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del montaje, para que tengan un nivel más sencillo de captación por el público, pero no
me como ese viaje de las obras legibles y sencillas o del público llenando las salas. Masiva
y popular es la tele, a mí me gusta defender el teatro clandestino y reducido. Así y todo,
mis obras se llenan y queda gente afuera. Siempre digo ‘No sé qué le pasa a esta gente
que viene a ver esto’, tarea para las psicólogas.
3. ¿Qué creés que caracteriza/identifica al teatro de tu provincia/región, en cuanto a
propuestas estéticas, temáticas y/o ideológicas?
Para mí, aquí hay una trayectoria que marca la diferencia. El teatro más complejo de aquí
no desconoce la función política que atañe a esta tarea. Lo que quiero decir es que, como
en todos lados hay un teatro vacío, de mero entretenimiento, despreocupado del mundo
y luego hay otro que en la búsqueda del lenguaje suma aciertos y errores y hace de las
preguntas sobre sí mismo y sobre el mundo el motor de su creación. El teatro más
interesante de aquí es un teatro filosófico y político ¿por qué? Quizá tenga que ver con la
historia de nuestra provincia, me animo a decir de nuestra región. La Patagonia, no tiene
los doscientos años que el resto del país festeja. Arrastra consigo una masacre aún latente
en la memoria colectiva. Me refiero a las campañas de exterminio que el resto del país
realizó bajo el lema de expansión territorial, económica y política. De alguna manera, esa
forma de colonización macabra (no sé si existe otra) se vive aún en estas regiones al ver
estas tierras pobladas de empresas petroleras, extensiones de tierras compradas y
adueñadas por magnates extranjeros, multinacionales que arrasan con los modos de vida
campestres de muchas comunidades. Esta provincia no está ajena a esas realidades.
Tenemos un gobierno cómplice en cada una de estas atrocidades. La vida en la Patagonia
es muy cara, porque el nivel de vida está pensado para familias nucleares vinculadas al
trabajo petrolero. Las docentes reclaman aumento y aquí marchan a sabiendas de que sus
vidas corren riesgo a punta de balazos de goma; los pequeños empresarios frutícolas
pierden su producción, cortan el puente mientras regalan sus cosechas perdidas,
estigmatizados por la clase pequeño burguesa que los odia al no poder llegar a sus
trabajos; los sectores más empobrecidos son atacados por el doblegamiento de policías
que bajo la subjetividad de una inseguridad latente, cuidan los intereses de las familias
que almuerzan y cenan en el hipermercado Jumbo. Lo que intento decir es que el teatro
más interesante de esta región, no ignora una larga historia de resistencias que con sus
idas y venidas han dejado claramente al Estado Provincial en una vereda contraria (y no
exagero) por momentos, fuertemente enemiga. Solo por nombrar algunos ejemplos
políticos y sin desatender sus contradicciones, a la hora de hacer teatro, las teatristas de
aquí no desconocemos que Neuquén posee: 1) una de las agrupaciones feministas más
importantes del país con más de diez años de militancia activa y contagiosa; 2) un gremio
docente que con sus altibajos quizá sea el más fuerte a nivel nacional; 3) la cooperativa
Fasinpat (ex empresa Zanon) expropiada por sus obreros a sus patrones; 4) Zainuco, una
organización que vela por los derechos humanos de la gente encarcelada y asume los
casos de gatillo fácil perpetuados por la policía para que se haga justicia por las familias de
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los pibes asesinados; 5) La Delegación Alto Valle y Neuquén de la A.P.D.H (Asamblea Por
Los Derechos Humanos ) la primera de las delegaciones con que contó el Organismo
nacional, constituida a partir de un llamado de Jaime De Nevares que convocó a personas
alarmadas por la aplicación en la zona del denominado terrorismo de Estado. Por el
trabajo de muchas de estas agrupaciones la jerga popular ha llamado a esta provincia ‘la
capital de los derechos humanos’. Entonces las teatristas sabemos de qué lado jugar y el
teatro más interesante aquí es un teatro político, antiestatal, desconfiado de los gobiernos
de turno. Las teatristas de aquí hemos estado siempre comulgadas en una misma vereda,
inclusive las más jóvenes hemos aprendido a poner en juego la idea de ‘Cultura Provincial’
que en otras partes tiene connotaciones distintas, más alegres y populares. Por supuesto
que hay discrepancias políticas y estéticas entre colegas, sí ¿cómo no? sumado a que nos
falta la generación del medio entre viejos teatristas y las que seríamos ‘las nuevas’ por
ponernos algún nombre. Falta esa generación por lo que todas sabemos: gobiernos de
facto, neoliberalismo extremo, desinterés cultural, etc., que han dejado en la provincia
instancias difíciles para la actividad teatral. Ahora la situación es distinta: hay salas, más
grupos, repentino interés de instituciones oficiales, pero nada ha extinguido esa inquietud
política distintiva. Por momentos alguna oficina se ilumina con funcionarios de mayor o
menor afinidad y algún que otro teatrista dialoga y pacta con ellos. Sin embargo y aunque
las coordenadas cambian, es casi una condición ‘sine qua non’ que el teatro más
interesante de esta región sea a la vez piquetero, hasta en sus modos de crear y sea un
teatro que jamás dependió del Estado, para salir adelante.
