Agua Bien Común

#4

Gestión Comunitaria del Agua:

Amenazas y Alternativas
Corporación Ecológica y Cultural
Penca de Sábila
Cra. 50 N.° 59-27
corpenca@une.net.co
www.corpenca.org

ISSN: 2382-3577

Coordinación: Lina Mondragón

Corrección de textos:
Juan Carlos Márquez Valderrama

Diseño, ilustración y diagramación:

Carolina Jiménez Franco
cjfrancois@gmail.com

Con el apoyo de:

Genève Tiers Monde y
Cooperativa Financiera Confiar

Medellín, Colombia
2017
 CONTENIDO
Un acercamiento a los orígenes de la gestión comunitaria
del agua en Colombia. Bibiana Salazar
4

Las organizaciones comunitarias, sujetas y garantes del

derecho humano al agua. Bibiana Salazar
18

Aguas para la Prosperidad: Una política que discrimina la

gestión comunitaria del agua en Colombia. 23
Bibiana Salazar

Tecnologías inapropiadas y amenazas a la autonomía en

las comunidades organizadas. 30
John Jairo Correa

La eficiencia social de la gestión comunitaria del agua.

María Isabel Arenas
36
 UN ACERCAMIENTO A LOS
ORÍGENES DE LA GESTIÓN
COMUNITARIA DEL AGUA
EN COLOMBIA
Bibiana Salazar
Asesora jurídica

