Você está na página 1de 48

Espacio, Tiempo y Forma, Serie I, Preliist. yArqueol., t. 6, 1993, págs.

133-180

Neolítico final - Calcolítico en el


sureste peninsular: El Cabezo del
Plonno (Mazarrón, Murcia)
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

En las noticias preliminares sobre las excavaciones en el poblado del


«Cabezo del Plomo», califiqué el yacimiento de «tipo Millares». En realidad,
la base de tal denominación estaba en el carácter de sus estructuras
arquitectónicas y las evidentes similitudes que presentan, aunque en el
caso del Cabezo del Plomo nos encontremos ante una simple aldea más
que una «auténtica ciudad», como han definido a Los Millares sus actuales
excavadores (ARRIBAS ef alii 1983, pág. 160).
Por ello, no es mi propósito poner énfasis en lo que podría parecer
indicar «tipo Millares» en relación a unos estrechos contactos culturales,
ni mucho menos en el del propio funcionamiento de la cultura de las
gentes que habitaron en el Cabezo del Plomo. Aunque tenga que contar
a priori con unos presupuestos teóricos que me ayuden en la interpre-
tación de unas evidencias arqueológicas, voy a tratar de objetivar lo más
posible los datos de que dispongo, proporcionados por la excavación y
el contexto general del poblado, así como las dataciones absolutas que
de momento ha proporcionado. En el título que doy al trabajo. Neolítico
final-Calcolitico en el Sureste Peninsular, de hecho encuadro la proble-
mática que presenta el yacimiento y la dificultad de definir el Calcolítico
del Sureste, por lo que resumiré brevemente el estado actual de la in-
vestigación sobre el tema, comentando la bibliografía más significativa.

Las tempranas excavaciones de los hermanos Siret en el Sureste, el


volumen de sus descubrimientos y la publicación de Las primeras edades
del metal en el Sureste de España (SIRET 1890), despertaron el interés por
esta etapa de nuestra Prehistoria mas allá de nuestras fronteras, preci-
samente cuando se desvelaban también las culturas cretense y micénica
en el contexto del Mediterráneo oriental, donde L. Siret vio la fuente ori-
ginaria de sus descubrimientos, abriendo un largo camino que se ha man-
tenido durante años con diversas interpretaciones.

133
ANA MARÍA MUÑOZ AMIUBIA

La tesis orientalista, que explicaba los «cambios» advertidos en el con-


texto arqueológico, del que Los Millares era el mejor exponente, fue re-
chazada por C. Renfrew (1967 y 1973), que examinó la «teoría de las
colonias» apoyándose en las altas cronologías de C14 calibrado, contes-
tando categóricamente la idea de contactos entre el Egeo y el Mediterrá-
neo occidental para explicar el florecimiento del Calcolítico de la Península
Ibérica. Los tholoi del Egeo eran más recientes que sus supuestas imi-
taciones occidentales, lo mismo que los sistemas de fortificación. Con-
cluyo así, que no hay una documentación suficientemente contrastada e
independiente, que pudiera sustentar la teoría, avanzando en cambio la
posibilidad de que el Calcolítico peninsular se desarrollara de forma au-
tónoma, con la invención local de la metalurgia y un mínimo de influencias
externas. En la actualidad, la negación de navegaciones y amplios con-
tactos a través del Mediterráneo incluso antes del III milenio, en el Neo-
lítico, no parece convincente, porque se basa en ausencia de evidencias
concretas —importaciones—, que no necesariamente tienen que haber
llegado hasta nosotros o pueden encontrarse en cualquier momento, de-
biéndose valorar otros aspectos mas generales del cambio en el contexto
cultural. En cuanto a las dataciones de C 14, hay que considerar las
dificultades que presentan en el área del Egeo en general —donde sigue
utilizándose mayoritariamente la tradicional cronología comparada histó-
rica—, así como la elección de determinados prototipos sin encuadrarlos
en un contexto más amplio. Es evidente que en la actualidad no pueden
compararse los tholoi de los Millares con los de Micenas, como en su día
pudo hacer Siret, cuando aún no se conocían este tipo de formas arqui-
tectónicas en contextos mucho más antiguos.

La tesis opuesta, occidentalista, es ya muy antigua en los estudios de


nuestra Prehistoria. Bosh Gimpera, defensor de la hipótesis indigenista de
continuidad, ya había señalado la posible existencia en el Sureste de po-
blados campesinos al aire libre y necrópolis con sepulturas circulares en
el contexto de la denominada «Cultura de Almería», que pudo servir de
base al desarrollo de las culturas metalúrgicas, pero que, por ahora no
aparece bien definida (BOSH GIMPERA 1932 y 1969; MUÑOZ 1986).

Arribas en 1982 (ARRIBAS ef alii 1983), al referirse a los sistemas de


fortificación, puso en duda la existencia de múltiples fenómenos de con-
vergencia paralelos, planteando la posibilidad de difusión de éstos mo-
delos de fortificación, que pudieron extenderse por el Mediterráneo, co-
nectando quizá con el comienzo de la metalurgia, sin que ello suponga
aceptar un fenómeno de colonización. Posteriormente, refiriéndose al me-
galitismo. Arribas y Molina aceptan su autoctonía como un fenómeno que
arranca desde el Neolítico medio en Portugal y desde el reciente, cultura
de Almería, en el Sureste (ARRIBAS y MOLINA 1985).

134
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

R. W. Chapman, siguiendo la orientación de Renfrew, (1977, 1978,


1981a y b, 1982) cuestionó la secuencia clásica de Los Millares, basán-
dose en las diferencias de los ajuares y el emplazamiento y características
constructivas de las sepulturas de su necrópolis, sugiriendo la existencia
de una sociedad organizada en rangos, y relacionando sus orígenes con
el control o gestión de recursos críticos, como el agua, cobre y otros
artículos intercambiados dentro de la región. Más recientemente (CHAPMAN
1991), en un extenso trabajo dedicado al Sureste peninsular, matiza mu-
chos aspectos, destacando la importancia de la consolidación —en el III
milenio— de un tipo de economía basada en la agricultura cerealista que
alcanza las zonas más áridas del Sureste. La estratificación social se pro-
duciría durante la Edad del Bronce. El Sureste, representaría una región
periférica, marginal, tanto en lo que se refiere a las interacciones con el
resto de la Península Ibérica, como al resto del Mediterráneo occidental.
Otra visión que se ha aplicado a la necrópolis de Los Millares para
explicar las novedades que presenta, es la de Shennan (1982), para quien
la ideología es una fuerza activa en la organización política y económica.
Los elementos de prestigio presentes en las tumbas serían resultado de
un cambio en la ideología, que servían para resaltar la diferenciación so-
cial y al mismo tiempo para legitimarla reiterando constantemente el men-
saje mediante esos símbolos rituales.
Para A. Blanco y B. Rothenberg (1981), en cambio, la metalurgia sería
la clave del cambio cultural, defendiendo al mismo tiempo su desarrollo
local autónomo.
Una posición determinista ambiental sería la de M. J. Waiker (1984),
que reiterando tesis anteriores, relaciona el cambio climático con el cam-
bio cultural. El análisis de la posible influencia de las condiciones am-
bientales en el proceso de cambio, lo vuelve a plantear Almudena Her-
nando (1987 y 1988). A. Gilman para quien los utensilios metálicos, aun-
que fueran indígenas, no parecen haber producido un gran cambio
(GILMAN 1976 y 1981; HARRISON y GILMAN 1977), relaciona la aparición de
la complejidad social con las técnicas de intensificación agrícola (arado
de tracción animal, policultivo, irrigación), cuyas características crean las
condiciones adecuadas para que surja una clase dirigente. En otra obra
en colaboración (GILMAN, TORNES y WISE 1985), aplica el análisis del te-
rritorio a yacimientos del comienzo de la metalurgia y del Bronce en el
Sureste español, insistiendo en la importancia del desarrollo tecnológico
agrícola —concretamente el regadío— en las zonas áridas del Sureste,
para explicar la eclosión de las culturas metalúrgicas, En otro trabajo
destaca la importancia de una estructura de parentesco, con un sistema
incipiente de jefaturas. La aparición de clases sociales durante el Cobre

135
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

y Bronce del Sureste, vendría acompañada de cambios en la construcción


y la ubicación de los poblados, lo que indicaría un nivel creciente de
conflicto. Sigue insistiendo en que el surgir de esta clase dirigente no
estaría asociado a la metalurgia, al control e intercambio de metales, sino
más bien a la «recaudación de arriendos» entre los campesinos sometidos,
los cultivadores directos, como consecuencia de una intensificación de la
producción, en una especie de sistema feudal, rechazando la tesis igua-
litaria de Ramos Millán (GILMAN 1987). Mas recientemente, ha planteado
la articulación de las fuerzas y relaciones sociales de producción dentro
de la dinámica evolutiva de las sociedades «sin clases sociales», para lo
que sigue el modelo del «Modo Doméstico de Producción» (MDP) de Sah-
lins (GiLMAN 1991).
A. Ramos Millán (1981), relacionó la aparición de clases dirigentes
como la competencia territorial entre comunidades, como consecuencia
de la presión demográfica, y, lo que es más importante, se basa en el
estudio de las viviendas, las unidades familiares, de Los Millares, para
argumentar una sociedad igualitaria, retomando viejas interpretaciones de
Almagro y Arribas en sus primeras excavaciones en el poblado (ALMAGRO
y ARRIBAS 1963). M." Isabel MARTÍNEZ NAVARRETE (1989), ha hecho una
pormenorizada revisión y crítica de la investigación prehistórica española
desde todos los puntos de vista, y concretamente para el período que
nos ocupa, por lo que no voy a insistir más en ello.
Si intentamos resumir lo que subyace tras todas estas actitudes, po-
dríamos decir que son dos las cuestiones fundamentales: La aparente
evidencia de que se ha producido un cambio cultural y cual es el origen
o la causa de tal cambio. La afirmación de que se ha producido un cambio
se basa en evidencias arqueológicas, cambios en los patrones de asen-
tamiento, de enterramiento, en la cultura material y en su interpretación,
que revelarían cambios sociales, económicos e ideológicos. En cuanto a
la explicación de la causa del cambio, los distintos autores, señalan es-
tímulos foráneos, valoran el proceso evolutivo de las comunidades indí-
genas dentro de su propia dinámica, o, como hemos visto, destacan de-
terminados aspectos como explicación fundamental del proceso de cam-
bio; control o gestión de recursos críticos, intensificación de una nueva
tecnología agrícola, metalurgia, cambio climático, presión demográfica,
etc.
En realidad, las causas del proceso de cambio —cómo en otras etapas
de la Prehistoria— no tienen que seguir necesariamente una línea unidi-
reccional, sino que pueden ser múltiples y no siempre la mismas en todos
los casos, ya que en todo proceso histórico se interfieren diversos factores
de forma más o menos acusada, por lo que es difícil hacer una valoración

136
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

global válida, Incluso para un área concreta como la del Sureste, mucho
más compleja de lo que podría parecer a primera vista.
En el caso del Cabezo del Plomo, habría que plantearse en primer
lugar si representa «una rica cultura en un marco geográfico de aparente
pobreza», cómo se ha dicho del Calcolítico de Sureste. Trataremos de ver
si realmente el marco geográfico puede indicar tal afirmación, y si el con-
texto arqueológico es suficientemente significativo cómo para hablar de
riqueza, así como si los patrones de asentamiento o el ritual funerario
permiten adivinar una división de clases hacia el nacimiento de una so-
ciedad jerarquizada, y qué factores causales pueden valorarse como po-
sibles motores del cambio.
Como la base de la interpretación del proceso Neolítico final-Calcolítico
se centra en un yacimiento, sin pretender hacerla extensiva ni siquiera al
área del Sureste, haré un breve resumen de las excavaciones en que me
baso, ya que su memoria completa no ha sido todavía publicada, y sobre
todo para destacar que los trabajos y resultados que se avanzan, son
todavía preliminares.
El poblado del Cabezo del Plomo se asienta en un pequeño escarpe
amesetado de roca caliza del extremo meridional de la Sierra de las Mo-
reras, junto al margen derecho de la Rambla de las Moreras o Susana,
por cuyo cauce alto se establece fácil comunicación con el valle del Gua-
dalentín. Está próximo a la costa, en el término municipal del Mazarrón
—coordenadas UTM latitud 649.896, longitud 4.160.284, altura sobre el
nivel del mar 86,18 metros—, dominando el mar Mediterráneo por el S-
SE, cerca de la playa de Bolnuevo, en el Puerto de Mazarrón, y por el
N. la amplia depresión de la Rambla y la villa de Mazarrón. Por el NO
enlaza con la sierra de las Moreras de cuyas estribaciones forma parte,
habiendo quedado cortado en su ladera SE, donde se situaba la necró-
polis, por la carretera que, desde la playa de Bolnuevo conduce a Ma-
zarrón, bordeando el pie del cerro (MUÑOZ AMILIBIA 1986C). El topónimo
del cerro, «Cabezo de la Cueva del Plomo», viene dado por el de una
cueva, cuya boca se abre en su parte superior, dentro del recinto del
poblado, y cuyas galerías descienden por debajo del monte hasta su pie,
formando varias salas, y entre ellas una de considerable tamaño. Esta
cueva debió de tener mucha importancia en la vida del poblado por sus
reservas de agua, ya que poseía un importante acuífero, en la actualidad
generalmente seco debido a la intensa explotación de las capas freáticas
de la zona para el regadío. Como en otras áreas mineras de la región,
era frecuente que los prospectores de minerales metálicos, entre ellos el
plomo, aprovecharan las cavidades naturales para intentar localizar me-
nas, y seguramente a ello se debe el citado nombre. No sabemos si

137
Fig. 1. Plano topográfico con la situación del poblado del Cabezo del Plomo de
Mazarrón. Topografía Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.
0 í?
O *
i^

^.^

t"'°v.
.V .
A' y

c ^> ' (P
/ •

ci,^
oX

0 '^^

--cofe.'í;"'',v.
4
fcS
^c«^S
<^^
Ü
' ir-.
o -^

•"' -t) . * r .

fS^
o„"

r £i<;

sí, o o o

P^s^K ^l^^"
Cabezo del Plomo

"3=--

f -*t_
4
fíZ
'%.
"5'a~-

Fig. 2. Plano de la excavación del poblado del Cabezo del Plomo.


ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

localizaron o no el metal, pues la exploración integral de la cueva aún no


se ha efectuado, para poder deducir su posible aprovechamiento en dis-
tintas épocas.
El área del poblado encerrada por el recinto tiene una extensión de
unos 3.200 m^, alcanzando la cota máxima de 86,18 metros en el punto
que tomamos como nivel 0. El grosor de la muralla alcanza aproxima-
damente un metro de anchura media y el espesor de los muros de los
bastiones, ninguno de los cuales ha sido excavado todavía, oscila entre
los 50-60 cm, llegando en algún caso a un metro. Toda la construcción
responde a una misma técnica; zócalos formados por dos paramentos
paralelos de grandes piedras trabadas con barro y ripios, e hincadas ver-
ticalmente, con los lados más planos bien careados hacia el exterior, y
el interior relleno de piedras menores, dispuestas irregularmente con tierra.
Este zócalo alcanza todo lo más dos o tres hiladas y se asienta direc-
tamente sobre la roca caliza de base. Las excavaciones arqueológicas,
iniciadas en 1979, por un equipo de profesores y alumnos del Departa-
mento de Arqueología de la Universidad de Murcia, no han sido muy
extensas (MUÑOZ AMILIBÍA 1982 a y b; 1983; 1986 a y b; 1987). En di-
ciembre de 1979, se estudió un tramo de la muralla oeste en un corte de
8 por 10 m, situado en el cuadro D-E/8 del plano general. En el exterior
de la muralla se documentó un estrato superficial de humus, de unos 5-
10 cm de espesor, de tierra marrón muy suelta y piedras caídas, proce-
dentes del desplome del lienzo de piedra, y a continuación el estrato I
de tierra dura amarillenta, de uso y posterior abandono de la fortificación
que fue derrumbándose. La cubicación del volumen de piedras caídas en
la parte exterior, nos hizo hacer un cálculo aproximado de su alzado ori-
ginal con una altura estimada en unos dos metros como máximo. Su
estructura constructiva, que ya he mencionado, se asentaba directamente
sobre la roca caliza de base, mostrando una primera hilada de grandes
piedras bien trabadas con barro y piedras menores rellenando cuidado-
samente los huecos. Su grosor medio es de sólo un metro aproximada-
mente, lo que hace pensar que su alzado superior, si es que lo tenía,
debería completarse con barro, ya que resultaría difícil una estructura de
piedra de gran altura con tal basamento. Si consideramos la necesidad
de visibilidad desde el interior, hay que pensar o que la muralla no al-
canzaría los dos metros propuestos, o bien que estuviera provista de sae-
teras, como se ha documentado en la entrada en Los Millares, ya que en
el interior no pudimos observar ningún rebanco que facilitara el punto de
mira de un hombre con estatura normal.

En el interior de la muralla, es decir, dentro del poblado, se observó


la siguientes estratigrafía: Un estrato superficial de humus de escasa po-
tencia, unos 5 cm como máximo, muy suelta y de coloración oscura, con

142
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

cerámica a mano y algún fragmento a torno de cerámica común de tipo


iberorromano, puntas de flecha con aletas y pedúnculo de sílex y hojas
y lascas de sílex y cristal de roca, además de algún punzón de hueso.
Cerca de la muralla, se localizaron los restos de un zócalo de piedra de
trazado de tendencia circular, seguramente perteneciente a alguna cabana
destruida. El estrato I era de tierra más clara y compacta, de unos 10-15
cm de potencia, dio cerámica a mano de perfiles cóncavos, algún fondo
de tendencia plana, asas de tetón, en algún caso con perforación, incluso
doble, no saliendo ya cerámica a torno. La industria lítica representada,
estaba compuesta por puntas de flecha pedunculares, hojas y lascas de
sílex y cristal de roca, algún hacha pulimentada, percutores, un martillo
y piedras de moler. La de hueso por punzones, habiendo también piezas
de hueso y conchas perforadas como colgantes. El estrato II, señalado
en algunas zonas por la presencia de una costra caliza discontinua, que
llega a alcanzar 16 cm de grosor, o por un suelo amarillento compacto,
era de tierra de color marrón claro, que, en el interior de la estructura de
piedras en forma de sector de círculo presentaba una coloración más
oscura y suelta. El material, era semejante al del estrato I, teniéndose que
destacar un mayor porcentaje de láminas de sílex, en general sin retocar
pero con señales de uso en los bordes, también puntas de flecha de sílex
y un magnífico perforador. En una zona intacta, en la que eran especial-
mente abundantes los restos de conchas de moluscos, se tomó una mues-
tra para análisis de C14. Esta muestra, CP-3 (28-12-1979), tomada en el
cuadro 8/5/9/4, fue enviada a analizar al "Sydney University Radiocarbon
Laboratory» (SUA: 1476), dando un datación de 4930 + -120 años B.P.,
es decir unos 2980 años a.C.

El estrato III, sólo se pudo señalar en uno de los cuadros, 8/5/9/4, y


era de tierra más suelta y oscura, siendo negruzca y algo más dura en
un espacio circular, que pensamos podría representar los restos de un
hogar. Dio abundante material cerámico y sobre todo un taller de talla de
sílex in situ con núcleos, lascas y percutor en posición, una espátula,
punzones y una cuenta de hueso, abundantes restos de fauna, sobre todo
malacalógica y algunas conchas perforadas. También aquí se tomó una
muestra de conchas, CP-1 (30-12-1979), que se envió al mismo Labora-
torio (SUA: 1474) dando la datación de 5170 + -90 B.P., o sea 3220 a.C.
En la segunda campaña, diciembre de 1980, se hizo un levantamiento
topográfico del poblado, señalándose las estructuras visibles de la muralla
con sus bastiones, pero no lo que parecían viviendas y habían sido par-
cialmente excavadas por intervenciones clandestinas. Aunque el levanta-
miento topográfico es todavía provisional, porque no se ha querido hacer
una limpieza general hasta que no se pueda garantizar la consolidación
de las estructuras visibles, se han podido señalar cuatro bastiones en el

143
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

tramo NO de la muralla, separados por distancias que van de 10 a 15 m,


en un tramo total de algo más de 50 m. Todos los bastiones son huecos,
de tendencia cuadrangular, sólo uno parece circular, siendo sus dimen-
siones interiores de 3 por 2 m, y 4 por 2,5 m en el mayor, situado en la
esquina SO, donde la muralla quiebra en ángulo agudo hacia el este. El
primer bastión, situado en la parte mas septentrional de este tramo, está
muy deteriorado, pero parece presentar una estructura algo diferente, que
induce a pensar que guardaría la, al parecer, única entrada al poblado.
En el tramo S-SE, de unos 80 m de longitud y trazado bastante irregular,
parece haber otros cuatro bastiones, separados entre sí por distancias de
10 a 14 m, pero sólo uno, de forma ligeramente circular, ha podido ser
bien definido, midiendo 3,5 m de diámetro interior. Es interesante destacar
la similitud de las distancias entre bastiones en el Cabezo del Plomo (10-
15 metros) con las del recinto de Los Millares, en que la separación entre
bastiones es también de 10-15 metros.
Dentro del recinto, aparecen abundantes restos de estructuras, algunas
muy maltratadas por la acción de excavadores clandestinos o por la cons-
trucción de puestos de caza. En esta segunda campaña se excavaron dos
viviendas en la zona occidental del poblado, próximas al corte efectuado
en la muralla. Fueron numeradas como 2 y 3, ya que el número 1 se
reservó para una de mayor tamaño, excavada por Saturnino Agüera en la
parte NE, la más alta del poblado.
La casa 2, en G-D/7-6 del plano general del poblado, está situada
próxima a la entrada de la cueva, y como la casa-3, en D-E/8-7, más
cercana a la muralla, aparecía muy alterada antes de nuestra intervención.
Ambas son de planta circular algo ovalada, y conservaban gran parte de
sus zócalos de piedra, formados por una hilada de grandes piedras irre-
gulares pero bien encaradas hacia el interior y exterior, colocadas verti-
calmente en dos paramentos paralelos y entre ellos un relleno de piedras
menores y barro, con una técnica semejante a la de la muralla y los
bastiones, y parecido grosor, de aproximadamente un metro.
La cabana n.° 2 tiene unas dimensiones máximas en su interior de 4
por 3,10 metros y la n.° 3 de 3,80 por 3 metros. Están asentadas sobre
la roca de base cuyas irregularidades se igualaron con relleno de tierra
batida amarillenta, muy dura y compacta, formando un suelo. El umbral
de la entrada de la vivienda 2, abierto hacia el este, es muy estrecho, de
50-60 cm, y sus jambas se prolongan en muros divergentes que parecen
enlazar con otras estructuras aún no excavadas. Aunque todavía es pre-
maturo afirmarlo, hasta que no se amplíe el área de excavación, da la
impresión de que, después de la línea de defensa de muralla con bastio-
nes, las propias viviendas, enlazadas unas a otras, podrían formar una

144
Neolítico final - Calcolitico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

segunda defensa ya dentro del poblado, o simplemente delimitar las zonas


de ocupación exterior que corresponden a cada vivienda. Aunque estas
dos viviendas ya estaban muy alteradas y es difícil saber si se retiraron
piedras del alzado, en su estado actual sólo presentan un zócalo de piedra
de una, o dos hiladas, por lo que hay que pensar que encima iría una
estructura de barro y ramas. La poca densidad del estrato arqueológico
hace que no se conservaran restos de la posible estructura de barro,
habiéndose encontrado sólo algunos fragmentos de enlucido, posible-
mente de las paredes, y semejante al suelo, de tierra batida amarillenta,
muy dura y compacta. En la parte central de la casa 2, una oquedad de
la roca natural pudo servir de hogar, a juzgar por la coloración grisácea
de la tierra que la rellenaba, ya que no aparecieron restos de carbón ni
señales de fuego sobre la roca.
La estratigrafía es muy simple, dada la escasa potencia del depósito
conservado. El estrato superficial de humus, es casi inexistente por la
escasez de restos vegetales, por lo que sólo hemos considerado un es-
trato I, de unos 15 cm de espesor, de tierra marrón bastante suelta, que
dio fragmentos de cerámica, sílex, cuarzo cristalino y restos de huesos y
conchas. El estrato II, que consideramos de habitación, era de tierra mas
compacta y amarillenta, alcanzando apenas 15 cm de potencia, siendo
más rico en material arqueológico aunque semejante al del estrato I. Se
señaló un estrato III, de tierra amarillenta muy compacta, el citado suelo
que rellena las oquedades de la roca hasta formar un piso uniforme, y
que resultó prácticamente estéril. En el exterior de la cabana 2 apareció
un empedrado que, con la roca natural, igualaba el suelo exterior alre-
dedor de la casa. En la casa 3, el umbral de entrada, de 60-70 cm de
anchura, estaba muy bien conservado, delimitado por dos grandes piedras
verticales a modo de jambas, y orientado al este como en la 2. En el
interior de la casa 3, dos oquedades en la roca de base, de unos 12 cm
de diámetro, pudieron ser huecos para postes, aunque no se apreciaron
restos de materia orgánica en su interior.
El material arqueológico es muy homogéneo. La cerámica, mas bien
tosca, es lisa con desgrasante de micaesquisto muy patente. Abundan las
formas de plato con borde en bisel y las paredes interiores bien bruñidas,
mientras que las exteriores están simplemente espatuladas. Hay también
formas de cuencos de fondos convexos y bastantes fondos con tendencia
a planos. Se pudo reconstruir una vasija muy tosca con perfil en S y
fondo plano, procedente del exterior de la vivienda 2. Las asas son en
forma de tetón o lengüeta, con o sin perforación, y, a veces, raramente,
de tendencia anular. También apareció un fragmento de cuchara.
Entre la industria lítica hay que destacar la presencia de puntas de
flecha de sílex con pedúnculo y aletas poco desarrolladas, en algunos

145
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

casos con retoque bifacial, pero en general muy marginal; láminas de


bordes cortantes con señales de uso y, en algún caso, retoques, así como
algún perforador. Muy abundantes aunque muy irregulares en su talla, son
las piezas de cuarzo lechoso, y sobre todo de cristal de roca, entre las
que se podrían distinguir pequeños perforadores y raederas. Hay también
fragmentos de hachas pulimentadas.
Entre los restos de fauna, especialmente abundante en el exterior de
las viviendas, se ha podido determinar ovicápridos, cerdo y conejo, pero
sobre todo restos de conchas de moluscos marinos {patella, conus, cy-
praea, trochus, turricela, murex y pectén), a veces perforados, vértebras
de pez y fragmentos de crustáceos. No hay duda de que la pesca y
recolección de mosluscos jugó un papel importante en la dieta alimenticia
del poblado, cosa lógica, dada su proximidad al mar.

