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ANDALUCÍA ORIENTAL DURANTE EL I MILENIO A. C.

LA COSTA FENICIA Y LA
BASTETANIA

INTRODUCCIÓN

La interacción entre dos sociedades, como los fenicios y los grupos autóctonos,
que compartieron espacio y tiempo son objeto de estudio de numerosas
investigaciones que contemplan el fenómeno de la colonización europea hacia el
resto del mundo entre el siglo XVI y el XIX.

Sobre las relaciones entre fenicios y autóctonos el postcolonialismo argumenta


contra las escuelas del siglo XX, que defendían la superioridad teconológica y
social frente a un primitivismo autóctono. Las relaciones entre colonizadores y
autóctonos en la Península Ibérica han estado subordinadas al problema de
Tarteso, donde ha predominado una visión autoctonista, que va más allá de la
relaciones de intercambio mientras que algunos autores plantean una relación de
intercambio entre los dos grupos pero de desigualdad.

Estas relaciones también se adentran dentro de la esfera social y política, a


medida que los viejos postulados no sirven para explicar el desarrollo que se
propició entre ambos grupos. A esto hay que sumar los problemas de las zonas
estudiadas, que hasta hace poco se habían centrado en el bajo Guadalquivir y el
área tartésica, mientras que serias propuestas sobre Granada, Almería y Málaga se
descartaban a falta de evidencias que las situaran en posiciones de mas relevancia
histórica, ya que esta zona de la alta Andalucía era fuerte con las culturas de Los
Millares y El Argar, pero no con los fenicios.

La situación sobre el estudio de los asentamientos fenicios daría un giro


importante con el descubrimiento de la primera necrópolis fenicia en las costas
de Andalucía , en el Cerro de San Cristóbal, cerca del Castillo de Almuñecar en
marzo de 1962.

EL DESCUBRIMIENTO DE SEXI FENICIA Y SU RELEVANCIA A NIVEL COLONIAL

“Laurita”, nombre con el que se conoce esta necrópolis, principalmente fue


considerada un hallazgo romano por la confusión de la cerámica de barniz rojo
fenicia, con la terra sigilita, esto cambió con el descubrimiento de una inscripción
egipcia en una urna de alabastro, momento en el que se optó por denominarla
púnica por sus similitudes con las necrópolis de Cartago, pero en la actualidad ya
se acepta su origen fenicio como primera necrópolis fenicia de la Península
Ibérica.

Dada la relevancia de tan temprano asentamiento fenicio en las costas de


Andalucía, los investigadores buscan alusiones a ella en las fuentes escritas. La
primera mención sobre Sexi Fenicia es de Hecateo de Mileto en el 500 a. C.
Después es mencionada levemente por Difilo en el 300 a. C. Plinio añade
brevemente que se la conoce como Firmum Iulium. Por otro lado, Esteban de
Bizancio dice que Sexi es ciudad de mastienos, debido a sus famosas salazones.

Mas importancia tiene el texto de Estrabon, lo suficientemente explícito para


deducir que el primer punto donde los fenicios se detienen en el Mediterraneo
Occidental es Sexi, después Onuba (Huelva) y filamente Gadir. Es posible que este
episodio tuviese lugar entre finales del siglo IX a. C y principios del VIII a. C.

Finalmente, gracias principalmente al estudio de las fuentes escritas y de los


materiales arqueológicos, se llega a la conclusión de que los primeros
enterramientos de Laurita se realizarían en el s VIII a. C.
El emplazamiento de hábitat es más dificil de datar, aunque quizás fuese del
s. VIII a. C, estando situado el asentamiento fenicio en la parte alta de la ciudad de
Almuñécar .

El descubrimiento de este yacimiento supuso un nuevos plantemientos a la hora


de abordar los asentamientos fenicios en el sur de la Península Ibérica.

LA COLONIZACIÓN FENICIA Y LA FORMACIÓN DE LOS TERRITORIOS IBEROS

Los descubrimientos sobre la más temprana presencia fenicia en la Península


Ibérica a partir del siglo IX a. C obliga a replantear los tiempos y los modos de
contacto entre fenicios y autóctonos. En primer lugar ese contacto se produjo en
el II milenio a. C, en contextos del Bronce Final, y lo sabemos gracias ala
distribución de materiales arqueológicos tales como adornos personales, y
recipientes de ciertos alimentos , que se introdujeron en las relaciones de
intercambio. También cerámicas mediterráneas (1343-1305a. C) y cerámicas a
torno (150-920 a. C)

Las comunidades del Bronce Final del suereste, se interpretan como una sociedad
no igualitaria, donde hubo apropiación de espacios comunitarios por una élite, y
donde el artesanado estaba especializado pero no con dedicación a tiempo
completo, lo que quiere decir que la especialización del trabajo comienza a hacer
su aparición, pero aun no está asentada al completo.

