Você está na página 1de 23

XLIII

LA “PIEDRA ANGULAR”1

El simbolismo de la “piedra angular”, en la tradición cristiana, se basa en este texto: “Piedra que
rechazaron los constructores se ha convertido en piedra de ángulo”, o, más exactamente, “en
cabeza de ángulo” (caput anguli)2. Lo extraño es que este simbolismo casi siempre se comprende
mal, a consecuencia de una confusión que se hace común-mente entre esa “piedra angular” y la
“piedra fundamental”, a la cual se refiere este otro texto, más conocido aún: “Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”3. Tal
confusión es extraña, decimos, pues desde el punto de vista específicamente cristiano equivale de
hecho a confundir a San Pedro con Cristo mismo, ya que éste es el expresamente designado como
la “piedra angular”, según lo muestra este pasaje de San Pablo, el cual, además, la distingue neta-
mente de los “fundamentos” del edificio: “(sois) edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra angular (summo angulare lapide) el mismo Cristo Jesús, en la
cual todo el edificio, armónicamente trabado, se alza hasta ser templo santo en el Señor, en el cual
también vosotros sois juntamente edificados (coae-dificamini) para ser morada de Dios en el
Espíritu”4. Si la confusión a que nos referimos fuese específicamente moderna no cabría sin duda
extrañarse en demasía, pero parece encontrársela ya en tiempos en que no es posible atribuirla
pura y simplemente a igno-rancia del símbolismo; nos vemos, pues, llevados a preguntarnos si en
realidad no se trataría más bien, en el origen, de una “sustitución” intencional, explicable por el
papel de San Pedro como “sustituto” o “vicario” de Cristo (vicarius, correspondiente en este
sentido al árabe jalîfah); de ser así, esa manera de “velar” el simbolismo de la “piedra angular”
parecería indicar que se lo consideraba contener algo de particularmente miste-rioso, y se verá en
seguida que tal suposición está lejos de ser injustificada5. Como quie-ra que fuere, hay en esa
identificación de las dos piedras, inclusive desde el punto de

1 [Publicado en É. T., abril-mayo de 1940].

2 Salmo CVIII, 22; San Mateo, XXI, 42; San Marcos, XII, 10; San Lucas, XX, 17.

3 San Mateo, XVI, 18.

4 Efesios, 11, 20-22.

5 La “sustitución” pudo haber sido favorecida también, por la similitud fónica existente entre el
nom-bre hebreo [arameo] Kêfáh, ‘piedra’, y la palabra griega kephalê, ‘cabeza’; pero no hay entre
ambos vo-cablos otra relación, y el fundamento de un edificio no puede identificarse,
evidentemente, con su “cabe-za”, es decir, con su sumidad, lo que equivaldría a invertir el edificio
íntegro; por otra parte, cabría pre-guntarse también si esa “inversión” no tiene alguna
correspondencia simbólica con la crucifixión de san Pedro, cabeza abajo.

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

271
vista de la simple lógica, una imposibilidad que aparece claramente desde que se exa-minan con
un poco de atención los textos que hemos citado: la “piedra fundamental” es aquella que se pone
primero, al comienzo mismo de la construcción de un edificio (y por eso se la llama también
“primera piedra”)6; ¿cómo, pues, podría ser rechazada du-rante la misma construcción? Para que
sea así, es preciso, al contrario, que la “piedra angular” sea tal que no pueda encontrar aún su
ubicación; en efecto, según veremos, no puede encontrarla sino en el momento de acabarse el
edificio íntegro, y así se convierte realmente en “cabeza de ángulo”.

En un artículo que ya hemos señalado7, Ananda Coomaraswamy destaca que la in-tención del
texto de San Pablo es evidentemente representar a Cristo como el único principio del cual
depende todo el edificio de la Iglesia, y agrega que “el principio de una cosa no es ni una de sus
partes entre las otras ni la totalidad de sus partes, sino aque-llo en que todas las partes se reducen
a una unidad sin composición”. La “piedra funda-mental” (foundation-stone) puede ser llamada
adecuadamente, en cierto sentido, una “piedra de ángulo” (corner-stone), según se lo hace
habitualmente, puesto que está si-tuada en un ángulo o en una esquina (corner) del edificio8;
pero no es única como tal, pues el edificio tiene necesariamente cuatro ángulos; y, aun si se quiere
hablar más par-ticularmente de la “primera piedra”, ésta no difiere en nada de las piedras de base
de los demás ángulos, salvo por su situación9, y no se distingue ni por su función ni por su forma,
puesto que no es, en suma, sino uno de cuatro soportes iguales entre sí; podría decirse que una
cualquiera de las cuatro corner-stones “refleja” en cierto modo el prin-cipio dominante del
edificio, pero no podría de ninguna manera ser considerada este

6 Esta piedra debe situarse en el ángulo nordeste del edificio; notaremos a este propósito que
cabe dis-tinguir, en el simbolismo de san Pedro, varios aspectos o funciones a las cuales
corresponden “situacio-nes” diferentes, pues, por otra parte, en cuanto ianitor [‘portero’], su lugar
está en occidente, donde se encuentra la entrada de toda iglesia normalmente orientada; además,
San Pedro y San Pablo están también representados como las dos “columnas” de la Iglesia, y
entonces se los figura habitualmente al uno con las llaves y al otro con la espada, en la actitud de
dos dvârapâla [vaksha o ‘genios’ que guardan el umbral de ciertas puertas sagradas, en el
hinduismo].

7 “Eckstein”, en la revista Speculum, número de enero de 1939 (reseña de R. Guénon en É. T.,


mayo de 1939].

8 En este estudio nos veremos obligados a referirnos a menudo a los términos “técnicos” ingleses,
porque, pertenecientes primitivamente al lenguaje de la antigua masonería operativa, han sido
conserva-dos en su mayoría en los rituales de la Royal Arch Masonry y de los grados accesorios
vinculados con ella, rituales de los que no existe equivalente en nuestra lengua; y se verá que
algunos de esos términos son de traducción muy difícil.

9 Según el ritual operativo, esta “primera piedra” es, según lo hemos dicho, la del ángulo
nordeste; las piedras de los demás ángulos se colocan posterior y sucesivamente según el sentido
del curso aparente del sol, es decir, en el sudeste, sudoeste, noroeste.
RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

272

principio mismo10. Por otra parte, si realmente de esto se tratara, ni siquiera podría hablarse
lógicamente de “la piedra angular”, pues, de hecho, habría cuatro; aquélla, pues, debe ser algo
esencialmente diferente de la corner-stone entendida en el sentido corriente de “piedra
fundamental”, y ambas tienen en común solamente el carácter de pertenecer al mismo
simbolismo “¿constructivo”.

Acabamos de aludir a la forma de la “piedra angular”, y es éste, en efecto, un punto


particularmente importante: precisamente porque esta piedra tiene una forma especial y única,
que la diferencia de todas las demás, no solo no puede encontrar su lugar en el curso de la
construcción, sino que inclusive los constructores no pueden comprender cuál es su destino; si lo
comprendieran, es evidente que no la rechazarían y se contentar-ían con reservarla hasta el final;
pero se preguntan “lo que harán con la piedra”, y, al no dar con respuesta satisfactoria, deciden,
creyéndola inutilizable, “arrojarla entre los es-combros” (to heave it over among the rubbish)11. El
destino de esa piedra no puede ser comprendido sino por otra categoría de constructores, que en
ese estadio no intervienen aún: son los que han pasado “de la escuadra al compás” y, por esta
distinción, ha de entenderse, naturalmente, la de las formas geométricas que esos instrumentos
sirven respectivamente para trazar, es decir, la forma cuadrada y la circular, que de manera
general simbolizan, como es sabido, la tierra y el cielo; aquí, la forma cuadrada corres-ponde a la
parte inferior del edificio, y la forma circular a su parte superior, la cual, en este caso, debe estar
constituida, pues, por un domo o una bóveda12. En efecto, la “pie-dra angular” es real y
verdaderamente una “clave de bóveda” (keystone); A. Coomaras-wamy dice que, para dar la
verdadera significación de la expresión “se ha convertido en la cabeza del ángulo” (is become the
head of the corner), podría traducírsela por is be-come the keystone of the arch, lo cual es
perfectamente exacto; y así esa piedra, por su forma tanto como por su posición, es en efecto
única en todo el edificio, como debe serlo para poder simbolizar el principio del que depende
todo. Quizá cause asombro que esta representación del principio no se sitúe en la construcción
sino en último lugar; pero puede decirse que la construcción en conjunto está ordenada con
relación a ella (lo

10 Esta “reflexión” está evidentemente relacionada de modo directo con la sustitución


mencionada an-tes.

