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Max Weber: “Parlamento y gobierno”

1. Burocracia y política
En el Estado moderno el verdadero dominio consiste en el manejo diario de la administración que se
encuentra en manos de la burocracia, tanto militar como civil. De la misma manera que el progreso
hacia el capitalismo a partir de la Edad Media constituye una escala de modernización de la economía,
así también el progreso hacia el funcionario burocrático es la escala de la modernización del Estado.
La democracia elimina la administración en la misma medida en que lo ha hecho el estado absoluto y
en favor de funcionarios empleados por medio de honoratiores, es decir, funcionarios a sueldo deciden
acerca de las necesidades y las quejas.
Desde el punto de vista de la sociología, el estado moderno es una empresa con tanta propiedad como
una fabrica. La separación del trabajador de los medios materiales del trabajo es común tanto a la
empresa político-militar estatal moderna como a la economía capitalista privada. En ambos casos, la
disposición de dichos medios está en manos de aquel poder al que el aparato de la burocracia obedece.
Socialización creciente significa burocratización creciente.
La empresa capitalista moderna descansa internamente ante todo en el cálculo. Necesita para su
existencia de una justicia y administración cuyo funcionamiento pueda calcularse racionalmente a
través de normas fijas generales con tanta exactitud como puede calcularse el rendimiento de una
máquina.
2. Las realidades de las políticas de partido y la falacia del estado corporativo
Tanto dentro de los partidos políticos como de la economía y la administración pública, el proceso de
burocratización progresa en el mismo sentido. Al revés de todas las corporaciones definidas por la ley
o por contrato, los partidos son por su naturaleza más íntima organizaciones de creación libre que se
sirven de una propaganda libre en constante y necesaria renovación. Su objeto: adquisición de votos
en las elecciones para los cargos políticos. A los electores sólo se los toma en consideración en la
medida en que el programa y los candidatos se adaptan y designan teniendo en cuenta las
probabilidades de ganar votos por su medio. Por mucho que se lamente ahora desde el punto de vista
moral la existencia de los partidos, sus medios de propaganda y de lucha y el hecho de que la
confección de los programas y de las listas de candidatos estén inevitablemente en manos de minorías,
lo cierto es que la existencia de los mismos no de eliminará, y su estructura y proceder sólo se
eliminará a lo sumo en parte.
En los estados modernos, los partidos pueden apoyarse en 2 principios:
• O son esencialmente organizaciones patrocinadoras de cargos cuyo objetivo es llevar a sus
jefes por medio de elecciones al lugar director para que estos distribuyan luego los cargos
estatales entre su séquito. Carentes de programa propio inscriben en el mismo los postulados
que suponen que van a ejercer mayor fuerza de atracción sobre los votantes.
• O bien los partidos son principalmente partidos de ideología que se proponen la implantación
de ideales de contenido político.
Por lo general los partidos suelen ser ambas cosas. En relación a su estructura interna, todos los
partidos van pasando paralelamente a la racionalización creciente de la técnica electoral, a la
organización burocrática.
3. La burocratización y la ingenuidad de los intelectuales
Existen múltiples diferencias entre las diversas formas que toma la burocracia, ya sea dentro de la
administración civil o militar, en el estado o en el partido, etc. También varía el grado de participación
de voluntarios notables o de grupos interesados. Es decisivo el hecho de que en la administración de
asociaciones masivas los oficiales de carrera constituyen siempre el corazón del aparato, su disciplina
es absoluta precondición del éxito porque a medida que aumenta el tamaño de la asociación y a
medida que su existencia depende del poder más complicadas son las tareas. El futuro pertenece a la
burocratización y los intelectuales continúan con sus llamados manifestando ingenuidad. La
burocracia moderna se distingue por la especialización y la preparación profesionales racionales. Allí
donde el funcionario profesional llega a dominar su poder es inquebrantable porque toda organización
del abastecimiento vital más elemental se halla cortada por el patrón de sus servicios.
4. Las limitaciones políticas de la burocracia
• ¿Es posible salvar todavía algún resto de libertad de movimiento individual?
• ¿Existen fuerzas de contener dentro de límites razonables la enorme prepotencia del
funcionarismo estatal?
• ¿Qué es lo que la burocracia no realiza como tal?
La dirección del estado tiene que estar en manos de un político, no de un genio político o de un gran
talento político, sino de un verdadero político.
