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ANDRZEJ KRZANOWSKI

ESSAYS
ON ARCHAEOLOGY
AND ETHNOLOGY
OF PERUVIAN ANDES
SPIk»

ENSAYOS
SOBRE ARQUEOLOGÍA
Y ETNOLOGÍA
DE LOS ANDES PERUANOS

JA G IELLO N IA N U N IV E R SIT Y PRESS


The book has been financed by the Institute of Latin American Culture Foundation and by the Jagiellonian
University from the funds of the Faculty of International and Political Studies

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Jadwiga Burek

Front cover: author in the ruins of Quillahuaca (Oyón) in 1972

Unless otherwise specified, all illustrations by Andrzej Krzanowski

© Copyright by Andrzej Krzanowski & Wydawnictwo Uniwersytetu Jagiellońskiego


Wydanie I, Kraków 2016
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ISBN 978-83-233-4196-3
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CONTENTS/CONTENIDO

Andrzej Krzanowski: 40 years o f investigations in the Andes ( 1 9 7 2 - 2 0 1 2 ) ...................... 7

Andrzej Krzanowski: 40 años de la investigación en los Andes ( 1 9 7 2 - 2 0 1 2 ) .................. 11

Andrzej Krzanowski: A rchaeological investigations in the upper Huaura basin


(C entral P eru )...................................................................................................................................... 15

Andrzej Krzanowski: Yuraccama. The settlem ent com plex in the Alto Chicam a
region (N orthern P e ru )................................................................................................................... 55

Andrzej Krzanowski: Ecología de asentam ientos tempranos en los Andes


septentrionales del P e rú .................................................................................................................. 85

Andrzej Krzanowski and M aciej Pawlikowski: N orth Peruvian ceram ics in the aspect
o f petrographic a n aly sis.................................................................................................................. 105

Andrzej Krzanowski y Krzysztof Tunia: Cerám ica prehispánica tardía de Cayash


(prov. Oyón, dep. L im a ).................................................................................................................. 147

Andrzej Krzanowski: Influencia Inca en los valles de Huaura y C hancay.......................... 159

Andrzej Krzanowski: Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa


Central del Perú.................................................................................................................................. 183

Andrzej Krzanowski y Jan Szemiñski: La toponim ia indígena en la cuenca


del río C hicam a (P e rú ).................................................................................................................... 209

Rom a Krzanowska y Andrzej Krzanowski: Alfarería popular de Caulimalca


en el valle Alto Chicam a, sierra norte del P erú ...................................................................... 245

Andrzej Krzanowski: Cam bio y perm anencia en el patrón de asentam iento rural
en la cuenca de Checras, P e rú ...................................................................................................... 275

Rom a Krzanowska y Andrzej Krzanowski: Agricultura tradicional andina


en la cuenca del río Checras (P e rú )............................................................................................ 283
Andrzej Krzanowski

SITIOS AMURALLADOS O FORTALEZAS CHANCAY


EN LA COSTA CENTRAL DEL PERÚ-

El Período Intermedio Tardío (100 0 -1 4 5 0 d.C.) es considerado unánimemente por


los investigadores del Perú precolombino el período de la desintegración política y el
incremento de conflictos locales y guerras endémicas (p. ej. Conlee et al. 2004; Lum­
breras 1999; Moseley 2001). Esto demuestra una gran importancia que le concedían
a la seguridad, lo que se manifestaba en la difusión de distintas construcciones de
carácter defensivo. Sin embargo, el caso de la cultura Chancay que se desarrolló en
aquella época en la costa central peruana (valles de Chancay y Huaura y parcialmente
de Chillón y Supe) parece romper con este esquema. En primer lugar los asentamien­
tos de la cultura Chancay no tenían carácter defensivo. La población de esta cultura
no defendía sus asentamientos ni ciudades, ni siquiera los situaba en los lugares que
por su ubicación pudieran considerarse defensivos, ni tampoco levantaba construc­
ciones que facilitaran su defensa (Krzanowski 1991).
El hecho de que la gente de Chancay no construyera poblados fortificados y sus
asentamientos tenían un carácter abierto resulta ser desconcertante dado que en las
cuencas altas de los ríos Huaura y Chancay dominaba en aquel tiempo un modelo
totalmente distinto. Por ejemplo, casi todos los asentamientos de la cultura Cayash
tenían carácter defensivo (Krzanowski 1986, 1988). Construían allí poblados alta­
mente fortificados, situados en cumbres y crestas, protegidos además por un sistema
cerrado de construcción en altas terrazas, con trincheras y murallas. Independiente­
mente construían atalayas y fortalezas-refugios.
Hasta ahora no se ha abordado la cuestión de la defensa con respecto a la cultura
Chancay*1. El único sitio conocido, mencionado en este contexto fue Acaray (H U -56).
Únicamente tras haber llevado a cabo un reconocimiento detallado en los valles de

* Fuente: A. Krzanowski, Kultura Chancay: środkowe wybrzeże Peru u schyłku epoki prekolumbijskiej
(X -X V I w.), Kraków-Warszawa 2009. Es la versión corregida y aumentada del capítulo 5 del libro.
1 P. ej. P. Van Dalen Luna (2004) en el resumen sobre la arqueología del período tardío en el valle
de Chancay enumera distintas categorías de los sitios de la cultura Chancay, sin embargo no hay entre
ellas fortificaciones.
184 Andrzej Krzanowski

