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Jean-Claude Filloux Durkheim y la educacion Mito 9 Davila Editores PEDAGOGOS PEDAGOGIAS El cuidado de la edicién estuvo a cargo de Gerardo Fidel Mi la composicién y armado de Andrea Tarantino; \a correccién de Claudio Daniel Mignini ‘Traduccién: Elsa Langlois Unica edicién en castellano autorizada por Presses Universitaires de France y debidamente protegida en todos los paises. ‘Queda hecho el depdsito que previene la ley 11.723. © Mino y Davila editores SRL. Bolivar 547, 2do. A C.P.:1066 Tel: 342-2474. -Buenos Aires La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica 0 ‘modificada por cualquier medio mecénico oelectr6nico, incluyendo fotocopia, grabacién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacién de informacién no autorizada por los editores, viola derechos reservados. 1° Edici6n, Diciembre de 1994. ISBN 950-9467-55-3 IMPRESO EN ARGENTINA DURKHEIM Y LA EDUCACION JEAN CLAUDE FILLOUX La educacién moral e intelectual XL "Sensibilizar al nifio, de manera racional, sobre el aspecto sagrado de la moral" Sin que sea necesario llevar muy lejos ef analisis, todo el mundo siente bastante facilmente que en un sentido, relati- vo, por otro lado, el orden moral constituye un régimen aparte en el mundo. Las prescripciones de la moral estan marcadas como por un signo que impone un respeto particular. Mientras que todas las opiniones relativas al mundo material, a la organizacién fisica o mental, sea del animal, sea del hombre, estan abandonadas hoy a la libre discusidn, no admitimos que las creencias morales sean sometidas a la critica tan libremen- te. Cualquiera que niegue que el nifio tiene deberes hacia sus padres, que la vida del hombre debe ser respetada, despierta en nosotros una reprobacion muy diferente ala que puede suscitar una herejia cientifica, y que se parece en todo a la que el blasfemo despierta en el alma del creyente. Con mayor razon, los sentimientos que provocan las infracciones a las reglas morales no son en nada comparables a los sentimientos que provocan las faltas ordinarias a los preceptos del conocimiento prdctico o de la técnica profesional. Asi, el terreno de la moral est como rodeado de una bartera misteriosa que mantiene alejados a los profanadores, tanto como el Ambito religioso se sustrae a las ofensas del profano. Es un dominio sagrado. Todas las cosas que comprende estan como investidas de una 96 JEAN CLAUDEFILLOUX dignidad particular que fas eleva sobre nuestras individualida- des empiricas, que les confiere una especiede realidad trascen- dente, {No decimos corrientemente que la persona humana es sagrada, que hay que rendirle un verdadero culto? Si pues, al reorganizar la educacién, no nos preocupamos de retener este cardcter y de sensibilizar sobre esto al nifio de manera racionel, no se le transmitiré mas que una moral despojada de su dignidad natural ‘Cualquier progresoen la educacién moral en vias de una mayor racionalidad no puede producirse sin que al mismo tiempo aparezcan nuevas tendencias morales, sin que una mayor sed de justiciase despierte, sin que la conciencia pablica 1no se sienta impulsada por aspiraciones desconocidas. El educador que se propusiera racionalizar la educacién, sin prever laeclosién de estos sentimientos nuevos, sin prepararla y dirigirla, faltaria a una parte de su tarea. Por es0 no puede limitarse a comunicar, como se ha dicho, la antigua moral de nuestros padres. Es necesario, ademis, que ayude a las gene- raciones jévenes a tomar conciencia del ideal nuevo al cual tienden confusamentey que losorienteen esesentido. Nobasta que él conserve el pasado, es necesario que prepate el futuro. Por otra parte, es con esta condicién que la educacién ‘moral cumple su funcién. Si uno se contenta con inculcar a los nifios este conjunto de ideas morales medias, sobre las que la humanidad vive desde hace siglos, se podré, en cierta medida, asegurar la moralidad privada de los individuos. Pero esa no es mas que la condicién minima de la moralidad, y un pueblo 1no puede contentarse con eso. Una sociedad como la nuestra, no puedeatenersea laposesién tranquila de resultados morales que puede considerar como adquiridos. Es necesario conquis- tar otros y es necesatio, en consecuencia, que el maestro prepare para estas conquistas necesarias a losnifios que le son confiados; que él se cuide de transmitiles el evangelio moral de sus mayores como una especie de libro cerrado desde hace iempo, sino al contrario, que despierte en ellos el deseo de agregar alli algunas lineas, y que él imagine cémo ponerlos en condiciones de satisfacer esta legitima ambicién (EM, 8-11). TEXTOS: oF XII. La moral, sistema de reglas No se puede buscar fo que la moral debe ser, més que si uno ha determinado primero lo que es el conjunto de cosas designado con ese nombre, cual es su naturaleza, a qué fines responde en realidad. Comencemos pues por observarlo como lun hecho, y veamos lo que podemos suber sobre esto en la actualidad. En primer lugar bay un carécter comin a todas las aceiones a las que flamamos morales, y es que todas son conformes a reglas preestablecidas. Conducirse moralmente es actuar segiin una norma que'determina la conducta a seguir en cada caso, aun antes de que tengamos necesidad de optar. E} dominio de la moral es el dominio del saber, y el deber es tuna zecién prescripta. Esto no signifiea que no puedan plan- tearse interrogantes a la conciencia moral: incluso sabemos que ella esta confusa con frecuencia, que duda entre opciones contrarias, Sélo que de loque se trata entonces, es de saber cual es la regla particular que se aplica a una situacién dada y emo debe aplicarse Si, no hay que imaginarse