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LA NECESIDAD DE LA ENSEÑANZA DEL DERECHO DE FAMILIA

DESDE UN ENFOQUE DE GÉNERO.

Esp. E L G .
Profesor de Derecho Civil
de la Universidad de Matanzas, Cuba.

1. Introducción.

Dentro de cualquier sociedad es la familia una de las instituciones más antigua e importante. Por esa razón
la institución familiar es objeto de análisis de las ciencias sociales, como es el caso de la Psicología, la
Sociología y el Derecho, las que en sus pretensiones tratan de promover un enfoque más social y humano,
para ver al hombre no sólo como un producto biológico, sino también como un ser social activo.

En sentido general la enseñanza del Derecho en la mayoría de las instituciones docentes, se caracteriza
por la memorización de conocimientos doctrinales y de los preceptos legales que los sustentan. Esa es
la manera en que hoy un número considerable de estudiantes reciben una asignatura tan importante desde
el punto de vista social como lo es el Derecho de Familia. Pero como no se hace referencia de la realidad
de esa institución social en su funcionalidad como sistema, ni se analizan desde un enfoque de género las
relaciones que dentro de ella se suscitan, esto no permite que los educandos alcancen a comprender que
hombres y mujeres tienen condiciones socialmente diferentes para vivir y relacionarse, así como les resulta
bastante difícil reconocer que la realidad social y familiar es diversa, a pesar de la igualdad que legalmente
se establece.

El estudio de la asignatura de Derecho de Familia debe hacerse descodiicando los roles de género impues-
tos para los hombres y mujeres, porque en ellos se sustentan las principales desigualdades que acontencen
en el plano social y familiar.

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2. La familia como institución social.

Según ha expresado ARES MUZIO “La familia es la unión de personas que comparten un proyecto vital
de existencia en común, que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia
a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de
intimidad, reciprocidad y dependencia.” 245

La familia es considerada por la concepción dialéctica marxista como la célula básica de la sociedad y la
vida de ésta, se caracteriza por satisfacer las necesidades y procesos materiales y espirituales, correspon-
diendo lo primero a las relaciones biológicas naturales y las relaciones económicas y de consumo; lo segun-
do a las relaciones naturales y psicológicas. 246

Desde la mirada de nuestro Derecho de Familia, se establece en la norma familiar que el concepto socialista
sobre la familia parte de la consideración fundamental de que constituye una entidad en que están presentes
e íntimamente entrelazados el interés social y el interés personal, puesto que, en tanto célula elemental de la
sociedad, contribuye a su desarrollo y cumple importantes funciones en la formación de las nuevas genera-
ciones y, en cuanto centro de relaciones de la vida en común de mujeres y hombres, entre éstos y sus hijos
y de todos con sus parientes, satisface hondos intereses humanos, afectivos y sociales, de la persona. 247

De todo lo anteriormente expresado se colige que la familia es la unidad fundamental de la sociedad, que
cumple funciones que involucran la satisfacción de las necesidades de protección, afecto y seguridad de
cada uno de sus miembros; contribuye con la socialización de los niños y jóvenes, así como la airmación
de la identidad cultural, social e individual.

Se considera que la familia es el primer grupo social donde se desenvuelve todo individuo, esa es la razón
por la que se le atribuye la función sociabilizadora más importante, teniendo en cuenta las posibilidades
de inluencia que ejerce sobre sus miembros desde edades muy tempranas; lo que conlleva a que sea la
encargada de educarlos atendiendo a las normas sociales, los valores y las pautas de conducta que cada
sociedad establece.

Las personas son socialmente dependientes desde su nacimiento, y es la familia en primera instancia, la que
le ofrece el medio disponible para crecer, desarrollarse y comunicarse; convirtiéndose en el espacio donde
se inicia la convivencia y ocurre la maduración de las relaciones con el mundo y las demás personas,
erigiéndose como un ente mediador entre el individuo y la sociedad.

245
ARES MUZIO, P., citada por PUENTES RODRÍGUEZ, Yamira, en La familia en la educación de la
sexualidad: un enfoque ilosóico, Revista Sexología y Sociedad, No. 38, Diciembre, 2006, p.12.
246
PUENTES RODRÍGUEZ, Y., op cit.
247
Vid. SEGUNDO POR CUANTO del Código de Familia de la República de Cuba.

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3. Género y familia.