Además de punzones y espátulas de hueso, hay cuentas de collar de


concha discoidales y numerosas conchas y caracoles perforados, algunos
de tamaño diminuto (conus, cipraea, dentalium), sin duda utilizados cómo
objeto de adorno. Son numerosas las falanges de hueso en forma de
idolillo, pero sin decoración. De momento no ha aparecido ninguna pieza
de metal. En septiembre de 1982 se excavó una sepultura de la necrópolis
situada al pie de la ladera SE del poblado, a pocos metros de la carretera
de Bolnuevo a Mazarrón. Los restos de la sepultura habían sido alterados
por algún prospector clandestino. Se encontraba en muy mal estado de
conservación, pero se pudo delimitar bien el túmulo y la cámara, ya sa-
queada de antiguo. Se trata de un monumento con cámara rectangular,
sin corredor, construida con grandes orthostatos muy irregulares, y al-
rededor de ella tres nichos formados por el anillo interior del túmulo. El
diámetro exterior del túmulo es de 6 metros, la anchura del anillo tumular
1,50 m y el diámetro interior del espacio irregular ocupado por la cámara
de 2,70 m en dirección SO-NE. La cámara central mide 2,50 m de longitud
por 0,70 m de anchura máxima. La escombrera de tierra, procedente sin
duda del saqueo del interior de la cámara, dio material relativamente abun-
dante, lo que indica que los excavadores no cribaron la tierra y, posible-
mente, no tuvieron interés por los restos arqueológicos. Aparecieron pie-
zas geométricas, puntas de flecha de aletas y pedúnculo de talla bifacial,
un cuchillito y una hoja foliácea de sílex. Además de diez cuentas de
collar de piedra verde, aparecieron dos pequeñas discoidales de esteatita,
dos de concha y otras dos de hueso; dos dentalia y 15 trivias perforadas.
La cerámica fue muy escasa y fragmentada, exceptuando fragmentos de
dos pequeños vasitos semiesféricos de pasta muy fina. Los restos hu-
manos estaban muy fragmentados y quemados. Por su tipología, la se-
pultura se ha relacionado con el tipo antiguo de Ründgraber almeriense

146
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

y concretamente con las Cerro de las Canteras de Vélez Rubio (MUÑOZ


AMILIBIA 1986c).

La cuarta campaña se hizo en abril y septiembre de 1984, excavándose


en dos áreas contiguas, Cortes E2 y F2 —un total de 200 m^—, en la
parte más alta del poblado, situada al este, como ya vimos.

En el corte E2, dividido en cuatro sectores por los ejes 2 (NO-SE) y


E (0-E) de la planta del poblado, quedaba incluida la casa n.° 1, ya casi
totalmente excavada antes de nuestra intervención. Se trata de una vi-
vienda circular de mayor tamaño que las excavadas anteriormente, y que
conservaba casi totalmente su zócalo de piedra, perdido en el tramo de
su lado NE. Mide 4 por 4,50 m de diámetro interior y unos 6 m de diámetro
exterior, siendo el grosor de su zócalo de piedra de 0,70 a 1m. La entrada
parece que estuvo situada en la parte N-NO, aunque no pudo confirmarse
el umbral de forma precisa. Su técnica constructiva es la habitual en el
poblado: Dos paramentos paralelos de grandes piedras bien encaradas y
el interior de ellos relleno de piedras menores. Se asienta directamente
sobre la roca que, en el testero SE forma parte de la vivienda. El alzado
de la pared, en su testero sur, alcanzaba algo más de un metro de altura
en cuatro hiladas de piedra, de mayor a menor tamaño desde el suelo,
mientras que en los laterales y parte delantera sólo conservaba una o dos
hiladas con 30-50 cm de altura. El suelo de la habitación estaba formado
por la propia roca de base, que en algunas partes aún conservaba el
relleno de tierra amarillenta compacta para igualarlo. No se pudo recons-
truir una verdadera estratigrafía debido al estado en que se encontraba,
con una gran escombrera de la excavación anterior, que se levantó y cribó
por capas. Una vez vaciada totalmente, se procedió a la consolidación
del zócalo de piedra en las partes que se conservaba.

En el exterior de la vivienda, también afectado por la excavación an-


terior, se habían acumulado grandes piedras procedentes del desmoro-
namiento y destrucción de sus paredes y, seguramente, también del va-
ciado del interior, así como una gran escombrera de tierra. Después de
este estrato superficial de piedras caídas y escombrera, aparecía el estrato
I de tierra marrón oscura con abundantes raíces del matorral retirado de
superficie. Este estrato cubría algunas zonas de empedrado en la parte
SO, donde también se documentó una zona escalonada con cuatro hi-
ladas paralelas de piedras bastante grandes, calzadas con otras menores,
formando una especie de rebancos o peldaños para atenuar el desnivel
natural de la roca de base y facilitar la circulación. En general, el estrato
I cubría un suelo más duro, amarillento, el estrato II, que dio bastante
material arqueológico.

147
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

En la parte exterior SE, muy afectada por los trabajos anteriores, donde
salía enseguida la capa amarillenta del estrato II, se determinaron los
restos de un muro oblicuo de unos 0,80 m de longitud, que enlazaba con
la pared de la choza, delimitando al parecer por esta parte, la zona exterior
de uso de la vivienda. Del exterior del testero sur de la casa 1, sale un
potente muro longitudinal de dirección NO-SE, que, como veremos, enlaza
con otra estructura, la casa 4, y, al mismo tiempo, cierra por el oeste todo
el espacio exterior entre ambas. Todo ello evidencia el interés que debía
de tener el espacio exterior correspondiente a una o varias viviendas,
donde se debía de realizar una actividad importante de la vida del po-
blado.
Los materiales arqueológicos recuperados en la excavación de la casa
1 y en su exterior, fueron los habituales. Cerámica a mano, en general
bastante fragmentada, lisa, de superficies simplemente alisadas y desgra-
sante muy patente. Industria de sílex de hojas, alguna punta de flecha de
aletas y pedúnculo así como algún geométrico. El sílex es en general
bastante pobre y de calidades variadas. También había bastantes piezas
de cristal de roca de talla muy tosca, alguna piedra de moler y piezas de
piedra pulimentada. La industria de hueso y objetos de adorno fueron
mucho más escasos que en las zonas excavadas anteriormente. De todas
formas, hay que tener en cuenta que los materiales de nuestra excavación
han de completarse con los procedentes de la de Saturnino Agüera.
El muro, que partiendo de la casa 1, penetra en el corte F2, enlaza
con otra estructura posteriormente excavada, la casa 4. Sigue la dirección
N-S, desviándose ligeramente de NE a SO y pasando al eje 2 del plano
del poblado aproximadamente a todo lo largo de su parte media. Es muy
potente, pues su anchura de un metro es semejante a la de la muralla
exterior del poblado. Hemos visto que separa totalmente, junto con las
dos casas, el espacio abierto situado al este. Este espacio, ya casi al
borde del acantilado, ofrece una gran amplitud, unos 300 m^ como am-
pliación exterior de la actividad de las viviendas que resultan algo redu-
cidas para el desempeño de los trabajos que tuvieran atribuidos los ha-
bitantes de cada casa. Ésta serviría todo lo más para protegerse y para
el descanso.
En la parte exterior, al suroeste del muro, y cerca de la casa 4, se
excavó una estructura circular aislada, de aproximadamente un metro de
diámetro interior. Estaba construida con un cerco de piedras de 25-50 cm
de anchura, apoyadas sobre la roca, y cuyo uso no hemos podido inter-
pretar, ya que no conservaba restos de cenizas o carbones que permi-
tieran identificarla como un hogar exterior, aunque la roca caliza presen-
taba una coloración roja que quizá se debiera a la acción del fuego. La

148
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

estructura se identificaba desde superficie por la presencia de un amon-


tonamiento de piedras, que también rellenaban su interior. Quizá proce-
dían de su alzado original, del que sólo se conservaba una hilada fija
sobre la roca. En su interior salieron piedras pequeñas y restos de ce-
rámica y moluscos. Posiblemente relacionados con esta estructura, se
excavaron restos de conclneros o basureros; uno de ellos, muy potente,
con helix y conchas de moluscos marinos muy abundantes, estaba situado
entre la citada estructura circular, el muro longitudinal y el exterior de la
vivienda 4. Lo que no hay duda es de que este espacio exterior formaba
parte importante en la actividad de los habitantes de las casas, como
hemos visto, lo mismo que ocurre en otras zonas semejantes ya exca-
vadas, por la gran cantidad de restos de cocina, desechos de alimentos,
y material arqueológico en general, que han proporcionado. Por un lado
serviría para hacer una gran parte de la vida al aire libre y también para
mantener limpio el interior de las viviendas, en donde no se han recu-
perado tal cantidad de residuos.
La estratigrafía proporcionada por estas dos áreas exteriores a ambos
lados del muro, ha sido muy parecida. Un estrato superficial de piedras
caídas, especialmente abundantes en los lugares próximos a las estruc-
turas (muro, estructura circular, choza 4), seguido de un primer estrato
de tierra marrón suelta con abundante material arqueológico. Por debajo
un segundo estrato de tierra amarillenta dura, que debió servir de suelo,
rellenando en parte las oquedades de la roca para igualarlo, e incluso a
veces con pequeños empedrados que lo reforzaban. El material recupe-
rado, fragmentos de cerámica, lascas y piezas de sílex y cristal de roca,
molinos de mano, así como las zonas de basureros con restos de mo-
luscos y huesos de animales, es bastante abundante y parece reflejar una
verdadera actividad. Además de la talla de sílex, documentada de mo-
mento sólo en el taller junto a la muralla, se debió de fabricar cerámica,
a juzgar por los frecuentes hallazgos de fragmentos más o menos grandes
de micaesquisto, utilizado como desgrasante prácticamente en toda la
cerámica del poblado, en algún caso en conexión con piedras de moler,
donde se trituraría la roca troceada. El muro y restantes estructuras se
apoyaban directamente sobre la roca de base, excepto la casa 4, en
donde hemos podido observar que, al menos en su pared oeste, se apo-
yaba en parte en el estrato III, de tierra suelta y oscura, que no se ha
documentado en otras áreas excavadas, y que lógicamente es anterior a
la construcción.
La casa n.° 4, se excavó en 1985 en los Cortes F2/S0 y G2/NE y NO,
que engloban la vivienda n.° 4, cuya pared este es continuación del gran
muro longitudinal de enlace con la casa 1. Por el sur su pared se une a
la muralla del recinto del poblado. Debido a ello, la planta de esta casa.

149
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

la primera que hemos podido excavar intacta desde la superficie, presenta


una forma cuadrangular en sus lados este y sur, adoptando forma absidal
por el oeste.
El interior de la casa 4, al iniciarse la excavación aparecía totalmente
relleno de piedras caídas al desplomarse su estructura de piedra, ha-
biendo caído también algunas hacia el exterior, aunque en mucha menor
proporción. La técnica constructiva es la habitual, con doble paramento
con el interior relleno de piedras menores irregulares y tierra, aunque
presentaba algunas variantes. Las hiladas inferiores del doble paramento,
están construidas con grandes piedras irregulares pero bien careadas al
exterior y con las juntas reforzadas por ripios. En la parte superior, en
cambio, hay un predominio de lajas colocadas horizontalmente. La forma
en que aparecían las lajas desplomadas en el interior de la casa, planas
o inclinadas hacia el centro, y concretamente, en el estrato II formando
un círculo interior, nos hizo pensar en la posibilidad de una cubierta de
piedra por aproximación de hiladas. Sin embargo la planta de la casa,
cuadrangular en sus lados sur y este, dificulta esta interpretación, ya que
supondría una cubierta en parte cupuliforme y en parte abovedada, en un
espacio de 3,50 por 3,50 m, sin contar con algún elemento sustentante
intermedio. En el interior, la parte baja de las paredes presentaba un forro
de grandes orthostatos planos, hincados verticalmente, que en ocasiones
habían quedado desplazados por la presión del derrumbe.
La entrada a la casa todavía no ha sido bien delimitada aunque parece
estar situada en su ángulo sureste, donde la pared enlaza con la muralla
del poblado, aún sin excavar, y que sin duda debió de condicionar la
estructura de la vivienda, que difiere bastante de las plantas circulares de
las casas 1 y 2 y algo oblonga de la 3, que además sólo pudieron ser
estudiadas en su parte más baja, los zócalos, debido a lo alterado de su
estado de conservación. Sería interesante señalar la similitud de la planta
de esta casa con las del cercano poblado de Parazuelos excavado por
Siret, concretamente la casa a (SIRET 1980, pág. 269 y láms. 6-8 del ál-
bum).
La estratigrafía del interior de la casa 4 también difiere de la observada
en el exterior, donde tras los estratos superficial y I, con piedras y algo
de humus, aparece el II de tierra más compacta, amarillenta, en contacto
con la roca de base, a veces con zonas de bolsones de concheros y
residuos de tierra más suelta y cenicienta. Tan sólo en la parte SO del
exterior de la casa, se determinó la presencia del estrato III, que se mete
por debajo de la construcción. En el interior de la vivienda, tras levantar
la primera capa de piedras caídas, aparece un primer estrato de tierra
amarilla, más clara junto a las paredes y rojiza hacia el centro. A conti-

150
Neolítico final - Calcolítlco en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo..

'->•
\

^^ ^

"'*^ ^"Icr^
W
\ )

j.-,y

Fig. 3. Interior de la casa 4: Cerámica del estrato I.

151
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

•o

"D

00
3
"D
C

•o

'c

d)

152
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

nuación, el estrato II de tierra más compacta aunque de coloración se-


mejante, presenta piedras caídas planas hacia el centro, y verticales o
inclinadas en los lados. La arcilla, amarilla más o menos rojiza de este
segundo estrato, es de una gran plasticidad y parece haber sido selec-
cionada especialmente, e incluso pensamos que pueda proceder del in-
terior de la cueva del poblado, por lo que interpretamos que debió de
utilizarse para trabar las piedras de la parte más alta de la estructura, y
dar sí una mayor solidez a la obra. De todas formas, hay que señalar que
en éste estrato sigue saliendo material de sílex y cerámica, teniendo que
destacar entre ésta alguna de mejor calidad de lo que es habitual en el
poblado, y entre el material de sílex unas hermosas hojas-cuchillos de
mayor tamaño al habitual y sin retoque alguno. El estrato III, de tierra
amarilla menos compacta y en algunas zonas grisácea, presenta en su
interior lajas caídas muy finas. Dio abundante material arqueológico, entre
él algunos fragmentos de cerámica de gran calidad y hojas-cuchillos de
sílex de filos cortantes, sin retoque alguno. Por debajo aparecía una capa
de lajas planas muy delgadas, de unos 3 cm de espesor, superpuestas
a una tierra de idéntica coloración amarillo rojizo, pero con pequeños
restos de carbón y manchitas rojizas de ocre, que parece ser un suelo
de habitación o estrato IV, que, en cambio no aparece junto a la pared
este, donde el suelo es la roca de base sobre la que se asentaba el
estrato III. La excavación se interrumpió sin que se terminara de levantar
todo el estrato III en todo el interior de la choza, en el que ya se alcanzan
las cotas 99,32; 99, 24 en lado S-SO y 99,16 en el ángulo NO, pudiéndose
estimar por tanto entre 55-60 cm el depósito excavado hasta ahora en el
interior de la habitación. Hasta que no se vacíe totalmente el depósito,
no se puede delimitar bien su estructura interior y el acceso por el lado
sur, aun no bien definido.