4
Las organizaciones comunitarias gestoras
del agua
Concepto y clases
l concepto organización comunitaria es
utilizado por las diferentes disciplinas
de las ciencias sociales, entre ellas
la antropología, la administración y el
derecho, y se encuentra estrechamente
relacionado con otros conceptos, como comunidad
y desarrollo comunitario. En tal sentido, es
importante retomar cada una de las definiciones
para evidenciar su interrelación:
Comunidad
“La comunidad es fundamentalmente un modo
de relación social, es un modelo de acción
intersubjetivo construido sobre el afecto, la
comunidad de fines y de valores y la incontestable
esperanza de la lealtad, de la reciprocidad; la
comunidad es un acabado ejemplo de tipo ideal
de la acción social, una construcción teórica de
alguna manera extraña de la propia realidad que
acostumbra ser algo más sentido que sabido,
más emocional que racional.” (G. González,
1988, citado en Diéguez, 2000)
Desarrollo comunitario
En 1956 la ONU adoptó una noción de “desarrollo
comunitario” como
… el conjunto de procedimientos por los
cuales los habitantes de un país unen sus
esfuerzos a los de los poderes públicos con el
fin de mejorar la situación económica, social
y cultural de las colectividades, de asociar
estas colectividades a la vida de la nación y
permitirles contribuir sin reserva al progreso
del país. (Carvajal, 2011)
Organización comunitaria
Es un proceso gracias al cual una comunidad
identifica sus necesidades u objetivos y les da
un orden de prioridad, encuentra los recursos
internos y/o externos necesarios para su
cumplimiento o su satisfacción y manifiesta
actitudes de cooperación en la comunidad
(Murray, citado en Del Moral, 1991).
Elprimerohacealusiónalaesencia
de lo que se considera comunidad
y resalta las características que
le dan origen, básicamente, las
relaciones sociales tejidas entre
personas que se agrupan con una
finalidad común
El vínculo existente entre los anteriores
conceptos va de lo general a lo particular. El
primero hace alusión a la esencia de lo que se
considera comunidad y resalta las características
que le dan origen, básicamente, las relaciones
sociales tejidas entre personas que se agrupan
con una finalidad común, poniendo en práctica
valores como la confianza, la solidaridad, el
respeto, el intercambio cultural, etc.; el segundo
describe la finalidad propuesta y las prácticas
instaladas por la comunidad, como un conjunto
de procedimientos que unidos a los poderes
gubernamentales permiten el progreso, y el
último concepto hace referencia a las fases
o etapas que diseña e implementa el grupo
de personas para cumplir con los objetivos
propuestos, sin olvidar los valores sobre los
cuales se encuentra soportada la organización.
Daniel Vega Barbato, en su libro Derechos
colectivos de agua, concepción y prácticas
locales de ejercicio en sistemas de riego del sur
5
de Bolivia, manifiesta que “la palabra comunidad
fue utilizada en la época colonial para denominar
a la diversidad de formas organizativas locales
existentes en la América”. Asimismo menciona
a otros autores como Krause, Wiesenfeld y
Aspectos estructurales
Asociación o vínculo entre los integrantes de la
comunidad.
Red social: conexiones entre los individuos.
Estructura interna consensuada con claridad en
la distribución de funciones.
Infraestructura para la satisfacción de necesi-
dades básicas.
La posesión y goce de bienes comunes.
La Corte Constitucional de Colombia, en la
sentencia C-580 del año 2001, al analizar una
demanda de inconstitucionalidad contra el
proyecto de ley número 51 de 1998 sobre acciones
comunales, hizo un recuento histórico e incluso
jurídico sobre el origen de la acción comunitaria,
y de paso acogió el concepto de desarrollo
comunitario para nuestro país, expresando lo
siguiente:
En Colombia aun cuando desde comienzos del
siglo pasado distintas instituciones públicas
y privadas venían trabajando en la solución
de los problemas de la comunidad inspirados
en la idea del voluntariado, fue solo hasta
mediados de la década del cincuenta cuando
la temática de la acción comunitaria surgió
como alternativa para resolver la difícil
6
Tônnies, quienes plantean las características
ideales de una comunidad y que Vega divide en
dos: las estructurales y funcionales, las cuales
describe así (2012, p. 8):
Aspectos funcionales
Interacción: Apoyo mutuo, trabajo común, coo-
peración y voluntad de mantener la interdepen-
dencia sobre la base de la reciprocidad.
Representaciones sociales: Sentirse pertene-
ciente a la comunidad, ser personas de valor
(significativas), seguridad emocional, senti-
miento de fraternidad e historia común.
Aspectos vinculados a la efectividad: empode-
ramiento, competencia social, participación,
unión de intereses, acciones colectivas dirigidas
a metas comunes, satisfacción de necesidades
colectivas e individuales.
situación de las poblaciones marginadas.
Así, en 1955 se ejecuta el primer programa
oficial sobre desarrollo comunitario y en 1958
se expide la Ley 19 en la cual se fomentaba la
acción comunal habilitando a los organismos
correspondientes para ejercer funciones de
control y vigilancia de los servicios públicos, y
promover acciones en distintos escenarios de
la vida local. (Corte Constitucional, 2001)
La ley enunciada por la Corte tuvo por objeto
una reforma en la función administrativa con el
propósito de mejorar y coordinar la acción oficial
por medio de planes de desarrollo progresivos,
el ordenamiento racional de los servicios
públicos y la descentralización de aquellos que
pudieran funcionar eficazmente bajo la dirección
de las autoridades locales. El artículo 22
disponía que tanto los concejos municipales, las
asambleas departamentales y el gobierno del
orden nacional podrían encomendar a las juntas
de acción comunal, integradas por vecinos y
vecinas y organizadas de acuerdo con las normas
expedidas por el gobierno local, las funciones de
control y vigilancia de determinados servicios
públicos o su manejo.
El artículo 23 de la ley en comento permitía
fomentar, por parte del Gobierno y previo acuerdo
con las autoridades del orden departamental y
municipal, la cooperación de los vecinos de cada
municipio en la administración equitativa de las
aguas cuyo uso perteneciera a varios ribereños,
estableciendo, además, sistemas de riego y
drenaje. El Gobierno también se encontraba
habilitado para subvencionar a las organizaciones
que crearan o mejoraran la acción directa de los
vecinos en cada territorio.
El tribunal constitucional, después del recuento
histórico sobre los organismos comunales,
destaca la característica esencial de la que deben
estar provistos para la consecución de sus metas.
Al respecto manifiesta:
Por ello, para alcanzar sus metas el proceso
requiere de la solidaridad entre los miembros
constitutivos de la comunidad, pero ante todo,
de la integración de la comunidad y el Estado
permitiendo que los esfuerzos de la población
se sumen a los del gobierno a fin de mejorar las
condiciones económicas, sociales y culturales
de la nación, en el entendimiento de que los
organismos comunitarios deben gozar de
la debida autonomía para iniciar, controlar,
realizar y dirigir los programas de desarrollo
comunitario. (Corte Constitucional, 2001)
(Resaltados en el original)
De lo anterior se puede deducir que históricamente
en Colombia la unión y los acuerdos entre vecinos
y vecinas han sido claves para la sustentabilidad
y habitabilidad de los territorios, la gestión de los
bienes comunes y la construcción de proyectos
colectivos, todo lo cual se traduce en la resolución
de necesidades individuales pero compartidas,
independientemente de la injerencia del Estado
y de los modelos de desarrollo que este haya
adoptado.
De lo anterior se puede deducir
que históricamente en Colombia la
unión y los acuerdos entre vecinos
y vecinas han sido claves para la
sustentabilidad y habitabilidad de
los territorios, la gestión de los
bienes comunes y la construcción
de proyectos colectivos
Indudablemente la organización de las
comunidades está afincada en vínculos
territoriales, vecinales, identitarios, comunes y
voluntarios que han permitido la concreción formal
o informal de acuerdos para la gobernabilidad
autónoma, democrática y directa, que concibe
el uso equitativo y racional de bienes comunes
como el agua y la tierra, las reglas que orientan
el quehacer colectivo y la gestión de actividades
en beneficio del interés general. Sin embargo, el
ejercicio del poder político y normativo del Estado
ha variado de un periodo a otro, en su forma de
concebir y denominar la acción comunitaria y la
relación de esta con la naturaleza.
En algunos periodos de gobierno estatal, la
gestión del agua fue abordada como un asunto de
salud pública, en otros, de desarrollo comunitario,
y en las últimas décadas, como un servicio
público vigilado y controlado por el Estado pero
administrado y usufructuado por organizaciones
7
de índole diversa. Dicho cambio, en muchos
casos, no ha sido percibido por las comunidades
organizadas, sobre todo por aquellas que
habitan espacios rurales o peri-urbanos, pues
sus formas de relacionamiento, sus acuerdos y
sus procesos de racionalización para el uso de
los bienes comunes siguen intactos; muchas
de ellas se resisten al cambio propuesto por el
poder estatal, que viene acompañado de cambios
normativos que escapan a la lógica de los
procesos comunitarios.
El rol del legislativo, con la expedición de nuevas
normas que regulan la antiquísima gestión
comunitaria del agua, y del poder ejecutivo, con
el direccionamiento de proyectos amoldados a la
lógica de la economía del mercado, han sido y son
determinantes para tergiversar, transformar y
disolver los tradicionales acuerdos comunitarios
sobre la gestión del agua, y fuerzan el cambio
de las lógicas comunitarias a las que impone
el mundo globalizado a través del mercado de
bienes y servicios.
Es importante destacar lo expresado por el
Gobierno Nacional en el año 1998, por medio del
documento titulado: “Servicios sostenibles de
agua y saneamiento – Marco Conceptual”. En él
se reseña:
La experiencia colombiana en cuanto a
vinculación de la comunidad a los proyectos de
agua y saneamiento básico tiene sus orígenes
en 1968 cuando se crea el Instituto Nacional
de Programas Especiales de Salud, Inpes, al
cual se responsabiliza, entre otras cosas, de
dotar de agua potable y adecuada disposición
de excretas y aguas servidas a poblaciones y
núcleos humanos hasta 2.500 habitantes. Desde
entonces se establece que el Instituto adelante
programas buscando la participación financiera,
en mano de obra y en elementos aportados por
las comunidades beneficiadas (Decr. 470/68).
Adicionalmente, gremios como la Federación
8
de Cafeteros, o la iniciativa comunitaria surgida
principalmente de sectores de bajos ingresos,
han impulsado la construcción de sistemas
de agua y saneamiento básico que están en
manos de las comunidades.
Sin embargo, esta información difiere en
términos genéricos de la consignada por Ana
Patricia Quintana Ramírez, quien en su tesis de
doctorado sobre el conflicto ambiental en torno a
la prestación del servicio de agua en el municipio
de Dos Quebradas, Risaralda, registra como
hecho que origina la gestión comunitaria del
agua “la inexistencia de un sistema de acueducto
municipal y la falta de actuación de los diferentes
niveles de administración pública para atender
las necesidades de agua de la población”, y
agrega que dicha situación favoreció la aparición
desde 1925 de un modelo de gestión colectiva
del agua, cuando los habitantes de las zonas
periurbanas y de los barrios pobres del centro
urbano se encargaron de construir y gestionar los
acueductos mediante sistemas de cooperación
y la constitución de asociaciones de acueductos
comunitarios (Quintana, p. 11).
La información hasta ahora relacionada es un
somero acercamiento a la historia de la gestión
comunitaria del agua para el consumo humano en
Colombia, pero su existencia y permanencia son
evidentes en todo el territorio nacional. En las zonas
rurales y urbanas, independientemente de las
condiciones geográficas y de las diversas prácticas
culturales, perviven y se resisten a desaparecer las
formas de organización colectiva para el cuidado,
uso, distribución y disfrute del agua.
Formas organizativas para la gestión
comunitaria del agua
Para abordar las formas organizativas que han
o pueden adoptar los vecinos y vecinas que
comparten un territorio, sus bienes comunes y
sobre todo la voluntad espontánea de trabajar
mancomunadamente por un propósito colectivo,
en este caso “el acceso y suministro de agua”,
es necesario retomar una definición del término
organización de entre los múltiples significados
que las diferentes disciplinas del conocimiento
han construido. Para tal efecto, acogeremos el
propuesto por la administración, que denota a la
organización como una entidad social formada
por dos o más personas que trabajan de manera
coordinada en un ambiente externo específico
apuntando a un objetivo colectivo. Consiste
en la división de tareas y en la asignación de
responsabilidades. https://www.significados.com/
organizacion/
Organizaciones informales
“Las organizaciones informales o también deno-
minadas grupos informales, que se establecen de
manera espontánea y hasta podría decirse natu-
ral entre los distintos individuos que comparten
valores en común. Se forman a partir de las re-
laciones de amistad (o antagonismo) o del surgi-
miento de grupos informales que no aparecen en
ningún documento formal.”
“Las organizaciones informales se caracterizan
porque la interacción a su interior es espontá-
nea y voluntaria, de ningún modo impuesta por
otras fuerzas sociales.”
“Pese a que la conformación de este tipo de orga-
nizaciones es espontánea, siempre hay normas a
seguir. Por más que no estén escritas y a pesar
de que muchas de ellas son inconscientes en el
sentido de que ninguno de ellos aclara a los otros
integrantes cuáles son las normas a seguir, es
decir, no son explícitas sino más bien implícitas,
esas normas están y hay que respetarlas para
mantenerse como integrante del grupo.” Pág. 29
Autores: Adriana Marcela González Triana, Héctor Hugo López
Burgos, Gina Alexandra Martínez Téllez, Erley Polo Vega
Universidad de La Salle, División de Formación Avanzada
Especialización en Planeación, Gestión y Control del Desa-
rrollo Social, Bogotá D.C. 2007
La academia también ha creado una clasificación
de las organizaciones y el derecho específicamente,
las incorpora en su campo de acción para regular
o normar su existencia, el desarrollo de sus
actividades y las formas de extinción o terminación,
todos estos aspectos también se encuentran
atravesados por la economía, por tal razón, en
términos jurídicos, la voluntad de asociarse es el
rasgo identitario de toda organización colectiva
y el propósito de obtener ganancias o no, crea
una división o diferencia que las sumerge en la
categoría con ánimo de lucro o sin ánimo de lucro.
Los/as teóricos/as de las organizaciones,
también las clasifican en formales o informales
designándolas así:
Organizaciones formales
Idalberto Chiavenato, en su libro Introducción
a la Teoría General de la Administración, es-
tablece que la organización formal se basa en
una división del trabajo racional, mediante la
diferenciación e integración de los participan-
tes, de acuerdo con algún criterio establecido
por aquellos que manejan el proceso de toma
de decisiones. Es la organización planeada, la
que está en el papel, generalmente aprobada
por la dirección y explicada a todos a través de
manuales de organización, de descripción de
cargos, de organigramas, de reglas y procedi-
mientos, etc. Es la organización formalizada
oficialmente.
Fuente: La Organización Formal | Econlink (Econlink.com.
ar - richardamaro - Septiembre Del 2011) -http://www.
econlink.com.ar/organizacion-formal
9
Recorrido territorial en el marco del VI Encuentro Nacional de Acueductos Comunitarios. Acueducto Comunitario Juan Cojo, Municipio de Girardota, Antioquia.
De lo dicho anteriormente podemos deducir que
una comunidad puede acordar el cumplimiento
de objetivos comunes o la resolución de
conflictos, por medio de la organización formal
o informal, pero es importante destacar, como
se anotó anteriormente, que la gestión del agua
para consumo humano en Colombia, como
cualquier otra actividad regulada por el Gobierno,
estuvo y está sujeta al cumplimiento de la
Constitución, las leyes, decretos y resoluciones,
todas ellas normas jurídicas dispersas, muchas
veces contradictorias entre sí y de obligatoria
observación por parte de quienes realicen la
mencionada actividad.
Las personas dedicadas a estudiar la teoría
tradicional del derecho clasifican también a
las organizaciones en públicas y privadas, y
dependiendo de la actividad que realizan las
nombran como religiosas, educativas, políticas o
pertenecientes al sector de la economía solidaria.
La Constitución Política de 1991 estableció en su
artículo segundo, que un fin esencial del Estado
es “servir a la comunidad”, garantizándole sus
derechos y facilitándole la participación en la
toma de las decisiones que la afectan. A su
10
turno, el Artículo 103 determina que el Estado
debe contribuir a la organización, promoción y
capacitación de las asociaciones profesionales,
cívicas, sindicales, comunitarias, juveniles,
benéficas o de utilidad común no gubernamentales
sin detrimento de su autonomía.
La vigente carta política concibe como finalidad
del Estado la prestación de los servicios públicos,
y habilitó en su Artículo 365 que estos fueron
prestados por las comunidades organizadas,
manteniendo el primero, la regulación, control
y vigilancia sobre los mismos, a su turno, la
Corte Constitucional, organismo encargado de
interpretar los mandatos de la Constitución, por
medio de una sentencia del año 2003 manifestó:
“Si bien el artículo 365 de la Carta, al autorizar
que las “comunidades organizadas” pudieran
prestar directa o indirectamente servicios
públicos, no estableció una forma jurídica
específica bajo la cual éstos participarían, sí
distinguió su actividad de aquella que pudieran
prestar los particulares, como lo evidencia el
que el artículo hable tanto de “comunidades
organizadas” como de “particulares”.
Así las cosas, las comunidades organizadas
en la ruralidad o en las zonas urbanas, vienen
gestionando el agua para consumo humano de
manera informal o formal, las normas estatales
impuestas para la regulación de dicha actividad
han variado de un período a otro. Antes de 1991, los
concejos municipales se encontraban habilitados
para co-gestionar con las comunidades el
suministro de agua o para permitirles la gestión
autónoma, también se encontraban facultados
para regular la actividad que las comunidades
realizaran. Con posterioridad se presentaron
cambios y transformaciones en el campo político y
jurídico, situación que no es fácil de asimilar para
quienes de manera consuetudinaria convienen o
acuerdan el uso del agua en las localidades.
Existen suficientes evidencias de la tradicional
gestión comunitaria del agua en nuestro
país. Antes de la expedición de la Carta
Política de 1991 y de la Ley 142 de 1994, las
comunidades se encontraban organizadas
bajo las figuras jurídicas de: Junta de Acción
Comunal, Junta Administradora, Asociación
de Usuarios o bajo la común denominación de
“Acueducto Comunitario”, entre otras formas de
autodenominación, esta última denominación
es conservada por algunas comunidades en el
registro de la Cámara de Comercio, obligación que
surgió a partir del año 1995, todo ello, sin obviar
que un sinnúmero de organizaciones gestoras
del agua no tienen un registro formal, porque su
principal interés es suplir de manera inmediata
las necesidades para consumo humano e incluso
para la pequeña producción agrícola y pecuaria
destinada al autoconsumo.
¿Las organizaciones comunitarias
gestoras del agua son públicas o privadas?
La respuesta a esta pregunta aparentemente
sería fácil, pero en la actualidad los límites entre
lo público y lo privado son cada vez más difusos,
sobre todo porque el neoliberalismo abrió
legalmente la posibilidad de que fines y actividades
que eran propios del Estado y sus respectivos
órganos, dejaron de serlo para pasar a manos de
empresas organizadas bajo la forma jurídica de
sociedades. Adicionalmente, las teorías clásicas
de las organizaciones no diferencian claramente
las actividades que desarrollan comunidades
organizadas de aquellas que realiza un grupo
reducido de personas con ánimo de lucro;
asimismo, en términos jurídicos no existe un
área de conocimiento que estudie el sector
comunitario y su amplia diversidad.
En términos generales, una organización es
nombrada de carácter privado, cuando su
iniciativa surja de personas que no se encuentren
cumpliendo una misión pública (servidores/as del
Estado) y las normas que se ocupan de regular
su existencia, dinámica y actividades se deriven
de la rama del derecho privado. Por ejemplo, si
al quehacer de la organización se le aplican los
mandatos jurídicos previstos en el código civil,
código de comercio o código laboral de tiempo
atrás, se afirma que su carácter es privado.
Sin embargo, es prudente no confundir el conjunto
de normas que se le aplican a una organización
por el mandato que impone el sistema estatal,
con la esencia o naturaleza del vínculo entre
sus integrantes y los objetivos acordados para
alcanzar satisfactores colectivos. Al respecto, es
importante traer a colación el pronunciamiento
de la Corte Constitucional sobre la posibilidad
que tienen las comunidades de prestar “servicios
públicos” y su diferencia con la iniciativa particular
marcada por el interés empresarial:
Si bien el artículo 365 de la Carta, al autorizar
que las “comunidades organizadas” pudieran
prestar directa o indirectamente servicios
públicos, no estableció una forma jurídica
específica bajo la cual éstos participarían, sí
distinguió su actividad de aquella que pudieran
11
 prestar los particulares, como lo evidencia el
que el artículo hable tanto de “comunidades
organizadas” como de “particulares”. Así lo
entendió el Legislador en la Ley 142 de 1994, que
al señalar que las “organizaciones autorizadas”
podían participar en la prestación de servicios
públicos domiciliarios, las separó del régimen
aplicable a las empresas de servicios públicos
y de otras formas de organización, inspiradas
principalmente por un interés empresarial.
(Corte Constitucional, 2003)
Se puede afirmar que las
comunidades y las formas
organizativas que adoptan
difieren de los esquemas
empresariales societarios con
ánimo de lucro, en el origen,
la intencionalidad y la forma
de tejer el vínculo asociativo.
Se puede afirmar que las comunidades y las
formas organizativas que adoptan difieren de
los esquemas empresariales societarios con
ánimo de lucro, en el origen, la intencionalidad
y la forma de tejer el vínculo asociativo, en los
procesos adoptados para tomar decisiones, en las
reglas formales e informales que son acordadas y
observadas por sus integrantes, en la destinación
dada a los recursos económicos obtenidos por la
realización de las actividades y en la relación que
se construye con los bienes comunes. El ánimo
asociativo parte del interés colectivo al que se
suma la voluntad individual.
El derecho fundamental de asociación y las
organizaciones comunitarias
El acuerdo celebrado entre vecinos y vecinas
para gestionar el agua en las localidades,
encuentra su reconocimiento y protección en el
12
ámbito de los derechos humanos a través de
los diferentes instrumentos internacionales y
nacionales que prevén el derecho de reunión
y asociación como atributos de todas las
personas, que sólo se encuentran limitados
en los gobiernos democráticos por razones de
seguridad, orden, salud, moralidad o por las
restricciones que les imponen las libertades y
derechos de los demás.
La Declaración Universal de los Derechos
Humanos desde 1948, previó la libertad de
reunión y asociación pacíficas, incluyendo el
derecho de toda persona a no ser obligada a
pertenecer a ninguna asociación. En el año
1966, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos
plasmó en su artículo 21 el derecho de reunión
y en su artículo 22, el atributo de todas las
personas a asociarse libremente con otras.
La Declaración Americana sobre Derechos
Humanos en el año 1969 consagró los derechos
señalados, agregando que las personas tienen
derecho a asociarse libremente con fines
ideológicos, religiosos, políticos, económicos,
laborales, sociales, culturales, deportivos o de
cualquier otra índole, limitándolo a las razones
consignadas en los primeros instrumentos.
El constituyente de 1991, además de incorporar
las normas internacionales sobre derechos
humanos a nuestro sistema jurídico interno,
replicó ambos derechos en los artículos 37 y 38,
dotándolos del siguiente contenido:
Derecho de reunión Derecho de asociación
Toda parte del pueblo Se garantiza el derecho
puede reunirse y ma- de libre asociación para
nifestarse pública y el desarrollo de las dis-
pacíficamente. Sólo la tintas actividades que
ley podrá establecer las personas realizan
de manera expresa los en la sociedad.
casos en los cuales se
podrá limitar el ejercicio
de este derecho.
En razón de lo anterior, los/as vecinos/as de
un territorio donde se comparte la necesidad
de acceder al agua para consumo humano
e incluso para riego a pequeña escala, se
encuentran facultados en términos legales
para reunirse y organizarse en torno a las
actividades necesarias para captar, almacenar,
tratar y distribuir el agua. Sin embargo, debe
tenerse en cuenta que en Colombia existe
un marco normativo complejo que, como
se advirtió previamente, se transforma de
manera constante lo cual hace muy difícil su
identificación, interpretación y aplicación. A
manera de ejemplo se destaca que el marco
normativo que regula el derecho de asociación
y la posibilidad de organizarse de manera
comunitaria para el desarrollo de diversas
actividades, se encuentra disperso y carece de
un desarrollo preciso que lo diferencie de otro
tipo de formas de organización e intereses. De
otro lado, las organizaciones comunitarias que
gestionan el agua para consumo humano se
encuentran sujetas desde 1994 a las normas
expedidas para regular la prestación del servicio
de agua, lo que conlleva un trato no diferenciado
que desconoce sus particularidades, prácticas
tradicionales y finalidades.
Persona jurídica
Artículo 633. “Se llama persona jurídica, una per-
sona ficticia, capaz de ejercer derechos y contraer
obligaciones civiles, y de ser representada judicial
y extrajudicialmente.
Las personas jurídicas son de dos especies: cor-
poraciones y fundaciones de beneficencia pública.
Hay personas jurídicas que participan de uno y
otro carácter”.
En resumen, las comunidades rurales y urbanas se
encuentran facultadas para asociarse y desarrollar
las actividades que acuerden, siempre que el
objetivo buscado no sea ilícito, es decir, prohibido
por el ordenamiento jurídico en su conjunto (normas
penales, ambientales, administrativas, etc.), y el
Estado debe promover tal accionar y capacitar a sus
integrantes sin violentar la autonomía del colectivo,
facultad que la Corte Constitucional, en la sentencia
T-543 de 1995, interpreta así:
… a la luz de la Constitución, los asociados gozan
de la más amplia libertad para estructurar el
régimen jurídico particular al que se obligan, por
lo cual, mientras se sometan a él y, desde luego,
a la Constitución y a la ley, pueden resolver de
manera autónoma y a nivel interno los problemas
que surjan entre la persona jurídica y los socios o
entre éstos por causa o con ocasión del contrato.
Del pronunciamiento del alto tribunal se
desprenden dos conceptos importantes para
comprender lo que se entiende por “organización
formal”, y son los términos “persona jurídica” y
“contrato”, ambos los define el Código Civil de
la siguiente manera:
Contrato
La condición de personalidad jurídica hace del hom-
bre categoría de sujeto de derechos, no es un estatus
exclusivo. La personalidad jurídica la puede otorgar
el Estado a otras realidades producto del ser huma-
no en su tensión individuo-sociedad, que genera el
derecho a la libre asociación para el desarrollo de
las distintas actividades que las personas realizan en
sociedad y tal como lo establece el Artículo 38 de la
Constitución Política. Lógicamente este derecho es-
tará sometido a las condiciones que el ordenamiento
jurídico exige para su otorgamiento.
Artículo 1495. Contrato o convención es un acto
por el cual una parte se obliga para con otra a dar,
hacer o no hacer alguna cosa. Cada parte puede
ser de una o de muchas personas.
13
El derecho como disciplina crea la definición de
persona jurídica para diferenciarla de la natural
(ente físico individualmente considerado) y poder
dotar a las personas que se agrupan y organizan
bajo una forma jurídica específica (asociación,
corporación, fundación, etc.) de la capacidad
de ejercer derechos y contraer obligaciones
colectivas por medio de una persona que es
elegida internamente para representar al
grupo en procesos que se adelanten ante
las autoridades judiciales o de otra índole
(extrajudicialmente) como las administrativas
(procesos ante las corporaciones autónomas
regionales o las gobernaciones).
Las normas señaladas deben interpretarse
armónicamente con las previstas en la
Constitución Política, en especial con el Artículo
14 que establece que “toda persona tiene derecho
al reconocimiento de su personalidad jurídica”.
La Corte Constitucional, en la sentencia T-476
de 1992, diferenció el reconocimiento de la
personalidad de las organizaciones o colectivos,
del que obtienen las personas individualmente
consideradas de la siguiente manera:
Personalidad jurídica de un ser humano
individualmente considerado
Es necesario que a los seres humanos se les re-
conozca la cualidad de personalidad jurídica en
su sentido jurídico-político, es decir que el pri-
mer derecho de todo hombre es el derecho que
le define el estatus de persona jurídica, como lo
considera Karl Larenz "la condición de persona
es la cualidad que distingue al hombre sobre
todos los demás seres vivientes..."
14
El alto tribunal agrega en su pronunciamiento que
el reconocimiento de la personalidad jurídica de
las personas morales u organizaciones depende
de un acto externo y formal. Con esto se refiere
al contrato, pacto o acuerdo que realizan los y
las integrantes de la organización o colectivo, y
que hace parte de los requisitos exigidos por el
Estado para reconocer la existencia jurídica de
las diversas formas organizativas.
En nuestro país, muchas de las organizaciones
comunitarias sin ánimo de lucro tienen un
marco normativo específico que determina los
requisitos que se deben cumplir para obtener
el reconocimiento legal o formal. Por ejemplo,
las juntas de acción comunal se encuentran
reguladas por la Ley 743 de 2002, dicha norma
en su artículo 16 prevé la forma de constitución
y detalla los contenidos mínimos de la norma
estatutaria sin definirla, la Ley 79 de 1998
proclamó un conjunto de normas destinadas a
las organizaciones que optaran por las formas
cooperativas, la mencionada en su artículo 3
define el acuerdo cooperativo como un contrato
que se celebra por un número determinado de
personas con el objetivo de crear y organizar
Personalidad jurídica de las organizaciones o
colectivos
La condición de personalidad jurídica hace del
hombre categoría de sujeto de derechos, no es un
estatus exclusivo. La personalidad jurídica la pue-
de otorgar el Estado a otras realidades producto
del ser humano en su tensión individuo-sociedad,
que genera el derecho a la libre asociación para
el desarrollo de las distintas actividades que las
personas realizan en sociedad y tal como lo es-
tablece el Artículo 38 de la Constitución Política.
Lógicamente este derecho estará sometido a las
condiciones que el ordenamiento jurídico exige
para su otorgamiento.
una persona jurídica de derecho privado, cuyas
actividades deben cumplirse con fines de
interés social y sin ánimo de lucro, el artículo
13 manifiesta que su constitución se hará por
medio de documento privado. Una antigua forma
organizativa para la gestión del agua es la junta
administradora, los orígenes de su forma de
constitución y regulación se evidencian en el
caso estudiado por la Corte Constitucional en el
año 2003, en el que los habitantes de una vereda
ubicada en un municipio del Huila solicitan un
derecho de agua para satisfacer sus necesidades
personales; en el recuento de los hechos y de las
decisiones tomadas por los jueces de primera
instancia se enuncia lo siguiente:
Así las cosas, señala que de conformidad con el
contrato de construcción de obra del acueducto
y alcantarillado para la comunidad de la Vereda
La Lajita, del Municipio de Paicol – Huila,
suscrito entre el Instituto Nacional de Salud y el
Presidente de la Junta de Acción Comunal de la
citada vereda, es ésta la dueña de dicha obra, y
la administración corresponde a una Junta que
funcionará conforme a las normas establecidas
por la institución pública mencionada en el
Acuerdo 014 de 1983, en el cual se especifican
las funciones de la Junta que administra el
acueducto, entre las cuales se encuentra
“Tramitar ante la Seccional del Instituto las
solicitudes de nuevas conexiones”, lo que
significa que las peticiones de los accionantes
debieron remitirse ante la seccional del Instituto
a fin de iniciar el trámite correspondiente. (Corte
Constiucional, 2003)
En suma, las organizaciones comunitarias
gestoras del agua han adquirido y adquieren sus
formas adecuándose a los marcos normativos
creados e impuestos por el sistema estatal, sin
embargo, todas ellas conservan características
básicas como la autogestión o cogestión, el
carácter sin ánimo de lucro, la toma de decisiones
por medio de sistemas asamblearios y el
autogobierno; estas organizaciones constituyen
acuerdos básicos que se plasman en un
documento que denominado “estatutos” y que en
el campo jurídico significa contrato. José María
Berdugo G. y Rodrigo Palacio Cardona, en su obra
Las asociaciones empresariales, expresan:
… se reafirma la creencia de que el acto asociativo
es un contrato; pero no un contrato ordinario por
cuanto: la plurilateralidad, la no recriprocidad, la
modificabilidad de sus cláusulas, la posibilidad
de adhesión de otros socios, el nacimiento de
la persona jurídica, entre otras, son razones
suficientes para pensar en una modalidad
diferente al contrato bilateral, de cambio y de
prestación. (2015, p. 33)
Las organizaciones comunitarias
gestoras del agua han adquirido
y adquieren sus formas
adecuándose a los marcos
normativos creados e impuestos
por el sistema estatal, sin
embargo, todas ellas conservan
características básicas como la
autogestión o cogestión.
Los estatutos, por tanto, son un acuerdo, un
contrato entre las personas que constituyen
la organización o se adhieren posteriormente
a ella, tienen por objeto regular la vida
organizativa, definir los propósitos del colectivo,
fundamentar el acuerdo básico en principios,
derechos y deberes que deben ser observados
para garantizar las relaciones entre quienes de
manera voluntaria y espontánea se asociaron,
crean y establecen el sistema de gobierno interno,
dotando de responsabilidades o tareas a personas
individualmente consideradas o grupos de ellas,
con la finalidad de operativizar las tareas que se
derivan del propósito general pactado.
15
Referencias
Berdugo G., José M. y Palacio Cardona, R.
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17
 LAS ORGANIZACIONES
COMUNITARIAS, SUJETAS
Y GARANTES DEL DERECHO
HUMANO AL AGUA
Bibiana Salazar
Asesora jurídica