Debe tenerse presente que en una familia conviven e interactúan personas con diferentes características, cuyos
intereses no siempre coinciden, y ella como grupo necesita realizar actividades y establecer relaciones, que
en ocasiones entran en contradicción con los intereses individuales de sus miembros, constituyéndose per se
en el escenario por excelencia donde tienen lugar las contradicciones derivadas de la redeinición de los roles
sociales tradicionales según el sexo, y del aumento de la autonomía de los jóvenes. Es por esto que se considera
que los ejes más importantes de las contradicciones que acontecen en el interior de la familia son el género 248
y la generación.

Al hablar de género puede decirse, que la acepción clásica de esta palabra es la siguiente: “Género es la
clase, especie o tipo a la que pertenecen las personas o las cosas, 249” y según la nueva categoría académica
de género, es considerado el “conjunto de ideas, creencias, representaciones y atribuciones socialmente
construidas en cada cultura tomando como base la diferencia sexual.” 250

Otra deinición de género mucho más amplia, expresa que: “es el conjunto de creencias, rasgos personales,
actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres, a través de
un proceso de construcción social que tiene varias características. En primer lugar, es un proceso histórico
que se desarrolla a distintos niveles tales como el Estado, la familia, el mercado de trabajo, las escuelas, los
medios de comunicación, la ley y a través de las relaciones interpersonales. En segundo lugar, este proceso
supone la jerarquización de estos rasgos y actividades, de tal modo, que a los que se deinen como mascu-
linos se les atribuye mayor valor” 251.
.
Después de analizar todo lo expuesto, puede decirse que el género se reiere a los rasgos psicológicos y
culturales que toda sociedad atribuye a cada persona, para determinar lo que se considera masculino y fe-
menino. Las características de género son construcciones socioculturales que varían a través de la historia,
por lo que resulta evidente que la familia, la escuela, los medios de comunicación, y otros agentes sociales
tienden a formarlo.

248
Para hablar de género debe tenerse en cuenta las diferencias socioculturales que existen entre mujeres
y hombres en determinados períodos históricos y culturas. Las sociedades coniguran una serie de respon-
sabilidades, papeles y funciones y determinan diferencias en el acceso a los recursos, en las necesidades y
en la visión del mundo de las mujeres y los hombres de las distintas clases sociales. En el léxico del desa-
rrollo, el género es una variable de análisis que permite analizar los papeles que desempeñan las mujeres
y los hombres y sus respectivas diicultades, necesidades y oportunidades.
249
LAMAS, M., La perspectiva de género. Desarrollo Integral de la Familia, México, D.F, 1997, p. 49.
250
Ídem.
251
BENERIA, L., ¿Patriarcado o sistema económico? Una discusión sobre dualismos metodológicos, en
Amorós et. al. Mujeres, ciencia y práctica política, Madrid: Universidad Complutense, 1987, p. 46.

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A partir del género la sociedad impone tanto para la mujer como para el hombre en su conjunto, y más
allá de su propia voluntad, características sociales, culturales e históricas, mediante las cuales la mujer es
educada para darlo todo, renunciando a lo que quiere en pos del otro, estando llamada además a cumplir con
la reproducción biológica y los roles sociales que guardan relación con la belleza, lo débil y la sumisión.
Mientras que el hombre está llamado a ser viril, enérgico y fuerte, para cumplir de este modo con un rol
jerárquico, que le posibilite el dominio político y económico en el plano social y familiar.

Las relaciones entre lo femenino y lo masculino son un relejo de las relaciones de poder 252, donde lo
masculino domina lo femenino. Todo esto evidencia que actualmente la construcción social, de la cual no
escapa la familia, adjudica roles, espacios y atributos diferentes para cada sexo.

