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El congelamiento del cuerpo de las mujeres- Laura Gutman

Para comprender la lógica de nuestra sociedad basada en la dominación,


observemos que el problema no está en el niño que no encuentra el cuerpo de su
madre al nacer, sino en esa madre que no siente –espontáneamente- apego
hacia su hijo. Ese es, desde mi punto de vista, el verdadero drama de la
civilización. Las mujeres –al igual que los varones- provenimos de historias de
desamparo, falta de cuerpo, mirada, disponibilidad afectiva, ternura, leche o
abrazos. Entonces hemos aprendido tempranamente a congelar las emociones, el
cuerpo, los deseos y las intuiciones. La distancia que hemos instaurado para
que el dolor no duela tanto, luego nos ha convertido en las mujeres que somos
hoy: desapegadas y secas. Ese frío interno, es lo que nos imposibilita sentir
compasión y apego por el niño. Todo niño humano nace de un vientre materno y
anhela permanecer en un territorio similar. Esto es intrínseco a todas las especies
de mamíferos. El verdadero problema es que las madres humanas hemos
anestesiado nuestro instinto de apego, con el objetivo de no seguir sufriendo por
esa distancia vivida cuando nosotras mismas hemos sido niñas. Es una rueda que
gira en torno a lo mismo: vacío, distancia con la propia madre, congelamiento del
cuerpo y de las emociones, anestesia vincular, luego imposibilidad o corte frente
al instinto de apego sobre la nueva cría.

Si las mujeres sintiéramos la poderosa necesidad de no separarnos de nuestra


cría, nadie podría imponernos ese alejamiento. Somos las mujeres quienes –
rechazantes de una cría que no sentimos propia- permitimos, estimulamos y
facilitamos que la criatura sea alejada y tocada por personas extrañas. Claro que
para comprender esa falta de apego, tenemos que remontarnos hacia atrás. Hacia
nuestras madres y hacia las madres de nuestras madres y así, por generaciones y
generaciones de separaciones tempranas y anti humanas.

Hay dos hechos que merecen un pensamiento ordenado, para comprender el


alcance del desastre ecológico respecto a la falta de apego de la madre hacia
su cría. Por un lado, la masificación del maltrato en los partos. Por el otro, la
represión sexual -especialmente sobre las mujeres- durante siglos de
oscurantismo y misoginia. Ambas imposiciones son las herramientas perfectas del
Patriarcado para lograr que desaparezca todo vestigio de intuición y de apego de
la madre respecto a su cría, para convertir a cada madre en una procreadora de
futuros guerreros: niños y luego jóvenes iracundos, desesperados por falta de
amor, con rabia y con toda la potencia puesta al servicio de la revancha. O bien,
niños desvitalizados, perdidos en la tecnología, deprimidos y sin entusiasmo ni
voluntad.

Laura Gutman

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