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Espacios Públicos

ISSN: 1665-8140
revista.espacios.publicos@gmail.com
Universidad Autónoma del Estado de México
México

Carrillo Torea, Guadalupe Isabel


La ciudad latinoamericana: constitución cultural
Espacios Públicos, vol. 9, núm. 17, febrero, 2006, pp. 367-375
Universidad Autónoma del Estado de México
Toluca, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=67601722

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Francisco Jiménez Bautista

La ciudad latinoamericana: constitución cultural

Fecha de recepción: 30 de agosto de 2005. Fecha de aprobación: 26 de


octubre de 2005.

Guadalupe Isabel Carrillo Torea*

RESUMEN
En el presente artículo se hace un recorrido por la evolución que han
vivido nuestras ciudades latinoamericanas en su proceso de fundación
y maduración. A través de los fenómenos culturales que iban ocurrien-
do, las ciudades adquirían distintos rostros, cincelados la mayoría por
los mismos movimientos que sus habitantes producían. Se trata de es-
carbar en la historia urbana y cultural de nuestro continente a través
de las transformaciones de las ciudades.
PALABRAS CLAVE: ciudad, cultura, fenómenos urbanos, arte, habitantes.

ABSTRACT
In this article we do a rute through the evolution of latioamerican cities
in the process of foundations and maturation. Through the cultural
phenomena that has happen, the citys have diferents faces, as a result of
it’s inhabitants actions . We try to dig in the urban and cultural history
of our continent through thetransformation of cities.
KEY WORDS: city, culture, urban phenomena, arts, people.

INTRODUCCIÓN
La edificación de las ciudades supone un proceso complejo en el que no
sólo participan los urbanistas o los arquitectos. Se trata de la confluen-
cia de múltiples elementos entre los que juegan un papel prioritario los
fenómenos culturales que se van desenvolviendo en las ciudades.

*
Profesora-investigadora Tiempo Completo en el Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Huma-
nidades de la UAEM. Candidata a Doctora en Letras por la UNAM. Maestra en Literatura Latinoamericana por
la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela. Candidata a Investigadora del SNI desde el 2002.

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La ciudad latinoamericana: constitución cultural

La historia de Latinoamérica se ve funda- en la miseria de casas de cartón. Esta cons-


mentalmente caracterizada por dos heren- tante todavía hoy presente es la que ha lle-
cias de gran importancia: su pasado vado a García Canclini a clasificar la mo-
prehispánico y sus guerras de independen- dernidad latinoamericana como híbrida,
cia. El mestizaje que surge de estos dos pero no por ello con menor personalidad.
hechos es la marca distintiva de nuestras
culturas en la actualidad. En el presente tra-
bajo se pretende realizar un recorrido por CONSTRUCCIÓN Y ERECCIÓN: PRIMERA
las distintas etapas que en general vivieron ETAPA
nuestras grandes ciudades en el continente La noción de ciudad latinoamericana arran-
hasta fundar las que en la actualidad vivi- ca del mismo período prehispánico. La pre-
mos y recorremos. El hilo conductor es, bá- sencia de grandes ciudades como México
sicamente, los fenómenos culturales y su Tenochtitlan o la mítica Teotihuacan en
repercusión en la organización urbana y en México, o bien el Cuzco entre los incas,
la conducta de sus habitantes. Las mani- son ejemplos más que expresivos del valor
festaciones artísticas como parte de esos cultural y social que, ya para el momento,
fenómenos son de vital importancia pues a había adquirido la ciudad, concebida en
través de ellas es como se manifiesta la voz toda su extensión de espacio público orga-
del poder que constantemente trata de im- nizado. Evidentemente, se trataba de ciu-
ponerse sobre la ciudadanía para estable- dades construidas en medio de los lagos,
cer directrices de comportamiento y de esa de la selva o en montañas escarpadas, de
manera consolidarse. modo que su entorno aún seguía pertene-
ciendo al medio natural sin transformacio-
LA CIUDAD LATINOAMERICANA nes urbanas considerables. Luis Vitale su-
braya las características de las ciudades
Las ciudades latinoamericanas han vivido construidas por los indígenas, que las ha-
procesos de crecimiento muy disímiles. Sin cían diferir notablemente de las construi-
embargo pertenecer a un mismo continente das según la tradición europea, cuando nos
que ha coincidido en experiencias históri- recuerda que:
cas semejantes (conquista ibérica, colonia,
En cada ciudad aborigen había muchos árbo-
emancipación, dictaduras, democracias…)
les, plantas, pastos, lagunas, arroyos y otros
y que se comunica prácticamente en el mis- componentes autotróficos que proporciona-
mo idioma, ha ido creando elementos ban energía propia. La ciudad indígena tenía
identitarios que nos acercan y nos hermana. entrada y salida propia de energía. Este tipo
El fenómeno de la modernidad, por ejem- de ciudad constituía una unidad indisoluble
plo, se lleva a cabo en nuestro continente de con el campo. La mayoría de los habitantes
manera tardía y fragmentada: las grandes de la urbe estaba dedicada a tareas agrícolas.
capitales presentarán fuertes contradiccio- Los indígenas se autoabastecían; no tenían
nes en sus espacios; algunos de ellos de gran necesidad de importar los alimentos esencia-
esplendor arquitectónico y otros hundidos les, como deben hacerlo las ciudades moder-