En tal sentido se llega a airmar que: “las identidades masculinas y femeninas se construyen sociocultu-
ralmente como complementarias, excluyentes y desiguales. Son complementarias porque las funciones
de cada una requieren imperiosamente de su otra mitad, excluyentes porque los atributos asignados en
cada caso no son deseados en el otro y desiguales porque las características masculinas se colocan en una
posición de superioridad y preponderancia con respecto a las femeninas. Esto hace que lo femenino y lo
masculino se construyan uno en relación al otro, de manera inseparable”. 253

4. El Derecho de Familia.

El fenómeno jurídico es portador de una ideología, de una concepción política y una percepción de la so-
ciedad. El Derecho forma parte de la existencia de la sociedad, emana de ella, se desarrolla en ella y está
encaminado a surtir determinados efectos dentro de esa dinámica social.
El Derecho de Familia constituye una rama dentro de nuestro sistema único del Derecho, no sólo por el
carácter distinto de las relaciones sociales reguladas por sus normas, sino también por la naturaleza de las
mismas. El objeto de regulación jurídica del Derecho de Familia, diiere del Derecho Civil, pues si en este
último las relaciones patrimoniales ocupan el lugar principal, en el primero lo son las personales.
Se entiende como Derecho de Familia al conjunto de relaciones jurídicas que se establecen entre los miem-
bros de la familia; las que son a su vez relejo de las relaciones personales, sociales y materiales que se
crean entre ellos; nos referimos a las relaciones conyugales o matrimoniales que surgen entre el hombre y
la mujer al adquirir la condición de esposos como consecuencia del matrimonio; las relaciones paterno–

252
Como hecho positivo, el poder es la capacidad de decidir sobre la propia vida; como tal es un hecho
que trasciende al individuo y se plasma en los sujetos y en los espacios sociales: ahí se materializa como
airmación, como satisfacción de necesidad y como consecución de objetivos.
El poder consiste también en la capacidad de decidir sobre la vida del otro, en la intervención con hechos
que obligan, circunscriben, prohíben o impiden. Quien ejerce el poder se atribuye el derecho al castigo y
a vulnerar bienes materiales y simbólicos. Desde esa posición domina, enjuicia, sentencia y perdona.
253
Vid. CALVEIRO, P., Familia y Poder. Editorial Libros de la Araucaria, Buenos Aires, Argentina, 2005,
p. 16.

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iliales que van a existir entre padres e hijos, incluidas las que surgen a partir de la adopción; relaciones
parentales que se sustentan en el parentesco y las relaciones cuasi–familiares derivadas de instituciones de
guarda como la tutela.

Al decir de la Dra. MESA CASTILLO “La sistematización de la materia familiar aunada en los Códigos
independientes, contribuyó a valorar esta especial rama del Derecho desde una óptica dialéctica, cientíica,
legislativa y jurisdiccional.” 254

En Cuba al promulgarse el Código de Familia en el año 1975, todas las instituciones relativas a la familia
fueron reguladas en él, conformándose un cuerpo legal exclusivamente dedicado al derecho sustantivo
regulador de las instituciones de familia como: matrimonio, divorcio, relaciones paterno–iliales, obligacio-
nes de dar alimentos, adopción y tutela. 255

No obstante, más allá de las aspiraciones que persiguió el Estado con la promulgación de esta norma, en
aras de lograr el fortalecimiento del matrimonio sustentado en la absoluta igualdad de derechos del hombre
y la mujer, así como el fortalecimiento de los vínculos de amor, colaboración y respeto recíprocos entre los
integrantes del grupo familiar; no debe olvidarse que existe una realidad dentro de cada familia que
tiene la inluencia de los estereotipos de género 256 regulados por la cultura patriarcal, siendo la fami-
lia la principal formadora de identidades de género, así como la encargada de reforzar y/o reproducir
estereotipos sociales, pues a partir de la asignación de roles que la familia otorga para cada uno de sus
miembros, las relaciones entre los sexos van adquiriendo una marcada desigualdad en detrimento feme-
nino, contribuyéndose a su vez a fortalecer la cultura patriarcal dominante; siendo por ese motivo, que
al analizarse las relaciones familiares, siempre resulta necesario hacerlo desde un enfoque de género. 257

254
MESA CASTILLO, O., La experiencia de una justicia familiar en Cuba: validación de la naturaleza
social y el enfoque interdisciplinario del Derecho de familia, Revista Cubana de Derecho, No 41, Enero-Ju-
nio, 2013, p.8.
255
“La peculiaridad del Código cubano se basaba en que regulaba las instituciones familiares por primera
vez, en todo el continente, desde un concepto socialista sobre la familia, que privilegiaba la propiedad co-
lectiva sobre la propiedad privada y conceptualizaba a la familia como una entidad donde están presente e
íntimamente entrelazados el interés social y el interés personal”. Vid. MESA CASTILLO, O., Idem, p. 7.
256
Los estereotipos de género son creencias emanadas del modelo androcéntrico y de la cultura patriarcal,
que enjuicia la conducta de mujeres y hombres a partir de las expectativas que la sociedad impone, y que
tiene como referente los roles que mujeres y hombres deben desempeñar.
257
El enfoque de género es una herramienta teórica - metodológica desarrollada para analizar los signiica-
dos, prácticas, símbolos, representaciones, instituciones y normas que las sociedades elaboran a partir de
las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Es una alternativa que permite visualizar y reconocer
la existencia de relaciones de jerarquía y desigualdad entre hombres y mujeres, expresadas en opresión,
injusticia, subordinación y manifestaciones de discriminación y violencia entre los géneros.

