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Reflexiones sobre la ciencia de la administración

pública
Omar Guerrero Orozco
Universidad Nacional Autónoma de México / omarguerrer@gmail.com

Abstract: This work is an exercise of reflection on public administration, as a social science,


from three angles: epistemology, theory and research. It identifies the various vicissitudes
public administration had to experience and confront in the building of a systematic body
of knowledge as a science. The work put forward seven current epistemological arguments
about the discipline, which highlight the discovery of the nature of public administration, the
importance of addressing it as a problem of theoretical relevance, and the significance entailed
for those who engaged in the practice of public administration come to drink from the
knowledge of the science of public administration. Into the theoretical problems, it inquires
into the subject of knowledge of public administration which is the activity of the state
aimed to broaden the prosperity of society, pointing out that the study of the administrative
state is the object of the theory of public administration, the axial principle, the center. In
research are studied the peculiarities that characterize this activity in public administration
which highlights the crisis as one of the main triggers, as well as the continuity between the
ideas. From this analysis the current assertion of the scientific nature of public administration
and the recovery of its intellectual roots are verified, emphasizing the hard work in research,
teaching and dissemination performed by many scholars who, forging successive generations
of specialists, have contributed to construct the nobility titles of public administration.
Key words: public administration, science, epistemology, theory and research.
Resumen: Este trabajo constituye un ejercicio de reflexión acerca de la administración
pública en cuanto ciencia social desde tres ángulos: la epistemología, la teoría y la
investigación. Se señalan los diversos avatares que ha tenido que experimentar y enfrentar la
administración pública en la edificación de una estructura de conocimiento sistemático para
constituirse como ciencia. Se plantean siete razonamientos epistemológicos actuales sobre
la disciplina, donde resalta el descubrimiento de la naturaleza de la administración pública,
la importancia de abordarla como un problema teórico de relevancia, y la trascendencia que
conlleva el que quienes se ocupen de la práctica de la administración pública abreven en el
conocimiento de la ciencia de la administración pública. Dentro de los problemas teóricos
se indaga sobre el objeto de conocimiento de la administración pública, que es la actividad
del Estado encaminada a expandir la prosperidad de la sociedad, señalando que el estudio
del Estado administrativo es el objeto de la teoría de la administración pública, su principio
axial, central. En investigación se abordan las particularidades que caracterizan a esta
actividad en la administración pública, donde resalta la crisis como uno de los principales
detonantes, lo mismo que la continuidad entre las ideas. A partir de este análisis se corrobora
la reivindicación actual del carácter científico de la administración pública y la recuperación
de sus raíces intelectuales, destacando el arduo trabajo realizado en investigación, docencia y
difusión por numerosos estudiosos que, forjando sucesivas generaciones de especialistas, han
contribuido a construir los títulos nobiliarios de la administración pública.
Palabras clave: administración pública, ciencia, epistemología, teoría, investigación.

ISSN 1405-1435, UAEM, Núm. Esp. IA 2009, pp. 73-90


Convergencia, Revista de Ciencias Sociales, Núm. Esp. IA 2009, Universidad Autónoma del Estado de México

Introducción

Cuando proyectamos este artículo, la intención fue bosquejar a grandes


trazos los problemas principales de la administración pública como
ciencia, es decir, tratarla desde los ángulos de la epistemología, la teoría y la
investigación. En lo particular, propusimos abordarla desde esa perspectiva
como punto de partida para su identificación como una de las ciencias
sociales. Es decir, procuramos ofrecer un poco de luz sobre los problemas
de la ciencia de la administración como ciencia social.

Planteamiento

Los problemas epistemológicos de la administración pública están


relacionados principalmente con las zonas de relación temática que
comparte con otras disciplinas sociales hermanas, así como con la índole
de su evolución singular. Desde tiempo atrás, cuando hicimos una revisión
exhaustiva de la literatura administrativa que representa el ser y el devenir
de la ciencia de la administración pública, resultó evidente que sus
problemas epistemológicos son extraordinariamente peculiares. En forma
preliminar podemos adelantar que, dentro del concierto de las ciencias
sociales, la administración pública obedece a circunstancias históricas que
la convirtieron en una disciplina hoy en día excepcional.
En efecto, excepcional en el siguiente sentido:
En primer lugar, la ciencia de la administración pública ha tenido un
proceso de formación oscilante como disciplina científica. Disfrutando
del estatuto de ciencia, merced a los estudiosos alemanes que de tal modo
la cultivaban desde dos siglos atrás, su evolución fue siempre progresiva a
pesar de los altibajos existentes en su camino (Small, 1909). Su desarrollo
fue como una carrera en la cual los países se fueron pasando la estafeta en
etapas sucesivas, una vez agotada la época nacional del caso. De Alemania y
Francia pasó a España, Italia e Hispanoamérica; y luego a los Estados Unidos
y Gran Bretaña para, al final, culminar la carrera en relevos, consolidarse y
alcanzar su madurez y universalidad relativa.
En segundo lugar, debemos hacer patente que la ciencia de la
administración pública, así como sus disciplinas hermanas, ha sido materia
de nutridos trabajos de investigación, docencia y difusión, tal como
resulta evidente en la densa literatura producida sobre una diversidad
de temas. Como materia de investigación ha sido campo de cultivo de

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muchos estudiosos, que forjaron sucesivas generaciones de especialistas.