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nas. El consumo de agua era elevado, como intención de que un grupo permaneciera de-
consecuencia del regadío artificial, pero las finitivamente allí. Era un acto político que
ciudades aborígenes, a diferencia de las ac- significaba el designio —apoyado en la fuer-
tuales, no tenían salida de agua contaminada za— de ocupar la tierra y afirmar el derecho
ni desechos imposibles de reciclar. En sínte- de los conquistadores (Romero, 2001: 61).
sis, nos atrevemos a caracterizar la ciudad
indígena como un ecosistema, con autarquía
El deseo de emular las ciudades hispanas
energética propia (Vitale, 1983: 41). a través de la construcción de otras en los
nuevos territorios “descubiertos” por los
La fundación de las ciudades no se plantea- colonizadores ha presentado muchos ma-
ba como una serie de construcciones con- tices. Si bien los nombres con que fueron
trapuestas a la naturaleza, sino que se asu- fundadas era signo manifiesto de repro-
mía, incluso como una integración de ambos ducir las conocidas (Nueva España, Cór-
elementos. Más adelante y con la presencia doba, Trujillo, Valencia, Valladolid,
del colonialismo español, muchas de estas Mérida, Nueva Granada...) —e, igualmen-
ciudades fueron destruidas en su totalidad te, la estructura del damero se importó a
para ser sustituidas por otras concebidas por tierras latinoamericanas, imponiéndose en
la mentalidad hispana a semejanza de las que casi todas las que llegaron a ser grandes
habían habitado en la vieja España. Así ocu- ciudades—, y aunque algunos autores in-
rrió con la capital de la otrora Nueva Espa- sisten en este hecho,1 no podemos olvi-
ña, que se desplantó sobre las ruinas de la dar que progresivamente se va plasman-
antigua capital de los mexicas, pero utili- do el sello personal de aquellos que las
zando como materiales de construcción fun- habitaban.
damentalmente aquellos que habían servi-
do para erigir la capital azteca. Este tipo de Ángel Rama en su obra La ciudad letrada
proceder supuso la aparición de nuevos sis- (1984) llega a afirmar que “los conquista-
temas urbanos en los que prevalecía el sen- dores no reprodujeron el modelo de las ciu-
tido de ocupación y de dominio a través de dades de la metrópoli de que habían parti-
la fuerza sobre los indígenas. José Luis Ro- do, aunque inicialmente todavía vacilaron
mero en su obra Latinoamérica. Las ciuda- y parecieron demorarse en soluciones del
des y las ideas (2001) considera que la fun- pasado” para más adelante añadir de qué ma-
dación de las ciudades organizada por los nera, por la experiencia que la misma con-
conquistadores era más bien un acto de ca- quista y colonización reclamaba, ellos fue-
rácter político: ron “respondiendo ya no a modelos reales,
conocidos y vividos, sino a modelos ideales
Un pequeño ejército de españoles o portu- concebidos por la inteligencia, los cuales
gueses mandado por alguien que poseía una
concluyeron imponiéndose pareja y
autoridad formalmente incuestionable, y
generalmente acompañado por cierto núme-
rutinariamente a la medida de la vastedad
ro de indígenas, llegaba a determinado lu- de la empresa, de su concepción organizativa
gar y, previa elección más o menos cuida- sistemática” (Rama: 1984: 3).
dosa del sitio, se instalaba en él con la

