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TEMA: EL COMITE
DOCENTE TUTOR:
INTEGRANTES
TUMBES – PERÚ
2018
CONTENIDO
EL COMITÉ ........................................................................................................................... 4
1.6 Patrimonio del comité. Destino del patrimonio en caso de disolución. ................... 9
Bibliografía ........................................................................................................................... 13
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INTRODUCCIÓN
“El comité es una persona jurídica no lucrativa en la cual sus integrantes principalmente,
mediante actividades de recaudación pública se organizan con fines altruistas (En
beneficio de terceros), egoístas (en beneficio solo de sus integrantes) o mixtos”
(Espinoza, 2006, p. 909). Artículo 111º. Definición El comité es la organización de
personas naturales o jurídicas, o de ambas, dedicada a la recaudación pública de aportes
destinados a una finalidad altruista.
El legislador se inspiró en el Codice civile italiano de 1942 para introducir esta figura;
sin embargo, le dio un alcance distinto dado que en Italia el comité no es una persona
jurídica sino un ente no personificado (Espinoza, 1996)
En el art. 111 solo se refiere a la “recaudación pública” sin embargo de la lectura de los
artículos 119 y 121 se desprende que las funciones del comité no solo se agotan en la
recaudación de fondos para el cumplimiento de un fin altruista, sino que también
comprende la facultad de ejecutar dicha finalidad.
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EL COMITÉ
Se entiende por éste como una organización de personas naturales o jurídicas dedicada a
la recaudación pública de aportes, destinados a una finalidad altruista.
Debemos destacar en primer lugar que el comité es regulado a partir del Código Civil
vigente, en el código abrogado tan sólo se refería a los términos asociación y fundación.
El comité se presenta así como se mencionó como un grupo de personas que a título de
promotores de una determinada iniciativa altruista, se dirigen al público solicitando
donaciones, aportes de bienes, realizando fiestas u otras actividades con el declarado
propósito de dedicar los aportes recaudados a la consecución de los fines mencionados.
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El Código de 1984 concibe de una manera más amplia al comité, sobre todo porque le
acuerda la posibilidad de adquirir personalidad jurídica. Es más, prevé un régimen
especial para los comités no inscritos.
Por ello, para facilitar el recurso a este expediente, el legislador ha sido flexible en
su forma de constitución, pues puede ser creado por medio de un documento privado
con la firma legalizada por notario, que es suficiente para su inscripción en el registro.
Nada impide que sus fundadores opten por instrumentar el acto en escritura pública; sin
embargo, ello desvirtúa la concesión de la ley.
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Los objetivos del comité son caracterizados como fines altruistas. ¿Cómo se
diferencian los fines de un comité con los de una fundación, que son de interés social?
Intentemos una respuesta.
Digamos, en principio, que todo fin altruista es de interés social, pero no siempre los
fines de interés social son altruistas.
Una fundación que, por ejemplo, se constituye para la investigación de las bondades de
una especie vegetal y su posible aplicación a terapias curativas tiene un fin abiertamente
social, más no filantrópico.
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1.3 Constitución de un Comité
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1.5 Régimen Del Comité
Los acuerdos pueden ser materia de impugnación por medio de una denuncia, la
cual es presentada ante el Ministerio Público por algún integrante del comité.
Esto ocurre siempre que los acuerdos violen la ley o el estatuto, esto en
conformidad con el artículo 177 del Código Civil.
El uso de los aportes debe ser supervisado por el Ministerio Público, de oficio o a
instancia de parte, pudiendo solicitar la rendición de cuentas sin perjuicio de la
acción civil o de la acción penal, conforme al artículo 119 del Código Civil.
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1.6 Patrimonio del comité. Destino del patrimonio en caso de disolución.
Al comité no le importa tanto tener un patrimonio propio formado por los instituyentes
(promotores) y miembros del mismo, cuanto recaudar dinero u otros bienes del público.
En verdad, su patrimonio proviene del público y se destina a un fin altruista, aspecto que
lo diferencia de la asociación por cuanto en ésta es formado en base a los aportes de sus
integrantes y es aplicado a satisfacer fines de ellos mismos (Fernández Sessarego, pág.
106 y 107)
No obstante, puede ocurrir que, después de haber pagado las deudas sociales y aplicado
los recursos entregados por los erogantes, de la liquidación realizada resulte un
remanente. En estos raros casos, y en la medida que el Ministerio Público no objete los
balances, el haber neto se adjudica a los erogantes, es decir, se distribuye entre quienes
contribuyeron a la formación del fondo de fin altruista. Dado que ello no es usualmente
posible, el art. 122 del Código civil establece que dicho haber neto resultante de la
liquidación ha de ser entregado a la Beneficencia del lugar en el cual tuvo su sede el
comité. La misma solución ha de aplicarse si el comité se disuelve y liquida por no
poder satisfacer sus propósitos, según se desprende del art. 121 del mencionado Código.