Huaura y Chancay, respaldado por una análisis de fotografías aéreas y satelitales, fui
capaz de identificar una serie de sitios de carácter defensivo que, o antes permanecían
desconocidos o no se los vinculaba a la cultura Chancay (Fig. 1).
En términos generales, fueron considerados como tales los sitios amurallados de
cumbres. No obstante hay que dejar claro que la función de este tipo de sitios, por
otro lado conocidos de otras regiones de Perú, no es un asunto evidente. Por una
parte, poseen una construcción y localización de valores “defensivos”, pero por otra,
muchas características que cuestionan este propósito. Últimamente esta cuestión se
ha convertido en el tema de polémica entre los arqueólogos andinos. Hasta ahora no
han llegado a un acuerdo, por lo consiguiente, merece la pena aportar argumentos
a favor y en contra de la función defensiva de tales sitios.
El debate consiste esencialmente en como comprender e interpretar conflictos
y guerras andinas de los tiempos prehispánicos, o sea, en el contexto de las fuentes
arqueológicas. Se sabe que el imperio Inca disponía de un ejército poderoso apoyado
por una compleja infraestructura militar: caminos, almacenes, fortalezas (D’A ltroy
2002; Hyslop 1984; Raffino 1981). En las crónicas españolas que describen la his­
toria de los Incas se menciona también que antes de la fundación del imperio hubo
una época de frecuentes guerras y batallas entre los habitantes de los valles e incluso
entre los pueblos vecinos (Cieza de León 1984 [1553]: p. II, cap. IV; Garcilaso de la
Vega 1976 [1609]: 121 -1 2 3 ; Guarnan Poma 1980 [1613]: 52). No obstante, la cuestión
de las fortalezas incaicas (llamadas pucaras) no está del todo clara. El ejemplo más
espectacular puede ser Sacsayhuamán cerca de Cuzco, considerado la mayor forta­
leza de los Incas. Hoy en día hay cada vez más investigadores que opinan que esta
impresionante construcción fue erigida como un templo, y no una fortaleza, aunque
en ciertas circunstancias puede que cumpliera este papel (D ’A ltroy 2002: 121-124;
Gasparini, Margolies 1977: 2 9 1 -3 0 0 ; McEwan 2006: 76; Rostworowski 1988: 60).
Los sitios rodeados de murallas, por tanto, con una probable función defensiva,
aparecen a finales del Horizonte Temprano. Por consiguiente, todo eso demuestra
que la guerra fue un elemento constante en la vida de las sociedades andinas desde
por lo menos I milenio a.C. Sin embargo, un gran número de arqueólogos cuestiona
las funciones defensivas de tales sitios considerando que tienen carácter simbólico-
-religioso (p. ej. Parsons, Hastings, Matos 2000: 167; Topic, Topic 1997a, 1997b). Se
señala aquí un fuerte aspecto religioso de la guerra sobre lo que tenemos suficientes
informaciones con respecto a los Incas (p. ej. Szemiński, Ziółkowski 2006: 188-205;
Ziółkowski 1997: 215 y sig.), pero también en lo que se refiere a los períodos más
tempranos. El carácter ritual de la guerra se refleja por ejemplo en la iconografía de
las culturas costeñas Moche y Nazca. Las escenas de batallas presentes en la cerámica
muestran que se trata aquí más bien de batallas rituales de los grupos seleccionados
específicamente para este propósito, y no de las verdaderas batallas entre numerosos
grupos de enemigos (p. ej. Bawden 1996; Hocquenghem 1987). La probabilidad de
esta interpretación parecen confirmar también numerosos informes etnográficos acer­
ca de la práctica, entre las comunidades campesinas de los pueblos quechuas, de las
batallas rituales llamadas tinkus (Hartmann 1972; Platt 1987; Urton 1993), durante
Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa Central del Perú 185

las cuales pudo tener lugar la conquista de las fortalezas, frecuentemente construidas
para este fin (Topic, Topic 1997a: 578). El objetivo ritual fue asegurar la fertilidad de
la tierra rociada con la sangre de los guerreros, pero asimismo es significativo el as­
pecto social que unía a los participantes dentro de las márgenes de una comunidad.
Sin embargo, a menudo en una rivalidad directa de las comunidades o sus parcia­
lidades se resolvían conflictos por tierra o pertenencias. La consecuencia del desa­
rrollo de esta tesis es aceptar que muchos de los sitios “fortificados” pudieron haber
sido erigidos con el fin de organizar combates rituales, por lo consiguiente, servían
como templos o sitios para ejercer prácticas rituales, y no para defender poblados
o territorios.
186 Andrzej Krzanowski

Los propagadores más destacados de esta tesis son John Topic y Theresa Topic
(1 9 8 7 ,1997a, 1997b). También esgrimen numerosos argumentos relacionados prin­
cipalmente con la misma construcción de las “fortalezas”, cuyo objetivo es desbaratar
su función militar. Los más importantes son los siguientes:
a) la localización a una distancia considerable de los poblados, lo que signifi­
ca que los campos y las moradas junto con los bienes estaban expuestos a la
merced de los agresores sin posibilidad de su protección p. ej. a través de los
ataques desde la fortaleza;
b) la falta del fuente del agua en el interior lo que significa que en el caso de un
asedio se pudo haber sobrevivido máximo unos días;
c) en las murallas que rodean los asedios se hallan frecuentemente unas cuantas
entradas lo que no habría facilitado la defensa; asimismo, se conocen los casos
que indican que las puertas se cerraban por fuera (p. ej. Chankillo);
d) en repetidas ocasiones las murallas no rodean completamente la colina, sino
dejan una parte sin defensa contra el enemigo;
e) en varias murallas faltan parapetos (o existen solamente en tramos cortos), es
decir, construcciones que garantizan protección a los defensores y permiten
la observación del baluarte; en la mayoría de los casos las murallas son de­
masiado estrechas como para poder desplazarse por su parte superior;
f ) la falta de restos de armas y piedras que pudieron ser utilizadas como proyec­
tiles de hondas;
g) adentro no se encuentran huellas de cualquier presencia humana (o bien son
muy escasas).
J. Topic y T. Topic (1987) dicen que la misma localización encima de una loma
y el hecho de haber rodeado el terreno con unas cuantas murallas no son suficientes
como para poder reconocer que un sitio funcionaba como fortaleza. Enumeran otras
condiciones que se tienen que cumplir para poder confirmar su carácter defensi­
vo. Así como, parapetos en las murallas o terraplenes, trincheras y piedras para las
hondas. En consecuencia, si aceptan criterios tan severos junto con la hipótesis de la
frecuencia del hábito de batallas rituales, quiere decir que consideran que la mayoría
de los sitios de este tipo tenía funciones ceremoniales2.
La opinión totalmente opuesta a la presentada por J. Topic y T. Topic manifiestan
Elizabeth Arkush y Charles Stanish (2005). Apoyándose en numerosos ejemplos de
otras partes del mundo les acusan de un punto de vista demasiado “eurocéntrico”, sin
tomar en cuenta una diferente técnica bélica y criterios defensivos de las sociedades
primitivas o antiguas como es el caso de los pueblos andinos. La siguiente cita pre­
senta sus ideas:

Andean states, for all their impressive accomplishments, had military technology very different
from European and Near Eastern types because o f the lack of professional standing armies,
draft animals, and heavy wheeled armaments [...]. In addition, small-scale, decentralized so­
cieties and regional chiefdoms flourished before the emergence o f Andean states and in the

2 Fíjese también en el comentario de T. Topic al artículo de E. Arkush y Ch. Stanish en Current


Anthropology (2005).
Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa Central del Perú 187

spatial and temporal interstices between them. In these nonstate contexts (as elsewhere in the
world) we should expect that war parties would have been smaller, defenses less impressive,
and attacks more likely aimed at raiding, harassment, or the capture of prisoners and trophies
rather than the conquest o f territory and subjects [...]. This does not mean that warfare in the
Andes involved low casualties or low stakes. However, fortifications did not need to look like
Old World citadels to be effective. Cross-cultural ethnographic and historical sources demon­
strate repeatedly that smaller and less impregnable defenses like those seen in many parts o f the
pre-Hispanic Andes were used in similar premodern contexts around the world. By and large,
these sites were perfectly defensible in their social context. Many o f the criteria used to argue
against military functions o f settlements in the Andes and elsewhere are incorrect when com­
pared with ethnographic and historical data from organizationally and technologically similar
societies (Arkush, Stanish 2005: 7).

