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global válida, Incluso para un área concreta como la del Sureste, mucho
más compleja de lo que podría parecer a primera vista.
En el caso del Cabezo del Plomo, habría que plantearse en primer
lugar si representa «una rica cultura en un marco geográfico de aparente
pobreza», cómo se ha dicho del Calcolítico de Sureste. Trataremos de ver
si realmente el marco geográfico puede indicar tal afirmación, y si el con-
texto arqueológico es suficientemente significativo cómo para hablar de
riqueza, así como si los patrones de asentamiento o el ritual funerario
permiten adivinar una división de clases hacia el nacimiento de una so-
ciedad jerarquizada, y qué factores causales pueden valorarse como po-
sibles motores del cambio.
Como la base de la interpretación del proceso Neolítico final-Calcolítico
se centra en un yacimiento, sin pretender hacerla extensiva ni siquiera al
área del Sureste, haré un breve resumen de las excavaciones en que me
baso, ya que su memoria completa no ha sido todavía publicada, y sobre
todo para destacar que los trabajos y resultados que se avanzan, son
todavía preliminares.
El poblado del Cabezo del Plomo se asienta en un pequeño escarpe
amesetado de roca caliza del extremo meridional de la Sierra de las Mo-
reras, junto al margen derecho de la Rambla de las Moreras o Susana,
por cuyo cauce alto se establece fácil comunicación con el valle del Gua-
dalentín. Está próximo a la costa, en el término municipal del Mazarrón
—coordenadas UTM latitud 649.896, longitud 4.160.284, altura sobre el
nivel del mar 86,18 metros—, dominando el mar Mediterráneo por el S-
SE, cerca de la playa de Bolnuevo, en el Puerto de Mazarrón, y por el
N. la amplia depresión de la Rambla y la villa de Mazarrón. Por el NO
enlaza con la sierra de las Moreras de cuyas estribaciones forma parte,
habiendo quedado cortado en su ladera SE, donde se situaba la necró-
polis, por la carretera que, desde la playa de Bolnuevo conduce a Ma-
zarrón, bordeando el pie del cerro (MUÑOZ AMILIBIA 1986C). El topónimo
del cerro, «Cabezo de la Cueva del Plomo», viene dado por el de una
cueva, cuya boca se abre en su parte superior, dentro del recinto del
poblado, y cuyas galerías descienden por debajo del monte hasta su pie,
formando varias salas, y entre ellas una de considerable tamaño. Esta
cueva debió de tener mucha importancia en la vida del poblado por sus
reservas de agua, ya que poseía un importante acuífero, en la actualidad
generalmente seco debido a la intensa explotación de las capas freáticas
de la zona para el regadío. Como en otras áreas mineras de la región,
era frecuente que los prospectores de minerales metálicos, entre ellos el
plomo, aprovecharan las cavidades naturales para intentar localizar me-
nas, y seguramente a ello se debe el citado nombre. No sabemos si
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Fig. 1. Plano topográfico con la situación del poblado del Cabezo del Plomo de
Mazarrón. Topografía Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.
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En la parte exterior SE, muy afectada por los trabajos anteriores, donde
salía enseguida la capa amarillenta del estrato II, se determinaron los
restos de un muro oblicuo de unos 0,80 m de longitud, que enlazaba con
la pared de la choza, delimitando al parecer por esta parte, la zona exterior
de uso de la vivienda. Del exterior del testero sur de la casa 1, sale un
potente muro longitudinal de dirección NO-SE, que, como veremos, enlaza
con otra estructura, la casa 4, y, al mismo tiempo, cierra por el oeste todo
el espacio exterior entre ambas. Todo ello evidencia el interés que debía
de tener el espacio exterior correspondiente a una o varias viviendas,
donde se debía de realizar una actividad importante de la vida del po-
blado.