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La ciudad latinoamericana: constitución cultural

De cualquier modo, de aquellas inicialmen- En el centro de toda ciudad, según diversos


te “ciudades fuerte” levantadas por la ne- grados que alcanzaban su plenitud en las ca-
cesidad de protegerse de enemigos hasta pitales virreinales, hubo una ciudad letrada
desconocidos, (Romero, 2001: 48) se fun- que componía el anillo protector del poder y
el ejecutor de sus órdenes: Una pléyade de
daron las llamadas ciudades barrocas, pro-
religiosos, administradores, educadores, pro-
pias de la colonia, conocidas también como fesionales, escritores y múltiples servidores
ciudades hidalgas. En ellas se mantuvo el intelectuales, todos esos que manejaban la
trazado foráneo que describe acertadamen- pluma, estaban estrechamente asociados a las
te Alan Gilbert en su obra La ciudad lati- funciones del poder y componían lo que
noamericana (1997): Georg Friederici ha visto como un país mo-
delo de funcionariado y de burocracia (Rama,
Tanto los españoles como los portugueses tra-
1984: 25).
zaron sus ciudades conforme a un plano fijo
muy singular al de su país de origen. Si bien Efectivamente, los grupos de intelectuales
los portugueses eran mucho menos rigurosos utilizaron la palabra escrita para afianzar-
y permitían más variaciones locales que los se en un poder ya establecido. De esta for-
españoles, la influencia del estilo colonial es ma tratan de labrar el perfil del ciudadano
claramente reconocible en toda la región. La
ideal para sus intereses; esto es, el hombre
plaza central alrededor de la cual se reubicaron
la iglesia o la catedral, las oficinas de gobier-
sumiso que respeta a la autoridad y vive
no y las casas de la elite aún siguen formando pacíficamente en los predios urbanos. Es
el centro, tal como el plano reticular que parte evidente que la influencia de la palabra es-
de la plaza central —en la medida en que lo crita se hacía cada vez más intensa, al ex-
permite la topografía— continúa representan- tremo de convertirse en lo que Rama de-
do la base de la moderna distribución de ca- nominó “dueños de la letra” (Rama, 1984:
minos. (Gilbert, 1997: 42) 30). Sin embargo esa “letra” necesariamen-
te debía instituirse en el espacio urbano más
afín al mercantilismo de la época y a la
LA COLONIA: CONFORMACIÓN DE LA noción de exclusividad que se apropian los
CIUDAD LETRADA
intelectuales de entonces.
En el periodo colonial se conformaba de El estilo foráneo que impone la Colonia
manera más estable el poder del español determina igualmente otro dominio de ca-
cuyas aspiraciones no se reducían a con- rácter ideológico que persiste hasta los di-
quistar y regresar a su patria, sino más bien, fíciles años de la emancipación. Aquel
a establecerse en sólidos asentamientos con periodo de mediados del siglo XVIII —y que
ánimo de vivir permanentemente en esas se alarga a las primeras décadas del XIX—
tierras. Este sentido de permanencia se verá en que la pobreza invadía la mayor parte
reflejado en la necesidad de mantener bien de la geografía americana, mostrará un pai-
controlados todos los poderes, de allí que saje urbano lleno de contradicciones. De
se fuese forjando lo que Ángel Rama de- las clases sociales muy bien delimitadas in-
nominó la ciudad letrada: cluso por la diferenciación de las castas,