18
 n Colombia, una de las formas
de garantizar el derecho humano
al agua, de acuerdo con las
interpretaciones realizadas por la
Corte Constitucional, es el servicio
de acueducto. El tribunal, en el año 2010, por
medio de una sentencia de tutela expresó que
todas las personas tienen derecho a que se les
asegure progresivamente la dimensión positiva
del derecho, que consiste en tener el servicio
de acueducto (Corte Constitucional, 2010, p.
45). El fundamento jurídico de dicha decisión
lo soportó, como en muchas otras ocasiones,
en los tratados sobre derechos humanos que
integran el bloque de constitucionalidad, y
particularmente en la observación número 15
del Comité de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales de las Naciones Unidas.
En el año 2014, al estudiar la demanda
interpuesta por un ciudadano en contra de la
Alcaldía Municipal de San Martín, Meta, y la
Empresa de Servicios Públicos Domiciliarios del
municipio, bajo la consideración de encontrar
violentados el derecho al agua potable, la vida y
la salud, la Corte manifestó, entre otras cosas,
que:
En resumen, la protección del derecho
fundamental al agua, en su contenido de
aseguramiento para el consumo humano (i)
hace parte del núcleo esencial del derecho
a la vida en condiciones dignas; (ii) la
prestación del servicio de acueducto implica
una corresponsabilidad entre varios actores
y un compromiso frente al medio ambiente
y; (iii) en caso de que la instalación del
servicio de acueducto no pueda realizarse
inmediatamente por razones de inviabilidad
técnica, financiera, entre otras, se deben
adoptar medidas paliativas que aseguren el
acceso mínimo al servicio de agua potable.
(Corte Constitucional, 2014, p. 22)
En la sentencia referenciada, el tribunal
constitucional hace un recuento de la
normatividad sobre servicios públicos para
destacar quiénes son responsables del
aseguramiento de los mismos y concluye que
dicha tarea se encuentra en cabeza del Estado
y los municipios, las empresas prestadoras de
los servicios públicos y los urbanizadores (Corte
Constitucional, 2014, p. 23). El pronunciado en
comento no hace alusión a las comunidades
que se organizaron por mandato legal bajo
las formas de entidades sin ánimo de lucro,
entre las que sobresalen las asociaciones de
usuarios, juntas administradoras de acueducto,
juntas de acción comunal y cooperativas. Sin
embargo, el pronunciamiento anterior hizo
alusión a ellas para indicar que se diferencian
de las empresas y los particulares porque sus
actividades se orientan a mejorar la calidad
de vida de sus asociados y de la comunidad en
general (Corte Constitucional, 2003, p. 57).
El tribunal (...) expresó que todas
las personas tienen derecho a que
se les asegure progresivamente
la dimensión positiva del derecho,
que consiste en tener el servicio
de acueducto.
El registro documental existente sobre la
participación de las comunidades en la
gestión del servicio de agua en nuestro país
no es muy claro. Por ejemplo, un documento
publicado en el año 1998, titulado Servicios
sostenibles de agua y saneamiento básico –
Marco conceptual (Ministerio de Desarrollo
Económico, 1998), manifiesta que la vinculación
de las comunidades a proyectos de agua
tiene sus orígenes en la creación del Instituto
Nacional de Programas Especiales de Salud,
ente encargado, como su nombre lo indicaba,
19
de adelantar programas para la participación
financiera, de mano de obra y elementos
aportados por las comunidades beneficiadas,
todo ello reglado por el Decreto 470 de 1968.
Otros autores (Moncada, Pérez y Valencia, 2013)
hacen referencia puntual al reconocimiento
de dicha gestión a través del Programa de
Saneamiento Básico Rural en 1962. Por último,
Ana Patricia Quintana Ramírez (2008) registra
la existencia de organizaciones gestoras
del agua desde el año 1925 en el municipio
de Dosquebradas, Risaralda, pero el actual
reconocimiento constitucional a esta gestión se
encuentra en el Artículo 365:
Los servicios públicos son inherentes a la finalidad
social del Estado. Es deber del Estado asegurar
su prestación eficiente a todos los habitantes del
territorio nacional.
Los servicios públicos estarán sometidos al
régimen jurídico que fije la ley, podrán ser
prestados por el Estado, directa o indirectamente,
por comunidades organizadas, o por particulares.
(Const, 1991, art. 365).
El anterior escenario de orden político, legal
y social tiene a las comunidades que han
gestionado y gestionan el agua para el consumo
humano, en la posición de garantes frente al
derecho al acceso al agua y su suministro, sin
que el legislador, el ejecutivo y los demás entes
de control, entre ellos la Superintendencia
de Servicios Públicos y las corporaciones
autónomas regionales, les hagan un tratamiento
diferenciado, sino que las equiparan a los
modelos de gestión empresarial pública, privada
o mixta. Pero es importante preguntarse, ¿las
comunidades organizadas poseen una doble
condición, como garantes y sujetas del derecho al
agua? Me aventuraré a responder positivamente
tomando en consideración argumentos que,
a mi criterio, no han sido interpretados por la
Corte Constitucional y que merecen una especial
alusión. Iniciaré por recordar que la observación
20
número 15 del Pacto de Derechos Económicos
Sociales y Culturales plantea que el agua entraña
libertades y derechos, sobre este último aspecto
expresa que las personas tienen derecho a un
sistema de abastecimiento y gestión que ofrezca
a la población igualdad de oportunidades para
su disfrute (CESCR, 2002).
El Comité señala como elementos normativos
o componentes del derecho: La disponibilidad,
calidad, accesibilidad y no discriminación. Al
desarrollar los dos últimos, indica que el agua,
las instalaciones y los servicios deben estar al
alcance de todos, incluidos los grupos vulnerables
y marginados, y prohíbe la discriminación basada
en condiciones de género, sociales, económicas,
etc.; dispone como obligación básica la
distribución equitativa de las instalaciones y
servicios disponibles, y sobre el mandato de
proteger argumenta la adopción de medidas
legislativas o de otra índole que sean necesarias y
efectivas para impedir que se deniegue el derecho
a la igualdad, evitando la explotación inequitativa
de los recursos de agua (CESCR, 2002).
Pero es importante preguntarse,
¿las comunidades organizadas
poseen una doble condición,
como garantes y sujetas del
derecho al agua?
Para profundizar en los otros atributos que se
desagregan del derecho al agua, es importante
traer a colación el análisis realizado por el relator
especial nombrado por el Consejo de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, quien plantea
que existen dos tipos de servicios: el primero
consiste en la red de tuberías y el otro en
soluciones individuales in situ. Expresa también
que hay diversos modelos de gestión y hace
alusión a proveedores de servicios a pequeña
escala no gubernamentales dirigidos por la
comunidad, reconocidos por el Estado o con un
mandato dictado por él y, finalmente, refiere el
autoabastecimiento (Naciones Unidas, 2015).
En nuestro país, de acuerdo con el inventario
sanitario rural del año 2002, referenciado en
el documento de política económica y social
(Departamento Nacional de Planeación, 2014,
p. 20), se estima que existen 11.500 prestadores
y/o proveedores de los servicios de agua y
saneamiento, de los cuales el 90,5% son
comunitarios, muestra clara y suficiente de un
modelo de gestión del agua que se diferencia en
muchos aspectos del empresarial. Resaltaré en
términos muy generales los pasos que da una
comunidad de vecinos y vecinas para acceder al
agua: primero se gesta el acuerdo colectivo que
da origen a una organización informal o formal;
posteriormente, se solicita el permiso para usar
el agua indicándole a la autoridad ambiental el uso
que se le dará; a continuación construyen directa
o indirectamente el sistema de distribución,
mediante la autogestión o cogestión de recursos
económicos y mano de obra, y, en última instancia,
obtienen el autoabastecimiento del agua,
porque todos son asociados/as, propietarios/
as, beneficiarios/as de la conducción de agua
hasta cada una de las viviendas dispuestas en
el territorio. La forma de potabilizar el líquido se
decide dependiendo en gran medida de los costos
y las condiciones ambientales, se determina, por
ejemplo, el tratamiento del agua desde el sistema
central o la potabilización en cada vivienda. Es
importante mencionar que existen varias formas
de abastecimiento, tal y como lo rastrea en su
informe el relator de Naciones Unidas Léo Heller.
De lo enunciado hasta ahora, se evidencia que las
comunidades gestoras del agua son acreedoras
de un mal reconocimiento por parte de la
institucionalidad, el marco normativo encargado
de regular las diversas actividades que realizan,
entre ellas suministrar agua, no las concibe en
Sede Acueducto Comunitario del Corregimiento de Malagana,
Municipio Mahates, Bolívar.
sus particularidades, no se les significa como
colectivos que de manera auto-gestionaria
garantizan y protegen derechos colectivos, como
lo advierte Santos (Aguiló, 2009).
Hasta ahora los derechos humanos no han dado
suficiente cuenta de la desigualdad y la injusticia
social estructural que produce el modelo
hegemónico de globalización. Esto es así debido
a su carácter marcadamente individualista.
Este sesgo hace que los derechos humanos
colectivos, referidos a pueblos y grupos, como
los derechos ambientales, el derecho al agua
o al territorio, entre otros, nunca hayan tenido
prioridad (Aguiló, 2009, p. 195).
Se puede afirmar que el derecho al agua no
sólo posee una dimensión individual, también
comporta una esfera colectiva, como lo advirtió
la Corte Constitucional para destacar las
obligaciones de respeto, protección y garantía,
de las cuales son titulares las personas
individuales y los colectivos, menciona el
tribunal, que los últimos tienen derecho a la
protección de las fuentes hídricas de las cuales
depende el consumo futuro de agua para las
posteriores generaciones (Corte Constitucional,
2010, p.35), sin embargo, el análisis de los
corporados señala una diferencia entre los
mecanismos de defensa que deben emplearse
en uno u otro caso, es decir, si se trata del
21
derecho individual al agua se debe acudir a la
tutela, de tratarse del derecho colectivo, debe
acudirse a la acción popular, negando con ello,
la fundamentalidad del derecho colectivo al
agua para consumo humano o dicho en otras
palabras, el derecho a la gestión colectiva del
agua con el propósito de suplir las necesidades
personales y domésticas de un colectivo
organizado con tal propósito.
La anterior descripción da lugar a otra pregunta:
¿pueden las comunidades ser autogarantes de
sus derechos? Nuevamente afirmaré que sí,
encontrando el argumento para tal postura en
las teorías críticas de los derechos humanos.
Un exponente de tal discurso es el profesor
David Sánchez Rubio (Sánchez y Senent, 2013),
quien nos invita a confrontar la teoría clásica
de los derechos que los reduce a normas,
instituciones jurídicas y eficacia jurídica estatal.
Bajo esta visión, la gestión que han realizado y
realizan las organizaciones comunitarias para
garantizar la necesidad vital de sus asociados y
asociadas a acceder y contar con el suministro
de agua que les proporcione un consumo
personal y doméstico (incluido, en algunos
casos, sobre todo en zonas rurales, el agrícola a
pequeña escala), es una muestra de la eficacia
no estatal de un sistema de garantías creado
por los comuneros y comuneras del agua,
que les otorga a cada mujer y cada hombre el
derecho a participar democráticamente en la
toma de decisiones sobre los asuntos colectivos
y territorializados del agua.
La gestión comunitaria del agua para
consumo humano en Colombia es una
práctica histórica, democrática, provista de
eficiencia social, entendida como la resolución
progresiva de necesidades básicas de manera
autogestionaria por parte de los colectivos
asentados en territorios rurales o urbanos,
que unen esfuerzos, construyen identidad y
establecen sistemas autónomos para la toma
de decisiones, creando o recreando con dicho
accionar los derechos formalmente concebidos
por la autoridad estatal.
22
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Informe del Relator Especial sobre el Derecho Humano
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y la asociación de usuarios del acueducto regional,
T-2528121 (Corte Constitucional 25 de mayo de 2010).
Tutela instaurada por Pedro Alcides Enciso Ramírez
contra Alcaldìa Municipal de San Martìn (Meta), la
empresa de Servicios Pùblicos Domiciliarios de San
Martìn de los Llanos (Meta) CAFUCHE S.A E.S.P y la
Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliario,
T-4.440.691 (Corte Constitucional 23 de octubre de 2014).
AGUAS PARA LA PROSPERIDAD:
UNA POLÍTICA QUE DISCRIMINA
LA GESTIÓN COMUNITARIA DEL
AGUA EN COLOMBIA
Bibiana Salazar
Asesora jurídica

