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I. Introducción
Las acciones dentro de la Sociedad Anónima conforman un elemento esencial e inherente
a ella, dado que es en función de ésta que se establece la participación de los socios dentro
de la sociedad, tanto en la configuración de la administración y gestión de la empresa, como
también en la participación de las utilidades.
Estos derechos que recaen sobre los accionistas mencionados en el párrafo anterior son lo
que se denominan derechos políticos y derechos económicos o patrimoniales. Sobre los
primeros, Amico Anaya explica que “los derechos políticos son aquellos mediante los cuales
el accionista ejerce los mecanismos que le permiten asegurarse de que la actividad social
está efectivamente encaminada a la obtención de rendimientos adecuados”, mientras que
los derechos patrimoniales son “los que corresponden con el interés del accionista de
obtener un beneficio a través de la actividad desarrollada por la sociedad. El socio entra en
la sociedad poniendo dinero, derechos o bienes para obtener ganancias repartibles con los
demás accionistas”.
Tenemos, entonces, que las acciones proporcionan una serie de derechos a los accionistas,
pero también deberes y obligaciones, sin embargo, la titularidad de la acción, y la acción en
sí misma contiene además otras aristas que iremos tratando en el presente informe.
En nuestra Ley General de Sociedades, Ley N° 26887 (07.12.1999) en el artículo 82°
establece que las acciones representan partes alícuotas del capital, todas tienen el mismo
valor nominal y dan derecho a un voto, con la excepción prevista en el artículo en el artículo
164° y las demás contempladas en la Ley.
Ahora bien, ahondemos un poco más en el concepto de acción, dado que no existe una
única definición, incluso se discute acerca de ella en algunos alcances como es el caso de
considerarla como un título valor, lo cual veremos más adelante.
Acerca de la concepción de la acción Elías Laroza ha señalado que “desde su aparición en
el ámbito jurídico la acción ha expresado diferentes acepciones conceptuales, sobre los
cuales hay prácticamente unanimidad en la doctrina y en el derecho comparado. Son
básicamente tres: la acción como parte alícuota del capital social, representativa de una
porción del mismo; la acción como vehículo para adquirir la condición de socio y ser, en
consecuencia, titular de un conjunto especial de derechos y obligaciones; y, finalmente la
acción como título”.
Siguiendo lo señalado por el autor citado, son tres las características representativas de las
acciones, la primera de ellas es considerar a la acción como parte alícuota del capital social.
Sobre esto cabe referir que es una característica recogida por nuestra legislación, y en
realidad tiene su explicación en el hecho que los aportes que dan los accionistas, ya sea
en el momento de la constitución de la sociedad, o bien cuando se realiza un aumento de
capital, dichos aportes llegan a constituir o formar parte del capital social, por ello como
contrapartida, los accionistas reciben acciones, las cuales son, pues, partes o alícuotas de
ese capital social.
La segunda acepción sobre la acción es aquella sobre la cual la adquisición de ésta
determina la condición de accionista, es decir la sociedad considerará como accionista, y
por ende titular de los derechos económicos y políticos inherentes a ésta, acreditándose
dicha situación jurídica con la inscripción en el Libro de Matrícula de Acciones de la
sociedad, lo cual es concordante con el artículo 91° de la LGS que establece que la
sociedad considera propietario de la acción a quien aparezca como tal en la matrícula de
acciones.
Tribunal Registral Res. N° 387-2000-ORLC/TR
No constituye acto inscribible en el registro la resolución que ordena trabar embargo en
forma de inscripción sobre las acciones de los accionistas, dado que el único documento
en el que se puede conocer con exactitud la titularidad de las acciones y debe dejarse
constancia de las demás circunstancias que las afectan, es el correspondiente Libro de
Matrícula de Acciones que cada sociedad debe llevar por mandato legal.