En el campo docente comenzó a ser profesada en Alemania desde el siglo
xviii, experiencia emulada después en España, Francia y Colombia, entre
otros países más, hasta nuestros días. Asimismo, tuvo una amplísima
difusión, como es visible en las muchas publicaciones de las obras de
sus cultivadores, algunas de las cuales aparecieron hasta en cinco o seis
ediciones, y aún en más.
En tercer lugar, la ciencia de la administración pública tiene desde su
origen el doble aspecto de teoría y aplicación. La mayoría de sus cultivadores
la han concebido como un conjunto de conocimientos aplicables en
beneficio del desarrollo integral de la sociedad, así como un antídoto contra
los males de la burocratización, la improvisación y la rutina. Abundantes
testimonios hablan de este carácter teórico-aplicado, a saber: las grandes
reformas administrativas, que iniciadas dos siglos atrás se han repetido
hasta la actualidad. La ciencia de la administración pública ha sido una
de las disciplinas sociales con más literatura producida por cuanto de la
investigación aplicada se trata.
En cuarto lugar, la ciencia de la administración pública se esparció en
otros muchos países del mundo. Pero, paralelamente, en cada país brotó un
sesgo “localista” que culturalmente determina su desarrollo, sin obstruir su
progresión relativamente universal.
En quinto lugar, todos los países han enfatizado en el ángulo técnico y
descriptivo a la administración pública, que ha sido predominante en cada
sitio. Con el paso del tiempo las reflexiones teóricas tendieron a desdibujarse,
y la producción de literatura fue limitada a manuales que describen la
organización y el funcionamiento de la administración pública nacional
en momentos históricos dados. Cada libro, al pasar el tiempo, permanece
como una representación gráfica de la congelación de la administración
pública en un momento determinado. Es como si una película, llena de
movimiento y vida, se convirtiera de pronto en un conjunto de fotografías
estáticas y aisladas entre sí.
En sexto lugar, la gran riqueza conceptual de la ciencia de la
administración pública fue abandonada a favor del desarrollo de un lenguaje
técnico inherente a la organización y al funcionamiento de las instituciones
administrativas. Ocurrió, consiguientemente, una pauperización del idioma
administrativo en favor de un lenguaje puramente aplicado.
En séptimo lugar, los países que se caracterizaron por ser la cuna de la
ciencia de la administración pública o las sedes inmediatas de su difusión

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dejaron de cultivarla en provecho del derecho administrativo (Langrod,


1968). Su lugar fue ocupado por los Estados Unidos, un país cuyo
desarrollo científico administrativo fue tardío y adoptado, ascendiendo
rápidamente sobre el resto de las naciones. Sin embargo, muy pronto
la disciplina fue perdiendo características universales para asumir la
modalidad angloamericana, comenzando por el abandono del vocablo
“ciencia” y culminando con su mezcla con la gerencia de empresas privadas
(Langrod, 1954).
En octavo lugar, como derivado de lo anterior, debemos consignar
que de la mutua asimilación entre la administración pública y la gerencia
de empresas privadas, junto con los grandes tratadistas de la primera,
surgieron hombres de orientación práctica que cultivaban la gerencia
privada, como Frederick Taylor (1911) y Henri Fayol (1916), quienes
pronto se convirtieron en líderes del escenario administrativo público.
Esta primacía gerencial limitó el desarrollo científico de la administración
pública, fortaleciendo las perspectivas aplicadas. Al ser los Estados Unidos
la fuerza dominante en el mundo durante la primera mitad del siglo xx, y
estando limitado allí el desarrollo científico de la administración pública,
su horizonte tendió a estrecharse.
En noveno lugar, a pesar del estado de cosas descrito, en algunos
países descolló un proceso innovador que se puede calificar como una
dignificación científica de la administración pública. Se caracteriza por el
abandono de los criterios meramente técnicos, en favor de la reivindicación
del carácter científico de la administración pública y la recuperación de las
raíces intelectuales de la disciplina. Ello ocurrió en Francia, España, Italia
y México, en tanto que en los Estados Unidos, luego de sufrir una crisis de
creatividad, se dieron pasos firmes hacia su recuperación.
En décimo lugar cabe señalar que una vez que los modernos cultivadores
de la ciencia de la administración pública tomaron conciencia no sólo de
la situación actual, sino de la grandeza científica que antaño tuvo nuestra
materia, emprendieron un camino de recuperación y engrandecimiento
que la ha puesto en el lugar que le corresponde.
Finalmente, en la última década del siglo xx apareció la nueva gerencia
pública, una disciplina concebida en el seno de la economía neoclásica que
fue propuesta como reemplazo de la administración pública. Sin embargo,
aún siendo diversas radicalmente, ambas han tendido a convivir al grado
de que el nuevo campo de estudio fue parcialmente asimilado por la
administración pública.