En su artículo se muestran críticos con la mayoría de los argumentos de los Topic.


Señalan que en los sitios que están rodeados de murallas incompletas, suelen faltar
partes de murallas del lado que está protegido de forma natural (p. ej. precipicio), por
lo mismo, no se puede cuestionar la función defensiva. Lo que se refiere a la falta de
parapetos se citan varios ejemplos etnográficos del uso de empalizadas para proteger
las aldeas (p. ej. en la Amazonia) que también son conocidas de los poblados preco­
lombinos de la América del Norte y los neolíticos de Europa. Igualmente que las mu­
rallas sin parapetos, ellas tampoco aseguraban una buena visibilidad para lanzar pro­
yectiles. Su papel consistía sobre todo en bloquear el acceso al poblado asegurando la
protección contra un inesperado ataque. Los parapetos o plataformas para disparar
podían ser construidas únicamente en lugares descubiertos o expuestos al ataque.
La existencia de las múltiples entradas no cuestiona la función defensiva del sitio.
E. Arkush y Ch. Stanish creen que su papel consistía en asegurar a los defensores la
posibilidad de atacar o escapar. Las entradas solían ser estrechas, fáciles de ser rápi­
damente bloqueadas, por eso su existencia no favorecía mucho a los agresores. Para
apoyar esta tesis se mencionan, entre otras cosas, ejemplos de las antiguas fortalezas
de este tipo en la cuenca del Mediterráneo.
La ubicación lejos de los poblados y la falta de los vestigios de presencia humana
les parecen lógicas, siempre y cuando se los considere como refugios, utilizados sólo
en el momento de peligro. Su objetivo no era defender campos u hogares, sino per­
sonas y animales.
La falta de fuentes de agua interiores es una característica común para la mayoría
de los sitios fortificados de los Andes. Esta situación debió de ser particularmente
difícil para los defensores de la costa, ya que es una región que prácticamente care­
ce de precipitaciones. De todos modos, la falta del agua habría sido crucial solo en
caso de un asedio duradero. Pero por lo visto, casos como este eran excepcionales. De
la historia de los Incas que disponían de un notable ejército y una compleja logística
(almacenes, caminos) conocemos apenas cinco episodios de este tipo durante toda
la campaña de la conquista de los Andes, de los que sólo uno ocurrió en la costa3. En

3 Se trata de la conquista de Topa Inca del señorío Guarco en el valle de Cañete (Rostworowski
1980).
188 Andrzej Krzanowski

el Período Intermedio Tardío, cuando existían muchos señoríos, parece aún menos
probable que los mismos estuvieran dispuestos a este tipo de operaciones. E. Arkush
y Ch. Stanish (2005: 9 -1 0 ) proporcionan ejemplos (entre otros de Nueva Zelanda,
Indonesia y Nueva Guinea) que muestran que si no se trataba de un país centralizado
con una logística desarrollada, no se acudía a los asedios, y las fortalezas o poblados
defensivos sin fuentes de agua o sus depósitos eran comunes.
En general, no es posible negar la función defensiva de los sitios amurallados. Lo
que no significa que no se pueda reconocer que cumplieran funciones ceremoniales
o incluso funcionaran como templos. Ambas funciones no necesariamente se exclu­
yen, lo que muestran numerosos ejemplos de diferentes épocas y partes del mundo.
Eso quiere decir que al interpretar los sitios como estos deberíamos tomar en consi­
deración las dos funciones4.
Según lo mencionado más arriba en relación al área de investigación, a la cate­
goría de los sitios de carácter defensivo han sido incluidos todos los sitios situados
encima de los cerros y rodeados de murallas. Ninguno de ellos es un poblado, ni
tiene rastros de cualquier presencia humana, excepto uno (Acaray). Han decidido
aplicarles funciones defensivas, ya que son las únicas construcciones que pudieron
haberlas desempeñado. Optar por la tesis de que son los asentamientos exclusiva
o principalmente de carácter ceremonial, significaría en consecuencia considerar de
que la gente de la cultura Chancay no prestaba atención a la defensa, lo que parece
muy poco probable para esta época y región.
Según mi punto de vista, los Chancay no subestimaban la amenaza militar, pero
solucionaban las cuestiones de seguridad de otra manera que sus vecinos de la sierra.
En vez de fortalecer los poblados construían en su proximidad distintos tipos de
construcciones defensivas. Basándome en el análisis de una serie de establecimientos
defensivos que he podido identificar en la región, propongo clasificarlos en tres clases
principales. Es decir, ciudadelas, fortalezas y atalayas. Cada uno se caracterizaba por
distinta construcción y desempeñaba un papel diferente en el sistema defensivo de
los valles.

C IU D A D ELA S

La verdad es que en el área central del dominio Chancay solo un sitio se puede cla­
sificar como ciudadela - Acaray (HU-56) en el valle de Huaura. Es conocido desde
hace tiempo, inicialmente como Fortaleza de Huaura (Horkheimer 1965: 42; Ruiz
Estrada, Torero 1978). A partir de 2004 el asentamiento de Acaray es investigado por
Margaret Brown de University of Illinois, sin embargo los resultados de su trabajo no

4 La posibilidad de que los sitios amurallados tuvieran carácter ceremonial y al mismo tiempo
defensivo la aceptan tanto E. Arkush y Ch. Stanish como J. Topic y T. Topic.
Fig. 2. Vista aérea de la ciudadela Acaray (HU-56) desde el noreste. Foto Google Earth

Fig. 3. Plano de la ciudadela Acaray (HU-56) a base de imágenes satelitales.


