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LA COSTA FENICIA Y LA
BASTETANIA
INTRODUCCIÓN
La interacción entre dos sociedades, como los fenicios y los grupos autóctonos,
que compartieron espacio y tiempo son objeto de estudio de numerosas
investigaciones que contemplan el fenómeno de la colonización europea hacia el
resto del mundo entre el siglo XVI y el XIX.
Las comunidades del Bronce Final del suereste, se interpretan como una sociedad
no igualitaria, donde hubo apropiación de espacios comunitarios por una élite, y
donde el artesanado estaba especializado pero no con dedicación a tiempo
completo, lo que quiere decir que la especialización del trabajo comienza a hacer
su aparición, pero aun no está asentada al completo.
Para explicar como es posible que tras la ocupación romana persistiera parte de la
identidad fenicia-púnica, hay que abordar los procesos de construcción y
deconstrucción identitaria. La aplicación de postulados postcoloniales abre un
abanico de posibilidades con respecto a este tema, pues rompen con la
concepción esencialista de las identidades y contribuyen a que se tengan en
cuentan realidades intermedias, la hibridación culutral y el papel jugado por los
agentes locales.
Para explicar esta realidad, debemos ser consciente del largo tiempo que ya
habían permanecido los fenicios en la península antes del desembarco de Amílcar,
aunque claro está, ese desembarco plantea la idea de una intensificación de los
intereses económicos y la presencia cartaginesa durante los siglos IV y III a. C.
Esto no significa que las comunidades fenicias recibieran con los brazos abiertos a
Cartago. Las relaciones entre Gadir y Cartago podrían haber sido de rivalidad, ya
que los cartagineses pretendían controlar todo el comercio atlántico. Esto
tampoco quiere decir, que fuesen enemigos, puesto que hay testimonios que
cuentan como Cartago ayuda a Gadir contra ataques de pueblos autóctonos.
Para explicar esto hay que entender que las similitudes entre Fenicios y Púnicos
eran muy fuertes, pues compartían incontables tradiciones y cultos. Simplemente
los asentamientos fenicios del Sur de la Península Ibérica no tenían una
estructura estatal común, sino que eran mas autónomas, teniendo la gran
mayoría relación con Cartago, la cual si contaba con esa estructura estatal que le
daría una posición ventajosa en las relaciones de poder, legislando en nombre de
sus aliados, pero manteniendo las poleis de la costa andaluza su autonomía.
Tras la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), Cartago debe volver a Africa para
defender sus intereses, momento que las comunidades fenicio-púnicas del sur de
la península aprovecharían para librarse de su tutela, prueba de ello es que a lo
largo del siglo III a. C. había en Gadir acuñaciones que aunque seguían la métrica
cartaginesa, introducen matices que marcan la diferencia con Cartago. Una vez
Amílcar normalizó la situación de África volvió a la Península Ibérica en el año
237 a. C.
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Llegados a este punto, se entiende que las comunidades fenicio-púnicas dieron un
giro político hacía la órbita romana, adaptando e integrando sus élites en las
estructuras romanas, a la vez que se creaba un discurso identitario nuevo, de
manera que sus posiciones de hegemonía quedaran consolidadas dentro de las
estructuras romanas. Ese discurso identitario se centraría en la reescritura de
historias, leyendas y tradiciones de las comunidades fenicio-púnicas.
En última instancia hay pruebas que demuestran la importancia que Roma pudo
llegar a dar a estos asentamientos fenicio-púnicos, permitiendo el mantenimiento
de sus costumbres, cómo sería el caso en el que Julio Cesar da la ciudadanía
romana a los habitantes de Gadir en el año 49 a. C. Incluso queda demostrado a
través de la numismática, pues no es hasta época de Augusto cuando aparecen las
primeras leyendas latinas, manteniendo en el anverso la cabeza de Melqart.
A lo largo de este apartado se aborda las diferentes formas que se han empleado a
la hora de estudiar la cultura púnica occidental.
Mas tarde, en época moderna no varían los postulados medievales, puesto que
sigue acudiendo a las fuentes clásicas. Ejemplo claro fueron los estudios
sufragados por Carlos V, quien buscó en el Imperio Romano las raíces de su
propio imperio.
Durante los siglos XVII y XVIII, la historia se centra aún en hazañas bélicas y
tratados entre las potencias, aunque en el siglo XVIII aparece la Ilustración, que
pretendía reescribir la Historia desde postulados tradicionales. No obstante, es
cierto que la Historia se empieza a entender como una ciencia independiente.
Surgieron corrientes que abogaban por unos enfoques más sociales y políticos. La
historiografía de la ilustración negaba la figura del heróe o del salvador.
El problema del siglo XIX fue el interés en la extracción de piezas de valor para
grandes colecciones privadas, aunque en la mete de los exploradores siempre
pervivió el interés de recuperar Cartago con su fuerza y originalidad.
A todo esto hay que sumar que Cartago sufrió una perdida en su contenido
histórico al servir de cantera, como por ejemplo para la construcción de Túnez o
Kairouan.
Volviendo a los estudios sobre Cartago, fue en 1883 cuando se hizo un trabajo
arqueológico en la Ciudad, de manos de un cónsul danés llamado C.T Falbe. Su
trabajo propició nuevas iniciativas y en 1837 se crea la Sociedad para la
Exploración de Cartago, la cuál estaba bien planteada en el sentido de que querían
investigar todo lo que estuviera en su mano sobre Cartago, pero debido a la escasa
financiación de la que disponían, vieron correcta la venta de objetos excavados, lo
que supuso otra gran perdida de conocimiento histórico.
Las décadas de los cuarenta y los cincuenta pasan sin novedades en los estudios
púnicos.. En los sesenta y setenta se hallan El Carambolo y la Necrópolis Laurita.
Se pusieron en marcha proyectos por la Unesco, en los puertos de Cartago y en la
Colina de Byrsa, antigua acrópolis de la Megalópolis.