11 La expresión “to heave over” es bastante singular, y al parecer inusitada en ese sentido en
inglés moderno; parecería poder significar ‘levantar’ o ‘elevar’, pero, según el resto de la frase
citada, es claro que en realidad se aplica aquí al acto de “arrojar” la piedra rechazada.

12 Esta distinción es, en otros términos, la de la Square Masonry y la Arch Masonry, que, por sus
res-pectivas relaciones con la “tierra” y el “cielo”, o con las partes del edificio que las representan,
están puestas aquí en correspondencia con los “pequeños misterios” y los “grandes misterios”
respectivamente. [Véase cap. XXXIX, notas 4 y 5 (N. del T.)].
RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

273

que San Pablo expresa diciendo que “en ella todo el edificio se alza hasta ser templo santo en el
Señor”), y en ella encuentra finalmente su unidad; hay aquí también una aplicación de la analogía,
ya explicada por nosotros en otras oportunidades, entre el “pri mero” y el “último” o el “principio”
y el “fin”: la construcción representa la manifesta-ción, en la cual el Principio no aparece sino
como cumplimiento último; y precisamente en virtud de la misma analogía la “primera piedra” o
“piedra fundamental” puede consi-derarse como un “reflejo” de la “última piedra”, que es la
verdadera “piedra angular”.

El equívoco implicado en una expresión tal como corner-stone reposa en definitiva en los
diferentes sentidos posibles del término “ángulo”; Coomaraswamy señala que, en diversas
lenguas, las palabras que significan ‘ángulo’ están a menudo en relación con otras que significan
‘cabeza’ y ‘extremidad’: en griego, kephalè, ‘cabeza’ o, en arquitec-tura, ‘capitel’ (capitulum,
diminutivo de caput), no puede aplicarse sino a una sumidad; pero ákros (sánscrito agra) puede
indicar una extremidad en cualquier dimensión, es decir, en el caso de un edificio, tanto la
sumidad a la cual designa, es verdad, más habi-tualmente, como cualquiera de los cuatro ángulos
o esquinas (la palabra correspondiente en francés, coin, está etimológicamente emparentada con
el griego gônía, ‘ángulo’ [mientras que “esquina” procede del árabe rukn, ‘ángulo’]). Pero todavía
más importan-te, desde el punto de vista de los textos concernientes a la “piedra angular” en la
tradi-ción judeocristiana, es la consideración de la palabra hebrea que significa ‘ángulo’: esa
palabra es pinnáh, y se la encuentra en las expresiones eben pinnáh, ‘piedra angular’, y ro’sh
pinnáh, ‘cabeza de ángulo’; y resulta particularmente notable que, en sentido figu-rado, la misma
palabra se emplea para significar ‘jefe’: una expresión que designa a los ‘jefes del pueblo’ (pinnôt
ha-’am) está literalmente traducida en la Vulgata por anguli populorum13. Un ‘jefe’ o ‘caudillo’ es
etimológicamente el ‘cabeza’ (caput), y pinnáh se relaciona, por su raíz, con penè, que significa
‘faz’; la relación estrecha entre las ideas de “cabeza” y de “faz” es evidente, y, además, el término
“faz” pertenece a un simbo-lismo de muy general difusión, que merecería examinarse aparte14.
Otra idea conexa es también la de “punta” (que se encuentra en el sánscrito agra, el griego ákros,
el latín acer y acies); ya hemos hablado del simbolismo de las puntas con motivo del de las

13 I Samuel, XIV, 38; la versión griega de los Setenta emplea igualmente aquí la palabra gônia.

14 Cf. A. M. Hocart, Les Castes, pp. 151-54, acerca de la expresión “faces de la tierra” empleada en
las islas Fiji para designar a los jefes. La palabra griega Kárai servía, en los primeros siglos del
cristia-nismo, para designar las cinco “faces” o “caras” o “cabezas” de la Iglesia, es decir, los cinco
patriarcados principales, cuyas iniciales reunidas formaban precisamente esa palabra:
Constantinopla, Alejandría, Roma, Antioquía, Jerusalén [ = Ierousalêm].

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

274
armas y los cuernos15, y hemos visto que se refiere a la idea de extremidad, pero más en
particular en lo que concierne a la extremidad superior, es decir, al punto más elevado o sumidad;
todas estas vinculaciones no hacen, pues, sino confirmar lo que hemos dicho sobre la situación de
la “piedra angular” en la sumidad del edificio: aun si hay otras “piedras angulares” en el sentido
más general de esta expresión16, solo aquélla es en realidad “la piedra angular” por excelencia.

Encontramos otras indicaciones interesantes en las significaciones de la palabra ára-be rukn,


‘ángulo’, ‘esquina’; esa palabra, como designa las extremidades de una cosa, es decir, sus partes
más retiradas y, por consiguiente, más escondidas (recondita et abs-condita, podría decirse en
latín), toma a veces un sentido de ‘secreto’ o ‘misterio’; y, a este respecto, su plural arkàn es de
vincular con el latín arcanum, que tiene igualmente el mismo sentido, y con el cual presenta una
similitud notable; por lo demás, en el len-guaje de los hermetistas por lo menos, el empleo del
término “arcano” ha sido influido ciertamente de modo directo por esa palabra árabe17. Además,
rukn significa también ‘base’ o ‘fundamento’, lo que nos reconduce a la corner-stone entendida
como la “pie-dra fundamental”; en la terminología alquímica, el-arkàn, cuando esta designación se
emplea sin precisar más, son los cuatro elementos, es decir, las “bases” sustanciales de nuestro
mundo, asimilados así a las piedras de base de los cuatro ángulos de un edificio, pues sobre ellos
se construye en cierto modo todo el mundo corpóreo (representado también por la forma
cuadrada)18; y por aquí llegamos también directamente al simbo-lismo que ahora nos ocupa. En
efecto, no hay solamente esos cuatro arkàn o elementos “básicos”, sino además un quinto rukn, el
quinto elemento o “quintaesencia” (es decir el éter, el-athîr); éste no está en el mismo “plano”
que los otros, pues no es simplemente una base, como ellos, sino el principio mismo de este
mundo19; será representado, pues,

15 Cabe advertir que la palabra inglesa corner es evidentemente un derivado de corne [francés,
‘cuer-no’].

16 En este sentido, las cuatro piedras angulares no existen solamente en la base, sino también en
un nivel cualquiera de la construcción; y esas piedras son todas de la misma forma común,
rectilínea y rec-tangular (es decir, talladas on the square, pues la palabra square tiene la doble
significación de ‘escuadra’ y ‘cuadrado’), contrariamente a lo que ocurre en el caso único de la
keystone.

17 Podría resultar de interés investigar si puede existir un parentesco etimológico real entre la
palabra árabe y la latina, incluso en el uso antiguo de esta última (por ejemplo, en la disciplina
arcani de los cris-tianos de los primeros tiempos), o si se trata solo de una “convergencia”
producida solo ulteriormente, entre los hermetistas medievales.