El material arqueológico recuperado en el interior de la casa, revela


una mayor variedad y calidad en la cerámica de los estrato II y 111, siendo
especialmente abundante en el II. En cuanto al sílex, hay que destacar
su menor proporción en el estrato I, aunque en él apareció una punta de
flecha con aletas y pedúnculo, mientras que en el II hay dos muy irre-
gulares, un trapecio y un triángulo, junto a siete hojitas, cuatro cuchillos
de filos lisos, tres lascas y un núcleo. En el estrato III, aún sin terminar
de excavar, salieron nueve hermosos cuchillos de filos lisos, cinco lami-
nitas, cuatro lascas y cuatro hojas retocadas, además de un trapecio.
Desgraciadamente las muestras de carbón y hueso recogidas para aná-
lisis de C 14, parecen insuficientes, y, por tanto, de momento, no nos
sirven de ayuda para precisar la cronología establecida anteriormente so-
bre muestras de conchas, cosa que sería especialmente interesante dada
la tipología del material de esta vivienda, que difiere en parte del pro-

153
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

Fig. 5. Interior de la casa 4: Cerámica del estrato II.

154
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo..

Fig. 6. Interior de la casa 4: Industria del silex del estrato II.

porcionado por otras áreas excavadas y, en lo que se refiere a la cerámica,


tanto las calidades de pasta cómo la tipología de las formas, podrían estar
próximas a las que se consideren propias de la «cultura de Almería».
Antes de pasar al análisis del registro arqueológico expuesto, es ne-
cesario situar el poblado en su entorno geográfico actual, tratando de ver
que puede deducirse de sus condiciones físicas y recursos económicos.
El relieve litoral meridional, que conforma el SO de la provincia de Murcia,
en donde se halla enclavado el poblado, ha sido objeto de un reciente
estudio geográfico por Encarnación Gil Meseguer (GIL MESEGUER 1987),
que nos facilita la documentación necesaria y será de obligada referencia
para el encuadre geográfico.
El conjunto de relieve litorales forma una estructura de arcos concén-
tricos hacia el mar, con una orientación SO-NE desde la desembocadura

155
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

>'•^-••O^M-* •í'e^-MJil

o 1 2 S •. 5

^ K
^ • ^

/ í

/ /
^4^. /

Fig. 7. Interior de la casa 4: Cerámica y hueso del estrato III.

156
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo..

^miü.

Fig. 8. Interior de la casa 4: Industria del sílex de estrato III.

del Almazora a la Rambla de Las Moreras, con destacadas alineaciones


como son las Sierras de Almagrera (367 m), Aguilón (420 m), Carrasquilla
(785 m), Almenara (881 m), Lomo de Bas (641 m), Las Moreras (431 m),
pertenecientes al sistema Bético y resultado de un apilamiento de mantos
durante el Terciario. Los grandes complejos estructurales (Nevado-Filá-
bride, Alpujárride y Maláguide) se distribuyen coincidiendo prácticamente
con las alineaciones orográficas más importantes.
La zona más interna corresponde al complejo Nevado-Filábride con
diferencias litológicas y tectónicas: las cuarcitas, esquistos grises, anfi-
bolitas y demás rocas metamórficas en el complejo inferior y sobre el
cabalga una serie superior formando escamas con techo de mármoles
intermedios. Existe una unidad intermedia entre el Nevado-Filábride y el
Alpujárride, que se aprecia en la Sierra de Las Moreras. Se trata de ma-
teriales carbonatados con caracteres metamórficos.

157
ANA MARÍA M U Ñ O Z AMILIBIA

M'i

A\
iVu M
í íAM '
\i

M, ! 1
\U

F/g. 9. Láminas de silex del estrato III. Interior de la casa 4.

158
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

El Alpujárride se superpone al Nevado-Filábride incurvándose hacia el


NE y formando la Sierra de Almagrera, el Lomo de Bas y parte de la Sierra
de Las Moreras, constituida a base materiales metamórficos (micaesquis-
tos grafitosos, esquistos negros y cuarcitas). Posteriormente se origina el
cabalgamiento de estas series por el Bético de Málaga, formando un man-
to que dejó escamas tectónicas sobre diferentes unidades, sobre todo
Alpujárride.

A partir del Mioceno Medio, se observa una distensión que provoca


un reajuste tectónico y la aparición de depresiones individualizadas de
dirección casi N-S y, en otro momento, de distensión E-0. Esta distensión,
a partir del Tortoniense dio lugar, entre otras, a la depresión de Mazarrón.
Son sectores circulares de relleno Neógeno-Cuaternario, determinados por
la propia estructura, que compartimentan la franja costera, alternando con
las interrupciones que representan Lomo de Bas o la Sierra de Las Mo-
reras. Estas cuencas, de pendientes débiles, ocupadas por sedimentos
terciarios o cuaternarios, contrastan con los rebordes orográficos de las
empinadas sierras que las limitan por el interior (GIL MESEGUER 1987, fig.
4).

Desde el punto de vista de la circulación humana, la configuración de


arcos orográficos concéntricos, permitiría comunicar las dos grandes
cuencas del Almanzora y Las Moreras con relativa facilidad, así como con
las cuencas intermedias y el valle Guadalentín, por los pasillos longitu-
dinales. Los recorridos interiores son más largos que si se pudiera seguir
la costa, pero los relieves del Alto de Percheles y Sierra de Las Moreras
actúan como auténticas barreras que compartimentan la franja litoral. Ha-
cia el mar. Lomo de Bas separa el área aproximadamente en dos zonas,
dificultando la comunicación entre las actuales poblaciones de Águilas y
Puerto de Mazarrón.

En cuanto a los recursos hídricos y su desarrollo, la cuenca de Ma-


zarrón se drena por la Rambla de Las Moreras, con una superficie de 237
l<m^ y un total de 276,55 km de longitud de cauces. Se forma por la
confluencia de una serie de cauces que descienden de la Sierra de Las
Moreras y Almenara, por la derecha, y las del Algarrobo y Lo Alto por la
izquierda, que rodean la cuenca dejando un pasillo por el norte, entre las
Sierras de Las Moreras y de Lo Alto, por donde se abre paso la Rambla
hasta el mar. Ésta toma diversas denominaciones desde su cabecera a
la desembocadura; La Rambla del Puntarrón-Reventón-Salada y de Las
Moreras. Esta cuenca neógena, casi enlaza con el valle del Guadalentín,
del que la separa una alineación de cuestas —que coinciden con la curva
del nivel de 200 m—, formadas por materiales sedimentarios neógenos
de margas y calizas arenosas, recubiertas por un encostramiento, ac-

159
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

tualmente en avanzado proceso de desgajamiento, debido al mayor di-


namismo del drenaje hacia la vertiente mediterránea sur, en detrimento
de la cuenca del Guadalentín. En todo caso, estas formaciones no en-
torpecerían demasiado la circulación humana en tiempos prehistóricos.
Entre los 7-8 km anteriores a la desembocadura de !a Rambla de Las
Moreras, ya se han producido todas las confluencias de los distintos cau-
ces, que, por la derecha tienen un desarrollo longitudinal importante, el
doble, y aún más, que los de la izquierda, lo que supone una disimetría
de la cuenca, en la que el colector no ocupa una posición central, sino
que se aproxima a los relieves que la cierran por el este. Aunque el cauce
se inicia con fuertes pendientes y perfil transversal en V, pronto pasa a
presentarse de fondo plano, aunque muy encajado. En la amplia cuenca
neógena, sobre margas y calizas arenosas, se continúan los cauces de
fondo plano, tapizados de gravas y con frecuentes afloramientos de con-
glomerados.
El sistema de drenaje de la red es palmeado, con las líneas de es-
correntía en débiles vaguadas o encajadas entre los relieves, escalonadas,
formando cañadas o «cañizos», especialmente aptos para los cultivos agrí-
colas. Una vez rebasado el pueblo de Mazarrón, la Rambla bordea la
Sierra donde se ubica el poblado del Cabezo del Plomo, cambiando su
dirección NO-SE por la N-S hasta llegar al mar.
Actualmente, el rasgo climático más acusado es su escasa pluviosidad,
que, unida a altas temperaturas, se traduce en una intensa aridez. Otra
característica es el máximo otoñal en el ritmo de las precipitaciones anua-
les, otro secundario en primavera y un mínimo estival muy acusado, sien-
do nulas o casi nulas las lluvias registradas en julio y agosto. Esta dis-
tribución anual hace que, dentro de la aridez, el régimen pluviométrico
sea apto para determinados cultivos de secano, concretamente el cereal
de invierno, aunque sea con rendimientos modestos.
Hay que destacar también la importancia de la irregularidad interanual,
con años lluviosos que superan varias veces el volumen de agua caído
en un año seco, e incluso estacional, con meses lluviosos, como octubre,
que pueden ser secos algunos años. Otro rasgo es el carácter violento
de algunas precipitaciones, con lluvias de fuerte intensidad horaria, y sus
consecuencias en un sector de escasa cubierta vegetal, con bruscas cre-
cidas de los cauces secos todo el año por su aprovechamiento para el
regadío. Estas características son consecuencia de la circulación general,
a sotavento del flujo zonal de poniente. También influyen otros hechos:
la mayor o menor influencia de los vientos húmedos de Levante (Este,
Sureste, Nor-este) al detenerse por los resaltes orográficos que enmarcan
la comarca por su flanco occidental, y el gradiente pluviométrico de altura.

160
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

es decir el aumento medio de las precipitaciones con la altitud. Así, en


las zonas más deprimidas, como la Rambla de las Moreras o en el propio
litoral, las precipitaciones disminuyen de forma ostensible, ya que a lo
largo del año se ven movidas por vientos subsidentes, vientos katabáticos
de tipo fohen. El mapa de las isoyetas medias anuales, refleja estas cir-
cunstancias, y concretamente el Cabezo del Plomo queda entre las que
señalan los 225 y 200 mm anuales, dentro de la zona bioclimática árida,
casi en el límite con la semiárida (GIL MESEGUER 1987, fig. 67).
La temperatura media anual muestra valores elevados, que descienden
con la altura, acentuándose además en su flanco oriental la influencia
marítima, siendo el mes más frío enero y agosto o julio los mas cálidos,
alcanzándose temperaturas máximas entre 39 y 40° y mínimas inferiores
a los 0°, ocasionadas por olas de frío por irrupciones meridianas de aire
polar, continental o marítimo, y, de manera excepcional, de masas de aire
ártico, ya que el Sureste, por su baja latitud, constituye el límite meridional
de avance de estas masas de aire de origen ártico (GIL MESEGUER 1987,
fig. 77). El comportamiento ecofisiológico de la vegetación ante la aridez
es muy significativo. En un clima subtropical, con temperatura media de
18,2°G, sin fríos invernales intensos, la falta de agua en verano es la que
determina la estación desfavorable para la vida vegetal. La intensa aridez
da lugar a una vegetación de matorral y de estepa, que depende de la
exposición, orientación, altitud, etc. Sólo en el interior se impone un des-
canso vegetativo de las plantas, que, si aparece en el litoral, sólo se debe
a la temperatura. Para Tfiornthwaite, período seco es el constituido por
los meses en los que el balance de la precipitación, más la reserva, son
inferiores a la evapotranspiración potencial. Desde este punto de vista, en
esta zona todo el año es seco. Con el método de Thronthwaite, en el que
el criterio básico es la evapotranspiración, o sea la efectividad de las
precipitaciones, el Cabezo del Plomo queda dentro de la zona bioclimática
árida, orientada hacia el mar, cerca del límite de la semiárida, donde se
incluye su entorno septentrional de la sierra y cuenca de Las Moreras. En
general en la zona litoral los índices de precipitación son mas bajos en
la zona costera, pero no ocurre lo mismo en cuanto a humedad relativa,
debido a la proximidad del Mediterráneo y régimen de brisas ( G I L M E -
SEGUER 1987, fig. 83).

La vegetación natural ha cedido desde antiguo ante los cultivos, que


invadieron progresivamente todos los terrenos disponibles, incluidas las
laderas. Por ello en la actualidad sólo existe una vegetación en diversos
grados de degradación, pero en equilibrio con las condiciones climáticas
y edáficas actuales (GIL MESEGUER 1987, fig. 91).
Hay que pensar que en un principio todos los relieves estarían pobla-
dos de un bosque esclerófilo siempre verde con Quercus ilex. Por debajo.