El color gris marca campos de cultivo
190 Andrzej Krzanowski

están publicados y estoy familiarizado exclusivamente con noticias lacónicas (Brown


Vega 2007) y un informe de la primera temporada5.
El sitio está situado encima de una loma alargada que entra en forma de un cabo
entre los campos de cultivo localizados en la orilla derecha del río Huaura. La ciuda-
dela domina ligeramente el valle (unos 50 m), pero su localización garantiza una vista
extensa tanto aguas arriba como en dirección del océano (Fig. 2). Las construcciones
ocupan las culminaciones del cabo, formando una clara división en tres sectores,
de los cuales cada uno está rodeado por una muralla. Están marcados en el plano
(Fig. 3) con las letras A, B y C6.
El sector A, ubicado en la parte occidental del asentamiento está rodeado de dos
murallas. El exterior, m ejor conservado, mide unos 550 metros de longitud y rodea el
área de 1,5 ha. Por el lado exterior, desde noroeste, junto a la muralla fue construido
un edificio compuesto por unas piezas. La muralla principal tiene grosor de 1 -2 m
y su altura alcanza en algunos sitios 2,5 m. Está construido con piedras sin labrar que
forman la fachada y el relleno está compuesto por el barro con piedritas, ladrillos
adobe y restos de plantas. Otras murallas de este sitio están construidas de manera
similar.
La muralla interior no rodea toda la colina, ya que en su parte occidental y austral
se une con los afloramientos rocosos que constituyen su natural prolongación. En la
parte superior se encuentra una construcción cuadrangular con una plaza cercada.
Asimismo en la parte occidental se pueden ver ruinas de edificios.
El sector B está formado por tres concéntricas murallas que rodean la cumbre
(Fig. 4). Es la parte más compleja, probablemente la parte principal de la ciudadela.
La muralla exterior de longitud de unos 700 m rodea el área de 3 ha.
Por el lado occidental está construida junto a la muralla una estructura cuadri­
lateral. En el noroeste se ven huellas de edificaciones a decenas de metros de la mu­
ralla. En el espacio entre la muralla exterior y central también hay una construcción
cuadrilateral.
Las dos siguientes murallas - central e interior rodean el cerro de manera concén­
trica. En la muralla interior que rodea sólo la cumbre del cerro, en una parte se ve el
parapeto. En la cumbre hay una construcción grande, pero arruinada que en el pasado
debió haber medido unos metros de altura. M. Brown encontró en su interior una
gran cantidad de guijarros probablemente usados como proyectiles (Brown Enrile,
Rivas Panduro 2004:17).
El sector C es una zona rodeada por una sola muralla, está construido junto al
sector B compartiendo con él la muralla exterior. La longitud de la muralla (junto con
el tramo común) es de unos 500 m y la superficie rodeada mide unos 1,5 ha. Se hallan
aquí ruinas de varios edificios asi como de plataformas.

5 Gracias a la cortesía de Margaret Brown he tenido oportunidad de conocer el informe preparado


para el Instituto Nacional de Cultura del Perú (Brown Enrile, Rivas Panduro 2004).
6 El plano más detallado de Acaray lo ha hecho el equipo de M. Brown. Contiene una serie de
objetos invisibles en la imagen satelital en la que se basa mi croquis. Sin embargo, también aquí se
pueden ver los elementos más destacados que son parte de este sitio.
Fig. 4. Vista a las tres murallas de la ciudadela Acaray (sector B)

Fig. 5. Plano de la ciudadela Collique a base de imágenes satelitales


192 Andrzej Krzanowski

En todos los sectores, aunque menos en el B, se puede observar en la superficie


los restos que demuestran que el terreno antiguamente estaba poblado: fragmentos
de cerámica, herramientas de piedra, fragmentos de conchas, telas, etc. M. Brown
que documentó numerosas huellas de asentamiento humano (murallas, terrazas,
basureros) en las laderas, detrás de las murallas, considera que allí se encontraban
las principales concentraciones de la población (Brown Enrile, Rivas Panduro 2004:
1 0 -1 3 ,2 5 ).
Existen numerosos elementos que señalan que Acaray fue construido con el fin
de cumplir el papel defensivo. Lo demuestra la distribución de los edificios, pero
también el hecho de haber construido los parapetos en la muralla más elevada del
sector B, y la existencia del depósito de guijarros-proyectiles encontrados en el lugar.
M. Brown informa también que en otras partes de la ciudadela y en las laderas encon­
tró sueltos guijarros. Asimismo, se puede notar que las murallas fueron arregladas
en algunos lugares, probablemente como consecuencia de los daños causados por
alguna guerra. Igualmente, en el cementerio cercano M. Brown encontró numerosas
calaveras que presentaban señales de daños que pudieron haber sido resultado de
alguna batalla (Brown Enrile, Rivas Panduro 200 4 :2 5 ).
Con respecto al fechado de Acaray no hay duda de que fue construido y habitado
principalmente en el Período Intermedio Tardío. Hay abundancia de cerámica de la
cultura Chancay tanto en estilo Lauri/Quillahuaca como en blanco y negro. Además
Brown informa que ha encontrado algunas piezas de cerámica de los finales del Ho­
rizonte Medio y Horizonte Temprano. Éstas se encontraban en el relleno de las mu­
rallas lo que puede significar que Acaray fue levantado en el asentamiento temprano
o el material de construcción fue traído de otro lugar. No obstante, basándose en 10
análisis de radiocarbono M. Brown cree que Acaray fue habitado en el Horizonte
Temprano y en el Período Intermedio Tardío7. Entonces, quizás las primeras cons­
trucciones defensivas pueden tener sus raíces tempranas.
En el valle de Huaura, el sitio Acaray resulta ser el único en su especie. Tampoco
existe uno parecido en el valle de Chancay. Sin embargo, los asentamientos parecidos
a Acaray se pueden encontrar en los valles vecinos. Son Chimucapac en el valle de
Supe y Colique en el valle de Chillón. El primero es considerado el sitio del Horizonte
Medio, pero únicamente a base del material obtenido por M. Uhle en 1925 del pobla­
do y del cementerio situado a los pies del cerro fortificado (Menzel 1 9 7 7 :2 9 -3 6 ; Uhle
1925). En la misma ciudadela, hasta donde yo sé, no se realizaban, ni entonces ni más
tarde, ningunos estudios. Me parece poco probable que pueda ser cronológicamente
más tardío de lo que se considera en actualidad. Al igual que en Acaray disponemos
aquí de dos culminaciones de cerros, una próxima a la otra, rodeadas de triples con­
céntricas murallas cada una. Además, todo está rodeado por una cuarta muralla de

