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A MEETING OF MINDS: MUTUALITY IN PSYCHOANALYSIS, LEWIS ARON

1.- LA ORIENTACIÓN RELACIONAL. UNA INTRODUCCIÓN1.

En el escenario psicoanalítico Americano contemporáneo, la alternativa dominante a la teorización


clásica se ha vuelto un enfoque conocido como psicoanálisis relacional.(1) Mientras entre los
psicoanalistas individuales siempre ha habido pensadores creativos e individualistas disidentes que
desarrollaron sus propios puntos de vista, previo a la década de los sesenta el establecimiento
psicoanalítico Americano era abrumadoramente singular y unitario; su enfoque estaba dominado por la
teoría estructural Freudiana y la psicología del yo. Comenzando en la década de los sesenta, y más aún
en la década de los setenta, escuelas de psicoanálisis más allá de la tradición de la psicología del yo se
introdujeron en este país. Los analistas comenzaron a escuchar sobre los desarrollos en psicoanálisis
neo-kleiniano en Inglaterra (con su énfasis en los mecanismos introyectivos y proyectivos como reflejados
en la fantasía inconsciente) y en el Middle Group británico o Escuela Independiente, la teoría de las
relaciones de objeto (con la atención especial que esta puso al ambiente materno temprano y la
contratransferencia del analista); y, desde los Estados, Heinz Kohut comenzó a elaborar su propia escuela
de la psicología del self (que introdujo un tono menos moralista respecto al narcisismo y que tuvo en
cuenta la extensión del psicoanálisis a pacientes más vulnerables).

Incluso desde dentro de la corriente principal de la tradición psicológica del yo, nuevas ideas
estaban emergiendo que enfatizaban las consideraciones relacionales y desafiaban la epistemología
positivista prevaleciente, como en el trabajo de Hans Loewald (quien reconceptualizó las pulsiones como
fenómeno relacional) y Roy Schafer (que recurrió a la hermenéutica para criticar la metapsicología
psicoanalítica clásica y que enfatizó la agencia activa del individuo).

Agregando las contribuciones revisionistas de Harry Stack Sullivan y Erich Fromm, así como de
Karen Horney, Frieda Fromm-Reichman, y Clara Thompson (destacados por su énfasis sobre las fuerzas
interpersonales, sociales, y culturales), los interpersonalistas americanos habían estado construyendo
durante varias generaciones una visión psicoanalítica alternativa rica y comprehensiva.

Bajo el dominio del paradigma psicológico del yo, sin embargo, la teoría interpersonal había sido
vista como más allá del alcance de la corriente principal del psicoanálisis. La disolución del monopolio en
psicoanálisis largamente mantenido por los psicólogos del yo alentó la creciente aceptación dentro de la
comunidad psicoanalítica de la tradición interpersonal y su expresión contemporánea, especialmente en
los escritos de Edgar Levenson (1972, 1983) cuyo convincente escrito comenzó a traer las sensibilidades
interpersonales a la atención de la comunidad psicoanalítica más amplia.

Por los ochenta, era muy natural que nuevas escuelas de pensamiento emergerían que utilizarían
lo que se había vuelto una multiplicidad de modelos psicoanalíticos. Era también inevitable que estas
nuevas escuelas de pensamiento reflejarían el impacto de tales desarrollos intelectuales como la
hermenéutica contemporánea, el postmodernismo, el postestructuralismo, el construccionismo social, y,
más especialmente, y un rango lleno de feminismos. De acuerdo con la tendencia postmoderna, el
psicoanálisis pasó de ser coherente y unitario a ser múltiple y diverso. Robert Wallerstein (1995) un
portavoz principal para la corriente principal del psicoanálisis, se ha referido a estos desarrollos en
términos de la fragmentación de la ‘incuestionada hegemonía de la así-llamada psicología del yo clásica

1
Aron, L. (2002). A Meeting of Minds: Mutuality in Psychoanalysis. Routledge.

1
en América’ (p. Xiv). El habla de los desarrollos relacionales (comenzando con Sandor Ferenczi y
especialmente cuando ellos se elaboraron en la teoría de las relaciones objetales británica) como
habiéndose infiltrado en la corriente principal del psicoanálisis Americano, llevando a lo que él llama un
‘oceano de cambio’ en la teoría psicológica post – yo (p. 535). Wallerstein hace un admirable trabajo de
describir el consenso de la psicología del yo que existió en este país en la década de los cincuenta y su
progresiva fragmentación en décadas recientes. El explora esta tendencia hacia una pluralidad de
perspectivas en conexión con la proliferación de perspectivas relacionales e interaccionales en el mundo
psicoanalítico de hoy.

El enfoque relacional del psicoanálisis se desarrolló fuera de la disolución de la hegemonía de la


teoría clásica en este país; y, mientras su crecimiento está todavía muy en camino, y mientras todavía hay
mucha diversidad viva y debate dentro de la comunidad relacional, el paradigma relacional puede ser
visto como una nueva integración de conceptos psicoanalíticos y enfoques que ofrecen una alternativa
formidable a la teorización psicoanalítica clásica. Para ser claro, deseo sugerir que, mientras en años
recientes la teoría de la corriente principal o clásica se ha movido claramente en una dirección cada vez
más relacional, sin embargo, permanecen diferencias significativas entre las versiones actuales de la
teoría clásica y lo que ha venido a ser referido como psicoanálisis relacional.

La mejor manera que yo puedo explicar el significado y significancia de la teoría relacional en el


psicoanálisis contemporáneo es describir su importancia personal para mí. Una aproximación personal
puede comunicar mejor algunas de las razones de por qué la perspectiva relacional ha creado tanta
excitación y entusiasmo en el campo. La historia que contaré aquí es la historia del surgimiento de la
teoría relacional en los Estados Unidos durante la década pasada. Aunque yo lo relaciono como parte de la
historia local de un instituto en la ciudad de Nueva York, es, sin embargo, también la historia de la
popularización de la teoría relacional a lo largo del país, particularmente cuando se diseminó en reuniones
y conferencias de la División de Psicoanálisis (39) de la Asociación Psicológica Americana y en las
secciones locales de la División 39 alrededor del país. De hecho, el psicoanálisis relacional puede ser
considerado como una escuela americana de psicoanálisis contemporánea distintiva. La historia del
desarrollo de la orientación Relacional en el Programa postdoctoral de la Universidad de Nueva York es un
microcosmo del desarrollo de la teoría psicoanalítica en la Ciudad de Nueva York por todo el resto del
país.
Por supuesto, no es ningún accidente que yo comenzara un libro sobre el modelo relacional
describiendo mi propia experiencia subjetiva al desarrollar mi perspectiva teórica. Stolorow y Atwood
(1979) han explorado la subjetividad del conocimiento psicológico y especialmente los orígenes subjetivos
de las narrativas metapsicológicas universales. Me parece perfectamente apropiado que un trabajo basado
en los principios relacionales empezara localizando el desarrollo de las ideas teóricas dentro de un
contexto histórico e interpersonal. La utilidad o validez pragmática de las ideas que siguen en este libro
deben finalmente ser juzgadas sobre sus propios méritos en lugar de sobre la base de sus orígenes
histórico-políticos o subjetivos. Pero ellos pueden ser entendidos solo como productos de circunstancias
locales, culturales, históricas y sociales, particulares.

Mi propia formación psicoanalítica formal tomó lugar desde 1980 a 1985 en el Programa
Postdoctoral en Psicoterapia y Psicoanálisis de la Universidad de Nueva York, en la Ciudad de Nueva York
(NYU Postdoc). La historia del Programa Postdoctoral de la NYU es directamente relevante al surgimiento
de la orientación Relacional allí en la década de los ochenta y así que yo proporcionaré algunos
antecedentes. (2) mi propósito es describir el modo en que la orientación relacional nació primero y como
se convirtió en un nuevo paradigma importante en el psicoanálisis americano.

2
El psicoanálisis es único entre las disciplinas intelectuales en que este ha crecido fuera del sistema
universitario. Quizás este desarrollo tiene sus raíces a su vez en la Viena del siglo pasado en la
ambivalente relación de Freud hacia la universidad (3). En los Estados Unidos, el psicoanálisis se enseñó
en institutos de formación privados, la mayoría de los cuales eran ortodoxos y oficiales y estaban afiliados
a la Asociación Psicoanalítica Americana. Desdeñosos del compromiso de Freud a la formación de
analistas no médicos, estos institutos oficiales restringieron la admisión en gran parte a candidatos
médicos. Excepcionalmente, sin embargo, los institutos independientes existieron fuera de este sistema y
promovieron a menudo enfoques menos ortodoxos al psicoanálisis y la enseñanza a aprendices no
médicos.

Ya en 1952, un pequeño grupo de psicólogos, Bernard Kalinkowitz, Erwin Singer, y Avrum Ben-Avi,
presentó ante la Universidad de Nueva York una proposición para un programa de postdoctorado en
psicoanálisis. En el momento ellos estaban matriculados en el Instituto William Alanson White; el instituto
White, no afiliado a la Asociación Psicoanalítica Americana, era el ‘hogar’ de la teoría interpersonal.
Mientras estos hombres apreciaban la formación que ellos estaban recibiendo en el instituto White, había
muchos problemas que ellos esperaban resolver empezando un nuevo programa. Por un lado, ellos
estaban inseguros en el White porque siempre había alguna pregunta en cuanto a si el White continuaría la
formación de psicólogos. Había presiones dentro del White para intentar reunir la Asociación
Psicoanalítica Americana; y, si el instituto se movía en esa dirección, entonces los psicólogos tendrían que
ser suprimidos del programa de formación. De hecho, en la década de los cincuenta los pocos psicólogos
que fueron formados en el White no recibieron certificados como psicoanalistas como sus colegas médicos
que habían recibido una formación idéntica. De hecho, los psicólogos recibieron diplomas diciendo que
ellos habían completado cursos en psicología clínica, a pesar de haber completado sus doctorados en
psicología clínica anos antes.