161
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

el resto del territorio no podría contener sino una capa arbórea de olivo
silvestre, (Olea Oleaster var sylvestris), algarrobo (Ceratonia siliqua), len-
tisco (Pistacia lentiscus) y la palmera europea {Chamaerops humilis). Esta
riqueza natural se explotó desde antiguo en actividades de recolección y
tala que favoreciera la transformación del erial a pastos. En el siglo xvi y
XVII las roturaciones abarcan los alrededores de ramblas y vertientes don-
de se podía aprovechar el agua de escorrentía para el cultivo de cereales,
olivo y plantas barrilleras. Entre 1660 y 1760 el auge de las roturaciones,
muchas de ellas organizadas por la Corona, y las mayores talas para
madera y carboneo en el espacio serrano, empujadas por el avance del
frente de roturaciones, hace que en 1703 se haga un intento de repobla-
ción forestal con pino carrasco, perfectamente aclimatado en el Puntarrón.
En 1741, el Padre Moróte (MORÓTE PÉREZ CHUECOS 1741, capítulos ix
y X) se refiere a la Marina desde Mazarrón a Vera: «Dichas tierras, que
hasta estos años han sido montañas, pobladas de acebuches, algarrobos,
madroñales, lentiscos y atochas, se hallan quasi en el todo desmontadas,
panificándose con grandes utilidades de sus dueños, en abundantes co-
sechas de trigo, cebada y barrilla, conservándose muchos colmenares por
lo abundante del romero». De ello se puede deducir que todos estos
terrenos, excepto las sierras, estarían ocupados en un principio por la
asociación «Oleo Ceratonion». Las roturaciones romperían ese status al
destruir la cubierta de vegetación que parece queda reducida a la barilla
y el abundante romero. La degradación que acarrean las roturaciones y
talas favorece el desarrollo y extensión de la estepa ( G I L MESEGUER 1987,
215-223). La toponimia también es de gran interés: El Thymus, dio el
topónimo de Carrasquilla y el de Madroñera indica la existencia de plantas
de mayor porte que las esteparias actuales.
En el siglo xix se aumentaron los terrenos roturados para e! cultivo de
almendro, que sustituye en muchas tierras al cereal y además penetra en
el sector montañoso no apto para cultivos herbáceos. El monte siguió
explotándose para la obtención de esparto, leña y carboneo, continuando
las talas abusivas para obtener la madera que demandaba la explotación
minera, destacando también los incendios, según se refleja en el elevado
número de subastas de quemados.
Todo ello permite deducir la degradación y el retroceso de la vege-
tación primitiva en equilibrio con las condiciones en que se originó y no
con las actuales. La actuación del hombre fue rompiendo el precario equi-
librio, haciendo desaparecer las reliquias medioambientales en que vivía,
hasta llegar a las actuales condiciones, extremadamente negativas por la
escasez de precipitaciones y el empobrecimiento del suelo, de forma que,
aunque sigan existiendo especies mediterráneas, ha variado mucho su
ubicación y el aspecto de paisaje.

162
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

El anterior piso submontano con algarrobo, lentisco, palmito, etc., ocu-


pó las alturas no cultivadas y despojadas del bosque siempre verde me-
diterráneo, y en los lugares de menor altitud aparece una vegetación de
estepa, de esparto fundamentalmente, favorecida por el hombre. Esta di-
ferenciación concuerda con los índices bioclimáticos entre territorio árido
o semjárido. Las repoblaciones contemporáneas con pino carrasco han
contribuido a que el núcleo de sierra Almenara, sobre todo en las ver-
tientes septentrionales, esté cubierto por bosque de pino y una importante
vegetación de matorral alto como el lentisco, terebinto {Pistacia terebint-
hus), enebro (Juníperas oxicedurs), coscoja (Quercus coccifera), palmito,
romero (Rosmarinus officinalis), etc. En las solanas y todas las laderas no
repobladas, junto a algunas de estas especies, abundan las escobillas
{Salsola genistoides), albaidas (Anthyllis cytisoides), espinos (Rhamnus ly-
cioides), aulagas (Genista anglia), bolagas {Thynrielae hirsuta), tomillos y
espartos. Es una cubierta vegetal que ocupa prácticamente todo el suelo,
habiendo reconquistado las parcelas de cultivo abandonadas hace tiempo.

Fuera de las sierras, en el amplio sector árido, sobre los glacis que
descienden en suave pendiente hacia el mar, donde la costra no ha sido
levantada para el cultivo, se encuentra una vegetación esteparia de to-
millos y esparto con todo su cortejo de enebros, romeros, bolagas, y
esparragueras {Asparragus acutifolios). Muchas de estas plantas no po-
drían existir dada la nulidad de las lluvias estivales si no fuera por las
constantes condensaciones ocultas —rocío—, que elevan la humedad re-
lativa favoreciendo la existencia de esta vegetación.

Hacia el litoral aparece el Ziziphus lotus (azufaifo) y una estepa en la


que dominan las Salsoláceas (Omenopodiáceas y gramíneas). Las ram-
blas tienen una vegetación propia: adelfas (Nerium oleander), salado blan-
co (Atriples Alimus), taray {Tamarix africana), cañas {Arundo donax) y, don-
de se forman charcas, los carrizos {Imperata cylindrica), como es el caso
actualmente al pie del Cabezo hacia la costa, donde queda una amplia
charca incluso con aves acuáticas.

Además de la climatología, los suelos determinan la distribución de las


especies vegetales, así como las posibilidades agrícolas. El predominio
de materiales metamórficos como esquistos, filitas, pizarras, cuarcitas y
gneis, origina que los suelos mas extendidos sean pobres en carbonates.
Son suelos pardos o rojizos poco calizos y húmicos, que se incluyen en
los Ochoroxeraifs o Rtiodoxeralfs de la sistemática USDA, por su carácter
xérico, arcilloso y de rubefacción. Estos suelos bien desarrollados, se
encuentran al pie de Lomo de Bas y la Sierra de Las Moreras, sobre los
conos de deyección, por citar sólo las zonas más próximas al Cabezo del
Plomo, y en donde hasta hace pocos años se cultivaban cereales y le-

163
ANA MARÍA MUÑOZ AMIUBIA

guminosas, sobre todo garbanzos, en régimen de secano. En la actualidad


han sido transformados por cultivos de regadío o han quedado impro-
ductivos agrícolamente, ocupados por el desarrollo inmobiliario turístico
(Playa de Bolnuevo, urbanización Playasol, al pie de la Sierra en que se
ubica el poblado). En donde aparecen calizas y dolomías triásicas, con
un marcado carácter carbonatado, se originan suelos calcicos carbona-
tados, en general poco humíferos; los formados directamente sobre la
roca son superficiales y erosionables, los de formación de ladera y va-
guada son más profundos y desarrollados. Estos suelos se clasifican
como xerorendsinas, en complejo con litosuelos calizos. Sobre las calizas
que coronan la Sierra de las Moreras, son suelos superficiales que en
general pueden adscribirse en el subgrupo Lithic Xerochrepts, de la ta-
xonomía USDA, ocupados por matorral y zonas de pasto, aún utilizadas,
aunque la cabana de la zona está en constante regresión, en beneficio
de otras actividades más rentables.
Sobre las margas grises del Mioceno superior los suelos son calcicos,
son los calciothids, que se encuentran en la cuenca del Mazarrón y tra-
dicionalmente se han ocupado con almendros y cereales, actualmente en
franco retroceso a favor de los cultivos de regadío, pero todavía en uso
en las zonas más altas de la cuenca (GIL MESEGUER 1987, fig. 92). Los
cultivos de secano ocupan en la actualidad 4.285 Ha de las 41.716 Ha
de la Hoja de Mazarrón, de los que 4.120 Ha corresponden a labor in-
tensiva sin arbolado y el resto, 165, Ha son arbolado de olivar y almendro.
Predomina especialmente el barbecho semillado, siendo el cultivo más
importante la cebada con 84 por 100, seguida del trigo, 8 por 100, avena
6 por 100 y guisante verde 2 por 100. El rendimiento de la cebada se
estima de 1.300 a 1.500 kg/Ha; el del trigo 1.200 kg/Ha y la avena produce
de 1.000-1.100 kg/Ha. Los rendimientos del guisante son del orden de
3.000 a 4.000 kg/Ha. (MINISTERIO DE AGRICULTURA, 1982).
En general, la unidad climática es favorable al cultivo de los cereales
de invierno. Madoz (1848-50), al referirse a Águilas dice que estas «3.500
fanegas que se siembran, son de las llamadas de año y vez, cuando las
lluvias son oportunas dan abundantísimas cosechas; el arbolado es es-
caso y sólo de higueras y olivos». Dice también que las principales pro-
ducciones son «cebada, barrilla, sosa, frutas y hortalizas; también se coge
trigo, miel y esparto». Esta información se puede hacer extensible al área
de Mazarrón, de características muy similares. Alrededor de las fuentes o
pozos había reducidas extensiones de huerta y frutales, siendo muy im-
portantes los frutos de la higuera (Ficus carica), que aparece alrededor
de las viviendas, en los extremos de las parcelas y con gran abundancia
hacia Mazarrón en las cañadas, ya sea cerca de los relieves o en las
zonas más bajas. En este sentido habría que recordar la documentación

164
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

epigráfica romana del municipio Ficariensis, que estuvo situado en la zona


de Mazarrón. En el siglo xix predominó el cultivo del almendro, frutal
mediterráneo que ocupará todas las nuevas roturaciones en las vertientes,
donde no es posible el cultivo de herbáceos, y los terrenos abandonados
por el cereal.
Estos cultivos tradicionales son los únicos que se adaptan a las con-
diciones ambientales, traduciéndose en un cultivo de secano, por la im-
posibilidad de suministrarles agua suplementaria a las meteóricas. Sólo
en algunos lugares, bordes de ramblas, piedemontes, se utiliza un apro-
vechamiento de las aguas superficiales eventuales, que se derivan por
boqueras, muy abundantes, o por aterrazamientos y construcción de san-
gradores. Este riego suplementario sólo aparece cuando se dan lluvias,
ajustándose al ritmo estacional y, por tanto, faltando en verano, cuando
se frena el ciclo vegetativo. La siembra se hace inmediatamente después
de las lluvias (otoño e invierno) que, si son suficientemente abundantes,
bastan para su desarrollo, que será óptimo si recibe lluvias primaverales.
Por ello, cómo señala Madoz al referirse a los cereales, «si las lluvias son
oportunas, dan abundantísimas cosechas».
La irregularidad de las lluvias no afecta tanto a las plantas naturales
de tipo esclerófilo como la Stipa tenacíssima, que tuvo un gran apogeo.
También los árboles se adaptan a las condiciones de aridez, con gran
desarrollo radicular que profundiza y se extiende buscando aprovechar el
máximo de agua acumulada. La higuera con la pilosidad de sus hojas, el
olivo con hojas coriáceas pequeñas, grises y tronco leñoso, el algarrobo
también de hojas pequeñas y coriáceas y el almendro de tronco leñoso
y hojas pequeñas que desaparecen a partir de la estación seca para bro-
tar, tras las lluvias, a finales de invierno.
Por tanto, a pesar de unas condiciones climáticas aparentemente ad-
versas, y sin tener que recurrir a argumentar posibles cambios climáticos
con etapas más favorables, existe un equilibrio, aún hoy con todas las
degradaciones sufridas, que permite pensar en la posibilidad de una ac-
tividad recolectora completada con el cultivo de cereales y el aprovecha-
miento ganadero. Concretamente en Mazarrón la crisis de estos produc-
tos, por lo aleatorio de las cosechas y la presión demográfica, en el siglo
XIX marcan la aparición del «ciclo del almendro» que perdurará junto con
el minero. La caída de la minería hizo que la vida económica se orientara
de nuevo a la agricultura, a una «nueva agricultura» capaz de mantener
la importante población concentrada en estos núcleos, a la que además
se iba a sumar la explotación turística de las costas.
Los recursos mineros, son otro potencial económico al que hay que
referirse necesariamente, aunque me limitaré sólo a los de posible apro-

165
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

vechamiento por la comunidad del Cabezo del Plomo. Ya se ha señalado


al principio la riqueza y variedad de las formaciones geológicas de la zona,
lo que da lugar a la presencia de rocas ígneas y sobre todo metamórficas.
Entre las ígneas triásicas, aparecen diabasas de textura subofítica, en-
tre las que destacaremos las hornblenditas, rocas tenaces, especialmente
aptas para la fabricación de útiles pulimentados, y metabasitas y ortoan-
fibolitas. Entre las anfibolitas, las fiay porfidoplásticas como la albita y
epidote y, en menor proporción micas blancas, cloritas y gneis de ojos
de grano fijo verde oscuro. Tres son los tipos de anfíboles, la actinolita,
tremolita y anfíbol verde azulado (anfíboles sódicos). También hiay algunas
piroxenitas con divino y serpentinitas. Las rocas ígneas neógenas, pre-
sentan dacitas, rodacitas, andesitas y rocas lamprofídicas. En las dacitas
y rodacitas aparece a veces una alteración hidrotermal con silificación y
alunitización acontaminación por rocas del sustrato, siendo muy frecuen-
tes las restitas: gneis catazonales con corderita y sillimanita, rocas plu-
tónicas y esquistos con andalucita. Las rocas lamprofídicas son masivas
(olivino), siendo también muy abundantes las dacitas y andacitas con fre-
cuentes afloramientos.
Las rocas metamórficas son mayoría, con micaesquistos negros, pla-
teados y grises o verdes y cuarcitas polimetamórficas, con cantidades
variables de cuarzo, micas blancas (moscobita y paragonita), cloritas, gra-
nates, cloritoides, albita y epidota; hay también gneis albíticos de tonos
claros, metabasitas y anfibolitas (a veces con granates), así como dia-
basas, micaesquistos muy granatíferos y mármoles que contienen albita
y moscovita. En la unidad intermedia a la que pertenece la base del Ca-
bezo del Plomo, hay filitas plateadas, cuarcitas claras y calizas con débil
metamorfismo: cuarzo, albita, moscovita-clorita de la familia de los es-
quistos verdes (IGME 1975, pág. 25 y mapa).
En cuanto a la metalogenia, en Mazarrón las mineralizaciones más
importantes son de plomo y cinc, habiendo también criaderos de hierro
de menor rendimiento. El cobre, se denuncia en la «Mina de la Panadera»,
situada al sureste del Lomo de Bas, a la derecha de la Rambla del Ra-
monete y frente al Poblado de Parazuelos. En ella se ha trabajado en
esquistos paleozoicos extrayéndose mineral de hierro y de cobre, como
ya señaló Siret. En la actualidad la Empresa Nacional Adaro tiene una
concesión en Lomo de Bas para explotar sus recursos de cobre, plomo,
cinc, oro, plata, hierro y estaño, aunque aún no se han comenzado los
trabajos. En el mapa metalogenético del IGME, también se señala cobre
de carácter filoniano en la ladera norte de Lomo de Bas. En las minas de
«Las Bálsicas», situadas al este de Mazarrón, al otro lado de la Rambla
de Las Moreras, se hizo una explotación «moderada» de los mármoles de

166
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

la serie Filábride superior, con hierro y algo de cobre (IGME 1975). M."
Manuela Ayala, en prospecciones personales, ha localizado mineral de
cobre (cuprita) en la ladera sur de la Sierra de Las Moreras, a unos 2,5
km del poblado del Cabezo del Plomo.