7 Se menciona el tema en el resumen de la conferencia, sin entrar en detalles sobre el contexto de


las fechas (Brown Vega 2007).
Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa Central del Perú 193

unos 2 km de longitud que abarca el área de unos 22 ha8. Entre las murallas se sitúan
edificaciones de diferentes tamaños.
En lo que se refiere a la ciudadela Collique no hay dudas de que fue utilizada
en el Período Intermedio Tardío, y luego también por los mismos Incas, lo que de­
muestra el abundante material monumental en la superficie (Dillehay 1977: 400).
El sitio de Collique está compuesto por un cerro rodeado de unas cuantas murallas,
entre las que dos están casi completas y las otras (¿dos?) sólo parcialmente conserva­
das (Fig. 5)9. En la cumbre, pero también en el espacio entre las murallas superiores
se hallan numerosas construcciones de carácter residencial y de almacenamiento,
y también plazas101. El conjunto ocupa el área de 12,5 ha.
Si comparamos estos tres sitios de los valles de Huaura, Supe y Chillón, nos damos
cuenta de que tienen muchas similitudes, presentando un modelo común. Eso quiere
decir que Acaray no es nada excepcional, sino que pertenece al grupo de sitios, deno­
minados aquí ciudadelas, las que existían también en otros valles de la costa peruana
en el Período Intermedio Tardío. Los rasgos comunes son, primero, la localización
encima de un cerro lo que permite dominar visualmente casi todo el valle y asegura
vistas panorámicas. La localización preferida es un cerro no muy alto, situado en el
centro del valle, en la cercanía de los regadíos. Por otra parte, una construcción com ­
pleja, compuesta por unas cuantas murallas que rodean la cumbre del cerro, y nume­
rosas edificaciones dentro, y a veces fuera del recinto. Finalmente, estaban habitadas
de forma permanente, lo que demuestran los basurales.
Las ciudadelas desempeñaban seguramente funciones no sólo, o tal vez no sobre
todo defensivas. Probablemente eran las sedes fortificadas de los soberanos locales11.
De las fuentes etnohistóricas resulta que la ciudadela de Collique pudo haber sido la
sede del soberano del señorío Colli que ocupaba casi todo el valle de Chillón (Dille-
hay 1977: 400; Rostworowski 1970: 1 4 -1 6 , 1977: 4 8 -5 0 ; 1988: 7 8 -7 9 ). En lo que se
refiere a Acaray y Chimucapac desafortunadamente no tenemos ningunas informa­
ciones en las fuentes etnohistóricas.
Para apoyar esta tesis hay que servirse del ejemplo del sitio Cerro Arena de la
costa norte (Lambayeque). Data del Período Intermedio Tardío y está vinculado
a la cultura Chimú. Tiene rasgos que permiten incluirlo sin duda alguna en la cate­
goría de las ciudadelas, destacada aquí para la costa central. Está situado en un cerro,

8 Valores aproximados porque se conservaron sólo tres segmentos de la muralla que parecen
constituir más de la mitad de su longitud original.
9 Se conoce el croquis de este sitio, diseñado en el siglo XIX por G. Squier. Se ven en él tres murallas
que rodean toda la cumbre del cerro, y dos adicionales, que parcialmente limitan el acceso desde el
noroeste (Squier 1877: 88).
10 En el croquis detallado hecho en 1969 por F. Engel (1987:153) se puede notar lo espesa y compleja
que era la construcción entre murallas. Desafortunadamente, la reproducción de su croquis que está
en su libro es de tan mala calidad que he decidido adjuntar mi propio, simplificado croquis de este
asentamiento.
11 Una tesis de este tipo la planteó Julio C. Tello reflexionando sobre la función de la ciudadela de
Cerro Sechín en el valle de Casma. Entre otros ejemplos, enumeró también Collique y Chimucapac
(Tello 1956: 87).
194 Andrzej Krzanowski

entre los campos de cultivo, rodeado de cuatro murallas concéntricas, se encuentran


aquí numerosas edificaciones y basureros. A. Figueroa y E Hayashida (2004) en su
informe preliminar sobre las investigaciones de este sitio expresan varias dudas en lo
que se refiere a su carácter exclusivamente defensivo. El hecho de que el cerro no esté
bien fortificado de todos sus lados, que le falten torres u otras construcciones en las
murallas que pudieran haber facilitado la defensa y de que no se hayan encontrado
ni proyectiles ni elementos de cualquier tipo de arma niega la función defensiva del
sitio. Según su opinión fue el centro administrativo relacionado con la vigilancia de
la actividad agrícola en el valle. La localización encima de un cerro iba a asegurar el
control visual de las tareas campestres y del uso de los canales de riego. Las murallas,
no sólo iban a limitar el acceso, sino también hacer de la ciudadela un lugar fácil de
distinguir desde lejos. El carácter de las edificaciones y el hallazgo de objetos peculia­
res en los sitios cercanos (p. ej. de metal, o nácar) puede sugerir que en Cerro Arena
vivió un grupo de élite local que tenía el control o poder sobre los habitantes (Figue­
roa, Hayashida 2004: 36 9 -3 7 0 ).
Resumiendo lo dicho anteriormente, parece justificada la conclusión de que la
ciudadela Acaray en el valle de Huaura fue una sede fortificada de algún soberano
local. En caso de que él mismo no viviera aquí de forma permanente, sino sus repre­
sentantes, la fortaleza representaba, gracias a su magnitud y una localización estraté­
gica, un símbolo incuestionable de su poder sobre el valle. Sin duda, su localización
hacía posible el control visual de cualquier actividad en un territorio considerable del
valle, incluyendo la mayoría de los campos irrigados en aquel tiempo. Frente a una
amenaza, fue posible defenderse, asegurando también refugio a la población vecina
junto con sus pertenencias.