La situación en el White era, sin embargo, mejor que lo que era en los institutos médicos más
conservadores, aquellos afiliados a la Asociación Psicoanalítica Americana. En aquellos años, y por un
largo periodo después, pocos psicólogos fueron admitidos a los institutos médicos, y aquellos que fueron
admitidos fueron tomados sobre una base de investigación y se les exigió hacer un juramento de que ellos
no practicarían como psicoanalistas. Esta exigencia fue, por supuesto, completamente hipócrita ya que
estos psicólogos esperaban practicar el psicoanálisis clínico y todos sabían ‘no oficialmente’ eso. Así que
la motivación para empezar un programa de postdoctorado en un departamento de psicología era un
intento de establecer un hogar para psicólogos/psicoanalistas donde ellos se sentirían seguros, podrían
ser psicoanalistas completos, y podrían utilizar sus antecedentes académicos y de investigación como
psicólogos para informar sus estudios psicoanalíticos, y donde un numero mayor de psicólogos podrían
ser formados (ya que la admisión a otros institutos era extremadamente limitada).

Proviniendo de un antecedente académico, basado en la universidad, estos psicólogos deseaban


tener un programa en psicoanálisis basado en la universidad que estuviera en línea con la tradición
académica y el enfoque liberal, empírico de la psicología. En un marco universitario, con un compromiso
de libertad de pensamiento académico, la esperanza era desarrollar un programa que se ajustara a la larga
tradición de discusión abierta entre una diversidad de visiones. La esperanza era construir un centro
psicoanalítico que no fuera leal a cualquier enfoque o fundador, pero que estuviera en cambio
comprometido a los valores académicos de libre investigación y expresión intelectual, debate,
comparación y contraste de teorías, esfuerzos de integración y síntesis, una expansión de aproximaciones
en lugar de un estrechamiento de ellos, e investigación.

3
Por 1961, Bernard Kalinkowitz, quien por entonces se había convertido en el Director del Programa
Doctoral en Psicología Clínica en la Universidad de Nueva York y que se había graduado del Instituto
White, comenzó el Programa Postdoctoral en Psicoanálisis y Psicoterapia Intensiva. La adición de las
palabras psicoterapia intensiva era un movimiento políticamente pensado que sirvió el propósito de
demostrar al Departamento de Educación del Estado de Nueva York que una universidad patrocinaba el
programa de formación estaba deseosa de certificar que la profesión de psicología asumiría la
responsabilidad para la formación de psicólogos como psicoterapeutas. Hasta ese momento (finales de los
anos cincuenta) ningún programa doctoral en el estado estaba deseoso de certificar que sus graduados de
PhD estaban formados para la práctica independiente de psicoterapia!

El programa Postdoctoral en la Universidad de Nueva York era el primero de su tipo, alojado en un


departamento de psicología, un hogar para el psicólogo/psicoanalista, y establecido como un programa
psicoanalítico comprometido a los diversos puntos de vista y libertad académica. Una distinguida facultad
se reunió, incluyendo psiquiatras y psicólogos a pesar del hecho que el programa estaba siendo
esencialmente boicoteado por miembros del establecimiento de institutos médicos.

El currículo expresaba la diversidad de pensamiento en el momento. Los cursos se ofrecían desde


las tradiciones Freudianas, Sullivanas, y Frommianas así como en materias que cruzaban los puntos de
vista. Era una cuestión de principio que los estudiantes nunca tenían que declarar lealtad a uno u otro
punto de vista pero se les alentaba a permanecer no comprometidos, libres de explorar sin prejuicio las
variadas ofertas. Sin embargo, si los estudiantes desearon especializarse y seguir una aproximación más
‘estrecha’ o ‘en profundidad’ a un punto de vista, ellos eran igualmente libres de hacer simplemente eso.
En notorio contraste a lo que existía en otros institutos en el momento, y durante muchos anos después, el
Programa Postdoctoral fue diseñado desde el comienzo para promover el estudio comparativo, el debate
de alto nivel, y un examen crítico de asunciones básicas de los variados puntos de vista psicoanalíticos.
A pesar de este prometedor comienzo, mantener diferentes psicoanalistas funcionando bajo un
tejado sin polarización no era fácil. Hacia finales de los años sesenta los estudiantes se quejaron sobre la
dificultad de entrar en buenos cursos y el monto de tiempo gastado en cualquier curso dado criticando y
devaluando otros enfoques. Quizás más importante, había un sentimiento en muchos estudiantes y en la
facultad, de querer comprometerse a uno u otro punto de vista y aprender ese enfoque en mayor
profundidad y con más rigor. Esta necesidad llevó, por los años setenta, al establecimiento de un sistema
de dos-sendas que consistía de una senda Freudiana de cursos y una senda (I-H) Interpersonal-
Humanista. La senda I-H tomó su nombre al unir con guión la etiqueta interpersonal que representaba el
legado teórico de Sullivan, con el término humanista, que era el término que Fromm había aplicado a su
propia perspectiva. Fue siempre una gran desilusión para el fundador y director, Bernie Kalinkowitz, que el
programa tuviera que dividirse de esta manera. Tener dos sendas tan profundamente divididas y
separadas iba contra la veta de su intento, que era fomentar la integración , la síntesis, el debate abierto, y
el estudio comparativo.

Por el tiempo que yo comencé mi formación en 1980, estas dos sendas estaban bien establecidas, y
allí también existía una tercera senda no alineada, llamada después la senda Independiente, que consistía
de una pequeña corriente comprometida a la independencia de los otros grupos así como de cualquier
posición teórica solitaria. Mientras muchos estudiantes de hecho se sentían no alineados con cualquiera de
las dos sendas principales, la senda no alineada no tenía una gran facultad, ofrecía pocos cursos, y no
tenía mucho poder político en el programa. Los dos grupos principales, la senda Freudiana y la senda I-H
se habían apartado más y más entre sí. Ellos tendían a tener sus reuniones y coloquios independientes

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propios; ellos tenían currículo separado, hablaban diferentes lenguajes, y tendían a leer diferentes revistas.
En esta atmósfera de polarización rígida y falta de diálogo cruzado, muchos de nosotros nos sentíamos
que no estábamos siendo alentados a pensar por nosotros mismos sino, más bien, estábamos siendo
consultados a elegir entre las líneas del partido.
Yo recuerdo que a principios de los ochenta un miembro de la facultad freudiana comenzó su curso
diciendo a los estudiantes que si cualquiera de ellos quisiera plantear una perspectiva interpersonal en un
tema que él daría la bienvenida a sus comentarios, pero que el mismo no podría contribuir a la discusión
porque el no había leído ninguno de ‘sus’ escritos en los pasados 20 años. Cuan irónico y triste esto era en
un instituto que había sido establecido para promover el intercambio de ideas libre y abierto!

Pero desarrollos interesantes y alentadores estaban tomando lugar alrededor de nosotros en el


mundo psicoanalítico. La psicología del self estaba surgiendo como un nuevo paradigma psicoanalítico. El
trabajo de Kohut (1971, 1977, 1984) estaba siendo vehementemente debatida por todos en ambos
senderos. La psicología del self estaba extendiendo el rango de pacientes para quienes el psicoanálisis se
pensaba que era posible. Reconceptualizaba el problema del narcisismo y evitaba hablar del narcisismo
moralistamente en tonos peyorativos. Cuando la psicología del self creció y se expandió, planteó serias
preguntas acerca de la metapsicología clásica; y, viendo la psicopatología como surgiendo en respuesta a
fracasos paternos en empatía, comenzó a poner atención creciente al rol de las relaciones con otros.
Clínicamente, apuntando a fracasos en la empatia analítica, la psicología del self encontró un modo
limitado (pero en el momento refrescante) para ocuparse de la contribución del analista a la transferencia.

La corriente Freudiana tendía a ser bastante ambivalente sobre las contribuciones de Kohut;
mientras que algunos eran despectivos de la psicología del self como una salida desde los principios
analíticos, muchos de la corriente Freudiana estaban impresionados con sus esfuerzos para comprender a
una población de tratamiento difícil y consideraba que sus ideas eran integrables con la teoría freudiana.
Ellos lo veían como un ‘modificador’ pero no como un ‘hereje’, para usar la fraseología feliz de Martín
Bergmann (1993). Por otro lado, otra corriente freudiana era extremadamente critica de la dirección que la
teoría de Kohut estaba tomando al apartarse de las pulsiones y el cuerpo, enfatizando la detención de
desarrollo sobre el conflicto, minimizando la interpretación de la resistencia, sobreenfatizando las
preocupaciones sociales externas. En resumen, a muchos freudianos, cuando la psicología del self se
desarrollo en su propia dirección probo de hecho ser herejía.

Dentro del campo I-H una batalla similar estaba emprendiéndose. Algunos de la corriente I-H
consideraban positivamente los desarrollos dentro de la psicología del self; ellos sentían que Kohut y sus
seguidores estaban lanzando un ataque sobre la metapsicología clásica que era similar en muchos
aspectos a las críticas que por mucho tiempo habían sido hechas por los miembros de su propia
comunidad. Por otro lado, muchos en la corriente I-H creían que la psicología del self continuaba la
‘psicologia de una-persona’, en que las transferencias eran entendidas como desarrollándose sobre la
base de la organización interna de la mente del paciente sin la debida consideración que se da al impacto
del otro interpersonal, el analista. Estos críticos interpersonales veían la noción central de Kohut de un self
objeto como obscureciendo el reconocimiento que los self objetos eran de hecho otras personas reales
en la vida de la persona. Además, los psicólogos del self continuaban para defender un uso más bien
conservador del self en la conducción del análisis. Y los interpersonalistas veían en el termino empatía
otra camisa de fuerza técnica, tanto como previamente habían visto el concepto de neutralidad. En
resumen, para muchos analistas interpersonales la psicología del self de Kohut no había ido lo bastante
lejos y continuaba incompatible con lo que ellos estaban enseñando y desarrollando. (Veremos en

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capítulos posteriores que ha habido mucho desarrollo dentro de la psicología del self en la década pasada
que deja todos estos argumentos algo anticuados).