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5. Género, conlictos familiares y la enseñanza del Derecho de Familia.

En sentido general la enseñanza del Derecho en la mayoría de las instituciones docentes se caracteriza por
la memorización de principios, conocimientos doctrinales y de los preceptos legales que los sustentan. Esa
es la manera en que hoy un número considerable de docentes enseña una asignatura tan importante desde
el punto de vista social como lo es el Derecho de Familia.

El proceso de enseñanza que acontece en la carrera de Derecho queda limitado a veces, bajo la concep-
ción de que los docentes enseñan conocimientos teóricos impresos en los libros de texto y los estudiantes
aprenden a memorizarlos en la forma requerida para no desaprobar la materia examinada. Pero aprender de
memoria las normas familiares y su doctrina jurídica, sin reparar en cómo debe aplicarse en la vida práctica,
es algo que carece totalmente de lógica.

La realidad requiere que los estudiantes cuando se adentren en la enseñanza del Derecho de Familia, alcan-
cen a comprender que si bien tanto en la doctrina como en la norma familiar se expresa que las relaciones
familiares deben sustentarse en el amor, el respeto mutuo, la ayuda recíproca y la responsabilidad compar-
tida entre el hombre y la mujer; las relaciones familiares van abriéndose paso en medio de complejas con-
tradicciones, las cuales se generan tanto en el nivel familia- sociedad, como en el nivel familia- individuo.
El ejercicio del Derecho nos indica cuánto es que inluyen los estereotipos de género cuando se toman de-
cisiones legales. Pongamos como ejemplo los estereotipos que deinen la maternidad y la paternidad, en
los que se centran una de las principales contradicciones que se gestan en la familia, la que se ve relejada
en aquellos conlictos familiares donde la causa petendi recae en la custodia legal de los hijos menores. En
estos casos, amparadas en una reproducción de la imagen sobredimensionada de la maternidad, las madres
son las que gozan de mayor preferencia para que judicialmente les sea asignada la custodia legal de los hijos
menores. Esta decisión de preferir a la madre, es una muestra evidente que el legislador en la redacción de
la norma se vio inluenciado por los estereotipos que en materia de género la sociedad impone para deter-
minar cuál es el papel que juegan los padres y las madres dentro de la familia, situación que también inluye
sobre aquellos que deben tomar las decisiones judiciales. 258

No puede olvidarse que en el imaginario popular la madre constituye el centro afectivo del hogar, ella es
quien exclusivamente se le concede el derecho-deber de cuidar y velar por el desarrollo de sus hijos. Esos
estereotipos han venido sustentándose con expresiones como: “Madre hay una sola”, “Una mujer no está
completa hasta que no sea madre”, “No existe nada como el amor de una madre”. En el fondo cada una
de esas expresiones, responden a una concepción machista de la maternidad, con la que se impone que ser
madre es la principal función de una mujer.
Por su parte al padre se le concibe como un individuo imperturbable, que dentro del hogar tiene como
principales y únicas misiones lograr el sustento de la economía familiar, erigirse en la máxima autoridad y

258
Crf. ARTICULO. 89 del Código de Familia de la República de Cuba.

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llevar las riendas del hogar en cuanto a la imposición del orden y el respeto. Esta concepción androcéntrica
sobre el papel que debe asumir el padre en la familia, priva muchas veces al hombre de un rol protagónico
en la crianza de los hijos, y es que la paternidad tiene mucho que ver también en la forma en que los hom-
bres construyen culturalmente el hecho de ser varón.