23
 as comunidades organizadas han
contribuido a la conservación y
preservación de bienes comunes
como el aire, el agua y la tierra,
mediante prácticas ambientales en
los territorios donde se asientan y la construcción
de tejido social entre vecinos y vecinas, uniendo
esfuerzos para la instalación y mantenimiento
de sistemas diversos que posibilitan el acceso
al agua y su suministro para consumo humano
y doméstico, el cultivo de alimentos y la cría
de animales destinados al autoconsumo. Así
afianzan la permanencia de proyectos de vida
a través de formas organizativas comunitarias
que buscan suplir las necesidades básicas de
las personas que las integran y de otras con
quienes se comparten condiciones ambientales,
sociales, culturales y económicas.
El tejido comunitario y su participación en la
prestación de servicios esenciales como el
de acueducto y alcantarillado ha permitido
el desarrollo de veredas, centros poblados y
barrios. La ubicación de personas, familias y
colectivos en territorios específicos depende en
gran medida de las posibilidades de obtener el
líquido vital de manera individual o colectiva;
esta última opción se ha implementado cuando
un conglomerado requiere la captación de
agua de una o varias fuentes. En tal escenario,
la sumatoria de esfuerzos e intereses cobra
un significado importante para planificar el
sistema de captación, conducción y distribución,
obtener recursos económicos y el talento
humano necesario para la construcción y lograr
los acuerdos básicos para la administración y
mantenimiento no sólo del sistema operativo,
sino del entorno natural que provee el agua.
Todo esto se convierte en la columna vertebral
de organizaciones de hecho que por mandato
legal adoptaron o adoptan formas jurídicas
específicas.
24
En las zonas rurales, muchas de las
organizaciones comunitarias que gestionan el
agua tuvieron su génesis a partir de sus prácticas
culturales y ambientales y su ubicación geo-
espacial, ajenas a las políticas y marcos legales
que desde la centralidad se crearon y crean para
regular un mercado de servicios que para ellas
no es otra cosa que la gestión del agua para la
vida y la permanencia en el territorio, a partir
del cubrimiento de necesidades básicas como el
agua, la alimentación y la vivienda.
Algunas comunidades rurales obtuvieron apoyos
estatales del orden nacional o local, provenientes
del sector público o privado, para la construcción
e instalación de sistemas de captación y
conducción de aguas, sin que en su momento
se les condicionara a cumplir exigencias como
la comercialización del servicio, la adopción de
estructuras costosas para recuperar la inversión
o planes de financiación. En el año 1996, el
Gobierno publicó la cartilla “Organicemos
nuestra empresa de acueducto y alcantarillado”
(Ministerio de Desarrollo Económico, 1996),
este texto informa que el Artículo 365 de la
Constitución abre la posibilidad para que dichos
servicios sean prestados por las comunidades
organizadas que se encuentran en las localidades
del país, y expresa que es fundamental entender
el papel que deben desempeñar las comunidades
organizadas que han venido prestando o buscan
prestar el servicio público de agua potable y/o
alcantarillado en sus respectivas localidades.
El texto en mención fue una guía para los
promotores/as del desarrollo, y su objetivo
era lograr la transformación institucional de
las empresas de servicios públicos en las
localidades menores, brindando herramientas
para promover la organización de la comunidad
y la consolidación de empresas. Dicho
instrumento definió la organización comunitaria,
enunció sus diversas formas y los requisitos
legales que debían cumplir para formalizarse,
señalando literalmente lo siguiente: “Por eso
deben conformarse en una ‘organización formal’,
la cual se logra a partir de la constitución de la
empresa”, y luego añade que la obtención de la
personería jurídica las dotará de tal calidad:
Es importante obtener la personería jurídica,
porque como su nombre lo indica, en ese
momento tenemos reconocimiento jurídico,
es decir, ya somos mayores de edad, ya somos
empresa y depende de nosotros el que esa
“fábrica de agua potable” que es el sistema de
acueducto lo manejemos con criterio gerencial
(Ministerio de Desarrollo Económico, 1996).
En tal sentido, lo que las comunidades venían
haciendo por medio del trabajo comunitario y la
gestión ambiental del bien común agua, empezó
a nombrase de otra manera: la organización
comunitaria comenzó a llamarse empresa, el
acceso al agua y su suministro se denominaron
servicio y los intereses comunes se tornaron en
gerenciales. Sin embargo, toda esta información
que se acompañó del marco constitucional y
legal expedido hasta la fecha, no llegó a todos los
territorios y la vida comunitaria siguió su cauce.
Las organizaciones comunitarias reúnen
identidades afines que se conectan entre sí por
su relación con el territorio, los bienes comunes
que lo integran y los intereses colectivos; sus
propósitos son ajenos a los mandatos del mercado.
Así lo reconoció la Corte Constitucional en el año
2003 cuando las diferenció de los particulares y
del ánimo empresarial, al expresar:
Si bien el Artículo 365 de la Carta, al autorizar
que las “comunidades organizadas” pudieran
prestar directa o indirectamente servicios
públicos, no estableció una forma jurídica
específica bajo la cual éstos participarían, sí
distinguió su actividad de aquella que pudieran
prestar los particulares, como lo evidencia el
que el artículo hable tanto de “comunidades
organizadas” como de “particulares.” Así lo
entendió el Legislador en la Ley 142 de 1994, que
al señalar que las “organizaciones autorizadas”
podían participar en la prestación de servicios
públicos domiciliarios, las separó del régimen
aplicable a las empresas de servicios públicos
y de otras formas de organización, inspiradas
principalmente por un interés empresarial. El
desarrollo posterior de la Ley 142 de 1994 en
materia de participación de las “organizaciones
autorizadas” en la prestación de servicios
públicos refleja la especificidad de este
ánimo solidario. Lo anterior no significa que
el concepto de “comunidades organizadas”
sea asimilable al concepto de “organizaciones
autorizadas”, puesto que este último también
puede comprender “particulares” que se
organicen en una forma distinta a una
empresa, en los términos que señale la ley.
(Corte Constitucional, C-741 de 2003, p. 57)
El pronunciamiento citado hace una referencia
clara a la diferencia que existe entre los
prestadores de servicios públicos particulares
o estatales y las comunidades que se organizan
para suplir la necesidad de agua, con el fin de
garantizar así un derecho fundamental a los
ciudadanos y ciudadanas que se radican en
territorios donde la ausencia del Estado es
evidente, en las áreas rurales, en las zonas
periféricas de las ciudades o en lugares donde
la vida de las comunidades se asienta por los
efectos del desplazamiento causado por el
conflicto armado, por el control territorial de
grupos al margen de la ley, por la construcción
de megaproyectos, entre otras situaciones.
El legislador y el ejecutivo, a través de sus marcos
legales y reglamentarios, nombraron la gestión
comunitaria del agua como prestación del
servicio público y denominaron genéricamente a
la comunidad gestora “organización autorizada”;
regularon las actividades que venían desarrollando
consuetudinariamente a través de una ley de
25
servicios públicos dirigida a personas naturales
o jurídicas, pertenecientes al sector público o
privado, sin nombrar la existencia del sector
comunitario, y promovieron un trato igualitario
entre personas y colectivos que merecen un trato
diferenciado que corresponda con sus realidades
históricas, culturales, sociales, ambientales y
económicas.
El trato brindado a las
comunidades gestoras del
agua se traduce en injusticias
que se manifiestan en tres
dimensiones(...): por fallas
en la redistribución, en
el reconocimiento y en la
representación política...
Las políticas nacionales y el desarrollo de
sus directrices a través de normas jurídicas
de todo tipo no reconocen —o hacen un mal
reconocimiento de ellas— a las comunidades
campesinas, de mujeres, indígenas, rurales,
obreras, desplazadas, etc., y a las organizaciones
que estas constituyeron y constituyen para
abastecer, a través de diversos sistemas, el
agua necesaria para la supervivencia y, en
muchos casos, para el desarrollo de actividades
que a pequeña escala permiten garantizar la
alimentación de familias, que de no ser por estas
condiciones de autogestión estarían en la línea de
la extrema pobreza y en un estado generalizado
de vulneración de sus derechos humanos.
El trato brindado a las comunidades gestoras del
agua se traduce en injusticias que se manifiestan
en tres dimensiones, tal y como lo afirma Nancy
Fraser (citada en Rodríguez y Rubio, 2010, p. 157):
por fallas en la redistribución, en el reconocimiento
y en la representación política.
26
El no reconocimiento de las particularidades de las
comunidades que gestionan el agua, incluyendo sus
problemáticas, es una invisibilización que deriva
en la negación de sus derechos fundamentales
individuales y colectivos, a la participación, al
medio ambiente sano, al nombre, a los servicios
públicos, al agua, la alimentación, la salud, los
mínimos vitales, el debido proceso, entre otros.
El constituyente de 1991 estableció como principios
fundamentales la participación, el pluralismo,
el trabajo y la solidaridad, instituyó como fin
del Estado, y por tanto de sus instituciones, la
participación de todos y todas en las decisiones
que los puedan afectar y en la vida económica,
política, administrativa y cultural. Al introducir las
formas de participación democrática expresó:
El Estado contribuirá a la organización, promoción
y capacitación de las asociaciones profesionales,
cívicas, sindicales, comunitarias, juveniles,
benéficas o de utilidad común no gubernamentales,
sin detrimento de su autonomía con el objeto de
que constituyan mecanismos democráticos de
representación en las diferentes instancias de
participación, concertación, control y vigilancia de
la gestión pública que se establezcan. (Constitución
Política de Colombia, 1991, Art. 103)
Los propósitos filosóficos y políticos del
constituyente de 1991 fueron desdibujados por
el legislador del año 1994. El órgano legislativo
introdujo la ley de servicios públicos domiciliarios
(Ley 142 de 1994), se encargó de reglamentar el
ejercicio empresarial para la prestación de servicios
esenciales y no estableció un régimen jurídico
diferenciado para las comunidades organizadas
reconocidas en el Artículo 365 de la Constitución
Política. Dicha situación se evidencia desde el
artículo 10 de dicha ley que prevé la libertad de
empresa, pasando por las definiciones especiales
que introducen conceptos como empresa de
servicios públicos oficial, mixta o privada, y en el
capítulo uno hace alusión a la naturaleza jurídica
de las empresas de servicios públicos y a la
participación de las entidades públicas en ellas.
Al finalizar, se establecen disposiciones para la
transformación de las empresas existentes y para
determinar la viabilidad empresarial de estas o de
quienes estén prestando los servicios.
Las referidas normas entran en conflicto
con aquellas que orientan la actividad de las
comunidades que se organizaron y organizan
bajo la forma de entidades sin ánimo de lucro,
en particular con la Ley 454 de 1998, que define
así la economía solidaria:
[un] sistema socioeconómico, cultural y
ambiental conformado por el conjunto de
fuerzas sociales organizadas en formas
asociativas identificadas por prácticas
autogestionarias solidarias, democráticas
y humanistas, sin ánimo de lucro para el
desarrollo integral del ser humano como
sujeto, actor y fin de la economía. (Congreso
de la República, 1998)
Las normas jurídicas impuestas a las comunidades
organizadas que gestionan el agua para consumo
humano, se caracterizan por su dispersión, por
ocuparse de diferentes materias (ambientales,
tributarias, de servicios, de riesgos, etc.), por
estar ubicadas en rangos jerárquicos diferentes,
y por ser contradictorias e incluso inaplicables
dada la naturaleza de las organizaciones que se
conforman. Un ejemplo de ello es la pretendida
aplicación de los criterios que orientan la fórmula de
tarifas, concretamente la denominada suficiencia
financiera, cuyo objeto es la remuneración del
patrimonio de los accionistas en la misma forma
que los habría remunerado una empresa eficiente
en un sector de riesgo comparable (Congreso de la
República, 1994).
No cabe duda que adecuar la interpretación
de esta norma a los sentidos y propósitos de
las organizaciones comunitarias es una labor
completamente arriesgada e imposible desde
la técnica jurídica, a no ser que se le cambie
completamente el sentido.
Los lineamientos diseñados por
el Consejo Nacional de Política
Económica y Social (Conpes), en los
años 2005, 2007 y 2014, orientan
el manejo empresarial del agua y
el saneamiento básico a través de
formas organizativas societarias
con ámbito de operación regional (...)
pone como condición indispensable
la eficiencia concebida en términos
económicosytécnicos,sinincorporar
una mirada al componente social y
al enfoque de derechos.
La apropiación social del conocimiento político-
normativo por parte de quienes integran las
comunidades no ha sido una constante, entre
las posibles causas de este hecho se destacan la
ausencia de la institucionalidad en los territorios
y la falta de promoción y apoyo a la gestión por
parte de los organismos directamente obligados.
Esta situación trae como consecuencia lecturas
disímiles frente a las problemáticas, impotencia
frente a las exigencias planteadas por el Estado y
una sensación de injusticia en el trato otorgado,
cuando se analiza la redistribución de recursos,
se imponen sanciones por el incumplimiento de
los mandatos normativos o se diseñan políticas
excluyentes e indiferenciadas, por mencionar
sólo algunos aspectos.
Los lineamientos diseñados por el Consejo
Nacional de Política Económica y Social (Conpes),
en los años 2005, 2007 y 2014, orientan el manejo
empresarial del agua y el saneamiento básico a
través de formas organizativas societarias con
ámbito de operación regional, lo cual pretende
27
Acueducto Filo Verde, Municipio de Barbosa, Antioquia.
una inclusión de los entes municipales y de las
comunidades organizadas u organizaciones
autorizadas siempre y cuando se acojan a las
directrices trazadas, pero pone como condición
indispensable la eficiencia concebida en
términos económicos y técnicos, sin incorporar
una mirada al componente social y al enfoque de
derechos.
Las comunidades gestoras del agua han
garantizado el acceso y suministro del líquido a
una amplia y diversa población, se encuentran
legitimadas por la suma de voluntades y la
unión de esfuerzos para proveerse de los bienes
ambientales necesarios para la subsistencia,
implementando sistemas técnicos, organizativos,
administrativos y económicos acordes con sus
prácticas sociales y culturales. Su permanencia
en el tiempo las identifica como un modelo de
eficiencia social que garantiza los presupuestos
planteados por la observación número 15 del
Pacto de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales que determina lo siguiente:
10. El derecho al agua entraña tanto libertades
como derechos. Las libertades son el derecho
a mantener el acceso a un suministro de agua
28
necesario para ejercer el derecho al agua y el
derecho a no ser objeto de injerencias, como
por ejemplo, a no sufrir cortes arbitrarios del
suministro o a la no contaminación de los
recursos hídricos. En cambio, los derechos
comprenden el derecho a un sistema de
abastecimiento y gestión del agua que ofrezca
a la población iguales oportunidades de
disfrutar del derecho al agua. (CESCR, 1966)
La normatividad internacional
sobre el derecho humano al
agua impone como obligación
a los Estados el respeto por
los sistemas consuetudinarios
y tradicionales de distribución
de agua, y abstenerse de
toda práctica o actividad que
restrinja el acceso al agua en
condiciones de igualdad.
La normatividad internacional sobre el derecho
humano al agua impone como obligación
a los Estados el respeto por los sistemas
consuetudinarios y tradicionales de distribución
de agua, y abstenerse de toda práctica o actividad
que restrinja el acceso al agua en condiciones
de igualdad. Así mismo asigna obligaciones,
como la adopción de medidas legislativas y/o
administrativas para impedir la negación del
derecho o cualquiera de los elementos que lo
componen como: el acceso, la asequibilidad, la
salubridad, entre otros. La observación también
hace referencia a las condiciones de igualdad en
el acceso equitativo a las fuentes y sistemas de
distribución, incorporando enfoques de género y
diferenciales.
Pese al concreto y generoso marco internacional
y nacional que reconoce el acceso al agua y su
suministro y la participación de las comunidades
en su gestión como derechos humanos, los
modelos de gestión comunitaria continúan
invisibilizados, sujetos a un trato discriminatorio
que atenta contra los derechos fundamentales
de asociación, reconocimiento a la personalidad
jurídica, la autonomía, la promoción, el
fortalecimiento y la participación, y al agua en
condiciones dignas y justas.
Referencias
Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (CESCR) de Naciones
Unidas (1966). Pacto de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales. Recuperado de: http://www.
derechoshumanos.net/normativa/normas/1966-Pa
ctoDerechosEconomicosSocialesyCulturales.htm
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(1994). Ley 142 de 1994. Servicios Públiocs
Domiciliarios. Por la cual se establece el régimen
de los servicios públicos domiciliarios y se
dictan otras disposiciones. Diario Oficial, 41.433.
Recuperado de: http://www.secretariasenado.
gov.co/senado/basedoc/ley_0142_1994.html
Congreso de la República de Colombia
(1998). Ley 454 de 1998. Por la cual se determina
el marco conceptual que regula la economía
solidaria […], y se expiden otras disposiciones.
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www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/
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03. Demanda de inconstitucionalidad contra los
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gov.co/RELATORIA/2003/C-741-03.htm
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Viceministerio de Vivienda, Desarrollo Urbano
y Agua Potable, Dirección de Agua Potable
y Saneamiento Básico (1996). Organicemos
nuestra empresa de acueducto y alcantarillado.
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http://www.ircwash.org/sites/default/files/202.2-
96OR-14618.pdf
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Debate redistribución y reconocimiento: Hacia un
feminismo posmoderno de oposición. Mediações,
Londrina, 15(2), 148-165. Recuperado de: http://
www.uel.br/revistas/uel/index.php/mediacoes/
article/viewFile/8238/7160
29
 TECNOLOGÍAS INAPROPIADAS Y
AMENAZAS A LA AUTONOMÍA
EN LAS COMUNIDADES
ORGANIZADAS.
John Jairo Correa
Ingeniero sanitario