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Las reflexiones precedentes llevan a una serie de ideas que conviene y


merecen un comentario. Por principio, no debemos olvidar que la ciencia
de la administración pública es un producto intelectual determinado por
los movimientos de la historia. Está encerrada en un espacio-tiempo que la
limita y determina, pero que debe superar para prosperar y engrandecerse.
En este espacio-tiempo se le observaba hasta hace poco como una mera
técnica, como una materia carente de ambiciones teóricas. Todavía hay
académicos que creen que la administración pública no es una ciencia,
expresando de tal modo un sentimiento de pobreza sobre el valor de su
propio trabajo.
Todo lo anterior hace que los problemas epistemológicos de la ciencia
de la administración sean tan importantes.

Epistemología

Por principio es menester que definamos la epistemología, es decir, la teoría


del conocimiento que se propone responder a una pregunta axial: cómo y
por qué podemos conocer algo (White, 1999: 12).
Cabe destacar que en contraste con otras disciplinas sociales como la
economía o la sociología, que tan completa y sistemáticamente tienen
sabidas sus fuentes intelectuales y su historia de las ideas, la ciencia de
la administración pública ignoraba hasta hace poco tiempo su pasado
intelectual. Hubo quienes pensaron que ese pasado no existe, o bien, que
se remonta cuando más al siglo precedente. Toda ciencia se construye
acumulando saber, edificando una estructura de conocimiento sistemático
sobre su objeto de estudio. Actualmente es mucho lo que se conoce, pero más
lo que se ignora sobre la administración pública, para hacerla prosperar. En
efecto, ciencia implica consideraciones estáticas y dinámicas, porque afirmar
que la ciencia consiste en puro conocimiento acumulado es asumirla de un
modo estacionario (Van Dyke, 1960: 195). Una visión semejante palpa la
ciencia como algo persistente, cuando más bien es gracias a la investigación
científica que avanza. Si cesara la investigación se paralizaría el avance
progresivo del conocimiento científico.
Hoy en día se puede afirmar que la epistemología de la administración
pública implica los siguientes razonamientos:
Primero. La administración pública ha dejado de ser confundida con la
gerencia privada y la neogerencia pública, dejando de estar empantanada
en los criterios técnicos que nublan su verdadera naturaleza, que se ha

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redescubierto y lo que falta por descubrirse. Por lo tanto, su primer


problema epistemológico no consiste en lo que se conoce, sino en lo que aún
se ignora.
Segundo. Paralelamente se ha dejado de conocer sólo lo secundario, es
decir, lo puramente técnico, para hacer un lugar principal a lo primario.
El segundo problema es el relativo a lo que se conoce, en qué consiste y qué
cualidad tiene.
Tercero. El siguiente problema incumbe a la proporción entre lo que se
ignora y lo que se conoce, es decir, la forma en que se reviertan las prioridades
para dar preeminencia al primero. Lo principal es plantear lo que se tiene
que conocer.
Cuarto. La ciencia de la administración pública ha sido una disciplina
fundamentalmente aplicada. El problema por definir es a qué se debe
aplicar: antes lo era a los problemas de la sociedad, ahora a los problemas
de la organización administrativa. Ha de aplicarse, antes que nada, a los
problemas de la sociedad porque tal es su objeto y razón de ser, y de cuyo
éxito dependerá su aplicación secundaria a los problemas de la organización
administrativa. Este es el cuarto problema epistemológico.
Quinto. La ciencia de la administración pública no debe continuar
desarrollándose como una disciplina puramente aplicada, como todavía
la conciben algunas personas. En la actualidad los problemas son tan
complejos que es necesario que la administración pública, como otras
ciencias sociales, se aborde como un problema teórico de gran relevancia.
La tarea de nuestro tiempo consiste en desarrollar una teoría administrativa
pública trascendental.
Sexto. El administrador público no puede ejercer su profesión ni
aplicar sus conocimientos y destrezas ni identificar los problemas de la
administración pública si ignora qué es la administración pública. El
saberlo requiere la experiencia humana, pero no de un hombre individual,
sino del hombre de ayer y hoy, que por medio de su práctica acumulada y
asociada puede enseñar mejor que nadie. Esta experiencia, imposible de ser
contenida por una sola mente, reposa en esas extensiones cerebrales que son
los libros. Hagamos uso de ellos, junto con los progresos de la computación,
la telemática y las tecnologías modernas.
Séptimo. Ese Parnaso administrativo es el vehículo idóneo para cambiar
definitivamente las proporciones entre lo que ignoramos —lo mayor y lo
más importante—, y lo que sabemos, lo menor y lo menos importante. Es
inútil plantearnos problemas epistemológicos complejos y variados cuando

