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INdíce

Introducción 3

Consistencia en lo que creemos 8

Orígenes bautistas 14

Nuestros antepasados 28

Nuestro confesionalismo 46

Nuestras confesiones 61

Nuestras creencias 70

Nuestro federalismo 104

Nuestro doctrina del bautismo 119

Conclusión 131

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INTRODUCCIÓN

A pesar de que la historia de Nicaragua esté forjada por excesivos conflictos, lo


cierto es que aun hay belleza en ella. Y lo que es más, aun es capaz de revelarnos la
majestuosidad de la sabiduría de su Creador.

Sí, la sabiduría puede ser encontrada en cualquier rincón de nuestro país, si en


verdad entrenamos a nuestros sentidos para poder reconocerla. A veces se plasma
en la cautivante belleza natural de nuestros relieves, mientras que en otras
ocasiones, se le puede ver escrita en el interior de las unidades de transporte
colectivo. En mi caso, la sabiduría hizo su entrada durante una conversación con
un taxista, pues en medio de la jocosa tertulia, alcanzó a decirme: “maestro, en la era
de la información, la ignorancia es una elección”. Yo no podría haber estado más de
acuerdo, pero lo que quizá causó un mayor impacto en mí fue lo que vino después:
el sórdido pensamiento de que en la era de la información, la verdad ya no es
absoluta ni relevante.

En la era de la información, existe más de una manera de permanecer en la


ignorancia. Minuto tras minuto, somos bombardeados por decenas de artículos o
cápsulas informativas cuyas fuentes son todo, menos confiables. Esta tendencia
natural a divulgar información, sin reparar en sus consecuencias (o siquiera, sus
causas) ha sido manipulada eficientemente por líderes del Marketing y la
Publicidad, sin mencionar a líderes religiosos y políticos. Es lamentable que en más
de una ocasión seamos encaminados a publicar o compartir noticias inexistentes,
especialmente con el uso proliferado e indiscriminado de las redes sociales.

En esta era, la verdad es casi imposible de ser encontrada, no porque no haya


recursos para descubrirla, sino porque hay tantos aspectos diferentes de la misma,
que es naturalmente1 fácil para nosotros el sumergirnos en un mar de
tergiversaciones e inexactitudes.

El pastor y maestro de la Grace Community Church, uno de los predicadores más


influyentes de nuestros tiempos, el Doctor John Fullerton MacArthur, no es ajeno a

1Todo pecado en nuestra vida será un reflejo de lo que es natural para nosotros, es decir, un reflejo
de nuestra naturaleza de pecado.

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tal situación y en la introducción a uno de sus libros2, el Doctor MacArthur plasma
un relato de la India concerniente al conocimiento de la verdad (en específico con
la verdad respecto a Dios) llamada comúnmente la fábula de los ciegos y el
elefante, la cual va así:

SEIS ERAN LOS HOMBRES DE INDOSTÁN,

TAN DISPUESTOS A APRENDER,

QUE AL ELEFANTE FUERON A VER

(AUNQUE TODOS ERAN CIEGOS)

PENSANDO QUE MEDIANTE LA OBSERVACIÓN

SU MENTE PODRÍAN SATISFACER.

EL PRIMERO SE ACERCÓ AL ELEFANTE,

Y CAYÉNDOSE

SOBRE SU ANCHO Y ROBUSTO COSTADO,

EN SEGUIDA COMENZÓ A GRITAR:

“¡SANTO DIOS! ¡EL ELEFANTE

ES MUY PARECIDO A UNA PARED!”

EL SEGUNDO, PALPANDO EL COLMILLO,

EXCLAMÓ: “¡CARAMBA! ¿QUÉ ES ESTO

TAN REDONDO, LISO Y AFILADO?

PARA MÍ ESTÁ MUY CLARO,

2 John MacArthur. (2005). Nuestro extraordinario Dios. Grand Rapids, Michigan: Portavoz.

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¡ESTA MARAVILLA DE ELEFANTE

ES MUY PARECIDO A UNA LANZA!”

EL TERCERO SE ACERCÓ AL ANIMAL,

Y TOMANDO ENTRE SUS MANS

LA RETORCIDA TROMPA,

VALIENTEMENTE EXCLAMÓ:

“YA VEO”, DIJO ÉL, “¡EL ELEFANTE

ES MUY PARECIDO A UNA SERPIENTE!”

EL CUARTO EXTENDIÓ ANSIOSAMENTE LA MANO

Y LO PALPÓ ALREDEDOR DE LA RODILLA:

“EVIDENTEMENTE, A LO QUE MÁS SE PARECE ESTA BESTIA

ESTÁ MUY CLARO”, DIJO ÉL,

“ES LO SUFICIENTEMENTE CLARO QUE EL ELEFANTE

¡ES MUY PARECIDO A UN ÁRBOL!”

EL QUINTO, QUIEN POR CASUALIDAD TOCÓ LA OREJA,

DIJO: “INCLUSO EL HOMBRE MÁS CIEGO

ES CAPAZ DE DECIR A LO QUE MÁS SE PARECE ESTO;

NIEGUE LA REALIDAD EL QUE PUEDA,

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ESTA MARAVILLA DE ELEFANTE

¡ES MUY PARECIDO A UN ABANICO!”

EL SEXTO TAN PRONTO COMENZÓ

A TANTEAR AL ANIMAL,

AGARRÓ LA OSCILANTE COLA

QUE FRENTE A ÉL SE ENCONTRABA,

“YA VEO”, DIJO ÉL, “¡EL ELEFANTE

ES MUY PARECIDO A UNA CUERDA!”

DISCUTIERON LARGO Y TENDIDO,

CADA UNO AFERRADOS A SU PROPIA OPINIÓN

POR DEMÁS FIRME E INFLEXIBLE,

AUNQUE CADA UNO EN PARTE TENÍA RAZÓN,

¡Y AL MISMO TIEMPO TODOS ESTABAN EQUIVOCADOS!

¿Por qué introduciría el Dr. MacArthur una fábula que a simple vista fomenta el
relativismo característico de esta era posmoderna? ¿Está diciendo el Dr. MacArthur
que la Verdad es tan inescudriñable que deberíamos de abandonar cualquier
intento de tener una certeza? En lo que se refiere a la moraleja de los ciegos y el
elefante, cada ciego tiene una perspectiva limitada de la verdad, pero eso no
significa que la verdad no esté allí. De hecho, la verdad no es en lo absoluto
relativa… Está allí para ser descubierta en toda su totalidad. En teología,
simplemente porque tenemos acceso limitado a la Verdad, no significa que
cualquier versión o que todas las versiones de la Verdad sean igualmente válidas.
En realidad, si sabemos que el Elefante Entero está allí ¿no debería eso impulsarnos
a abrir más los ojos y a buscar cada oportunidad de experimentar más de Él?

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Salomón dijo con propiedad: Pero además de esto, hijo mío, estate prevenido: el hacer
muchos libros no tiene fin, y demasiada dedicación a ellos es fatiga del cuerpo (o de la
carne)3. Así que el presente escrito, no pretende ser un agotador discurso, que se
arroje sobre el ya vasto océano del conocimiento teológico de la Verdad, sino que
tiene por objetivo informar con claridad y sinceridad, lo que significa ser miembro
de la Iglesia Bautista Reformada Managua.

3 Eclesiastés 12: 12

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Consistencia en lo que creemos

La pregunta que surge de un estudio como este es: “¿Por qué enseñar esto?” La
respuesta apremiante a tal asunto puede ser hallada en la vergonzosa realidad que
muchos, llamándose creyentes, viven hoy en día: su unión a las iglesias responde a
motivos incorrectos.

Muchos se hacen miembros de una iglesia local por la cercanía (sus casas quedan
cerca de donde se congrega un grupo de creyentes) o por comodidad (tienen sillas
cómodas, hay una buena iluminación). Otros se unen a una congregación porque
en ella están sus amigos o sus familiares, Otros sin embargo dirán que la razón
para pertenecer a una iglesia radica en que hay muchos miembros (son muchos los
que piensan que si en una congregación hay cientos de personas, entonces esto
quiere decir que es una buena iglesia). Otros creyentes se unen a una iglesia local
pensando que sólo porque se denominan cristianos, son en realidad
cristianos. Pero lo que es peor es que aún otros se unen a una iglesia por burda
costumbre: “Ahí es donde voy desde niño o desde hace mucho tiempo, entonces no queda
más que unirme a ella.”

Nada de esto es una buena razón para ser miembro de un cuerpo local de
creyentes. Por ello, un estudio como este es importante.

La Iglesia Bautista Reformada en Managua (IBREM) es, como su nombre lo indica,


una iglesia bautista reformada, por lo tanto, conocer las razones por la que somos
bautistas reformados nos fortalecerá. Saber por qué somos lo que somos nos
ayudará a luchar contra la apatía, pues lo que nos une como iglesia no es ni la
comodidad, ni las amistades, ni el edificio donde nos reunimos; sino Cristo y Su
verdad.

Somos bautistas reformados por causa de de nuestro entendimiento de la verdad y


de las doctrinas que son enseñadas en las Escrituras, en donde está contenida la
verdad revelada de Cristo a Su iglesia. ¿Por qué no somos pentecostales? ¡Por la
verdad revelada en las Escrituras! ¿Por qué no somos presbiterianos? ¡Por la
verdad revelada en las Escrituras! ¿Por qué no somos episcopales? ¡Por la verdad
revelada en las Escrituras! ¿Por qué no somos luteranos? ¡Por la verdad revelada
en las Escrituras!

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Sin embargo, aquí cabe aclarar lo siguiente: En ningún momento a lo largo de esta
serie afirmaré que pentecostales, presbiterianos, o luteranos, no sean hermanos en
la fe. Entre todos ellos, seguramente habrá creyentes salvados por gracia por medio
de la fe exclusiva en Cristo para la gloria de Dios como lo dice la Escritura.

Por otro lado, afirmamos nuestra debilidad, nuestra falibilidad, nuestra carnalidad,
la cual nos dificulta interpretar y comprender enteramente lo que Dios nos ha
revelado en Su Palabra. Sin embargo, a pesar de que como pecadores redimidos y
que no podemos entender la Biblia perfectamente, si hay algo que debemos buscar:
la consistencia.

Lo que todo creyente debe buscar en su vida cristiana es ser doctrinalmente


consistente.

El propósito del estudio, entonces, hacernos más fuertes, no sólo individualmente,


sino también congregacionalmente. Los que ya son miembros de la Iglesia
recordarán la consistencia de nuestras creencias, además de producir un mayor
agradecimiento a Dios y quizás avivar una llama que haya estado apagada por
algún tiempo. Por otra parte para las visitas frecuentes, el objetivo es motivarles a
ser parte de este cuerpo local para la gloria de Dios; teniendo un entendimiento
más claro de nuestros distintivos.

En este estudio, vamos a descifrar nuestra historia, y, sobre todo, nuestro


entendimiento de las distintas doctrinas bíblicas que nos distinguen como: la
doctrina del pacto, de la escritura, de la salvación, del bautismo, etc.

Entonces, ¿Por qué somos bautistas reformados?

1. Por un entendimiento consistente de la Biblia:

Somos bautistas reformados porque creemos que la Biblia es la Palabra de Dios,


suficiente, infalible e inerrante. Además, afirmamos que Dios habló y dejó esa
Palabra registrada en los 66 libros que tenemos. En términos técnicos: creemos en
la doctrina de Sola Scriptura.

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Ahora, Se debe de reconocer que la gran mayoría de cristianos afirman esto y sin
embargo, es precisamente una de las doctrinas que nos diferencian de los demás,
porque lo que nos caracteriza es nuestra consistencia al afirmar esta doctrina.

Muchos creyentes dicen creer que la Biblia es la palabra de Dios, suficiente,


necesaria, pero afirman que Dios continúa hablando hoy por medio de profetas
falibles. Otros, no creen que toda la Biblia sea la Palabra de Dios, sino que en la
Biblia encontramos cosas que son mitos, como los milagros de Jesús, el nacimiento
virginal de nuestro Señor, la narrativa del origen del universo, etc. Algunos otros,
le añaden a la Biblia doctrinas de hombres.

Es por nuestro entendimiento de la consistencia de las Escrituras que creemos en la


predicación expositiva de la Biblia. Muchas iglesias no predican del Antiguo
Testamento porque no encuentran necesidad en él para el creyente. Es por eso que
el centro de nuestra adoración cada domingo es la predicación de la Palabra de
Dios. No es la música, ni el entretenimiento, sino la predicación. Es precisamente
porque creemos que la Biblia afirma consistentemente que Dios nos habla por
medio de ella que nos reunimos para escucharle.

2. Por un entendimiento consistente de la salvación

Creemos en las cinco solas que surgieron de la Reforma Protestante: Sola Scriptura,
Sola Gratia, Sola Fide, Solus Christus, Soli Deo Gloria.

Como bautistas reformados creemos que la Biblia enseña consistentemente que la


condición del hombre delante de Dios es tan terrible que si va a ser salvo será por
la pura gracia de Dios quien le otorga la fe a un pecador para creer en Aquel que
puede exclusivamente salvar a un pecador, este es Cristo, y todo esto para la gloria
de Dios. Por eso, a pesar de creer en la soberanía de Dios en la salvación, somos
consistentemente evangelísticos. Creemos que Dios nos dio la responsabilidad y el
privilegio de ser parte de Su obra de reunir las naciones para Sí bajo Jesucristo
predicando el evangelio a toda criatura con el fin de que Él salve al que Él decidió
salvar desde la eternidad.

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3. Entendimiento consistente de la gloria de Dios

Una de las cosas por las que somos bautistas reformados es por nuestra doctrina de
Dios. Afirmamos que Dios es soberano, todopoderoso, santo, justo. En otras
palabras, creemos que Dios es glorioso. Dios es, entre otras cosas, como dice
nuestra confesión, “inmutable, inmenso, eterno, incomprensible, todopoderoso, e infinito.
Es santo, sabio, libre, absoluto, que hace todas las cosas según el consejo de su propia
voluntad (que es inmutable y justísima) y para su propia gloria.”. Dios es único,
totalmente separado de Su creación, por lo tanto, todo lo que busca es manifestar
Su gloria. Esto no lo hace egocéntrico, sino que manifiesta su infinita bondad al
compartir con Sus criaturas de Su infinita belleza.

Por lo tanto, comprendiendo lo que enseñan las Escrituras, buscamos hacer todo
para Su gloria. No sólo en nuestra vida privada, sino también en nuestra vida
como iglesia, pues muchas iglesias buscan agradar al hombre, organizando los
cultos dominicales centrándose en los gustos de los hombres: la música, la
predicación, etc. Crean diferentes programas, ministerios, sociedades y clubes,
todo con el fin de atraerlos a la iglesia y mantenerlos allí.

Nosotros creemos que todo lo que hacemos como iglesia debe ser buscando la
gloria de Dios. Por eso nos regimos por el principio regulador de la adoración, es
decir, que buscamos adorar a Dios de la manera en la que Él lo ha ordenado en la
Biblia.

Nuestra meta no es agradar a los hombres, sino agradar a Dios, para que Su gloria
sea manifestada a todos los hombres.

4. Consistentemente confesionales

Vivimos en días de gran confusión doctrinal. Muchos cristianos no saben lo que


creen ni lo que deberían creer. Por eso existen muchos que pueden llamarse
cristianos y al mismo tiempo sostener doctrinas equivocadas acerca de Dios, de
Cristo, del hombre, de la salvación, etc.

Esto nos hace muy diferentes a nosotros de los demás. Si alguien viene a nosotros a
preguntar por lo que creemos, de una manera sucinta, podríamos resumir

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claramente lo que creemos llevando a esa persona a la Confesión Bautista de
Londres de 1689.

La Confesión Bautista de Londres de 1689 no es nuestra autoridad, la Biblia sí lo es.


La Confesión Bautista de Londres de 1689 simplemente es un estándar
subordinado a la Escritura. Por lo tanto, al ser un documento hecho por hombres,
es falible y sujeto a cambios. Sin embargo, la Confesión Bautista de Londres de
1689 es un resumen de lo que creemos sobre las principales doctrinas cristianas: La
Biblia, Dios, el hombre, Cristo, la salvación, el evangelio, la iglesia, el bautismo, etc.
Obviamente no trata con todas las doctrinas bíblicas, y por lo tanto no debería
verse como un compendio total de nuestras creencias. Sin embargo, es por la
confusión que hay en el Cristiandad, que vemos la necesidad de confesar
públicamente lo que creemos enseña la Biblia (otros ministerios llaman a esto una
declaración de fe).

5. Entendimiento consistente de la iglesia local

Creemos en la iglesia local, en su autonomía; gobernada por una pluralidad de


ancianos/pastores que bajo la autoridad de Cristo enseñan y pastorean a las ovejas.

No creemos en iglesias sujetas a sínodos ni presbiterios. Seguimos el patrón bíblico


de la iglesia local. Por ejemplo, cuando Pablo tenía que exhortar y corregir a la
iglesia en Éfeso en Hechos 20, no llamó al presbiterio de Asia Menor, sino que
llamó específicamente a los ancianos de la iglesia y les habló directamente a ellos.

Creemos, además, que la membrecía de la iglesia le pertenece exclusivamente a


aquellos que han creído y que son discípulos de Cristo por medio de la fe y que
una vez que han sido redimidos por el Señor y bautizados en el nombre del Dios
trino, su deber es unirse a una iglesia local para ser edificados espiritualmente y
servir para la gloria de Cristo.

6. Entendimiento consistente de la Reforma Protestante

Reconocemos que los reformadores, siendo hombres falibles, no estaban en lo


correcto en algunas doctrinas.

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Ciertamente honramos a estos grandes siervos de Dios, instrumentos en Sus manos
para Su gloria. Hombres como Martín Lutero, Juan Calvino, Zwinglio, Juan Knox,
etc. Sin embargo, debemos entender el contexto en el que vivieron y las luchas que
sostuvieron.

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ORÍGENES BAUTISTAS

Teoría de la Hermandad Espiritual Anabautista

A pesar de que no es una teoría ampliamente difundida y creída dentro de los


bautistas, es importante conocerla.

Dicha teoría es una modificación de la teoría del sucesionismo bautista. Se trata de


un esfuerzo para reestructurar la incorrecta teología sucesionista, pues en lugar de
afirmar una sucesión ininterrumpida de iglesias bautistas desde los tiempos de
Juan el Bautista y el Señor Jesucristo, esta teoría sugiere que los anabautistas
fueron predecesores de los bautistas del siglo XVII en Inglaterra.

Los promotores de esta visión de los orígenes bautistas afirman que la pureza de la
fe practicada en el Nuevo Testamento había desaparecido de la iglesia para el siglo
IV d.C, hasta que fue redescubierta por los bautistas trece siglos después.

W. Glenn Jonas, un académico bautista escribió que, “para la mayoría de estos


historiadores, los Anabautistas del siglo XVI representaban un puente importante entre las
sectas disconformes y los Bautistas del siglo XVII.”. El punto era encontrar a lo largo de
la historia de la iglesia una sucesión de creyentes bautizados, los cuales,
aparentemente podían encontrarse entre los anabautistas.

Jonas resume la teoría de la siguiente manera,

“La teoría de la hermandad de los orígenes Bautistas representó una posición


comprometedora entre dos perspectivas divergentes. Los proponentes del “Rastro de la
Sangre” del Landmarkismo identificaron las iglesias apostólicas como Bautistas y
sugirieron una presencia continua de iglesias Bautistas a través de la historia cristiana en
las sectas disconformes. Los proponentes de la hermandad espiritual como Albert Henry
Newman proveyeron una vía media [entre el sucesionismo y la teoría separatista]. La teoría
de la hermandad espiritual proveyó a los historiadores respetables Bautistas un medio
conveniente por el cual abrazar la restauración del Cristiandad del Nuevo Testamento por
los Bautistas del siglo XVII y aún mantener un compromiso a la historiografía sana como
historiadores profesionales. Representaba una versión del sucesionismo, pero no permitiría
que se llegara a conclusiones más allá de lo que las fuentes lo permitieran.”.

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Esta teoría apareció por primera vez en los escritos del historiador David Benedict
en 1848. Otro líder que promovió esta teoría fue Walter Rauschenbusch, un
importante teólogo del movimiento del Evangelio Social. Su intención fue, quizás,
apoyar su idea de un evangelio social, por lo cual quiso identificar a los Bautistas
con los anabautistas radicales.

En la actualidad no hay académicos que apoyen la teoría de la Hermandad


Anabautista, sin embargo, algunos la han modificado para promover la posición
de la “influencia Anabautista,” algo que los mismos bautistas particulares del siglo
XVII rechazaron. Cuando se redactó la primera confesión bautista de Londres de
1644 los autores la describieron de la siguiente forma: “La confesión de fe de aquellas
iglesias que son comúnmente (pero falsamente) llamadas Anabautistas.”.

Los Bautistas particulares del siglo XVII rechazaron cualquier asociación


anabautista, ya fuera en doctrina o práctica, y, por lo tanto, nosotros debemos
hacerlo también.

Teoría del sucesionismo apostólico

Esta teoría sostiene que la historia de los bautistas se remonta a los tiempos
apostólicos. Los historiadores que se suscriben a esta teoría, fijan diferentes fechas
para el comienzo de los bautistas (Juan el bautista, el ministerio de Cristo, el
pentecostés), pero todos están de acuerdo en trazar la historia bautista hasta la
iglesia primitiva.

Esta teoría toma la teoría anterior (del parentesco espiritual) y la hace más radical
diciendo que no solo es un parentesco sino que es una sucesión directa.

La sucesión apostólica viene por medio de Montanistas (S II), Novacianos (S III),


Donatistas (S IV), Paulicianos (S V), Petrobrusianos (S XII) Valdenses (S XII),
Anabaptistas (XVI) Bautistas (XVII).

Todos estos grupos que nombramos son conocidos ampliamente, a excepción de


los “Montanistas”. Estos nacen a mediados del siglo II en Frigia, su nombre se
deriva de un sacerdote pagano convertido al Cristiandad llamado Montano. Este
sacerdote, después de que fue bautizado en el año 155, comenzó a declararse
poseído por el Espíritu Santo y a profetizar a titulo de esa posesión. Sus palabras

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parecían pretender que el mismo era el paracleto, pero tal vez sería mejor
entenderlo como que “El Espíritu Santo hablaba a través de él”. Pronto se le
unieron dos mujeres llamadas Prisca y Maximila. Estas dos mujeres profetizaban
que ahora había empezado una nueva dispensación establecida por la nueva
revelación que ellas (y Montano) estaban recibiendo.

La ética montanista era rigurosa, pues no aceptaba que la iglesia perdonara los
pecados de forma tan ligera ni se permitían vivir de forma superficial. El
matrimonio no era visto ni bueno ni malo y los que enviudaban no podían volver a
casarse. Rechazaban a toda la Cristiandad de la época por su forma liviana de
vivir. El famoso tertuliano terminó siendo parte de este grupo.

¿En que pueden compararse los montanistas a los Bautistas? Bueno en su sentido
de pureza. Ellos buscaban separarse de la Iglesia Católica Romana y mantenerse
puros, también querían vivir la vida cristiana en serio, pero sin duda, no podemos
atribuir las mismas creencias que los montanistas a los Bautistas.

El primer historiador que formulo esta teoría fue G.H Orchard, pastor ingles que
publicó en 1838 “Una concisa historia de los Bautistas extranjeros”. La obra de
Orchard lo convirtió en “el padre de los sucesionistas” y en ella argumentaba
“haber comprobado sin duda que la iglesia bautista ha existido desde el día de pentecostés
hasta este periodo moderno”.

El segundo historiador fue David Benedict, el cual fue pastor e historiador en


Rhode Island. El publicó un libro en 1860 llamado “Historia de la denominación
bautista y otras partes del mundo” en el cual decía “Que las creencias peculiares de de
aquella porción de profesantes cristianos ahora llamados bautistas, han existido siempre, y
estaban presentes en las distintas sectas y partidos que constantemente se separaban de las
iglesias griegas, romanas y otros cuerpos eclesiásticos”.

El tercer historiador fue S.H Ford, el cual fue editor y pastor de Tennessee en
EE.UU. Él publico en 1860 “Los orígenes de los Bautistas”, en el cual trazó la
historia bautista desde EE.UU en el siglo XVIII hasta Juan el Bautista en el siglo
primero. En su libro también agregó un apéndice donde argumentaba que los
Bautistas no tenían nada que ver con los fanáticos Anabaptistas.

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El cuarto historiador fue William Cathcart, el cual es muy conocido por ser el
editor de la primera enciclopedia Bautista publicada en EE.UU en el año 1881. Él
afirmo que: “Los bautistas comienzan su vida denominacional bajo el ministerio del
Salvador. Florecieron durante las varias épocas de la oscuridad que existieron entre la
primera apostasía y la reforma del siglo XVI”.

El quinto historiador fue W.A. Jarrel, quien fue un pastor estadounidense que
escribió un libro llamado “La perpetuidad de la iglesia Bautista” en el año 1894.
Este autor es quizás el más acérrimo defensor de la teoría sucesionista. Él inventó
la expresión “la perpetuidad de las iglesias bautistas”. Él admitía que la teoría en
muchos sentidos era problemática, pero como la consideraba probable, para él era
correcta.

Para él, la perpetuidad significada que: “Jamás ha habido una época desde la
organización de la primera iglesia neotestamentaria en la cual no existiera una iglesia
neotestamentaria genuina… Convencerme de que no hay una iglesia que ha continuado
desde la época de Cristo es convencerme de que la Biblia es falsa”.

El sexto historiador, C.L Neal, el cual era un misionero de la junta Richmond. Él


publicó un libro llamado “Los bautistas a través de los siglos” en el año 1917. En
este libro Neal uso mucho el término “perpetuidad de la iglesia” aludiendo a la
tesis de Jarrel. Él dice que lo que entiende por “perpetuidad de la iglesia” es la
iglesia Bautista.

Él afirmaba cosas como: “Hay bastante material para probar, sin género de duda, que los
bautistas han existido desde que el primer bautista levanto la voz en el desierto de Judea…
Ningún hombre puede estar en la iglesia de Cristo, si esta iglesia no ha tenido una
perpetuidad desde los tiempos de Cristo”.

Esta teoría fue perdiendo fuerza a finales del siglo XIX, pero aun así se mantenía
vigente en los círculos académicos y volvió a tomar fuerza con una serie de libros
como el de D.B Ray llamado “La sucesión bautista”, el libro de J.T Christian,
llamado “Una historia de los Bautistas” y finalmente el libro de J.M Carroll
llamado “El rastro de sangre”. Este último libro fue traducido al español por J.M
Rodríguez y publicada por la junta bautista de publicaciones de Argentina en el
año 1946.

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Este libro estaba conformado por exposiciones (5 disertaciones) que expone Carroll
por muchas iglesias y que finalmente se juntan para ser un libro. Por medio de este
libro la teoría se popularizó en Latinoamérica.

En las palabras finales de su libro Carroll dice lo siguiente, “Durante todos los
períodos de la Edad Media o del oscurantismo, hubo muchos cristianos y muchas Iglesias
separadas e independientes, algunas de las cuales remontaban su origen hasta los tiempos
apostólicos, que nunca habían tenido relación alguna con la Iglesia Católica. Tales
cristianos e Iglesias siempre rechazaron y repudiaron completamente las doctrinas católicas.
Es éste un hecho perfectamente atestado por datos históricos fidedignos. Estos cristianos
fueron objeto perenne de enconada e implacable persecución. Pues la historia demuestra que
durante los doce siglos más o menos que duró la Edad Media, comenzando con el año 426,
hubo alrededor de cincuenta millones de cristianos que sufrieron el martirio. En esa misma
forma, a manos de sus crueles perseguidores, murieron muchísimos millares más en los
siglos que precedieron y siguieron a la Edad Media. Durante esos tiempos tenebrosos, esos
creyentes eran designados con diferentes nombres, que les daban sus enemigos. Tales
nombres se les daban a veces a causa de algún notable y heroico jefe, y a veces por otros
motivos. A veces, sí, muchas veces, no obstante tratarse de las mismas personas, se les daba
distintos nombres en distintas localidades. Pero en medio de tanta diversidad de nombres
había uno especial, o más bien una designación, que se adhería a algunos de estos cristianos
a través de la Edad del Oscurantismo; esa designación era: anabaptista. Con ese nombre
compuesto, se designó a ciertos cristianos que aparecen en la historia del siglo tercero. Pero
un hecho sugestivo es que eso sucedió a raíz del origen del bautismo infantil; pero más
sugestivo es aún el hecho de que esa designación estuvo en uso antes que el nombre de
católico. De todo esto resulta que el nombre de "anabaptistas" es el término denominacional
más antiguo de la historia. Una sorprendente peculiaridad de estos cristianos fue, y
continuó siendo en los siglos subsiguientes, la de que rechazaron la doctrina, de humana
invención, del "bautismo infantil"; y así exigían a todos los que, habiendo sido bautizados
en la infancia, deseaban unirse a ellos, se rebautizasen, aun cuando lo hubiesen sido por
inmersión. Fue a causa de esa peculiaridad que se les llamó "anabaptistas." Ese nombre
especial se aplicó a muchos cristianos que tenían otros apodos especialmente a los
donatistas, los paulicianos, los albigenses,los antiguos valdenses y otros”

Los historiadores sucesionistas tenían diferencia de opinión en algunas cosas como


los eslabones de la cadena de sucesión o la cadena de bautismos o la cadena de

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iglesias locales, pero en general todos estaban de acuerdo en la “perpetuidad” de la
iglesia.

Esta posición llego a su extremo en un grupo llamado los “Landmarkianos” o


“Hitoismo”. El nombre proviene de un tratado publicado en 1854 en la ciudad de
Pendleton que podría traducirse como un punto de referencia restablecido. El
Lanmarkianismo enseñaba que el reino de Dios se manifestaba visiblemente en las
iglesias verdaderas de Cristo. Esto significaba en las iglesias locales cuya existencia
ininterrumpida venia desde la iglesia primitiva, podían solamente considerarse
como iglesias verdaderas. Estas iglesias eran las iglesias bautistas que creían la
sucesión apostólica. Este movimiento rechazaba el intercambio de pulpitos entre
otras denominaciones, rechazaban la inmersión ajena y practicaban la comunión
cerrada. Por tanto, ninguna iglesia que se considerara verdadera podía relacionarse
con otra denominación, ni podría participar de la cena entre hermanos de otra
denominación (que incluso bautistas que no compartían su visión).

Justo Anderson enumera las huellas que ellos dejaron en la obra Bautista:

 Un énfasis indebido en la iglesia local. Todos los bautistas recalcan la


independencia y autonomía de la iglesia local, pero los hitoistas se fueron a
un extremo.
 Una interpretación rara de la historia bautista. Los hitoistas superan a los
católicos romanos en su énfasis sobre la sucesión apostólica de las iglesias.
Creen que la historia cristiana verdadera es solamente la historia bautista.
 Actitud negativa en cuanto a las otras denominaciones. No reconocen la
validez de los ministros de otras iglesias.
 Una práctica exclusivista de las ordenanzas del bautismo y la Santa Cena (o
Cena del Señor).

Es debido a estas posturas que existen tantas denominaciones Bautistas llamada


“Bautista independiente” “Bautista fundamentalista” “Bautista bíblica” y aun hoy
en día existen los “Bautistas Landmarkianos” o Bautistas hitoistas.

La teoría sucesionista suena muy loable de parte de los historiadores Bautistas,


pero tiene varios problemas al asumirla.

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 El primer error de esta teoría es pensar que la apostolicidad depende de que
la iglesia tenga una sucesión directa desde los apóstoles. Pues si ese fuera el
caso, ninguna iglesia podría decir eso.
 El segundo error de esta teoría es que al enfatizar tanto la sucesión
apostólica de la “perpetuidad” al final se cae en el mismo error que sostiene
la iglesia católica romana.
 El tercer error de esta teoría es que en realidad no hay datos históricos para
poder trazar esta línea histórica que se pretende, pues más bien es un acto
de fe.
 El cuarto error es lo que esta teoría tiende a producir. Como vimos, quienes
adhieren a esta teoría tienen a manifestar un separatismo extremo, a tal
punto que pueden considerar a los hermanos de otras denominaciones
como falsos.

Teoría de la Descendencia del Movimiento Separatista Inglés

H. Leon McBeth, un historiador bautista concluyó en su libro, “The Baptist Heritage:


Four Centuries of Baptist Witness,” lo siguiente, “la evidencia muestra que los Bautistas
se originaron del Separatismo Inglés, ciertamente parte de la Reforma Protestante.”.

Esta teoría del origen de los Bautistas, contrario a lo que afirma la teoría
sucesionista, prueba que los Bautistas son protestantes en todo el sentido de la
palabra. Sus orígenes, la forma en que moldearon su pensamiento, su teología,
tienen inicio en ese ambiente teológico de intensa reforma que sacudió Europa y
especialmente Inglaterra, pensamiento que moldeó a grupos como los Puritanos y
los Separatistas.