18 Esta asimilación de los elementos a los cuatro ángulos de un cuadrado está también en
relación, na-turalmente, con la correspondencia que existe entre esos elementos y los puntos
cardinales.
19 Estaría en el mismo plano (en su punto central) si este plano se tomara como representación de
un estado de existencia íntegro; pero no siempre es el caso aquí, pues el edificio total es una
imagen del

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

275

por el quinto “ángulo” del edificio, que es su sumidad; y a este “quinto”, que es en rea-lidad el
“primero”, conviene, propiamente la designación de ángulo supremo, de ángulo por excelencia o
“ángulo de los ángulos” (rukn el-arkàn), puesto que en él la multiplici-dael de los demás ángulos se
reduce a la unidad20. Puede observarse aún que la figura geométrica obtenida reuniendo esos
cinco ángulos es la de una pirámide de base cua-drangular: las aristas laterales de la pirámide
emanan de su vértice como otros tantos rayos, así como los cuatro elementos ordinarios, que
están representados por los extre-mos inferiores de esas aristas, proceden del quinto y son
producidos por él; y también en el sentido de las aristas, que intencionalmente hemos asimilado a
rayos por esta razón (y también en virtud del carácter “solar” del punto de que parten, según lo
que hemos di-cho respecto del “ojo” del domo), la “piedra angular” de la sumidad se “refleja” en
cada una de las “piedras fundamentales” de los cuatro ángulos de la base. Por último, en lo que
acabamos de decir está la indicación bien neta de una correlación entre el simbolis-mo alquímico y
el simbolismo arquitectónico, lo que se explica por su común carácter “cosmológico”, es también
éste un punto importante, sobre el cual hemos de volver con motivo de otras relaciones del
mismo orden.

La “piedra angular”, tomada en su verdadero sentido de piedra “cimera”, se designa en inglés a la


vez como keystone, como capstone (que a veces se encuentra escrito tam-bién capestone), y
como copestone (o copingstone); el primero de estos términos es fácilmente comprensible, pues
constituye el exacto equivalente de nuestra “clave de bóveda” (o “de arco”, pues la palabra puede
aplicarse en realidad a la piedra que forma la sumidad de una arcada tanto como la de una
bóveda); pero los otros dos exigen algo más de explicación. En capstone, la palabra cap es
evidentemente el latín caput, ‘cabe-za’, lo que nos reconduce a la designación de esa piedra como
la “cabeza del ángulo”; es, propiamente, la piedra que “acaba” o “corona” un edificio; y es
también un capitel, el cual es, igualmente, el “coronamiento” de una columna21. Acabamos de
hablar de

mundo. Observemos, a este respecto, que la proyección horizontal de la pirámide a que nos
referíamos más arriba está constituida por el cuadrado de la base con sus diagonales, y las aristas
laterales se proyec-tan según las diagonales y el vértice en el punto de encuentro de estos
elementos, o sea en el centro mis-mo del cuadrado.

20 En el sentido de “misterio”, que hemos indicado, rukn el-arkàn equivale a sirr el-asrâr [‘misterio
de los misterios’, ‘misterio supremo’], representado, según lo hemos explicado en otra
oportunidad, por el extremo superior de la letra álif; como el álif mismo figura el “Eje del Mundo”,
esto, según se verá en seguida, corresponde con toda exactitud a la posición de la keystone.
21 El término de “coronamiento” ha de relacionarse aquí con la designación de la “coronilla”
cranea-na, en razón de la asimilación simbólica, que hemos señalado anteriormente, entre el “ojo”
de la cúpula y el Brahmarandhra [séptimo y último chakra, o sea “órgano o centro sutil”, cuyo
“despertar” corresponde a la culminación del Kundalinî-Yoga]; sabido es, por lo demás, que la
corona, como los cuernos, expresa

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

276

“acabamiento”, y, emparentadas con ésta, las palabras “cap” y “cabeza” o “cabecera” son, en
efecto, etimológicamente idénticas22; la capstone es, pues, la “cabeza” o “cabe-cera” de la
“obra”, y, en razón de su forma especial, que requiere, para tallarla, conoci-mientos o capacidades
particulares, es también a la vez una “obra capital” u “obra maes-tra” (chef-d’oeuvre), en el
sentido que tiene esta expresión en el Compagnonnage23; por ella el edificio queda
completamente terminado, o, en otros términos, es finalmente lle-vado a su “perfección”24.

En cuanto al término copestone, la palabra cope expresa la idea de ‘cubrir’; esto se explica, no solo
porque la parte superior del edificio es propiamente su “cobertura”, sino también, y diríamos
sobre todo, porque esa piedra se coloca de modo de cubrir la aber-tura de la sumidad, es decir, el
“ojo” del domo o de la bóveda, del cual hemos hablado anteriormente25. Es, pues, en suma, a
este respecto, el equivalente de un roof plate, según lo señala Coomaraswamy, quien agrega que
esa piedra puede considerarse como

esencialmente la idea de elevación. Cabe notar también a este respecto que el juramento del
grado de Royal Arch contiene una alusión a la “coronilla” (the crown of the skull), la cual sugiere
una relación entre la apertura de ésta (como en los ritos de trepanación póstuma) y el acto de
quitar (removing) la keys-tone; por lo demás, de modo general, las llamadas “penalidades”
formuladas en los juramentos de los diferentes grados masónicos, así como los signos que a ellas
corresponden, se refieren en realidad a los diversos centros sutiles del ser humano.

22 En la significación de la palabra “acabar”, o en la expresión equivalente “llevar a cabo”, la idea


de “cabeza” [caput] está asociada a la de “fin”, lo que responde perfectamente a la situación de la
“piedra angular”, conocida a la vez como “piedra cimera” y como “última piedra” del edificio.
Mencionaremos aún otro término derivado de caput: en francés se llama chevet (‘cabecera’) —y
en español “cabecera” o “testero”— de una iglesia a la extremidad oriental donde se encuentra el
ábside, cuya forma semicircular corresponde, en el plano horizontal, a la cúpula en elévación
vertical, según lo hemos explicado en otra ocasión.

23 La palabra “obra” se emplea a la vez en arquitectura y en alquimia, y se verá que no sin razón
rela-cionamos ambas cosas: en arquitectura, la conclusión de la obra es la “piedra angular”, y en
alquimia, la “piedra filosofal”.

24 Es de notar que, en ciertos ritos masónicos, los grados que corresponden más o menos
exactamente a la parte superior de la construcción de que aquí se trata (decimos más o menos
exactamente, pues a veces hay en todo ello cierta confusión) se designan precisamente con el
nombre de “grados de perfec-ción”. Por otra parte, el vocablo “exaltación”, que designa el acceso
al grado de Royal Arch, puede enten-derse como una alusión a la posición elevada de la keystone.

25 Para la colocación de esta piedra, se encuentra la expresión “to bring forth the copestone”,
cuyo sentido es también bastante oscuro a primera vista: to bring forth significa literalmente
‘producir’ (en el sentido etimológico del latín producere) o ‘sacar a luz’; puesto que la piedra ha
sido ya retirada anterior-mente, durante la construcción, no puede tratarse, el día de la conclusión
de la obra, de su “producción” en el sentido de una “confección”; pero, como ha sido arrojada
“entre los escombros”, se trata de volver a sacarla a luz, para colocarla en lugar visible, en la
sumidad del edificio, de modo que se convierta en “cabeza del ángulo”; así, to bring forth se
opone aquí a to heave over.

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

277

la terminación superior o el capitel del “pilar axial” (en sánscrito skambha, en griego staurós)26;
ese pilar, como lo hemos ya explicado, puede no estar representado mate-rialmente en la
estructura del edificio, pero no por eso deja de ser su parte esencial, en torno de la cual se ordena
todo el conjunto. El carácter cimero del “pilar axial”, presente de modo solamente “ideal”, está
indicado de modo particularmente notable en los casos en que la “clave de bóveda” desciende en
forma de “pechina” hacia el interior del edifi-cio, sin estar visiblemente sostenida por nada en su
parte inferior27; toda la construcción tiene su principio en este pilar, y todas sus diversas partes
vienen finalmente a unificarse en su “cima”, que es la sumidad de este mismo pilar y la “clave de
bóveda” o la “cabeza del ángulo”28.