Entonces aquí estábamos en el postdoctorado en la NYU, diseñado para alentar la libertad de


pensamiento académico, el debate, y la critica. Donde esta nueva escuela de la psicología del self seria
alojada o contenida? Fue reclamada y negada por la vía freudiana e interpersonal. Podría haberse
adecuado agradablemente con la vía no alineada, y de hecho hubo algún intento en esa dirección. Pero
esa vía tenia poco poder político en el programa para aprobar cursos, facultad y supervisores, y además la
facultad de esa vía estaba comprometida, por propósitos didácticos, a no alinearse con cualquier tradición
individual dentro del psicoanálisis. ( Yo recuerdo que mi propia respuesta personal al nombre no alineada
era pensar que siempre sentí múltiplemente alineado, y cuando el nombre cambio a Independiente, yo
similarmente sentí que en contraste yo era múltiplemente dependiente de una variedad de posiciones
teóricas).

Un dilema similar se relacionaba a la creciente popularidad de interés en las teorías de relaciones


objetales Británicas tales como aquellas de Balint, Fairbairn, Winnicott, Guntrip, Bowlby así como los
escritores contemporáneos de esta tradición independiente. Había algún lugar limitado para estos
pensadores en la vía freudiana, aunque, mientras yo estaba en el programa, ningún curso fue ofrecido
acerca de estos pensadores por la vía freudiana. Había de nuevo bastante disconformidad sobre hasta
que punto sus contribuciones estaban en la tradición psicoanalítica Freudiana versus el grado al que ellas
estaban para verse como herejías. La tradición de las relaciones de objeto colocaba un énfasis en los
orígenes evolutivos de la sicopatología en la fase preedipica y especialmente en la temprana relación
materno-infantil. Clínicamente, estos teóricos se enfocaban a menudo en el fenómeno no verbal, los
estados regresivos, y las intervenciones no interpretativas, todos los cuales se veían como un desafío a la
teoría clásica y la técnica. Ciertamente, era mas fácil justificar a Winnicott como modificador y aumentador
ya que él continuaba hablando en la terminología de la teoría clásica, mientras que era más fácil presentar
a Fairbairn y Guntrip como radicales y herejes ya que ellos eran más francos en sus desviaciones de la
ortodoxia.

En el lado de la vía Interpersonal un fenómeno similar ocurrió. Había aquellos en el lado I-H que
acogían las contribuciones de los británicos. Ellos veían estas contribuciones como paralelas a sus propios
ataques sobre la teoría clásica, ya que los interpersonalistas habían criticado largamente la centralidad que
los analistas clásicos dieron a la fase edipica y que largamente habían desacreditado el uso exclusivo de la
interpretación como una herramienta terapéutica. Por otro lado, muchos de la corriente I-H condenaban a
los de las relaciones objetales por mantener concepciones de las pulsiones anticuadas, para continuar
utilizando la terminología freudiana, defendiendo la regresión en la transferencia, y preocupándose con las
estructuras internas (‘objetos internos’) en lugar de atender a las relaciones interpersonales reales. De
nuevo, como había ocurrido con Kohut y la psicología del self, la pregunta que surgió, donde estos teóricos
encajan en lo que se ha vuelto una división abiertamente polarizada entre la comunidad Freudiana y la
Interpersonal de analistas?

Por 1985, cuando me gradué del programa, estos eran temas candentes! Y se desarrollo nueva
excitación y controversia cuando empezamos a escuchar más acerca del trabajo creativo de los neo-
kleinianos, tales como Betty Joseph, que estaba usando el concepto de identificación proyectiva (como ya
había sido retrabajado por Bion, Meltzer, Rosenfeld, y otros) para desarrollar una aproximación a ala
técnica que examinaba las sutiles interacciones entre paciente y analista. También estábamos expuestos a
una nueva generación de analistas británicos independientes (incluyendo Bollas, Casement, Coltart, y

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Klauber) así como los analistas Independientes del continente (tales como McDougall y Green), que
estaban expandiendo nuestra comprensión de la contratransferencia y el uso clínico de la subjetividad del
analista. Además, estábamos comenzando a leer a Lacan y sus seguidores, que estaban encontrando
caminos de traer la cultura en el discurso del psicoanálisis conceptualizando el inconsciente en términos
lingüísticos. Mas allá de esto, estábamos comenzando a poner atención a los nuevos hallazgos de la
investigación de la infancia (Stern, 1985) que parecía tener bastante que decirnos como analistas en
practica. Y quizás más importante, estábamos expuestos a las críticas culturales postmodernas y
feministas de todas estas teorías, que demandaban la reconceptualizacion de la teoría y práctica
psicoanalítica. Todas estas influencias golpeaban contra los límites del marco rígido de un sistema de dos
vías.

Yo había estudiado y supervisado mayormente en la facultad con supervisores freudianos y me


considere un analista freudiano cuando me gradué. Pero yo estaba interesado y motivado a estos nuevos
desarrollos y a la evolución de la teoría interpersonal contemporánea, particularmente como se reflejaba en
el trabajo de Edgard Levenson (1972, 1983), para quien lo que se hablaba en psicoanálisis estaba siempre
siendo simultáneamente escenificado entre los participantes.
Muchos de nosotros estábamos buscando un espacio teórico transicional, una vía que integraría estas
nuevas contribuciones e iluminaría lo que ellas tenían en común, un hogar teórico donde podríamos
anticipar el futuro del psicoanálisis en lugar de continuar luchando sobre su pasado. Me parecía a mi, y a
muchos de mis colegas, que todas estas escuelas se estaban moviendo en una dirección similar, hacia un
enfoque en las relaciones self-otro, hacia una postura menos autoritaria sobre la parte del analista, un
interés en el afecto en lugar de las pulsiones, y un enfoque clínico en la relación paciente-analista y el
modo en que las interacciones sutiles y escenificaciones dominaban la situación clínica. Esto era el
antecedente a los eventos que llevaron al establecimiento de la vía Relacional. Es importante reconocer
que ninguno de estos desarrollos era exclusivo o único al programa de la NYU. Al contrario, debates
similares estaban tomando lugar en una forma u otra a través del mundo psicoanalítico. A través del
sistema de vías, sin embargo, estas controversias tomaron una expresión particularmente concreta,
haciendo más fácil trazar el surgimiento de un nuevo paradigma. Consideremos algunas de las ideas
claves que estaban en el aire a mediados de los ochenta.

En su influyente libro, Las Relaciones Objetales y la Teoría Psicoanalítica, Greenberg y Mitchell


(1983) (los dos se convirtieron en miembros de la Facultad Relacional) distinguieron dos enfoques
diferentes a la teoría psicoanalítica: el modelo pulsional/ estructural y el modelo relacional o relacional-
estructural. De acuerdo a su argumento, las posiciones teóricas en psicoanálisis están inevitablemente
incrustadas en contextos sociales, políticos y morales fundamentales. La perspectiva de la teoría-pulsional
y la perspectiva relacional se basan en dos visiones esencialmente diferentes de la naturaleza humana y
son por lo tanto fundamentalmente incompatibles. La teoría pulsional se deriva de una tradición filosófica
que ve al hombre como un animal esencialmente individual y los objetivos y deseos humanos como
esencialmente personales e individuales. En contraste, la teoría relacional se vincula filosóficamente a la
posición que un hombre es un animal social y que las satisfacciones humanas son realizables solo dentro
de una comunidad social. De acuerdo a Greenberg y Mitchell, aunque ha habido una variedad de intentos
para unir el vacío entre estas dos visiones del mundo por intentos de integración en teorías híbridas,
ninguno de estos esfuerzos ha sido exitoso en reconciliar las inherentes incompatibilidades. Agrupados por
Greenberg y Mitchell que habían desarrollado modelos ampliamente relacionales estaban pensadores tan
diversos como Klein, Fairbairn, Winnicott, Balint, Sullivan, Fromm, Kohut, y Loewald.

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En una serie de escritos, Merton Gill (1982, 1983ª, b, 1984), considerado largamente un líder en la
psicología del yo Americana, documentó su creciente reconocimiento a las contribuciones de la escuela de
psicoanálisis interpersonal y gradualmente cambió hacia una visión interpersonal. Gill no deseaba llamar
interpersonal a lo que él estaba proponiendo porque reconocía que esta etiqueta estaba muy íntimamente
conectada a una visión mas estrecha de Sullivan y el Instituto White. Similarmente, llamarla una psicología
del self la habría alineado demasiado con la perspectiva de Kohut. Gill (1983a) contrastó el punto de vista
de la descarga de energía con lo que el llamó, el punto de vista de la persona. De esta manera,
contrastaba que lo que él pensaba eran los aspectos mas esenciales de las dos metapsicologias. Por un
lado, puso el modelo de la descarga de energía, o los aspectos mas mecánicos de la metapsicologia. Por
el otro lado, puso el punto de vista de la persona, una concepción menos mecánica y mas humanista de la
relación de las personas entre si. Gill describió a Winnicott y Loewald como precursores de este enfoque
más centrado en la persona. Las consideraciones de Gill no eran sólo metapsicológicas. En el nivel de la
práctica clínica, Gill y su colaborador, Irwin Z. Hoffman (Gill, 1982; Gill y Hoffman, 1982), sugirieron una
reconceptualizacion del significado de la transferencia que dio una atención considerablemente creciente al
impacto interpersonal del analista sobre su desarrollo.

Hoffman (1983) ha extendido las implicaciones del trabajo que comenzó con Gill. Hoffman distinguió entre
críticas conservadoras y radicales del modelo de la pantalla en blanco. El demostró que hay un nuevo
paradigma emergente en psicoanálisis, una perspectiva interpersonal, radicalmente social que parece
rebasar las particulares tradiciones o escuelas interpersonal, kleiniana o freudiana. El incluye en este
grupo de pensadores analistas tales como Gill, Levenson, Racker, Searles, y Wachtel. Lo que estos
diversos pensadores tienen en común es su comprensión que la transferencia no es simplemente una
distorsión que surge o se despliega desde dentro del paciente, independiente de la conducta actual y
personalidad del analista. Más bien, el analista se ve como un participante en el análisis cuya conducta
tiene un impacto interpersonal sobre la cocreacion o construcción de la transferencia. Hoffman (1991,
1992ª, b, 1993, 1994) extendió mas tarde estas ideas a lo que él llama una perspectiva social-
constructivista.

