Você está na página 1de 2

Furet, F.: Capítulo II.

La Primera Guerra Mundial

La 1GM no fue el producto de una fatalidad inevitable (rivalidades económicas entre las potencias o fervor
nacionalista de los pueblso europeos) sino de un mal manejo diplomático entre el asesinato del archiduque
(junio, 1914) y la decisión de ir a la guerra (agosto, 1914). Ninguna potencia imaginó la matanza que se
avecinaba ni en sus dimensiones ni en su duración. Tampoco imaginaron que la guerra significaría un
desplome de la historia de Europa.
En este sentido, la 2GM fue más ideológica: Hitler preparó y deseó la guerra basándose en su concepción
sobre la superioridad racial del pueblo alemán. La guerra enfrentó dos modelos contrapuestos del hombre en
sociedad: la del nazismo y la de la democracia y ya a partir de 1936-1938 toda Europa la ve venir y sabe que
no se puede evitar mediante ninguna clase de arbitraje.
No sólo el desencadenamiento sino también el devenir de la 2GM fue ideológico: la ceguera de Hitler
respecto a sus ideas lo llevó a desestimar cuestiones estratégicas. Por ejemplo, llevó adelante una política de
exterminio en Ucrania y Bielorrusia, sin importarle la alianza que había tejido con Stalin. Si hubiera sido
más estratégico, se habría dado cuenta que lo que le convenía era dividir a los pueblos soviéticos y no
ponérselos rápidamente en contra.
La 1GM inauguró el primer episodio de la tragedia europea. Ninguno de los hombres que participó en ella
imaginó la magnitud de ese desastre. Para ellos ir a la guerra formaba parte de un deber cívico inscripto en la
tradición de todos los viejos Estados-naciones de Europa. Es decir, habían sido formados como patriotas en
la familia y en la escuela; pertenecían a una vieja civilización moral que conserva muchos rasgos
aristocráticos en el interior de la democracia.
La 1GM significó el triunfo de la nación por sobre la clase. La estrategia de la huelga general de la II
Internacional se pospone para el fin de la guerra. La unidad nacional no iba en detrimento de la idea
democrática sino que la moviliza en favor de la patria: el obrero de cada país lucha en nombre de la
democracia en su pais.
Es un error, dice Furet, pensar que esto significó un avance de la derecha o de la contrarrevolución sobre la
izquierda porque: 1) la idea revolucionaria no desapareció sino que fue dejada en suspenso solamente como
una promesa diferida; 2) la defensa de la nación estaba fuertemente ligada a la idea de progreso para
muchos; y esto es así porque, desde la Revolución Francesa, las conquistas democráticas se abrieron paso a
través de la dialéctica nación-revolución (la democracia moderna nace bajo una tensión constitutiva entre lo
particular y lo universal, entre la nación y la revolución). La guerra va a poner en entredicho la idea de
nación, y con el correr del tiempo y de las muertes, socavará toda la base de la política europea.
La 1GM fue la primera guerra democrática e indutrial de la historia. Todos los ciudadanos europeos se
vieron comprometidos en ella y forzó
Muchos intelectuales europeos (Constant, Saint-Simon, Comte) vaticinaron que el desarrollo industrial
vendría aparejado de la convivencia pacífica entre los pueblos, en tanto que la guerra dejaría de ser un medio
para obtener riqueza. El observador de hoy puede apreciar que si bien es cierto que el europeo moderno
estaba animado por la obsesión del trabajo, el enriquecimiento y del bienestar, también lo es que es el mismo
hombre que fue a la guerra en 1914.
La tradición socialista, en cambio, sostuvo que la sociedad comercial no conducía a una lógica de paz entre
hombres y naciones sino que llevaba a la guerra en las entrañas. Para Lenin, la guerra era la salida necesaria
a un callejón sin salida al cual había arribado la competencia intercapitalista. La expansión imperialista llegó
a un punto en el que se hacía imposible continuar sin tocar los intereses de los otros Estados. Esta teoría,dice
Furet, fue útil para explicar la 1GM pero no puede dar cuenta de la 2GM donde la ambición de Hitler de
dominar al mundo se explica más por una locura política que por una necesidad económica. Desde entonces,
podemos distinguir entre empresa capitalista y el Estado que la abriga. Además, en los últimos 30 años se
viene dando un fenómeno inpensable en términos leninistas: una salto en la expansión del capitalismo que
coexiste con una cooperación cada vez más grande entre las naciones de Occidente.
Para Furet, la motivación económica no explica todo. Si bien es importante en las sociedades capitalistas,
hay muchas otras causas que intervienen a la hora de interpetar la evolución de las relaciones
internacionales, como pueden ser las costumbres, los sentimientos, las mentalidades. “El capital tiene su
lugar señalado en las tragedias del siglo XX pero no debe ser su chivo expiatorio.”
Si bien entre las causas de la 1GM están las razones económicas, el consentimiento que los pueblos
europeos brindaron a la hora de ir pelear por ello se explican por razones de otro orden que vienen de un
fondo más antiguo. Los hombres de 1914 no vivieron el ir a la guerra con angustia, eso es una interpretación
que el historiador imprime a los hechos con los ojos del hoy. Para ellos, en cambio, ir a la guerra en nombre
de la nación representaba una verdadera prueba de honor que tiene su historia en la constitución de las
naciones europeas, anteriores todas ellas a cualquier sociedad comercial e incluso anteriores a la democracia
misma. La idea de nación fue forjada a través de los siglos y de los reyes: los siglos fueron consolidando un
idioma, costumbres y hábito de vivir en común, y las monarquías fueron dando cuerpo a esa nación en
cierne consolidándose como autoridad pública que emancipaba a los pueblos del señor. Este honor militar de
morir por la nación es una rémora del Antiguo Régimen que sobrevivió a la Revolución Francesa y que la
democracia reconvertió en su provecho.
En el caso de Francia, el culto de la gloria militar no se alimentaba sólo de la pasión nacional sino también
de la idea democrática. La nación renovada que parió la Revolución Francesa representaba, para sus
hombres, la vanguardia de la humanidad, la portadora de una misión emancipadora respecto de las
monarquías absolutistas. Sin embargo, esta superposición entre lo particular y lo universal no engañó por
mucho tiempo a los pueblos europeos: una vez que entendieron el mensaje, cada cual lo utilizó en su
beneficio y a la postre contra Francia. Las masas que fueron siendo integradas al Estado recibían con ello la
nación que debían amar antes y más que la democracia. “Es una pasión menos abstracta, más antigua, más
fácil, que puede ser compartida por todos, amigos o enemigos de la democracia.”

Você também pode gostar