la moral como algo muy general, que no se determina més que a medida que es necesario, Sino que, por el contrario, ella es un conjunto de reglas definidas; es como moldes, de contomnos dados, yen fos, cuales debemos verter nuestra accién. A estas reglas no debemos construirlas en el momento en que es necesatio actuar, deducigndolas de principios més elevados; ellas exis- ten, ya que estin constituidas, viven y funcionan alrededor de nosotros. Son la realidad moral bajo su forma conereta. Ahora bien, esta primera constatacién es para nosotros de gran importancia. Ella muestra, en efecto, que el rol de la ‘moral es, en primer lugar, determinar la conducta, fijaria, sustraerla a lo arbitrario individual. Sin duda, el contenido de «estos preceptos morales, es decir, la naturaleza de los actos que prescriben, tiene también un valor moral, y nos referiremos i ello. Pero puesto que todos tienden a regularizar las ac: 98 JEANCLAUDEFILLOUX de los hombres, hay un interés moral en que estas acciones no s6lo sean tales 0 cuales, sino que también, de manera general, se atengan a cierta regularidad. En otros términos, regularizar a conducta es una funcién esencial de la moral. [...] Pero la regularidad no es més que un elemento de fa moralidad, La misma nocién de regia, analizada bien, va a revelamos otro no menos importante. ; La regularidad, para estar asegurada, no necesita mis que de hébitos constituidos con bastante fuerza. Pero los habitos, por definicién, son fuerzas interiores al individuo. Es Ja actividad acumulada en nosotros que s¢ despliega por si misma en una especie de expansiin esponténea. Ella va del interior al exterior, por via de impulsos, a manera de inc ign o de pendiente. Ahora bien, pot el contrario, la regla es por esencia algo exterior al individu, No podemos concebirla mas qe bajo la forma de una orden o al menos de un consejo imperative que vienede afuera, Se trata dereglas de higiene? ‘Nos vienen de a ciencia que las recomienda, 0, de manera mais concreta, de los cientificos que la representan. Se trata de reglas de la técnica profesional? Nos vienen de la tradicién corporativa y més directamente, de aquellos de nuestros mayores que nos la han transmitido y que la encarnan a nuestros ojs. Es por esta razén que los pueblos han visto en las reglas de le moral, durante siglos, 6rdenes emanadas de la divinidad, Es que una regla no es una simple manera de actuar habitual, es una manera de actuar a la que no nos sentimos libres de modificar segin nuestra voluntad. Hay en ella algo ue nos resiste, que nos supers, que se imponea nosotros, que ‘nos obliga. No depende de nosotros que sea 0 no, ni que sea distinta de lo que es. Ella es lo que es, independientemente de lo que somos nosotros, Lejos de expresamos, ella nos domina. e ve ast loque hay en Ia idea de regla, ademas dela idea de siearie Este nocién de autoridad, Por autoridad hay ‘que entender el ascendiente que ejerce sobre nosotros todo poder moral que reconocemos como superior a nosotros. Por este ascendiente actuamos en el sentido que nos es prescripto, hho porque el acto exigido nos atraige, no porque estamos TEXTOS 99 inclinados a él por nuestras disposiciones naturales o adquiri- das, sino porque hay, en la autoridad que nos lo dicta, yo no se qué, que nos los impone, En esto consiste la obediencia consentida. [..] Estamos ahora en presencia de otro aspecto de la mora- lidad: en Ia raz de la vida moral, hay, ademas del gusto por la regularidad, el sentido de la autoridad moral. Por otra parte, entre estos dos aspectos, hay una afinidad estrecha y ellos encuentran su unidad en una nocién més compleja que los abarca. Es la nocién de disciplina. La disciplina, en efecto, tiene por objeto regularizar la conducta: implica actos que se repiten en condiciones determinadas; pero ella no carece de autoridad. Es una autoridad regular. Podemos decir, para resumir esta leccién, que el primer elemento de la moralidad es el espiritu de la disciplina. Pero pongamos atencién al sentido de esta proposicién. De ordinario, la disciplina no parece itil mis que porque ella implica ciertos actos que se ‘consideran ittles. Ella no es mas que un medio de determinar- los, imponiéndolos. Es de ellos de los que recibe su razén de ser. Suponiendo que el anilisis que precede es exacto, es necesario decir que la disciplina tiene su razén de ser en si ‘misma, que es bueno que el hombre sea disciplinado, haciendo abstraccidn de los actos alos que se encuentra obligedo. (EM, 20-27). XIN. Equilibrio de la persona y limitacién de los deseos Ningiin ser viviente puede ser feliz, yni siquiera vivir, si sus necesidades no estin en relacién suficiente con sus medios. Enel animal, al menos en estado normal, este equilibria se establece con una espontaneidad automética porque él depende de condiciones puramente materiales. Todo lo que reclama el organismo es que las centidades de sustancia y energia, empleadas sin cesar para vivir, sean reemplazadas 100 SEANCLAUDEFILLOUX periddicamente porcantidades equivalentes; que la reparacién sea igual al uso. Cuando el vacio que la vida produjo en sus propios recursos se colt, el animal esta satistecho y no pide nada mis. Su reflexién no esti bastante desarrollada para imaginar otros fines que los que estén implieados en su naturaleza fisica. {..] Perono ocurre lo mismo cone! hombre, porque la mayor parte de sus necesidades no estin, 0 no estin en la misma proporcién, bajo la dependencia de cuerpo. Como maximo se puede considerar como determinable la cantidad de alimentos materiales necesatios al mantenimiento fisico de una vida humana, aunque la determinacién sea ya menos estrecha que cen el caso precedente y el margen més empliamente