FO RTALEZAS

Bajo el nombre de la fortaleza han agrupado sitios situados en los cerros rodeados
de murallas concéntricas. Por lo tanto, desde el punto de vista arquitectónico se pa­
recen a las ciudadelas, no obstante, hay algunas características que las distinguen.
Sobre todo, no están presentes restos de edificios o son escasos. Por lo consiguiente,
los espacios entre murallas mayormente están vacíos. El segundo rasgo significativo
es la falta de huellas de una estancia permanente. Generalmente, en las fortalezas no
encontramos casi nunca el material mueble arqueológico, lo que dificulta de manera
significativa la posibilidad de determinar la edad de estos sitios. Según parece, mu­
chos de ellos pudieron ser construidos en el Período Intermedio Temprano u Ho­
rizonte Medio, pero más tarde fueron utilizadas por comunidades locales hasta los
tiempos de los Incas12. Lo que puede ser resultado del hecho de que en cada valle

12 Con respecto a la edad de las fortalezas en el valle de Cañete M. Rostworowski comparte esta
idea (1981:163).
Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa Central del Perú 195

Fig. 6. Vista aérea de la fortaleza Cerro Colorado (HU-1) desde el suroeste. Foto Google Earth

existía una cantidad limitada de sitios estratégicamente importantes, y que las mane­
ras de hacer la guerra no cambiaron tanto como para que las fortificaciones antiguas
perdieran su valor.
Así como en las ciudadelas, también en las murallas de las fortalezas hay algu­
nas entradas, situadas a veces de una forma que sugiere la intención de dificultar el
acceso. Las murallas, casi sin excepción, están construidas de piedras sin labrar y su
construcción no se distingue de la descrita en caso de Acaray.
Tomando en cuenta la importancia de la localización y del tamaño destacan tres
fortalezas situadas a orillas del océano. En el valle de Huaura es Cerro Colorado (H U -1)
localizado en el extremo austral (izquierdo) del valle, a unos 3,5 km del Pacífico. De
aquí hay vistas panorámicas a la desembocadura del río y a toda parte costeña del
valle Huaura (Fig. 6). La fortaleza está compuesta por tres murallas concéntricas. En
la muralla exterior, de unos 690 m de longitud, la entrada principal está situada en
el lado sur-este, y las otras dos, probablemente en el lado norte. En el interior se ven
contornos de dos edificios. Las murallas, central y superior no están construidas de
forma continua, ya que fueron utilizadas naturales afloramientos rocosos. En la cum ­
bre se ven contornos de algunas edificaciones, incluyendo una redonda en la línea de
la muralla (Fig. 7). Todo sitio ocupa el terreno de 3,5 ha.
Al mismo tipo de fortalezas pertenece el sitio Cerro Pasamayo (CH -3) en el valle
de Chancay. Así como el anterior, éste también está localizado en el extremo austral
196 Andrzej Krzanowski

Fig. 7. Plano de la fortaleza Cerro Colorado (HU-1) a base de imágenes satelitales

(izquierdo) del valle, a unos 3,5 km del Pacífico. Ocupa una colina bastante baja que
penetra las tierras de cultivo. De aquí hay vistas panorámicas tanto hacia arriba del
valle como hacia la desembocadura del río y las orillas del océano (Fig. 8). El cerro
está totalmente rodeado de dos concéntricas murallas, de las que la superior llega
a medir 2 m de grosor. La parte superior fue dividida en dos partes con una muralla
de un pasadizo en zigzag. A los pies del cerro hay una tercera muralla, hoy en día
conservada en casi la mitad de su longitud. En el norte y este se ven contornos de dos
edificios cercanos a la muralla exterior (Fig. 9). La superficie rodeada por la muralla
es de unos 15,6 ha.
El tercer ejemplo es la fortaleza Cerro de San Pedro (CH -7) situada en las cerca­
nías del pueblo de Ancón, en la zona entre los valles de Chancay y Chillón. Es la que
está situada más cerca del océano (1,2 km), en un cerro, próximo al enorme cemen­
terio de Ancón. La constituyen tres concéntricas murallas, de las que la exterior rodea
el terreno de unos 1,4 ha. Más abajo se puede ver otra muralla que puede que fuera
la cuarta que rodeaba el cerro (es visible en un poco más de la mitad de su probable
longitud). No hay ningunos vestigios de edificios (Fig. 10).
Fig. 8. Vista aérea de la fortaleza Cerro Pasamayo (CH-3) desde el este. Foto Google Earth

Fig. 9. Plano de la fortaleza Cerro Pasamayo (CH-3) a base de foto aérea SAN 1002-16 tomada en 1945.
El color gris marca campos de cultivo
198 Andrzej Krzanowski

Fig. 10. Plano de la fortaleza Cerro de San Pedro (CH-7) a base de imágenes satelitales

Estas tres fortalezas seguramente desempeñaban una función excepcional. Lo de­


muestran tanto una localización estratégica como una superficie y un tamaño con­
siderable de las construcciones. El hecho de que prácticamente no haya restos de
edificios, y de que sea difícil encontrar aquí vestigios de la presencia humana puede
indicar que las fortalezas no disponían de una guarnición permanente o tal vez fuera
muy escasa. Por lo consiguiente, parece que eran utilizadas sólo en los momentos de
amenaza, funcionando como refugios para los habitantes del valle. Puede que des­
empeñaran funciones religiosas, ya que si en algún lugar fueran a tener lugar batallas
rituales, habría sido precisamente aquí. Además, llama la atención la localización de
las fortalezas próxima al océano, lo que permite observar una gran parte de la costa
y del océano. Esto sugiere que su propósito consistía en controlar también lo que
ocurría en el agua. Pudo haberse tratado de la actividad de los pescadores, aunque
personalmente pienso que, sobre todo, se trataba del control de embarcaciones de
comerciantes o agresores.
Sabemos que las balsas de troncos de árboles y de haces de caña eran utilizados
por los habitantes de la costa tanto para la pesca como para el trasporte de gente
y mercancías (Urteaga 1978). El señorío Chincha, situado en la costa sur de Perú, que
se dedicaba al comercio costero a gran distancia, fue en los últimos siglos antes de la
conquista una “potencia” marítima (Rostworowski 1977: 9 7 -1 4 0 ). Sobre el hecho de
Fig. 11. Plano de la fortaleza García Alonso (CH-14) a base de imágenes satelitales.
El color gris marca campos de cultivo

Fig. 12. Plano de la fortaleza La Viña (CH-21) a base de imágenes satelitales.