Similarmente, Stolorow y sus colegas (Stolorow, Atwood, y Ross 1978; Stolorow y Atwood, 1979;
Stolorow, Brandchaft, y Atwood, 1987) se adhirieron a un enfoque intersubjetivo al psicoanálisis que
enfatizaba una visión de la situación psicoanalítica de sistemas diádicos que tenían radicales
implicaciones epistemológicas y metodológicas para la revisión del pensamiento psicoanalítico. Incluso en
otro intento de integración teórica, Morris Tagle (1984), que se convirtió en un miembro de la vía
Relacional, estudió una amplia variedad de teorías actuales en un intento de colocar el apego y la relación
en el centro del psicoanálisis.

También mucho de lo que estaba en el aire a mediados de los ochenta era el tópico de la
identificación proyectiva, que ya he mencionado en relación a las contribuciones de los neo-kleinianos.
Mientras que el concepto es problemático (y se toma más particularmente en el capítulo 7), es importante
tener presente que, especialmente como fue desarrollado por Ogden (1979) en este país y por los neo-
kleinianos en Inglaterra, se volvió un concepto fundamental, al vincular lo intrapsíquico con lo interpersonal,
las relaciones de objeto internas con la conducta interpersonal externa. Porque el concepto de la
identificación proyectiva sirvió como puente entre estos diversos reinos de discurso, jugó un rol crítico en
promover el interés en la aproximación relacional.

Así, para regresar a la historia del desarrollo de la orientación relacional en la Universidad de Nueva
Cork, aquí nosotros estábamos, en un programa que dividió el mundo de la teoría y práctica psicoanalítica

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ingeniosamente entre lo Freudiano y lo interpersonal. Muchos de nosotros, candidatos, graduados, y la
facultad, comenzamos a sentirnos más y más que no encajábamos en ningún campo. Un ‘espacio
potencial’ surgió como ‘transicional’ entre las visiones del mundo Freudiana y la Interpersonal. Por 1988
una nueva vía, u orientación, se creó. Cinco miembros de la facultad original (Philip Bromberg, Bernard
Friedland, James Fosshage, Emmanuel Ghent, y Stephen Mitchell) se encontraron para considerar como
llamar la vía. Esto era una decisión importante pero no fácil porque el nombre necesitaba reflejar que ellos
estaban intentando desarrollar una vía paraguas amplia que sería inclusiva en espíritu y que reflejaría el
consenso que parecía estar surgiendo en el campo. Mientras que a ellos les podría haber gustado el
termino interpersonal porque su significado literal esta apelando (ellos estaban todos enfocados en un gran
grado sobre lo que continuaba entre las personas en desarrollo, la psicopatología, y el tratamiento), sin
embargo, ellos estaban distinguiéndose de la vía interpersonal más estrechamente definida que ya existía
y que era bastante ambivalente en el mejor de los casos sobre lo que este nuevo grupo estaba haciendo!
(como hemos visto, la vía interpersonal tenía varias objeciones para alinearse con estas otras tradiciones.
La corriente de la vía interpersonal estaba determinada a mantener la pureza de su propia perspectiva, en
lugar del riesgo de diluir su única contribución al ampliar su propia posición.) Más importante, la objeción
central a la palabra interpersonal fue que desafortunadamente había venido a connotar sólo relaciones
externas entre las personas reales; la posición analítica que estaba siendo desarrollada por este nuevo
grupo, sin embargo, enfatizaba no sólo las relaciones interpersonales externas sino las relaciones
intrapsíquicas, internas, fantaseadas, e imaginarias. Fue precisamente a causa de esta limitación del
término interpersonal que Greenberg y Mitchell (1983) habían introducido el término alternativo relacional
en su libro.

A este grupo inicial, también le gustaba la idea de un punto de vista que enfatizara el self. Algunos
de los miembros de esta corriente habían estado de hecho sumamente influenciados por Kohut y por los
desarrollos en la psicología del self. Llamar a la vía “una vía del Self”, los habría alineado muy
estrechamente con la escuela Kohutiana y sus enfoques derivados. Ellos consideraron llamar el enfoque
una aproximación de relaciones objetales. Hacerlo así, sin embargo, habría sido demasiado confuso ya
que no diferenciaba entre los varios enfoques relacionales objetales (considera las significativas
diferencias entre, por ejemplo, Klein, Fairbairn, y Winnicott) y también porque algunos miembros de la
corriente, estaban mas orientados a lo interpersonal o a la psicología del self que a las escuelas británicas.
Ellos consideraron el punto de vista de la persona de Gill, pero una vía u orientación de la persona habría
sonado chirriante. El termino intersubjetivo era también atractivo, pero ya había llegado a ser identificado
con el enfoque particular de Stolorow y sus colegas, que fue visto (quizás no completamente
correctamente) como una versión de la psicología del self. De hecho, el enfoque intersubjetivo de Stolorow
tiene mucho en común con el enfoque relacional.

La corriente original se comprometió al termino relacional, tomándolo prestado del libro de


Greenberg y Mitchell (1983). Al principio nadie estaba feliz con el término porque parecía minimizar el rol
del self y los componentes biológicamente dados de la personalidad. Tenía la ventaja, sin embargo, de
parecer pedir prestado de la tradición de las relaciones de objeto, de la tradición de relaciones
interpersonales, y de la tradición de las relaciones self-self objeto; y claramente parecía distinguirse de la
perspectiva de la teoría pulsional. Así el termino se adoptó y la vía Relacional, u orientación Relacional,
nació y fue aprobada por el Programa Postdoctoral en 1988. El temas más significativo no fue el nombre
de la corriente, tanto como el proceso de trabajar hacia algunas asunciones teóricas compartidas y
sensibilidades clínicas. Este es un proceso que continúa aún ahora.

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Yo comencé a enseñar en la vía Relacional en 1989, y por entonces había experimentado un
enorme éxito y había generado considerable entusiasmo. Otros pocos eventos publicados habían
generado creciente excitación dentro de nuestra comunidad. Mitchell (1988ª) ha visto la publicación de su
primer libro escrito individualmente, Los Conceptos relacionales en Psicoanálisis. En este libro,
persuasivamente elabora su propia versión de un enfoque relacional integrativo al psicoanálisis.
Enfocándose en los conceptos relacionales en el titulo del libro, el pone creciente atención a este punto de
vista. (Capitulo 2 características de las contribuciones relacionales de Mitchell).
Jessica Benjamín (1988) , también un miembro de la corriente Relacional, publicó Los Lazos de
amor, que no sólo desarrolla una aproximación psicoanalítica feminista, sino también enfatiza la necesidad
para una teoría psicoanalítica que incluya una perspectiva intrapsiquica y una intersubjetiva. El libro de
Benjamín es sólo uno de un número de publicaciones por un gran grupo psicoanalistas-feministas
asociado con la vía Relacional en la NYU. Esto es importante de notar porque las mujeres como personas
y el feminismo como un movimiento intelectual ha sido una influencia mayor (a menudo no reconocido)
sobre el desarrollo de la teoría relacional. (Yo también reviso las ideas de Benjamín en mayor profundidad
en el capitulo 3).

Otro evento publicado de 1988 fue critico: la realización en ingles de El Diario clínico de Sandor
Ferenczi (Ferenczi, 1932), que había sido suprimido por mas de medio siglo. Este trabajo controversial
(registros de experimentos clínicos de Ferenczi con análisis mutuo en los últimos anos de su vida) trajo a
la atención del mundo psicoanalítico la importancia de las ideas de Ferenczi para el pensamiento
psicoanalítico contemporáneo. Ferenczi había sido una importante influencia en muchos de aquellos
psicoanalistas que desarrollaron perspectivas relacionales en psicoanálisis, y así, con el redescubrimiento
del trabajo de Ferenczi, lo grupos de analistas que hasta entonces se habían sentido desconectados entre
si encontraron que ellos tenían un progenitor compartido importante. Esto llevo a un sentido mayor de
identidad entre los analistas relacionales (ver Aron y Harris, 1993). (En el capitulo 5, yo reviso las
contribuciones de Sandor Ferenczi, quien, junto con su en un momento mejor amigo y colaborador Otto
Rank, pueden ser considerados los antepasados de la teorizacion relacional).

En 1989, Emmanuel Ghent, que era de muchas maneras el líder del grupo Relacional en la NYU,
publico ‘Credo: las dialécticas de las psicologías de una-persona y de dos-personas’, que destacaba la
necesidad por ambas perspectivas de una persona y de dos personas dentro de un modelo relacional de
psicoanálisis. Ghent ha continuado para publicar varios trabajos desarrollando su propia perspectiva
relacional única inspirándose fuertemente en el trabajo de Winnicott (Ghent, 1990, 1992ª, b, c, 1993, 1994,
1995).