abierto 3 Jas libres combinaciones del deseo; pues, mas allé del minimo indispensable con el que la naturaleza esta dispuesta aconten- {arse cuando procede instintivamente, la reflexién, més des- pierta, muestra condiciones mejores que aparecen como fines deseables y que invitanaactuar, Sin embargo, se puede admitir {que 10s apetitos de este tipo encuentran, tarde o temprano, un Timite que ellos no pueden franquear. Pero gcémo fijar la cantidad de bienestar, de confort, de lujo que puede buscar legitimamente un ser humano? Nien la constitucién organica, nien la constitucién psicolégica de! hombre, seencuentraalgo ‘que marque un término a semejantes inclinaciones. El funcio- nnamiento de la vida individual no exige que se detengan aqui mis bien que alld; la prueba es que no han hecho més que desarrollarse desde el comienzo de la historia, que cada vez han sido eportadas satisfacciones mas completas y que, sin ‘embargo, lu salud media no ha ido debititindose. Sobre todo jedmo establecer la manera en que deben variar segiin las Condiciones Ins profesiones, la importancia relativa de los servicios, etc.? No hay sociedad en la que sean igualmente satisfechos en los diferentes grados de la jerarquia social. Sin embargo, en sus rasgos esenciales, la naturaleza humana es la sisma en todos los ciudadanos. No es ella, pues, fa que puede asignar a las necesidades este limite variable que les seria necesario, En consecuencia, en tanto que dependen solamente del individuo, son ilimitadas. Por si misma, haciendo abstrac- TEXTOS, a cién de todo poder exterior la regule, nuestra sensibilidad es un abismo sin fondo que nada puede colmar Pero entonces, sinada la comtiene desde afuera, no puede Ser para si misma mas que una fuente de tormentos. Pues deseos ilimitados son insaciables por definicién, y no es sin motivos que la insaciabilidad es mirada como un sign morbosidad. Puesto que nada Jos limita, ellos superan coe ¢infinamente, as meds de que dsponen; nada podria calmarlos, Une sedinextinguiblees uns mente clas a uplicio prpetuament Para que sea de otra manera, es necesario ante todo: que las pasiones sean limitadas. Solamente entonces podrin ser puestas enarmoniaconlas facultades, y luego satis fechas. Pero puesto que no hay nada en el individuo que pueda fijarles limites, este debe necesariamente venirles de alguna fuerza exterior al individuo. Bs necesario que un poder regulador Juegue, para las necesidades morales, el mismo rol que el ‘organismo para las necesidades lisicas. Es decir que este poder no puede ser miis que moral. Es el despertar de la conciencia ‘el que ha venido a romper el estado de equilibrio en el que dormitabacl animal; sélo fa conciencia pues, puede proporcio- nar los medios de restablecerlo. La coaccian material na tendria efecto; noes con fuerza fisico-quimicas que se puede modificar los corazones. En la medida en que los apetitos no ‘Son automaticamente contenidos por mecanismos fisiolégi- ‘os, no pueden detenerse més que ante un limite que ellos reconocen como justo. Los hombres no consentirian limitar sus deseossi secreyeran con fundamento para superarel limite que les es asignado, Sélo que esta ley de justicia no sabrian dictérsela a si mismos por las razones que hemos dicho. Debe, pues, recibirla de una autoridad que cllos respeten, y ante la cual se inclinen espontineamente. Sélo a sociedad, ya sea directamente: 'y en suconjunto, ya sea por intermedio de uno de sus drganos, puede jugar ese rol moderador, pues ella es el ‘inico poder moral superior al individuo y del cual éste acepta la superioridad, Solo ella tiene Ie autoridad necesaria para formular el derecho y marcar a las pasiones el punto mds alla del cual no deben pasar (Su, 372-375). 102 JEANCLAUDEFILLOUX, Gracias a esta autoridad que existe en ellas, las reglas morales son verdaderas fuerzas con las que chocan nuestros ddeseos, nuestras necesidades, nuestros apetites de todo tipo, ‘cuando tienden a hacerse inmoderados. La autoridad no es necesaria més que para detener, contener fuerzas rebeldes, no para invitar fuerzas dadas @ desarrollarse en su sentido. Se ha dicho que lz moral tenia ‘como funcién impedir al individuo invadir dominios que le ‘estin probibidos y, en ese sentido, nada es més exacto, La ‘moral es un vasto sistema de prohibiciones, Es decir que ella tiene por objeto limitar el citculo en el cual puede y debe normalmente moverse la actividad intelectual, y nosotros ‘vemos ahora para qué sirve esta limitacién necesaria. El conjunto de las reglas morales forma verdaderamente alrede- dor de cada hombre una especie de barrera ideal, al pie de Ja cual Ia turbulencia de las pasiones humanas viene a mori, sin, poder ir més lejos (EM, 36). XIV. Uno de los fines de la escuela es formar al nitto en el sentido de la disciplina Llegamos pues, a esta importante consecuencia, Que la isciplina moral no sirve sélo a la vida moral propiamente dicha; su accién se extiende més lejos. De lo que acabamos de ver resulta, en efecto, que ella juega un rol considerable en la formacién del cardcter y de la personalidad en general. Y, en efecto, es esta facultad de detencidn 0 como se dice, de inhibieién, que nos permite contener nuestras pasiones, nues- tros deseos, nuestros habitos, y respetar la ley, Pues un ser personal es un ser capaz de poner, en todo lo que hace, una ‘marca que le es propia, que es constante y por la cual él se reconoce, se distingue de cualquier otro. Ahora bien, en tanto que las tendencias, los instintos, los deseos, reinan sin contra- peso, en tanto que nuestra conducta depende exclusivamente de su intensidad respectiva, son perpettos cambios de viento, ‘bruscas sacudidas, como las que se producen en el nifiooen