Es cierto que tradicionalmente se han relacionado avances tecnológicos


autóctonos con la influencia fenicia, como por ejemplo la metalurgia del hierro, el
torno de alfarero, las edificaciones rectangulares etc. Estos casos los podemos
encontrar en la propia Granada, en asentamientos como el Cerro de los Infantes
en Pinos Puente o en el Albaicín de Granada. Estos cambios fueron posibles
gracias a los inicios de la especialización del trabajo. Esta especialización lleva
intrínseca una élite con tintes orientales, donde observamos diferencias sociales
en el consumo de ciertos alimentos en los rituales del banquete, demostrables por
la aparición de platos de engobe rojo con símbolos de prestigio.

Otro indicador de diferenciación social se observa en la adopción de modelos


arquitectónicos funerarios por parte de las élites autóctonas, reproduciendo el
modelo de tumba con pozo con camara lateral (Cerro de San Cristóbal).

También se observan en la difusión de nuevas téncias agrícolas, que conllevaron


un aumento de la producción y de excedente, provocando la aparición de
pequeños asentamientos en zonas con tierras fértil, siendo estos asentamientos
coetáneos a la consolidación de los oppida íberos.

Por supuesto, ese aumento de excedente plantearía un panorama idóneo para


más intercambios con los fenicios, dándose el particular caso del intercambio de
vino especiado por parte de los fenicios, por cerveza, documentada en Granada,
desde el siglo VIII a. C.

El contacto entre autóctonos y fenicios supuso una revolución, ya que aparte de


introducir nuevos alimentos y avances tecnológicos introdujo nuevas especies
animales como el gallus gallus domesticus.

Aunque el choque entre estas dos culturas plantea el debate de si hubo


transculturación o aculturación, a mi entender no se puede abogar por una plena
transculturación, puesto que las élites fenicias siempre se aprovecharon de las
élites autóctonas, por tanto no hubo un trasvase equitativo de cultura, aunque si
que hubo un trasvase recíproco, por lo que tampoco se puede abogar por una
aculturación, de esa forma se produjeron unas relaciones a caballo entre
transculturación y aculturación, en la que los fenicios salieron mejor parados, aa
la vez que significaron un gran desarrollo para las sociedades autóctonas.
LA ADHESIÓN DEL PODER FENICIO-PÚNICO EN EL IMPERIO ROMANO

Llegado el momento, los fenicios-púnicos logran el control comercial del Sur de la


Península Ibérica, pero no de forma impuesta como pudieron hacer en territorios
como Sicilia. En este marco de dominación fenicia, se comienza a vislumbrar en el
horizonte el problema romano, que poco a poco fue absorbiendo la fuerza de
Cártago en la Península Ibérica, principalmente con las Guerras Púnicas, aunque
de alguna manera el estrato fenicio se mantuvo con Roma.

Para explicar como es posible que tras la ocupación romana persistiera parte de la
identidad fenicia-púnica, hay que abordar los procesos de construcción y
deconstrucción identitaria. La aplicación de postulados postcoloniales abre un
abanico de posibilidades con respecto a este tema, pues rompen con la
concepción esencialista de las identidades y contribuyen a que se tengan en
cuentan realidades intermedias, la hibridación culutral y el papel jugado por los
agentes locales.

Es posible que tras la llegada de Roma a la Península Ibérica en el siglo III a. C. se


diera en las comunidades fenicio-púnicas un proceso de reelaboración identitaria,
relacionado proporcionalmente a su incorporación en las estructuras romanas.

Para explicar esta realidad, debemos ser consciente del largo tiempo que ya
habían permanecido los fenicios en la península antes del desembarco de Amílcar,
aunque claro está, ese desembarco plantea la idea de una intensificación de los
intereses económicos y la presencia cartaginesa durante los siglos IV y III a. C.
Esto no significa que las comunidades fenicias recibieran con los brazos abiertos a
Cartago. Las relaciones entre Gadir y Cartago podrían haber sido de rivalidad, ya
que los cartagineses pretendían controlar todo el comercio atlántico. Esto
tampoco quiere decir, que fuesen enemigos, puesto que hay testimonios que
cuentan como Cartago ayuda a Gadir contra ataques de pueblos autóctonos.
Para explicar esto hay que entender que las similitudes entre Fenicios y Púnicos
eran muy fuertes, pues compartían incontables tradiciones y cultos. Simplemente
los asentamientos fenicios del Sur de la Península Ibérica no tenían una
estructura estatal común, sino que eran mas autónomas, teniendo la gran
mayoría relación con Cartago, la cual si contaba con esa estructura estatal que le
daría una posición ventajosa en las relaciones de poder, legislando en nombre de
sus aliados, pero manteniendo las poleis de la costa andaluza su autonomía.