30
 omo lo muestran las más recientes
estadísticas levantadas en el país, la
mayoría de las familias campesinas
colombianas no acceden al derecho
humano fundamental al agua:
disponer de ella en forma suficiente, salubre,
aceptable, accesible y asequible para el uso
personal y doméstico y para mantener la
economía básica que da el sustento a sus vidas.
El Censo Agrario de 2014 da cuenta de esta
situación, dice que: “A pesar del alto acceso
(93,6%) que tienen las UPA (Unidades de
Producción Agropecuaria) al agua, el 54,2%
de las UPA del área rural dispersa censada
manifestaron tener dificultad en el uso del
agua para el desarrollo de sus actividades
agropecuarias”. Y agrega “que los productores
declararon tener dificultades en el uso del agua
por escasez en un 56,4%, seguida por que no hay
infraestructura con 21,8% y por contaminación
6,2%” (DANE, 2014a).
En la Encuesta Nacional de Calidad de Vida
del año 2013 elaborada por el DANE (2014b),
se aprecia la condición de precariedad de las
comunidades campesinas en cuanto al acceso a
los servicios de agua y alcantarillado: en el año
2013 la cobertura de servicio de acueducto en
las cabeceras municipales fue de 96,8% y en el
resto (la zona rural), de 58,7%, y la cobertura del
servicio de alcantarillado para el mismo año en
las cabeceras fue de 92,4% y para la zona rural
la cobertura fue de 16%. Los datos muestran
la realidad de abandono y discriminación de la
población campesina en el país. Las diferencias
con las zonas urbanas en la prestación de estos
derechos son abismales, un desequilibrio que
Acueducto Piedra Moler, Municipio de Támesis, Antioquia.
obedece a que en el modelo de desarrollo
aplicado en el país se ha privilegiado las zonas
urbanas, mientras que las zonas rurales
campesinas han sido convertidas en fuente de
suministro de los recursos y servicios para las
primeras.
Las familias campesinas se ven sujetas a
múltiples amenazas que conducen al despojo
de su hábitat, de su territorio rural campesino¹,
por el sistema social y político neoliberal
extractivista y patriarcal enfocado a la producción
agroindustrial, a la extracción minero-energética
de los bienes comunes, la ganaderización
y otros usos del suelo incompatibles con el
hábitat campesino. La lógica del progreso
actual contribuye al desplazamiento de las
comunidades campesinas, ya que concibe
como prioridad el crecimiento urbano y, en
consecuencia, el campo se ve sometido a
la explotación de recursos y prestación de
servicios y actividades para el desarrollo urbano
como el crecimiento inmobiliario, los espacios