el TEXTOS 102 primitivo, dividiendo sin cesar Ia voluntad contra si misma, dispersindola a todos los vaivenes del capricho, impidiéndole constituirse con esta unidad ycontinuar con esta perseverancia que son las condiciones primordiales de la personalidad. Es precisamente en este dominio de si quenos forma la diseiplina moral...) Laregla por laque nos ensefiaa moderamos, a dominar- zhos, es un instrumento de emancipacién y de libertad, Yo agrego que es sobre todo en sociedades modemmas como la ‘nuestra, que es indispensable ensefiar al nifio esta moderacién saludable. Como las barreras convencionales, que en socieda- des organizadas sobre otras bases contenian violentamente os descos y las ambiciones, han caido en parte, no hay més que ladisciplina moral que pueda ejercer esta accidn reguladora de Jacual el hombre no puede prescindir. Comoen principiotodas las carreras estin abiertas a todos, el deseo de ascender esti expuesto con facilidad a sobreexcitar ya enardecer mis allé de toda mesura, hasta no conocer practicamente limites. Es necesario pues, que la educacién haga sentir prontoalnifio que fuera de esos imitesarificiales alos cuales la historia ha hecho y continiia haciendo justicia, existen otros que estén fundados ‘en la naturaleza de las cosas, es decir, en la naturaleza de cada uno de nosotros. No se trata de ninguna manera de habituarlo insidiosamente a una resignacién a pesar de todo, de adorme- cer en él las ambiciones legitimas, de impedirle mirar mis alli de su condicién presente; tentativas que estarian en contradic- con los prineipios mismos de nuestra organizacién social. Pero es necesaria hacerle comprender que el medio de ser feliz ¢s proponerse objetivos cercanos, realizables, en relacién con Ja naturaleza de cada uno, y alcanzarlos, no tensar nerviosa y dolorosamente la voluntad hacia fines infinitamente alejados Yen consecuencia, inaccesibles. Sin buscar ocultarle las injusticias del mundo, comunes a toda época, es necesario hacerle sentir que la felicidad no crece sin limites con el poder, cel saber o la riqueza, sino que puede encontrarse en condicio- nes muy diversas, que cada uno de nosotros tiene sus miserias almismo tiempo que sus alegrias, que lo esencial es encontrar lun objetivo de accién que esté en armonia con nuestras tos JEANCLAUDEFILLOUX facultades y que nos permita realizar nuestra naturaleza, sin ‘buscar ultrajarla de alguna manera y empujarla violenta y artificialmente fuera de sus limites normales. Hay ahi todo un conjunto de habitos mentales que la: escuela debe hacer adqui- rir al nifio, no porque sirven a tal o cual régimen sino porque ellos son sanos y porque tendriin sobre la felicidad publica la mejor influencia (EM, 39-43). XV, Otro fin de la escuela es brindar al nifio et aprecio de la vida colectiva XV-A ‘Asi como lamoral, al limitarnos y eontenernos, no hacia as que responder alas necesidades de nuestra naturaleza, al preseribirnos que nas unamos y nos subordinemos a un grupo rohacemds que intimamos a realizar nuestro ser. No hace mis {que ordenarnos hacer lo que es reclamado por lanaturaleza de las cosas. Para que seamos un hombre digno de ese nombre, es rnece-satio ponernos en relacién, lo mas cercana posible, con fa fuente eminente de esta vida mental y moral que es carac- teristica de la humanidad. Ahora bien, esta fuente no est en nosotros, esta en la sociedad. Es la sociedad la que es ereadora y detentora de todas estas riquezas de la civilizacién sin las cuales el hombre aera en el rango animal. Es necesario pues, {que nos abramos amapliamente a su aecién en lugar de reple- gamos celosamente sobre nosotros mismos para defender nuestra autonomia (EM, 61). En efecto, para que la moralided sea asegurada en su misma fuente, es necesario que el ciudadano aprecie la vida ‘colectiva: pues es sélo con esta condicién que podré adherir como conviene a fines catectivos queson los fines morales por excelencia. Pero este gusto no puede adquirirse, y sobre todo no puede adquirir una fuerza suficiente para determinar la conducta sino mediante una practica lo més continua posible. Para apreciar la vida en comiin al punto deno poder prescindir de ella, es necesario estar habituado a pensar y actuar en TEXTOS 105 comiin. A estos lazos sociales que, para el ser asocial, son pesadas cadenas, es necesario haber aprendido a amarlos. ES necesario haber aprendido por experiencia, cémo, en compa- racién, son frios y pilidos los placeres de la vida egoista. Hay ahi todo un temperamento, toda una constitucién mental que no puede formarse més que por un ejercicio repetido y que ‘demanda estar alerta constantemente. Es aqui precisamente donde el rol de la escuela puede ser considerable, pues ella es el medio, quiza el Ginico, por ef cual podemos salir de este circulo. L» escuela en efecto, es un grupo reat, existente, del cual el niflo forma parte natural y necesariamente, y es un ‘grupo distinto a la familia, No esta hecha ante todo, como ésta, para la expansidn de los corazones y las efusiones sentimen- {ales, Pero todas las formas de la actividad intelectual se despliegan ahi bajo una forma embrionaria. En consecuencia, porlaescuela, tenemos el mediode entrenar al nifoen una vida ‘colectivadiferente de la vida doméstica, podemosdarle habitos que, una vez contraidos, seguirén al periodo escolar yreclama- rin susatisfaccion. Hay pues alli un momento decisivo, tinico, iereemplazable, enel qu2 podemos captar al nifio, mientras que fas lagunas de nuestra organizacién social no han podido todavia alterar profundamente su naturaleza y despertar en él sentimientos que fo vuelven parcialmente refractario a la vida ‘comin, ES un terreno virgen, en el que podemos sembrar semilias