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apenas los blancos criollos tenían acceso a socializada, abierta al progreso, en contras-
los lugares privilegiados que se van cons- te con el individualismo, la arbitrariedad y
truyendo en la ciudad. la improductividad reinantes en la pampa.
La ciudad es lo que se puede abarcar, y por
En un momento en que la corte imponía
lo tanto legislar, contra la extensión anár-
estilos y modos de vida, algunas construc-
quica del desierto pampeano” (Campra,
ciones de la ciudad se convierten en sinó-
2000: 25).
nimo de lo artificial; espacios para el lujo
materializado por la construcción de pala- La propuesta de Sarmiento se mantiene en
cios, teatros e incluso monasterios que os- Argentina por muchas décadas. La cultura
tentaban riquezas y privilegios; de allí que decimonónica de mediados de siglo nos
en algunas obras literarias importantes de mostrará un rostro citadino diferente. Mi-
la época la oposición campo/ciudad se pre- guel Rojas Mix en un artículo publicado
sentase en detrimento de la segunda. La en la Historia de la Literatura Hispano-
naturaleza se asocia a la noción de identi- americana (tomo II) puntualiza
dad, de forma que acercarse a ella suponga En todas las capitales americanas opérase en
retomar las raíces, ser americano. aquel momento la gran transformación. De
Una vez lograda la independencia, los ai- este tiempo es la apertura de las largas y es-
res de renovación y progreso van filtrán- paciosas avenidas que rompen el tradicional
esquema en damero, en beneficio de una con-
dose en muchos países de nuestra región
cepción más “moderna” de la urbe: Río
latinoamericana. La influencia norteame- Branco en Río de Janeiro, Paseo de la Refor-
ricana en materia política, con las innova- ma en Ciudad de México, Avenida de Mayo
ciones del Estado federal se deja sentir y en Buenos Aires. Es la misma época en que
su proyecto de país se convierte en para- se construyen los Champs Elysées en París o
digma para muchos intelectuales sumergi- la Commonwealth Avenue en Boston. Junto
dos en el espíritu de la época. En materia a las avenidas nacen los grandes parques des-
urbanística, sin embargo, las influencias tinados al “paseo”. La ciudad se divide en
provienen más de Roma, Madrid y parti- barrios, residenciales y obreros. Surgen los
cularmente de París. Muchos gobernantes cafés, los clubs privados, los jardines íntimos
(Rojas Mix, 1999: 67).
latinoamericanos buscaron imitar para las
capitales nacionales los modelos parisinos. Las ciudades adquieren, por tanto, una im-
portancia mayor, acentuada por la novedosa
Rosalba Campra recuerda, a propósito de
reconstrucción de las mismas, por su inci-
Sarmiento, escritor argentino que marcó el
piente modernidad que abre espacios, trans-
rumbo cultural e incluso literario de me-
formando las mentalidades. Sin embargo,
diados del siglo XIX, lo siguiente: “Para
es importante matizar los elementos sin-
Sarmiento, civilización significa ante todo
gulares que conformaron a la llamada mo-
la idea del espacio urbano como centro de
dernidad latinoamericana que presentó y
educación, el comercio y el desarrollo de
presenta características muy variadas en-
las artes, es decir, como base de una vida
tre unos y otros de los países de la región.

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La ciudad latinoamericana: constitución cultural