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el más simple y relevante: el alcance y la proporción de lo que ignoramos


y sabemos, no está resuelto. Resolvamos definitivamente este problema y
luego pasemos a otros no tan relevantes.
Mariano Baena del Alcázar propuso restablecer la dignidad científica
de la administración pública como una de las ciencias sociales, así como
recuperar su única raíz, aquella que se remonta al cameralismo y la ciencia
de la policía. En fin, ser la base actual que permita una reconsideración
inmediata y con efectos duraderos de la ciencia de la administración pública
como teoría de la administración del Estado, desde el punto de vista de su
actualidad (Baena, 1985: 19-28). El distinguido profesor español desecha
la interpretación de la ciencia de la administración pública con fundamento
en temas instrumentales y menudos, como los propios de la racionalización
de impresos o los procesos administrativos de los expedientes. Se debe
re-tomar el hilo que se rompió hace 180 años y continuar estudiando su
objeto de análisis: el Estado. Es retornar para continuar reconstruyendo
una tradición abandonada, volver a situar a la ciencia de la administración
pública como el estudio del Estado.
Baena del Alcázar explica que la ciencia de la administración pública no
es una disciplina en “el sentido convencional”, porque en ella no existe un
condicionamiento mutuo entre el objeto y el método, que le es característico
a las demás ciencias. Esto explica por qué su campo de saber ha sido un
terreno en el cual se han aplicado enfoques y métodos provenientes de otras
ciencias sociales, sin que por ello se trate de un estudio pluridisciplinario
y mucho menos simple. En fin, en nuestra disciplina existe “la renuncia a
la obsesión metodológica de construir una ciencia convencional”, que “en
nuestro caso tiene lugar un predominio del objeto sobre el método”. En
efecto, la ausencia en el rigor metodológico ha significado la omisión de
cientificidad, pues con la aplicación de métodos ajenos se ha querido ver
una ciencia de la administración multidisciplinaria o pluridisciplinaria. Del
predominio del objeto sobre el método se pueden observar las causas de los
desvíos y extravíos de quienes abandonando o simplemente omitiendo el
estudio del Estado han “inventado” su propia ciencia de la administración
pública. Así, “es el objeto el que dota de unidad científica a la materia”.
Hoy en día resulta evidente que se ha restablecido la dignidad científica
de la administración pública como una de las ciencias sociales. Ello quiere
decir que se han recuperado sus raíces, pues ahora el cameralismo y la
ciencia de la policía son apreciados como su fuente; y que la ciencia de
la administración pública, en nuestro tiempo, trata de la administración

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del Estado moderno. Sin embargo, esto no implica que la ciencia de la


administración pública quede anclada en el pasado. Durante las tres
décadas pasadas se ha insistido en la necesidad de recuperar al pensamiento
publiadministrativo. Se ha hecho para re-tomar el hilo roto casi dos siglos
atrás, restablecer la tradición perdida y continuar estudiando el objeto de
estudio extraviado: el Estado. Esta tarea se ha cumplido con plenitud. El
primer paso se ha dado.
El segundo paso consiste en establecer una perspectiva ecuménica de
la ciencia de la administración pública, integrando las contribuciones
estadounidenses e inglesas con las europeas continentales, añadiéndoles
las experiencias hispanoamericanas, entre otras más, propias de un mundo
globalizado. Se debe, pues, trascender los nacionalismos administrativos
para alcanzar la meta superior de una ciencia de la administración pública de
aspiraciones universales, sin renunciar a la cultura administrativa propia.
En este punto cabe detenernos un momento porque, como lo vamos
a observar, no es automático que una disciplina avance, incluso dentro de
condiciones óptimas.
Hay épocas en las cuales pueden surgir fuerzas capaces de desviar un
camino propicio al desarrollo de una disciplina. En el pasado existieron
condiciones que se podían considerar como más propicias, cuando en
el primer cuarto del siglo xx y algo más la presencia del pensamiento
administrativo alemán, francés y británico era patente en los Estados
Unidos. Harold Laski profesó cátedra en Harvard, mientras que su amigo
Hermann Finer (Finer, 1932) había emigrado a Chicago donde publicó
su gran obra sobre el gobierno moderno. Entre los alemanes destacan Carl
Friedrich, Arnold Brecht y Fritz Mortein Marx, así como el norteamericano
Ernst Freund, quien publicó una obra singular muy europea, muy alemana
(Freund, 1928), acerca de los poderes administrativos sobre las personas y las
propiedades. Como Freund, quien estudió en Alemania, Herman Gerlach
James (1913) sacó provecho de sus cursos en ese país publicando en 1913 un
libro sobre la administración prusiana. Para entonces enormes espacios de
conocimiento politológico sembrados por Westel W. Willoughby (1918)
habían difundido de un modo muy extenso las teorías prusianas sobre el
Estado y el gobierno. En este ambiente bastante propicio, Leonard White,
quien dominaba el francés y mantenía un contacto estrecho con pensadores
administrativos europeos, optó por desechar esa tradición y asumir en su
lugar el management.1 Su enorme influencia en los Estados Unidos produjo