Finalmente, tenemos a la acción como título, el cual según Elías Laroza responde a la
necesidad de contar con un documento que sea a la vez prueba y certificado de la condición
de accionista y un título-testigo de sus derechos. Si bien ello es mucho más importante en
el caso de acciones al portador, para los cuales el título mismo es insustituible para
demostrar la condición de accionista, también en el caso de las acciones nominativas
cumple funciones muy similares.
¿En qué momento se crean las acciones? De acuerdo con el artículo 83° de la LGS se
establece que las acciones se crean en el pacto social o posteriormente por acuerdo de la
junta general.
Existe pues dos momentos en los cuales se pueden crear acciones, el primero de ellos
cuando se realiza la constitución de la empresa a través de los aportes de los socios, y el
segundo momento está dado cuando se realiza un aumento de capital, la junta general de
accionistas acuerda dicho acto, emitiendo nuevas acciones en razón de la proporción del
aumento de capital, correspondiendo a los accionistas, nuevas acciones, o bien como
señala el artículo 203° de la LGS el aumento del capital puede determinar también el valor
nominal de las acciones existentes.
Por otra parte, el artículo 83° establece algunas condiciones respecto de la creación de
acciones, así, establece que es nula la creación de acciones que concedan el derecho a
recibir un rendimiento sin que existan utilidades distribuibles.
En este supuesto, estamos tratando acerca de un derecho económico preferencial respecto
de acciones determinadas. Así, es válida la estipulación que establece preferencias sobre
las utilidades a distribuir, pero que no son exigibles, y menos aún es válida aquella cláusula
o estipulación que establezca la distribución de un rendimiento en un ejercicio en casos que
la sociedad no ha obtenido efectivamente utilidades.
Sin embargo, es posible establecer o conceder a determinadas acciones el derecho a un
rendimiento máximo, mínimo o fijo, acumulable o no, siempre sujeto a la existencia de
utilidades distribuibles. Como bien señala Elías Laroza “es evidente que estos derechos
pueden concederse por igual a todas las acciones de una sociedad. Sin embargo, lo usual
es otorgarlos a una determinada clase de acciones, por ejemplo para incentivar un aumento
de capital, una conversión de obligaciones en acciones o el ingreso de nuevos accionistas
que interesan a la sociedad, entre otros casos”.
En cuanto a la emisión de acciones el artículo 84° de la LGS ha considerado que las
acciones sólo se emiten una vez que han sido suscritas y pagadas en por lo menos el
veinticinco por ciento (25%) de su valor nominal, salvo que se traten de acciones en el caso
de aportes en especies. Los derechos que corresponden a las acciones emitidas son
independientes de si ellas se encuentran representadas por certificados provisionales o
definitivos, anotaciones en cuenta o en cualquier otra forma permitida por la Ley.
Con esta norma, se establece el porcentaje mínimo de suscripción y pago de las
acciones necesarias para constituir una sociedad, monto que se cree suficiente para que la
sociedad inicie con un mínimo de capital sus actividades económicas.
Ya hemos visto el tema en relación a la creación y emisión de las acciones, cabe precisar
al respecto que el importe a pagarse por las acciones se establece en la escritura pública
de constitución de la sociedad o bien por la junta general que acuerde el aumento de capital.
Ahora, puede darse el caso que se obtenga a través de los aportes de los socios, un monto
mayor al valor nominal en la colocación de acciones, este diferencia es lo que se conoce
como prima de capital, dicha prima, constituye sin duda, un beneficio extra para la sociedad,
incrementando con ello su patrimonio neto, pero, en contrapartida, es un desmedro para
los accionistas ya que implica un menor valor nominal de las acciones por el aporte que
han dado.
Comentando ello, Elías Laroza ha expresado que la doctrina reconoce que las primas de
capital sirven para mantener la proporcionalidad, entre los antiguos y los nuevos tenedores
de acciones, con respecto al patrimonio neto de la sociedad. Si los nuevos suscriptores
ingresan a la sociedad sin pagar la prima, el valor real de las acciones antiguas disminuye.