El color gris marca campos de cultivo
200 Andrzej Krzanowski

que emprendían expediciones marítimas informan, por ejemplo, los recuerdos sobre
las invasiones desde el mar que permanecieron en la memoria de la costa norte13.
Los ejemplos de las fortalezas situadas de la misma forma que las descritas aquí,
se pueden encontrar en muchos lugares del Perú. Al norte son p. ej. Caleta Vidal
en el valle de Supe o Playa El Castillo en el valle de Culebras (Prządka, Giersz 2003:
3 2 -3 3 ), y al sur Cerro Azul en el valle de Cañete. M. Rostworowski, tras haber ana­
lizado esta última también cree que su función era de defender contra los ataques
desde el mar (1980: 160).
Las otras fortalezas, García Alonso (CH -14) y La Viña (CH -21) en el valle de
Chancay, y probablemente H U-38 en el valle de Huaura, situadas en el interior
de la región ya no son tan majestuosas. Las tres ocupan elevaciones bastante peque­
ñas (3 0 -4 0 m por encima del fondo del valle), localizadas entre las tierras de cultivo.
En el sitio García Alonso se puede ver una muralla de piedra que rodea la cumbre
junto con unas edificaciones. La segunda muralla se encuentra a los pies del cerro
y se puede ver únicamente desde el lado norte. En su exterior se hallan numerosas
edificaciones (Fig. 11). H. Horkheimer (1965:44) informa que también en el lado sur
hubo edificaciones (hoy en día destruidas), las que él definía como incaicas.
El sitio La Viña está compuesto por dos murallas concéntricas (Fig. 12). H. Hork­
heimer indica que una de ellas contiene un parapeto (1965: 47). La muralla exterior
(parcialmente destruida por los cultivos contemporáneos) rodeaba el terreno de unas
3 ha.
En ambos valles, Chancay y Huaura, 6 sitios fueron identificados como fortalezas.
Se encuentran o cerca del océano o a una distancia no muy grande (hasta 10 km).
Ninguno de ellos se encuentra en la parte central del valle, es decir, en la zona fronte­
riza con los señoríos de las partes serranas de las cuencas. A primera vista, este hecho
parece ser sorprendente, sobre todo, a la luz de la existencia de numerosas informa­
ciones etnohistóricas sobre los conflictos de los costeños con los serranos. Aunque
no disponemos de esta clase de informaciones para los valles de Huaura y Chancay,
pero en lo que se refiere al valle de Chillón, han publicado y analizado textos que cer­
tifican conflictos armados entre el señorío costeño Colli y el serrano Canta (Dillehay
1987; Rostworowski 1977). Sin embargo, a pesar de una detallada prospección ar­
queológica del valle de Chillón, T. Dillehay identificó en la zona “fronteriza” sólo una
fortaleza. Declara entonces que “a pesar de la existencia de las pruebas etnohistóricas
de la conquista de estos terrenos, faltan datos arqueológicos que puedan confirmar su
ocupación a través de una guerra exitosa” (Dillehay 1987: 431).

13 El cronista M. Cabello Valboa anotó en 1586 una leyenda sobre la llegada a la región de
Lambayeque una enorme flota de balsas bajo los órdenes de un tal Naymlap que se asentó allí junto con
sus hombres (Cabello Valboa 1951: 327-330). De manera parecida, se considera que Taycanamo que
llegó también en una balsa fue el legendario fundador del estado Chimú (Rowe 1970: 323-324).
Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa Central del Perú 201

LAS ATALAYAS

En esta categoría fueron incluidos los sitios de pequeña superficie, compuestas por
una muralla individual o raras veces una doble muralla concéntrica. En la mayoría de
los casos se sitúan en las cumbres de los cerros ubicados alrededor del valle, muy por
encima de su fondo. Desde las cumbres hay vistas panorámicas no sólo al valle sino
también a una parte considerable de la sierra. Como regla general, ocupan un terreno
no superior a 100 -2 0 0 m2.
En el valle de Huaura fueron identificados 7 sitios de este tipo (Fig. 13). Él más
notable resulta ser el conjunto de dos atalayas en Cerro Eriazo (1750 m s.n.m.). Están
situadas a menos de 300 m una de la otra, ocupando dos culminaciones de un cerro.
Cerro Eriazo A (H U -80) tiene una gruesa muralla, en cuyo interior se encuentran
dos edificios, cada uno de dos piezas. Cerro Eriazo B (H U-82) es también una gruesa
muralla con un edificio circular en el interior. Las dos atalayas están situadas muy
alto, a más de 1000 m por encima del fondo del valle, ocupando un excelente punto
de observación. De aquí hay vistas tanto hacia arriba del valle, como hacia abajo,
hasta el océano.
Dos otras atalayas de este valle distingue una doble muralla concéntrica. El sitio
Vista Alegre (H U-53) se encuentra en el estuario de los ríos Huaura y Huanangue,
sin embargo HU-51 aguas arriba de este último, en Cerro Mina Alta (1622 m s.n.m.).
Los otros tres sitios son H U-35, H U -37 y HU-96. Se sitúan a una altitud de
8 5 0 -1 0 5 0 m s.n.m. y se caracterizan por una ubicación topográfica “estratégica”, pa­
recida a las mencionadas más arriba. No obstante, los sitios carecen de claras cons-

Fig. 13. Ejemplos de atalayas en el valle de Huaura. Croquis a base de imágenes satelitales
202 Andrzej Krzanowski

trucciones de murallas que rodeen todo el conjunto, aunque se ven edificios y áreas
rodeadas de murallas. Por lo consiguiente, no se puede excluir que son grupos de
corrales y chozas de pastores que son frecuentes en la zona, si bien no en lugares
topográficamente tan expuestos.
Todas las atalayas descritas del valle Huaura están ubicadas en la parte central
del valle formando cierto tipo de franja que separa el valle habitado de las montañas
desérticas que funcionaban como una eventual zona “de contacto” con los grupos
étnicos que vivían en la cuenca alta.
A esta línea “defensiva” le pertenece la atalaya en Cerro Las Ondas (CH -58), ubica­
da casi exactamente en el divisorio entre los ríos Huaura y Chancay (1762 m s.n.m.),
lo que seguramente permitía controlar cualquier tráfico que circulara por esta cim a14.
La localización de las otras atalayas del valle de Chancay es distinta a las del valle
de Huaura. Por lo general, están más abajo (3 0 0 -7 7 0 m s.n.m.) y próximas a pobla­
dos grandes (Fig. 5 -1 4 ). P. ej. la atalaya CH -60 está ubicada en la cresta de Cerro La
Calera que sobresale directamente por encima del centro administrativo-ceremonial
Lauri, CH -54 en Cerro Gorgona, justo al lado de Lumbra, en el estuario de los ríos
Chancay y Lumbra, y CH -43 en Cerro San Cristóbal que se eleva encima del enor­
me centro Pisquillo Chico. En el valle de Huaura sólo las atalayas en Cerro Eriazo
se pueden vincular con los poblados de Chancay, ya que están situadas entre dos
grandes centros Quintay y Cañas, y enfrente del conjunto Casa Blanca. Sin embargo,
se ubican mucho más lejos y más arriba de los poblados que las atalayas del valle de
Chancay.
El tema del sitio Cerro Huayán (CH -32), en el valle de Chancay requiere ser abor­
dado individualmente porque es imposible clasificarlo directamente a alguno de los
grupos de las construcciones defensivas, mencionados anteriormente. Está ubicado
en la cumbre de la montaña Huayán (643 m s.n.m.) que se eleva muy alto por encima
del fondo del valle. Las construcciones están situadas en tres culminaciones y en las
crestas que las unen (Fig. 15). La parte principal (señalada con la letra A) está com ­
puesta por dos murallas concéntricas con elementos de edificaciones en el interior.
Por el lado norte y oeste es visible otra, tercera muralla que rodea la cumbre. Dos
murallas que rodean la culminación oriental (no totalmente) constituyen la parte B.
También se ven elementos de edificaciones dentro de los muros. La parte C, la más
austral, es una muralla que rodea la cumbre, con las edificaciones adentro. Las mural­
las también se ven en las crestas que unen la parte A con las B y C.
El sitio en la parte A se parece a una fortaleza pero midiendo apenas 0.8 ha es
muy pequeño en comparación con otros. Por otro lado, las partes B y C son aún
más pequeñas y se podrían clasificar más bien como atalayas. No obstante, todo el
conjunto es bastante extenso, ya que las construcciones ocupan unos 750 m la cresta.

