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transexuales
Damián tenía diez años cuando descubrió que era un chico trans. Aunque
sus padres lo han apoyado en el proceso, todavía es víctima de los
prejuicios.
Cuando le faltaban dos años para concluir la primaria, Damián* cortó el trato
con sus compañeros y dejó de hablar con ellos. Al poco tiempo se rehusó a ir a
la escuela. Gritaba y pataleaba. Se volvió agresivo. Algo ocurría y nadie en
casa quería abordarlo. Su comportamiento no era el de "una niña normal".
No fue hasta que ingresó a la secundaria que tomó valor y se confesó ante su
mamá: "Soy un chico trans… y ya no quiero ir a la escuela. No me gusta estar
ahí".
Existe un patrón en el tema de las infancias trans: aunque los papás apoyen a
sus hijos, no se ha exterminado la patologización: se piensa que son personas
enfermas. Y eso se debe, en parte, a que cuando se efectúan estudios
psicológicos y psiquiátricos a alguien para determinar si es trans, casi se
requiere que manifieste repulsión hacia sus genitales. "Y eso no pasa en la
gran mayoría de casos", expone Dann Oliver Sánchez, doctor endocrinólogo
por la UNAM.
Dann Oliver, hombre trans y médico que estudia la anatomía, las funciones y
las alteraciones de las glándulas endocrinas, cuenta que, en la totalidad de
casos de infancias trans que ha llevado, se ha encargado de controlar los
niveles hormonales. "Cuando recibo señas de que hay pubertad, suministro
hormonas para mediar. Busco un tipo de androginia. Después inyecto de
manera más adecuada", expone el especialista de 28 años.
Dann conoció a Damián, oriundo del Estado de México, hace poco más de seis
meses, cuando el cuerpo del niño trans estaba listo para menstruar. "Lo vi
como un caso complejo, porque llegó justo en su primera etapa de pubertad",
recuerda Dann, quien se ha desempeñado en la Embajada de Diversidad
Sexual del Instituto de la Juventud y ha participado en espacios de apoyo y
acompañamiento para personas trans. Uno de ellos es el Escuadrón T.
Desde un año antes, Damián ya asistía a terapia con una doctora sensibilizada
en el tema y a quien la hermana del niño contactó en internet. La especialista
buscó a Dann para informarle que el infante trans estaba listo para el proceso
hormonal.
Cuando Damián se confesó con su mamá, ella le dijo que lo apoyaría y agregó
que tenía miedo de que algo le pasara. Es normal: "los papás de la población
LGBT, no sólo de la trans, siempre temen a la violencia, acoso o discriminación
que puedan sufrir sus hijos", comenta el endocrinólogo Dann Oliver. El papá
también afirmó que lo respaldaría y le pidió poner todo de su parte. No habría
problema.
Dann se reunió con Damián y sus papás. Lo primero que hizo el especialista
fue checar los niveles hormonales y efectuar ultrasonidos pélvicos, los cuales
muestran el estado del útero y los ovarios. Era verdad: el niño trans estaba listo
para menstruar. Tenía los niveles de testosterona adecuados para que
sucediera. El endometrio, o los coágulos de sangre que rodean al útero y bajan
en forma de menstruación, había crecido en su cuerpo. Necesitaba salir.
Damián sabía que habría sangrado y Dann dejó que lo viviera. No lo evitó.
Cuando pasó el periodo, comenzó a inyectar las hormonas en dosis bajas, cada
cinco semanas en promedio. Aunque la hormonización era lenta, los cambios
fueron veloces: la voz cambió desde la segunda inyección, y al poco tiempo
apareció vello en el mentón.
Pero, por el momento, Dann Oliver le condicionó las hormonas. Otro efecto del
tratamiento fue que Damián se volvió aún más violento en casa. Golpeaba
puertas, empujaba a las personas. "Ha adoptado roles de la masculinidad", grita
a su mamá. Como sociedad, compramos la idea de que, por ser hombre, se es
violento. Damián trae ese discurso. Con su papá, su madrastra y hermanastros,
convive. Ya no es tan cerrado. Sale con ellos. Él le dice que le eche ganas, lo
acompaña a las citas conmigo, lo incita a hacer alguna actividad. Con la mamá
es distinto porque ella tiene inseguridades.
Los casos de infancias de chicas trans son más complicados que los de chicos
trans. El endocrinólogo Dann Oliver explica: "en una infancia trans masculina
los niveles de testosterona, la principal hormona sexual masculina, llegan a
caer en 0.1, 0.2. Lo máximo que he visto es de uno. En chicas, el nivel es
altísimo, de hasta ocho: al ser una predominante, las facciones llegan más
rápido y, una vez iniciado el proceso de hormonas, los cambios son más
lentos", asegura. "Al final, una corporalidad vista desde lo masculino, desde lo
macho, tiene niveles altos de testosterona y niveles bajos de estrógenos".
Los casos de chicas también son más difíciles porque, agrega Dann, se les
debe incitar a conocer su cuerpo, a experimentar erecciones, pues si no,
"¿cómo sabrán si les gusta tenerlas o no? ¿Dónde queda el disfrute del
cuerpo?", cuestiona el especialista.
Con base en la experiencia, Dann puede decir que en las infancias trans
masculinas, "para mamás y papás ellos siguen siendo 'sus nenas'. Son más
sobreprotegidos los hombres trans. En el caso de Damián, la familia acepta que
es hombre, pero como nació con vagina, lo vieron como chica y todavía no da
el passing, lo protegen mucho. Tiene que ver la educación, con qué tanto
victimizamos ser trans. El papá dice: 'te apoyo, pero haz esto'. La mamá: 'sí,
pero me da miedo'. Como lo victimiza, hay problema".
Mientras tanto, Damián afirma que las personas le producen ansiedad. Pero
Dann Oliver cree que, en realidad, tiene miedo a enfrentarse a su situación. "Su
lenguaje corporal no sugiere ansiedad. Más bien, está en una zona de confort,
en la que grita a su mamá y ella lo atiende".