Acerca de la paternidad y los roles de género González Pagés ha comentado lo siguiente: “La igura pa-
terna es vista erróneamente en los diferentes contextos sociales, como desprovista de ternura, afecto, com-
prensión e incapaz de transmitir sentimientos que históricamente se le han atribuido a la madre con respecto
a los hijos/as” 259

Sin embargo, existen hombres que han roto los patrones patriarcales que la sociedad y la propia familia
históricamente les imponen, convirtiéndose en padres capaces de mostrar los sentimientos que sienten hacia
sus hijos, razón por la que el antiguo ejercicio de una paternidad exigente, abarcadora, autoritaria y provee-
dora económicamente, va sustituyéndose por la presencia de un padre afectuoso, participativo y consciente
en su nuevo rol.
A pesar de este cambio generado en no pocos hombres, la práctica judicial nos demuestra que sólo en si-
tuaciones muy excepcionales, el padre tiene la posibilidad de ser favorecido con la custodia legal de su
hijo, a pesar que exista mayor ainidad y mejores relaciones interpersonales entre el padre y el menor, y
no entre este y su madre, resultando por ello lógico que la custodia se le conceda al padre y no a la madre,
como contradictoriamente sucede. Siendo aquí cuando puede surgir otro gran problema con respecto a la
comunicación que mantendrá ese padre con su menor hijo.

En el artículo 90 del citado Código de Familia 260, brinda la posibilidad de regular judicialmente la periodicidad
con la que el padre que no tiene la custodia legal del hijo puede comunicarse con él. En este aspecto también
la práctica del Derecho nos demuestra, que amparadas en los estereotipos de género que sobredimensionan
la maternidad, las madres tienen ciertas ventajas con relación a los padres, pues al tener la custodia de los
hijos, desde una posición de poder (empoderamiento femenino) algunas suelen mantener aptitudes negativas
en aras de impedir que el padre (y los demás miembros de la familia paterna) puedan tener comunicación
con el menor, constituyendo esta una de las manifestaciones de la violencia familiar contra el hombre 261,
de la que muy poco se ha expresado la literatura y los estudios que abordan la temática de la violencia
familiar; y este es un fenómeno que los estudiantes deben conocer, analizar y estudiar, pues en la actualidad
se maniiesta con bastante frecuencia.

259
GONZÁLEZ PAGÉS, J. C., Macho, Varón, Masculino. Estudios de masculinidades en Cuba, Editorial
de la Mujer, La Habana, 2010, p. 92.
260
Vid. ARTICULO. 90 del Código de Familia de la República de Cuba.
261
La violencia contra el hombre es una de las manifestaciones de la violencia familiar, en la cual la víc-
tima es el hombre y la mujer la victimaria. Se considera que una expresión de este tipo de violencia la
que ejercen las madres que no permiten que los hombres hagan uso del ejercicio de la paternidad, al
prohibirles visitar a sus hijos, ofrecerles afecto y atenderlos.

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El impedir la comunicación entre el progenitor y su hijo, constituye a su vez una forma de ejercer violencia
contra el propio menor, pues se le priva de su derecho a relacionarse con su padre y la familia paterna 262,
incluso, quien ostenta su custodia llega a inluir psicológicamente en el niño para que los rechace, surgiendo
entonces lo que en Psicología se conoce como Síndrome de Alienación Parental, y del que poco se habla
en el ámbito jurídico. 263

No obstante, cuando se hace alusión a la violencia, uno de los aspectos cuyo estudio resulta vital en las
aulas universitarias, es lo concerniente a la violencia familiar 264; convirtiéndose este problema social en
una lacra indetenible en la sociedad contemporánea, cuyas manifestaciones van desde las más abiertas y
crueles, hasta las más solapadas pero no menos dañinas.

En materia de violencia familiar es alarmante el derecho natural que se arrogan los hombres para invadir la
intimidad de las mujeres, y obligarlas a aceptar actos en contra de su voluntad. Pero más inquietante resulta
la resignación que se genera en muchas de las víctimas de estas repudiables conductas, en virtud de las
creencias ponderadas por la cultura patriarcal que legitima el poder masculino.