Esta es la historia de los orígenes de la Orientación Relacional cuando comenzó en la NYU. Las
similitudes a lo que había sucedido en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial deben ser claras a
cualquier estudiante de la historia psicoanalítica (ver King y Steiner, 1991). Justo como en Inglaterra
durante y después de la guerra, el mundo psicoanalítico separado entre las perspectivas polarizadas de los
Anna Freudianos y los kleinianos, llevando al desarrollo de lo que fue conocido como el Middle Group
británico, o, mas tarde, el Grupo Independiente de analistas, mucho psicoanálisis en la Ciudad de Nueva
Cork, y especialmente en la Universidad de Nueva Cork, se dividió entre la tradición de la Psicología del
yo Americana y el enfoque interpersonal. Esta división había sido razonablemente estable durante unas
pocas décadas, pero con el surgimiento de nuevos desarrollos teóricos se volvió cada vez más polarizada
e inestable hasta que se creo bastante tensión para permitir el surgimiento creativo de un nuevo
paradigma, la Orientación Relacional. A lo largo de estas líneas, Spezzano (1995) se ha referido incluso a
esta nueva orientación como ‘la Escuela Intermedia Americana’ (American Middle School’ (p. 23)

10
La identidad de los analistas relacionales se consolidó además con el establecimiento de los
Diálogos Psicoanalíticos: una revista de las Perspectivas Relacionales. La revista se volvió un éxito de la
noche a la mañana en el mundo psicoanalítico no solo a causa de su enfoque ecuménico y alto valor
literario y calidad teórica, sino también a causa de la explosión de interés en el punto de vista relacional y
de la buena voluntad de la revista para presentar debates y animar el diálogo entre una amplia variedad de
enfoques.
Otro foro importante para la divulgación del enfoque relacional ha sido las reuniones anuales y
presentaciones a secciones locales de la División de psicoanálisis de la Asociación Psicológica Americana.
Esta sociedad psicoanalítica en si es un desarrollo muy reciente y la nueva orientación relacional ha tenido
amplio atractivo a muchos de sus miembros. Mientras la División 39 tiene muchos analistas clásicos,
muchos miembros tienen orientaciones no clásicas, diversas, y la rubrica de teoría relacional les ofrece
una identidad más unificada. Los conceptos relacionales y las perspectivas se han vuelto un tópico muy
frecuente para paneles y simposios en las reuniones de la División 39. Esto no podría haber sucedido si
las reuniones de la Asociación Psicoanalítica Americana fueran todavía el único foro nacional para la
discusión analítica, que era el caso de mediados a fines de los ochentas. Los psicólogos y analistas que
comenzaron su formación después de la formación de la División no pueden apreciar el camino dramático
en que las reuniones de la División cambiaron la cara del psicoanálisis americano proporcionando una
alternativa a la Asociación Psicoanalítica Americana y dando a los psicólogos/psicoanalistas un foro
reconocido bajo los auspicios de la Asociación Psicológica Americana.

¿QUE ES LA TEORÍA RELACIONAL?

¿Pero que es la teoría relacional? ¿Cual es un analista relacional? He dado una introducción a las
‘políticas’, o a la sociología, del psicoanálisis, pero cuál es la esencia? Aquí deseo presentar una breve
visión global de la esencia de la teoría relacional, mientras yo continúo documentando la formación de la
orientación relacional cuando fue influenciada por un número de fuerzas culturales y sociales
extraanalíticas, particularmente el feminismo y el postmodernismo. En el próximo capítulo, tenemos una
oportunidad de examinar la esencia de la teoría relacional en más detalle y describir los límites de la teoría
relacional con otros puntos de vista psicoanalíticos contemporáneos.

Es útil comenzar citando a Ghent (1992ª) en alguna profundidad ya que fue una exposición que
sirvió como la plataforma con la que la orientación relacional se creó:

No hay tal cosa como un analista relacional; solo hay analistas cuyos conocimientos pueden variar
considerablemente, pero que comparten una amplia perspectiva en el que las relaciones humanas–
relaciones humanas únicas, específicas – juegan un rol supraordinado en la génesis del carácter y
de la psicopatología, así como en la práctica de las terapéuticas psicoanalíticas.

Los teóricos relacionales tienen en común un interés en lo intrapsíquico así como lo interpersonal,
pero lo intrapsíquico se ve como constituido en gran parte por la internalización de la experiencia
interpersonal mediada por las restricciones impuestas por los modelos biológicamente organizados y
delimitadores.

Los teóricos relacionales tienden también a compartir una visión en que la realidad y la fantasía, el
mundo externo y el mundo interno, lo interpersonal y lo intrapsíquico, juegan roles inmensamente
importantes e interactivos en la vida humana. Los teóricos relacionales no substituyen un

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medioambientalismo ingenuo por una teoría pulsional. Debido al peso que se da a lo que el individuo
trae a la interacción: temperamento, eventos corporales, sensibilidad fisiológica, patrones distintivos de
regulación, y sensibilidad. Distinto de los críticos más tempranos de la teoría pulsional, los teóricos
relacionales no minimizan la importancia del cuerpo o de la sexualidad en el desarrollo humano. Los
teóricos relacionales continúan estando interesados en la importancia del conflicto, aunque el conflicto se
ve más usualmente como tomando lugar entre configuraciones relacionales opuestas en lugar de
entre la pulsión y la defensa. La teoría Relacional es esencialmente una teoría psicológica en lugar de
una biológica o cuasi-biológica; su interés primario esta con los asuntos de motivación y significado y sus
vicisitudes en el desarrollo humano, la psicopatología y el tratamiento [p. xviii]

Ghent continua para señalar que en su manera de pensar lo intrapsíquico no es un concepto en


oposición a lo interpersonal, sino, más bien, lo intrapsíquico y lo interpersonal se complementan entre si.
Hablar de lo intrapsíquico es una manera de referir a la estructuración o patrón de experiencia u
organización psíquica interna. Ghen sugiere que ‘la importancia más profunda del termino relacional es
que enfatiza la relación no solo entre y entre personas y cosas externas, sino también entre y entre
personificaciones y representaciones internas’ (p. xx). Así, el enfoque relacional es un intento de unir
teorías que tradicionalmente han enfatizado las relaciones de objeto internas o las relaciones
interpersonales externas, lo intrapsíquico o lo interpersonal, los factores constitucionales o factores
ambientales, la psicología de una-persona versus la psicología de dos-personas.

Yo mencioné anteriormente que el enfoque intersubjetivo de Stolorow tiene mucho en común con el
enfoque relacional como desarrollado en la NYU. Considere las dos descripciones siguientes de las tesis
básicas del enfoque relacional, como descritas por Mitchell (1988ª), y el enfoque intersubjetivo como
descrito por Stolorow y sus colegas. Mitchell describe el modelo relacional como ‘una perspectiva
alternativa que considera las relaciones con otros, no pulsiones, como el material básico de la vida mental’
(p. 2).

En esta visión la unidad básica de estudio no es el individuo como una entidad separada cuyos
deseos chocan con una realidad externa, sino un campo interaccional dentro del cual el individuo surge y
lucha para hacer contacto y para articularse. El deseo se experimenta siempre en el contexto de relación, y
es ese contexto que define su significado. La mente se compone de configuraciones relacionales. La
persona es comprensible solo dentro de este tapiz de relaciones, pasadas y presentes. La investigación
analítica supone una participación en, y una observación, descubrimiento, y transformación de, estas
relaciones y sus representaciones internas (p.3)

Compare esa exposición con la definición de Atwood y Stolorow (1984) de las esencias de su
enfoque intersubjetivo:

En su forma más general, nuestra tesis… es que el psicoanálisis busca iluminar el fenómeno que
surge dentro de un campo psicológico específico, constituido por la intersección de dos subjetividades –
esa del paciente y esa del analista …… el psicoanálisis se pinta aquí como una ciencia de lo intersubjetivo,
enfocado sobre la interacción entre los mundos subjetivos diferentemente organizados del observador y el
observado. La posición observacional es siempre una dentro del campo intersubjetivo, en lugar de afuera
del campo subjetivo… (pp.41-42)

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El fenómeno clínico….no puede entenderse apartado de los contextos intersubjetivos en que ellos
toman forma. El paciente y el analista juntos forman un sistema psicológico indisoluble, y es este sistema
que constituye el dominio empírico de la investigación psicoanalítica (p. 64)

Stolorow, Atwood y Brandschaft (1994) han señalado ellos mismos que el nuevo paradigma que ha
sido hecho en psicoanálisis pasa por varios nombres, incluyendo la teorización del modelo relacional, una
perspectiva de sistemas diádicos, constructivismo social, y teoría intersubjetiva. Cada uno de estos
modelos enfatiza el estudio de subjetividades interactuando, configuraciones relacionales, construcción
social o co construcción, influencia mutua y reciproca, y la naturaleza entrelazada de la integración
transferencia-contratransferencia. Lachmann (1993) resume este cambio de paradigma señalando que,
mientras las contribuciones clásicas al psicoanálisis suponían el reconocimiento de la motivación
inconsciente, los enfoques mas recientes han reconocido la organización de experiencia interactiva.

Algunas de las similitudes entre el enfoque relacional y el enfoque intersubjetivo de Stolorow no


fueron reconocidas o fueron al menos subenfatizadas a causa de la relación entre la psicología del self y la
teoría intersubjetiva. Mientras el grupo relacional en la NYU incluía unos pocos psicólogos del self, la
mayoría de los miembros de este grupo estaban mayormente influenciados por la teoría interpersonal. Esto
era particularmente cierto de Mitchell y Greenberg, los escritores mas prolíferos del grupo. Los
interpersonalistas eran bastante críticos de la psicología del self, viéndola como una psicología de una
persona. Yo creo que esta actitud llevo a un numero de analistas relacionales a pasar por alto algunas de
las similitudes entre su propio modelo relacional y el modelo intersubjetivo de Stolorow. Solo mas
recientemente Stolorow ha hecho claro que, aunque la teoría intersubjetiva estaba mayormente
influenciada por la psicología del self, no era un crecimiento de ella sino, más bien, se desarrolló paralela a
ella. La teoría de la intersubjetividad y la teoría relacional son similares, pero sus términos y metáforas
reflejan sus orígenes independientes y sus conexiones a otras escuelas de psicoanálisis, la psicología del
self y la teoría interpersonal, respectivamente.

Así, la teoría relacional es esencialmente una teoría ecléctica contemporánea anclada en la idea que
son las relaciones (internas y externas, reales e imaginadas) las que son centrales. Dentro del amplio
enfoque que ha sido designado como relacional hay en realidad muchas perspectivas diferentes, y esto es
particularmente evidente en la NYU. La teoría relacional de Stephen Mitchell (cuyo centro se encuentra en
el intento de integrar a Sullivan con Fairbairn y Winnicott) no es la Emmanuel Ghent (cuya teoría puede
verse como mas cargada hacia Winnicott con un énfasis sobre el anhelo del individuo de rendirse a la
pretensión de falso-self), y ninguna de las dos sostiene realmente la misma visión como Jay Greenberg
(cuya teoría ha estado mas influenciada por los desarrollos recientes en la psicología del yo y enfatiza las
necesidades pre experienciales universales de seguridad y efectancia). La posición de Philip Bromberg,
que comienza con la teoría interpersonal e incorpora aspectos de la teoría de las relaciones de objeto,
particularmente la importancia de los estados de conciencia de regresión y disociación, es diferente, como
es esa de Jessica Benjamín, que uso el trabajo de Winnicott para elaborar una teoría intersubjetiva que
destaca el reconocimiento mutuo; el enfoque multi modelo de Doris Silverman; la psicología del self
contemporánea y teoría intersubjetiva de James Fosshage; la amplia integración de Morris Eagle con un
enfoque sobre el apego; la integración única de Michael Eigen, que se inspira en Winnicott, Bion, y Lacan;
esa de Adrienne Harris, que se inspira en sus antecedentes en la psicología del desarrollo y
psicolingüística, la teoría feminista, y los estudios de Ferenczi; la teoría de Beatrice Beebe, que se arraiga
en su revolucionaria investigación de la infancia y en los teóricos de la psicología del self; la posición de
Neil Altman, que ha señalado la relevancia de la teoría relacional ampliando el psicoanálisis al estudio de
la raza, clase, y cultura; y esa de Donnel Stern, que ha empleado la hermenéutica de Gadamer para

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extender su fuerte identidad interpersonal. Yo menciono estos escritores especialmente porque todos ellos
han sido activos en conjunto en la facultad relacional en la NYU, ellos son todos ampliamente relacionales;
incluso cada uno de ellos sostiene realmente una posición teórica distintiva.