Finalmente, tendríamos que referirnos a los recursos del mar, explo-


tados tradicionalmente en la Bahía del Mazarrón, que dieron lugar a im-
portantes explotaciones pesqueras con industrias derivadas de salazón
por lo menos desde época romana, según los datos arqueológicos de
que disponemos y que, actualmente tienen su continuidad en las alma-
drabas vigentes en la Azohía, en la costa oriental de la Bahía. Concre-
tamente los habitantes del Cabezo del Plomo nos han dejado abundantes
muestras de la importancia que tuvo en su dieta alimenticia la pesca y la
recolección de mariscos. En cuanto a los recursos cinegéticos, actual-
mente sólo hemos podido documentar la presencia en el propio Cabezo
de conejos y alguna liebre, así como aves de paso y, en la charca próxima,
aves acuáticas. Es posible que pudieran hacerse extensivas a esta zona
las menciones que, para el cabo de Palos, recoge García del Toro del
Libro de montería de Alfonso XI: «El monte de Cab de Palos es muy buen
monte de puerco en invierno. Et cerca de este monte está una isla que
entra en la mar... et hay en ella muchos venados» y del Libro de la caza
del Infante Don Juan Manuel; «En una isla que entra en la mar, hay en
ella muchos venados, encebras, corzos y gamos». Ante estos datos, aun-
que sean literarios, para un ecosistema muy próximo al nuestro, actual-
mente aún mas degradado, no parece demasiado arriesgado el pensar
en un mayor desarrollo del bosque sustentante de esta espléndida caza
mayor.

He partido de la situación actual de los recursos, porque se acostum-


bra a dar un panorama general de la degradación y pobreza del Sureste,
debida según algunos autores a la acción antrópica, o a variaciones cli-
máticas hacia una mayor aridez, que otros ponen en duda. En todo caso,
los datos proporcionados por los escasos estudios paleobotánicos, pa-
leozoológicos y sedimentológicos, de varios yacimientos del Sureste, de
momento no permiten dar una reconstrucción convincente del paisaje a
finales del Neolítico y durante el Calcolítico. Incluso a veces los datos son
contradictorios. Mientras los estudios de polen y sedimentos en Los Mi-
llares parecían indicar una situación semejante a la actual, determinados
biotipos de la fauna indicarían una mayor humedad (ARRIBAS 1964 y 1968;
MARTIN SOCAS 1978; RAMOS MILLÁN, 1981, pág. 246, con toda la bibliografía
anterior).

En el caso concreto del Cabezo del Plomo, con los datos que nos
proporciona la realidad actual, el medio bioclimático sigue ofreciendo po-

167
ANA MARÍA MUÑOZ AMIUBIA

sibilidades suficientes para una economía de subsistencia, propia de una


comunidad neolítica: La disponibilidad de recursos alimenticios suficientes
para un grupo numéricamente reducido, así como de materias primas
necesarias para la producción de útiles, construcción de viviendas y otras
estructuras e incluso objetos de adorno, que podríamos considerar su-
pérfluos desde una óptica actual, pero que sin duda jugaban un papel
importante en una sociedad prehistórica.

Los recursos alimenticios de origen vegetal y animal, aparecen do-


cumentados en el poblado, aunque aún no está finalizado su estudio ana-
lítico. En lo que respecta a los vegetales, no voy a repetir aquí los po-
tenciales que he documentado anteriormente. La recolección en invierno
de los frutos de la encina y el olivo silvestres y en verano del algarrobo,
azufaifo e incluso la palmera, entre otros, así como la posibilidad de un
cultivo cerealista de secano de ciclo corto, o con el sistema de «boqueras»
en el fondo de la rambla, las cañadas o en el más próximo glacis del
piedemonte. Consuelo Martínez (MARTÍNEZ SÁNCHEZ 1988) al estudiar las
posibilidades agrícolas y ganaderas de la fachada costera murciana du-
rante el Neolítico, señala la necesidad de la captación del agua de las
avenidas mediante el sistema de terrazas y boqueras, y García del Toro
se refiere a la captación de aguas subterráneas en el poblado de Las
Amoladeras (GARCÍA DEL TORO 1986 a). Aunque los rendimientos del cereal
no alcanzaran ni siquiera los actuales en secano ya mencionados, hay
que tener en cuenta que la falta de arados, abonos y una tecnología
incluso rudimentaria, podría quedar compensada por un menor desgaste
del suelo que el actual, por lo que no parece exagerado pensar por lo
menos en un rendimiento de 500 kg/Ha, considerado actualmente como
muy pobre.

De momento el registro arqueológico no nos ha proporcionado evi-


dencias del cultivo cerealista. No se han encontrado silos o graneros ni
restos de estas especies. La presencia de piedras de molar no me parece
un argumento suficiente, sobre todo si tenemos en cuenta que, al parecer
se pudieron utilizar también con otros fines, para triturar el desgrasante
cerámico, como hemos visto. Habría que destacar también el relativamente
escaso porcentaje de hachas pulimentadas recuperadas hasta ahora, si
es que estas hachas tenían relación con la actividad agrícola. En cambio
son abundantísimos los percutores, moletas, alisadores, e incluso un mar-
tillo de piedra pulimentada, relacionables con otras actividades.

En cuanto a los rendimientos de algunos frutos recolectados, podrían


ser muy importantes, aunque fueran estacionales. El análisis de las mues-
tras obtenidas por flotación en el Cabezo del Plomo, de momento han
revelado la presencia de Lens culinaris, Linum usitatissium, Stipa tenacis-

168
Neolítico final - Calcolitico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

sima y Asphodelus fistolosus, según una primera apreciación (RIVERA ef


alii 1988). No parece necesario insistir en el interés de iiaber podido do-
cumentar la presencia en el poblado al menos de una leguminosa y de
dos tipos de planta textil, el lino y el esparto, aunque de momento no
haya muestras de tejido y el registro sólo ha proporcionado un fragmento
de pesa cerámica y dos discos de pizarra perforados, que lo mismo pu-
dieran ser pesas de red.

El análisis de la fauna recogida, está en fase de estudio pero se puede


anticipar la presencia de ovicápridos, cerdo/jabalí, conejo y ciervo, ade-
más de aves, que nos documenta una actividad de pastoreo y caza. A
este aporte proteínico hay que añadir el procedente del marisqueo y pes-
ca, que debió de ser importante y está todavía en fase de estudio. Se
puede anticipar la presencia de abundantes patellidae, monodonta turbi-
nata, pectúnculo y otros bivalvos, algunas vértebras de peces aún no
identificados, y apéndices de crustáceos, además de caracoles terrestres
(Helix nemoralis).

Y pasando a las materias primas, podemos decir que la propia for-


mación geológica de la base del poblado, le proporcionaba la piedra
caliza que sirvió para la construcción, la tierra y, seguramente en el propio
Cabezo, los arbustos y vegetales necesarios para las estructuras ligeras.
Incluso la arcilla y el agua necesarias podían proceder del interior de la
cueva del poblado. En el entorno del yacimiento hay rocas para la fabri-
cación de útiles: El sílex gris, predominante, el cuarzo y el cristal de roca.
Determinados tipos de sílex, como el melado, aún no se ha documentado
en el entorno, por lo que no hay que descartar una procedencia más
alejada por intercambio. Ya hemos visto la abundancia de rocas eruptivas
y metamórficas, tenaces, especialmente aptas para la fabricación de útiles
pulimentados, como las andesitas, anfibolitas, piroxenitas, hornblenditas
y serpentinas. Las cuarcitas de distinto grano para pulidores y muelas y
los micaesquistos utilizados como desgrasante en las cerámicas. Aunque
todavía faltan análisis de rocas y útiles, así como prospecciones intensivas
para poder precisar mejor la selección de materias primas y su proce-
dencia, se puede aproximar provisionalmente una autosuficiencia dentro
de un entorno relativamente próximo.

Otra actividad posiblemente desarrollada en el poblado, es la de fa-


bricación de objetos de adorno. Se han encontrado tanto en el poblado
como sobre todo en el ajuar de la sepultura. Además de distintos tipos
de conchas marinas perforadas, y algunos dientes de animal utilizados
como colgantes, hay cuentas de caliza y concha discoidales, sobre cuya
fabricación también nos informa el viejo y excepcional hallazgo de Siret
en la Cueva de Los Tollos de Ifre, seguramente desde finales del Neolítico

169
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

antiguo. En el poblado también apareció una cuenta cilindrica de barro


cocido y en la sepultura cuentas de piedra verde, tanto discoidales como
en forma de oliva, al parecer de talco, y las clásica diminutas de esteatita.
Muestra todo ello del amplio aprovechamiento por las gentes del poblado
de las abundantes materias primas de que disponía.

De momento, el registro arqueológico no ha proporcionado metal ni


indicios de actividad metalúrgica, aunque si un posible instrumento mi-
nero, un martillo de piedra encontrado en el corte de la muralla, que pudo
ser utilizado para la extracción de rocas no necesariamente relacionadas
con la metalurgia. De todas formas, no hay que descartar totalmente el
uso del metal por las gentes del poblado, dado el estado aún incipiente
de las excavaciones. Potencialmente podían disponer de cuprita al pie del
Cabezo, a sólo 2,5 km del poblado, y algo más lejos, en Lomo de Bas,
a unos 15 km, de oro y cobre. Pero esta actividad, si es que la hubo, no
cambiaría esencialmente la visión del poblado, aunque quizá eliminaría la
aparente contradicción de un poblado «tipo Millares» sin metal y preci-
samente en una zona con recursos explotables próximos.

Aunque en mi interpretación del poblado, voy a prescindir de una po-


sible actividad metalúrgica, de la que no tengo constancia, tratando de
ser objetiva, tengo que referirme necesariamente al poblado de Parazue-
los, situado sobre un cerro en la orilla izquierda de la Rambla del Ra-
monete, teniendo enfrente, separado por ella, el Lomo de Bas «con sus
filones de cobre, explotados por los habitantes de nuestro poblado pre-
histórico», en palabras de los Siret (SIRET 1890, págs. 269 y láms. 6-8 del
álbum). En éste poblado, que tantas afinidades presenta con el del Cabezo
del Plomo, tanto en su arquitectura como en los ajuares domésticos, se
hallaron útiles metálicos y abundantes restos de fundición. En la casa b,
apareció un punzón de cobre y en la d, un cuchillo y una punta que
podría pertenecer a otro semejante. «Puntas y escorias de cobre se han
encontrado alrededor y en el interior de todas las habitaciones», que son
en total cuatro (a-d). Otros hallazgos, como el bloque de mineral de cobre
de unos diez kilos, podrían estar relacionados con las sepulturas del bron-
ce final, aunque no se puede descartar que perteneciera al mismo con-
texto del poblado. Otros hallazgos, procedentes de las habitaciones o de
sus proximidades, revisten especial interés en relación con los estudios
de arqueometalurgia que tiene en curso Salvador Rovira en el yacimiento
de Almizaraque. Se trata de fragmentos cerámicos con escorias de cobre
adheridas a sus paredes, que revelarían una técnica de fundición muy
característica del Valle de Almanzora (lám. 6 del álbum de Siret, n.° 3^-
34).

170
Neolítico final - Calcolitico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

El análisis de los recursos del poblado, puede dar una primera apro-
ximación o justificación del lugar elegido. En cuanto a su ubicación sobre
un escarpe rocoso, sugiere unas necesidades de naturaleza estratégica,
que podrían suponer una situación de inestabilidad o peligro. De todas
formas, me inclino a pensar mas bien en la voluntad de reafirmar la pro-
piedad sobre un espacio especialmente apto para el desarrollo de la vida
de la comunidad, y, al mismo tiempo el fácil control visual de un territorio
dependiente. La presencia de la cueva con un importante acuífero dentro
del recinto del poblado puede representar una razón de peso, unida a la
amplia visibilidad del territorio —Rambla, piedemonte, costa, e incluso la
necrópolis— en que se desarrollaría su actividad, con tierras de cultivo,
espacios de caza y recolección, salinas, recursos marinos y pastizales
próximos en la Sierra de Las Moreras, que permitiría un pastoreo sin
demasiado esfuerzo y sin abandonar la relación, ni siquiera transitoria-
mente, con el poblado.

Pero el poblado, es un hecho, está fortificado. El lugar elegido pro-


porcionaba piedra suficiente para la construcción de la muralla, reducida
al flanco 0-S-SE, ya que por el N-NE-E, el escarpe, la mejor defensa
natural, ahorraba el esfuerzo de la construcción, aunque seguramente ha-
bría alguna cerca, de la que de momento no hemos encontrado rastro,
que evitara el peligro de caída del ganado o los niños. La misma estructura
de la muralla, con bastiones huecos, que seguramente servirían de ha-
bitación, y el enlace de unas casas con otras dentro del poblado —que
al menos en un caso parece bien comprobado— sugieren otras interpre-
taciones, como la ya expresada de la necesidad de delimitar un espacio
propio de la comunidad, y, dentro del recinto, los correspondientes a las
distintas viviendas o actividades, como la necesidad de encerrar el ga-
nado. Y sobre todo, es importante señalar que estas estructuras revelan
la realidad de un poblado de carácter estable permanente. No hay duda
que dada la ubicación del poblado en este lugar, sometido a fuertes vien-
tos, sólo podía garantizar su permanencia mediante la construcción de
estructuras de una cierta solidez. Es impensable que pudieran estabili-
zarse con simples estructuras de barro y ramas. Estoy de acuerdo con
Ramos Millán (1981, 248 y ss.) en que no parece deducirse de esta ar-
quitectua un estado de guerra latente, a pesar de que él se basa fun-
damentalmente en Los Millares con sus impresionantes obras de fortifi-
cación en, y fuera del poblado. Esto no impide el que la muralla tuviera
una función de defensa de la propiedad comunitaria contra robos o el
acceso por sorpresa de gentes extrañas, cuando la mayoría de sus ha-
bitantes estaban fuera de él, ocupados en sus actividades, o por la noche
cuando era mas fácil la entrada incontrolada y la sorpresa.

