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avefenix
En todos los casos la representación es similar: una poderosa y fantástica ave con el aspecto de
la reina de los cielos -el águila- aunque dotada de un plumaje del color del fuego con destellos
celestes, púrpuras y oro. Más allá de las diferencias que encontramos entre las más variadas
versiones del mito, todas éstas coinciden en que, cuando se siente morir, el ave Fénix acumula
plantas aromáticas, incienso y cardamomo, y fabrica una especie de nido funerario. En él
reposa y se deja consumir por su propio fuego interior, quedando reducido a cenizas… Y
renaciendo de ellas.
¿Por qué el Fénix es un ave alada semejante al águila? Porque hace referencia a la ascensión,
al vuelo, a la elevación de nuestra naturaleza. El Fénix nos habla de nuestro intento de
aproximarnos a lo excelso, a lo más alto, a lo que el águila puede contemplar directamente y
que, al mismo tiempo, se refleja en el plumaje de nuestro protagonista: el Sol, símbolo de la
Divinidad.
Tenemos una tendencia natural hacia la Fuente de la que surgimos, hacia las cristalinas aguas
de Vida que recibimos de lo alto de las montañas… Y por eso nuestra vida es tránsito, viaje,
movimiento, camino, peregrinar hacia las cimas… Elevarnos, volar. Movimiento que se hace
patente en su forma de pájaro, dotado de unas poderosas alas.
Pero ese tránsito, ese viaje, ese vuelo, no es lineal… Tiene altibajos. Es una experiencia que
todos tenemos. Aunque nuestra intención nos llame a las grandes misiones, a las más altas
cumbres, nuestro camino a veces sube y a veces baja; está asfaltado con victorias y fracasos,
con alegrías y penas, con luces y sombras. Es la dualidad propia de la creación, el dinamismo
propio de la existencia. Y, como arquetípico símbolo, el Fénix nos habla de la conciliación de
los opuestos, de la superación de las apariencias, de levantar la vista más allá de esta vida y de
esta muerte para percibir el ciclo de la Vida, que es una constante transformación en medio de
lo Inmutable.
Cubrámonos de esperanza incluso ante el peor de los escenarios. El mundo cambia, y nosotros
con él, pero –si nos preparamos en el vivir para ese morir-no perderemos nuestra esencia, no
dejaremos de ser quienes somos. Deshagámonos del hombre viejo y vistámonos con una
nueva túnica.
El fracaso es una pequeña muerte, un anticipo del auténtico morir. En nuestras manos está
que sea el fin, la aniquilación, o una puerta hacia una nueva existencia, mejor y más
evolucionada. No resulta casual que se relacione al Ave Fénix con el gusano de seda o con
Jesucristo… Muerte y resurrección, un fallecer que no es un fin sino un nuevo comienzo… Sin
renunciar al que se es, dando a luz una y otra vez al que se oculta en lo más profundo de
nosotros mismos… Aunque, en ocasiones, ni nosotros mismos seamos conscientes de ello.
Mira al Ave Fénix, contémplate en su imagen… Porque habla de ti, y de mí. Siempre hay
esperanza… El fracaso y la muerte son la puerta a un nuevo amanecer.