo el primer paso para la comprensión humana y a
su vez la generación de conocimientos, que no parten de intricadas redes conceptuales
establecidas con antelación.
2
M. FICINO, Platonic Theology , lib. XI, cap. 4; Vol.II, pp 114
Bibliografía
* M. FICINO, Theologia Platonica, (se cita la edición bilingüe de Marcel, Théologie
Platonicienne de l’immortalité des âmes, Les Belles Lettres, París, 1964-70, tres tomos)