171
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

La construcción de la muralla supone un esfuerzo común y una cierta


organización del grupo, pero sobre todo llama la atención la similitud de
técnicas de construcción empleadas en todos estos poblados, tanto en
el Cabezo del Plomo, como en el tan próximo de Parazuelos, cosa lógica
dada su vecindad, pero también en otros de Almería y Granada del en-
torno de Los Millares. Esto parece indicar una cierta afinidad de sustrato
cultural, que se revela de una gran amplitud geográfica. Se puede ar-
gumentar que son las técnicas mas simples, las que exigen un menor
esfuerzo con materiales de disponibilidad próxima, con resultados de so-
lidez bastante aceptables y de fácil reparación o reforzamiento, pero tam-
bién parece que el parentesco cultural se revela en otros elementos de
la cultura material o del mundo funerario. De momento conocemos mal
ese sustrato, la «cultura de Almería» que podía estar en la base de la
dispersión de este tipo de poblados, con un fondo tradicional común,
cómo en su dia defendió Bosch Gimpera.

Hay que tener en cuenta además, que no todos los poblados, que en
algunos casos parecen sincrónicos o no muy alejados cronológicamente,
tienen éstas mismas características. Tal sería, por referirme sólo a la zona
costera, los poblados de Calblanque y Las Amoladeras (GARCÍA DEL TORO
1987), en la zona del Mar Menor, situados junto al mar y al parecer sin
defensas, y el próximo a ellos del Cerro de San Joaquín o de las Col-
menas, en la Sierra de Portmán, que parece presentar características si-
milares al Cabezo del Plomo.

Se podría pensar en dos patrones de asentamiento distintos. Comu-


nidades instaladas próximas al mar (caso de Las Amoladeras y Calblan-
que), del que extraerían una base alimenticia, complementada con la caza,
recolección de productos vegetales y quizás algún cultivo. Y otras, que,
sin abandonar la posibilidad de aprovechamiento de los recursos marinos,
fundamentarán su estrategia económica en el pastoreo y/o la agricultura,
buscando asentamientos en las estribaciones montañosas próximas, bien
conocidas por ellos en la práctica del pastoreo, caza y recolección. Tal
podría ser el caso del Cabezo del Plomo, aunque de momento no co-
nozcamos en sus proximidades ningún asentamiento en la zona de la
playa. Hay que tener en cuenta que la línea de costa en esta zona ha
sufrido un hundimiento, como puede comprobarse junto a la Punta de los
Gavilanes, donde estructuras argáricas aparecen cubiertas por el mar.

Es difícil calcular el número de brazos necesarios para llevar a cabo


las obras de fortificación, aunque, considerando la técnica empleada, po-
drían participar en ellas, en distinto grado, todos los componentes del
poblado: selección de las piedras mayores y su transporte por las mas
fuertes, recogida de piedras menores y tierra por los mas débiles, acarreo

172
Neolítico final - Calcolitico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

de agua para consolidar la masa, etc., todo ello bajo la dirección del, o
de los, mas hábiles y experimentados. No es necesario pensar en grandes
obras de ingeniería, ni en un trabajo forzado bajo la dirección de un jefe,
sino mas bien en una obra comunitaria que a todos interesa y en la que
todos colaboran.

En cuanto al número de personas que podían vivir en el poblado, es


difícil precisarlo en tanto las excavaciones no estén mas avanzadas, pero
vamos a intentar hacerlo en base a lo que conocemos, fundamentalmente
las unidades de habitación. Aunque no se ha excavado todavía ningún
bastión, el hecho de que ofrezcan un espacio diáfano en su interior, per-
mitiría deducir que se utilizaron como viviendas. De momento hemos de-
terminado un total de ocho bastiones, que, cuando, se ha podido apro-
ximar su diámetro interior, dan unas dimensiones de 3 por 2 m; 3,50 m
y 4 por 2,50 m en el mayor. En cuanto al número de cabanas, estudiando
las estructuras visibles, parece poder admitirse una primera línea, más
próxima a la muralla oeste, de tres casas, una segunda con otras tres, la
tercera, peor determinada, parece poder tener otras tres, y finalmente la
cuarta línea, en la parte mas alta y estrecha de la plataforma, sabemos
que tenía dos. Esto nos daría un total de once viviendas, que, unidas a
los citados bastiones, supondría un total de 19 unidades de habitación.
Las dimensiones interiores de las casas excavadas hemos visto que son:
la n.° 1, 4 por 4,50 m; la n.° 2, 4 por 3,10 m; la n.° 3, 3,80 por 3 m; y
la n.° 4, 3,50 por 3,50 m.

Los espacios habitables son evidentemente reducidos, el menor, uno


de los bastiones, apenas alcanza los 5 m^, en cuanto a las chozas, os-
cilarían entre los 8 y los 10 m^ aproximadamente. Ya me he referido a la
importancia de los espacios exteriores en la vida del poblado, y como las
cabanas seguramente estarían destinadas al descanso, a recoger a los
miembros de la familia una vez terminado el trabajo, o cuando la incle-
mencia climática exigiera el resguardo. Lo que parece evidente es que
las viviendas son unifamiliares, quizás los bastiones servirían para acoger
a los responsables de la vigilancia de la muralla y por eso son algo me-
nores.

Es difícil elegir un coeficiente numérico por unidad familiar. Hipotéti-


camente, podríamos considerar el núcleo familiar como compuesto de
unas cinco personas, en las que se incluirían la pareja, algún abuelo y
los hijos, a los que se podría sumar algún niño de menor edad. ¿Caben
5-6 personas en estas chozas? La verdad es que se han hecho las ha-
bituales experiencias y resulta bastante justo, sobre todo si se busca la
posición de reposo, pero parece poder admitirse su ocupación por una
media de cinco personas. Si tomamos como modelo las tiendas de cam-

173
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

paña actuales y el optimismo con que se comercializan en cuanto al nú-


mero de personas que pueden acoger, veríamos que las tiendas de dos
personas no llegan a los 5 m^ (la dimensión calculada para el menor de
los bastiones), las de seis oscilan entre los 5,40 y 8,40 «con porche» y,
desde 6,40 m^ para ocho personas, no parece exagerado admitir una
media de cinco ocupantes para las casas del Cabezo, cuyas dimensiones
medias oscilan entre los 8 y los 10 m^ aproximadamente.

Si aceptamos la media de cinco personas por unidad familiar, tendría-


mos un cálculo aproximado de 95 como máximo para la totalidad del
poblado, calculando adultos, jóvenes y niños, de los que quizas unos
cuarenta podían ser varones. Es un cálculo muy aproximado, que natu-
ralmente esperamos poder precisar mejor. El cálculo demográfico pro-
puesto por Chapman en base a la superficie del poblado (0,35 Ha) estima
70 habitantes para el Cabezo del Plomo, que resulta algo corto en relación
a las unidades de habitación (CHAPMAN 1991, cuadro 14).

De todas formas, parece que se puede admitir para el Cabezo del


Plomo una comunidad relativamente equilibrada, con una estructura de
familias nucleares, según parece deducirse del tipo de viviendas, unidas
seguramente por lazos de parentesco mas o menos próximo. Fenómenos
de interrelación con otras comunidades, posible exogamia, u otros as-
pectos, que se han estudiado por ejemplo para grupos franceses de la
cultura de Chassey (PHILIPS 1971), a partir del análisis de la cerámica y
otro tipo de objetos, como los adornos, todavía no pueden avanzarse en
el estado actual del estudio. La necrópolis, de tipo también comunitario,
aunque sólo hayamos podido estudiar una sepultura, indicaría una es-
tructura social determinada por vínculos familiares de parentesco, sin que
destaque una verdadera riqueza o desigualdad, ni siquiera en el tipo de
las casas cuyas dimensiones son semejantes sin exceptuamos la n." 1
que sobrepasa a la menor en unos 3-4 m^

En cuanto al encuadre cronológico cultural del yacimiento, la proble-


mática que presenta en primer lugar es la de intentar establecer de forma
clara la división entre Neolítico final y Calcolítico, dentro de la periodi-
zación de nuestra Prehistoria. La presencia o no de útiles de cobre no
parece un punto de apoyo suficiente para establecer la realidad de un
cambio, e incluso la documentación de una incipiente metalurgia, puede
valorarse como un logro tecnológico más, pero no como indicativo de
clara transformación de una sociedad campesina en otra de índole más
compleja. Desde el punto de vista de los datos arqueológicos —poblado
fortificado de carácter estable, enterramientos colectivos, variación en de-
terminados ajuares domésticos y funerarios con las respectivas tecnolo-
gías que los produjeron— podrían considerarse como cambios si es que

174
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

conociéramos un sustrato anterior al que referirnos. En todo caso, también


podrían ser normales dentro del proceso de la propia dinámica de la
comunidad, que busca cada vez más un mayor equilibrio en sus medios
de subsistencia en relación con su propio crecimiento vegetativo y el me-
dio disponible o elegido. Lo que parece evidente es que hasta un deter-
minado momento cronológico, que en el caso del Cabezo del Plomo pa-
rece poder situarse desde el 3200 a.C. aproximadamente, aparece un
determinado tipo de poblado —Neolítico final o Calcolítico— que carac-
terizará el poblamiento del Sureste peninsular hasta los últimos siglos del
III milenio.
Dentro de este proceso, en un determinado momento es quizás ne-
cesario romper con las viejas tradiciones, o hacer las necesarias reno-
vaciones para adecuar el sistema a distintas circunstancias. Desde este
punto de vista, el Calcolítico representaría una fase avanzada de la re-
novación o transformación, «maduración» de la sociedad campesina del
Neolítico final. Teóricamente, la metalurgia del cobre debería ser lo que
marcara el inicio del nuevo período. Actualmente hay una cierta tendencia
a admitir el origen local de la primera metalurgia peninsular. En este sen-
tido, tenemos constancia de que las comunidades de nuestro Neolítico
final, habían alcanzado un nivel tecnológico suficiente para poder abor-
darla. Explotaciones mineras como las de Can Tintoré en el contexto de
los «sepulcros de fosa», paralelo al de la cultura de Almería, con data-
ciones de C14 del 3120 al 2930 a.C. (VILLALBA ef alii 1986), junto al nivel
tecnológico alcanzado por la elaboración cerámica desde mucho antes,
parecen indicar que las comunidades de nuestro Neolítico final estaban
en condiciones de «dar el salto» hacia el aprovechamiento de los metales,
que, durante mucho tiempo no serán sustitutorios de los útiles de piedra.
Mas bien, los útiles metálicos se irán sumando al conjunto de los utensilios
anteriores, sin que su uso o fabricación parezca entrañar grandes cambios
en la estructura fundamentalmente campesina de las comunidades.
El amplio conocimiento del medio físico y sus posibilidades, por las
gentes del Neolítico, es fundamental en el proceso. La explotación y ma-
nipulación de rocas, su selección para diferentes fines, representa un pro-
ceso largo y continuado desde los comienzos de la Prehistoria. En de-
terminados lugares, especialmente ricos en estos recursos potenciales,
estimularía su uso, selección y adaptación según las posibilidades que
cada uno de ellos podía ofrecer. Es muy posible que, entre los metales,
fuera el oro el que primero se beneficiara, por sus características y fácil
manipulación. En este sentido, las fechas de C14 proporcionadas por los
tejidos de esparto de la Cueva de Los Murciélagos de Albuñol, acom-
pañando a una diadema de oro, no deben despreciarse por su alta cro-
nología, al menos la del 3450 a . C , ya que la de 5490, obtenida de una

175
ANA MARÍA MUÑOZ AMIUBIA

muestra de madera quemada, ha sido considerada excesivamente alta de


acuerdo con los parámetros actuales (LÓPEZ 1978: 50).
En este contexto de transición, Neolítico final-Calcolítico, creo que po-
demos situar el Cabezo del Plomo. Se trata de una pequeña comunidad
campesina, que aprovecha sabiamente todas las posibilidades que le ofre-
ce el medio en el que al parecer ha conseguido un adecuado equilibrio.
Junto a elementos que suelen adscribirse al Calcolítico, como podría ser
el sistema de muralla, el enterramiento colectivo, o determinados tipos
cerámicos —fuentes, fondos planos— u ornamentales, presenta ciertos
arcaísmos relacionables con lo que sabemos de la cultura de Almería, en
la cerámica, industria lítica y en la misma estructura de la sepultura.

Las fechas de C14 de que disponemos de momento, tienen el incon-


veniente de proceder de muestras de conchas, que suelen considerarse
menos fiables, pero no están en contradicción con otras comparables, ni
en el estado actual de la investigación parecen exageradas. Ambas pro-
ceden, como hemos visto, del corte de la muralla. La del estrato II (SUA
1476) dio 2980 años a.C. y la del III, en conexión con el taller de sílex,
(SUA 1474) 3220 a.C. Estas fechas podrían estar de acuerdo con la re-
ferida «fase de transición» entre Neolítico final-Calcolítico.
En el poblado de Las Amoladeras de Cabo de Palos, al que ya me he
referido, también se hizo un análisis sobre conchas (SUA 2065) que dio
4700 ± 70 BP, o sea 2750 a . C , que indicaría un relativo sincronismo con
el Cabezo del Plomo. Hay también otra fecha sobre muestra de conchas,
de superficie, para el cercano poblado de Parazuelos (HAR 521) con re-
sultado de 4350 ± 88 BP, 2400 a . C , muy próxima a las más generalizadas
para la fase de Los Millares (WALKER 1986; OTLET y SLADE 1974).