Algunos de estos separatistas, como veremos, adoptaron el bautismo de creyentes


por inmersión; práctica que les dio el apodo de ‘bautistas.’

En el siglo XVII emergen dos grupos distintos, sin contacto uno del otro, que
compartían muchas ideas en el aspecto doctrinal, pero que diferían principalmente
en la doctrina de la expiación de Cristo y en la organización de la iglesia. El
primero de ellos, y que no vamos a tratar en esta serie, fueron los Bautistas
Generales. Este nombre se debió a que creían en que la muerte de Cristo, su
expiación, era general. Es decir, creían que Cristo había muerto por todos los

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hombres y que lo único que logró en Su muerte fue abrir la posibilidad de
salvación para los hombres. Creían en el bautismo de creyentes, sin embargo, no
en la inmersión. Practicaban el bautismo por rociamiento o poniendo paños
mojados sobre la cara del creyente.

Este grupo surgió de su contacto con grupos holandeses. Hombres como John
Smith y Thomas Helwys, fueron los líderes con mayor influencia entre ellos. Su
teología fue menos influenciada por Juan Calvino y mucho más por Jacobo
Arminio, un teólogo holandés que rechazó las doctrinas calvinistas de la Reforma
Protestante. La iglesia más antigua entre este grupo se formó en 1609.

El segundo grupo fue el de los Bautistas Particulares. Su nombre se debía a que


creían en la expiación particular. Es decir, creían que Cristo había muerto, como
dice la Escritura, por los pecados de Su pueblo, los elegidos, y, por lo tanto, Su
muerte había sido eficaz para salvar a todos aquellos por los que se sacrificó.

Su teología era ampliamente calvinista y se convirtieron en el mayor de los dos


grupos. Su primera iglesia fue formada en 1633, y a diferencia de los generales, se
originaron del movimiento separatista inglés y adoptaron, como veremos, el
credobautismo por inmersión.

Los Bautistas se originaron “del torbellino de la Reforma del siglo dieciséis.”. Los
postulados de Sola Scriptura, Sola Gratia, Sola Fide, Solus Christus y Soli Deo gloria,
que surgieron de los años de reflexión teológica de reformadores como Lutero,
Calvino y Zwinglio, influenciaron ampliamente a los grupos que dieron origen a
los Bautistas.

Durante el siglo XVI Inglaterra era un lugar de grandes cambios en los ámbitos
sociales, económicos, políticos, y religiosos. La mano invisible de Dios se movía
poderosamente con el fin de llevar la Reforma a Inglaterra. Así fue como la religión
en ese país vio un cambio radical llegado el reinado de Enrique VIII (1509-1547). El
rey rechazó la Iglesia Católico Romana. En 1520, Enrique VIII necesitaba un
heredero que le sucediera en el trono. Sin embargo, él estaba convencido que su
esposa Catalina de Aragón, una católica, le había dado solamente una hija debido a
que él había infringido la enseñanza de la iglesia católica con respecto al
matrimonio al casarse con una mujer que había sido la esposa de su hermano

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mayor. Enrique VIII buscó que el papa anulara su matrimonio con el fin de tener el
permiso para casarse con otra mujer que le pudiera dar un heredero. Como el papa
no le concedió su petición, el rey decidió romper con la Iglesia Católica, se divorció
de Catalina y se casó con Ana Boleyn, una protestante. En 1534 declaró la
independencia total de la iglesia en Inglaterra de Roma y la puso, por razones
estratégicas, bajo su autoridad. El primer ministro que nombró fue Thomas
Cromwell, quien impulsó fuertemente la reforma de la iglesia. Disolvió los
monasterios y se empleó en traducir la Biblia al inglés para ponerla a disposición
de todas las parroquias en el país.

Eduardo VI, hijo de Enrique y Ana, le sucedió por un período corto de tiempo en el
poder. Durante su reinado se aceleró el proceso de reforma habiendo aceptado a
líderes de la teología protestante.

Se empezaron a disolver los lugares donde se realizaban misas para las almas de
las personas en purgatorio. Además, Cranmer creó dos libros de Oración Común
teológicamente protestantes.

Al morir Eduardo VI en 1553 le sucedió la hija de Catalina de Aragón, María I,


quien era al igual que su madre una católica. Ella impulsó el retorno de Inglaterra
al Catolicismo Romano y destituyó a los ministros puestos por su hermanastro.
Otros muchos fueron perseguidos y muertos bajo la pena de herejía. Esto le otorgó
a María el título de “María la sangrienta.”

Muchos huyeron a lugares del continente como Holanda y Ginebra, esperando la


muerte de la reina en 1558.

Luego de su muerte ascendió al poder Isabel I, hermanastra de María I e hija de


Ana Boleyn, quien era una firme protestante. Bajo su reinado se postularon los 39
Artículos de 1563 que constituían la ortodoxia de la nueva monarquía y que eran
enfáticamente reformados. Se excluyó a los católicos de su oficio religioso y
muchos fueron perseguidos una vez que el papa excomulgó a la reina en 1570. Sin
embargo, ella buscó una vía media entre el Catolicismo Romano y el protestantismo.
Lo que deseaba era controlar una iglesia protestante con aspectos de la Iglesia
Católica.

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Fue en este contexto que surgió el Puritanismo. Ese término se escuchó por
primera vez en 1565 para describir a todos aquellos que consideraban el proceso de
Reforma en Inglaterra incompleto. Muchos consideraron este sistema intermedio
insatisfactorio. Lo que deseaban era purificar a la iglesia del resto de las
supersticiones católicas. Estos puritanos eran calvinistas, sin embargo, su
interpretación y lealtad a las Escrituras les demandaba más cambios a nivel
eclesiástico. Eso fue algo a lo que la corona no estaba dispuesta a hacer.

Muchos empezaron a pensar en formar iglesias fuera de la iglesia de Inglaterra,


por lo cual fueron perseguidos y muchos ejecutados. Otros, como Francis Johnson
fueron encarcelados y exiliados.

En 1603 muere Isabel I y la sucede Jaime VI de Escocia, quien se convirtió en Jaime


I de Inglaterra, y quien había sido criado en el Presbiterianismo. Para los Puritanos
esto parecía una ventaja para avanzar la Reforma de la iglesia en su país. En 1604,
miles de ellos, como Henry Jacob, se reunieron y le escribieron ciertas peticiones de
cambio al rey, la llamada “Petición Milenaria.”. Sin embargo, el rey no iba a hacer
nada que pusiera en riesgo el episcopado que existía. Su lema era, “No obispo, no
rey.” Lo que quería decir es que sin la corona no controlaba a los obispos, entonces,
el poder del rey sobre el pueblo se perdería. Él sabía que sus decretos podían llegar
más fácil al pueblo por medio de los obispos de la iglesia de Inglaterra. En esos
tiempos era obligatorio que todos los habitantes del país asistieran a la iglesia cada
domingo. Por lo tanto, esto le proveía al rey de oportunidades para controlar a sus
súbditos. Los obispos apuntados por él, por ejemplo, podían avisarle si alguien no
cumplía con sus decretos. Su control sobre el país dependía de su control sobre la
iglesia.

Los Puritanos estaban muy decepcionados y por ende se dio un sentimiento


generalizado de separatismo, pues según ellos la adoración pura a Dios se daría
sólo por medio de congregaciones independientes de la Iglesia de Inglaterra. Sin
embargo, los que no se separaron totalmente de la iglesia continuaban predicando
y enseñando las doctrinas de la Reforma Protestante.

En 1629 el hijo de Jaime I, Carlos I, nombró a William Laud como Arzobispo de


Londres. Laud era un enemigo del calvinismo y les prohibió a sus obispos enseñar
los 39 Artículos de la Iglesia. Los Puritanos que estaban haciendo esto tuvieron que

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huir a Holanda o Nueva Inglaterra (Estados Unidos), pues eran perseguidos,
encarcelados o expulsados del ministerio.

Laud también había instaurado un sacramentalismo eclesiástico sumamente


rígido. Las mesas donde se daba la comunión se volvieron a usar según el patrón
Católico Romano, se enseñó a que todos debían arrodillarse delante del altar, y que
el bautismo le impartía al infante la gracia divina para salvación. Esto aumentó el
descontento entre los puritanos y movilizó muchos al separatismo.

Los Bautistas fueron el producto de estos tiempos. Ellos fueron, como dice
Bebbington, “herederos de la Reforma, del Puritanismo, y Separatismo. Ellos adoptaron
los mismos principios de lealtad minuciosa a la Palabra de Dios, el deseo apasionado de
adorar a Dios correctamente, y el deseo de reestructurar la iglesia de acuerdo a los preceptos
de Dios. Sus prioridades bíblicas, litúrgicas, y eclesiásticas los llevó de la lealtad a los
Puritanos al separatismo y, eventualmente, un paso más allá de repudio del bautismo de
infantes. Los Bautistas fueron los que tomaron los principios de la Reforma a su última
conclusión.”.

El Separatismo contribuyó mucho, pues tomaban la Biblia muy en serio y


determinaron vivir sus vidas por sus enseñanzas. Insistían en una iglesia
compuesta exclusivamente de aquellos que habían sido redimidos; rechazaban el
obispado dictatorial, favoreciendo un gobierno participativo, y una liturgia simple
en la adoración a Dios.

Es importante establecer que en 1610, Henry Jacob, uno de los que le solicitó los
cambios eclesiásticos a Jaime I, tuvo que huir a Holanda después de haber sido
encarcelado por publicar un tratado favoreciendo la reforma de las iglesias en
Inglaterra. Cuando vuelve en 1616 siendo un semi-separatista (es decir, que
consideraba necesario separarse de la Iglesia de Inglaterra, pero que no la
consideraba una iglesia falsa) establece una iglesia separatista en Londres, de la
cual él era el pastor. Esta iglesia lleva el nombre de sus tres primeros pastores,
Henry Jacob, John Lathrop y Henry Jessey; la Iglesia Jacob-Lathrop-Jessey (JLJ), y
se reúne ilegalmente luchando contra las imposiciones anti-calvinistas y
sacramentalistas de Laud y la Iglesia Anglicana.

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En 1622 Jacob se muda a Nueva Inglaterra y muere allí. Luego, bajo el pastorado
de Lathrop la iglesia continúa discutiendo las doctrinas de la gracia (sobre todo la
doctrina del bautismo) a pesar de la persecución doctrinal que estaban
experimentando.

Las personas en estas iglesias separatistas abrían sus Biblias para responder a las
acusaciones que les hacía la iglesia de Inglaterra. En 1630 un miembro de la iglesia
llevó a un infante para ser bautizado y fue cuando algunos bajo el liderazgo de
John Duppa, que habían estado estudiando las Escrituras, objetaron la legitimidad
del bautismo de infantes. Sin embargo, los argumentos de Duppa no fueron
aceptados por la iglesia y experimentaron la primera división de 12 de sus
miembros.

En 1633, Samuel Eaton llegó a la conclusión de que el bautismo de infantes no era


válido porque había sido administrado por una iglesia falsa. Por lo tanto, según
ellos, requerían de un nuevo bautismo, el cual aún no era el bautismo de creyentes,
sino un simple segundo bautismo. Sin embargo, históricamente se puede ver la
lucha que esta iglesia está teniendo con las Escrituras y su enseñanza del bautismo.
La pregunta que querían contestar era: ¿Quién debe administrar el bautismo?
Como consideraban a la iglesia anglicana una iglesia falsa, entonces su bautismo
de niños debía ser rechazado. En 1638, bajo el pastorado de Henry Jessey, la iglesia
seguía luchando contra esta doctrina y ahora la pregunta que deseaban contestar
era: ¿Quiénes deben ser los receptores del bautismo? Estudiando las Escrituras
llegaron a la conclusión que la imposición doctrinal de Laud era incorrecta. La
Biblia que estaban estudiando no enseñaba que el bautismo impartiera una gracia
especial para la salvación del niño, pero tampoco enseñaba que los niños debían
ser bautizados.

Como buenos calvinistas, la controversia los forzó a ir a las Escrituras y en ellas


encontraron la respuesta a sus preguntas: el bautismo es exclusivamente para los
creyentes. Sin embargo, a pesar de que esta iglesia estaba bautizando sólo
creyentes a partir de ese momento, aún no era por inmersión.

La iglesia JLJ continuaban estudiando las Escrituras y llegan al convencimiento que


el bautismo bíblico es el bautismo de creyentes por inmersión, y envía a uno de sus
miembros, Richard Blunt, a Holanda para contactar a una iglesia que estaba

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practicando el bautismo por inmersión. Blunt es bautizado allá y cuando regresa a
Londres en enero de 1642, bautiza por inmersión a los 53 miembros de la iglesia
JLJ, convirtiéndose así en la primera iglesia bautista particular del siglo XVII. El
famoso manuscrito Kiffin ofrece una minuta de los sucesos de la iglesia JLJ, “1640.
3er Mes. La Iglesia se convierte en dos por mutuo consentimiento, la mitad con el Sr.
Barebone, & la otra mitad con el Sr. Jessey y el Sr Richard Blunt, con él convencido del
Bautismo y que debe ser sumergiendo en cuerpo dentro del agua, asemejando la muerte y la
resurrección. 2 Col: 2.12. Rom: 6.4. tuvieron conferencia sobre esto en la Iglesia, y luego
con algunos de los nombrados que también estaban convencidos: Y luego de orar & la
conferencia sobre esto, no habiendo sido practicado por nadie en Inglaterra a creyentes
profesantes, y escuchando que algunos en Holanda los habían practicado acordaron enviar
al Sr Blunt (quien comprendía el idioma holandés) con cartas de recomendación, quien fue
amablemente aceptado allí, y regresó con cartas de ellos. El Sr Blunt bautizó al Sr Blacklock
quien era un maestro entre ellos y él y el Sr Blunt bautizaron al resto de sus amigos que
eran del mismo parecer y muchos siendo añadidos aumentaron en gran manera. Los
nombres de todos Enero 11: Richard Blunt, Samuel Blacklock, Thomas Shephard y su
esposa, Gregory Fishburn, Dorothy Fishburn, Mary Millisson, John Cadwell, Elizabeth
Cadwell, Samuel Eames, Thomas Munden, Thomas Kilcop, William Willieby, Robert
Locker, Jary Locker, John Braunson, John Bull, Richard Ellis, Mary Langride, William
Creak, Mary Haman, Robert Carr, Sarah Williams, Martin Mainprise, Joane & Ann
Dunckle, Henry Woolmare, Elizabeth Woolmore, Robert King, Sarah Norman, Thomas
Waters, Isabel Woolmore, Henry Creak, Judeth Manning, Mark Lukar, Mable Lukar,
Henry Darker, Abigail Bowden, Elizabeth Jessop, Mary Creak, Susanah King, John
Cattope, George Denham, Nicholas Martin, Thomas Daomunt, Ailie Stanford, Richard
Colgrave, Nath Matthon, Elizabeth Hutchinson, Mary Burch, John Croson Sybilla Lees,
John Woolmore. Por lo tanto 53 en total.”

Pronto, la iglesia de John Spilsbury adopta el bautismo por inmersión. En ese


mismo año William Kiffin, otro pastor puritano separatista se convenció del
bautismo de creyentes por inmersión.

Para 1644 existían siete iglesias bautistas particulares en Londres; para 1675 había
121 iglesias y para 1713, 221 iglesias bautistas particulares, demostrando el
crecimiento tan impresionante en Inglaterra y Gales.

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Por todo lo antes expuesto, podemos concluir que los bautistas surgen
históricamente del movimiento puritano separatista independiente de Inglaterra
del siglo XVII. Fue por lo tanto un movimiento, puritano, calvinista, reformado.

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Nuestros Antepasados

J. H. Shakespeare afirmó a principios del siglo XX que, “el gran descubrimiento de


esta era, no era un Nuevo Mundo, sino un libro.”. En Europa, y especialmente en
Inglaterra se estaba traduciendo la Biblia. Wycliffe la tradujo al inglés en 1382;
Tyndale tradujo el Nuevo Testamento en 1525; Coverdale distribuyó su propia
traducción en 1535; y en 1611 salió publicada la versión de la Biblia del Rey Jacobo
(King James versión).

Inglaterra estaba siendo inundada con la Palabra de Dios y los hombres estaban
buscando en ella sus respuestas. Los bautistas, a pesar de tener a su disposición
patrones de entendimiento bíblico, no basaron su entendimiento conscientemente
en ellos; sino que buscaron obtener sus doctrinas y sus prácticas directamente de la
Escritura. Es por eso que el mismo Shakespeare dijo, “Uno podría acabar con todos los
grupos religiosos del siglo diecisiete, dejen una Biblia abierta, y tendremos bautistas
mañana.”.

Ahora, ¿cuáles son algunos de estos bautistas particulares que surgieron en el siglo
XVII? ¿Cuáles son los distintivos que constituyen nuestras raíces espirituales?
¿Qué ideas moldearon la teología que nosotros como iglesia enseñamos y
afirmamos? Eso es lo que trataremos de responder en las líneas

William Kiffin (c. 1616-1702)

Es quizás el Bautista Particular más importante del siglo XVII. La Enciclopedia


Bautista lo describe así, “por la mitad de un siglo, fue el padre de los Bautistas Ingleses.”.
Además, fue el único Bautista Particular que firmó, tanto la Primera Confesión
Bautista de 1644, como la de 1689.

Kiffin nació en Londres en 1616. A los nueve años de edad perdió a su padre y
madre debido a la plaga de 1625. A sus 13 años aprendió el oficio de guantero. Su
conversión se dio muy joven, a la edad de 16 años. Se cuenta que él andaba por
toda la ciudad de Londres buscando iglesias puritanas que estuvieran abiertas para
escuchar sermones. Y fue escuchando las predicaciones de dos pastores puritanos,
John Davenport y John Goodman que Dios lo convirtió.

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En su autobiografía Kiffin escribió lo siguiente acerca de su conversión, “Al final del
año 1632, le plació a Dios traer al Sr. Goodman a Londres. Yo seguía su ministerio y lo
encontraba muy provechoso. Por un tiempo había visto mi falta de Cristo, y creía que era
únicamente por Él que debía esperar el perdón; y también había visto que el valor y las
excelencias se encontraban en Él por encima de todos los otros objetos; así que ahora sentía
mi alma descansar y confiar en Él.”

Ahora, la evidencia de su conversión no se hizo esperar. Desde el inicio de su vida


cristiana mostró su amor por las Escrituras y sus deseos por crecer en el
conocimiento de ellas. Él mismo escribió, “Cercano a este tiempo conocí algunos
jóvenes que diligentemente atendían los medios, a quienes le había placido a Dios darse a
conocer y Su gracia. Estos, siendo aprendices, así como yo, no teníamos oportunidades para
conversar excepto en el Día del Señor. Siendo nuestra constante práctica asistir al sermón
de la mañana, que iniciaba a las seis en punto, tanto en Cornhill como en la Iglesia de
Cristo, designábamos reunirnos una hora antes, para orar y comunicar las experiencias que
habíamos recibido del Señor; o sino repetir algún sermón que habíamos escuchado
previamente. Después de un poco de tiempo también leíamos alguna porción de la
Escritura, y hablábamos de ella según Dios se placía en capacitarnos. Estos ejercicios los
encontré de gran ventaja, y por grados llegué a una pequeña medida de conocimiento,
encontrando el estudio de las Escrituras de mucho gozo y deleite, el cual atendía según Dios
se placía en darme oportunidades.”.

Dándose cuenta, en esos primeros años, que había algunos ministros que se habían
separado de la Iglesia de Inglaterra, buscó estudiar y examinar todos los puntos de
disputa entre ellos. Y de nuevo, en su autobiografía, escribió lo siguiente, “Me
suministré de todos los libros y manuscritos que pude. Después de examinar
minuciosamente lo que había encontrado, comparándolo con lo que leía en las Escrituras,
que Dios siempre era muy celoso de Su adoración, y había dejado muchos ejemplos de Su
severidad en aquellos que le habían añadido algo...Más provocado estaba para pedirle a Dios
su dirección; y escudriñé más cercanamente las Escrituras...Un tiempo después me uní a
una congregación Independiente.”.

Fue en 1638 cuando se unió a una iglesia independiente liderada por Samuel
Eaton, y que había sido parte de la iglesia JLJ, pero, a diferencia de ésta que era
semi-separatista, la iglesia de Eaton estaba firmemente opuesta a la Iglesia
Anglicana. Algunos de sus miembros habían sido bautizados como creyentes, sin

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embargo, no por inmersión. Eaton muere en 1639 y la iglesia llama a Kiffin para
que sea su pastor, oficio que ocupó hasta el día de su muerte en 1701. En esta
iglesia conoció a su esposa con la cual estuvo casado por 44 años.

Además, Kiffin fue un extraordinario comerciante mercantil, lo cual lo hizo un


hombre muy influyente en Inglaterra y Europa, y aparentemente en muy poco
tiempo era uno de los hombres más ricos de Londres. Su nombre está conectado
con todos los procedimientos públicos de los Bautistas Particulares en casi la mitad
del siglo XVII.

Esto lo hizo un hombre muy perseguido. No sólo querían encarcelarlo por su


doctrina, sino que también buscaban su dinero. El mismo rey Carlos II, quien en
algún momento necesitaba dinero y quien era recordado por olvidar sus deudas, le
envió una carta a Kiffin solicitándole un préstamo de 40 mil libras (un buen salario
para un pastor a finales del siglo XVII era aproximadamente de 75 libras al año.
Muy pocas iglesias podían pagarles esa suma a sus pastores. La gran mayoría de
pastores ganaban entre 30 y 40 libras al año). Ahora, cuando Kiffin recibió la carta,
conociendo a Carlos, le respondió que en ese momento no contaba con esa suma de
dinero, pero que si su Majestad aceptaba las 10 mil libras que le enviaba, entonces
él estaría muy agradecido. El rey obviamente aceptó el dinero y Kiffin pensó que se
había ahorrado 30 mil libras.

Kiffin usaba su dinero para el reino de Dios. Frecuentemente estaba ayudando con
su influencia a otros hermanos que estaban siendo perseguidos y encarcelados,
intercediendo ante el rey por ellos. Además, usaba su dinero para ayudar a los
pobres o para ayudar a ministros jóvenes que deseaban estudiar para el
ministerio.

En esos tiempos se estaba debatiendo la necesidad del bautismo por inmersión


para la membrecía de la iglesia. Unos, como Kiffin, argumentaban que el bautismo
era un requisito para solicitar la membrecía a una iglesia. Otros, como Henry
Jessey que rechazaban el bautismo de infantes y que creían que era bueno requerir
el bautismo de creyentes para la membresía, permitían a personas no bautizadas
bíblicamente ser miembros de sus iglesias. Y un tercer grupo argumentaba que el
bautismo era una cuestión personal y por lo tanto irrelevante para la membresía de
la iglesia. En este tercer grupo se encontraba John Bunyan a quien se le opusieron

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Kiffin y Benjamín Coxe, el padre de uno de los grandes bautistas particulares,
Nehemías Coxe.

Muchos consideran a Bunyan un bautista, sin embargo, su visión del bautismo no


era la de un bautista de sus tiempos. Bunyan era un congregacionalista. Kiffin
escribió su único tratado contra Bunyan llamado, “Un sobrio Discurso del derecho a la
comunión con la iglesia donde se prueba por la Escritura, el ejemplo de tiempos primitivos
y la práctica de todos los que han poseído la religión cristiana, que ninguna persona no
bautizada pueda ser admitida regularmente a la Cena del Señor.”

William Kiffin creía y enseñaba que el bautismo era necesario para la membrecía
de un creyente en una iglesia.

Kiffin tampoco fue un extraño al sufrimiento. Constantemente fue perseguido y


gran parte de su dolor se dio por la muerte de sus hijos. Él escribió las siguientes
palabras después de la muerte de su primogénito, “Le plació al Señor llevarse del
mundo para Sí a mi primogénito, lo cual no fue una pequeña aflicción para mí y mi esposa.
Su obediencia a sus padres y su progresión en los caminos de Dios eran tan evidente que lo
hacía tan afable a los ojos de aquellos que lo conocieron. El dolor que sentí por su pérdida
me presionó grandemente, con más que un dolor ordinario; pero en medio de mi gran
aflicción, le plació al Señor sostenerme por aquella bendita palabra traída poderosamente a
mi mente (Mateo 20:15), ¿“No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? O tienes tu
envidia, ¿porque yo soy bueno?” Estas palabras silenciaron mi corazón, tanto que sentí una
perfecta sumisión a Su soberana voluntad, estando bien satisfecho que fue para gran ventaja
de mi querido hijo, y una voz para mí para ser más humilde, y cuidadoso de mis caminos.”.

El 2 de octubre de 1682 murió su amada esposa, de quien escribió lo siguiente, “Le


plació al Señor llevarse Consigo a mi querida y fiel esposa, con quien viví casi cuarenta y
cuatro años, cuya ternura hacia mí y fidelidad a Dios eran tales que no pueden ser
expresadas por mí, pues constantemente simpatizaba conmigo en todas mis aflicciones.
Verdaderamente puedo decir, nunca la escuché pronunciar el menor descontento bajo todas
las variadas providencias que le atendieron a ella o a mí; ella miraba la mano de Dios en
todas sus penas, así para alentarme en los caminos de Dios: su muerte fue la mayor pena
para mí que jamás haya conocido en el mundo.”

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Kiffin murió el 29 de diciembre de 1701. De nuevo, Cramp escribe de él lo
siguiente, “Él fue un eminentemente buen hombre. No podemos sino admirar la quieta
compostura y sumisión filial de alma con la que registró aún los más dolorosos eventos de
su vida. “Le plació al Señor” tal fue la expresión habitual de sus ideas y sentimientos.”.

Hanserd Knollys (c. 1599-1691)

Nació en Chalkwell en 1599. En 1627 ingresó a la Universidad de Cambridge en


donde hizo una maestría en gramática. Durante sus estudios en la universidad fue
convertido por Dios habiendo conocido y escuchado a diversos predicadores
puritanos. Él mismo escribió, “oraba diariamente, escuchaba a todos los ministros
piadosos que podía, leía, escudriñaba las santas Escrituras, leía buenos libros, me rodeaba de
graciosos cristianos entonces llamados puritanos.”.

En 1629 fue ordenado Obispo de Petersborough dentro de la Iglesia de Inglaterra.


Predicaba 3 o 4 veces cada domingo, sin embargo, poco a poco llegó al
convencimiento que su posición en la Iglesia de Inglaterra no estaba de acuerdo
con el Nuevo Testamento, especialmente porque creía que hacer la señal de la cruz
durante los bautismos o aceptar personas perversas a la Cena del Señor era
inaceptable; y por ende terminó renunciando a su posición.

Debido a la persecución que estaban enfrentando los disidentes (inconformistas)


decidió embarcarse a Nueva Inglaterra en 1638. Sin embargo, por diversas razones
regresó a Londres en 1641 y se ganó la vida enseñando en la escuela. Para la
década de 1640 estaba convencido del bautismo exclusivo de creyentes y estaba
totalmente identificado con los Bautistas Calvinistas de Londres.

Parte de su tiempo lo usaba predicando el evangelio y pronto abrió un lugar para


congregarse en Santa Helena en donde se reunían hasta mil personas a escucharle
predicar. En 1645 fue ordenado pastor de esa iglesia, oficio que ocupó hasta su
muerte en 1691.

Junto con William Kiffin convocaron a la primera asamblea nacional de Bautistas


Particulares, la cual se llevó a cabo en Setiembre de 1689, en donde afirmaron lo
que conocemos como la Segunda Confesión Bautista. El fin era presentar un frente
unido junto con los presbiterianos y congregacionalistas para enfrentar las
persecuciones del gobierno.

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Su nombre es el primero en la lista de firmantes, lo cual confirma la posición que
Knollys mantenía entre los Bautistas Particulares de Londres.

Debido a la pobreza de la iglesia nunca pudieron mantener a su pastor por lo cual


trabajó como maestro hasta el final de su vida, siendo encarcelado y perseguido en
múltiples ocasiones por su fe. De esto escribió, “He ganado grandes experiencias de la
fidelidad, la bondad y la verdad de Dios, en Sus grandes y preciosas promesas; y he ganado
alguna experiencia del engaño de mi propio corazón y del poder de mis propias
corrupciones, y del poder reinante de Cristo, cautivando y subyugando mis pecados –
conquistando al diablo, al mundo, y al pecado, y luego dándome la victoria, y dándome el
triunfo, para bendecir Su nombre.”.

Entre sus obras se encuentra su gramática de la lengua en latín, griego, y hebreo,


escrito en latín y publicada en 1665. Tuvo gran influencia en el pensamiento
escatológico bautista publicando su comentario sobre el libro de Apocalipsis
publicado en 1668 y un tratado llamado, “El mundo que ahora es, y el mundo que será;
o la Primera y Segunda venida de Jesucristo,” publicado en 1681. Previamente había
escrito una exposición del capítulo 25 de Mateo en 1674.

En 1646 publicó un tratado llamado, “El Brillo de un Fuego Ardiente en Sion.”. Era
una respuesta a un panfleto escrito por John Saltmarsh llamado, “El Humo en el
Templo” en el cual afirmaba que las iglesias bautistas particulares eran iglesias
falsas y no podían por lo tanto administrar las ordenanzas de Cristo debido a que
no poseían todos los dones del Espíritu Santo.

En su respuesta dejó claro la posición Bautista Particular representada luego en la


CBL 1689, argumentando lo siguiente, “Tales dones [extraordinarios] y milagros eran
para traer la Palabra del Evangelio al mundo, y para glorificar la primera venida de Cristo
en la carne, más que para luego, hebreos 2: 3-4; Juan 20:29-31.”.

Además, afirmó que todos los Bautistas Particulares creían que su proclamación
del evangelio iba acompañada de milagros, “Tan frecuentemente como el Evangelio
viene a alguna Alma no sólo en Palabra, sino en poder y en el Espíritu Santo, 1
Tesalonicenses 1: 3-4, hay un Milagro originado en ellos que reciben el Evangelio, Lucas
7:22, y ellos lo reciben entonces al Espíritu Santo y sus dones y gracias...Entonces no

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necesitamos quedarnos para un Ministerio con Milagro, siendo que tenemos una Palabra
con Milagro.”.

Como el resto de los Bautistas de su tiempo, Knollys afirmaba que la confirmación


de sus iglesias era que Dios obraba el milagro de la regeneración o del nuevo
nacimiento cuando ellos predicaban el Evangelio de Jesucristo. Esto era, a su
criterio, lo que les confirmaba como iglesias verdaderas.

Knollys murió el 19 de Setiembre de 1691 cuando tenía 93 años.

En 1845 se creó la Sociedad Hanserd Knollys con el fin de republicar las obras de
los Bautistas Particulares del siglo XVII.

Benjamín Keach (c. 1640-1704)

Ha sido identificado como “el principal teólogo Bautista de su era, de similar


importancia para su denominación como lo fue Richard Baxter para los Presbiterianos
ingleses, John Owen para los Congregacionalistas.”.

Fue bautizado en la Iglesia de Inglaterra el 29 de febrero de 1640, una semana


después de su nacimiento. Sin embargo, a la edad de quince años, Keach estaba
convencido que su bautismo como niño era inválido, y convencido por el contrario
del bautismo de creyentes por inmersión, así que fue bautizado en una iglesia
Bautista General.

A los dieciocho años estaba predicando el evangelio en aquellas iglesias que así lo
invitaran. Esto hizo por casi una década. En 1668 se muda a Londres junto a su
esposa y tres hijos. Durante el viaje fueron atacados por ladrones quedando
desposeídos de todo su dinero, el cual habían obtenido al vender todas sus
posesiones para mudarse a la capital.

Quedando totalmente desposeídos, fueron ayudados por diferentes iglesias


Bautistas Particulares, entre ellas la iglesia de William Kiffin, proveyendo para
ellos dinero, comida y hospedaje.

Por cuatro años se reúne privadamente con una congregación en casas debido a la
persecución. En 1672, cuando el rey Carlos II publica la “Declaración de Indulgencia”
edifican un lugar para congregarse formalmente. Poco a poco fue creciendo hasta

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el punto de albergar a casi mil personas cada domingo. Para este momento, Keach
ya era calvinista.

El nombre de la iglesia era Horselydown, la cual luego se convertiría en la Iglesia


de New Park Street y posteriormente el Tabernáculo Metropolitano de Charles
Spurgeon. Dicha iglesia tendría tres eminentes pastores: Keach, John Gill y luego
Charles Haddon Spurgeon.

Llegado a Londres conoce a Kiffin, Knollys, entre otros de los grandes Bautistas
Particulares. Y en 1670, luego de la muerte de su primera esposa, se vuelve a casar,
y fue Hanserd Knollys quien ofició la ceremonia.