4. ¿A qué teatristas recomendás conocer en tu región y por qué?
Recomiendo a Fernando Avila. Neuquino, residente en provincia de Buenos Aires, pero
hacedor interprovincial. Escribe, dirige y actúa sus obras, tanto en Neuquén como en
Buenos Aires. A veces estrena acá y otras veces allá, o siempre se las ingenia para llevarlas
de un lado a otro. El viene del campo del teatro de objetos. Ha creado un universo
llamado ‘Teatro de Tersites’ con personajes (muñecos) celebrados por la gente al
aparecer, al morir, al explotar. Son monstruos cargados de miseria humana. La gente los
adora y creo que es por ver en sus ‘horribilidades’ una esquirla espejada directa a la
yugular. Yo tengo la teoría que es la gente el reflejo de esas bestias, a las cuales encuentro
más bellas y sinceras. El teatro de Fernando es imperdible.
5. ¿Qué le sobra y qué le falta al teatro de tu región?
Hablaba antes ‘del teatro más interesante’ porque luego también existe (cómo en todos
lados) un teatro pasatista, nada profundo, de entretenimiento, más parecido a la tele, que
subsiste acríticamente como una peste. En él abunda mucho la producción (salen obras
como chorizo) y no así la creación. Por ejemplo se toman textos de autores porteños y se
montan acríticamente logrando una escena (la mayor parte de las veces) superficial. A ese
modo de producción ingresan ‘actores/actrices’ que les da lo mismo cancelar un sábado
de ensayo para comerse un asado. Casi siempre son obras en donde actúa gente que sale
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de talleres terapéuticos de teatro, gente que toma el teatro como algo recreativo pero
nunca con la responsabilidad que semejante lenguaje demanda. No creo que este teatro
sobre, para nada. Creo que tiene su público y que hay gente que consume estas cosas
como consume también hamburguesas de McDonald's. Para esa gente hay quienes
pensamos que no vale la pena hacer nada y está bueno que tengan sus obras para ir a ver
y reír. Luego está el otro teatro del que también hablaba antes: más comprometido.
Suena solemne pero no es que sea un teatro solemne, para nada, es un teatro inteligente
de mucho humor. En el medio quedan las salas, que deben programar lo que puedan para
subsistir. La mezcla también se ve en los grupos: a veces se dan alianzas extrañas. Pero
entre estas dos coordenadas: Teatro Pasatista – Teatro más comprometido, oscila nuestra
región haciendo lo que puede, como puede. Una podría reclamar faltas, pero la verdad es
que aquí quien se plantea un objetivo lo consigue. Esto tiene que ver con cierta
reivindicación del aspecto marginal del buen teatro. El teatro más rico de esta región, en
el cual me inscribo, reivindica en su hacer modos de existencia micropolíticos, marginales:
modos de hacer periféricos. Hasta hace un par de años escaseaban lxs dramaturgxs
porque las dramaturgias parecían pertenecer a letrados de escritorio bendecidos por la
inspiración de una musa literaria y poética, desconocedores de la experiencia escénica. Yo
pertenezco a la generación neuquina que dio por tierra con esa totémica creencia. A mi
par van surgiendo otrxs dramaturgxs, apareciendo otras dramaturgias. A muchas aún les
falta la fuerza como para hablar de una poética propia, pero el riesgo está asumido y el
nuevo caldo de cultivo arroja entusiasmo sobre el lenguaje. Estamos en un momento de
efervescencia poética; de jóvenes búsquedas, de aciertos y tropiezos, algunas más fuertes
que otras. El paradigma ha cambiado: las academias locales, lxs teatristas y el público lo
notan. La preocupación por el lenguaje poco a poco aumenta.