Los materiales arqueológicos recuperados en la excavación de la casa
1 y en su exterior, fueron los habituales. Cerámica a mano, en general
bastante fragmentada, lisa, de superficies simplemente alisadas y desgra-
sante muy patente. Industria de sílex de hojas, alguna punta de flecha de
aletas y pedúnculo así como algún geométrico. El sílex es en general
bastante pobre y de calidades variadas. También había bastantes piezas
de cristal de roca de talla muy tosca, alguna piedra de moler y piezas de
piedra pulimentada. La industria de hueso y objetos de adorno fueron
mucho más escasos que en las zonas excavadas anteriormente. De todas
formas, hay que tener en cuenta que los materiales de nuestra excavación
han de completarse con los procedentes de la de Saturnino Agüera.
El muro, que partiendo de la casa 1, penetra en el corte F2, enlaza
con otra estructura posteriormente excavada, la casa 4. Sigue la dirección
N-S, desviándose ligeramente de NE a SO y pasando al eje 2 del plano
del poblado aproximadamente a todo lo largo de su parte media. Es muy
potente, pues su anchura de un metro es semejante a la de la muralla
exterior del poblado. Hemos visto que separa totalmente, junto con las
dos casas, el espacio abierto situado al este. Este espacio, ya casi al
borde del acantilado, ofrece una gran amplitud, unos 300 m^ como am-
pliación exterior de la actividad de las viviendas que resultan algo redu-
cidas para el desempeño de los trabajos que tuvieran atribuidos los ha-
bitantes de cada casa. Ésta serviría todo lo más para protegerse y para
el descanso.
En la parte exterior, al suroeste del muro, y cerca de la casa 4, se
excavó una estructura circular aislada, de aproximadamente un metro de
diámetro interior. Estaba construida con un cerco de piedras de 25-50 cm
de anchura, apoyadas sobre la roca, y cuyo uso no hemos podido inter-
pretar, ya que no conservaba restos de cenizas o carbones que permi-
tieran identificarla como un hogar exterior, aunque la roca caliza presen-
taba una coloración roja que quizá se debiera a la acción del fuego. La
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el resto del territorio no podría contener sino una capa arbórea de olivo
silvestre, (Olea Oleaster var sylvestris), algarrobo (Ceratonia siliqua), len-
tisco (Pistacia lentiscus) y la palmera europea {Chamaerops humilis). Esta
riqueza natural se explotó desde antiguo en actividades de recolección y
tala que favoreciera la transformación del erial a pastos. En el siglo xvi y
XVII las roturaciones abarcan los alrededores de ramblas y vertientes don-
de se podía aprovechar el agua de escorrentía para el cultivo de cereales,
olivo y plantas barrilleras. Entre 1660 y 1760 el auge de las roturaciones,
muchas de ellas organizadas por la Corona, y las mayores talas para
madera y carboneo en el espacio serrano, empujadas por el avance del
frente de roturaciones, hace que en 1703 se haga un intento de repobla-
ción forestal con pino carrasco, perfectamente aclimatado en el Puntarrón.
En 1741, el Padre Moróte (MORÓTE PÉREZ CHUECOS 1741, capítulos ix
y X) se refiere a la Marina desde Mazarrón a Vera: «Dichas tierras, que
hasta estos años han sido montañas, pobladas de acebuches, algarrobos,
madroñales, lentiscos y atochas, se hallan quasi en el todo desmontadas,
panificándose con grandes utilidades de sus dueños, en abundantes co-
sechas de trigo, cebada y barrilla, conservándose muchos colmenares por
lo abundante del romero». De ello se puede deducir que todos estos
terrenos, excepto las sierras, estarían ocupados en un principio por la
asociación «Oleo Ceratonion». Las roturaciones romperían ese status al
destruir la cubierta de vegetación que parece queda reducida a la barilla
y el abundante romero. La degradación que acarrean las roturaciones y
talas favorece el desarrollo y extensión de la estepa ( G I L MESEGUER 1987,
215-223). La toponimia también es de gran interés: El Thymus, dio el
topónimo de Carrasquilla y el de Madroñera indica la existencia de plantas
de mayor porte que las esteparias actuales.