Entre las dataciones obtenidas sobre muestras de carbón, está la serie


procedente de un horizonte Calcolítico en una terraza de la Rambla de
Librilla, tributaria del Guadalentín. Son las siguientes; SUA 2039, 5610 ±
330 BP (3660 a.C.) que supera la más alta del Cabezo del Plomo, SUA
2038, 4610 ± 150 BP (2660 a . C ) , SUA 2037, 4520 ± 90 BP (2570 a.C.) y
SUA 2040, 4500 ± 100 BP (2550 a.C.) (WALKER 1986).
Antes estas dataciones, situar el proceso de desarrollo de la cultura
de Almería, o Neolítico final, a partir de la segunda mitad del IV milenio,
desde el 3500 aproximadamente, parece bastante aceptable. Hacia el
3300/3200 podría situarse el comienzo de la transformación hacia el ho-
rizonte de Los Millares (poblados fortificados), que llegaría a su apogeo
a mediados del III milenio.
Es difícil, de momento, precisar la duración de la vida en el poblado
del Cabezo del Plomo. No aparecen cerámicas decoradas de tipo sim-

176
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo...

bólico, ni vaso campaniforme, ni puntas de flecha de sílex de tipo evo-


lucionado, ni metal como hemos visto. En todo caso, me inclino a pensar
que no llegue, o por lo menos no sobrepase, la mitad del III milenio.
El poblado debió de ser abandonado. Hasta ahora no hemos encon-
trado capas de incendio o cualquier tipo de muestra de destrucción vio-
lenta, sino más bien derrumbes producidos por el normal deterioro de
una vivienda abandonada. Hay que pensar que su población se trasladaría
a otro lugar, quizás a una zona más baja, más próxima a la Rambla o a
una zona de fácil acceso a la explotación de metal, como es el caso de
Parazuelos, en un momento en que su beneficio podía empezar a repre-
sentar una actividad rentable.
La propia estructura del poblado parece establecer un modelo de so-
ciedad muy cerrado, que dificultaría su crecimiento y ampliación. El es-
pacio elegido limita demasiado la posibilidad de ampliar el número de
viviendas exigibles en un normal crecimiento vegetativo. No nos encon-
tramos ante un establecimiento que, aunque encerrado en sus murallas,
presente un espacio muy amplio y una evidente fuerza de expansión,
como sería el caso de Los Millares, que, sin embargo, tampoco vivirá más
allá de los tiempos del vaso campaniforme, por lo que hay que considerar
la inadecuación de su sistema socioeconómico a los nuevos tiempos de
la edad del Bronce, aunque, en este caso, hubiera resistido durante más
tiempo que la pequeña aldea del Cabezo del Plomo. Ésta sirvió para una
forma de vida muy concreta, de objetivos limitados, en cuyo esquema
sólo podía acogerse una pequeña comunidad de campesinos que, como
hemos visto, no parece llegar al centenar de personas. Las nuevas familias
creadas a partir de este núcleo, tendrían que buscar otros lugares donde
instalarse, lo que propiciaría también el desarrollo de patrones distintos,
más abiertos y polivalentes.
Como hemos visto, queda en el aire la explicación de la tipología del
poblado que tanta fortuna iba a tener durante el Calcolítico del Sureste.
En todo caso, parece poder descartarse su relación con la nueva actividad
metalúrgica o una situación de beligerancia entre poblaciones recién lle-
gadas y las autóctonas. Me inclino a pensar más bien, como ya he apun-
tado antes, en una voluntad de permanencia y mayor estabilidad del po-
blado, lo que implicarían el uso de técnicas constructivas más sólidas y,
al mismo tiempo, expresivas del dominio de un espacio territorial. La po-
sible relación o afinidad con poblados del mismo tipo a lo largo del III
milenio, podría explicarse para el área del Sureste en función de un mismo
sustrato, que conocemos muy mal. El problema se agudiza al pretender
encuadrarlos en un ámbito más amplio del área mediterránea, que parece
demasiado simplista explicar como un simple fenómeno de convergencia.

177
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

BIBLIOGRAFÍA

ALMAGRO, M . y ARRIBAS. A. (1983): El poblado y /a necrópolis megaliticos de Los Millares (Santa


Fé de Mondújar, Almería). Madrid, CSIC.
ARRIBAS, A. (1964); «Ecología de Los Millares», W// Congr. N. Arqueología (Sevilla-Málaga 1963),
Zaragoza.
— (1968): "Las bases económicas del Neolítico al Bronce», en Estudios de Economía Antigua
de la Península Ibérica. Barcelona,
ARRIBAS, A. eí a///, (1983): «Nuevas excavaciones en Los Millares (1978-1981)», XW Congreso N.
de Arq. (Murcia-Cartagena 1982). Zaragoza, 147-166.
ARRIBAS, A. y MOLINA, F. (1985): «Estado actual de la investigación del megalitismo en la
Península Ibérica», Scrípta Praehistorica. Franciso Jordá Oblata. Salamanca, págs. 63-112.
BLANCO, A, y ROTHENBERG, B . (1981): Ancient míning and metallurgy ín South-West Spain.
Londres.
BoscH GIMPERA, P. (1932): Etnología de la Península Ibérica. Barcelona.
— (1969): «La cultura de Almería», Pyrenae 5. Universidad de Barcelona, págs. 47-67.
CHAPMAN. R. W . (1977): «Burial practices: An área of mutual interest», BAR, 19, págs. 19-33.
— (1978): «The evidence for prehistoric water control in Southeast Spaín», Journal of Arid
Environement, 1, págs. 261-274.
— (1981a): «Los Millares y la cronología relativa de la Edad del Cobre en el Sudeste de España»,
Cuadernos de Prehistoria de /a Universidad de Granada 6, págs. 75-89.
— (1981b): «Archaeological theory and communal burial in Pretiistoric Europe», en HODDER, I et
allí (edit.) Pattern of the Past: Studies in lionour of David Clarke. Cambridge.
— (1982): «Autonomy, ranking and resources in Iberian Prehistory», en RENFREW. C . et allí (edit.),
Ranking, resource and exchange. Aspects of the Archaeology of Early European Socíety.
Cambridge Universíty Press, págs. 46-51.
— (1991): La formación de las sociedades complejas. El sureste de la Península Ibérica en el
marco del Mediterráneo Occidental. Barcelona, Crítica.
G A R C Í A DEL T O B O , J . R . ( 1 9 8 6 ) : A: «Los c a z a d o r e s - p e s c a d o r e s p o s t p a l e o l í t í c o s , sus
a s e n t a m i e n t o s hasta el E n e o l í t i c o final», en Historia de Cartagena II. M u r c i a , Ed.
Mediterránea, págs. 163-174.
— (1986b): «Poblamientos prehistóricos de cazadores-pescadores», en Historia de Cartagena
II. Murcia, Ed. Mediterránea, págs. 93-100.
— (1987): «El habitat eneolítico de Las Amoladeras (La Manga). Camparías 1981 -1984. Memoria
sucinta». Excavaciones y Prospecciones Arqueológicas. Servicio Regional del Patrimonio
Histórico. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, págs. 65-92.
GIL MESEGUER, E. (1987): Estudio geográfico de ios relieves litorales comprendidos entre la
desembocadura del río Almanzora (Almería) y /a de la Rambla de Las Moreras (Murcia).
Universidad de Murcia.
GiLMAN, A. (1976): «Bronze Age Dynamics in Southeast Spain», Dialectical Anthropology 1, págs.
307-319.
— (1981): «The d e v e l o p m e n t of Social S t r a t i f i c a t i o n ín Bronze Age E u r o p e » , Current
Anthropology, 22, págs. 1-23.
— (1987): «El análisis de clase en la Prehistoria del Sureste», Trabajos de Prehistoria 44. págs.
27-34.
— (1991): «Condiciones sociales bajo las cuales el cambio tecnológico es la causa inmediata
de la evolución cultural». Prólogo en LÓPEZ GARCÍA, P. (dir): El cambio cultural del IV al II
milenios a.C. En la Comarca del Noroeste de Murcia. Volumen I. Documentación. Madrid,
CSIC, págs. 17-22.
GILMAN, A . . TORNES, J . B. y WISE, S . (1985): Land-use and prehistory in South-East Spain. Londres.
Resumen en castellano: El uso del suelo en la prehistoria del sureste de España. Madrid,
Fundación Juan March.
HARRISON. R. J . y GILMAN, A. (1977): «Trade ín the Second and Third Míllenia B. C. between the
Maghreb and Iberia», en MARKOTIC. W . (comp.) Ancient Europe and the Mediterranean:

178
Neolítico final - Calcolítico en el sureste peninsular: El Cabezo del Plomo..

Studies presentad in honour of Hugh Hencken. Werminster Wilts, Aris and Phillips, págs. 90-
104.
HERNANDO, A. (1987): «¿Evolución cultural diferencial del Calcolítico entre las zonas áridas y
húmedas del Sureste español?», Trabajos de Prehistoria 44, págs. 171-200.
— (1988): Evolución interna y factores ambientales en la interpretación del Calcolítico del
Sureste de la Península Ibérica. Una revisión critica. Col. de Tesis Doctorales n.° 188/88.
Madrid, Universidad Complutense.
IGME (1974): Mapa geológico de España, E. 1:50000, f^azarrón. Madrid.
— (1975): Mapa metalogenético de España, E. 1:200000. Hoja 79, Mazarrón. Madrid, Ministerio
de Industria, págs. 25 y mapa.
MARTIN SOCAS, D.: «Aproximación a la economía de la mitad meridional de la Península Ibérica
durante el Eneolítico», Zephyrus XXVIll-XXIX.
MARTÍNEZ NAVARRETE, M . ' Isabel (1988): Una revisión critica de la prehistoria española: La Edad
del Bronce conno paradigma. Madrid. Siglo xxi.
MARTÍNEZ SÁNCHEZ. C , (1988): «El Neolítico en Murcia», en LÓPEZ. P. (coordina). El Neolítico en
España. Madrid, Cátedra, págs. 167-194.
MINISTERIO DE AGRICULTURA, Pesca y Alimentación. Evaluación de recursos Agrarios, 1982.
Mapa de cultivos y aprovechamientos. E. 1:5000, Hoja 976. Mazarrón (Murcia). Madrid,
Dirección General de Producción Agraria, 1982.
MORÓTE PÉREZ CHUECOS, Fr. Pedro (1741): Antigüedades y blasones de la ciudad de Lorca e
historia de Santa María la Real de las Huertas. Lorca, capítulos IX y X.
Mui^oz AMILIBIA, Ana M.' (1982a): «Poblado eneolítico del tipo «Los Millares» en Murcia, España»,
Actas del X Congreso de la UICPP. México, págs. 279-303.
— (1982b): «Poblado eneolítico del tipo "Los Millares" en Murcia». Programa de Ponencias del
XVI Congreso N. de Arq. (Murcia-Cartagena 1982). Murcia, págs. 71-75 + 1 plano.
— (1983): «El Cabezo del Plomo de Mazarrón», er\ Arqueología 82. Madrid, Ministerio de Cultura,
pág. 98.
— (1986): «El neolítico y los comienzos del Cobre en el Sureste», Homenajea Luis Siret (Cuevas
de Almanzora, junio 1984). Madrid, págs. 152-156.
— (1986a): «Las fortificaciones eneolíticas en la Península Ibérica. El Cabezo del Plomo
(Mazarrón, Murcia)», Temas de Historia Militar (Comunicaciones del I Congreso de Historia
Militar), tomo I. Zaragoza, págs. 53-62.
— (1986b): «El Eneolítico en el Sureste», en Historia de Cartagena t o m o II. Murcia, Ed.
Mediterráneo, págs. 141-162.
— (1986c): «Sepultura del Cabezo del Plomo (Mazarrón, Murcia)». Anales de Prehistoria y
Arqueología 2. Universidad de Murcia, págs. 17-28.
— (1987): «Resumen de los Informes de Excavaciones A r q u e o l ó g i c a s realizadas en el
yacimiento del poblado y necrópolis del Cabezo del Plomo (Mazarrón)», Excavaciones y
prospecciones Arqueológicas. Servicio Regional del Patrimonio Histórico. Comunidad
Autónoma de la Región de Murcia, págs. 103-104.
OTLET. R. L. y SLADE. B. S . (1974): «HarweII radiocarbon measurements I», Radiocarbon 16 (2),
págs. 178-191.
PHILIPS. P. A. (1971): «Attríbute analysis and social structure of Chassey-Cortaillod-Lagozza
populations». Man 6 (3), sept. págs. 341-352.
RAMOS MILLAN. (1981): «Interpretaciones secuencíales y culturales. La Edad del Cobre en la zona
meridional de la Península Ibérica. La alternativa del materialismo cultural». Cuadernos de
Prehistoria de la Universidad de Granada 6, págs. 203-256.
RENFREW, C . (1967): «Colonialism and Megalithismus»,/íní/qu/íy XLI, 1967, págs. 276-288.
— (1973): BEFORE Civilization. The Radiocarbon revolution and Prehistoric Europe. Londres.
Traducción española. Madrid, Istmo, 1986.
RIVERA. D., OBON. C. y ASENCIO, A. (1988): «Arqueobotánica y Paleoetnobotánica en el Sureste
de España. Datos preliminares». Trabajos de Prehistoria, 45, págs. 317-334.
SHENNAN, S . (1982): «Ideology, chango, and the European Early Bronze Age», en HODDER, I.
(edit.) Symbolic and Structural Archaeology (I. Hodder edtí.). Cambridge Universíty Press,
págs. 155-161.

179
ANA MARÍA MUÑOZ AMILIBIA

SiRET, E. y L. (1890): Las primeras edades del metal en el Sureste de España, pág. 269 y láms.
6-8 del álbum.
ViLLALBA, M,^ J. eí alii (1986): Les mines neoiitiques de Can Tintorer, Gavá. Excavacions 1978-
1980. Barcelona, Generalilat de Catalunya.
WALKER, M. J. (1984): «The site of El Prado (Murcia) and ttie Copper Age of South-East Spain-,
BAR. International Series, 193 I, págs. 47-78.
-— (1986): «Society and habitat in Neolithic and Early Bronze Age S.E. Spain», en The Neoiithic
of Europe. The World Archaeological Congress. Southampton, Alien and Unwin.

180

Você também pode gostar