1 White (1930) fue el faro que iluminó el congreso internacional de ciencias administrativas

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la adopción de un camino que alejó a su país de los desarrollos europeos,


y si bien ese camino se ramificó fuera de su patria y fue dominante, ahora
mantiene su teoría administrativa en un parroquialismo tan intenso como
la gravitación de un hoyo negro.
De forma paralela ocurrió un alejamiento entre la administración
pública y el derecho administrativo, principalmente porque el propio
White se apartó de los temas jurídicos para acercarse estrechamente al
management. En su trabajo sobre Bonnin, a quien considera como un
personaje “obscuro”, parangona al autor francés con Freund, tratadista muy
distinguido del derecho administrativo, soslayando no sólo este campo del
saber jurídico, sino pasando por alto que el libro de Bonnin fue el primero
en la materia que se supone White domina (White, 1945: 272-273).
Empero, por más prestigio del que gozaba White, esto no era suficiente
para empujar todo un cuerpo de conocimiento en una sola dirección. Se
trató de una tendencia de ese tiempo, que en los Estados Unidos apuntaba
al desarrollo del management como un concepto axial en la administración
pública del país. Dwight Waldo anotó que éste no fue un experimento
del todo exitoso para establecer la identidad de la administración pública,
ni nada sencillo, pero lo más lamentable fue que los administrativistas se
lisonjearon de haberlo logrado (Waldo, 1990: 77).
En todo caso, la ciencia de la administración pública se liberó del derecho
administrativo que la desplazó y reemplazó por más de una centuria (siglo
xix y mitad del xx), mas no a través de la metodología de White. Asimismo,
salió airosa del acecho de la gerencia privada con la cual sostuvo un duelo
constante a lo largo de medio siglo (xx); y ahora mismo no sólo ha superado
la agresiva invasión de esa transdisciplina económica llamada “nueva gerencia
pública”, sino que la ha asimilado parcialmente a su campo disciplinario. Por
lo tanto, el tercer paso es fortalecer su centro conceptual: el Estado. Y hacer
patente, como propios, los temas relativos a lo público, la ciudadanía, la
rendición de cuentas y otros más, que se le ha pretendido sustraer.

de 1923, reunión de la que emanó posteriormente un libro sobre el servicio civil en el


mundo, y del cual, además de su trabajo sobre los Estados Unidos, tradujo varios de los
documentos. Para abundar más, no debemos soslayar que en 1948, en la cuarta edición
de su libro más famoso (White, 1926: xiii), conoció y reconoció a Charles-Jean Bonnin,
aunque no lo influyó para nada, toda vez que posteriormente hizo una reseña de su obra
que tampoco dejó huella en su persona (White, 1945). Tardíamente, pero válido al fin,
décadas después Dwight Waldo (1990) se lamentó grandemente de ese apartamiento del
pensamiento europeo, proponiendo un retorno a la cultura administrativa grecolatina.

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Finalmente, el cuarto paso consiste en hacer de la ciencia de la


administración pública un campo del saber “convencional”, es decir, donde
impere el rigor del método científico y se abandone la perspectiva pluri,
inter o transdisciplinaria. Sin cejar en el hecho de que su objeto es el que
dota de unidad científica a la materia, la administración pública debe acatar
las reglas del método científico, del mismo modo como lo hacen la ciencia
política, la sociología y la economía.
En suma, el problema epistemológico axial en administración pública
es su “autoconciencia”, es decir, saberse una entidad independiente, una
disciplina definida como campo de saber con principios propios (Waldo,
1948). Si una ciencia consiste en la producción de explicaciones sistemáticas,
basadas en datos empíricos unidos lógicamente en forma de patrones
regulares (Nagel, 1961: 5), la administración pública tiene este talante.

Problemas teóricos

La ciencia de la administración pública es la disciplina que estudia al Estado,


desde el ángulo de su actividad en el seno de la sociedad (Stein, 1897). Sin
embargo, no abraza del todo la acción del Estado. Comprende, como objeto
de conocimiento, su actividad encaminada a expandir la prosperidad de la
sociedad, a la que se debe. No estudia al Estado en general, sino al Estado
administrativo. La administración pública como disciplina científica es el
producto del desarrollo del Estado administrativo y tiene su razón de ser
como doctrina dedicada al estudio de los problemas de éste.
Siendo el Estado administrativo para la ciencia de la administración
su objeto de conocimiento, obviamente sus tratadistas lo han concebido
con precisión epistemológica. Es decir, los científicos de la administración
pública consideran al Estado desde el punto de vista administrativo. Su
aporte, en contraste con otras ciencias sociales, consiste en el examen del
Estado desde la perspectiva de su actividad, que es lo que propiamente
define a la administración en sí. La ciencia de la administración pública, en
suma, estudia la actividad del Estado en la sociedad, cuando tal actividad se
encamina a crear las condiciones de vida necesarias, suficientes y bastantes,
para nutrir de ella sus propias fuerzas. Más precisamente, la administración
pública es la que tiene la gestión de los asuntos comunes respecto de la
persona, de los bienes y de las acciones del ciudadano como miembro del
Estado, y de su persona, sus bienes y sus acciones como incumbiendo al
orden público (Bonnin, 1809: 59).

