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Feodor Dostoyevsky
Feodor Dostoyevsky
Mochulsky
Es triste que gran parte de la psicología sólo haya explorado los terrenos de la impotencia y
no se haya preocupado por las extensiones de la grandeza. Es decir, gran parte de la psicología
está creada para la masa, para aquellos que piensan que el dolor y el sufrimiento son un
castigo divino o el resultado de sus culpas y requieren curación para seguir siendo nada.
Nació en 1821 y fue hasta después de 1917 que sus predicciones comenzaron a convertirse
en realidad. El gran hombre de talento «enfermo», aun después de su muerte seguía
demostrando que así pasen los años, talento mata cualquier análisis timorato y deducción
pedestre.
Sin duda su apellido es de origen lituano. Siempre fue un niño enfermizo. Así transcurrió su
vida. En su adolescencia recibió brutales palizas. Él aceptó que escribiendo desnudaba su llagas
para así poder acomodar su demonio y soportar el sufrimiento. Algo muy similar a lo que
ocurría con Kafka. Claro que mucha gente «desnuda» sus llagas, aunque lo hace sólo por
chantaje. No es raro. El chantaje es el síntoma indiscutible de esa falta de talento, tan
venerable en nuestra época.
Se sabe que en su infancia el niño Fiódor, agobiado por el miedo y las pesadillas nocturnas
acudió a la alcoba de sus padres. Al llegar se encontró con una imagen traumática. Sin duda lo
que en esa ocasión vio fue una brutal escena sexual sadomasoquista entre sus padres, que lo
marcaría para siempre. A partir de ese momento él y su obra quedaron señalados por la pasión
y la sangre.
La mayor parte del público actual no sabe quién es Dostoievski. Otros más «cultos» lo
conocen de nombre o de «oídas». La masa es, y trasciende a partir de la inconsciencia y las
ofertas del azar. Dostoievski no escribió para ser aceptado ni por la costumbre ni la necesidad
de la gente, creó para trascenderlas.
Estatua de Dostoyevsky
Fiódor Mijáilovich Dostoievski nos da la posibilidad de entender como realidad, todo aquello
que descubra nuestra mente y el horizonte. Pare él, vivir es asunto de talento, no de realidad y
mucho menos humanidad ramplona. Cuestión de emoción, de temperaturas mentales y
corporales.
Más tarde fue aquejado por la epilepsia. Esto lo hizo profundizar en los abismos de su mente.
¿Cómo trascendió aquel trauma primigenio? ¿Cómo trascendió su epilepsia? Me atrevo a
pensar que saliendo de su cuerpo, siendo el paisaje, la naturaleza. Más tarde escuchando las
voces del ambiente, reuniéndolas con las internas… por último, siendo parte del todo, de esa
gran energía a la que llamamos vida. ¿Cómo se podrá corroborar está hipótesis? No con un
ejercicio de psicología ni motivación, sino de talento.
El gran maestro ruso nos enseñó a vivir la vida a manera de paisaje, a entender la existencia
de forma monumental. Su obra, más que leerse, se ve y posteriormente se avizora desde la
percepción. En él, el talento es un detonante que nos señala los rostros sensibles de la
existencia y su concordancia con el ambiente del alma y el mundo, hasta crear poesía.
Muchos creen que su obra es producto de su vida tórrida, del sufrimiento y la epilepsia. Sin
duda las vivencias lo influyeron, pero ante todo, él siempre antepuso su talento. Entendió que
la realidad sólo es percepción del mundo y no premisa materialista.
Nos hizo ver que para concebir la realidad, antes debemos analizar nuestro mundo emotivo,
recrearlo ayudados por los personajes que viven en nuestra imaginación. En esos seres
imaginarios que habitan nuestra mente, viven emociones aparentemente ajenas, pero que al
irse desentrañando, guardan profunda empatía con nuestro sentir y pensar.
Dostoievski lo sabía muy bien: Se crea para aliviar. Así es el Arte. Se crea por el placer, que es
el clímax del alivio y la posibilidad del nuevo suceso trascendental. La Literatura y sus millones
de tramas, nos dan la oportunidad de ir profundizando en nuestro espectro emotivo hasta
encontrarnos con el íntimo de nuestro ser. Con esa parte sutil donde se generan las
verdaderas emociones y pasiones y se renueva otra vez el Suceso Trascendental.
Leyendo, nos leemos y conocemos. Dostoievski a lo largo de sus tramas, nos descubre las
motivaciones profundas que mueven y motivan a sus personajes. Sus personajes no son
misterios, sino apertura. Una de sus grandes lecciones es muy apta para que la entiendan los
psicólogos y motivadores actuales: El paisaje interno se comunica con el paisaje exterior. El
clima resultante es la vida. Olvidé apuntar que para entenderlo se requiere talento, no datos
clínicos.