1. El territorio rural campesino se entiende como el espacio donde: “el campesino produce relaciones sociales y territoriales
específicas, que se expresa y visualiza en un Hábitat rural - campesino. Se percibe como un tejido entre fincas campesinas que
comparten la vocación agropecuaria, una tradición cultural y un espacio construido con sus propias manos. Se enuncia como
paisaje y en él se manifiesta una totalidad campesina que también es singular y particular, y se expresa de maneras diferentes
según sean las veredas, los corregimientos o el sistema productivo que lo sustente”. (Corporación Penca de Sábila, 2014).

31
para la disposición de los residuos sólidos y
líquidos, la construcción de fincas de recreo, el
equipamiento para los puertos secos, etc. Por
otra parte, los campesinos y campesinas son
las que han sufrido las mayores consecuencias
de la guerra con el despojo de sus tierras, el
desplazamiento de sus territorios y el asesinato
de miles de sus pobladores, por el conflicto
armado que, históricamente, se ha desarrollado
en el medio rural colombiano.
De otro lado, las presiones de las políticas
públicas que promueven la privatización del
agua y de los servicios públicos como la Ley
142 de 1994 y las subsiguientes, también
contribuyen al desplazamiento de campesinos/
as, puesto que ignoran la existencia de la gestión
comunitaria del agua a través de sus acueductos
comunitarios, que les han permitido acceder al
agua y suministrarla para todos los usos que
requiere la vida y la economía campesinas.
En el ámbito técnico y tecnológico —tema sobre
el cual se pone el énfasis en este escrito—, este
modelo ha concebido y establecido el acceso
al agua y su suministro con iguales criterios
técnicos y tecnologías para los sectores urbano
y rural, desconociendo las enormes diferencias
entre ellos, como por ejemplo los usos
múltiples que requiere la finca campesina²
para garantizar la permanencia de su economía
y modo de vida.
El enfoque salubrista
En nuestro país, el acceso al agua y su suministro
se trabajan con base en un enfoque salubrista,
que se entiende como aquel que
2. “La finca campesina no sólo es productiva, es una unidad integral que reúne la vivienda, el espacio para el trabajo, las relaciones
afectivas, la reproducción social y familiar, la alimentación, las relaciones familiares y sociales, el descanso, el espacio para el
crecimiento y el desarrollo de hombres y mujeres que conforman las diferentes familias campesinas” (Corporación Penca de
Sábila, 2014).
32
contribuye al mejoramiento de la
calidad de vida mediante una prestación
eficiente y óptima de los servicios de
agua potable y saneamiento básico para
coadyuvar a reducir la morbilidad y
mortalidad originadas por enfermedades
producidas por consumo de agua no apta
y por la contaminación de excretas.
(Departamento Nacional de Planeación,
Comisión Reguladora de Agua, 1997)
Para las comunidades rurales este enfoque
no es pertinente, puesto que solo se centra
en entregar agua potable para aliviar las
enfermedades transmitidas por el agua y limita
la posibilidad de usarla para otras actividades
que requiere la familia campesina y que son
vitales para su sustento, como en las labores
agrícolas y pecuarias, la huerta casera, la
piscicultura a pequeña escala, la crianza y
levante de ganado porcino y vacuno, la cría de
gallinas y el beneficiadero del café de pequeños
cultivadores.
Sobre este enfoque se han fundamentado
las políticas, los reglamentos técnicos y el
desarrollo tecnológico para la construcción de
acueductos y alcantarillados y el saneamiento
básico rural en el país. Este enfoque no es
pertinente porque sustenta el suministro de
agua apta para consumo humano mediante
acueductos centralizados con tratamiento de
agua con igual diseño para áreas urbanas y
rurales. Según argumentan sus defensores,
el sistema es más funcional y facilita que los
sistemas de salud controlen y vigilen el agua.
Sobre esta lógica de acueducto centralizado
con tratamientos de coagulación-floculación
química, filtración rápida y desinfección con
cloro se ha uniformado la tecnología de acceso y
suministro de agua a las comunidades urbanas,
periurbanas rurales y campesinas.
Las familias campesinas tienen el derecho a
consumir agua apta para consumo humano,
por lo que se requiere un enfoque que abarque
las necesidades del acceso y suministro
de agua para el sustento vital de la familia
campesina y apta para consumo humano, y que
entienda las dimensiones sociales, culturales,
económicas y ambientales del territorio
campesino y rural. La aplicación del enfoque
salubrista y de los tratamientos del agua
centralizada y distribuida por una red única de
acueducto para cubrir las necesidades de las
comunidades campesinas ha generado que
muchos de estos sistemas de acueducto, que
se han montado bajo esta tecnología y sin la
consulta participativa de las comunidades en su
diseño y construcción, se encuentren en total
abandono o se utilicen con muy baja eficiencia,
pues no son infraestructuras apropiadas para
el contexto cultural y las condiciones biofísicas
del territorio. No están acordes con la visión
comunitaria de la autogestión del agua y la
manera como ella se almacena, se transporta y
se higieniza según las condiciones específicas
de cada comunidad y territorio.
Las infraestructuras son instrumentos que
materializan una determinada perspectiva. Una
de las formas de privatización está relacionada
con el monopolio y la imposición de tecnologías.
Este enfoque salubrista que no consulta las
características específicas de cada comunidad,
territorio y organización, cercena la autonomía y el
3. Datos tomados del Inventario Sanitario Rural. Región Centro-Oriente. El cual fue realizado sobre 12.704 localidades rurales
del país, de 765 municipios (75 %) del total nacional, y sobre 8.203.813 habitantes, alrededor del 67,5 % de la población rural del
país localizada en 22 de los 32 departamentos (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, UNICEF, 2006).
derecho a la autogestión y a la diversidad de las
formas que asume. Esta afirmación se valida con
base en los datos del Inventario Sanitario Rural
dado a conocer en el año 2006 por el Viceministerio
de Agua y Saneamiento³, el cual afirma que,
durante ese periodo, de 682 plantas de tratamiento
de agua potable en la zona rural, no funcionaban
444. También se valida a partir de la experiencia
del acompañamiento que hace la Corporación
Penca de Sábila a los acueductos comunitarios
en el departamento de Antioquia, en la que se ha
constatado que los sistemas centralizados, que
solo entregan agua potabilizada, son rechazados
porque son impuestos y las comunidades
campesinas tendrían que desarrollar capacidades
técnicas para operarlas, y en muchas ocasiones la
institucionalidad de manera irresponsable enclava
estas tecnologías en territorio rural sin ningún
tipo de transferencia y capacitación. Sumado a
esto el agua tratada contiene cloro residual que
afecta la pequeña producción agropecuaria y de
piscicultura.
Tecnologías inapropiadas para el acceso
al agua y su suministro a las comunidades
campesinas
Otro asunto para considerar es que el costo de
la operación y mantenimiento de la planta de
tratamiento es muy alto para el presupuesto
familiar, ya que las familias tendrían que
cubrir el operario de medio tiempo o tiempo
completo, según sea el tamaño del acueducto,
y suministrar los insumos químicos para
el tratamiento del agua. Y, aunado al factor
económico, la comunidad se da cuenta del
desperdicio de los recursos económicos y
33
humanos y lo absurdo que significa usar el agua
tratada con cloro para alimentar los animales,
regar la huerta, lavar el café o incluso para
limpiar las marraneras.

La familia campesina aprovecha el agua

para usos múltiples: domésticos (lavado de
ropas, alimentación, higiene personal), para
realizar actividades productivas enfocadas al
autoconsumo y a generar los ingresos básicos
por medio de la producción agrícola y pecuaria
(gallinas, uno o dos cerdos, una vaca, un
estanque de piscicultura, etc.).
El agua potable se usa principalmente para el
consumo de la familia, que es la cantidad menor
del total requerido en la finca campesina.
Ante esta realidad, la familia prefiere tener
agua para las actividades productivas y
solucionar la necesidad de consumo mediante
el hervido u otros métodos de desinfección.
Esta consideración no se establece cuando se
proyectan los diseños de los acueductos rurales
o se proyecta mejorarlos con los sistemas de
tratamiento para potabilizar el agua, lo que
conduce a que los sistemas de tratamiento no
se usen y terminen abandonados.
Desde la década de los ochenta y especialmente
en los últimos 20 años, se cuenta con iniciativas
de investigación, experiencias prácticas y
enfoques metodológicos realizados por
organizaciones sociales y académicas nacionales
e internacionales. En Colombia, el Instituto de
Investigación y Desarrollo en Abastecimiento de
Agua, Saneamiento Ambiental y Conservación
de Recursos Hídricos (CINARA), adscrito a la
Universidad del Valle, ha sido pionero en el
desarrollo de proyectos que consideran que el
Instalación filtro de bioarena. Vereda Buena Vista, Municipio de
La Unión, Antioquia.
acceso al agua y su suministro deben contener
los usos múltiples4 que requiere la familia
campesina para mejorar su condición de vida.
Es necesario cambiar la manera como se ha
enfocado el suministro y el acceso al agua
para las comunidades campesinas, así como
reconocer que no se pueden aplicar a las
poblaciones rurales las mismas tecnologías con
las que se suministra el agua a las poblaciones
urbanas. En el campo se requieren tecnologías
que creen la mínima dependencia de insumos y
asesorías que se hallan por fuera del territorio,
que las comunidades campesinas puedan
operarlas y manejarlas, que respondan a las
condiciones económicas, sociales y ecológicas
del territorio, es decir, las tecnologías que
generalmente se han denominado apropiadas.
Entender que el país es de regiones diversas y que
cada microcuenca que abastece un acueducto
se comporta de manera diferente y única con
respecto a la oferta y la demanda de agua en
ese territorio, es fundamental para proyectar

4.‘Un enfoque participativo, integrado, para reducir la pobreza en zonas rurales y periurbanas, que toma las múltiples
necesidades de agua de la gente como punto de partida para proporcionar servicios integrales, que traspasen las barreras
sectoriales, convencionales, de los sectores doméstico y productivo’ (Koppen et al., 2010).

34
los sistemas de abastecimiento, considerando
que una comunidad se puede abastecer de
múltiples fuentes y que lo fundamental es que
las comunidades participen en el proyecto, que
es para ellas, desde el mismo principio de las
propuestas del diseño, y en la construcción de las
obras y se reconozca el conocimiento ancestral
del territorio que han acumulado a lo largo de las
generaciones que lo han habitado.
La finca campesina debe tener la posibilidad de
acceder a dos tipos de agua: una potable para
el consumo humano y otra para desarrollar
las actividades productivas que no requieren
la calidad de potable. Es necesario adecuar la
tecnología para cubrir estas necesidades, la
cual ya se ha desarrollado en el país y en otros
lugares del mundo, como la construcción de
dos redes para el transporte de las dos aguas,
la construcción de sistemas individuales para
tratar el agua para el consumo humano y otras
propuestas que se adecuan a cada territorio con
sus necesidades particulares. Lo que no se puede
continuar haciendo es montar proyectos que van
a terminar abandonados por las comunidades
y que solo propician la corrupción y prácticas
clientelistas de los funcionarios estatales y los
contratistas que los construyen.
La finca campesina puede, con el acompañamiento
y el apoyo económico y educativo requerido,
manejar los residuos líquidos de tal manera
que el agua que ingresa se reutilice en el predio
en la mayor cantidad posible y que se entregue
con la mínima contaminación, de modo que no
cause deterioro a la fuente receptora. Esto se
puede lograr con una adecuada separación de los
residuos líquidos y el tratamiento correspondiente
mediante biofiltros, pozos sépticos y sistemas
secos para tratar las excretas, y el tratamiento
de los residuos producidos por las actividades
productivas con las diversas propuestas existentes
ya probadas de tecnologías apropiadas.
Referencias
Corporación Penca de Sábila (2014, octubre).
Unidades de Planeación Rural Campesinas
(UPRCampesinas), Área para la Producción Agrícola
(APA) y Macroproyecto “Medellín Campesino”.
Propuesta presentada al proceso de revisión y ajuste
del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín.
Departamento Administrativo Nacional
de Estadística (DANE) (2014a). Censo Nacional
Agropecuario 2014. Recuperado de: https://www.
dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/
agropecuario/censo-nacional-agropecuario-2014
Departamento Administrativo Nacional
de Estadística (DANE) (2014b, marzo). Encuesta
Nacional de Calidad de Vida 2013 (ECV). Año 2012-
2013. Datos definitivos. Recuperado de: https://www.
dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/
calidad_vida/Boletin_Prensa_ECV_2013.pdf
Departamento Nacional de Planeación
(DNP), Comisión Reguladora de Agua (1997, agosto).
Análisis del sector de agua potable y saneamiento
en Colombia. Plan Regional de Inversiones en
Ambiente y Salud. Serie Análisis N.º 11. Bogotá:
Comisión Reguladora de Agua - Departamento
Nacional de Planeación Financiera de Desarrollo
Territorial, - Ministerio de Desarrollo Económico,
Ministerio de Medio Ambiente, Superintendencia
de Servicios Públicos.
Koppen, B. van; Smits, S.; Moriarty, P.;
Penning de Vries, F.; Mikhail, M.; Boelee, E. (2010).
Ascendiendo la escala del agua: Servicios de
abastecimiento de agua de usos múltiples para la
reducción de la pobreza. La Haya, Países Bajos: IRC
Centro Internacional de Agua Potable y Saneamiento
e Instituto Internacional para la Gestión del Agua.
Serie TP, n.º 52.
Ministerio de Ambiente, Vivienda y
Desarrollo Territorial, UNICEF (2006). Resultados
Inventario Sanitario Rural. Región Centro-Oriente.
Bogotá: Minambiente, Unicef. Recuperado de:
http://biblovirtual.minambiente.gov.co:3000/DOCS/
MEMORIA/MAVDT-0158/MAVDT-0158.pdf
35
 LA EFICIENCIA SOCIAL DE
LA GESTIÓN COMUNITARIA
DEL AGUA
María Isabel Arenas
Trabajadora social