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Es mérito de la ciencia de la administración pública haber abierto un


campo a la investigación en ciencias sociales: la gestión de los asuntos
públicos por medio de las relaciones entre el Estado y la sociedad, dentro
del marco del crecimiento de la publicidad de la vida estatal y frente a la
privacidad de la vida civil. Estas relaciones contribuyen a distinguir la
caracterización del hombre como ciudadano y como individuo particular.
Tal distinción conceptualiza al Estado administrativo existente a partir
de esa antinomia que hace de sus miembros —los ciudadanos— una de
las partes que lo componen, junto con la burocracia en la que encarna su
razón, la razón de Estado, seres distintos de los individuos particulares que
integran el todo de la sociedad civil. La administración pública existe por
cuanto existe la relación de “todos con uno y uno con todos”.
El estudio del Estado administrativo, como el objeto de la teoría de
la administración pública, domina el uso del principio axial.2 El uso de
principios es emblemáticamente observable en las obras de muchos de los
grandes científicos sociales, que los han utilizado en sus formulaciones
teóricas, al menos implícitamente. Es el caso de Alexis de Tocqueville,
quien observó a la centralización administrativa imperante antes y después
de la Revolución, como estructura interpretativa de la continuidad de la
sociedad francesa (Tocqueville, 1856). Mientras que para Max Weber
el principio axial fue el proceso de racionalización, mismo que le hizo
entender la transformación del mundo occidental. A partir de tal principio
es explicable el cálculo racional, la tecnología, la ética económica y la
administración (Weber, 1966).
Por su parte, Friedrich Hayek utilizó a la evolución espontánea como
estructura axial para dar sentido al desarrollo de las instituciones sociales,
contrastándola de lo que llamó el “racionalismo constructivista” profesado
típicamente por Hobbes y Rousseau (Hayek, 1985: 77-78). Hayek contrasta
el “orden creado” (exógeno u ordenación), al que también llama estructura,
orden artificial u organización —por cuanto orden social dirigido—, con
el orden autógeno o endógeno definido como “orden espontáneo”. Para tal
efecto usa el griego clásico, que cuenta con vocablos diferentes para designar

2  Los principios y estructuras axiales constituyen el esfuerzo por especificar no tanto


la causación de un problema de investigación, sino su centralidad. Una estructura axial
existe, por ejemplo, cuando el estudioso se inquiere acerca de cómo una sociedad obtiene
cohesión, haciendo explícito el esquema conceptual que especifica el marco organizador
del cual penden las instituciones. También consiste en el principio energético que goza de
primacía lógica sobre todos los demás principios (Bell, 1973: 10-11).

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a ambos: taxis para referir al orden creado y kosmos para designar al orden
espontáneo, vocablo que originalmente aludía al orden conveniente de un
Estado o la comunidad.
Sin embargo, en contraste al postulado de Hayek, la imagen moderna
de taxis es la organización dotada de división del trabajo especializado y
la jerarquía de autoridad. Ahora el mundo organizado se caracteriza por
la asociación inevitable de la acción y la jerarquía (Thompson, 1961: 4-6
y 58-61). No se trata, empero, de una imagen piramidal inmóvil, o la
representación inanimada del organograma, sino la estampa de la relación
mando-obediencia. La jerarquía es un sistema de papeles caracterizados
por la supraordenación y subordinación, formando una cadena en la cual,
desde la cima a la base, el de arriba manda y el de abajo obedece. Los papeles
están configurados en atención a las expectativas de los otros —en un
sentido weberiano de acción social—, de modo que cada actor en el drama
jerárquico tiene derechos y responsabilidades en función de la posición
que guarda. Se trata de papeles jerárquicos. Las relaciones jerárquicas se
caracterizan por dos situaciones mutuamente relacionadas: esas relaciones
sobre-enfatizan el veto e infra-enfatizan la innovación. Tal es la explicación,
por qué los sistemas jerárquicos favorecen el statuo quo.
Taxis, como concepto central en administración pública, se refleja en
categorías usuales como poder, autoridad, supervisión, control, mando,
gobierno, régimen, Estado —como organización de dominio—, rendición
de cuentas y otras más, que entrañan la noción de jerarquía. Es la estructura de
acción que organiza en esquema del que penden las categorías señaladas.