262
Según se establece en la Convención de los Derechos del Niño, ningún niño o niña debe ser separado
de sus padres a menos que sea por su propio bien. En el caso que esté separado del padre o la madre o
de ambos, tiene derecho a mantener contacto con ambos. Vid. ARTÍCULO 9. De la Convención de los
Derechos del Niño.
263
Una de las maneras en que con más frecuencia se ejerce violencia contra el niño, la niña o el adoles-
cente, es a través de la Alienación Parental, la cual se considera una forma de maltrato infantil. Se de-
nomina síndrome de Alienación Parental al conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un
progenitor, con la utilización de distintas estrategias, transforma la conciencia de su hijo o hija, con el ob-
jetivo de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor, hasta hacer la relación ilial
profundamente contradictoria con lo que se esperaría de manera normal. Hablamos de aquellos casos en
que antes de la separación de sus padres, el hijo o la hija mantenía buenas relaciones con su progenitor, y
que después de la separación, por las inluencias psicológicas del otro, dichas relaciones cambiaron hasta
que se convirtieron en un total rechazo. Algo muy importante a destacar, es que para valorar la presencia
de la Alienación Parental tiene que ser descartada cualquier forma previa de maltrato, ya sea psicológico o
físico, de la que el niño, la niña o el adolescente haya sido testigo o víctima.
264
La palabra violencia proviene del latín violare que signiica infringir, quebrantar, abusar de otra
persona por violación o por astucia. Se deine además como fuerza o coacción ejercida sobre una perso-
na. La violencia es una conducta humana aprendida, que se fortalece en las experiencias cotidianas que
se insertan en un determinado contexto social y se gesta en las desigualdades, ya sea real o simbólica,
generadas en la jerarquías de poder que ignoran los derechos y oportunidades de los otros. El poder
es una relación social entre personas que se ubican en una base material asimétrica, y que se encuentran
en conlicto entre sí por el control que unos establecen sobre otros. La violencia familiar es reconocida
como la acción u omisión intencional de uno de los miembros del grupo familiar, capaz de producir un
daño físico, psicológico o patrimonial a otros miembros del grupo.

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Para entender qué es lo que sustenta el comportamiento violento en los hombres, resulta esclarecedor lo que
González Pagés alegara sobre este aspecto: “Ejercer la violencia es una condición que se les impone a los hom-
bres. Un elemento básico del proceso de construcción de la masculinidad y de las características que los han
de deinir como hombres en sí, varones hegemónicos. La palabra masculinidad ha sido elaborada histórica-
mente bajo esos cánones y preceptos, por lo que sólo nombrarla ya denota fuerza, superioridad y violencia.” 265

Recordemos que el machismo es una construcción cultural, basada en la historia de la evolución de la socia-
lización de los roles de género, resultando en su esencia un modo particular de concebir el rol masculino
basado en el mito de la superioridad de los hombres sobre las mujeres, y en la autoridad que “por derecho
propio” tiene sobre ellas y contra todo aquello que sea diferente. Si tenemos en cuenta que la familia es
una de las instituciones sociales donde más violencia se genera, esto obliga a que el futuro profesional del
Derecho conozca qué es la violencia familiar, los modos en que se maniiesta, quiénes son sus víctimas y
victimarios, así como las consecuencias que el ejercicio de la violencia trae consigo para la persona contra
la que se ejerce, pues todo ello resulta esencial para comprender a los individuos que forman parte de un
conlicto de violencia.

Importante resulta además, que desde las aulas universitarias el estudiante conozca lo relacionado con los
conlictos que se suscitan a partir de la identidad de género 266 y la orientación sexual 267, debido a que el
desconocimiento sobre estos temas puede conllevar a la discriminación de las personas transgénero y de
quienes mantienen relaciones amorosas con personas de su mismo sexo.

Sobre este aspecto es prudente detenernos, pues la homosexualidad tanto masculina como femenina, en
sociedades como la cubana, donde existe una fuerte raíz homofóbica 268, este tema aún produce una gran
alarma y continúa escandalizando a la mayoría de las personas; razón por la que la homosexualidad suele
tratarse por lo general sobre la base de los prejuicios y la exclusión.