36
 a gestión comunitaria del agua se
puede entender como las acciones
que realizan los habitantes o la
comunidad de una población ubicada
en zona rural, peri urbana o urbana,
de un municipio o ciudad, para garantizarse
el acceso al agua y su suministro. La forma de
hacerlo es a través de la organización comunitaria
sin ánimo de lucro que conforman, y el sistema
que construyen para desarrollar dicha gestión se
denomina acueducto comunitario.
En Colombia es posible la prestación del
servicio público del agua a través de esta figura,
así lo establece la Constitución Política en su
Artículo 365: “Los servicios públicos estarán
sometidos al régimen jurídico que fije la ley,
podrán ser prestados por el Estado, directa o
indirectamente, por comunidades organizadas,
o por particulares”. Igualmente lo expresa la Ley
142 de 1994 en su artículo 15.4¹,reglamentado por
el Decreto nacional 421 de 2000.
La normatividad mencionada fundamenta la
prestación de los servicios públicos domiciliarios
en el principio de eficiencia, asumido desde una
perspectiva economicista, el cual obliga a la
correcta asignación y utilización de los recursos,
de tal forma que se garantice la prestación del
servicio al menor costo económico para generar
mayor rentabilidad.
Hablar de eficiencia económica es basar la
prestación del servicio público domiciliario en el
modelo empresarial, lo cual excluye la comunidad
organizada al no tener en cuenta que su gestión
se fundamenta en la economía solidaria sin
ánimo de lucro. La gestión de los acueductos
comunitarios no tiene como finalidad principal la
rentabilidad sino la eficiencia social, a través de
1. Esta es la norma que regula la prestación de los servicios públicos domiciliarios en Colombia, los cuales corresponden a
acueducto, alcantarillado, aseo, energía eléctrica, gas combustible y telecomunicaciones.
la cual estos brindan diversos beneficios a sus
comunidades a partir de la gestión que realizan.
La eficiencia social
Se abordará el concepto de eficiencia social,
dejando en claro que es un término complejo
en cuanto a su significación en el campo de las
ciencias económicas, que de alguna manera la
sitúa en un lugar abstracto por el vínculo que esta
establece con lo social en términos de satisfacción
y bienestar.
La eficiencia, aun con las variadas significaciones
que este término engloba, puede definirse como
la forma en que se logran los objetivos propuestos
con los costos más bajos (gastos) o el mínimo de
recursos (agua).
En la Conferencia Anual de la ONU realizada en
Zaragoza, España, denominada “Preparando el
Día Mundial del Agua 2014. Alianzas para mejorar
el acceso, la eficiencia y la sostenibilidad del agua
y la energía”, se definió:
La eficiencia en el uso del agua es un concepto
de múltiples facetas. Significa “hacer más
y mejor con menos” mediante la obtención
de más valor con los recursos disponibles,
reduciendo el consumo de recursos y la
contaminación y el impacto ambiental del
uso del agua para la producción de bienes y
servicios en cada etapa de la cadena de valor
y de la prestación de servicios de agua.
La mejora de la eficiencia en el uso del agua
significa aumentar la productividad del agua;
es decir, reducir la intensidad de uso del agua
y de la contaminación de las actividades socio-
económicas a través de la maximización
del valor de los usos del agua, mejorar la
 asignación del agua entre los diferentes usos a
fin de obtener un mayor valor socioeconómico
por gota de agua —garantizando los usos
ambientales—, y mejorar la eficiencia técnica
de los servicios de agua y la eficiencia en la
gestión de su prestación durante todo el ciclo
de vida completo. (UNEP, 2014, p. 1)
(...) los costos para los
acueductos comunitarios no
se expresan solo en términos
de dinero (...), razón por la
cual la eficiencia social podría
definirse en términos del
cumplimiento de objetivos
socialmente deseables.
La anterior es una definición mercantilista
y comercializadora del agua, contraria a la
valoración que hacen los acueductos comunitarios
para quienes el agua es un bien común y cuyas
variables (costos y recursos), que permiten
valorar la eficiencia, no están relacionadas con
la rentabilidad o las ganancias económicas.
En ese sentido, los costos para los acueductos
comunitarios no se expresan solo en términos
de dinero, es posible hablar de ellos como bienes
tangibles (materiales) e intangibles (que no se
ven), es decir, el costo puede hacer referencia
al uso del tiempo invertido en una actividad,
la participación y la cooperación, etc., razón
por la cual la eficiencia social podría definirse
en términos del cumplimiento de objetivos
socialmente deseables.
Algunos autores que trabajan el tema de las
cooperativas y organizaciones sin ánimo de lucro
relacionan el concepto de eficiencia social con la
actividad de las organizaciones, en función del
cumplimiento de su misión y objetivos (Gómez,
38
2011). La posibilidad de dar cuenta de la eficiencia
social en las organizaciones comunitarias que
gestionan el agua, o acueductos comunitarios, se
establece teniendo en cuenta, como mínimo, tres
indicadores: la permanencia territorial, la base
social y los vínculos externos (Gómez, 2011).
Acueductos comunitarios y eficiencia
social
Una de las mayores fortalezas de los acueductos
comunitarios es la eficiencia social. Hacemos
entonces una relación de los indicadores
anteriormente mencionados con la gestión
comunitaria del agua que realizan dichas
organizaciones, y de esta manera reconocer y
promover los logros sociales que fortalecen y
hacen posible su gestión.
1. Permanencia territorial: Los acueductos
comunitarios están conformados por un grupo
de vecinas y vecinos que se unieron en torno a un
objetivo común: tener el agua en sus casas. Es así
como durante años, a través de la autogestión, han
logrado garantizarse el acceso y suministro al agua,
lo que les ha permitido tener una forma de vida digna
e integrar la comunidad alrededor de prácticas que
posibilitan que los asociados y asociadas se apropien
de la organización comunitaria y el territorio y se
identifiquen con ellos.
La eficiencia social en este indicador se puede
asumir en términos de recursos o bienes
intangibles, como la identidad, que es el
sentimiento arraigado en la comunidad que deja
como resultado una organización comunitaria
establecida y consolidada en el territorio; el
tiempo, mirado en términos de los aportes de cada
asociado/a que asume cargos de representación
e invierte voluntariamente en la organización
para garantizar el funcionamiento técnico del
acueducto y el bienestar de la comunidad, y los
saberes ancestrales y populares, que garantizan
que la gestión comunitaria del agua se transmita
de generación en generación, lo que deja como
resultado la existencia de aproximadamente
15.000 acueductos comunitarios en el país. Es
menester también estimar la eficiencia social en
recursos o bienes tangibles, y entre estos tenemos
en cuenta lo que los acueductos comunitarios
han logrado concretar en muchos años como
son las infraestructuras, los terrenos adquiridos
cerca a las fuentes para su cuidado, protección
y preservación, los inmuebles y todo aquello
material que es considerado el patrimonio de la
organización.
2. La base social: También se reconoce
en nuestro contexto como el tejido social,
constituido por las personas asociadas y
beneficiarias de los acueductos comunitarios,
que mancomunadamente trabajan por mejorar,
fortalecer y garantizar la permanencia de la
gestión comunitaria del agua en el territorio, y
constituido además por los colectivos y entidades
externas que se identifican con el enfoque
comunitario y los principios de la organización.
Este indicador tiene un valor intangible, pues
la eficiencia social se estima a partir de los
principios que las organizaciones han consignado
en sus acuerdos o estatutos²: la participación
y el consenso, garantizados en una estructura
asamblearia y organizativa que permite el diálogo y
la toma de decisiones en plenaria y en democracia;
la equidad de género, que valora y reconoce el
lugar de las mujeres en los procesos organizativos,
resignificando cada vez su participación en
los cargos de representación, los espacios de
poder y la toma de decisiones; la solidaridad y la
transparencia, que permiten construir la confianza
2. Los estatutos son los acuerdos a los que llegan quienes conforman la asociación. Los principios tenidos en cuenta en este texto
son algunos de los consignados en los estatutos de diferentes asociaciones de acueductos comunitarios que participan en los
espacios de formación, acompañamiento y asesoría que brinda la Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila.
y seguridad en la labor y el servicio que le presta
el acueducto a la comunidad; la multiculturalidad,
que posibilita la inclusión de los diferentes grupos
étnicos y culturales existentes en la población y el
respeto por las diferencias en las formas de ser y
hacer en los territorios; la libertad de asociación,
que garantiza la autonomía para hacer parte de las
organizaciones, y el no partidismo, que garantiza
que los actos politiqueros de las instituciones no
puedan influir ni distorsionar la autonomía de las
organizaciones.
Todo lo anterior constituye un accionar incluyente
en el territorio que hace que las comunidades
sientan un vínculo especial con el acueducto,
y deja resultados como la capacidad de las
comunidades de autogestionar recursos para
fortalecerse, dar cuotas adicionales si se requieren
para hacer mejoras en la infraestructura, hacer
convites, bingos o actividades para obtener
recursos, hacer campañas para el cuidado del
medioambiente, velar por el respeto de los valores
culturales y los derechos humanos, adelantar
campañas para defender la organización frente
a las amenazas externas como la privatización,
y promover la participación de la comunidad en
espacios públicos de debate y deliberación como
los concejos municipales, entre otros.
3. Los vínculos externos: Son las
articulaciones que se establecen con
organizaciones afines, con las cuales se pueden
generar acciones que mediante asesorías,
acompañamiento e intercambio de experiencias
y de conocimientos garantizan el fortalecimiento
de las organizaciones comunitarias y una base o
tejido social más grande y consolidado. Mediante
la alianza con otros acueductos comunitarios,
39
asociaciones, redes, ONG, organizaciones
nacionales e internacionales, movimientos, etc.,
basada en el respeto y la autonomía, se promueven
estrategias para la defensa de la gestión comunitaria
y la protección de los territorios y del agua, con el
fin de establecer formas de economía solidaria
que les permitan mejorar y fortalecer los sistemas
y la organización, la democracia participativa, la
defensa de los derechos individuales y colectivos y
las iniciativas comunitarias.
Aportes de la gestión comunitaria del agua
en Colombia desde la eficiencia social
La permanencia territorial, la base social y
los vínculos externos son solo algunos de los
indicadores, pero son los más significativos, en
términos de estimar la capacidad de eficiencia
social que los acueductos comunitarios
establecen en el sector de la prestación de
servicios públicos domiciliarios, a partir de la
gestión comunitaria del agua. De ahí que se
puedan establecer algunos aportes importantes
desde esta gestión como:
Recorrido territorial en el marco del VI Encuentro Nacional de Acueductos Comunitarios. Acueducto Multiveredal Rodrigo Arenas Betancur,
Municipio de Fredonia, Antioquia.
40
• El cubrimiento de las necesidades básicas y el
mejoramiento de calidad de vida de los asociados
y beneficiarios, garantizando el servicio a la
comunidad, que generalmente se encuentra en
condiciones de pobreza o exclusión.
• La apropiación del territorio por parte de las
comunidades asumiendo la autogestión del agua,
promoviendo la participación en los espacios
de planeación del territorio y garantizando la
conservación, preservación y cuidado de los
ecosistemas.
• El fortalecimiento y la garantía de la cultura
campesina, pues los acueductos comunitarios
ubicados en las zonas rurales, mediante el
suministro de agua, garantizan la producción
de alimentos para la familia, la comunidad y
los mercados.
• La promoción de valores como la cooperación,
la concertación, el diálogo y la conciliación
para la resolución de conflictos en la
organización y en las comunidades, así como
para la garantía de la paz y la convivencia en
nuestros territorios.
 • La capacidad de las comunidades para
participar en espacios de incidencia política,
como por ejemplo en la formulación de
acuerdos público-comunitarios o políticas
públicas del agua —que varias asociaciones
municipales de acueductos comunitarios en
el departamento de Antioquia han logrado
poner en las agendas públicas municipales—
y la construcción de una ley propia nacional, a
cuya elaboración aportan todos los acueductos
comunitarios articulados a la Red Nacional de
Acueductos Comunitarios de Colombia.
En conclusión, la gestión comunitaria del agua
no puede verse solamente como un vínculo
entre acueductos comunitarios y agua cuyos
únicos objetivos sean la prestación del servicio
y la eficiencia económica impuesta por la
normatividad actual, es necesario reconocer
y visibilizar que alrededor de este servicio se
organizan prácticas sociales y culturales, en
un intercambio de conocimiento e innovación
populares que han pasado de generación en
generación.
Como lo expresa la Red Nacional de Acueductos
Comunitarios de Colombia (2014): “Reiteramos
que nuestra fortaleza es la eficiencia social, en
donde el trabajo mancomunado de nuestros
usuarios que son a la vez asociados, es lo
que nos hace fuertes y nos ha hecho que nos
mantengamos como acueductos comunitarios
durante décadas”.
Referencias
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Sociales de Naciones Unidas (ONU-DAES) (2014).
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informativa. Conferencia Anual 2014 de ONU
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Agua 2014. Alianzas para mejorar el acceso, la
eficiencia y la sostenibilidad del agua y la energía.
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2016].
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jurídico de las empresas de servicios públicos
domiciliarios y la participación de los usuarios
bajo el nuevo modelo constitucional del Estado
social de derecho. Monografía. Universidad Eafit,
Escuela de Derecho. Medellín.
Gómez Quintero, Juan D. (2011). Eficiencia
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de las ONGD. Cuadernos de trabajo. Prensas
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Salazar Restrepo, Bibiana (2011).
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Cuadernillo N.° 3. Corporación Ecológica y
Cultural Penca de Sábila. Medellín, Colombia.
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