Sin embargo, la predicación no era todo el trabajo de Keach. Él fue un gran escritor.
Escribió más de 43 obras algunas polémicas, algunas prácticas y otras retóricas.
Entre las obras polémicas están aquellas que trataban sobre el Bautismo como,
“Oro refinado, o el Bautismo en su Pureza Primitiva. Probando que el Bautismo en Agua
es una Santa Institución de Jesucristo y que debe continuar en la Iglesia hasta el fin del
mundo,” en la cual, escribe, “es evidente que Baptismo, o Bautismo, no es aspersión, o
rociamiento, o echar un poco de agua sobre el rostro, o ninguna otra parte del cuerpo. Sino
que es la Inmersión o el hundimiento de todo el cuerpo.”. Entre sus obras prácticas se
encuentra su Tropologia, o “La llave para Abrir las Metáforas de la Escritura,” o
también su exposición de las Parábolas del Señor.

Keach fue un gran alegorista. Quizás el más grande de todos era Bunyan, sin
embargo, Keach estaba hombro a hombro con él. Entre sus obras poéticas o
alegóricas más importantes se encuentra, “Sion en angustia; o, Los Gemidos de la
Iglesia Protestante,” publicada en 1666.

Sin embargo, quizás su mayor influencia entre los Bautistas Particulares haya sido
por causa de la controversia que surgió en su iglesia con respecto al canto de
himnos.

En la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, por causa de lo ocurrido en la Reforma


Protestante, se habían quitado de la Iglesia Anglicana todos los himnos
prefiriéndose por Salmos Métricos. Las iglesias separatistas también habían
adoptado esa medida. Muchos repudiaban el cántico congregacional. Algunos
como John Smith, un Bautista General, afirmaban que sólo se debían cantar salmos,

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pero que estos no debían provenir de algún libro, sino del espíritu. Si uno cantaba
usando métrica, rimas o tonadas contristaba al Espíritu Santo.

Entre las iglesias Bautistas Particulares no hay evidencia de canto de himnos antes
de 1650. Sin embargo, entre 1673 y 1675, Keach empezó a introducir los himnos y
cánticos congregacionales en su iglesia al final de la Cena del Señor.

Isaac Marlow, un miembro de su iglesia, publicó en 1690 un tratado llamado, “Un


Breve Discurso Concerniente a Cantar en la Adoración Pública de Dios,” en el cual
afirmaba que pasajes como Colosenses 3:16 no indicaban que cantar incluyera un
pronunciamiento verbal, sino “un hablar en el corazón.”.

Keach escribió una respuesta en 1691 en un tratado que llamó, “La Brecha Reparada
en la Adoración a Dios, o Cantando Salmos, Himnos y Cánticos Espirituales Probando ser
una Ordenanza Santa de Jesucristo.”. En este tratado Keach describe varios tipos de
voces: un sonido gritado de la lengua; un sonido de lloriqueo; una voz de
predicación; un sonido de oración o alabanza; una voz de cántico. Y dijo, “Todas
estas son distintas una de otras. Cantar no es un simple canto del corazón, o cántico
mental; sino una modulación melodiosa y musical, o cambio de la voz. Cantar es un deber
hecho siempre con la voz, y no puede ser hecho sin la lengua.”.

Horselydown fue la primera iglesia Bautista Particular en Inglaterra en practicar el


canto congregacional de himnos. La controversia poco a poco fue cediendo y para
1710 era historia, pues la gran mayoría de iglesias Bautistas Particulares habían
cambiado de parecer y habían adoptado la enseñanza de Keach.

Benjamín Keach fue autor de dos colecciones de himnos, “Melodía Espiritual” y


“Canciones Espirituales” sin embargo, a pesar de su entusiasmo por los himnos, sus
composiciones eran de muy mala calidad.

Sufrió grandes persecuciones. Una vez, se dice, que fue amarrado por unos
soldados quienes planearon pasarle por encima con sus caballos con el fin de
matarlo, sin embargo, llegó un oficial y le salvó la vida. Otra vez fue apresado por
publicar un tratado llamado, “El Instructor de un Niño,” en el cual desaprobaba el
bautismo de infantes. Fue llevado al juez quien le condenó a ir a la cárcel y pararse
dos sábados en la picota en medio del mercado de la ciudad con un rótulo sobre su
cabeza que dijera, “Por escribir, imprimir, y publicar un libro cismático llamado El

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Instructor del Niño.”. Usualmente cuando una persona era puesta en la picota los
transeúntes lo ridiculizaban y en ocasiones lo apedreaban. Sin embargo, se dice
que Benjamín se paró en la picota, pero los que iban pasando respetaban tanto a
Keach y conocían su piedad que no le hicieron daño. En lugar de quedarse callado
defendió su doctrina mientras la gente le escuchaba. De pronto, un ministro de la
Iglesia de Inglaterra empezó a insultarlo y fue a él a quien la multitud empezó a
insultar y a criticar por su vida impía.

También sufrió una vida de debilidad y se enfermaba frecuentemente, muriendo el


18 de Julio de 1704 a los sesenta y cuatro años. Uno de los miembros de su iglesia
escribió de él lo siguiente, “Coleccionar cada transacción particular de la vida de este
digno ministro no se puede esperar a tal distancia de tiempo; ni siquiera coleccionar todo lo
excelente y amigable en él pues es demasiado trabajo para lograrse. Sólo observaré que era
una persona de gran integridad de alma; de hecho, un Natanael; su conversación no era
vana, sino seria, sin ser tonta o aburrida. Comenzó a ser religioso tempranamente, y
continuó fielmente hasta el final. No fue impresionado por la furia de sus perseguidores, a
pesar de haber sufrido mucho de ellos por causa de Cristo. Predicar el Evangelio era el
placer de su alma, y su corazón estaba tan dedicado en la obra del ministerio, que de tiempo
en tiempo su primera aparición en público al final de sus días era una continua escena de
trabajo y esfuerzo. Su gran estudio y constante predicación agotaron sus espíritus animales
y debilitaron su fuerza, sin embargo, hasta el final descubrió un celo contra los errores del
día. Su alma era demasiado grande para retroceder de cualquier verdad que poseyera, tanto
por poderes o por cumplidos de los más eminentes. Él cumplía los deberes de su oficio
pastoral con una diligencia incansable, predicando en tiempo y fuera de tiempo, visitando
aquellos bajo su cuidado, alentando a los serios, defendiendo las grandes verdades del
Evangelio, y poniéndolas en la más clara luz. ¡Qué tan bajo iría por causa de la paz! ¡Y
cuánto soportaría las enfermedades de sus hermanos débiles! Él era prudente, así como
pacífico; perdonaría y olvidaría daños, siendo caritativo, así como cuidadoso. No era adicto
de censurar duramente a los que diferían de él en temas menores, sino que amaba a todos los
santos, y constantemente se ejercitaba en esto, para mantener una conciencia vacía de
ofensas contra Dios y contra el hombre. Mostró un esfuerzo incansable para recobrar el
decaído poder de la religión, pues vivió lo que predicó. No usaba tonos inusuales ni gestos
indecentes en su predicación. Su estilo era fuerte y masculino. Usualmente usaba notas,
especialmente en la parte final de su vida; y si sus sermones no tuvieran el embellecimiento
de lenguaje en que algunos se gloriaban, ellos tenían esta ventaja peculiar, ser llenos de

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divinidad sólida, la cual es mucho mejor carácter para los discursos del púlpito que decir
que eran llenos de elocuencia pomposa y vuelos de ingenio. No era una de sus menores
excelentes calificaciones para el trabajo ministerial, que él sabía conducirse en la casa de
Dios, con respecto al ejercicio de aquella disciplina que es tan necesaria en la sociedad hoy
en día. Con paciencia y mansedumbre, con gravedad y prudencia, con imparcialidad y
fidelidad, se comportaba en su congregación; y con prudencia en conducta manejaba todos
los asuntos en toda ocasión.”

De estos tres hombres escribió Cramp, “Knollys, Keach, y Kiffin podrían ser llamados
“los primeros tres” entre los ministros Bautistas de aquellos días. Sus talentos y su carácter
les di la influencia, que aparentó ser ejercida sabiamente para el beneficio de la
denominación. Ellos fueron honrados en vida, y su memoria es bendita.”

Nehemías Coxe (c. 1689)

Si deseamos entender su vida debemos empezar con su padre. Benjamín Coxe fue
el hijo de uno de los ministros de la Iglesia de Inglaterra. Ingresó en la universidad
de Oxford en abril de 1609 y se graduó 4 años después con un Bachiller en Artes,
obteniendo su Maestría en 1617.

Se cree que para este momento Coxe estaba criticando las ‘innovaciones’ de
William Laud en la adoración a Dios dentro de la Iglesia Anglicana. Sin embargo,
para 1640 era miembro de la iglesia de Petty France y es claro que para 1642
Benjamín ya estaba defendiendo la posición de los Bautistas Particulares en un
panfleto llamado, “Una Tesis o Posición Concerniente a la Administración y el
Recibimiento de la Cena del Señor Aclarado y Confirmado.”.

Coxe estaba argumentando que cuando alguien administraba la cena a un


fornicario, o a un borracho, extorsionador, o idólatra, estaba cometiendo un grave
pecado. Para Coxe, “los hijos de Dios no debían tener comunión del todo con este pecado,
sino reprocharlo.”. Coxe estaba limitando la cena del Señor a los creyentes. Para él,
sólo los creyentes debían participar de este sacramento y poco tiempo después
comenzó a cuestionar el bautismo de infantes y a confirmar el bautismo exclusivo
de creyentes.

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En 1643, Richard Baxter lo retó a un debate público sobre el tema del bautismo. Por
ello fue encarcelado y se le prometió un prolongado encarcelamiento debido,
según el mismo Baxter, a que “no quiso prometer salir del país y no volver más.”.

En 1644 se publicó la Primera Confesión Bautista de Londres y cuando en 1645 un


presbiteriano llamado Daniel Featley atacó siete puntos de esta confesión,
Benjamín Coxe no sólo firmó la nueva edición en 1646, sino que también escribió
un apéndice a la confesión explicando en mayor detalle la posición de los que la
suscribieron. Debemos recordar que para este momento los Bautistas Particulares
están siendo perseguidos, no sólo por la Iglesia Anglicana y la monarquía, sino
también por sus hermanos presbiterianos, quienes los veían como una secta.

El 29 de enero de 1646 cuando las divinidades presbiterianas estaban entrando a


Westminster para sentarse a redactar su confesión de fe, Coxe junto a otro ministro
Bautista Particular llamado Samuel Richardson, se pararon fuera de la puerta,
mientras ellos entraban, entregándoles una copia de la Confesión de Fe de 1644 con
el fin de mostrarles su ortodoxia y sus innumerables puntos de acuerdo. Todo con
el fin de lograr algún tipo de tolerancia.

En ese mismo año, viendo la expansión del arminianismo en el país, escribió un


tratado durante su encarcelamiento en Coventry llamado, “Algunas Escrituras
Equivocadas Sinceramente Explicadas en Respuesta a Uno Infectado con Algunos Errores
Pelagianos.”

Las dos proposiciones de este tratado dicen, “Nosotros simplemente no sólo negamos
que el hombre tenga algún libre albedrío, sino que sólo mantenemos que ningún hombre
natural, ningún hombre por sí mismo, tiene el suficiente poder, o libertad de su voluntad,
para escoger aquel camino, que es bueno y justo, y aceptable a los ojos de Dios. Para la
escogencia de los malos caminos, aceptamos que todo hombre natural está tan libre, si se le
puede llamar a esto Libertad. Consecuentemente, no mantenemos que algún hombre es
compelido o forzado por violencia a escoger el mal, o rechazar el bien, sino que por medio de
la corrupción de la naturaleza del hombre no renovado hace voluntariamente y rechaza el
buen camino y escoge el camino malo. Que el hombre no regenerado no pueda hacer otra
cosa, no es el fruto de alguna fuerza o compulsión puesta sobre él, sino sólo de su maldad
obstinada, o perversa obstinación de su propia voluntad corrompida y depravada. Los
elegidos, de hecho, sin fingimiento obedecen el Evangelio de Jesucristo, y escogen al Señor

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como su Dios, pero esto cuando ellos han sido eficazmente llamados, y no antes. Esto lo
hacen, no de ellos mismos, ni por la bien usada habilidad o poder dado a todos los hombres,
pero sólo por la especial gracia de Dios, dada a ellos, Quien obra en ellos tanto el querer
como el hacer por Su buena voluntad concerniente a ellos desde la eternidad.”.

Explicando, por ejemplo, el pasaje en Josué 24:15, “Y si mal os parece servir a Jehová,
escogeos hoy a quién sirváis,” Coxe explicó lo siguiente, “Aquí yo pregunto qué parte del
verso desean que sea abierto, quizás este: “escogeos hoy a quien sirváis,” o este “pero yo y
mi casa serviremos a Jehová.” El primero implica que los Idólatras libremente escogen
aquellos ídolos, con los cuales ellos se comprometen en prostitución espiritual. Libremente,
esto es, no siendo forzados o compelidos para esto por ninguna violencia para hacer esto de
su voluntad. Esto no negamos, sino reconocemos y mantenemos, como pueden ver de la
primera proposición. La última parte del versículo mantiene la resolución constante y libre
de los Santos para servir al Señor. Esto también es enseñado en mi segunda proposición.
Pero aquí deben recordar también, que esto es el fruto de la gracia especial de Dios dada a
los Elegidos, Quien obra en ellos tanto el hacer como el querer. Este poder es obrado por el
infinito poder de Dios.”.

Además, fue uno de los que junto a William Kiffin se opuso a la doctrina de la
comunión abierta de John Bunyan, argumentando en favor de la necesidad del
bautismo previo a la membrecía a la iglesia local. Y esto fue importante en el
ministerio de su hijo, Nehemías, y un legado que le pasó a él.

Con respecto a su hijo, Nehemías Coxe, se dice que era médico y fue hecho
miembro honorario del Colegio Real de Medicina. El historiador Whitley afirma
que fue Nehemías quien ayudó a Richard Baxter, quien había debatido con su
padre, a no ser encarcelado afirmando que Baxter estaba muy débil para soportar
una cárcel. Además, había sido entrenado en el oficio de zapatero en su niñez. El
14 de mayo de 1669 a la iglesia abierta de Bedford y el 21 de diciembre de 1671
John Bunyan fue llamado al pastorado y siete más con él, entre los cuales estaba
Coxe.

Múltiples oportunidades se le abrían a la iglesia para el ministerio evangelistico,


pero también para la reflexión teológica. En 1672 la iglesia ordenó redactar una
pequeña confesión de fe, sin embargo, no hay registro de que esto haya ocurrido.
Sin embargo, a pesar de ser muy joven hay registros que demuestran que era uno

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de los hombres estimados en la iglesia, tanto así, que se constantemente se le
comisionaba para participar en la toma de decisiones y en los casos de disciplina
eclesiástica. Aparentemente algunas de las iglesias hermanas a Bedford habían
enviado cartas para que le permitieran a Coxe ser su pastor, sin embargo, no hay
pruebas de que Bedford haya accedido.

Cómo llegó Coxe a Petty France es desconocido. Lo que sí sabemos es que el 21 de


Julio de 1673 la minuta de esta iglesia lee, “el hermano Collins y el hermano Coxe
fueron solemnemente ordenados pastores o ancianos de esta iglesia.”. Coxe había llegado
a la iglesia a la cual había pertenecido su padre en 1640.

Para 1676 la iglesia contaba con más de 400 miembros.

Además de médico, Coxe era un teólogo y académico del latín, hebreo y griego. Se
cuenta que una vez fue encarcelado por predicar el Evangelio, así que cuando fue
llevado ante el juez, Coxe se defendió en griego, pero cuando fue examinado
respondió en hebreo. Se dice que el juez pidió una condena y había leído que los
que le acusaban lo describían como, “Nehemías Coxe, el amarrador de cordones [era
zapatero].”. Todos le pedían que respondiera en inglés, sin embargo, Coxe insistía
tener el derecho de responder en el lenguaje que él quisiera. Como los abogados no
sabían griego ni hebreo, el juez tuvo que desestimar los cargos sin antes decir a la
corte, “Bueno, el amarrador de cordones los ha atado a ustedes, señores.”.

Tan diestro era como teólogo que cuando Thomas Collier, un famoso evangelista,
empezó a desviarse doctrinalmente de la ortodoxia calvinista, los ancianos de las
iglesias en Londres enviaron a Coxe para intentar volverlo a los caminos bíblicos o
para refutar sus errores. Debido a ellos, Coxe escribió en 1677 un tratado llamado,
“Verdad Vindicada, o Refutación de las Herejías y Graves Errores Afirmados por Thomas
Collier,” en el cual siendo un joven teólogo expuso las doctrinas ortodoxas de las
iglesias Bautistas Particulares.

También sabemos de su capacidad intelectual, pues el 26 de agosto de 1677, el libro


de minutas de la iglesia Petty France registra la comisión de publicar una
Confesión de fe. Fueron Nehemías Coxe y su co-pastor William Collins quienes
editaron lo que sería la Segunda Confesión Bautista de Londres de 1689.

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Entre las obras más importantes de Coxe está su “Discurso de los Pactos que Dios hizo
con los Hombres antes de la Ley.” En 1684 publicó un tratado llamado, “Disputación
Médica Inaugural de la Artritis.”

De su vida doméstica se sabe muy poco. Se casó con Margaret Portman y tuvo un
hijo. La minuta de la iglesia registra que después de su muerte en mayo de 1689, la
iglesia se comprometió con el cuidado de su hijo. Sin embargo, su nombre pasó a
ser olvidado por mucho tiempo, habiendo sido el principal editor de la Confesión
Bautista más famosa. Su nombre no aparece en la lista de firmantes de la Confesión
precisamente porque murió cuatro meses antes de que más de cien iglesias
Bautistas Particulares se reunieran para afirmar lo que Coxe y Collins habían
editado 22 años antes.

William Collins (c. 1702)

Se desconoce mucho del nacimiento y la infancia de Collins.

La fuente principal de su biografía proviene de John Piggott un pastor Bautista


Particular y amigo personal de Collins, quien predicó en su funeral.

Muy temprano en su vida estaba apasionado con la lectura y el estudio de libros.


Fue estudiando las Escrituras que Dios lo convirtió en su juventud. Pronto se
dedicó a viajar y permaneció mucho tiempo en Francia e Italia estudiando. A su
regreso a Inglaterra se dedicó a estudiar Teología.

Debido a sus grandes capacidades intelectuales fue invitado por miembros de la


Iglesia Anglicana con el fin de pertenecer a ella. Sin embargo, el rechazó todas
estas ofertas argumentando que, “era mi conciencia, no mis emociones, lo que me hacían
un Disidente.”.

En sus primeros años, luego de haber recibido su título en Teología, se dedicó a


viajar por Inglaterra predicando el Evangelio. Fue así como desarrolló sus
capacidades como predicador y fue también como recibió el llamado de la Iglesia
Petty France. Allí fue probado y luego de que la congregación comprobó su
piedad, dones y habilidades, le ordenaron junto con Nehemías Coxe como pastor
el 21 de Julio de 1673.

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Piggott describió su carácter de la siguiente manera, “ustedes en esta Iglesia lo saben,
y creo que aceptarán, que él era irreprochable como el administrador de Dios, no guiado por
su voluntad, no airado, no dado al pecado, no pendenciero, sino amante de la hospitalidad,
del bien, sobrio, aferrado de la Palabra fiel como había sido enseñado, siendo capaz, por sana
doctrina, tanto de exhortar y convencer a los que contradicen. Era apto para enseñar, y
capaz, de traer algo apropiado para la edificación, del excelente suministro de conocimiento
divino que había atesorado; habiendo en más de una ocasión ido al púlpito y predicado un
excelente sermón, en la opinión de jueces competentes. Sin embargo, a pesar de estar
calificado, no le sirvió a Dios ni a ustedes con aquello que no le costara nada, sino que se
aplicó a estudiar profundamente para cada sermón, cuando su salud se lo permitía.”.

Sus predicaciones trataban de la pecaminosidad del hombre, sin embargo, su


punto era mostrarles a sus oyentes las excelencias de Cristo y las virtudes de Su
obra redentora, así como su deseo de salvar pecadores. Escribió Piggott, “Qué tan
bien distinguió entre la justificación y la santificación, exaltando la justicia imputada de
Cristo, sin devaluar la obra del Espíritu! Así que sus sermones eran útiles bajo la influencia
de la gracia divina, para convertir y edificar, para iluminar y establecer, siendo extraídas de
la fuente de la verdad, las sagradas Escrituras, con las que él constantemente conversaba en
sus idiomas originales, habiendo leído a los mejores críticos [comentaristas], antiguos y
modernos; así que los hombres de la mayor penetración pudieran aprender de sus discursos,
así como aquellos de la menor capacidad.”.

Su deseo era glorificar a Dios en todo, especialmente en su predicación. De nuevo,


Piggott escribió, “Él no estudiaba para entretener, sino para instruir a sus oyentes; no
considerando lo que a ellos les gustara sino lo que les beneficiaría, siempre teniendo en su
mente un sentido del valor de las almas; y por lo tanto constantemente advertía a sus
hermanos del ministerio a tener el mayor cuidado posible para llevar adelante la salvación
de pecadores, para exaltar a Cristo, y no predicarse ellos mismos.”

A pesar de que no sabemos mucho del resto de su vida, entre sus obras tenemos su
Catecismo Bautista que ha sido atribuido a Benjamín Keach, pero que los
historiadores reconocen fue escrito por él y que aún está en publicación.

William Collins fue otro de los firmantes de la Segunda Confesión Bautista de 1689
y murió el 30 de octubre de 1702.

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Hércules Collins (c. 1702)

A ciencia cierta se sabe que sirvió por más de 25 años como el tercer pastor de la
iglesia Bautista más antigua de Londres en Wapping, cuyo primer pastor fuera
John Spilsbury. Fue ordenado el 23 de marzo de 1676.

En una minuta del 23 de abril de 1686 se dice que la membrecía era de 387
personas. Para el 20 de diciembre de 1692, dice otra minuta, 290 habían sido
removidas de la iglesia, 216 por causa de muerte y el resto por causas
disciplinarias.

Su iglesia se caracterizaba por su gran deseo de pureza. En estos tiempos la iglesia


tenía muchos enemigos tanto fuera como dentro. Algunos caían en supersticiones
y otros en el libertinaje, por lo cual fueron disciplinados y muchos excomulgados.

Antes de llegar a esta iglesia, aparentemente él y su esposa eran miembros de la


iglesia Petty France de William Collins y Nehemías Coxe.

Fue encarcelado en 1684 por no conformarse con la Iglesia de Inglaterra.

Crosby, un historiador escribió de él, “un fiel ministro del Evangelio; a pesar de no
tener una educación [teológica], aún era un útil y laborioso siervo de Cristo, y uno que
sufrió encarcelamientos por Su causa. Empezó a ser religioso muy tempranamente, y
continuó fiel hasta el último día, y no se impresionó por la furia de sus perseguidores.”.

Fue un autor prolífico en su época, escribiendo once obras. En 1680 escribió el


Catecismo Ortodoxo el cual fue una adaptación del catecismo de Heidelberg. No
sólo editó la sección acerca del bautismo, sino que le añadió el credo Niceno, el
credo de Atanasio, y en su apéndice argumentó en favor del canto congregacional.

El resto de sus obras trataron temas con respecto a la necesidad de separación de la


Iglesia de Inglaterra; debatió el tema del bautismo de creyentes versus el bautismo
de infantes. Entre estas obras se encuentran, “Bautismo de Creyentes del Cielo, y la
Divina Institución del Bautismo de Infantes de la Tierra y la Invención Humana,”
publicada en 1691, y la otra, “El Antídoto probado Falso, o Error Detectado, y el
Bautismo de Creyentes Vindicado, conteniendo una respuesta a “Un Antídoto para
prevenir la Prevalencia del Anabautismo,” publicado en 1693.

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Su última obra se llamó, “El Templo Reparado,” el cual era un manual para
aquellos en el ministerio para dirigirlos en la preparación y predicación de
sermones.

Finalmente, Hércules fue otro de los signatarios de la Segunda Confesión Bautista


de 1689. Murió el 4 de octubre de 1702 y 5 días después su hermano John Piggott
predicó en su funeral basándose en el texto de Mateo 24:44, “Por tanto, también
vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no
pensáis.”.

Para terminar este acápite, debemos reconocer que la fortaleza y el poder del
cuerpo de Cristo nunca es resultado de la casualidad. Estas características solo
pueden venir del Espíritu Santo, quien capacita y dirige a siervos fieles y humildes
para llevar a cabo Su propósito. Estos siervos ciertamente son falibles y siempre
controversiales que no viven para satisfacer sus deseos visionarios de liderazgo y
propósito, sino que mueren cada día a sus anhelos egocéntricos y solo cumplen con
el llamado de Aquel que los llamó a su luz admirable. Siervos que al morir, no
solamente dejan un legado doctrinal, sino que son un desafío a las próximas
generaciones de asumir el riesgo de vivir y morir para el único Soberano y Señor.

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Nuestro Confesionalismo

Vivimos en tiempos en los cuales la verdad es considerada como el elemento de


división entre los hombres. Son tiempos de un relativismo extremista, de una
intolerancia a aquellos con convicciones, y del rechazo a la autoridad. Vivimos en
tiempos de un odio hacia la verdad y, especialmente, de odio y rechazo a la
autoridad de la Biblia y de sus doctrinas.

Para el mundo, aquellos que se apegan a las enseñanzas bíblicas son considerados
enemigos de la libertad y un obstáculo para la unidad entre los hombres.

Horacio Bonar, escribió en el siglo XIX un tratado sobre los Catecismos de la


Reforma en Escocia en el cual escribió del gran mal de su época, “A cualquier libro o
credo que les permita a los hombres adorar al dios que les plazca, no hay objeciones; pero a
cualquier cosa que fije su relación a Dios, que infiera la responsabilidad de su fe, que
implicara que Dios ha hecho un anuncio autoritativo acerca de lo que deben creer, ellos
objetan, con protestas en el nombre de la libertad injuriada.”.

Éste es el mismo problema que estamos enfrentando dentro del


Cristiandad. Cientos de personas que profesan fe en Jesucristo detestan la certeza.
“Eso es lo que usted cree,” dicen, “está bien, pero no es lo que yo creo. Lo importante es
que tengamos comunión con todos.”.

El otro grito de batalla de estos tiempos es, “La doctrina divide. Porqué dividirnos por
doctrinas? No permitamos que la doctrina sea un obstáculo para el amor cristiano.”. Todo
este rechazo de la verdad, tanto en el mundo como dentro del Cristiandad, se
traduce en un rechazo de cualquier credo o confesión que busque trazar, definir y
especificar la verdad de Dios.

Pero, contrario a esto que está ocurriendo a nuestro alrededor, la historia


demuestra que los Bautistas, y especialmente los Bautistas Reformados, han sido
siempre gente de credos y confesiones. Esto es evidente en la gran cantidad de
confesiones que han surgido en sus filas, por ejemplo,

 Una Verdadera Confesión, 1596


 Corta Confesión de Fe en XX Artículos de John Smith, 1609
 Corta Confesión de Fe, 1610

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 Declaración de Fe de Ingleses que Permanecen en Amsterdam, 1611
 Confesión de Fe de John Spilsbury
 Primera Confesión de Fe Bautista, 1644
 Fe y Práctica de Treinta Congregaciones, 1651
 Confesión de Fe de Somerset, 1656
 Confesión Estándar, 1660
 Segunda Confesión de Fe Bautista, 1677, aprobada en 1689
 Confesión de Filadelfia, 1742
 Confesión de Fe de John Gill, 1757
 Confesión Bautista de New Hampshire, 1833
 Tratado Acerca de la Fe y Práctica de Bautistas del Libre Albedrío, 1834
 Resumen de Principios, 1858
 Fe y Mensaje Bautista, 1925

Ahora, ¿Qué es un credo? ¿Qué es una confesión de fe?

Según la Real Academia Española un credo es un “conjunto de doctrinas comunes a


una colectividad,” y una confesión es una “declaración que alguien hace de lo que sabe,
espontáneamente o preguntado por otro; un credo religioso.”.

En la práctica, entonces, no hay diferencia entre un credo y una confesión, pues


esta última no es otra cosa que la declaración pública de las creencias o doctrinas
de una persona o de una colectividad, hecha espontáneamente o preguntado por
otra persona. Cuando hablamos de una Confesión de Fe nos estamos refiriendo a
una explicación pública en un lenguaje claro de aquellas doctrinas que se creen son
enseñadas en las Escrituras, las cuales se trazan en orden con el fin de demostrar la
unidad doctrinal de una iglesia local.

Ernest Reisinger definió las confesiones de fe de la siguiente manera, “Un Credo o


una Confesión de Fe no es la voz de la Verdad Divina, sino el eco de esa voz de parte de
hombres que han escuchado el pronunciamiento de la verdad Divina, hombres que han
sentido el poder de la verdad Divina, y han respondido al llamado de la verdad Divina...no
profesan ser las leyes de la casa de Cristo, o promulgaciones legislativas, por las cuales,
cualquier grupo de opiniones son constituidas como verdades, y que requieren, ser recibidas
como verdades entre los miembros de Su familia. Ellos [credos y confesiones] sólo profesan
ser resúmenes, extraídos de las Escrituras, de algunas de esas grandes verdades del

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evangelio, que son enseñadas por Cristo mismo. Ellos no convierten nada en una verdad,
que no fuera verdad antes; ni obligan a nadie a creer lo que ellos no estaban atados a creer
antes por la autoridad de Cristo. Son simplemente una lista de verdades que la Biblia
enseña, que, por supuesto, todos los hombres deben obedecer, porque la Biblia los enseña.”.

Carl Trueman, un profesor de teología del Seminario de Westminster en Filadelfia


define los credos y confesiones de la siguiente manera, “son intentos humanos para
resumir y expresar los elementos básicos de la fe cristiana. Han sido construidos a través de
todas las épocas por personas de muy diferentes contextos, pero todos atados por el
horizonte compartido de la revelación de Dios en Cristo y en el texto bíblico y en su común
naturaleza humana como lectores de ese texto.”.

Hemos visto que la historia demuestra que los Bautistas Reformados siempre han
considerado a las confesiones de fe como elementos necesarios y útiles en la vida
de la iglesia local y es que el mundo no desea una verdad absoluta, no desea
claridad doctrinal, pero los Bautistas siempre han visto a los credos y confesiones
como las herramientas para combatir el espíritu del mundo. Charles Spurgeon
escribió lo siguiente al respecto, “El archienemigo de la verdad nos ha invitado a
derrumbar nuestras murallas y quitar las cercas de nuestras ciudades. Él ha persuadido a
creyentes sinceros pero débiles a defender esta ingeniosa política; y, por los mejores motivos,
algunos ingenuos hermanos están preparados para ejecutar el engañoso diseño. ‘Fuera con
los credos y los cuerpos de divinidad!,’ es el grito del día. Aparentemente, eso es reverencia
por la Biblia y adherencia a la caridad, que dicta tal denuncia; pero en el fondo es un odio de
la verdad definitiva, y especialmente de las doctrinas de la gracia, que ha sugerido el grito
absurdo. Así como Felipe de Macedonia detestaba a los oradores Griegos porque ellos eran
los guardas del rebaño, así mismo hay lobos que desean la destrucción de nuestros
formularios doctrinales, para poder hacer estragos de las almas de los hombres con sus
pestilentes herejías...Las armas que son ofensivas para nuestros enemigos no deben dejarse
herrumbrar...La pretensión de que los artículos de fe encadenan la mente, es aniquilada por
el hecho de que los más osados pensadores deben ser encontrados entre los hombres que no
sean tan necios como para desechar las sendas antiguas. Aquel que encuentra en su credo
una atadura no tiene nada, pues para el verdadero creyente una clara declaración de su fe
no es una cadena como tampoco lo es la faja de la espada para el soldado, o el cinto para el
peregrino. Si existiera el temor de que la Escritura sería desplazada por libros de teología,
deberíamos ser los primeros en denunciarlos; pero no existe ni una sombra de razón para tal

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sueño, pues la nación que más lee la Biblia es aquella en la que se aprende el Catecismo de la
Asamblea por casi todos los hijos.”.