265
GONZÁLEZ PAGÉS, J. C., Macho… cit., p. 47.
266
La identidad de género se reiere a la manera en que una persona se percibe a sí misma en relación con
las construcciones sociales de masculinidad o femineidad. Por ejemplo, una persona puede tener una iden-
tidad de género masculina o femenina y poseer las características físicas del sexo opuesto, tal es el caso de
las personas tránsgenero entre las que se encuentran los transexuales.
267
La orientación sexual es la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional afec-
tiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género o de más de un género, así
como la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas.
268
Aunque la homofobia se ha traducido como el odio hacia las personas con orientación homosexual,
resulta interesante otra deinición que en la que se alega que la homofobia no es el odio a la homose-
xualidad y los homosexuales, sino el temor, la ansiedad, el miedo al homoerotismo, al deseo y el placer
erótico con personas del mismo sexo. La homofobia es la práctica socialmente regulada y avalada de tener
y expresar miedos con violencia. La homofobia es una práctica institucionalizada que consiste en violentar
la vida de los demás, en violentar nuestras capacidades y potencialidades humanas. Vid Guillermo Núñez
Noriega, “Sexo entre varones, poder y resistencia en el campo sexual”, Grupo Ed. Porrúa, México, DF,
2000. p. 35

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Los prejuicios hacia la persona homosexual, de los que tampoco consiguen despojarse quienes ejercen el
Derecho, dan al traste con la igualdad que se pondera en nuestra norma constitucional 269, llegándose en no
pocas ocasiones a tomarse decisiones judiciales en las que el otorgamiento o no de la custodia legal de un
menor y/o la regulación del régimen de comunicación, se establece por el órgano jurisdiccional teniendo
en cuenta la orientación sexual del padre o la madre y la supuesta inluencia negativa que ese hecho puede
ejercer en el desarrollo de la personalidad de su hijo.

A contrario sensu de otras disciplinas como la Psicología y la Sociología, en Cuba el Derecho no reconoce
la existencia de las uniones de parejas del mismo sexo, privándoles por ende de cualquier efecto jurídico,
siendo una realidad innegable que en la sociedad cubana contemporánea existen familias homoparentales,
por lo que en algún momento el Derecho, y fundamentalmente el Derecho de Familia, independientemente
del nomen iuris que le ofrezca, dejará de darle la espalda a esa realidad, otorgándoles el reconocimiento
legal que esas uniones merecen, a partir de lo cual nacerán los correspondientes efectos jurídicos, no sólo
en materia familiar. Pero lo contradictorio sería entonces, que a pesar del reconocimiento por parte de la
ley, los juristas continúen arrastrando en sus prácticas los arcaicos conceptos patriarcales, sustentados en
los prejuicios que generan los estereotipos de género, y adopten en su actuación profesional posiciones
homofóbicas.

De igual manera, como consecuencia de la identidad de género que asumen las personas transexuales, ellas
son objeto de discriminación en el plano familiar y social, pues en el imaginario popular, del que no se
sustraen los profesionales del Derecho, existe el concepto errado de considerar que el transexual es una
persona homosexual, lo cual denota la absoluta ignorancia que existe sobre este tema.
La transexualidad se considera una disforia de género, es decir, un desacuerdo profundo entre el sexo bio-
lógico y el sexo psicosocial, o en otras palabras, entre el sexo con el que nace y aquel otro que la persona
siente como propio. Esa es la razón por la que se plantea que la persona transexual es un hombre o una
mujer que vive en el cuerpo equivocado 270.

269
ARTÍCULO 41: “Todos los ciudadanos gozan de iguales derechos y están sujetos a iguales deberes”.
269
ARTÍCULO 42: “La discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creen-
cias religiosas y cualquier otra lesiva a la dignidad humana está proscrita y es sancionada por la ley.
Las instituciones del Estado educan a todos, desde la más temprana edad, en el principio de la igualdad de
los seres humanos.”
270
El transexual masculino es un varón con las atribuciones siguientes:
- Identidad genérica femenina.
- La convicción de ser mujer
- Inconformidad con los genitales y los caracteres secundarios de hombre.
- Deseo de cambiar sus genitales y su cuerpo mediante hormonas femeninas o cirugía.
El transexual femenino por su parte tiene todo lo contrario:
- Identidad genérica masculina
- La convicción de ser hombre
- Inconformidad con los órganos sexuales y los caracteres secundarios de mujer.
- Deseo de cambiar su cuerpo mediante hormonas masculinas o cirugía.

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Acerca de este tema CASTRO ESPIN reiere: “Las personas transexuales expresan el sufrimiento constan-
te que les producen la insatisfacción de sentirse atrapados/as en un cuerpo con el cual no se identiican y
buscan todas las maneras de concordar el recinto natural de su espíritu con las profundas exigencias de su
identidad, como hombre o como mujer.” 271

A diferencia del transexual, la persona homosexual (gay o lesbiana) 272 se siente a gusto con su propio sexo
biológico y con todos sus caracteres primarios y secundarios, no experimentando ningún rechazo hacia su
morfología sexual (genitales).

