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1ª Etapa (Supervivencia)
El estreñimiento es una condición que consiste en la falta de movimiento regular de los intestinos, lo que produce una defecación infrecuente o con
esfuerzo, generalmente de heces escasas y duras. La frecuencia varía de persona a persona, algunas pueden ir a defecar entre 2 a 3 veces por día y
alguna otras sólo lo hacen de 2 a 3 veces por semana. Toda frecuencia se considerará normal, si la persona está a gusto con ese ritmo y no siente
molestias. Y será un trastorno, cuando la calidad de vida de la persona se haya alterado por no poder defecar.
Resentir:
"Quiero retener algo, no quiero soltarlo".
"No puedo olvidar".
"No quiero perdonar".
"No sé cómo solucionarlo".
"No sé cómo seguir adelante".
"No sé cómo deshacerme de esa porquería, me tomaré tiempo para pensarlo".
"No quiero que me descubran".
El estreñimiento es la ralentización o disminución del movimiento regular de los intestinos. Como resultado, la defecación se
produce de manera infrecuente y habitualmente con esfuerzo, generando heces escasas y duras. Podemos hablar de estreñimiento
cuando la evacuación del intestino se lleva a cabo menos de tres veces por semana o cuando las heces presentan una consistencia
tan dura que la evacuación se convierte en un proceso difícil y doloroso, pudiendo provocar la aparición de hemorragias anales,
hemorroides y fisuras anales.
La estadística nos muestra que el estreñimiento duplica su presencia en mujeres y su frecuencia va en aumento con la edad.
Desde la medicina tradicional, el estreñimiento se vincula y justifica en función de una serie de circunstancias siempre externas a
la persona que lo padece. Nuestro estilo de vida moderna aparece como la causa principal. Desde este punto de vista, el ritmo de
vida frenético nos lleva a estar siempre ocupados, lo que hace que no atendamos la necesidad de evacuación en el momento en
que ésta se presenta, predisponiéndonos a sufrir estreñimiento. También la dieta moderna aparece como culpable del
estreñimiento. Por un lado, la escasa ingesta de fibra: vegetales, frutas y granos enteros. Por otro, las grandes cantidades de
grasa presentes en alimentos cotidianos como quesos, huevos y carne. A esto hay que añadir la escasa toma líquidos. El agua y los
zumos lubrican el colon y facilitan una mayor frecuencia de las evacuaciones y un tránsito más fácil, suave y rápido.