LA MODERNIDAD, ARTÍFICE DE LAS mezclaba con antiguas y muy recalcitran-


CIUDADES tes costumbres coloniales. Beatriz
González Stephan explica, aludiendo al si-
En primer término sabemos que, fundamen-
glo XIX:
talmente los países que habían sido
virreinatos, tuvieron un mayor empuje so- No sólo quizás, sino seguramente, la mo-
cial y urbano; sus capitales eran reconoci- dernización fue tema vertiginoso y comple-
das internacionalmente, y gozaban de gran jo baile de máscaras de la historia cultural
prestigio. No ocurrió así a aquellos países del continente. La persistencia de estructu-
ras y mentalidades fuertemente ligadas a un
a los que la Colonia les asignó condición de
complejo de tradiciones sedimentadas a tra-
capitanías generales, como en el caso de vés del largo período colonial, aunque en-
Venezuela, de Ecuador o de Bolivia. Tam- traron en una fase de importante crisis, su-
bién alcanzaron vigor y riqueza considera- frieron no sólo un reacomodo ante el embate
ble aquellas ciudades puerto, que permi- de las nuevas tendencias, sino hibridizaron
tieron una afluencia comercial muy elevada, aun más al incorporar a título de máscara o
elemento éste que benefició el mercado in- parapeto elementos de la modernidad. Ya
terno y externo; de esta manera el proceso en las últimas décadas del siglo, al menos
modernizador se llevaría a cabo más rápi- en las grandes y medianas ciudades del con-
damente. Así sucedió en Buenos Aires, por tinente, ser moderno o estar a la moda, es
decir, parecer europeo o haber asimilado el
ejemplo, y no deben olvidarse los casos de
estilo de vida de las metrópolis francesa o
La Habana y de Río de Janeiro, que durante anglosajona era casi un imperativo
siglos tuvieron una vida considerablemente (González, 1995: 432).
cosmopolita, precisamente por sus activida-
des portuarias y marítimas. La artificialidad en torno a lo moderno que
se respiraba en las últimas décadas del si-
Sin embargo, en líneas generales, sabemos glo XIX se mantuvo bien entrado el XX.
que el poblamiento de las ciudades fue un Prácticamente todo proyecto de nación con-
proceso lento. La mayoría de los habitan- sideró a la ciudad como sinónimo de civi-
tes vivía aún en el campo, alejados de los lidad, incluso de ser moderno. El discurso
centros urbanos. Este fenómeno se alarga- oficial apuntaría entonces a considerar la
ría hasta bien entrado el siglo XX. Así lo vida rural como opuesta a la civilización
precisa Alan Gilbert: “Hasta hace relativa- que se intentaba imponer en las ciudades.
mente poco un alto porcentaje de la gente
vivía en el campo. Sólo Argentina, Chile, Por su parte, los centros urbanos se con-
Cuba y Uruguay tenían una mayoría de po- vertirían en escenarios para que los ciuda-
blación urbana en 1950 y, en 1960 menos danos mostraran su buena educación y sus
de la mitad de los latinoamericanos vivían gustos refinados, haciendo de los mismos
en las ciudades” (Gilbert, 1997: 43). una élite acomodaticia y completamente
acartonada, asimismo se percibían como lu-
Si bien la modernidad daba sus primeros gares en donde los individuos podían al-
pasos, también es cierto que la misma se canzar cultura y refinamiento. Las escue-

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las, institutos y universidades se erigían Desde finales del siglo pasado y en los pri-
dentro de las ciudades, y raramente en sus meros años del XXI, lo descrito por Chue-
límites. Como complemento, se verían ca Goitia ha invadido a la mayor parte de
cambios urbanos considerables en los que las grandes ciudades de Latinoamérica con-
se ampliarían los espacios públicos, para virtiendo la noción de ciudad en el lugar
dejar más delimitado qué era lo publico y de las contradicciones, de la prisa, de los
qué lo privado. De esta forma, los servi- desencuentros e incluso de la violencia
cios para la comunidad se atenderían me- cotidiana.
jor, de modo que se vería “la construcción
Lo que se conoce hoy como la expansión
de acueductos, mataderos, la canalización
urbana ha generado una serie de improvi-
de aguas negras, el alumbrado eléctrico”
saciones que convierten los rostros
(González, 1995: 434).
citadinos en una serie interminable de es-
Este estado de cosas se mantendría en el si- cenarios contrastantes donde ha desapare-
glo XX en el que se materializará con mayor cido la armonía arquitectónica con que ini-
vigor la implantación de la ciudad moder- cialmente fueron diseñados. De nuevo en
na, la de las autopistas, los servicios de tren las ciudades contemporáneas lo funcional
o autobuses urbanos, y más tarde, el metro ha sustituido a lo significante e incluso a
y los centros comerciales a la usanza norte- lo estéticamente aceptable.
americana, en detrimento de los espacios
El traslado masivo del campesinado a los
peatonales que cada vez son más escasos.
espacios urbanos, es otro de los fenóme-
La presencia de la modernidad, si bien in-
nos modernos que ha modificado radical-
vade a Latinoamérica con lentitud, va im-
mente la distribución de las ciudades, ge-
poniendo sus características a los centros
nerando espacios periféricos que se
urbanos, al extremo de que la rapidez, el
convierten en suburbios para aquellos que
anonimato, lo efímero, se asume como cua-
no poseen una habitación sólida en la qué
lidad principal, dando paso al caos y lo frag-
asentarse. Se trata de los barrios margina-
mentado. Así lo describe Fernando Chueca
les o colonias de alta peligrosidad en la que
al referirse a la ciudad contemporánea:
viven en total hacinamiento grupos nume-
Lo que caracteriza a la ciudad contemporá- rosos de familias pobres.
nea es precisamente eso, su desintegración.
No es una ciudad pública a la manera clási- Desde la otra cara de la moneda, los cam-
ca, no es una ciudad campesina y domésti- pos se han visto abandonados por los que
ca, no es una ciudad integrada por una fuer- no encontraron en ellos un espacio que les
za espiritual. Es una ciudad fragmentaria, permitiera vivir de sus frutos. La literatu-
caótica, dispersa a la que le falta una figura ra dará cuenta de este fenómeno, del
propia. Consta de áreas indeciblemente con- poblamiento de las ciudades, del sentido
gestionadas, con zonas diluidas en el cam- de identidad que ambos territorios —la ciu-
po circundante. Ni en unas puede darse la dad y el campo— generan en sus habitan-
vida de relación, por asfixia, ni en otra por
tes y de la recurrencia en que uno u otro se
descongestión (Chueca Goitía, 2000: 22).