Si la prima fuese excesiva, ocurriría el fenómeno inverso. De allí la importancia de
establecer adecuadamente la cuantía de la prima, en forma tal de no perjudicar a las
acciones existentes y no desalentar a los nuevos suscriptores de las nuevas acciones.
Para esto último se deja a decisión en función de los intereses de los accionistas, establecer
los términos y condiciones del pago de la prima y la aplicación de la misma, ya sea en la
escritura pública de constitución o el acuerdo de la junta general.
En contraposición a la prima del capital, tenemos a aquellas acciones colocadas por monto
inferior a su valor nominal, conocidas también como acciones bajo la par, para esto se
consideran para todo efecto íntegramente pagadas a su valor nominal cuando se cancela
su valor de colocación.
Adicionalmente al pago del valor de la acción, es factible la creación de obligaciones
adicionales al pago de los mismos, los cuales son establecidos en el pacto social o en el
acuerdo de aumento de capital puede establecerse que los suscriptores de una parte o de
todas las acciones asuman determinadas obligaciones a favor de otros accionistas, de la
sociedad o de terceros, adicionales a la de pagar su valor, sea nominal o de colocación.
Estas obligaciones adicionales podrán ser dinerarias o no y deberán recaer sobre todas las
acciones de la sociedad o sobre todas las acciones de una determinada clase.
Sobre el particular Beaumont ha señalado que estas obligaciones, como su nombre
explícitamente lo refiere, son adicionales (sic) al pago del valor de la acción, trátese de que
éste haya sido finalmente el nominal o el de colocación, con prima o por debajo de la par,
e inclusive considerando que tal aporte se haya efectuado en forma dineraria o no dinerarias
y pudiendo recaer, según se haya acordado, sobre todas las acciones de la sociedad o
solamente sobre todas las acciones de una determinada clase.(11)
Estas obligaciones adicionales para ser válidas es necesario que consten en los
certificados, anotaciones en cuenta o cualquier otra forma de representación de tales
acciones.
V. Clases de Acciones
En cuanto a las acciones con derecho a voto, confiere a su titular, cuando menos los
siguientes derechos:
1. Participar en el reparto de utilidades y en el del patrimonio neto resultante de la
liquidación;
2. Intervenir y votar en las juntas generales o especiales, según corresponda;
3. Fiscalizar en la forma establecida en la ley y el estatuto, la gestión de los negocios
sociales;
4. Ser preferido, con las excepciones y en la forma prevista en la LGS, para:
a) La suscripción de acciones en caso de aumento del capital social y en los
demás casos de colocación de acciones; y
b) La suscripción de obligaciones u otros títulos convertibles o con derecho a ser
convertidos en acciones; y,
5. Separarse de la sociedad en los casos previstos en la ley y en el estatuto.
Por otra parte, en cuanto a las acciones sin derecho a voto confiere a su titular la calidad
de accionista y le atribuye, cuando menos, los siguientes derechos:
Ordinarias y
Extraordinarias
Las juntas ordinarias son aquellas que con carácter obligatorio deben reunirse en los
seis primeros meses de cada año con el objetivo de someter a examen la gestión de
la sociedad que han llevado a cabo los administradores; examinar y aprobar el
balance y las cuentas del año concluido y decidir sobre la forma en que han de ser
aplicados los resultados obtenidos.
Las juntas extraordinarias son las que no tienen predeterminada su celebración para
una fecha específica, sino que se llevarán a efecto en el momento en que resulte
necesario el análisis y la toma de decisiones sobre cuestiones que surjan en el
quehacer diario de la sociedad y que no sean los asuntos señalados en el párrafo
anterior, ya que éstos quedan reservados a las juntas ordinarias.
(Artículos 97 y 98 de la LSA)
¿Qué sucede en los casos en que los administradores no convocaren dentro del plazo
establecido la junta ordinaria o no hicieren caso de la solicitud de los socios para la
convocatoria de la extraordinaria?