14 Lo recorre una antigua ruta desde la sierra hasta la costa, a las cercanías del oasis de neblina
Lomas de Lachay. También hoy en día, en la temporada de florecimiento de las lomas, los habitantes de
la sierra bajan por este camino para pastar, recolectar plantas y cazar (Shoobridge 2004). A lo largo
de esta ruta, hay muchas cabañas y cercas, de las que algunas probablemente vienen de los tiempos
prehispánicos.
Fig. 14. Ejemplos de atalayas en el valle de Chancay. Croquis a base de imágenes satelitales
y fotos aéreas (CH-43, CH-60)

Fig. 15. Plano del conjunto de atalayas (?) en el Cerro Huayán (CH-32) a base de imágenes satelitales.
Las líneas grises marcan las crestas
204 Andrzej Krzanowski

Probablemente tenemos que ver aquí con un grupo complejo de atalayas, aunque el
propósito de tanta agrupación no está claro.
En general, las atalayas parecen ser demasiado pequeñas y a menudo situadas
demasiado lejos de los poblados o fuentes de abastecimiento para poder tener una
guarnición numerosa y defenderse de forma eficaz de los ataques. No obstante, el
cuidado con que fueron construidas en la mayoría de los casos, indica su importancia
en el sistema defensivo. Seguramente tenían funciones de observatorios y puntos de
señalización para los poblados ubicados en el valle. Parece que en el momento de ele­
gir la localización de las atalayas, y también las fortalezas tomaban en cuenta no sólo
una buena visibilidad del valle, sino también un buen contacto visual entre ellas. Lo
demuestra por ejemplo el hecho de que prácticamente de cada uno de estos puntos
se puede ver algunas de las atalayas vecinas, pero también los poblados. Eso quizás
fuera a facilitar el envío de señales entre las atalayas, y a los habitantes del valle15. Eso
quiere decir que disponían de un sistema defensivo de advertencia temprana a los
habitantes en caso de la llegada de enemigos, y quizás también del envío de señales.

C O N C L U S IO N E S

Los centros administrativos y los poblados Chancay no tenían carácter defensivo:


no los localizaban en lugares que por su naturaleza tuvieran carácter defensivo, ni
tampoco levantaban las construcciones que fueran a facilitar la defensa.
Se garantizaban la seguridad no a través de la fortificación de los poblados, sino
gracias al levantamiento en su proximidad construcciones defensivas que constituían
un complejo sistema que abarcaba todo el valle. Se han distinguido tres tipos de estas
construcciones: ciudadelas, fortalezas y atalayas.
En el área central del dominio Chancay el sitio de carácter defensivo más impor­
tante fue la ciudadela Acaray - un cerro bien fortificado, rodeado de algunas mural­
las, situado en el valle de Huaura. Lo más probable es que algún soberano local tuvo
allí su sede, y la ciudadela - incluso en caso de que él no residiera allí de forma per­
manente - gracias a su magnitud y una localización estratégica constituía un símbolo
indudable de su poder sobre el valle. Las ciudadelas parecidas existen también en los
valles vecinos, una en Supe y otra en Chillón.
En cuanto a las fortalezas, este nombre lo recibieron las cumbres de cerros ro­
deadas de murallas. Distintamente de las ciudadelas, no hay allí restos de edificios,
ni vestigios de presencia humana. Lo más seguro es que funcionaban como refugios;
también podían ser utilizados con el fin de organizar allí batallas rituales. Las forta­

15 Un interesante análisis cartográfico de visibilidad (viewshed analysis) para las tres atalayas (el
Período Intermedio Temprano) en el valle de Culebras ha hecho M. Giersz (2007:190-193) demostrando
una alta correlación de mutua visibilidad entre ellas y los poblados.
Sitios amurallados o fortalezas Chancay en la Costa Central del Perú 205

lezas más majestuosas fueron construidas a orillas del océano, quizás con el fin de
defender contra el ataque de esta dirección.
Las atalayas son sitios de tamaño reducido compuestas en su mayoría por una
muralla concéntrica. Construidas en las cumbres montañosas que rodean el valle,
muy alto por encima de su fondo; funcionaban como observatorios y puntos de se­
ñalización para los poblados ubicados en el valle.

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NOTA DEL AUTOR A LA REEDICIÓN DE 2016

En los años 2 0 0 9 -2 0 1 3 continué mis estudios sobre las fortalezas y sitios amurallados de la
cultura Chancay. Por lo consiguiente, era posible visitar en el cam po estos sitios que anterior­
mente fueron identificados y descritos únicam ente a base de imágenes satelitales. Lo funda­
mental fue prospección del sitio C erro Huayán (C H -32), ya que su carácter despertaba tantas
dudas. Actualmente pienso que pertenece al grupo de ciudadelas con un com plejo sistem a de
murallas defensivas y num erosos vestigios de edificaciones adentro. Eso quiere decir que el
valle de Chancay no era una excepción, ya que com o los valles vecinos, tam bién disponía de
una ciudadela.
Durante las investigaciones fueron conseguidos algunos fechados por radiocarbono para
las fortalezas (entre otras C erro Pasamayo, C erro San Pedro) que confirm aron totalm ente
que habían sido construidas en el Período Interm edio Tardío. También m i hipótesis sobre la
edad de Chimucapac resultó apropiada: la muestra obtenida de la muralla dio el resultado de
1395-1480 calAD (68,2% ) lo que significa que hay que fechar esta ciudadela no al Horizonte
Medio, como se ha hecho hasta ahora, sino precisamente al Período Interm edio Tardío.

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