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La ciudad latinoamericana: constitución cultural

presentan como escenario activo en la vida que es recorrido, en el que se ejerce el po-
del hombre. der, la marginación, la esperanza o la de-
rrota; lo que brota de los ciudadanos no
Nuestro continente, rico en contradiccio-
son simplemente obras ajenas al contexto
nes, igualmente presenta en la actualidad
urbano; contrariamente se trata de construc-
escenarios apegados a un estilo colonial que
ciones culturales que se ven matizadas por
pervivió a pesar del tiempo transcurrido.
las condiciones y personalidad que la urbe
El sentido de hibridez, del que habla Néstor
ha ido configurando, influenciada por to-
García Canclini, está presente en
dos los que la habitan.
Latinoamérica y se ve reflejado en todos
los espacios que recorremos. Subraya el Adentrarnos a las ciudades a través de su
antropólogo: historia y de la composición social que la
Los países latinoamericanos son actualmente
estructura es también una manera de en-
resultado de la sedimentación, yuxtaposición tender a los hombres que la constituyen y
y entrecruzamiento de tradiciones indígenas de establecer una mirada totalizadora ante
(sobre todo en el área mesoamericana y los fenómenos sociales cuya repercusión
andina), del hispanismo colonial católico y va de lo individual a lo colectivo, y de éste
de las acciones políticas, educativas y a lo histórico y a lo artístico.
comunicacionales modernas. Pese a los in-
tentos de dar a la cultura de élite un perfil
moderno, recluyendo lo indígena y lo colo- NOTAS
nial en sectores populares, un mestizaje
interclasista ha generado formaciones
1
Al respecto afirma José Luis Romero que “la
híbridas en todos los estratos sociales ciudad fue europea en un mundo poblado
(García Canclini, 1989: 71). por otras gentes y con otra cultura” (2001:
47).

CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Así observamos hoy las ciudades latinoa-
Campra, Rosalía (2000), “La ciudad en el
mericanas: como conglomerados de cultu-
discurso literario” en Revista SYC , Bue-
ras, de estilos y de formas que otorga una nos Aires.
larga trayectoria de conquistas, de perio-
dos coloniales, de luchas por la libertad y Chueca Goitía, Fernando (2000), Breve histo-
por la independencia; con el mestizaje ria del urbanismo, Madrid, Alianza edito-
rial.
como característica definitoria que se ex-
tiende igualmente a su cultura, a sus ex- García Canclini, Néstor (1989), Culturas
presiones artísticas y a sus formas de vida. híbridas, México, Editorial Grijalbo.

El comportamiento del ciudadano va de la Gilbert, Alan (1997), La ciudad latinoameri-


mano de una construcción implícita de su cana, México, Siglo XXI.
ser generada por la ciudad como espacio

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Guadalupe Isabel Carrillo Torea

González, Beatriz; Lasarte, Javier; Montaldo,


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