La interpretación real de la “piedra angular” como “piedra cimera” parece haber sido de
conocimiento bastante general en el Medioevo, según lo muestra notablemente una ilustración
del Speculum Humanae Salvationis que reproducimos aquí (fig. 14 )29; este libro estaba muy
difundido, pues existen aún varios centenares de manuscritos; se ve en la ilustración a dos
albañiles que tienen en una mano una espátula y sostienen con la otra la piedra que se disponen a
colocar en la cima de un edificio (al parecer, la torre de una iglesia, cuya sumidad debe ser
completada por esa piedra), lo que no deja duda al-guna en cuanto a su significación. Cabe
señalar, con respecto a esta figura, que la piedra de que se trata, en cuanto “clave de bóveda” o
en cualquier otra función semejante, según la estructura del edificio al cual está destinada a
“coronar”, no puede por su forma misma colocarse sino por encima (sin lo cual, por lo demás, es
evidente que podría caer en el interior del edificio); así, representa en cierto modo la “piedra
descendida del cie-

26 Staurós significa también ‘cruz’, y sabido es que, en el simbolismo cristiano, la cruz se asimila al
“Eje del Mundo”; Coomaraswamy vincula ese término con el sánscrito sthàvara, ‘firme’ o ‘estable’,
lo que, en efecto, conviene a un pilar y, además, concuerda exactamente con el significado de
“estabilidad” dado a la reunión de los nombres de las dos columnas del Templo de Salomón.
27 Es la sumidad del “pilar axial”, que corresponde, según lo hemos dicho, a la punta superior del
álif en el simbolismo literal árabe; recordemos también, con motivo de los términos keystone y
“clave de bóveda”, que el símbolo mismo de la “clave” o “llave” tiene igualmente significado
“axial”.

28 Coomaraswamy recuerda la identidad simbólica entre el techo (en particular abovedado) con el
pa-rasol; agregaremos también, a este respecto, que el símbolo chino del “Gran Extremo” (T’ai-ki)
designa literalmente una “arista superior” o una “sumidad”: es, propiamente, la sumidad del
“techo del mundo”.

29 Manuscrito de Munich, columna 146, fol. 35 (Lutz y Perdrizet, II, lám. 64): la fotografía nos ha
si-do proporcionada por A. K. Coomaraswamy; ha sido reproducida en el Art Bulletin, XVII, p. 450 y
fig. 20, por Erwin Panofski, quien considera esa ilustración como la más próxima al prototipo y, a
ese respec-to, habla del lapis in caput anguli [‘la piedra en la cabeza de1 ángulo’] como de una
keystone; se podría decir también, de acuerdo con. nuestras precedentes explicaciones, que esa
figura representa the bringing forth of the copestone.

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

278

lo”, expresión perfectamente aplicable a Cristo30, que recuerda también la piedra del Graal (el
lapsit exillis de Wolfram von Eschenbach, que puede interpretarse como lapis ex caelis)31.
Además, hay aún otro punto importante que señalar: Erwin Panofski ha destacado que esa misma
ilustración muestra la piedra con el aspecto de un objeto en forma de diamante (lo que la vincula
también con la piedra del Graal, ya que ésta se describe igualmente como facetada); esta cuestión
merece mas minucioso examen, pues, aunque tal representación esté lejos de constituir el caso
más general, se vincula con aspectos del complejo simbolismo de la “piedra angular” distintos de
los que hasta aho-ra hemos estudiado, y no menos interesantes para destacar sus vínculos con el
conjunto del simbolismo tradicional.

Empero, antes de llegar a ello, nos falta elucidar una cuestión accesoria: acabamos de decir que la
“piedra cimera” puede no ser una “clave de bóveda” en todos los casos, y, en efecto, no lo es sino
en una construcción cuya parte superior es en forma de cúpu-la; en cualquier otro caso, por
ejemplo el de un edificio coronado por un techo en punta o en forma de tienda, no deja de haber
una “última piedra” que, colocada en la sumidad, desempeña a este respecto el mismo papel que
la “clave de bóveda” y, por consiguiente,

30 A este respecto, podría establecerse una vinculación entre la “piedra descendida del cielo” y el
“pan descendido del cielo”, pues existen relaciones simbólicas importantes entre la piedra y el
pan; pero esto sale de los límites de nuestro tema actual; en todos los casos, el “descenso del
cielo” representa, naturalmente, el avatárana [‘descenso’ o aparición del Avatára].

31 Cf. también la piedra simbólica de la Etoile Internelle [‘estrella interna’] de que ha hablado L.
Charbonneau-Lassay y que, como la esmeralda de Graal, es una piedra facetada; esa piedra, en la
copa donde se la pone, corresponde exactamente al “joyel en el loto” (mani padme) del budisrno
mahâyâna.

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

279

corresponde también a ésta desde el punto de vista simbólico, sin que empero sea posi-ble
designarla con ese nombre; lo mismo ha de decirse del caso especial del pyramídion, al cual
hemos aludido ya en otra ocasión. Debe quedar bien claro que, en el simbolismo de los
constructores medievales, que se apoya en la tradición judeocristiana y se vincula con la
construcción del Templo de Salomón como su prototipo32, consta, en lo que con-cierne a la
“piedra angular”, que es una “clave de bóveda”; y, si la forma exacta del Templo de Salomón ha
podido dar lugar a discusiones desde el punto de vista histórico, es seguro, en todo caso, que esa
forma no era la de una pirámide; son éstos hechos que hay que tener necesariamente en cuenta
en la interpretación de los textos bíblicos refe-rentes a la “piedra angular”33. El pyramídion, es
decir, la piedra que forma la punta su-

32 Las “leyendas” del Compagnonnage [‘compañerazgo’, organización artesanal de origen


medieval, emparentada con la masonería], en todas sus ramas, dan fe de ello, así como las
“superviviencias” propias de la antigua masonería operativa, que hemos considerado aquí.

33 Así, pues, no podría tratarse de ningún modo, como algunos pretenden, de una alusión a un
inci-dente ocurrido durante la construcción de la “Gran Pirámide” y con motivo del cuál ésta
habría quedado inconclusa, lo que, por otra parte, es una hipótesis harto dudosa en sí y una
cuestión histórica probable-mente insoluble; además esa “inconclusión” misma estaría en
contradicción directa con el simbolismo

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

280

perior de la pirámide, no es en modo alguno una “clave de bóveda”; no por eso deja de ser el
“coronamiento” del edificio, y cabe señalar que reproduce su forma íntegra en modo reducido,
como si todo el conjunto de la estructura estuviera así sintetizado en esa piedra única; la
expresión “cabeza de ángulo”, en sentido literal, le conviene perfecta-mente, así como el sentido
figurado del nombre hebreo del “ángulo” para designar el “jefe” o “cabeza”, tanto más cuanto que
la pirámide, partiendo de la multiplicidad de la base para culminar gradualmente en la unidad de
la cúspide, se toma a menudo como el símbolo de una jerarquía. Por otra parte, según lo que
hemos explicado anteriormente acerca del vértice y los cuatro ángulos de la base en conexión con
el significado de la palabra árabe rukn, podría decirse que la forma de la pirámide está contenida
implícita-mente en toda estructura arquitectónica; el simbolismo “solar” de esta forma, que
hemos indicado en esa oportunidad, se encuentra aún más particularmente expresado en el py-
ramídion, como lo muestran diversas descripciones arqueológicas citadas por Cooma-raswamy: el
punto central o el vértice corresponde al sol mismo, y las cuatro caras (cada una comprendida
entre dos “rayos” extremos que delimitan el dominio representado por ella) corresponden a otros
tantos aspectos secundarios del mismo sol, en relación con los cuatro puntos cardinales, hacia los
cuales las cuatro caras se orientan respectivamen-te. Pese a todo ello, no es menos verdad que el
pyramídion constituye solamente un caso particular de “piedra angular” y no la representa sino en
una forma tradicional especial, la de los antiguos egipcios; para responder al simbolismo
judeocristiano de dicha piedra, que pertenece a otra forma tradicional sin duda alguna muy
distinta de aquélla, le falta un carácter esencial, que es el de ser una “clave de bóveda”.

Dicho esto, podemos volver a la figuración de la “piedra angular” en forma de dia-mante: A.


Coomaraswamy, en el artículo a que nos hemos referido, parte de una obser-vación que se ha
hecho con respecto al término alemán Eckstein, el cual, precisamente, significa a la vez ‘piedra
angular’ y ‘diamante’34; y recuerda a este respecto las signifi-caciones simbólicas del vajra, que
hemos considerado ya en diversas. oportunidades: de modo general, la piedra o el metal
considerado más duro y brillante ha sido tomado, en diferentes tradiciones, como “símbolo de
indestructibilidad, invulnerabilidad, estabili-

según el cual la piedra que había dido rechazada toma finalmente su lugar eminente como
“cabeza del ángulo”.

