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Ilona Kratzew
Introducción
En 1712, cuando la universidad de México celebró la victoria de Felipe
V en la batalla de Villaviciosa, se llevó acabo una celebración en la cual
no se escatimó en recursos para que fuese un evento relevante, y al
mismo tiempo se aprovechara la ocasión para dar a conocer los logros
del virreinato.
De todo lo que sirvió como decoración, el elemento más destacado fue
una “pintura monumental basada en una compleja serie de emblemas
que simbolizaban la unión de las Armas y las Letras como pilares del
buen gobierno, sin duda un tema propiado para el entorno
universitario.”
Aunque el mercedario Baltasar de Alcocer y Sariñana, quien llevaba
cuenta de todo lo que sucedió ese día, no aportó los nombres de los
pintres que la realizaron, los califica de los “profesores más insignes
del momento y elogia su destreza e inventina”. Para ello se vale de
una serie de adjetivos que denotan su profundo conocimiento de la
pintura: alaba las ideas que subyacen a las creaciones de los pintores y
la –valentía de sus pinceles-, así como el buen uso que hacen de la
simetría, la perspectiva, el color y el uso de luces y sombras.
A lo largo del capítulo, la autora se centrará en una de las principales
preocupaciones de los pintores durante el siglo XVIII, la cual fue lograr
que se reconociera a su profesión como una de las nobles artes.
La autora analizará la producción pictórica de la capital de la N.E. para
reforzar la idea de esplendor que apuntó Alcocer y Sariñana y que más
tarde subrayaría Couto en su Diálogo sobre la historia de la pintura en
M
éxico