Problemas de investigación

La investigación es un tema de añeja data en administración pública. Sin


remontarnos mucho en el pasado, podemos citar un libro típico preparado
por un consejo científico en ciencias sociales, bajo la dirección de William
Anderson y John Gaus, donde es observable la relevancia otorgada a
la indagación científica en el campo (Anderson y Gaus, 1945). Más
recientemente, una obra colectiva se ha abocado al tratamiento del tema
de un modo puntual, destacándose en sus páginas una cruzada en pro de la
recuperación de las disciplinas humanísticas ( Jay y Adams, 1994).
En administración pública, como en cualquier campo del saber, la
investigación ocupa un sitio relevante. Ello obedece a que el conocimiento
existente es una parte relevante del entramado de la ciencia, pero

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no necesariamente su porción esencial, la cual radica más bien en la


contribución progresiva que cada desarrollo científico actual presta a los
desenvolvimientos futuros. Su esencia yace en la actividad investigadora,
es decir, la excitación por investigar (Van Dyke, 1960: 195). Como la
ciencia es una empresa especulativa que desarrolla avances continuos
hacia lo desconocido, si la búsqueda de conocimiento cesa, su esencia
se disipa. Porque la ciencia no consiste sólo en recopilar lo sabido ni en
la ordenación en esquemas de pensamiento, sino en avanzar sobre algo
desconocido para tratar de revelarlo: ciencia es descubrir las cosas. Tal es
el motivo por el cual, más allá de los problemas del método, imperan los
problemas del conocimiento. Conocer es ante todo interrogar, pues toda
ciencia responde preguntas que son planteadas. Habida cuenta de que
el principio de la ciencia es la curiosidad, el científico deduce u observa,
pues necesita una idea “iniciadora” que no nace espontáneamente, sino del
contacto entre el saber y la realidad (Burdeau, 1959: 8-9). La ciencia inicia
a partir de un contacto intuitivo. Como el principio de la investigación
depende de la naturaleza de la realidad por conocer, cada ciencia elabora un
método consonante con ella misma. De aquí que la deducción sea propia
para la especulación abstracta, mientras que la inducción se utilice para la
observación de fenómenos concretos, si bien en ambos casos la conducción
del razonamiento está subordinada al conocimiento de lo real.
Por lo tanto, la “pregunta” se orienta sobre el sentido de la investigación,
se refiere a qué se propone el investigador cuando realiza su quehacer. Pues
la investigación es una actitud vital del hombre asumida irremediablemente
desde un principio para subsistir, mucho antes de que existiera la ciencia.
Esto ocurre porque el hombre investiga cuando vive una “situación
problemática”, la cual, dicho sea de paso, no es necesario buscarla, porque
acosa al hombre por doquier. En efecto, una situación problemática es de
suyo indeterminada e incierta, por lo cual no sabemos qué puede resultar,
y si lo sabemos, no somos capaces de evitarlo porque la incertidumbre
impide manipularla para poderla alterar (Imaz, 1938). Por tal motivo,
en una situación semejante se investiga, es decir, se tantea o se compara,
o bien, se resalta lo significativo para clarificar el panorama. Cuando se ve
claro, la situación ha cambiado gracias a la acción investigadora, pues se ha
convertido en una “situación resuelta”. Como una situación problemática
es tenida como tal en su totalidad, ofrece un carácter singular porque en
ella no destaca un rasgo, sino su conjunto. El hecho es modificado cuando
investigamos, por cuanto es observado desde ángulos diferentes. Por ello,

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cuando se “ve claro”, significa que la situación mantiene su identidad como


objeto problemático, pero bajo la condición de estar resuelta. De incierta
e indeterminada, la situación se convierte en una totalidad resuelta que
permite obrar.
La situación problemática es típica en administración pública, pues
son las “crisis” los periodos que usualmente incentivan sus trabajos de
investigación. Su principio causal es peculiar. Para nadie es un secreto el
peso de la continuidad en administración pública, la cual se afana por seguir
y concluir su hacer, para luego continuar en marcha y volver a culminar.
Buena parte del pensamiento administrativo ha emanado de esta condición,
pues, como es observable en muchos escritos, la idea administrativa es
impulsada por una idea precedente, hasta formar una larga cadena de la cual
con frecuencia no se sabe su inicio y mucho menos su destino. De lo que
se trata es encontrar el origen de la idea, el cual es, a menudo, el momento
inicial de una crisis. El dato principal buscado en administración pública
para escribir “con tinta negra esa piedra blanca”, que constituye el hito y que
señala el principio de un periodo, es la conciencia de una crisis (Beneyto,
1958: 28). No son pocos los periodos de la historia que se evidencian, en su
origen, a partir de una administración pública que cambia de forma, bien
porque fracasó, bien porque se le confía el éxito futuro.
Sin embargo, en administración pública ha sido preponderante el papel
de la docencia. De hecho, buena parte de sus cultivadores han sido destacados
profesores. En efecto, la docencia y la investigación van de la mano. Pero la
investigación tiene su propio valor, su propia importancia, sobre todo cuando
se empeña en producir conocimiento cuyo destino puede ser múltiple, y no
necesariamente orientarse a la solución de problemas prácticos inmediatos;
o bien, a la actividad docente. La investigación básica, entonces, habrá de
distinguirse de la docencia y de la investigación aplicada.
La investigación básica en administración pública se refiere a los estudios
cuya finalidad se orienta a explicar, más que a aplicar, de modo que sólo se
encamina a la aplicación siempre y cuando la explicación haya previamente
sistematizado el objeto de estudio; es decir, en la medida que la aplicación
del conocimiento suponga la comprensión sistemática del objeto de
estudio. Porque cuando son conocidos los límites de un campo de estudio
por medio de la investigación básica, es decir, por medio de la explicación
del objeto, el conocimiento producido puede convertirse en instrumentos
de aplicación concreta cuya finalidad consista en la solución de problemas.
Así, aunque la solución sea parcial, limitada, al final es una solución real.