34 Stoudt, “Consider the lilies, how they grow”, respecto de la significación de un motivo
ornamental en forma de diamante, explicado por escritos donde se habla de Cristo como del
Eckstein. El doble senti-do de la palabra se explica, verosímilmente, desde el punto de vista
etimológico, por el hecho de que pueda entendérsela a la vez como “piedra de ángulo” y como
“piedra en ángulos”, es decir, facetada; pero, por supuesto, esta explicación nada quita al valor de
la ralación simbólica indicada por la reunión de ambos significados en la misma palabra.

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

281

dad, luz e inmortalidad”; y, en particular, estas cualidades se atribuyen muy a menudo al


diamante. La idea de “indestructibilidad” o de “indivisibilidad” (una y otra estrecha-mente
vinculadas, y expresadas en sánscrito por la misma palabra, ákshara) convienen evidentemente a
la piedra que representa el principio único del edificio (pues la unidad verdadera es esencialmente
indivisible); la de “estabilidad”, que, en el orden arquitectó-nico, se aplica propiamente a un pilar,
conviene por igual a esa misma piedra considera-da como el capitel del “pilar axial”, que a su vez
simboliza el “Eje del Mundo”; y éste, al cual Platón, particularmente, describe como un “eje de
diamante”, es también, por otra parte, un “pilar de luz” (como símbolo de Agni y como “rayo
solar”); con mayor razón, esta última cualidad se aplica (“eminentemente”, podría decirse) a su
“corona-miento”, que representa la fuente misma de la cual emana en cuanto rayo luminoso35.
En el simbolismo hindú y búdico, todo cuanto tiene una significación “central” o “axial” está
generalmente asimilado al diamante (por ejemplo, en expresiones como vajràsana, ‘trono de
diamante’); y es fácil advertir que todas esas asociaciones forman parte de una tradición que
puede llamarse verdaderamente universal.
Hay más aún: el diamante se considera como la “piedra preciosa” por excelencia; y esta “piedra
preciosa” es también, como tal, un símbolo de Cristo, que se encuentra aquí identificado a su otro
símbolo, la “piedra angular”; o, si se prefiere, ambos símbolos están así reunidos en uno. Podría
decirse entonces que esa piedra, en cuanto representa un “acabamiento” o un “cumplimiento”36,
es, en el lenguaje de la tradición hindú, un chintàmani, lo que equivale a la expresión alquímica de
Occidente “piedra filosofal”37; y es muy significativo a este respecto que los hermetistas cristianos
hablen a menudo de Cristo como la verdadera “piedra filosofal”, no menos que como la “piedra
angular”38.

35 El diamante no tallado tiene naturalmente ocho ángulos, y el poste sacrificial (yûpa) debe ser
talla-do “en ocho ángulos” (ashtâçri) para figurar el vajra (que se entiende aquí a la vez en su otro
sentido de ‘rayo’); la palabra pâli attansa, literalmente, ‘de ocho ángulos’, significa a la vez
‘diamante’ y ‘pilar’.

36 Desde el punto de vista “constructivo”, es la “perfección” de la realización del plan del


arquitecto; desde el punto de vista alquímico, es la “perfección” o fin último de la “Gran Obra”;
hay exacta corres-pondencia entre uno y otro.

37 El diamante entre las piedras y el oro entre los metales son lo más precioso, y tienen además
un carácter “luminoso” y “solar”; pero el diamante, al igual que la “piedra filosofal”, a la cual se
asimila aquí, se considera como más precioso aún que el oro.

38 El simbolismo de la “piedra angular” se encuentra expresamente mencionado, por ejemplo, en


di-versos pasajes de las obras herméticas de Robert Fludd, citados por A. E. Waite, The Secret
Tradition in Freemasonry, pp. 27-28; por otra parte, debe señalarse que tales pasajes contienen
esa confusión con la “piedra fundamental” de que hablábamos al principio, lo que el autor que los
cita dice por su cuenta acer-ca de la “piedra angular” en varios lugares del mismo libro tampoco es
muy adecuado para esclarecer el punto, y no puede sino contribuir más bien a mantener la
confusión indicada.

RENÉ GUÉNON, SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA

282

Nos vemos reconducidos así a lo que decíamos anteriormente, con motivo de los dos sentidos en
que puede entenderse la expresión árabe rukn el-arkàn, sobre la correspon-dencia existente entre
el simbolismo arquitectónico y el alquímico; y, para terminar con una observación de alcance muy
general este estudio ya largo, pero sin duda aún in-completo, pues el tema es de aquellos que son
casi inagotables, podemos agregar que dicha correspondencia no es, en el fondo, sino un caso
particular de la que existe análo-gamente, aunque de un modo quizá no siempre tan manifiesto,
entre todas las ciencias y todas las artes tradicionales, pues en realidad todas ellas son otras tantas
expresiones y aplicaciones diversas de las mismas verdades de orden principial y universal.
El simbolismo de las letras del alfabeto

El Alif es un símbolo de Aquél que es el único que es, de Aquél a cuyo Ser ningún ser precede

08/02/2002 - Autor: Martin Lings - Fuente: Webislam

al alawi alfabeto alif arabe letras pensamiento simbolismo

3me gusta o estoy de acuerdo Compartir en meneame Compartir en facebook Descargar PDF
Imprimir Envia a un amigo Estadisticas de la publicación

Caligrafía

Grafía árabe

El Shayj menciona, como ya hemos visto, los juncos de los que está tejida una estera como
símbolos de las Manifestaciones de las Cualida-des Divinas de las que todo el universo está tejido.
Encontramos un simbolismo análogo, pero más complejo, en su pequeño tratado titula-do El Libro
del Prototipo único (Al‑Unmûday al‑Farîd) que indica la vía de la realización perfecta de la Unidad
considerando lo que signifi-ca el envolvimiento de las Escrituras Celestiales en el Punto de la
Basmala (1). Empieza citando los dichos del Profeta:

«Todo lo que está en los Libros revelados está en el Corán, y todo lo que está en el Corán está en
la Fâtiha (2), y todo lo que está en la Fâtiha está en Bismi‑Llâhi-I‑Rahmâni‑l-Rahîm.» Y, «Todo lo
que está en Bismi‑Llâhi-I‑Rahmâni‑l-Rahîm está en la letra Bâ’, que a su vez está contenida en el
punto que hay debajo de ella» (3).

«Esta Tradición (4) ha corrido de pluma en pluma y ha resonado en los oídos de los elegidos y de la
multitud, y todos, sin excepción, se es-fuerzan en escrutar sus misterios ocultos. Tampoco tuve yo
la fuerza de mantenerme al margen de la multitud que había inflamado en mí el espíritu de
emulación; me levanté, pues, y traté a ciegas de captar algo de su fragancia. Mi mano se posó
sobre el perfume en su misma fuente y, sacándolo de entre los montículos de las dunas, me
presenté con él ante los más sabios de entre los sabios. Lo acogieron con todos los ho-nores y
todas las alabanzas, y cada uno de ellos dijo: Este no es sino un ángel muy noble (5). Dije: "En
verdad, está por encima de mi estación. Es el lanzamiento de una piedra sin lanzador." Entonces la
lengua de mi estado respondió: Tú no lanzabas cuando lanzabas, sino que era Al-lâh Quien
Lanzaba (6).
»Cada vez que en este tratado menciono un nombre de "otro que Al-lâh", lo hago por necesidades
de la expresión. Que tu imaginación no conciba, pues, "el otro" como si fuera realmente otro,
porque en-tonces se te escaparía el bien que trato de mostrarte. Pues, en verdad te traemos una
gran noticia (7). Vuélvete, pues, hacia lo que te permitirá la inmersión en la Realidad y lánzate
desde lo relativo hacia lo Absoluto. Quizás comprenderás lo que está en el Punto, aunque nadie lo
com-prende salvo los sabios (8) y nadie lo encuentra cara a cara salvo aquel cuyo destino es
inmensamente bendito... (9).