5. El papel limitado del monarca
Los 2 poderes que por sí solos pueden controlar y dirigir las fuerzas en el estado constitucional
moderno, después de la burocracia absoluta son el monarca y el parlamento. En el estado moderno el
monarca nunca puede ser una fuerza que contrarreste el penetrante poder de la burocracia. No puede
supervisar la administración pues se trata de un aparato entrenado procesionalmente, y el monarca
moderno nunca es un especialista, con excepción del aspecto militar. Además el monarca nunca es un
político entrenado por la maquinaria de los partidos o la diplomacia. De no existir un parlamento
poderoso el monarca depende de los reportes de algunos funcionarios para la supervisión del trabajo
de otros funcionarios, lo cual se convierte en un círculo vicioso. El monarca tiende a creer que es él el
que gobierna cuando en verdad sucede que detrás de esta pantalla la burocracia goza del privilegio de
funcionar sin control y sin rendir cuentas a nadie. Ahora bien, quien quiera llevar la batuta en política,
ya sea un monarca o un ministro, debe saber cómo jugar con los modernos instrumentos del poder. El
sistema parlamentario elimina solamente al monarca políticamente incompetente para bien del país.
6. Parlamentos fuertes y débiles. Política negativa y positiva.
Los parlamentos moderno son representaciones de los elementos dominados por los medios de la
burocracia. Un cierto mínimo de aprobación interna de los dominados constituye un supuesto previo
de la duración de todo dominio. Los parlamentos son hoy el medio de manifestar externamente dicho
mínimo de aprobación. Ahora, mientras un parlamento sólo pueda apoyar las quejas de la población
frente a la administración mediante denegación de dinero o rehusándose a aprobar proyectos de ley o
por medio de propuestas intrascendentes, queda excluido de la participación positiva en la dirección
política. En tal caso solamente puede hacer y sólo hará política negativa, esto es, se enfrentará a los
directivos administrativos como una potencia enemiga, y sólo recibirá de aquellos que lo considerarán
como un obstáculo, un mínimo de información.
La cosa cambia donde el parlamento ha logrado que los directivos de la administración hayan de salir
directamente de su seno (sistema parlamentario) o bien que para permanecer en sus cargos necesiten
de la confianza expresa de su mayoría o deban dimitir ante la manifestación de su desconfianza
(selección parlamentaria de los jefes) y que por tal motivo deben responder y rendir cuentas bajo la
inspección del parlamento o de sus comités (responsabilidad parlamentaria de los jefes), llevando la
administración conforme a las normas aprobadas por el mismo (control parlamentario de la
administración).
En este caso, los directivos de los partidos dominantes del parlamento son necesariamente copartícipes
positivos del poder del estado. El parlamento es en tal supuesto un factor de política positiva. Se puede
odiar o querer el mecanismo parlamentario, pero lo que no es posible es eliminarlo. Sólo se puede
hacerlo políticamente incompetente.
7. Las debilidades constitucionales del Reichstag y el problema del liderazgo
En cualquier sistema parlamentario se considera absolutamente necesario que los líderes del gobierno
sean miembros del parlamento, esto está legalmente prohibido en Alemania. De este modo los partidos
son decapitados, ero en lugar de políticos eficientes el gobierno recibe funcionarios sin entrenamiento
profesional en la carrera burocrática y sin influencia que puede tener un parlamentario. Esto
desemboca en la forma posiblemente más vulgar de comprar a los partidos. El parlamento se convierte
en un escalón dentro de la carrera de los futuros y talentosos secretarios de estado.
La esencia de toda política es lucha, conquista de aliados y de un séquito voluntario, y para ello la
carrera administrativa no ofrece en el estado autoritario oportunidad alguna. La palestra está en el
parlamento y no se puede sustituir por nada equivalente y menos por la competencia en materia de
ascenso.
En todas partes los intereses humanos actúan de tal modo que la selección de los individuos dotados
de cualidades de jefe no resulte por lo menos directamente impedida. Esto sólo es posible en un
partido cuando en caso de éxito se les brinda a sus jefes el poder e con él la responsabilidad en el
estado. Sólo es posible en estas condiciones.
Sólo un parlamento activo puede constituir un terreno adecuado para que crezcan y asciendan en él
por vía de selección, cualidades no sólo demagógicas, sino cualidades auténticamente políticas de
jefe. Y un parlamento activo es aquel que controla de modo ininterrumpido la administración.

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