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Omar Guerrero Orozco. Reflexiones sobre la ciencia de la administración pública

En las ciencias sociales la investigación básica tiene como propósito la


comprensión de los problemas de la sociedad moderna, problemas que
pretende plantear y ayudar a resolver, pero no solucionarlos directamente.
Tal es su finalidad; deja la resolución a quienes tienen en sus manos las
decisiones y los medios para hacerlo. Pero la administración pública hasta
ahora ha sido la excepción, porque la investigación sigue siendo dominada
por estudios correctivos inmediatos a la organización y el funcionamiento
de dependencias administrativas o, en su defecto, a la descripción de
hechos e instituciones. En todo caso, está destinada a la solución de
problemas inmediatos o a la mera descripción superficial. Hasta ahora el
desarrollo del conocimiento de la administración pública se ha limitado
preponderantemente a los estudios de casos y programas de investigación
destinados a dar solución inmediata a los efectos perceptibles de los
problemas, pero no a la solución radical de sus causas.
El grueso de la investigación científica debe recaer en las instituciones
académicas, por razones tan importantes como aquellas que testimonian
que difícilmente un gobierno puede investigarse con objetividad. Muchos
de sus problemas son solucionables siempre y cuando se estudien con
objetividad. La investigación no se restringe a la solución de problemas
inmediatos, pues se orienta más bien al análisis sistemático y a la
explicación de los fundamentos económicos, sociales y políticos de la
administración pública. Una de las causas del abandono de la investigación
de la administración pública radica en la inclinación de muchos académicos
por estudiar la acción gubernamental desde el ángulo puramente
administrativo, descuidando el aspecto político. El criterio unidimensional
y puramente práctico con que la administración pública es estudiada,
enseñada y practicada ha conducido a una definición técnica, lo que a su
vez deriva en el planteamiento tácitamente “técnico” de sus problemas. Un
enfoque administrativo superficial deriva necesariamente en una solución
administrativa igualmente superficial, desligada del basamento económico,
social y político del cual brota.
La investigación básica en la administración pública ha prosperado
porque hay investigadores haciendo su trabajo. La investigación tiene valor
por sí misma, de manera que es aceptable su vinculación a la docencia y
al ejercicio de la profesión en la medida en que la propia investigación
se realice con una finalidad explicativa, como algo que encierra un valor
inherente. Sólo así la investigación científica se podrá poner al servicio de
la práctica y la docencia.

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El panorama de la investigación en administración pública ha dejado de


ser sombrío. No sólo estamos ante perspectivas favorables y estimulantes,
sino también dentro de instituciones académicas suficientemente capaces
de hacer una realidad de la investigación administrativa científica.

Epílogo

Hace mucho tiempo que se dejó de objetar el estatuto científico de la


administración pública, principalmente merced a la difusión ampliada
de muchos estudiosos cuyas obras patentizan su origen remoto, sus
fundamentos epistemológicos sólidos y la actividad investigativa viva.
Existen pocos recintos académicos donde todavía subsiste la brecha entre
el temario administrativo y las fuentes autorales escogidas, es decir, la
enseñanza de la administración pública con autores ajenos a la disciplina.
Como es patente, la administración pública alcanzó su mayoría
de edad.

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Omar Guerrero Orozco. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración


Pública por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad
Nacional Autónoma de México, y Doctor en Administración Pública por
la misma Facultad. Actualmente es profesor de tiempo completo en dicha
Facultad, y es investigador nacional nivel iii en el Sistema Nacional de
Investigadores, además de miembro de la Academia Nacional de Ciencias
y del Seminario de Cultura Mexicana. Su campo de estudio comprende
temas administrativos, políticos, así como de administración de justicia.
Su obra escrita incluye más de cien publicaciones entre libros, artículos y
opúsculos.

Envío a dictamen: 12 de agosto de 2009.


Aprobación: 31 de agosto de 2009.

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