Ante todo esto debemos afirmar que todos los hombres tienen un credo. “No creo
en Dios,” es el credo de muchos. Otros tienen sus credos políticos y económicos.
Igualmente, todos los creyentes tienen un credo. Muchos lo niegan, pero la
realidad es que todos afirmamos creer doctrinas específicas las tengamos escritas o
no. Si alguien preguntara: “¿Qué es la Biblia?” podríamos responder que la Biblia
es todo lo que Dios ha hablado y que ha dejado escrito en 66 libros. Ella es, por lo
tanto, lo único que el hombre necesita para conocer todo lo que Dios requiere de él
con el fin de agradarle y llegar a ser cada día más semejante a Cristo. Esta es una
confesión de fe que todo cristiano posee. Es una confesión humana, ya que no es
inspirada, sino que se originó de mi mente. Sin embargo, deriva de las verdades
reveladas en la Escritura acerca de ella misma. Lo que debemos entender es que
todo cristiano es confesional, pues afirma a manera de resumen o explicación las
doctrinas enseñadas en la Escritura.

A diferencia de estas confesiones humanas, la Biblia está repleta de confesiones


inspiradas como “Dios es amor;” o “Dios es santo;” pero hay otras mucho más
extensas, por ejemplo: “preguntó a sus discípulos, diciendo: Quién dicen los hombres que
es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías,
o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

De este pasaje es claro que todo el mundo tenía una confesión o un credo acerca de
la persona del Señor Jesucristo. El problema era que todos estaban equivocados.
Pero, habiéndole sido revelado por Dios, Pedro confiesa lo siguiente, “Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente.”. Pedro hizo una confesión de fe pública acerca de la
persona de Jesús obtenida de la revelación que Dios él había dado a él y al resto de
los discípulos del Señor.

Entre los otros credos y confesiones en el Nuevo Testamento tenemos,

 “Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo.” (Romanos 10: 9).

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 “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema
a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1
Corintios 12:3).
 “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en
carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído
en el mundo, recibido arriba en gloria.” (1 Timoteo 3: 16).

Otro credo neotestamentario, inspirado por el Espíritu Santo, es el Carmen Christi o


el Himno de Cristo, que a pesar de haber sido un himno de la iglesia primitiva
acerca de la persona de Jesucristo, era en sí mismo una confesión de fe inspirada
por el Espíritu Santo, “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio
un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de
los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que
Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2: 5-11).

Con todo, podríamos resumir la importancia del uso de las confesiones en los
siguientes puntos:

 Para afirmar, preservar y diseminar las verdades reveladas en la Escritura:


La Biblia afirma que la Iglesia es “columna y baluarte de la verdad,” es decir,
que la revelación que Dios ha dado para la salvación de los hombres le ha
sido confiada a la Iglesia con el fin de preservar esa verdad, mantenerla
pura, defenderla del error, y para entregarla sin adulterar a las generaciones
futuras. Además, cada creyente está ordenado a retener “la forma de las sanas
palabras,” y “la palabra fiel tal como ha sido enseñada.”. La Iglesia hace esto
mediante una determinación cuidadosa, para luego a declarar
explícitamente lo que entiende e interpreta de todas las doctrinas en las
Escrituras, extrayendo de ellas artículos de fe (o confesiones de fe) que
preservan puras esas verdades bíblicas y sirven para diseminarlas entre los
hombres. Los Bautistas Particulares del siglo XVII comprobaron y
diseminaron su ortodoxia al adoptar y redactar confesiones de fe, los cuales
eran resúmenes de su interpretación de las diferentes doctrinas en las

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Escrituras. Ellos sabían la gran responsabilidad que Dios les había dado a
sus iglesias, acerca de preservar Su revelación pura y enseñarla a los
hombres sin adulterar. Estos documentos son cuerpos de divinidad en donde
se toman proposiciones bíblicas, escudriñándolas bajo el enfoque de la
autoridad máxima de las Sagradas Escrituras, para declararlas de manera
colectiva o para provecho individual. No hay una manera más práctica y
fácil de saber lo que una persona cree acerca de la Biblia, Dios, Cristo, el
hombre, la salvación, la Iglesia, etc., sino por medio de los credos y
confesiones de fe. Es así como la Iglesia funciona como “columna y baluarte de
la verdad.”.Gresham Machen observó lo siguiente acerca de la actitud de las
iglesias de sus tiempos a los credos y confesiones, “Los credos históricos eran
excluyentes del error; fueron intencionados para excluir el error; intencionados para
manifestar la enseñanza bíblica en contraste con lo que se oponía a la enseñanza
bíblica, con el fin de preservar la pureza de la iglesia. Las declaraciones modernas,
por el contrario, son inclusivas del error. Están diseñadas para hacer campo en la
iglesia a cuanta gente quiera y a todo tipo de pensamientos.”.
 Para discriminar la verdad del error: Robert Martin escribió lo siguiente,
“Una iglesia sin una confesión de fe puede publicar de una vez que está preparada
para albergar todo tipo de herejías condenables y ser la tierra para cualquiera que
desee hacer crecer la cosecha de la novedad. Una iglesia sin una confesión de fe tiene
el equivalente teológico y eclesiástico de SIDA, sin inmunidad contra los vientos
infecciosos de la falsa doctrina.”. La historia de la iglesia demuestra que los
creyentes siempre han tratado los credos y confesiones como elementos
indispensables en sus congregaciones para combatir el error doctrinal.
Cuando Pablo llegó a Galacia por primera vez predicó el evangelio que
Jesucristo le había encomendado a él y por medio de ese mensaje Dios salvó
a cientos de personas. A pesar de esto, pronto se habían infiltrado en la
iglesia falsos maestros enseñando herejías y el apóstol usa un credo que él
había enseñado antes con el fin de que la iglesia en Galacia recordara
aquellas sanas palabras que él les había enseñado y por medio de las cuales
Dios los había salvado, con el fin de que rechazaran estos errores doctrinales
y a sus inventores. Pablo les escribió, “Como antes hemos dicho, también ahora
lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio de que habéis recibido, sea
anatema.”. La idea era que los Gálatas se preguntaran: Qué es el evangelio? Y
luego recordaran lo que él les había predicado y lo usaran para rechazar a
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los falsos maestros. Aquí vemos el uso de un credo contra el error doctrinal.
En el segundo siglo podemos encontrar las confesiones y credos de Ireneo;
en el tercer siglo hombres como Tertuliano, Orígenes, Cipriano, Luciano
produjeron sus propios credos para luchar contra los errores que se estaban
propagando entre las iglesias de su tiempo. En el cuarto siglo surgió un
hombre llamado Arrio, un obispo de Baucali, ciudad de Alejandría en
Egipto, quien estaba enseñando en las iglesias contrario a lo que creía la
ortodoxia cristiana con respecto a la Deidad. Para Arrio Dios era uno, esto
es, sólo el Padre era Dios. Jesús, el Hijo de Dios, era la más alta exaltada
criatura de Dios. Cristo, decía él, no era Dios, sino la primera y más perfecta
creación de Dios. Cuando sus enseñanzas se habían expandido
peligrosamente dentro de la Iglesia, se organiza un concilio en la ciudad de
Nicea, bajo el mando del emperador Constantino, para luchar y condenar
las herejías de Arrio. Sin embargo, cuando el concilio examinaba a Arrio, era
demasiado difícil obtener de él una explicación clara de sus enseñanzas. Por
ejemplo, Arrio afirmaba con toda convicción que creía que la Biblia era la
Palabra inspirada por Dios y que su lenguaje con respecto al Hijo era sacado
de las Escrituras. La Biblia afirma que Cristo es el primogénito de la
creación, pues eso era lo que Arrio afirmaba. Sin embargo, vemos aquí el
peligro de no definir lo que la Biblia enseña. Porque para Arrio esto
significaba algo muy distinto a lo que creía la Iglesia acerca de la persona de
Cristo. El concilio exploró los diferentes títulos para Cristo: Dios, el
verdadero Dios, la imagen expresa de la Deidad, etc., pero para Arrio, estos
títulos no significaban nada pues él aceptaba todos esos términos con
respecto a Cristo, pero creyendo tener el derecho de construir una teología
diferente a los mismos. El Concilio se dio cuenta que le sería imposible
condenar a Arrio si le permitían seguir defendiéndose usando frases bíblicas
para describir a Cristo. Por lo tanto hicieron lo que la Biblia y la historia les
había enseñado a hacer en casos de disputa doctrinal, redactaron una
confesión de fe: el Credo Niceno. En esta confesión la Iglesia expresó en su
propio lenguaje lo que suponían era la enseñanza bíblica acerca de
Jesucristo e invocaron la presencia de Arrio y de sus seguidores para que la
aceptaran. “Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles; Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo
Unigénito de Dios, Engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios,
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Luz de Luz, verdadero Dios de Dios verdadero, Engendrado, no hecho,
consubstancial con el Padre; Por el cual todas las cosas fueron hechas, El cual por
amor a nosotros y por nuestra salud descendió del cielo, Y tomando nuestra carne de
la virgen María, por el Espíritu Santo, fue hecho hombre, Y fue crucificado por
nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, Padeció, y fue sepultado; Y al tercer día
resucitó según las Escrituras, Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios
Padre. Y vendrá otra vez con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; Y su reino
no tendrá fin. Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del
Padre y del Hijo, El cual con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado;
Que habló por los profetas. Y creo en una santa Iglesia Católica y Apostólica.
Confieso un Bautismo para remisión de pecados, Y espero la resurrección de los
muertos. Y la vida del Siglo venidero. Amén.”. Por supuesto, cuando se
especificó y definió claramente el punto en disputa, es decir, que Cristo era
“engendrado de Dios, no hecho, consubstancial con el Padre,” es decir, de la
misma substancia del Padre, Arrio no se pudo suscribir a Nicea y se dejó en
claro que él no entendía las Escrituras como el resto de la Iglesia, y fueron
entonces declarados herejes. Pero, para esta gran controversia fue necesaria
una confesión de fe que especificara y definiera el lenguaje bíblico con más
claridad para luchar contra el error. La Biblia les ordena a los creyentes lo
siguiente, “Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en
casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice ¡Bienvenido! Participa en sus
malas obras.”. ¿Cómo vamos a hacer esto sino por medio de credos y
confesiones de fe que nos guarden de aquellos que utilizan lenguaje bíblico
para propagar mentiras? Todos los falsos maestros afirman creer en la
Biblia. Todos los falsos maestros recitan pasajes bíblicos, pero cuando
examinamos el evangelio que profesan, podremos notar que lo definen
diferente al mensaje de Cristo. Cuando examinamos la doctrina de Cristo de
los Testigos de Jehová, notamos que a pesar de que lo tienen en muy alta
estima, y de que afirman que Él es el único Salvador y el Redentor, lo
definen y explican muy diferente a la Biblia. ¿Y cómo diferenciamos todas
estas falsas doctrinas? Por medio de credos y confesiones de fe.
 Para mantener la unidad en la Iglesia: La Biblia afirma lo siguiente, que los
creyentes deben ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de
la paz;” [51]
que debemos “ser de un mismo sentir en el Señor.”. Pero, ¿Cómo
puede mantener la iglesia su unidad en el Espíritu si todos los miembros
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creen cosas diferentes de la Biblia? En Amós 3:3, Dios le dice a Israel,
“Andarán dos juntos, ¿si no estuvieren de acuerdo?” ¿Podríamos nosotros
adorar, orar, predicar, y tener comunión junto con Pentecostales, Testigos de
Jehová, Mormones, Liberales, Adventistas, manteniendo cada uno de estos
grupos sus propios entendimientos de la Biblia? Esto, dice Reisinger, haría
de la Iglesia, un nuevo Babel. Algunos, como los Pentecostales, se
encuentran como denominación dentro de la Cristiandad, sin embargo, los
demás no, ¿Dónde trazamos la raya? ¿Cómo validamos tal discriminación?
Por medio de las confesiones de fe, en las que cada grupo confiesa sus
creencias y su adhesión a la ortodoxia cristiana histórica. Nosotros creemos
que la Biblia es la Palabra de Dios; lo mismo que los Pentecostales, pero,
como Bautistas Reformados confesamos que la Biblia afirma ser suficiente y
que la iglesia no necesita otra cosa, aparte de las Sagradas Escrituras, para
conocer la voluntad de Dios para ser santificado y estar preparado para toda
buena obra. ¿Cómo adoraremos juntos si ellos andan buscando una voz
interior que les hable y dirija sus vidas? ¿Cómo predicará alguno en nuestro
púlpito si no se apega a la suficiencia de las Escrituras? Bueno, las
confesiones de fe sirven, no sólo para determinar el error, sino también para
mantener unidos a aquellos que confiesan lo mismo de las Escrituras. Por
ello es tan importante que todas las iglesias tengan una Declaración o una
Confesión de Fe pública, que pueda ser examinada por otros, con el fin de
unir cada vez más a sus miembros. Sin embargo, este es uno de los grandes
problemas de nuestros tiempos. Por el deseo de crecer numéricamente, las
iglesias han tratado de ser lo menos específicas posible con respecto a sus
creencias. El fin es atraer a todo tipo de creyentes. Nadie sabe lo que ese
cuerpo local afirma específicamente, pero, “eso no importa,” es lo que dicen,
dejando entre sus filas a herejes que esparcen herejías dentro del cuerpo con
el fin de causar divisiones. Una Confesión de Fe pública y aceptada por
cada miembro de la Iglesia sirve como el antídoto para mantener esa unidad
que nos ordena la Biblia. Cada creyente tiene el derecho de saber lo que una
iglesia particular cree antes de unirse a ella. No tener uno, dice Robert
Martin, es “desordenado, si no deshonesto.”. Todo creyente tiene el derecho de
saber si puede mantener la unidad con los miembros de un determinado
cuerpo local de creyentes. Además, sirven para que la iglesia evalúe la
posición doctrinal de una persona que desee ser miembro de la iglesia.
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Escribió James Bannerman, “es el deber de la iglesia, manteniendo la verdad de la
Escritura como la base de su unidad, por alguna declaración pública y formal de su
propia fe, dar seguridad a sus miembros de la sanidad de su profesión, y recibir
seguridad de la de ellos...A la misma existencia de tal unidad, es necesario que la
mente de la Iglesia sea exhibida al entendimiento de todos, por una declaración suya
de lo que ella cree, como para exhibir a vista de sus miembros una profesión de la
verdad que mantiene, no meramente la verdad que Dios ha revelado, sino
especialmente la verdad que ella ha hecho suya al abrazarla y creída. Sin esto, no
puede haber un entendimiento común entre la Iglesia y sus miembros de sus
respectivas creencias, y consecuentemente ningún acuerdo mutuo o unidad.”.
Aquellos que andan causando divisiones, esparciendo doctrinas que no son
confesadas por el cuerpo local, deben ser disciplinados y si no han mostrado
arrepentimiento, entonces, expulsados de la comunión de la iglesia.
 Como elementos de instrucción: Las Confesiones de Fe han servido, a lo
largo de la historia de la Cristiandad, para la instrucción de los creyentes.
Aquellas iglesias que han desechado las confesiones se vuelven indiferentes
al estudio de la Biblia. Estos documentos son pequeños cuerpos de
divinidad, tratados sistemáticos de doctrinas cristianas, útiles para que los
creyentes sean instruidos en las verdades bíblicas. No deben ser vistas como
meras tradiciones teológicas, sino como instrumentos para llevar a los
creyentes a un estudio más profundo de la Palabra de Dios. Para aquellos
que no pueden leer libros de teología, las confesiones de fe sirven para
instruirlo en las doctrinas bíblicas. También, son útiles para instruir a
aquellos que deseen el ministerio pastoral. Además, tienen gran valor para
transmitirle a nuestros hijos el entendimiento bíblico de la iglesia, con el fin
de mostrarles la verdadera doctrina cristiana, para buscar su evangelización
y su instrucción de la Palabra de Dios.
 Para evaluar a los Ministros de la Palabra: La Biblia afirma que las iglesias
deben probar los espíritus y rechazar a los falsos maestros. ¿Recibiremos a
cualquiera que afirma creer en la inspiración de las Escrituras? La Confesión
de Fe le ayuda a la iglesia a determinar si un potencial pastor retiene la
forma de sanas palabras que han sido reveladas en las Sagradas Escrituras,
y la protege de ordenar herejes y neófitos a un oficio tan importante para la
vida de la iglesia. Sin una confesión de fe el examen pastoral es superficial y
peligroso. La iglesia debe cuidar de que sus pastores, no sólo confiesen lo
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mismo, sino que lo enseñen. Sam Waldron, escribiendo una respuesta a un
crítico de la confesión de 1689, dijo, “una distinción vital debe ser mantenida
entre los miembros y los ancianos de la iglesia. Los miembros necesitan sólo
someterse a la confesión. Los ancianos están obligados a enseñarla. Esto implica
claramente que los ancianos mantienen un tipo de relación diferente con la
confesión de la iglesia. Específicamente, implica un grado mayor de acuerdo que el
que es requerido para los miembros de la iglesia.”

A pesar de los beneficios que se desprenden del uso de las confesiones, hay, sin
embargo, ciertas objeciones en su contra. Para muchos creyentes el uso de credos
y confesiones es algo extraño y antibíblico. Algunos como John Leland las han
criticado diciendo, ¿“Las confesiones de fe obstruyen la búsqueda de la verdad.”. Sin
embargo, es claro que la Biblia demuestra, no sólo el uso de credos y confesiones
por parte de los creyentes del primer siglo, sino la necesidad de ellas como un
instrumento para combatir los errores doctrinales que se querían infiltrar en las
iglesias.

¿Cuáles son, entonces, algunas de las objeciones que se han presentado en contra
del uso de los credos y confesiones por parte de las iglesias de Cristo?

 Ningún credo más que la Biblia: Quizás hayamos escuchado de muchos


creyentes cosas como, ¡“Yo no sigo hombres! ¡Yo sigo a Cristo!” o, “La Biblia
es la única regla de fe y práctica; es lo único que ha sido inspirado por Dios, por lo
tanto, no tengo ningún credo más que la Biblia.”. Sin embargo, una pregunta
que surge podría ser: “¿A cuál Cristo sigues tú? Dices, creer que la Biblia es la
Palabra de Dios, infalible y suficiente, pero ¿qué es lo que crees que ella enseña?”.
La realidad es que muchos dicen ser discípulos de Cristo, afirman amarlo y
seguirlo, pero cuando examinamos sus creencias podemos notar que su
Cristo es uno muy diferente al que enseñan las Escrituras. Algunos como
Myles Monroe, un famoso pastor cuyos libros se encuentran en las librerías
cristianas de nuestro país, afirman seguir a Cristo, y, sin embargo, les dicen
a sus congregaciones que Cristo no predicó el evangelio de la cruz. Para
Monroe, el evangelio no se trata de lo que ocurrió en el Calvario, ni siquiera
acerca de la resurrección. Él afirma que el evangelio trata sobre el reino que
les pertenece a los creyentes y que pueden empezar a adquirir ahora.
Además, enseña que Jesús nunca enseñó acerca de la necesidad de los

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hombres de nacer de nuevo, y “los que creen eso”, dice él, “su cerebro ha sido
lavado por el diablo.”. Los Testigos de Jehová, que se llamarían a sí mismos
cristianos, afirman que Cristo no es Dios y que es la primera criatura de
Dios y hermano de Satanás. Entonces, ¿A cuál Cristo están siguiendo estos
hombres? Monroe tiene una confesión acerca de la persona de Cristo; los
Testigos de Jehová tienen otra confesión acerca de Cristo, pero la pregunta
más importante es: ¿De cuál Cristo? Otros, a pesar de luchar por la
suficiencia de las Sagradas Escrituras, sostienen doctrinas que van en contra
de lo que afirman estar defendiendo, y por otro lado sostienen tradiciones
humanas. Monroe, por ejemplo, quien usa la Biblia como su autoridad,
afirmó lo siguiente, “Permítanme definir la oración. La oración es el hombre
dándole permiso o licencia a Dios para interferir en los asuntos terrenales. Dios no
puede hacer nada en la tierra; Dios nunca ha hecho nada en la tierra son que un
humano le haya dado acceso. Siempre buscando un hombre que le dé permiso...Dios
sólo puede hacer lo que usted le permita hacer.”. Por su lado, la Biblia que
Monroe defiende como la Palabra de Dios afirma lo siguiente acerca de
Dios, “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y Él hace
según Su voluntad en el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra y no hay
quien detenga Su mano y le diga: ¿Qué haces?”. La Biblia también afirma que
los hombres son justificados sólo por la fe en Jesucristo, sin embargo, la
Iglesia Católica Romana en el Concilio de Trento afirmó lo siguiente, “Si
alguno afirma que los impíos son justificados sólo por la fe, sea anatema.”. La
pregunta es, ¿Cuál Biblia están leyendo estos hombres? Todo el argumento
presentado por esta objeción está basado en una premisa equivocada, pues
ningún creyente ha profesado jamás que los credos y confesiones tengan la
misma autoridad ni que sean añadiduras a las Sagradas Escrituras. Como
hemos dicho las confesiones son resúmenes de lo que la Biblia enseña.
Afirman ser deducciones de las doctrinas que han sido inspiradas por Dios
y reveladas en las Escrituras. Afirman estar ellas mismas bajo la autoridad
de la Biblia. Cuando un creyente o un grupo de creyentes se suscriben a una
confesión simplemente están declarando que entienden la Biblia, en otras
palabras, están manifestando qué doctrinas consideran bíblicas.
¡Simplemente afirmar que creemos la Biblia no es suficiente! Myles Monroe,
el Catolicismo Romano, los Testigos de Jehová, los mormones, Arrio, todos
han afirmado creer en la Biblia y defender su autoridad e inspiración.
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 Muchos rechazan las confesiones aduciendo que nadie puede hacer más
claras las Escrituras: ¿Para qué entonces tener una confesión de fe? Es la
pregunta que hacen. Es precisamente porque las confesiones sirven para
hacer entendibles a todos, las doctrinas contenidas en la Biblia. ¿No es la
predicación un intento de hacer entendible un texto bíblico? Ninguno de los
opositores de estos documentos argumentan en contra de la predicación en
la iglesia. La realidad es que los credos no nos hacen estimar menos la
Biblia, sino todo lo contrario. Las confesiones de fe nos llevan a estimarlas
más y a desear estudiarlas con mayor profundidad. Es el confesionalismo el
que nos hace ir a la fuente de nuestra fe que es la Biblia.
 Las confesiones de fe atan las conciencias de los hombres: “Los credos y
confesiones,” dicen algunos, “son tiránicas.” La acusación está basada en la
creencia de que las confesiones de fe están diseñadas para obligar a los
hombres a creer ciertas doctrinas. Sin embargo, la acusación es falsa, pues
como hemos dicho, las confesiones son resúmenes del entendimiento bíblico
de un individuo o de un grupo de creyentes y en lugar de existir para
obligar a los hombres a creer ciertas doctrinas, existen para manifestar la
unidad en la fe que hay en una congregación específica. La confesión
Bautista de Londres de 1689 afirma lo siguiente al respecto, “Sólo Dios es el
Señor de la conciencia, y la ha hecho libre de las doctrinas y los mandamientos de los
hombres que sean en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén
contenidos en ésta. Así que, creer tales doctrinas u obedecer tales mandamientos por
causa de la conciencia es traicionar la verdadera libertad de conciencia, y exigir una
fe implícita y una obediencia ciega y absoluta es destruir la libertad de conciencia y
también la razón.”. Todos los creyentes tienen el derecho de asociarse con
aquellos que tengan el mismo entendimiento bíblico que ellos. Tienen el
derecho de manifestarle al mundo qué artículos de la Biblia consideran
fundamentales y en qué manera será guiada la predicación pública y la
política eclesiástica para su edificación. Ninguna iglesia tiene el derecho de
obligar a los demás a creer y a unirse a su iglesia. Por el contrario, las
confesiones de fe sirven para que los hombres juzguen por sí mismos,
examinando sus propias creencias y su entendimiento de las Escrituras, si
desean asociarse con un grupo de creyentes con un entendimiento
específico de la Biblia. Robert Gonzales, decano del Seminario Bautista
Reformado, hablando de este tema escribió lo siguiente, “Si el credo o
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confesión de fe es una guía acertada de lo que enseña la Biblia, entonces, en
principio no puede ser vista como una intromisión sobre la libertad de conciencia.
Nuestras mentes han sido libertadas de las cadenas del pecado, con el fin de que
puedan abrazar libremente la verdad de Dios, no rechazarlas. De hecho, de acuerdo a
la Escritura, el rechazo de la verdad bíblica es una indicación de una mala
conciencia (1 Timoteo 1:19-20; 2: 17-18). Como un escritor ha sabiamente
observado, los hombres están raramente opuestos a los credos, hasta que los credos
se les hayan opuesto a ellos. Consecuentemente, el rechazo de un credo puede no
revelar un problema con el credo. Podría revelar un problema con el corazón. Por
supuesto, es también posible que un hombre no esté opuesto a los credos o
confesiones per se sino a algún artículo particular o artículos dentro de la confesión.
En ese caso, el hermano debe ser honesto sobre su conflicto de conciencia, y la iglesia
debe decidir si este aviso es suficientemente significativo o sustancial como para
descalificarlo de servir como un pastor de esa iglesia particular.”. La realidad es
que no todos entendemos las Sagradas Escrituras de la misma manera, por
lo tanto, las confesiones nos sirven para identificar si una iglesia cree lo
mismo con el fin de unirme a ellos; pero también sirve a una iglesia local
para discernir si pueden caminar junto a una persona que ha solicitado
membrecía. Así como un grupo de creyentes tienen el derecho de confesar
su entendimiento bíblico, así mismo tienen el derecho de rechazar la
membrecía a alguien que no confiesa lo mismo. Nadie tiene el derecho de
decir, “Exijo membrecía en esta iglesia, pero no puedo creer las doctrinas que
ustedes creen ni estar de acuerdo con el entendimiento bíblico que ustedes han
adoptado.”. Las confesiones sirven, no para atar las conciencias de las
personas, sino para protegerlas de unirse a iglesias que no creen lo mismo
que ellas. En definitiva, sirven para proteger a las iglesias de aquellos que
pueden entrar y esparcir falsas doctrinas causando divisiones.
 Las confesiones de fe prohíben crecer en la fe: Esta objeción argumenta que
estos documentos son tan rígidos que impiden que una persona pueda
investigar la fe continuamente. “Si una persona,” dicen, “se une a una iglesia
adherida a una confesión de fe, debe, entonces, seguir creyendo lo mismo hasta su
muerte.”. Esta objeción se responde con la lógica. Cuando una persona se
hace miembro de una iglesia confesional, él o ella han examinado
cuidadosamente la confesión de fe; la ha examinado contra las Safradas
Escrituras y está convencido de que ese documento expresa fielmente las
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verdades de la Biblia que él mismo ha llegado a entender. Ciertamente
creemos que el hombre de Dios está bajo la autoridad de la Biblia y que
estará constantemente reformando su teología y su práctica a la luz de las
Sagradas Escrituras. Sin embargo, es ilógico pensar que una persona que ha
sido persuadida por las verdades de la Biblia pueda llegar rechazarlas.
Ernest Reisinger dice que esta actitud es, “irracional, contraria a la Escritura; y
un enemigo de la estabilidad y el consuelo cristiano.”. Reisinger también expresa
que “Aquellos que vivan cuestionando no son de utilidad ni para ellos mismo ni
para la Iglesia de Dios.”. Las confesiones de fe, entonces, no impiden que un
creyente crezca en su fe, sino por el contrario, promueven el crecimiento
espiritual de cada creyente estableciendo lo más claramente posible cual es
la verdad enseñada en las Escrituras. James Renihan, hablando de nuestra
confesión escribió lo siguiente; “Creemos que es fiel a las palabras de la
Escritura, y por esa razón, no es simplemente un resumen general de nuestras
creencias, sino una declaración explícita de ellas. Algo menos que esto y perdemos la
naturaleza misma de lo que somos como Bautistas Reformados.”.

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Nuestras Confesiones

El siglo XVII fue un siglo convulso y lleno de peligros para cualquier separatista en
Inglaterra. Sin embargo, la década de los 1740’s fue especialmente peligrosa para
los bautistas, especialmente aquellos conocidos como ‘particulares.’

Por mucho tiempo sólo había existido una sola religión en el reino y siempre que
surgían intentos de oposición en contra de la Iglesia de Inglaterra, eran recibidos
con persecución y muerte.

El inicio del siglo XVII vio el surgimiento de un grupo de cristianos dentro de ese
movimiento separatista puritano que había ido a las Sagradas Escrituras y había
adoptado el bautismo exclusivo del creyente por inmersión. Esto, no sólo
promovió el desprecio de la religión del Estado, sino que también motivó el
rechazo de otros dentro del movimiento separatista.

Cien años antes, en enero de 1534, un grupo de Anabautistas radicales organizaron


en la ciudad de Münster, Alemania, una revuelta. Jan Matthys un panadero y
seguidor de Melchor Hoffman, un profeta anabautista, tomaron la ciudad de
Münster diciendo que era la “Nueva Jerusalén.” Matthys instauró el re-bautismo y
en ese día bautizaron a 1000 adultos.

Tres meses más tarde la ciudad fue retomada por los gobernantes y Matthys y sus
seguidores fueron capturados y asesinados por traición. Esto era lo que temían los
separatistas del siglo XVII cuando conocieron de este grupo de bautistas.

En 1642 se publicó y empezó a circular un panfleto anónimo titulado, “Una


Advertencia para Inglaterra, especialmente por Londres; en la famosa Historia de los
frenéticos Anabautistas, sus salvajes Predicaciones y Prácticas en Alemania. Dónde se
añaden Historias Increíbles de los Anabautistas, con Observaciones al Respecto. Junto con
una aplicación para estos tiempos.”. El autor describía los hechos ocurridos en
Münster acusando correctamente a la secta anabautista de rebelión, sedición, robo
y asesinato. Sin embargo, una de las mayores críticas del panfleto fue al hecho de
que los anabautistas prohibían bautizar infantes. El autor escribió, “Estos fueron al
principio sus discursos, pero por grados cayeron para publicar otras doctrinas más
perniciosas.”. Al final, como advertencia a sus lectores, escribió, “Por lo tanto, que

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todos los enemigos disidentes y sediciosos de la iglesia y el estado perezcan; ¡pero, sobre la
cabeza del Rey Carlos, que la corona florezca! Amén.”.

Lo que el panfleto estaba haciendo era advirtiendo a los gobernantes que lo


sucedido en Alemania cien años antes podía suceder en Londres también;
especialmente si se permitía que los bautistas siguieran con sus doctrinas.

Para las siete iglesias bautistas particulares existentes en 1644 era esencial
demostrar que ellos no eran radicales, ni anabautistas, ni sediciosos. Querían
probar que estaban siendo acusados falsamente y para probar su fe, adoptaron la
práctica de los protestantes, publicaron una confesión de fe. En ella quisieron que
su ortodoxia fuera comprobada con el fin de que sus acusadores no tuvieran temor
de ellos y por lo tanto pudieran ser mejor comprendidos.

Para establecer quiénes eran realmente escribieron en el título, “La Confesión de Fe


de las Iglesias que son comúnmente (pero falsamente) llamadas Anabautistas. Presentado
para la visión de todos los que temen a Dios, para examinar por el criterio de la Palabra de
Verdad: Así también para desechar aquellas calumnias que son frecuentemente (pero
injustamente) echadas sobre ellos, tanto en el Púlpito como en Impresión.”.

En la carta al lector explicaron con mayor claridad la razón por la cual publicar tal
documento. Ahí se lee, “Ciertamente, si alguna vez un pueblo tuvo una razón para
hablar por la vindicación de la verdad de Cristo en sus manos, nosotros la tenemos, pues
siendo esta la principal rueda en este tiempo en el que trabajamos; pues si tan sólo algo
pudiera ser tramitado contra nosotros por los hombres, podríamos habernos quedado
quietos, y dejar nuestra Causa a Aquel que es un Juez Justo, quien en el gran día juzgará
los corazones de todos los hombres por medio de Jesucristo: Pero siendo que no es sólo a
nosotros, sino también a la verdad profesada por nosotros, nosotros no podemos, no nos
atreveríamos a hacer otra cosa sino a hablar.”.

Eso fue precisamente lo que hicieron. En la misma carta afirman que se les acusaba
de creer en el libre albedrío, de negar el pecado original, de que el creyente puede
perder la salvación, de repudiar el gobierno, a lo cual escriben, “todos estos cargos
rechazamos como notoriamente falsos.”

Para muchos historiadores bautistas el 50% de la confesión fue tomada de la


Confesión Verdadera de 1596, un tratado editado por Henry Ainsworth. Además,

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se ayudaron de la Médula de Teología del puritano William Ames. Todo con el
propósito de demostrar que ellos no eran fanáticos, sino reformados.

La confesión fue firmada por los pastores William Kiffin, Thomas Patience, John
Spilsbury, George Tipping, Hanserd Knollys, Benjamín Coxe, Samuel Richardson,
Thomas Munday, Thomas Gunne, John Mabbatt, Thomas Killcop, Paul Hobson,
Thomas Goare, Thomas Holmes, Dennis le Barbier y Christopher Duret. Todos
ellos de las siete iglesias Bautistas Particulares existentes en 1644 y con el fin de
confirmar que eran las convicciones teológicas de todas estas iglesias.