6. Para vos, ¿qué es la felicidad en el plano artístico?
Sobre la idea de felicidad, el sentido común reserva cuestiones que yo nunca las tendré:
familia, hijos, auto, casa, cuentas corrientes, cuestiones que en mi caso irían en contra de
mi afectación al teatro. Es decir, para mí el teatro está por encima de la vida y trato de
evitar cualquier cosa que pueda pasarle por encima. Soy de los que echa del grupo a un
actor que no asume sus compromisos. Venero esas historias en las cuales los payasos
mueren con las chalupas puestas y las actrices frente a toda adversidad enuncian: -¡The
show must go on! Lo digo inclusive desde un lugar biológico. Necesito estar conectado con
algo del orden de la ficción todo el tiempo y a la vez pienso mediante sus mecanismos:
observo a la gente, escucho obsesivamente lo que dicen, veo situaciones, acontecimientos
y los desmenuzo y traduzco a procesos de teatralidad. Con los años el trauma va
aumentado. Siempre digo que es como un poder mutante, del más ordinario de los x-men,
el de un morlock. Esos poderes que en vez de acarrear beneficios atraen otras cosas:
distanciamientos, ocio, alianzas, soledad, todas cuestiones en mi caso bienvenidas y
vitales para la creación. En definitiva, el teatro me ha enseñado a ver más que eso que
llamamos mundo, con todas las secuelas alegres que ello conlleva. Quizás sea muy esquizo
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pero me encanta. Si esta suerte de pulsión vital o modo de vida cuadra dentro de la idea
‘felicidad’, entonces para mí de eso se trata.
7. ¿Hacia dónde creés que se encamina el teatro en Argentina?
El teatro argentino se hace con nada más que voluntad, así que creo que continuará
contra todo pronóstico por su camino de la expansión y la multiplicidad. No hay crisis que
lo detenga, de hecho me animo a decir que es un ‘teatro-fénix’, renace con mucha fuerza
de sus cenizas.
8. ¿Qué te apasiona cuando vas al teatro? ¿Qué actrices y actores te deslumbraron sobre
el escenario?
Me atrapan las obras complejas, inciertas, aquellas que desbordan todo el rato lo finito.
Las que habilitan portales hacia otras zonas. Las que en apariencia parece que no afirman
algo, pero si lo afirman, a la vez que lo niegan. Esas obras que dan cuenta de una
exterioridad inalcanzable en el cotidiano, capaz de manifestarse en la experiencia escénica
y desplomarse de un zarpazo al salir de la sala. Esas obras que al terminar, hacen más
difícil y menos querible el regreso al mundo real. Creo que la actuación es lo más
importante del lenguaje pero no creo en las actuaciones deslumbrantes conque el común
de la gente idolatra, creo en singularidades y en composiciones. Para lograr cierta
composición, muchas veces hay que huir de lo que se considera ‘deslumbrante’. Otras
veces se compone a partir de ciertas singularidades. Hay elencos singulares que
perfeccionan registros de actuación coherentes con toda su composición poética. Es el
caso de ‘El Patrón Vázquez’, no me atraen por deslumbrantes, sino por su coherencia
compositiva.
9. Si pudieses tener un encuentro con un/a teatrista de cualquier tiempo y lugar ¿a quién
elegirías?
Si pudiese tendría un romance con Batato Barea, metido en el trasfondo del Parakultural.
10. ¿Nos mandás una foto de algún objeto de tu casa que remita a las artes escénicas?
Mi biblioteca teatral y filosófica. Una fuente inspiradora constante y recurrente,
mantenida para nutrir la complejidad de mis obras.
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