En el esfuerzo erudito del psicoanálisis comparativo, aproximarse a las diferentes escuelas de


psicoanálisis como categorías separadas y distintas es seriamente problemático y aun aparentemente
inevitable. En otra parte (Aron, 1993b), yo comparo esta manera de clasificar las teorías analíticas al
enfoque categórico del diagnostico psiquiátrico, que intenta encasillar las teorías analíticas en grupos
discretos tales como Freudianos, Kleinianos, o relacionales. Yo argumento que seria más útil clasificar las
teorías analíticas a lo largo de un amplio espectro de dimensiones en lugar de categóricamente.

Un estudio del trabajo de analistas previamente listados revela que ellos son apenas un grupo
homogéneo. El psicoanálisis relacional no es una escuela de pensamiento unificada o integrada, no es una
posición teórica singular. Mas bien, refiere a un grupo diverso de teorías que se enfocan en las relaciones
personales, intrapersonales e interpersonales. Un énfasis sobre las dimensiones relacionales de desarrollo
y el tratamiento atraviesa todas las escuelas de psicoanálisis contemporáneo. Sin embargo, en este libro,
yo refiero a estas teorías como relacionales. Lo hago así con alguna ambivalencia porque yo se de los
peligros de parecer establecer una nueva escuela, culto, o secta dentro del psicoanálisis. Clasificar estas
teorías bajo la rubrica de psicoanálisis relacional, sin embargo, sirve propósitos didácticos porque ayuda a
demostrar ciertas tendencias y desarrollos dentro del psicoanálisis americano durante las pasadas dos
décadas.

Durante todo este capitulo he estado describiendo el desarrollo de la teoría relacional en dos niveles
diferentes, el nivel del instituto local y la etapa del pensamiento psicoanalítico nacional (e incluso
internacional). Me enfocado en detalle sobre la formación de la orientación relacional en el Programa
Postdoctoral de la NYU como un microcosmo del mundo psicoanalítico en general. Regresare ahora al
macrocosmo, a los cambios en las ideas psicoanalíticas mas generalmente, y a un examen de las dos
amplias tendencias intelectual y cultural extraanalitica que jugaron un rol decisivo y a veces no reconocido
en el desarrollo de la teoría relacional: feminismo y postmodernismo. Estas dos amplias tendencias en la
historia de las ideas estaban a menudo en el background cuando el enfoque relacional llego a dominar la
discusión psicoanalítica contemporánea.

LAS MUJERES, EL FEMINISMO, Y EL PSICOANÁLISIS

La entrada de un gran numero de mujeres en el campo de la psicoterapia y el psicoanálisis, y el


concomitante impacto intelectual del feminismo y el movimiento de mujeres, ha tenido un impacto
importante no solo en la practica profesional sino en la teoría psicoanalítica en si. Ilene Philipson (1993) ha
documentado el dramático cambio que ha estado ocurriendo en el campo de la salud mental durante las
pasadas dos décadas. Las mujeres han entrado en la profesión de la psicoterapia en grandes cantidades
mientras el número entrante de hombres ha declinado firmemente. Philipson argumenta que el cambio de
un modelo pulsional a una relacional esta profundamente incrustado en la recomposición de genero del
campo. Mientras la mayoría de los escritos de analistas relacionales no ha reconocido la influencia del
género directamente, puede ser visto en los principales cambios que han ocurrido en psicoanálisis que
acompaña la ascendencia del modelo relacional.

Muchos de los artículos escritos en la década pasada sobre la teoría relacional y la práctica han
estado indirectamente influidos por el feminismo y la infusión de las mujeres en las profesiones de salud

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mental. Aquellas contribuciones, que se enfocan en la mayor mutualidad entre paciente y analista y
reconocen la dimensión intersubjetiva del tratamiento, son probables a haber sido influidas por la
conciencia feminista y por el énfasis feminista sobre el igualitarismo. Las contribuciones que se han
enfocado en una psicología de dos personas, en el constructivismo social, y en el analista tan
conceptualizado como dentro del mismo sistema que el o ella esta estudiando han sido por lo menos
indirectamente influidos por la critica feminista de las ideas masculinas de la ciencia objetiva y la carencia
de compromiso con el objeto de investigación (Kéller, 1985; Flax, 1990). Los trabajos que enfatizan el
apego como un aspecto central del psicoanálisis clínico y la relación y la empatia tan importante como la
independencia y la autonomía han sido similarmente influidos por lo menos indirectamente por la critica
feminista de la idealización de la independencia y el self aislado de nuestra cultura. El cambio en el énfasis
desde la centralidad del complejo de Edipo al fenómeno preedipico es también un desarrollo que ha estado
influido por los numerosas y muy poderosas criticas feministas de la teoría de Edipo dentro del
psicoanálisis tradicional.

Es común, sin embargo, encontrar psicoanalistas clínicos que han introducido ideas significativas
dentro del propio psicoanálisis, y particularmente técnica psicoanalítica, explícitamente inspirándose en su
conocimiento de y compromiso con la teoría feminista y el movimiento de mujeres. Además tales
contribuciones han tendido a ser confinadas a áreas que están directamente interesadas con el feminismo,
tales como el estudio del genero y la sexualidad o las implicaciones clínicas de pacientes masculinos y
femeninos al trabajar con analistas masculinos o femeninos.

Al escuchar las marcas de género en la siguiente cita que describe el cambio del modelo clásico al
relacional:

La tradición de abstinencia, desapego y objetividad como métodos de producir frustración, angustia,


e insight se funda en una relación de autoridad entre analista y analizando. El terapeuta es la figura
autoritaria incuestionada que cura por la razón de su formación prestigiosa y superior insight. El
diestramente identifica y erradica las resistencias del paciente a través de interpretaciones oportunas y
bien articuladas, permitiendo así la aparición del recuerdo y la renuncia de deseos infantiles. El terapeuta
del modelo relacional, sin embargo, evita tal relación de autoridad en favor de una ‘relacion real’ entre
terapeuta y cliente. El terapeuta es un participante en el encuentro terapéutico mucho mas que un
observador. Ella no solo reconoce su propia contratransferencia como un componente normativo de la
terapia sino que ella la utiliza como un medio de descifrar lo que su cliente esta experimentando. En lugar
de enfatizar la interpretación, ella privilegia la relación terapéutica como curativa en lugar de jerarquía en
naturaleza.

Mientras esta comparación de la teoría clásica y relacional parece estar abiertamente polarizada,
quizás intencionalmente para caricaturizar cada posición, sin embargo sirve su propósito en alertarnos a
los temas de género incrustados en estos modelos teóricos. Se piensa que provoca para considerar como
muchas de las conceptualizaciones propuestas en el presente libro y cuantos de los cambios en
psicoanálisis durante la pasadas décadas que han acompañado la ascendencia del modelo relacional
están conectados al hecho que el analista de décadas mas tempranas era un hombre en una profesión
predominantemente masculina (medicina) a la que se otorgaba un alto estatus; mientras que hoy en día el
analista es mas probable a ser una mujer en una profesión predominantemente femenina (la psicología y el
trabajo social) a la que se otorga un estatus reducido.

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En cuanto a los hombres (y hay que tener presente que lo que es ser un hombre también ha
cambiado y ha sido desestabilizado), recuerde que nosotros estamos en gran parte enseñando y
supervisando mujeres y entregando trabajos y libros escritos para una audiencia mayoritariamente
femenina quienes están tratando mayoritariamente pacientes mujeres. Estas realidades materiales
coexisten con el impacto del feminismo como una empresa intelectual sobre todo el conocimiento
contemporáneo. Mientras que hay ciertamente corrientes intelectuales mas grandes floreciendo dentro de
la cultura que han estado influidas por el feminismo y el psicoanálisis, sin embargo, el feminismo en si ha
tenido una influencia directa sobre el psicoanálisis lo que mas a menudo pasa no reconocido. Philipson
(1993) ha señalado correctamente que, con la excepción de los contribuyentes y lectores de
Psychoanalytic Dialogues: A Journal of Relational Perspectives, muy pocos teóricos relacionales han
reconocido el impacto del feminismo sobre la teoría psicoanalítica relacional. El grupo psicoanalítico-
feminista asociado con la vía relacional en NYU es notable entre aquellas excepciones.

Comenzando con El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir (1949) las feministas identificaron
conceptos Freudianos claves que ellas encontraron misógino, incluyendo ideas tales como envidia del
pene, determinismo biológico, e ideas relacionadas de pasividad femenina, narcisismo, y masoquismo.
Con los movimientos de liberación de los anos sesenta y el desarrollo del feminismo en la década de los
setenta, feministas tales como Betty Friedan, Shulamith Firestone, Kate Millet, y Germaine Greer
concordaron en hacer de Freud un blanco común. Ellas defendían que la posición social de las mujeres y
la impotencia fueron socialmente construidas en lugar de causadas por su biología.