En el siglo IV a. C estas relaciones entre fenicios y púnicos comienzan a


debilitarse, pues esa tutela de Cartago acabó siendo una imposición . Este
contexto de tensión sería perfecto para la aparición de mecanismos de afirmación
identitaria, ya que tendemos a tomar conciencia de nuestra identidad en
momentos en el que la situación interpela a ella. En este aspecto, cuando dos o
mas grupos de humanos compiten entre sí, la identidad étnica adquiere una
fuerza inusitada.

Tras la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), Cartago debe volver a Africa para
defender sus intereses, momento que las comunidades fenicio-púnicas del sur de
la península aprovecharían para librarse de su tutela, prueba de ello es que a lo
largo del siglo III a. C. había en Gadir acuñaciones que aunque seguían la métrica
cartaginesa, introducen matices que marcan la diferencia con Cartago. Una vez
Amílcar normalizó la situación de África volvió a la Península Ibérica en el año
237 a. C.

De esta manera, cuando se inicia la Segunda Guerra Púncia, las comunidades


fenicio-púnicas de Iberia retiraron parte de su apoyo a Cartago, siendo prueba de
ello la rendición de Gadir a los romanos.

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Llegados a este punto, se entiende que las comunidades fenicio-púnicas dieron un
giro político hacía la órbita romana, adaptando e integrando sus élites en las
estructuras romanas, a la vez que se creaba un discurso identitario nuevo, de
manera que sus posiciones de hegemonía quedaran consolidadas dentro de las
estructuras romanas. Ese discurso identitario se centraría en la reescritura de
historias, leyendas y tradiciones de las comunidades fenicio-púnicas.

El resultado podría haber sido que la integración fenicio-púnica en el mundo


romano no estaría marcada por la imitación de ese mundo, si no que tal vez
podrían haber logrado otra forma de ser romano sin perder su esencia cultural.
Esto rompe sustancialmente con la concepción de la “romanización”, que ha sido
entendida como un trasvase cultural de del mundo romano al fenicio, pero no a la
inversa.

Esto último quedaría reflejado en un intenso carácter fenicio-púnico en la cultura


material de las comunidades fenicio-púnicas en el litoral meridional.
Asentamientos como Gadir, Malaca o Sexi no dejaron de ser fenicios, de hecho
durante las primeras centurias de dominación romana se mantuvo y la lengua y
escritura púnica, demostrando la importancia de estos asentamientos. De esta
forma, la construcción de esa nueva identidad no se opondría a la identidad
romana, si no que se integra en ella.

En última instancia hay pruebas que demuestran la importancia que Roma pudo
llegar a dar a estos asentamientos fenicio-púnicos, permitiendo el mantenimiento
de sus costumbres, cómo sería el caso en el que Julio Cesar da la ciudadanía
romana a los habitantes de Gadir en el año 49 a. C. Incluso queda demostrado a
través de la numismática, pues no es hasta época de Augusto cuando aparecen las
primeras leyendas latinas, manteniendo en el anverso la cabeza de Melqart.

Es pues irrefutable la importancia que tuvo la cultura fenicio-púnica en el


Mediterráneo Occidental, importancia que ha sido vapuleada u olvidada a lo largo
de los estudios que se han hecho sobre la Antigüedad, quedando como culturas
civilizadoras magnánimas la griega y la romana.

REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA DEL MUNDO PÚNICO OCCIDENTAL

A lo largo de este apartado se aborda las diferentes formas que se han empleado a
la hora de estudiar la cultura púnica occidental.

Uno de los principales problemas es incluir el mundo púnico dentro de la


Protohistoria, ya que a pesar de tener escritura, esta no esta definida
completamente, a esto hay que añadir la falta de textos originales, y la falta de
descubrimientos de monumentos púnicos espectaculares. Todo ello en conjunto
provoca que la cultura cartaginesa se quedara en el más profundo de los olvidos
durante mucho tiempo.

Si nos remontamos a la antigüedad, la historia de Cartago es la historia de un


pueblo vencido, aunque personajes como Aristóteles reconocían la importancia
de la constitución de Cartago, otro como Tácito engrandecían Cartago para mayor
gloria de la victoria de Roma sobre ella.