Aunque en Cuba no existe una ley que regule la transexualidad, la inexistencia de una norma no ha sido
un impedimento para que los órganos jurisdiccionales conozcan y accedan a las pretensiones de las per-
sonas transexuales, que mediante el proceso civil correspondiente acuden a la vía judicial para solicitar
el reconocimiento legal de su cambio de sexo. No obstante, esa posición asumida por nuestros jueces, la
cual en verdad resulta admirable, no constituye una solución a los retos que debe enfrentar el Derecho,
porque numerosas interrogantes requieren aún de una respuesta legal, como:¿Qué validez tendrán aquellos
matrimonios en que uno de los miembros de la pareja se cambie el sexo para tener el mismo de su cónyu-
ge?. ¿De perder la validez la unión matrimonial, en ese caso a cuál de las dos madres o los dos padres le
correspondería la custodia legal de los hijos?

Ante estas y otras tantas interrogantes valdría la pena preguntarse: ¿Nuestros profesionales del Derecho
cuentan con los conocimientos necesarios sobre género, identidad de género y orientación sexual para en-
frentar las constantes transformaciones que se suscitan en las relaciones familiares?
La respuesta a esta última interrogante lamentablemente es negativa, y decimos que es lamentable, por-
que además de las desventajas que trae el desconocimiento, no se concibe que un profesional del Derecho,
cuya actuación se sustente en los estereotipos discriminatorios de la cultura patriarcal, pueda en nombre de
la equidad y de la igualdad representar los intereses de una persona en cualquier asunto o proceso, como
tampoco resulta concebible que desde su posición de juez, ostente la facultad de tomar decisiones judiciales
que inluyen en el destino de no pocas personas.

Para impedir que esta situación continúe aconteciendo, desde los cursos de pre-grado al estudiante de la
carrera de Derecho debe educársele para que pueda comprender los cambios que operan dentro la familia
y la sociedad, siendo por eso necesario que en la enseñanza del Derecho de Familia, las temáticas de Género
deban abordarse a medida que se estudian las relaciones familiares que forman parte de la dinámica de la
más importante de las instituciones sociales.

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Castro Espín, M., La atención integral a transexuales en Cuba y su inclusión en las Políticas Sociales,
Revista Sociología y Sociedad, núm. 38, 2008, p.5.
272
A los hombres homosexuales mundialmente se les identiica con la palabra “gay”, que en inglés signi-
ica alegre, divertido. Mientras que a las mujeres con esta orientación se les conoce como “lesbianas”, por
la isla de Lesbos, donde la poetisa griega Safo cantó a la belleza femenina.

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E L G

6. Conclusiones.

Durante siglos las concepciones emanadas del patriarcado han regulado la conducta que deben seguir los
hombres y mujeres en la sociedad, esto trae como consecuencia que los preceptos que conforman el Dere-
cho de Familia, en mayor o menor medida, se vean inluenciadas por los dictámenes de la cultura patriarcal.
Para comprender cuál es la esencia de la gran mayoría de los conlictos familiares, es preciso conocer a
profundidad las contrariedades que enfrentan los hombres y las mujeres, a partir de la construcción socio
cultural de los roles de género que para ellos la sociedad establece.
La enseñanza del Derecho de Familia no puede centrarse exclusivamente en la adquisición de conocimien-
tos doctrinales vinculados con las regulaciones legales, porque al no analizarse la realidad de la familia en
su funcionalidad como sistema, ni el comportamiento de sus miembros dentro de ella, desde un enfoque
de género, ello conllevaría a que al ejercer la profesión, el egresado de la carrera de Derecho se vea in-
merso en procedimientos legales que no siempre protegen a los miembros de la familia involucrados en
el conlicto.
Las demandas sociales exigen que desde nuestras aulas preparemos a un profesional del Derecho, que no
sólo tenga conocimientos de la doctrina jurídica, sino que sea un hombre de su tiempo, poseedor de habi-
lidades que le permitan comprender y transformar el mundo, completamente despojado de los estereotipos
de género que la cultura patriarcal nos impone a diario para regir nuestras vidas.

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