Notablemente, el feminismo psicoanalítico contemporáneo tiene sus raíces en esta misma historia
de desafío y ataque sobre Freud. Como teoría feminista desarrollada y madurada, las feministas
regresaron a conceptos freudianos y a la teoría psicoanalítica. En Inglaterra, Juliet Mitchell (1974) defendió
contra los entonces ataques feministas de moda sobre Freud y sugirió, que al contrario, los insights
freudianos, particularmente como filtrados a través de la lectura de Lacar de Freud, eran esenciales a la
liberación de las mujeres. En América, en los anos setenta y ochenta, Nancy Chodorow (1978, 1989)
estaba defendiendo que la centralidad del sexo y el genero en las categorías del psicoanálisis lo hacia
particularmente adecuado como una fuente de teorizacion feminista. Ella sugería que, porque la
maternidad esta hecha casi exclusivamente en nuestra cultura por mujeres, los yo de los hombres y de las
mujeres tienden a ser construidos diferentemente. Los yo de las mujeres se construyen en relación a las
madres y los yo de los hombres son mas distanciados y desapegados, basados mas en limites construidos
defensivamente y negaciones de la conexión self-madre. Donde Juliet Mitchell ha basado sus argumentos
en la teoría de Lacan, Chodorow baso sus contribuciones en la teoría de las relaciones de objeto, aunque
ella reconocía fuertemente sus orígenes en el teórico y político de Karen Horney.

Continuando el proyecto de integrar la teoría de las relaciones de objeto y el feminismo comenzado


por Chodorow, un grupo de psicoanalistas-feministas guiados por Jessica Benjamín, Muriel Dimen, Virginia
Goldner, y Adrienne Harris (todas quienes se asociaron con la vía Relacional del Programa Postdoctoral de
la NYU) individualmente y conjuntamente desarrollaron, elaboraron, y diseminaron versiones del
psicoanálisis feminista informado por y cercanamente aliada a la orientación relacional. La presencia de un
gran grupo de psicoanalistas feministas dentro de la vía Relacional ha llevado a este grupo de analistas a
ser más receptivas que otros grupos psicoanalíticos a las contribuciones del feminismo. (4)

Entre las contribuciones más importantes de la teorizacion feminista contemporánea esta esa del
feminista/posmodernista a la crítica de la epistemología positivista, las relaciones de poder incrustadas en

16
la autoridad de conocimiento, y el desafío a la misma noción de objetividad (Flax, 1990; Nicholson, 1990).
Es a esta intersección de feminismo y postmodernismo al que yo vuelvo ahora.

POSTMODERNISMO, CONSTRUCTIVISMO, Y PERSPECTIVISMO

Si la conciencia feminista fue un factor de fondo mayor en la proliferación de la teoría relacional,


entonces la conciencia postmoderna era otra. Aquí yo examino el constructivismo social a variante del
discurso postmoderno que ha tenido una influencia barredora en el pensamiento actual en psicoanálisis.

El efecto lateral mas perjudicial de la comprensión de Freud del psicoanálisis como una ciencia
objetiva fue su intento de eliminar ‘el factor subjetivo’ (citado en Grubrich-Simitis, 1986, p. 271) de la
situación analítica. Freud creía que el procedimiento analítico que el había desarrollado llevaba a
observaciones consistentes y replicables que, cuando compiladas y sistematizadas, llevarían a su vez a
una teoría científica de la mente, desarrollo, sicopatología, y la cura. El instrumento analítico, como un
microscopio, tenia que estar libre de influencias distorsionadoras, a fin de que las observaciones fueran
replicables por cualquier observador que podría usar el instrumento apropiadamente. El ‘factor subjetivo’
se igualo con arbitrariedad. Si los analistas introducían sus propias personalidades en su trabajo clínico, no
podría reclamarse que los hallazgos resultantes fueran objetivos o científicos.

La determinación de Freud para eliminar el factor subjetivo fue característica del pensamiento
erudito y científico del siglo 19. En la búsqueda por leyes universales, generales y todos los principios
comprendidos, los eruditos y científicos se esforzaron por alcanzar una visión objetiva como contraria a la
que expresa la perspectiva de una persona particular. La insistencia de Freud sobre la neutralidad, el
anonimato, y la abstinencia del analista es un reflejo del principio de separación científica que insiste en la
demarcación rígida entre el observador y el observado. El analista, como observador/científico, es
removido del mundo de investigación en lugar de situado en cualquier punto dentro de el. Por lo tanto,
puede asumirse que el analista adquiere una visión objetiva, una ‘vision desde ninguna parte’ (Nagel,
1986), implicando una visión totalista, objetividad, una visión desde todas partes simultáneamente.

En anos recientes el impacto del postmodernismo ha reverberado a través de las ciencias sociales y
humana (5). En términos amplios y generales, los posmodernistas se oponen a la aceptación incondicional
del fundamentalismo filosófico. La herencia de las luces, con su énfasis en la razón y la racionalidad: y las
suposiciones metodológicas de la ciencia moderna. En un mundo postmoderno, la teoría no se piensa
como inocente o separada, y la verdad no se conceptualiza como neutral u objetiva. Las demandas de
verdad se ven a menudo como el producto de luchas de poder en que la verdad sirve el interés de
aquellos con el poder mayor. Por lo tanto, en sus formas mas radicales, la distinción entre verdad y
propaganda esta determinada por los posmodernistas. La verdad postmoderna es perspectiva, plural,
fragmentaria, discontinua, caleidoscópica, y siempre-cambiante. El discurso postmoderno rechaza las
metanarrativas totalitarias o masternarrativas del modernismo del siglo 19, que demandan ser científicas y
objetivas, favoreciendo las narrativas explicatorias descentradas, pluralistas. La teoría postmoderna
proporciona una crítica de la ‘representacion’; la creencia que nuestras ideas y teorías reflejan realidad. En
cambio, el postmodernismo toma la posición ‘relativista’ que las teorías proporcionan solo perspectivas
parciales sobre sus objetos y enfatiza que nuestras teorías son históricamente y lingüísticamente
mediadas. Una variedad de teorías postmodernas han tratado de comprender la realidad en términos
constructivistas y contextualistas, con un enfoque sobre la construcción social y lingüística de una realidad
perspectiva. Además, estas teorías son criticas de la noción un sujeto racional y unificado y habla en
cambio de un sujeto socialmente y lingüísticamente descentrado y fragmentado.

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Mientras que el postmodernismo ha ejecutado una influencia extendida en los círculos académicos,
ninguno de los psicoanalistas cuyas contribuciones yo discuto en este libro han abrazado el
postmodernismo en sus formas mas extremas. Resenau (1992), en su discusión del impacto del
postmodernismo en las ciencias sociales, hace una útil (aunque súper simplificada y abiertamente
dicotomizada) entre dos orientaciones generales amplias dentro del postmodernismo: el postmodernismo
mas extremo, escéptico, y cínico, y el mas moderado, afirmativo, y optimista. Los posmodernistas mas
extremos, escépticos tienden a estar influenciados por filósofos Europeos continentales, especialmente
Heidegger y Nietzche, y enfatizan el lado oscuro del postmodernismo, la desesperación, la desaparición
del sujeto, y el final del autor, la imposibilidad de la verdad, la incertidumbre radical, y el carácter
destructivo de la modernidad. Los posmodernistas mas moderados, afirmativos, tienden a ser más
autóctonos a la cultura Anglo-norteamericana y están más orientados al proceso, enfatizando una practica
intelectual no ideológica, tentativa, no dogmática.

Estos posmodernistas (afirmativos), sin embargo, no se asustan de hacer elecciones normativas,


afirmativas y éticas, y se esfuerzan por construir coaliciones políticas específicas al problema. Muchos
afirmativos defienden que ciertas elecciones valiosas son superiores a otras, una línea de razonamiento
que incurriría la desaprobación de post-modernistas escépticos. (Resenau, 1992, p. 16).

Para abreviar, los posmodernistas escépticos toman estos argumentos a su extremo y nos llevan en
un círculo vicioso de incertidumbre absoluta y relativismo extremo; los posmodernistas afirmativos están
menos preocupados con el rigor categórico, epistemológico y ofrecen mas moderadamente una
contribución substancial de revisión y renovación positiva. Mientras que estos dos grupos son mayormente
super simplificados, la distinción es útil para nosotros aquí para comprender el impacto del
postmodernismo en los analistas relacionales americanos.

Smith (1994), en un intento de tomar una ‘postura razonada hacia el postmodernismo’ (p. 408),
propone que los psicólogos humanistas pueden abandonar el positivismo lógico, alojar el construccionismo
social, aceptar la critica cultural y contextualista, e incluso abrazar un marco hermenéutico interpretativo sin
abandonar una concepción de ciencia como una empresa social comprometida a un ideal de verdad que
puede ser evaluado pragmáticamente. Los posmodernistas afirmativos defienden que uno puede tomar
estas críticas seriamente sin considerar las aspiraciones de lucha ética hacia la verdad y lo bueno.
Cualquiera el grado al que el postmodernismo ha influido una generación actual de analistas relacionales
americano, son claramente las versiones del postmodernismo mas moderadas, afirmativas y optimistas
que están teniendo este impacto. Es discutible que esta postura mas moderada, afirmativa puede ser
mejor categorizada como parte de la tradición del modernismo critico en lugar del postmodernismo.

En varios trabajos brillantes y sumamente influyentes, Irwin Z. Hoffman (1983, 1987, 1990, 1991,
1992ª, b, c, 1993, 1994, 1995; Gill y Hoffman, 1982) ha elaborado la perspectiva psicoanalitica que el llama
‘constructivismo social’, el que mientras no explícitamente identificado como una teoría postmoderna
claramente expresa una sensibilidad postmoderna distintivamente afirmativa. Hoffman enfatiza la
participación personal inevitable del analista en el proyecto analítico. De acuerdo a Hoffman, la experiencia
y comprensión del paciente del analista así como la experiencia y comprensión del analista del paciente
son ‘construcciones’ basadas en sus teorías individuales y patrones organizacionales característicos y
sobre sus percepciones de la participación del otro. Estas construcciones no serán juzgadas como
correctas o equivocadas, precisas o distorsionadas, transferencia o relación real, sino son mejor vistas
como construcciones plausibles, un modo entre muchos para organizar la experiencia.