que una vez. enraizadas tenderin a desarrollarse por si mismas (EM, 197-199). XV-B ‘Cuando se esté unido a la sociedad de la que se forma parte, es psicoldgicamiente imposible no estar unido, en con- seetiencia, a los individuos que la componen y en los que ella se realiza, Pues si Ia sociedad es otra cosa que el individu, si ella no esta totalmente en ninguno de nosotros, sin embargo, no hay ninguno de nosotros en quien no seencuentre un reflejo, deellay, en consecuencia, es natural que los sentimientos que tenemos por ella se dian sobre aquellos en quienes Ia sociedad se encara parcielmente. Apreciar a la sociedad es apreciar el ideal social; ahora bien, hay un poco de este ideal 106 JEANCLAUDEFILLOUX encada uno denosotros. Cada uno denosotros participa deeste prototipo colectivo que realiza la unidad del grupo, que es la cosa sagrada por excelencia y, por consiguiente, cada uno de nosotros participa también del respeto religioso que este prototipo inspira. La estima del grupo implica pues, de manera indirecta pero casi necesaria, la estima de los individuos, y ‘cuando el ideal del grupo no es mas que una forma particular del ideal humano, cuando el tipo de ciudadanos se confundaen ‘gran parte con el tipo genérico del hombre, es al hombre en tanto hombre que nosotros apreciamos, al mismo tiempo que nos sentimos més estrechamente solidarios con aquellos que realizan de manera especial la concepcién particular que nuestra sociedad se hace de ta humanidad. Esto es lo que explica el cardcter moral que se atribuye a los sentimientos de simpatia inter-individual y a los actos que inspiran. No constituyen por si mismos elementos intrinsecos del tempera- mento moral, pero estan tan estrechamente ligados a las dlisposiciones morales més esenciales que su ausencia puede ser considerada, no sin razén, indice probable de una mendr moralidad. Cuando uno ama a su patria, cuando uno ama a la humanidad en general, no puede ver los suftimientos de sus ‘camaradas, o mas generalmente de todo ser humano, sin suftir tuno mismo y sin experimentar luego lanecesidad de remediar- los.f...} El individvo por si mismo, reducido a sus fuerzas, es incapaz de modificar el estado social, No se puede actuar eficazmente sobre la sociedad mas que agrupando fuerzas individuales para oponer fuerzas colectivas. Ahora bien, los males que busca curar o atenuar la caridad particular resultan, esencialmente, de causas sociales. Haciendo abstraccién de casos particulares excepcionales, la naturaleza de la miseria, en una sociedad determinada, proviene del estado de la vida econdmica de las condiciones en las cuales ella funciona, es decir, de su organizacién misma. Si hoy existen muchos vagabundos sociales, gente fuera de todo marco social regular, es que hay algo ennuestras sociedades europeas que empujaal vagabundeo. Si impera el alcoholismo, es que la civilizacién exacerbada despierta una nevesidad de excitantes que se ‘TEXTOS 107 facen. con el alcohol, si alguna otra satisfaccién no es asegurada. Males tan claramente sociales exigen ser tratados socialmente, El individuo eislado no puede nada contra ellos, El inico remedio eficaz se encuentra en una caridad organiza. dacolectivamente, Es necesario que los esfuerzos pariiculeres se agrupen, se concentren, se organicen, para producir algtin, efecto, Entonces,almismo tiempo, el acto adquiere uncarécter ‘moral mas alto, precisamente porque sirve a fines mis gene- rales eimpersonales. Sin duda, en estecasonosetieneel gusto de ver con sus propios ojos el efecto del sacrificio aceptado; pero, precisamente porque el desinterés es més dificil, porque esté menos facilitado por impresiones sensibles, tiene mas valor (EM, 70-71). XVI. Autonomia de la voluntad e "inteligencia de la moral" Hasta ahora presentamos a la moral como un sistema de reglas exteriores al individuo y que se imponen a él desde el cexte-rior, no por la fuerza material sino en virtud del ascen- diente que tienen. No es menos cierto que desde este punto de vista la voluntad individual aparece como regida por una ley gue no es obra suya, No somos nosotros, en efecto, quienes instituimos la moral. Sin duda, como formamos parte de la sociedad que la elabora, en cierto sentido cada uno de nosotros ‘coopera en la creacién de ella. Pero en primer lugar, la parte propia de cada generacién en la evaluacién moral es muy reducida. La moral de nuestro tiempo esté fijada, en lineas esenciales, cuando nacemos; los cambios que sufte en el curso deuna existencia individual, esos cambios en los que cada uno denosotros puede participar, son completamente restringidos, Pues las grandes transformaciones morales suponen siempre mucho tiempo, Adems, nosotrosno somos mas que una de as, innumerables unidades que colaboran en ella. Nuestro aporte personal no es pues nunca mds que un factor infimo de la ‘esultante compleja en la que desaparece, andnimo, A: 108 JEANCLAUDEFILLOUX puede dejar de reconocerse que si bien la regla moral es obra colectiva, nosotros la recibimos, mucho més de lo que la hacemos. Nucstra actitud es mucho ms pasiva que activa Somos més influidos que lo que influimos. Ahora bien, esta pasividad esta en contradiccidn con una tendencia actual, que se hace cada vez mis fuerte, de la conciencia moral. En efecto, uno de losaxiomas fundamentales de nuestra moral, oqiieain podriamos llamar el axioma fundamental, es que fa persona humana es cosa sagrada por excelencia, que tiene derecho al respeto queel creyentede todas lasreligionesreservaasu Dios; yes loquenosotros expresamos cuando nos hacemos de la idea ide la humanidad el fin y la razén de ser de la patria, En virtud deeste principio, tado tipo de invasién de nuestro fuero interno nos