En estos supuestos es donde puede producirse la convocatoria judicial de la junta.
Veamos a continuación cómo funciona esta convocatoria para cada tipo de junta.
Se ha explicado con anterioridad que uno de los derechos que confiere la condición
de accionista es el de asistir y votar en las juntas generales y decíamos, asimismo,
que los Estatutos de la sociedad podían limitar este derecho exigiendo la titularidad
de un número mínimo de acciones para poder asistir, número que no podía ser
superior al uno por mil del capital social.
.
La junta requiere, para que se considere válidamente constituida en primera
convocatoria, que se encuentren presentes o representados un total de accionistas
que sean titulares, al menos, de un 25% del capital suscrito con derecho a voto,
independientemente de que los estatutos pueden fijar un quórum superior. Para la
asamblea celebrada en segunda convocatoria no se exige ningún mínimo de
asistencia, salvo que los estatutos dispongan lo contrario; de cualquier forma el
quórum fijado por éstos deberá ser inferior al establecido legalmente para la asamblea
ordinaria, o en su caso, por los propios estatutos. (Artículo 102 de la LSA).
En todos los casos los estatutos podrán elevar los quórum y mayorías antes
señaladas pero nunca rebajarlos. (Artículo 103)
Por último, ha de señalarse que la junta general tendrá un presidente que será la
persona designada al efecto en los estatutos sociales; en el supuesto de que éstos
no se pronuncien al respecto, realizará esta función el presidente del Consejo de
Administración y en defecto de éste será elegido por los asistentes a la junta. También
contará con un secretario que puede estar designado en los estatutos o puede ser
elegido por los asistentes a la junta. De cada reunión de la junta deberá levantarse
un acta que podrá ser aprobada a continuación de haberse celebrado ésta o bien
dentro de un plazo de 15 días; en este último caso será aprobada por el presidente y
dos interventores, uno en representación de la mayoría y otro por la minoría. El acta
podrá ser levantada por un Notario siempre que lo requieran los administradores o lo
soliciten, con cinco días de antelación al previsto para la celebración de la junta,
accionistas que representen al menos el 1% del capital social.
Los artículos 115 a 122 de la LSA regulan el derecho de los accionistas a impugnar
aquellos acuerdos adoptados en las juntas generales cuando se producen algunos
de los siguientes supuestos:
Sean contrarios a la Ley en sentido general, es decir, a cualquier mandato
legal;
Se opongan a los estatutos sociales o;
Lesionen los intereses de la sociedad en beneficio de uno o varios accionistas
o de terceros.
Resulta oportuno señalar aquí que hay un conjunto de acuerdos que necesariamente
deberán inscribirse en el mencionado Registro. Al respecto el artículo 94 del
Reglamento del Registro Mercantil (relativo a las sociedades en general) dispone que
en la hoja abierta a cada sociedad se inscriban obligatoriamente los siguientes
asuntos:
Por su parte, en el Capítulo IV (artículos 114 a 174) del mencionado RRM, dedicado
a regular la inscripción de las sociedades anónimas, encontramos de forma muy
detallada los actos inscribibles de estas sociedades y los requisitos de su inscripción.
Se recomienda la lectura de estos artículos.
La sesiones del Consejo deberán ser convocadas por su presidente o el que haga
sus veces y para que se considere válidamente constituido este órgano será preciso
que concurran a la reunión, presentes o representados, la mitad más uno de sus
componentes. El Consejo está obligado a llevar un libro de actas las cuales deberán
estar firmadas por su presidente y secretario.
No queremos concluir este punto sin hacer aunque sea una breve referencia a un
conjunto de recomendaciones contenidas en el Código de Buen Gobierno de las
sociedades elaborado por una comisión de especialistas presidida por el profesor
Manuel Olivencia Ruíz las cuales van dirigidas precisamente al consejo de
administración.