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El constructivismo social psicoanalítico de Hoffman, es flojamente relacionado a un movimiento
intelectual mas grande conocido por una variedad de nombres incluyendo el constructivismo social y el
construccionismo social y el que consiste de desarrollos epistemológicos asociados con la vuelta
postmoderna. En la psicología contemporánea, el construccionismo social (Berger y Luckmann, 1966)
expresa el reconocimiento que las personas construyen activamente ideas sobre ellos mismos y sus
mundos de experiencia y conducta en un contexto social. (6) Hoffman (1991) diferencia entre el cambio
metapsicologico desde la teoría pulsional a un enfoque relacional, por un lado, y el cambio epistemológico
desde el positivismo al constructivismo, por el otro. Hoffman (1991, 1995) ha defendido repetidamente que
estas dos dimensiones necesitan ser distinguidas ya que una teoría puede ser relacional y aun mantener
una epistemología objetivista y positivista. Como veremos en el siguiente capitulo, el constructivismo
social de Hoffman ha sido enormemente influyente para los teóricos relacionales contemporáneos y ha
sido incorporado por Mitchell (1988ª, 1993ª) en su enfoque relacional integrativo a la teoría psicoanalitica.

Inspirándome en los escritos de Mitchell y Hoffman, he estado usando los términos del
perspectivismo relacional y el constructivismo relacional para hacer explicito mi esfuerzo de unir
conjuntamente el cambio epistemológico del positivismo al constructivismo y el cambio dentro de la meta
psicología desde el modelo de una persona, enérgico, de descarga pulsional al relacional, o perspectiva de
dos personas. Concuerdo con Hoffman que los principios son conceptualmente distintos y que en la
práctica no todos los teóricos relacionales han tomado una posición constructivista o perspectivista. Yo
discutiría, sin embargo, que el perspectivismo es una consecuencia potencial de cualquier psicología
intersubjetiva o de dos personas. Al punto que usted toma seriamente que hay dos subjetividades
separadas dentro de la díada analítica, dos perspectivas en la interacción – no un sujeto y un objeto, un
paciente irracional y una autoridad racional; no una realidad transferencialmente distorsionadora y una
juiciosa que es real, sino que dos personas cada una, con su propia subjetividad; dos participantes
observantes (Hirsch, 1987) al punto que ellas cada una tienen una perspectiva plausible sobre la
interacción psicoanalitica. Por lo tanto, estas dos dimensiones aparentemente separadas no son
completamente independientes; ellas no son dimensiones ‘ortogonales’. Como Gill (1995) ha señalado,
una visión relacional puede o no puede ser constructivista, pero la visión clásica es ciertamente positivista.

Mi preferencia es usar la palabra relacional en lugar de social porque el termino social soporta
mucho del equipaje de la ‘psicologia social’ al connotar un nivel de análisis conductual o superficial. Así,
fue característico de la crítica clásica de los interpersnalistas iniciales que ellos se denigraron cuando
promovieron una forma de psicología ‘social’. ‘Social’ se toma muy a menudo para significar relaciones
externas, mientras que el termino relacional se asocia con teóricos que se enfocan en las relaciones
internas y externas o sobre relaciones cuando ellas son experimentadas psíquicamente en lugar de
cuando ellas ocurren conductualmente o desde el punto de vista de un observador externo.

Los términos perspectivismo y constructivismo se usan a menudo intercambiablemente. El


perspectivismo es la visión filosófica que el mundo externo puede ser entendido a través de sistemas
alternativos de conceptos y creencias y que no hay criterio independiente autoritario para determinar que
tal sistema es mas valido que otro. El perspectivismo enfatiza que la realidad es siempre vasta y ambigua y
que cada uno tiene su propio punto de vista plausible en realidad, que todo conocimiento es perspectivo, y
que siempre hay perspectivas aparte de las propias de uno. A lo largo de estas líneas, he llegado a pensar
de la ‘neutralidad’ psicoanalitica como la apertura del analista a nuevas perspectivas, un compromiso de
tomas otras perspectivas seriamente, y una negativa a ver cualquier interpretación como completa o
cualquier significado como exhaustivo.

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Levenson (1972) introdujo el perspectivismo al psicoanálisis como un organizador central de su
enfoque interpersonal. Mientras que los relacionistas e interpersonalistas varían en sus posiciones
epistemológicas y específicamente en cuan radical o conservador ellos son en su perspectivismo, todos
ellos comparten una epistemología perspectivista si solo en su énfasis compartido sobre la naturaleza
contextual de la percepción clínica e interpretación (Fiscalini, 1994). En anos recientes, con el impacto
poderoso del postmodernismo y el deconstruccionismo en los círculos académicos y en el discurso
cultural más generalmente, la mayoría de los analistas relacionales e interpersonales se han vuelto cada
vez más radicales en su perspectivismo. Como Fiscalini (1994) y Mitchell (1995ª) han sugerido, una
versión más radical del perspectivismo o construccionismo parece contradecir el énfasis interpersonal
tradicional en establecer, a través de una investigación detallada, la ‘realidad’ de lo que sucedió en la vida
interpersonal de un paciente. Irónicamente, mientras que Levenson (1972, 1983) hizo mas que cualquier
otro teórico para promover el perspectivismo dentro del psicoanálisis, su compromiso a un énfasis
interpersonal mas tradicional (modernista) en establecer la ‘verdad’ de lo que sucedió a las personas le
traído criticas de Greenberg (1987), que sugiere que Levenson confió demasiado en el objetivismo, y de
Hoffman (1990), que se burla del ‘tipo especial de positivismo negado’ de Levenson (p. 296). (Ver
Levenson, 1990, por su respuesta a este cargo).

Por otro lado, Leary (1994), criticando el constructivismo social por su historicismo, aboga por el
psicoanálisis contemporáneo de mantener una posición dialéctica entre el positivismo y el
postmodernismo. El escribe: ‘las reconceptualizaciones narrativas se inclinan a las razones históricas pero
estas se reinterpretan entonces como narraciones actuales’. En los aspectos claves, el postmodernismo
purga la situación analítica de la necesidad de confrontar la historia, con cosas, que una vez fueron y
tuvieron un efecto’ (p. 457). Leary persuasivamente argumenta por la congruencia de las
conceptualizaciones relacionales, interaccionales, intersubjetivas, y constructivistas sociales del
psicoanálisis con la teoría postmoderna. Al retratar estas tendencias como animando un extremo, algo va,
la postura en la parte del analista junto con incertidumbre radical y la relatividad de lo que los analistas
pueden conocer, sin embargo, ella malinterpreto el pensamiento de Hoffman. La critica de Leary, se habría
beneficiado de un reconocimiento de la distinción, hecha por Resenau (1992), entre los posmodernistas
radicales y moderados o afirmativos. Leary combina los argumentos de los relacionistas, intersubjetivistas,
y los construccionistas sociales con aquellos de los posmodernistas más extremos, en lugar de reconocer
su punto de vista más moderado y afirmativo.

Mi preferencia por el termino perspectivismo o perspectivalismo sobre constructivismo o


construccionismo se basa en la confusión creada por las implicaciones del constructivismo radical y el
postmodernismo escéptico. Como ambos Hoffman (1992c) y Gill (1995) han sugerido, ellos no se
proponen explicar un constructivismo radical en que la certeza que una realidad externa existe se
cuestiona, sino solo argumentar que lo que nosotros entendemos de realidad es solo una construcción que
nosotros hacemos de la realidad. ‘Una construcción esta sujeta a las restricciones de la realidad aun si no
podemos decir lo que la realidad es’ (Gill, 1995, p. 2). Donnel Stern (1992), que ha defendido un enfoque
constructivista al psicoanálisis interpersonal, similarmente argumenta que, solo porque nosotros
demandamos que paciente y analista juegan un rol substancial en construir lo que ellos concuerdan ser la
verdad, no necesitamos negar que la realidad en si tiene su propia estructura aparte de lo que nosotros
imponemos sobre ella.

Incluso con todas las advertencias respecto a la distinción entre constructivismo radical y critico, e
incluso con todo lo que se ha escrito respecto a como el constructivismo no lleva necesariamente a las

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cuestas resbaladizas de relativismo ni que lo que sucedió históricamente no importa, me parece (de
acuerdo con Orange, 1992) que los términos constructivismo y construccionismo continúan despistando a
las personas. Yo soy simpatizante del punto de Hoffman (1992c), sin embargo, que el término
constructivista da un énfasis adicional a la construcción activa de las personas de sus mundos
interpersonales y destaca la responsabilidad del paciente y del analista para formar su interacción. Todas
las cosas consideradas, yo prefiero evitar la confusión creada por el termino constructivismo, y así yo hablo
mas a menudo del perspectivismo relacional. El constructivismo social es un ingrediente importante en la
posición relacional integrativa articulada por Mitchell (1988ª, 1993ª) y estando extendido aquí, un punto
que yo desarrollo mas allá cuando yo examino las contribuciones de Mitchell en el capitulo 2.
Debe aclararse que esta narrativa del desarrollo de la orientación relacional es una personal y
especialmente social-política. Así yo he indicado hasta ahora solo una nueva teoría o modo de
funcionamiento. Tengo mucho que decir sobre la teoría y la practica a través de este libro. Debo enfatizar,
aunque, que yo creo que la historia de los desarrollos en el psicoanálisis debe entenderse en el nivel de
políticas y personalidades locales. El psicoanálisis como una empresa intelectual es parte de una
conversación continua entre personas. Un trabajo teórico siempre debe entenderse como parte de un
argumento escrito por alguien o en respuesta a alguien. Ningún trabajo teórico ni clínico puede entenderse
fuera de su contexto interpersonal.

Desde una perspectiva constructivista social, el conocimiento teórico es un producto de relaciones


sociales (Gergen, 1994), y por lo tanto la filosofía de la ciencia se ha reemplazado en gran parte en la
agenda intelectual por una sociología del conocimiento. Quizás no es sorprendente que yo comencé este
libro defendiendo una aproximación relacional o social para enseñar y entender el desarrollo de la teoría
psicoanalítica. En el próximo capitulo, yo examinare con más detalle a la esencia de la teoría relacional y
sus límites con otras escuelas de pensamiento.

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