En el siglo xix se aumentaron los terrenos roturados para e! cultivo de
almendro, que sustituye en muchas tierras al cereal y además penetra en
el sector montañoso no apto para cultivos herbáceos. El monte siguió
explotándose para la obtención de esparto, leña y carboneo, continuando
las talas abusivas para obtener la madera que demandaba la explotación
minera, destacando también los incendios, según se refleja en el elevado
número de subastas de quemados.
Todo ello permite deducir la degradación y el retroceso de la vege-
tación primitiva en equilibrio con las condiciones en que se originó y no
con las actuales. La actuación del hombre fue rompiendo el precario equi-
librio, haciendo desaparecer las reliquias medioambientales en que vivía,
hasta llegar a las actuales condiciones, extremadamente negativas por la
escasez de precipitaciones y el empobrecimiento del suelo, de forma que,
aunque sigan existiendo especies mediterráneas, ha variado mucho su
ubicación y el aspecto de paisaje.
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Fuera de las sierras, en el amplio sector árido, sobre los glacis que
descienden en suave pendiente hacia el mar, donde la costra no ha sido
levantada para el cultivo, se encuentra una vegetación esteparia de to-
millos y esparto con todo su cortejo de enebros, romeros, bolagas, y
esparragueras {Asparragus acutifolios). Muchas de estas plantas no po-
drían existir dada la nulidad de las lluvias estivales si no fuera por las
constantes condensaciones ocultas —rocío—, que elevan la humedad re-
lativa favoreciendo la existencia de esta vegetación.
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la serie Filábride superior, con hierro y algo de cobre (IGME 1975). M."
Manuela Ayala, en prospecciones personales, ha localizado mineral de
cobre (cuprita) en la ladera sur de la Sierra de Las Moreras, a unos 2,5
km del poblado del Cabezo del Plomo.
En el caso concreto del Cabezo del Plomo, con los datos que nos
proporciona la realidad actual, el medio bioclimático sigue ofreciendo po-
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El análisis de los recursos del poblado, puede dar una primera apro-
ximación o justificación del lugar elegido. En cuanto a su ubicación sobre
un escarpe rocoso, sugiere unas necesidades de naturaleza estratégica,
que podrían suponer una situación de inestabilidad o peligro. De todas
formas, me inclino a pensar mas bien en la voluntad de reafirmar la pro-
piedad sobre un espacio especialmente apto para el desarrollo de la vida
de la comunidad, y, al mismo tiempo el fácil control visual de un territorio
dependiente. La presencia de la cueva con un importante acuífero dentro
del recinto del poblado puede representar una razón de peso, unida a la
amplia visibilidad del territorio —Rambla, piedemonte, costa, e incluso la
necrópolis— en que se desarrollaría su actividad, con tierras de cultivo,
espacios de caza y recolección, salinas, recursos marinos y pastizales
próximos en la Sierra de Las Moreras, que permitiría un pastoreo sin
demasiado esfuerzo y sin abandonar la relación, ni siquiera transitoria-
mente, con el poblado.
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Hay que tener en cuenta además, que no todos los poblados, que en
algunos casos parecen sincrónicos o no muy alejados cronológicamente,
tienen éstas mismas características. Tal sería, por referirme sólo a la zona
costera, los poblados de Calblanque y Las Amoladeras (GARCÍA DEL TORO
1987), en la zona del Mar Menor, situados junto al mar y al parecer sin
defensas, y el próximo a ellos del Cerro de San Joaquín o de las Col-
menas, en la Sierra de Portmán, que parece presentar características si-
milares al Cabezo del Plomo.
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de agua para consolidar la masa, etc., todo ello bajo la dirección del, o
de los, mas hábiles y experimentados. No es necesario pensar en grandes
obras de ingeniería, ni en un trabajo forzado bajo la dirección de un jefe,
sino mas bien en una obra comunitaria que a todos interesa y en la que
todos colaboran.
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