Ahora, aparentemente se cumplió el propósito. Daniel Featley, quien fuera


miembro de la Asamblea de Divinidades de Westminster, escribió acerca de esta
primera confesión, diciendo que ellos [los bautistas particulares], “no son herejes, ni
cismáticos, sino Cristianos de corazón tierno; sobre quienes, por medio de falsas
sugerencias, la mano de la autoridad cayó pesadamente, mientras estuvo la Jerarquía: pues,
ellos no enseñan el libre albedrío; ni la pérdida de la salvación con los Arminianos, ni
niegan el pecado original con los Pelagianos, ni rechazan al Gobierno con los Jesuitas, ni
mantienen pluralidad de esposas con los Poligamos, ni bienes en común como los del
Apostolado, ni andar desnudos con los Adanitas, ni mucho menos la mortalidad del alma
con los Epicúreos...y con este fin han publicado esta confesión de Fe.”.

Featley, entendía lo que ellos estaban argumentando, sin embargo, no les creía,
pues inmediatamente después de afirmar esto dijo, “De ellos debo decir, como San
Hilario de los Arrianos, ellos ofrecen a los que no tienen entendimiento su copa llena de
veneno.”

Sin embargo, es claro que la confesión es totalmente reformada, pues establece


fehacientemente las doctrinas de la gracia.

Depravación total: Artículo IV: “En el principio Dios hizo todas las cosas muy buenas,
creó al hombre a Su misma imagen. Imagen y semejanza, llenándolo con toda perfección de
toda excelencia natural y justicia, libre de todo pecado. Pero no habitó por mucho tiempo en
este honor, sino que por la sutileza de la Serpiente, a la cual Satanás usó como su
instrumento, él mismo con sus ángeles habiendo pecado antes, y no mantenido su primer
estado, sino que abandonaron su propia habitación; primero Eva, luego Adán siendo
seducido voluntariamente cayó en desobediencia y transgresión del Mandamiento de su

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Gran Creador, por la cual la muerte vino sobre todos, y reinó sobre todos, así que todos
desde la Caída son concebidos en pecado, y formados en iniquidad, por lo tanto por
naturaleza son hijos de ira, y esclavos del pecado, sujetos de muerte, y de todas las otras
calamidades debido al pecado en este mundo y siempre, siendo considerados en el estado de
naturaleza, sin relación con Cristo.”.

Elección incondicional: Artículo V: “Toda la humanidad así caída, y llegando a ser toda
muerta en pecados y transgresiones, y sujeta a la eterna ira del gran Dios por transgresión;
sin embargo los elegidos, a los cuales Dios amó con amor eterno, son redimidos, avivados, y
salvados, no por ellos mismos, ni por sus propias obras, no sea que algún hombre se gloríe
en sí mismo, sino enteramente y sólo por la gratuita gracia y misericordia de Dios por
medio de Jesucristo, quien es hecho por Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación,
y redención, para que así como está escrito, el que se regocija, regocíjese en el Señor.”.

Expiación Limitada: Artículo XXI: “Que Cristo Jesús por Su muerte trajo ciertamente
salvación y reconciliación sólo para los elegidos, quienes eran aquellos a quienes Dios el
Padre la dio; y que el Evangelio que debe ser predicado a todos los hombres como el
fundamento de la fe, es, que Jesús es el Cristo, el Hijo de siempre bendito Dios, lleno con
todas las perfecciones de todas las excelencias celestiales y espirituales, y que la salvación es
sólo y únicamente obtenida por medio de la fe en Su nombre.”.

Gracia Irresistible: Artículo XXII: “La fe es el regalo de Dios forjado en los corazones de
los elegidos por el Espíritu de Dios, por la cual ellos llegan a ver, conocer, y creer la verdad
de las Escrituras, y no sólo eso, sino la excelencia de ellas por encima de todas las otras
escrituras y cosas en el mundo...y son capacitados para descargar el peso de sus almas sobre
esta verdad así creída.”

Artículo XXIII: “Aquellos que tienen esta fe preciosa forjada en ellos por el Espíritu, nunca
podrán finalmente ni totalmente perderse; y a pesar de que muchas tormentas e
inundaciones se levanten y golpeen contra ellos, nunca serán capaces de quitarlos de esa
fundación y roca a la cual por fe se han sujetado, sino que serán sostenidos por el poder de
Dios para salvación, donde ellos gozarán su posesión adquirida, ellos siendo antes grabados
sobre las palmas de las manos de Dios.”.

Perseverancia de los santos: Artículo XXVI: “Que el mismo poder que convierte a la fe
en Cristo, es el mismo poder que lleva al alma con tranquilidad por todos los deberes,

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tentaciones, conflictos, sufrimientos; y continuamente lo que quiera que sea el cristiano, él
lo es por gracia, y por una constante y renovada operación de Dios, sin la cual él no puede
realizar ningún deber para Dios, o someterse a alguna tentación de Satanás, del mundo, o
de los hombres.”.

Además, la confesión también rechazaba las doctrinas de los radicales


Anabautistas con respecto al gobierno. En el artículo XLVIII, por ejemplo,
confiesan que, “un Magisterio civil es una ordenanza de Dios puesta por Dios para el
castigo de los que hacen el mal, y para la alabanza de los que hacen bien.”. En el artículo
XLIX, afirman que, “El Supremos Magisterio de este Reino creemos es el Rey y el
Parlamento libremente escogido por el Reino, y que en todas aquellas leyes civiles que han
sido hechas por ellos, o que por el presente es o serán ordenadas, estamos atados a sujetarnos
y obedecer en el Señor.” Concluyen diciendo en el artículo LII, “Por lo tanto deseamos
darle a Dios lo que es de Dios, y a César lo que es de César, y a todos los hombres lo que les
pertenece a ellos, trabajando nosotros para tener siempre una clara conciencia libre de
ofensa hacia Dios, y hacia el hombre.”.

Esta confesión estaba llevando la reforma a su más consistente conclusión, el


bautismo exclusivo de creyente por inmersión. El artículo XXXIX dice, “Qué el
Bautismo es una Ordenanza del Nuevo Testamento, dada por Cristo, para ser dispensada
solamente sobre personas que profesan fe, o que son Discípulos, o enseñados, quienes luego
de una profesión de fe, deben ser bautizados.”. En ediciones posteriores se le agregó, “y
luego para ser partícipes de la Cena del Señor. Además, el artículo XL dice, “La forma y
la manera de la dispensación de esta Ordenanza en la Escritura mantiene que debe ser
hundiendo o sumergiendo el cuerpo entero bajo el agua: siendo una señal, debe responder a
aquello representado, lo cual es esto: primero, el lavamiento de toda el alma en la sangre de
Cristo: segundo, el interés que tienen los Santos en la muerte, sepultura, y resurrección;
tercero, junto a una confirmación de nuestra fe, que tan ciertamente como el cuerpo es
sepultado bajo el agua, y es levantado de nuevo, así ciertamente serán levantados los
cuerpos de los Santos por el poder de Cristo en el día de la resurrección, para reinar con
Cristo. [La palabra baptizo, significando sumergir bajo el agua, sin embargo, con ropas
apropiadas tanto en el administrador y el sujeto, con toda modestia.]”

Es interesante esta última frase, pues una de las acusaciones que se les hacía a los
Bautistas Particulares (de parte de los Presbiterianos) era que se bautizaban
desnudos en los ríos.

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¿Qué debemos pensar, entonces de esta confesión? William Lumpkins escribió que,
“Quizás ninguna confesión de Fe haya tenido una influencia tan formativa en la vida
Bautista como ésta.”.

La primera confesión de 1644 fue revisada en 1646 y luego en 1651. Por muchos
años sirvió como la base de la ortodoxia entre los Bautistas Particulares. Sin
embargo, para mediados de los 1670 las iglesias pensaron que era necesario de otra
confesión. Los historiadores refieren tres causas por lo cual esto fue considerado
necesario:

 Los mismos bautistas particulares afirmaron que para esos tiempos las
copias de la Primera Confesión de Fe eran pocas y difíciles de obtener.
 Es claro que la Primera Confesión no trata con todos los temas que debería
tratar un documento de esa importancia. Para 1670 otros temas habían
surgido y era necesario que sus iglesias los abordaran.
 El grave problema de Thomas Collier. Como vimos, este hombre había sido
un evangelista muy prominente que se había identificado como un bautista
particular. Pronto, Collier empezó a separarse de la ortodoxia y a enseñar
diferentes herejías con respecto a la Trinidad, al pecado original, la
salvación, etc. Fue para repudiar sus enseñanzas que se comisionó a dos
hombres la producción de una nueva confesión de Fe.

De tal situación se origina la Segunda Confesión Bautista de Londres. Esa segunda


confesión fue el producto del confesionalismo histórico, basándose en gran medida
en la Confesión de Fe de Westminster (CFW), y especialmente en la revisión de
esta hecha por John Owen en 1658 y que se conoce como la Declaración de Savoy.

La primera referencia a la confesión se encuentra en una minuta del libro de la


iglesia de Petty France en Londres. El 26 de agosto de 1677 se anota lo siguiente,
“Se acordó que una Confesión de Fe, con el Apéndice esto habiendo sido considerado y leído
por los hermanos: debe ser publicado.”.

Los historiadores creen, entonces, que fue en esta iglesia donde se originó la
confesión, habiendo sido esta una de las siete iglesias que firmaron la primera
confesión y teniendo como pastores a dos eminentes hombres de Dios, Nehemías
Coxe y William Collins.

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El problema con Thomas Collier hizo necesaria una confesión que sirviera, no sólo
para repudiar las herejías de Collier, sino también para establecer con claridad lo
que realmente creían los bautistas particulares, con los cuales se había asociado en
el pasado al evangelista.

Nehemías Coxe, fue a quien la iglesia Petty France envió, sabiendo sus capacidades
intelectuales, para corregir a Collier e intentar volverlo al camino. Sin embargo,
luego de haber sido evidente la falta de arrepentimiento por su parte, a Coxe, junto
a su copastor William Collins les fue encomendada la labor de producir una nueva
confesión de fe.

La carta al lector dice lo siguiente, “Al cortés lector: Son ya muchos años desde que
algunos de nosotros (con otros sobrios Cristianos que vivían entonces, y caminando en el
camino del Señor, que nosotros profesamos) concebimos estar bajo la necesidad de publicar
una Confesión, de nuestra Fe, para la información y satisfacción de aquellos que no
entendían a profundidad cuales eran nuestros principios, o que habían tenido prejuicios
contra nuestra profesión, por razón de la extraña representación de ellos por algunos
hombres que habían tomado medidas equivocadas, y así llevaron a otros a que nos
malentendieran a nosotros y a ellos. Y esto fue primeramente presentado cerca del año
1643, en el nombre de siete congregaciones entonces reunidas en Londres; desde entonces
diversas impresiones han sido difundidas ampliamente, y nuestro fin propuesto en buena
medida respondido, entre la medida que muchos (y algunos de esos eminentes hombres
tanto por piedad y conocimiento) fueron así satisfechos que nosotros no éramos en ninguna
manera culpables de esas heterodoxias y errores fundamentales que tan frecuentemente nos
han sido imputadas sin pruebas ni por ocasión dada por nuestra parte.”.

En 1677 el título de la confesión decía que “muchas congregaciones de cristianos en


Londres y el país” compartían sus enseñanzas. Sin embargo, en 1689, teniendo una
gran necesidad, y siendo parte de la gran persecución de la monarquía junto con
sus hermanos Presbiterianos y Congregacionalistas, los Bautistas Particulares
redactan una carta circular llamando a una Asamblea General.

En esta ocasión, la carta al lector afirma que a esa Asamblea llegaron


representantes de 108 iglesias, “Nosotros los Ministros y Mensajeros de, y al cuidado de
más de cien congregaciones bautizadas en Inglaterra y Gales (negando en Arminianismo),
habiéndonos reunido en Londres, des tercer día del séptimo mes al onceavo del mismo,

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1689, para considerar algunas cosas que podrían ser para la gloria de Dios, y el bien de
estas congregaciones, hemos pensado reunirnos (para la satisfacción de todos los otros
Cristianos que difieren de nosotros en el punto del Bautismo) para recomendar a su
escrutinio la confesión de nuestra fe, confesión que poseemos, conteniendo la doctrina de
nuestra fe y práctica, y deseamos que los miembros de nuestras iglesias respectivamente se
provean ellos mismos de esto.”.

El documento fue firmado por hombres como Hanserd Knollys, William Kiffin,
William Collins, Hércules Collins, John Harris, etc. Nehemías Coxe, habiendo
muerto unos meses antes de esta Asamblea, y a pesar de haber sido el editor
principal de la misma, no pudo firmarla.

Ahora, el fin de los Bautistas Particulares era confirmar su unidad doctrinal con los
Presbiterianos y Congregacionalistas. Esta fue la razón por la cual dependieron y
revisaron la CFW y la Declaración de Savoy. En la carta al lector escribieron lo
siguiente, “Y puesto que como esa Confesión no es ahora comúnmente obtenida, y también
porque muchos otros han desde entonces abrazado la misma verdad que ahí es poseída,
juzgamos necesario unirnos juntos en dar testimonio al mundo de nuestra firme adherencia
a aquellos sanos principios por la publicación de esto que está ahora en su mano. Y puesto
que nuestro método y manera de expresar nuestros sentimientos en esto puede variar del
primero (sin embargo, que la sustancia de este tema es el mismo), libremente le
impartiremos la razón y ocasión de esto. Una cosa que prevaleció grandemente con nosotros
para emprender este trabajo fue (no sólo dar una explicación completa de nosotros a
aquellos Cristianos que difieren de nosotros acerca del tema del Bautismo, sino también)el
provecho que podría surgir de esto para aquellos que tienen cuenta de nuestras labores en
su instrucción y establecimiento en las grandes verdades del Evangelio, en el claro
entendimiento y firme creencia de nuestro confortable caminar con Dios, y el gran fruto
delante de Él en todos nuestros caminos, es lo que concierne más cercanamente ; y por lo
tanto concluimos necesario expresarnos a nosotros mismos más completamente y
distintamente; y también para fijar en tal método como podría ser más comprensible de
aquellas cosas que diseñamos para explicar nuestro sentido y creencia de eso; y no
encontrando ningún defecto al respecto en aquel fijado por la Asamblea, y, después de ellos
por aquellos del camino congregacional, concluimos prontamente que era mejor retener el
mismo orden en nuestra presente Confesión; y también cuando hemos observado lo que
aquellos últimos hicieron en sus confesiones (por razones que parecieron de peso tanto para

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ellos como para otros) escogimos no sólo expresar nuestra mente en palabras concurrentes
con los primeros en sentido concerniendo a todos aquellos artículos en los que estaban de
acuerdo, sino también en la mayor parte sin ninguna variación de términos, nosotros en la
misma manera concluimos mejor seguir su ejemplo en hacer uso de las mismas palabras con
ellos tanto en estos artículos (los cuales son muchos) en donde nuestra fe y doctrina son las
mismas con las de ellos; y esto lo hicimos más abundantemente para manifestar nuestro
consentimiento con ambos en todos los artículos fundamentales de la religión Cristiana, así
también con muchos otros cuyas Confesiones ortodoxas han sido publicadas al mundo en
nombre de los Protestantes en diversas naciones y ciudades. Y también para convencer a
todos que nosotros no tenemos ningún anhelo de obstruir la religión con nuevas palabras,
sino que consentimos en esa forma de sanas palabras que han sido, en consentimiento con
las Santas Escrituras, usadas por otros antes que nosotros; declarando así, delante de Dios,
ángeles, y hombres, nuestro sustancioso acuerdo con ellos en esa entera doctrina protestante
la cual, con tan clara evidencia de las Escrituras, ellos han afirmado. Algunas cosas, de
hecho, están en algunos lugares añadidas, algunos términos omitidos, y algunos pocos
cambiados; pero estas alteraciones son de aquella naturaleza como la que sin duda no
necesitamos ser acusados o sospechados de irracionales en la fe de ninguno de nuestros
hermanos a cuenta de ellos.”.

Los Bautistas Particulares, entonces, usaron y editaron la CFW y la de Savoy a


propósito, con el fin de demostrar su acuerdo con ellos en tiempos de gran
persecución para todos aquellos que no coincidían doctrinalmente con la Iglesia de
Inglaterra. Su deseo era demostrar su confesionalismo Reformado. Los puntos en
los que diferían con ellos, como el Bautismo, fueron su contribución a la teología
cristiana.

Desde el punto de vista histórico la Segunda Confesión Bautista de Londres de


1689, se convirtió en la declaración más completa y madura de la doctrina cristiana
disponible para los Bautistas Particulares. Charles Spurgeon dijo de ella, “Este
antiguo documento es el más excelente epítome de las cosas más seguramente creídas entre
nosotros. No fue publicada como una regla o código de fe autoritativo, por el cual uno pueda
ser atado, sino como un medio para la edificación en la justicia. Es una excelente, sin
embargo, no inspirada, expresión de la enseñanza de las Sagradas Escrituras por la cual
todas las confesiones deben ser medidas. Nosotros sostenemos las verdades de la gracia

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soberana de Dios en la salvación de pecadores perdidos. La salvación es sólo por medio de
Cristo y sólo por medio de la fe.”.

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Nuestras CreenciaS

Uno de los graves errores que han sido cometidos entre los que han profesado la fe
cristiana a lo largo de la historia de la Iglesia ha sido darle más importancia a la
ortopraxis (la práctica de la vida cristiana correcta) que a la ortodoxia (la creencia
cristiana correcta). Muchos en nuestros tiempos han argumentado que el deber de
la iglesia es enfatizar la práctica y no tanto la doctrina; la vida “en el Espíritu” y no
“la letra,” como si la Biblia pusiera a una por encima de la otra.

La realidad es que las Escrituras le dan importancia tanto a la ortodoxia como a la


ortopraxis. Sin embargo, es claro que en ellas se nota que la ortodoxia forma la
ortopraxis. Ambas son importantes, pero una sucede a la otra. Nadie puede ser
cristiano si no cree primero la doctrina, y nadie puede creer la doctrina si primero
no es cristiano. La verdad es que la Cristiandad sin doctrina no es Cristiandad.

El Señor Jesús, antes de Su ascensión, les dijo a Sus discípulos, “Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden [literalmente=que obedezcan] todas las cosas
que os he mandado.”. Aquí tenemos el más claro ejemplo de lo que se nos pide como
cristianos. Nuestra misión es, habiendo ido a las naciones, predicar el evangelio con
el fin de que Dios convierta pecadores y los haga discípulos de Cristo. A éstos
debemos, entonces, bautizar en el nombre del Dios trino, y ellos, luego, deben
obedecer o practicar la Cristiandad. Sin embargo, noten las palabras del Señor,
“enseñándoles que guarden/obedezcan todas las cosas que os he mandado.” El mandato
para los nuevos creyentes es obedecer al Señor habiendo sido instruidos primero en
la doctrina que el Señor les enseñó a sus hermanos primero.

Es decir, la doctrina informa la práctica cristiana; la ortodoxia informa la


ortopraxis. Esto fue algo sumamente importante para los Bautistas Particulares del
siglo XVII y lo es para nosotros como iglesia local. No se trata de si nosotros como
iglesia local tenemos una doctrina específica, sino de cuál es la doctrina que
tenemos como iglesia local; no se trata de si tenemos una doctrina, sino que lo
importante es saber de quién es la doctrina que tenemos.

Pablo le dijo a los Efesios, “Más vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le
habéis oído, y habéis sido por Él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.”. La

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Cristiandad se basa en la doctrina o en la enseñanza de Jesucristo. Lo que practica
el cristiano es lo que ha aprendido de su Señor y Salvador. Eso es lo que hemos
oído y aprendido. Por lo tanto, si vamos a ser cristianos es importante que
retengamos esa doctrina, “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que
habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.”; “Ten cuidado de ti mismo y de la
doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”
Y “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina”.

La realidad es que la Cristiandad es la práctica de la doctrina bíblica correcta y


consistente. ¿Por qué es esto importante? Porque existe la falsa y la mala doctrina
que afectará nuestra práctica o nuestra vida cristiana.

“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios.”.

“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de
oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la
verdad el oído y se volverán a las fábulas.”.

“No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas.”.

Es debido a que la Biblia exige a los cristianos tener una correcta doctrina que es
importante saber qué es lo que creemos. No se trata de decir, “Bueno, ahora somos
cristianos, ¿qué tenemos que hacer?” sino, “Bueno, ahora somos cristianos; qué es lo que
enseña Dios en la Biblia que debemos creer.” Y lo que creemos es lo que hemos
confesado con muchos hermanos a lo largo de la historia y que se encuentra
resumido en la Segunda Confesión Bautista de Londres de 1689. Ese conjunto de
doctrinas es lo que informan la práctica de nuestra iglesia.

La Segunda Confesión Bautista de Londres se compone de 32 capítulos cada uno


dividido en un número diferente de párrafos, que explican gran cantidad de
doctrinas bíblicas.

Capítulo Tema Capítulo Tema

1 Las Santas Escrituras 17 De la Perseverancia de los

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Santos

2 Dios y la Santa Trinidad 18 De la Seguridad de la Gracia y


de la

Salvación

3 El Decreto Eterno de 19 De la Ley de Dios


Dios

4 La Creación 20 Del Evangelio y del Alcance de


su

Gracia

5 La Providencia 21 De la Libertad Cristiana y de la


Libertad de Conciencia

6 La Caída del Hombre, el 22 De la Adoración Religiosa y


Pecado y su Castigo del Día de

Reposo

7 El Pacto de Dios 23 Juramentos Legales y Votos

8 Cristo el Mediador 24 El Gobierno Civil

9 El Libre Albedrío 25 Del Matrimonio

10 El Llamamiento Eficaz 26 De la Iglesia

11 De la Justificación 27 De la Comunión de los Santos

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12 De la Adopción 28 Del Bautismo y la Cena del
Señor

13 De la Santificación 29 Del Bautismo

14 De la Fe Salvadora 30 De la Cena del Señor

15 Del Arrepentimiento 31 Del Estado del Hombre


para Después de la

Vida y Salvación Muerte y de la Resurrección

16 De las Buenas Obras 32 Del Juicio Final

Ahora, la Confesión está dividida en 4 grandes secciones: primero, una sección de


principios fundamentales (Capítulos 1 al 6); segundo, una sección sobre el Pacto
Divino o Federalismo (Capítulos 7 al 20); tercero, la vida teocéntrica (Capítulos 21
al 30) y que inicia con el capítulo sobre la Libertad Cristiana (doctrina que para los
Reformadores constituía el segundo principio de la Reforma Protestante después
de la doctrina de la justificación por la fe) y cuarto, una sección de escatología
(Capítulos 31 y 32).

Esto es entonces, lo que creemos como nuestros principios fundamentales

1. Las Santas Escrituras:

¿Por qué iniciar una confesión con el tema de las Escrituras? Bueno, para los
Bautistas Particulares, “la verdad y la autoridad de la Palabra de Dios,” como escribió
Benjamín Keach, “es la fundación misma de toda [nuestra] esperanza y religión.”.

Para los Bautistas Particulares del siglo XVII era sumamente importante iniciar con
aquello que serviría como la base de todo lo que seguiría. Para ellos era primordial

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establecer sus creencias con respecto a la Biblia, de donde saldría todo aquellos que
ellos creían y practicaban.

En sus tiempos, no sólo continuaba la lucha contra la Iglesia Católica Romana que
buscaba atar las conciencias de los hombres con sus tradiciones extra-bíblicas; sino
que también se dio la lucha contra algunos grupos de anabautistas que fomentaban
la idea de la continuación de la revelación divina.

Su deseo era comprometerse con uno de los principios de la Reforma Protestantes:


Sola Scriptura.

Nosotros como iglesia, teniendo aún vigentes los errores católicos romanos y
carismáticos/pentecostales con respecto a la Biblia, en nuestros tiempos,
confesamos basándonos en lo que ella misma dice, ciertas características acerca de
ella.

a. Su necesidad (Párrafo 1)

Confesión de Fe Confesión de Fe de Segunda Confesión Bautista


de Westminster Savoy de Londres 1677/1689

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______________________ ______________________ __________________________
_ _ _
Aunque la luz de la Aunque la luz de la Las Santas Escrituras son la
naturaleza y las obras de naturaleza y las obras de única toda suficiente, segura e
creación y de creación y de infalible regla del conocimiento,
providencia manifiestan providencia manifiestan fe y obediencia salvadoras.
la bondad, sabiduría, y la bondad, sabiduría, y Aunque la luz de la
poder de Dios de tal poder de Dios de tal naturaleza y las obras de
manera que los hombres manera que los hombres creación y de providencia
quedan sin excusa, sin quedan sin excusa, sin manifiestan la bondad,
embargo, no son embargo, no son sabiduría, y poder de Dios, de
suficientes para dar suficientes para dar tal manera que los hombres
aquel conocimiento de aquel conocimiento de quedan sin excusa, sin
Dios y de su voluntad Dios y de su voluntad embargo, no son suficientes
que es necesario para la que es necesario para la para dar aquel conocimiento
salvación; por lo que le salvación; por lo que le de Dios y de su voluntad que
agradó a Dios en varios agradó a Dios en varios es necesario para la salvación;
tiempos y de diversas tiempos y de diversas por lo que le agradó al Señor,
maneras revelarse a sí maneras revelarse a sí en varios tiempos y de
mismo y declarar su mismo y declarar su diversas maneras revelarse a
voluntad a su Iglesia; y voluntad a su Iglesia; y sí mismo y declarar su
además, para conservar además, para conservar voluntad a su Iglesia; y
y propagar mejor la y propagar mejor la además para conservar y
verdad y para el mayor verdad y para el mayor propagar mejor la verdad y
consuelo y consuelo y para el mayor consuelo y
establecimiento de la establecimiento de la establecimiento de la Iglesia
Iglesia contra la Iglesia contra la contra la corrupción de la
corrupción de la carne, corrupción de la carne, carne y la malicia de Satanás y
malicia de Satanás y del malicia de Satanás y del del mundo, le agradó dejar
mundo, le agradó dejar mundo, le agradó dejar esa revelación por escrito, por
esa revelación por esa revelación por todo lo cual las Santas
escrito, por todo lo cual escrito, por todo lo cual Escrituras son muy
las Santas Escrituras son las Santas Escrituras son necesarias, y tanto más cuanto
muy necesarias, y tanto muy necesarias, y tanto que han cesado ya los modos

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más cuanto que han más cuanto que han anteriores por los cuales Dios
cesado ya los modos cesado ya los modos reveló su voluntad a su
anteriores por los cuales anteriores por los cuales
Iglesia.
Dios reveló su voluntad Dios reveló su voluntad
a su Iglesia. a su Iglesia.

Es interesante que nuestra Confesión de Fe les añade a las palabras de la Confesión


de Fe de Westminster (CFW) y a la Declaración de Savoy (DS) la frase al principio
del primer párrafo, “Las Santas Escrituras son la única toda suficiente, segura e infalible
regla del conocimiento, fe y obediencia salvadoras.”.

Se ve la intención de los Bautistas Particulares de confesar su creencia acerca de la


Biblia. Y lo que primero desean establecer es que ella es necesaria para la salvación
de pecadores.

La naturaleza ciertamente muestra el poder y la Deidad de Dios, pero es


insuficiente para mostrar el conocimiento necesario de Dios para que un hombre
pueda ser salvo. Para esto son necesarias las Escrituras, especialmente porque
aquellos dones de revelación y profecía que existieron en la iglesia primitiva antes
de estar completo el canon de las Escrituras, ya han cesado (2 Timoteo 3: 15-17).

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Creemos, entonces, en la necesidad de las Escrituras para la salvación de las almas
de los hombres, porque somos cesacionistas. Por eso, creemos en la predicación
expositiva de la Biblia; por eso nunca aceptaremos que un hombre se pare en
medio nuestro y diga fuera de lo que digan las Escrituras, “Así dice el Señor...”

b. Su identidad (Párrafos 2-3)

Es decir, creemos que lo que Dios ha hablado se encuentra exclusivamente en los


66 libros que tenemos. Sólo esos libros obedecemos, porque sólo ese libro inspiró
Dios. Por eso no somos Católicos Romanos, porque creemos que los libros
Apócrifos o Deuterocanónicos, no fueron inspirados por Dios (2 Pedro 1:19).

c. Su autoridad (Párrafos 4-6)

Debido a que su Autor es Dios mismo la Biblia es autoritativa para todos los
creyentes. Ella es la única regla de fe que debemos creer. No sólo es evidente al
examen externo de ellas, sino también por el interno. Sin embargo, creemos que
sólo el Espíritu Santo puede dar testimonio de esta verdad a los corazones de los
hombres (2 Timoteo 3:16).

d. Su suficiencia (Párrafo 7)

Dice la confesión, “Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para Su
propia gloria; y para la salvación, la fe y la vida del hombre, está expresamente expuesto o
implícitamente revelado en las Escrituras.”

Lo que no creemos es que la Biblia sea suficiente para cualquier propósito (i.e
aprender matemática), sino que creemos que ella es suficiente para glorificar a
Dios, para la salvación de pecadores, y para que ellos vivan vidas agradables a
Dios. Es decir, que aparte de ella no hay nada que pueda cumplir estos propósitos,
ni siquiera nuevas revelaciones o tradiciones humanas, como lo dice más adelante
el párrafo 7 (2 Timoteo 3:15-17).

e. Su claridad (Párrafos 8-9)

Creemos que para poder entender las Escrituras es necesaria la iluminación de


Aquel que las inspiró, el Espíritu Santo (1 Corintios 2:14). Sin embargo, a pesar de

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que hay cosas difíciles de entender creemos que las que son necesarias para la
salvación son claras para todos (Salmo 19:7).

f. Su disponibilidad (Párrafo 10)

Creemos que en Su providencia Dios ha preservado para Su pueblo toda Su


Palabra sin faltar una sola e inicialmente la inspiró en hebreo durante el Antiguo
Pacto y en griego en el Nuevo.

Sin embargo, debido a que no todos conocen esos idiomas, la Biblia se ha traducido
en diferentes idiomas para que todo el pueblo de Dios en todo el mundo pueda
escudriñarla para tener el conocimiento necesario de Él (Colosenses 3:16).

Creemos, entonces, que es propio tener una versión de la Biblia en español, como
la Reina Valera 1960. Sin embargo, negamos que esta traducción sea inspirada por
Dios, pues Él sólo inspiró los originales. En tanto que sea fiel a los autógrafos
(originales) debe ser creída y obedecida. Pero, no creemos que exista una
traducción en ningún idioma inspirada por Dios.

g. Su finalidad (Párrafos 11-12)

Creemos que uno de los propósitos de la Biblia es servir de su propio intérprete.


“La regla infalible para interpretar la Biblia,” dice la confesión, “es la Biblia misma” (2
Pedro 1:19-21). Por lo tanto, en cuestiones de doctrinas, todo se basa en lo que ella
haya sido dado por el Espíritu Santo (Efesios 2:20).

2. Dios y la Santa Trinidad:

Viviendo en un mundo cuyos habitantes tienen diferentes dioses, nosotros, con


nuestros hermanos ortodoxos a lo largo de la historia de la iglesia y especialmente
aquellos reformados, creemos en un Dios particular, Aquel que afirma en Su
Palabra ser el Creador del universo. Entre sus atributos están: único, verdadero,
auto-existente, infinito, perfecto, incomprensible, espíritu, puro, invisible, inmortal,
inmutable, inmenso, eterno, incomprensible, todopoderoso, Santo, sabio, libre,
absoluto, soberano, amor, benigno, misericordioso, paciente, perdonador,
galardonador, justo, airado contra el pecador, etc. Además, es un Ser perfecto

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independiente de Sus criaturas y ellas “le deben a Él toda adoración, servicio y todo lo
que Él pudiera demandar de ellos.”.

Sostenemos, además, la ortodoxia del Credo Niceno, afirmando que a pesar de que
Dios es uno, Él existe en tres subsistencias. (Mateo 3: 13-17). Noten la expansión que
hace nuestra confesión con respecto, por ejemplo, a la CFW:

Confesión de Fe de Westminster Segunda Confesión Bautista de


Londres de 1677/1689

En la unidad de la Divinidad hay tres En este Ser divino e infinito hay tres
personas de una sustancia, poder y subsistencias, el Padre, el Verbo o Hijo
eternidad; Dios Padre, Dios Hijo y y el Espíritu Santo, de una sustancia,
Dios Espíritu Santo. El Padre no es un poder y una eternidad, teniendo
engendrado ni procede de nadie; el cada uno toda la esencia divina, pero
Hijo es eternamente engendrado del la esencia indivisa: el Padre no es de
Padre, y el Espíritu Santo procede nadie, ni por generación ni por
eternamente del Padre y del Hijo. procesión; el Hijo es engendrado
eternamente del Padre, y el Espíritu
Santo procede del Padre y del Hijo;
todos ellos son infinitos, sin principio
y, por tanto, son un sólo Dios, que no
ha de ser dividido en naturaleza y ser,
sino distinguido por varias
propiedades relativas peculiares y
relaciones personales; dicha doctrina
de la Trinidad es el fundamento de
toda nuestra comunión con Dios y
nuestra consoladora dependencia de
Él.