parece inmoral, puesto que es una violencia hecha a nuestra autonomia personal. Todo el mundo reconoce hoy, al menos en teoria, que nunca, en ningin caso, nos puede ser impuesta obligatoriamente una manera determinada de pen- sar, aunque fuese en nombre de una autoridad moral. Es una regia, no sélo de légica sino de moral, que nuestra razén no debeaceptar como verdadero més que lo queeliahareconocido comp tal, En consecuencia, no puede ser de otra manera en la prictica, Pero puesto que la idea tiene por fin y por razén de ser guiar a la accién, ;qué importa que el pensamiento sea libre, si la accién es esclava? [..] Llegamos asi a determinar un tercer elemento de la moralidad, Para actuar moralmente no basta, sobre todo no basta més, respetar la disciplina, estar unido a un grupo; es necesario todavia que ya sea obedeciendo la regla, ya sea consagréndonos aun ideal colectivo, tengamos conciencia, la conciencia mis clara y completa posible, de las razones de nuestra conducta. Pues es esta conciencia la que confiere a nuestro acto esa autonomia que fa conciencia publica exige, en adelante, a todo ser verdadera y plenamente moral. Podemos decir, pues, que el tercer elemento de la moral es la compren- sin de la moral, La moral no consiste mas en solo cumplir, ‘aunque sea intencionalmente, ciertos actos determinados; es nnecesario ademas que la regla que prescribe esos actos sea libremente querida, es decir, libremente aceptada, y esta TEXTOS 109 aceptacién librenoes otra cosa queuna aceptaciénesclarecida, Esti alli quizé la mas grande novedad que presenta la concien- ia moral de los pueblos contemporincos; ¢s por eso que la inteligencia ha Ilegado a ser, y es cada vez mas, un elemento de la moralidad, La moralidad, que primitivamente residia enteramente en el acto mismo de Ia materia, de los sentimien- tos que lo constituian, remonta cada vez mis hacia la concien- cia, Desdehace yamucho tiempo, no reconocemos valor social ‘aun acto mas que si ha sido intencional, es decir, si el agente se represents por adelantado en qué consistia esteacto y cémo se relacionaba con la regla, Pero, he aqui que ademés de esta primera representacién, nosotros exigimos otra que va ms al fondo de las cosas: es lx representacion explicativa de la regla misma, de sus causas y de sus razones de ser. Esto es lo que cexplica el lugar que damos en las escuelas a la ensefianza de Jamoral, Pues ensefiar moral no es predicarla,no es inculcarla es explicarla. Ahora bien, rehusar al nifio cualquier explica~ ccidn de este tipo, no intentar hacerle comprender las razones de las reglas que debe seguir, es condenarlo a una moralidad incompleta e inferior. Lejos de que tal ensefianza, como la ha acusado a veces, perjudique a la moraligad piiblica, es, en adelante, la condicién necesaria. Por cierto es muy dificil de dar, puesto que debe apoyarse en una ciencia que esta recién cconstituyéndose. En el estado en que estén ain los estudios sociolégicos, no es siempre fécil relacionar cada deber part cular a cada aspecto definido de la organizacién social por el cual se explica, Sin embargo, existen ya indicaciones genera- les que pueden ser dadas con utilidad, y que pueden hacer ‘comprender al nifio no sélo cudles son sus deberes, sino cuales son las razones de estos deberes (EM, 90-91, 100-102). Ustedes ven qué grande es la complejidad de Ia vida ‘moral, puesto que ella encierra aim contratios. Recordamos ‘ese pasaje enel que Pascal trata de hacer sentir al hombre todas, {as contradicciones que estin en él “Si se vanagloria, yo lo humillo; sel se humilla yo Lo alaboyy lo comradigo siempre, hasta que él comprenda aque es un monstruo incomprensible.” 110 JEANCLAUDEFILLOUX En ese sentido ia moral hace lo mismo. E] ideal que ella nos traza es una singular mezcla de dependencia y de grande- za, de sumision y de autonomia. Cuando tratamos de rebelar- nos, ella nos recuerda duramente la necesidad de la regla; cuando nos ajustamos a ella, nos libera de esta dependencia, permitiendo a la razén someterse a la regla misma que nos coerciona. Ellanos prescribe darnos, subordinarnos a otra cosa que nosotros mismos, y por esta subordinacién que ella nos impone, nos eleva por encima de nosotros mismos (EM, 104). 116 JEANCLAUDEFILLOUX Sobre la relaci6n pedagégica XIX. Autoridad del maestro y disciptina escolar Es necesario que el nifio aprenda el respeto de la regla, ces necesario que aprendaa hacer su deber porque es su deber, porque se siente obligado a hacerlo y sin que la sensibilidad le facilite demasiado la tarea. Este aprendizaje, que no puede ser ‘masque incompleto en la familia, deberealizarse en laescuela, Enella,enefecto, existe un sistema de reglas que predetermina Ja condueta del nifio. Debe asistir a clase con regularidad, en ahora establecida, con una presentacién y una actitud conve- nientes; no debe alterar el orden en la clase; debe haber aprendido sus lecciones, haber hecho sus deberes y haberlos hhecho con suficiente aplicacion, etc. Existe una serie de obligaciones a las cuales el nifio debe someterse, Su conjunto constituye lo que se lama fa disciplina escolar, Por la prictica de la disciplina escolar es posible inculear al nifio el espiritu de disciplina. [..] ‘Sin embargo, la disciplina escolar no puede producir fos efectos iitiles que se esperan de ella, més que a condicién de fijarse ciertos limites. En efecto, es necesario que la vida de la = Ti7 clase esté establecida en grandes lineas; por otro lado, la reglamentacién no debe descender hasta las meticulosidades del detalle. Es indispensable que haya reglas; es malo que todo esté reglamentado. Todas las acciones del adulto no estén sometidas a la reglamentacién de la moral; éf tiene la