»Cada vez que hablo del Punto, entiendo por Ello el Secreto de la Esencia, llamado Unidad de la
Percepción (Wahdat al‑Shuhûd), y cada vez que hablo del ‘Alif, entiendo por Ello el Único, El único
que es (Wâhid al‑ Wuyûd) (10), la Esencia Señorial, y cuando hablo de la Bâ’, entiendo por Ello la
Manifestación última (11), llamada el Espíritu Supre-mo, después de la cual vienen el resto de las
letras, las palabras solas, y luego el discurso en general, todos ellos en orden jerárquico. Pero el
eje de este libro lo constituyen las primeras letras del alfabeto por ra-zón de su precedencia sobre
las demás. Los Adelantados son los Adelantados, ellos son los allegados (12). Estas letras son Alif y
Bâ’, y ocupan en el alfabeto el lugar de la Básmala en el Corán, pues juntas forman Ab (13), que es
uno de los Nombres Divinos. Con este Nombre, Jesús se dirigía a Su Señor y lo utilizó cuando dijo:
«En verdad, regreso junto a mi Padre y vuestro Padre», es decir, junto a mi Señor y vuestro Señor.
Y ahora, si comprendes que estas dos letras poseen un significado que tú no conocías, no te
sorprendas de lo que diremos del Punto y del resto de las letras.

» El Punto se hallaba en el estado de tesoro oculto (14) antes de su pro-pia manifestación como
Alif, y las letras se hallaban extintas en la esen-cia secreta del Punto hasta que éste manifestó lo
interior exteriormen-te, revelando, al revestir las diversas formas de las letras visibles, lo que
había sido velado; pero, si captas esta verdad, no encontrarás nada más que la tinta misma, que es
lo que significa el Punto (15), como lo ha di-cho uno de los nuestros:

Las letras son los símbolos de la tinta; no hay letra alguna,

Salvo la que la tinta ha ungido; su mismo color es pura ilusión.

Es el color de la tinta, que ha accedido al ser manifestado.

Sin embargo, no se puede decir que la tinta se haya apartado de lo que era.
La no‑manifestación de las letras residía en el misterio de la tinta,

Y su manifestación es producida por la autodeterminación de aquélla.

Ellas son sus determinaciones, sus actividades,

Y no hay nada allá más que la tinta. ¡Comprende esta parábola!

Las letras no son la tinta; ¡no digas que lo son!

Esto sería un error; y decir que la tinta es idéntica a las letras sería pura locura.

Pues ella era antes que las letras, cuando no había ninguna,

Y será todavía cuando ninguna letra sea.

Mira bien cada letra y ve que ya ha perecido

Salvo por la faz de la tinta, es decir, la Faz de Su Esencia.

¡A Ella toda Gloria, Majestad y Exaltación!

Así, incluso en su manifestación, las letras están ocultas,

Sumergidas por la tinta, puesto que su manifestación no es otra que la de ella.


La letra no añade nada a la tinta, ni toma nada de ella,

Pero revela su integridad en modos distintos.

Sin alterarla. ¿Acaso la tinta y la letra constituyen dos cosas distintas?

Ve, pues, la verdad de mis palabras: no hay ser

Salvo el de la tinta, para aquel cuyo entendimiento es sano;

Y dondequiera que esté la letra, su tinta está siempre con ella.

¡Abre tu intelecto a estas parábolas y préstales atención!

» Si has comprendido cómo todas las letras están incluidas en el Punto, entonces comprenderás
cómo todos los libros están incluidos en la frase; la frase, en la palabra; la palabra, en la letra; pues
podemos decir con verdad: sin letra no hay palabra y sin palabra no hay libro. La palabra, en
verdad, no tiene existencia más que por la existencia de la letra. La diferenciación analítica
procede de la integración sintética, y todo está integrado en la Unidad de Percepción, simbolizada
por el Punto. Ella es la Madre de todo libro. Al-lâh abroga y confirma lo que Él quiere, y con Él está
la Madre del Libro (17).

» El Punto es esencialmente distinto de las letras. No hay nada se-mejante a Él, y Él es Él que Oye y
Él que Ve (18). Precisamente, el Punto, a diferencia de los demás signos, no puede ser limitado por
una defini-ción. Trasciende todo lo que se puede encontrar en las letras en mate-ria de longitud,
pequeñez o sinuosidad, de modo que no se lo puede captar visual o auditivamente, como se
captan las letras. Su diferencia con las letras es conocida, pero su presencia en ellas es
desconocida, sal-vo para aquel cuya vista es de hierro (19) o que presta oído con plena inteligencia
(20), pues, si es cierto que las letras son las cualidades del Punto, la Cualidad no engloba la
Esencia, ya que no tiene la universa-lidad que es lo propio de la Esencia. La Esencia tiene como
prerrogativa la incomparabilidad, mientras que las Cualidades engendran las com-paraciones.

» Y sin embargo, hacer una comparación es en realidad lo mismo que afirmar la incomparabilidad,
en razón de la unicidad de la tinta; pues, aunque las letras son comparables entre sí, esta
posibilidad de comparación no se opone a la incomparabilidad de la tinta en sí mis-ma, ni a la
unicidad de la tinta que se encuentra en cada letra. Aquí reside la identidad última entre el
establecimiento de comparaciones y la negación de la posibilidad de comparar, pues, dondequiera
que se plantee cualquier cuestión de comparación, se trata siempre, en realidad, de la tinta misma
que se compara a sí misma. Él es Quien es Al-lâh en el Cielo y Al-lâh en la Tierra (21). Sea Él como
sea y dondequiera que esté, Él es Al-lâh; que lo que ves de Él en la tierra de la comparabilidad no
te impida, pues, ver lo que Él es en el Ciclo de la incomparabilidad, pues todas las cosas están
hechas de incomparabilidad y compara-bilidad. Adondequiera que os volváis, allí está la Faz de Al-
lâh. Esto es así en virtud del Atributo general que desborda de la Infinita Riqueza del Punto sobre
la indigencia total de las letras. Pero el atributo parti-cular que pertenece a la Propia Esencia
Misteriosa del Punto no puede tener la menor manifestación en las letras, ni ninguna letra puede,
ni en su forma ni en su significación, llevar el peso de las características íntimas del Punto.

» ¿No ves que si trazas determinadas letras del alfabeto como, por ejemplo, ·,µ,² , encontrarás
para cada letra otra que se le parez-ca? Así, µ se parece a · y ² se parece a µ. Además, si quieres
pronunciar una de estas letras, encontrarás un sonido que le correspon-de exactamente, mientras
que el Punto no tiene ninguna exteriorización que le corresponda. Si tratas de enunciar su realidad
dirás nuqtatun, y esta enunciación te obligará a recurrir a letras que no tienen nada que ver con la
esencia del punto: nûn, qâf, tâ’ y thâ’. Está claro, pues, que el Punto escapa a toda expresión. Del
mismo modo, no hay palabra que pueda expresar la Esencia Secreta del Creador. Por esta ra-zón,
cuando el Gnóstico trata de expresar con palabras la Incomparabi-lidad Divina, es decir, cuando
trata de comunicar lo que se entiende por la Plenitud de la Esencia con todos Sus Atributos, la
fórmula que sale, de su boca va muy lejos de su objetivo debido a las limitaciones del lenguaje.

» El Punto estaba en su estado principial de secreto (22) absolutamente independiente, en el que


no hay ni separación ni unión, ni antes ni después, ni anchura ni longitud, y todas las letras
estaban extintas en su Esencia oculta, lo mismo que todos los libros, a pesar de la diver-gencia de
sus contenidos, estaban extintos en las letras. Esta reducción de los libros a las letras puede ser
percibida por todos los que poseen la menor intuición. Examina un libro y verás que no se
encuentran nunca en sus páginas, para expresar su significado, más que las veintiocho letras (23),
las cuales, para manifestar cada palabra y significado, se agruparán en formas siempre nuevas
según las variaciones de las palabras y las significaciones, hasta que Al-lâh herede la tierra y todos
los que en ella se encuentran (24) y todas las cosas vayan a Al-lâh (25). Entonces, las letras
retornarán a su centro principial en el que no hay nada salvo la Esencia del Punto.