Una de las razones por las que los historiadores bautistas han creído que los
Bautistas Particulares del siglo XVII quisieron ampliar y detallar tanto la doctrina

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bíblica de la Trinidad fue por la grave tendencia entre los bautistas generales de
caer en el error del Unitarianismo (doctrina que afirma que Dios es una sola
persona y que el Hijo es otra persona, sin ser Dios).

Por ello, difieren de la CFW y la DS al hablar de subsistencias y no personas. Para


ellos era de suma importancia establecer que cada uno, el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, era subsistencias distintas uno del otro, pero cada uno
compartiendo la misma esencia divina, en unidad. No hablaban de ‘personas’
precisamente para clarificar lo que creían y en lo que diferían con los unitarios.

Creemos que ese Dios trino tiene relaciones personales específicas dentro de Él
mismo, especialmente en la economía de la redención. Y por ello creemos que esta
doctrina es el fundamento de nuestra salvación, pues la Biblia nos enseña que es el
Padre quien elige un pueblo y se lo entrega al Hijo; es el Hijo quien se encarna para
salvar a ese pueblo; y es el Espíritu Santo quien llama a cada individuo de ese
pueblo y les aplica los beneficios de la redención de Cristo.

3. Del Decreto de Dios:

Como Bautistas Reformados, creemos que la Biblia enseña consistentemente que


Dios es soberano y que Él ha decretado todas las cosas que sucedieron, suceden y
sucederán; y que nada de lo que ocurra en la tierra sucederá fuera de la voluntad
de Dios (Daniel 4:35).

CFW CBL 1677/1689

Dios desde la eternidad, por el sabio y Dios, desde toda la eternidad, por el
santo consejo de su voluntad, ordeno sapientísimo y santísimo consejo de Su
libre e inalterablemente todo lo que propia voluntad, ha decretado en Sí
sucede. Sin embargo, lo hizo de tal mismo, libre e inalterablemente, todas
manera, que Dios ni es autor del las cosas, todo lo que sucede; sin
pecado, ni hace violencia al libre embargo, de tal manera por ello Dios
albedrío de sus criaturas, ni quita la ni es el autor del pecado ni tiene
libertad ni contingencia de las causas comunión con nadie en el mismo, ni hace
secundarias, sino más bien las violencia a la voluntad de la criatura,

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establece. ni se quita la libertad o contingencia
de las causas secundarias, sino que
más bien las establece; en lo cual se
manifiesta Su sabiduría en disponer todas
las cosas, y su poder y fidelidad en llevar a
cabo Sus decretos.

La salvación se encuentra entre lo decretado por Dios; esto, sin que haya existido
una condición en la criatura para que Dios lo salvara. Sino que Dios mismo
predestinó a un número específico de hombres y ángeles para vida eterna.

Creemos, además, que la Biblia enseña que estos hombres Dios los escogió antes de
la fundación del mundo en Cristo para manifestar Su gloria (Efesios 1: 3-7;
Romanos 5: 12-21). Y esta doctrina sirve únicamente para que el pueblo de Dios le
alabe, se humille delante de Él y tenga el consuelo necesario en su andar cristiano
(Romanos 11:33).

4. De la Creación:

La Biblia afirma que la creación no es eterna, pues afirma con toda claridad que
tuvo un principio, “En el principio,” dice la confesión, “agradó al Padre, Hijo, y
Espíritu Santo, para la manifestación de la gloria de Su poder, sabiduría y bondad
eternos, crear o hacer el mundo y todas las cosas que en él hay, ya sean visibles o
invisibles, en el lapso de seis días, y todas muy buenas.”

La creación, entonces, creemos fue la obra del Dios trino. Y por lo que afirma la
Biblia es que negamos la evolución, sea esta teísta o materialista. Y creemos que Dios
lo hizo así con el fin de mostrar Su infinita gloria (Romanos 1:20-21).

Además, creemos que Dios creó al hombre con cuerpo y alma (Dicotomía), a Su
imagen, perfecto, dándoles conocimiento y escribiendo en su corazón Su ley
(Romanos 2).

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5. De la Divina Providencia:

Creemos que Dios “sostiene, dirige, dispone y gobierna,” todas las cosas en el universo
según su infinita sabiduría para Su gloria (Isaías 46: 9-11; Daniel 4: 35). Sin
embargo, Dios, sin necesitarlo, usa causas o agentes secundarios para llevar a cabo
todo aquello que decretó en la eternidad (Éxodo 21:13; Hechos 27:31). Su
providencia se extiende desde la caída de Adán hasta el resto de los pecados de los
hombres (Génesis 45: 4-8; 50: 20; Salmo 105: 16-25). Pero, creemos también que Su
providencia es el medio para disciplinar y acercar cada vez más a los creyentes
hacia Sí mismo (Marcos 14: 66-72) y para cuidar de Su iglesia (Romanos 8:28); y es
el medio también para endurecer más los corazones de los impíos (Éxodo 7:3).

6. De la Caída del Hombre, del Pecado y su Castigo:

Creemos que la Biblia enseña que a pesar de que Dios creó al hombre perfecto y le
dio una ley para obedecer y vivir eternamente si así hubiera hecho, el hombre fue
engañado por Satanás y de su propia voluntad decidió desobedecer a Dios.

Y habiendo puesto Dios a Adán como la cabeza federal de toda su descendencia,


su caída trajo la muerte a todos pasándoles ese pecado original (Romanos 5:12-21;
Efesios 2:3) desde su concepción (Salmo 51:4-5).

Y creemos que es por causa de nuestra naturaleza que pecamos (Efesios 2:13;
Romanos 3: 9-12; Salmo 53: 1-4; 1 Reyes 8:46). Ahora, creemos que en Cristo Dios
nos da a los creyentes la libertad del poder del pecado, sin embargo, creemos que
la Biblia afirma claramente que esa corrupción permanece durante toda nuestra
vida cristiana (Romanos 7: 7-25).

7. Del Pacto de Dios

Nuestra teología federal o nuestra teología del pacto no sólo es lo que nos hace
parte de la Reforma Protestante, sino que es también lo que nos distingue de ella y
es lo que quizá más nos separa de muchos otros bautistas.

La discusión en este capítulo tiene que ver exclusivamente con el pacto de gracia,
aquel que sirve como el único fundamento para la salvación del pecador.

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Todos los pactos de Dios con Su pueblo están relacionados entre sí por esa única
promesa de salvación. El pacto con Noé fue dado como el marco por el cual la
creación entera sería preservada por gracia hasta el cumplimiento de la promesa; el
pacto Abrahámico fue dado para dar origen al pueblo por el cual vendría en
Redentor; el pacto Mosaico le otorgaba a ese pueblo las leyes para establecerse
como una nación; en el pacto Davídico se establece el reinado de Dios sobre ese
pueblo por medio del reinado del Redentor que vendría de la línea genealógica de
David; y en el Nuevo Pacto, ese Redentor aparece y cumple todas las promesas que
fueron reveladas en los pactos previos e inaugura la forma final del pueblo del
pacto.

Es decir, lo que la Biblia nos muestra es una revelación progresiva de Dios para
con Su pueblo por medio de pactos. Esto nos hace a nosotros, bautistas
reformados, federalistas, y no dispensacionalistas.

Ahora, de este tema vamos a tratar específicamente en las próximas semanas, pero
simplemente permítanme hacer algunos comentarios al respecto de este capítulo
de nuestra confesión.

Primero, las diferencias entre la CBL 1689 y CFW son evidentes, la primera cuenta
con sólo 3 párrafos, mientras que la presbiteriana cuenta con el doble.

Segundo, lo que nuestra confesión desea mostrar son tres aspectos de ese pacto de
gracia:

a. Su necesidad:

Confesión de Westminster Segunda Confesión Bautista de


Londres 1677/1689

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La distancia entre Dios y la criatura es La distancia entre Dios y la criatura es
tan grande, que aun cuando las tan grande, que aun cuando las
criaturas racionales le deben criaturas racionales le deben
obediencia como a su Creador, sin obediencia como a su Creador, éstas
embargo, ellas no podrán nunca tener nunca podrían haber logrado la
plenitud con El cómo su recompensa de la vida a no ser por
bienaventuranza o galardón, si no es alguna condescendencia voluntaria
por alguna condescendencia por parte de Dios, habiéndole placido
voluntaria por parte de Dios, a Él le ha placido expresar en forma de
habiéndole placido a Este expresarla pacto.
por medio de su pacto.

La caída es lo que hizo indispensable el pacto de gracia, sin ese pacto, como afirma
nuestra confesión por lo que expresamente enseña la Escritura, ningún pecador
hubiera podido ser salvo.

b. Su carácter:

Confesión de Westminster Segunda Confesión Bautista de


Londres 1677/1689

El hombre, por su caída, se hizo Además, habiéndose el hombre acarreado la


incapaz para la vida que tenía maldición de la ley por su Caída, agradó
mediante aquel pacto, por lo que al Señor hacer un pacto de gracia, en el
agrado a Dios hacer un segundo pacto, que gratuitamente ofrece a los
llamado comúnmente el Pacto de pecadores vida y salvación por
gracia, según el cual Dios ofrece Jesucristo, requiriéndoles la fe en Él
libremente a los pecadores vida y para que puedan ser salvos, y
salvación por Cristo, exigiéndoles la fe prometiendo dar su Espíritu Santo a
en Él para que puedan ser salvos, y todos aquellos que son ordenados para
prometiendo dar su Espíritu Santo a vida eterna, a fin de darles disposición
todos aquellos que ha ordenado para y capacidad para creer.

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vida, dándoles así voluntad y
capacidad para creer.

Este pacto, entonces, creemos, fue hecho exclusivamente con Su pueblo. Dios no
hizo un pacto general con pecadores, sino que hizo un pacto para salvar a todos
aquellos “que son ordenados para vida eterna,” es decir a los elegidos, por medio de la
fe en Él habiendo escuchado el ofrecimiento gratuito del evangelio.

c. Sus distintivos:

Confesión de Westminster Segunda Confesión Bautista de


Londres de 1677/1689

Párrafo 5. Este pacto era ministrado de Este pacto se revela en el evangelio; en


un modo diferente en el tiempo primer lugar, a Adán en la

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de la ley y en el del Evangelio. Bajo la promesa de salvación a través de la
ley se ministraba por promesas, simiente de la mujer, y luego mediante
profecías, sacrificios, la circuncisión, el pasos adicionales hasta completarse su
cordero pascal y otros tipos y plena revelación en el Nuevo
ordenanzas entregados al pueblo Testamento; y tiene su fundamento en
judío; y todos señalaban al Cristo que aquella transacción federal y eterna
había de venir, y eran suficientes y entre el Padre y el Hijo acerca de la
eficaces en aquel tiempo por la redención de los escogidos; y es
operación del Espíritu Santo, para únicamente a través de la gracia de
instruir y edificar a los elegidos en fe este pacto como todos los
en el Mesías prometido, por quien descendientes del Adán caído que son
tenían plena remisión de pecado y salvados obtienen vida y bendita
salvación eterna. A este pacto se le inmortalidad, siendo el hombre, ahora
llama el Antiguo Testamento. totalmente incapaz de ser aceptado
por Dios bajo aquellas condiciones en
Párrafo 6. Bajo el Evangelio, cuando
las que estuvo Adán en su estado de
Cristo la sustancia fue manifestado,
inocencia.
las ordenanzas por las cuales se
ministra este pacto son: la predicación
de la Palabra, la administración de los
sacramentos del Bautismo y de la Cena
del Señor; y aun cuando son menos en
número y ministradas con más
sencillez y menos gloria exterior, sin
embargo, en ellas el pacto se muestra a
todas las naciones, así a los judíos
como a los gentiles, con más plenitud,
evidencia y eficacia espiritual, y se le
llama el Nuevo Testamento. Con todo,
no hay dos pactos de gracia diferentes
en sustancia, sino uno y el mismo bajo
diversas dispensaciones.

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El énfasis de la CFW está en la unidad del pacto de gracia, el cual como veremos,
es el mismo, según ellos, en todos los pactos. Sólo las ordenanzas externas han sido
cambiadas bajo el evangelio. Sin embargo, la CBL 1689 no limita el desarrollo en
este pacto de gracia a meros cambios en la administración externa del mismo, sino
que ese pacto de gracia corresponde a todo un proceso de revelación progresiva
que inició con Adán (esto es lo que nos diferencia de muchos bautistas quienes
siendo dispensacionalistas afirman que el evangelio inició en el Nuevo Testamento
para la iglesia, siendo ésta un pueblo distinto al del Antiguo Testamento) hasta ser
revelado completamente en el Nuevo Testamento.

8. De Cristo el Mediador

Este capítulo es casi idéntico a la CFW. Las diferencias corresponden, primero, a


algunas expansiones para hacer más claro lo afirmado en Westminster (la
expansión en el párrafo 2 con respecto a cómo fue Cristo concebido), y segundo,
los dos últimos párrafos que son expansiones de la Primera Confesión Bautista de
Londres de 1644.

¿Y qué es lo que creemos con respecto a Cristo?

 Él es el único mediador posible entre Dios y los hombres; Él es el profeta, el


sacerdote y el Rey de y para Su pueblo.
 Él es enteramente Dios. “el resplandor de la gloria del Padre, consustancial con
Aquel e igual a Él, que hizo el mundo, y quien sostiene y gobierna todas las cosas
que ha hecho.”.
 Él es enteramente hombre. “siendo concebido por el Espíritu Santo en el vientre
de la virgen María, al venir sobre ella el Espíritu Santo y cubrirla el Altísimo con
Su sombra...de manera que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas se
unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión, composición o
confusión alguna.” Tenían un cuerpo humano, un alma humana.
 Él es una sola persona. “Esta persona,” dice al final del párrafo 2, “es
verdaderamente Dios y verdaderamente hombre...”.
 Él era y es perfecto, es decir, nunca tuvo pecado. Párrafo 3, “a fin de que,
siendo santo, inocente y sin mancha, y lleno de gracia y de verdad...” Párrafo 4, “El
Señor Jesús asumió de muy buena voluntad este oficio, y para desempeñarlo, nació

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bajo la ley, la cumplió perfectamente y sufrió el castigo que nos correspondía a
nosotros...”

9. Del Libre Albedrío

Este ha sido uno de los puntos cruciales dentro de la teología cristiana, y es una de
las doctrinas que nos distinguen de todos aquellos que no son reformados.

A lo largo de la historia han surgido teólogos dándole a la voluntad humana una


libertad que no es bíblica, y se han creado sistemas doctrinales para favorecer estas
ideas como el pelagianismo, el semipelagianismo, y el arminianismo.

Lo que nosotros creemos acerca de la voluntad humana o el libre albedrío es que


es, como dice el párrafo 1, la voluntad que Dios le ha dado al hombre “de una
libertad natural y de poder actuar por elección propia, que no es forzada ni determinada a
hacer bien o mal por ninguna necesidad de la naturaleza.”.

Nosotros no creemos que los hombres sean como robots, ni que su voluntad esté
determinada por algo externo a ellos. Ellos son enteramente libres y por lo tanto
responsables de sus actos. Sin embargo, también creemos que la Biblia afirma que
esa voluntad no es del todo libre, sino que está sujeta a la voluntad divina.
Además, habiendo caído en pecado y estando por consiguiente todo su ser
corrompido por el pecado, esa voluntad humana está, como dice el párrafo 3,
“enteramente opuesto a ese bien y muerto en el pecado, no puede por sus propias fuerzas
convertirse a sí mismo o prepararse para ello.”

La voluntad, no es la facultad que toma las decisiones; es el corazón o la mente


humana. Es la mente la que controla la voluntad. Y si la mente está muerta en
delitos y pecados; si la mente está bajo la esclavitud al pecado, entonces, la
voluntad hará lo que esa mente depravada desee hacer.

Es por eso que rechazamos cualquier afirmación de que el hombre en su condición


original pueda escoger el bien, porque lo que afirma la Biblia es que el hombre en
su estado natural no desea el bien ni hacer el bien. Por lo tanto, a pesar de que su
voluntad es libre, por causa de la depravación de su corazón/mente, sólo hará
pecado.

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En la salvación lo que ocurre, según continúa diciendo la confesión, es la libertad
de ese poder que tiene dominada a la voluntad, esto es el pecado, y le da la libertad
para “querer y obrar libremente lo que es espiritualmente bueno.”

10. Del Llamamiento Eficaz

Como Bautistas Reformados creemos que, a los elegidos, en su debido tiempo,


Dios los llama eficazmente para sacarlos del estado de muerte en el que estaban. Y
esto ocurre, como dice la confesión en el párrafo 2, por gracia no por algún mérito
en el hombre, y ocurre también por medio de la Palabra de Dios y el Espíritu
Santo, como dice el párrafo 1.

Ahora, la confesión toma de la CFW y la Declaración de Savoy, las afirmaciones


con respecto a los infantes que mueren y a los que son incapaces de entender la
Palabra (“incapaces de ser llamadas externamente por el ministerio de la Palabra).

Ahora, ciertamente la Biblia no habla acerca del tema, sin embargo, creo que los
editores de la confesión simplemente estaban infiriendo a partir de las enseñanzas
de las Escrituras.

Creemos que Dios es bueno y misericordioso y capaz de salvar a cualquier


pecador. Además, creemos que todos los hombres son concebidos en pecado, por
lo tanto, todo infante es por naturaleza un hijo de ira. La Biblia afirma que existe
una diferencia entre el pecado de un adulto o una persona que tiene
discernimiento de pecado y del bien (Romanos 5) y de aquellos que no pecan como
Adán.

Por lo tanto, si Dios va a salvar a un infante o a una persona discapacitada mental,


lo hará por gracia, habiéndolo, como dice la confesión, elegido, para regenerarlos y
salvarlos por Cristo por medio del Espíritu.

La confesión no dice que todos los infantes que mueran en su infancia no sean
todos elegidos. Lo único que afirma es que los infantes elegidos serán salvos como
todos los demás redimidos.

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11. De la Justificación

La confesión trata también en esta sección con la doctrina de la justificación, y lo


hace manteniendo casi idéntico las palabras de la CFW. Las únicas diferencias son
palabras o frases tomadas de la Declaración de Savoy que no cambian el sentido de
la primera.

Y lo que creemos es que la justificación es necesaria para nuestra salvación; que


Dios es quien nos justifica; declarando a los hombres justos habiéndoles imputado
“la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en Su muerte.”

Es esta doctrina la que nos une con la Reforma Protestante y la que nos diferencia
del Catolicismo Romano. Son estos argumentos los que llevaron a los
Reformadores y a los Bautistas Particulares a declarar al Romanismo como un
sistema religioso apóstata, siendo más claro esto cuando el Concilio de Trento
declaró nuestra confesión con respecto a la justificación como anatema.

12. De la Adopción

Lo que afirmamos es lo que afirma la Biblia acerca de aquellos que han sido
justificados sólo por medio de la fe, esto es, que han sido adoptados por Dios, en
Cristo, como Sus hijos recibiendo todas las bendiciones que vienen de esto.

13. De la Santificación

Creemos además que aquellos que son salvados por Dios serán, no sólo
justificados, sino que serán también santificados por medio de la Palabra de Dios y
el Espíritu Santo que mora ahora en ellos. Y esa santificación es evidente en la
mortificación del pecado en sus vidas. Sin embargo, esta santificación es
incompleta en esta vida (a diferencia del pensamiento de John Wesley) y el
cristiano siempre experimentará su lucha contra su propio pecado.

Pero siempre habrá evidencia de un crecimiento espiritual, “prosiguiendo una vida


celestial,” como añade y expande la confesión al final del párrafo 3, “en obediencia
evangélica a todos los mandatos que Cristo, como Cabeza y Rey, les ha prescrito en Su
Palabra.”

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14. De la Fe Salvadora

Afirmamos, también, que la fe que nos es dada para creer y ser salvos, es u regalo
de gracia de parte de Dios. Ningún hombre en su estado natural puede fabricar tal
fe.

Y es específicamente el Espíritu Santo quien la obra en los corazones de los


elegidos por medio del ministerio de la Palabra de Dios. Sin embargo, en Su
bondad, Dios ha dispuesto medios de gracia para incrementar nuestra fe y
fortalecerla, entre estos, la Biblia, el bautismo, la Cena del Señor, y la oración, entre
otros.

Esta fe actúa principalmente para que el creyente acepte a Cristo, le reciba, y


descanse, como dice el párrafo 2, “sólo en Él para la justificación, santificación y vida
eterna, en virtud del pacto de gracia.” Y, por lo tanto, por más pequeña o grande que
sea esa fe, continúa siendo fe verdadera, y a pesar de ser atacado a debilitada
continuará creciendo.

15. Del Arrepentimiento para Vida y Salvación

Nuestra confesión sigue en este capítulo casi exclusivamente la lectura de la


Declaración de Savoy. Y confesamos así que el arrepentimiento es un don de Dios
con el fin de darnos vida eterna. En Su pacto de gracia Dios decretó otorgarle a Su
pueblo el arrepentimiento para renovación por causa de sus pecados.

Sin embargo, ese arrepentimiento no viene por la ley, como quieren argumentar los
luteranos, sino que es, como afirma la confesión, una “gracia evangélica,” es decir,
que viene con la gracia del evangelio, siendo obrado por el Espíritu Santo en los
creyentes para andar vidas agradables a Dios. Es por eso, que, como Bautistas
Reformados, confesamos la necesidad de predicar constantemente la necesidad
que tienen todos los hombres de arrepentirse.

16. De las Buenas Obras

Nuestra confesión es casi idéntica a la CFW y a Savoy, y lo que afirma es que es


Dios quien determina lo que es bueno y malo (i.e. el pastor o misionero que

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abandona a su familia pensando que hace una buena obra; o la mujer que
abandona su rol de esposa y cuidadora de su hogar por servir en la iglesia, etc.).

Además, esas buenas obras no son la razón de nuestra salvación o justificación,


sino que son “los frutos y evidencias de una fe verdadera y viva,” y son obradas
completamente en los creyentes por el Espíritu Santo y ellos deben ser entonces
diligentes en “avivar” esa gracia de Dios.

17. De la Perseverancia de los Santos

Confesión de Westminster Segunda Confesión Bautista de


Londres 1677/1689

A quienes Dios ha aceptado en su Aquellos a quienes Dios ha aceptado


Amado, y que han sido llamados en el Amado, y ha llamado
eficazmente y santificados por su eficazmente y santificados por Su
Espíritu, no pueden caer ni total ni Espíritu, y a quienes ha dado la
definitivamente del estado de gracia, preciosa fe de sus escogidos, no
sino que ciertamente han de pueden caer ni total ni
perseverar en él hasta el fin, y serán definitivamente del estado de gracia,
salvados eternamente. sino que ciertamente perseverarán en
Él hasta el fin, y serán salvos por toda
la eternidad, puesto que los dones y el
llamamiento de Dios son irrevocables, por
lo cual Él continúa engendrando y
nutriendo en ellos la fe, el
arrepentimiento, el amor, el gozo, la
esperanza y todas las virtudes del Espíritu
para inmortalidad; y aunque surjan y les
azoten muchas tormentas e inundaciones,

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nunca podrán arrancarles del fundamento
y la roca a que por la fe están aferrados; a
pesar de que, por medio de la incredulidad
y las tentaciones de Satanás, la visión
perceptible de la luz y el amor de Dios
puede ensombrecérseles y oscurecérseles
por un tiempo, Él, sin embargo, sigue
siendo el mismo, y ellos serán guardados,
sin ninguna duda, por el poder de Dios
para salvación, en la que gozarán de su
posesión adquirida, al estar ellos
esculpidos en las palmas de Sus manos y
sus nombres escritos en el libro de la vida
desde toda la eternidad.

Lo que dice la Biblia con toda claridad y confesamos es que todos aquellos que
Dios eligió en la eternidad serán glorificados. A pesar de que caigan en diversos
pecados en su vida cristiana, perseverarán en esa fe salvadora hasta el fin porque
este ha sido el decreto eterno de Dios para ellos: su salvación.

18. De la Seguridad de la Gracia y de la Salvación

Es claro que la Confesión de 1689 basa sus palabras en la Declaración de Savoy. Y


el propósito del capítulo tenía que ver con la necesidad de refutar dos errores
doctrinales.

El primero era aquel enseñado por la Iglesia Católica Romana la cual afirmaba,
igual que hoy en día, que la seguridad de salvación era algo que sólo llegaba a
ciertos individuos por revelación divina, y que enseñar esto a los hombres era
peligroso.

El otro error doctrinal que los bautistas particulares quisieron refutar era el de los
antinomianos quienes tenían una idea elevada de la seguridad tanto que no era
necesario una vida piadosa que le correspondiera. Son lo que hoy en nuestros días
afirman, “Una vez salvo, siempre salvo. Vivo como un demonio, pero voy a ir al cielo.”.

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Lo que los Bautistas Particulares, junto con sus hermanos presbiterianos y
congregacionales, encontraron en las Escrituras fue que aquellos que aman al
Señor con sinceridad y obediencia, no los que solamente le llaman “Señor, Señor,”
sino los verdaderos creyentes, pueden tener en esta vida seguridad de salvación.

Esa seguridad es infalible porque no depende de nosotros, sino que está basada,
como dice la confesión, “en la sangre y la justicia de Cristo.” Es decir, es infalible
porque está basada en la obra perfecta de Jesucristo. Pero, además, es infalible
porque es evidenciada internamente por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:12).

Ahora, la confesión deja claro en el párrafo 3 que esa seguridad puede ser
alcanzada haciendo uso de los medios de gracia que Dios nos ha dejado (Biblia,
Oración, Cena del Señor, etc.). Pero, en el párrafo 4 también deja claro que puede
ocurrirle al creyente verdadero que su fe sea “zarandeada, disminuida e interrumpida
de diversas maneras,” pero no por alguna falla en Cristo o en el Espíritu Santo, sino
por negligencia propia, ya fuera haber caído en un pecado o por haber dejado el
uso de esos medios de gracia (2 Pedro 1:511). Sin embargo, su fe nunca perecerá y
podrá ser revivida con el tiempo.

19. De la Ley de Dios

Este capítulo nos deja clara la visión puritana de la Ley de Dios que tenían los
Bautistas Particulares.

Lo primero que se afirma en la CBL 1689 es que la misma ley que fue escrita en el
corazón de Adán antes de la caída fue la misma ley escrita por Dios en tablas de
piedra después de la caída. Y esta es la Ley moral de Dios para los hombres.

Segundo, además de esa ley, Dios le dio a Su pueblo Israel leyes ceremoniales y
civiles que fueron abrogadas con la venida de Jesucristo.

Tercero, la ley moral de Dios no es sólo para Su pueblo, sino que debe ser
obedecida por los creyentes y por los incrédulos. ¿Por qué? Porque es la Ley del
Creador. Y esto fue lo que Cristo mismo enseñó.

Cuarto, esa ley no les sirve a los creyentes para ser justificados por Dios, sino como
una regla de vida que, como dice la confesión en el párrafo 6, “les informa de la

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voluntad de Dios y de sus deberes, les dirige y les obliga a andar en conformidad con ella,
les revela también la pecaminosa contaminación de sus naturalezas, corazones y vidas; de
manera que, al examinarse a la luz de ella, puedan llegar a una convicción más profunda de
su pecado, a sentir humillación por él y odio contra él; junto con una visión más clara de la
necesidad que tienen de Cristo, y de la perfección de Su obediencia.”

Y finalmente, en el párrafo 7, lo que afirma la confesión es que la Ley no es


contraria al evangelio, sino que es por medio del evangelio que los hombres son
libertados de su pecaminosidad con el fin de obedecer la perfecta ley de Dios
(Gálatas 3:21; Ezequiel 36:27).

20. Del Evangelio y del Alcance de Su Gracia

Este capítulo es otra prueba más que los Bautistas Particulares que editaron
nuestra confesión se apoyaron mucho más en el documento congregacionalista en
la Declaración de Savoy que en la CFW, pues este capítulo está ausente en la
última.

Ahora, ¿cuál fue la razón de incluir este capítulo? Bueno, Savoy afirma lo siguiente
en su prefacio, “Unas pocas cosas hemos añadido para obviar algunas opiniones
equivocadas, que han sido más amplia y osadamente ahora por los Detractores, que
previamente; y hemos hecho otras adiciones y alteraciones en el método, aquí y allá, y
algunas explicaciones más claras, según hallamos la ocasión.”.

Para algunos como Sam Waldron lo que los congregacionalistas y los Bautistas
Particulares estaban refutando era el racionalismo y la idea de que el razonamiento
humano era suficiente para que un hombre llegara al conocimiento de Dios, para
su moralidad y para su salvación.

Lo que la confesión afirma es que debido al pecado se hizo necesaria la revelación


del evangelio; el cual se encuentra solamente en la Palabra de Dios; y sólo por
medio de él puede un hombre obtener fe y arrepentimiento para salvación.

Es por eso, como dice el párrafo 3, que Dios determinó en todas las épocas de la
historia la predicación del evangelio a todas las personas. Sin embargo, no sólo es
necesaria la revelación escrita del evangelio por causa de nuestra corrupción, sino

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que también es necesaria la obra interna del Espíritu Santo para producir en ellos
vida espiritual para su conversión a Dios.

El hombre no es tan capaz como los humanistas lo quieren hacer. Por lo menos no
espiritualmente. Él está muerto y por lo tanto necesita un mensaje externo que le
revela a Dios, Su verdad y a Cristo; pero también necesita la obra de Dios en su
corazón.

21. De la Libertad Cristiana y de la Libertad de Conciencia

Este es uno de los capítulos más importantes de la confesión, especialmente por lo


que habían pasado los separatistas del siglo XVII, y específicamente los Bautistas
Particulares, y es el capítulo que da inicio a esta tercera sección sobre la vida
teocéntrica, pues es esta doctrina la que nos guía en nuestra vida.

Esta doctrina de la libertad cristiana era, según muchos de los Reformadores, el


segundo principio -después de la doctrina de la justificación sólo por la fe- de la
Reforma Protestante. Para Calvino, en esta doctrina, “toda la suma de la vida cristiana
está contenida ahí,” por lo tanto, escribió, “debemos por el contrario poner toda nuestra
diligencia para que una doctrina tan necesaria como ésta no sea sepultada y arrinconada.”.

Recordemos que los Reformadores como Lutero y Calvino lucharon contra la


Iglesia Católica Romana la cual afirmaba tener autoridad sobre las conciencias de
los hombres y les ordenaba creer sus pronunciamientos originados en la mente
humana y no en la Palabra de Dios.

Pero, ya en el siglo XVII, los separatistas también querían luchar contra el otro
error, permitirle al estado tener autoridad sobre la iglesia, como en el caso de
Inglaterra bajo Enrique VIII.

Y los presbiterianos, congregacionalistas y bautistas particulares lucharon por


defender la doctrina de la libertad cristiana, por medio de la cual enseñaban,
apegados a la Escritura, que ni la iglesia ni el estado tenían total autoridad sobre el
cristiano. Era la Biblia la autoridad sobre cada creyente y nada que traicionase su
conciencia debía ser obedecido por él o impuesto sobre él.

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No sólo, como dice el párrafo 1 de nuestra confesión, Dios les ha dado libertad del
pecado y del poder de Satanás, y de Su ira a los cristianos para que se acerquen a
Él por medio del Espíritu Santo, sino que también Dios, como dice el párrafo 2, ha
liberado a Su pueblo de doctrinas y mandamientos de hombres que no estén en Su
Palabra o que vayan en contra de ella.

Pero, los separatistas del siglo XVII, también querían refutar el error liberal, es
decir, aquellos que afirmando libertad cristiana practicaban cualquier tipo de
pecado. Ellos, dice el párrafo 3, “destruyen completamente el propósito de la libertad
cristiana, que consiste en que, siendo librados de las manos de todos nuestros enemigos,
sirvamos al Señor sin temor, en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra
vida.”

Ahora, hasta aquí llega el capítulo XXI de nuestra confesión, basándose en la


redacción de la Declaración de Savoy. Los editores de la CBL 1689, junto con el
resto de sus hermanos bautistas particulares, consideraron inapropiado incluir el
párrafo 4 de la CFW.

Los hermanos presbiterianos incluyeron un párrafo en su confesión queriendo


evitar cualquier movimiento reaccionario apoyándose en esta doctrina, como el
sucedido en la ciudad de Münster, Alemania a finales del siglo XVI.