La historiografía de la Edad Media es débil y con poca base, debido al


teocentrismo y a la falta de autocrítica. En esta época se centran en los grandes
héroes y las grandes batallas.

San Agustín juega un papel fundamental en la difusión de la historia de Cartago,


con su obra Historia contra los paganos, donde Cartago es una fuerza negativa.

Mas tarde, en época moderna no varían los postulados medievales, puesto que
sigue acudiendo a las fuentes clásicas. Ejemplo claro fueron los estudios
sufragados por Carlos V, quien buscó en el Imperio Romano las raíces de su
propio imperio.

Durante los siglos XVII y XVIII, la historia se centra aún en hazañas bélicas y
tratados entre las potencias, aunque en el siglo XVIII aparece la Ilustración, que
pretendía reescribir la Historia desde postulados tradicionales. No obstante, es
cierto que la Historia se empieza a entender como una ciencia independiente.

Surgieron corrientes que abogaban por unos enfoques más sociales y políticos. La
historiografía de la ilustración negaba la figura del heróe o del salvador.

En el siglo XIX vino a sumarse el romanticismo, la búsqueda de lo original en una


sociedad decadente. De esta manera se empieza a descubrir la auténtica Cartago.
En este momento el norte de África se convirtió en uno de los destinos principales
por los estudiosos, atraidos por lo oscuro y lo primitivo del mundo púnico.

El problema del siglo XIX fue el interés en la extracción de piezas de valor para
grandes colecciones privadas, aunque en la mete de los exploradores siempre
pervivió el interés de recuperar Cartago con su fuerza y originalidad.

A todo esto hay que sumar que Cartago sufrió una perdida en su contenido
histórico al servir de cantera, como por ejemplo para la construcción de Túnez o
Kairouan.

Volviendo a los estudios sobre Cartago, fue en 1883 cuando se hizo un trabajo
arqueológico en la Ciudad, de manos de un cónsul danés llamado C.T Falbe. Su
trabajo propició nuevas iniciativas y en 1837 se crea la Sociedad para la
Exploración de Cartago, la cuál estaba bien planteada en el sentido de que querían
investigar todo lo que estuviera en su mano sobre Cartago, pero debido a la escasa
financiación de la que disponían, vieron correcta la venta de objetos excavados, lo
que supuso otra gran perdida de conocimiento histórico.

Dado que el misterio y el misticismo era un atractivo que atrajo a los


exploradores, la cultura púnica comenzaba a conocerse entre lo real y lo místico,
asumiendo que los métodos usados no seguían un método científico como tal. De
esta manera, siendo Túnez parte del Protectorado Francés, se mostró interés en
Cartago y en 1882 se funda el Protectorado Francés, donde desempeñó un papel
muy importante la orden de los Padres Blancos. Por otro lado también jugó un
papel fundamental el Servicio de Antigüedades. Ambos se preocuparon sobre todo
de escavar todas las tumbas que se encontraron, con una metodología basada en
la cuantía de lo encontrado, no en el contexto.

La Arqueología púnica tardaría algunos años más en dar importancia a la


cerámica, el urbanismo y la arquitectura, pues sobre todo lo que había primado
hasta el momento era un deseo de encontrar grandes monumentos.

Es el siglo XX es otro marco temporal importante para las excavaciones de


Cartago, ya que en la primera mitad del siglo XX hay varios episodios históricos
que atañen directamente sobre Cartago, como son las dos guerras mundiales o la
descolonización de África, aparte de una creciente tendencia antisemita en
Europa, que provocó que los marcos de estudio se centraran más en asuntos
locales.

Las décadas de los cuarenta y los cincuenta pasan sin novedades en los estudios
púnicos.. En los sesenta y setenta se hallan El Carambolo y la Necrópolis Laurita.
Se pusieron en marcha proyectos por la Unesco, en los puertos de Cartago y en la
Colina de Byrsa, antigua acrópolis de la Megalópolis.

Se organizaron los Seminarios Internaciones de Kerkouane, donde acudían


jovenes investigadores y estudiosos, y discutían sobre los problemas que
planteaban estas excavaciones.

En los últimos años, la disciplina púnica ha adquirido mas importancia, y está en


pleno auge, pues se organizan estudios interdisciplinares, aunque de carácter
local.

Aunque el futuro podría ser prometedor, los problemas radican en la falta de


coordinación de los diferentes proyectos, donde no se comparten los datos y los
estudios realizados a lo que hay que sumar la falta de presupuesto, y que el
periodo de ejecución de una intervención viene determinado por un agente
externo a la excavación.

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