» El Punto estaba en su impenetrable secreto, y las letras estaban en estado de completa extinción
en Su Esencia, mientras la lengua de cada letra pedía la longitud, la estrechez, la altura o las otras
cualidades que exigía su realidad propia. Así, los motivos del discurso se agitaron en conformidad
con la demanda de los atributos del Punto, latentes en Su Esencia. Entonces fue determinada la
primera manifestación.

» La primera, manifestación del Punto, su primera apariencia defini-ble, fue en el Alif, que vino al
ser bajo la forma de la incomparabili-dad más bien que de la comparabilidad, de manera que
pudiera existir cualitativamente en todas las letras al tiempo que permanecía esencial-mente
distinto de ellas. Debes saber, además, que la aparición del Alif fuera del Punto no estuvo
sometida a una causa, sino que fue la sobreabundancia misma del Punto. Y así, el Alif primordial
no fue tra-zado por la pluma (26), ni estuvo bajo su dependencia, sino que brotó del impulso
centrifugo del Punto en su centro principial. Cada vez que flu-yó de Él un desbordamiento hubo el
Alif, y nada más. La existencia de éste no depende de la pluma, ni necesita de ninguna ayuda de su
par-te, en virtud de su rectitud y de su estado de trascendencia respecto de todo lo que se puede
encontrar en las otras letras en materia de curvas, prominencias u otras particularidades. No
tendrá Él que responder de lo que hace, pero a ellos sí que se les interrogará (27) . En cuanto a las
otras letras, necesitan ser descritas por el movimiento de la pluma y ninguna de ellas puede tomar
forma sin su concurso por razón de su curvatura, redondez y otras características particulares.

» Es cierto que el Alif también puede ser formado por medio de la pluma, al tiempo que, sin
embargo, permanece independiente de ella y sin ninguna alteración de la trascendencia de su
estación, puesto que a la pluma su longitud y su rectitud le vienen del Alif; es más, ella es el Alif,
cuya forma escrita existe así por él mismo para sí mismo.

» El Alif es un símbolo de Aquél que es el único que es, de Aquél a cuyo Ser ningún ser precede.
Así, la manifestación del Punto como Alif es lo que se llama «Primacía». Antes de su manifestación
no estaba cualificado así, al igual que no estaba cualificado de «Ultimidad». Él es el Primero y el
último, el Exteriormente Manifiesto y el Interiormente oculto.
» Si se afirma la Primacía única del Alif (28), entonces, necesariamen-te, la Ultimidad también debe
estarle exclusivamente reservada (29). Ésta es la razón por la que declara a las otras letras: Es a Mí
adonde regresa-réis (30), todas sin excepción. En verdad, todas las cosas van a Al-lâh.

» En cuanto a la Manifestación Exterior del Alif en las letras, es cosa fácil de percibir. Considera
bien la cuestión y descubrirás que no hay letra cuyo desarrollo en el espacio no derive del Alif: la
Hâ’, por ejem­plo, no es más que un Alif jorobado, mientras que la Mîm es un Alif circular, y así es
la manifestación del Alif de acuerdo con los dictados de su sabiduría, en todas las letras, pero la
mirada no Lo alcanza; éste es el significado de la Ocultación Interior, pues está claro que nadie
puede percibir la existencia del Alif en el círculo de la Mîm sin poseer una gran experiencia; ahora
bien, lo que nos impide percibirlo no es sino su redondez, es decir, su manifestación en una
cualidad que no reconocemos. Él es para sí mismo su propio velo…

» La Manifestación Exterior de la Verdad puede ser más intensa en algunas formas visibles que en
otras, y esto no es difícil de ver para quien observa. ¿Acaso no descubres el Alif en algunas letras
como no puedes hacerlo en otras? La forma de la Lâm, por ejemplo, no está aleja-da de su forma,
y en la Bâ’ de la Basmala hay algo que revela la mani-festación del Alif en ella. Pero raros son los
que pueden descubrir fácilmente esta manifestación en las demás letras. La multitud ignora el
rango del Alif, algunos lo conocen en su Primacía e ignoran su Ultimi-dad, y algunos lo conocen en
sus dos cualidades; pero el que no lo re-conoce en todas las letras, pequeñas o grandes, largas o
cortas, del principio o del final del alfabeto, en verdad carece de una visión justa y su percepción
es imperfecta. Si has comprendido que el Alif está presente en todas las letras, dime si esto le ha
hecho perder algo de la dignídad de su incomparabiltdad en la cual conserva siempre lo que no le
pertenece más que a él. En absoluto, pues la verdad esencial del Alif permanece tal como es, y no
veo ninguna disminución debida a su manifestación, que me parece más bien una de sus
perfecciones. La deficiencia —pero Al-lâh es el más sabio— está en aquel que querría confinarlo a
una cualidad sin permitirle realizar otra, constriñéndolo, limitándolo, rehusando conocerlo y
reduciéndolo a la comparabilidad haciendo de él una cosa entre otras. La verdad del conocimiento
que conviene a su estación es que veas el Alif manifiesto en cada palabra de cada libro. Todo es
Alif.

« La letra Bâ’ es la primera forma bajo la que apareció el Alif; él se manifestó, pues, en ella como
nunca en ninguna otra. "Al-lâh creó a Adán a Su Imagen" (31); lo que se designa por Adán es el
Primer Hom-bre (32), y él es el Espíritu del Ser. Es en virtud de esta creación a Su Ima-gen por lo
que Al-lâh hizo de él Su representante en la tierra y ordenó a los ángeles que se postraran ante él.

Si Su Belleza no hubiera resplandecido en el rostro de Adán,


Nunca los ángeles se hubieran postrado ante él (33).

¿Se dirigía su prosternación a otro que a Él? No, pues Al-lâh no perdona al que es culpable de
idolatría.

» La Bâ’ de la Basmala difiere de la Bâ’ ordinaria a la vez en su for­ma y en su función. En verdad


eres de una naturaleza supereminente (34); y su grandeza no es otra que la grandeza del Alif.
Quien obedece al Apóstol obedece a Al-lâh (35). ¿No ves que en otros lugares la Bâ’ no es
alargada, mientras que en la Basmala lo es, y su longitud no es otra que el Alif elidido? Bism (qT±)
era orginalmente bi‑ism (q«±), y luego el Alif de ism (36) se retiró y apareció en la Bâ’, que tomó
así la for-ma del Alif, al igual que asumió Su función. Y así el Profeta dijo: "Hay para mí una hora en
la que sólo mi Señor basta para contenerme", y tú ves que hay para la Bâ’ una hora, a saber: en la
Basmala, en la que sólo el Alif basta para contenerla, a la vez en su forma y en su Punto (37), si
bien el Punto del Alif está encima de éste, mientras que el Punto de la Bâ’ está debajo. En realidad,
el Alif no es otro que el Punto mismo: un ojo que lloró o una gota que brotó y que en su
de-rramamiento fue llamada Alif, sin ningún menoscabo para el Punto mismo, en virtud de la
Integridad del Alif y de su Trascendencia sin defecto en la que el Punto permanece en su Eterna
Incomparabilidad. En verdad, estamos por encima de ellos, Irresistible (38). El descenso comple-to
sólo tuvo lugar en la manifestación de Alif como Bâ’, seguida por las demás letras. Si su forma
hubiera sido idéntica a la del Alif la Bâ’habría perdido sus características propias. Pero la Bâ’es Bâ’
y el Alif es Alif. el Alif se manifestó espontáneamente, por su propia y libre vo-luntad, mientias que
la manifestación le fue impuesta a la Bâ’. De ahí la necesidad de diferenciar su forma de la del Alif,
a menos de negar el estado latente del Alif en las demás letras (39), o de creer que la libertad es
totalmente incompatible con la obligación (40).