En ese párrafo los presbiterianos ingleses enseñaban que debía existir una Iglesia
Presbiteriana del Estado y un gobierno civil que suprimiera toda herejía que
surgiera en su territorio. Una herejía era toda enseñanza contraria a lo que esa
Iglesia Presbiteriana considerara contrario al Cristiandad. A esas personas, dice la
CFW en su última línea, “les puede llamar legalmente a cuentas, y se les puede procesar
por la disciplina de la Iglesia,” y originalmente concluía diciendo, “y por el poder del
magisterio civil.”.

Nuestros antepasados en la fe lucharon por esta doctrina, especialmente por la


separación de la Iglesia y el Estado. Ellos rechazaron la idea de que el Estado
tuviera la autoridad para castigar a aquellos que enseñaran herejías. Ellos tendrán
su Juez al final, pero no debe ser el Estado. Los Bautistas Particulares, basándose
en las Escrituras, lucharon por esa separación. Y los creyentes especialmente
nosotros como Bautistas Reformados, debemos luchar por que se mantenga esa

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separación. Y fue por eso que tanto ellos como los congregacionalistas rechazaron
el párrafo 4 de la CFW.

22. De la Adoración Religiosa y del Día de Reposo

Ahora, el foco de atención del capítulo tiene que ver con la adoración de la Iglesia
bajo el Nuevo Pacto, o como dice el párrafo 6, “bajo el evangelio.”.

Lo primero que establece la confesión es que el modo en que los hombres deben
adorar a Dios fue instituido por Él “y está de tal manera limitado,” como dice el
párrafo 1, “por Su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, ni bajo ninguna
representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en las Sagradas Escrituras.”.

La Biblia es clara que es Dios quien establece la manera en la que debe ser adorado
por los hombres (Génesis 4: 1-5; Éxodo 20: 1-4, etc.). Ningún hombre tiene el
derecho de asumir la responsabilidad de establecer cómo se debe adorar al Dios
soberano.

Este es al gran problema de nuestros días en donde se han introducido gran


cantidad de cosas al culto público de adoración como testimonios, bailes, obras de
teatro, música especial y se le resta tiempo a la predicación. Además, adorar a Dios
de una manera no establecida por Él es algo que la Biblia condena fuertemente
(Levítico 10: 1-3; Deuteronomio 12: 29-32, etc.). Por lo tanto, dice la confesión, la
adoración debe hacerse exclusivamente a Dios el Padre, al Hijo, y al Espíritu
Santo.

Esta adoración, dicen los párrafos 3 al 5, abarcan las oraciones, “la lectura de las
Escrituras, la predicación y la audición de la Palabra de Dios, la instrucción y la
amonestación los unos a los otros por medio de salmos, himnos y cantos espirituales, el
cantar con gracia en el corazón al Señor, como también la administración del bautismo y la
Cena del Señor.”.

Ahora, el párrafo 6 es claro en afirmar que el creyente, bajo el evangelio, debe


adorar a Dios en todas partes en espíritu y en verdad, pero de una manera más
solemne en las reuniones públicas, mientras que en los párrafos 7 y 8 la confesión
trata con el mandamiento dado por Dios a Su pueblo de congregarse un día a la

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semana la cual no debe “descuidarse ni abandonarse voluntariamente o por
negligencia.”.

Pero, ¿qué más creemos enseña la Biblia con respecto a este día? Dice la confesión
en el párrafo 8, “El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando los hombres,
después de la debida preparación de su corazón y de haber ordenado de antemano todos sus
asuntos cotidianos, n solamente observan un santo descanso durante todo el día de sus
propias labores, palabras y pensamientos acerca de sus ocupaciones y diversiones seculares,
sino que también se dedican todo el tiempo al ejercicio público y privado de la adoración de
Dios, y a los deberes que son por necesidad y por misericordia.”.

23. De los Juramentos y Votos Lícitos

En este capítulo vemos la seriedad de los creyentes al hacer juramentos, o aquellas


promesas que le hacemos a los hombres delante de Dios y se describen los
juramentos lícitos, que son, como dice el párrafo 1, “parte de la adoración religiosa,” y
son aquellos en los cuales la persona “jura con verdad, justicia, y juicio, solemnemente
pone a Dios como testigo de lo que jura, y para que le juzgue conforme a la verdad o
falsedad de lo que jura.”.

Estos deben ser considerados seriamente y deben ser hechos, como dice el párrafo
4, con palabras comunes, con un sentido claro, sin errores y sin reservas mentales.

Pero, el capítulo también trata con los votos, es decir, aquellas promesas que se le
hacen a Dios para comprometernos con Él, y se diferencian los votos ilícitos de
Roma, por ejemplo, de castidad, pobreza, obediencia a reglas eclesiásticas, etc.

24. De las Autoridades Civiles

Ciertamente la Biblia enseña la separación de la Iglesia y el Estado, en donde a éste


último se le prohíbe tener autoridad sobre la primera, y a la primera inmiscuirse en
el segundo con el fin de imponer la religión a los hombres.

Lo que la CBL 1689 afirma en el párrafo 1 es que ha sido Dios quien instituyera
toda autoridad civil en el mundo para Su gloria y el bien público, “y con este fin, les
ha provisto con el poder de la espada, para la defensa y el ánimo de los que hacen lo bueno, y
para el castigo de los que hacen el mal.”.

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¿Qué significa esto? Bueno, según lo que afirma Pablo en Romanos 13:4 es que
Dios les dio a los gobiernos la autoridad de castigar a los malos, hasta con la
espada. La espada castiga con la muerte.

Además, es lícito para el cristiano aceptar cargos dentro de la autoridad civil para
buscar que el propósito divino en esos gobiernos se cumpla, inclusive yendo, como
dice el párrafo 2, “a la guerra en ocasiones justas y necesarias.”.

Es precisamente porque Dios las instituyó que el creyente debe sujetarse a esas
autoridades civiles y debemos, como dice el párrafo 3, “ofrecer súplicas y oraciones a
favor de los reyes y de todos los que están en autoridad, para que bajo su gobierno vivamos
una vida tranquila y sosegada en toda piedad y honestidad.”.

25. Del Matrimonio

La confesión afirma en el primer párrafo que el matrimonio es la unión de un


hombre y una mujer. La poligamia, la unión entre personas del mismo sexo, no
constituyen un matrimonio.

El propósito, dice el párrafo 2, fue para ayuda mutua del hombre y la mujer, para
multiplicar la raza humana y evitar la impureza, específicamente la de orden
sexual.

Pero, para los cristianos el matrimonio debe ocurrir con otro creyente, “con los que
profesan la verdadera fe...no con incrédulos o idólatras; ni deben los que son piadosos unirse
en yugo desigual, casándose con los que viven una vida malvada o que sostenga herejías
condenables.”.

Queda excluida cualquier unión entre personas con grado de consanguinidad


prohibido en la Biblia.

Lo que deja por fuera la confesión, siguiendo a la Declaración de Savoy, son los
párrafos 5 y 6 de la CFW que tienen que ver con el divorcio. No sabemos la causa
de no incluirlo, pero ciertamente es algo importante en nuestros tiempos y a lo que
la Biblia responde claramente.

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26. De la Iglesia

Este es quizás el capítulo que más difiere con la CFW. Ésta tiene tan sólo 6
párrafos, mientras que la CBL 1689 contiene 15, y es la doctrina que separa a los
Bautistas de los Presbiterianos. Muchos de los párrafos fueron tomados de la
Declaración de Savoy.

Además, debemos notar la clara división del capítulo, los primeros 4 teniendo que
ver con la iglesia universal, y el resto con la iglesia local.

27. De la Comunión de los Santos

La comunión entre los creyentes es un deber. El párrafo 1 dice que los creyentes
“están unidos a Jesucristo, su cabeza,” y, “estando unidos unos a otros en amor, participan
mutuamente de sus dones y virtudes, y están obligados al cumplimiento de tales deberes,
públicos y privados, de manera ordenada, que conduzcan a su bien mutuo, tanto en el
hombre interior como en el exterior.”.

Esa comunión debe, como dice el párrafo 2, mantenerse en la adoración a Dios y en


el cumplimiento de los otros servicios espirituales que tiendan a la edificación
mutua. Es por eso que tomamos tan seriamente y vemos como una falta grave la de
aquellos miembros que se ausentan sin explicación y prolongadamente de la
iglesia y de sus reuniones públicas. Esto, afirma la Biblia, es un deber cristiano.

28 al 30. Del Bautismo y la Cena del Señor

Estos capítulos establecen lo que creemos enseña la Biblia con respecto a estas dos
ordenanzas del Señor. Y obviamente difieren significativamente de la redacción y
terminología tanto de la CFW, así como la de la Declaración de Savoy.

Lo primero que dejan claro estos capítulos es que ambas son ordenanzas positivas,
es decir que fueron instituidas por el Señor Jesucristo, y que deben continuar hasta
el fin del mundo, y debe ser administrado “por aquellos que estén calificados y
llamados para esto.” Y esas personas, según la consistencia de las Escrituras son los
pastores o los líderes de la iglesia, según los pasajes de prueba en la confesión.

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Segundo, afirma el significado del bautismo, “una señal de su comunión con
[Jesucristo] en Su muerte y resurrección, de estar injertado en Él, de la remisión de pecados
y de su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en novedad de vida.”.

Por lo tanto, como dice el capítulo 29, párrafo 2, solamente los creyentes son los
sujetos apropiados para esta ordenanza. Y según los párrafos siguientes debe
hacerse con agua, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y por
inmersión.

Tercero, hablando de la Cena del Señor, la confesión afirma que es la otra


ordenanza positiva que le dejó Jesucristo a Sus iglesias. No a las familias, ni al
Estado, ni a cada creyente, sino sólo a Sus iglesias, y por lo tanto debe celebrarse
como parte del culto público de las iglesias a Dios.

El propósito de ella es recordar el sacrificio de Cristo, confirmar la fe de los


creyentes, alimentarlos espiritualmente, y hacerlos crecer en Él, con el fin de que
exista un mayor compromiso con el Señor y para unirnos más a Él y a los creyentes
mutuamente.

Cuarto, la Cena es un memorial del sacrificio de Cristo hecho una vez para
siempre, “así que el sacrificio papal de la misa, como ellos lo llaman, es sumamente
abominable e injurioso al sacrificio mismo de Cristo.”

Luego la confesión procede negativamente a establecer lo que significan realmente


los elementos y el adecuado entendimiento de ellos: “siguen siendo verdaderamente y
solamente pan y vino,” pero espiritualmente el cuerpo y la sangre de Cristo están
presentes en ellos para la fe de los creyentes, alimentándonos de Él
espiritualmente, como bien lo dice el párrafo 7.

De la misma manera, hay una exclusión de aquellos que pueden tomarla, “los
ignorantes e impíos,” y si la toman, “come y bebe juicio para sí,” como lo deja claro la
confesión basándose en las Palabras de 1 Corintios 11.

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31. Del Estado del Hombre Después de la Muerte y de la Resurrección de los
Muertos

Aquí los Bautistas Particulares no vieron ninguna razón para diferir con sus
hermanos presbiterianos y congregacionalistas.

El párrafo 1 tiene que ver con el estado intermedio del hombre después de la
muerte. ¿Qué le pasa al hombre cuando muere? Bueno, antes de la segunda venida
de Cristo, “los cuerpos vuelven al polvo,” y las almas inmortales, “vuelven
inmediatamente a Dios que las dio.”.

Las almas de los creyentes van al paraíso a estar con Cristo y las de los impíos van
al infierno a ser atormentados hasta el juicio final. Fuera de estos dos lugares,
afirma la confesión, “las Escrituras no admiten otro.”. Pero, aquellos santos que estén
vivos cuando Cristo vuelva, no morirán, sino que serán, como dice el párrafo 2,
transformados, y los que murieron, sus mismos cuerpos se unirán a sus almas para
siempre, semejantes, como dice el párrafo 3, al cuerpo glorioso de Cristo.

32. Del Juicio Final

De nuevo, este capítulo es prácticamente igual al de las confesiones presbiteriana y


congregacional. Y lo que afirma la CBL 1689 es que hay un día establecido por Dios
en el que Jesucristo juzgará al mundo y a los ángeles “apóstatas,” y dará conforme a
lo que hayan hecho.

¿Con qué fin juzgará? El párrafo 2 establece que es para manifestar la gloria de
Dios en Su misericordia en la salvación y en la manifestación de Su justicia en la
condenación de los impíos.

¿Y con qué fin habla la Biblia de ese día de juicio? Bueno, el párrafo 3 afirma que es
para disuadir a los hombres de pecar y para consolar “a los piadosos en su
adversidad.” Pero, también afirma que a Cristo le plació no decir cuando sucederá,
“para que se desprendan de toda seguridad carnal y estén siempre velando porque no saben
a qué hora vendrá el Señor, y estén siempre preparados para decir: Ven, Señor Jesús; ven
pronto. Amén.”

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Nuestro Federalismo

La Teología Federal o como también se le ha llamado, la Médula de la Divinidad, se


refiere a aquella forma de interpretación bíblica por medio de pactos, o aquella que
ve la Biblia como la revelación de un Dios trino que se relaciona por medio de
pactos con la humanidad.

A lo largo de la historia de la iglesia ésta había sido la manera de interpretar la


teología bíblica, sin embargo, en la Edad Media la Iglesia Católica Romana la había
torcido. Y fue la Reforma Protestante la que trajo consigo su redescubrimiento.

Y los Bautistas Particulares del siglo XVII lucharon por el federalismo bíblico
enseñando que éste era la forma más consistente de interpretar las Escrituras.

Es nuestro federalismo lo que nos caracteriza como Bautistas Reformados y es


también lo que nos separa de nuestros hermanos presbiterianos y de nuestros
hermanos bautistas dispensacionalistas.

¿Quién es el verdadero pueblo de Dios? ¿Está ese pueblo conformado sólo por
creyentes, o está compuesto de los creyentes y sus hijos? La respuesta a esas
preguntas acerca de la continuidad y discontinuidad y la unidad y diversidad de
las Escrituras es lo que nos hace Bautistas Reformados.

Los dispensacionalistas, , tienden a insistir en la discontinuidad entre el Antiguo y


el Nuevo pacto. Este sistema teológico enseña que Dios tiene dos pueblos distintos,
Israel y la Iglesia, un pueblo físico y un pueblo espiritual.

Además, según ellos, Dios tiene dos objetivos distintos, uno con respecto a la
nación de Israel y otro referente a la Iglesia. Dios había escogido a Israel en el
Antiguo Testamento para bendecirlo y hacer de él una gran nación, sin embargo,
este propósito falló.

Dios, entonces, se enfocó en la Iglesia, el pueblo espiritual, al cual está edificando


hasta su consumación. Una vez que esto haya ocurrido Él se volverá de nuevo a
Israel para cumplir las promesas físicas que le había hecho a Abraham y a David.

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Es por ello que los Cristianos Sionistas creen que uno de los propósitos de la Iglesia
debe ser ayudar a la nación de Israel a reconstruir su templo y poseer la tierra de
Palestina.

Los presbiterianos, por el otro lado, tienden a insistir en la continuidad entre el


Antiguo y el Nuevo pacto. Para ellos existe una continuidad entre los hijos físicos
de Abraham en el Antiguo Testamento y sus hijos espirituales en el Nuevo.

Pero, ¿cómo llegan a estas conclusiones? Bueno, afirmando que el Antiguo pacto y
el Nuevo eran tan sólo una diferente administración del mismo pacto de gracia. La
razón por la cual ellos incluyen a los infantes como miembros del Nuevo Pacto es
precisamente porque creen que el pacto de gracia fue hecho en las Escrituras,
según ellos, entre Dios y los creyentes y sus hijos.

El error presbiteriano y dispensacionalista está en hacer de la descendencia física, ya


sea el judío incrédulo como el niño incrédulo del creyente, parte del verdadero
pueblo de Dios.

Como lo muestra el cuadro, nosotros como Bautistas Reformados insistimos en una


unidad y una discontinuidad claras entre el Antiguo pacto y el Nuevo.

Nuestro federalismo no mira a los diferentes pactos bíblicos del Antiguo


Testamento como administraciones del pacto de gracia, sino como la progresión de
distintos arreglos hechos por Dios con los hombres con el fin de servir, tipificar y
finalmente establecer el pacto de gracia en la obra de Cristo.

Entonces, primero que todo debemos definir algunos términos importantes para
poder comprender el federalismo bíblico. Y lo primero que debemos comprender
es, ¿Qué es un pacto?

Bueno, existen diversas definiciones dadas por múltiples teólogos reformados.


Meredith G. Kline, académico reformado presbiteriano, lo definió como, “una
relación bajo sanciones.”.

La manera en que los Bautistas Reformados han entendido la enseñanza bíblica


con respecto a los pactos ha llevado a la siguiente definición de pacto, “un arreglo
dado soberanamente por Dios, con estipulaciones o sanciones, por medio del cual el hombre

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puede ser bendecido.”. Y esa es la manera en la que vemos consistentemente a Dios
pactando en las Escrituras. Ahora, existen dos tipos de pactos en la Biblia:

 Pactos basados en el principio del mérito: En estos pactos las bendiciones


dependen del cumplimiento por parte del siervo de las estipulaciones dadas
por Dios. La obediencia traía bendición, y la desobediencia, el castigo.
 Pactos basados en el principio de gracia: En estos pactos la relación entre el
hombre y Dios se basan en lo que Él desea darle al hombre sin basarse en
sus méritos.

El otro concepto que debemos definir es el de cabeza federal. La cabeza federal de un


pacto es aquel con quien Dios hace el pacto y quien representa a todos los que
están relacionados a él por descendencia. Adán, como veremos, fue la cabeza
federal del pacto Adánico; Abraham, la cabeza del pacto Abrahámico; David la del
pacto Davídico; y Jesús, el representante del Nuevo Pacto.

Cuando leemos la Biblia y la intentamos interpretar consistentemente podemos


llegar a distinguir tres pactos divinos o tres arreglos hechos por Dios con el fin de
bendecir a los hombres: Pactum Salutis; el Pactum ad Opera; y el Pactum Gratis, como
los llamaron los reformadores.

Ahora, debemos tener claro que en ningún lugar la Biblia usa estos términos, sin
embargo, el hecho de que no se encuentren en las Escrituras no quiere decir que su
enseñanza no esté presente en ella. Por ejemplo, la Biblia nunca usa el término
“trinidad,” y esta es una de las verdades acerca de Dios que nos hacen cristianos
bíblicos. El término es simplemente una sistematización de la enseñanza
consistente de la Biblia con respecto a la Deidad.

Lo mismo ocurre con la teología federal. El hecho de que la Biblia no emplee esos
términos no le resta a la verdad que está enseñada en ella acerca de la manera en
que Dios se ha relacionado con los hombres a lo largo de la historia humana, esto
es, por medio de pactos, distintos unos de otros, pero conformando una unidad en
la revelación del plan divino de redención.

Pacto de la Redención: Este pacto se refiere al acuerdo hecho antes de la fundación


del mundo, en el espacio atemporal, por los miembros de la Trinidad con el fin de
salvar pecadores por gracia. Este es el primero de los pactos o la fundación de los

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demás, y ha sido llamado por muchos “el más grande de todos los pactos de Dios.”. Sin
embargo, éste no es el que aparece primero en la Escritura, pero es inferido de la
enseñanza consistente de toda la Biblia. Por ejemplo, en el Salmo 2: 6-8 leemos lo
siguiente, “Pero Yo he puesto mi Rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto;
Jehová me ha dicho: Mi Hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las
naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.”

Lo que tenemos aquí es una conversación que David, inspirado por el Espíritu
Santo, registra entre Dios el Padre y Dios el Hijo en la eternidad, en la cual hay un
pacto hecho por el Padre al Hijo de que Éste sería resucitado luego de que fuera
muerto por manos de “las gentes” y entronado como Redentor.

En Isaías 42: 5-7 el profeta dice, “Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los
despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora
sobre ella, y espíritu a los que por ella andan: Yo Jehová te he llamado en justicia, y te
sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de
prisión a los que moran en tinieblas.”

Aquí, nuevamente tenemos registrada otra conversación entre el Padre y el Hijo, la


cual puede ocurrir solamente en la eternidad y en la que el Padre promete dar al
Hijo para redimir al pueblo.

Pero, en el Nuevo Testamento también tenemos pistas acerca de este pacto. En


Juan 6 el Señor Jesús dijo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que a Mí viene,
no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo
que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”.

A los fariseos les dijo en Juan 10: 29, “Mi Padre que me las dio [las ovejas], es mayor que
todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” En Su oración sacerdotal en
Juan 17:9 le pide al Padre, “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que
me diste; porque tuyos son.”

Ahora, la pregunta es la siguiente: ¿Cuándo fue que el Padre le dio un pueblo al


Hijo? ¿Cuándo fue que el Padre comisionó a Su Hijo para la redención? Bueno,
Pablo contesta esa pregunta en su epístola a los Efesios diciendo, “Bendito sea el

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Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en
los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo.”.

El apóstol Pedro afirma lo mismo con respecto a este pacto en 1 Pedro 1: 19-20,
“sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en
los postreros tiempos por amor de vosotros.”.

El estudio cuidadoso de la Biblia, como decía A. W. Pink, nos obliga a concluir y


confirmar la existencia de un pacto eterno entre Dios el Padre y Dios el Hijo en el
cual acordaron bendecir a la humanidad con la redención hecha en Cristo Jesús,
por gracia, como vimos, y ejecutado en el tiempo por el Espíritu Santo.

En este pacto, como bien lo aclara Blackburn, el Padre requirió del Hijo dos cosas:
primero, que asumiera una naturaleza humana pero sin pecado; y segundo, que el
Hijo se pusiera bajo la Ley para pagar la pena del pecado por medio de Su muerte
con el fin de ganar la vida eterna y la justificación de aquellos que el Padre había
escogido en la eternidad. Pero, también en este pacto el Padre le promete al Hijo,
primero, ungirlo y asistirlo con el Espíritu Santo; segundo, apoyar la obra de Su
Hijo; tercero, guardarlo del poder de la muerte y sentarlo a Su diestra; y cuarto,
enviar al Espíritu Santo para terminar la obra edificando a la iglesia.

La recompensa del Hijo según la enseñanza bíblica del pacto de la redención fue:
primero, la preservación de los elegidos; y segundo, un pueblo de toda raza,
lengua y nación.

Lo que nos revela este pacto y la Biblia entera es que la salvación no es un plan B
de Dios, sino como dice Blackburn, “un plan cuidadosamente diseñado por Dios en la
eternidad para salvar pecadores.”.

Pacto de Obras: Cuando Dios creó el universo lo hizo pensando en el bien del
hombre. A él le dio tres ordenanzas: el día de reposo, el trabajo, y el matrimonio. Y
con Adán Dios hizo un pacto inicial de obras.

Adán siendo perfecto, sin necesidad de ser redimido, pero mutable, es decir, con la
capacidad de pecar, estaba en un pacto de obras (méritos) en donde se le exigía
cuidar del huerto y no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Además, él

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sería la cabeza federal o el representante de toda su descendencia, es decir, de toda
la raza humana.

Si Adán obedecía hubiera ganado la vida eterna para él y esta descendencia que él
representaba, pero si desobedecía lo haría bajo pena de muerte para él y sus
representados (Génesis 2: 7-17).

Lo que Génesis 2 y 3 nos muestran es que Adán falló y rompió ese pacto inicial. El
hombre desobedeció y la maldición del pacto vino sobre él y su posteridad, y como
afirma Pablo en Romanos 5: 12, “así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.”. Esta es la doctrina del pecado original; es la realidad de que por
causa de nuestra relación con Adán todos los hombres nacemos bajo el pacto de
obras y bajo su condenación. Como dijo el profeta Oseas, “Más ellos, cual Adán,
traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí.”.

Cada persona que nace, por su relación con Adán, es un pecador, un criminal, pues
en él ha violado en pacto de obras. Por lo tanto, cada hombre está aún, por
nacimiento, o como dice Pablo, “por naturaleza,” bajo las obligaciones y maldiciones
del mismo.

El hombre, ahora, estaba en la necesidad de un Salvador, de otro que le sirviera de


representante.

Pacto de Gracia: El pacto de gracia es el desarrollo histórico o temporal del pacto


de la redención.

A diferencia de aquellos que bautizan a los infantes, nuestra teología federal ve


este pacto de gracia desarrollándose en el tiempo por medio de diferentes pactos,
distintos entre sí, pero que juntos van revelando progresivamente el trato de Dios
con pecadores, preparando el camino para el cumplimiento del pacto de gracia en
el Nuevo Pacto.

Nuestra confesión dice, “Este pacto se revela en el evangelio; en primer lugar a Adán en
la promesa de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego mediante pasos
adicionales hasta completarse su plena revelación en el Nuevo Testamento...”.

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Estos diferentes pactos en el Antiguo Testamento, entonces, no son diferentes
administraciones del mismo pacto de gracia (ciertamente hay gracia de parte de
Dios involucrados en cada uno de ellos), sino que son diferentes arreglos que son
revelados progresivamente con el fin de servir como sombras hasta el
cumplimiento y establecimiento del pacto de gracia en el Nuevo Pacto.

La unidad que vemos en ellos es que cada uno de estos diferentes pactos forman
parte de la revelación del plan divino de redención.

Ahora, este pacto de gracia fue hecho, entonces, entre Dios y Cristo y los elegidos
en Él. Pero, ¿cuáles son, entonces, estos diferentes pactos que revelaban
progresivamente este pacto de gracia?

El Pacto Adánico o Edénico

Luego de la caída de Adán en Génesis 3, Dios va a su encuentro con el fin de


confrontarlos por su desobediencia.

Lo primero que hace Dios es maldecir a la serpiente, pero en medio de esa


maldición, Dios manifiesta Su gracia hacia Adán y Eva. Y lo hace prometiendo una
simiente, un varón que vendría de la mujer, que destruiría a la serpiente, pero que
experimentaría el castigo en sustitución de Adán y Eva. Dios, predicando el
evangelio en Edén dijo, “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”.

Luego Dios sacrifica un animal para expiar el pecado de Adán y Eva. Pero, ¿qué
requería Dios del hombre en este pacto? Fe. Adán y Eva debían creer esa promesa
hecha por Dios de un Redentor que saldría de la mujer.

Esta simiente prometida es, entonces, el inicio en esa progresión del pacto de
gracia.

Pacto Noéico

El libro de Génesis nos muestra que muy pronto la humanidad se iba haciendo
cada vez más perversa. Génesis 6:5 dice, “Y vio Jehová que la maldad de los hombres
era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal.”.

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Dios, entonces, hace un pacto con Noé en el cual Dios promete, después de haber
matado a toda la humanidad por causa de su maldad, no exterminar más a la
humanidad ni al resto de la creación por medio de un diluvio.

¿Cuál era el fin de este pacto? La promesa de Dios a Noé era que Él mantendría un
mundo estable, con el propósito de que el plan de redención progresara, teniendo
un lugar para la venida de la simiente prometida a Adán y Eva.

¿Qué se requería de Noé? Fe. Él debía creer esta promesa de Dios para ser salvo.

¿Cuál fue el signo del pacto? El arco iris. Ese signo en el cielo nos recuerda a los
creyentes la fidelidad de Dios de que Él no volvió a destruir el mundo a pesar de
nuestra creciente maldad, con el fin de traer a Cristo para cumplir el pacto eterno
de redención.

El mundo, entonces, permanecerá hasta la consumación del Nuevo Pacto en


nuestra glorificación y en la de toda la creación.

Pacto Abrahámico

Progresando en la revelación del pacto de gracia Dios hace otro pacto. Este no es el
pacto de gracia, como creen los presbiterianos, sino un pacto dentro de la
progresión del pacto de Gracia.

Dios, con el fin de salvar pecadores por gracia, le prometió a Adán y a Eva una
simiente, luego prometió mantener un mundo estable para que esa simiente
pudiera venir, y más adelante en la historia de la humanidad llamó a un pagano,
un idólatra cananeo llamado Abram, y hace un pacto con él [96]
en donde le
prometió por gracia:

 Una gran descendencia (Génesis 17:2-6)


 Un linaje de reyes (Génesis 17:6)
 Ser su Dios y el de su descendencia (Génesis 17:7)
 La tierra de Canaán (Génesis 17:8)
 Una simiente particular por medio de la cual Dios bendeciría a las naciones
(Gálatas 3:16)

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¿Cuál era el signo de ese pacto? La circuncisión. ¿Qué requería Dios de Abraham?
Fe. Abraham debía creer en esa promesa divina para apropiarse de las bendiciones
del pacto.

Lo que la Biblia nos muestra es que Abraham creyó las promesas del evangelio
encontradas en ese pacto y él, como cabeza federal de su descendencia, por su fe
obtuvo las bendiciones prometidas por Dios para ellos. Sin embargo, el Nuevo
Testamento nos muestra que los santos del Antiguo Testamento, incluyendo a
Abraham, entendieron esas promesas como algo mucho mayor. Hebreos 11: 10
afirma que la promesa de una tierra a Abraham era algo mucho mayor que la tierra
de Palestina. Abraham no esperaba una tierra física, sino, “la ciudad que tiene
fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”

Además, Gálatas 3: 8 nos muestra que la promesa que creyó Abraham fue el
evangelio. Él creyó, afirma Pablo, las buenas nuevas de la justificación por medio
de la fe en Jesucristo, esa simiente particular que descendería de él, de su pueblo,
para bendecir a las naciones.

Pacto Mosaico

El próximo paso en la progresión de la revelación del pacto de Gracia ocurre en el


monte Sinaí, en donde Dios le da Su ley al pueblo de Israel con el fin de
establecerlo como una nación de la cual provendría el Mesías prometido. Fue,
entonces, un pacto hecho por Dios con Israel.

Esta ley incluía más que los diez mandamientos. Lo que Dios le da a Moisés es una
lista completa de preceptos y prohibiciones que formaban las leyes morales,
ceremoniales, y civiles de Israel, y que encontramos en el Pentateuco.

Este es un pacto basado en el principio de mérito. Es decir, el pueblo de Israel


debía obedecer para obtener las bendiciones, y si desobedecían serían castigados. Y
lo que Dios le prometía al pueblo era mantenerse en la tierra prometida si
obedecían, de lo contrario serían expulsados.

Israel, entonces, estaba bajo el pacto Abrahámico y el pacto Mosaico al mismo


tiempo. Es decir, un principio de mérito es impuesto sobre un principio de gracia.

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¿Cómo funciona esto? Bueno, un israelita descendiente de Abraham tenía el
derecho a la tierra prometida y a ser gobernado por su rey, pero por estar en el
pacto Mosaico, ese israelita debía merecerlo; es decir, debía obedecer para
mantenerse en la tierra. Israel estaba en la tierra por gracia, pero se mantenían ahí
por obras.

¿No es esto lo que vemos en el libro de los jueces? Ellos desobedecían y eran
derrotados o sometidos por sus enemigos. Pero, cuando obedecían eran libertados
de sus opresores y se mantenían en la tierra, gozando de las bendiciones del pacto
Abrahámico. Sin embargo, Dios también hizo este pacto con el fin de restringir la
maldad, condenar el pecado, y mostrarle a Israel su necesidad de la fe de Abraham
en la promesa específica de Dios, que estaba tipificada en el sistema sacrificial
dado a Israel.

Este pacto serviría, además, para mantener una simiente o un remanente con una
religión pura hasta la venida del Mesías prometido. Sin embargo, fue por causa de
la violación por parte de Israel del pacto Mosaico que fueron expulsados y
estuvieron en cautiverio, sino que también fue la razón por la cual como nación
fueron destruidos por Dios en el año 70 d.C. Ellos rechazaron al Mesías y Dios los
rechazó a ellos.

Pacto Davídico

De nuevo, este es un paso más en la progresión de la revelación del pacto de


gracia. Dios prometió un varón que vendría de la mujer; un mundo estable para
que se encarnara; escogió a un hombre para ser el padre de una nación de la cual
vendría el Mesías, pero le prometió también un linaje de reyes.

Por medio de Jacob, Dios le reveló a Su pueblo que ese linaje de reyes vendría de
Judá, “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga
Siloh; y a Él se congregarán los pueblos.”.

Este pacto es el cumplimiento de esa promesa hecha año atrás a Abraham. Se trata
de un pacto hecho por Dios con David, quien es la cabeza federal de este pacto, en
el cual Dios le promete establecer su reino y el de su descendencia para siempre.
Sin embargo, este pacto enfocaba el pacto Mosaico sobre una persona: el rey. Es

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decir, las bendiciones o maldiciones de Dios vendrían al pueblo de Israel
dependiendo de la obediencia o desobediencia del rey de Israel.

Esto lo vemos, por ejemplo, cuando David censa al pueblo, pecando contra Dios y
Dios castiga el pecado del rey enviando una peste y matando a setenta mil
hombres. David le pregunta a Dios, “¿no soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo
soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová
Dios mío, sea ahora tu mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste
sobre tu pueblo.”.