facultad de hacer 0 no hacer, o de hacer lo que le parece, aquello que, en una palabra, no depende de Ja apreciacién moral, Asi, tampoco hay que extender la disciplina escolar a toda la vida escolar. No es necesario que la actitud de los nif, la manera de estar, de andar, de dar sus lecciones, de redactar sus deberes yllevarsus cuaderos, sean predeterminadas conun exceso de precisién, Pues una disciplina asi de extensa es tan contraria, alos intereses de la verdadera disciplina como la supersticién es contraria a los intereses de la verdadera religin, y esto por dos razones. En primer lugar, el nifio esta expuesto ano ver en tales exigencias inas que medidas odiosas o absurdas, destina- das a molestarlo y aburrirlo, lo que compromete ante €l la autoridad de laregla. O bien, siél se somete a esto pasivamente y sin resistencia, se habituard a no hacer nada que no le sea ‘ordenado, lo que apaga en él toda iniciativa. Ahora bien, sobre todo en las condiciones morales actuales, en las que el indivi- duo debe actuar por si mismo y jugar un ol personal en la vida, colectiva, una reglamentacién tan invasora no dejard de tener tuna muy mala influencia sobre la moralidad del nifio, De esta manera, cuando no hace un rebelde contra ella, hace un disminuido roral. Y sin embargo, por graves que sean las consecuencias de este abuso, el maestro esta fiicilmente incl nado a cometerlo, y es importante que se dé cuenta de esto. Como toda fuerza que no esta contenida por algo tiende a desarrollarse sin término, el poder reglamentario de que dispone tiene nevesidad de ser contenido. Ahora bien, dentro de la clase €l esti solo frente a los nifios, los que no pueden ‘oponerle resistencia. Por eso, es necesario que se resista a si mismo. [..] Lo que importa ante todo es que la autoridad que él debe comunicar, de la que debe inspirar el sentimiento, la sienta el maestro realmente presente en él. Ella constituye una fuerza que no puede manifestar mis que si la posee efectivamente. 118 JEANCLAUDEFILLOUX ‘Ahora bien, de dénde puede venirle? :Del poder material que posee, del derecho que tiene de castigar y recompensar? Pero eltemor del castigo es otra cosa que el respeto a la autoridad, Ella no tiene un cardcter moral, un valor moral, més que sila pena es reconocida como justa por el que fa sure, lo que implica que la autoridad que castigaes, ella misma, reconocida como legitima. Esto es lo que esta en cuestién. No es desde el exterior, del temor que inspira, que el maestro debe tener autoridad: es de simismo. Ella no puede venirle mas que de un fuero intemo. Es necesario que él crea, no en él sin duda, ni en cualidades superiores de su inteligencia o de su voluntad, sino ensutarea yenla grandeza desu tatea. Loque otorga autoridad ala actitud y la palabra del sacerdote, es laalta idea que tiene de su misién. Pues habla de un Dios que siente en él, del que, al menos él, se cree mucho mas cerca que la multitud de profanosalos quedirige.jY bien' elmaestro Iaico puede y debe tener algo de este sentimiento. Ei también es el 6rgano de una ‘eran realidad moral que lo supera y con laquese comunica mas directamente que el nifio, puesto que es por su intermedio que el nifio se comunica con ella. Asi como el sacerdote es el intérprete de Dios, él es el intérprete de las grandes ideas de su tiempo desupais.Quese sienta unido aestas ideas, que sienta toda la grandeza y Ia autoridad que estan en ellas y de las que es consciente se comunique necesariamente aély atodo fo que viene de él, puesto que las expresa y las encara ante los nifios. Eneesta autoridad, que viene de una fuente tan impersonal, no podria entrar ni orgullo, ni vanidad, ni pedanteria, Esta ‘constituida enteramente del respeto que él tiene de su funcién, o, si se puede decir asi, de su ministerio. Es este respeto que, por el canal de la palabra, del gesto, pasa de su conciencia ala del niio, en la que se imprime. ¥ sin duda, yo no quiero decir que haya que tomar no sé qué tono sacerdotal para dictar un deber o para explicar una leccién. Para que produzca efecto es necesario que este sentimiento esté siempre en acto. Basta con. ‘queseafirme en el momento querido y que, ain cuando no esti, més que latente, ain cuando no se manifiesta ostensiblemente, sin embargo él coloree de manera general Ia actitud del maestro (EM, 125-131). ‘TEXTOS ng XX. El riesgo de la violencia XX-A Para daruna idea de lo que constituye la acciéneducativa yy para demostrar su poder, Guyau, un psicdlogo contempori neo, Ja ha comparado a la sugestién hipnética, y este acerca miento no careve de fundamento. __Lasugestién hipnética supone, en efecto, las dos condi- cciones siguientes: 1)eLestado en que se encuentra e! sujeto hipnotizado se caracteriza por su pasividad excepcional. El espiritu se reduce casi al estado de tabla rasa; una especie de vacio haa sido realizado en la conciencia; la voluntad esta paralizada. Como consecuencia, la idea sugerida puede instalarse con un minimo de resistencia al no encontrar ideas contrarias; 2) sin embargo, como el vacio nunca es completo, es necesario, ademas, que Ia idea tenga un poder de accién propio de a sugestion misma. Para esto, et hipnotizador debe hablar con un tono de mando, con autoridad. Es necesarioque diga: yo quiero; que indique queelrechazo a obedecer no es ni siquiera concebible; que el acto debe ser realizado; que la cosa debe ser vista tal como él la muestra, que no puede ser de otta manera. Si él se debilita, se veal sujeto dudar, resistr, ata vecesnegarse a obedecer. Sélo con entrar en discusién, se acabé su poder. Cuanto més la sugestién va en contra del temperamento natural del hipnotizado, tanto mas sera indispensable el tono imperativo. Ahora