Sólo a través de la creación es que se entiende la interrelación del ser humano con su
entorno y consigo mismo. Siendo creadores, somos, existimos. Algunos estudiosos de la mente
dedicados al análisis de la obra del maestro, consideran que él y su trabajo creador, son
prueba incuestionable de que un Hombre que sabe manejar su talento creador, puede
acomodar a su antojo los fantasmas que lastiman su vida y convertirlos en sublimes misterios o
fascinantes realidades que en el dramatismo encuentran su enlace sublime, convirtiendo la
existencia, no en un dolor acumulado que cada día pesa más, sino en constante experiencia de
evolución que nos acerca a la trascendencia fantástica.
Stefan Zweig, al estudiar la obra y figura de Dostoievski, llegó a la conclusión de que para
conocer a «Dostoiweski» hay que vivirlo desde su interior. La deducción del biógrafo, por obvia
pierde brillantez, aunque no verdad. Nos recuerda que todo aquello que nos ayuda a abrir las
puertas de la percepción, es necesario vivirlo de dentro hacia fuera. Convertirlo en una
explosión emotiva, en un espasmo creador que florecerá más allá del momento. Así se
experimenta el talento y la capacidad creadora: explotando en mil pedazos y dejando que el
nuevo orden reacomode cada una de nuestras partes. Tal y como ocurre en el orgasmo.
El creador es vorágine que surge del centro mismo de su ser. Es importante señalarlo: talento
es cuestión de valentía. Es un instinto vital. No es el almíbar que nos han mostrado muchos
burócratas culturales y «cultos» de tertulia o escuelita, que así pretenden lucir talentosos,
sensibles e interesantes. Así como cuando se presentan en sociedad las muchachas de pueblo.
El mundo del arte está cargado de mediocridad, pues falta arrojo para vivir el proceso
creador. La energía humana día a día se deshecha lucubrando teorías para logran mayor
productividad. Lo timorato se impone y lo que es peor, se disfraza de éxito. Los «buenos
ciudadanos», así como personajes de «Humillados y ofendidos» buscan comodidad, para ya no
atreverse.
En el hoy la gente «productiva» no se aventura a leer, pues teme a la soledad. Los pobrecitos
piensan que leer es un acto de soledad. Argumentan que les duele la cabeza… así como le
ocurría a El idiota.
Según los psicoanalistas, vivir es un milagro dialéctico donde crear y trascender son
elementos cotidianos. Obvio es que trascendencia no significa meta, logro final, diploma del
curso de superación; sino constante de vida. Compromiso con la existencia, no con la
productividad ni la «excelencia». «Pobres gentes», tan dura la vida y tan dura su cabeza.
Viviendo el interior de los personajes del maestro ruso, nos enteramos que una de las
constantes vitales en su obra es la superlativa elaboración de los traumas que lo marcaron
durante su infancia. Aquí descubrimos una gran paradoja del destino. Unos ansían saber, para
así sentir y otros sienten para saber… aunque abundan los que ignoran para dejar de sentir y
es tal su ignorancia que consideran que indiferencia es felicidad. ¿Será que Los hermanos
Karamazov perviven en la psique humana?
Dostoievski crea en el interior de sus novelas una particular conciencia, que al involucrarnos
en ellas, nos induce a la elección de ser y trascender. Apuntan los psicólogos que todo
encuentro es curativo. Los personajes de Dostoievski nos obligan a vivir, a encontrarnos con
ellos y atrevernos a ver esa locura que nos «cura».
Claro que podemos negar a Dostoievski y su verdad, para eso sólo nos basta echar mano de
nuestra inconsciencia. Vivir «Humillados y ofendidos». Así como esos personajes que él
defendía, no porque los considerara maravillosos, sino porque creía que existen mediocres,
que sólo pueden aspirar a la misericordia.
Durante la infancia del escritor existía una gran lucha de poderes que se estableció entre la
brutalidad de la fuerza militar y la blanda capacidad de actuar y decir de los intelectuales. Esa
desigualdad de conflicto generó otro poder, el del revolucionario: una mezcla entre pensador y
soldado. Entre mártir y esclavo sublime. Sería bueno retomar esa capacidad de ser
revolucionarios. No conformarnos con pensar y luchar aisladamente. Equilibrar al pensador
con el soldado y así enfrentarnos a la tolvanera de mediocridad que aqueja a nuestra época.
Por fortuna la claridad mental de Dostoievski logró sortear los obstáculos de su vida y su
circunstancia. Alcanzó los niveles de talento y lucidez que se requieren para ser un Clásico de
la Literatura… es decir… un escritor mega nombrado y nunca leído.