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El Código se ha cuidado en no señalar que se trata de una asamblea de “asociados”. Pese
a ello se trata del órgano máximo del comité que está integrado por los promotores y por
quienes se integren con posterioridad.
La asamblea del comité no goza de las mismas libertades de las que puede gozar la
asamblea de una asociación. La limitación más importante que colorea y condiciona sus
decisiones es que sus integrantes no tienen, en conjunto, la capacidad para transformar al
comité con el objeto que persiga otros fines diversos a los propuestos (una vez realizada
la colecta o la obra prevista), dado que los erogantes o contribuyentes han destinado
parte de su patrimonio al comité, salvo que sea imposible que se pueda alcanzar el
objetivo. Y es que, como bien ha sido señalado, el comité, a través de sus
administradores, se convierte en una suerte de gestor de los fondos recibidos del público
para su aplicación al fin anunciado (Fernández Sessarego, pág. 107) De modo que
aunque esta obligación recaiga fundamentalmente en los administradores, ello impide a
la asamblea tomar decisiones que alteren el sentido de su creación.
En la acertada concepción originaria del Código civil, de la lectura del art. 121 se
desprendía que la asamblea general del comité carecía de la facultad de aprobar las
cuentas y balance por la labor realizada por los administradores (Fernández Sessarego,
pág. 211) Para ello, debían, según dicha norma rendir cuentas judicialmente. Era
evidente que se requería de la intervención de un tercero (distinto a los promotores y
gestores del comité, así como de los beneficiarios) que se encargase de velar por la
exacta y fiel asignación de los recursos a los fines publicitados. Con conocimiento del
Ministerio Público.
Cuando se promulgó el nuevo Código Procesal civil, esta norma introdujo cambios
sustanciales en el Código civil, bajo el insostenible argumento de que sólo modificaría
normas de orden procesal contenidas por este último.
A riesgo de ser considerada una posición intolerante, y exceptuando las reformas de las
normas procesales indebidamente recogidas por el Código civil, debo confesar que
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quienes convinieron en plantear la modificación del art. 121 desconocían abiertamente la
esencia del comité y la realidad de las cosas.
El nuevo texto del art. 121 eliminó la rendición judicial de las cuentas e introdujo
implícitamente la facultad de la asamblea del comité para aprobar sus resultados. El
único paliativo a esta inaceptable solución fue conceder (también implícitamente, en una
serie de errores evidentes de técnica legislativa) al Ministerio Público la posibilidad de
aprobar, con su silencio, las cuentas del comité y, en caso contrario, solicitar la
desaprobación judicial de aquéllas, tal como fluye del también reformado (por obra del
Código Procesal civil) art. 122 del Código civil.
Entre los hombres de derecho sabemos, por duro que parezca, que la intervención del
Ministerio Público en estos menesteres es mínima, por no decir nula. De modo que
esperar la posible acción del Ministerio Público para solicitar la desaprobación judicial
de las cuentas del comité se ha convertido en una vana seguridad. El silencio de este ente
después de treinta días de que el comité le hubiere presentado las cuentas se convertirá
en una aprobación inatacable.
A ello se debe añadir que, como luego veremos, en los hechos la mayoría de los comités
que se conocen públicamente son comités no inscritos, respecto de los cuales no se sabe
de acción alguna del Ministerio Público.
Es interesante anotar que la asamblea de los miembros del comité no tiene funciones
contraloras que agoten la fiscalización que se debe poner en torno a la gestión del
consejo directivo del mismo. El control corresponde, más bien, al Ministerio Público. Al
menos en la buena intención del legislador (art. 119).
Pasando a otro tema, debemos señalar que el comité es administrado por un Consejo
Directivo que, al igual que el de la asociación, tiene funciones de gestión y de
representación.
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Pero, debido a que los administradores se encargan de la recaudación de aportes de los
erogantes y éstos son aplicados en favor de terceros, el legislador ha considerado que los
gestores responden solidariamente de la conservación y aplicación de los fondos
recaudados, estableciendo una excepción a lo dispuesto por el art. 78 del Código civil
(Fernández Sessarego, pág. 2012 y 2013).
Es facultad del Consejo Directivo, la aplicación de estas dos acciones, se haya cumplido
o no la finalidad altruista. El Consejo Directivo debe presentar copia de los estados
finales de cuentas al Ministerio Público, de acuerdo con el Artículo 121 del Código
Civil.
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Bibliografía
Espinoza, E. J. (1996). “Ensayos sobre teoría general del derecho y los derechos de las
personas”. Lima: Editorial Huallaga.
http://unlugarjuridico.blogspot.com/2012/03/la-asociacion-la-fundacion-y-el-
comite.html
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