bien, estas dos condiciones se dan en las relacio- nes que el educador sostiene con el nifio sometido a su accién: 1) el niflo est naturalmente en un estado de pasividad, comparable en todo al estado en que el hipnotizado se encuentra colocado artificialmente, Su conciencia no 120 JEANCLAUDEFILLOUX ccontiene aiin mas que un pequeiio nimero de represen- taciones eapaces de lucharcontralas que le son sugeridas; suvoluntades aiin rudimentaria, Asi, éles sugestionable con facilidad, Por esto mismoes muy accesible al efecto del ejemplo, muy inclinado a la imitacién; 2)elascendiente que el maestro tiene naturalmente sobre swalumno debidoa la superioridad de suexperienciay de su cultura, dard naturalmente asu accién el poder eficaz, quenecesita Esta comparacién muestra cudnta atencién debe poner el educador, pues conocemos todo el poder de la sugestién hipnética. Si le accién educativa tiene pues, aiin en menor grado, una eficiencia andloga, se puede esperar mucho de ella, con la condicidn de que se sepa utilizar. Lejos de sentimos, desalentados por nuestra impotencia, tendriamos masbien que asustarnos por la amplitud de nuestro poder: XX-B Siempre que se ponen en contacto frecuente dos pobla- ciones 0 dos grupos de individuos de cultura desigual, se desarrollan ciertos sentimientos que inelinan al grupo ms cultivado o que se considera como tal, a violentar al otro. Es loque se observaen generalen las colonias y los paises de todo tipo en donde los representantes de la civilizaci6n europea se cenitentan a una civilizacién inferior. La violencia estalla casi inevitablemente, sin que tenga ninguna utilidad, y sin que deje derepresentar graves peligros para los quese abandonanaella, yy se exponen asi a terribles represalias. De ahi esa especie de iocura sangrienta que se apodera de! explorador en contacto con razas que él juzga inferiores, Esta superioridad que uno se arroga, tiende por si misma a afirmarse brutalmente, sin objeto, sin razén, por el gusto de afirmarse, Se produce una verdadera borrachera, como una exaltacién exagerada del yo, una especie de megalomania que arrastra a los peores excesos ‘ydel queno esdificil percibirel origen. Hemos visto, enefecto, que el individuo no se contiene més que si él se siente TEXTOS ish ‘contenido, si esta frente a fuerzas morales que respeta y 2 las, que no osa invadir. De lo contrario, él no reconoce mas limites, yy se desarrolla sin medida y sin término, Ahora bien, desde el, ‘momento en que las fuerzas morales con las que se relaciona son despreciables para él, desde el momento en que no les, reconoce ninguna autoridad que merezca su respeto en razén dela inferioridad que les adjudica, ellasno podrin jugar ese ‘moderador. En consecuencia, al no sentirse detenido pornada, estalla en violencias, como el déspota a quien nada resiste, Estas violencias son un juego para él, un especticulo que seda a si mismo, un medio de testimoniarse a si mismo esta supetioridad que él se reconoce. Me pregunto si las relaciones entre maestros y alumnos, ho son, en muchos aspectos, comparables a las precedentes. Hay entre ellas, en efecto, lammisma distancia que hay entre dos poblaciones de cultura desigual. Incluso es dificil que pueda haber entre dos grupos de conciencia una distancia mis considerable, puesto que unos son ajenosa la cultura, mientras que los otros estan impregnados de ella, Sin embargo, por su misma naturaleza, la escuela los acerca estrechamente, los pone en contacto de manera constante, Y en esas condiciones, tno hay nada de extraordinario en que este contacto suscite sentimientos andlogos a los que acabamos de describir, ;No es que existe en el fondo de la pedanteria, ese rasgo caracteristico de nuestra fisonomia profesional, una especie de megaloma- nia? Cuando se esti constantemente en relacién con sujetos en relaciéna los cuales uno es moral eintelectualmente superior, ccémo no tomar un sentimiento exagerado de si, que se traduce por el gesto, por la actitud, por el lenguaje. Ahora bien, este sentimiento provoca rapido manifestaciones violentas, pues todo acto que Jo ofende parece ficilmente un sacrilegio. La paciencia es mucho mas dificil, reclama un mayor control de si, en la relacién con inferiores, que entre iguales. Atin las resistencias involuntarias, la simple dificultad para obtener los resultados descados, asombran, iritan, son considerados rapi- damente como errores y tratados asi, sin tener en cuenta que lasuperioridad que uno seatribuye, tiende, como hemos dicho, a afirmarse por el placer de afirmarse. {...] 122 JEANCLAUDEFILLOUX Hay, pues, en las condiciones mismas de la vida escolar, algo que inclina a la disciplina violenta. Y, en tanto que una fuerza contraria no intervenga, se entiende muy bien que esta causa se haga cada vez mas activa a medida que laescuela se desarrolla y se organiza. Como esta sociedad tiene naturalmente una forma mo- narquica, degenera con facilidad en despotismo. Es un peligro sobre el que es importante poner atencién, a fin de precavernos contra él, y este peligro es tanto mas grande cuando Ja distancia es mas considerable entre el maestro y los alumnos, es decir, cuando estos son mas jovenes. El verdadero medio de prevenir este peligro es impedir que la escuela se cierre demasiado sobre ella misma, no viva exclusivamente su propia vida, no tenga un cardcter estrictamente profesional. Ellano puede defender- se de si misma mas que multiplicando los puntos de contacto con el exterior. Por si mismos, como todo grupo constituido, tiende a la autonomia, no acepta facilmente el control y, sin embargo este le es indispensable no sélo desde el punto de vista moral (EM, 161-165).

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