Dios le ordena a David construirle un altar y por su obediencia Dios se vuelve de


su castigo y retira la peste de mortandad que estaba afectando a Israel.

Es por eso que leemos también en los cronistas, “Y tal rey hizo lo bueno o lo malo
delante de los ojos de Jehová...”.

Israel o Judá eran bendecidos o castigados dependiendo de la obediencia o


desobediencia de su rey. A él se le requería cuidar la tierra de los paganos,
proteger la adoración a Dios, pero, si no lo hacían eran castigados, él y su pueblo.

Ahora, ¿cuál era el fin de este pacto? ¿Cuál era el fin del rey como cabeza federal
de su pueblo? Bueno, que viendo Israel la maldad de sus reyes y el castigo que
recibían de parte de Dios por ello, esperaran un rey que los gobernara en justicia,
que los libertara de sus enemigos y que cumpliera la ley perfectamente, pues sólo
así no serían castigados.

El pacto Davídico, como progresión en la revelación del pacto de gracia, volvía los
ojos del pueblo hacia el futuro. Ellos habían sido entregados por Dios al cautiverio
por causa del pecado de sus reyes, sus representantes. Luego, volvieron a su tierra,
pero ya no eran gobernados por uno de sus reyes, sino que eran gobernados por
paganos. ¡Todo estaba mal! ¿Qué había pasado con el pacto hecho por Dios a
David? ¿Dónde estaba ese rey que se sentaría en el trono de David por la
eternidad? Bueno, es esa misma progresión la que nos lleva a responder esa
pregunta. ¿Cómo? Por la revelación del cumplimiento del pacto de gracia en el
Nuevo Pacto.

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Nuevo Pacto

Este es el cumplimiento del pacto de Gracia que había sido revelado


progresivamente por Dios por medio de otros pactos. Se trata de un pacto hecho
por Dios con Cristo y los elegidos en Él. Además, se trata de un nuevo pacto, es
decir, de uno diferente en sustancia y circunstancia.

Dios, por medio del profeta Jeremías le dijo lo siguiente a Su pueblo, “He aquí que
vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de
Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la
tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice
Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice
Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y
ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su
hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de
ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me
acordaré más de su pecado.”

Por causa del pecado de Su pueblo, Dios había invalidado el pacto hecho con ellos
previamente. Y en ese momento estaba profetizando acerca de un pacto diferente,
un nuevo pacto, como lo deja claro el autor de los hebreos cuando dice, “Al decir:
Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está
próximo a desaparecer.”.

Este pacto consistía en darle a Su pueblo Su ley en sus corazones; ser su Dios; cada
uno le conocería personalmente a Él; y todos serán perdonados por Dios.

Dicho pacto fue firmado con la sangre de Cristo en favor de Su pueblo, los elegidos
en Él. El Señor Jesús dijo, “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados.”. Pero, debemos entender que se trataba de
un pacto nuevo, distinto al antiguo. Ahí es donde nuestro federalismo ve una
discontinuidad con el pacto antiguo.

El Nuevo Pacto era nuevo, primero, en su administración. Es decir, la manera en la


que Dios se relacionaría con los hombres no tenía que ver con sus padres o con lo
que ellos hicieran (Jeremías 31: 29). Cada uno sería tratado por Dios
individualmente. Segundo, era nuevo en el sentido de que la ley de Dios estaría

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escrita en los corazones de todos los miembros de ese pacto, es decir, de todos los
elegidos en Cristo. Esto se refiere a la regeneración. A pesar de que en el Antiguo
Pacto esta era una realidad de algunos, no lo era para todos los que pertenecían a
Israel. Es decir, a pesar de que Dios había hecho un pacto con Israel, no todos
dentro de ese pacto eran regenerados. Pues, bien, Dios prometió que en ese nuevo
pacto todos sus miembros serían regenerados. Tercero, este Nuevo Pacto es
inquebrantable. Es decir, bajo el pacto antiguo los miembros del pacto podían
apostatar, sin embargo, en el Nuevo Pacto Dios promete que los miembros
verdaderos tendrán Su temor en sus corazones “para que no se aparten de Mí.”.
Cuarto, todos los miembros de ese pacto conocerán de manera salvadora a Dios. Y
esto fue lo que dijo Jesús cuando en su oración sacerdotal dijo, “como le has dado
potestad sobre toda carne para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”.

La segunda persona de la Trinidad se encarnó, habitó entre los hombres, naciendo


como judío, sujeto al pacto Abrahámico, Mosaico y Davídico, y mantuvo la ley de
Dios a la perfección, tanto externa como internamente, con el fin de representar a
Su pueblo como cabeza federal para darles vida eterna. Con Su sangre compró un
reino y un pueblo para ese reino y por Su sangre el Padre aceptó Su sacrificio, lo
resucitó y lo exaltó a Su diestra, como fue acordado en el Salmo 2 en el Pacto de la
redención.

Este pacto, entonces, es el cumplimiento del pacto de Gracia en toda su extensión,


pero que había sido revelado progresivamente por medio de promesas en el
Antiguo Testamento.

Al ser Cristo la cabeza federal del Nuevo Pacto, entonces sólo aquellos que fueron
representados por Él pertenecen a ese pacto. ¿Y quiénes son aquellos a los que
Cristo representó? Bueno, los elegidos; los que el Padre le entregó en Sus manos
para dar Su vida por ellos. Por lo tanto, sólo los creyentes pertenecen al Nuevo
Pacto, pues sólo ellos tienen a Cristo como su cabeza federal. Para esto se requiere
estar unidos a Él por medio de la fe. Por lo tanto, sólo por medio de la fe puede ser
una persona receptora de las bendiciones que vienen adjuntadas al Nuevo Pacto
(justificación, santificación, adopción, reconciliación, etc.).

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¿Deben ser los hijos de creyentes considerados miembros de la Iglesia? El
argumento para el bautismo de infante es que, así como en el pacto Abrahámico se
incluían a los hijos de los descendientes de Abraham dentro del pacto, entonces así
mismo deben ser incluidos los hijos de los creyentes.

En el Nuevo Pacto no se entra por un nacimiento físico, ni por tener padres


creyentes, pues como afirmó Jeremías, cada persona será tratada por Dios
individualmente, es decir, que la fe de los padres no ayudará en nada. Al Nuevo
Pacto se entra por nacimiento espiritual, es decir, habiendo nacido de nuevo por
medio de la fe.

Es la regeneración y la justificación lo que hace a una persona un miembro del


Nuevo Pacto.

Concluyamos esta sección estableciendo que todos los hombres nacen bajo el pacto
de obras y por lo tanto al tener como su representante a Adán, todos están bajo
pecado, condenados y por naturaleza son hijos de ira. Sin embargo, en Cristo entra
un pecador en el Nuevo Pacto, pues lo tiene a Él como su cabeza federal, Aquel
que cumplió perfectamente el pacto de obras, y así se apropia de las bendiciones
de Dios, incluyendo la tierra prometida a Abraham: los nuevos cielos y nueva
tierra, la ciudad cuyo arquitecto es Dios.

Solamente los creyentes del Antiguo y del Nuevo testamento, son el verdadero
pueblo de Dios. Ni los judíos lo son por descendencia física, como lo quieren hacer
pensar los dispensacionalistas, ni los hijos de creyentes, como lo enseñan los
presbiterianos. Sólo los creyentes son miembros del Nuevo Pacto al tener a Cristo
como su representante federal por medio de la fe. Escribió Jeffrey D. Johnson,
“Solamente Cristo es el cumplimiento de la simiente prometida de la mujer. Solamente
Cristo es el cumplimiento del pacto Abrahámico. Solamente Cristo es el cumplimiento del
pacto Mosaico. Solamente Cristo es el cumplimiento del pacto Davídico. Por lo tanto, sólo
estando espiritualmente unido a Cristo por fe puede una persona (judío, Gentil, o hijo de
ambos) convertirse en un verdadero miembro de la familia espiritual de Abraham, un
heredero de la herencia prometida, y por lo tanto miembro del pacto de gracia.”.

Somos Bautistas Reformados, por la consistencia bíblica que existe en el


federalismo que profesamos.

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Nuestra doctrina del Bautismo

Otra de las doctrinas que nos caracteriza como Bautistas Reformados y nos separa
de nuestros hermanos reformados presbiterianos es lo que creemos con respecto al
bautismo.

Nuestra confesión dice, “El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento instituida
por Jesucristo, con el fin de ser para la persona bautizada una señal de su comunión con él
en su muerte y resurrección, de estar injertado en Él, de la remisión de pecados y de su
entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en novedad de vida.”.

Como Bautistas Reformados creemos en el bautismo exclusivo de creyentes. Esta


ordenanza, como afirma nuestra confesión, debe ser recibida únicamente por
aquellos que son verdaderos discípulos de Cristo, solis disciupulis, habiéndose
arrepentido de sus pecados y habiendo creído en el Señor Jesucristo.

¿Cómo es que definimos, entonces, el bautismo? Bueno, Thomas Nettles lo define


de la siguiente manera, “El bautismo es la inmersión en agua de un creyente en
Jesucristo realizado una sola vez como la iniciación de tal creyente dentro de una
comunidad de creyentes, la iglesia.”.

Somos Bautistas Reformados precisamente porque vemos este argumento


enseñado consistentemente en la Escritura. Pero, ¿cuáles son estos argumentos?

El Argumento Lingüístico: El término bautismo proviene de la palabra griega


baptizo que significa, “hundir o sumergir” algo en agua. Este es el uso más
reconocido tanto en la literatura griega clásica, la Septuaginta LXX, y como
veremos, el Nuevo Testamento. Este ha sido el entendimiento de la gran mayoría
de léxicos griegos.

Algunos teólogos, han objetado este entendimiento queriendo defender la


aspersión o el rociamiento con agua, usando pasajes como Marcos 7:4, afirmando
que el uso de ese término se daba también en la antigüedad para bañarse o lavarse.
Sin embargo, si leemos bien estos pasajes en su contexto histórico, podemos
entender que el uso del término involucra cubrir un objeto o un cuerpo con agua.

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Si algún escritor del Nuevo Testamento hubiera querido indicar que las personas
eran rociadas con agua, como desea argumentar Berkhof, ellos hubieran podido
utilizar un término bastante conocido en el griego, rhantizo. Sin embargo, no fue
este el término que utilizaron.

El mismo Calvino dijo en su Institución de la Religión Cristiana, “Aunque la palabra


misma “bautizar” significa sumergir; y consta que la iglesia primitiva usó este rito.”.

Entonces, debido a que el uso de ese término en la Escritura es para denotar la


inmersión de una persona bajo el agua, nosotros como Bautistas Reformados lo
hacemos así, y es lo que afirmamos en nuestra confesión.

El Argumento Contextual: No sólo apoya el lenguaje el bautismo por inmersión,


sino que también lo hace el contexto en que se usa el término en el Nuevo
Testamento. Por ejemplo, en Marcos 1:10 leemos lo siguiente, “Y luego, cuando subía
del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu Santo como paloma que descendía sobre Él.”.

El término utilizado por Marcos, anabaino, no da a entender que Jesús vio al


Espíritu Santo cuando salió del agua como quien camina del mar a la playa, sino
da a entender que Jesús lo vio inmediatamente después de haber ascendido de
debajo del agua.

Lo mismo debemos entender de la narración de Felipe y el eunuco en Hechos 8: 38-


39 en donde se nos dice que ambos descendieron primero al agua y luego subieron
de ella, con el propósito de que Felipe le bautizara. Si Felipe hubiera tan sólo
rociado al eunuco hubiera sido necesario tan sólo acercarse a la orilla del río o del
cuerpo de agua. Con qué motivo, entonces, descendieron ambos al agua, ¿si no para
bautizar o sumergir al eunuco bajo el agua?

Ahora, la pregunta que debemos hacernos es: ¿de qué discípulos estamos
hablando? ¿De aquellos que se han arrepentido y han profesado fe en el Señor
Jesucristo, o también de los hijos de los creyentes? ¿Son estos últimos sujetos al
bautismo por ser discípulos de sus padres? El Nuevo Testamento registra una de
las órdenes más claras del Señor Jesucristo a Sus discípulos, “Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.”.

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Gramaticalmente el mandamiento del Señor Jesucristo para Su iglesia es hacer
discípulos. Ese es el único imperativo en ese pasaje. Y podríamos entender las
palabras del Señor así, “Por tanto, yendo a todas las naciones, [113]
hagan discípulos,
bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enséñenles que
obedezcan todo lo que les he ordenado a ustedes.”

Entonces, de nuevo, debemos preguntarnos: ¿a quién se refiere el Señor Jesús que


debemos bautizar?

Algunos presbiterianos han llegado a afirmar que algunos hombres “llegan a ser
discípulos por conversión y otros por nacimiento.”. La idea es que los niños de los
creyentes nacen a una vida de discipulado que los hace sujetos al bautismo que le
ordenó el Señor a Sus discípulos en Mateo 28, no porque sean regenerados, sino
porque son instruidos por sus padres en el evangelio, pero, ¿Es a ese tipo de
discípulos a los que se refería el Señor?

Lo primero que debemos comprender es que a pesar de que el Señor Jesús llamó a
muchos “Sus discípulos”, no todos eran los discípulos a los que se refería Jesucristo
en Mateo 28.

La palabra discípulo viene del griego mathetes, que significa “estudiante, pupilo, o
seguidor.”. ¿Quiénes eran los discípulos del Señor? En Juan 8: 31-32 le dijo el Señor
al algunos que habían creído en Él, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”. Los
verdaderos y únicos discípulos del Señor Jesucristo son aquellos que reciben y
permanecen o perseveran en Su palabra y ¿Quiénes son estos sino sólo los
creyentes, quienes han sido regenerados y ahora aman, atesoran y viven de
acuerdo a ella? Los verdaderos discípulos del Señor son aquellos, que como
escribió el apóstol Pablo a los Efesios han aprendido así a Cristo, le han oído, y han
sido por Él enseñados.

Sin embargo, si esto no convence a nuestros hermanos presbiterianos, entonces,


debemos preguntarnos: ¿cómo entendieron Sus discípulos las palabras del Señor
Jesús en Mateo 28? Esto es importante, porque el Nuevo Testamento apoya
consistentemente el bautismo de creyentes como los verdaderos y únicos
discípulos de Jesucristo.

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La gran comisión le ordena a la iglesia a hacer discípulos de Cristo, mientras van
predicando el evangelio en todas las naciones. A aquellas personas que Dios salva
mediante esa predicación, la iglesia debe bautizarlos y luego ellos deben unirse a la
iglesia para continuar su vida aprendiendo todo lo que el Señor ha ordenado en Su
palabra.

¿No es esto lo que entendieron los discípulos de Cristo y que hicieron en el libro de
los Hechos de los Apóstoles?

1. Hechos 2: 37-42: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los
otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para
todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas
palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así
que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en
el partimiento del pan y en las oraciones.”.

El contexto en el que ocurre este pasaje es el del Espíritu Santo, la promesa,


viniendo sobre los discípulos de Señor y dándoles poder para dar testimonio de
Cristo hasta lo último de la tierra.

Pedro, lleno del Espíritu Santo, se levanta y predica el evangelio a lo que parecen
ser miles de personas de por lo menos 15 nacionalidades diferentes. Cuando
termina su sermón unos “se compungieron de corazón,” y le preguntaron a Pedro y a
los demás apóstoles, “Varones, hermanos, ¿qué haremos?”

Pedro, procede a indicarles lo que deben hacer para ser salvos: arrepiéntanse,
crean, y luego bautícense en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados y
para recibir la promesa del Espíritu Santo y esa promesa que, según el resto del
Nuevo Testamento y según la promesa del nuevo pacto en el Antiguo Testamento
viene con la regeneración, le es prometida no sólo a ellos que habían creído, sino
también a sus “hijos y para todos los que están lejos.”. Esa promesa de la que habla
Pedro no es el bautismo, sino el don del Espíritu Santo, que le fue prometido a
Israel no sólo por medio del profeta Joel, como lo dijo Pedro en su sermón, sino

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también como el mismo Señor lo prometió a los Suyos antes de ascender a los
cielos.

Era, no sólo para ellos, sino también para sus hijos. ¿No está, entonces, diciendo
que debemos bautizar a los hijos de creyentes? No. Primero, porque la promesa no
es el bautismo, sino el Espíritu Santo y Él le es dado únicamente a los creyentes.
Segundo, porque es únicamente para “cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” Ellos,
que habían creído, y habían, según el versículo 41, recibido la palabra predicada
por Pedro, fueron bautizados. ¿Y qué más? Bueno, luego hicieron lo que el Señor
les había ordenado en Mateo 28, y fueron añadidos a la iglesia para ser enseñados
en toda la Palabra de Dios, “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la
comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” (Hechos 2: 42).

Este es el más claro ejemplo de cómo fue que los discípulos de Cristo entendieron
Sus palabras en Mateo 28. Y es la razón por la cual entendemos que los sujetos del
bautismo son únicamente los discípulos de Cristo, entendiéndose por ellos,
aquellos que reciben la Palabra de Dios, creen, se arrepienten y perseveran en ella.

2. Hechos 9: 17-18: “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las
manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde
venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al
momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose,
fue bautizado.”.

3. Hechos 10:47-48: “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua,
para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como
nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se
quedase por algunos días.”.

4. Hechos 16:14-15: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la


ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella
para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos
rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos
obligó a quedarnos.”.

5. Hechos 16: 32-34: “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en
su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en

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seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se
regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.”.

6. Hechos 18: 8: “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa;
y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.”.

La práctica, entonces, de la iglesia primitiva, establecida por los apóstoles,


discípulos de Cristo, era bautizar a aquellos que habiendo escuchado la
predicación del evangelio se habían arrepentido y creído en el Señor Jesucristo.
Sólo estos eran bautizados y luego admitidos dentro de una iglesia local en donde
persistían en la doctrina de los apóstoles.

El otro punto importante es que el Nuevo Testamento carece de pruebas para el


bautismo de incrédulos, sean estos adultos o infantes, sin importar si tienen alguna
relación de consanguinidad con creyentes.

Se ha dicho muy acertadamente que una persona puede nacer Católico Romana,
presbiteriana, luterana, episcopal, pero nunca bautista. Los bautistas no nacemos,
sino que llegamos a serlo después de haber creído en el Señor Jesucristo.

Y como Bautistas Reformados negamos que exista alguna evidencia escritural de


que la iglesia deba bautizar infantes o niños que no han creído antes en el Señor.
Benjamín B. Warfield, un teólogo presbiteriano, escribió diciendo, “Es cierto que no
hay una orden expresa para bautizar infantes en el Nuevo Testamento, ningún registro
expreso de bautizar infantes, y ningún pasaje implicándolo rigurosamente que nosotros
debamos inferir que los infantes eran bautizados.”.

Para defender el bautismo de infantes muchos presbiterianos citan aquellos pasajes


en donde se narran bautismos de familias enteras. Por ejemplo, Hechos 16: 32-34,
“Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él,
tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó
él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su
casa de haber creído a Dios.”. Sin embargo, es claro que Pablo y Silas habían
predicado el evangelio al carcelero y a todos los que estaban en su casa. Debemos
asumir que todos los que estaban escuchando tenían la capacidad de entender lo
que se les estaba diciendo, por lo tanto, se excluyen los infantes.

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Luego, Pablo y Silas bautizan al carcelero y a su familia, ¿por qué? Bueno, porque
según el versículo 34, ellos habían creído en Dios.

El resto de pasaje en el libro de los Hechos que narran este tipo de bautismos,
como el de Cornelio (Hechos 10:48); Lidia (Hechos 16:15); Crispo (Hechos 18:8);
Estéfanas (1 Corintios 1:16), etc., nunca afirman que entre esas personas bautizadas
haya habido infantes. Sin embargo, muchos practicantes del bautismo de infantes,
los citan para apoyar su práctica, claramente añadiéndole al texto. Sin embargo,
como bien afirma Warfield, usar el Nuevo Testamento para apoyar el bautismo de
infantes es inútil.

El otro pasaje usado por los practicantes del bautismo de infantes es 1 Corintios
7:14, que dice, “Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer
incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que
ahora son santos.”. El argumento es que los hijos de un creyente son santos, por lo
tanto, deben ser bautizados, pues guardan una relación especial con el Señor. Pero,
¿Es esto lo que está enseñando el pasaje? Cuando estudiamos el contexto nos
damos cuenta que este nunca es una defensa del bautismo de infantes. Si así lo
fuera, entonces tendríamos que argumentar que hasta el marido o a la esposa
incrédula, por su relación con el creyente, deben ser bautizados y admitidos dentro
de la membrecía de la iglesia. Pero, esto no es algo que practicarían los que usan
este texto para justificar el bautismo de niños.

Lo que Pablo está argumentando es que tanto el cónyuge incrédulo como los hijos,
por razón de tener un creyente en su hogar, tienen una ventaja espiritual que no la
tienen aquellos cuyos dos padres son incrédulos.

Cuando hay un creyente en el hogar hay un testimonio de la verdad de Cristo, hay


lectura de la Palabra de Dios, hay oraciones, hay meditaciones, etc., que van a
influir en las vidas de las personas que habitan el hogar. Pero, argumentar que
debemos bautizar a los niños de creyentes es un grave error hermenéutico.

El mismo Warfield continúa diciendo en su libro, “Si tal garantía como esta fuera
necesaria para justificar el uso que debemos tener deberíamos dejarla incompletamente
justificada. Pero la carencia de este expreso mandamiento es algo tan lejano para prohibir el
rito; y si la continuidad de la Iglesia a lo largo de los siglos puede ser hecha buena, la orden

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para el bautismo de infantes no debe ser buscado en el Nuevo Testamento sino en el
Antiguo Testamento cuando la iglesia fue instituida, y nada menos que una prohibición
real de esto en el Nuevo Testamento nos obligaría a omitirlo ahora.”. Entonces, Warfield,
al no poder encontrar una base neotestamentaria que justifique el bautismo de
infantes, tiene que ir al Antiguo Testamento, lo cual, como veremos, es un grave
error hermenéutico.

Otros, como Charles Hodge, uno de los grandes teólogos presbiterianos del
pasado, cometen otro grave error. No sólo admiten que los infantes no pueden
ejercer fe y por lo tanto no pueden ser sujetos para el bautismo. Pero, como
admiten que el bautismo es la entrada de los hombres a la iglesia, entonces
redefinen el concepto de la iglesia para que incluya a los hijos de los creyentes, y
eso les provee el argumento para bautizar a los hijos de los creyentes.

Hodge escribió, “La dificultad en este tema es que el bautismo por naturaleza involucra
una profesión de fe; es la manera en la que, por la ordenanza de Cristo, Él debe ser
confesado delante de los hombres; pero los infantes son incapaces de hacer tal profesión; por
lo tanto, ellos no son sujetos apropiados para el bautismo. O, para decirlo de otra manera:
los sacramentos les pertenecen a los miembros de la Iglesia; pero la Iglesia es la compañía de
creyentes; los infantes no pueden ejercer fe, por lo tanto, no son miembros de la Iglesia, y
consecuentemente no deberían ser bautizados. En orden para justificar el bautismo de
infantes, debemos lograr y autenticar tal idea de Iglesia que incluya a los hijos de padres
creyentes.”.

Vemos, en estos dos ejemplos la diversidad de justificaciones entre los practicantes


del bautismo de infantes para favorecer el bautismo de infantes. En su gran
mayoría lo que hacen es asumir una continuidad entre el pacto Abrahámico y el
Nuevo Pacto; argumentar que el primero es el mismo pacto de gracia hecho entre
Dios y Su Hijo.

Sin embargo, la manera más consistente de entender los pactos en la Escritura es


viéndolos como la revelación progresiva de Dios del pacto de gracia, que culmina
en el establecimiento del Nuevo Pacto, el cual sí es el Pacto de Gracia en todo su
esplendor.

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En nuestra teología federal asumimos que Cristo, como la cabeza del Nuevo Pacto
ganó con Su sangre todas las bendiciones para aquellos que por fe estuvieran
relacionados con Él.

Este Nuevo Pacto no era el mismo pacto Abrahámico, como suponen los
presbiterianos, sino que como su nombre lo dice, era un nuevo pacto, una nueva
manera en la que Dios trataría con Su pueblo. El pacto Abrahámico tenía que ver
con el pueblo de Israel, una nación física tan numerosa como la arena del mar, que
heredaría la tierra de Palestina, de la cual vendrían reyes que la gobernarían, y de
la cual vendría el Mesías, la simiente prometida en el protoevangelio.

Sin embargo, el Nuevo Testamento presenta a ese pacto siendo transformado en el


Nuevo Pacto. ¿Cómo así? El siguiente cuadro nos muestra esta realidad,

Pacto Abrahámico Nuevo Pacto

Tierra física (Génesis 12:1) Tierra espiritual (Hebreos 11:10-16)

Nación física (Génesis 12:2) Nación espiritual (1 Pedro 2:9)

Signo físico, la circuncisión (Génesis Signo espiritual, la circuncisión


17:11) espiritual (Colosenses 2:11)

Simiente física (Génesis 17:7) Simiente espiritual (Gálatas


3:7,16,29)

El Nuevo Testamento no está preocupado por los aspectos físicos de las promesas
hechas a Abraham, y es ahí donde debemos entender la discontinuidad entre las
promesas hechas al patriarca y las del Nuevo Pacto.

La nación física de Israel era una sombra de la nación espiritual del Nuevo Pacto,
el pueblo de Dios, la Iglesia, la cual es hecha santa por el Señor Jesucristo.

No se trata de heredar una tierra física, sino de una que es celestial, cuyo arquitecto
es Dios. No se trata de un signo físico que caracteriza a aquellos que pertenecen a

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esa nación, sino de un signo espiritual, la circuncisión no hecha con manos, sino la
que es hecha en el corazón por Dios en la regeneración.

No se trata de que los hijos de los miembros de esa nación pertenezcan a ella
automáticamente simplemente por el hecho de ser descendientes físicos, sino de
los hijos espirituales que entran por fe a esa nación, la Iglesia.

Los presbiterianos admiten esas realidades espirituales del pacto Abrahámico


transformadas en el Nuevo Pacto, excepto por una, la descendencia física de los
miembros del Nuevo Pacto, pero, todo el Nuevo Testamento y especialmente los
Evangelios nos muestran que la verdadera descendencia de Abraham, no eran los
que lo eran físicamente, sino los que lo eran espiritualmente; es decir, aquellos que
tuvieran la misma fe de Abraham. Cómo dijo Pablo a los Gálatas, “Sabed, por tanto,
que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.”. Segundo, el bautismo es un signo
del Nuevo Pacto. Reconocer esto es importante porque debemos preguntarnos
porque muchos buscan justificar sus prácticas de bautismo basándose en
principios del Antiguo Pacto, del cual el Nuevo Testamento es claro, quedó
invalidado.

Nosotros somos Bautistas Reformados porque entendemos que la señal del Nuevo
Pacto es el bautismo, instituida por la cabeza federal de ese pacto, la cual es Cristo,
y dado exclusivamente para aquellos que se han arrepentido y han creído en Él.

Otro de los argumentos de los practicantes del bautismo de infantes es que el


bautismo reemplaza en el Nuevo Pacto a la señal física del Pacto Abrahámico, pero
¿Es esto así?

Como vimos antes, la señal física del pacto con Abraham no es reemplazada en el
Pacto hecho con Cristo por el bautismo, sino por la señal espiritual, aquella que
tipificaba lo que Dios haría por Su pueblo, esto es, la regeneración.

En Colosenses 2:11-13, Pablo escribió lo siguiente, “En él también fuisteis


circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso
carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis
también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio
vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados”.

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De acuerdo a este pasaje, la circuncisión y el bautismo tienen una relación, pero no
una analogía, es decir, el bautismo no es el reemplazo del signo externo de la
circuncisión. Esta tipifica o era la sombra en el Antiguo Testamento de la
regeneración, no del bautismo.

El bautismo testifica de esa obra poderosa en el corazón de un pecador por el


Espíritu Santo por medio de la cual da vida espiritual a los muertos, uniéndolos
espiritualmente a la muerte y resurrección de Cristo.

El pueblo del Nuevo Pacto está compuesto, entonces, de hombres y mujeres, niños
y niñas, de toda tribu, nación y lengua, quienes comparten su fe en Jesucristo, sean
judíos o gentiles.

En el Nuevo Pacto ya no hay límites étnicos. Cuando Dios destruyó a la nación de


Israel en el año 70 d.C por medio del Imperio Romano, lo hizo para demostrar que
esas fronteras étnicas ya no existirían más. El pueblo de Dios no dependía de una
descendencia física, sino de una espiritual. Entre estos estaban contados judíos y
gentiles, “a cuantos Dios llamara.”.

Esta fue la práctica y creencia de la Iglesia en los primeros siglos después de Cristo.
Hendrick Stander y Johannes Louw, dos historiadores presbiterianos, hicieron un
análisis histórico del bautismo de infantes en la historia y concluyeron que en los
primeros cuatro siglos de la Iglesia se practicaba el bautismo exclusivo de
creyentes.

Cuando se bautizaban infantes se hacía pensando que este rito quitaba el pecado
original o tenía una capacidad regeneradora. David Wright, otro historiador
concluye lo siguiente en su libro, “La experiencia bautismal de la iglesia de los Padres
primitivos era en gran medida de bautismo de creyentes, o quizás mejor dicho bautismo de
conversión. Estudios históricos están consolidando la conclusión que el bautismo de
infantes no vino a ser, como práctica común, hasta después de Agustín, probablemente en el
siglo sexto.”.

Tertuliano, Ireneo, Hipólito, Justino Mártir, todos ellos y más, se opusieron al


bautismo de infantes y abogaron siempre por el bautismo exclusivo de infantes.

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En conclusión, es claro que debe ser el Nuevo Pacto el que nos guíe a interpretar
correctamente la doctrina del bautismo. Este es un signo dado por Cristo, la cabeza
federal y Señor del Nuevo Pacto, a Su pueblo, la Iglesia. Y es nuestra
responsabilidad aplicarlo a aquellos para quienes fue dado.

La iglesia es el pueblo de Dios, conformado por todos aquellos que han sido
regenerados por el Espíritu Santo habiendo escuchado el evangelio de Cristo,
arrepintiéndose y habiendo creído en Cristo. Es a ellos, los descendientes
verdaderos de Abraham, los que comparten su fe, a los que debemos bautizar.

Bautizar incrédulos, sean estos hijos o no de creyentes, es un pecado, pues no sólo


es ir en contra del mandamiento del Señor, sino que es transgredir el Principio
Regulador de la Adoración, el cual regula tanto el bautismo como la Cena del
Señor, dentro de la adoración pública del pueblo de Dios.

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Conclusión

“La verdad está en la consistencia, dice Poe (Ettreha). Por tanto, el que no tolera la
consistencia se cierra a toda ética de la verdad; abandona la palabra, la proposición, la idea,
en cuanto estas cuajan y pasan al estado sólido, de estereotipo (stereos quiere decir sólido)”
Roland Barthes.

La consistencia es una virtud que este mundo no tolera. Sin embargo, es una virtud
que esta era de relativismos necesita con urgencia. Aunque el discurso de la
mayoría esté lleno de vejaciones de improbabilidades e maleabilidades,
ciertamente necesitamos a personas cuyas ideas y acciones sean consistentes,
personas que sean consecuentes con lo que predican y lo que practican, tanto en
sus vidas familiares como laborales y espirituales.

Así que ¿Cómo concluir este breve documento?

En primera instancia, cobremos aliento. La Reforma Protestante no ha concluido.


Aunque el emocionalismo y el pragmatismo proliferan a nuestro alrededor, no
debemos fijar nuestra mirada en ellos, sino en Aquel que nos llamó de las tinieblas
del relativismo a Su luz admirable.

Segundo, reconociendo la necesidad de Bautistas Reformados, llenos del


conocimiento del Altísimo, con corazones, mentes y cuerpos saturados del Espíritu
Santo, que sean consistentes con su teología, con su práctica, con su contexto y con
su historia. Se necesitan Bautistas Reformados que no sacrifiquen en los altares de
la relevancia ni del entretenimiento, su entendimiento de las Sagradas Escrituras.

Finalmente, reconocer que ser un Bautista Reformado no es un llamado a jactarse


soberbiamente sobre aquellos cuya comprensión de las Sagradas Escrituras, sino
que es un llamado a morir a nuestra carnalidad, a nuestra ignorancia y nuestra
falta de consistencia, tanto teórica como práctica.

Quizá el conductor de aquel taxi que mencioné al principio, pueda comenzar a


cristianos más consistentes. Quizá sea mucho pedir, pero puede que ese mismo
taxista encuentre de una vez por todas, la consistencia propia que corresponde a la
Verdad del único Evangelio y del único rey y soberano: Jesucristo.

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