» Además, el Punto, que. está sobre el Alif está debajo de la Bâ’; esto debe ser, pues, para
nosotros una ilustración de la verdad de que las cosas de los mundos inferiores son
manifestaciones del Punto, al igual que lo son las cosas de los mundos superiores, y la
manifestación del Punto en la Esencia no debe impedir que le reconozcamos en las Cualidades. El
Profeta dijo: "Si hicierais descender a un hombre con una cuerda hasta lo más profundo de la
tierra, encontraríais a Al-lâh". El Punto bajo la Bâ’ significa precisamente la extinción latente en
to-das las cosas. Todo perece salvo Su Faz. Él es Quien es Al-lâh en el Cielo y Al-lâh en la tierra. La
existencia del Punto sobre el Alif nos enseña que el Alif es el estado de manifestación de aquél,
pero la Bâ’ es su velo, y, por tanto, el Punto se halla bajo la Bâ’, como el tesoro escondido bajo el
muro cuyo derrumbe temía Al‑Jidr (42).
» Cuando Bâ’ comprendió su verdadera relación con Alif, cumplió lo que le incumbía tanto por
definición como por obligación (43). Se so-mete a su definición adhiriéndose a las otras letras (44),
ya que ellas son de su misma naturaleza, al contrario que el Alif que se mantiene apar-te de las
letras cuando las precede, aunque ellas se adhieran a él como Finalidad; y, en verdad, tu Señor es
el Último Fin. »

Notas

(1) La fórmula Bismi‑Llâhi-I‑Rahmâni‑l-Rahîm con la que se abre el Corán. Su «punto» es el punto


bajo la letra Bâ’ en la escritura árabe.

(2) El primer capítulo del Corán (literalmente «la Abertura»).

(3) Estas Tradiciones son citadas por ‘Abd al‑Karîm al-Yîlî al comienzo de su comentario sobre ellas,
Al‑Kahf wa‑l‑Raqîm, que casi con seguridad fue el punto de partida del tratado del Shayj.

(4) Se refiere probablemente a las dos Tradiciones. En el texto árabe, este preámbulo está escrito
en una prosa rimada que el Shayj, en todos sus escritos, raramente abandona.

(5) Esto es lo que dijeron las mujeres de Egipto (Corán, XII, 3) a propósito de José.

(6) En el Corán (VIII, 17) estas palabras van dirigidas a Muhámmad con referencia a su lanzamiento
de un puñado de guijarros contra el enemigo durante la batalla de Badr, acto que modificó el
curso de la batalla en favor de los musulmanes, quienes infligieron una derrota total a un ejército
de mecanos tres veces más numeroso que el suyo. Ésta fue la primera batalla del Islam, en el año
624.

(7) XXXVIII, 67.

(8) XXIX, 43.

(9) XLI, 35.

(10) Aquí es donde el Shayj difiere de Yîlî en cuyo tratado el Punto representa la Divinidad en
Todos Sus Aspectos, mientras que el Alif es el Espíritu de Muhámmad (Yîlî cita esta Tradición: «Al-
lâh creó de Su Propia Esencia el Espíritu del Profeta, y de este Espíritu creó el Universo entero»), es
decir, el Espíritu Supremo, que, para el Shayj, está simbolizado por la Bâ’. Pero, a pesar de esta
divergencia, la doctrina sigue siendo la misma.

(11) Última, porque este Espíritu, que no es otro que el «Hombre Universal», contiene el Universo
entero.

(12) Corán, LVI, 10-11.


(13) Padre. Cabe observar aquí, incidentalmente, cuán próxima está la Basmala, en realidad, del In
Nomine. La relación entre los dos Nombres de Misericordia en el Islam, el segundo de los cuales es
el único en ser a la vez divino y humano, es comparable a la relación existente entre las dos
primeras Personas de la Trinidad Cristiana, mientras que la Misericordia misma, que está implícita
en la Basmala, al proceder a la vez de Al‑Rahman y Al‑Rahim, es decir, al ser «procedente del
Padre y del Hijo», no es otra que el Espíritu Santo.

(14) Referencia a la Tradición Sagrada: «Yo era un Tesoro Oculto y deseé ser conocido, y así, creé
el mundo.»

(15) El punto y la tinta son intercambiables como símbolos, puesto que la escritura está
compuesta por una serie de puntos de tinta.

(16) ‘Abd al‑Gani al‑Nábulusi, Diwân al‑Haqâ’îq, p. 435 (El Cairo, 1889).

(17) Corán, XIII, 39.

(18) XLII, 11

(19) Eco del Corán, L, 22.

(20) L, 37.

(21) Corán, XLIII, 84.

(22) ‘Amâ, literalmente «ceguera» por referencia a la ceguera de lo que es «otro» que Él, ya que Él
es Percepción pura, indiferenciada (Wahdat al‑Suhûd).

(23) Debe recordarse que el objetivo de un tratado místico es siempre eminentemente «práctico»,
y el objetivo práctico de éste viene, de hecho, indicado por su título (véase pp. 143 y 145). El Shayj
invita aquí a sus discípulos a transponer esta operación al libro de la naturaleza, de manera que
vean en él las «letras» más bien que las «palabras»,

(24) Coran, XIX, 40.

(25) XLII, 53.

(26) La pluma simboliza el Cálamo Supremo del que la Sura LXVIII del Corán, toma su nombre. ‘Abd
al‑Karim al‑Yîlî (Al‑Insân al‑Kâmil, cap. 47), dice: «El Profeta dijo: "La primera cosa que Al-lâh creó
fue el Intelecto", y también dijo: "La primera cosa que Al-lâh creó fue el Cálamo." Así, el Cálamo es
el Intelecto Primero, y ambos son dos aspectos del Espíritu de Muhámmad.»

(27) Corán, XXI, 23.

(28) «El Alif a diferencia de las demás letras, está a la distancia de sólo un grado con respecto al
Punto, pues dos puntos juntos forman un alif» (YîIî, Al‑Kahf wal‑l‑Raqîm, p. 7).
(29) En el proceso inverso de reintegración.

(30) Corán, XXXI, 15.

(31) Bujârî, Isti’dân, I; y la mayoría de los demás libros canónicos.

(32) Si Al-lâh creó el ser humano a Su Imagen, creó, a priori, a Su Imagen el prototipo espiritual del
hombre, el Hombre Universal, llamado aquí «el Primer Hombre», que fue la primera cosa creada.
Este prototipo es lo que la Bâ’ representa; sólo de manera indirec­ta y por extensión puede decirse
que la Bâ’ representa a Adán en el sentido del hombre terrenal, resultado final de la creación.

(33) Yîlî, ‘Ayniyya.

(34) Corán, LXVIII, 4 (dirigido a Muhámmad).

(35) Corán, IV, 80.

(36) Una vocal inicial siempre se escribe con alif

(37) En muchos manuscritos del Corán, la hamza de un alif inicial está indicada por un punto
grande, como puede verse en la lámina IV. En la lámina III este punto está sustituido por una
estrella.

(38) Corán, VII. 127.

(39) Sin la mediación de la Bâ’ de la Basmala, que por una parte sugiere claramente el Alif mientras
que por otra es distinta de él, precisamente por la curva inferior que la une a las demás letras, no
nos sería posible ver el Alifen las demás letras. En otros términos, sin la mediación del Verbo
hecho carne, la Divinidad latente en los hombres nunca po-dría ser actualizada.

(40) A menos de creer que la coexistencia del libre albedrío y la predestinación en el hombre es
imposible. La Bâ’ es, de hecho, una imagen de esta coexistencia, pues su se-mejanza con el Alif
simboliza la voluntad relativamente libre del hombre, mientras que su diferencia con respecto al
Alif simboliza la predestinación del hombre.

(41) Comentario del Profeta sobre este versículo: Él es el Primero y el último, el Exteriormente
Manifiesto y el Interiormente Oculto (Tirmidi, Tafsír Sûrat al‑Hadîd, Ibn Hanbal, VI, 370).

(42) Referencia al Corán, XVIII, 77.82.

(43) Esto se refiere al Profeta y a su cumplimiento, por una parte, de las funciones normales del
ser humano, que eran suyas por definición, y, por otra, de sus obligaciones de apóstol.

(44) La Bâ’ se une a las letras que tiene a ambos lados, el Alif sólo a la letra que te precede.

https://www.webislam.com/articulos/26072-el_simbolismo_de_las_letras_del_alfabeto.html

Você também pode gostar